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La Argentina Colonial: El Río de la Plata entre los siglos XVI y XIX

Raúl Fradkin – Juan Carlos Garavagliafalto el prologo


Capítulo 1: El Paraguay y el Plata: Conquista y evolución temprana
de la ocupación europea
 Paraguay: en 1537 se funda la ciudad de Asunción, núcleo a partir del cual se
expandieran los españoles luego hacia el norte y hacia el sur. Allí, suprimieron a las
comunidades indígenas estableciendo un sistema de encomienda de servicio
personal de dos tipos: las mitayas (trabajo por turnos en la tierra del encomendero) y
las yanaconas (indios que viven y trabajan en la tierra del encomendero). Para ello,
se crearon pueblos para alojar a estas comunidades y racionalizar el proceso de
explotación, lo cual produjo revueltas e insurrecciones que solo serían apaciguadas
mediante la aparición de otra estructura brindada por las órdenes religiosas: las
reducciones. Fundadas en un primer momento por franciscanos y luego por jesuitas,
este sistema logró sofocar las revueltas y convertir en lo espiritual y lo laboral el modo
de vida de las comunidades de la región.
 Tucumán: en 1553 se funda la ciudad de Santiago del Estero, ciudad que será el
núcleo económico y expansionista de la región hasta el auge de la ciudad de Córdoba,
fundada en 1573. La zona, debido a su ubicación geográfica, funcionaba como área
de paso entre distintas corrientes mercantiles, por lo que el trasporte fue la actividad
principal mediante el uso de la mano de obra indígena sometida a encomiendas
(basadas en el servicio personal, como en Paraguay). Aquí también formaron pueblos
de indios, resultado de la reagrupación de distintas aldeas indígenas.
 Cuyo: en 1561 se funda la ciudad de Mendoza. En esta región los encomenderos
residen en Chile, por lo que los indios se trasladan para servir allí, primero en las
minas y luego en el sector agrícola.
 Litoral: Buenos Aires se convierte en el motor del área a través del comercio y
contrabando de plata y esclavos entre el Alto Perú y el Océano Atlántico. A esto se le
sumará la explotación de ganado vacuno y el transporte de vacas y mulas al Alto
Perú.
Capítulo 2: Del Alto Perú al Paraguay. La progresiva constitución
de un abanico regional en los márgenes del Imperio.
 Tucumán: se dedicaron principalmente al transporte de vacas, mulas, yerba, tabaco,
azúcar y textiles. Para ello, se organizaban compañías entre encomenderos y
mercaderes con uso de fuerza indígena para llevar a cabo dicha empresa.
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 Cuyo: producción de vinos, aguardiente y frutos secos a través de yanaconas en
chacras irrigadas.
 Paraguay: producción de yerba mate a través de dos métodos: los mandamientos
(asignación de un grupo de indios para una tarea o tiempo determinado) y el beneficio
yerbatero (asignación de un grupo de indios para la recolección y preparación de la
yerba.
Acompañaban el azúcar, el tabaco y los lienzos de algodón de las reducciones
jesuíticas.
 Litoral: a mediados del SXVII, Buenos Aires se independiza de Paraguay y recibe un
envío de plata regular debido al establecimiento de un ejército regular por su ubicación
estratégica. Sumado al comercio legal e ilegal de esclavos y mercancías y a la
corriente de vacas y mulas enviadas al Alto Perú, esto consolida el crecimiento
económico y demográfico y el desarrollo de una elite burocrática y mercantil, y con
frecuencia también de estancias ganaderas.
-Encomienda tierras con indígenas
- mitas

Capítulo 3: El Río de la Plata durante el largo siglo XVIII

JUJUY:
 Centro económico y político
 Nexo al alto Perú de las mercancías de Catamarca, santa fe, bs as, Tucumán y
córdoba.
 Área receptora de migración de la península
 Ingresos de mercancías desde el alto Perú de ropa, la coca, lana de vicuña.
 Producción de maíz y más tarde azúcar.
San miguel de Tucumán: fundada en el siglo XVI
 Cabecera de jurisdicción.
 Producción de maderas.
 Área receptora de migración interna.
Córdoba: funda en 1783
 Ciudad universitaria.
 Sector mercantil consolidado.
 Producción de ponchos ´
 burros

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La región de cuyo:
 Estrechamente ligada con chile
 Producción de vino, aguardiente, frutas secas y trigo.
 Cuya era el paso obligado de las mercancías de córdoba y buenos aires así el
pacifico.
 Se exportaba yerba mate desde santa fe y buenos aires así chile.
 Se enviaban a asunción vino y aguardiente.
Buenos aires:
 Área receptora de migración que venía de Catamarca, Santiago del estero,
cuyo, el Paraguay y la misión jesuítica.
 Crecimiento Bs. As. dado a la captación del flujo ilegal y luego leal del comercio
con el alto Perú.
 Puerta así el atlántico.
 Los inmigrantes se convirtieron en campesinos.

Capítulo 4: El crecimiento del Litoral rioplatense

La ciudad de bs as se convirtió en una de las ciudades más importantes del imperio


español.
Bueno aire enviaba a Europa una parte sustancial de la plata hacia la península.
Supo colocarse como centro de la corriente interna de metálicos.
El reforzamiento en bs as de la burocracia estatal en función de las necesidades
militares y de defensa.
Diversificación de la economía rioplatense.
Economía agraria: crecimiento de la ganadería y agricultura.
Producción ovina, ganado vacuno y equino.
Crecimiento de la población rural debido al incremento de la producción.
Población española y también los indígenas escapados de los pueblos se integrarían
a la compañía del norte de buenos aires.
El diezmo rural se aplicaba sobre todas las producciones vegetales.
La producción agrícola de santa fe y entre rio tiene un peso mayor sobre la
recaudación de los diezmos.

Capítulo 5: En los confines del Imperio español. Las fronteras del Sur

A finales del siglo XVIII, numerosos pueblos indígenas habían logrado resistir el embate
de los conquistadores y mantenían las llanuras del chaco y las pampas fuera de la
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jurisdicción del imperio español: la invasión europea había encontrado un límite a su
expansión, recién a finales del siglo XIX fueron sometidos estos pueblos. De esta forma,
algunos espacios coloniales como córdoba, o santa fe quedaron fijados por una doble
frontera con los pueblos chaqueños y pampeanos.

• Cualquiera fuera la importancia que tuviera la colonización de las periferias fronterizas


para cada uno de los núcleos de colonización hispana, la existencia de estas fronteras
signaba sus formas de vida imponiéndoles atributos de sociedades de fronteras. La
historia de las relaciones fronterizas se entiende mejor si se la considera como un
cambiante entrelazamiento de modos de interacción, entre los cuales el enfrentamiento
era solo una de sus modalidades.

1. Las fronteras del chaco occidental

• El interés de los españoles por este espacio en buena parte desconocido se restringió
con el propósito de apresar indios para sostener las vigencias de las encomiendas del
Tucumán.

• La cercanía de la presencia indígena era tal que muchas veces dificultaba las
comunicaciones normales entre Salta y Jujuy. Para entonces, los temores de los vecinos
españoles estaban concentrados en los grupos chiriguanos, chaqueños, tobas y
mocovíes con los que estos estaban enfrentados. La expansión de los tobas se debía a
la utilización del caballo.

• La colonización avanzaba lentamente en los valles bajos del oriente y, para mediados
del siglo XVIII, se había estructurado una línea de fuertes y misiones en las cuales la
intervención jesuita fue decisiva.

• Dado que el sistema defensivo necesitaba tropas en los fortines se instauró el servicio
de partidarios (conformado por las haciendas particulares, las misiones religiosas y los
fortines militares) donde integraron a: campesinos indígenas que vivían allí con sus
familias a cambio de un sueldo. A ello se sumaron indios encomendados enviados desde
las tierras altas y un buen número de presidiarios penalizados con este servicio, que ni
siquiera gozaban de un sueldo. De esta manera los jefes de los fortines y sus allegados
encontraron en la guerra chaqueña una oportunidad para hacerse de tierras y mano de
obra forzada, en especial la que suministraban las mujeres indias sometidas a una
situación de esclavitud doméstica.

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• En la frontera había también otra figura: apostatas o forajidos. Se trataba de personas
que vivían fuera del control colonial, sin intervención directa de autoridades militares,
eclesiásticas, etc., y entre quienes podían encontrarse desde indios que se habían
fugado de las encomiendas o de las misiones hasta esclavos escapados, su sujeción era
el requisito para convertirlos en trabajadores de las haciendas fronterizas.

• La belicosidad en la frontera chaqueña alcanzó su máxima intensidad hacia la década


del 1730; el peso de la guerra descansaba en la población de la campaña del Tucumán
mientras que sus beneficios se repartían en hacendados, jefes militares, misioneros y la
desanimada elite de encomenderos. Pero este esfuerzo militar para asegurar la frontera
tenía otros efectos. Su amplitud llegó a ser tal que incluyó a muchos indios que, a cambio
de servicio, quedaron eximidos de la obligación de tributar.

Sin embargo, la eficacia de esta militarización fue bastante complicada y limitada y se


multiplicaron las tenciones en todas las regiones, desde Jujuy, hasta Santa fe, entre las
décadas del 1720 y 1740. Solo en la segunda mitad del siglo XVIII se produjo el avance
efectivo sobre esta frontera y fue por entonces que, desde Salta y en abierta competencia
con los veuinos de Jujuy y Tucumán, se conformó un sector de propietarios de tierras
dedicadas a la cría de ganado.

2. Las fronteras del chaco oriental

• El panorama no era sencillo en el chaco oriental. Para el frente colonizador que


hilvanaba las ciudades de Asunción, Corrientes y Santa Fe, esta frontera era un dolor de
cabeza y a mediados del siglo XVII, la huida de indios reducidos hacia las tierras
chaqueñas se había vuelto común como forma de resistencia. Sin embargo, a lo largo de
toda la frontera desde Jujuy hasta Corrientes, el incremento de la conflictividad no
interrumpió los intercambios. Por el contrario, se produjo un notable aumento y
diversificación de los circuitos de intercambio entre el mundo indígena chaqueño y las
hablas fronterizas hispanas.

• Al organizarse el Virreinato de Buenos Aires, la Corona dio nuevo impulso de


centralidad a los proyectos reduccionistas: el establecimiento de pactos y alianzas con
las parcialidades. De este modo los acuerdos con grupos mocovíes permitieron instalar
dos reducciones en las orillas del río Bermejo, aunque perduraron solo 10 años debido a
la resistencia indígena a la sedentarización completa. Se esperaba obtener colaboración
indígena activa para consolidar el accionar de los fortines y las misiones.

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• A finales del siglo XVIII en las fronteras chaqueñas fueron los propios jefes quienes
se convirtieron en mediadores de estas relaciones laborales y sus primeros articuladores.
Había un fenómeno que estaba completamente generalizado: la notable intensificación
de los lazos mercantiles.

3. Las fronteras del sur

• Al sur, el Imperio contaba con una frontera dilatada, dentro de las ciudades coloniales
durante el siglo XVII las disputas jurisdiccionales entre los cabildos de Córdoba, Santa
Fe y Buenos Aires por los ganados cimarrones dispersos y por los derechos para otorgar
licencias para vaquear fueron intensas.

• 1730: se registran en Buenos Aires los primeros intentos de mejorar la defensa de la


frontera con la instalación de un fortín. Sin embargo, estas iniciativas no permitieron
asegurar la frontera y, en la década del 1740, las incursiones indígenas contrajeron el
área ocupada por la población hispanocriolla. En la década de 1750, se construyeron
nuevos fuertes en las fronteras. Pero fue recién a fines de la década de 1770 que la
política adquirió consistencia extendiéndose al sur de Santa Fe, Córdoba, San Luis y
Mendoza. Los intentos de militarizar la frontera fueron muchos más tardíos en las
Pampas del sur que en la frontera chaqueña.

• Con un paso decisivo se conforma un nuevo cuerpo militar orientado a la militarización


de las fronteras, con la consolidación de una línea de fortines y una función específica:
constituir una fuerza móvil y repeler las incursiones indígenas. Esta línea de fortines
arrancaba muy cerca de la capital virreinal y se extendía por el sur de Santa Fe, Córdoba,
San Luis y llegaba hasta Mendoza

Capítulo 6: Vivir bajo cruz y campana. Las ciudades y los pueblos


La ciudad como cuerpo

Cada ciudad tenía sus títulos, su jurisdicción, su santo patrono y un estandarte que
simbolizaba la unión con el rey. Estos lazos tendían a construir identidades

-locales y sentimientos de pertenencia al Imperio.

La vecindad era la categoría fundamental, aunque el término “vecino” estaba muy lejos de
designar al conjunto de habitantes. Era una categoría social con implicancias legales y
jurídicas y expresaba los lazos sociales de integración, lealtad e identificación con una
comunidad. Era una condición a la que se accedía por reconocimiento.

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Las mismas prácticas iban definiendo los atributos de la vecindad. Uno, de no menor
relevancia, era tener el domicilio fijado en la ciudad, pero, sobre todo, era importante ofrecer
demostraciones de lealtad hacia ella. De igual modo, se esperaba que el sujeto fuera cabeza
de una familia y tuviera la casa poblada.

El lazo de lealtad y el honor social, debían manifestarse en múltiples formas: ejerciendo


cargos que sirvieran a la ciudad, aunque no fueran renumerados, contribuyendo con auxilios
en caso de necesidad y, sobre todo, con su defensa (servicio de milicia).

Se buscaba excluir de ella a los sacerdotes, a los militares regulares y a los burócratas
reales, pues se consideraba que eran integrantes de otros cuerpos y se debían a otras
fidelidades.

Las ciudades y el mestizaje

En las ciudades no residían solo los vecinos de origen europeo, al contrario, convivían en
ellas grupos heterogéneos y variables en cuantos más se descendiera en la escala social.
Estos grupos alertaban a las elites, que durante el siglo XVIII apelaron cada vez con mayor
frecuencia a exigir certificados de “pureza de sangre” para ejercer algunos cargos u oficios.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII se vivió una segunda fase de urbanización. Aumento
el número de ciudades y de villas; las antiguas crecieron demográficamente y adoptaron
modos de vida y administración territorial más urbanos. Por otra parte, estas ciudades
estaban lejos de ser blancas y españolas como la utopía fundadora hubiese preferido.

Por el contrario, tanto las ciudades portuarias como las mineras fueron polos de atracción
de población de muy diversos orígenes provenientes de la Península, de África y Brasil, de
otras regiones americanas y de las mismas áreas rurales que las circundaban.

En síntesis, la mayor parte de las ciudades eran de tamaño reducido, estaban implantadas
en áreas con muy diferente grado de urbanización y solo algunas destacaban por su tamaño
e importancia. Con todo, seguían siendo los espacios donde se concentraba la población
española, pero también la mayor parte de los esclavos y los grupos mestizos de origen
afroamericano, que conformaban casi siempre el núcleo fundamental de los sectores bajos
urbanos.

Las villas y los pueblos

A finales del siglo XVI, la Corona intento que las comunidades indígenas se adoptaran a un
modo de vida urbanizado. El pueblo debía edificarse en torno a una traza con su plaza y su

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iglesia en el centro; cada uno debía sostener un cura doctrinero y adoptar formas
institucionales hispanas como el cabildo de indios o las cofradías.

La trayectoria de estos pueblos fueron variables y se alejaron completamente de aquel ideal


social. Ante todo, porque la mayor parte fue dejando de ser propiamente pueblo de indios e
incorporo sujetos españoles, mestizos y castas. Sin embargo, hubo poblados que
adquirieron un estatuto particular y se transformaron en villas. De tal modo, ellos también
contaban con su propia jurisdicción y su Cabildo.

Las normas y las practicas

La inmigración Peninsular fue muy importante en las últimas décadas del siglo XVIII y su
influencia estuvo lejos de restringirse a aquellos individuos que se incorporaron a las elites
urbanas. Junto a ellos llego una variedad de sujetos que ocuparon escalones más bajos en
la jerarquía social urbana (tenderos, pulperos, artesanos, etc.) que contribuyeron a darle a
la vida de las ciudades una fisonomía más urbana.

También en esta época creció enormemente la población esclava, así como las castas de
pardos y morenos libres. Esta segunda oleada de urbanización fue acompañada por
migraciones internas que abigarraron aún más las poblaciones urbanas. En tales
condiciones, al menos dos procesos se hacían cada vez más evidentes entre las elites
urbanas: un interés creciente por controla y disciplinar esta población y modificar sus
costumbres, y algunos intentos por modernizar la gestión urbana.

El interés se dirigió hacia aquellos segmentos de la población que se escapaban a su control;


se trata de los llamados “vagamundos” que irán mutando a “vagos y mal entretenidos”. A su
vez, durante la mayor parte del siglo XVII, “vagamundo” era aplicado a mulatos, negros libres
y a los españoles que vivían entre los indios. La persecución de la “vagancia” tenía en ese
momento un propósito principalmente urbano y, el dispositivo de punición solía incluir
castigos corporales y la expulsión de la ciudad, en la década de 1770 comienzan la
persecución de estas prácticas sociales también en el ámbito rural.

¿Cómo urbanizar la vida de la ciudad? Para ello se requería de la “policía”, la palabra


mentaba más un ideal social que una realidad y hacía referencia a un modo y un estilo de
vida urbano: “policía” era el “buen orden” que debía observarse en las ciudades. Los
Cabildos eran los primeros encargados de este poder, y fue también desde la década de
1770 que comenzó a fortalecer su capacidad de acción cuando las ciudades comenzaron a
ser divididas en barrios, y las tareas de policía, asignadas a los llamados “alcaldes de barrio”.

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La reputación del Cabildo dependía de su capacidad para regular el abasto urbano,
garantizar su abastecimiento e impedir la escasez y la carestía. El imperio de “precios justos”
era un componente esencial de la legitimidad social de los cabildos y uno de los cargos de
mayor prestigio era el de Fiel Ejecutor (el encargado de asegurar y controla los precios,
pesos y medidas).

Las ciudades eran, ante todo, mercados. En ellas confluían los circuitos comerciales de larga
distancias, los que anudaban las relaciones con las regiones cercanas y los que articulaban
las relaciones con el área rural que estaba bajo su jurisdicción.

Capítulo 7: Poder: escenificación y conflictos


El proceso de burocratización del poder se va acentuándose en el siglo XVII. El poder se
centraliza en el “Cabildo”, en el cual se expresaban intereses y los conflictos de los sectores
dominantes de la ciudad, además, desde allí se controlan todos los servicios, el
ordenamiento y la provisión de los merados y el poder jurisdiccional impartido por los
alcaldes del primer y segundo voto (lo que sería en primera instancia).

En el caso del polo ceremonial, la etiqueta se utilizaba como mecanismo de control y


expresión del conflicto político. Según la sociedad del “Antiguo Régimen” la desigualdad
jurídica prevalecía, o sea cada persona tiene una calidad distinta dentro de la sociedad al
momento de nacer. Por ejemplo, los indios eran tributarios por no poseer abolengo, a
diferencia de los europeos o mestizados, los cuales no tributaban.

El honor era lo principal, como sello de cuna, además de la genealogía (si esta era de alta
alcurnia) para obtener los empleos honoríficos dentro de la república.

Fiestas en las colonias

En la sociedad americana de la monarquía católica, las fiestas poseen una relación especial
entre las religiosas (Semana Santa y el Corpus Christi) y las paganas (El carnaval y las
corridas de toros). En ambas festividades la participación del pueblo era fundamental,
incluso, los negros, indios y mulatos se une a la procesión de las fiestas, danzando y tocando
sus instrumentos como ser el tambor. Además de estas fiestas se encontraban las de
carácter público como ser los entierros de personas destacadas en las poblaciones o la
entrada de nuevas autoridades.

Por este carácter arraigado a la iglesia, tanto judíos como moros y protestantes no
pertenecían al reino, aunque viviesen dentro de él.

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Con respecto a la relación de la religión y la política, los sacerdotes de cualquier poblado se
encontraban habilitados a obligar a cualquier vecino de asistir a misa, caso contrario estaban
sujetos a denunciar ante el cabildo a cualquiera que no obedeciese. Las fiestas religiosas
como ser eran las llevaban el ritmo de la vida de las ciudades y pueblos.

Con respecto a las fiestas profanas, eran las únicas de carácter movible en el calendario
cristiano, en el caso del carnaval, el último día de su celebración daba el inicio a la cuaresma.
En dicha festividad se podía observar el carácter de desenfreno, por ejemplo, el cambio de
roles de los vecinos (hombres vestidos de mujeres y viceversa, ricos vestidos de pobres y
viceversa, etc.). En ella se mezclaban aspectos europeos con elementos indígenas. Para
evitar el desorden se encontraban los granaderos, alcaldes, alguaciles, sargentos y cabos;
las fiestas al tener carácter de dinamismo social no siempre eran controladas.

Una continuidad en ellas fue que todas se siguieron realizando luego de la independencia
de las colonias.

Rebeliones

Una de las más importantes fue la del Paraguay entre los jesuitas que poseían el mercado
yerbatero del litoral contra los encomenderos, los cuales obligaban a realizar tareas de tipo
esclavista a los indios. Otra de las rebeliones fue la Guerra de Fronteras de 1752 y que
catamarqueños y riojanos se sublevaron porque se les obligaba a acudir a al aguerra de
frontera y no a la gente poderosa de las colonias.

En la sociedad ibérica del “Antiguo Régimen”, la relación entre la religión y la política estaba
íntimamente ligada.

Capítulo 8: Las reformas borbónicas y el Virreinato del Río de la Plata

Durante el siglo XVIII, la monarquía hispana introdujo modificaciones en sus dominios


coloniales, estas políticas son conocidas como las “reformas borbónicas”, dado que fueron
efectuadas por una nueva dinastía que paso a gobernar el imperio a principios de siglo, los
Borbones.

Reformas controvertidas

El periodo más álgido de reformas coincidió con el reinado de Carlos III (1763-1787). Para
mediados del siglo XVIII, los dominios coloniales debían funcionar efectivamente como
colonias.

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Era preciso dotar al imperio de una burocracia más profesional desmembradas de
compromisos con los grupos dominantes coloniales. Esta nueva reforma estaba destinada a
centralizar mucho más el poder.

Se delineo una estrategia destinada a pasar de un sistema de defensa de algunos puntos


estratégicos a uno de defensa total. Se trataba de un dispositivo que consistía en la
fortificación de algunos emplazamientos, la dotación de regimientos regulares (fijos) y la
reorganización del sistema de milicias. A su vez, para la designación de los principales
funcionarios (virreyes e intendentes) fueron preferidos los oficiales de máxima graduación
de la armada como así también del ejército.

La expansión de los jesuitas y el regalismo borbónico

La política reformista no podía sino afectar los intereses eclesiásticos, la expulsión de la


compañía de Jesús de todos los territorios imperiales en 177. Detrás de esta decisión se
movieron múltiples factores, entre ellos, la expulsión barría con el mayor grupo de oposición
a la política de regalías.

La prosperidad del reino acompañaba sin desplazar a la meta del bien común, y la utilidad
de los habitantes se postulaba como un valor tan importante como su religiosidad. La corona
obtuvo la colaboración tanto del orden del clero ilustrado como de integrantes de otras
ordenes que, aunque no fueran entusiastas participes de la nueva sensibilidad, el eje de la
política eclesiástica oficial se orientó y propicio fundamentalmente la reforma del clero
secular.

En el mundo rioplatense, las relaciones entre jesuitas, elites y autoridades habían tenido una
importancia fundamental, someter a los vecinos díscolos de Asunción, en 1736. La
resistencia indígena adopto la forma de un levantamiento encabezado por el cacique Nicolás
Ñeenguirú, quien enfrento a los destacamentos militares de ambos imperios, por lo que el
primer paso de la reforma fue poner sanción que dispuso la expulsión de la compañía de
todos los dominios españoles.

La expulsión, sin embargo, encontró resistencias, aunque no fueron articuladas ni


generalizadas. En esas resistencias convergían varios conflictos. Los casos de Salta y Jujuy
resultan ilustrativos. Cuando el gobernador hizo efectiva la orden de expulsión, los vecinos
de Jujuy y Salta, con la colaboración de los tenientes de gobernación de ambas ciudades,
se levantaron para repudiarlo.

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Estos episodios evidencias las estrechas relaciones que la Compañía había tejido con las
elites locales a través de la educación y de su inserción en la economía local. Franciscanos,
dominicos, mercedarios y voraces administradores se hicieron cargo de las misiones.

El virreinato del Rio de la Plata

La decisión imperial de 1776 consistió en separar el viejo virreinato del Perú y constituir uno
nuevo con cabecera en Buenos Aires, pero esta produjo resultados paradójicos, pues se
transformaría al estallar la crisis imperial en uno de los bastiones más firmes del movimiento
revolucionario. Los dispositivos mineros altoperuanos suministraban la mayor parte de los
recursos fiscales y testimoniaban el triunfo de los comerciantes del puerto del Río de la Plata
frente a sus competidores limeños.

El espacio económico peruano, cuya configuración en el siglo XVI describió Assadourian,


estaba dando lugar a la configuración de un espacio económico rioplatense.

La habilitación del puerto de Buenos Aires al comercio internacional con el reglamento de


libre comercio entre España e Indias de 1778 trajo consigo la legalización de prácticas
anteriormente toleradas, un notable incremento del tráfico y la constitución de un dispositivo
administrativo con instalación de la Real Aduana en Buenos Aires y en Monte Video.

En 1782 el territorio Virreinal fue dividido en 8 intendencias o provincias, esta decisión


modificaba el esquema del poder político colonial porque venía a colocar una camada de
hombres nuevos en la cúspide del poder de cada régimen, un grupo de burócrata a sueldo
y de carrera, reclutados mayormente en la península. Los intendentes comienzan a
subordinar a los cabildos.

Hacia 1785, Buenos Aires volvía a contar con un máximo tribunal de justicia, una audiencia
que habría restringir las incumbencias que desde el siglo XVI había tenido la que funcionaba
en chacras. A las nuevas audiencias poseían el aspecto de una política que trataba de
impedir la venta de cargos, se intentaba propiciar el pasaje de la era de la impotencia a la
era de la autoridad.

La nueva institución (Consulado de Buenos Aires) era al mismo órgano de representación


del gremio mercantil, el tribunal.

Reformas y rebeliones

Hacia 1780 la subsistencia de la orden colonial fue amenazada en Los Andes por una serie
de movimientos insurreccionales, por un lado, Condorcanqui, que adoptó el nombre de

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Tupac Amaru II, se proclamó Inga-rey y fue reconocido por buena parte de las comunidades
quechuas del sur andino que vieron en la insurrección locación para restaurar el
Tawantisuyo.

La proclamación fue rechazada por otros jefes y curacas andinos que se alinearon
activamente con el orden colonial. En enero de 1781, los españoles aplastaron a las fuerzas
de Tupac Amaro II el cual fue juzgado, muerto y descuartizado en el Cuzco.

La rebelión había estallado en el Alto Perú, en Oruro, se estructuro un heterogéneo


movimiento rebelde en el que convergían criollos, mestizos e indios, pero no duro mucho
tiempo, poco después era protagonizado por pueblos Aymaras. Fue un enfrentamiento
violento. En 1781 Katari corría la misma suerte que Tupa Amaru II.

También en el Norte de Potosí había habido otro foco rebelde.

El movimiento se radicalizo en tal punto que en 1781 los rebeldes situaron la ciudad de La
Plata y amenazaron a acabar con toda la población hispana. La magnitud de la gran rebelión
debe integrarse a las dinámicas resistencias y movilización que en los pueblos andinos
venían desplegando desde mucho antes, pero es indudable que las reformas tuvieron
incidencia en la simultaneidad de los movimientos insurgentes. A su vez, las decisiones de
1770 acrecentaron los descontentos, la multiplicación de las aduanas recaudadora, etc. Con
todo, los resultados fueron indudablemente durables.

Tras la represión violenta y sangrienta, las reformas se profundizaron, el sistema de reparto


fue prohibido y los corregidores desplazados, fueron los intendentes y los sub delegados los
nuevos responsables dan la recaudación de tributos.

Las reformas y las elites coloniales

El sistema político, funcionaba como un delicado e inestable equilibrio entre los


requerimientos metropolitanos, los intereses, las elites locales y la forma de resistencia de
los grupos sociales subalternos. Era una situación de negociación y de renegociación.

Las reformas estabas orientadas a romper ese equilibrio, en partículas la instalación de


intendencias. Pero introdujeron una nueva jerarquía entre las ciudades: En un primer nivel
que daba la capital virreinal, que a la vez fungía de capital de su propia intendencia, el
segundo nivel se situaban las cabeceras de intendencias, y por ultimo las ciudades
subordinadas. Los cabildos se veían limitada en su autonomía por la presencia de
intendentes y sub delegados.

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La intendencia de Salta extrajo de la órbita de los cabildos la recaudación de la sisa
(Impuesto Mercantil a sostener la guerra de fronteras), además se trasladó la oficina
recaudadora de Jujuy y Salta y poco más tarde, la Puna quedo bajo la delegación
dependiente del gobernador intendente y fue sacada de la jurisdicción del cabildo de San
Salvador.

Otra ciudad subordinada era Tucumán, donde la elite fortaleció su autoridad. En la capital
Salta, la elite tubo bastante éxito en limitar el poder del intendente. Era un patrón típico de la
lucha política colonial, que tendía a organizarse en bandos, partidos o pandillas,
estructurados entornos a lazos sociales previos y amparados por alguna autoridad.

En Córdoba, los lazos entre la elite y el primer gobernador intendente el marqués de Sobre
Monte fueron muy intensos, construyeron una política de consenso en plena reforma. La
intendencia asumía atribuciones del cabildo, también le abría nuevas oportunidades, como
la multiplicación de los jueces pedáneos.

En Buenos Aires hasta 1776, el cabildo había compartido el poder de la ciudad con un
entramado burocrático que prácticamente se reducía al gobernador, el comandante y el
obispo. Con la transformación de la ciudad en capital Virreinal, las cosas cambiarían
radicalmente para los capitulares porteños. Entre 1776 y 1810 tuvieron conflictos con todas
las nuevas autoridades.

Los cambios en el comercio y las transformaciones de las elites

Con las reformas se acentuó la inmigración peninsular, la habilitación del puerto de Buenos
Aires al trafico directo con los puertos españoles, facilitaron la emergencia de nuevos grupos
mercantiles en los que tenían un papel decisivo los mercaderes.

El azogue era un insumo básico de la minería, y su provisión y precio determinaba el ritmo


y la rentabilidad de la producción. Las minas de Huancavelica resultaban insuficientes, la
corona comenzó a subsidiar la provisión de azogue y en 1778 dispuso que los barcos
pudieran desembarcar ese cargamento en Buenos Aires, la legalización de este tráfico
permitió la instalación de asentistas de azogue que obtenían el monopolio de
abastecimiento.

Otro factor decisivo de las importaciones eran los esclavos pertenecientes de África o Brasil
donde se hacían concesiones a ingleses y franceses permitiéndole la aceptación de
negreros en Buenos Aires; El cual se llevó a cabo en forma pasiva. Desde la década de 1780
con la liberalización de la trata de negros impulso a algunos comerciantes de Buenos Aires

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y de Montevideo a obtener licencias de importación para realizar un comercio activo fletando
los buques negreros a cambio obtenían exportación de frutos del país.

Hacia mediados de la década de 1790 parecía que Buenos Aires se estaba conformando un
núcleo mercantil y autónomo. Puede decirse que en el mundo de la elite vivió un proceso de
aplicación y renovación que precedió y acompaño a las reformas. Después tendió a
manifestar signos de creciente fragmentación. Otra dimensión a considerar son las fricciones
que introducían en su interior tanto las reformas como la difusión de nuevas ideas, nociones
y valores estas provenían en buena medida de la misma burocracia imperial, los funcionarios
reales y también funcionaron posiblemente como vehículo de transmisión aquellos individuos
que habían ido a estudiar a Europa.

Según Halperin Donghi las reformas habían renovado menos a esta sociedad que lo que
había transformado su economía y, sobre todo, su cultura y su estilo de vida. Al comenzar
el siglo XIX, las elites coloniales tenían una imagen muy rígida de la sociedad en la que
vivían, que seguía siendo sustancialmente barroca. Hasta las nuevas instituciones y
autoridades de la monarquía reformadora parecen haberse impregnado de las concepciones
jerárquicas que seguían imperando en la vida social.

Capítulo 9: La crisis del Imperio Español


La crisis del comercio colonial y la crisis fiscal de la Corona

Para enfrentar la expansión francesa, la flota británica bloqueo los puertos españoles y
provocó un auténtico colapso del comercio en la Península y sus dominios coloniales. Como
respuesta, en 1797 la Corona autorizó el comercio con buques de bandera neutral; en 1805,
la situación empeoró aún más, pues la derrota de la armada franco-hispana en la batalla de
Trafalgar consagró el predominio de Gran Bretaña sobre el Atlántico. A los comerciantes
rioplatenses se les abra una situación incierta, aunque llena de posibilidades. Las dificultades
del comercio legal ampliaron la importancia del clandestino y las exportaciones de cuero.

Entre 1804 y 1806 la minería potosina se paralizó debido a la falta de azogue (que provenía
de Andalucía). En estas condiciones, los comerciantes rioplatenses se volcaron hacia el
tráfico de esclavos, el comercio con Brasil y con los buques neutrales y la instalación de los
primeros saladeros.

La erosión de los vínculos coloniales se manifestó a través de una fenomenal crisis fiscal de
la monarquía y en 1804 adopto la llamada “convalidación de los vales reales”, un sistema de
financiamiento que embargaba los bienes y los depósitos en manos de la Iglesia, los

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conventos y las cofradías. Dado que estas instituciones fungían como los verdaderos bancos
de la economía colonial, esta medida afecto el dinamismo de una economía completamente
dependiente de ese financiamiento.

Las invasiones inglesas al Río de la Plata

En el Río de la Plata, una flota inglesa llego a las costas rioplatenses y poco después tomo
el control de la capital. La resistencia fue ineficaz y el virrey Sobremonte abandonó la ciudad
(con los caudales del tesoro) y las principales corporaciones (Audiencia, Consulado y
Obispado) se rindieron. Los comandantes ingleses, días después, recibieron los caudales a
cambio del compromiso de mantener a las autoridades en sus cargos y respetar la religión
católica.

Los invasores anunciaron la instauración de la libertad de comercio, una iniciativa que,


esperaban, les aseguraría la adhesión de la elite comercial. Sin embargo, la convivencia
entre ocupantes y pobladores no era sencilla y se producían peleas callejeras. Por último,
Santiago de Liniers organizó una fuerza en la Banda Oriental para enfrentar a los invasores,
tras la victoria, el 14 de agosto, en un cabildo abierto se decidió exigirle al Virrey que delegara
su mando.

La multitud aclamó la designación de Liniers como comandante y las más importantes


corporaciones y jerarquías sufrieron una vertiginosa pérdida de prestigio; frente a ellas se
estaba conformando el nuevo liderazgo de Liniers y el Cabildo recobraba plena autoridad.
Liniers convocó a la población a organizarse en milicias, uno de los primeros cuerpos
conformados fue el de urbanos voluntarios de Cataluña y luego se formó el regimiento de
Patricios, cuyo comandante electo fue Cornelio Saavedra.

El 3 de febrero los ingleses ocuparon la ciudad de Montevideo, donde permanecerían hasta


septiembre. Desde esta ciudad los ingleses inundaban los mercados virreinales de
mercaderías a bajo costo, haciendo colapsar los precios y los circuitos habituales de
importación. La defensa organizada por Liniers fue derrotada y el 5 de julio, los británicos
iniciaron el asalto de la ciudad, pero los violentos combates callejeros terminaron con su
capitulación y con el compromiso de abandonar Montevideo en menos de dos meses.

La vida de la ciudad cambio, la movilización miliciana relajo la consistencia de las jerarquías


sociales preexistentes y sus ejercicios, desfiles, marcas y ceremonias religiosas se volvieron
cotidianos. En algunos casos incluyeron muestras de reconocimiento a los grupos plebeyos
y los ascensos como premio se generalizaron.

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Los cuerpos milicianos se organizaron según sus grupos de pertenencia: en los Patricios
debían prestar servicio los vecinos de la ciudad; en el de los Arribeños, los oriundos de las
provincias “de arriba”, etc.

Legados conflictivos

Los rangos militares se transformaron en un camino para la formación de una nueva elite
dotada de legitimidad social; para algunos llego a ser un camino al ascenso social. Hombres
reclutados entre la elite urbana adquirieron posiciones de mando y establecieron nuevos
lazos sociales con la plebe de la ciudad; la pertenencia a un regimiento ayudaba a conformar
la identidad de grupo a través de sus uniformes y estandartes.

En Buenos Aires, las invasiones dejaban dos liderazgos competitivos: el de Liniers (apoyado
por la mayor parte de los nuevos cuerpos milicianos) y el de Martin de Alzaga (apoyado por
el Cabildo u las milicias que estaban bajo su mando). A principios de 1808 la corte ratificó la
designación de Liniers como virrey del Rio de la Plata.

La primera junta

Tras la toma de Napoleón de España y Portugal, comenzó a circular el rumor de que el


Cabildo se proponía a sustituir al virrey interino por una junta. El tumulto obtuvo como
respuesta la decidida movilización de los regimientos fieles al virrey. Así, el inestable
equilibrio se volcó en favor de Liniers y los miembros del Cabildo fueron exiliados a Carmen
de Patagones, hasta que fueron rescatados por el gobernador de Montevideo.

Liniers se consolidaba en su cargo, aunque no había dudas de que su autoridad dependía


completamente de las milicias y de que el poder militar había pasado por completo a la elite
criolla.

Un nuevo virrey para el Rio de la Plata

La junta central designo como virrey a un importante oficial de la Real Armada, Baltasar
Hidalgo de Cisneros. La Junta Central convoco a cada virreinato y a cada capitanía general
para que eligieran un diputado para integrarse a la Junta; por primera vez, en el Imperio
español, había elecciones de diputados. A través de estas elecciones, las ciudades
adquirían el derecho a elegir sus propios diputados y a formar parte de los órganos de
gobierno.

En la Junta Central las orientaciones políticas no eran uniformes. Por un lado, estaban los
absolutistas ilustrados, que concebían a la junta como un poder provisorio, destinado a dirigir

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la guerra. Por otro, estaba la corriente de los constitucionalistas históricos, que buscaban
recuperar las antiguas libertades y normas consuetudinarias de los reinos. Por último, había
una facción liberal radical. Inspirado en el modelo constitucional de la Revolución Francesa,
buscaban la formación del Estado mediante la soberanía popular. Por el momento, estas
corrientes coincidían en su rechazo a la invasión francesa y en su reivindicación de la
legitimidad de Fernando VII.

Capítulo 10: Tiempos de revolución

A finales de 1809, la derrota española en la batalla de Ocaña permitió la entrada de los


franceses a Andalucía. En esas condiciones, en diciembre la Junta Central se trasladó de
Sevilla a Cádiz. En enero de 1810 la junta se disolvió y su lugar fue ocupado por el consejo
de regencia. La noticia sacudió a las colonias: un gobierno provisorio había sido sustituido
por otro de dudosa legitimidad e improbable eficacia. El futuro era incierto y la posibilidad de
que la situación se extendiera a los dominios coloniales estaba abierta.

La legitimidad en disputa

Las elites criollas de las ciudades principales adoptaron el recurso de formar juntas para
sustituir las autoridades vigentes a través de los cabildos, proclamando que actuaban en
nombre del rey. Los liberales peninsulares intentan poner fin al Antiguo régimen y fundar un
sistema constitucional asentado en la “soberanía de la nación”. Ante la ausencia del rey, la
soberanía volvía al pueblo. Los cabildos fueron concebidos como el ámbito de expresión por
excelencia de ese pueblo y en base al mismo principio: cada ciudad aspiró a conservar en
sus manos el ejercicio de esa soberanía vacante. Los pueblos por lo tanto luchaban por el
ejercicio de la soberanía.

La defensa de las libertades se transformaría en la lucha por la libertad, y la soberanía de


los pueblos habría de instalar la disputa para la soberanía popular. Los pueblos habían
aprendido a repudiar a la monarquía. Esa tradición prescribía que los pueblos tenían derecho
a un buen gobierno. La crisis de la independencia abrió un ciclo de notable activación política
para amplios sectores sociales.

La revolución porteña

En el Río de la Plata la noticia de la disolución de la junta Central hizo trastabillar el precario


equilibrio que sustentaba la autoridad del virrey Cisneros. Un grupo de individuos, apoyados
por los comandantes de las milicias, tendió a tomar posición y exigió la reunión de un cabildo
abierto. El virrey estaba siendo desplazado.
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Se organizó una junta, integrada por los miembros de la elite criolla de la ciudad, aunque no
todos eran porteños, empezando por su presidente altoperuano Cornelio Saavedra. Esta
Junta era la expresión de la movilización que había vivido la ciudad y ponía de manifiesto la
crisis de legitimidad de las jerarquías locales. También tenía objetivos independentistas. El
nuevo gobierno se declaró provisional.

La prioridad de la Junta era hacerse obedecer. Rápidamente se delinearon dos tendencias


competitivas: una encabezada por Saavedra, su presidente, que se orientaba a un rumbo
moderado y se apoyaba en los comandantes de los cuerpos milicianos; la otra liderada por
Mariano Moreno, secretario de la misma, intentaba una orientación más radical, apoyaba a
un grupo de letrados

El virreinato frente a la revolución porteña

En Buenos Aires, la revolución triunfó en forma incruenta (que no hubo derramamiento de


sangre). Del mismo modo la hizo la contrarrevolución en Montevideo, cuyas autoridades
juraron fidelidad al Consejo de Regencia. Ambas ciudades tomaban rumbos opuestos y
competían por ganarse la adhesión del resto en una guerra de opinión que tuvo como
escenario privilegiado a los cabildos.

En Córdoba la mayor parte del Cabildo se pronunció en contra de la Junta porteña. En la


Intendencia de Salta la situación fue similar. Mientras que Tucumán reconoció la autoridad
de la Junta, en salta el intendente se pronunció en contra. En el litoral, los cabildos de Santa
Fe y Corrientes aceptaron a la Junta y el gobernador de las Misiones se alineaba con el
nuevo gobierno.

¿Qué ciudades tenían entonces el derecho de representación? En 1811 la Junta Grande


resolvió la formación de las juntas provinciales en cada capital de intendencia, integradas
por el intendente y cuatro vocales elegidos por el pueblo. La experiencia falló y al año
siguiente las juntas provinciales fueron disueltas.

Las vicisitudes del poder revolucionario

El poder revolucionario no solo debía enfrentar la resistencia realista y lograr que lo


obedecieran las ciudades del Virreinato, sino también afrontar los desafíos que contenía la
dinámica política en la capital, que ya no podía manifestarse dentro de los márgenes del
régimen antiguo al que había erosionado.

El desplazamiento de los integrantes de la elite peninsular debilitó aún más las jerarquías.
El repudio a los europeos se convertiría en un rasgo definitivo de la cultura política popular.
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En abril de 1811 una multitud marchó a la plaza exigiendo una reunión inmediata del Cabildo,
estaba dirigido contra la facción morenista de la Junta. Para la elite urbana el tumulto era
protagonizado por la plebe del campo e indicaba que la movilización política había superado
los marcos de la elite y de la ciudad y venía a impugnar la representatividad que se atribuían.
Esto postulaba la legitimidad de un pueblo en armas.

Esta marcha exigía la depuración de la Junta. Tras unos días de agitación callejera emergió
un nuevo poder, el Triunvirato, que convivió por poco tiempo y con dificultad con los restos
de la Junta, hasta que terminó por disolverla y afirmar su autoridad sometiendo al regimiento
de Patricios a una disciplina militar.

En 1812 un nuevo movimiento, protagonizado por los pobladores de la campaña y las tropas
derivó en la sustitución de los miembros del Triunvirato. Este nuevo gobierno convocó a una
Asamblea Constituyente la cual incumplió los dos propósitos para los que había sido
convocada, declarar la independencia y dictar una constitución, y se convirtió en el
desencadenante de la guerra entre el gobierno y el movimiento que en el litoral orientaba
Artigas.

A comienzos de 1814, con la instauración del directorio, la elite revolucionaria se fue


cerrando cada vez más sobre sí misma y reduciendo sus bases de sustentación al ejército.

Finalmente, en 1815 Fernando anunció la abolición de las Cortes y de todo lo que habían
legislado y prometió reestablecer las antiguas Cortes organizadas por estamentos. A los
liberales les esperaba la prisión o el exilio acusados de usurpación y traición.

Capítulo 11: La revolución y la guerra


Buenos Aires fue el foco inicial del movimiento revolucionario, desde el cual se intentó
mantener el control del espacio virreinal.

Este poder revolucionario tenía como prioridad: controlar el alto Perú. La guerra adquirió
mayor intensidad y abarco a Jujuy y Salta. Desde Tucumán hasta Buenos Aires, el poder
revolucionario nunca fue vencido. En este espacio las fuerzas contrarrevolucionarias no
lograron contar con una base social firme en la que apoyarse. La revolución llevo a una larga
guerra y destruyo recursos materiales y humanos, jerarquías y autoridades. Tuvo también
una dimensión productiva: forjo identidades y mecanismos de movilización social y política.
Fue una experiencia social de masas, a través de la cual se configuraron las sociedades que
emergieron de la revolución.

¿Criollos contra peninsulares?


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Los términos que habitualmente se emplean para denominar los bandos ocultan más de lo
que indican.

“Realista” no era sinónimo de español europeo.

A finales del siglo XVIII, de los 6500 soldados que había en Lima, tan solo 1500 eran
veteranos y en todo el Virreinato la inmensa mayoría de las tropas eran miliciana, como casi
toda la totalidad de la caballería. Las fuerzas que el Virrey de Lima pudo movilizar eran los
regimientos milicianos preexistentes y los nuevos que se formaron a tal efecto. En los
primeros años se enfrentaron ejércitos cuya oficialidad estaba integrada en forma
absolutamente mayoritaria por miembros de la elite criolla.

A partir de 1813 comenzaron a llegar desde la Península las primeras expediciones con
refuerzos. Los ejércitos que se enfrentaban eran semejantes en su composición regional,
social y étnica, tanto como en su organización, reglamentos y modo de cumplirlo.

Los ejércitos de la revolución se iban nutriendo de las milicias locales; para comandar estos
regimientos y a veces expediciones completas; se optaba por designar oficiales del
regimiento de Arribeños y destinarlos a sus provincias de origen. Uno y otro bando apelaron
a las prisiones de guerra para aumentar el número de sus efectivos. Las guerras de
independencias, en los primeros años, fueron una guerra civil generalizada.

La revolución y la guerra en el litoral rioplatense.

A lo largo de 1810, las autoridades de Montevideo habían firmado su poder en la ciudad;


Javier de Elio, fue designado Virrey del Rio de la Plata.

En enero de 1811, el capitán de Blandengues José Artigas comenzó a organizar una fuerza
armada que se puso a las órdenes de la junta de Buenos Aires. A partir de febrero, los
distintos poblados y villas de la campaña oriental se sublevaron. En mayo las fuerzas de Elio
debieron refugiarse en Montevideo mientras los insurgentes sitiaban la ciudad junto a las
fuerzas porteñas. Un ejército portugués avanzo desde el Rio Grande do Sul con el propósito
de apoyar a de Elio y apoderarse del territorio oriental.

Si las relaciones entre las fuerzas artiguistas y porteñas eran complicadas antes, lo fueron
mucho más luego de la convocatoria de la asamblea General Constituyente: en abril de 1813.
Esta expresaba la soberanía particular de los pueblos y aspiraba a la conformación de una
provincia oriental autónoma. Para la dirección porteña esto era intolerable: Artigas fue
declarado traidor y los diputados orientales, rechazados. En junio de 1814, la ciudad se
rindió. Artigas era creciente en todo el litoral y especialmente en los pueblos misioneros.
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La guerra entre el artiguismo y el directorio se volvió abierta y sangrienta. En 1815 las fuerzas
del directorio tuvieron que abandonar la ciudad. Artigas era ahora el protector de los pueblos
libres; había ido radicalizando los principios enunciados en 1810: eran los pueblos y no tan
solo las ciudades cabeceras las que proclamaban depositarias de la soberanía no faltaban
los pueblos indígenas de origen misional, cuya inclusión en el sistema Artigas impulsaba. El
liderazgo de Artigas iba definiendo un concepto de nacionalidad basado en el alineamiento
político, donde quedaban excluidos los europeos y los llamados “malos americanos”.

Al artiguismo era un fenómeno heterogéneo, cuya complejidad no puede reducirse a las


aspiraciones de su líder. Mientras en las orillas del rio Uruguay encontró sus bases más
firmes en sectores sociales modestos, en otras regiones sus líderes iniciales fueron
importantes hacendados. La revolución se transformó en una sublevación del campo contra
la ciudad. Cuando Artigas asumió la tarea de gobernar la provincia oriental en 1815, debió
afrontar la reconstitución económica y social de un territorio devastado por la guerra, así
como la reticencia de los sectores altos rurales y urbanos. La elite veía con el artiguismo el
peligro de una “guerra social”.

La invasión portuguesa debilito la autoridad de artigas y acento la autonomía de los líderes


locales. En 1820, su autonomía se había transformado en franca rebeldía, y sus antiguos
aliados (López en Santa Fe y Ramírez en Entre Ríos) concentraron sus fuerzas en la lucha
contra el directorio en lugar de contribuir a resistir la invasión portuguesa. La batalla de
Tacuarembó sello el destino de Artigas y dejo a la provincia oriental bajo administración
portuguesa. Derrotado, Artigas debió iniciar un largo camino hasta su exilio en Paraguay,
mientras sus antiguos aliados acababan con el directorio en febrero de 1820. Ni los “Pueblos
Libres” ni el directorio lograron sobrevivir a la guerra que los había engendrado.

La revolución y la guerra en el sur andino

Después de la retirada del Alto Perú, en 1811, el ejército al mando de Belgrano termino
abandonando Jujuy y Salta y, desobedeciendo las ordenes gubernamentales, presento
batalla en Tucumán el 24 de septiembre de 1812. La sangrienta batalla forzó la retirada
realista hacia Salta, donde las fuerzas revolucionarias volvieron a triunfar el 20 de febrero de
1813. Ello permitió una segunda expedición al alto Perú a mediados de 1813, y la temporaria
ocupación de Tarija, Potosí, Cochabamba, Santa Cruz de la sierra y Charcas. El Virrey de
Lima organizo un nuevo ejército al mando del Gral. Joaquín Pezuela, que triunfo en
Vilcapugio y, en Ayohuma. Derrotadas las tropas rioplatenses abandonaron el Alto Perú para
instalarse en Tucumán. Donde Belgrano entrego el mando a José de San Martin.

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En agosto de 1814. Una masiva sublevación, protagonizada por una inestable coalición de
criollos, mestizos y caciques indígenas, se inició en cuzco. Los rebeldes destituyeron a las
autoridades de la Audiencia y proclamaron un gobierno autónomo regido por la Constitución
de Cádiz. Entre sus líderes estaba el cacique Mateo Pumacahua.

La rebelión cuzqueña se transformó en una sublevación generalizada que abarco desde La


Paz hasta Huancavelica y Huamanga. En marzo de 1815, las fuerzas limeñas integradas por
indígenas, conseguían apresar y ejecutar a sus máximos dirigentes. La adhesión indígena a
los movimientos independentistas tenía su propia lógica y dinámica, lo cual se manifestó en
la violencia que desencadeno contra criollos y mestizos. Su derrota demostraba la
imposibilidad de las comunidades indígenas para articular una acción unitaria.

El ejército deshecho, debió retirarse hasta Jujuy. La resistencia descansaba ahora en las
guerrillas que se habían convertido en “republiquetas” que controlaban algunas zonas; sus
fuerzas habían sido reclutadas entre indios y campesinos. Desde salta, las comandaba
Martin Miguel de Güemes y, en el Alto Perú, Padilla, Warnes o Arenales.

Esta guerra fuera una punción forzada y reiterada de hombres y una enorme carga para las
economías campesinas. La llamada “Guerra de recursos” tendía a convertir al aislamiento
en un medio de subsistencia.

La presencia casi permanente de los ejércitos en Tucumán genero una estrecha relación de
su elite con las autoridades porteñas. Amplio la participación política que se canalizo a través
del Cabildo por medio de los jueces pedáneos y de los alcaldes de barrio. Desde 1812 la
participación electoral incluyo a los vecinos de la campaña, solo a los vecinos libres y
patriotas.

En 1816 tuvo lugar la elección de los diputados para el Congreso. Se realizó una Asamblea
que declaro nulas las elecciones previas y eligió a otros diputados ratificando la autoridad
del gobernador intendente Bernabé Araoz; esto demostraba que en los momentos de
conflicto era necesario convocar sectores más amplios.

Los territorios de Salta y Jujuy eran el escenario de la guerra. En sus comienzos la


movilización revolucionaria fue impulsada por los hacendados de la frontera, mientras que
el bando realista concito apoyos en la elite urbana y entre los hacendados de los valles
calchaquíes. A su vez, las milicias de la frontera extendieron su influencia a las tierras
jujeñas, pero tuvieron grandes dificultades para hacer pie en la Puna. La convergencia entre
este alzamiento y las milicias de la frontera constituyeron la base de sustentación del
liderazgo de Güemes. Aunque la adhesión campesina a la revolución tenía su precio, los
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milicianos empiezan a ser llamados gauchos y comenzaron a obtener concesiones como por
ejemplo la conmutación de los arriendos y servicios personales a cambio del servicio militar.
La movilización revolucionaria había permitido el ascenso a posiciones de autoridad a los
miembros rurales. Esta revolución expresaba así las nuevas bases sociales para el ejercicio
del poder. La guerra continuó los años siguientes y en 1817 las fuerzas reales ocuparon
Jujuy y Salta. En 1820 el ejercito que desde Cádiz debía llegar al Perú se había sublevado
y reiniciaba la revolución liberal española.

Revolución y contrarrevolución en América y España

Derrotado Napoleón en 1815, el objetivo de Fernando VII era la restauración del imperio. Por
esto ordeno que la expedición al mando del Gral. Morillo partiera hacia América. Aunque su
objetivo principal era el Rio de la Plata, termino dirigiéndose a Venezuela.

El panorama de los movimientos americanos era desesperante. Bolívar reanudó las


hostilidades buscando asegurar una única dirección política y militar para la revolución y
ampliando las bases sociales y regionales. A su vez, la promesa de liberación de los esclavos
a cambio de su incorporación a las fuerzas revolucionarias estaba destinado a evitar la
repetición de las sublevaciones que tanto habían debilitado a la republica venezolana.
Cuando sus fuerzas entraron en los Andes, Bolívar realizo intentos sistemáticos por
conseguir la adhesión de los sectores indígenas. El congreso general reunido en Tucumán
proclamó la independencia de las Provincias Unidas en Sud América. Tanto esta declaración
como el Congreso volvían a darle legitimidad al Directorio, ahora a cargo de Pueyrredón.

Un nuevo frente y el final de la guerra

Desde 1814, Mendoza vio satisfecha su pretensión autonomista cuando San Martin fue
designado al frente de la Nueva Gobernación Intendencia que la tenía de cabecera. Así
concentraba la autoridad política local y la jefatura del nuevo ejército. El plan diseñado para
traspasar la Cordillera con el objetivo de iniciar el asalto al Perú desde Chile se había
complicado porque la revolución chilena había sido derrotada en 1814 en Rancagua y los
refuerzos llegados desde Lima habían convertido a Chile en fortaleza realista.

La formación del ejercito de los Andes llevo tres años y fue necesaria la ampliación de los
regimientos de milicias, obtener refuerzos veteranos, incorporar a todos los sujetos
considerados vagos y forzar la incorporación de los esclavos. Esto suponía formar un
dispositivo de entrenamiento y adoctrinamiento que asegurara la disciplina, el espíritu y la
lealtad política. El 12 de febrero derrotaron a las fuerzas realistas en Chacabuco y al día

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siguiente entraron en Santiago. Aunque en marzo de 1818 lograron un triunfo sobre Cancha
Rayada, en abril fueron derrotadas en Maipo.

La guerra se desdoblo, San Martin por un lado emprendía la campaña del Perú. Apenas
pusieron pie en el sur peruano llegaba la noticia del estallido de la Rev. Liberal en España.
En la Nueva España el regreso de los liberales era visto con temor y el jefe del ejército
Iturbide proclamo el plan de Iguala; este fue un intento de conciliar la independencia con la
continuidad de la Monarquía. En el Perú el virrey Pezuela inicio negociaciones con San
Martin, pero fue destituido por los generales del ejército realista en 1821. El nuevo virrey La
Serna en julio, decidía abandonar Lima e ir a Cuzco donde vio su única garantía en el ejército
de San Martin que declaro la independencia. La guerra continuó en la sierra sur de Perú y
en el Alto Perú y terminaría donde empezó en 1809; tarea que iba a estar a cargo del ejército
que comandaba Bolívar. El momento decisivo fue la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre
de 1824. En los Andes la guerra siguió hasta abril de 1825. Tiempo después una asamblea
reunida en Chuquisaca proclamo la independencia de Charcas.

Tras la derrota de Rancagua, la resistencia a la restauración realista había quedado a cargo


de los guerrilleros, dirigidos por Manuel Rodríguez, que colaboraron con el avance del
Ejercito de los Andes. Después de la derrota en 1818, las fuerzas realistas se refugiaron en
el sur y protagonizaron la guerra de las guerrillas. La más destacada de estas fue la que
condujeron los hermanos Pincheira. Estos entablaron alianzas con algunas parcialidades
indígenas que les permitieron establecer en 1823 una base de operaciones en Neuquén.
Recién en 1832 pudieron ser derrotados.

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