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i\lario iVlenéndez Femández (Coordinador)

Antonio Fernández Fernández

Eduardo García Sánchez

José i\1anuel lVIaíllo Fernández

lVIartÍ i\1as Cornellil

Alberto Mingo Álvarez

Joaquín Panera Gallego

José iVIanuel Quesada López

Susana Rubio Jara

PREHISTORIA

Y PROTOHISTORIA

DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Tomo I

UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA


UNIDADES DIDÁCTICAS (44304UDIIAOl)
PREHISTORIA y PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Tomo 1

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DE EDUCACIÓN A DISTANCIA - Madrid, 2006

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© Mario Menéndez Fernández, Antonio Fernández Fernández, Eduardo García


Sánchez, José Manuel MaíDo Fernández, Martí Mas Camella, Alberto Mingo
Álvarez, Joaquín Panera Gallego, José Manuel Quesada López, Susana Rubio Jara.

ISBN (O.c.) : 84-362-5301-9

ISBN (Vol. 1): 84-362-5302-7

Depósito legal: M. 40.329-2006

Primera edición: octubre de 2006

Impreso en España - Printed in Spain

Compuesto e impreso en Femández Ciudad, S. L.

Coto de Doñana, 10. 28320 Pinto (Madrid)

INDICE

Introducción ........................................................................................ 17

Tema 1. Historia de la Prehistoria española ................................ 21

1. Introducción .......... :........................... .. ......... .. ........................ 23

2. Los inicios de la Prehistoria........................................ ........... 25

3. La institucionalización de la Prehistoria (1900-1936) ......... 31

4. La paralización de la investigación (1940-1960) .................. 37

5. La reactivación de la investigación prehistórica .................. 40

6. La renovación de la Prehistoria española ............................. 44

7. Bibliografía ............................................................................. 46

Tema 2. El Cuaternario: paleoambientes y paisajes ................... 51

1. Introducción ....................................... .................................... 53

2. Defullción, cronología, delimitación y subdivisión del cuater­


nario .......... .... ..... ..................................................................... 56

2 .1. Definición ........................................... ............................ 56

2.2. Cronología cuaternaria ...... ............................................ 59

2.2.1. Cronología clásica glaciar .................................. . 59

2.2.2. Los Estadios Isotópicos del Oxígeno (OIS) ....... 63

2.3. Delimitación del Cuaternario: ¿Cuándo empieza el

Cuaternario? ............. .. .................................................... 67

2.4. Subdivisión del Cuaternario .......................................... 70

8 PREHiSTORIA Y PROTOHISTORlA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

2.4.1. La división del Pleistoceno ................ ................. 71

2.4.1.1. El límite Pleistoceno inferior/Pleisto­


ceno medio .......... .. .. .............................. 71

2.4 .1.2. El límite Pleistoceno medio/Pleisto- '

ceno superior ...................... ...... ............ 74

2.4.1.3. La subdivisión del Pleistoceno supe­


rior ........ .... ................... .. ........................ 76

2.4.2 . La división del Holoceno .. ...... ............................ 77

3. Causas de la valiabilidad climática del cuaternario ............. 79

3.1. Los ciclos de Milankovitch ............................................ 80

3.1.1. La precesión de los equinoccios .............. ........... 81

3.1.2. Variación de la inclinación del eje terrestre (ciclo

de la oblicuidad) ......................... ................ .... ..... 82

3.1.3. La excentricidad de la órbita terrestre ............... 85

3.2. La circulación oceánica y su influencia en el clima te­


lTestre ... .................... ... .... .... ....... .. ....... ...... ................ .... .. 87

3.2.1. La circulación oceánica del Atlántico en la ac­


tualidad ............ . .................... .. .................. ... ...... .. 87

3.2.2. La circulación atlántica durante las elapas [rías

pleistocenas y variaciones del nivel marino.... ... 89

3.2.3. Ciclos Heinrich y Oscilaciones cálidas OID ....... 91

4. Los biomas de las etapas frías y cálidas .. ........................... ... 95

4.1. Las variaciones latitudinales de los biomas europeos

durante el Cuaternario ...... .... ........ .................... .... ...... ... 99

4.2. La vegetación durante las oscilaciones del Pleistoceno

superior........ ...... ........................ .. ................................... 109

4.3. Los mamíferos del Cuaternario en Europa .................. 112

4.3.1. Las faunas terrestres de la transición Plioceno­

Pleistoceno...... .... ...... ..... ........ .. ...... ...................... 115

4.3 .2. Los eventos Elefante-Caballo y Lobo: la confi­

guración de las comunidades de mamíferos eu­


ropeos del pleistoceno inferior ........................... 117

4.3 .2.1. Especies de procedencia asiática ......... 119

4.3.2.2. Especies de procedencia africana .. ...... 120

4.3.2.3. Especies europeas del Plioceno final

con continuidad en el Pleistoceno ....... 120

íNDICE 9

4.3.3. Los biomas del Pleistoceno inferior en la Eu­


ropa meridional ..... ..... .. ...... ... ... .. .... ....... .. ............ 121

4.3.4. Los mamíferos europeos del Pleistoceno medio. 122

4.3.4.1. Mamíferos que evolucionaron local­

me nte en Europa durante el Pleisto­


ceno medio .. ..... ......... .. .. ...... ........ ... ,.. .... 125

4.3.4 .2. Mamíferos que penetraron en Europa

dmante el Evento Galeriense ............... 126

4.3.5. Las faunas europeas del pleistoceno superior

y el holoceno ................... .. ....... ... .... ... ... ...... .... ..... 129

4.3.6 . La «Estepa del Mamut »: El bioma predominan­

te en la Emopa templada y meridional duran­

te el Pleistoceno medio avanzado y el Pleisto­


ceno superior .. ... .......... ....... .. ...... ......... .... ... ... .... .. 133

5. Recapitulación .. ... ... ...... .. ... .. .............. .. ............ ........ .............. . 137

6. Bibliografía .. ... ............................................................ ........ .... 138

Tema 3. Paleolítico inferior (1): El Paleoiitico inferior arcaico

y los primeros poblamientos peninsulares ..... .... .... ...... 143

l. El Paleolítico inferior: Problemas, límites cronológicos y

subdivisión interna .... .. .... ............. .................... ..... ... .. ......... ... 145

1.1. Problemática del estudio del Paleolítico inferior ... ... .. . 145

1.2. Límites cronológicos del Paleolítico inferior ...... .......... 147

1.3. Subdivisiones internas del Paleolítico inferior ....... ..... . 148

1. 3.1. Paleolítico inferior arcaico ....... .. ........ ... .. ........... 151

1.3.2. Paleolítico inferior clásico ... ... ... ......... .. ..... .. .... ... 153

2. El Primer poblamiento de la Península Ibérica ...... ....... ....... 156

2.1. El primer poblamiento de Eur opa : Los de bates ac­


tuales ........................................ ............ .. .......... .. .......... ... 156

2.2. El Poblamiento más a ntiguo de la Península Ibérica .. 161

2.2.1. La subsistencia de los pobladores peninsulares

m ás antiguos. .. .. ........... .. .................................. .... 161

2.2.2. Rutas migratorias del poblamiento más anti­


guo de la Península Ibérica .. ........ ...... .... .. ..... ...... 163

2.2.2.1. Los reemplazos de fauna .... .. ... ... ..... .. ... 163

2.2.2 .2. El Estrecho de Gibraltar .. .... .. .. ... .. ..... ... 165

10 PREHISTORIA Y PROTOHISTORlA DE LA PENíNSULA IBÉRICA

2.2 .2.3. Las industrias líticas arcaicas de la Pe­

nínsula Ibérica en el contexto de Eu­


rasia ................................... .. .......... .. ...... 167

2.2.2.4. La encrucijada de Próximo Oriente y la

ribera septentrional del Mediterráneo. 168

2.2.3. ¿Quiénes fueron los pobladores más antiguos

de la Península? ............. ... .. ........ .... ....... ... ..... ...... 171

2.2.4. La interrupción del poblamiento más antiguo

de la Península Ibérica ....... .. ....................... .. ...... 172

2.3. Horno antecessor y el segundo poblamiento de la Pe­


nínsula Ibérica .............. ... ..... ........................... ............... 173

2.3.1. Cronología del segundo episodio de pobla­


miento europeo ..... .. ....................... ..................... 174

2.3.2 . ¿Quiénes fueron estos pobladores peninsulares? 175

2.3.3. El origen geográfico de las poblaciones de Horno

antecessor ........... .. .... .. .... ......... .. ....... .. .. ................ 178

2.3.3.1: El origen geográfico que indican los

restos humanos ..................................... 178

2.3.3.2. El origen geográfico que indican las

industrias líticas .. .. ............ .. .......... .. ...... 179

2.3.4. Ruta migratoria del segundo episodio de pobla­


miento peninsular ................ ...... ............. ....... .. .. . 180

2.3.5. La economía de Horno antecessor ........ .. ............ 185

2.3.6 . Una nueva interrupción en el poblamiento

europeo ......... ...................... ..... ............................ 185

3. Recapitulación .. ................................................... .. ................. 186

4. Bibliografia ........................ .. ................ ....... .. .. ........................ 188

Tema 4. Paleolítico inferior (11): El Paleolítico inferior clásico

en la Península Ibérica ..................... .. .............................. 193

1. Un nuevo poblamiento de Europa ...... .. .......................... .. .... 195

2. Variabilidad del Achelense europeo ...................................... 197

3. Cronología y subdivisión del Achelense en la Península Ibé­


rica ...... ..... ................. ...... ...................... ... ........................ ........ 204

4. Distribución geográfica del Achelense peninsular ............... 208

5 . Economía y subsistencia de los grupos humanos del Pa­


leolítico inferior clásico .............................................. ...... ...... 215

h I )I('E _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __ _ _ __ _ _ _ _ _~1__=_1

6. Las poblaciones europeas del Pleistoceno medio y la apari­


ción de los neandertales ..... _. ........ ........... ........ ... ........ ..... ....... 219

6.1. Neandertales y Homo sapiens, ¿dos especies diferentes? 220

6.2. La aparición de la morfología neandertal ..................... 222

7. El final del Achelense y la transición al Paleolítico medio .. 225

i'\. Recapitulación ... ...... ......................................... ........... ........... 227

'J. Bibliografía ............................................. ............ ....... ..... ........ 229

kllla s. El Paleolítico medio en la Península Ibérica ............... 233

l . Lntroducción ...................................................... ............ .. ....... 235

") Cronología del Paleolítico medio en la Península Ibérica '" 236

.\. 1~1 Neandertal ............................................. ............................. 237

4. Caracterización industrial del Musteriense .. ..... ... ................ 241

" Dispersión geográfica del,Musteriense ................................. 248

('. Su bsistencia ................ .......... ..... ............. ........ .... .... .......... ...... 250

"/. Estructuras .................. .......... ................. ...... .. ... ........ ...... ... .. .. 252

K. El Musteriense final .................... .... ....................................... 255

(.l. ~ibliografía ............................................................................. 258

11-111;1 6. El final de los Neandertales y el Paleolítico superior

inicial en la Península Ibérica.................... ...... ........ ....... 265

l. Introducción ........................... ... ............................................. 267

:. J.a Transición Paleolítico medio-superior en la Península

11¡0rica ........................................................... ... ...................... . 268

2. l. Cornisa cantábrica .............. .. ......................................... 270

2.2. Cataluña .......................................................................... 279

2.3. Resto de la Península Ibérica .. .. .................................... 280

2.4. Síntesis ...................... .. ........... ...... .. .... ... .......................... 281

l. I,~I P:tleolítico superior inicial (Auriñaciense y Gravetiense). 282

1. 1. El Auriñaciense .............................................................. 282

.',. 2. El Gravetiense ....................... ....... ............... .. ............... .. 290

\ ... ~. Subsistencia ................. .. ............... .... .............. .. .............. 295

\.4. E.sLructuras de habitación .............................................. 296

.'.'-l. ResLos humanos ......................................... ......... .. ..... .... 297

,l . Bibliografía .... .. ....... ......... .............. ... ...................................... 304

12 PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRlCA L ' jlli I

Tema 7. El Paleolítico superior medio: el Solutrense ' .......... .. ... 307


·L 1'", I \ 1111 " il

.1,1 ~, l¡tl 1
l. Introducción ............................... ............................................ 309

',1
1.1 . Presentación .................. ................................................. 309 ., ¡\¡ 1 I

1, 1\ 111I

1.2. Dispersión geográfica ..................................................... 310 ,1,J, M : III


4, ~,\ ~ I t
2. Cronología.. .............. ............................................................... 313

3. Caracterización indus trial .............. .. ..................................... 316 l'


1 ( '''llVI'ld'

b, Ilillli"f'l ;1

3.1. Cornisa cantábrica ............................................. .. .......... 316

3.2. Región mediterránea ...................................................... 319

3.3. Portugal ... ........................................................................ 325


•1't'lIl1l 10 . A.·ll' I
3.4. El interior de la Península Ibérica ................................ 331

lítko
4. Subsistencia ................. ... ........ .......................................... ...... 333

5. Estructuras de habitación ...................................................... 337


1, ('1'111\1,11 ,¡'

6. Restos humanos .............. ................ ..................................... .. 339


I'kil

7. Bibliografía ... ..... .. ..... ..... ........ ............ .. ......................... .... .. .... 347
I , l. I.'~ 1 ~,

1,2, 1;,1 ~

1. ~. 1;.1 ~,

Tema 8. El Paleolítico superior fmal: El Magdaleniense ........ ... 349

2. Disll'ihlh
IWIl í IISII L
l. Introducción ............................ ............................................... 349

2. Historia de la Investigación ................................................. .. 350 2.1. Rcg

3. Características generales ........................................................ 354 2.2. El 1

4. Las poblaciones peninsulares y su cultura material ......... ... 355 IlIg;

2.3. FI~
4.l. El Magdaleniense cantábrico ............................... ......... 357

4.2. El Magdaleniense mediterráneo .............. ............... ....... 365


2.4. El 1

4.3. Otras zonas peninsulares ............................................... 368 3. Princ:ipa

5. Economía y subsistencia ........................................................ 368 3.1. [':1 cl

6. El gran desarrollo artístico .................................................... 372 3.2. La


I
7. Bibliografía ............................................................................. 374 3.3. La \

3.4. El e
4. Bibliogl';
Tema 9, Arte rupestre paleolítico (1): Soportes, técnicas y te­
mática .................................................................................. 377

Tema 11. Arte


l. El pensamiento simbólico y el primer arte .................... ....... 379

2. Historia de la investigación .... ............ .. .. ............................... 380 l. Arte ll1 LH

3. Soportes y técnicas .............................. ..... .......... ....... ............. 384 2. Soporte,

3.1. Soportes .......................................................................... 384


2.1. Sor
3.2. Técnicas .......................................................................... 387
2.2. Téc
:NíNSULA IBÉRICA INDICE 13

­ ~
............... . 307
4. Temática .... ... ... ... ................... ........... ................ .................. ..... 392

4.1. Signos ...... .. ............ ............ .. ........................ .... .... ............ 392

309

4.2. Animales ........ .. .... ..... ..... ........... ...... ...... .... ... ... .. ... ......... .. 395

309
4.3. Antropomorfos ... .. .. ....... ......... ........... .. .. ... ... .. .. ..... ......... . 396 .

310
4.4. Manos ...................... ......... .... ..................... .... .......... .. ...... 397

4.5. Seres híbridos ................................................................. 398

313

316
5. Concepto de santuario de A. Leroi-Gourhan ........................ 400

6. Bibliografía .... .. ......... ................ .............................. .... ........... . 404

316

319

325
Tema 10. Arte rupestre paleolítico (11): El arte rupestre paleo­
331
lítico de la Península Ibérica
333

337
1. Cronología del arte rupestre paleolítico de la Península Ibé­
339
rica ..... .. ...................................... ..... .................... .............. .. .. ... 409

347
1.1. El sistema de H. Breuil ...... .... .. ........................ .......... .... 410

1.2. El sistema de A. Leroi-Gourhan ........................ ........ .... 411

1.3. El sistema de F. Jordá ........ ...... ........ .... .... ...................... 413

nse .......... . 349

2. Distribución geográfica del arte rupestre paleolítico en la

.. .. ... .... .... ... 349

península Ibérica.... ...... .......................................... ... .. ....... ... .. 416

........... ....... 350


2.1. Región Cantábrica ............ .. .... ........................................ 417

.. .. .............. 354
2.2. El Interior Peninsular (Mesetas y Extremadura) y Por­
ial ............ 355
tugal ....... ....................... ..... ... .. ...... ... ...... ...... .. .. .. ...... .. ..... 425

2.3. El Sur Peninsular (Andalucía) ................ .. ..... .......... ...... 429

.... .... ........ .. 357

2.4. El Levante Mediterráneo y el Valle del Ebro ................ 432

.................. 365

.................. 368
3. Principales interpretaciones del arte paleolítico ............ ...... 433

.. ................ 368
3.1. El arte por el arte .... ............ ...... ............ ................ .. ....... 434

... .............. . 372


3.2. La magia de la caza y la fecundidad ............................. 435

.......... ........ 374


3.3. La visión estructuralista. La teoría de Leroi-Gourhan. 436

3.4. El chamanismo ..... ........... ..... .. ....... ....... .............. ... ......... 438

4. Bibliografía ... .. ... ........ ................. oo.................................... ...... 443

nicas y te­
377

Tema 11. Arte mueble paleolítico ..... ... .. ...... .. ........ .. .. .... .. .... .......... 445

379

380
1. Arte mueble y arte rupestre ............ ...... .. ........ ............ ........... 447

384
2. Soportes y técnicas ...... .. .. ...... ........ .. .......... ....................... ...... 447

384
2.1. Soportes .............. .... .... ...... ...... .. ......... ........ ... ..... ........... .. 448

387
2.2. Técnicas .... ......... .. ......... ... ..... .. ....... .......... ........ .......... ..... 454

14 PREHISTORIA Y PROI'DIUSTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

3. Temática .................................. ...................... ...... .. ..... ......... .... 451

4. Distribución geográfica ................................... ...... .... .. .... ...... . 455

4.1. Región Cantábrica ............................ .................... .. ........ 455

4.2. El interior peninsul.ar (mesetas y Extremadura) y Po r­


'1 tugal ............................................ ...... .... .... ... ..... ... ...... .... . 463

4.3. El sur peninsular (Andalucía) .......... ...... .... .. .......... .. .... .. 465

4.4. El Levante mediterráneo y el Valle del Ebro ................ 466

5. Breves apuntes interpretativos .. ..... .. ........... .. .. ................ .. ... . 469

6. Bibliografía ........ .. .. ............. .. .. .... ...... .. .......... ...... .... ... ....... ...... 470

Tema 12. El Epipaleolítico y Mesolítko: Zona cantábrica y

litoral atlántico .. ...... ........ .... .. .... .... .... .. .. ....... ..... ... .. ... ..... . 473

1. El Aziliense .... .. ....... .. ...... .................. .. .... ... .. .................... .. .. ... 475

1.1. Historia de la investigación .. ...... .. ... ... ... ....... ..... .. ... ..... .. 475

1.2. Dispersión y cronología ...... .. ...... .... ............. .. ...... .......... 476

1.3. La industria lítica ............ ..................... ......... ................ . 479

1.4. Laindustriaósea ... .. .... .............. ................. ... .............. ... 481

1.5. Los medios de subsistencia ........ ... .............. ... .... .... .. .. ... 485

1.6. La sociedad ...... ....... .. ........... .......... .. .. .. .................... ... .. .. 487

1.7. El arte .................................................................... .. .... .... 489

2. El Postaziliense oriental.......... ........ ................ ......... .. .. .......... 490

2.1. Las industrias ......................... .. ...................................... 490

2.2. Los medios de subsistencia ........................................... 491

3. Los concheros asturienses .................................................. ... 493

3.1. Dispersión y cronología ................................................ . 493

3.2. La industria lítica y ósea ............................................ .. .. 495

3.3. Los medios de subsistencia ........................................... 496

3.4. La sociedad ..................................................................... 498

4. Los concheros portugueses..... ............... ............. ... .. .. .. ...... .... 502

4.1. Dispersión y cronología ................................................. 502

4.2. Los asentamientos .......................................................... 504

4.3. Las industrias .................................................... .. .......... . 505

4.4. Los modos de subsistencia ................................. ........... 506

4.5. La organización social....................... ......... ... .. ........ .. .... 509

s. Bibliografía .................. ........................... .... .. ..... .. ... .... ... ... ...... 512

í~'DICE 15

'rema 13. El Epipaleofitico y Mesolitico: Región mediterní..nea . 515

1. Epipaleolítico microlaminar ..... ............. .............. .................. 517

1.1. Dispersión y crorw·l ogía .... 0........... .. ............. .................. 517

1.2. Las facies industriales ......... ..... ...... ...................... .......... 519

1.3. Los medios de subsistencia ............. .. ..................... .. ..... 523

1.4. La sociedad .......... ..... ..... .... ............... ............ ... ......... ...... 525

2. Epipaleolitico Pleno: El Mediterráneo ....... .... ..... ... ............ ... 527

2.1. Dispersión y cronología ..... ..... ................. .. ....... ....... ...... 527

2 .2. El EpipaleoHtico geométlico .. ......... .. ....... .... ................. 528

2.3. El Epipal-eoiítico de denticulados .... .... ....... .......... .. ... .... 533

2.4. Los medios de subsistencia ..... .... .................................. 535

2.5. La socied.ad .............. ........................... .... .................. ... ... 535

3. Epipa leolítico Pleno: La cuenca dd Ebro ............................. 537

3.1. Dispersión y cronología ...... ... ...... ....... ..................... ...... 537

3.2 . Las industrias .... ,............................................................ 538

3.3. Los medios de subsistencia ....................... .................... 540

3.4. Tenitoriaiidad y movilidad ......... ...... .. .................. ....... .. 542

4 . Bibliografía .. ..................... ..... .. ...... ........ .. ........ ..... .................. 545

'lema 14. Arte Postpaleolítko: Levante y Sur '" ......... ............ ... ... 549

1. Introducción .... ............. ......................... ........ .. ................... .. .. 551

2. Historiografía ..... .. ...... ..... .................. .... .. .. .. .... ............ ........ ... 552

3. Soportes, temática y composiciones ... ............. ....... ... .. ......... 553

4. Técnicas de ejecución ........................................ '" ... .... ... ... ... .. 557

5. Distribución geográfica ................................................... ... .... 558

6. Cronología e interpretación .... .... ......... ........ ..... .... ... .............. 562

7. El extremo sur peninsular...................... ... ....... ........ .............. 566

8. Bibliografía ...... ......... ...... ........... .... .. ....... ................... ..... ....... . 570

.. - .._- -"' .. _-~---------------------


TeIna 2

El Cuaternario: pal€ D arnbientes y paisajes

Antonio Fcrnández Fernández

Eduardo García Sánchez

L lJ"rrRODUCCIÓr\
, en el. cual nos encontramos, es un peque­
I J último periodo geo{ógicoo
"" ~IISpirD de 1,8 mmones de años (1,8 Ma) en una historia geológica de
, '0;00 millones. Sin embargo, este breve periodo denominado Cuaterna­
111', l'S la etapa más conocida desde los puntos de vista geológico y geo­
l'l"d'ológico. Las variaciones climáticas acaecidas a lo largo del Cuater­
1\. I ,i (l -hecho que, por otra parte, siempre ha acompañado a la historia

/,( ',)Iúgica del Planeta- han dejado múltiples testigos geomOlfológicos que
I }I 'lTlliten reconstruir los paleoambientes del pasado.

Las tres principales características que definen el Cuaternalio son:


l o Variación climática con alternancia de periodos {ríos y secos (glaciares)
v periodos templados y húmedos (i1lterglaciares).

La TIelTa ha conocido a lo largo de su historia geológica lila gran varia­


bilidad climática, incluyendo cambios sustanciales en la composición
química de su atmó sfera. La alternancia climática y sus evidentes con­
secuencias (geomorfológicas, biogeográficas, oceanográficas, etc.) no es
privativa del Cuaten1ario. Pero éste es el peliodo que más vestigios ha
dejado para poder estudiar sus variaciones climáticas. El motivo de esta
profusión de «datos geomorfológicos y ambientales » es, simplemente,
la «juventud» geológica de sus testigos sedimentarios-geomorfológicos,
puesto que los procesos erosivos más modernos no han podido borrar
completamente las huellas de la morfogénesis cuaternaria. Esta regla es
aplicable dentro del mismo Cuaternario y, por lo tanto, el conocimien­
to es mayor para las etapas más modernas que poa ra las antiguas.
J La variabilidad climática y su injluencia en los paisajes: los sistelnas
1110rfogenéticos)' las fonn aciones vegetales.
Los distintos ambientes climáticos que se han sucedido en el Cuater­
nario han dejado su huella geomorfológica-sedimentaria en el relieve
S4 PREHiSTORIA Y PROTOHISTORIA DE LA PE!\fÍNSULA mÉRlCA

(figura 2.1). Los depósitos sedimentarios cuaternarios, al ser más


recientes y, por lo tanto, menos consolidados y litificados, se d:~feren­
ciaban fácilmente de los depósitos terciarios, sobre los cuales seapo­
ya:ban. Esta observación geomorfológíca fue el primer criterio paTa
establecer la existencia del Cuaternario, como un periodo diferente y .
más reciente que el Terciario.

FIGURA 2.1 . Reconstrucción del paisaje de las Lagunas de Ruidera (Ciudad Real).

A: Estadios isotópicos impares. 8: Estadios isotópicos pares. (Modificado a partir de

Gonzólez Martín, 2001).

I ~L CUATER?>:,W.JO PA"LEOAMBIENTES y PAISAJES 55

A las etapas frías cuaternarias se asocian dos sistemas morfogenéti­


cos: el ghciar y el periglaciar. Los periodos cálidos han dejado huelLas
sedimentarias muy evidentes en forma de tobas o travenin()s. Igual­
mente, la morfogénesis fluvial reprodujo las variaciones de caudal
inherentes a los cambios pluviométricos. Estas yariadones han dado
lugar a depósitos fiuvi.a1es, que han sido críticos y fundamentales en
la historia del estudio del Cuaternario, como puede observarse en la
figura 2.1 que representa la evolución paisajística de Ruidera (según
González Martm, 2D01).
Por úhimo, los paisajes vegetales reflejaban fielmente las condiciones
climáticas, dando lugar a una sucesión de bi.omas en función de las
características dimáüc¡ls.
J. La Evolución Hwnana: el proceso de aparición de los hUlnanos anató­
lnicamente nwdernos.

°
Los homini·dos y los primer'os pasos de la Antmpogénesis configw.­
ración del ser humano, se sitúan temporalmente fuera de l051ími;tes
del Cuaternario. No obstante, siendo verdad que la Evolución Huma­
na comenzó a finales del Terciario, no es menos cierto que ha culmi­
nado en el Cuaternario. Concretamente, con la aparición de nuestra
especie en el Pleistoceno superior, 'la fase del Cuaternario prevía al
Holoceno, aquella en la cual actualmente nos encontramos. Este hecho
ha sido tan destacado y distintivo que el propio ser humano ha deci­
dido denominar al Cuaternario como Era Antropozoica o Periodo Antm­
poz.oico, según los dife:rentes autores. Posteriormente, la .c apacidad
tecnológica del hombre, en la intervención de los ecosistemas, dio
lugar al desarroUo de agricultura y ganadería, coincidiendo con el ini­
cio del Holoceno, la última época del Cuaternario. Por estas razones,
se ha asociado Cuaternario con evolución humana. Tanto es así que
existe una corriente partidaria de retrotraer el inicio del Pleistoceno
inferior, la primera fase del Cuaternario, a unos 2,6-2,5 Ma BP (millo­
nes de años antes del presente). Es este momento cuando se identifi­
can los primeros síntomas del primer ciclo glaciar propiamente dicho
o, cuando menos, reconocible como tal en el registro geológico. No
parec.e casualidad que los primeros homínidos con rasgos que per­
miten integrarlos dentro del género Homo, así como los vestigios más
antiguos de tecnologías líticas, aparezcan precisamente en este
momento.
Variación climática y Evolución Humana han ido unidas a lo largo del
Cuaternario. Este último hecho se consideró tan importante que ha ser­
vido de elemento definitorio de este periodo geológico . Sin embargo, en
56 PREmSTORIA y PROTOHlSTORlA DE LA PENÍNSULA mÉ-R'tC4.

primer lugar comiene aclarar la definición, delimitación y cronología del


Cuaternario para, pDsteriormente, abordar los puntos expuestos en esta
introducción al tema.

2. OEFli\:IC~ÓN. GRO;\{1LOCÍA. DELílMITACiÓN


y SliBOnrISÍ'ÓN DEL CUATÉiL~AtUO

El término Cuatemario fue acuñado en 1829 por J. Desnoycrs, con el


fin de agrupar el conjunto de materiales sedimentarios, más o menos inco­
herentes, con escaso graDo de litificación y diagénesis, que se apoyaban.
sobre los estratos bien conocidos y datados de edad Terciaria. La indiyi­
dualizaCÍón del Cuaternario tuvo, inicialmente, un criterio geomodoló­
gico, sien&o los distintos cuerpos sedimentarios los elementos visibles de
una nueva etapa geológica diferente a la Terciaria, si bien, no se estable­
cía de un moGo preciso la separación entre el 'ferLÍ.ario y el CuaternadD.
En la actualidad no hay un completo consenso, respecto a la defini­
ción de Cuaternario. No sólo, en la edad establecida para su inicio (1,8

CUADRO 2.1. Diferentes formas de considerar el Cuaternario


tseg¡)n PiHans y Na¡sh, 2004)
Opción 1. Sistema Cuaternario. Opción 2. Subsistema ,Cuaternario.
Base en 1,8 Ma Base en 1.8 Ma
Serie Holocena Serie Holocena
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~
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Fase
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i Zancieanense Zancieanense
Serie ~.1iocena I Serie Miocena
Serie Miocena Sistema Paleógeno

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¡ JI
U. CUATERNARIO: PALEOA.MBIENTES Y PAISAJES 57
-------------------
Opción 3. CuateITlanQ «,época Opción 4. Sistema Cuaternario.
compues{3». Base en 1,8 Ma Base en 2,6 Ma
Serie Holocena Serie Hdocena
Subserie ",8'" Suhserie
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superior :­ superior
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~
Serie Miocena Serie Miocena
s'istema Paleógeno Serie Mlocena

Opción 5. Subsistema Cuaternario. Opción 6. Cuaternario «época


Base en 2,6 Ma compuesta». Rase en 2,6 Ma
Serie Holocena Serie Holocena J
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Subserie
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Subserie .S 1
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¡i; Fase Fase
Zancieanense Zancieanense
Selie Miocena Serie Miocena
Sistema Paleógeno Sistema Paleógeno
58 PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA EL CUATERNAl

millones de años para unos autores o 2,6 millones de años para otros), como un Sist
sino también en su ubicación dentro de la tabla geocronológica de la Tie­ inicio se sitú
rra, bien como un sistema o un subsistema, dentro de la Era Cenozoica. Pleistoceno y
Según lo anterior se obtienen hasta seis propuestas de ubicación geocro­ temario com
nológica del Cuaternario (ver cuadro 2.1).
A modo de resumen, existe una interpretación por la que el Cuater­ 2.2. Cron
nario conforma un Sistema dentro de la Era Cenozoica, claramente dife­
renciado del Sistema Neógeno. A su vez, queda subdividido en dos series Los criter
(Pleistoceno y Holoceno) Asimismo, el inicio del Cuaternario se sitúa en ternario y es
1,8 Ma (millones de años) 02,6 Ma. Las opciones 1 y 4 del cuadro 2.1, se cos, arqueolé
corresponden con esta interpretación. estos criterio
Una segunda posibilidad incluye al Cuaternario como un subsistema ducen una ci
del Neógeno, dentro de la Era Cenozoica y con un inicio de 1,8 o 2,6 Ma. cer sus corre
Las opciones 2 y S del cuadro 2 .1 se corresponden a esta interpretación.
Un tercer grupo de autores consideran que el Cuaternario está inte­ 2.2.1. ero
grado por dos series (serie Pleistocena y Holocena), ambas dentro del Sis­
tema Neógeno y también con la posibilidad de considerarlo iniciado hace En la se!
2,6 Ma o 1,8 Ma. Las opciones 3 y 6 del cuadro 2.1, se corresponden a esta comenzaron
división cronológica. ciados a la a
Desde un punto de vista pragmático y de consenso científico, con obje­ posibilidad e
to de encontrar una mayor eficacia de objetividad cronológica en los estu­ sión en el p,
dios prehistóricos y arqueológicos, está comúnmente aceptado conside­ siglo XVIII, rr
rar al Cuaternario como un Sistema dentro de la Era Cenozoica, teóricos que
subdividiéndolo a su vez en dos series : Pleistocena y Holocena. Igual­ pretérita Edl
mente, adoptaremos en las presentes unidades didácticas el inicio con­ rios encontr
vencional en 1,8 Ma, en función de lo más comúnmente aceptado. Según pueden obsE
este criterio, la opción 1 del cuadro 2.1, será la utilizada, quedando las Treinta y
otras como conocimiento añadido a la heterogeneidad de la ubicación siz sobre la J
cronológica del Cuaternario. la geometría
Respecto a la cronología terrestre, es conveniente recordar la corre­ una sucesiól
lación entre el criterio cronoestratigráfico y las unidades de tiempo geo­ te la supuest
lógicas. Según esto obtenemos el siguiente cuadro: dos que inte]
do de tiemp
CUADRO 2.2. Unidades cronoestratigráficas y geológicas.
Su teorÍ<
I Unidades cronoestratigráficas I Eratema Sistema Serie I Piso hasta que el
1 Unidades geológicas I Era Periodo Época 1
Edad del pasado s
tes. No obst
Según el criterio utilizado se puede denominar el Cuaternario como para explicc
un Sistema o un Periodo. Por lo tanto, se puede definir el Cuaternario ta su idea s'
ULA IBÉRICA EL CUATERNARIO: PALEOAMBIENTES y PAISAJES 59

)ara otros), como un Sistema o Periodo, dentro de la Eratema o Era Cenozoica, cuyo
:a de la Tie­ inicio se sitúa en 1,8 Ma. A su vez, se subdivide en dos series o épocas:
Cenozoica. Pleistoceno y Holoceno. Según este criterio no es correcto definir el Cua­
ión geocro­ ternario como una Era.

: el Cuater­
nente dife­
2.2. Cronología del Cuaternario
1 dos series
Los criterios que se han seguido, a la hora de delimitar el periodo Cua­
se sitúa en
ternario y establecer su inicio, han sido varios: geológicos, estratigráfi­
tdro 2.1, se
cos, arqueológicos, palinológicos, polaridad magnética, etc. Cada uno de
estos criterios establece una serie de subdivisiones cronológicas, que intro­
;ubsistema ducen una cierta complejidad terminológica y una dificultad en estable­
3 o 2,6 Ma. cer sus correlaciones.
pretación.
) está inte­
tro del Sis­
2.2.1. Cronología glaciar clásica
:iado hace
En la segunda mitad del siglo XVIII, diversos científicos europeos
tden a esta
comenzaron a considerar la existencia de depósitos sedimentarios, aso­
ciados a la acción morfogenética del hielo. Se establecía de este modo la
,con obje­ posibilidad de que los glaciares alpinos hubiesen tenido una mayor exten­
n los estu­ sión en el pasado geológico más reciente. Estos geólogos de finales del
) conside­ siglo XVIII, mayoritariamente suizos y franceses, pusieron los cimientos
enozoica, teóricos que en 1840 permitieron al suizo Louis Agassiz establecer una
na. Igual­ pretérita Edad del Hielo, utilizada para explicar los depósitos sedimenta­
1icio con­ rios encontrados a distancias elevadas de los glaciares, que actualmente
do.Según pueden observarse en los valles y circos de los Alpes.
dando las
Treinta y cinco años después del establecimiento de la teoría de Agas­
lbicación
siz sobre la Edad del Hielo, James Croll estableció que ciertos cambios en
la geometría de la órbita terrestre, acaecidos periódicamente, implicaban
. la corre­ una sucesión de etapas frías y cálidas. Esta idea contradecía parcialmen­
mpo geo­ te la supuesta Edad del Hielo, pues introdujo la existencia de periodos cáli­
dos que interrumpen la continuidad del frío a lo largo de un dilatado perio­
do de tiempo.
Su teoría no pudo ser contrastada empíricamente y cayó en el olvido,
~ hasta que el serbio Milutin Milankovitch la retomara en los años veinte
~ del pasado siglo, estableciendo los postulados astronómicos todavía vigen­
tes. No obstante, si la teoría de Croll no sirvió, en un primer momento,
rio como para explicar la sucesión de etapas frías y cálidas, si fue tenida en cuen­
lternario ta su idea sobre la alternancia climática , aunque no se supiese exacta­
60 PREH1STORL<;,. y PROTOmSTORlA. DE LA PENÍl\SULA IBÉRICA

mente la causa. Esta teoría sirvi.ó para que 'fhomas Cbamberhin ji Fi-ank
'Le\-ereLt, en Estados Unidos, y Aibertc-n Penck v Eduard BlilCkllCr, en Euro­
pa, basándose en estud'ios geomorfotógioos de las telTazas fluviales, esta­
hleciesen cuatro grandes etapas glaciares (momentos fríos y secos) CDH
cuatro estadios interglaciares (etapas cálidas y húmedas). Para dio, 105
investigadores alemanes se apoya:ron en el estudio de las terrazas flu<via­
les de diferentes ríos alpinos, atluentes del Danubio. Teniendo en cuenta
ias alturas relatiyas de las mismas, desc-ribieron cuatro grallcies etapas
glaciares.

0e la más antigua a la rnás reciente, las denominaron con los nom­


bres de dichos 1105 alpinos: Günz, Mindel, Riss y Wünl1. Igualmente, des­
c1ibieron los periodos interglaciares, esto es, las fases cálidas y húmedas
situadas entre las fases glaciares. Su denominación fue 'la de GünzlM:íu­
del, MindellRiss y Rissf\<vürm. Este cuadro de glacáaciones se completa
con otra más antigua, que supuso la transición entre el Plioceno y el ~4eis­
loceno. Desde un p-unto de vista geomorfológico esta glaciación es peor
conocida que las cuatro posteriores, recibiendo el nombre de Donau.

La secuencia glaciar alpina ha podid-o reconstruirse, si bien con un


mayor grado de imprecisión confonne profundizamos en el Pleistoceno,
gracias a 10s vestigios geomorloiógicos que han clejad-o en el paisaje cen­
troeuropeo. Hoy día sabemos que, en -el transcurso de los periodos domi­
nados por condiciones frias y secas, se produjer-on osciiaci-ones climáti­
cas, con periodos algo más cálidos y húmedos. Aunque estos procesos se
encuentran bien reflejados en los sedimentos de los f'Ondos marinos, son
menos perceptibles en el registro terrestre. En buena medida porque la
impronta dejadas por los periodos glaciares más l'ecientes han borrado o
enmascarado la de los anteriores.

De este modo, los cambios internos experimentados en el transcurso


de la Glaciación ,Vürm son los mejor conocidos desde el punto de \,i sta
geológico, identificándose hasta cuatro periodos con diferentes condi­
ciones de hio y aridez. En orden de antigüedad , estos se conocen como
\Vürm I o Glaciar Inicial; Würrn II o Pleniglaciar; Würm IU o 111terpleni­
glaciar y Würm I\~ cuando se desarrollan las fases de Último Máximo Gla­
ciar y Tardiglaciar. Entremedias de los cuatro se intercalan tres breves
periodos de atemperamiento climático, respectivamente denominados
como \:\'ürm I-Ir, Würm U-UI y Würm III-IV). Por otra parte, los sedi­
mentos marinos indican como, en el seno de dichos lapsos glaciares, se
desarrollaron pulsaciones algo más templadas, de intensidad \'ariable. De
la misma forma, los periodos cálidos no fueron homogéneos, aprecián­
dose algunas pulsaciones frías en el transcurso de los mismos.
1.I.CUATERNARlO: PALEOA.l\1BlENTES y PAISAJES 6i
Apm'\.imadamente desde i2.BOO BF, el registro terrestre y marino ofre­
'l.. vestigios de un proceso de deglaciación, antesala inmediata de la fase
post-glaciar actual y momento en que el qUe se configura el modelo di­
II1::"tti.co que, con oscilaciones de menor intensidad que las pretéritas, ha
l;ll'acterizado el Hoioceno, De hecho, a juicio de numerosos especialistas
l·ll Cuaternario, desde los prolegómenos del Holoceno el clima de la lie­
ITa no manifiesta más que los rasgos característicos de un periodo inter­
) ~ bciar.

Si bien la secuenció de glaciaciones europeas ha tendido a tomar la


jk'lciodización y denominación del clásico esquema alpino, su registro geo­
I(ígko no es más que el reflejo del establecimiento, en el entorno de los
Alpes, de glaciares de montafla más extensos que los actuales. Siendo es"tos
importantes, tal vez una de las manifestaciones más espectaculares de tos
,'ieJos fnos sea la formación de grandes acumulaciones de hielo en las
lal iludes septentrionales de EUl'Opa y América. Durante las fases de máxi­
1\10 glaciar, los casquetes de hielo o ineandsis escandinavos se extendie­
Ion desde las llanuras del Volga hasta las Islas Británicas, alcanzando el
norte de los Cárpatos. Así, en el norte de Europa se ha podido determi­
llar una secuencia de tres inJcmdsis. En consecuencia, en estas regiones
~l' ha establecido una periodización glaciar tripartita, recibiendo cada
I~Ise las denominaciones de Elster, Saale y Vistula. Elster vendría a corres­
Jlonderse con la glaciación alpina Mindel; Saale con Riss y Vistula con
Würm.
Existen vestigios de un cuarto inlamL,is, más antiguo y peor conoci­
do , denominado Menapiense. Se discute si correspondería a Donau o a
(;ünz, aunque lo lógico es considerar la segunda opción como más plau­
"i ble. De todas formas, debemos señalar que durante las fases sostenidas
de atcmperamiento climático o interglaciares, estas vastas masas de hie­
lo estuvieron caracterizadas por diferentes tasas de deglaciación con res­
I)Ccto a las de los glaciares alpinos. De ahí que la correspondencia cro­
110lógica entre una y otra secuencia no sea exacta.
Los científicos estadounidenses también describieron cuatro grandes
(: lapas glaciares y tres interglaciares, si bien la teI1Tlinología adoptada no
IIIC la europea, pues se basaron en datos geomorfológicos de Norteamé­
lica. De este modo, las glaciaciones fueron denominadas Nebraska,Kan­
,, <t~, Illinois y Wisconsin. A su vez, las fases interglaciares recibieron los
Ilumbres de Afton (estadio interglaciar entre las glaciaciones nebraska­
Ilicnse y kansaniense); Yarmouth (estadio interglaciar entre las glacia­
,iones kansaniense e illinoisiense); y Sangamon (periodo cálido y húme­
do entre las glaciaciones illinoisiense y wisconsiniense). La correlación

..

62 PREHiSTORIA Y PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

cronológica entre las etapas europeas y norteamericanas no es cid todo


coincidente, pues los factores lo.cales de ambos conÜnentes, así como la
extensión y características de las masas de hielo que los cubrieron, no fue­
rON exactamente las mismas. 'Por lo tanto, no existe un perfecto ajuste
cronol-ógico , aunqueel or,i gen de ambas s,e corresponda con las mismas
causas.
En cuanto a1 continente aflicano, cuya secuencia paieoclimática es
importante a la hora de reconstruir los ambientes donde se escenificaron
las pri.n.cipales fases de Evolución Huma.na, especialmente las desalTo­
nadas durante el Pleistoceno inferior y medio, el glaciarismo no havo tan­
to protagonismo como en Europa y Norteamérica, como manifestación
de las oscilaciones climáticas Guaternznias. Por supuest'Ü, en las cordille­
ras más elevadas de este continente, se establecieron glaciares de monta­
ña, como es el caso de Kiiimanjaro. Sin embaD6o, ia secuencia climática
cuaternaria de la franja ecuatorial y subccuatorial de este continente se
estahlece por medio de la determinación de fases húmedas o pluviales (de
más an-tigua a más reciente, Kanguriense, Kamusiense, Kanjeriense, Garrl­
biliense-Makaliense) y áridas 'O ínterpluviales (que no reciben denomina­
ciones <de aceptación generan. Las primeras tienden a relacionarse con
las fases glaciares alpinas, al tiempo que las segundas se consideran como
manifestación de los interglaciares. ~También se ha determjnado la exis­
tencia de una fase de postpluviales y un pluvial tenninal, denominado
Nakuriense, desarrolladas durante el último periodo de deglaciación y el
HoJoceno.
Dejando a un lado los postpluviales yel pluvial Nakuriense, estas
con·espondencias no son plenamente aceptadas, pues las diferentes con­
diciones climáticas, establecidas en función de la circulación de las masas
de aire y la influencia de comentes marinas, así como por factores como
la latitud, hacen difícil asumir que estos fenómenos africanos fueran sin­
crónicos a los identificados en la geomorfDlogía europea y norteameri­
cana. En cualquier caso, las fases pluviales estuvieron caracterizadas,
como su denominación indica, por precipitaciones más abundantes y una
mayor productividad del medío. Se documentan perfectamente en los
sedimentos lacustres, especialmente los de las cuencas del Este de Áfri­
ca. Respecto a los periodos interpluviales, sus rasgos comunes son el
aumento de las sequias y el empobrecimiento de la cobertera vegetal, lo
que se traduce en una menor productividad del medio. También es una
característica propia de estos periodos un aumento de la erosión eólica.
En el cuadro 2.3, se puede observar la correlació n entre la terminolo­
gía europea y norteamericana de las glaciaciones y estadios interglacia­

' ..

EL CUATER.,l>.JARIO: PALEGAMBlENTES y PAISAJES 63

res, así como la que tradkiono.1mente se establece entre la misma v la


secuencia n::1leoclirnáüca africana. Existen terminolOQías
r~ D de carácter ~ás
local, como es el caso de fas :Islas Bntántc?.s. Sin embargo, no se ha con­
siderado opmtuI'lo c<m:\,,;ntadas en el texto, pues han tenido poco eco en
la investigaoión de la Península Ibérka. De todas fonnas, se induyen en '
es-t e cuadro, por si pudieran se~:vir como refer'ellcia para aquctlos !ecto­
res que, profundiz2tnd:o en el tema, pudieran enfrentarse a esta ten:nino­
log,ía.

CUADRO 2.3. Correlación terminológica dB bsgfaciociop'.Bs y etapas inter.glociores.


Glaciar Inte-tgladar t;!aciar Jtfite,,~a:ci¡¡,r' Glaciar Interg.hdar Glaciar
T:ernHn6logía Günv
Giinz Mim:lel 1Mindt'!tRiss . Riss RiSSlwünn¡ Würm
'e~alal'pma Mir«iel J I

Tt'lfJRindlogía
lIl00teamecicana j
Nebraska Afton I Kansas 11 Yannout IIlinois ¡Sangamon IWisconsin
¡
Nor~
.&f:uroFa
Menapian? Cromer E!ster
1 Holslein Saalc
\o\'artheJ
Eem
Vistula
11
ls!as
.Brtitán:ieas
Cromer I-1I Cromer IV HOlU1e I
¡
Homel
,\nglia
Anglia lpswich
1
Del'en :1

I'8Imin0logía
africana
Plul'ial
kanguriense
imerplu',ial Pluvial I
. : Inlerpkmal
karnuslense
'
Pluvial
kanjedense
Interp]uvial
Pluvial
gambiliense

La nomenclatura glaciar, especialmente la europea, obtuvo un gran


éxito metodol6gico-científico y se ha seguido utihz;an:do hasta nuestros
mas. No obstante, en la actualidad, los avances y estudios sobre los aspec­
tos paleoambient-ales del Cuaternario han determinado su inexactitud,
siendo sustituida por otras clasificaciones más acordes con el conoci­
miento actual.

2.2.2. Los estadios ü,'olópic6S delo:il.·igcno (018)

El análisis de los sedimentos depositados en los fondos oceánicos, irü­


ciado a mediados del si.glo xx por Emihani (investigador de la Universi­
dad de Chicago) y continuado por múltiples especialistas a lo largo de las
décadas siguientes, ha permitido establecer un nuevo método terminoló­
gico-cronológico de la variabilidad climática del Cuaternario. Esta nue­
va nomenclatura ha ido sustituyendo a la tradicional alpina y. en la actua­
lidad, es la comúnmente aceptada y utilizada por las distintas ramas
científicas que tienen en el Cuaternario su ámbito temporal de estudio.
64 PRE.HiSTORIA y PROTOFHSTORlA DE LA PENÍNSULA IBÉRiCA
----------------

El método se nasa en el estudio de los isótopos del oxígeno 180/í60


(oxigeno 18/oxígeno 16). Estos dos isótopos del oxígeno se diferencian en
e:1 número de neutrones de su núcleo, es decÍl~ en su masa atómica, sien­
do ell~Oel más h@erc) y e1 más numeroso.
La relación e.:ltl~c ambosisótoJ)os se rompe por la simple evapomción,
de ta~ modo que el is&topo más ligero es el que se evapora con mayor faci­
lidad. Por e'l contrario, las moléculas cargadas de ISO tienden a conden­
16
sarSe y a prccipi1ar CGn mayor fac.ilidad que las 0. El resultado es que
el agua oceánica es mis rica en 18-0 que las aguas continentales (el isóto­
po más pesado se evapora con mayor díncultad y condensa/precipita con
mayor facilidad).
Durante una etapa frÍ'a o glaJ.::iar, las aguas continentales se hielan y
dan lugar a glaciares d.e fl1o"Tltaña y a extensos inlandsis o casquetes de
hiela. El nivel del mar desciende, puesto que no hay un retomo del ciclo
hidrológico desde los continentes hacia el océano y, por lo tanto, el ;6:0
queda «atrapado» en IGS hielos contineNtales y no retorna al océano. con
el consiguiente incremento de la proporción de ¡SO en las aguas oceáni­
cas. Por esta razón, se correiacionan los periodos frios con un incremen­
to de la proporción de 1&.0 respecto al 16 0. Pür el contrario, en las etapas
templadas se reesuitblece el ciclo hidrológico, aumenta el nivel del mar y
éste se vuelve a cargar de 160, que había quedado «atrapado» en las masas
de hielo durante la etapa glaciar. Al aumentar la adición de 160, decrece
la propor'CÍón de 18 0. lo que supone que las etapas cálidas puedan identi­
ficarse por tilla menor abundancia relativa del isótopo más pesado (figu­
ra 2.2).
Esta relación entre etapas frías y concentración de 18 0 y entre etapas
cálidas y reducción de 18 0 se estU{Hó a partir de los sedimentos marinos.
Más concretamente, del análisis geoquímico de unos microfósiles deno­
minaDOS foraminíferos. Estos organismos microscópicos forman parte
del zooplancton marino y sus conchas tienen la particularidad de refle­
jar la ratÍo 18 0/ 160 en el momento de su sedimentación. De este modo, la
historia climática y de variación de los isótopos de oxígeno, quedaron
registrados en los fondos marinos.
En un primer momento, EmHiani distinguió 16 fases o estadios
isotópicos del oxígeno, denominados OIS, acrónimo de Oxigen Isotopic
Stage. En ocasiones esta denominación es substituida por la de MIS (acró­
nimo de .Marine Isotopic Stage), que es equivalente. A cada fase OIS se le
asignó un número del 1 al 16.. correspondiendo los impares a estadios cáli­
dos, y los pares a los de características frías y secas . La cronología del OIS
16 se con-esponde con los 659.000 años BP ó 659 Ka BP (ver cuadro 2.4).

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I I Illi\TER.N ARlO : f'!tLEO.\. M.E{Et-.'lES y PAISAJES 65
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18
¡;'GURA 2.2. Diferencies en 1m cantidades relotivas de 0 en el hielo continental

y en e! agua marino dUfGlnte los períodos interglaciales y glaódes. A medida que

,(!agudizo el frío, se produce uno menor evaporación relaüvo de las moléculas de

q, ¡ua marina que contienen el isótopo pesado ¡·aO. El anólisis isotópico del oxígeno

, unten ido en 10 caliza oe iosforaminíferos fósiles, depositados en el fondo del mar

yen el agu-a del hi-elo, permite determrnar los oscibciones en el tiempo de la

18
concentración de 0. A partir d.e ello puede deducifliB k, evolución 00 los

temperaturas merinos y atmosféricos. A lo derecho, curva de las oscilaciones

isotópicos en el transcurso de los últimos] .200.000 (¡¡fías {modificado a partir

de Uriarte, «Paleoclímatología: Historio del Clima y del Cambio Climático»;

hllp:/ I home.page. mac.com/u/iarte/index. html).

L,(l tabla cronológica de Emiliani fue completada por estudios paste­


l 1I11es,siendo publicada en 1976 una de los últimos 2,75 Ma. En los
,II\()Sochenta los datos fueron revisados en función del estudio de los fora­
Illiníferos bentónicos (los que viven en las profundidades del océano)
\ Sé recalibraron, nue\'amente, las tablas isotópicas. En cualquier caso,
1,1 " kchas de los 16 primeros estadios han permanecido práctica-

I]
PRE~-r0PJA y PROTOHISTORIA DE LA PEN.t~'S'ULA ltBÉRiCA

CUABr.o 1:.-4. Crofloi:.@io de los f<a'5e~ iscr-tópkas 1 a 21 . los croJio1&g'taS


en K,'3 'ftikxJ,fu)sj d~ben mutt.rpjicm,¡¡e por mil (1 Y,.a =1,000 años)

12KatrP
24 Ka BP
3 59 Ka BP
4 11 Ka BP
128 Ka BP
186 Ka BP
7 245 Ka1*'
303 Ka 31'
339 Ka Bi?
362 Ka BP
11 423 Ka BP
478 Ka BP
13 52.4 Ka EP
565 KaHP
15 620 Ka BP
16 €S9 KaBP
712 Ka BP
18 760 Ka BP
19 787 Ka BP
20 810 KaBP
21 865 Ka BP

mente sin variación, desde que fuera propuesta por Emiliani en los años
sesenta.
Por último,. cabe señalar que los OíS se subdividen, a su vez, en inte­
restadios, denomiNadas con el número de su estadio y una leu-a. De este
modo el OIS S, uno de los mejor conocidos, se subdivide en los interes­
tadios Sa, Sb, Sc, Sd y Se. Cada uno de estos interestadios presenta una
variación climática, dentro del propio DIS 5. Este hecho completa y com­
plica el estudio paleoclimático del Cuaternario, pues no sólo hay una varia­
ción estadial-etapas glaciares/frías e interglaciares/cálidas- sino que ade­
más, dentro de cada uno de los estadios se asiste a variaciones climáticas
interestadiales, de menor duración que las estadiales ,
I I >RNA'Rlü:PALEOAMBIENTES Y PAISAJES 67

1.;\ M:paraci&n entre d Cuaternario yel Plioceno, ha sido una de las


! .. , '.1¡'lIleS científicas n;cis relevantes y que mayores disputas han susci­
dt >1.'11 d ámhito de las CienCÍas de la lieITa y ee la Prehistoria y Ar:que­
p l,, ~ ; , 1 El establecimieI"lto de un limite inferior del Cuaternario ha í:enl­
dIO diversos criterios y todavía, en la actualidad, hay autores que inician
d t li lt lemario en los 2,6 Ma y otr-os, la mayoría, en 1,8 Ma,
t ,;\ variabilidad climática y la existencia de glaciaciones, ha s-i-do un.
do que tradióoB.a lmente se asociaba al Cuate:rnario. Sin embargo,
t /l t
,1 ~ Iw que ya a finales cid Terciario el clima osciló hacia una degrada­
. • ' JI fda y seca. Además, la 'fierra ha conocido a lo largo de su dilatada
:1,h f(/lia innumerables variaciones climáticas. Incluso se han hallado ves­
I r i.¡~; de glaciaciones paieoz.oicas en la Cuenca del Congo. Por lo tanto,
1I ':I11abitidad climática y la existencia de gla.cial·es no son elementos
" 'í I'lH';ivos dd Cuaternario, aunque sí es el periodo que más re.gistros geo­
' 111 ,¡fo!ógicos y paleoambientales ha dejado al resIDecto. Fundamental­
1l H' llle porque estos reghitros no han sido erosionados o involucrados en.
1,1 11\ \ procesos geológicos, como los de periodos más antiguos.

LI Evo1ución Humana excede los límites del Cuaternario y hunde sus


I : d ~·l.·s
en los momentos finales del Plioceno. No obstante, como se ha
¡;díldo en la introducción, la correlación entre Cuaternario y Hombre
, ! ',

lu "ido tan clara que, en ocasioneS, a este periodo se le denomina Antro-

El XJ/Il! Congreso Intemacional de Geologi'a, cele brado en Londres el


~ til4l 1948, estableció el1ímíte inferior del Cuaternario. Entonces se hizo
,,)incidir con el primer enfriamiento del clima, detectado a partir del es·t u·
di') de las faunas neógenas medlterráneas. Este cambio coincidía con d
I'j,,() Calabriense (facies marina) y ViHafranquiensc (facies continental).
1.ln es, las comunidades de especies marinas, correspondientes al Cala­
I ' 1 jl.~nse, y las de especies continentales, correspondientes al Villafran­
¡ 1II icnse, contienen numerosos elementos adaptados a ambientes fríos, en
'111;\ proporción muy superior a las comunidades identificadas para perio­
,i r )' ; anteriores,

En la actualidad el ViHafranquiense ha perdido su valor de estratoti­


/,,) (esto es, de unidad estratigráfica de referencia), que diferenciaba el
!' ; ISO del Plioceno al Pleistoceno (o, lo que es lo mismo, del Terciario al
( ll:..tternario) , No obstante, desde su definición en 1865 hasta finales de
!, ¡<.; ochenta del siglo xx, fue el estratotípo continental de referencia que
i )ld icaba la transición pliocena/pleistocena. El Villafranquiense, a su vez,
68 FREHiSTOlliA y PROTOHiSTORIA DE LA PENÍNSULA ffiÉRKA

se subd..i\i±ia en dos fases: el ViUafranquiense inferior (3 a 1,8 i\'ia), que


suponf:ael ülti rno piso del Plioceno, y el ViUafranqu'.ense superior (1,8 a
1

í ,2 Nía), qUe,:? c0nforrrlava el piso basal del Pieistoceno.


La Comisión Estratigráfica Internacional, organismo dependiente de
la Unión lnterr:w.CiÍ.onal de Ciencias Geológicas (IUGS, acrónimo de f¡'lt0r­
11arimwl Unioíl ofGeological &riences), ha definido d límite Plioceno/Pkis­
toceno; 05>to es, el inicio dd Cuaternario, en el estratotipo definido en el
corte geológico de Vrica (Italia). Este estratotipo está confDrmado por
estratos margosos de escasa potencia y restos 'Paleontológicos ({u.e denun­
cian la presencia de tolfla fauna adaptada a condiciones microténnicas o
frías.
La edad ohcis"ldeterminada por la citada Comisión Estratigráfica
InternaóonaJ ,e s (le ¡ ,841\14\ BP. Este Jimite crono16gico indica un cam­
bio hacia condiciones frias, tanto por la faun.a como por las condicio­
nes de sedimentación. Se correlaciona ccOn 13 magnetoestratigrafía,
situimdo:seinmediatamente por deba~o del terno del episodio magnéti­
co denomínadoOkiuvaL Igualmente, se correlaciona con la transición
entre los estadios isotópicos marinos OIS 65 y OIS 64. La posibilidad de
poder corrdacionar el estratotipo de Vrica con un fenórneno paleo­
magnético como el de O.lduvwi (ver cuadro de texto «Paleomagnetismo»)
y el inicio de un estadio isotópico concreto es importar.'lte a la hora de
poder delimitm· el iniáo del Cuaternario, pues se trata de fenómenos
que pueden identificarse a escala planetaria. Esto es, pueden tomarse
como referencia en diferentes puntos del planeta, a diferencia de lo que
ocurre con los estratos margosos de Viera, cuyos coITe!atos pueden haber

PcritaomQ@Retism'o
E1 rOleoffiegnetismo o Magnet0estratigrofío -es un método utilizado en
lose51ueics e5l!ro!i~¡;GfiCos del Cuaternario, como herram·i enla de correla­
ción y datación. Se basa en lo detección de cambios en el campo mag­
rético terreosk-e, 'e n esp.eciQl de la:s inversiones de polsridad regis.troclas
por sechmeFotos f.efrQmCl:@néticos en el momento de su deposición. El cam­
po mQgnéti-cot.erre$ke, generaélg) por medio de la acción dinámica de1
núdeo, ·cam'oi0 CGAstanf:emente, tanto en dirección como en .i ntensidad.
Un registro f0síl¡zodode bs variaciones pasadas puede obtenerse por el
vestigio de la magnetización, adquirido por m-Gteriales de origen volcá­
nico cuando ·é-s:to.s se enfrían; por arciHas cocidas y por rocas calentadas.
11 ( 1;¡\lFHK4,RJO: P.\LEO¡\ I\-1BiENTES y PArSAJES 69

t ¡,ucesi,;Sn geo."nogné6ca también puede registrarse en los secHmentos de


j )', fondos rnar'inos y en los secuencias de loess, en ,especiellos docu­
Inlmlaácrs en 'f0s/{-Qtluras chinas. Esios depósitos registran kmb las varia·
' .iones -g6omog·n clicas como las sucesiones paleodimóticas, por lo que
'1 · 1 ,.{o·I· I I
l e ' (,Mo-n ~ gr.an u ,,< 'K 300 .

En rea1i~ad, cuolquier s.edimento puede fosilizar el campo magnético


lroperonle durante su deposición, si las condiciones son fovowbles a eIJo,
durQnte kn consdidaci6n posterior. Bien es cierto que su mognetíz<JCión
~:$ más d:PJDiJ, si:endo v.lJ11'Ierabie a las alteraciones y la «sobrermpr-e.sióm>
de variaciones posteriores dej campo magnético. No obstante, se han desa­
tfofk.ldo técnicas ~'Je permiten eliminar dichas «wbreimpres1ones» y dele!"­
rn.irrar la primaria. El registro magnético sedim-entario proporciona UI'IO
&ecuencio .de combas más continua que el de los materimles volcánicos.

Aproximadamente se p>oduce una inversión del campo magnético


superfióal cada mitlón de años, como consecuencia de Uf'I'O rej­
lerre-Stre
nicioó&n de lo «dinamo» d-e\ núcleo. Cuondo esto ocurre, ex¡:s-te un 50%
de posih~'hdodes de que comience una fose magnética orientada en la
dirección opuesta a ID anterior. La secuencia de dichas inversiones es \.a
. I base de la -Escdo Crono\6!,jica de Polaridad Geomagnético {GPTS, acró­
nimo d-e Geomagnefic Polority Time Seale). Las inversiones más dilatadas
se conocen como cronoz<:)nas {p. e ., la Cronozona Matuy-amo, inversión
qU:e precede a la actual Cronozona Brunhes). íombién existen fas-es más
br-eYes de cQmbios de polaridad, desarrolladas en el seno de las crono­
zonas. Son las denominados subcronozonGS o episodios {p. e., el Episo·
dio Jaramj~·lo, con una ¿uración estimada en 60.000 años, a finales de
la Cronozona Mayutama) . También se reconocen en el registro geomog­
nético episodios de inestobilidad direccional, qu-e no necesariamente se
registran a escala pla neta rta , denominadas inversiones abortadas, even­
tos o, con mayor pr0pj.edod, -excursjones .

LG cronologta de la-s di:r erentes cronozones, episodios y excursiones


se estob1ece, fundamentajmente, por medio de las dotaciones K/Ar de
aqueHos estroíos de Il'lateriales volcánicos que ofrecen magnetismo rema­
nente. Las direcciones fosHizadas del campo magnético identificadas en
estas secuencias pueden compararse con las de aqu-el.1as que no cuentGln
con posibi~idades de datación por m-edios radiométricos, para establecer
a qué fase corr-esponden. El limite MatlJyama/Brunhes se sitúa en 780.000
BP; el Epjsodio Joramillo entre 1.050.000 Y 990.000 BP; yel Episodio
Olduvai entre 2,02 y 1,78 Ma BP.
70 PREIWi;;rORL4.. y PROTOHISTORiA DE iLA PEi>LÍN"SU1A H3'ÉRtCA.

sido erOSiDn¡,ios pGr pjl'ocesos posteriores en Ru·merosas z-·on..as de b


Ti42'Fra.
Frente a este límite oficialmente establecid.o. no son POCo.s 1135 autD­
res favora>hles a lievar el i:nido dei ·PJ.eistoceno a los 2.,-6 Ma B'f'. [o queooin­
eme con la base ~rel piso Gdasiense y el iírnite pa1eornagnético GaussIMatu­
yama. Además, en esta misma cronología, se han constatado cambios
peJiuo-iógicos y fa unísticos, que indican la transición hacia condiciones
mas, en el registro continental de las regiones loessÍcas chinas; en Áfri··
ca; yen América., así C0lliO en los fondos oceánicos y las márgenes <OOTIlti­
nentales. Igua'lrnente en terno a 2;:6 Ma BP se aprecian consider:ab1es cafr'­
hios en las pa:Leoformaciones vegetales de Europa. Por lo tanto, existeilil.
cOi'lmiciones dbyetivas suficientes para fijar el inicio cid rteistoceuo en
1,84 Ma BP o en 2,6 Ma BP. Tanto es así que en d momento d 'e prepar3T&e
es,t e volumen se está reaEzaneo una encuesta entre los diferentes espe­
oialistas en el Cuaternario, a fin de estabiecer defi¡1itivamented inici,(j) cid
peri0do en. una u otra fecha. En cualquier caso) en este trabaj-o hemos
o:ptado por seguir la opción convencional oficializada hasta ahora. Co::.il.
loma fiTiahda>i integradora y horrwgeneizadora, tOi'uaremos como crono­
logía par.a el inicio del Cuaternario la fecha de 1.840.000 años BP H..84
Ula gP).

Aunque la 'Comisión Estratigráfica [ntemadona! ha definido dl&mi­


te inferior del Cuaternario, si bien sujeto a revisión, todavía no ha reaJi­
zado su corrc5}Jondiente división estratigráfica de forma definitiva.
No obstante las distintas especiaHdades cuaternaristas cuentan con
consensos parciales de subdivisiones, aplicadas a sus respectivas ciendas.
Igualmente, la subdivisión cronológica es abordada por distintas meto­
dologías . De este modo, existe una gran variedad de cronologías cuater­
narias y sus consiguientes subdivisiones. Entre otras se pueden citar las
siguientes: la rnagnetoestratigrafia cuaternaria, basada en las inversiones
de polaridad de La Tierra (ver cuadro de texto «Paleomagnetismo »); ta G'O­
nologia isotópica; los ciclos de loess; las se ries climáticas, basadas en los
registros pal-inológicos; el registro glaciar; o la clasificación de tecno­
complejos industriales, utilizada por los prehistoriadores. Todas ellas tie­
nen un equivalente en cronología numérica o de calendarío (tradicicmaI­
mente denominada absoluta), que se puede apreciar en el cuadro 2.5a
)i 2.5b.

I I
1.: L CU.n'ER"ZA.f'JO: PALEOAMBIEN'TES y ·PA'1S,~JES

Desde el punto de 'vista cronoestratigrMico, el Cuat.emario se di'\'i&c


,~ndos series: P1ei"S toceno y Hol0oeno. Si el criterio es geoaóg.ico, su aÍl.ri­
sión se corresponde a dos épocas, con ~~ mism.a denominación de Plca.s­
loceflO y Holoceno. Esta primera clasificación tiene un absoluto consen­
~Ü cientffico, las diferencias enÍl'e investigadores apa.recen a l.:a hOl<1 de
l~tab1ece{"" dhisiones internas en cada una de estas dos series .

La subdivisión interna del Pleistoceno tradicionalmente se ha esta­


hlecido de un,a forma arbitraria, siendo hahituaJ ia aceptac<Íón generati­
/.ada de tres subseries, denominadas de más antigua a más moderna como
P'leistocei'io inferior, medio y superi-or (cua·dm 2.5a) . La b:Ús:quedí.'t de unas
rdemudas comunes ha llevado a conseguir un consenso mayoritario en
d establecimiento de sus límites, aunque no existan razones de tipo pale­
lldimático o seclünentológico que permitan di~cernir los ras:g.os pH}pio8
de cada subserle, a,queUos que la diferencien daramente de la inmedia­
1;.llUente anterior o posterior. De hecho, acturumente diferentes grupos de
b Comisión Estratigráfica fnternaciona~ trabajan, a fin de encontral.·lími­
les precisos para cada una de estas subseries en que se divide el Pl.eisto­
('cno. En ausencia de una decisión oficial al respecto, en este texto se e.x:po­
tlen los límites aceptados por consenso. Aspecto este último importante,
pues permite situar de f-orma ¡-dativa los diferentes datos arqueológicos,
paleoambientales y geológicos en su subseríe conespondiente, de formn
que todos los especialistas puedan entenderse.

l.4.1.1. El /.(I/IÚe Pleistoceno ú~leriodPleistúceno rnedio

El límite entre el Pleistoceno inferior y el medio fue establecido por


LTiterios magnetoestratigráficos a comienzos de la década de 1970. Con­
,n:tamente, coincidiendo con el último gran cambio de la polaridad terrees··
Ile, ea que ha marcado la transición entre la. polaridad inversa de la Cro­
Ilozana Matuyama y la normal de la Cronozona Bnmhes, en la cual nos
l,' l1contramos en la actualidad. El limite MatuyamalBrunhes ha sido data­
do por medios radiométricos en 780.000 EP, siendo esta la fecha que se
I UH1a como final del Pleistoc eno inferior e inicio del PleÍstDceno medio.
Esta cronología ubica el límite a comienzos de la oscilación isotópica OIS
19, que viene a coincidir con el interglaciar GümJMindel de la tradicio­
Ila! divisi6n alpina.
72 PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA DE L\ r EN"Í 'SUL>\ IBÉRKA

Cl:JADRO 2.50 . Subdivisión de! Cuo{ernario, en lo que SB liHJet rrO 'lawFreloó6n

de datos obrenidos por diferentes fuentes: glaciarismo alpino; paieoffiagnetis·;no;

iSGtopos de oxí'3eno marino; secuenóas de loe55; el registw arqueolo.gK:o

~ paleG>7,tológico ... En el cuadro 2.5b puede opreócHe 00 detafIB

del área sombreada

o o
~~ ~ !
~ ,~ '~D 40
<~
:1'~ ~ 55
V>

~.~ .....~ s~
-A- -

L..~ ~, (,) o u< ~ .O


.. _.... . "- - - - - - - - - - -­

\11
I l. ('\ IATE&."XARIO: PALEO M<lBIE~TES y l'A1SAJES
------------~----------------

( II,\DRO 2 .5b. AmpliaciÓrle-n clstu!le de b w,bdiyisro-n est(;..!olecida pClr,;:.¡lctS 1!.~;i:f¡l'O.s

250.000 años de la historia tenestf€ , Corre~de al área so;n!::w:.?acb

en el aunaro .2 ,50

3.000

l'O.~

7-5 :000

IOO.:(JOO

118.{lOO
178.000
'"
o

150.000

o
u
200.000

«
250.000

I li
74 PREHISTORlA y PRDTOHISTDRIA DE LA PENíNSULA IB.ÉRICA

Tal como se ha establecido, este limite Pleistoceno inferior/Pleistoce­


nom.edio tiene la ventaJa de referirse a un fen6meHo, el cambio en la pdla­
ridad magnética telTestre, que puede identificarse a escala g:loba1. No obs­
tante, existe una tendencia que considera que el cambio entre el
Pleistoceno inferior y medio aebelia envejecerse hasta poco antes de
9'OO.üOO BP. Los argumentos expuestos para tomar esta l·eferencia son
fundamentalmente de tipo paleoclimático, pues a partir de esa cronolo­
gía se detecta un importante cambio en las pmrtas de oscilación climáti­
ca. Las mismas tienden a ser más regulares, largas y contrastadas que en
las fases pleistocenas anteriores. Este aspecto tuvo important-es repercu­
siones en los ecosistemas terrestres, ·comenzando a establecerse entonces
las comunidades de faunas y vegetales que van a caracterizar el Pleisto­
ceno medio. Esta opción sugiere que el limite Pleistoceno inferiorlPleis­
toceno medio -deberia situarse en el techo del Episodio Jarammo, datado
en torno a 990.000 BP. Este fenómeno paleomagnético abarca un perio­
do de unos 6ü.GOO años, durarrte los cuales la polaridad iRyerSa de la Cro­
nozona Matuyama se interrumpió para ser durante un breve periodo de
tiempo normal.
En cualquier caso, en espera de que exista una decisión de la -Comi­
sión Estratigráfica Internacional que precise cuándo debe establecerse el
límite o.ficial, en este volumen tomaremos la opción seguida por consen­
so. Esto es, la coincidencia de la frontera Pleistoceno inferior/Pleistoce­
no mediü con el cambio de polaridad terrestre entre las cronozonas Matu­
yama y BnlDhes, datado en 780.GOG BP.

2.4.1.2. E/límite Pleistoceno medio/Pleistoceno superior

El limite convencional entre el Pleistoceno medio y superior se ha esta­


blecido en la excursión paleomagnética Blake, un breve periodo de tiem­
po, posiblemente unos cientos de años, durante los cuales se invirtió la
polaridad normal predominante en la Cronozona Brunhes. La excursión
Blake se ha datado hacia 128.úOO BP, por lo que viene a coincidir con el
inicio de OIS 5 (datado en 130.000, aunque no se manifiesta plenamente
hasta 2.000 años después), que corresponde con 10 que la terminología
alpina tradicionalmente ha denominado interglac:i.ar Riss/Würm. Real­
mente existen algunas razones de tipo paleoclimático que invitan a man­
tener esta frontera cronoestratigráfica, en especial el mejor conocimien­
to que actualmente tenemos del último ciclo glaciar, aquel comprendido
entre los estadios isotópicos OIS S y OIS 2.
EL CUATERKAKlO: PALEOAMBIEN'TES y PAISAJES 75

Por otra parte, desde el punto de vista de la Prehi.storia europea, este


límite Pleistoceno mediolPleistoceno superior tiene una ventaja inn~ga­
ble, pues coincide con la di\,i sión tradicionalmente establecida entre Pal.e­
olítico inferior y Paleolítico medio, así como con la aparición de los res­
los fósdes más antiguos que manifiestan las canH::terísticas de los ·
n:eandertales clásicos o plenos. De todas formas, la cuestión no es tan
sencilla. Desde la fase isotópica 01S 8 comienzan a generalizarse en Euro­
pa las técnicas de taDa Levallois, aquellas que definen los tecnocomple­
jos musterienses, las industrias liticas más características del Palecliti­
co medio europeo. Por otra pmie, la aparición de los nean&ertales culminó
un prolongado proceso de evolución biológica, desarrollado desde hace
poco menos de 600.000 años en Europa. El mismo supuso la transfor­
Inación anatómica de H017W heidelbergensis, existiendo una serie de fósi­
les humanos entre OIS 7 y OIS 4 a los que resulta realmente difícil d ..?­
sificar, pues ofrecen rasgos transicionales entre este tipo humano y los
propios del Horno neanderthalenis de comÍemr.os del Pleistoceno supe­
nOTo

En el cuadro 2.6 quedan resumidas las fechas de las tres subseries


pleistocenas y su correspondencia con los eventos magnéticos, su corre­
lación con los estadios isotópicos del oxígeno (GIS) y la coincidencia con
la terminología alpina clásica.

CUADRO 2.6. Síntesis de lo subdivisión del Pleistoceno

. SUhsems Corrclaciooes Inicio Final


Crono!o.gia 1,8~ Ma 78{).OÜO BP
Pleistoceno Fase Isotópica Límite OIS 66/01S 65 Inicios de OIS 19
inferior Evento magnético Okluvai MatuyamaIBrunhes
Galciarismo Alpino Interglaciar Donau/GÜllz Lnter:glaciar GünzRv1indel
Cronología 780.000 EP 128.000 BP
Pleistoceno Fase Isot6pi<:a Inicios de orS19 Límite OIS 4/DIS Se
medio Evento magnético Matuyama/Brunhes ., Excursión Blake
Galciarismo Alpino Interglaciar GÜllzJMindei Interglaciar RissfWürm
Cronología 128.000 BP 11.000 BP
I'lcistoceno Fase Isotópica Límite OIS 4/01S Se Límite OIS 2/OIS 1
supenor Evento magnéti<:o Excr.rsión Blake
Galciarismo Alpino Interglaciar Riss/vVürm Límite Würm IVlHoloceno

11
PREHISTORIA Y PROTOmSrORV\ DE LA PEK:Í.NSULA 1iB'ÉR1, ,\
------- -- -- -- -- -----------------

Como señ<l.tamos anteriormente, la calidad cid registro CDrrespon


diente al P'ieistoceno superior ha permitido akall7--3.r un COBOc1nlienlo
m·¿s n::fina6oie esta subseli,e. Se Da conservado un rKD r.epert'Ol\l0 de ve:,
tigios faunist:icos, geomorfológkos y pah.nol6g~ooscOiTes.pom"..l;J,entes ;1
e$te perioclo.13anoplia ele datos que ha permitido una división trastI.:1.nk
6etalla&a de las diferentes subfases dimáticas que lo integran:
L éJlkm~ 'Periodo 'lnter:gladar (128.000-118.000 BP). CollKk~ cor;
GIS 5.e,e1 inter~ladar Riss(\Vürm aJ,piNo; Eem o 'Eemiense en b
cronclügía del Norte de Europa.
2. 'G1:ac.J.ar lnici,al (118.000-71.000 BP). Este lapso de tiempo com­
prende una fase fría relativamente cruda, denominada \Vürrn L L~
misma se corresponde en la curva isotópicamarinc: con OIS 5:d él
01S 513. A finales de esta etapa se apreda un momento liger.amen­
te más cálido, \Vürm I-Il, que corTe.sponde con GiS 5a.
3. 'Wen;igiaci;ar (71.000-59.000 BP). También denominado\\cLkm H.
coincide con OIS 4 y supone un recmdecüniento de las cündicio­
,nes glaciares.
4. ¡l1terp~e}ligladar (59.000-28.000 BP). Tradicionalmente conocida
como \Vürm Il-llI y Würm nI, prácticamente coincide con OIS 3.
Esta fase está dominada por condiciones cálidas y húmedas, si bien
denota un prolongado cambio hacia el dima plenamente glaciar
de la posterior.
5.rntimo J~l!á;\:::inlO Glacia:r (28.000-10.000 BP). Coincide o.m el pri­
mer tramo de \Vünn IV y las primeras fases de OiS 2, correspon­
diendo al momento de máximo m'ance de los glaciares de monta­
ña y de los inladsis o casquetes de hielo de ambos polos que se
detecta en el seno de la glaciación Würm-Vistula.
6, T:rudiglad.ar (18.000-10.8DO BP). Desarrollada durante buena par­
te de OIS 2, durante esta fase se aprecia una clara retirada de los
hielos de los casquetes polares y el retroceso de los glaciares de :1nou­
taña. Supone, por tanto, el inicio de la deglaciación y la transición
hacia los modelos climáticos que han caractelizado el Hoioceno.
No obstante, la pcdeoclimatología del Tardiglaciar es más compleja
que una simple tendencia hacia el caldeamiento de la temperatura y el
ÍncrernenlO de las precipitaciones pluviales. A lo largo de esos últimos
11.000 años del Pleistoceno, la variabilidad climática ha dejado registros,
II . C\JATFR"'-!:\Riü: f>ALE04l\;lBlEKTES \' PAISAJES

po'línKDs y geomorfolBgicos que indican una akennncia G:= [ases {rias y


~(.\cas bterrumpidas por periodos más cáIidos~' húmedos, La sintesis de
c::;la seL'Uen-cia del Thrdiglaciar s.e ha reSU'1Tl~do en e1 cuadro 2.7.

--
Fases .friías 1 !Fa.~.t~ Crl.lR~og¡¡'a ~ l
1Dryas la '1
\
IS500-18.DOO j
1
J Lascaux 1 18.500-HiSOO 1
! Dr:yas I (Dryas antiguo). Dryas l~ I 16.5'<30-14.900 1
1 Pre-BotlinglAngles 14.900-13.7ÜÜ '1
..
.8ryas le l 13.700-12.000 1
Boüng 13.50G-!2.00G J
..
Dryas II lVWhl- U. .8fJl) !
I
A.Heród l 11.808-10.700 ¡
¡
Dryas Hl I W.700-W.260 '1

La {tltim.a época o serie del Cuaternario se corresponde con el Hdo­


ceno, momento en el cual nos encontramos , La transición P1ei.stoce­
no/Holoceno se corresponde con el último episodio fdo y seco del Tard.i­
g.laciar, denominado Dryas III (ver cuadro 2.7), Algunos autores uti1izan
el tém1.Íno Postglacial para refeIirse allioloceno. En cualquier caso, ambas
lerminoJogías son sÍfiónimas y hacen referencia a !a última época dd C't!~a­
temario. Es decir, a los últimos 1'0.700- tD200 años BP o, 10 que es lo mis­
mo, lús inicios del estadio isotópico OIS 1,
Los estudi.os palinológi-cos y sedimentoiógicos de los depósitos gla­
ciares han permitido estabtccer una serie d.e secuen.das dirnáticas, que
aiternan periodos más o menos húmedos con etapas de recrudecimiento
térmico y una aridez más acusada. En el cuadro 2.8 se sintetizan 1&5 fases
en las G,.8e se divi-de el Hoioceno,

CUADRO 2.8 . Subdivisión en fas.es del Ho}ocBno

F~ CronolQg1a
Preboreal lO.7úOIlO.200-8.800 BP
Boreal 8.800-7,500 BP i
Atlántico 7.500-4.300 BP I
Subboreal 4.300 BP-2.800 BP (800 a. C)
Subatlántico 800 a. e-Actualidad

1I
í8 t'RiEfHSTORIA y PROTOH1STOlF:ll, DE L\ PENL"iSULA IB-tRlCA

1. La etapa -conocida como Prebt(M\e-a~ (1-o.TOOílO.20ü-8.8~O BP) se


caracteriza por mantener un clima rek--\tivamente frío y seco, con
tendencia sostenida de atempel:a'ciller,to.
2. Le sig'J-e clperioJ;o ,&re~1 (S .800-7.5{},Q BP}, en el trans'CUl"SO cid
cual contÍlmó el calentamientO' climático apuntado por el Prebo­
rea1.
3. La tercera etapa del Hoioceno, conocidc:t como At:iá;ratl-co (7500­
4.300 BP), es consideradD el óptimo dimático holocénico. Se tra­
ta. de una fase postgiaciarcon temperaturas medias glohales e m.d.i­
ces de precl:pK-ación más altos que las actuales, lo que se tradujo en
un aument-o &c la cobertera vegetal, matizado en aquellos lugares
d.el globo en el que las primeras sociedades agropecuarias esta:ban
dando paso al desarrollo de la metalurgia, acompañada de una cre­
ciente intensifi-cac·i ón económica y, por tanto, de un incre:..t:nemo de
la deforestación antrópica, en busca de ,[i"Jevos pastos y tierras de
cuhávo.
4. A este óptimo climático le sucedió un periodo P..lenos cálido y más
seco que el actuaJ, conocido como S.ubboreal (4.300-2.800 BP/800
a. C.) .
S. Coincidiendo con los ínicios de la Edad del Hierro en Europa cen­
tral )' occidental, en tomo a 800-750 a. c., comenzó la fase cli.má­
tica actual, conocida como periodo Suh..:'ltlá-ntko.
La principal característica ambiental del Uoloceno ha sido el íN:cre­
mento termopiuviométrico en lOS dima13 de las zonas templadas, lo que
ha supuesto La I'ransfonnación de las condiciones frias y secas del Hryas
In: o Reciente (ú1-tima fase climática del Pleistoceno) hacia climas tem­
plados y húmedDs. Las consecuencias de este hecho han sido variadas:
colonización vegetal de frondosas, en sustitución de los ecosistemas este­
parios; retroceso de los bosques de coníferas hacia latitudes subpolares y
áreas continentales; :y, sobre todo, una retirada padatina de los inlandsis
del WeITÚsferio Norte. A su vez, el retroceso de las masas de hielo ha impli­
cado modificaciones climáticas, como la variación del gradiente latitudi­
nal del Frente P.olar y del equilibrio y la morfología de las corrientes mari­
nas , que acentuaron el carácter templado del periodo actualmente en
desan'ollo.
Ahora bien, esta suavización climática durante el Holoceno, tampoco
se produjo de un modo lineal y progresivo. Ha conocido pequeñas oscila­
ciones de carácter natural. La retirada del hielo no ha sido igualmente inten­
sa en el tiempo, ni se ha producido a la misma velocidad en Europa que en

- - - -- - - - - - - -- - ------- . -­

I I
EL CUATERNAR1D: PM.EO.t....;\:ffiIENTES Y .P AISAJES 79
América dd Norte. Dentro de Europa tamb-r.én existen diferendas 1<Yv3.1es,
Jo que contribuye a dibujar único m0s.ak'Ü p()Óleoombi:ental de Europa.

Esta suavización termo.phlYiométli.<:a .a la que hidmos referencia


comenzó en el Prehorea!, siendo en d AfráfltiCD cuando alcanzó los valo­
res más templados. Y.a se ha mencionado como esta fase es conocida como
el óptimo climático de! Holoceno. Se c.akula qu·c durantecl periodo Atlán­
tico la temperatura media de Eu.ropa fc¡e 3 oC superior a la actuaL Si.n
embargo, como ya se ha adelantado, el periodo Subboreal estuvo carac­
terizado por un ligero -enfriamiento, acompañaao por una disminución
de las precipitaciones. Este hecho ha dejado testigos geomorfoiógicos en
los glaciares alpinDs qHe, incluso, conocieronoos pequeñas pulsaciones
o avances de sus morrenas frontales a lo largo de esta fase dimática.
La fase Subatlántica coincide con las comiiciones climáticas actuales,
o ¡¡¡.l menos, las habidas hasta me.d iados del siglo xx. Con esta restricción
se evita la distorsión que puciiera introducir el registro dimático de ~as
dos {Útimas décadas del siglo x.x, en lasque se han registrado años con
teITh,.'Deraturas medias excepcionalmente aitas. Sin embargo, tamhién ~a
fase Subatlántica ha conocido variaciones climáticas que, además, han
podido documentarse históricamente. Las dos principales oscilaciones de
edad histórica han sido el denornmado Pequeño6ptúno Climático Medie­
val (750-1.150 d. C.), caracterizado por un incremento de las precipita­
ciones y de las temperaturas en Europa. La úkima crisis fría ha sido la
denominada Peque/ia Edad del Hielo, acaecida entre 1.560 y 1.860 d. C.
Esta etapa, más fría y seca que la de los siglos precedentes, tuvo dara
repercusiones agrícolas en Europa y supuso un ligero avance en ciertos
glaciares, hecho que se ha podido constatar en múltiples estudios geo­
morfológicos.

>:. CAUSAS DE LA VARIABILIDAD CLI1\1ÁTICA


DEL CUATERNARIO

Antes de que existiese el ser humano y mientras éste t-oda·v'Ía no tuvo


la actual capacidad de intervenir en el medio natural, d clima terrestre
-;iempre ha conocido oscilaciones y variaciones de carácter naturaL Sus
causas son múltiples y muy interconectadas, de tai modo que actualmente
l'1 estudio del cambio climático ofrece más dudas que certezas. No obs­
lante, el avance científico al respecto ha sido espectacular en los últimos
veinte años, lo que ha permitido empezar a plantear hipótesis que, poco
a poco, se van corroborando.

I ji
PREffiSTORIA y PROTOmSTOfHA DE LA PENÍ:-'¡SULA IBÉRICA

El factor cósmico es una de las causas plincipuies, pues de él se i'eci­


be la energía que calienta la atmósfera. Sin embargo, ¿sta intenKlúa de
un modo muy Íntimo y directo con 'la HidíOsfera (l:as masas acuáticas del
Planeta), con la yegetación y con las superficies continentales. :El resul­
tado es que e'l factor cós¡:nico no actúa de la misma manera e Íntensidad
en toda la supertióc del Planeta, dependiendo en buena medida <id ángu­
lo oc incide;mcia eh; los rayos solares en la superficie de la Tierra. Este
hecho, a su vez, está mediatizado por los ciclos astronómicos; la estación
del aRo y la latitud terrestre. igualmente, la circuiación de las corrientes
G.c eánicas; la disposición del relieve y muchos otrüs factores geográficos,
cO'rrdkionan el funcionamiento atmosférico.
E1 resultado de esta suma de factores es la dificult.ad que se p{antea a
la hora de establecer modelos climáticos de cal'ácter general, que al ap!i­
carlos a escalas locales o regionales pierden \'aIidez o, en el mejor de los
casos, han de matizarse. Los factores geográficos locales y regionales, son
esenciales para entender la modificación atmosfér-i:ca general y su inci­
eencia en espacios concretos. Igualmente, para comprender eldima del
Planeta, es tan importante conocer lo que sucede en los océanos cómo lo
~t{e OCUlTe.en la Atmósfera.

Teniendo en cuenta estas dificultades y limitaciones que plantea el


estudio de los paleoambientes cuaternarios, en los próximos puntos se
analizarán algunas de las princi.pales causas que sin'en para explicar la
variabHidad climática durante el Cuaternmio .

El astrofisico ser'bio Milutin Milankovitch fue el autor de la teoría de


los ciclos astronómicos y su influencia en el clima telTestre. Este mode­
lo astronómico-matemático de las oscilaciones climáticas, parte de la
constatación de que la alteración más acusada de la cantidad de radia­
ción solar recibida por la Tierra, según estación y latitud, es la causada
por los cambios de la órbita que el Planeta traza en su movimiento de
traslación alrededor del SoL A decir de l'vlilankovitch, el inicio de un perio­
do glaciar se produciría cuando el hielo se acumulara durante periodos
de insolación baja en verano en las latitudes altas (65°) del Hemisfen-o
Norte. De ahí que decidiera cuantificar de forma sistemática el impact.o
de los cambios astronómicos sobre la insolación (la radiación solar que
alcanza la parte alta de la atmósfera ten"estre).
Estas investigaciones de Milankovitch, iniciadas en los años veinte, y
publicadas en su forma definitiva en 1941, partían de los presupuestos
EL CUATER..~ARlO: f'ALEOAMBTEt<TES y PP.lSAJf'S
- - - - - -- -
enunciados por el británico James Croil en 1.804. Al iguai. que las me éste
último, las teorías del ÍIwesüg"d.dor bakin.'i.co no tu\~rOflaccptación cien­
tífica en el mamen-to de su pubHcadó'fi. 'Fue¡mn retomadas dumnte ~os
",ilOS ochenta, cuando pudo comprobarse la correLaci'Ón entre las perio­
&ici¿ades descn:ta5 por Mila_l2kovÍlch y la'.) elapas glaciares e interglacia­
res&el CuaternaTio.
Dentro de SL! vasta producción científica, los aspectos del modelo plan­
teado por Milankovitch para expiicar ias oscilaciones climáticas que aquí'
nos interesan, son aquellos que explican las variaciones en el t-nmscu.T':SO
del tiempo de la insolación solar recihi·& por la Treno.. Los tres ,f actores
asuurróm1cOS que, según d investigador $erbio, determinan estas varia­
ci:0uCS son:
• La precesién de los eqlLÍBocc10S.

'" La variación de la indiuClción de·l eje ten·est.rc.

'«- :L.aexcentricidad de la órbita terrestre.

La combinación de estos tres ciclos, los cuales tienen diferentes perio­


dicidades y actúan con distinta intensidad, da lugar a \'3r'iadones en e1
{lujo de energía solar que recibe la Tierra. La enc'J.;gía sGlar interceptada
por la Tierra dep.<;;nderá dd momento aSh'onómÍco, la estación anual y la
latitud. Es d ecir un punto situado a una determinada latitud sufre osci­
laciones energéticas dentro del mismo año (estadonal;iGad) ya lo largo
de un dilatado periodo de tiempo (\'ariación astronómica).

La situación actual fue la misma hace 22.000 años (figura 2.3;. Sin
nbargo, hace 11.000 aflos el perihelio (distancia mínima de la Tiena con
l: 1

IL'specto al Sol) coincidía con el verano del Hemis{erao NOI.-te y el afelio


(ti istancia máxima_ de la Tiena con respecto al Sol) con el invierno. Hace
I \.000 años los \'eranos debieron ser más calurosos, 10 que provocaba una
llJ~lyor ablación de los glaciares y fusión de hielos, y ios inviernos más frí­
Y secos (menor aporte ni,-al). Ell'esultado fue uml deglaciación gene­
(\.o.;

1 "k¡,ada.

La duración del ciclo de la precesión de los equinoccios es, por lo tan­


11 " de 22 .000 años. La razón de este cambio hay que buscado en el P.10v1­
111 icnto de precesión. Además de los conocidos de rotación y traslación,

d ell' de la Tierra está sometido a un movimiento que hace que no siem­


I i 1 t' s eñale hacia el mismo punto estelar. Actualmente apunta hacía la
B2

fIGURA 2.3. Lo Herro clescrrbe una órbjto h;gemm~:Hlte eJfp~;ca a!rede-..lOf del Sol. É~re
DO está ubicado en el ce'ntm de 10 elipse s·i no que ocupa uno de sus focos. En la
oChJQlidod, durante él Solsticio de invierno &i H.emiéerio None (22 de díofemhre). la
Tierro se ef'iClJentro próxima al punto de $U órbtro wés C>5YC/::I.f,O al So.! (perihelio), que
clcGnza el 3 de enero. lo dísfonóa d Sol dUf-onte esos 6¡l:i:s es la más CGr{0 del año,
en tomo a 147 mi-Hon-es de km. Por esa rezón lo Tieno , en su COJ1iu'rno, fecibe esos
días el máx'imo dle cafor. Por el oontrario,durarue el Sclsncio de verano.del Hemísrer·io
Node (21 de ¡un,jo), la Tierra se eAwentr-o próxima a! Fumo de su ór'bitamós .Glejoclo
cle1 Sol (cfelio.). que alconza el 4.de julio. La distancio d Sol es la másla-rga del año,
unos 152 millones de kilómetros. Entonces la Tierrc, en su conjunto, r€Cibe esos días
tln 3,5% menos de eneraía solar. A lo 1arqo de lo. mi!eniO'S, von cambiando las fechas
del perihelio y del o.fe!¡;. Hace i 1.000 ;ños, eA 13efi'he!io ocurrto en junio y el afelio
en diciembre. lo contrario de ahora. (Mod~~¡Go(b a pOJ~:r de UrÍDrte, 2003:).

Estrella Polar {seüa[a el norte) pero en el pasado lo hacia la Estrella Vega.


Esta oscilación de peonza o balanceo del eje de la TIerra, describe un cono
imaginario respecto al plano de la eclíptica (esto es.. el plano de la órbita
terrestre) con una variación máxima de 47°. Este movimiento se debe a
que el eje imaginado de la TIena está sometido a las fuerzas gravitatorias
de otros cuerpos oelestes y, por lo tanto, varia 511 posición (ver figura 2.4).

3. L2. Variadóll de la indiuild-én del ej·;e ~e.rrestre


(ddo de laoiJlicui(lad)

El imaginario eje sobre el que gira la Tierra en su movimiento rotato­


rio, aqu.el que dictamina la sucesión de días y noches en los diferentes
puntos del Planeta, presenta una inclinación respecto a su eje vertical teó­
f I í 1 11\ 1 , ; l·: N ARIO: PALEüAl\1JRE't'..'TES y Pll,lSAJE.5

Prer.¡¡;'S'i\}n
~;wa años

f I',~URA 2.4. Movimiento de pr:ecesión de los :eql.!inoccios (mod¡ficado a partir

de Wallen, 1992), En el gráfico inf:erior puede apreci'ars-e como wonclo

el eje terrestre apunta hacia la fsfre1b Ve;ga, ..,O'.,..io el c-felio.

i " , ) En la actualidad esta inclinación es de 23° 27' (ver figura 2.S}. San

"IIlh;li'gO, no siempre mantiene la misma inclinación, mudando a lo lar­


"" dd tiempo entre un máximo de 24° 30' Y un mínimo d.e 21 ° ú6'. Esta
\ .l\i~lción temporal es crítica para el clima terrestre, pues dicha indina­
. I , 'r) lllaf.Ca la latitud de los trópicos y ele los círculos polares. En 'l a actua­

II ,Lld ambos trópicos se sitúan a 23° 27' de latitud y los círculos pülares a
í,!,'B', resultado de restar a 90° el ángulo de inclinación (90 0 - 23° 27 ' =
h(1" 33').
Cuando el trópico se sitúa en 21 ° 06' , porque la inclinación del eje
.11, ;¡Ilza su valor mínimo, el círculo polar con'espondiente se sitúa a 68°
. ¡' . Es decir; las zonas frias del planeta se reducen en extensión; los desier­
i, se desplazan hacia latitudes más bajas, siguiendo la línea tropical; y
IS

!,I:, ,'lreas templadas aumentan su extensión zonaL La situación inversa


' 1Il'L'de cuando los trópicos se ubican en la latitud más elevada (24° 30'),

b
84 PREHISTORIA Y PRDTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA B3ÉRICt\

fIGLJ!<.A 2.5. Situo:ión actual del eie de rotación ~0ff>e'5Í{'e.

nmndo el ángulo de inclinación ohtiene su máximo V.vJOl: Esta "anadón


en ~a indinaóón del eje de i.a Tiena se produce en un cido de 4[ .000 aüos
(ver figm'a 2.6).

.__ .?~~
23.4 0

fiGURA 2.6. Lo indinación del eje terrestre de rotación varía con una period;,cidad de
unos 41 .000 años. Cuando el volor de! ángulo que se establece en-tre e·j eie geométrico
y el eje de rotación es alto, la diferencia eh insolación estacionales grande, y viceversa
"(si el ángu10 fuese cero no existiría la sucesión de estaciones). El valor actuGI es de 23°
27' Y durante los d05 últimos millones de años ha variado entre un vaior máxjmo de
24,30" y un minimo de 21,06 [modificado o porlir de Uriarle, 2003).
0

l iII
! I ( I I"TERNARIO: PA:LEOAl.\lf.lI ENTES Y PAISAJES 85

',(1 Ti-en'a, en su nW\'imiento de traslaciónalreeedor dd Sol, dibuja


1111; I (¡(bita Iigeramente elípt~ca., Es decü~ no siempre está él In mbma dis­
1.llí\ · j:t del Sol. Ésta. varía entre los 147 millones fre kilómetros (perihelio)
\' 1, J' , 152 mi1lones de kilómetros (afeho). Esta iü!er.a variación suoone Que
~ .
1.1 t ;lntidad de energía recibida en el afelio, C'.J.anGD la Tieil-a está más aie­
~

.11 b cid Sol, sea un 3,5% inferior a la recibida en.el perihdio, cuando est.:'l

tít,l" próxi.ma (figura 2.3) .

!\ Ílora bien, esta órbita no siempre dibuja el mismo trazado. En un


l' 1<1() de 96 .000 años, pasa de u.na geometría marcadamente elipsoidal a
qll.l S11uación de tendencia más circular, corno la actual (figura E..7). En
1;1 ,,¡¡uación de máxima excentricidad de la órbita, la diferencia actual
"lllTgética de (3,5%) entre afeho y perihelio se incrementa hasta un },()% .
1.. 1'> implicaciones ténnicas en el Planeta de este gran d¡;;sfase energético,
', ufI obvias.

I ¡· ; URA 2.7. Ciclo de excentricidad de la Tie(ra . blo es, de la vcmaC10n de la


" xcentricidad de la órbita que dibuja la Tierra en su movimiento de traslación alrededor
d(el Sol. La órbita pasa de ser casi circular a ser marcadamente elíptica en periodicidades
d e cientos de miles de años (100 ka y 400 ka). La distancio al So.l en coda estación
cl.;1 año es diferente y variable, por lo que lo insolación también loes. En el esquema
;uperior puede verse representada la situación actua1, de tendencia elíptica . En el
inferior, la correspondiente ha un momento de tendencia ci'i<:ular.

Si a lo anterior se le añade que los momentos del peIihelio (3 de ene­


I() y afelio (4 de julio) varían con el tiempo. entre otrdS causas por el cita­
do movimiento de precesión de los equinoccios (ver figura 2.3), se pue­

r ¡¡
\

86 N'..EH\.STORfA y PROTOillSTORlA DE LA PENÍNSULA lliÉFJCA

den extraer alg!\J¿FlssconaeclllenCÍ2ó de estos complejos y sincronizados


movimientos astron.ónr.icos. Los ef.ectos de este hecho son las siguientes:
En la actuahetad, dperihelio (3 de enero) coincide con el inviemo del
H.emisferio Norte yel verano del Herrusferio sur. De esto se deduce q1.le
en el Hemisferio N"orte el máximo calentamieato (en función de la dis­
tancia) se compensa con la estacionalidad (invierno). Es decir, la vD.Tia­
ole astronómica de la distancia de la TIen·a al Sol se ve amortiguada en
el Hemisferio Norte -o boreal por la estacionalidad. El afelio, sin embar­
go, coincide con el \r.eranoooreal, por lo que est..1. estación cOfnpensa la
pérdida de energía impuesta por la mayor distancia.
Por el contrario, en el Hemisferio Sur o Austral la mayor o menor
recepción de energía, en función de la distancia al Sol, coincide con la
estacionalidad. Por ello .cabria esperar que 10$ invienlOS fuesen más frí­
os y los veranos más calurosos. Este hecho no se cumple plenamente,
como consecuencia del carácter eminentemente oceánico del Hemisferio
Austral y la función termorregmadorn d.e k1S masas de agua, que son supe­
riores a las terrestres en este hemis{erio.
Por lo tanto, la intensidad energética del afelio y perihelio vaPÍa en
función de la excentricidad de la ÓrOita. Igualmente el mayor o menm"
grado de calentamiento dependerá, además de lo anterior, de la coinci­
dencia del afelio/perihelio con las estaciones (invierno-verano). Todo ello
supone múltiples variables que, unidas a la variación de la inclinación dd
eje terrestre, dan lugar a u.na gran complejidad de situaciones asociadas,
exclusivamente, al factor astronómico.
Los inicios de la última glaciación (aprox. 115.000 años BP), corres­
pondiente a OIS 5d o Glaciar Inicial. la situación astronómica de la Tie­
lTa era diferente a la actual: la excentricidad de la órbita era mayor y él
grado de inclinación menor, si bien el afelio coincidía. con el verano bore­
al y el perihelio con el invierno, al igual que sucede hoy. La conjunción
de estos tres hechos producía un contraste estacional inferior al actual y,
sobre todo, daba lugar a veranos con menor insolación en las latitudes
templadas. Este hecho es fundamental para e.xplicar que los veranos, rela­
tivamente más frescos que los actuales, impidiese."'1 una completa fusión
de las nieves en las áreas de montaña y en las aItas latitudes, 10 que oca­
sionaba una acumulación nival que, tras el proceso de criogénesis, dio
lugar a la inicial formación de glaciares.
Además del factor astronómico también inten1.enen elementos geo­
gráficos y oceanográficos, que determinan la evolución y variabilidad cli­
mática de la Tierra.

~------ -._-~-

1I
EL CUATERNARIO: PALEOA~W>!ENTES y PAISAJES 87
--------------~--------------------

~t2. La circulación oceánica v ,",u influcueiila en e:l diuiltl


terrestre .'
La interacción de los océanos con la atmósfera, junto con la variable
astnmómica, es un factor cl-ave para explicar las oscilaciones climá ticas
d,el Cuaternario,

3.2.1. La circulación oceánica del Atlántico en la aCftUllirlad

La circulación oceánica se manifiesta en dos niveles, uno superficial


,Y otro en profundidad, Ambas corrientes tienen sentidos de trayectorias
opuestas y compensatorias, Además, el agua oceánica se estratifica en
función de la densidad , ID que da lugar a formación de cuerpos de agua
diferenciados por su densidad y su ordenación batimétrica: Las aguas
menos densas "flotan» sobre las más densas, De este razonamiento se
deduce que la densidad es la principal variable que explica la estratifica­
ción de las aguas oceánicas. Por lo tanto, se hace necesario conocer los
factores que determinan los cambios de densidad de las aguas marinas:
temperatura y salinidad.
A mayor temperatura, disminuye la densidad. Por el contrario, a mayor
salinidad aumenta la densidad. La temperatura superficial del mar depen­
de de la insolación, siendo el calentamiento máximo en la zona intertro­
pical y mínimo en las zonas polares. La temperatura mínima del agua
marina, antes de congelarse, es de _2° e (el punto de congelación es menor
que en el agua dulce, porque las aguas oceánicas están cargadas de sales).
En cuanto a los valores máximos de temperatura superficial, se acercan
a los 30-0 en ciertos mares tropicales, como son los casos del Mar Caribe
vel Mar de Bengala.
En cuanto a la salüridad, el valor medio actual es de 35%0. Es decir,
35 gramos de sal por cada 1.000 litros. Este valor medio encubre dife­
rencias entre los mares con mayor grado de salinidad (42%0 en el Mar
Rojo, 35%0 en el Mar Mediterráneo y 32%0 en las desembocaduras de los
g¡'andes nos del Planeta). La salinidad oceánica es mayor en regiones don­
de las tasas de evaporación son altas, disminuyendo en áreas con aportes
de agua dulce (regiones de precipitaciones elevadas; desembocaduras de
grandes ríos; áreas de fusión de hielos, etc.). Si prestamos atención a la
~~s tructura vertical de la salinidad, ésta se incrementa muy rápidamente
entre los 100 Y 700 m de profundidad, aumentando de un modo más sua­
ve entre esta profundidad y los fondos oceánicos,

-- .. . . - --.--~

1I
88 rnH~¡¡SToo.LA y PROTOHiSTORiA DE L·\ PE1>i"lNSULA IBÉRKA
~------------------.--------~

Las corrientes Gceá'l!lic,."'l:S superficiales p ermi.ten el trasvase de ingen­


tes volúfnenes de agua, Gk hast.a 20 Hm 3/s , lo cual tiene una clara ind-o
CleIicia en el chma terreslr",.
En el caso del Ar{ántico :-" su inftaem·cia en el clima de Europa, clasp.ec­
to más (:1estacahle es la exü,telwia de ,13 Couiente del Gotifo (ver Rf:,'U.ra 2.SJ_
Ésta trasvasa, en un \"iaje qZle dura 9 meses, tillOS lO Hm3/s desde el Cruti­
be hacia las latitudes suhpolares europeas. De este modo, la Corriente del
Go-IIo transfiere el calor acumutaclo en el Mar Caúbe hacia la ZBn3 sub-­
l~o~ar de Escandinavia, con notables impikadones c,u,rnáticas. Estas pue­
den resumirse e'ril. dos as-pectos fundamentales: UTta suaviz.a.ción térnüca
y un increme"Bto de las precipitaciones en e1 área receptO/d. De este mooo,
la tempe.ratura media de la costa N-oruega en los 60° N de latitud se sitúa
unos 10/12 oC pot· encima dt' la que se registra en la misma latitud al oiro
121.&0 dd Atlántico, en las costas canadienses.

fiGURA 2.8. DifBrencias de la circulación termohalina del Aiíónti:co en la s fas·es fria s


(izquierda) y en \05 cálidas (derecha), similar a 10 actual. En lo figura superior, el Sro¡¡:o
blanco indico la posición del frente polar oceánico; e" trazo de color más cloro, lo
circulación de aguas superficiales (Corrienle del Golfo) ; el trazo más oscuro,la
circulación profunda (Corriente t-.l-ADW). (figuro superior, modificado a partir de Uriorle,
2003).

----------~--------_ ..
EL CUAT,ER::-:ARffi: P·.'-\LE()::\):lBIE~,~1'ES Y PAiSAJES 89
Esta COl¡riente s.l.\ne:rfk·ia! s.e ha enfri.ado al Hegar a las latitudes subpo­
{ares de los denominarlos Mares N'órmcos (sector del Atlántico comprendi­
GO entre los 65-7'ÜO ~ d-e latitud, y k":\S costas de Noruega-Islandia y la costa
oriental de Gr:.oemanciía). Esta ebn?iÍmición dc1a temperaturad~ la Corrien- .
te del Golfo conHeya {Hila densificación, lo qu>-::, da lugar su hunillrniem:o hacia
capas oceárricas más prof~.;Hldas, trnsfon.nándose en una nueva corriente en.
pn:~fundid.ad, conocida intern.a.cionahnente como COT1.1ente NADW (acró­
nimo d.e North Atlantic Deep Hhfer, Aguas Profundas dd Atlántico Norte),
El caudal cle esta corriente pmfunda es de UBOS 13 Hm 3/s. A'.'an7--ét en pro­
runclidad hacía el sur, siguieNdo el margen occidental del Atlántico hasta las
latitudes subpohres del ;Hem~sfelio AustraL Una vez alcanza esta zona, se
inflexionahacia el océaao Índico y pasa al Pacífi·w .

Elcil'cuito Atlántico queda, pues, integrado por una COlTiente superfi­


cial des<ite el .M ar Cad~ hacia las latitudes mas
de Atlántico septentrional
(la Corriente del Golfo) y por otra c.omente tria en pmfundidad, que se des­
plaza desde esta última r:cgión hacia el Hemisfaio Sur Oa Corriente NAD\!V}
Esta circulación lennoha.lina (esto es, detenninada por temperatunl
y grado de salinidad) en el Atlántico, tuvo importantes modificaciones
durante las etapas frías del Pleistoceno, lo que ayuda a comprender los
cambios climáticos Cuaternarios. En especial el mayor impacto que tm'Íe­
ron las gbcíaciones en Europa ~' Norteamérial, pues durante los momen­
tos fríos la COlTiente del Golfo circuló por latitudes más meridionales, La
consecuencia obvia de este desplazamiento fue una notable disminución
en la erect1Yidad de su iNfluencia ténnica y pluvial sobre el Norte de Euro­
pa, acción que se desplazó hacia los márgenes atlánticos de ia Península
Ibérica y las costas nororientales de África.

I2.2. La órcu.(fidóu atlántica t1iU·(:l:¡·¡-/{~ las elapas frias


pleisloceJw-s ,1' rariaclon€sdel uicel marino

Durante las etapas frías pleistocenas el funcionamiento marino des­


lTito en el punto anterior se veía profundamente modificado. Por un lado,
Jisminuía la producción de agua profunda (NADW). Por otro, la Corrien­
te del Golfo, ante el avance del inlandsis escandinavo, quedaba acanto­
nada en las cost.:'1s occidentales de la Península Ibérica y nOIte de África,
~icl1do éstos los ten'itmios beneficiados por la llegada de agua relativa­
mente cálida que procecha del Atlántico occidental.
Igualmente, el incremento de la Criosfera (totalidad de Jos hielos con­
tinentales y marinos) supuso un descenso de las reservas de agua en esta-

IJ

do hqui(.~o, tanto en los 1:X::é<U10S como en ~as aguas contincntaies. Duran­


te el Cuaternario Se prGdv.~ron constat:-~tes variaciones del nivel rnad:no,
si b-iel'lla cuantrficación d.~l vo1mnen de agua de las cuencas oceárnco.s en
cada fase, es un prob~ema pend~e('..te de resoÍ\''::'c Si prestarnos atención a
ia si'tuación 2.ctual. sdmubn&o lmareaucóón de los casquetes polares del
Hemisferio Norte, se c.akcla que la fusÍón cid hielo de GroenlanoiacGfi­
tribuiría con una subida media del nivel del mar de unos 6-7 m; la del
Oeste de la Antártica con 5-6 m más y la fr;;,l este de la Antártica, más esta­
ble en el ln:fiScurso del tiempo, con liWJS 58 m más.
En esenc·ia, puede afirTnarse que aU.f'.JlRte los periodos fríos ia a.cu­
mulación de agua en los inlandsis y los glaciares de montaña produjo
fenómenos más o menos acusados de t'e.:,oresiém marina (esto es, descen­
sos de nivel de las aguas) . Por el contrario, d'Ura~¡te los periodos templa­
dos la deglaciaciÓfi, con la consigu:iente liberación cie aguas paro su inoor­
poración al ciclo hidrológico, se produdrúm procesos más o menos
intensos de tNmsgresión mari.na (o, lo que es lo mismo, de ascenso dd
lli"ei de las aguas oceánicas). f\iesto que la relación entre los isótopos de
oxigeno y otras variables cle los sedimentos mariD:Os, como la proporción
-de carbonatos, permite d-educir las cantidades d.e hielo acumuladas en los
glaciares du-rante cada estadio isotópico, puede estimarse el nivel oceá­
nico corresp0ndiente. Bien es cierto que con cierto grado de impI'L'Cisión,
pues no puede establecerse Lma relación lineal directa entre las oscila­
ciones de los isótopos de oxígeno y el resto de 'v ariab!es sedimentológ~­
cas, ias del \'olwnen de hiel.o global y bs del niv.ea marino. Pero puede ser­
\~T como aproximación.

'L a comparación de registros detallados del ú1tkrw ciclo glaciar, utib­


zanao los foraminiferos bentónicos y planctónicos (aqueao.s que habitan
en las capas profundas y superficiales de bs Océa'llOs), ofreció una pni­
mera aproximación sotKe la posición del nivel marino durante sus dife­
rentes estadios isotópicos . El ,m ismo no parece haber akanzado el nivel
actual durante las fases templadas OIS 7; OíS 13; OIS 15; OIS 17 y OIS
19, pues los valores isotópicos del oxígeno no alcanzaron equivalentes a
los <lel Ho{oceno. Por el contrario, durante OIS i; O[S Se; OIS 9 y OIS 11
el nl\'el del mar habría sido semejante al actuaL
Ha podido calcularse con cierto det.-.11e, conjugando los datos isotó­
picos con otros de tipo geomodológico, el descenso del nivel de las aguas
oceánicas en OIS 2 o Último Máximo Glacial. Ev~ estos momentos se situó
120 m por debajo del nivel actual y, en algunos lugares, pudo ser hasta
15D m más bajo. La consecuencia más evidente de este descenso oceáni­
co es un mapa de tierras emergidas muy diferente al actual (figura 2.9).
91

FIGURA 2.9. Conf"igur<ilción de la5 cas'las m-eo-irerr,óneas d\i!wnte el lJ.t-rmo Máximo

Glacial (oprox. l. 8.0:)0· ¡ l.GOG g-Pj. (Modificado a parti.r de Goudie, 1992).

Efectivamente, ;r.l descender la linea a.ecosta quedaron en posición


emergida la práctica totalidad de las pbta[om"las continentales, ~o que
r>udo facilitar la dis.persión por "ia terrestre de grupos humanos y faunas
continentales. Deb~clo al descenso del nivel marino, las costas de Asia y
América quedaron unidas al desaparecer el actual!. Estrecho de Beríng.
Igualmente, Nueva Gujnea y Tasmania quedaron uujdas a Austrai1a y d
~,rchj.piélago filipino quedó urúdo a Java, Sumatr:& y Borneo qUe., a su vez,
estaban conectadas con la Península de Malaca yel continente asiático.
En Ol.:lanto a Europa meridional yel oriente del MediterráReo,emergie­
mn importantes plataformas costeras en torno al Estrecho de Dardane­
los; el archipiélago de las Cídadas; la Península del Pdoponeso; los mares
Adriático y Jónico; y d Golfo de León.
Los descensos o regresiones marinas correspondientes a fases frías
anteriores a OIS 2 resultan más complicados de calcular, pero el del Úhi­
mo Máximo Glaciar puede tomarse como marco de referencia.

Los Event().,') Hdnrieh .Y las Osciladones cálida....


Daus.g aard- Ouohge r

Los extensos inlandsis que cublien:m vastas regiones del Hemisferio


Norte y los icebergs que libemban, junto con la circulación termohalina
va descrita, son los principales elementos explicativos de la fuerte varia­
bilidad térmica detectada a lo largo del OIS 3 o Interpleniglaciar (59.000­

l '
92 PREHL"iTORlA Y PROTOHISTORIA DE LA PENíNSULA iBÉRiCA
------------------
24.·000 :SP) y GiS 2 6 Ú';timo i\,{áximo Glaciar (24 .000-12.000 BP). Oe
hecho, la idea aceptada tradicionatmente de una evolución gmdual cid
ditlli'l cuaternario, funda.mentalmente controlada por los ciclos ast ron6­
micos de l\-'1ilankO\;tc'h, está siendo matizada en la actualidad. En espe­
cia] en lo que cORciern-e a la última fase de! Pleistoceno, aunque según se
desarrolla el análisi.s de estos registros también se perfila una imagen R-ru1S
compleja de la variabilidacl. dimática del Pleistoceno medio avanzado.
Conforme se conocen e investigan más registros paleoclimáticos, como
los testigos de hielo de Groenlandia, se pone en evidencia que la variabi­
lidad dimática d.el últim{) ciclo glaciar-integlaciar es más compIejaae ~:G
que asumen las teorías clásicas. La crn:va de vatiación de los isótopos de
oxigeno encelTados en los hi:ei.os groenlandeses, ha pemütid:o id.entificar

FIGURA 2.10 . Disiribución de los casquetes de hielo o inlandsis a inicios del Último

Móximo Glaciar {aprox. 18.000 BPl en el Hemisferio Horte.

93

basta 4:0 Cl1mhi.0s de temperatura, del orden de 10°C en b atmós­


brusc..~s
fera de Groeruan.:ü~~, Jj,:.¡rante los últimos 12.3.001.) ai10S. Esta variaoHidad
se tracluda en 'lUJe k~s pel'lodos ale frío intenso (estaclia!es) eran segui.dos
por bruscos y rep.::[ttüws pm-iodos de fuerte elevación de la temperatura.
denominados tradicioP..almente interestadiaaes y, en terminología más
actuaL Oscilaciones Bansgaard-Oeschger (D-O). La-s mismas han tenido
una duración enu'e 500 y 2000 años, ocurriendo transiciones de dima frío
a cá1ido en peIioeos de unos 100 años, y han pooido detectarse en los sedi­
mentos mari:nos del AÜántlco norte. La e"-"}Jlicación él esta rápida airer·
nancia d-imática p2..'r,c.::e estar en la masiva liberación de icebergs desde
los inial1dsis. Especü:l~mente d Laurentino, .que cubria gran parte de Amé·
I ,~ca dd NoP'te (ve~- figuras 2.8 y 2.10).

La i-dentificadón de esta rápida sucesión deestadiales e interestaclia­


les, se inició con los .es'.(ud~os sedimentarios de! investigador Hannut Hc,!'g­
!'tcn, conociéndose 10.$ etapas finales de los episodios mos como Eventos
lIeinrich. Este especia.h5ta constató la presencia de sedimentos en el fo·n­
do oceánico del Ati";tnüco, entre los 40° y 55 CJ de latitud Norte, c uya com­
posición mineralógk.<l con"esponma a los roquedos del :cócaio laurent:iiR-O
t) canadjense. ¿rOl- qué aparecían sedimentos procedentes del subconü­

nente nor:teamericano a 3.000 km de distancia de su Oligen, en el fondo dd


océano Atlántico? ¿Qué agente de transporte arrastró estos materiales?

La respuesta a estos ioten'ogantes es sencilJa: los iceberg s liberados


del manto helado Que cubría Norteaméri.ca, que fueron transportados por
bs coo'ientes y la deriY2 marinas. A medida que estos icebergs iban fusio­
11:::mdose, 14beraoon los sedimentOs que transportaban. Esto explica, ade­
I nás, que el espesor de los sedimentos marinos de origen laurentino decrez­

l'~l de oeste a este.

Heimich exptAso su teoría a finales de los ochenta, perfeccionándola


:, ptincipios de los noventa. Detectó seis capas de se.dimentación con mate­
li~tles de origen Laurentino en el Atlántico Norte, que se correspondían. a
i >l l'OS tantos ep~solios de suelta masiva de icebergs desde el casquete can.a­

ti icnse. Estos seis episodios Heinrich fueron datados aproximadamente


l 'll 65.000, 45.000, 38.000, 30.000, 22.000 Y 17.500 EP. Cada uno de ellos

,l' con-espondia con eI final de un intenso p eriodo frío o estadial. Las cau­

'"IS que explican estv. «sobreproducción» de icebergs a finales de un perio·


do muy frio se rel@..cionan con la máxima acumulación de hielo en el
iillandsis. E stas alcanzaron espesores de unos 3.000 metros, lo que tenía
Il' percus iones mecán:Ícas y microsÍsmicas que favorecían la fragrnenta­
, IClil de los bordes dd manto helado y la consiguiente liberación de gran­

I ks té mpanos de hielo o icebergs .


94
~------------­
PREHI$TORIA y PROTOHISTORiA DE LA PEN.L"S-ULA IBÉRICA

Una vez :ci:e~:mendidos del inlandsis, estos icebergs comenzaban S\:;l deri­
va oceánica lroda el ~4!e, perdiendo su masa helnda a medida que atra­
vesaban el océ.2l5Do. La fusión de este a.gua dHIce provocaba la rusmli.nu­
cí.ende la sab.:ni&ad en la mitad GTien-tal ciel Atlántico y, por lo tan.{úl,
é.i-smirmía la cle-ns-ida.d y se interru.Inpía d hundimien.to del agua superfi­
cial. Ige este moriD, la pro4ucción de agua profunda (NADW) se reducía
drásticamente y se mod.ificaba la circulación termohahna atlántica. Los
eventos HeiTJ.och eran seguidos por un rápido incremento de la ten~­
~'atu,a durante un h:fl..~~e periodo de tiem.po, en ocasiones medido en déca­
das. S0TI las &e?ominacl<its Oscilaciones Dansgaélxd-Oeschger (O-O). Ea
'I110t'ivo Ge este ~pentino cambio térmico hay que buscarlo en un rápido
reesta'hl.edmien.1o de lo. circulación terrnohalina, pues al cesar el aporte
cle agBa duke cw.nQo 5>e reducía la fiheraóón de icebergs, se I'ecupera la
densidad &i 2-g.ua y \'O'ivía él prod.ucirse d hundimiento de agua supe-rní­
ciaJ, haLia lascapa5 más ,profundas del océano.

La recl.ucci &n dce ice!;-:ergs se debe a que e1 casquete de hielo eRtraba era
una fase de e<íiurlilirio t,ecténico, al haberse liberado de todo el «exceden­
te» de Mido &.iT':<H'ite la etapa anterior. s'u espesor, masa y supeIfkie, por
tanto, qued.abann..">-ducidos y dejaban. de actlli~r los mecanismos que gene­
raban la hberadón de masas de hielo. Junto a esta explicación, puramente
fisica-mecárlica, hay otr-as que ayudan a entender el calentamiento regio­
nal de la atmósfera, con dos especialmente i~T)orta ntes.

Una de estas causas principales es el restablecimiento de una ciu::u­


lación atmosférica del oeste. Caracterizada por 'vientos más ribios, incre­
menta la eva.poración y', por tanto, ia salinid.ad del oc.éano en las costas
europeas. Esta modificación atmosférica está ligada a la ¿isminución de
altura dei inla·n dsisen más de 1.000 m, k> que repercute en el funciona­
miento de 10. crroillación de la$ corrientes de awe en la 'froposfera (la capa
más baja de la Atmósfera terrestre, aquella que se extiende desde el nivel.
del suelo hasta los 11.000 m de altitud y es sede de tos fenómenos me­
teorológicos).

El segundo motivo pri,>1CÍpal está unido a la reducción de la superfi­


cie del intandsis lo que implica una disminución del albedo (la relación
entre la intensidad de la luz reflejada y La luz incidente en un cuerpo celes­
te que no emite luz propia). Las superficies oscuras absorben más ener­
gía, reflejándola las claras. De ahí que el hielo y la nieve tengan un eleva­
do albedo, lo que significa una mayor ÍlTaaiación de energía y un mayor
enfriamiento. Igualmente, al haber disminuido la extensión dd inlandsis,
se produce un calentamiento atmosférico, al verse reducida la superficie
helada que entra en contacto con la atmósfera.

EL CUATER.1\l4.RIO: P.,4LEDA.MBIENTES y PMSAJES

Estas lcápktAs e intensas variaciones dimi.ticas cuatcrfi,?xias, ponen


de m0:nHiest'Ü la comlPI>~jidad del sistema terrestre, así como los compli­
cados m0dclos de aut-ürregu!ación y reequilib-riü de la Ti-e:rra y dd Siste­
ma N;atural.
Xue-stT'OS más -remotos antepas.."\Óos tuvieron que Ml.apta'r se a e.stas d-i~­
cHes condiciones ciel medio, marcadas por la variabilidad climática. Sin
duda, una estrategia fundamental d.entro de los mecanismos de adapta­
ción fueron los movimientos migratorios en busca de las condiciones di­
luáticas más benignas posibles, ai igual que ocurre con el resto de esp.e­
cies arumaies. En es.peáal si las tasas de reproducción "j", por tanto, .de
cambi-o evolutivo y adaptación biológica, son bajas.

4. LOO EIOMi\B D:'E LAS E1~-\.f'ASFHtAS \' CÁLU) AS


La distribución de los grandes bi-omas terrestres se estaibteoe segrrn la
latitud, pues el. desarrollo de una oomunidad concr'eta de especies vege­
laJes y animales está condicionada básicamente por la climatología, aun­
que se modele seg(lfl otros factores, como los tipos de suelo. Una de aas
consecuencias de las oscilaciones climáticas cuaternari.as fu·e Las trans­
!onnaciones que experimentaron los biomas, en especial los del Hemis­
ferio Norte. Al respecto contamos con numerosos datos pti'Jeoambienta­
les, entre los que cabe destacar los yacimi,entos paleontológicos, que
permiten aproximarnos a las diferentes especies de animales segú:n la épo­
ca. Aunque también contamos con registros pale-obotáni.oos, en especial
los pólenes fósiles que han quedado incluidos en los depósitos seaimen­
'arios terrestres y acuáticos, la resolución de los mismos no es la mis..m a
para las dos primeras subseries del Pleistoceno que p:ilra la wtima, el Pleis­
'oceno inferior.

las oscilaciones climáTIcos cuaternarias or.i9inaron, durante -sus ef-opo5


fríos¡ extens.os y ,profund0s. mantos de hielo que tubrkm ,Q~):p"'ias regiones
del Plonelo. '6s10S catsquetes de hielo o iflk:m~~-is fle90ro11 a cubrir C(¡l'si la
tercer-Q pGlrte de los continentes hoce 18.000 años. Todavía hoy el hielo
cubreccssi 1ó.000.000de km 2 .

~~~~---------------------------------------------------------- -- - ­

I i
96 PREHiSTORIA Y PROTOHISTGR-lA OC LA f>ENÍNSllL.A 18ÉRl'CA

.L . .1 ' . ¡ 11.: _J L '


~-a Q'XlOn m.orí-0@eretlCo (}e ,Me¡O 11:0 dGd0~ugCf {)
J - , J. __1..' ,
un m~lGCO €'sp.s·­
t óBl del r.el.éte deJlomioodo re!i€~ glocKn- y Ste n1'oninesta en mi3kiples br­
moo;¡ oGu:mlJ!oti'>,os (w.ofrenas, t.ermiWS kome .. _} o erosivas {oiwos, v~le:s ...}
\
El hieJo ~bTén puecl-e g-,::umttlarse en e1 s¡,¡.slra~G rocoso y en el 5U-ejO
{permaíro:Sf}, su movim·i efllo y los cambios ~'3 JemperuiufO pro\'ocon to
denomw,o:OOmorfogé,q.es1s periglacior,ñpico En Ial3du.n!¡dod ee
las .zonas
whp.o-1ores, pero q!:1,~en el Cuatemario debió afedara ¡·Gtitudes tem­ j
p1ad-cs.
I
kl .acción mor-fogenética del hielo ha esculpid.o un ete'iodo pOfoenta­
je de .1o Sl4:')EAide de los continentes, bs brmo:s heredados permimn fecOOG­ 1¡
twir kils condiciones pcleoclimóocGs del posado y describir el marco
ombientdldl Gi,ue YJvieron c¡ue enfrentarse nues'lros remolos an4epa~odos.
L-___________________________________________~
I
¡lomo
Un 'h~fiInQ es unagroncomunidod unitario, caracterizado pof el tipo '
d.e plafY.Q's y -Glf',imotes Ob'B
'1
alberGO
v
n.0W sin ho·cer ref€fenÓa o IDs mte­
.J f"" ......

rrelaciones que se estabiecen entre eNas. En conS€cuencia, se agrupGH~


todos los eC0.S!stcmas deestruc:tufO y o!.g onizaci6n seme.¡ ante bajo el COfl­
cef'lto de hioma, quesuefe desorroHarS€ sobre grandes extensiones de 10
superficie de! p~{)í)etG, bien terrestre o acuático. Según esto def¡,nición, un
bioffiO es una comunidad de plantes y cmimo!es con formas de vida y con­
diciones ambientales similares. Los biomas se denominan por el tipo pre­
domin,:;¡-nte elle vegetación . B conjunto de todos los híomas integrala&1os­
f,era, Jo F>2f}e de 10 Ti-enoque p\Jede mantener ~o vida, incluyendo el aire,
lo tierra y 10s océanos.

En cada b~':)mQ es uniforme el 'tipo de vegel¡:oción culminGn~e (hi-erbas,


crrbl:!sh)<s, érbd€.s perennifólios o coducifoliosL pero uno especie partícu­
la, de plcnto puede ,er distinta en dilerentes pa,te, del biama. la clase
de vegefación culminante deperrde del nl-edio físico, y éste y aqué~la deter­
I
minan el tipo de animales presentes. Lo definición de biomo, por tonto,
! i . Cl;ATF.R~i-\RilO: PAlEOAMBIENTES y PAISAJES
- - - -- -- 97

'¡'
incluye no sdo jo comunidad dominante de 10 reg~óf1, sino !@mbién les
comu/1'Í·dc;des interme.aKri que la p;r€Ceden. De -este modo nosuel,9 hGlber
I

una línea de &eman::Qóón precisG entre b¡oefitas odyocenles_ Por el con­


tmrio,c-a.&a UflO se SU:p€ípone en uno zona de rr,;:¡ns.ición más o meno:¡;
vasta, ~krmQdQ eco~. Por ejemplo, Me! r"xfe de COllQd'8exist8 Uf'iCl
región rJJr;r;plia en que S.8 mezclan los biomas éh~ hmdra y de toiga . .La
comunjdad 'ec®¡üca const.e de alGunos organisffio5 6\e cada bioma, más
otros cofoolerísticos y a veces inch,':5o restrir.{1idos cJecotono. Una t-e{l­
dencia dei eootono, deflominada ekdo eG'E: ~Me e frGn~~J 6510
de incluir mayor número de especies y~oor m:oyor de,,.sidad «e poblo­
ción ql5e oudtql&'i-eJ"G de los biomes vecinos.
Los borne'.!; no se d~Mrib.uyen en forma al-eotofto. Bien dcontrcrio,
jo hocen con un OhO@fOdo de regubridodenkanjos Iatilu.cJinoJes (J hail­
zoRtoles o en frafl{G.5 oltiludin'oles O' vertical'es. Así, la distribución
geOGráfico de oiamos se establece, aun<;¡UB de manm-o o{goirreguleG:"
co mo lejas a:Jrededor d.el mundo . Como loscondióo-nes climáticas de
lo s grGndes aft·ifudes so'n, en cierto modo, perecidos a l..os de btü.u des
altas, suele existi, una sucesión similar de biomas eolas kl1dos de 10s
cordil~Gs.

En el s'e no de lo 8iología surgió la noción de 6«'lústem:a, fa unidad


,le estudio en Ecología. Un ecosistema se define como una unidad deH­ 1
mitado espacial y tempofQlmen~e. La misma está integmda por los orgo­
lil smos vivos y el medio en que éstos se desarrd1an, por un lado, y por las
Interacóones de los organi-smos en-tre si y con el medio, por OlfO_ En otras
I
pdabras,sl ecosistema es la unidad de anáfisis del medioambiente de un
liJgor concreto, a la que dan forma fadores bóricos o integrantes v.ivos
(vegetdes, anima1es y microbianos) y abióticos o componentes que eare­
( e n de vida (,por ejemplo, minerales y ague,) y en la que exislenínferac­
(Iones vitales, Huye la energía y circula ,l a materia. Así, ,l a cualidad más
I " levante del ecosistBma estriba en su independencia energética, su aular­

' l' ,ía: en el marc-o de eslG categoría ecológico se conjugan todos los eslo­
h,) nes necesarios por'Cl constituir un ciclo energético completo y cerrado.
, Jn ejemplo de ecosistema en el que pueden verse claramente jos elementos ,

11
98 PREHiSTORIA Y PROTOmSTOR1.:d, L"lE LA PENLNSULA IHÉRlCA

comprendidos en k! definición es la ~eh"C ,,~. AHí coinóOen mi'lk,­


res de (;~-¡DeCjes ve~t0k=s, animales)' micrabk:mas que habitan el aire y
el suelo. Además, 's..<a producen miHQn€s ~in1eroccjone:s enke los org0­
nismGs y e.'1tre é~bs y el medio fís·ico.

Aunque uS!Jolme,nte se confine e los eG(%Ü3~l.!lOS cle.r.tm de Irmt.'fes o


L'Ünas geogróficas con ciertascofOderísticas dimótkas def'ioIcas {i:<iQ­
IIllGSJ, SIYS I~m¡tes son abier}os y 5e encuentran inlercon.ectodos: lo que ocu­
ri"e en uno par·te de él afecta al conjunto. Por otra parte, el conc~pto de
ecosistema es adimensional y muffiescalof. E~ decir, ~,vs Hmites d~ftden
del proibl:emo o fenómeno en es1-udio y, por taM~, la ex~ensión 00 un eco­
\;i'Stem<!l es siempr-e rebtivo, no constituyendo uno unidad fu.nc0nd indi­
visible y única: podemos considerar como eco~js{emo ((.1 la selva tropical,
pero tGmbién alpJ.0neta completo. A su vez, caclCJ ecosistema puede sub­
<!Íividirseen infinidad de unidades de menor ·t'2maño. Por ejemplo, ~o sel­
va rrqpicol abarca, CI su vez, OlfOS ecos.is,tem:as más específicos, como el
Gjue consMuyen bs .copas de los árboles o un kc),'')Co catoo.

Dos conceptos en estrecha relación con el de ecosistema son hóbfmt


y ntdw ecOlógico . El Mbitat es ellugarfísko de un ecosistema, a<¡¡uel
que re.úne Jas cond-i<:ionss natura!.es donde vive una Bspecie y al cual se
halla adaptada . flnkho ecológ4co es el modo en qy€ un organismo se
relaciona con los foctores bióhcos y abióticos de suar1":hiente. tnduye las
condiciones físicas, químicas y biológkas que una espeC'ie necesita paro
vivir y reprodocirse en un ecosistema. La temperatura, la humedad y lo luz
wn algunos de estos factores, pues determinoFi el nicho eodógico de una
especie , Enke los condicionantes bidógicos es~ón el tipo de alimentación,
los depredadores, los competidores Y 105 enfermedades.

El ecosistema es una unidad dinámico: experimenta constantes modi­


ficaciones, que a veces son puntuales o temporales y otras cíclicas (esto
es, se repiten en el tiempo). los elementos bióticos pueden reaccionar ante
un cambio de tos condiciones físicas del medio. Por eiempio, la defores­
k!ción de un bosqoo o un incendio tienen c0flsecvenóas directas sobre k:
ferti·lidad del sueJo y afectan a la dinámica trórka (.cadena olimentar'ío).
Una manifes·t ación evidente del carácter dinámico de un ecosistema es
la $:U<est6neco)tó.e~li<a, el reemplazo de algunosélementos del ecosis­
tema por otros en el transcurso del tiempo. Así, una determinada área es
colonizada por especies vegetales cada vez más comp}ejas: si el medio
lo permite., la aparición de musgos y líquenes es sucedida por poslos;lue­
go por arbustos y, finalmente, por árboles. El estado de equilibrio alcan­

_ __ ___ _ _o

l ·
\ I ~;\ l'ER!'\fiR!0: PAl.:E{$¡';:MBIEtHES Y PAISAJES 99

'Milo UflCl n2 que ie -M->Zl completadoe.1o e>",oJAJcroo, *l ée'i'\om~~ d~


11 '4, les modtftoociccfP--iS re d.on e':1t.fe lo,zifl{e,:gmwü6s cl9 .uoom¡~na €~p..e­
'"II} Por erempk:>,k:Ds 6r:bo1esnuevos reempharof:j o bs vieim. Dentro 00
• ' .j,", • ' ·1 hl:.· ./ . •
.I(,t r.tl<3eSIOf.'le'S .eco~~1'CC'S se es.., t1l'UI.SGB tJno ~:td~"€f',rGlGCf'Cn en,,~'e ~~;­

f~~6 ' y ~5. La sUC'~ ~m P'"'l're de r;o medio donde


1lI /fICa hvbo ""¡oo, con~Huyen<r:10 ~n proceS>D \t{IJ€ puede abarcar miles de
tJ ! s. En cuooto 010 ~n :SE-e~ñei sucede a uno E;·lteroó6n del
r . .OS¡~, como un irKe>nei-o o u.n
cambio climático,

Pueaen .\ ~:remC:KiID'.,eK¡¡mQlen
.'hL· L' , L.
@s -L .-...!'""l~ ~ .
cG-nc~~s =1f-~",JlQ.n ~'i/Z~!h.u­
..
,~'rdad lJ:¡;¡m pcb~md.6;nes-táínte'9(QdcJ por l:Z}$ miembros (in¿,ividuo¡¡,i
11r:1jr€cru:ZQ~ de uoo e'iipecieenunárea geqg!1'5Ei-w o un e-."Oslstema &¡6e­
/1;<::05, .déDn.43 se encu.enfran aislados genéticGmente de oíros especies~
tH,~uecom,p<M1ooel eftpoóo ffsko. Pcnr U11~rii_d (tumb¡én ~­
• .4_~ 1.."~IIó!-,
O'lágg o11OM .....O
!...J_J
o -CGm~"'¡-ja~ _"-'-_" l . I ~ .. t .:1
e:~;{<Q1 se ent¡erroeel conj1¡ilT o (!.le
pob~Qci@~s de dIferentes especies que interodúon deR~r0 unecosiste· re
l1'lo. E5-tetér-mtno.es sinón{mo de~l1ilt,~is, CjIJ€ desigmJ a rodos ~{)S
l 'gGfli~ que vh'€!l e<"t un :hif~.

Por otra parte, es conveniente destacar que las respuestas de las espe­
\ i c"'; :mimaies y vegetales ante los cambios medioambienwJes no son iume·
,Ii;tlas, existiendo cierta desincronización entre la cronología de Las S"\lce­
" iones c1imát~cas, establ,ecida a partir del registro sedimentológico. y ta
'fI'l' puede d.educirse por medio de los datos paleobotánicos y paleonto­
1, J)2icos. En es:pec-ial cuando se documenta el inicio de un periodo tem­
I>lilUO. Esto es así porque la recolonización de las comunidades vegetales,
\':--.pecialmente en el caso de las plantas leñosas, y de las especies anima­
k:-; a ellas asociadas, se produce con un ligero retraso respecto al esta­
t >!,'cimiento die las nuevas condiciones.

4-.1. Las Hlriadones latitudinales de los úi-omas europeos


durante el Cuaternario

En téI1Y'.IDOS generales, puede afinnarse que, desde hace unos 900.00íl


~ l [-lOS,
durante las fases frías los desiertos polares vieron ampliadas sus
."uperficies, desplazando los biomas de tundra su gradiente latitudinai
Ilacia el sur, al igual que aumentaban su rango de distribución (figura

Ir
100 PREmSTORIA y F~:ORJl-f.!SrOR{,l). DE LA PENtlXSULA IBÉRKA

2.11,2.12; 2.13 Y 2.14). Aa misn~3 tlempD, los b40mas de taiga y hoscos'o s


se retrajeron hacia áreas refugio, que en el caso de Europa se w..,--alizaron
en l85 márgenes meridiona.1es del sU0conünente, fundamental-rnente el~
algunas LOP~S de hts penímNikas F...aki/;'nk<'l, Itálica e Ibérica (figura 2.12.
2.13 Y 2.14). Esto fue así porque, durante las fases frías,estos entoH1105
geográficos ofrederonmejores condiciones pElTa el desarrollo de <i'Jgb1·nus
masas forestales, debido al ateHl>perami~nto di.mático ejercido por el des­
plazamiento meridional de la CorrÍcnvc dd Go[fo y el efecto «caiefactof»
del I\'1editen-áneo, una masa maiin3cerrada q'll'C tiende a la estabiHclad
térmica.
Cuando menos, esa dinámica es la que indican tanto d registro p..,-ue­
obotánico y paleontoi6gico, como ios u1apas genéticos de las especies
vegetaJes y animales características de los ent'Ornos naturales de la Euro­
pa actual. Esto es, una retracción meridional de determinadas especies
vegetales, poco tolerantes al frío exü-emo y la aTidez, yde los anjmaies
\'incubdos aeilas. Desde estas zonGS con dimatología inás propicia, apro­

Q
45° 52° &ff' 65

S -:\ , '\ ', ) ":~ " :\<\ ',> ',) ":\ i, ), ~"" /,) {ij\ ~
';~"""J' ;- ~ :--- \ (>' .....\~ : ;¡.'~~\I;>'~ ~~e;::)i2.;:) >:- >:.
,,~ ,{\"; ";\t ':\, ,,!\ ,.JI, ,(\\ .'. Tunde<:
~~ '-y- .. ~-r' \...;",..- ~ .. ~ w f:,~ ;.-¿. w w ~ y090~
'" . . !' T:a:192 Bosques ra"tos
'Bosque ca..ucifono lemp,eoc (8oS<1u~ boreal de co.nfioras) de abedul
HHERGLACIAL

j\
; ( 'f.unGra
Ly ° 9CL~

.----­
C<!Si.erto polar G$aciar ce.otinen~1

Bosq-úes n1.o-s
{ln:"""Jsis)
oe ®E0\.!1 GLACIAL

FIGURA 2.11 , Esquema de las variaciones lalitudil1ov25 en la distábución de los biomas


del Hemisferio Norte durante el Cuc{ernorio, El grófkow.,oerior reproduce .1.0 situación
durante las oscilaciones templadas o interglaciares, méntros que el inferior refleja b
retracción meridionol eJe I bosque cadvcifolio tempbdo y la to,),ga, así como la ampliación
hacia el SlH de de la tundra y los desiertos polares o óreas periglaciares durante tos
oscibcicnes frías o g\ocia..-es.

vechando los periodos más cálidos, estas comunidades faunísticas y vege­


tales recolonizaron los espacios ocupados por bíomas esteparios duran­
te las rases frias. Bien es cierto que esta recolonización no se produjo con
igual intensicL-3.d desde las diferentes áreas refugio, pudiendo apreciarse
algunos filtros bjogeográficos, corno los Alpes. Este macizo montañoso,
entonces dominado por glaciares de montafla, impidió, o cuando menos
ralentizó, la dispersión de aquellas poblaciones que pervivieron en la
Península Itálica.
1 1 , ¡,: ! 1~f" \Rl O : PAl..EO....;\mIE NTES____
~' pA'rS
____
; AJ ES
· -_ __ _____ _ _ _ _ _l_
O_l

los ~'5 P~¡~f fle E~


1(J distribución de 105 smndes biomos terredres según la iatitva está
1,, ", lurnenialmente conóió0naaa por la difflCto\.ogío , interviniendo Gtros
\ ' .' ¡" l A S abiólicos, como 1'0 composi.ció n de bs 5ve1os, con menor infensi­
11, l ' j En un hipotético vioie desde 10.5 po1os hocia el ecuador, puede obs€r­
'! - 1I ',e una cierta simetría en el gfodiente de bornes Gllravesoóos en cada
" ",) de los dos hemisfef-jo~, En este ClKldro se d.eialkm 'las caraderísticos
11 . t, 1oles de aquellos b¡omas que carecterü:::orofl Europa dUfD-flte el Pleis­

! ., i'.l :"IJO .

hndm
lo s franjas de tundra e-s~án comprendi.dcs entre el-límite natural dB la
l. II I JII hociolos polos y los zonas órdicas y Qot-órdicos. Su distribución se

1", {ll iza casi entemmente en elrlemisferi-o Norte o Boreal, a causa de lo


" ',' I"ez de tierras emeY.gidas entre -el parakb 4SO Sur y le Antórt¡do, en
,,1 ilcmis-rerio Austrd, Ocupo sobre todo lerritori o s situados mós oM del
, j i' v io Polar en Eura-sia, descend iendo nmfg les 60° N~rte en Alcska y

1. { I'"nínsula del Labrador. la tundra estó formado por un mosaico de eco­


{' II:mas, con una composióón botánica condicionada por fadores edG­
1" ·, s y climáticos. La hrevedad de la estaci6n vegetativa 1sesenta dím de
I¡¡h lio) y la parquedad de las temperaturas -estivales {si-empre por debajo
, 1, 10 0Cj, constituyen sus principales fac!or.es lfmitantes. La precipítaciém
I ,II 'vial es más bien esc asa, pero eJ agua no suele ser factor ¡¡milante, yo
'I <i' ~ el fitma de evaporación es tamb¡Bn muy bajo. A causa de la gran
, 1, 11 oóón del período invernal y de! rigor de los temperaturas, el 5-u810 de
{ 1, 1 Itmdra estó helado per manentemente en profufil d¡dad {pe.rmafros~, pues
. ,It! unos cuantos decímetros de las capas superficiales pueden deshelar­
" , d urante el exiguo verano, Esta estructuro "l gén.esi-s edáf'¡ca impide e!
,11 ' 'no ie de las aguas superficiales y origina formaciones particulares de

1' 15 regiones, como los suelos poligonales.

la composición vegetal de kls ecosistemas es poco diversificada, y


. JI {O focalmente según la latitud, las precipitaciones y otros factores eco­
¡. '(¡i cos, Las plantas arbustivas (brezos, sauces)' abedules enanosl opa­
1, ' . ~ n en la s zonas menos septentriondes y frías , En ohas situaciones son

1 ,1 ' JI1tas herbáceas -gramíneas y Carex principalmenle- y criptógamas ­

" Iil O los líguenes del género C/adonia-las que se establecen y sirven de
'¡ Irn ento a los herbívoros. Los especies animdes que se han adaptado a
,I VII en la tundra son: caribú, reno, liebre y zorro órticos,. oso polar, lobo,
102 PREHlST(,\f,'JA y FROTOHtS1'ORIA DE LA PENÍNSULA ffiÉRJC A

Si bi€'.f1 -unai%p&c:ci6n S'J-pertki-<ií pooríusug,erir qtr.1e ,Jos tundres SGfil


zonQS estéri1e,s, :es elevGdo el Rlsw.em de or~3'f.lí:smos que se hon edapta­
do y sonrevi",\en el fríe. Dt::mnt€ bs ¡argas MGrOS d.e luz d~uma e/el breví­
simo verano, lo 'Producción primario es muy elevGoa. la que deriva de leJ
v~etoci0n Co/3e broklen el terreoo, -de las plan!o:s que crecen eT'l los muchos
lagunas C¡lSe bordean la campiña, }" ID pf0cedente del fitop'kmcton del Océ­
ano Artico vecip,O, proporci0l'lon bost..:mJe Glimento pm.ra Ct§~r4r les neceo
SI'd GQ·Ie.sQle
J . - ...1 .J " ' Í _
-gfGn van~eu ee mcumrerO$J ¡¡¡¡.\::le rest'3en
• .,
en 1,- J
a tu=rQ -efl ','fe~ :r-
map.erman-ef!ite . Aún OoSí, es un hioma poco Froductivo. La b¡omasa es
peqweño, del orden de SO to~eja.das en m(l~BrkJ viyo por hedGrea. Es
¿eóT, o?enús superior a ta de los oos'Íettos .

Se traro de Uf){) de los biomas mGS lmpodzntesdel Hemisrerio Norte.


Cubre el escudo siherocanoGi:renS€,.Q b 1iJ:fgo de uno docena de millones
de ki!-ómetros cVGldrado;;, ex,l:en¿ién6ose oproxima-damellte entre los 45°
y 5r de laMud Norte. No c.bsta.rr'-te, s0.br€POSO tocatment.e d círculo polaí
en A~asl<.a , Siheria y Escandinayia. Le taiga se establece en unas f€'giones
en las que las precipitaóones son bastl'JnJe débiles tentre 400 y 700
mm/año)' pero d'islrrbuidas a \o IJSr;go de tod:::l el año, 'Con un máximo esti­
val. A COUSQ de las condiciones c'!¡matd6.g¡cas y de ia cubierta vegetal,
los suelos tDoreoi€s son peorasen soles mioofoh"s y de pH ácido. Sobre
todo en los horizontes superiores, en los qtJe se eC\:JIT'Mla 10 P.1oferia org6­
nicG. La di\lers¡dad de esp.ecies de este bionm es bastante reduóda y su
biom.a sa inferior a la de ot¡;os sis-temos bres!a!es, aunque alcrlnZG bs 250
Tfha . Como en la tundra, se observa periodicidad estacional netamente
delimitada: la po:b h::ión animal aumeNto durant-e la estación estivaL

Sosqoo coduo*o1io ~
Este bioma cubría antiguamente toda la Eurasia lempbda, induY'Bndo
la parte meridional de Escandinavia, desde el Atlóntico hasla le vert1ent-e
siberiana de 105 Uraies; China sep~entf~oncl y cenkaJ; y les regiones de
Norteamérica situados al este desde e'l meridiano 100° hosta la latHud de
Saint-Laur-en1. Estos ecosistemas son, por el contfOfio, casi inexistentes en
el Hemisferio Sur, sa lvo en Australia y NuevG Zebndo, debido a la esca­
sez de tierras emergidas más aUé de les 40° de latitud Sur.

I j,
j I CUATERNARlO: PALEO;!\-M,€{'E NTES y PAISAJES 103

j-
I En E\jf0GO
' el OOS01,1€
., iern.o,~o
, cedudfdio eSID repres-entado por
, b05­
1 qu:es de rabies yr>3yaE,reg~" ks y«riQcio.'1e3 Ie,.:ubs en hlt:medad atmos-
JI íérica. A e&to.sárhck~ se 0-S0Ó0'l1 OITa:s €Sf'léDeS vegetales 'lnernGS obu.o­
domas, oomo wl0'5, awetlG:f1os, dmo:s y cntk;~'im . $lJ diversidad cle especies
1 es bastcmte e!evo.0m y po.c;re una dam estr:etincacbn erO'.Jsfiva y herbácea.
Las e~-pecies que cOll:lfX>Aen esIos eslT.cüos hajos poseen cortos períodos
vegetQltivos y esta n ada.pl.\zclos o hs porkubres (xi!1cHciones de1 subsuelo
'
ehl h0s~tle ,C1f':te pennOflece s0meti.clo a l'na infens-o penumbra desde el
comiernz<D de le eskximn o6ll¡da psr b répida e intensa bliac¡ón arbóreo.
El b0sque OO<!luc.¡f-oJio templado e~he[.~a una i'mportcmre biomaso, aun­
que irlferiOf a la de Jos hiomos trGf>icG}~'S . El robWo1 puBdeWegOf a tener
más de 400 T¡ha . Los a nimales 00$ cmoderistK:-os d~los bosc¡oos cadud­
folios 16m;pJGdOS son oér"j¿os, oro, ord¡fIO, l:0ffO , l'¡ooe, gato montés y 10bo.

E~5
En EO;las tempiod:G'Sdc>~de h,s 'p recipitaciones son insuftóenfes pora
permitir el ctesafrdo de los órboles" generdmenre como consectJencia de
la cont¡n'en~0{ización de! dim.a, en llJgar de bosques aparecen enormes
e step<lls, muy frecuentes en el Hemtsferio 'Boreal. le: pradera norleameri­
cana ybs estepas fUsD-siber-i.anm. son buenos ejemplos de esta hiomo,
r:aracterizaÓO por la predominanciG del estrato herbóceo de gramíneas.
A veces se encuen-tron QrboJes y arb.¡stos irregularmente dispersos en las
p rG6er~5 , con frecuenctD formondo f~'Cls a to ¡argo de los márBenes d.e
l íos y GHO)'OS . Los mamfferos ful6s CQr{~deríst¡cos de! biomo ¿e estepa son
b isón, 0n:f¡!opes, équidos sdvajes, lobo, logomorfos, arditbs terrestres ,
perro cle ~GS praderas y topo .

Lo s suebs <le las estepas presentan -grandes diferencias con los de los
bosques templados, establecidos en lotitu&es Clnálogos y sobre unos mis­
mos substratos geológicos. A CGUS-O de la brevedad del ciclo vegetativo
r:lelos plarltas herbóceos, se produce una irnport.:Jnte ocumulo.ciórl de mofe­
r ia of@ánico, de tal forma que tiene mósl'v-Jmus. Además, yen razón del
clima, lo eVQPoroción es superior a la piuviometría, ID que se tradoce en
li no ausencia de lixiviación y en una acumulación de sales minerole~ -par­
ti cularmente de calcio y potasio- en los capas superficiales. Por con si- .
g uient-e, ciertos suelos de es.tepct, como los chemozem (tierras negros de
turopo oriental y NorteaméricaL fi.guwn entre los más fértiles del Plane­
ta. Las estepas de las :Lonas templodos, aniarlo pobladas por grandes her­
bívoros, han sido desde hace mucho tiempo utilizadas por el ser humano

..r 'k1G73Wrrwe'
104 f'REHtSTORV\ y N?:OTOHT'STORIA DE LA PENíNSULA [BÉRtCA

ioseCDsist.emos medílerr6ooos, muy voriades ycorn,pt.eios, correspon­


den ozonos templGl:<b-cálidm, 'C'Gft:r::.terü:aj<aS por un peoo&) más o menos
largo {¡le requ}a est¡\lGl, que puedt s,'J-peror los C!!JC*rO mesBó. Las precipi­
klctOnes, a m-enudo toTfencides, se dist',-'fouye.n princ:ip-<llkn€n~e durante los
equinocciGs de primQvef'O >' olaño. ~r6cen e$~os biomns en ambos hernis­
ferias, enfre jos 30° y 50° ¿elatit-;Jd. h;¡¡¡damenÍdm€n~e en tomo 0,1mer
N.ecl¡terróneo, desde t,ACífU€COS y le P-i'mrnsuk:: loo neo hastm e1 CÓtKO'SO,
pero también en otros r-€g-ion€s del mundo Gomo Australia, Svdáfrico, Chi­
le Y e1 Oe5';e de Estados Unide.s.
Una de las f-ormaóones po~c¡des de e-sbs ec05~5'~3m:as son ~os baso
«¡!Ses es.deróf.rlos, con p.r:edGmin io dB e~peci'3s vegek>}es de hoja perenne,
dura y grueso , como encina, akom'Slq\:Je, roble que.jigo ye'u<:aj¡pto . En
algunos ocQsiones pU€den 0lp>3rece-r bosques perenfúfo!jos de coníferas.
la 0cfiv·idmd h-umona ha favorecido Bsta úfarnaf-ormcción, ampliando note­
blemerrtelos p:nares en lo región mediterránea .
Cuando el bosque esde rófHo se dBgrcaa, se transforma generalmente
en chapor-rdes, fo rmaciones ar.budi-vas de carócler Kemmorto. Este híomo
es el carode1Ístico de regiones con lIuvi,c}S rebtivGfTl€ole obunelanfes en '
invierno, pero con veranos muy secos , L'Ü comunidad cUlr;l~nGmte induye
arbdes y Qfb~st0s de hojüs grlleSQS y dtiras. Es,te ¡ipo de vegetación se
denomina cha-rarral .e n California y M-éxKo, maquis og·arrigo en la cuen­
ca del Mediterróneo y mellee scrub en b coste meridional de Australia.
DUrGntelos veranos secos y calurosos es consknte el peligro de fuego que
puede invadir rapfdamente los lamenos del ctJoporroL Después de Jos incen­
dios y siguiendo a kls primeros Huvias los ar.bustos retooan con gran vigor,
pu.cJien-do alcanzar su desori"ollo rnéximo en pla'Zo de vr;os 20 OOOS.

Conforme nos alejamos de los 10° de latitud, en uno y otro hemisfe­


rio , la pluviometrío se reduce rápidamente. Ello da lugar Q la desapari·
ción del bosque húmedo tropical y al desarrdlo de un tipo específico de
estepas semiorboladas, las sabemos. Aunque en principio induyen un estro­
EL C UATER~-IAR10: PALEOAf..-1BIENTES y PAISAJES
------------------------ -----------------

lo arbóreo o.:hier-l 0, VQI1 noci.-BRdo.se code I¡~€Z más pobres en pb\ltas leño­
SG5, G fl1edia!a ql5€ nes opGrtomos del Ecuadof (es e1 caso del Sa,¡'~)_ En
hs sdtrancs, el €S'frclo herhóceo de es~ bioma está brfl'l'Sldo por gromí­
neos, que pveden Gtfcaf1í::cr mas tie un mer.o 6e dtJJfO_ En Africc , lo obwn­
clanci-a ele herbáceas ¿ 'jrante laesroóón hún:¡¡ea..:¡ permit.e lo Ri'lultipJ.ico­
óón de los ung!Ji06.2.'S de gran t~maño: cebras, búfalos, anf·fk.pes, gacelas
y otrm herbívoros . Labiom.Glsa de los mamíferos llega a alcanzar valore:;
inisuclcb1es, p¡,}<cs ei'l rnngunQ regi6n Gel mundo Glparece espontáneamente
td conc€nJ.f;Gción de grandes mamfroros.

'fI '" .~_"


Llona.~ v~~ 1.1J"~.1

'EnfuRción de kSl c!,í iiud, le ¡:onación de b biosfera está todavia más


definida qU€ enbtitllc. 8esde el fondo de las profundidades ocoonicas
hasta la cima ale .los mus altc'5 montañas, ¡X€6enta una suces.ión de bio­
mru muy di'k.eren.tes.
La .~onec~ ~1d'e J.us ~sis terreúf>Tes aparece muy
netomwle en 1as re;2jiones confinentales de reheve acci&2n,tado. De~de
muchos puntos ¿-e VfS'iO, la distribución en atJltud de los comuf1$.dode:s eC0­
lógicas e'5 muy pGfecida a le distribución latitudinal de los principales bio­
mas.. La extensión vertical máxima de la biosfera se alcanza en los f€8io­
nes ecucrIGriaies, disminuyendo pro@fesivamem;e hasta e1 nivel del mar en
las zonas pdOíes.
El límite superi0r de los vegetales fofosintéttcos estó situ'ado enromo a
ros 6.000 m de altitud, situándose por encima de este niv.ei nieves ete~­
n.Qs. Pora los seres humanas, el limite SUper1Dr de hábitat se sitúa en la
región de las ;p~ro:s c:~~, Cl 5.200 m La pradera alpina es
una f.undra de montaña, desprovisto de érbdes. Está ocupoda por hier­
bas o sufrútices, plcmt'o s seme.jan-tes a arbUSTOS, generalmente pequeñes y
con tallo ~eñosa s610 en la base_ Las e5<peóes vegetales que aHí se esta­
blecen estón adaptadas a bs particulares condiciones climáticas reinan­
tes {.gran insolación, variaciones térmicos de morcada amplitud, menor
presión atmosférica .. _),
El limite su.pe:."ior:dre los ho5~Ues se encuentra a 4.500 m de alti­
tud, aunque redme·nte éstos rQr-Qmente superaD los 4 .000 m, incluso.en
las regiones ecuatoriales. La actividad agrícola tampoco es posible por
encima de los 4.500 m, ni siquiera en tas zonas tropicales. La altitud medio
de los continentes -875 m- corresponde, pues, con la zona de desarro­
llo óptimo de bosques, praderas y cultivos_
:106 I'!REH1Sl'OR!A y PROTOHiSTO:R.IA DE LA PENÍNSU:L~ rni~RJr::A

No o bstante, 1>,0 debemos entender estas fu-eas 're.fag,io ccmocn-tornos


éÍemamens.;e forestados en toda su superficie, pues ·existirié".:R l-egi011CS,
como m Mes.;:"to Ibérica, donde pudieron eswblecersc preferentemente
biBfHUS ~'tepí/.r!os o eeotonos transicionales, en fuEldén de faci..ores cmno
la cont4n.':"'n:t;:didad, la altitud o d régimen cl,~ vientos. Asimjsmo, cl-e;p.en­
oier140 «-"el m.(~.m:ento,<Jgunas áreas refugio pudieron loC<'.Ezarsefuero. ¿oc
los ámbitos peninsulares europeos, en determinados \',aUes que, por su
ubiC&.ción )' onei'\tación, estuvieran protegidos de factores de mooe-iaciGIl

t. Confferas
Tundra y mosaico
de estepa fria
llanuras costsr8S
emergidos

& 8r....s~tJ;B

, . caduclf~f¡-o ~iJ'f;;l.z<?Jo Estepa fría árida


Casquetes

de -híe'¡;:}
B~'.J:e
. . me61rerr.érteo

FiGURA2.12. Distribuóón de los principales biomas europeos durante 0156


o PenGltimo Periodo Glaciar, hace unos 150.000 Gfías (modificado a partiI
de van Andel y Tzedakis, 1996 fig. 6).

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I \ lA1"1 '.Ji: \'-!M-:'~'? : p:'JLEOAMElE)\¡"fES y PAISAJES

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\ Mar 'Poelado en ~Offi() .....

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I 1fa:jB80
11' 'fl bos:quB bixet¡-I Bosque mix"iG de coníferas
y el>pedes de hoja GaGuca

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~ -2:~tle me~;¡¡rfá>'leo

fIG~RA 2.13. Di,strr::rvdón da los principales biomas europeos durante as 5e


o ÚRimo Periodo lnkrglaciar, aproximadamente entre 128.000 y l18.000 ~?;
, liando une transgresión marina convirtió lo Penfnsw.:;¡ Escon-dina·yo en U!;1 am13ient¿;

ir,,;¡t'lm (mc&ficado a partir de van Andel y Tzedaxis, 1996 'h g. 9).

I Ii rnática, coro-oios vientos dominantes y la influencia glaciar' y peri.g la­


, :¡U ·.A buen seguro, también se establecieron áreas refugio en nqudlas
'l1perncies de la plataforma continental meditenánea emergidas cluran­
1,' /.as regresiones mai"inas, como el actual Golfo de León.

El eS9aóo abandonado por biomas boscosos dUl"ante las fases frias,


lile oGllpado por diferentes tipos de estepa: la estepa loéssica en los már­
~ '.cnes de la tundra y la estepa templada, según gradi.enteslatitudinales,
l'1] ocasioneS con áreas de transición hacia los bosques en retroceso, La

l'stepa loéssica es un bioma, más bien un ecotono de transición entre b


I undra y la estepa continental, que actua1mente se documenta en lugares

------------------------------------'~~
TW1.d ra y m;Qsei~o Lial'lut<!s rosteras
de estepa ma em6T,g:id~

& ~~tif]
..~ cww.'Íoüot¿«~¡~<l Casw.J;e\oo \
Estepa fria áoca den';@io

, EGE>GlJe

~ ·meffi~~:€;r,ffi·~.'J

fIGURA 2. 14. DdriD:ució{l de los principales biornes eJJropeos d\Jron'ffi OtS 4

o P1en iglc:;¡ciDf, hGce unos 65.000 años (modificado o partir de van Andel

y Tzedakis, 1996 fig.13).

como Asia -ce~tnll; Ordos (Olina); Mongolia y el sector oriental del Desier­
to del Gobi. Se caracteriza por una cobertera vegetal herbácea de poco
desarrol1o vertica'!, sin masas arboladas o de monte bajo. En cuanto a1
ecotcno de transkÍón entre la estepa propiamente dicha :i hs masas fores­
tales relictas, la estepa continental arbolada, habría esta do dominado por
prados y pastos, ofreciendo algunas masas boscosas de perermifG<1ias y de
monte bajo, de escaso desarrollo superficial y generalmente vinculadas
con lagos y cursos de agua.

1I
I 1 ¡Af'¡·:RI>:ARID: PAl.EOAMm,E NTES y PAISAJE.S

p. lf' úhEno, eD zorras mont2ñosas, Th-o ll'cCesan3.mente a gran.desaku­


I I \, ~¡)Il terreno a·cciclentado y substra~() .rocoso con C5Ca'SO desarI'OBo de
1, ", ~,Hdos, se documenta um biom.ade w':g~tación rala, dornmad.a por heT­
li " (' :I,>.:V ocupoo'Ü fundamentalmente pO-l"cápridos. Es el habitualmente
1, ·;,. llllinado biemtl de roquedo y todo Qodica que durante algunas {)~<.::i­
t J . l' ¡11\'<;; .climáticas su extensión desceoocrí,a en cota, como el ~'esto de
'J.lI ji-I!> ecológicas de los ambien>tes de lnontai'ia, por otra parte.

,4 . ~ . ~' ..a '\~{'~ei ,Rci(~n duraute las eBe¡~ad,oHcs

tfleJ pJé>is,i'>{i)(~t~ffi superlO-ot'

1 ,as plantas, durante su proceso rep~-oductor, dispersan gxap..des can­


de granos de polen. Muchos de ellos no Hegan a fecundar ros órga-
, 1l, tldl'S
11'" Icmeninos y se integran en el registro sedimentario, donde pueden
· ,.fISl'IVarSe durante millones de años, si las condickm,es son acleciJ1adas
1' ·H ;1 e+lo. En la actualidad se han obtenido numerosas columnas sedi­
11j' ·IILanas. tanto en el n~gjstro contineutal como en d oceánico_ En tér­
1111 IH.lS generales, el registro pohrrico terrestre suef,c ser pobre en secueu­

• L'S contin,u as y fiables, especialmente en to referido ai Pieistoceno. P.x


,,11:1 parte, aquellas columnas de mejor calid.ad, habitualmente obtenidas
¡ 'I' turberas y secl.imelltos lacustres, como las de Padu~ (Granada) y Lago

1'lIüicchio (Italia), pero también en los yacimientos arqueológicos, sólo


'.' '11 n~presentativas de los biomas circtmdantes al yacimiento considera­
,1, " siendo arriesgado extrapolar sus .d~tos botánicos a una eseaia ge­
íH 'I·~d.

A fin ck paUar estas carencias, durante los úliimos años se ha &~a­


11' >lIado el análisis polínico de columnas sedimentarias marinas. Con­
• 1 l'I amente las obtenidas en sondeos cercanos a tos márgenes continen­
I.lks, pues el aporte de ias aguas flUviales contiene pólenes representativos
.1 " una gama más amplia de los ecosistemas [ntenores. En este sentido,
l.,...; aportaóones del programa n~1AGES (Intem.ation..r¡{ lvIarine Global Chan­
, Sludy; Estudio Internacional del Cambio Marino Global) han sido
/ 1111 )ortantes. En especial para reconstndr las variaciones de la vegetación

d<Tica en el transcurso de los últimos 14'0.00'0 aüos, pues algunos de iDS


,,>nd.eos mejor estudiados se localizan en los márgenes atlánticos penin­
, ,,lares, Por otra parte, la posibilidad de analizar los pólenes sedimenta­
(lI1s junto a otros vestigios paleoclimáticos, como los isótopos marinDs,
!" . .; carbonatos y la estructura del sedimento, que pem1iten tanto deducir
I;ts oscilaciones de temperatura en la superficie marina como estimar ei
iliclo acumulado en los casquetes. También apreciar con cierto grado de
110 PREffiSTGRfA y PR01':OH{STORr ~\ OC LA PENÜ'¡:SULA iBÉRICA

det.alle las respues{.as de !z,s eornupjdad~s veget2:les a estos cambios medi.o­


amhlentales .

Como ~'e~kadD de estos trabz.jos, ha j3odoi-d o ci,"termrnarse que en. 1""


Peninsu1a Ibérica 10s biomas boscosos comerrLaron a l'ecuperarse entne
132 .-000 y 12:S.0:00 EP. ESfe fue el l:¡;¡:,pso de tiempo en que se produjo Ra
deglaciación asociad2 a los rnidos dd lHtimo Periodo Interg!aciar ('GIS
Se). Dunmte este periodo de tiempo se recuperaron los biomas de bosque
cactucifolio tempbdo en la franja norte peninsul~.rJ pues se ap-recia b
extensión de masas no muy densas de enebros, abed'LlI:es y rob1e.s. 'Ira:¡: un
breve parón de esta rt'C.olonización, originada por Ullié\ puls.adón. fria, la
regeneración dd robledal se akanza hacia i26.·{}&O BP. Este procesDes
similar al que siguió el bosque Iueditel'l.-áneo, posiblemente e;úenrudJ3 por
ampkas regiones d.e lo que hoy se conoce como 'Iheria Mediterránea: [os
registrGs de1 StH'oeste pernnsular i.ndican que en esta úhüm<ilcnmologia
se alcanzó la extensión máxima de este boma.
Esto es, lOS biomas bosc-osos no se recuperaron plenamen1:e hasta unos
20.00 anoscl.espués de que el volumen de hielo acumulado en los glacia­
res llegara a sus valores mín~mos. Estas condiciones de predomiruio del
bosque se mantuvieron aproxima..d.amente hasta 110.00.0 RP, 6 .000 afios
después de que se reiniciara un nuevo proceso de acumuLación de hielo"
La explicación de esta asincronia, a tenor de los isótopos de oxígeno, (,"'5
que las temperaturas atmosféricas de ia región, similares a las actaales,
se mantuvieron bastante estables hasta esa fecha .
Entre 1W.{)0Ú BP y 74.ü@OBP, casi coincidiendo con eJ. Ghciar Inid!3l
(GIS 5d a OIS 5b), se ahernaron cuatro periodos fríos, rluran.te;l(;s que se
aprecia un mayor desarrollo de las fonnaciones esteparias dé gramineas
y ericáceas , y cuatl'o fases cálidas, escenario de ci.erto avance de masas
boscosas abiertas, dominadas por roble y carpe en el. norte y por roble y
encina en el sur. Bien es cieno que. en ninguna de estas pulsaciones cáli­
das, las masas boscosas adquirieron la densidad cid óptimo anterior.
Entre 74JXYJ y 60.000 BP, durante el desarroHo del Plenighciar (0iS
4), tuvo lugar una oscilación especialmente fría, con una extensión máxi­
1na de casquetes polar'es y una intensa regresión lnarina que alcanzó has­
ta unos l. 00 m por debajo del n~vel actuaL En consecuen~ia, ios testigos
pollnicos indican un amplio desarroHo de especies vegetalessemidesé;:ti­
cas en el sur peninsular y de vegetales estépicos en la franja septentrional.
Los porcentajes de polen identificados en los sondeos para los últimos
60.000 aúos indican un alto grado de correspondencia entre las oscila­
ciones D-O y las respuestas de la vegetación, que fueron relativamente
1.11

1
I
.1
ooamedm"k;;¡tns
'IWC"'~ 1CrOiOObt'..a ¡ ~~ C"1l~~?-;n
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t.l ,b<.:~ar

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1 kí3erM ! 11.eOO·J LWO Bf' Allerod


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1 {ll-yas 1I 13500-i2.ooo Er r \

di~aciaT

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Dryas le
Pl'e-&il.l:iügl Anglés
1
~ 117úO-13.5üO iEP !
K900-13.íÜO E?
16.00rrJ4.9-XJEP
15.400·13.000 (HE l) Ii
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I
1 Dryas lb I-8.000-híjl}{¡ BP
1I .8.GOOBP 1
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Lascaux ¡r 185;)0 _1.8))00 El?
' .
1
Oscilación D-O
Úkrmo MaX1mo1 GlaCW1' ~
fu:\'3S la I l'MOO-i.55W ill' (máx¡ma~:l:!ensiÓ!1 de los
casquek's polares eJ\/re
Laug:,erie 1 19.{)¡}D BP
20.000 ~' l 5:000 RP)
t :~I im () ~iiáxüno
( ; 1 ~,,·¡ 2.f
.: 'fur.;ac
i
\
( ~3.000BP
22600·20300 (HE 1)
Oscilación D·O
i
1
,
l .1 15,000-26.000 (HE 3) I
- - -- -J1 28.000 BP 1--_ _f.;:_o·e_s-_>el_·'I_~l~-,g·
1!--·OOO--· B-p-· ----11
1 1 1 Oscilación D;O
! Arej 1 3ü,37G BP 1
1 l 3S .OLXJ-33.900 BP (HE 4)

1 Le; COH-és 1 39.1Jt,'\Q-37.{¡OO EP 1


¡ l 1 Oscilación O-O
1 , 1 )~l---~-----;!
J
, . ~5.000"B¡; (HE 5)

~
Oscilaci.óR D·O
- -- -- I 59.000 BP

l 'l wigl~ci?.r l t--O.{)OO B? ~H'E 6)

lápidas. En concreto, se detectan 5 Eventos iHeínrkh (HE), muy [r·í os,


hace aproximadamente 60,000 BP (HE-6) Y 45.000 El" (I-lE-S) y entre
.~5.300-33.9DO BP CREA); 28 ..0-00-26 :000 BP (HE-3); 22.&&0-20.300 BP
(HE-2) Y 15.400-13.000 BP (HE-l). En el suniela Península Ibérica, duran­
le los estadiales mos nuevamente tuvieron un mayor cicsarrol1o las comu­
nidades semidesérticas, expandiéndose durante los temp~a.dos bosques
l11editen-áneos poco densos de pinos, melojos y encinas. A su vez, la suce­
sión de estadiales fríos y oscilaciones cálidas D-D, se tradujeron en el nor­
le peninsular en la alternancia del predominio d.e espedes vegetales esté­

¡ ;¡j
1 12 PREFUS"iíOOlA y PROTOHISTORiA DE U. PENíNSULA U5ÉRlCA
- -- - - -- - -- . .

picas, fuv:d.amen.'t~lm::::n!:e gr'd.IT'dneaS y 'b:rezos, con l3.expansión de rohk­


dales :y ;püu,res, no muy de nsos,
EHo indica que en el transcurso del. interplen.igL"3.ciar (01S 3y, d Últi­
mo Máxim-o Glacial' yel T'2.niigtaciar (DIS 2)< la dimatoiog,í a f:W2 Bigeu?­
mentedií<e-l>ente de iD que scdinrentol.ogia y pahnologia contmentaies per­
miten apreciar. A pa¡rtlr de bs mismas, teniendo en cuenta ios datos de
yacimientos franceses y beQgas, se ha estabieciuD una sucesión de ep1s0­
dios templados y ltu\'~osos (er'l el CUadTQ 2.9 puede apreciarse una sinte­
sis de la misma y su comparadón CDn la cronología de ~0S Eventos Hein­
rich), que no se ajusta a los datos obtenidos en ~ios sffi.¡deos marinos y cid
hido de Groeniancli:a.
La ctÍlica a esta su.cesión dimática ya fue planteada hace algunos años
por María Fern,mcra Sán.cfrez Goru, qui.en apreóó como [os datos r.rau­
ceses )' belgas no se ajustaban con I.oS de otros ámbitos, en conCf'eto h
Penír..:wla Ibérica, donde esos supuestos momentos tempíados corres­
pondían a niH4es sedimentatios .con aha:.;;; f'i.°ecuendas de gram·íneas y.des­
censo de los pólenes ::Hbón~os. En d mejor de ios casos, los registros de
Francia y Béigica relwesentana11 oscilaciones climáticas e hidrológiwls
locales, no pu&iéIl.dose extrapolar ias interpretaciones de estos datos a
escala conüner:tal o global.

A partir de los restos óseos puecl-en dedudrse diferentes aspectos sot?re


las caractelisticas físku:s y cÜl'1ductua'¿es de los ,mi.maJes que representan.
Estos análisis anatómicos se apoyún parcialmente en iDS estudios etoló­
gicos (sobTe GOInportamiento de los anim,ales actuales). No obstante, !a
obsenación de los desgastes dentales y de otros aspectos de la configu­
ración ósea de especies ya extin;tas, eH especial la longitud de sus extre­
midades y la morfología de su aparato masticatorio pero también los aná­
lisis de elementos traza en la composición química de sus huesos, permite
aproximarse de forma razonablemente fiable a sus hábitos alimenticios
y las cal'actensticas locomotrices. Ello abre una puerta a la deducción del
nicho ecoiógico que ocuparon. y los ecosistemas que habitaron estos arri­
males. Este último aspecto, acleillÓ.s, puede contrastarse con los datos sedi­
mentológicos y paleo botánicos asociados a los registros paleontológicos.
Todo e110 permite realizar estudios paleoeco1ógicos, que ayuden a deter­
minar las posibles intclTclaciones que se establecieron entre los distintos
animales que integraron las paleoc-omunidades de fauna, así como el
medioambiente en que se desenvolvieron.

---- - - , - - - - - - -- -. - -" ..
\: If{i':AR ID: PALEOAi\1BIENTES y PAIS,UES
- - --
ti3

Ll lérmir,o hioestraJigr-afto designa un rr.étodo &e dokx:ió¡;;¡ rekJtivclc,


Pjl oprovec~([] bs posibilidades que ofr.ece¡;¡ los b.lnas como r4rer\l::ia I

d Jllológka. t'Cl'5 e~""Cies ·o-nimsks e)(pe[im~mton trarrsformocioRes mOf­


'f I "Oicas en sus pr-ocesos de adaptación al med10ambi€nfe. De ahí c¡~e
III ( don l:Jt?lirorw como criterio pom fechm k),5 y0óm¡en~os arqueológkos
qu . cuentan C;W,l f'-a-sto.s óseos. PueSTo que b P042-orotolog'Ío ha establecido
I ~. lmotes ev.o1vtiv'Os ~esto es, las secuencias de cGmbio e.nlas espe<:ies
I' fl írodesj así come le oonelogfa opfmcime.do en que se pr-odujerol'110$
p tsodios de rr-on5'fofmac¡ón de Jas comunidadesGe fauno, b a.parición
di determip.O-~3$ e~pedes o asociaciones en un y-ocimK:mfo arqueológ,ico
n)'lJ dan a datar e'ste último. Bi~ es cierlo que no todos los animGtes nos
I HJ ~ den servir por ~3\Sal o la hora de si-tu,cr10 con cierto predsión en el
I¡ 'mpo.

Lasfransfor:maciones q¡..1€ experimentan los maffiftews de romoñog¡ran­


flt; Y medforro tfespectivamel1f-e mocromamífercs y mesomamÚeros, oque­
~!¡ s esraeci-é'S con pesos super,iores a 5 kg en v,¡da) son retativamenl€ km­
tu :" salvo ClJaooo ocurren cambios medioambientals,s bruscos. Esfo es OS!
porque ti.enenciclos vitales y ritmos metabólicos lentos, lo que se traduce
I;/! cierto r<~fentizoción en $.U capacidad o tosa de camhio evolutivo . De

'lhí que E*l<ils especies no sean una herramienta precisa de dotación.


Por el contrario, los mamíferos de tamaño pequeño o micromomíferos
¡:enen riimos melG!ból.icos más acelem~os y, por tanto, ciclos ",Hales cor­
t o~ . íam:b'iér. suelen j;ener URO eS>tmlegio de reproducción caf.'Dcteri,z:o-do
por camadas m.ás n'úmerosas ql!€ los de mamíferos de talla medrana '!/
qrande. To~o reduflda en que los animales de tamaño pequeño {micro­
vedebrados y mobscos·jofrezcQT'l dotaciones más precisos. Especidlmen­
Ir:; los roecores y 105 quirópteros o mUfcié1a:gos, CJue son excelentes mar-
I l'udores cronológicos. Esto es así porque un número alto de descendencia
Implica pobbciones densas y una variabilidad genético mayor que en Las
espeóes con p0C-C ~&Cem::l:encia. Ello 5'e traduce en una teso oha de cam­
bio evolutivo, puesro que existen más probabilidades de que aporez<:al1
Irrdividu05 con mulo.:ione.s benefi-ciosos poro enfrentarse con éxito a los
cambios. En otras pa1ahras, al sucederse con sumo rapidez los genera­
ciones, estas e'b.pecies evolucionan igualmente rápido para adaptarse a
los transformaciones ecolóaicas_ Se conocen bien \.as secuencias de cam­
bio anatómico experimentadas por los roedor-es y los murciélagos, así
como los cronolo.gías aproximados en que estas variaciones aparecen.
114 PREHISTORIA Y PROTOHISTORiA DE LA PE~ iNSULAmÉRlCA

ror t(Jme, reé-u'fro re)ot;'vam.erd¡e fódl sí-tu.cr 61'1 é! tiempo Uf.! p2K:i.m~p(,toC1
pl>rtü de lr.1i.S ~;s:r-~.ies ele miCf~momíferoseJl él fiepre5e1'lted'Zts .

PlDfC;,f,2l .m m, -ka mkref.rr~R<J {iflduyenio rep~1\es y bokocto.'i~ eru in~E- ,~. '
@mdopor€$?eci~s que frenen tUl¡ rC:l1~9'b de tc*e:rs.ncia ec(j~G,g¡c'O W.etil.0ií i
.(¡jOO kJ ffiOCro V ,}r.:¡ ~o'fauna:b5 oscHacionesen ~~S voi'l'$kA:es d;¡mctCih,­
@fOOs}' ec~@~.cGls {§md0 00 hl:lmeood,: CGnrbíc:s ·e n ,la tempe:T.lturo; 'VCiío'íc­
clones ;e~ eJ fipocle veoeír:>d6n' uno may,,,r o menor aboodono:';rz: detla:pre­
d-~do>-es" ._.,) <i~on r¡,Ó-s, por~femplo ,u un fotooú c;¡ U(;)O t.ega.ri~1[Jq\i1e ~
&JflCffi.:¡ro .0 un h5vid0. De dhí ,que; OOeffiÓS de ser útileti como m~l'¡¡:o­
.deres Cf1~d'l'~:9iC0Sf 5e-on e~.oe¡en1es¡nd¡ooclO'res dlm&ikos_ t«;l pre'S'Z>"tcm ~
·de ·VR€S ~pe·óe:s u otr«s de, roedores pu:&clen 'O}'udom0s e fec0rn5truir d I,·,'
-cttrrJ0 q~e itT.perozbo cuando s-e depositó un n1véi CI'fqoo04ógico.
1

Al igual que ocurre con las comunidades vegetales, {as oscitac1'0ffice5


dünáticas til':ieron repercusiones en las de fauna. En algl.!inasespedes ro
ta.;raestos cambios se reflejaron en ténninos de c'v'o!uóón biológiica, Co,,"lWO
adaptación a fas nuevas condiciones. Este mecan.ismo es el que afecta .em
may.or medid.."\ a los arilmaies de menor tamaño o micro\'crtebraclO'.3, gene­
ralmentecaracterizados por tasas de reproducción alta y t01ernncia redu­
cida a las yariac-!onesmedioambientales.
Lasespedes ee mayor talla han desarrdIadü res.,.ouestas de otro tipo,
cuando las oscilaciones medioambientales son rápidascn términos goo­
lógicos. En primer lugar; porque tienen un rango de tolernncia m2:5 amp[io
a las variaciones medioambientales y unos ciclos biológicos más ieil'lt'Os,
io que implica tasas m!entizadas de reproducción, y por tanto, d.e cam­
bio e volutivo. De este modo, sus respuestas a las oscilaciones climáticas
están más relacionadas con la retracción hacia áreas refugio; la dismi­
nución de &~".¡.>-ctivos conforme se redujo la extensión. de sus hábitats más
favorables; y, en no pocas ocasiones. la desaparición. En estos casos !(.)
habitual es que se produzca una dispersión de otras especies mejor adap­
tadas a las Huevas condiciones reinantes, que ocupan los nichos ecológi.­
cos que qLh.."",,1an libr-es. En cualquier caso, cuando las tendencias de cam­
bio medioccmbiental son más sostenidas, estas especies también pueden
adaptarse a las mismas por medio de evolución biológica.
Los taxa que penniten acercarnos con más detalle a las condiciones
medioambientales que imperaron en cada momento, son aqueHos mas
especializados o sensibles a las variaciones. Generalmente éstas son mo1us­
1 I ( 11,\TERNA.RI0: rlli..EOA~.mIENTES y PAISAJ¡ES H5

, ; 1, '. aÚJG\;e,rtebraGos (reptiles, batracios, aves, 'l'oedürc-s ... ), qlile se cons­


11I \1 \cn. 2si en eJ,:cdentes herramientas de datadóG hioestratigriWca ~c

11" • illstrucción pRt~~tmb~ental. Noobs~nte, en este apal.'ta&-o p.restare­

., l' 1', tUl,a may'orllttcilcIón a los mamfferos &e ta~la mediana.Y gra.m:le. La

'l /"n r.ar,a eUoes que tienen mayor peSG a la hora de cletern1inar el tipG
,j, j ,iom..'lSqVl.c imp.:.-ya en cada zona y mOtuento y, sobre tod0, de recons­
1111l! ' !<Jsmooos de \ida de las comunid.ades human.as. En cualquier caso,

<'11 j. 's yadmient.os pa.leontol"ÓgicGs y arqueológicos BL<l.rnértcamente son

1I,·q., 'h -() más importantes los restos de roedores y iagomorros Oiebres y
, . IIli'iws), ~lie los c¡e meso y macroIl?12:míferos.
l'Lll' otra parte, U-lgUfiOS linajes de maIllÚeros ocuparon ambientes hoy
'''''1 llares, or--igi:n:ando durante el Pleistoceno variedades elKJ.énÑcas que
j ',",;!l't'mos por a~t{) en este apartado. Por ejemplo, es el caso de l-os de­
l., Id l'S y mamu:,s ena nos de las grandes islas del MeditCHl:Í;n-eO orient<t1 y
, " IIl! :ll (Creta, ~'i!EJi!,a, Cerdeña y Sicilia).

., .,l. 1. 'lAs fo;:-iiJ./%íVS Terrestres file la ü'fJw.J;"idán


f~.:¡¡it~(i-'1$.(}-!ljei8 tocen o

1.~J 1ransición entre el Plioceno y el Pleistoceno está caracterizada pm­


HII IL'G1mhio o reemplazo de faunas en Próximo Oriente, el Cál.1caso y
1'1 OOjJ,2\, incluyendo la Península Ibérica, de donde proceden datos de
• \ L(,l<.' ,nte mhdad ¡>l.l.ra reconstruir este flrcrveso. La traosfoffi1ación de l:as
, '!III!H'lidades&e mamíferos aparentemente se pr.o-áujo , en dos fases. La.
l 't ;n\ LTa de ellas se sitúa a finales del Píioceno, eh, torno a 2,5 Ma, y l.a
-q:'"l{h se Í1lÍCÍ;a a comienzos del Pleistoceno infelioT cOfi'vencionai, hada
1..', 1,7 Ma BE El paieontólogo italiano Antonio Azzaroh ha denominado
, . ¡'l'" e,pisodios como Evento Elefante-Caballo y Evento Lobo respecth;~a ..
l/II ' IIIe", haciendo alusión a algunas de las especies más t-epresentaÜvas

¡' ¡III, ' !;¡s que comienzan a apa,r ecer en los ecosistemas europeos, En rea­
1" l.,d ;..Imbos eveIT'~OS o episodios fonnan parte de un proceso oontinuado,
r '!. \\lonaGo con las transformaciones del clima y de las comunidades
\ "" 'I ~tlt'S , que culmina entre 1,5 y 1,25 1\>1a BP con la plena config.uración.
d.· 1, ':-' t'cosistem<ls que caracterizaron Europa hasta hace unos 900.000
11'1' 1' ,

1: \ ;¡sociadón de macromamíferos de inicios del Cuaternario tiene


. d , ·IIII' 's precursores en las faunas
de las últimas fases del Piioceno supe­
1 " )1 linal, desde hace 3,5 Ma BP.
Es entonces cuando los biomas de la
I I I1 " p;J meridional comienzan a manifestar cambios marcados, traduCLÍ­
,l. , 1'11 un retroceso generalizado de los ambientes forestados, en benefi­

i i
H6
- - - -
PREHISTORIA Y PRCJTOHiSTo.·RIA iBElA fENrnSULA lBÉRfCi\

cio de los abícrtos d.e herbáceas de tipo sabana. Es el momento en qli:C


empiezan a p[ohfe:rar repH.~sentarrtes de mamffoeros modernos, similaa-es
a 105 actuales 1eones, cabaHos, bisontes, gamos G linces, que conviven en
el esp.acio emoe-pC--O con géneros más aru1.~("'os, como los rn.astockmtes (Ana­
GUs); los perros-mapache (NJd.e.reutes); represenwntes arcaicos de felinos
con dientes de sable (fioJYwth1:~riulnJ; gacelas de cuernos en espiral (GtlDe­
Ilospú;a); hienas cOD'edoras (Chasmaporlhe:tes) o guepamos gigantes (Aá­
nonyx).

Este proceso se encuentra bien documentado en difei'i::ntes yacimien­


tes paleontológicos penins;:'~~1ares, d:est.."cando por S.\1 c.antülad y calid·arl.
los catos procedentes de Las Higueruelas (Ciudad Real, 3,5 ~'La BP); Vil.ila­
roya (La Ri.oja, 2,7 Ma BP); LaPuebia de Valverde (Teme!, 2 . 3 Ma BP);
Fondas [0,8-1,7 Ma Sr); o Venta Micena 0,5 Ma EP), los dDS6¡ados
en último lugm.; en la Depresión Guacfu.:-Baza (Granada). La ullsma regió11l.
donde se locaiizan Barranc(J León-5 y Fuente Nueva-3, datados entre 1,5
y 1,25 Ma BP, que manifiesta:J.'l estas comunidad.es de fauna p!en;a¡uente
ccxilngura¿as en su espectro de especies.

Por un. 121.&0, los eventos Elefante-CanaNa y LobG supusieron la desa­


parición de numerosos mamíferos, propios de los ecosistemas de la Em'.:;l­
pa illeridioGal a finales de"! P¡i-oceno. Algunos de los mismos estaban adap­
tados a unos medios forestales que, como ya se ha adelantado,
mantuviemn Llna tendencia sostenida de retroceso, en benefiáo de amhien­
tes abiertos similares a los de la saban.a africana. Por otra parte, este I.--eem­
plazo de fauRas dd Pl1D-PieistooenG supuso la penetración y aclimatación
de mamíferos Oliginarios de África orientai y meridional y de América &d
Norte-Asia. Ei resultado fue la cGnfiguración.de ias fauRas tradicion;a[­
mente em::uadradas dentro del ViUafranquicnse superior.
Es muy posible que la difusión de estas especies afrjcanas yameri-ca­
B.o-asiáticas hacia las franjas central y occident.a~ de Em-asia se relacione
con un proces.o de aridincación detectado en los ecosistemas del este y el
sur de África hacia 2,6-2,5 Ma BP, Hgerarnente antes en Asía oriental y
central. Este cambio medioambiental no sólo supuso la aparió-ón de nue­
vos mam.íferos, bien identificada en el registro paleontológico de África
y Asia, como ha señabdo Elizabeth Vrba. El descenso de la productivi­
dad del medio africano y del centro y noreste de Asia, d.ebió d.:Jligar a que
sus especies, en especial los carnívoros y los omnívoros, ampliaran sus
áreas de captación de recursos y. en consecuencia, tend'i eran a su disper­
sión. La vía natural para ésta fueron los ecosistemas abi.ertos que hace
unos 3,5 Ma comenzaron a predominar en la franja templada de Eurasia..
A su vez, estas dispersiones de faunas terrestres se vieron favorecidas por

- - ---- - . --­
ELCUATERNAR!O: PALEO.4.M2>lENTES y PAISAJES
----- U7

se'Fldos descensos dd ¡ú\'d marino, i¿,::n.ünca.dos respoctivam.entc en tOF­


no fI 2,5-2,4 Ma Br (RegI'C--sión AquatiS.\·crsa~) y hacia 1,9-1,8 Ma Br
(.'1'\.:egn:~slon
= " A. unan).
Jl )

4,3.2:. I .A':),'; (',r e/l/OS E1ef';¡>1Jlre-·Ca!N.if.Ü;() .lo fLob-eJ:


La CO;J/¡fi:guTaci611 rie (-as ;C(i}JlJQ1J.ulirj"tuies
(fe nU>Jln(feNIs e1l1YJpe(j}í'i del PIh.'i;;;üJ{o,el1:o illfer~;'()if"

Jo.rdi Agustfi, un especialista en mic romam..ífems, h.a destacado uno


dce los marcadores biológicCi$ más sint·muáticos del establecimiento de
estas ias condiciones fIíledtoambienta~es quecamctedzaron los tres pri­
meros quintos del PleistocerlO inferior. Es la ubicuidad de AUapfwiornys
pliooaenicus, roedor del qu.e arranca ttJ'.l linaj-,e C\'OhltlVO que Uega hasta
los actuales topillos europeos. Su rango de dispersión geográfica abarcó
des&e la Cuenca de Guac1ax-Baza hasta 1as co¡-úitlera.s de Nebraska, inclu­
yendo Siberia orientaL CD~.o,nizó, por tanto, todo 10 que hG}' se conoce
°
c-omo Dominio IIo!ártico Pa!eártico (esto es, Europa y :las latitudes
m-edias y altas de Asia y Norteamériea).
Be este modo, esta dispersión de A71opflfliomys pkocaenicus es uno de
los ÍBdicadoces bioestratigráficos del conúcnzo del Cuaternario en ci Hemis­
ferio Norte. Para entonces ya se encontraban plenamente asentados en
Europa dos especies sin duda originarias d.e África. Una de cUas es el
mamut meridional {Mammuthus meridionaiis). La <otra es uncabaBo de
pequeña alzada (Equus slel1onis). Aunque el género EquU'5 tiene su onígen
en A.rraérica, desdt~ aW pasa a Asia y, ,p osteriormente, África. En este úhi­
IThO continente, las valiedades estenoid.es evolucionaron hacia la,;; actuales
cebras y asnos. Su dispersión hacia el vi.ejo mundo supuso la sustitución
de lGS équidos tridáctilGs terciarios (género Uippa1'i.on) por ios monodác­
tilos (género Equus). Los proboscídeos {rnamuts.y defantes) ocuparon d
nicho ecológico hasta en tOBees dominado por lOS mastodontes (Anal1cus) _
Mamm.uthus y Equus penetraron en Europa bacia 2,5 Ma BP, siendo dos
c...~ las especies más representativas del Evento Elefante-Cabal1o. En estas
mísmas cronologías aparecieron en Europa, procedentes de Asia, los pri­
meros representantes de algunos de los cérvidos que van a caracterizar e~
paisaje del Pleistoceno infelior (Euc1adoceros, Ajees y Dama).
En cuanto al Evento Lobo, en el que se integraría la dispersión de
Allophaiomys phocaenicus , SUpUSG una transfonnacÍón aún más profun­
da de las faunas europeas. Las asociaciones de herbívoros del Plioceno
final fueron substituidas por especies con un origen fundamentalmente
asiático, mientras que los carnívoros estuvieron dominados por varieda­

._ - - _ . _ - - _ _ _ o
-~ ----~

CUADRO 2.10. Principales mamíferos de los bior'T1as europ~0s del Pleistoceno inferior

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des procedentes de África. Al mismo tiempo,algun,as especies p>i'09'j~-; dej


Plioceno final europeo Sre adaptaron a las nuevas condk~-<)nes. En el ~G­
dI"o 2.10 {pági<hl3 anterior) puede encontrarse una sl:ntesis de l:as CQ1'lu.Tnl­
dades de mami!f;eros más caracteristicas de Europa mericliCJiila{ clm~an-t:e
lo'l PleiHooen01nferior.

..¡. 3. 2.1. E-speáes de IJPocedencia alfiática

Entre IDs bóvidos de pwcedencia asiática, cahe dtar los primeil"Qs


bisontes europeos (género Eobison), caracterizados par tener rnenor al:za­
da y corpulencia -qUe los bisontes actuales (Bison ptiSCU5 J. Les acompa­
ilaran otros tipos &c b5vidos y cápridos, constatación de que ~os arnb~">fl­
tes ahiertos euro;p.eos ya estahan plenamente desarrGillaaos en este
rnomento. Se trata de los géneros Praeovibos y Soergeúa, a p.ai1:k de ~0S
cua1es evolucionó el buey almizclero de Alaska (Ovibos moschatu.$), que
habitó los ruDIDas fdos dd Pleistoceno superior europeo. Tamhién alcan­
zó Et:l.TO;pa a comienzos del Pleistoceno inferior el género Uemitragus,
Actualmente representado por el thar (l1emitragus jemlahicu,» , un cápli­
dD robusto, que hoy mn sólo se encuentra en el Himalaya.
Si prestamos atención a los cénridos, en esta época se dispersaron
hacia el occid.ente eurasiático los ciervos megacerinos, caracterizados por
su gran taHa y la Barnativa envergadura de sus astas, que les impediría
habitar ambientes forestados. Son los antecedentes de los megacems de!
Pleistoceno medio zrn:mzado y superior europeo. Es el denominado ake
irlandés o ciervo gigante (Megaloceros gigar¡teus), el mayor cérvid-o d,e la
Historia. Semejante él un gamo de gran tamaño, sus astas median hasta
3 metros y medio de punta a punta.
Aunque viyió en toda Europa y gran parte "Le Asia, desde hace medio
millón de años hasta su extinción en épif,..3 medieval, suele ser conocido
popularmente como alce irlandés por los abundantes hallazgos de ejem­
piares conservados en las turbtrc..s de Irlanda. Los representantes de este
género en el Pleistoceno inferior (.4'l.egaceroides) lucían cornamentas menos
ostentosas, que no dejan de ser muy grandes si se comparan con l.as de
los cierv0s actu.a les.
Los gamos (género Dama), en Europa evolucionaron desde las formas
llegadas a finales del Plioceno (Dama l1estii), apareciendo el gamo de VallG­
net (Dama vallonetensis) a finales del Pleistoceno inferior.
También tiene una procedencia asiática el lobo etrusco (CanÍ5 etm.sctls),
antecesor delloeo europeo (Canis lupus) y espeoie que da nombre a este epi­
l'REH~Sí[GR.L~ y PROTOHISTORiA DE LA PEKÍ.:.'\SULA IBÉRiCA

scx;l1o k l'eef11.?1aw. Sus r-estos óseos y la etotogia de sus descerrdiel1tes actua­


les inyitan 11. pe~";tr que el loho etrusco estaba caracterizado por hábit'tils
sociales, e5fY'..;:i.<;&rn.enre por el desarrollo de estrategias de caza coopBn~ti:vR
Otn.l. es.."Bede inlnigrante que éI_pm-e-Ce en los eCDsistema:s <:~'ur'Ü~eos en
estas crmwiogías es el jabalí orcako (Sus stmzr.ü), de origel'l poco da[:o.,
pues pu<:l-iera proceder rnen &e Asia, bien de Áfricn. No obstante, la mayo­
riD cle los palcontdógogos se in.chnan por la pl-üuera opcloo.

4.32.2. Esp'[;(''Ú's de procedencia afácmw

Entre l.a.s especies de procedencia Clfricana, destacaron .algmws ,G:-c


1m carTih'OlDS m,,' b can¡.ctenstiCGS del Pleistoceno inierioreurofleo. Dos
de tos más 8.~grufic.utiv0S fueron la hiena gigante de hocico corto (Pach:v­
crocuta brevirostris) y un tigre macnairodonte (con co1miHos en fOl'N'J.:a
dedmitarra; A< le.gantereol1 1A-,~i.rhei), en la Hnea evolutiva de kn; gt"a1.,éles
félidos actualc-s. También pi"ocedió de Áf.rica un perro salva~e (('ian.i.s
(alconeri..J, con hábitos de vida. más indivüiuales que tos del lobo
etrusco.
Entre los herbívoros de origen africano del Pleistoceno inferior eUir{)­
pea, pueden d.e-stacarse el hlf)(Y¡Jótamo arcaico (Hipoppotam.us Q11t.iqUUSV
y un cab3Ho de pequeI1a alzada (Equus altidel1.S), que en África consti­
tuyó un esbbón evoiutivo entre las variedades estenoides del Plioceno
final (tipo EqulIs steno nis) y las dife rentes variedades de ceb-ras yo asnos
actu.ales.
Desde África oriental y meridional se dispersaron en EU1'Opa dos prima­
tes durante las primeras fasesdcl Pleistoceno inferior. Uno de ellos es el gda­
da gigante (Theropita;us oso,valdi), un cercopiléoido de gran porte. sobre el
que tenemos constancia en i.a:5 penínsulas Ibérica e ltiílica entre 1.,3 Ma BP y
900.000 BE El segundo prim.ate es un l.-epresentante de nuestro género, Hm11o.
Almque act-ua{,ncnte no se con.ocen en Europa restos fósues relativos ~ mis­
mo, la SierrCl de Ata,puerca, Fuente Nueva-3 y Ban:anco León-5 documentan
su presencia por mooio de industtias líticas datadas entre 1,5 y 1,25 Ma EP,
aspecto que se trata en profundidad en otro tema de este mismo volumen.

4 .-) -) _;)_
7.0._. EspeáfS {J uJ'Opeas del Plioceno final COl! corltimll'dad
('fl el Pleisloceno

No todos los taxa carQ-cteristlcos de Europa a finales del Plioceno desa­


parecieron en la transición hacia el Pleistoceno. Algunos se aclimataron

~---- ---- -- - - - - -- - - - - -

II
ELClJATEfu~fu~O: PALEOA:\H3IEl'>.ITES y PAISAJES 12 [
----------------.---------------------­
a ka nuevas condiciones y pervivieron, coexist~efidQ con !as especies de
-origen afroasiát-ico y, en algunos casos, evolucionando hacia las foml~.;s
del PieistoC0-110 medio y superior. Algunas de estas especies ~ljdieron sub­
sistir eniO"J re'lictos (t~ ambientes forestales, comD el macaco d.e bosque
(M.acaca s)'lvl1na), un primate que pervivió desde el F'Ho.ceno fin.a'l hast2.
el Pleistoceno mecti-o a~'afiZZtdo,hace unos 5<ffO.OGO aí1os. 'fam.hién es el
c.aso del oso etrusco (Ursus elruscHs) o los antecesores de los zon:os (l!i.il­
pes alopecoiJ.e.s) y hnces (Ly1JX issiodoreKsis) actuales.
Otros taxti que l-v~r\'i\'en ya se encontraban p1-e'Mfnente adaptados .a
aos ecosistemas abiertos, si bien desde unos 2,5 Mrt BP empiezan a dis­
frutar de hábitats tTlás extensos y, por tanto, a prolirerar en mayor medi­
da. "fal es el caso cid rinoceronte de pradera (Stephanodúnus etruSCtiS~,
de pequeña taHa y emparentado con el rinoceronte de Ja\\,'a, o de UP-Z.
variante arc,üca de f.~hno de dient.~s de sable (f1om.o lheriwu crel1atider.J.SD.
Au.nque esta última especie redujo sus poblaciones, ante la compeLencia
del inm.í grante africano Alegantcrean wilhei, h.'ornotherium I1l.0 <ck-sa;pare­
ció de Europa hasta bien entnldo el Pleistoceno medio, evducionand-G
haáa una morfología.de menOl· envergadura (fIomorherU-i1>'Z ía.tidens). No
corrió la misma suerte un CáU1do de pequeflO ta.m aú.o (Canis arne'l1sis),
emparentado con los chacales actuales, que desapareció de lDsecos·i ste­
mas europeos en torno a 1,5 Ma BE

4.3jJ. ¿,es bil):Nla,~ del Pieü,.{tJC€IJO inferior eN la E.Jtn~fla


m-eridioud

Los elatos paleoanibieDtales y faunisticos de la Europa mediterránea,


úmbito en d que se incluye prácticamente toda la f'erúnsctla Ibérica, indi­
can que durante los tres primeros cuartos del Ple~stoceno inferior predo­
minaron los biomas de herbáceas tipo sabana. El dima, en tétminos gene­
I~des, fue m-ás cáiido ~. húmedo que el actual, existiendo numerosas
Cllenca-s paiustres y lacustres. Por otra pane, los datos sedimen:to16gicos,
p31eobotoí.nkos y antracológicos (carbones vegeta!es) de yacimicntDs como
Lt Sima de1 Elefante, en Atapuerca (Burgos), indican Que el ciclo anua1
c-.;Wyo caracterizado pm- una estación estival muy seca, durdnie la que se
jll"Odujeron episDdios de incendio natural, de forrna similar a como suce­
dl~ hoy dfa en '¡a sabana africana.

La resolución del registro actualmente disponible, no permite eva­


lllar hasta qué punto pudieron modificarse en el transcurso del Pleisto­
l.l'llO inferior estas condiciones, confonne se sucedieran las oscilaciones

,1 i máticas cuaternarias. Sí bien el desarrollo de las plenas condiciones


U2 ., f'R:EHISTom.A Y PR01'OHíSTORIA DE LA PENÍNSULA iBÉRiCA

gLaciares de Güru: SupuSO la a-rnpliación de ~os iH'Dbientes periglaciare.s y


de tundra, todo indica que lOS biomas de sabana arboía.cla de las l'eg1ú­
nes meridionalc-s de Europa se \,iero11l afectados etl me'l1l.or 'liniooiaa ~lle
ias áreas centrales y septentrionales. ER la Cuenca. Mediterr.intea, porta.11.­
to, el impacto de las oscHaclones dimátkas no debió de ser significati­
vo, en 1'0 que a las comunidades de macromamiferos y sus nichos ecoló­
gicos se refiere, pues se míMJ.tu\'ieron muy estao!l es hasta finales dea
Pleistoceno inferior. Quiere esto decir Q.ue desde el E¡,/en!o dil Lolm, el!.
:¡-.egisrro pa~eontoiógico europeo RO maninesta griaIu1-es cam:bKrs., fuera
en el sentid.o de ia extÍRóón signifi-c ativa de especies o en ~a penet.:raoiGll
de taxa inmigrantes que aproyeChanaH el .es't<.ili[-eóJ:ll:?iento de uniilS IliUtC­
,'as >CBfldióoFl.es.

En el área circunmediterránea, el registro paleontológicD inG.9c.a que


a partir de 900.000-800.000 BP se produjo la e:x:tiüci:ón de algl1!!l1aS -de d.a:s
especies establecidas durante la transición PliDGeno/-PlelisitOGeB.G. &s el
caso, por ejemplo, de la hiena gigante y dd felino mach-airodoute Megan­
tereon. En contrapartida, comienzan a aparecer en Eu-ropa nue¡,'os mann­
feros, procedentes de la franja oriental de Em-asia y, en m.enor merucla,
del África subsahariana. También se produce un fenóm-eiffio de ev.mución
biológica de algunos taxa bien aclimatados desde ~a fase anterior. e.spe­
c-ialmente entre los herbívoros y omnívoros. Es el denominado Eve11.to
Ga-teriense, un dilatado proceso de reem¡prlaz-o y'u-ansfO:rffia,óÓN de las
faunas y los ecosistemas europeos. Culminado hacia 5S{)J000 B'P, su l'lCSU!­
tado será la «Estepa del Mamut», el hioma más característico de Eum­
pa durante el Pleistoceno medio avanzado y buena parte del Fl.eístoceno
superior {en el cuadro 2.11 puede encontrars..e lllia sín.tesis de este pro­
ceSo)-:-­
Si prestamos atención a los rnkromamlreros, el carnbio faunistico más
significativo, pues tiene un importante valor como marcador cronoiógi­
co, es la substitución de Mimomys savini por Awü;ola terre:stris caHtiana .
La evolución entre una forma y .otra de rata acuática, detectada en la mor­
fología de sus dientes y el grosor dd esmalte, se proau,ceen el cambio
Pleistoceno medio inicial-Pleistoceno medio centra'i (hada 700.DüO-650.000
BP). Coincide, por tanto, con el inkio de la fase final del. reemplazo Gale­
ríense_ De hecho, algunos paleontólogos dividen este ¿Hatada evento fau­
nístico en dos fases: Galeriense inicial (9-00.000-650.000 BP) YGalenen­
se final (650.000-550.000 BP).
...

;¡;.

CUADRO 2,11 , Mdmífcros rn65 represenldlivos de los bíúmo5 del Pli'lisloceno medio éUropóO ~
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Proboscídeos
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du {'a,Xi (;::: el Pleistoceno medio

tín,a~e d·d 10130 curopeo, Íllaugurado con d lobo etrusco, evoluc:io­


10.1
p " ('" la h-ansición Pleistoceno irrferiorlP{eistoceno medio, dando lugax
j ~ b ,ho d~ 1,10shach (Canis rnosbacÍíc11.sis), que parece haber mantenido
f· ", k~bitos (k~ caza cooperativa. Hacia finales de! Pleistoceno medio este
'1'1 "'1",0 cu~mü"ó con el lobo actual (Canis lupus). A su vez, lBS cánidos
lji' l" "j'~1n;jt:~s y de hábitos ind,hidualista-s (Canis fa.lconeri),. evoÍuciGI1én-on
I l ~' dl' Finales d d Pleistoceno inferior hacia Canislycaonoiiks, desap:H-e­
• 1\ '1)(Jo en el transcurs-ocld Pleistoceno medio. Posiblemente por la com­
I'Wl¡'Ill'ia que SLlpUSD la penetifación desde As'ia del cuón (Cuon priscw;­
l 'I/UI! alpirws). Siguiendo con los cánidos, la línea de los ZOtTOS eyolw:::iO'Nó
,1, ), .\¡mente hacia I/u1pes pmegloá(hl.is. Ei resultado de este proceso fuenYrl
1,1'. ,\,-'1 lIaIes zorro polar (AHopex lagopus) y zorrD rojo (Vulpes vulpes), {'rl~e
1\ 1' ,~l'vcieron él finaI<::s del Pte1stoceno medio.

/\ fi.nales del Neistoceno 'Ínfedor, ~os úrsidos se dividieron en dos hne­


H , L1cspeloide y la arctoide, a partir de ias poblaciones de oso etrusco. Lli'¡
JI! jI)1t..-ra línea est{¡ representada en e1 Pleistoceno medio :'t' superior pOT el
l i l l :1jl' Ursus deningeri-Ursus speleaeus. La tendencia qucmanifiesta es el
¡\l1llll'nlo progresivo de su tamaño, alcanzando en las formas de Ursas
, /,d"lIL'uS pesos superiores a i .Ü{}O kg. Este linaje parece adaptarse con el
11¡111pO a un hábitat más abierto y frio, manteniendo hábüús de vida par­
, ,.1I,nente cavernarios (de ahí su denomina:eión), ya una dieta progresi­
'"IIII~'nte más centrada en a&imentos vegetales. La linea ar:ctoide, iniciada
,1 I i 11~11es dd Pleistoceno inferiD!' con Vrsus dolin,ensis, desembocó en el

d. Itl~tl oso pardo europeo (Ursus arctos). Mantuvo un modo de 'vida reta­
r 1o)f 1;1(,]0 con masas más forestadas y unos hábitos alimenticios con mayor

l' ¡ ( ,1 :Igonismo de las proteínas de origen animal.

Aunque Megan.tereon lt'Íth.ei desapareció de Europa a finaks del Pieis­


l. 'l~'ll0iruerior, los felinos con colmillos de sable pel.'vivíeron durante las
Ili II! leras fases del Pleistoceno medio. Están representados por Homothe­

/111111 laridells) especie que desapareció hacia 500.000 BP, poco después de

'Ii 1<.' peneh-aran en Europa leones y leopardos muy similares a ios actuai0s.

Durante la transición Pleistoceno inferior/Pleistoceno medio el lince


I"lujo su tamaií.o (Lúa pardina). Á partir de ésta morfología surgió, a
1IIId les del Pleistoceno medio, el lince que actualmente se encuentra en
1 1.IIÜpa central y septentlionai(Lynx lyrzx).
El gamo evolucionó localmente desde las formas del Pieistoceno
1II kl·ior. Los requerimientos climáticos de este género obligaron a que
126

lea v.a-rieaa:d. cid Pteistoceno medio, el gamo de Clac1:0fi (E>s.ma daao­


niana) se refugiara t1u·nmte las fases frías en l:as penínsulas meridio­
nales de F-"l&ropa. Desde GIS lB (a;pr:ox. 3~'O_(NN BP) ¡¡¡;pa,r cce el g.aRitO
actual (DaríV:Z darna). En cuanto u1 ciervo rojo (Cervu.sewp'husj, sus Fd­
me¡'as fO'rill(is aparecieron en Europa a .fin:¡:r~es cid Pleistoceno infed..0<T,
si bien ia 'l.'ar<l::cdad actu.al (Cervus e1aphus p1iscus) se ocmfiguró en tor­
no a 55ü ,000 np.
La ünea de los bisontes europeos evokicionó en el P',ie:istoocnG [nedio,
apareciendo dos vm'iooades: Bison schoetensacki y Biso). 'V-oigtst.edteru;is_
La púmera forma estuvo adaptad.a a ambientes más ahiel:tos y [dos., apa­
reciendo la segunda en los refugios meri,o wnu'tes de EUl'epa, desde los
que se d,i~rsa;ría durante las fases templadas. Et nicho ecológico dd
bis'Ón de V>ÚÍ~gtsteclten (BisOH voigtsle.dtensis) fue ocuparlo desd-e el 'Úh';ml]l
tercio dei Prel61oceno rn~io (hacia 600.000-550'«Jl:QO BP) ªYO'!.- d ur.o {80S
prinúgenius}. Es ta especie, extinguida hace tan sólo unos s~g.bs, f<tIte el
ÍDóvido más característico de las estepas arbQladas y ,~Ü's bosques; poco -&.en.­
sos de{ Pleistüceno supe{ior y ha originado ~as diferent,e s var¡erla&es
dom.ésticas de ganado vacuno. En cuanto a la Hnea del bis&11l de S,:::;l:r©e·­
tensack (Bisar¡ schoetensacki), evolucionó hada d bisoo de estepa .(Bis:ma
priscus), el bisünte característico dd Pleisto.ceno superior europeo ~1lR
ambientes fríos y abiertos.
En el transcurso de las oscilaciones dimáticas del Pleistoceno medio.,
el género P-raeovibos evolt<lcióno hacia el buey aimizdel'O (Ovibos rnO$­
chatus), cápriJo que se convirtió en una espec~e propia de biom1:as peri­
glaciares, come; la tundra y la estepa loéssica. Siguiendo con ~os ~ridos~
la evolución del th.ar dumnte el Pleistoceno medio no se oonoce con deta­
tie. Lo cierto es que hacia 600.0QO-550.000 BP Hemitragus aiha ya ha dado
paso a Henúlm-gus bOl1aJis y, en la transición hacia el Pleistoceno supe­
rior, a Hemitragus cedl<:'nsis.

4.8.4.2. Mamíferos que penetnarofl en ~llropa dllraJ'ite


el L¡Jento Galeríense

Parece que dur;¡mte el Evento Galeriense, se introdujeron en Europa


10s mustéiiclos @fde conducen a las vaJ.iedades actuales de este grupo. Los
ejemplos más antiguos de nutrias (género Cyrnaonyx) procedieron de Asia,
evolucionando en Europa hacia la nutria común (Lut,va lutra) y otras varie­
dades insulares, que aparecen plenamente configuradas hacia finales del
Pleistoceno medio y comienzos del superior. Un proceso similar parece
ser el que condujo a las comadrejas y martas actuales: una introducción

li l
11 , (ll.4.TERNARlD: PALEOAJ\¡1BIENTES y PAISAJES 127
~~~~~--------------------~~

¡hi,lIica en las primeras fases del PleistoccuD ~~io, pasiiMemente ceiu­


," I"nadas con momentos fríos.

En un momento más tardío, hacia 600.0'&O-55Ú;(~\O BlP aparecieron.


!1), prüneros ~;'¿'TH}:ilOS europeos de giotón {) c.uKa~'ú (Gtdo guia). Asoda.- '
dO;l las fases {rías, se trata de un mustébido de gran Lafl3añ.o y \'u raóJuacl
(JI le actualmente habita en bwmas de taiga y ,e cotonos de transición tai­
f',;\-{undra.

A finah:s del Pleistoceno inferior la hiena gigRnte fue substituida en


Europa por In actu,¡;1.l hiena manchada (CrocutaC1'OCtf!a), proceden.te de
Airica via ,P róximo Oriente. En algunas fases, este hi¿niclG compartió los
n 'osistemas europeos con la hiena estriada (H:vaenL1 Í1y.aen.a), mejor adap­
Licia al consumo de lO'S nutrientes encerrados ·e n ¡os huesos. Los datos
¡¡¡(Iican que esta última especie, que permaneció estable en Próximo Ocien­
j i' durante el Pleistoceno medio, penetró en ia Europa mesiterrá17,.ea curan­

1,,' las oscilaci.ones tlCmpladas, sin que se est.ablecie,r.a arra competen.cia


i 1 nportanle con la hi.ena manchada, más centrada en d cnnsumo de por­
l.:iones cárnicas.

En los ecosistemas de la transición Pleistoceno inferior/Pleistoceno


¡Ilt'dio, los felinos machairodontes de gran talla d.esaparecieron, ocu­
p.mdo su nicho ecológico los panterinos, de anatomías y hábitos más
\,"\"I"canos a las formas actuales de grandes felinos. En el caso del leo­
P;{roo de Gombaszoegen (Panthera gombasr:.oegensis )" que penetrael1l
I :Ilropa desde Afri.ca a inicios del PleIstocerro medio. Haóa ~:O.úOO BP
,ksaparece, sie ndo substituido por el león de las ca\'errr2.S (Panth_era leo
'pcleaeus), mucho más grande que el león actual (PaNlthera leo), yelleo­
p;lrdo (Pmzthera pardus), escaso en los paleoamhienteseuropeos.

A finales del Pleistoceno inferior Mammudw.s meridionalis desapare­


l ió en Europa. Su nicho fue ocupado por Mammuthus t1'Ogontherit, UD
I !lll1igrante asiático mejor equipado para las fases frías. Las poblaciones
dc mamut que se mantuvieron en el norte de Asia evofucionaron hacia cl
IIlamut lanudo (AJammuthus primigel1ius), que tuvo una arnplía distn­
1lllción por los ecosistemas peliglaciares del Hemisferio Norte durante el
l>leistoceno superi.or. Esto es, también inmigró hacia Europa, substitu­
\'t.'ndo a Mammuthus trogontheri a inicios de la glaciación \Vürm., pues
,'slaba aún mejor adaptada a los ambientes de tundra )' estepa loessica .
,\ comienzos del Evento Galeriense también se difundió por los ambien­
I ,-'s de Europa meridional otra especie de proboscídeo (Elephas antiqu/;/s),
lIna variante arC2dca del actual elefante asiático, bien adaptada a los bio­
lilas de estepa cálida.

II
128 PR'U-HSTORIA y 'PROTOHlSTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRiCA

Btlrante las primeras fases dC1 Pleistoceno Inedia se CGI'l&tata la ¡we­


seHcl3 en Europa de lln nuevo ~Hmigrante, procedente de Am.érica '\ia
Asia. Se -tr-ata de los primeros representante...<;europeos de los cab<1UoS
mO<!lernos (Equus cabaUus), que desd·e 600.000 BP aparecen bajo dh'6'r­
sas aefr,J])Tüh'tciones ciCQufic:l.s.
En cuanto a 105 rinoceróntidos, a finales del Pleistoceno inferior se
con5t<~'tala desaparkión dd rinoceronte ee estepa (SleplunwrJÚIW.Setms­
cus). Permaneció en Eu..opa una variedad. mucho más escasa, también
ndaptada a los biomas estepalios, apa.recida a finales del. Pleistoceno iinfe­
t-ior (StephanOfhinus hundsheimcnsis). En algunas zonas e~lTopeas, cs.pe­
cialmente durante las fases más cálidas del Plclstoceno mooio y supcráor,
avanzaron desde Asia central algunas poblaciones de rinoceronte de Mtmc'k
(StephancwhinHs kirchbcl:gensis) , de gran tamaño y con hábitos alimenti­
cios más centrados en arbustos y matorrales. También desde Asia pene­
tró en Eumpa. posiblemente desde O-lS 16 (aprox_ 620_0ÜO Bf'), d 11.nO­
ceronte lanudo (Coelodonta anti..quita.tis) . Esta especie pt'rvi'>.ió en ElNWp8
hasta hien avanzado el Pleistoceno superior. A comienzas cid mismo sus
restos aparecen indusü en la Penfnsuh Ibérica. Su. pauta de cokm.iza<ción
del espacio etKOpeo se toma como indicio de 'una di.stli'bución cada vez
más amplia dc los biomas de estepa fría, a lOS que el rÍnoceronte bnudo
parece bicn a daptado.
Aunque HO es un m2.I11ífero muy habitual de los entornos europeos,
el búfalo enano (Bubah-ts 1111lrriensis), espec~,c de procedencia asiática,
penetró hasta Europa occidental duraflte m.omem:os más cá:bd-o~
del Pleistoceno medio fina! (GIS 9) Y el Pleistoceno superior inicial
(GIS 5).
También a finales del Pkistoceno infenor se l~emonta ia presencia más
antigua dd.J.abaH moderno (Sus scropha), procedente de Asia. A partir de
esta variedad se generaron las diferentes variantes ct(lH'l:ésticas del cerdo.
En e'l transcurso de las primeras fases dd Pleistoceno medio lJippopoia­
Inus anúqwls cedió el testigo a fonnas similares al actual hipopótamo
(Hippopotarm Ls amplúbius), bien como fruto de evolución parale1a &e la
especie en Áfri.ca, Próximo Oriente y Europa, bien como resultado de una
dispersión desde África hacia Euradia occidental.
De origen asiático es el corzo de Suessenborn (Capreolus suesservtJ:o))'­
Izien.sis ), que se dispersó en Europa a inicios del Evento Galeriens:c. 3'.a
evolución local en las áreas refugio meridionales, supuso una progresiva
reducción de! tamaño (Capreolus prisClLS), hasta generar a finales dd Pleis­
toceno medio el COlLO actual (Capreolus capreolusJ, mejor adaptada a los
ambientes boscosos.
I \ lATE RNAruO: PALE,o,4.M.B!.EKTES y í';HSAJES 129
-----------------------------
I 'J n:'no (Rangi[er tamn.dus ) se originó en el ámbH..o pcrigdadar asiitt:i­
I~l j, ínlroduci¿nGose en Europa durante OIS i6 (poco antes de 620.000
111·), manteniendo sus a<.1.a;pt.aciones a los ambientes de tundra y estepa
Oí <,sic.a. En t.orno a esta cronología los cápri-dos dd Pleis toceno medio
¡liuuülluyer-ofi su varledad: desapareció Soerge1ia y Praeovivos derivó h,'\Cua
I h'ill()s, convirtiéndose en especie típicamente gLaciar:. Hacia 5SD.OOO Br'
"l llícho ecológico de Soergelia fue ocupado en Europa meTidional y cen­
!I.~ l por el carnero ",,¡-caico (Ovis antiqwl) y las d.os variantes de! fL-~ecQ¡
qll C actualmente perviven en Europa (Rupicab1l1 rupi'cahra alpina, en im
Alp~'s, y Rupioapm rupicapra pyrenaica, en el entorno de los Pirineos).

H.acia 600.000-550.000 13-7 e'l tnar {Hemümgus) prácticamente desa­


1',H"(:ció de íos ecos-istemG.s montañosos europeos, en beflenci'Ü dd íbice
\) lHuHón (Capra ibex) y, ya en cl Pleistoceno superiO'l_~ la cabra montés
« ¡-¡¡m] PYl'enaica). A su vez, desde esta cronología, dunmte las fases más
f IÚ IS del Pleistoceno medio avanzado y el Pleisloceno superior penetra en
El1wpa el antílope saiga (Saiga tartárica), originar~o de las estepas cen­
1IoasiáticEl.S. E sta especie alcanzó los sectol-:es septentrionales de Penfl11­aa
t-o-ílb Ibérica.

'[ras una apaI:er1te desaparición de'! género Honw en lOS ecosistemas


t'uro;peos, a finales ¿el Pleistoceno i_n fenor los entornos de! Mediten-:áneo
"t~plentrional vl.lel"en a contar con poblamiento, coincid.iendo con las cro­
nulogías de inicio del Evento Galcriense. Estas poblaciones, :que podriaru
kner su origen en Asia, están representadas por restos fósiles en Gl-an
I)ol1na de Atapuerca (Burgos) y Ceprano (Italia central). Agrupados bajo
b denominación HOl1w antecessor, la mort-ologia de estos restos, en espe­
cialla de sus clientes, no invita a considerar que evolucionaran hacía aos
habitantes europeos identificados desde 550.000 BP en adelante. Estos
,ílhmos grupos reciben el nombre científioo de Homo h eidelhe.rgensis,
Iludiendo relacionarse con una dispersión africana. E~ resultado evoluti­
\ '0 de esta morfología humana en Europa dará lugar a Hamo neandert­

ltalel1sis, el famoso Hombre de NeandertaL En cualquier caso, sobre estas


~uestiones profundizarán posteriores temas de este mismo volumen.

·J.3.5. Las fmwas europeaB del Pleistocc'1lo superior


l' el Hofocello

El límite Pieistoceno medio/Pleistoceno superior, situado en torno a


128.000 BP, no documenta importantes cambios en !as comunidades de
fauna continental de la Europa melidional. En todo caso, las oscilacio­
nes climáticas del complejo Würmiense supusieron ligeras transforrna-

I í
no ffiEillSTOt&, 1J.' PROTOHISTORIA DE LA PENíNSULA IB'ÉRlCA

oiones morfoI&gicas en a~Uila:S de las especies de las comunidades de fau­


na esta:bkcidas durante el E'i;.ento Ga:leriense. Debido a las conrudoaes
ambienta-l es predominantemente frías y secas del Plei'StocenGstlperior,
diversos tCL'taexperimentmr.on rnGdific.aoione5 anatómicas. dirigidas a una
mejor adaptadón a~ dima reinante y a ;}:ascondiciones .de vicia deifiw-adas
del mÍSffiQ. f'or ejempio.1a hie.r.w. ff'ill!t,chada (Crocuta crocuta) aumenta
su talla y mDclifica su dentición a con.nelilZOS dd Pleistoceno 'Superior (0'0­
cuta crocuta speíaea), posiblemente porque su dieta fue más dependien­
te de los nutr-ientes encelrados en los ht'lesos Que de los ,estos cárnicos
de la C<LTToña. De hecho, el amn.eE:tl0 del tarn:año, posih:lemente como adap­
tación II un mediD más frí{}, pues pel'mite conservar mejor el calor cor­
poral, pavece ser una tendencia generu1 entre ins macromamiferos euro­
peos del P'iejstoceno medio uvanzado yel Pleistoceno s~peri'Ür_
Más que auténticos episo&ios de reemplazo faunístíco, desde el Gale­
riiensefinai j'Ü que se aprecfta en Europa son ffi-mnentos en lOS que Kas espe­
cies esteparias del nor1e y el centro de Eur.asi.a, como d rinoceron.1e lanu­
do (Coelodo11.ta antiquitati.s) ; clgiotÓfl(Gulo guio); el anti10pe saiga (Saiga
tartárica) yel mamut !;arru~0 (Ma.J11J1'l.Uthu'S primígenius), amplían su dis­
tribución biogeográfica hasta alcanzar ia Pernnsula Ibérica, el extremo
occidental de Eurasia, durante la plimera mátad del Pleistoceno superior:
En el cuadro 2_H se ofrecen las especies de fauna más representativas de
Europa durante el Pleistoceno superior, agrupadas por comunidades segtín
biomas.

CUADRO 2.12. M1Jw.íkms mtis rep\,,~s€{llCilr¡vos ¿el f'jei:stoce'no superior europeo,


agr~pG-dos pGr biomCls_

jf~nika

1 lernmi!lg !J)ic:r.ostony-x.; Lemmus}


Roedop"--s
marrnotaesucparia (Ma11?wta babak)

Lagomonos
liebre variable (Lep.us timidus)

Mustélidos
glotón 'O carcayú (Gulo gulo)

Cá,nidos
flOITO polar (AJ{opex iagopus)
l
Rinoceróntidos
rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis)

Cérvidos
reno {Ra.fl;gifer la.nmcLus)
buey almizdem (Ovibos moschatus)
Cápridos
rebeco (Rz,Wicabn'l. rupicabra)
:
Proboscideos mamut lanuao (Mammulhus prúnígenius)
Estepa loésska
ardilla terrestre (Spermophilus)
Roedores
marmota esteparia (Marnwta bobak)
CUADRO 2.12. (Cominl1oción)

liebre \é3riabie (Lepus lúnidus)


I '::lgOillOrfOS
nebre común (LepllS eldropaeMsj
¡·(-lidos
106u de las cavernas fPantÑ.emleo spe1p.aeus~,¡
, Cánidos
I zorro polar (A.l1opex lagopus) j
JjiérüQOs , hiena manchada (CrocuJ.a crocula) 1
fZinooerónt1OOs , rinocer:onte lanudo (COelOd0nta ant-«¡uítatis)

canaBo dePrzew.als1ci (Equus pr;:.ewalski)

1 hemión (Equus hemionus~ 1


Bóvidos 1bisonte estepario (Bison priscus) l
'¡ bue~T almizclero (Ovibos moschatus) ¡

r
--~J--------~----------~~-----~
Cápridos : rebeco {Rupicabra l'upicaJ,)/:a} ~
> íbice (Capra ibex)
I i\mi10~'nos , antikvpe saiga (Safga tartáácll)
I~Cér\'idOS J reno (Rangifer tara.nl1us)
1 rn..,.~mut tanudo (MamnLutJw.s pámigeniu.s)
r"B~mdM fuiga ,
j glotón o carcay·Ú (Guio guia)
¡
_~ustehd0S
, FéHdGS lince (Lynx Iynx)

Úrsi¿(m
oso pardo {Ursas aretos)
ciervo rojo (Cervus daphtlS)
1 alce (Alces alces)
reno (Rangi er tar(mau5)
.1

¡-E' ·d
, 0\1.- os uro (Bos primigenius )
I., ES!.flPa .cmrtineutru

Roedores
ardma terrest:re (Sperrnophilu:s, I
marmota esteparia {Mannota -habak)
Lagomonos liebre común {Lepus europaeus)
,,
Félidos 1león de las cavernas (Panthera leo spel-eLheu,S) ,,
;

l Úrsidos loso de las cavernas (Ursus speleae.us)


Hiénidos hiena manchada (Crocuta cmcuta)
I cabaHo de Prze.....,a]ski (Equus pn:,(w,lalski)
, Équidos
> hemión (Equus hemi'onus)
1 Bóvidos bisonte estepario (Biso n priscus)
1 Antllopmos I antílope salga (Salga tartánca)

I ¡
?KEHlSTORIA y PROTOmSTORí,A DE LA rENÍ!\'SCL~ IiBÉR!CA

CUADRO 2. 1 2 . (Contimsación)

. ardilla tcuestre (8pemwp7zilus)


marmota estepa,¡-~a (Alannota bobaJd
Lagomo;ifos liebre común (Lepu5 europa€us)
león de las cm'emas (Pant'hem leo spel.eaeu.s)
I hiena manchada (Cmcu!c. cmcuta)
lOSO pardo (Ursas al'ctos).
! oso de las cavernas {o.r5u5 spe1ea'fA.LS)
1
j cabaUo de Prze\valski (Equus prz:ewalski)
EE;,mdos
l hemión (Equus hemioP.1ls)
Bóvi.dos ,1 bisonte este:~ario (Bisol1 p1"ÍsCUS)

¡antílope sa,¡,ga (Sa;~ga lartárica)


. J+i'popat'.:i. mi~bs {en (in:a.s
1 OiJoTl im,-j.c·{"ll',,·3S m is .:.á~id.os)
i hapopótamo (Hippopotamu s anplúbius)
j
I
---J
! rinoceronte Merck (Dícerorhínus '(írd2ber:.~e11sis~
1 dehnte atcc.ruco (E1epluzs antiquus) ~

Ú{'sidos oso pardo (Ursas arctos) 1


~------------------------+---~--------------~--------------- ~
~J_________________________ +I_c_ie_l_,_
·o_r_o~j_o_(~
.C~__~__u_s_e_ia~v~
' ·j_1US:~¡
__ ____________ ---J
1 ¡alce {Alces alces) , l
J Cérádos
I
1 gamo (D
. ama d am.a ) ~
--J
1
1 Jcorzo (Caprealus capreolus) ~
! Bcl'\'ülos j uro (Bos prinúgeniu5)
¡ Hq.opoti¡,tinidos ) hip.o.pótamo (HippopotaJ1i.us anphibius)

1
Suideos 1jabalr (Sus scmpha)
Rinocer:Ól~ti.,j.OS j rinoceronte Merck (Dicemrhinus kirchberge17si.s)
Ij Pl'0bosC:imos J elefante arcaico (Elephas amiqwI's) ,
I

¡ .;Roquedo
!
1 1cabra pirenaica o montés (Capm pyrenaíca)
C<\pridos I fbice (Capm ibex)
¡ rebeco ( Rupi.capm rupicapra)

Aunque el clima parece haber condicionado intensameme la compo­


sición de bs comunidades de fauna del Pleistoceno supelior. el registro
paleabioiógico conservado manifiesta un sesgo evidente en favor de unas
especies de rnamíferos y en detrimento de otras. Esta caracterfsi.Íca ha de

r.-o_._"..-_..""'---.---- - - - - - -.. - - ­
FL CUATERKAalO: r-ALEOAMBIENTES y PAISAJES 133
n::tacionarse cen una creciente actividad &cp.redadora por p..'1rte de lOE
~):nl,poshumanos. La inmensa mayoría de los yacimientos paleontológi­
vos del P,leistüceno saperior también lo son an::¡ueo~ógicos. Esto es, .ofre­
cen numel'osos4.'fiito-s sobn: un« creciente activldad a:ntrópíca. Quiere esto
decir Que cada l'eg,i:stro ,tocal muestra d predominio de una -e specie de .
rumiantes sobre 'k'tS dcoos, y una menor diversidad taxonómica con res­
pecto a concentraciones óseas sin huellas de actividad humana. En otras
palabras, las fuunas representadas en los yacimientos arqueo!ógicos ¿¡d
Püeis-toceno medio a\'3.RZado y el Pleistoceo.o superior no repr;esentan fiel­
rnente el biom.a ·en que se insertan. CU<l.ndo menos, !!1-0 en [O relativo a1
t~spectro de fauna,> d.d Inedio natural. E'Ste sesgo. fund..·u nenta:Uncnte l't:la­
cionado con las prácticas económicas de los grupos humanos, ha de 'I/Ü1.­
cularse con la abundancia de unas especies sobr,e otras; con la presen­
ci2/auscnciú &e pdMaci-ones en d entorno inmediato ru asentallliento; cmil
la estacionahdad &,¿; la ocupación humaBa; y con el desarroHode estrate­
gias espccífica6en kl captura de presas.
El recru-decimient-o ambientd producidG aproximadamente e,l1l.tre
35.QOO y Z?O.000 EP (coincicliendocon las {,atimas fases Jd rniel¡p[.enigla­
L,iar y el Úhimo Máximo Glaciar}, tuvo como consecuencia la exttnóóIll
de un porcentaje importante de las especies de mact'omamíferos carac­
terfstícas del Flcistoceno medio y superior. ProtJúscídeos; rinoccróntieos;
h'¡énidos; grandes felinos y otros iaxa, entre bs que se encuentl.-a Horno
Ileandertludensis, desaparecieron muy rápidamente del registro paieon­
tológko europeo o, en el mejor de los casos, sus poblaciones se vieron
drásticamente merm-adas. En tineas generales, de este modo se conngu­
¡-aron las comunidades de macromamíferos conocidas en Europa par.a
las últimas fa<>es de la Prehistoria y durante IDs tiempos históricos (bóvi­
dos, cérvidos, cánidos, úrsidos, mustélidos. t.'qlüdos), Este conj'lm.t o mer­
mado de fauna sa~vaje, simitlr al actual de !a subregión Hohirtlic:a, es el
que caracteriza el medio natural Holoceno. Bien es cierto que esta últri­
ma serie ha ,"¿sto incrementada su l'iqueza específica de mamíferos, por
la introducción de animales domesticados como el toro, la oveja, la cabra,
el cerdo, ei c.aballo, el asno, la gallina o el pem,) (posiblemente d-omesti­
cado a partir del lobo desde poco después de 15.000 BPJ.

4..3.6. La «Es:/:e¡w del iUmnut.~: El biof/w pret![:)i;nüwIlle


en la Europa templada'y merittío¡Jlaf dl1rru:r{(J
el Pleistoceno medio avanzado.r el Pleis.[m:euo superior
Desde hace 900,000 años las oscilaciones climáticas cuaten1anas adqui­
,'ieroD una pauta diferente, pues comenzaron a sucederse ciclos más lar­

._-~ .•

¡ ni
134

gos, regul:ares y contrastados entre si. Como conseGm:~Góa, Europa tLIVO


en el Pleistoceno mediD un diÍma más vari<:\Me que dUHH.1J.tC la suoserie
precedente. De esta foo;na, kc5 tran.sfonn,aC'i-ones ambientales producidas
a lo largo cid tiempo condicionaron imensameRte el paisaje y los hábietos
de los m;:'l;m-fferos de esta época. Tanto es asi, que una proporción impor­
tante de los mismos desarrollaron una ac[ivá&rl c-avernicdla p~r['d:aQ:o
total. Algo que ha quedado mflej,a do en el tipo Y oúmero de )'.acimienros.
Durante el Pleistooeno ínfelior la gran mayoria de los oo-smos se encuen­
tran en depósitos palustres, lacustres y fiuvia[t,"S. DUJr2l.il'lte en Pleistoceno
medio y superior los yacimientos mayoritariamente se encuentra-m eN
ambientes kárst1:coS (por ejemplD, Atapucrca, en Burgos; PirnUa del \~nl1e,.
en Madrid.; ViHacastin, en Segovia; Cong@sto y L"'\'s F~gm<as, en GuatRaht­
jara; ... ). A su vez, es notoria la disminución de los depóbit'os paleontoló­
gicos fluviales (por ejemp'lo, Transfesa, Áádos y úx(geHG, en Madrid;._.§
JI la práctica desaparici.ón de los lacustres y p:ru1zlstl'eS (por ~emplQ, O¡1illaif
de Baza-if y Solana del Zamoorino, en Grana~.; ATnt>e:ona y Ton:a,lha, en
Soria; ... ).

El comentado cambio en las pautas de osóíilaóones chmát:ícas& [fina­


les del Pleistoceno inferior está relacion:3Jlo con un cambio en la cicHci­
dad astronómica dominante. Desde hace pooo más ne ~,iS Ma IBP y hi'L~...a
poco después de i Ma BP el Ciclo de oblicuidad () inclinación dcl e}e telle5­
tre, de unos 41.000 años, fue el factor dominante en la sucesión de osci­
laciones dimáticas cuatemarias. A partir de 900.<JO:G BP, el ddo de ia
excentricidad de la órbita terrestre, de unos 96.000 años, se v¡jlclve pl.-e­
dominante. El primero de estos ciclos re:perC'~{e más en 1<1.s variadmílCS
de la estacionalidad y menos en la sucesión de g\lanees periodos dim:áti­
cos, algo que no ocurre con el segundo, que afecta de manera más iThten­
sa al clima globaL
Ei registro isotópi<::o marino muestra daramente como desde hace
900.000 años esta variación en la predominancia cídica se tradujo en imas
temperaturas progresivamente más bajas: las oscilaciones frias 10 fueron
cada vez más y las templadas cada vez tuvierOllU1'l.a tendencia menos cál~­
cia, Ello se tradujo en una acumulación progresivamente mayor de hielo
en los glaciares de montaña e inZandsis durante loOs pe<riodos mos y un
proceso menos intenso de deglaciación durante lDs estadios cálidos.
En términos de comunidades vegetales, en el transcurso del Pleisto­
ceno inferior final y del Pleistoceno medio las latitudes medias europeas
fueron volviéndose progresivamente más esteparias, reduciéndose gra­
dualmente las á!-eas de sabana y las masas boscosas. Ambientes que, por
otra parte, en cada fase templada recolonizaban menos superficie en Em'o­

L
J\. CUATERI'<MZ,lD: Pd,LEQAM.BH:.KTES y PAiSAJES 13S
pa central y s-epl-en:J:üonaL La traducción de estos procesos a términos
LtunfsÜcos, es qUe las especies a:aftptactas a ecosis(emas de herbácea..'> ti'}.lO
sabana de fina1e¡; del Pleistoceno infel'ioc europeo fueron adaptándose a
~os biomas estepar.lüs o desapareci,e ron, para ceder el testigD a Gtras mejor
<:ap.acitru:ias Pf'd'Z1 ocupar esos a~mhientes.

Finalment.e, las [:aunas que aparecen en Europa desde 65ú:DGG-600;OG0


BP en adelante, en función de latitud y altitud, bien son netamen.te gIa­
viares, bien cue.rrtaTl con un p¡redominio de esp:;cies esteparias )' escasos
dementos de ambiente foresta1. Éstos son más abundantes en las regio­
Iles meridionales del continente, constitui,das como áreas refugio tanto
para animales como para \'egetaies de ecosistemas templados. Desde los
rnis-mos , re colonizarían los espacios de Em'opa centn:ll y septentrional
durante las fases cáiidas.

El resultado de estos procesos, fue la aparición en Europa, desde fina­


k·s de OIS 11 (hac~a 423.000 BP) en adelante, de unos biotopGrs que han
sido \9autizados por Robin Guthrie como «Estepa de Mamut~). Los lnis­
mos se definen como altamente procluctivos, desde el punto d.e vistiS. de
1;.\ bio.rnasa, pues fueron capaces de albergar comunidades diversificadas
de fauna, con eí mamut Lanudo (Mamuthus prinúgenius) como especie
más !·epresentaÜvc.. Bien es cierto que no fue la más abundante, pues
l'uantitativamente tuvo más importancia el reno (RaHgifer taralUlus), que
lambi-én proliferó en Europa centra[ y occidental desde OIS 12.

Durante las fases templadas, mientras tas áreas boscosas y de monte


hajo se expandían por Europa " aigunüs ani.males típicamente giacia,r es,
l'omo el malTIut, el. reno o d antílope sa<iga, se extinguieron en zonas
~lmplias . En el transcurso de los estadios mos n:colo-nizaron el subconti­
nente con poblaciones procedentes de las estepas orientales. La localiza­
ción de las áreas t'cfugio d·e macromamíferos adaptados a condiciones
templadas, \ariaria &2 una f.ase glaciar a otTa, si bien se establecieron pre­
dominantemente en los márgenes meridionales cid continente, en espe­
cial en las penínsulas Balcánica, ltáhca e Ibérica, La alternancia de est.os
procesos de retracción y expansión y la mezcla de elementos proceden­
tes de las estepas y 1-0S bosques, produjo lo que, en términos de la comu­
nidad animal moderna, serían unas asociaciones realmente extrañas. Tal
sería el caso, por ejemplo, de ia coeústencia de buey aímizdero, castor y
reno en el Mediterráneo francés. No obstante, este tipo de asociaciones
puede explicarse en función del tipo de alimentación generalista (esto es,
herbívoros poco exigentes en cuanto a su ahmentación, qu e no se basa­
lía en un único tipo de vegetal), permitida por unas estructuras ambien­
tales tan productivas como las supuestas para estos biotopos.

- - - _._-- - - - - - - - - ­

1111
13-6 piR;EmSTOfUA y PROTOHlSTCmlA DE LA PE~¡.;;íNS:U!lA I>BÉRKA
~---------------------------. ­
El esquema de cokmi zación sucesi\'a por nu.evas especies y,fre !l.'CCO­
lG-.'-üi'.ación por par-teae dementos antigu.os, procedentes de los retugi-o:s,
favorecería aqueH.as áreas de Europa centr,,'11 y septe,ntliona1 .m:á'i' cerca­
nas a las n:~gi(mes refugio de topografía v.at'iada, sitt.ta,d.as hacia d sw: {ver
figuras 2.1 'l, 2.13 Y 2.14). Ea estas zonas las distandascie reco±m.ia.ació.n
serian m:ás cortas y la i'Cgenemción fGresta~ más rápida. El. m.eRor impac­
to de la estacionalidad en d oeste de! continente, aspeüto n~dacion.aclG con
el efecto at-ernperadGI' de las masas oceánicas, generada mosaiio.os.dle ~i~ge ­
tación más espesos. Por el contrario, en las regiones oJ1ienlt2\~es ., ias dis­
tancias entn, las llanuras y Las zonas refugio fue mucho ma~fOi: M1í, ia
estadona'i,i dad, merueZl Púi[ la variación a lo largo del año de i-as temp.e­
raturas, seria mucho más a.centuad.a. Los biomas hoscosos yestqD8.it-v.OS
temphdos <id oeste, en consecuencia, se recuperarían eom.:6gicame.Llte .d e
fOlTIB.a más rápi,d a, ya que estarían menos amenazaaÜ5 1'01' un desoe~13o
de hs pob1ncKmes de <\nimales.
1ge este¿> modo, la «Estepa de Mamut» estaría compuesta :p0r rp?,-.Jsaico:;:
d:e vegetación eco1ógic.amen,te complejos (figura 2.14), sitaados eH b:ti\l.ti­
des med.ias ~' a:ltas. Éstos alber-gar-on comun.idades diversitic..··vJ.as de fau­
na, domina.das por herbívoros generalistas. La estahih-dad de estus mo~­
cos éepenclería, en primer lugar, de la duración de las estaciones de
crecimiento vegetaL Ésta variaría según las reglones. En particnhrr, eJ;l
función de latitud, longitud y relieve. Este mosaico de ambientes, utili­
zando la metáfora de Guthrie, produjo una estructUl'a a cuadros, C0ll .a pa­
riencia de «D1ünta escocesa», muy' d.istinta de las franjas att~tu.dina!le$ (los
pisos segú.11 cota) y latitudinales (los dominioss~oún latitud) .qae se esta­
blee·en en ta-s cornunidades vegetales de otros m-omentos, corno es.el ca'5ml
actual. Estos mosaicos contribuirían a dotar de un alto grado ee flexihi­
lidad ecológica a la «Estepa de Mamut»: cualquier desequiHhrio provo­
cado por incendios natum{es o por una sabreexptotación del medio, se
vería subsana.do rápidamente. En especial si las distancias ernn cm'tas
respecto a las áreas refugio, desde donde se prooucirían las 'l.·ecoloniza­
dones.
Se asume que ia alternancia de ciclos fríos y cálidos alteraDa el tau,aa­
ño y la disposici.6n de las manchas o retazos de estos mosaicos de vege­
tación. Tambié n 'que el efecto oceánico ejerció una importante inflllea­
cia, aunque hoy por hoy no parece posible cuantificada. No obstnnte, aos
distintos ambientes de cada cido interglaciar/glaciar no producirían pri­
mero una comurüdad vegetal estruclurada en franjas topográficas)" lue­
go otra con estructura «a cuadros». Lo que originaría serían dos formas
de mosaico, bosque y estepa, que dan forma al segundo tipo de diseño «a
cuadros», al contener comunidades diferentes de plantas y anim.a les.
! '1 (UAfEf'ú"'ARJ:O: f'ALEOA MB~ENTES y f'AISAfES
---
BY

--, 1~",, ~,
. 'J.-.rJ ,,'.
.

''llIO

'Bandas

fl.GURA 2. ¡ 5. ClfodfO~
y bandas: rep,eserita" dos modebs 6i.f.erenciodos de
l:strudUfD ecot&gica ck:A
mediD. El primer,o cocrespondefÍo d PleistocenQ medio
'l'iUIlZodo y el f"jei-sí=eno 5uperi'Of {lo "Es'l€-po ¿e i',AOffitlh/), mi,e nlws que e1 segundo
es el pmpio de! HC10~no {mooincod.8 13 pmhr d:9 G'3Imbte, 200l, fig.4.5~.

E~ proceso d.e deglaciación y el desalToHo cica Hdoceno SlJ"IJllSierO'D. d


\",/; dJiecimiento de los biomas que caracterizan la Europa actual. aque­
ni 1:-- en los qUe se desaiToUaron d Mesohtico, el NeoHtico, las edades de
)1'" M:etales y los diferentes periodos en que se &lvide la Historia europea.
j "n la introducción y desarrollo de los sistemas agn.': lpecuarios, desde d

i\k ()1ítico, los grupos humanos han ejercido un creciente influjo eilla
Il]<)chficació:nl de estos biomas, con una creciente necesida d de amplbr
1,.1" fOllas de pasto y la.s áreas agrícolas. En especial desde b Edad cid
JJI {H <ce, cuando ,se aprecia un pr'oceso de intensificació[l económica. Pos­
¡, 'rit>nnente, la Revoludón industrial y el aumento demográfico de !a
1 (LId Contempr3ránea han supuesto Ulla modificaóón antrópica aún más
11 11\.'0 S<1 y creciente de los paisajes europeos, hasta alcanzar l.a situació1'l
,1\ i llal.

-
,t.

El presen(e tema, fundamentalmente, aborda los aspectos pa'leo:2,m­


\ ,il" ll ales del Cuaternario, tratando así: de .ofrecer un marco cronológica
\ ;1 mbiental a los cli[erent·es periodos en que se dividen la P:rehistoria y
1' 1()lohistoria de la Peníns ula Ibérica. Tras definir el término Cuaternario
\ prestar atención a la subdi\isión cronoestratigráfica y climática del mis·
111' 1, ~e r epasan las causas de la variabilidad dimática de este periodo de
1,1 hi s toria geológ ica terrestre. A continuación, se ofrece un panorama

I ¡¡¡
138 PREHISTORIA Y PROTOmSTORLA, DiE LA PENíNSULA. il:'BÉmCA

sobre los efoc{os ceu", estas .()scHaci.oil'.:~s m:!(hoamhientaaes ruvieFOIT e H b ::;


rnomas europeos. Este úiümo apartado concluye con 13 descnpóón !de la
«Estepa d'e l\'! arnut» , el bicrrna más canwtcristico d-c Europa ¿jurante las
últimas fases del Pl.cistoceno inferior y medio, aquellas mejor :conoci.&as
desde los puntos de vis ta p ..leoambieru.al y arqueológico.

CARBONELL, E. (ed.) (2005 }: Homínidos. Las ¡;rirnera.s ocupaciones de los


continentes, B<3xcelona, Ariel.
Un manua1 de reciente apariciém, donde se recoge y sintetiza la [nfoc­
maci&a sobre Pal'c oiítico de todos los continen.tes, pl'estand.'Ü especial
atención a los procesos de poblami,en1:o de Em:o:p.a , Asia, América y
Australia. Cuenta con un capítulo mtmd.'I.1owrio a 105 a5pectos geoló­
gicos y cronológicos de la arqueología del P-z.i leolítico, así como Iv,a~o­
raciones sobre las faunas de cada mo,"TIento. De ahí que constituya un
excelente complemento a la pn~paraá6n de este tema.
BAQUEDANO, E. y S. RUBIO (eds.) (2004): Miscelánea en [Jol1u :naje a Em.i­
liano Aguin-e. (Zona Arqueológica, 4/[-'[V), Akal.á de Hen&le5, MusBo
Regional de Arqueología.
RecopHac,i ón de artículos en homenje a la figu:ra de Emiliano AguiITe.
Algunos de los reunidos en los tomos de Geología y Paieontolog;fa pue­
den ser cxcelentes complementos p2xa la preparación de este 'tema.
COUVERlNG , J . A, van (199 7): The P!ástocene Bouruiary and {he FJe.",o;imTi1~g
of the Quafernary, Cam.bridge , Cambridge Univer'süy Press.
Se trata de la recopHadón de los resultados de la Comisión de ~a UIGS
que fijó el límite Plioceno-Pleistoceno en 1,84 Ma BE
GAMELE, C. (1990): El poblamiento paleohrico de Europa, Barcelona, Cri­
tica.

M.a nual de referencia para toda una generación de paleol.i:tistas euro­

peos. Si bien los datos arqueológioos se han visto superados por los

descubrimientos realizados durante los años transcurridos desde su

publicación origi.nal, sigue siendo válida la aportación de sus ppime­

ros te mas, centrados en los aspectos antropológico s de las sociedades

cazadoras-recolectoras y en la estructura medioambiental de Europa.

Asimismo, ofrece una exposición muy dara de algunos sistemas de

_~w-________________
EL CUATERKARlO: Y..';'LEOA~.IRIENTES y PMS.AJES 139
---------------------------------------
datación y corn:'klCión cronológica y ambienta!, como [os estadios iso­
tópicos rmul.nos.
GA.\1.BLE, C. (2{)01): Las sociedadEs paleoHticas de Europa, Barcelona, Arád.
Lejos de tratarse de una 3l.ctJ..Uj.~1z@.ci6n del manual anteriomaente cita­
do, se trata de una nueva ¿nteTp:relación dd registro <irrq~j[eológico dd
Paleolítico europeo, hasta d Paieditko superior inicial. Resultan espe­
cialmente irrteres,-"tutes ks reflexiDnes sohre sodobiología de sus [>li­
meros capít·tilos_ En lo que r'cspecta a este tema, ofrece una exposi­
ción dara de la variabihdad dirnática cid Pki.stoceno. En especiai en
10 ¡'eferente a -la formación de la Estepa df~i Mamut a y las oscilaóG­
nes dimáti.cas de WümL
RE N"FRE\V ,C. y P. BAHN (1993): Arque:ologia. Teorías, Métodos y Práctica,
Madrid, AkaL

Manual de rc{ereocia, con ÍG:teresantes aportaciones rdativas a los sis­

temas de datación utitizados en Prehistoria, expuestos de una mane­

tO. daTa y sintética.

RlSER, J. (19-99): Qua.ten-w.ry geology and the El1vin:m111:ent, ComwaH, Sprin­


ger-Praxis.

Una obra de síntesis muy valiosa para entender las transformaciones

medioambientales sucedidas en el transcu.rso del Cuaternario y las

fomlaóones geológicas que stcven de testigos para su reconstrucción.

LJRlARTE, A. (2'0-03): Historia del clima de 10. Tierra, Vitoria , Servicio centra!
de Publicaciones del Gobierno Vas.co.

Un apreciable manual, con un marcado sentido didácüco, que ayuda

a entender las causas de la vai'iamlidad. diacrónica <.id clima terrestre

v los diferentes fenómenos asoci.ados a la misma. Un resumen de sus

contenidos puede encontrarse (m-fine en la dirección de internet cita­

da en el pie de la figura 1.2 .

WILLlAMS, M. A. J .; D. L. D UNKERLY; P. DE DECKKER; A. P. KERSHAW, y T. J.


STOKES (1993): Quat..cmary E7'l.vif'Omnents . Londres, Edward Arnold.
l'vlanual de referencia sobre los bi.omas cuaternarios y las causas d,e
su variabilid.ad diacrónica.

Bih-liO-gl'afía espedfi.ca
E. (1989): «El límite inferior del Pleistoceno», en Mapa
i\GUIRRE E1\'RÍQUEZ,
del Cuatemario de Espwla, Madrid, Instituto Tecnológico'y Geomine­
ro : 87-94.
14D ,P";'.E HISTORlA y PROTOillSTORIA DE LA F'ENí ,SULA mÜmCA

AGU~RE-E Egr,JQUEZ, E. 0989:1: «Vertebrados cid Pl.eis1oceno conúne,uiah).


En Mapa dd Cualet¡naúo de España, MadJ'id, Instituto 'fecna1Ó!:':ioOf;"
.......
.'
(~eomig~ro: 47-69.

AGUSTÍ, J. YS. l,'IoYA-SoLA 0 '991): «Les faulles de rnmnnúfén.'s du. IPMi:s­


tDce'n¿ ü~ú6deur et moyen de l'Espagne: Implic.«<tions biÍo6tTcatigrapru­
ques», L'A.nthropologic 9S (4): 753-764.
T. H. \7.I1 Y P. e, 'fZEDAKIS (1 996): «PahwoHthic landscapes 'Of &!;¡-o­
J\:¡XDEL,
pe ancl emirons, 150;OO0-25,OHO years ago: An o\'ervie\:v», Ql-i&.tenWJI)'
5cierwe Reviews 15: 481-StlO.
ARRIBAS, A. YJomü, J. (1999): «Los macromamif,eros cid Cuatenl.ano k~í.'r'D­
rico de Gv.adalajara (Castilla-La Mancha)>>. En E. de ACUlRRE oC [. RÁBA­
~o (eds.). La HU.d w. del Pasado: Fósiles de Castilla-La Marl-cha, 'foIeoo,¡
Juntu de Co:nunid::-"tdes (i: Castma-Ut :Mancha: 32'/-349.
GUERL~, el. y f.'1. PA\fH-o'U-~fA1RIS (003.) (t99-6): Les granas ¡1uzrnmif¿¡:e5 PÜ&­
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