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El realismo jurídico escandinavo se ofrece como una alternativa al debate iusnaturalismo-

positivismo a partir de la convicción de que el positivismo jurídico desarrollado desde el siglo XIX
arrastra la epistemología y el método del iusnaturalismo racionalista por lo que está lejos de
constituir una explicación científica del derecho. Si el realismo escandinavo tuvo inicialmente una
influencia muy limitada al ámbito escandinavo, después de la Segunda Guerra Mundial sus
aportaciones se incorporaron al normativismo analítico y fueron fundamentales para la reorientación
del positivismo en los autores europeos más influyentes como Kelsen, Hart y Bobbio. De este modo
el realismo jurídico escandinavo se convirtió en un eslabón imprescindible para comprender la
evolución del pensamiento jurídico occidental durante el siglo XX.
Para los realistas jurídicos el derecho no está formado por enunciados con contenido ideal acerca de lo
que es obligatorio, sino por las reglas realmente observadas por la sociedad o impuestas por la
autoridad estatal. Esto supone que el concepto de validez pasa a un segundo término, mientras que el
concepto de vigencia (eficacia) se convierte en piedra angular del conocimiento del derecho. Axel
Hägerström, Alf Ross y Karl Olivecrona destacan entre los realistas escandinavos, para quienes la
eficacia o vigencia real de las normas jurídicas es la propiedad determinante, por encima de la validez
meramente formal y del contenido moral de las mismas.

El realismo jurídico escandinavo no se fundamenta en el realismo, sino en el empirismo.


Por ello está justificado llamarlo “empirismo jurídico”.

Ese empirismo conlleva el rechazo a todo objetivismo moral: los criterios y creencias
morales son emanaciones de sentimientos subjetivos y, por tanto, no susceptibles de ser
objeto de enunciados objetivos de carácter categórico o incondicionado (=validez
objetiva).

La concepción jurídica escandinava niega que el Derecho sea expresión de la voluntad


divina o de la voluntad del Estado (o legislador). El Derecho es algo más que las reglas
puestas por las autoridades. El propio concepto de autoridad es un concepto jurídico.
Voluntad hay que entenderla como “expresión de un deseo”. Las soluciones al problema
de dónde está, entonces, la realidad del Derecho, son divergentes. Destacamos dos
autores: el danés Alf Ross, de teoría jurídica muy elaborada, y el sueco Karl Olivecrona.

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