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Programa de Liderazgo

Grupo de Excelencia Académica UPC

Módulo I: Fundamentos de liderazgo personal


Sesión 1: Persona y dignidad humana

Introducción
Para saber hacer es necesario saber ser. Todo líder que quiera ser agente de cambio en
la sociedad, logrando un impacto que penetre hasta las raíces de la cultura, requiere
disponer de una antropología sólida en la cual sustentarse. Así, el primer módulo,
denominado Fundamentos de liderazgo personal, iniciará discurriendo acerca de quién
es el hombre y en qué radica su dignidad más profunda. De este modo, podremos
consolidar las bases necesarias para cimentar un liderazgo auténticamente humano.

Necesidad de una antropología

Hace ochenta años, Chester Barnard (1886-1961), empresario, administrador público y


destacado economista estadounidense, publicó por primera vez “Las funciones del
ejecutivo”, hoy un clásico en materia de administración. En su emblemática obra, enfatizó
la importancia de la cooperación consciente y deliberada entre las personas que forman
parte de una organización, donde una adecuada comunicación entre las partes y la
formulación clara de un propósito común resultan vitales para un desempeño eficiente.

Si los aportes de este autor permanecen aún vigentes a pesar de los años, no es por causa
de lo intrincado de sus teorías (pues no fue un académico) ni tampoco por lo novedoso de
sus métodos. Consciente de que el modo como tratamos a las personas está fuertemente
relacionado al modo como las miramos y entendemos, Barnard se interesó en conocer e
involucrarse con cada uno de los trabajadores que tenía a su cargo. Así, conociendo a
fondo quiénes eran esos hombres que tenía a su alrededor, elaboró una serie de
conclusiones que le permitieron mejorar los procesos de cooperación en el marco de las
relaciones laborales, lo cual marcó sin lugar a dudas una contribución sin precedentes.

"Me ha sido imposible –así lo refiere– avanzar en el estudio de las organizaciones o en el


de la actuación de las personas en el seno de una organización sin enfrentarme con algunas
cuestiones de fondo como las siguientes: ¿Qué es un individuo? ¿Qué queremos decir al
utilizar la palabra persona? (…) Se da uno cuenta rápidamente, sin embargo, de que,
aunque tratemos de evitar dar una respuesta definitiva a tales preguntas, no podemos
evitar enfrentarnos con ellas. Las estamos contestando siempre, aunque sea de modo
implícito, al formular cualquier aseveración sobre la actuación de las personas; y, lo que
es más importante, todo el mundo -y especialmente los líderes, directores y ejecutivos-
actúa sobre la base de supuestos o actitudes fundamentales que suponen, a su vez, que ya
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han dado una respuesta a aquellas cuestiones, aunque raras veces son conscientes de
ello"1.

De opinión similar es Pérez López, quien en su célebre obra Liderazgo sostiene cómo
detrás de toda metodología de acción existe siempre una antropología que la fundamenta:
“En el fondo de cualquier teoría organizativa concreta siempre habrá algunas
suposiciones implícitas acerca de lo que es un ser humano, cómo se motivan las acciones
de los seres humanos, cómo y qué aprenden los seres humanos a través de sus procesos
de acción… Suposiciones diferentes llevan a teorías diferentes, es decir, diferentes formas
de explicar el comportamiento humano; naturalmente, diferentes explicaciones llevan a
diferentes prescripciones respecto a lo que hay que hacer para lograr un tipo de
comportamiento deseado”2.

¿Qué es y quién es el hombre?


Conocer quién es el hombre no ha sido, es ni será nunca un asunto fácil. Siglos de
pensadores y escritores que nos preceden han ensayado un sinnúmero de respuestas, no
alcanzando, sin embargo, una solución del todo satisfactoria y exhaustiva3. Todos hablan
de una u otra pieza del rompecabezas: algunos lo han hecho desde la psicología, otros
desde la biología o la anatomía, otros desde las neurociencias, las artes, la historia, la
sociología4. El puzzle5, no obstante, permanece incompleto.

“Cuando el hombre se pregunta de modo radical –es decir, tratando de ir a la raíz–, acerca
de su propia realidad, suele seguir dos líneas interrogativas que podemos resumir en dos
modos de plantear la pregunta sobre sí mismo. Una primera línea se desarrolla a partir del
cuestionamiento: ¿qué soy? Respuesta: soy un ser humano. A esta respuesta no puede
sino seguir una secuencia de preguntas y respuestas que busquen aclarar analíticamente
el contenido de este primer dato: soy un ser humano. No se trata de una secuencia lineal,
sino de un conjunto abierto de clarificaciones acerca de distintos aspectos de lo que es ser
humano: su constitución, sus facultades y los dinamismos que se desarrollan a partir de
ella, su condición en el mundo, su diversidad con el resto de seres de los que tiene
experiencia en el mundo. Cada uno de estos elementos puede ser descrito y analizado

1 BARNARD, Chester (1971). La función del ejecutivo. Boston, EE. UU. de América: the Harvard University Press.
2 PÉREZ LÓPEZ, Juan Antonio (1997). Liderazgo. Barcelona, España: Ediciones Folio.
3 Existen hoy corrientes de pensamiento que desestiman cualquier esfuerzo por alcanzar una respuesta a la interrogante

sobre el hombre. Tal es el caso del post-modernismo, quien alcanzó en el pensamiento de Michel Foucault uno de sus
principales exponentes. “A todos aquellos que quieran hablar aún del hombre –postula el francés–, a todos aquellos
que plantean aún preguntas sobre lo que es el hombre en su esencia, a todos aquellos que en cambio conducen de nuevo
todo conocimiento a las verdades del hombre mismo, a todos aquellos que no quieren formalizar sin antropologizar,
que no quieren mitologizar sin desmitificar, que no quieren pensar sin pensar también que es el hombre el que piensa,
a todas estas formas de reflexión torpes y desviadas no se puede oponer otra cosa que una risa filosófica –es decir, en
cierta forma, silenciosa” (FOUCAULT, Michel [2005]. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias
humanas. México DF: Siglo XXI).
4 La diversidad de perspectivas no significa, de suyo, la fragmentación del hombre, propia de la epistemología de

nuestros días. El hombre necesita ser pensado en modo unitario, como un todo integral.
5 Rompecabezas en inglés.
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desde puntos de vista complementarios, delineando un panorama que en la medida en que


es más completo y exhaustivo responde mejor a la pregunta inicial: ¿qué soy? Una
segunda línea parte más bien de la pregunta ¿quién soy? Respuesta: soy yo. En un cierto
sentido, ante esta respuesta no es posible seguir adelante. Al menos no es posible
manteniendo la peculiaridad de la primera pregunta”6.

Conócete a ti mismo
La pregunta por el ser humano es y será siempre una pregunta abierta: un asunto que, al
fin y al cabo, no podemos responder genéricamente, mediante fórmulas predeterminadas.
¿Qué es el hombre? ¿Quién es el hombre? ¿Cómo abordar este asunto? Encontramos la
clave en la célebre inscripción del pórtico de Delfos: Conócete a ti mismo7. Si queremos
una respuesta convincente, es necesario responder en primera persona. Expliquémonos
mediante un ejemplo.

Pensemos en el caso de un anciano cualquiera. Revolviendo entre sus pertenencias y


archivos, un buen día descubre un polvoriento álbum de fotos y, al abrirlo, encuentra
fotografías de su infancia. Probablemente no guarde en sí más que muy vagos recuerdos
de aquel entonces; sin embargo, es capaz de reconocerse inmediatamente a sí mismo en
las imágenes. Quizás, si siga adelante, encuentre algunas otras que lo lleven a hacer
memoria acerca del tiempo de su juventud; más allá de lo evidente, recordará su actitud
de entonces de cara a la vida: las cosas que pensaba, el ímpetu con que actuaba, los sueños
que albergaba en lo profundo. Irá pasando las páginas, enterneciéndose más y más. Traerá
a la mente episodios de aquellos primeros pasos en la vida laboral y de sus felices años
de recién casado: recordará el gozo desbordante que entonces sentía junto a su mujer, la
incertidumbre ante el futuro lejano (que hoy vive y es su presente), las expectativas ante
lo que la vida le depararía más tarde. Se reirá de los errores y torpezas de ayer, añorará
aquellos años cuando aprendía a ser papá, disfrutará de aquel entonces cuando miraba
con miedo y gozo a sus hijos crecer. Este mismo anciano, ahora arrugado y canoso, ahora
abuelo y rodeado de nietos, podrá mirarse al espejo y exclamar: ¡soy yo! El tiempo lo ha
avejentado, los años lo han desgastado, la experiencia y la sabiduría le afloran por los
poros, pero es el mismo de siempre. Muchas cosas han cambiado, pero sabe a ciencia
cierta que hay un yo que permanece.

Así, la pregunta por el hombre es siempre y necesariamente una pregunta por quién soy
yo. El hombre, lejos de entenderse como un problema a resolver, se experimenta a sí
mismo como un misterio a conocer, contemplar y gozar8. Esto es lo que sintieron los
filósofos griegos. Los pioneros en el planteamiento formal de la así llamada cuestión
antropológica fueron precisamente ellos. Ávidos de saber, aún sin perder el respeto por

6 OLAECHEA CATTER, Jorge (2016). La realidad de la persona. Arequipa, Perú: Universidad Católica San Pablo.
7 El ejercicio del auto-conocimiento personal ha sido considerado desde los inicios de la filosofía antigua, y más aún
desde el surgimiento de la psicología moderna, como el primer peldaño de todo camino de introspección.
8 Véase MARCEL, Gabriel (2003). Ser y tener (2º ed.) Madrid, España: Caparros Editores.
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el misterio que los superaba, pusieron en entredicho los contenidos y verdades de los
mitos y costumbres de entonces9. Fuera de aceptar las cosas sin más, se dedicaron a
observar, comparar, discurrir, confrontar, analizar, sintetizar, criticar, proponer, concluir
acerca del universo10 y su origen11. En un ambiente sano y saludable para el hábito del
buen pensar12, valiéndose de su capacidad de asombro y abstracción, los ciudadanos de
la pólis discurrieron acerca del origen y dignidad del hombre13; la verdad y el bien14; las
virtudes, el recto obrar y la felicidad perfecta15; las cualidades de un buen gobernante y
cómo debía de ser una sociedad perfecta16; la amistad, el amor y la belleza17, entre otros.

Su esfuerzo por indagar y escudriñar acerca de sí y la realidad que los circundaba18 pone
de manifiesto un aspecto fundamental de la naturaleza humana: el hombre se siente y sabe
capaz de alcanzar la verdad de las cosas. Buscar la verdad le compete a su naturaleza del
hombre. La curiosidad intelectual del hombre helénico pone de manifiesto aquello que,
siglos después, vendría a afirmar el logoterapeuta Viktor Frankl: el hombre es un ser en
busca del sentido19.

En busca del sentido


Mientras luchaba por sobrevivir en los campos de concentración durante la Segunda
Guerra Mundial, Frankl tomó conciencia de cuán importante es para la persona que se
cuestione acerca del sentido de su vida concreta y asuma la responsabilidad sobre ella. En
aquel ambiente se dio cuenta de que, para ayudar a sus compañeros de prisión a
sobrevivir, tenía que ayudarles a descubrir que su vida tenía sentido, un sentido que
suponía una tarea que debía realizarse y que solo esa persona podía llevar a término. “No
hay nada en el mundo que capacite tanto a una persona en la vida para sobreponerse a las
dificultades internas y a las limitaciones internas como la conciencia de tener una tarea
en la vida”20. Fruto de esa experiencia, pudo concluir que “el hombre se autorrealiza en
la misma medida en que se compromete con el cumplimiento del sentido de su vida”.21

9 Véase MUÑOZ CABREJO, Fernando (1997). Entre el caos y el orden. Rev. de Letras de la UNMSM, 94, 87-101.
10 Véase PLATÓN (1987). Timeo. Madrid, España: Editorial Gredos S.A.
11 “La ciencia contemporánea coincide con las apreciaciones del poeta Hesíodo y las reflexiones filosóficas de

Anaximandro, quienes postularon al Caos, a lo indeterminado, indefinido, ilimitado, indiferenciado como el principio
de lo existente” (ob. cit.).
12 NIETZSCHE, Friedrich (1999). La filosofía en la época trágica de los griegos. Madrid, España: Editorial Valdemar.
13 Véase PLATÓN (1981-1985). Diálogos, I. Protágoras. Madrid, España: Editorial Gredos S.A.
14 Véase PLATÓN (1986-1988). Diálogos, IV. República. Madrid, España: Editorial Gredos S.A.
15 Véase ARISTÓTELES (1985-1988). Ética a Nicómaco. Madrid, España: Editorial Gredos S.A.
16 Ob. cit.
17 Véase PLATÓN (1986-1988). Diálogos, III. Fedro. Madrid, España: Editorial Gredos S.A.
18 Véase MARITAIN, Jacques (1971). Introducción a la Filosofía. Buenos Aires, Argentina: Club de Lectores.
19 Véase FRANKL, Viktor (2004). El hombre en busca del sentido. Barcelona, España: Herder. Si bien es natural que

el hombre se interrogue con especial urgencia acerca del porqué de las cosas en los momentos críticos de su existencia,
tales como los de pérdida, dolor o enfermedad, hemos de afirmar, sin embargo, que esta actitud no es exclusiva de este
período ni está solo reservada a los más sufridos.
20 Ibídem.
21 Ibídem. El autor diferencia entre los sentidos concretos y el supra sentido. Encontrar el sentido de tareas concretas

nos permite ir hallando el sentido último de la vida. Esto solo es posible en la vejez, cuando uno mira hacia atrás.
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Así, podemos constatar que una existencia auténtica es aquella en la que la persona se
toma el atrevimiento de cuestionarse acerca del propio sentido: quién soy, de dónde
procedo, para qué existo, hacia dónde se dirige mi existencia. Estas preguntas, llamadas
fundamentales22, tienen su origen en la necesidad de sentido que desde siempre acucia el
corazón humano. Están presentes en cada hombre y mujer de toda raza, condición, edad,
cultura y credo. Han acompañado al género humano desde el inicio de su caminar y lo
seguirán haciendo hasta el fin de la historia. “De la respuesta que se dé a tales preguntas
depende la orientación que se dé a la existencia”23.

En medio de una época que sufre de una amenazadora pérdida de sentido 24, responder a
las preguntas fundamentales se presenta como una tarea ineludible para todo aquel que
quiera vivir una existencia plena. Quien rehúsa remar más allá, mar adentro, corre el
riesgo de una vida sin horizontes ni esperanzas, de una vida sumida en la desesperación,
la tristeza y el vacío25. “Todo hombre que se contente con la inautenticidad de su
existencia hace traición a la humanidad, rehúsa asumir la trascendencia absoluta de su yo,
se cosifica”26.

Ciertamente, hacerse responsable de la propia existencia es un acto que requiere de coraje.


Explorar en lo íntimo de nuestro yo es un ejercicio arduo y que nos compromete: todo
gran descubrimiento interior nos transforma de raíz y es un llamado a la coherencia en el
obrar. Hacerlo puede llegar a transformar nuestra manera de ver las cosas y a las personas;
puede inclinarnos a renovar nuestra escala de valores y aspirar por ideales nunca antes
pensados; puede movernos a reconsiderar decisiones tomadas y prioridades de vida.
¿Estamos dispuestos?

Encontrar la verdad sobre sí nunca fue un asunto de escritorio. Se asemeja, más bien, a
un deporte de alto riesgo, donde ponemos en juego nuestra vida por algo que
definitivamente vale la pena. Quien escala una cumbre, necesita disponer de las
competencias y el equipamiento adecuado. No es conveniente hacer esta hazaña solo:
mejor es si uno está acompañado. Llegados a la cima, sentimos un gozo inmenso por
haber alcanzado el objetivo. Olvidamos lo difícil de la subida: todo esfuerzo encuentra
sentido. Podemos alzar la cabeza, mirar a alrededor y contemplarlo todo con ojos nuevos.

22 Véase S.S. JUAN PABLO II (2001). Fides et ratio. Lima, Perú: Editorial Salesiana.
23 Ibídem.
24 Véase CALDWELL, Taylor (2007). La era secular. Massachusetts, Estados Unidos de América: Harvard University

Press.
25 “Un indicador significativo de la experiencia de infelicidad en nuestros días: la Organización Mundial de la Salud,

en el año 1999, estimaba un índice de suicidio en el mundo equivalente en promedio a una muerte por suicidio cada 40
segundos, y a un intento de suicidio cada 3 segundos, convirtiéndose, en todos los países, en una de las tres causas
primarias de muerte para las personas entre 15 y 35 años de edad” (Organización Mundial de la Salud [1999]. Figures
and Facts about Suicide. Ginebra, Suiza).
26 LEPP, Ignace (1977). La existencia auténtica. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Carlos Lohlé.
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Persona y dignidad humana


Al responder a la pregunta ¿qué soy?, el hombre se reconoce “miembro de la familia
humana, y se descubre compartiendo con todos los seres de esta familia una naturaleza
común, que deriva de un común origen, y que determina una cierta constitución, unas
ciertas facultades comunes, un modo humano de estar en el mundo, de actuar y de
relacionarse”. Al preguntarse, sin embargo, ¿quién soy?, “el ser humano descubre que en
medio del mundo y dentro de esa familia humana él –o ella– es alguien. Es decir, no se
limita a ser un individuo de este conjunto de seres, sino que su presencia, y el más allá
que esta lleva consigo, es en cierto modo una realidad absoluta, última, indispensable,
irrepetible, insustituible, y hasta cierto punto inefable, sin la cual la misma familia
humana sería diversa, no solo numéricamente sino radicalmente otra. El modo como este
segundo orden o dimensión el existir humano ha encontrado en el desarrollo del
pensamiento una expresión adecuada es a través del concepto de persona”27.

Persona es un concepto complejo. Haremos lo posible por explicarlo con claridad y


sencillez. En primer lugar, ser persona significa “que en mi ser mismo no puedo, en último
término, ser poseído por ninguna otra instancia, sino que me pertenezco a mí” 28. El
hombre se asemeja a una fortaleza impenetrable e imposible de invadir. Nada que venga
de fuera (llámese análisis, violencia, manipulación, sugestión psicológica, intervención
ordenadora) puede irrumpir en sus habitaciones y pasillos. Nada puede entrar en mi yo
más profundo si yo no le abro la puerta. Persona es sinónimo de auto-poseerse.

En segundo lugar, ser persona significa que “el hombre tiene consistencia en sí mismo,
dispone de sí mismo, actúa a partir de sí mismo y tiene que responder por sí mismo”29.
Este ser por sí mismo es el fundamento de su dignidad más alta. Por su propia esencia, el
hombre está situado por encima de todas las cosas: ningún otra creatura comparte
condición tan elevada y sublime como la suya. Lo está de tal manera que exige respeto.
Dado que únicamente el hombre tiene el ser por sí de manera completa o perfecta, lo que
se dice del universo inmenso e insondable puede y debe decirse, con justa razón, de cada
persona humana. En este sentido, puede ser definido como un verdadero microcosmos30.

En tercer lugar, esta auto-posesión determina el punto de partida por el cual la persona
puede ir más allá de sí misma, es decir, trascenderse. El hombre siente un impulso que lo
mueve a salir de sí, a transformar su alrededor en una morada propicia para sí. En tal
sentido, la persona se muestra respecto a la naturaleza capaz de dominarla y transformarla,
más precisamente, de cultivarla31.

27 Ob. cit.
28 GUARDINI, Romano (2000). Mundo y persona. Madrid, España: Ediciones Encuentro.
29 GUARDINI, Romano (1994). Una ética para nuestro tiempo. Buenos Aires, Argentina: Lumen.
30 BASTI, Gianfranco. Filosofia dell’uomo (1995). Boloña, Italia: Ed. Studio Domenicano.
31 GIBU SHIMABUKURU, Ricardo (2008). Unicidad y relacionalidad de la persona. La antropología de Romano

Guardini. Puebla, México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.


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Trascendencia significa para el ser humano superación, crecimiento de sí hacia la verdad


y hacia el bien querido y elegido a la luz de la verdad32. Así, en cuarto lugar, ser persona
significa que el hombre se encuentra orientado hacia el bien y la verdad y encuentra en
ambos su felicidad más plena. “Solo en la realización de la verdad alcanza la persona su
sentido, porque ella está referida por naturaleza a la verdad. Existe para la verdad, como
posibilidad permanente de realizarla. Solo puede existir persona si existe la verdad… La
persona es responsable de la verdad. Persona y verdad están unidas esencialmente…
Todavía más: sin el bien la persona, sencillamente, no puede existir. Personalidad
significa estar referido esencialmente al bien”. En este sentido, el hombre muestra que es
persona por medio de sus acciones virtuosas, perfeccionándose y creciendo en cuanto tal.

En quinto y último lugar, aunque suene a paradoja, hemos de afirmar que el hombre solo
puede realizarse en un acto en el que aparentemente pierde. El hombre es un ser en
relación y se realiza siempre y necesariamente en el encuentro con otras personas. La
persona crece en la línea de la auto-posesión solo en la medida en que ama y se dona a sí
mismo a los otros. En palabras de Romano Guardini, “la persona existe en la forma del
diálogo, orientada a otras personas. Está destinada por esencia a ser el yo de un tú. La
persona fundamentalmente solitaria no existe… El hombre no existe para sí [mismo],
sino referido a [otro], arriesgado a lo otro. Es él mismo, y lo será cada vez más,
arriesgándose a no ser él, viviendo en referencia a algo que justifica ese riesgo”33. Ser
persona significa amar34.

Conclusión
En resumen, responder a la pregunta antropológica es sumamente importante para una
existencia auténtica. El hombre es un ser en busca del sentido, un misterio que ansía
conocerse. ¿Qué soy? Soy un ser humano. ¿Quién soy? Soy yo, soy alguien, soy persona.
Ser persona es auto-poseerse; es la dignidad de ser-en-sí; es trascenderse y cultivar el
mundo; es realizarse en la verdad y el bien; es donarse a otros.

32 Ob. cit.
33 Ob. cit.
34 Sobre el amor, escribe al respecto Karol Wojtyla: “El amor arranca a la persona de esa intangibilidad natural y de

esa inalienabilidad, porque hace que la persona quiera darse a la otra, a la que ama. Desea dejar de pertenecerse
exclusivamente para pertenecer también a otro. Renuncia a ser independiente e inalienable. El amor pasa por ese
renunciamiento, guiado por la convicción profunda de que no supone para él empobrecimiento sino, por el contrario,
un enriquecimiento y una expansión de la existencia de la persona… Salir de sí mismo para encontrar en otro un
acrecimiento del ser” (WOJTYLA, Karol [2011]. Amor y responsabilidad. Madrid, España: Ediciones Palabra). Y en
la medida en que es “auténticamente personal, el amor busca el verdadero bien común, que se convierte en elemento
determinante y constitutivo de la comunidad, del nosotros humano en sus diversos niveles” (WOJTYLA, Karol [1998].
Persona: sujeto y comunidad en El hombre y su destino. Ensayos de antropología. Madrid, España: Ediciones Palabra).

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