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La alegoría

medieval
Francia, siglos XII y XIII

Presentación realizada por Lidia Amor para la cátedra de Literatura Europea


Medieval
La alegoría no es más
que un espejo que traslada
lo que es con lo que no es,
y está toda su elegancia
en que salga parecida
tanto la copia en la tabla,
que el que está mirando a una
piense que está viendo a entrambas.
 

Pedro Calderón de la Barca, El verdadero dios Pan.


¿Qué es la alegoría medieval?
Existe en la Antigüedad dos definiciones de alegoría.

Una proviene estrictamente de la retórica: metáfora prolongada.

La otra, más general, es la que retendrá la Edad Media: la alegoría


es una figura que, a partir de una cosa, se significa otra cosa
de lo que se dice. Es la definición de Heráclides Póntico (IV a.C.),
retomada por San Agustín, por Isidoro de Sevilla y por Beda el
Venerable.

Más que la primera, puramente gramatical, esta alegoría es sensible


a su valor hermenéutico.

Esta concuerda, por ende, con su utilización primera como método


de exégesis medieval.
Buscar en las Escrituras Santas un sentido segundo es un procedimiento
al cual invitan las parábolas de Cristo y la interpretación que da él mismo
del sembrador.

Desde la época patrística, con Orígenes, San Jerónimo, San Agustín, la


búsqueda del sentido segundo fue formalizada de manera que pudiera
constituir el núcleo del razonamiento exegético.

Se considera, desde entonces, que cada pasaje de la Escritura posee


cuatro sentidos: literal, alegórico o espiritual, tropológico o moral y
anagógico, relacionado con la escatología (el discurso del fin de los
tiempos). En la Edad Media se emplearán preferentemente los tres
primeros, ya que el sentido anagógico tenderá a confundirse con el
sentido alegórico. Los sermones y los comentarios universitarios de la
Biblia sustentan sus discursos sobre la elucidación sucesiva de los tres
sentidos.

En consecuencia, desde el maestro en teología hasta el más simple de


los fieles, quien semana tras semana escucha la homilía dominical, están
acostumbrados a buscar detrás de la letra un sentido segundo.
La exégesis bíblica constituye un modelo sofisticado, una teoría de
los sentidos y una práctica de la interpretación, atestiguado en
numerosos comentarios, frente a la cual la literatura alegórica en
lengua vernácula compite pero de la que, asimismo, recupera los
procedimientos y hasta los temas.

A pesar del anatema de los teólogos, para quienes la alegoría


profana no es portadora de verdad (la letra en ella es “fábula” y no
“historia”), los autores proclaman la dignidad de sus
emprendimientos y encuentran en la alegoría una salida al dilema
de la ficción literaria, “mensonge véritable” (mentira verdadera).

La escritura alegórica conserva su doble orientación: heredera de sus


orígenes retóricos y teológicos: creación de un texto a partir de una
metáfora que se continúa en una red de figuras subordinadas a la
transferencia inicial, reinterpretación de un texto ya existente
considerado como la codificación o transcripción de un sentido
escondido.
El Roman de la Rose y la lectura alegórica

El Roman de la Rose no solo permite sino que exige este tipo de


lectura, de otro modo, no existe el sentido. El principio de la doble
lectura se torna necesario por la separación de las ideas y de las
imágenes en dos series paralelas de las cuales la primera no está
dada por el sentido habitual de la palabra (el significado de la
lengua) sino a través de una deducción nueva y original.

Los personajes no existen sino en relación a esta transposición de


ideas en imágenes. La alegoría combina estrechamente el
procedimiento de la personificación con el de la invención alegórica.

En este roman existe una metáfora directriz, la búsqueda de la Rosa,


cuyo símbolo resume, sin mayores dificultades, el movimiento del
deseo amoroso. La rosa representa la belleza que hace nacer el
deseo, orienta la pasión, reina sobre la vida del enamorado. De esta
manera, el cuento de aventuras, que sigue al joven que parte a la
conquista de la rosa, es la figuración de una enseñanza que presenta
el modelo del comportamiento amoroso. El prólogo nos anuncia que
el arte de amar está “encerrado” en este libro.
Sintética historia de la
literatura alegórica francesa
En Francia, una nueva poesía alegórica en lengua vernácula aparece
entre 1180 y 1240; el Conte du Graal de Chrétien de Troyes, en el
apogeo del roman artúrico, por un lado, y el Roman de la Rose, esta
suma de las convenciones corteses, por el otro, serán los límites
temporales a la historia del género alegórico.

Esta época, en efecto, es testigo de una evolución decisiva de la


literatura vernácula: en el proceso de laicización, se adoptaron,
progresivamente, en el plano literario y profano, los procedimientos que
la interpretación de los diversos sentidos de las Sagradas Escrituras
había desarrollado en alto grado.

Se pasó gradualmente de una explicación alegórica estrechamente


vinculada al texto a una poesía religiosa de forma alegórica que empleó
la distinción entre “espíritu” y “letra” (correlativa a la de senefiance :
semblance) para dar al dogma cristiano una representación en
imágenes.

Finalmente, se llegó al libre uso de los procedimientos en cuestión, y la


poesía profana terminó generando puras fábulas alegóricas que dejaban
en el lector la libertad de buscar, por sus propios medios el significado
(senefiance) del texto leído.
Esta evolución puede seguirse paso a paso en los textos de la época:

• 1180: aparición de las primeras paráfrasis del Pater Noster, Cantar de


los Cantares y los salmos en lengua vulgar.

• principios del siglo XIII: Raoul de Houdenc y su Songe d’Enfer.


Recurre al tema del viaje al más allá y lo adapta a una sátira que hace
de su tiempo. La alegoría ya no es interpretada de manera parenética;

• 1220-1230. Los textos de Guillaume le Clerc, Renclus de Moiliens,


Roberto Grosseteste y toda una serie de obras donde se desarrollan
temas puramente alegóricos, como Les Quatre filles de Dieu o el
Château d’Amour.

• 1225 - 1230. Roman de la Rose de Guillaume de Lorris

• Hacia 1234. Huon de Méry y su Tournoiement de l’Antechrist retoma


la tradición de la Psychomachia.
Existen dos tradiciones de literatura alegórica muy diferentes.

• Una se remonta a los grandes poemas latinos sobre el tema de la


guerra o el matrimonio, y buscan resumir una enseñanza filosófica:
así la Psychomachia de Prudencio y el De nuptiis Philologiae et
Mercurii de Marciano Capella.

Entre 1225 y 1235 poetas como Henri d’Andeli, Raoul de Houdenc et


Huon de Méry adaptan esta tradición mediolatina al francés.

• La otra tradición es la del roman artúrico que, desde Chrétien de


Troyes, utiliza hábilmente ciertos temas simbólicos: el vergel, la
fuente, el castillo. El Conte du Graal, por el papel central que reserva
a la escena simbólica, abre la vía al roman alegorizador, construido
como una serie de parábolas, como la Quête du Saint-Graal.

Combinando las dos tradiciones, el Roman de la Rose sistematiza el


empleo de la alegoría narrativa. Una reflexión sobre las escenas del
roman deriva del carácter “maravilloso” de las imágenes y de los
acontecimientos. Visiblemente, el relato, que es imposible de tomar al
pie de la letra, intenta decirnos otra cosa. Implica una doble lectura que
busca detrás del “decir” increíble un “querer decir” más verosímil.
Personificaciones

La Antigüedad ofrecía numerosos ejemplos de personificaciones que


no responden al tratamiento literario de la alegoría pero que juegan
en ella un papel fundamental. Las divinidades del paganismo son,
con frecuencia, personificaciones de realidades concretas o de
nociones abstractas.

Hacia fines del siglo IV, en la obra de Claudiano, el último gran poeta
pagano, las abstracciones no son sino los actores de una
psicomaquia, guerra intestina que libran las virtudes y los vicios en
el alma. Psychomachia es también el título mismo de la obra, casi
contemporánea, del cristiano Prudencio (siglo V).

Finalmente, la obra del pagano Marciano Capella (siglo V), Las


nupcias de Mercurio y Filología, descansa enteramente sobre la
puesta en escena de personificaciones.
El siglo XII, época de gran actividad intelectual y de redescubrimiento
de la filosofía, ve florecer, en el ámbito de la latinidad, varias obras
cuyas ambiciones especulativas se expresan a través de argumentos
concretos, fundados en la puesta en escena de abstracciones
personificadas.

Hacia 1150, el De mundi universitate o Cosmographia de Bernardo


Silvestre pretendía explicar la creación del mundo y del hombre
mediante el modelo cosmológico platónico del Timeo y sus
comentarios.

Entre 1160 y 1180, Alano de Lille escribe el De planctu naturae y el


Anticlaudianus (en el que el autor intenta bosquejar el retrato del
hombre ideal en respuesta al del hombre diabólico presentado por
Claudiano en su In Rufinum)

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