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Bucaramanga: Su historia y sus principales problemas de pobreza y

miseria
Horacio Duque
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Opinión
27/04/2015
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El territorio donde hoy está la ciudad de Bucaramanga y una gran parte de su área
metropolitana, fue en el periodo de la violenta conquista colonial hispánica, un área limítrofe entre los indios
yariguíes, chitareros y guanes. Los yariguíes [2] hacían presencia en esa zona, en los valles de Girón y
Rio Negro; los chitareros [3], dominaron las cuenca del Surata, y los guanes [4] se
asentaban sobre el territorio en el que hoy se localizan Bucaramanga, Floridablanca y Pie de Cuesta.

Como se puede inferir no existían etnias


oriundas de la meseta de Bucaramanga, sino que esta región se vio constituida demográficamente por
diversos grupos étnicos, unos de origen Muisca y otros de raza Caribe.

Antes de la llegada de los españoles y alemanes, la región parecía ser un sitio con suficiente
capacidad como para albergar una considerable cantidad de habitantes, y en algunos puntos de su
territorio llegó a cobijar varios grupos humanos, como lo
indicamos. Precisamente esta vecindad, unida a la diversidad de los grupos
humanos y a las diferencias de sus ambientes climático y topográfico, estimularon enfrentamientos
violentos y la búsqueda de la expansión territorial.

Entre las tribus indígenas que poblaban el territorio, tales contiendas debieron ser muy frecuentes,
por cuanto cada cacique aspiraba a crecer sus dominios territoriales y sociales.

Sin embargo, cuando los españoles pisaron el actual territorio bumangués, las áreas de
influencia estaba suficientemente definida, lo cual si bien no conduce a concluir la existencia de un
ambiente de paz, tampoco permite pensar
que los nativos dedicaran su existencia exclusivamente a la guerra. Es posible que, de acuerdo a sus
cosmovisiones y rasgos antropológicos, prefirieran algún territorio al cual pudieran adaptarse fácilmente.

Por violentos que pudieran ser los yariguíes, difícilmente hubieran


consolidado una expansión territorial hacia zonas de ladera y de bajas
temperaturas. Por la misma razón, los chitareros, no pudieron haber perturbado en espacios de llanura
y de climas con altas temperaturas.
En noviembre de 1532, se originó el despegue de un lento pero creciente cambio en la vida de dichas
comunidades indígenas.

Las expediciones conquistadoras y violentas que incursionaron en la región, apenas lo hicieron de manera
pasajera, al igual que ocurrió con los grandes encomenderos, quienes hicieron que indígenas de la región
establecieran rancherías a la postre contingentes. Sólo a partir de las primeras décadas del siglo XVII, se
empezó a considerar esta tierra como adecuada para la permanencia de asentamientos humanos de
indígenas adoctrinados a la fuerza en el evangelio católico por las órdenes religiosas europeas, bajo el control
y supervisión autoritaria de los funcionarios coloniales de la monarquía.

La ranchería construida hacia 1552 en una cárcava por la que descendía una
quebrada que corría al encuentro del río del Oro es el origen remoto de los
asentamientos humanos en el sitio de Bucaramanga. Sus autores, anónimos
indígenas traídos de Guaca por su encomendero, el capitán Ortún Velasco[5], llegaron a catear las
arenas auríferas de dicha quebrada y el río, cuya riqueza fuera localizada en 1551. Fueron también ellos
quienes nombraron el sitio con la palabra chitarera “Bucaramanga”, de claro origen indígena.

Durante la segunda mitad del siglo XVI otras cuadrillas indígenas de los grupos étnicos
guane y chitarero se asentaron en las vecindades de los aluviones auríferos del Río de Oro y del
Suratá.

Todas las rancherías de los lavadores de las arenas auríferas fueron establecidas en forma
dispersa dentro del extenso territorio del distrito minero, haciendo parte del Real de Minas[6] el cual
estaba subordinado a la jurisdicción de un alcalde mayor que regularmente era escogido en el Cabildo de
Pamplona.

Por la naturaleza itinerante del oficio, ninguna de las precarias rancherías establecidas podía prometer
la consolidación de un poblamiento concentrado y durable. Sólo en los toponímicos que han sobrevivido
registramos la huella de todas las rancherías desaparecidas, cuyos nombres designaron alguna vez al
del jefe étnico del lugar de donde fueron traídos: Chimitá, Zapamanga, Butaregua, Macaregua,
Guanentá, Chocoa, Suratoque, Aransoque, etc.

Del mismo modo, la localización de las capillas de paja en el distrito minero tuvo este patrón itinerante:
primero en la quebrada de la Iglesia, bautizada así
por este emplazamiento, luego en el Palenque (asiento de las cuadrillas de
negros esclavos), después en la hacienda de Bucarica, otra en la quebrada
Bucaramanga y finalmente en la edificada proyectada para el pueblo que se organizó en 1622. Aunque
algún cronista quiso ver en estas capillas errantes
la existencia de varias fundaciones de Bucaramanga, se trataba sencillamente de la provisionalidad que
el laboreo del oro aluvial imponía a las
rancherías de las cuadrillas y a la trashumancia de los curas doctrineros.
Todavía en 1572 seguía nombrándose a Bucaramanga sólo como el sitio donde
se localizaban los aposentos de las cuadrillas indígenas que tributaban al
capitán Velasco, cuyo origen seguía remitiéndose al pueblo indígena de Guaca.

Lo que se hizo en la Meseta de Bucaramanga en aquella lejana fecha por el


Capitán Andrés Páez de Sotomayor[7] y el Cura Miguel Trujillo no obedeció al
propósito de erigir una nueva ciudad colonial propiamente dicha sino dar
cumplimiento a las disposiciones del Doctor Juan de Villabona y Zubiaurre[8], oidor de la Real
Audiencia y Visitador de estas provincias, de establecer un Real de Minas, que equivale a un
pueblo o asentamiento donde se practica el laboreo de ellas. Lo cierto es que la valiente resistencia de
los indígenas obstaculizo en el siglo XVI el predominio total de la casta colonizadora europea.

Por ello en el documento que recoge las ideas del Oidor, se ordena “que todos los dichos indios de la
cuadrilla, lavadores del dicho Río de
Oro, de los repartimientos de Guaca y Bucarica de la Encomienda del Gobernador Juan de Velasco y
los de Xerira de Juan Martínez de Angulo, vecino
de Vélez, y los de Quevedo, de Andrés Páez de Sotomayor, y los indios lavadores de Cachagua
de la Encomienda del Capitán Lorenzo Fernández de Rojas y todos los demás indios de
repartimiento de los dichos pueblos de Guaca y Bucarica que están en la estancia del dicho
Gobernador Juan de Velasco, se reduzcan, junten y agreguen y pueblen en el sitio y asiento que llaman
de Bucaramanga, para que vivan juntos y congregados y sean doctrinados con la comodidad que tanto
importa”.

El 22 de diciembre de 1622, el
presbítero de Trujillo y el juez poblador, Andrés Páez de Sotomayor, por
comisión del Oidor, levantaron un Acta dando por terminada la iglesia y
sacristía del lugar, a la que dieron el nombre de Real de Minas de
Bucaramanga, donde luego de celebrar la misa, repartieron los resguardos entre los indígenas de las
distintas encomiendas, con límites muy similares a los que actualmente se han fijado en el área
metropolitana.

Los delegatorios del Oidor Villabona y Zubiaurre no pretendieron erigir una ciudad, sino hacer la
reducción y sometimiento político definitivo de los indios que les había sido encomendados para su
explotación, ya que sabían que la fundación de las ciudades coloniales estaba rodeada de
requisitos y solemnidades de poder que siempre se cumplieron en otras de mayor jerarquía en la época
colonial, con acta de nacimiento realmente establecida.

Formalidades preurbanas que consistían en el trazo de plaza y calles, reparto de solares


destinados al asiento y edificación de grandes y lujosas mansiones para blancos españoles, casas para
criollos y mestizos, señalamiento de tierras ejidales, construcción de iglesia y casa
cural, designación de autoridades
como alcalde propio, regidores, colector de rentas y escribano público. El fundador, en un gesto
inocultable de poder, desenvainaba la espada, daba grandes voces proclamando la conformación de la nueva
ciudad y ordenaba el envío del Acta original al Consejo de Indias en Sevilla. Por la gracia del Rey vendrían
más tarde los blasones que darían cuarteles de nobleza a la nueva fundación. Poco de esto se registra
y por eso es tan débil la memoria en la fundación de Bucaramanga en diciembre de 1622.

Refiere, igualmente, el cronista historiador que la ranchería no daba señales de progreso hasta la llegada y
arraigo de los grandes señores de Girón y sus familias, quienes en busca de unos aires
más refrescantes y saludables adquirían propiedades y
edificaban casas pajizas; otros buscando la expansión de sus negocios agrícolas y pecuarios, venían
a la meseta a construir en una u otra parte sin propósito de formar una ciudad y sin consultar alineación
alguna, sin tener en cuenta las leyes de Indias; haciendo que la incipiente aldea en su parte antigua que es la
occidental, aparezca irregular y desordenada en la delineación de sus caminos.

En síntesis, el antecedente de Bucaramanga se remonta al año de 1622 cuando se establece el pueblo de


indios adscrito a la jurisdicción de Pamplona por orden del oidor Juan de Villabona y Zubiaure. Es importante
reiterar que el poblamiento indígena en la meseta de Bucaramanga y en las cuencas de los ríos Oro y Frío fue
posterior a la Conquista española. Los requerimientos de trabajo por la explotación de los aluviones de oro,
condujo a una gran movilidad de mano de obra indígena, procedente de cacicazgos lejanos como Guaca,
Umpalá, Jérira, Cepitá y Suaque e incluso de aún más lejos como de la ciudad de San Cristóbal (Venezuela)
dando origen a un número importante de rancherías siendo una de ellas Bucaramanga.

Veinticinco años después de congregadas a vivir en traza de pueblo, las diversas rancherías de lavadores
apenas llegaban a 214 habitantes según empadronamiento de Pedro Robayo.

Las primeras casas de teja en 1750

Sólo en la segunda mitad del siglo XVIII (1700) comenzaron a construirse casas de
teja. La primera de ellas se erigió en el marco de la plaza, hacia el año de 1750, al oriente de la
cárcel, conocida como la tienda llamada “La Favorita”, haciendo hoy esquina con el Palacio de Justicia. Luego
se edificaron otras más, de poca envergadura, y entre las que sobreviven merece citarse la casa
achaparrada, del estilo colonial de la época, con gran portalón de arco de
piedra labrada, que lleva la inscripción 1793, indicando así la fecha de su construcción. Esta casona se
ubica en la esquina nor- oriental de la carrera 11 con la calle 41, diagonal al Cuartel de Policía.

La construcción de la Cárcel Real

Una construcción arquitectónica en el sentido moderno fue la Cárcel Real, obra terminada
en noviembre de 1792, con enormes paredones de dos pisos, ventanas
enrejadas, rastrillo y garitas edificado frente a la plaza principal ( García Rovira) que prestó servicios
como Cárcel hasta 1925 aproximadamente, año en que el Alcalde transformó y remodeló la vieja estructura
para convertirá en Palacio Municipal. La demolición final de esta construcción se dio en
años recientes con la misma función de ser la infraestructura del gobierno local.

El trazo de la plaza principal.

Según Don José Joaquín García, en esos años la población ascendía a unos 2.000 vecinos. Sólo entre los
años 1748 y 1750 se hizo el trazado de la plaza y se despejó el terreno derribando un antiguo árbol cucharal
que allí existía, lo que permite deducir que la meseta no era tan carente de sombrío, como lo suponen
algunos y que probablemente, además de arbustos se daba una vegetación consistente
en: guayabos, anacos, árboles de cucharo y otros, cuya extinción es consecuencia de
las necesidades de consumo doméstico y la misma construcción del pueblo.

Manuel Ancizar y Bucaramanga

Don Manuel Ancizar [9], quien escribió su famoso texto en 1850 conocido como la “Peregrinación del Alpha”,
dice que “en 1778 comenzó a figurar Bucaramanga como Parroquia. Veintitrés años
antes (1755) era un sitio miserable, compuesto de cuatro ranchos de indios alrededor de una laguna,
cuya cuenca existe sembrada de guinea”.

1778, la parroquia.

El dato que da Ancízar aparece confirmado por otros escritores de historias


locales, quienes aseguran que sólo en 1778 el modesto caserío de Bucaramanga fue convertido
en Parroquia bajo las referencias a San Laureano
y Nuestra Señora de Chiquinquirá[10], agregando que sólo en 1750 se trazó la
plaza y se mejoró el oratorio pajizo poniéndole techos de teja de barro. Este oratorio era el mismo
donde celebró la misa el Padre Trujillo y quedaba situado en el punto que hoy ocupa la Capilla de Nuestra
Señora de los Dolores.

Las primeras estadísticas de Bucaramanga

Hacia 1773 Bucaramanga empezó a cobrar relativa importancia, si se


considera que de ese año en adelante empezó a llevarse en orden la
estadística de bautizos, matrimonios y defunciones, en libros que eran
revisados periódicamente por los inspectores religiosos. Los curas
doctrineros que autorizan ese primer archivo parroquial son los presbíteros
Prieto y Ponce, Felipe Solano y Reyes Zabala. Aparece en el registro un
lamentable vacío, inexplicable a no ser por mutilación o saqueo del archivo, pues el primer libro de
matrimonios de San Laureano se inicia el 8 de enero de 1737 con el casamiento de Andrés Duarte y Lucía
González y el primer libro de defunciones se abre el 2 de abril del mismo año.
La hermenéutica histórica de esos textos parroquiales permite conocer que por aquellas épocas, hacia
mediados del siglo XVII, paseaban por la meseta y
sus collados adyacentes, personajes importantes avecindados en San Juan
Girón, quienes venían a disfrutar de largas épocas de veraneo, buscando el
clima refrescante y aireado que soplaba en la meseta, cubierta entonces de árboles que debían darle
agradables toques de verdura y frescor.

Llegan en masa familias españolas en 1750.

Pero es en la segunda mitad del siglo XVIII cuando se produce el aluvión invasor de familias
españolas y criollas que poblaron, con propósitos económicos, la meseta de Bucaramanga y establecieron su
asiento definitivo en simples pero sólidas casas construidas de tapia, madera y teja.

Para entonces los libros parroquiales registran apellidos muy conocidos hasta
hoy como los García, Valenzuela, Puyana, Ordóñez Valdés, Bretones, Estévez, Benítez, Reyes, Navas,
Consuegras y los Valdivieso.

Bucaramanga dejaba atrás las épocas del Real de Minas para ingresar paulatinamente, siempre a expensas
de la villa de San Juan Girón, en el pleno desarrollo de las villas del Nuevo Reino de Granada. Su
participación, para esa época, en la potente insurrección comunera fue marginal. Suficiente con
indicar que su primera escuela, de carácter privado, con cuota mensual de tres reales sólo se estableció en
1805 en el llamado entonces barrio de “El Cordoncillo”, después Charcolargo y El Volante. Los libros
parroquiales y notariales suministran apreciable ayuda en la
indagación histórica y por ellos sabemos cómo el último cuarto del siglo
XVIII es abundante en nombres de personas de la tradicional nobleza oligárquica, algunos de los cuales
se ligan a los procesos independentistas como Custodio García Rovira, Sinforoso y Facundo Mutis, José
María Estévez, Miguel Valenzuela, José Elías, Francisco y Enrique Puyana.

Hacia 1799 se había un poco más que duplicado la población con un total de 568 almas como aparecen en
los padrones de la época. No obstante, el crecimiento demográfico que experimentó en el último cuarto del
siglo XVIII su condición como pueblo de indios llegaría a su fin con la visita del fiscal de la Audiencia,
Francisco Antonio Moreno y Escandón quien ordenó el traslado de los indígenas al pueblo de Guane,
retornando las tierras de resguardo a la Corona y erigiendo el pueblo de indios en parroquia. Con ello confirmó
el predominio en el que en sus alrededores tenía la población blanca y mestiza. A raíz del movimiento
comunero[11] y gracias a una orden de amparo dada por la Audiencia algunos indígenas retornaron a su
antiguo poblado, pero su condición fue la de simples agregados a la parroquia de San Laureano.

ASCENSO A CONDICIÓN DE VILLA. 1810-1850


En 1810, el Gobierno provincial de Pamplona, confirió a Bucaramanga el título de Villa, lo que tuvo
un carácter provisional, porque el hecho es que en 1821, reunido el Congreso del Rosario de Cúcuta, un
grupo de vecinos de Bucaramanga, encabezados por Don Enrique Puyana, solicitó a aquella alta
corporación se restituyera a la parroquia el carácter de Municipalidad. El
Congreso pasó la solicitud a una comisión de legisladores a fin de que se informara “sobre la
necesidad y utilidad pública de que se erija la nueva villa de Bucaramanga; qué propios pueden asignársele;
cuál es su población y la de los lugares que deben componer aquel cantón capitular; cuáles son los límites
que han de fijarse”.

Simón Bolívar en Bucaramanga

En este periodo cabe destacar la visita y permanencia del Libertador en Bucaramanga, durante los
meses de mayo y junio de 1828, en observación de
los sucesos políticos que se desarrollaban por aquellos momentos en la Convención de Ocaña.

El Libertador fue alojado en una casa situada al Oriente de la Iglesia de San


Laureano, que no es exactamente la misma donde tiene hoy su sede la Academia de Historia,
conocida como Casa de Bolívar, pero el sitio o lugar si corresponde efectivamente al de la
antigua residencia.

A pocos pasos de la morada asignada a Bolívar quedaba la casa de Don Facundo Mutis
Consuegra, suegro del General Luis Perú de Lacroix, por ser este casado con Doña Dolores
Mutis Amaya, Perú de Lacroix, edecán y confidente del Libertador, ponía oídos a las conversaciones
de sobremesa que el Libertador tenía con sus acompañantes de ocasión, para transcribirlas enseguida, en
casa de su suegro. Años después se publicaron estas memorias, pese a haberse perdido una buena porción
de ellas y alterado o interpolado el resto, según pruebas fehacientes, con el nombre de “Diario de
Bucaramanga”.

De todas maneras, desde la Independencia y con la emergencia de los proyectos republicanos una nueva
organización política administrativa acompañaría los cambios territoriales en el nororiente de la actual
Colombia. Tendencias que se consolidarían a finales del siglo XIX, cuya expresión más significativa fue la
decadencia política y económica de los antiguos centros coloniales de Vélez, Pamplona, Socorro y Girón y la
emergencia de nuevos centros urbanos como Bucaramanga y Cúcuta, que jugarían un papel fundamental en
el proceso de configuración del espacio regional santandereano

De 1850 en adelante.

Para mediados del siglo XIX y los años subsiguientes Bucaramanga, a pesar de
los problemas que limitaban su desenvolvimiento, empieza a adquirir otro
talante y el crecimiento de la población traía otras demandas.
Los censos oficiales exhiben los siguientes datos numéricos respecto del distrito: 5,841 en 1843; 10,008 en
1851, y 11,255 en 1870.

Las guerras civiles y las disputas por el poder que, fueron las constantes del siglo XIX y que tendieron a
involucrar a todos los sectores de la población del país, también dejaron ver su influjo en Bucaramanga,
convirtiéndose en uno de los peores obstáculos en su ruta hacia el
progreso.

A esta situación, que desintegró familias y sociedades, y que dejó miseria, destrucción
y pobreza, se vinieron a sumar otros mecanismos de control natal espontáneos que escaparon a cualquier
previsión. Desde 1849 la escasa salubridad trajo consigo
diversas epidemias, como la viruela, el cólera asiático, especialmente, que causaron una gran mortalidad
infantil.

La situación del vecindario era lamentable. En tan apurado trance, se llevó a


efecto una rogativa a la Santísima Virgen de Chiquinquirá, patrona hoy del lugar. Además,
hicieron los feligreses el voto, firmando una escritura ante el Rector de la parroquia, para celebrar una
fiesta religiosa especial en honor de la Virgen, en día distinto de su fiesta ritual.

Estas circunstancias permiten por lo menos emitir una explicación acerca de la


reducida cantidad de población que tuvo Bucaramanga durante la primera
mitad del siglo XIX y del desigual crecimiento que mostró durante toda la centuria.

1850 – 1900.

En contraste con esta situación vivida en los años anteriores, Bucaramanga


empieza a cobrar importancia en el contexto regional y nacional. Obtuvo la designación de capital del
Estado Soberano de Santander en la Asamblea Constituyente reunida en Pamplona, mediante ley
de 24 de noviembre de 1857.

En el Código Político y Municipal expedido en 1869, se le dio el título de ciudad.

En 1861 la capital del Estado de Santander se trasladó al Socorro[12], conservando dicha categoría durante
25 años. Se le devuelve luego a la ciudad su antigua
investidura: Capital del Estado, según Decreto del 24 de marzo de 1886. Más tarde, hacia octubre,
se instala en la capital el Tribunal Superior del Distrito Judicial del Norte.

Precisamente, esta ola migratoria permitió alentar, con su trabajo y deseos de sobresalir, la proyección
hacia una nueva ciudad, capaz de sustituir la dirección que habían delineado la
marcha de Bucaramanga en años pretéritos y según la categoría municipal que ahora tenía.
Esto hizo que en la ciudad paulatinamente
empezaran a proliferar carpinterías, herrerías, hojalaterías, zapaterías, guarnecerías, sastrerías, platerías,
oficinas de dibujo, peluquerías, sombrerías y fábricas de diversos artículos.

A todo ello se agregaba la consolidación de la idea de


construir el tan esperado ferrocarril de Puerto Wilches, hacia 1881. En el mismo sentido, la empresa de
Teléfonos que para 1890 ya estaba en correcto funcionamiento y el advenimiento de alumbrado le
imprimían un aire de modernidad a la ciudad, constituyéndose en una de las primera con tales servicios en
el país.

En su aspecto demográfico, social y económico, Bucaramanga es la segunda ciudad en importancia del


nororiente colombiano después de la ciudad de Cúcuta. Este fue un proceso largo que involucró los siglos XIX
y XX. El punto de partida fue la ciudad de San Juan de Girón[13], fundada por Francisco Mantilla de los Ríos y
que tuvo la función inicial de operar como frontera militar y de avanzada hacia los indios Yariguíes que
comprometían la navegación por los ríos Sogamoso, Lebrija y Magdalena. La ciudad concentraba para aquel
entonces la elite comercial que manejaba los excedentes económicos de la región.

Ante la imposibilidad de expandirse hacia el occidente la nobleza de Girón tuvo en su horizonte


económico las tierras del resguardo del pueblo de Bucaramanga. En sus tierras iniciaron los cultivos de
algodón, cacao, caña y tabaco, que configurarían en el futuro el hinterland de la moderna ciudad. Este
fenómeno económico fue registrado en una crónica de la ciudad que trazaba un cuadro de sus habitantes
quienes “…se ocupaban en atender a sus labores de campo, y muy particularmente al cultivo del algodón,
cuyos sembrados se veían crecer en los alrededores, en los mismos sitios en que al presente se hallan las
mejores casas de la ciudad”. El comercio, en especial de artículos importados, se realizaba en la ciudad de
Girón que les proveía a los bumangueses los artículos más indispensables para sus labores y su vida diaria.

Durante el siglo XIX los sombreros de jipijapa alcanzaban gran fama tanto en el mercado interno como en el
externo. A propósito de esta actividad el intelectual liberal Manuel Ancizar nos legó en su Peregrinación de
Alpha una semblanza de las tejedoras de sombreros que con laboriosidad e ingenio contribuyeron al ingreso
de las economías familiares de la ciudad. Así, nos describe que “cerca de 3,000 de ellas emplean sus manos
en tejer anualmente 83,000 sombreros de calidades diversas en solo el cantón de Bucaramanga, los cuales,
vendidos les dejan 59,000 pesos de utilidad neta, deducidos 20,000 pesos, valor de los cogollos de nacuma y
palma ordinaria…”.

Esta actividad económica se concentró en la Calle del Comercio lugar donde se llevaron a cabo las
transacciones más importantes de un negocio que se convirtió en la mayor fuente de riqueza de la ciudad.

Hacia 1840 la prosperidad era evidente y se reflejaba en el activo comercio de importación que poco a poco
fue cambiando los gustos y preferencias por nuevos bienes de consumo.
El desarrollo comercial experimentado en la ciudad encontraría un nuevo impulso al vincularse los inmigrantes
alemanes a esta actividad. Leo Von Lengerke[14], figura legendaria en la historia y en la literatura regional, es
el arquetipo del inmigrante europeo del siglo XIX que hizo de sus proyectos empresariales una verdadera
épica. Como bien lo relata Horacio Rodríguez Plata, con los alemanes llegaron nuevas técnicas de comercio
practicadas en las casas comerciales por ellos fundadas. La imagen positiva que para algunos pudo tener la
inmigración germana contrasta con la percepción negativa que algunos sectores populares de la época
tuvieron de ellos, en especial los integrantes de la asociación “La culebra Pico de Oro”[15]. El profundo
resentimiento en contra de los alemanes finalmente desembocó en los sucesos conocidos con el nombre de
“el 7 y 8 de septiembre”[16] en el marco de un evento electoral para elegir presidente de la Unión y
cabildantes locales. Dos bandos en pugnan se enfrentaban en la ciudad de Bucaramanga: Los del Comercio y
los Democráticos. Estos últimos ganadores de la contienda. El homicidio de un hombre y la agresión a otro
fueron los hechos que crearon las condiciones para que afloraran dichas tensiones sociales y políticas. A los
crímenes iniciales le siguieron otros y cada bando reclamaba para sí a una u otra víctima, algunas de ellas
ajenas a los bandos en pugna. El punto de la discordia de los “los democráticos” contra “los del comercio”, fue
la amplia injerencia que los alemanes tenían en la política local en alianza con la elite comercial nativa. A
propósito, un integrante de la facción democrática expresaba desde la cárcel “…que los esfuerzos supremos
por ganarles en esta localidad todas las elecciones, y en particular las de Regidores del Cabildo, se
encaminan a contrarrestar con el apoyo moral y garantías de la Municipalidad el prestigio que a nuestros
enemigos les da el dinero y su mejor y más cómoda organización social”. A la crítica política se unía la moral:
“La embriaguez se ha propalado de tal modo en Bucaramanga, que hoy la juventud está aquí completamente
perdida. En particular los jóvenes que sirven de lacayos o dependientes de las casas alemanas. Y es tal lo
que ha dañado el sentimiento moral este vicio, que en cada almacén, en cada tienda y en muchas casas, se
ofrece el espectáculo, como la cosa más inocente del mundo, de tener prontas las botellas de brandy y los
vasos para obsequiar al primero que llega, sea o no su conocido, en particular si va a proponer algún
negocio”. La relación comercio y política en el caso de los inmigrantes alemanes en Santander encuentra en
Leo Von Lengerke su exponente más conspicuo por su participación en la Guerra de 1876. No se trataba pues
de una práctica traída por los extranjeros sino la adaptación al medio que hizo del ejercicio comercial y de la
actividad política dos actividades mutuamente dependientes en la época. El éxito en los negocios estaba en la
mayoría de ocasiones acompañado del favor estatal. Fueron prominentes los casos de políticos comerciantes
como Aquileo Parra y Manuel María Zaldúa, nacidos ambos en las más tradicionales provincias de Santander.

Entre tanto los procesos de modernización de la ciudad avanzaban con proyectos de asistencia pública y
planes de higienización. Así se construyó el primer hospital por iniciativa del párroco José Ignacio Martínez
quien además promovió la construcción del cementerio de la ciudad a finales de la década de 1830, pero fue
quizás hacia final de los años de la década de 1860 que los cambios de la ciudad por efecto de la
modernización fueron más evidentes: nuevos hospitales, alumbrado público con lámparas de petróleo, nuevas
acciones por la “mejora y el ornato”, proyectos y fundaciones de establecimientos bancarios como el banco
Santander y anexa a él, la caja de ahorros, creada con el fin de estimular la práctica del ahorro en los sectores
medios de la ciudad. Es de destacarse que en las últimas décadas del siglo XIX las autoridades políticas de la
ciudad, religiosos y filántropos, promovieron proyectos importantes de asistencia social como los asilos de
pobres y establecimientos educativos para ambos sexos. Estos proyectos se hicieron posibles gracias a la
prosperidad económica de la ciudad que, hacia finales del siglo XIX, se soportaba en la economía cafetera de
los pujantes municipios de Rionegro y Lebrija, riquezas canalizadas por Bucaramanga gracias a su condición
de centro mercantil, donde abundaban las transacciones producto de un medio circulante abundante, donde la
moneda de oro, según un observador de la época, era la más común en los negocios.

La centralidad político administrativa que año tras año fue conquistando la ciudad de Bucaramanga se
materializó con la creación del Tribunal de Guanentá, en la década de 1840, hecho especialmente celebrado
por los bumangueses. La casa del tribunal se convirtió así en un referente urbanístico: La plazuela y la casa
del tribunal.

EL COMIENZO DE UN NUEVO SIGLO. 1900-1930

Al iniciarse el siglo XX, la capital de Santander mira hacia el Río Magdalena y al


desarrollo alrededor de la construcción del Ferrocarril a Puerto Wilches[17] que le permitirá unirse
a la gran vía.

Electricidad, automóviles y bus urbano.

En 1900 con el fin de las guerras civiles se inicia un periodo de crecimiento, aparecen los primeros edificios de
arquitectura republicana y se construyen obras para celebrar el centenario de la
Independencia. Se funda la primera compañía eléctrica en 1910 y aparecen los primeros automóviles.
Se importa el primer bus urbano.

La ciudad ve llegar los primeros vehículos para reemplazar paulatinamente los tradicionales coches
de caballos de propiedad de Gustavo Cáceres y manejados por el “turco Gandur”, cuya estación se
encontraba en la carrera 15 entre calle 33 y 34 con su pesebrera en el Puente de la Cochera. El primer
automóvil es importado en 1910 por Antonio Chedraui y armado en el taller de los Hackpiel

Los viejos carretones, tirados por un par de caballos han sido sustituidos en 1925 por rápidos y confortables
automóviles y el potente camión ha vencido a la lenta pareja de bueyes. En la calle 5ª, arriba del Parque
Santander, todos los dueños de casas hicieron empedrado con el solo objeto de que los autos pudieran
transitar por frente a sus casa y establecimientos y valorizar de esta manera sus fincas.

Para los años 20 del siglo XX, existen en la ciudad 112 autos de plaza, 44 de servicio particular, 13
motocicletas, 66 carros de dos ruedas, 236 de mano y 198 bicicletas.

El transporte público también se popularizó rápidamente en la ciudad. Primero se fundó la


estación del Parque Santander, cuyo número telefónico, el 2-5-0, resulta tan familiar para los
bumangueses de varias generaciones y más tarde la del Parque Centenario y Bolívar.
La Transcolombia fue la primera empresa de buses urbanos y sirvió durante mucho tiempo
únicamente la ruta Chapinero - San Mateo que unía la ciudad de norte a sur.

La aviación.

Otro de los acontecimientos del siglo XX, la aviación, se vive tempranamente en Bucaramanga, primero con
los vuelos experimentales del avión Bolívar que aterriza en el campo del “Conuco”,
más tarde cuando el pamplonés Camilo
Daza repite la hazaña y con la creación de la Compañía Santandereana de
Aviación, COSADA, filial de la Scadta, cuyos vuelos comerciales entre
Bucaramanga y Puerto Wilches, se iniciaron en 1926, convirtiendo al departamento en el único con
servicio de aviación propio.

La radio.

Los últimos años de la década del veinte, son “días de radio” para los bumangueses y al promediar el
siguiente decenio, ya “Radio Bucaramanga” es la emisora líder del oriente colombiano, seguida de cerca por
Radio Santander.

En cualquier contexto la transformación de una sociedad agrícola y artesanal a


una en donde la industria empieza a enseñorearse, significa necesariamente
rompimientos, destrucción de valores, nacimiento de modos de vida que parecen mirar hacia el futuro.

La primera mitad del siglo enfrenta a Bucaramanga, lo mismo que a los demás centros urbanos del
país, a elementos nuevos que van transformando lentamente la vida cotidiana y la cultura.

Bancos y barrios obreros

La creación del Banco de la Mutualidad y de los primeros barrios obreros, acompañan el nuevo estilo
urbanista que vive la ciudad, con zonas verdes y antejardines sobre las
vías, donde las viviendas aparecen con una nueva tipología con garaje y existe
arborización sobre el espacio público.

Veamos a continuación como Susana Valdivieso en su libro Bucaramanga Historias de 75 años consigna esta
etapa:

A partir del núcleo inicial, la Plaza de García Rovira y el Parque de Romero, que parecen hoy los únicos
referentes de una historia de siglos que se perdió bajo
el asfalto y el concreto, el desarrollo urbano de la ciudad se redujo durante mucho tiempo a las
posibilidades físicas del terreno en el área limitada por las depresiones de la Quebrada Seca, al norte, la
Quebrada de la Rosita, al sur y la escarpa occidental de la meseta.
Teniendo siempre como punto de partida la Iglesia y la Plaza, rodeada de casas amplias, con
inmensas alcobas y corredores con cayenos y un espacio casi sin límites para la actividad
social, la ciudad fue expandiéndose hacia el oriente siguiendo dos ejes principales: la “calle de la Iglesia”
(calle 37) y la “calle del comercio” (calle 35) conformando dos zonas características, la primera
resultante de su desarrollo comercial, la cual se cristalizó con el traslado del primitivo mercado al actual
edificio que hoy ocupa la Plaza Central de Mercado
(calle 34); la segunda, en la zona de influencia de la parroquia de San
Laureano, donde se situaron los primeros edificios culturales y asistenciales como la Escuela de Artes y
Oficios, la Biblioteca Pública, el Teatro Peralta, el Colegio San Pedro Claver, el Hospital San Juan de Dios
etc. Y que se convierte, a la vez, en el sector residencial de las familias de altos ingresos.

Al iniciarse el siglo XX, el sector urbanizado sólo comprendía un cuadrado de unos 1.500 metros de lado en el
sector centro-occidental de la ciudad de hoy.

En las afueras, las Quintas, en su mayoría perteneciente a los extranjeros, eran los puntos de referencia
de la ciudad. La Quinta Estrella, en lo que es hoy Campo Hermoso. La Quinta Larsen, que más tarde será el
Asilo de San Rafael y la Quinta Dania de Christian Clausen, en terrenos que hoy ocupa el Hospital
González Valencia. En el centro se destacaba el edificio de la Cigarrería El Buen
Tono, el primero de tres pisos en Bucaramanga, cuyo reloj enseño a los bumangueses el control
del tiempo que caracteriza las sociedades modernas.

Su sirena, que Luis Emilio Garnica hacía funcionar con ocasión de los grandes eventos, sirvió durante
mucho tiempo, no solo para establecer el final de la jornada de trabajo, sino para alertar a la ciudad de la
llegada de los visitantes ilustres, los incendios o el inicio de la fiesta de los toros.

Posteriormente, los centros de atracción para la conformación de las nuevas áreas, se definieron a
partir de las plazas o parques nuevos: la Plaza de Belén,
hoy parque Santander, que con la construcción de la iglesia de la Sagrada Familia desplazó hacia
allí la zona residencial y la Plaza Waterloo, convertida en el Parque Antonia Santos que en la década del
veinte del siglo XX, fue núcleo de origen de un intenso proceso de urbanización que significó la pérdida
definitiva de la centralidad que caracterizaba la aldea-villa-ciudad heredada de la colonia.

La ciudad nueva se caracteriza por una intensa confrontación de fuerzas, por la


apropiación del espacio, resultado en buena parte del proceso de descomposición de la estructura
agrario-artesanal de la región y de la creciente migración rural, que en las primeras décadas del siglo
XX estuvo estrechamente
vinculada con el “boom” de las obras públicas que se iniciaron durante el quinquenio de Reyes y se
intensificaron en el período de “prosperidad a debe”
de los años veinte, consolidando la transición demográfica del país, y en particular, de la capital
santandereana.
Una mirada sobre los censos de población realizados en el país durante la primera mitad del siglo XX,
nos muestra la siguiente evolución para Bucaramanga:

1896 1904 1912 1918 1928 1938

17.873 18.827 19.735 24.919 44.083 51.283

El anterior cuadro es una evidencia de la transformación radical de la tendencia de crecimiento


poblacional que solo llega a 0.6% anual hasta 1912 para dar un salto hasta 4.3% en el siguiente período
intercensal.

Bucaramanga, 1928 [18].

En la década comprendida entre los censos de 1918 y 1928, la población de la ciudad casi se duplica, con
tasas de crecimiento promedio anual de 7.3%. Este incremento puede explicarse por el éxito sostenido de la
economía cafetera de las poblaciones vecinas que motiva flujos poblacionales de esos lugares hacia la
capital en busca de mayores niveles de vida y nuevas oportunidades y por el desarrollo petrolero de
Barrancabermeja que le asigna a Bucaramanga nuevas funciones en el contexto regional. La descomposición
del campesinado, ligada a la expansión de las obras públicas, tiene también participación en este
proceso.

La presión de la población creciente se traduce en un intenso movimiento


urbanizador. Las empresas privadas asumen la dotación y adecuación de la
ciudad a los requerimientos del proceso transformador que se viene dando.

Entre las principales ciudades del país será en Bucaramanga en dónde más
tardíamente empiece a hablarse de la municipalización de los servicios
domiciliarios y la regulación estatal de los fenómenos urbanos. Es de sobra
conocido que por la iniciativa de Jones & Goekel la ciudad contaba, desde finales del siglo pasado con
el servicio de energía eléctrica; que el nombre de Elíseo Camacho, recuerda a la primera empresa de
Teléfonos de Santander y que la Compañía Anónima de Acueducto convivió durante mucho tiempo con
pequeñas empresas individuales.

Esa expansión urbana, que tiene su máxima expresión en la década del veinte del siglo XX,
se da ahora en sentido norte-sur a lo largo de los caminos que conducen a
Rionegro (norte) y Florida (sur), una vez que se venció la depresión de la
Quebrada Seca con los puentes del Comercio (carrera 15), el de la Avenida Camacho (carrera 19) y
más tarde el de la carrera 27, ya que anteriormente, en un paso tortuoso, era necesario bajar
hasta el lecho de la quebrada para subir nuevamente.
El occidente empieza a poblarse primero, mostrando un abandono de la
configuración centralizada y la emergencia de asentamientos periféricos. El Barrio “Nuevo”, más tarde
llamado Girardot, se desarrolla en los primeros años veinte, en la Hacienda “Cuyamita” de Antonio Castro
Wilches.

La primera gran innovación urbana de Bucaramanga

Al lado del barrio Girardot, el barrio obrero, cuya construcción la inicia el municipio en terrenos
comprados a José A. Serrano en 1925, será más tarde el
“Chapinero” bumangués. Pero sin duda, los más importantes proyectos de urbanización de la década
son, por una parte, el emprendido por la Compañía Colombiana de la Mutualidad que compra parte del llano
de Don Andrés (esa enorme extensión de tierra inculta comprendida entre la Quebrada Seca y el final de la
meseta hacia el norte y entre la carrera 15 y el límite de Morrorico) y diseña el Barrio de la Mutualidad a partir
de dos diagonales denominadas hoy Bulevar Santander y Bulevar Bolívar, el primero siguiendo el eje del
primitivo camino a Matanza y respondiendo ambos a dos polos de atracción: el primer
campo de aterrizaje (al oriente del Estadio) y el Parque de los niños, constituyéndose en una primera
innovación en el esquema de la ciudad.

El otro proyecto importante es el Barrio Puyana, en el Llano de Don David, cuyos límites eran las
actuales carreras 27 y 35 entre la calle 30 y la 41, y que ofrecía los servicios de acueducto propio.

Si se analiza el contexto económico del país en la época de esta fiebre de


construcción es fácil observar que coincide con la estabilización del sistema fiscal y monetario, la
afluencia de capital extranjero a los enclaves del banano y el petróleo, la facilidad de crédito y unas
condiciones favorables para el café en el mercado exterior, hechos todos que propician una bonanza
de recursos que, en la mayoría de las ciudades, son semilla de la gran industria y que aquí en Bucaramanga
alimentarán especialmente la especulación con tierra urbana, considerada en el momento como un “excelente
negocio”.

“Sobre los intereses de la Agricultura y de la Industria prevalecen, se lamentaba el gobernador de


Santander Alfredo García Cadena en su informe a la Asamblea Departamental, los de los capitanes de la
especulación urbana”. Y la prensa local deja entrever el fenómeno: Puede decirse que en espacio de
seis años (1920-1926) se ha triplicado el volumen de la propiedad raíz.

Bucaramanga crece, se multiplica de una manera vertiginosa e increíble. El Llano de la Mutualidad,


ayer no más desierto, se va urbanizando con rapidez que entusiasma, el barrio Puyana empieza la obra
de su urbanización, el barrio Girardot es ya un pequeño y mimado caserío.

Los datos estadísticos, tomados de una publicación de la Contraloría Departamental nos ayudan a
entender la magnitud del proceso expansionista: entre 1922 y 1929 el valor de la propiedad gravable en
Bucaramanga pasó de 4.172.900 a 23.825.360. Eliminando la influencia de la escalada inflacionaria del
período, la multiplicación por cuatro de la cifra inicial es verdaderamente importante.

En la década prolifera el surgimiento de sociedades comerciales que se plantean como objetivo “todos
aquellos relacionados con la construcción y los negocios con la propiedad raíz”. Entre ellas
merece destacarse la de Ramón Castro Wilches, urbanizador de casas obreras o para estratos medios,
Gustavo Cáceres, que emprende la urbanización del Barrio Bolívar, “antiguo barrio de la
Cochera, entre carreras 18 y 22 y calle de la Rosita y calle 5 bis (antigua
nomenclatura con acueducto propio)”, la “Empresa de Urbanizaciones” cuyos accionistas son Alfredo
García Cadena, Jorge Clausen, Rafael Gavassa, “Lega
hnos”, Tobías Valenzuela, “Villamizar hnos”, entre otros; la “Compañía Urbanizadora de
Bucaramanga”, de Gustavo Cáceres, Isaías Cepeda, Ernesto
Sanmiguel, Manuel Camargo, Ludwing Stunkel, Luis Ogliastri, G. Lubinus, Francisco Bueno, “Parra
hermanos” y algunos otros; “Serrano y Valsent” que urbanizan el Barrio de los Comuneros en terrenos de
José A. Serrano, etc.

La firma “Sucesores de David Puyana” que ya en este momento se propone


urbanizar “la parte occidental de la Avenida Oriental de extremo a extremo, desde la esquina
denominada Sol de Oriente hasta el empalme de la carretera que conduce a Florida” y que a la vez es socia
de la firma “Fomento Urbano de
Santander” junto con Roberto Cadena, Enrique Ordóñez, Ambrosio Peña, Roberto Carreño, Roberto
Clavijo, Carlos Julio Ardila y Ludwing Stunkel.

En la siguiente década dos zonas se incorporaron al desarrollo: el Barrio Sotomayor entre las carreras
27 y 33 y las calles 42 a 56 cuya construcción es llevada a cabo por la firma “Larsen & Robledo” y del
que resulta interesante destacar su composición radial, materialización de la búsqueda de nuevos
diseños urbanísticos y el barrio de Mejoras Públicas, también al oriente de la actual carrera 27.

A finales de los años treinta, después de la liquidación de la Compañía Colombiana de la


Mutualidad, la agencia en Bucaramanga del Banco Central
Hipotecario y la firma “Sucesores de David Puyana” emprenden una vasta labor en la Cabecera del
Llano que en 1944, consolida el barrio de este nombre.

En esta época, el Estadio Alfonso López se convierte en otro polo importante de atracción en la parte nor-
oriental de la ciudad, que es aprovechado por la
firma “Robledo hermanos” para intensificar la densificación de los antiguos
terrenos de la Mutualidad: San Francisco, San Alonso, Ricaurte y Alarcón surgen en ese momento. La
localización allí, además del centro deportivo, del cuartel y de las principales instituciones educativas hace que
sea la parte sur-oriental la que adquiera el carácter de zona residencial por excelencia, y allí se desplazan, en
etapas sucesivas, las familias de altos ingresos.
El recorrido por el proceso expansivo de la ciudad en la primera mitad del siglo XX, no puede hacernos creer
que el problema del espacio urbano es una simple cuestión de metros cuadrados, ya que, en tanto
materialización física de desarrollos históricos y socioeconómicos, tiene que ver con la estructura cultural, con
lo que podría llamarse la identidad de la ciudad.

En el espacio de tiempo analizando, se destacan dos hechos importantes: por una parte, el incremento
de la función comercial del centro cambia radicalmente la fisonomía del núcleo de la ciudad vieja. Los
alrededores de la Plaza de Mercado se van poblando de comercio al menudeo y de pequeña industria,
aparecen cacharrerías, depósitos, talleres, sombrererías, almacenes
de ropa, teatro, cantinas y cafeterías, pensiones, residencias etc., que
deterioran su función residencial. En una descripción de finales de los años cuarenta, se hace notar ese
cambio de fisonomía:

Ningún sector urbano tiene tan definida importancia sobre la vida de la ciudad como el puente del comercio;
es una entrada que vincula a Bucaramanga con
todo lo que viene de fuera y la desvincula de lo que está por salir: el campesino cargado de frutas y
de ilusiones tiene que pasar por esa garganta con rejas para llegar al mercado
central. Los contornos, pensiones, tiendecitas y cafetines alojan a centenares de gentes. Venta de Café,
Fábrica de Cobijas, Tamales por la noche, Cenas y Posada, Afeitadas a Cinco y muchos otros rótulos
similares se leen frente a las respectivas puertas del mundillo de establecimientos que funcionan en las zonas
adyacentes al puente.

El otro fenómeno, que es una respuesta a la deshumanización del centro, a la


pérdida de la plaza central de su carácter de espacio de encuentros y
relaciones sociales, es la reproducción que los barrios intentan hacer, en
pequeña escala, de la ciudad antigua. Limitando el ámbito de intercambio a personas de su misma
condición, empiezan a aparecer los rasgos dominantes de estas nuevas unidades de la ciudad.

En Chapinero, a las cinco de la tarde se inicia el movimiento, la agitación nocturna. De Caras y


Caretas, la fonda más ruidosa del barrio, empiezan a salir peregrinos. Unos humildes y sencillos, otros con
síntomas de embriaguez y muchos con malas entrañas, son gente que van en pos de la zambra, el licor y las
mujeres. Obreros, choferes, lustrabotas, cantineros, vociferan, discuten, cortejan a las mujeres, bailan La
Bamba, Espejito, etc.

El Barrio Girardot, como el de Los Comuneros, sirve de residencia a las clases obreras en su generalidad.
Familias numerosas, modestas y respetables que residen en reducidas casas, antihigiénicas e incómodas.
Por último, en La Guacamaya,
una notoria escasez de alumbrado se observa, las aceras no existen y las
calles sobresalen por su mal estado. Las casucas apretujadas y calurosas alojan a agentes de toda clase
y procedencia. Es otro barrio nocturno, también vive en continua comunicación con el Permanente, con el
Hospital y con los médicos.
Es importante destacar que paralelamente a esta evidente pérdida de
centralidad de la ciudad emergen nuevos hitos que articulan su estructura
física. Generalmente son las sedes institucionales o los edificios públicos. El Palacio de Justicia y
más tarde el de Gobierno, los colegios Santander en el Centenario, la Santísima Trinidad en San
Francisco, el nuevo San Pedro Claver en Sotomayor y en los barrios populares las escuelas públicas.

La realidad de Bucaramanga, en la primera mitad del siglo XX, nos muestra más un núcleo urbano que es
continuidad de la aldea que un centro diferenciado con los rasgos de las urbes modernas.

A pesar de la primacía de la población urbana sobre la rural en el municipio,


registrada en los censos poblacionales de la presente centuria, algunos
aspectos nos muestran la verdadera faz de la “ciudad moderna”. Por una
parte, la escasa densificación de la construcción se puede observar en los avisos clasificados de la
prensa. En 1929 se puede leer “Se vende un magnifico globo en la calle real de 4.328 metros cuadrados con
una gran casa con solar, un local amplio sobre la calle real, cinco mediaguas amplias con solar, un lote
con esquina sobre la carrera 16 y calle 4a donde caben ampliamente cinco casas
capaces. “Igualmente, en 1937, todavía se anuncia “Vendemos la casa No.2000 sobre la carrera 12 sur de
esta ciudad con establos, cuadra, aguadas y lavaderos, propia para negocio de lechería y avicultura”.

EPOCAS DE CONTRADICCIONES. 1940 – 1960

A finales de la década del treinta, desde el momento en que se designa a Bucaramanga sede de los
V juegos Olímpicos nacionales, el evento vuelve a
jugar el papel de impulsor del desarrollo. Cuatro obras se consideraban fundamentales en el momento:
alcantarillado, acueducto, energía para toda la ciudad y pavimentación de las calles sin las cuales era
imposible cumplir con la responsabilidad de las festividades olímpicas previstas inicialmente para 1940.

Comité Olímpico, Sociedad de Mejoras Públicas, Cámara de Comercio y demás


entidades se dan a la tarea de arreglar la vitrina que venderá la imagen de Bucaramanga en el resto
del país.

La ciudad toda se compromete de tal manera con el proyecto olímpico, que sus habitantes recuerdan
hoy todavía el año de 1941 (fecha en la
se celebró), como el año olímpico. Basta darse un paseíllo por la ciudad –
afirmaba un diario local en 1940 – para hallar a cada cuadra un camión arrugado como un acordeón
que ostenta en su frontal un letrero que dice El
Olímpico, y más allá está el hotel con el mismo apelativo, la fonda, el
restaurante, la zapatería, la carbonería, la modistería, la heladería.
El Estadio Alfonso López, El Hotel Bula, es lo que le queda a Bucaramanga después de esos días en los que
fue centro de atención de los colombianos.

En 1947 la UIS se creó por las Ordenanzas números 41 de 1940 e


inició labores académicas el 1 de marzo de 1948 en las instalaciones del
entonces Instituto Dámaso Zapata
Pinzón Neira. Tres profesores y quince estudiantes matriculados en las
facultades de Ingeniería Mecánica
dieron origen a una actividad académica que durante tantos años ha contribuido al desarrollo de la
economía y la cultura nacional.

“La Vanguardia Liberal” fue el órgano de mayor importancia del partido, “El Deber” fue lo
mismo para el conservatismo, periódicos que se identificaron visiblemente con las ideologías
partidistas. Hacia la primera mitad del siglo el
líder liberal Gabriel Turbay, candidato presidencial en dos ocasiones, se
distingue por ser un renovador. Desde
Bucaramanga y Santander se impulsa a la presidencia a Eduardo Santos y Laureano Gómez quienes
iniciaron su trabajo en el Congreso.

En los cuarenta, hechos sociopolíticos de relevancia como el asesinado de Gaitán 1948, agudizan la violencia
política en la región, con acciones de toma de la gobernación y otras
entidades con gran número de víctimas.

Por sus opiniones, los obispos de la zona censuran los dos diarios de la ciudad.

La ciudad se caracteriza por un espíritu práctico que no permite una


proliferación artística en la ciudad. Hacia los años veinte y treinta existe un
núcleo de intelectuales en el “Club Santander”, con participación de Aurelio Martínez Mutis, en donde se
organizaban publicaciones periódicas que lanzaron
a los escritores Luis Rojas Reyes, Jaime Ardila Casamitjana, Rafael Ortiz González.

Por otra parte, surge el Centro de Historia de Santander, se crea el Centro de Bellas Artes dirigido por Luis
Alberto Acuña, en el cual sobresalen Carlos Gómez Castro y Rafael Prada Ardila quien también es docente en
la UIS.

En 1948 se funda el Club Unión, el cual hace mayor énfasis en el éxito que en la estirpe de sus miembros.

Los datos del censo en el período 1951-1964, indican alto crecimiento urbano como consecuencia de esta
situación de violencia que se traduce en la migración de familias enteras hacia la ciudad:

1938, 1951 1964


51,238 112,152 229,748

En la siguiente década (50´s) se evidencia de forma contundente el régimen


bipartidista, influenciado desde antes por la misma topografía fuerte de cordillera, a través de
enfrentamientos y movilizaciones, a lo cual se adicionan los procesos electorales con marcado fervor
e intransigencia, no obstante, en
Bucaramanga la violencia política no es tan marcada como en el resto del
departamento, fenómeno al cual se suma parte de la cultura licenciosa de
Barrancabermeja, con su actividad petrolera. Los sindicatos en esta década
presionan a varias de las empresas, por mejores condiciones de trabajo y seguridad social, igual
ocurre con otros sindicatos de obreros, de empleados departamentales y los de la industria tabacalera.

El Club Atlético Bucaramanga continúa con sus labores deportivas desde su fundación, en 1949.

Como actividad cultural novedosa, el cine en los cincuenta se consolida con ampliación de teatros como
el Libertador, Rosedal, Unión, Analucía, Garnica, en donde también se presentan espectáculos de
mariachis y cantantes populares.

En 1953 la ciudad se consagra como Sede Episcopal con el primer obispo, Mons. Aníbal Muñoz Duque.

En 1954, dos nuevas carreras, Ingeniería Metalúrgica e Ingeniería de Petróleos se incorporan a la UIS.

La Universidad se mudó a las instalaciones que hoy ocupa, constituyéndose en una "Ciudad Universitaria"
que año tras año fue adecuando nuevos programas de estudio. Ingeniería Industrial nació en 1958 e
Ingeniería Civil en 1964.

El desplazamiento origina zonas subnormales, desordenadamente ubicadas en la periferia, con


arquitectura irregular e informal, incrementándose la miseria urbana. En la década del cincuenta, la escarpa
occidental con sus problemas de erosión y derrumbes deja damnificados, esto condiciona que el crecimiento
se extienda hacia el noroccidente (río Suratá y De Oro). El nororiente se pobló de barrios de clase media, al
igual que en las faldas del macizo de Santander.

Por el suroriente surgen nuevos edificios. La ciudad se urbaniza buscando la mejor utilización de las
características del terreno y con tejidos urbanos poco homogéneos sin acciones
que orienten efectivamente la racionalización del espacio. Con agudizamiento de condiciones de este
tipo, en 1965 se crearía la Corporación de la Defensa de Bucaramanga, que en el siguiente año diseña el Plan
Maestro de Alcantarillado y la reubicación de barrios para erradicar los tugurios.

La radio toma importancia en los 60, cuando surgen nuevas emisoras y


programas; por otra parte, la televisión es montada en 1964 con
aproximadamente 3000 familias usuarias. Hacia 1965 se da un periodo de renombrados artistas
como Beatriz González, Mario Hernández Prada; el grupo Bucaramanga, que reunía a Jorge Mantilla
Caballero, Francisco Santos, Esperanza Barroso, el
museo Casa de Bolívar se transforma en el Museo de Historia Regional.

Sobresalen Pablus Gallinazo, premio literatura nadaísta, en 1967, y Pedro Gómez Valderrama con “La otra
raya del tigre”. Se funda el Museo de Arte Moderno de Bucaramanga. Por esta época se populariza La
Casa de Mercado, punto de encuentro para gente de todas las clases. Sobresalen los cafés Centenario y
Central y El Inglés.

Para la UIS los años 65 al 67 fueron particularmente memorables. La anexión de la Universidad Femenina
con sus programas de Bacteriología, Fisioterapia, Trabajo Social y Nutrición y Dietética, estableció las bases
para la creación de la División de Ciencias de la Salud que, en febrero de 1967, fecha de
inauguración, estaba integrada por las carreras de Medicina, Enfermería,
Fisioterapia, Laboratorio Clínico y Nutrición. Ese año, 1967, también dejó la
creación de la Facultad de Ciencias Humanas que, antes y hoy, se
compromete con el ingrediente humanista, indispensable en la formación
integral del individuo y su organización social.

Resultan comunes las celebraciones de fiestas como La Feria Industrial y Agropecuaria, reinados,
bailes populares, semana universitaria de la UIS. En esta década, la UIS
contaba con más de 2000 estudiantes, con ocho ingenierías, carreras en ciencias de la salud y una
nueva Facultad de Humanidades.

En 1969 es fundada la EDAF (Escuela de Administración y Finanzas, que más tarde pasaría a ser la UNAB.

HASTA NUESTROS DIAS

En 1971 la UIS es ocupada por los militares, lo que genera el respaldo de los colegios de
bachillerato. La Universidad Santo Tomás, la INDESCO (hoy Universidad Cooperativa) y la
ITAE se crean en 1972. Se presentan revueltas estudiantiles por inconformismo social.

El crecimiento de la ciudad es desordenado, con


una urbanización irregular, los servicios públicos se amplían. El servicio
telefónico también, el cual venía funcionando desde 1955 con una central automática para 2000 líneas
telefónicas. La fundación de las EEPP se da hacia
los años setenta, favoreciendo la ampliación de la cobertura de los servicios
con programas de desarrollo en la prestación. Bucaramanga es una de las
primeras ciudades con gas natural abarcando zonas cercanas a Floridablanca.

Inicios de la planificación urbana.


Por esta época empiezan a considerarse la planificación urbana que enfatiza en los espacios públicos y
calidad de vida ciudadana, con remodelación de zonas centrales de comercio y sedes administrativas y con la
densificación de la meseta mediante unidades multifamiliares, conjuntos residenciales, paseos. El
crecimiento del sur se dinamiza, la ciudad se expande, se habilita
el Viaducto Benjamín García Cadena y empieza la urbanización de “La Ciudadela Real de
Minas”; con la aplicación del sistema UPAC, Bucaramanga tuvo el índice relativo de construcción más alto
del país, pero con criterios de tipo comercial y urbanista en perjuicio del componente social y cultural, el
condominio cerrado desarticula el conjunto ciudadano, faltan espacios para la recreación ciudadana.

En esta época se establece el Área Metropolitana de Bucaramanga, integrada por Florida, Girón y
Piedecuesta. En 1981 se instalan los primeros semáforos en la ciudad;
hacia 1982 Bucaramanga es subsede del Mundial de Basquetbol y empieza a funcionar la Plaza de
Mercado “Satélite del Sur “. En 1983 se inaugura el Hotel Chicamocha.

Comunas y corregimientos en Bucaramanga

La Ley 11 de 1986 ordena la división del territorio municipal urbano en


comunas y el rural en corregimientos, para mejor manejo administrativo, prestación de servicios públicos
y así facilitar el desarrollo local (para 1989 el Concejo Municipal organizaría el municipio en 14 comunas y 3
corregimientos; hoy, las comunas son 17).

En 1989 se amplían la calle 56 entre 27 y 36 y la intersección de la autopista


Foridablanca con carrera 27; se construyen la Terminal de Transportes y los paseos “Los Comuneros”
y “España”.

En 1990 la Compañía del Acueducto Metropolitano de Bucaramanga ejecuta obras que garantizan el 98% de
la cobertura en el Área Metropolitana AMB.

Se constituye la Emisora Luis Carlos Galán Sarmiento, la cual funciona en la


Biblioteca Municipal Gabriel Turbay ; el Acueducto Metropolitano de
Bucaramanga construye la “Plaza Cívica Luis Carlos Galán Sarmiento”

Dentro del contexto actual, Bucaramanga se encamina hacia retos como la construcción del ferrocarril, la
transversal de unión con Venezuela – Medellín -
Costa Pacífica. Posee asociaciones para proyectos económicos y culturales, como
Promisión, Prosantander, Fusader. Se caracteriza por las
famiempresas, por problemas como el de los desechos en El Carrasco. Es
pionera en infraestructura educativa, con un doctorado pionero en el país, investigación, actividades
culturales de nombre nacional como los “cuenteros” en la UIS, actividades feriales de tipo comercial, de
exposición en el centro de la ciudad.
El crecimiento desordenado de Bucaramanga, que asimila sin planes sus nuevas dimensiones
poblacionales y las actividades irregulares de urbanización que se
multiplican sin una efectiva intervención del Estado, con sus efectos desoladores sobre la calidad de
vida de sus gentes provocan el efecto positivo
de generar desde los años 60, una discusión sobre la ciudad; sobre los servicios domiciliarios, sobre el
deterioro de sus zonas céntricas, la pérdida de
su memoria histórica y en fin sobre la ciudad deseada para los años venideros.

Como hemos visto a través del anterior análisis, Bucaramanga es fruto de un


proceso desorganizado de urbanización, es la hora de continuar con la construcción de la
ciudad equitativa, democrática y justa para todos sus habitantes.

Para cerrar esta visión general de la evolución histórica urbana de Bucaramanga, señalemos que tal
desarrollo bien se puede inscribir en un modelo nacional que presenta las siguientes tendencias.

Históricamente los modelos de la ciudad en Colombia pueden agruparse en cuatro configuraciones: a) el


modelo de aglomeración de tradición española; b) el modelo republicano (1850-1930); c) los modelos urbanos
afines a la dinámica del esquema económico de sustitución por importación (1930-1990); y d) los modelos de
ciudad-región implementados bajo la apertura económica a partir de 1991, que se institucionalizan con la
expedición de la Ley 28 de 1994 de Áreas Metropolitanas, y se profundizan con la posibilidad de crear
Regiones Administrativas y de Planificación -RAP- en el marco de la Ley 1454 (Ley Orgánica de
Ordenamiento Territorial -LOOT- expedida en Junio del 2011).

El primer modelo de ciudad en Colombia se refiere a la forma particular de diseño urbano tradicional en la
colonia española, que inicia desde el Descubrimiento de las Américas hasta principios del siglo XIX. Este
modelo se caracteriza por aglomerar los poderes en un espacio relativamente corto entre sí; donde la imagen
predominante es la plaza rodeada de la cuadrícula de las representaciones de poder: El poder religioso en la
Iglesia, el poder político local en el Ayuntamiento (alcaldía), el poder armado en la policía y, finalmente, el
poder económico en los comerciantes y el mercado.

El segundo modelo de ciudad responde a los esquemas e intereses instaurados en el periodo republicano de
la nación colombiana, los cuales comienzan a ser implementados a partir del proceso de la independencia.
Este modelo estuvo muy influenciado, en sus orígenes, por la implementación de formas federales en la
organización política (1850-1886 y 1930-1946).

El tercer modelo de ciudad en Colombia corresponde a un modelo de planificación intrínsecamente


relacionado a la estrategia económica conocida como Industrialización por Sustitución de Importaciones parte
del Estado de compromiso y bienestar, organizado por el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo puesta
en práctica desde un poco antes de la segunda mitad del siglo XX hasta la década de los 90. En tanto se
proponía la industrialización del país, era necesario contar con una importante cantidad de mano de obra, de
tal manera que fenómenos como la violencia política y el despojo territorial en el campo colombiano fueron
fundamentales para movilizar enormes ejércitos de reserva del campo a la ciudad.

Esta situación se tradujo en un crecimiento urbanístico y demográfico de las ciudades colombianas, el cual,
debido a la diferenciación histórica y geográfica del país, se fue nucleando en diferentes regiones del eje
norte–sur de las cordilleras y los valles interandinos; dinámica que se ve confirmada si consideramos que el
crecimiento poblacional urbano entre 1930 y 1990 se cuadruplicó.

El cuarto modelo tiene sus pilares en la política neoliberal de la Apertura Económica (Gobierno Gaviria Trujillo
1990-1994)) y en la nueva Constitución Nacional. Las ciudades, entonces, empezaron a depender de las
dinámicas del libre mercado y derivaron en ciudades neoliberales en las que el mercado es el centro del
desarrollo. Este modelo ha venido estructurándose a través de decisiones importantes como: 1. Adopción de
la Ley 388 de 1997. 2. Adopción obligatoria de los POT (1998-2001). 3. Intervención del Gobierno Nacional, a
veces excesiva, por medio de decretos nacionales, en decisiones locales sobre ordenamiento de lo local.
Puesta en marcha en varias ciudades del Plan “Ciudades Amables” (2002-2010). 4. El primer cuatrienio
Santos con el P.N.D. 2010-2014 “Prosperidad para todos”, resucitó las regiones como motoras del desarrollo
de las ciudades. Esto fue corroborado con la expedición de la LOOT (Ley 1454 de 2011).

El nuevo PND 2014-2018 “Todos por un nuevo país” incorpora un nuevo modelo de ordenamiento a partir de
lo que denomina Sistemas de Ciudades: toda una estrategia para soportar grandes inversiones en proyectos
de movilidad que redireccionen las condiciones parroquiales de muchas ciudades para posicionarlas en el
escalafón de la competitividad neoliberal regional, nacional y global.

Bucaramanga en el siglo XXI[19].

Composición demográfica de la ciudad y del AM.

Bucaramanga, capital del Departamento de Santander, está ubicada al nororiente de Colombia, sobre una
meseta aluvial y dista a 384 km de la capital del país.

Bucaramanga es una ciudad eminentemente urbana, su población rural solo representa el 1,3% de los
habitantes. Está rodeada por los municipios de Girón, Floridablanca y Piedecuesta con los cuales se conforma
el Área Metropolitana de Bucaramanga, y cuya población urbana asciende a 1.089.269 ciudadanos[20].

La zona urbana Bucaramanga se divide en 17 comunas, las cuales incluyen barrios, asentamientos y
urbanizaciones. Las comunas contienen 1.341 manzanas y existen 177 barrios y 84 asentamientos precarios.
La zona rural está compuesta por tres corregimientos que a su vez se dividen en 29 veredas. Cada Comuna y
Corregimiento tiene una Junta Administradora Local compuesta por siete ediles elegidos por sufragio en el
mismo periodo de elección del Alcalde y Concejo Municipal.
Las comunas Norte y Oriental albergan la mayor proporción de habitantes, en contraste con la comuna del
Centro que presenta el menor porcentaje (1,64%). Por otra parte la comuna Norte y Morrorrico corresponden
a las zonas más afectadas por fenómenos de amenaza de erosión, remoción en masa e inundaciones. Así
mismo, las Comunas 1, 2, 8 y 14 son las áreas más deprimidas, mientras que los habitantes de las Comunas
12, 13 y 16 gozan de altos estándares en calidad de vida.

La población total de Bucaramanga, proyectada por el DANE a 2011 es de 525.119 habitantes, equivalente al
1,14% del total de la población nacional, de los cuales 518.370 (98,71%) habitan en el casco urbano y 6,749
(1,29%) viven en la zona rural. Por género, el 52,2%de los habitantes son mujeres y el 47,8% son hombres.
La desagregación por género y zona es similar a nivel nacional y departamental, al observarse mayor
concentración de la población en la zona urbana y representación de las mujeres.

En la pirámide poblacional, se observa que el porcentaje de las mujeres en edad fértil entre 15 a 49 años es
53,9%. En relación a la esperanza de vida al nacer estimada para los años 2010 a 2015, corresponde a 78,5
años en las mujeres y 72,3 años para los hombres, datos que son muy similares al compararlos a nivel
nacional La población de Bucaramanga, en edad productiva representa el 65,2%; sin embargo, se debe tener
en cuenta que la población infantil está disminuyendo, lo cual implica que el sistema pensional tendrá a futuro
un menor número de cotizantes sobre las cuales recaerá la financiación de las necesidades de la población
adulta. La población entre 0 y 14 años disminuyó en 17.436 al pasar de 137.911 en 1995, a 120.475 en 2011.
La caída más importante en materia poblacional se da en los niños y niñas entre 0 y 4 años. Aunado a esto en
Santander, Bucaramanga notificó el mayor número de casos de muertes perinatales en 2010, tasa de 10,3 por
mnv, lo cual aumenta dicha problemática.

1.1. Origen y formación del Área metropolitana[21].

El Área Metropolitana de Bucaramanga fue constituida mediante Ordenanza No. 020 del 15 de diciembre de
1981. Bucaramanga es el Municipio Núcleo y aporta el 50,27% de la población urbana de los 4 municipios que
la conforman; mientras que Floridablanca alberga el 25%, Girón el 14% y Piedecuesta el 11% del total de
población urbana[22].

De acuerdo al Artículo 1 de la Ley 128 de 1994, las Áreas Metropolitanas son entidades formadas por un
conjunto de dos o más municipios integrados alrededor de un municipio núcleo o metrópoli, vinculados entre
sí por estrechas relaciones de orden físico, económico y social, que para la programación y coordinación de
su desarrollo y para la racional prestación de sus servicios públicos requiere una administración
coordinada[23].

Un análisis crítico del proceso de metropolización de Bucaramanga.

A propósito del proceso de metropolización de Bucaramanga con el resto de municipios conviene hacer el
siguiente análisis de carácter general y crítico.
Dada la desigualdad en el desarrollo urbano y no obstante la emergencia del urbanismo regional, de la ciudad
región y de otras formas de aglomeración urbana, conviene, reiteramos, hacer la reflexión más profunda sobre
los procesos de metropolizacion, que se ven reflejados en nuestro caso por la existencia del Área
Metropolitana de Bucaramanga desde el año 1981.

El concepto moderno de «Área Metropolitana» -puesto en circulación en los años 40- hace referencia a la
nueva situación, al nuevo carácter de lo urbano: la ciudad deja de ser un artefacto físico preciso y bien
delimitado, claramente diferenciable de su entorno rural y de otros núcleos de población próximos, para
convertirse en una realidad más compleja y menos fácilmente perceptible visualmente; puede integrar
territorios más o menos extensos en su contexto urbano inmediato, pueblos o ciudades menores e incluso
llegar a confundirse, o a soldarse a través de determinadas axialidades, con otras áreas urbanas inmediatas.

Otra serie de modificaciones tecnológicas se insertan y amplifican esta tendencia a la expansión del espacio
urbano; por ejemplo, los nuevos procesos productivos requieren desarrollos horizontales (se abandonan las
estructuras de producción en vertical) y áreas superficiales cada vez más extensas; la generalización de los
sistemas de comunicación a distancia (teléfono, cable, internet etc.), permiten la progresiva separación
espacial entre los distintos segmentos de las organizaciones empresariales (líneas de producción
diversificadas, cadenas de montaje, centros de administración y toma de decisiones, laboratorios y oficinas de
diseño e investigación, etcétera).

La complejidad de los territorios urbano-metropolitanos genera diversas dificultades tanto para el análisis
como para la elaboración y ejecución de políticas públicas.

Los parámetros metropolitanos son de geografía variable. Los indicadores tradicionales (como los relativos a
la continuidad territorial, a la movilidad cotidiana y a la existencia de servicios comunes) sirven para delimitar
las aglomeraciones constituidas a lo largo de años de sociedad industrial, aún incipiente como en el caso de
Bucaramanga, desde los años 30 con la vigencia del modelo de industrialización por sustitución de
importaciones. Son las áreas metropolitanas clásicas, definidas en muchos casos desde los años 50 o 60 del
siglo XX, en los que la relación centro-periferia es la más pertinente. Sin embargo, estos indicadores son
insuficientes para definir y comparar las regiones metropolitanas discontinuas, con zonas altamente
integradas y otras marginales o de reclusión, con movilidades erráticas y multipolaridades.

La Gobernabilidad metropolitana.

Más difícil es la gestión o la gobernabilidad de esta complejidad territorial.

La gobernabilidad de las regiones metropolitanas es hoy una cuestión clave tanto para las ciudades como
para los Estados centrales, debido al peso que estas ciudades tienen en el conjunto de la vida política,
económica y cultural.
No es posible, adicionalmente, extrapolar las formas institucionales o de gestión de las viejas áreas
metropolitanas (la aglomeración propia de la ciudad industrial) a las actuales regiones metropolitanas
postmodernas.

En primer lugar por la sencilla razón que es un problema que no fue resuelto en el pasado y que en general
solo ha dado lugar a la proliferación de políticas sectoriales dependientes de distintas administraciones y a la
multiplicación de organismos públicos, mixtos o concesiones a empresas privadas para la gestión de
programas o servicios de índole metropolitana. La segunda razón es que la región metropolitana es una
realidad de escala mucho mayor, sometida a los desafíos de la globalización y competitividad, que requiere
unas funciones y unos recursos que van más allá de los que han sido propios de los municipios, puesto que
debe responder a retos no solo de reproducción social a una escala mayor que en el pasado (vivienda,
educación, programas sociales y culturales) sino también de producción social (grandes infraestructuras,
atracción y regulación de actividades económicas, políticas destinadas a garantizar la cohesión social y la
sostenibilidad ambiental, etc.). Las funciones y competencias que se requieren no solo son propias de los
municipios, también afectan al ámbito de competencia y financieros de los municipios y departamentos. Por lo
cual se requiere una institucionalidad metropolitana democrática y participativa que represente al conjunto de
la población y de los municipios y también que posibilite la concertación entre el nivel local-supramunicipal con
el autonómico y estatal. Sin lo cual no se podrán desarrollar políticas integrales y estratégicas que incluyan
ordenación y gestión del territorio, redistribución social e integración cultural, atracción de actividades que
generen inversiones y empleo y optimización y sostenibilidad en el uso de los recursos básicos (suelo,
energía, agua, aire).

Los inconvenientes de esta complejidad urbana institucional confusa son evidentes. Los más importantes a
nuestro parecer son los siguientes:

a) La opacidad del funcionamiento institucional y de las políticas públicas. En muchos casos las
responsabilidades se diluyen, en otros no se sabe muy bien quien toma las decisiones. En general los
ciudadanos no perciben bien la realidad del territorio en el que necesariamente actúan y que reciben los
impactos de las políticas públicas (por acción u omisión) y por lo tanto se contribuye así a crear ciudadanos
pasivos o impotentes. La institucionalización formal de la realidad metropolitana es imprescindible para que
los ciudadanos se sientan parte de ella.

b) La proliferación de organismos, especializados pero poco representativos en unos casos, de la vida política
pero con competencias y recursos muy insuficientes en otros, no solo conduce a solapamientos,
confrontaciones y costes inflacionarios, lo que favorece la colusión entre intereses particulares públicos y
privados.

c) La competencia entre estos organismos, especialmente entre municipios, puede conducir a formas de
dumping local (ofrecer el municipio barato a los inversores), de exclusión de aquello que no parece rentable o
atractivo (vivienda social, inmigración, infraestructuras no deseadas) y al desarrollo de la cultura del “no en mi
patio trasero”.
d) El resultado de todo lo anterior es la relativa impotencia de las políticas metropolitanas respecto a las
dinámicas del mercado y a las decisiones sectoriales del Estado o de las grandes corporaciones.

La gobernabilidad democrática metropolitana no ha sido resuelta en los territorios producidos por el desarrollo
de la sociedad industrial y su prolongación a la sociedad tercerizada. Es decir las realidades metropolitanas
vinculadas a una ciudad central (o en algunos casos conurbaciones entre dos o más ciudades cada una con
su cuota de centralidad) y a la integración de las periferias según pautas de ocupación continua del territorio.

Esta nueva realidad metropolitana, de dimensiones diversas no permite una solución única en materia
institucional. Sin embargo la articulación de las políticas públicas hace necesario definir un “territorio”
concreto.

El territorio “vivido” no es el territorio “estratégico”.

Una estructuración política representativa, con capacidad de desarrollar políticas públicas integradas y
redistributivas, probablemente debe apoyarse más en el territorio vivido presente que en el estratégico futuro.

El reto político es construir estructuras democráticas que correspondan a estos nuevos territorios.

Es necesario encontrar fórmulas de democracia representativa, complementada por múltiples formas de


democracia deliberativa, participativa y comunal.

Para impulsar el proceso de planeamiento y gestión se requieren entidades públicas o mixtas específicas.

Para el nivel aglomeración o área metropolitana tradicional se requiere seguramente una entidad política
representativa, basada en los gobiernos o consejos municipales o de elección directa, con capacidad de
gestionar servicios comunes y con objetivos redistributivos.

De organizarse un Consejo metropolitano de aglomeración – Entidad política local formada por el gobierno de
la ciudad central (ciudad y delegaciones o distritos) y por las Alcaldías metropolitanas. El mismo asume las
competencias del planeamiento urbano y de gestión de servicios urbanos, sobre la base de un plan de
desarrollo sostenible y de integración social. Gestiona los problemas y servicios sociales, culturales y de
procesos económicos que acuerden los Municipios.

El Estado debiera tener la capacidad de elaborar propuestas propias, concretas y transversales, basadas en
valores y objetivos ampliamente consensuados y legitimados, en sus relaciones con las áreas metropolitanas
o las aglomeraciones.
En el caso de las áreas urbanas metropolitanas más extensas, discontinuas y policéntricas, parece razonable
establecer una diversidad de contratos entre el Estado y los entes territoriales a partir de un tronco común
concertado con la aglomeración metropolitana.

Las políticas metropolitanas contractualizadas, precisamente por su ambición y porque en ellas hay invertidos
recursos y objetivos de poblaciones diversas, y también porque la multiplicidad de aliados puede conducir a
una cierta difusión de responsabilidades, deben ser objeto de un seguimiento y de una evaluación periódica
rigurosos.

El Estado nacional debería ver en estos procesos de planificación integral y de programación


contractualizada una oportunidad de reformar sus servicios haciéndolos más ligeros y operacionales, más
impulsores y de apoyo técnico que de gestión directa o de tutela burocrática, más transversales
que sectoriales, en definitiva conectados políticamente con el territorio pero sin pretender ocuparlo
administrativamente.

De tal manera, es preciso hacer, en teoría, por lo menos la distinción entre la aglomeración (área
metropolitana clásica, la ciudad central y su periferia inmediata, el continuo urbano, área de los
desplazamientos cotidianos) y la región metropolitana (discontinua, estratégica, policéntrica).

Sin pretender normar las funciones que corresponden a los dos niveles teóricos que se deben considerar en
este proceso sostenido de desarrollo urbano, metropolizacion y regionalización, (Dice Borja) es conveniente
apuntar unos criterios derivados de algunos casos globales estudiados y de una cierta lógica de gestión:

Primer nivel (aglomeración strictu sensu) - dominan los servicios comunes (agua, transportes, policía) y los
proyectos sociales y de desarrollo urbano inmediatos y de mediana escala (vivienda, renovación urbana,
renovación de áreas obsoletas, etc.) Es un ámbito de gestión local supramunicipal, no solo intermunicipal.

Segundo nivel (la región metropolitana) - ámbito de planeamiento más estratégico que regulador, que
funcionará según una geometría variable pero que requiere un territorio estable de concertación. Hay que
priorizar los grandes proyectos metropolitanos, principalmente de carácter infraestructural, los “esquemas de
coherencia” o planes de sistemas básicos, las reglas destinadas a garantizar los equilibrios del desarrollo
urbano.

En cualquier caso los programas y proyectos deben encontrar la escala territorial adecuada, tanto en lo que se
refiere a los proyectos urbanos y a los programas sociales, en los que el nivel de “aglomeración” predominará,
como en los planes y proyectos infraestructurales y de desarrollo económico, más propios de la región urbana.

El nivel aglomeración requiere planeamiento y gestión, base fiscal común y políticas redistributivas y
reequilibradoras, organización política representativa (de elección directa o indirecta y con presencia de todos
los municipios).
El nivel regional puede apoyarse en un plan estratégico regional compartido con el gobierno departamental, es
de geometría variable y puede ejecutarse mediante un catálogo de programas y proyectos y la coordinación
de las inversiones de las entidades concertadas que pueden ser de naturaleza diversa (Estado y municipios,
consejos provinciales o equivalentes y entidades metropolitanas, consorcios, etc.).

El nivel aglomeración o área metropolitana chica puede consolidarse mediante un proceso político-cultural con
un plan estratégico “sui generis” más orientado por la calidad de vida, la cohesión social, la sostenibilidad, el
desarrollo de una diversidad de centralidades y la gobernabilidad democrática que por la competitividad y los
grandes proyectos infraestructurales, como es el caso del Área Metropolitana de Bucaramanga. Las grandes
infraestructuras si no están aún realizadas o programados, deben estar integradas en el planeamiento
estratégico regional o de gran escala.

2. Los principales indicadores de la pobreza y miseria en Bucaramanga, hoy[24]

Bucaramanga se reconoce hoy como una ciudad de bajo desempleo y con una población emprendedora; sin
embargo, se registran altos niveles de informalidad.

A continuación se presentan algunos indicadores que reflejan el estado actual de la ciudad:

3. Los problemas del Hábitat y el déficit de vivienda[25]

En relación con el acceso a la vivienda, la problemática es generada por la escasez de oferta, los altos costos
de la vivienda en el mercado y la escaza producción de vivienda para la población en condiciones de pobreza
y miseria. Así mismo, en la demanda se presentan problemas por bajos ingresos y difícil acceso al crédito,
situaciones resultantes de los altos niveles de precariedad social que se agravan en el caso de Bucaramanga
por el hecho de ser una ciudad receptora de población desplazada por la violencia de los grandes hacendados
y agentes estatales.

En cuanto a la tenencia, esta problemática se refiere a la baja capacidad de sostenibilidad de las viviendas en
el mediano y largo plazo, igualmente por factores económicos y sociales, bajos niveles de ingreso,
inestabilidad e informalidad laboral, y la inexistencia de una cultura que genere la participación de la población
en el proceso de superación de sus condiciones de calidad de vida y entorno.

En el caso de las familias en pobreza extrema, estas no cuentan con la capacidad para sostener la vivienda,
mucho menos para pagar los servicios públicos y terminan vendiéndolas por debajo de los costos reales,
volviendo nuevamente a ocupar el suelo de manera ilegal.

El déficit de vivienda cuantitativo en Bucaramanga según el censo del 2005 del DANE, es de 24.521 viviendas
urbanas, se puede estimar que el 79% de los hogares con déficit corresponden a familias por debajo de la
línea de pobreza (ingresos menores a 2 SMMLV), es decir 19.371 viviendas prioritarias, de las cuales 9.298
corresponden a familias de pobreza extrema que no tienen forma de acceder a la vivienda y de sostenerla.
Cruzando el crecimiento de las familias con la oferta realizada desde 2005 al 2011 se tiene un incremento de
800 familias promedio de las cuales el 50% son vulnerables y una oferta de vivienda prioritaria en el mismo
período de 353 viviendas por lo tanto se asume que el déficit a 2011 se incrementó en 280 viviendas
prioritarias. Por el contrario el sector rural tiene un déficit de vivienda que se incrementó por la necesidad de
reubicar las familias que se vieron damnificadas en las olas invernales.

El déficit cualitativo en el 2005 era de 6.795 viviendas, a pesar que durante los últimos 6 años se realizaron
mejoramientos en cuanto a saneamiento básico con la construcción de redes domiciliarias de acueducto y
alcantarillado, las viviendas continúan con carencias, esta cifra se incrementa en 2.000 viviendas que
sufrieron afectación por la ola invernal 2010 – 2011.

Con lo anterior se puede calcular que el déficit cualitativo en Bucaramanga es de 8.795 viviendas. En el sector
rural también el déficit cualitativo creció por las pasadas olas invernales que agravaron más las necesidades
de esta población.

Sumado a las cifras anteriores de déficit de vivienda se debe incluir el número de viviendas que requieren
mitigación del riesgo, legalización y consolidación del barrio[26].

Los asentamientos y barrios precarios[27].

En reciente estudio realizado por la Corporación Autónoma para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga, se
identifican 146 asentamientos precarios en los que se ubica el 12% de la población del municipio de
Bucaramanga, es decir 16.557 viviendas.

La Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga ha indicado en varios


estudios que en la actualidad hay 236 asentamientos o barrios precarios en el área metropolitana de
Bucaramanga, los cuales requieren atención urgente porque carecen de algunos servicios o se encuentran en
zonas de alto riesgo.

Para la Corporación, es preciso que las alcaldías tomen cartas en el asunto y conformen un Observatorio de
Precariedad, que articule los planes de recuperación y mejoramiento de estos sectores, tal y como lo
recomendó el estudio de asentamientos y barrios precarios que realizó dicha entidad.

Según el estudio de investigación multidimensional, realizado entre 2009 y 2013, en Bucaramanga hay 181
mil 993 habitantes en asentamientos y barrios precarios.

Por su parte, en Girón hay 63 asentamientos con un total de 49 mil 29 habitantes.

Floridablanca registra 43 asentamientos y Piedecuesta 16, con un total para estos dos últimos municipios de
59 mil 380 habitantes.
Es decir, en el área hay unas 300 mil personas que viven en asentamientos precarios.

Así pues, el 12% de la población del Área tiene su hábitat en asentamientos precarios.

La mayor proporcionalidad de la problemática se encuentra en el municipio de Girón con el 23% de la


población municipal, de la cual 32.770 personas residen en asentamientos precarios.

El fenómeno de los asentamientos precarios en el área metropolitana de Bucaramanga ha venido en un


crecimiento del 180% para el 2013, con respecto a los últimos 20 años.

Es importante destacar que, el 68% de los sectores de precariedad urbana presenta amenazas por remoción
en masa en el área metropolitana; es decir, 242 asentamientos y barrios precarios de los 357 determinados.

Análisis crítico de la pobreza y la precariedad en Bucaramanga.

A propósito de los problemas sociales, de precariedad urbana, y particularmente de los de vivienda, conviene
hacer las siguientes consideraciones.

Actualmente algunas ciudades de América del Sur y Centro América, se encuentran entre las mayores del
mundo: Río de Janeiro, Sao Pablo, México, Lima, Córdoba, Santiago, Buenos Aires, Bogotá, Medellín,
Caracas, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y el Área Metropolitana etc., desde luego con tasas de crecimiento
muy elevadas.

Sin embargo, el proceso de crecimiento y sus causas tienen poco que ver con las delineadas para las
ciudades europeas y de América del Norte.

Los inicios de su desarrollo hay que buscarlos en la desorganización de los sistemas tradicionales de cultivo y
posesión de la tierra sufridos en la época colonial, que no han hecho más que continuarse en la era
poscolonial. La emigración masiva a la ciudad no se ve acompañada por la creación de una base industrial y
de una infraestructura física y de equipamientos sociales (vivienda, educación, sanidad) comparables con la
acaecida en las metrópolis centrales en los dos últimos siglos. En estas condiciones la ciudad se convierte en
un refugio de la miseria, en lugar de destino de las muchedumbres desplazadas de sus medios originales. Si a
esto se suma una tasa de natalidad muy elevada -consecuencia de la introducción de ciertas prácticas
sanitarias mínimas como la vacunación, de la persistencia de patrones culturales clásicos y de una ausencia
de mecanismos eficaces de previsión social-, tenemos diseñado el cuadro de un crecimiento rapidísimo y
desordenado.

En Bucaramanga, se superponen hoy estructuras físicas muy diferentes, inmediatas las unas a las otras:

- La ciudad tradicional, antigua, con mayores o menores niveles de renovación, degradación y congestión, con
sus diferentes sectores con cualificaciones muy diferenciadas en algunos casos.
- Los nuevos barrios, crecidos sobre todo en las últimas 5 décadas, a veces inmediatos a los otros sectores y
siempre fruto de operaciones parcelatorias elementales, cuando no de simples ocupaciones del terreno, con
bajísimos niveles de urbanización, construcción y equipamiento.

Bucaramanga refleja en esa línea una enorme desigualdad social en todos los aspectos de la vida urbana. Se
ha podido hablar de que el 65% de la población urbana vive en la ciudad informal, o que una cantidad
parecida sufre un cuadro de contraposición entre una minoría cualificada y una mayoría en condiciones
urbanísticas precarias que se relaciona con todas las formas de desigualdad, a la que le corresponde una
situación de “exclusión territorial”. Esta situación de exclusión es mucho más que la expresión de las
desigualdades de renta y de desigualdades sociales: es agente de reproducción de esa desigualdad.

En este análisis debemos ver cuál es la incidencia de la desigualdad y la pobreza en los procesos de
urbanización; por lo que nos parece necesario indicar los siguientes efectos:

- El proceso más reciente, con gran impacto durante la década de los ’90 y la primera del siglo XXI, de
fragmentación urbana debido a la intromisión en las estructuras existentes de ghettos para ricos, ya sea en
forma de “productos urbanos”, o sea grandes equipamientos “autistas” con respecto al entorno, segregadores
y dedicados principalmente al consumo- o de comunidades, barrios, ciudades o pueblos cerrados[28].

- El desarrollo urbano mediante asentamientos informales, el crecimiento horizontal, el despilfarro de suelo, la


contaminación de las aguas por ausencia de redes de saneamiento, la captura ilegal de algunos servicios
básicos (energía, agua), la proliferación de servicios de naturaleza pública no reglados (transportes, a veces
asistencia sanitaria, policías barriales, etc.), la ocupación de suelos no idóneos y la vulnerabilidad a las
catástrofes (inundaciones, incendios, corrimientos de tierras, etc.), la constitución de ghettos que reproducen
el círculo vicioso de la marginalidad, etc.

- La degradación de áreas centrales o de barrios de la ciudad formal que no se renovaron en su trama y / o


actividades y en los que se produce la dialéctica del deterioro social y funcional que conlleva abandono de
actividades centrales o dinámicas y de poblaciones de ingresos medios, deterioro del patrimonio físico, incluso
del arquitectónico y monumental, pérdida de elementos simbólicos o identitarios de la ciudad, inseguridad
ciudadana, etc.

- La proliferación en la ciudad de actividades informales como los vendedores ambulantes con efectos
depredadores sobre los espacios públicos y los servicios urbanos y que a menudo entran en conflicto con los
habitantes residentes o activos (comerciantes especialmente) formales.

- El desarrollo de actividades vinculadas a la economía ilegal y a la delincuencia urbana, y en general


aumento objetivo y subjetivo de la pérdida de seguridad y de calidad de vida por parte de la población urbana
formal.
- La menor eficacia de políticas urbanísticas redistributivas y reactivadoras (por ejemplo mediante la
generación de nuevas centralidades, construcción de espacios públicos de calidad en los barrios de menores
ingresos, etc.) debido al bajo nivel de la demanda solvente y a la menor integración cívica de la población.

- El bajo nivel de participación ciudadana espontánea y poca capacidad de negociación de importantes


sectores de la población marginal (no toda, los ambulantes, por ejemplo, tienen muchas veces una fuerte
capacidad de presión sobre los gobiernos locales)

- La dificultad de reconversión de ciertas áreas (por todas los efectos ya dichos, a los que se añade muchas
veces la resistencia de la población al cambio y de las zonas formales a recibirla) o la implementación
de soluciones que reproducen la marginalidad desde una teórica formalidad (conjuntos de viviendas públicas
de baja calidad y separadas física y culturalmente de la ciudad formal). Eliminar las viviendas marginales del
área central, trasladando a la población de barrio es un grave problema para sus habitantes. Se desarticulan
los lazos de relación, se dificulta y se encarece el acceso al trabajo.

La ciudad dual

Con ese desarrollo distorsionado de su dimensión social y urbana, adicionalmente, la economía, tanto a nivel
internacional como al nivel local de cada país, parece producir, con intensidad notable, dos tipos de
funcionamiento urbano de muy diverso carácter.

El sector formal o emergido funciona dentro de las normas y reglamentaciones de todo tipo establecidas, sus
empresas tienen sedes fijas y actividades conocidas, realizan contratos laborales dentro de los regímenes
correspondientes, mantienen relaciones regulares con las distintas administraciones (municipal, fiscal, etc.); el
sector informal o sumergido funciona total o parcialmente al margen, produce y distribuye más o menos
clandestinamente, mantiene relaciones de trabajo irregulares, no paga impuestos, etc. La importancia relativa
de cada tipo de economía varía de ciudad a ciudad y, en términos generales, se puede establecer una
correlación positiva entre nivel de desarrollo y formalización económica/laboral/fiscal; no obstante, en todas
las ciudades persisten amplios sectores no integrados que habitualmente se refugian en fragmentos
determinados de la ciudad: en los sectores más degradados de los centros históricos y en las periferias
menos cualificadas y de desarrollo urbanístico más irregular.

La ciudad fragmentada genera sus propios lugares donde el factor distintivo es, precisamente, ese carácter de
precariedad, de marginalidad, no sólo de la población que en ellos reside sino también de las propias
actividades económicas y laborales que cobijan.

La orgullosa sociedad que hace alarde de haber superado las «luchas de clase» a través de mecanismos de
integración político/económica, presenta, sin embargo, una no siempre clara línea de fractura entre sus
sectores formal e informal, entre las actividades sometidas a reglas y controles y las que se refugian en las
fisuras y oquedades del sistema. Surge el tema de la dualidad -social, económica, política-entre los grupos
urbanos que forman parte de un continuum en el que las líneas de desplazamiento (ascenso social) están
establecidas y, en teoría, abiertas a todos los grupos marginales, exteriores a todo ese proceso, relegados
debido a una serie de razones no siempre explícitas (edad, nivel educativo, etnia, etc.). La ciudad colombiana
de hoy refleja esa dualidad dentro de su fragmentación. En algunas de sus piezas clásicas encuentran refugio
niveles considerables de heterogeneidad, marginación e informalidad. Ejemplos claros los encontramos en la
algunas ciudades colombianas, donde la fisura se establece entre la antigua ciudad colonial y sus extensiones
planificadas, como el Barrio la Candelaria en Bogotá, que constituyen recintos de relativo bienestar y
desarrollo económico, mientras que amplísimas periferias de crecimiento espontáneo, habitualmente ilegal en
términos urbanísticos, acogen a la paupérrima masa de inmigrantes y desplazados por la violencia, como en
Ciudad Bolívar, Soacha, Bosa, Usme, Suba.

Es muy gráfica la descripción que hace Castells en su reciente estudio sobre el auge de la Ciudad Dual
(1991) entre «el cielo metropolitano y el infierno de la ciudad interior», que refleja la distinción, básica en el
mundo anglosajón, entre el suburbio residencial y la ciudad densa; aunque en esta última también pueden
aparecer notables diferencias, como él mismo recuerda (1985) en el caso de Nueva York, donde se pueden
encontrar zonas de deterioro y destrucción masiva (vg., el South Bronx) y zonas de espectacular desarrollo
económico y renovación física (Manhattan).

Es interesante su conceptualización de la Ciudad Dual como «estructura socioespacial formada por dos
sistemas (internamente estratificados), uno de ellos relacionado con el polo dinámico de crecimiento y
generación de renta, mientras que el otro concentra la mano de obra degradada en espacios e instituciones
que no ofrecen posibilidades de movilidad ascendente en la escala social y que inducen a la formación de
subculturas de supervivencia y abandono».

Ascher (1992), entre otros, prefiere relativizar de alguna manera el fenómeno de la dualidad y referirse a un
sistema ternario, que integraría a los estratos altos de la sociedad, los marginados y pobres y, finalmente, las
amplísimas capas intermedias cuyo destino se presenta más o menos incierto entre las crecientes dificultades
para mantener su status y los visibles riesgos de un gradual empobrecimiento.

Las principales problemáticas sociales de Bucaramanga y el Área metropolitana, particularmente en lo


relacionado con el Hábitat y la movilidad, se han querido resolver con la adopción de los Planes de
Ordenamiento Territorial a partir del año 2000. Sin embargo, con 15 años de vigencia de tales instrumentos
urbanísticos, los resultados son negativos, pues quien se ha visto favorecido por dichas herramientas son los
especuladores inmobiliarios y un pequeño núcleo de constructores que controla la institucionalidad para
favorecer sus procesos de acumulación capitalista. La verdad es que el papel de tal planificación es traducir el
orden social jerarquizado, controlado por unas minorías, en una organización territorial que lo reproduce.

Ya Lefebvre indicaba que la planificación institucional es una secreción de una sociedad dominada por el valor
de cambio que, por ende, generaba un espacio homogeneizador, represivo y cuantitativo manteniendo a raya
la diferencia, la calidad y la creatividad.
Para él solo una práctica de oposición o anti-planificación puede abrir las puertas a la producción de
diferencia. Tal práctica tiene que ser agresiva y contestataria e inscrita en una lucha de clases que
abra nuevos espacios de posibilidad y genere nuevas prácticas donde el uso y la apropiación
prevalezcan. El futuro no es un resultado mecánico de leyes subyacentes a la realidad ni de una
racionalidad objetiva.

El futuro es lo que queremos. No se puede predecir o diseñar científicamente en una mesa de dibujar. Si bien
podemos actuar guiados por lo que no queremos, sobre la base de aquello de lo que conocemos que nos
aliena y de principios humanizantes, no podemos predecir cómo será ese futuro; pero si podemos construirlo
a través de la eliminación en la práctica diaria lo que nos aliena y excluye.

En última instancia, la planificación urbana es un acto de poder. Entonces podemos hablar de un poder
que impone su agenda desde arriba, una negociación donde cada parte entra con la misma posibilidad de
influir el resultado, o un ejercicio de contradicciones donde puede haber formaciones que incluyen varios
sectores de clase bajo el control de una de ellas (ej. el clientelismo) o una lucha por imponer los intereses de
una a las demás.

De hecho la planificación no ha logrado ni puede imponer un dominio absoluto de clase. La


democracia liberal representativa ha propuesto una planificación con participación constreñida
(planificación participativa) donde se manipulan los intereses de clase y donde se presentan
muchas combinaciones. Para nuestro caso, la globalización neoliberal aparece como un nuevo
absolutismo de clase apoyada en una maquinaria apabullante de propaganda e ideología (las virtudes
del libre cambio y de la mal llamada democracia), un monopolio cada día más arraigado del poder represivo
del estado y la dictadura del mercado. Esta planificación ha sido devastadora para la ciudad colombiana y ha
profundizado el sistema de transferencia de valor hacia fuera y hacia el Norte. Si Colombia quiere cambiar su
destino tiene que desarrollar otra doctrina,
otra práctica, y una planificación contestataria o alternativa a la que la globalización neoliberal impone.

La oligarquía inmobiliaria que controla y domina la ciudad

El nuevo modelo urbanístico de Bucaramanga pautado por el neoliberalismo a través de los Planes de
Ordenamiento Territorial/POT tiene en un pequeño grupo de empresas inmobiliarias sus principales
beneficiarios. Se trata de empresas como Marval, Fénix, Urbanas y el empresario Rodolfo Hernández.

Estos poderosos conglomerados inmobiliarios son los más ampliamente favorecidos con el desarrollo urbano
neoliberal de la ciudad, en perjuicio de cientos de miles de ciudadanos hundidos en la pobreza y miseria.

Bucaramanga, 26 de abril de 2015.

Notas
[2] Los yariguíes era un pueblo indígena que se situaba en una extensa zona selvática del Magdalena Medio,
al occidente del actual departamento de Santander, en Colombia. Ver siguiente enlace
electrónico http://es.wikipedia.org/wiki/Yariguies . Ver igualmente en siguiente enlace electrónico sobre el
violento exterminio de los yariguíes http://yurileveratto.com/articolo.php?Id=121 ; Ver igualmente el texto sobre
los Yariguíes en el siguiente enlace electrónico http://www.revistacredencial.com/credencial/content/los-
yaregu-es-resistencia-en-el-magdalena-medio-santandereano; Ver también el texto completo de la historia de
los yariguíes en el siguiente enlace electrónico http://www.bdigital.unal.edu.co/25808/1/23288-80985-1-PB.pdf

[3] Los Chitareros son una familia de indígenas colombianos extintos y que se ubican en la época de
conquista adelantada por los españoles. Habitaron la región que actualmente corresponde a los municipios de
Chinácota, Chitagá y Málaga, Santander. Este grupo indígena fue quien acabó con la vida de Ambrosio
Alfinger, el primer europeo que pisó las tierras del departamento. Ver siguiente enlace
electrónico http://es.wikipedia.org/wiki/Chitareros ; ver también de SILVANO PABÓN VILLAMIZAR, su trabajo
Los Chitareros: Prehispánicos habitantes de la antigua Provincia de Pamplona, en el siguiente enlace
electrónico http://historiador.silvanopabonvillamizar.com/wp-content/uploads/2014/12/Los-Chitareros-de-
Pamplona.pdf

[4] Los guanes fueron un pueblo indígena que habitó el territorio que actualmente corresponde a los
municipios de Los Santos, Jordán y Cabrera, hasta la unión del río Charalá o Fonce y Suárez o Saravita;
departamento de Santander. Ver siguiente enlace electrónico http://es.wikipedia.org/wiki/Guanes ; Ver
igualmente el siguiente enlace electrónico http://www.zapatoca-santander.gov.co/apc-aa-
files/62666137393338633261386235646265/EL_PUEBLO_DE_LOS_GUANES.pdf

[5] Ortún Velázquez de Velasco (Cuéllar, s. XVI - Pamplona, 4 de noviembre de 1584) fue un militar, político y
conquistador español en el Nuevo Reino de Granada (Colombia), en Venezuela y en el Perú, y fundador junto
a Pedro de Ursúa de la ciudad de Pamplona y otros lugares, como Guaca y Cácota de Velasco. Ver siguiente
enlace electrónico http://es.wikipedia.org/wiki/Ort%C3%BAn_Vel%C3%A1zquez_de_Velasco

[6] Durante el periodo Colonial, junto con la villa, la provincia, la misión y el presidio, instituciones españolas,
existió en el noroeste colonial otro importante establecimiento llamado Real de minas. Se trataba
esencialmente de un distrito minero en donde las autoridades, además de ejercer las funciones de gobierno,
judiciales, fiscales y militares, debían aplicar las medidas conducentes al incremento de la producción de
metales. Las autoridades superiores habían elaborado unas ordenanzas que los administradores del Real de
minas debían aplicar con firmeza y sagacidad. Con frecuencia, el administrador era el mismo alcalde mayor
de la provincia, ya que aquí se podían obtener las mayores ventajas económicas. Ver el siguiente enlace
electrónico http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/estados/libros/sinaloa/html/sec_42.html

[7] hijodalgo, hijo legítimo de Pedro de Sotomayor y doña Ana Garzón de Tauste. Nietos de don Fernando de
Sotomayor y Téllez de Figueroa, natural de la ciudad de Cáceres en Extremadura y de doña Leonor de
Figueroa. De don Alonso Garzón de Tauste y doña María Aguilar. (Los Garzón de Tauste fueron vecinos muy
importantes de Timaná) Don Alfonso de Sotomayor, fue encomendero de Nuestra Señora de Altagracia de los
Utagos, corregidor de naturales, casó con doña Ana de Blasco, hija legítima de don Alonso Hernández
Mohedano y Blasco y doña María Collantes, vecinos de Santafé. Fueron hijos del matrimonio de don Alfonso y
doña Ana: don Francisco, doña María, doña Feliciana casada con don José de Rueda Sarmiento; doña
Violante y doña Inés de Sotomayor y quienes eran vecinos del actual departamento de Santander, donde se
considera como el fundador de su actual capital, la ciudad de Bucaramanga a don Andrés Páez de
Sotomayor. Ver http://memoriavirtualbucaramanga.com/andres-paez-de-sotomayor/

[8] Juan de Villabona Zubiaurre nació en Cuenca en 1577. Hijo de don Diego de Villabona (nacido en Cuenca,
fue ministro de la Inquisición en su ciudad natal y en Sevilla) y de Jerónima Campuzano. Era nieto de Lázaro
de Zubiaurre, natural de Villabona (Guipúzcoa), y biznieto de Miguel de Zubiaurre y de Juana de Vidaez. Se
avecindó en Sevilla, con su padre, donde se hizo bachiller.
Ver http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_de_Villabona_Zubiaurre

[9] Manuel Ancízar Basterra (25 de diciembre de 1812 - 21 de mayo de 1882), fue un escritor, político,
profesor y periodista colombiano.

[10] Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá es una de las advocaciones con que se venera a la Virgen
María en el catolicismo. Es la patrona y reina de Colombia, de la ciudad de Maracaibo y del Estado Zulia en
Venezuela, y de la ciudad de Caraz, en el Departamento de Ancash en Perú.

En Colombia la imagen descansa en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, a donde
acuden miles de peregrinos no solo el día de su fiesta patronal el 9 de julio sino todos los domingos, cuando
se celebran las misas y procesiones.

[11] La insurrección de los comuneros fue un levantamiento armado gestado en el Virreinato de la Nueva
Granada en 1781. Este tuvo lugar en lo que hoy es el departamento de Santander, Colombia. La insurrección
estuvo motivada por la necesidad de reclamar un mejor tratamiento económico, como la rebaja de los
impuestos por parte de la corona Española.

[12] El Socorro, fundando en 1681, es un municipio del departamento de Santander. Está localizado a 121
kilómetros de Bucaramanga. El municipio tiene una gran influencia en la historia de Colombia y en la
constitución de su Estado, pues allí se llevó a cabo una serie de hechos importantes en la lucha de la
Independencia de Colombia, como la Insurrección de los Comuneros en 1781, contra la opresión del Imperio
español, y la firma de la primera Acta de Independencia del país, fechada 10 días antes de la proclamada
Acta de Independencia de Colombia en Santafé.

[13] San Juan Girón. (Antes: Villa de los Caballeros de Girón, más conocida solo como Girón) es un municipio
del departamento de Santander, que forma parte del área Metropolitana de Bucaramanga al noreste de
Colombia. El municipio se conoce a nivel nacional por su infraestructura colonial. El municipio de Girón fue
fundado en 1631. Por su arquitectura artesanal de la época colonial fue reconocido como Monumento
Nacional en 1959, hecho que fue reglamentado en 1963.
[14] Geo Von Lengerke (Georg Ernst Heinrich Von Lengerke) (Dohnsen, Alemania, 31 de agosto de 1827 -
Zapatoca, 4 de julio de 1882) fue un ingeniero, aventurero, colonizador y terrateniente alemán.

De vasta cultura, llegó a Colombia hacia 1852, huyendo de la justicia de su país natal que lo buscaba por
haber dado muerte a un coterráneo suyo durante un duelo. Se instaló en el entonces Estado Soberano de
Santander (Colombia), donde se dedicó a la explotación y comercio de la quina, a la construcción de caminos
y a la colonización de tierras en el valle del río Magdalena, llegando a poseer más de 12.000 hectáreas.

[15] La Culebra Pico de Oro fue la más famosa de las sociedades democráticas del Estado Soberano de
Santander. Fundada por artesanos en 1864, con el nombre de los Pico de Oro y por sus enemigos bautizada
como La Culebra Pico de Oro (mote que parece deberse a Adolfo Harker, uno de sus principales
contradictores); surgió como respuesta a las reformas políticas y económicas ocurridas en Colombia en la
segunda mitad del siglo XIX. La organización buscaba mejores utilidades económicas para sus afiliados,
quienes tenían interés en la conquista de preeminencias políticas al tiempo que atribuían con resentimiento
social a los alemanes y a quienes estaban vinculados en empresas de comercio, el monopolio de la riqueza y
la ostentación de una superioridad agresiva que en su concepto lesionaba la dignidad de su gremio.

[16] Esta lucha entre demócratas y comerciantes alemanes enfrentó a los dos bandos en las elecciones al
Cabildo Municipal el 7 de septiembre de 1879.

[17] Puerto Wilches es un municipio del departamento de Santander, Colombia, forma parte de la provincia de
Mares. Está situado a la margen derecha del río Magdalena, ver más información en el siguiente enlace
electrónico http://es.wikipedia.org/wiki/Puerto_Wilches

[18] Ver texto en el siguiente enlace http://repositorio.uis.edu.co/jspui/bitstream/123456789/8843/2/122847.pdf

[19] Para una información más amplia de Bucaramanga hoy ver el siguiente enlace
electrónico http://es.wikipedia.org/wiki/Bucaramanga

[20] Sobre la actual división urbana de Bucaramanga consultar el siguiente enlace


electrónico http://www.bucaramanga.gov.co/

[21] Sobre el Área Metropolitana de Bucaramanga ver el siguiente enlace electrónico http://www.amb.gov.co/#

[22] Sobre la creación y el funcionamiento del Área Metropolitana de Bucaramanga ver el siguiente enlace
electrónico http://www.amb.gov.co/index.php?option=com_content&view=article&id=117&Itemid=1095

[23] Sobre las nuevas tendencias y lineamientos del ordenamiento territorial de Bucaramanga, el Área
Metropolitana y el departamento de Santander, ver el documento publicado y ordenado por la gobernación de
Santander denominado “Lineamientos y Directrices de Ordenamiento Territorial del Departamento de
Santander” el cual puede ser consultado en el siguiente enlace
electrónico http://www.santander.gov.co/index.php/gobernacion/documentacion/finish/359-lineamientos-y-
directrices-del-ordenamiento-territorial/5969-lineamientos-y-directrices-de-ordenamiento-territorial-del-
departamento-de-santander

[24] Sobre los principales indicadores de Bucaramanga ver el siguiente enlace


electrónico file:///J:/BucaramangaIndicadores2.html

[25] Sobre el déficit de vivienda en Bucaramanga ver el siguiente enlace


electrónico http://www.almamater.edu.co/sitio/Archivos/Documentos/Documentos/00000123.pdf

[26] Otra fuente para los problemas de vivienda en Bucaramanga se encuentra en el siguiente enlace
electrónico http://www.revistaescala.com/attachments/348_3.%20POT%20Diagnostico.pdf

[27] Sobre los asentamientos precarios en Bucaramanga ver el siguiente enlace


electrónico http://www.compite360.com/getattachment/5f7d874b-10cc-4d0f-b9cf-57db6f6437e3/Problematica-
de-Precariedad-Urbana-en-Asentamiento;;.aspx

[28] Adriana Hidalgo Guerrero en su excelente texto Conjuntos cerrados de vivienda: el caso de Pedro Gómez
& cía. en Bogotá, Ver siguiente enlace electrónico hace una oportuna aproximación al tema de los
condominios en Colombia y propone una reflexión crítica a los enclaves cerrados residenciales que son ya
muy comunes en Bucaramanga, como es el caso de Ruitoque, entendidos como una característica de
la urbanización difusa, propia de la ciudad postindustrial. La expansión del fenómeno ha producido una urbe
con gran cantidad de espacios abiertos privatizados, manzanas extensas, monótonas e inaccesibles, y
una profusión de avenidas e infraestructuras especiales para el automóvil. En consecuencia, el peatón se
enfrenta a un entorno demasiado extenso para ser recorrido a pie, carente de espacios públicos de calidad y
con abundantes barreras que dificultan el libre acceso a distintos lugares.

A pesar de las disfuncionalidades ocasionadas por la urbanización “cerrada”, el gran mercado inmobiliario y
ciertos altos estratos ciudadanos parecen entusiasmarse con esta condición. El papel jugado por las
empresas promotoras y constructoras en la “venta” de un modo o estilo de vida, ha llevado al mercado a
mostrar preferencia por este tipo de productos. Para describir la situación se escogió a Pedro Gómez &
Cía., una compañía pujante que ha edificado un significativo número de metros cuadrados en Colombia y es
líder con los conjuntos cerrados de vivienda exclusiva.

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Esta historia general del desarrollo urbano de Bucaramanga a lo largo de su existencia se apoya en el texto
cuyo enlace se encuentra en el siguiente sitio
electrónico http://uniciencia.ambientalex.info/infoCT/POTbucaramanga1.pdf
Una bibliografía más amplia sobre la historia de Bucaramanga incluye los siguientes textos:
Acevedo Tarazona, Álvaro et al. Estudio demográfico de Bucaramanga, Bucaramanga, 1991. Manuscrito.
García, José Joaquín. Crónicas de Bucaramanga, Bogotá, Banco de la República, 1982.
Gutiérrez, José Fulgencio. Santander y sus municipios, Bucaramanga, Gobernación de Santander, 1990.

Martínez G. Armando et al. La provincia de Soto. Orígenes de sus poblamientos urbanos, Bucaramanga, UIS,
1995.

Martínez G. Armando, “Orígenes de la Universidad Industrial de Santander”, en Bucaramanga. Pasado y


presente, Bucaramanga, Litografía la Bastilla, 1999.

Parra, Aquileo. Memorias, Gobernación de Santander, 1990.

Rodríguez Plata, Horacio. La inmigración alemana al estado Soberano de Santander, Gobernación de


Santander-Secretaría de Educación Pública, 1989.

Galán Gómez, Mario, Geografía Económica de Santander, 1947.

Ilse Ibeth Quintero Dueñas, Santander: Hacia una nueva geografía económica y humana. Ver siguiente enlace
electrónico http://repository.javeriana.edu.co/bitstream/10554/2805/1/QuinteroDuenasIlseIbeth2012.pdf

JOHNSON, David Church. Santander, Siglo XIX. Cambios socioeconómicos. Bogotá, Carlos Valencia
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MARTINEZ GARNICA, Armando y GUERRERO RINCON, Amado Antonio. La provincia de Soto. Orígenes de
sus poblamientos urbanos. Colección de historia regional. Escuela de Historia. Bucaramanga – Santander.
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gran Santander 1853 – 1885. Escuela de Historia. Universidad Industrial de Santander. 2004.

PINZON GONZALEZ, Gustavo. Historia de la formación de Santander, sus provincias y municipios. Sice
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RAMOS PEÑUELA, Arístides. Colonos, empresarios y vagos: Experiencias fronterizas en el Carare en la


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STOLLER, Richard. Ironías del federalismo en la provincia del Socorro, 1810 – 1870. En:

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ZAMBRANO, Fabio. La navegación a vapor por el Río Magdalena. En: Anuario Colombiano de Historia Social
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PUYANA, Aura María. Colombia siglo XIX. Crisis artesanal y transformaciones socioeconómicas en
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Jairo Melo, Bosquejo de la Provincia de Soto después de la guerra de los Mil días. Ver en siguiente enlace
electrónico https://jairomelo.wordpress.com/2010/02/25/bosquejo-de-la-provincia-de-soto-bucaramanga-y-
piedecuesta-despues-de-la-guerra-de-los-mil-dias/

VALDERRAMA BENÍTEZ, Ernesto. “Santander en 1928. Situación económica” en: Tierra Nativa,
Bucaramanga, marzo 2 de 1929, año III, Núm. 106, p. 2.

Jacques Aprile-Gniset Perspectiva histórica y aproximaciones teóricas.

https://www.alainet.org/es/articulo/169239

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