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Existen varios factores que intervienen en la regulación del flujo sanguíneo cerebral.
Presión arterial media
La PAM se considera como la presión de perfusión de los órganos corporales. Se cree que una PAM mayor a 60 mmHg es
suficiente para mantener los órganos de la persona promedio. Si la PAM cae de este valor por un tiempo considerable, el
órgano blanco no recibirá el suficiente riego sanguíneo y se volverá isquémico.
Ictus isquémico
DEFINICION
Es un trastorno clínico patológico del sistema nervioso central que se produce como consecuencia del compromiso de los
vasos que lo irrigan, esta disfunción se debe a una alteración circulatoria por oclusión del árbol arterial encefálico
determinando compromiso funcional y vital del territorio afectado.
EPIDEMIOLOGIA
La incidencia ha aumentado de 2,10-2,52/100000 a un 13,02/10000 en los trabajos más recientes de países desarrollados.
La enfermedad vascular cerebral (EVC) se divide en Isquémica y hemorrágica.
A su vez se describen subtipos de EVC clasificados de la siguiente manera:
1.- Crisis isquémicas transitorias,
2.- Infarto cerebral (80 %) trombosis, embolias origen cardiaco o arterio-arterial, infartos lacunares.
3.- Hemorragia intraparenquimatosa (15%)
4.- Hemorragia subaracnoidea (5 %)
Anatomía funcional del sistema arterial Encefálico
El encéfalo está irrigado por las arterias carótidas internas derecha e izquíerda, y por las arterias vertebrales que se
anastomosan para formar el tronco basilar. Es el único órgano que recibe irrigación de tres pedículos, que conforman así
dos sectores o territorios: el carotídeo y el vertebrobasilar.
El territorio carotídeo es el que recibe irrigación de la arteria carótida y de sus ramas. Constituyen ramas terminales de la
arteria carótida: la arteria oftálmica, que irriga el globo ocular; la arteria cerebral anterior; la arteria cerebral media; la
arteria comunicante posterior. La arteria cerebral anterior irriga la cara medial de los lóbulos frontal y parietal y el cuerpo
calloso, y a través de sus arterias perforantes (estriadas internas o recurrentes de Heubner), la porción anterior del núcleo
caudado. La arteria cerebral media irriga la cara externa de los lóbulos frontal, parietal y temporal, y a través de sus
ramas colaterales perforantes, junto a las ramas perforantes de la carótida interna, la región capsular y de los ganglios de
la base.
El territorio vertebrobasilar es el irrigado por las arterias vertebrales, el tronco basilar y sus ramas terminales, las arterias
cerebrales posteriores. Estas últimas irrigan el lóbulo occipital y la cara ventral del lóbulo temporal. El resto del sistema
irriga el tronco en su totalidad, parte del tálamo y el cerebelo y sus pedúnculos, por medio de las arterias cerebelosas.
La irrigación cerebral es asegurada por las dos arterias carótidas internas y las dos vertebrales, que se anastomosan
ampliamente en el polígono de Willis.
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La arteria carótida interna presenta un segmento intracavernoso (sifón carotideo) y otro supraclinoideo. Del primero nace la
arleria oftálmica que irriga el globo ocular. Del segundo nacen cuatro ramas terminales: cerebral anterior, cerebral media,
coroidea anterior y comunicante posterior. Las arterias vertebrales se unen para constituir el tronco basilar.
La arleria cerebral anterior (ACA) irriga los dos tercios anteriores de la cara medial del hemisferio cerebral. Nace de la arteria
carótida interna y suministra las siguientes ramas: la arteria frontopolar (irriga la parte anterior de la superficie medial del
lóbulo frontal), la arteria callosomarginal (la parte posterior de la superficie medial del lóbulo frontal), la arteria pericallosa
(irriga los dos tercios anteriores del cuerpo calloso) y la recurrente de Heubner (irriga la porción más anterior de los gang lios
basales y de las cápsulas interna y externa adyacentes). Su oclusión determina hemiplejía contralateral (afecta sobre todo la
extremidad inferior), signos frontales y apraxia de la mano izquierda.
La arteria cerebral media o silviana (ACM) irriga la mayor parte de la convexidad del hemisferio cerebral. Nace asimismo
de la carótida interna, constituyendo su rama más gruesa. Sus ramas son las siguientes: arterias lenticular y
lenticuloestriada (perforantes, que irrigan los ganglios basales, la cápsula interna y tálamo), la arteria frontoparietal
ascendente (se distribuye por la porción posterolateral del lóbulo frontal y la parte lateral del lóbulo parietal), la arteria
parietal posterior (para el lóbulo del mismo nombre), la arteria angular (para la región posterior del lóbulo parietal y la
porción posterosuperior del lóbulo temporal) y, por último, la temporal posterior (irriga l a porción posterior y superior
del lóbulo temporal). La oclusión del tronco principal de la silviana causa hemiplejia contralateral (a predominio
faciobraquial), hemianestesia, hemianopsia homónima y afasia si el comprometido es el hemisferio dominante. La arteria
coroidea anterior irriga los dos tercios posteriores del brazo posterior de la cápsula interna, el globus palidus y la cintil la y
radiaciones ópticas.
La arteria cerebral posterior (ACP) irriga el polo posterior, el tercio posterior de la porción medial del hemisferio cerebral
y, asimismo, la porción inferior del lóbulo temporal. Nace del tronco o arteria basilar (formado por la unión de las dos
arterias vertebrales), que se bifurca originando las arterias cerebrales posteriores derecha e izquierda. Las ramas de la
arteria cerebral posterior son las arterias temporales anterior y posterior (irrigan la superficie inferior del lóbulo
temporal), la arteria occipital posterior (para las porciones inferior y posteromedial del lóbulo occipital y el tercio
posterior del cuerpo calloso, si se ocluye del lado dominante, se produce alexia sin agrafia), la arteria calcarina (irriga la
región pericalcarina) y por último, las ramas talamogeniculada y talamoperforantes (para el tálamo, los ganglios basales y
mesencéfalo), cuya oclusión puede causar diversos síndromes por compromiso talámico.
La oclusión del tronco principal de la arteria cerebral posterior origina hemiparesia transitoria, hemianopsia homónima
contralateral con respecto de la visión macular y variadas formas de agnosia visual. El tronco basilar, cuya oclusión
produce coma, pupilas mióticas puntiformes, cuadriplejia fláccida y anestesia completa, origina tres grupos de ramas
colaterales:
-Arterias perforantes, que se desprenden en ángulo recto y penetran en el tronco cerebral, irrigando sus regiones
paramedianas. Su oclusión causa síndrome bulbar medial o anterior de Déjerine (hemiplejía contralateral, paresia
hipoglosa homolateral,
-Arterias circunferenciales cortas, que rodean al tronco cerebral desprendiendo en su trayecto ramas que lo penetran,
irrigando sus regiones laterales. Su oclusión causa hemiparesias alternas bulbares o protuberanciales, con afectación de
pares craneales homolaterales
-Arterias circunferenciales largas, que son las arterias cerebelosas: La arteria cerebelosa superior se desprende inmediatamente
antes de la bifurcación del tronco basilar e irriga el cerebelo, pedúnculo cerebeloso superior y mesencéfalo lateral. Su oclusión
causa hemiataxia cerebelosa, coreoatetosis y síndrome de Horner homolaterales, y atermoalgesia faciobraquiocrural, paresia
facial de tipo central e hipoacusia contralaterales.
La arteria cerebelosa anteroinferior (AICA) se desprende inmediatamente después de la conformación del tronco basilar
por la unión de las arterias vertebrales. Irriga la protuberancia lateral, cerebelo y pedúnculo cerebeloso medio. Su
oclusión causa hemiataxia cerebelosa, Horner, atermoalgesia facial, paresia facial de tipo periférica e hipoacusia
homolaterales, y atermoalgesia braquiocrural contralateral. La arteria cerebelosa posteroinferior (PICA) se origina en
realidad en la arteria vertebral, antes de su unión con la vertebral opuesta para formar el tronco basilar, pero integra
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funcionalmente el territorio de irrigación vertebrobasilar. Irriga el bulbo lateral, cerebelo y pedúnculo cerebeloso inferior.
Su oclusión causa vértigo, hipo y vómitos como síntomas, hemiataxia cerebelosa, parálisis hemivelopalatina y de cuerda
vocal, Horner y atermoalgesia facial homolaterales, y atermoalgesia braquiocrural contralateral ( síndrome bulbar lateral
de Wallenberg) . Muchas veces este síndrome es causado también por oclusión de la arteria vertebral.
Fisiopatología
Las isquemias pueden deberse a varias causas:
Ateroembolia, Consiste en el desprendimiento de material plaquetario y ateromatoso de placas ulceradas de arterias de la
circulación encefálica, ya sea intra o extracraneales. Es uno de los mecanismos más frecuentes de isquemia. La situación
más típica es la de las placas ulceradas de la bifurcación carolídea interna, aunque suelen encontrarse también placas en
sectores más altos (sifón carotídeo, arteria cerebral media). Este material es arrastrado por la corriente sanguínea hasta
que su avance es detenido por la estrechez del calibre del vaso, lo que produce su obstrucción y caída del flujo distal
(isquemia).
Embolia. Casi de igual frecuencia que la ateroembolia, la embolia proviene mayoritariamente de trombos situados en las
cavidades cardíacas: aurícula y ventrículo izquierdos, y eventualmente de cavidades derechas en caso de foramen oval
permeable, comunicación interauricular o interventricular. Las patologías embolígenas más frecuentes son: fibrilación
auricular no valvular (no asociada a valvulopalía) y valvular (estenosis mitral), akinesia miocárdica (particularmente la
producida por infartos anteriores), miocardiopatía dilatada, endocarditis bacteriana, prolapso de válvula mitral. La
embolia aórtica se origina en placas ubicadas en la aorta ascendente o el cayado que con frecuencia tienen un trombo
asociado. Otras embolias pueden ser cálcicas (válvulas calcificadas), mixomatosas (mixomas cardíacos), grasas
(poscirugías) y de aire (accidental).
El vasoespasmo con isquemia secundaria causante de síntomas, no se considera en la actualidad un mecanismo importante o
frecuente de isquemia sino en algunas situaciones específicas: las migrañas con síntomas y signos focales (migrañas
hemiparética y oftalmopléjica), los aneurismas fisurados, en los que buena parte del cuadro clínico es atribuible a vasoespasmo
generalizado, y las isquemias provocadas por drogas que originan fuerte descarga adrenérgica (cocaína, crack, anfetaminas).
Otros mecanismos de isquemia. La anemia puede ser causa de isquemia, resultante de la disminución de aporte de
oxígeno provocado por la misma. La poliglobulia y la policitemia pueden originar isquemias por aumento de la
viscosidad sanguínea. Esta hiperviscosidad produce una reducción de flujo cerebral global, y se asocia también a una
mayor posibilidad de trombosis vasculares. La hiperproteinemia también es causa de hiperviscosidad e isquemia
secundaria. Finalmente, la hipoglucemia provoca signos y sintomas cerebrales por disminución de aporte metabólico.
Aunque su mecanismo no es isquémico, este factor es importante de tener en cuenta por cuanto la hipoglucemia es
motivo, con frecuencia, de cuadros focales que pueden confundirse con trastornos de origen vascular.
DIAGNOSTICO
Los objetivos generales del diagnóstico en el accidente cerebrovascular agudo (ACVA) isquémico son dos: poder tratar al
enfermo precozmente, para evitar o minimizar el daño cerebral irreversible, y lograr el conocimiento necesario para instaurar
un plan de prevención secundaria que resulte eficaz.
El tiempo es esencial en la fase aguda del ictus isquémico; las medidas terapéuticas orientadas a la repermeabilización
del vaso ocluido (trombólisis) y a incrementar la resistencia del cerebro frente a la isquemia (neuroprotección) sólo
serán eficaces si se aplican durante las primeras 3 (o a lo sumo 6) horas desde el inicio de los síntomas. Por ello es
necesario acortar lo más posible la duración del proceso diagnóstico inicial, hasta reducirla a 1 hora como máximo.
Por otro lado, hay que lograr que los pacientes lleguen precozmente al hospital, educando a la población y a los
servicios médicos de emergencia para que sepan reconocer los síntomas de un ictus. El proceso diagnóstico del ictus
isquémico comprende los siguientes pasos:
1. Diferenciar entre ictus y otros procesos con clínica neurológica similar, descartando hipoglucemia, síncope, vértigo
periférico, intoxicación por drogas, crisis epiléptica, crisis hipertensiva, encefalopatía hipertensiva, migraña con aura,
brote de esclerosis múltiple, hematoma subdural, parálisis de Bell, hiperventilación, encefalitis focal, tumor o
traumatismo craneal, especialmente en los enfermos en estado comatoso.
2. Diferenciar entre ictus hemorrágico e isquémico (para ello es necesario realizar tomografía computarizada [TC] y/o
Resonancia Magnetica Nuclear (RMN).
3. Averiguar el tipo etiopatogénico del ictus isquémico y la localización topográfica de la lesión arterial, así como
establecer su probable pronóstico.
4. Valorar la posible existencia de factores sistémicos asociados y de complicaciones inmediatas. Valoración de las
complicaciones y de la gravedad de la lesión cerebral. La presencia en la TC precoz de signos de infarto (hipodensidad, dato s
de expansividad o hidrocefalia) o del signo de la arteria hiperdensa, indica un mal pronóstico y una transformación
hemorrágica más frecuente.
Protocolo diagnóstico
Historia clínica y exploración física
Se hará un revisión de la clínica neurológica incluyendo la historia médica del paciente, lo que hacía en el momento del inic io,
el curso y desarrollo de los síntomas, el interrogatorio sobre episodios previos y la presencia o no de déficits como paraple jía,
disartria, cefalea, vómitos, crisis, ataxia, déficit sensitivo, hemiparesia, afasia, desviación oculocefálica, alteraciones v isuales y
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oculares o pérdida de conciencia. Basándose exclusivamente en los datos clínicos del paciente sólo puede diagnosticars e con
seguridad el 43% de los infartos no hemorrágicos, ya que no existen características clínicas específicas que permitan
diferenciar el ictus isquémico del hemorrágico. Es necesario que en el mismo servicio de Urgencias se aplique a cada paciente
una escala de valoración clínica del ictus (como la Canadiense o la del NIH) y, si existe alteración de la conciencia, también la
Escala de coma de Glasgow. Clínicamente se ha observado un peor pronóstico asociado a disminución del nivel de conciencia,
parálisis de la mirada conjugada (desviación oculocefálica), alteraciones pupilares y signos de importante disfunción de tronco.
Pruebas complementarias
La realización de determinadas pruebas complementarias permite conocer la localización, el tipo y la gravedad de la
lesión cerebral, así como saber si existe o no problema cardiovascular asociado y su importancia: Estudios de laboratorio:
De realización inmediata:
1. Hemograma con plaquetas.
2. Estudio de coagulación.
3. Bioquímica sérica (glucosa, iones, urea, creatinina, creatincinasa).
4. Saturación de O2 por pulsioximetría y gasometría en sangre arterial en caso de hipoxemia o sospecha de acidosis.
De realización diferida:
1. Velocidad de sedimentación globular (VSG).
2. Serología lúes.
3. Orina elemental y sedimento.
4. Bioquímica sérica (incluyendo colesterol, c-HDL y triglicéridos, enzimas hepáticas, proteinograma).
5. Analítica específica: homocisteína, ácido láctico, inmunológica (ANA, complemento, factor reumatoide, factor LE,
proteína C reactiva, anticuerpos anticardiolipina, crioglobulinas), hematológica (estudio de hipercoagulabilidad con
anticoagulante lúpico, proteínas C y S, antitrombina III, resistencia a la proteína C activada, plasminógeno), bacteriológica ,
drogas en orina.
6. Punción lumbar (sólo si no hay hipertensión intracraneal y de alteración de la coagulación): sospecha de hemorr agia
subaracnoidea o de infección, inflamación o neoplasia meníngea.
7. Estudio genético: mutación notch3 en cromosoma 19p13 en caso de sospecha de CADASIL (arteriopatía cerebral
autosómica dominante con infartos lacunares y leucoencefalopatía); análisis del polimorfismo del factor V y de la
protrombina.
8. Estudios histológicos: biopsia de la arteria temporal (sospecha de arteritis de células gigantes), de múscul o y nervio
periférico (sospecha de MELAS [encefalopatía mitocondrial asociada a acidosis láctica e ictus-like] o de vasculitis
sistémica), biopsia cerebromeníngea (sospecha de vasculitis aislada del sistema nervioso central [SNC]), de piel
(sospecha de CADASIL o de enfermedad de Fabry) y de arteria interdigital (sospecha de síndrome de Sneddon).
Electrocardiograma
Detecta los trastornos del ritmo (que a veces son paroxísticos) y la existencia de isquemia o infarto de miocardio. Radiograf ía
simple de tórax
Para valorar silueta cardíaca, aorta torácica y parénquima pulmonar.
Tomografía computarizada craneal sin contraste
Debe solicitarse al llegar el paciente al servicio de Urgencias, realizándose lo antes posible. Permite descartar el tumor
cerebral, el hematoma subdural, la hemorragia subaracnoidea y el hematoma intracerebral, aunque generalmente no
muestra la lesión parenquimatosa isquémica durante las 4-6 primeras horas. La presencia de hipodensidad, a veces sólo
manifiesta como una menor densidad comparativa de los ganglios basales o como atenuación de la diferencia de
densidad entre sustancia gris y blanca, los signos de expansividad (borramiento de surcos o cisternas, compresión
ventricular) o la hidrocefalia indican un mal pronóstico y una transformación hemorrágica del infarto más frecuente. La
existencia del signo de la arteria hiperdensa, por coágulo en su interior en más de un 85% de los casos, suele orientar hacia
un origen embólico; puede verse en el tronco horizontal o en ramas primarias de la arteria cerebral media (ACM), en las
arterias cerebral posterior y basilar, y en la carótida intracraneal. Se observa en el 27% de todos los pacientes y en el 41%
de los infartos en territorio de la ACM; en es te territorio se asocia a menudo a hipodensidad precoz, indicando ambos
signos un peor pronóstico y una mayor probabilidad de desarrollo de un infarto hemorrágico. El infarto hemorrágico es
muy raro en las primeras horas del ictus; si se observa, hay que pensar también en la posibilidad de que sea secundario a
trombosis venosa cerebral.
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La TC craneal puede mostrarnos también la presencia de infartos antiguos cuya localización y tamaño orientan hacia la
etiología de la enfermedad cerebrovascular. Deberá repetirse la TC craneal en caso de deterioro neurológico progresivo, antes
de anticoagular a un paciente y a los 3 o 5 días si su resultado inicial fue normal.
Técnicas de ultrasonografía doppler Eco-doppler de troncos supraórticos (TSA) y doppler de TSA y transcraneal
(TC).
Ambas técnicas son complementarias y en el caso que sea posible, deben realizarse de rutina en todos los pacientes con
ACVA isquémico, preferiblemente durante las primeras 24 horas de evolución. Nos permiten identificar los casos con:
1. Oclusión de la carótida interna (ACI) extracraneal, valorando también su repercusión hemodinámica y las suplencias
intracraneales.
2. Estenosis significativa de la carótida extracraneal.
3. Estenosis arterial intracraneal proximal.
4. Oclusión de la ACM (en su porción M1) y su posible recanalización espontánea o con trombólisis. En pacientes con
oclusión de arteria cerebral, el doppler TC permite también la valoración de la suplencia leptomeníngea que se haya podido
establecer, lo cual posee importante valor pronóstico.
5. Microangiopatía cerebral (se observa un aumento generalizado de las resistencias periféricas).
6. Presencia de microémbolos en ACM en casos de cardiopatía embolígena y/o estenosis ateromatosa de ACI
extracraneal.
7. Foramen oval permeable, mediante la detección de microburbujas de aire en la ACM, tras inyectar por vía intravenosa
suero salino previamente agitado con aire y realizar el paciente un Valsalva.
Resonancia magnética craneal
La resonancia magnética (RM) cerebral muestra el infarto primero, incluso al cabo de 1 o 2 horas, sobre todo si se
emplean secuencias difusion y es superior a la TC en sensibilidad, especialmente en los ictus vertebrobasilares y en los
lacunares. Debe practicarse también ante sospecha de trombosis venosa cerebral y de síndrome de moyamoya. Las
técnicas de RM de difusión y perfusión nos permiten valorar la existencia de tejido cerebral en penumbra isquémica,
información que resulta esencial cuando se plantea tratamiento trombolítico o neuroprotector. Angiografía por RM
(angio-RM) o angiografía por TC helicoidal (angio-TC)
Ambas técnicas nos permiten el diagnóstico de aneurismas o malformaciones arteriovenosas (MAV) intracraneales,
disección carotídea o vertebral (para considerar tratamiento anticoagulante), estenosis arterial cerebral, trombosis venosa
cerebral y estenosis carotídeas extracraneales. Para la enfermedad oclusiva carotídea, la angio-TC ofrece mayor
sensibilidad que la angio-RM.
Arteriografía
La arteriografía convencional mediante sustracción digital continúa estando indicada en casos de estenosis carotídea
extracraneal tratable mediante endarterectomía o angioplastia, en algunos pacientes con sospecha de disección arterial no
valorada adecuadamente con la angio-RM o angio-TC, ante la sospecha de vasculitis y cuando se plantee tratamiento
trombolítico intra-arterial en embolias de ACM o casos de oclusión aguda de la arteria basilar.
Ecografía
La valoración ecocardiográfica está indicada en todo paciente en el que se sospeche embolismo de origen card íaco,
así como en los ictus en paciente joven y en los infartos sin una clara etiología aterotrombótica o lacunar. Aunque
debe realizarse lo antes posible, raras veces es necesario practicarla de urgencia, salvo si se sospecha endocarditis. Se ini cia
con un estudio transtorácico (TT), que nos informa sobre la presencia de acinesias ventriculares, valvulopa tías,
crecimiento auricular izquierdo, tamaño y función del ventrículo izquierdo y trombos o tumores intra cardíacos. El
ecocardiograma transesofágico (TE) está indicado cuando se sospeche ateroma del arco aórtico, aneurisma del tabique
interauricular, vegetaciones valvulares o sospecha de trombo intraauricular.
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Electrocardiograma-Holter El registro electrocardiográfico continuo durante 24 horas está indicado en casos de sospecha
de arritmias paroxísticas embolígenas (fibrilación auricular, enfermedad del seno).
Electroencefalograma
Debe practicarse a los pacientes que presenten crisis epilépticas y cuando se plantee el diagnóstico diferencial entre epilep sia
(con parálisis post-crítica de Todd) y ACVA.
CRITERIOS DE INGRESO DEL PACIENTE CON ACCIDENTE CEREBROVASCULAR AGUDO EN LA UNIDAD DE
CUIDADOS INTENSIVOS
Es conveniente someter al enfermo a una monitorización más intensiva para detectar precozmente situaciones que
pongan en peligro su vida, como las alteraciones del ritmo cardíaco. Asi, se ha calculado que aproximadamente el 10%
de los pacientes hospitalizados por ictus podrían beneficiarse de su estancia en una UCI. Especialmente, estarí a indicada
tal medida en los casos de oclusión de la arteria basilar, infarto expansivo cerebeloso y territorio de la arteria cerebral
media, algunas hemorragias intracerebrales como el hematoma cerebeloso, y en las hemorragias subaracnoideas.
También estaría justificado el ingreso en estas unidades en casos en los que se administraran tratamientos agresivos, por
otro lado de eficacia no claramente demostrada, como la hipotermia, la cirugía descompresiva, el drenaje ventricular o la
trombólisis intra-arterial sola o combinada con la intravenosa. Los posibles criterios para el traslado del enfermo con un
accidente cerebrovascular agudo (ACVA) a una UCI pueden clasificarse en dos grandes grupos, de origen neurológico y
los de causa sistémica (tablas 1 y 2).
Endarterectomía carotídea En los pacientes con estenosis sintomática del 70% o mayor la endarterectomía carotídea
disminuye el riesgo de ictus homolateral, siempre que la tasa de morbimortalidad perioperatoria del equipo quirúrgico sea
inferior al 6%. Aunque las cifras varían según los estudios, se considera que sólo el 8% del total de los ictus se beneficia con
este tratamiento.
La angioplastia carotídea con stent está indicada en casos de reestenosis tras endarterectomía, en estenosis
postradioterapia, en pacientes con elevado riesgo quirúrgico, o cuando la localización de la estenosis es difícilmente
accesible a la cirugía. Sus resultados son similares a la endarterectomía.
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Ictus hemorrágico
Introducción
La hemorragia intracerebral (HIC) es una colección de sangre dentro del parénquima cerebral, producida por una
rotura vascular no traumática. Aunque pueda abrirse al sistema ventricular o al espacio subaracnoideo, siempre se inicia
en el tejido cerebral, lo que la diferencia de la hemorragia subaracnoidea y la hemorragia intraventricular primaria.
Clasificación
En función de la causa que origine el sangrado, se clasifica en primaria o secundaria.
Las Hemorragias Intra Cerebrales primarias son las más frecuentes y se deben a la rotura de cualquier vaso de la red
vascular normal del encéfalo, cuya pared se ha debilitado por procesos degenerativos secundarios a la hipertensión
arterial (HTA) o a la angiopatía amiloide.
Las Hemorragias Intra Cerebrales secundarias están producidas por la rotura de vasos congénitamente anormales,
neoformados o con alteraciones de su pared o por alteraciones de la coagulación, y se asocian a procesos como tumores,
malformaciones arteriovenosas (MAV), aneurismas arterial cerebral, alteraciones de la coagulación, abuso de drogas o
sangrados en el interior de la isquemia.
Etiología
Aunque las posibilidades etiológicas en la HIC son muy variadas, la causa más frecuente es la HTA, responsable al menos del
60% de los casos.
Hipertensión arterial
La HTA está elevada en el 50-86% de los pacientes con HIC profunda. Los pacientes presentan al ingreso cifras habitualmente
más elevadas que en el ictus isquémico y, en estudios autópsicos, se ha descrito que la frecuencia de hipertrofia ventricular
izquierda es muy elevada. La HTA crónica provoca alteraciones degenerativas de la pared de las arteriolas, denominadas
genéricamente arterioloesclerosis.
Las arteriolas perforantes nacen directamente de gruesos troncos arteriales, por lo que están sometidas a presiones
intraluminales excesivamente altas en los hipertensos. En respuesta a la HTA crónica, se produce inicialmente una
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hiperplasia de la íntima, seguida de un aumento de células musculares lisas en la capa media de las arterias, que
progresivamente son sustituidas por colágeno. Todos estos cambios en la pared vascular provocan finalmente pequeñas
lesiones aneurismáticas (microaneurismas de Charcot-Bouchard) que reducen la elasticidad arterial y favorecen la
ruptura del vaso.
Fig. 1. Resonancia magnética cerebral en corte axial, secuencia SWI. Hemorragia intracerebral espontánea en
ganglios basales secundaria a hipertensión arterial.
Angiopatía amiloide
La angiopatía amiloidea cerebral es la segunda causa más frecuente de HIC. Es un proceso degenerativo que afecta a las
arterias cerebrales y leptomeníngeas de pequeño y mediano calibre por depósito de amiloide-beta que altera la
arquitectura vascular y también favorece la ruptura del vaso. Aproximadamente, un 20% de las HIC en pacientes mayores
de 70 años se deben a esta patología. Existen formas genéticas de angiopatía amiloide, pero lo más frecuente es que sea
esporádica. El riesgo de recurrencia de la HIC por depósito de amiloide se incrementa en los pacientes portadores de un
alelo E2 o E4 del gen de la apolipoproteína E. La presencia de hemorragias corticales y subcorticales múltiples y
recidivantes en un anciano normotenso que, además, presenta infartos cerebrales y deterioro cognitivo, es muy sugestiva
de angiopatía amiloide cerebral.
Fig. 2. Resonancia magnética (RM) con secuencia SWI (A); RM secuencia FLAIR (B) y tomografía por emisión de
positrones (PET) cerebral de amiloide (C, D), en corte axial. Angiopatía amiloide con varias hemorragias
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intracerebrales de localización lobar (flechas gruesas), presencia de sangrado subaracnoideo (punta de flecha) y
áreas isquémicas (flechas finas). En PET con amiloide (C, D) se aprecia una captación homogénea de amiloide
tanto en sustancia blanca (a nivel subcortical) como en sustancia gris (cortical) que afecta incluso a región
occipital bilateral, sin visualizarse la presencia de amiloide en las regiones del sangrado frontal reciente.
El diagnóstico definitivo solo es posible mediante la biopsia de arterias meningocorticales que demuestra los depósitos de
material amiloide birrefringente a la luz polarizada, en la capa media y adventicia arteriolar.
Otras causas de HIC no traumática incluyen: infarto hemorrágico (incluida la trombosis venosa cerebral), embolia
séptica, aneurisma micótico, tumor cerebral, trastornos hemorrágicos, enfermedad hepática, infección del sistema
nervioso central (como ocurre en la encefalitis por herpes simple), vasculitis, síndrome de hiperperfusión cerebral (tras
reperfusión carotídea), síndromes de vasoconstricción cerebral reversible y uso de drogas (cocaína, anfetaminas) o
fármacos (trombolíticos o anticoagulantes).
Malformaciones vasculares
MALFORMACIÓN ARTERIOVENOSA
-MCV que resulta clínicamente sintomática con mayor frecuencia (Cefalea con hemorragia)
-Es una malformación vascular pial con comunicación directa arteria-vena
-Morfología: tres componentes:
-Arterias nutricias dilatadas (aneurisma de flujo en la arteria nutricia 10-15%)
-Nido de conductos vasculares dilatados y prietos (Aneurisma intranidal >50%)
-Venas de drenaje dilatadas
-Características:
-85% supratentoriales
-98% solitarias
-75% tienen una lesión <3cm
-Factores de riesgo de hemorragia: Son datos que en la medida que sea posible consideramos deben aportarse en los
informes radiológicos.
-Drenaje venoso profundo
-Localización periventricular o en ganglios basales
-Presencia de aneurismas intranidales
-Aumento de presión intranidal (por restricción del flujo venoso)
-Aneurismas en arterias aferentes
(-Hipertensión arterial)
ANGIOMA VENOSO
-Es la MCV más frecuente (63% de las malformaciones)
-También conocido como anomalía venosa del desarrollo
-Representan una variante anatómica fisiológicamente competente de las vías de drenaje venoso de una región del cerebro
con funcionalidad normal.
Componentes:
-Se compone de canales venosos anormalmente dilatados que se disponen de forma radial y drenan en un tronco venoso
central
-En el encéfalo este tronco común drena en el sistema venoso superficial o profundo
-No existe componente arterial en esta entidad
-Existe tejido cerebral normal interpuesto entre las venas
-Pueden aparecer en cualquier parte del cerebro o cerebelo
Clínica:
-En general silentes
-El elevado flujo sanguíneo a través de diminutas venas medulares puede producir rotura y hemorragia
-La mayor parte de casos con síntomas asociados se han producido en malformaciones vasculares mixtas (malformación
cavernosa en contigüidad con angioma venoso)
ANGIOMA CAVERNOSO
-4% de la población
-20-30% son múltiples (más en los casos familiares)
Etiología:
Se cree que es una lesión congénita
Localización: La mayor parte supratentoriales (75%) Clínica
-La mayoría asintomáticos 90%- (Si síntomas en 3ª-5ª décadas)
-Crisis (40-60%), hemorragia, déficit neurológico progresivo
-Consecuencia más importante: hemorragia (2ª-3ªdécada)
Pág. 20 Neurología Dr. Jhonny Churata Huarachi
TELANGIECTASIA CAPILAR
-Representan el 15-20% de todas las malformaciones vasculares intracraneales
-Conjunto de capilares dilatados entremezclados con parénquima cerebral normal.
Etiología:
-Desconocida
-Asociada a complicaciones derivadas de la RT craneal (20% de los niños que se someten a RT craneal)
-A menudo asociadas con otras malformaciones vasculares (cavernosas, venosas)
-Asociación con enfermedades: En la telangiectasia hemorrágica hereditaria y en el síndrome de malformación capilar
Clínica:
-Asintomáticas la mayor parte (hallazgo casual)
-Lesión clínicamente benigna e inactiva a no ser que tenga unas características mixtas
-Ocasionalmente hemorragia
-Poco frecuentes: cefalea, vértigos, acúfenos
Localización:
-Puede aparecer en cualquier lugar
-Lugares más frecuentes: protuberancia (rafe medio, suelo del cuarto ventrículo), cerebelo, bulbo, médula espinal. Un
tercio en hemisferios cerebrales (sustancia blanca, corteza)
Fig. Hemorragia subaracnoidea espontánea en corte axial de tomografía computadorizada (TC) cerebral.
La HSA espontánea representa solo un 5% de los ictus, pero es la que cualitativamente mayor morbimortalidad produce. La
rotura de un aneurisma sacular es la causa más común de HSA espontánea. Tiene su máxima incidencia entre los 40 y 60
años.
con alta renta percápita. Produce secuelas hasta en el 60% de los pacientes que la sufren y, lo que es más importante, genera
dependencia en el 40% de los supervivientes. Los principales factores de riesgo modificables son la hipertensión arterial, el
tabaco y el alcohol. Se ha relacionado también con la práctica de ejercicio físico intenso. La diabetes mellitus se relaciona solo
con el subtipo de HSA perimesencefálica. Los factores de riesgo no modificables son el antecedente familiar de primer grado y
las enfermedades del tejido conjuntivo: poliquistosis renal, síndrome de EhlersDanlos tipo IV, telangiectasia hemorrágica
hereditaria, seudoxantoma elástico, neoplasia endocrina múltiple tipo 1 y neurofibromatosis tipo 1.
FISIOPATOLOGÍA
La fisiopatología de la hemorragia intracerebral espontánea se produce en varias fases. Proceso
patológico
Inicialmente en el parénquima cerebral se produce la rotura de pequeños vasos lesionados crónicamente, dando lugar a la
formación de un hematoma. La extensión al sistema ventricular ocurre sobre todo en hematomas grandes y profundos.
Histológicamente se evidencia un parénquima edematoso por degradación de productos de la hemoglobina, daño
neuronal con neutrófilos y macrófagos alrededor del hematoma que delimita el tejido cerebral sano y el lesionado.
Origen del hematoma
El sangrado parenquimatoso aparece por rotura en puntos de la pared de pequeñas arterias dilatadas, generados por el
efecto mantenido de la HTA. En general, son arterias penetrantes, ramas de las arterias cerebrales anterior, media,
posterior y basilar. Existe degeneración de la capa media y muscular, con hialinización de la capa íntima,
microhemorragias y trombos intramurales, así como degeneración de la túnica media. En general, el sangrado tiene lugar
cerca de la bifurcación de arterias donde la degeneración de la capa media y muscular es más prominente.
Pág. 23 Neurología Dr. Jhonny Churata Huarachi
Progresión o crecimiento del hematoma.
Inicialmente la HIC se consideró un evento monofásico donde el vaso responsable del sangrado se taponaba por el
coágulo formado y dejaba rápidamente de sangrar.
Mediante tomografía computarizada (TC) se demostró que los hematomas son dinámicos en el tiempo. Brott demostró
mediante TC que las hemorragias crecen, y lo hacen sobre todo en las primeras horas (26% en la primera hora y un 38%
en las primeras 20 horas). La HTA aguda y el déficit de coagulación local pueden estar asociados con la expansión del
hematoma. Este mecanismo es el responsable del deterioro neurológico durante las primeras 24 horas.
Lesión neuronal secundaria
La presencia del hematoma cerebral inicia edema y daño neuronal en el parénquima circundante. El edema se inicia a las
24-48 horas de la hemorragia y se mantiene más allá de los 5 días, pudiendo observarse incluso hasta pasadas dos
semanas. La hiperglucemia puede desempeñar un papel importante en la fisiopatología del edema cerebral precoz, como
fuerza osmótica, que conduce el agua hacia el espacio extracelular. Este parámetro ha sido considerado como un
marcador pronóstico de mortalidad a los 30 días en pacientes con hemorragia intracerebral. Otros factores que
intervienen en el daño neuronal secundario se pueden ver en la tabla 3:
CLÍNICA
Es imprescindible realizar una exploración neurológica completa que incluya el estudio de fondo de ojo para ver las
alteraciones retinianas producidas por HTA. La disminución del nivel de conciencia es más frecuente en la HIC que en
otros subtipos de ictus. Aparece en el 42-78% de los pacientes y es efecto directo del aumento de la presión intracraneal
(PIC) y de la compresión o distorsión del tálamo y sistema activador reticular del tronco cerebral; puede aparecer en
hematomas de cualquier localización, aunque un coma desde el inicio es más frecuente en hemorragias de fosa posterior.
La cefalea se presenta en el 50% de los pacientes, se inicia de forma súbita y es de carácter pulsátil, de gran intensidad y
larga duración. Los vómitos son más frecuentes en el ictus del territorio posterior, y también se deben al aumento de la
PIC. La disfunción neurológica focal depende de la localización del hematoma y del efecto masa que induce. Las
hemorragias supratentoriales tienen déficits sensitivo-motores contralaterales de diferente grado, dependiendo del nivel
de afectación de la cápsula interna. Las infratentoriales cursan con signos de disfunción del tronco y afectación de pares
craneales. La ataxia, nistagmus y dismetría son frecuentes en la localización cerebelosa. En la fase aguda las convulsiones
aparecen en el 5-15% de los pacientes, pudiendo ser la primera manifestación. Suelen ser de origen focal y casi exclusivas
de las hemorragias supratentoriales, no influyendo en su presentación el tamaño del hematoma. Cuando hay afectación
insular o compresión de tronco cerebral hay un aumento de la actividad simpática que favorece la aparición de lesiones
miocárdicas y arritmias cardíacas malignas, pudiendo ser causa de muerte súbita. También puede aparecer fiebre por
afectación del centro termorregulador hipotalámico y liberación de mediadores pro inflamatorios inducidos por la
necrosis celular. La rigidez de nuca se presenta en las hemorragias con apertura al sistema ventricular o al espacio
subaracnoideo. Aproximadamente uno de cada cuatro pacientes con HIC sufre un deterioro neurológico en las primeras
24 horas debido al crecimiento del hematoma, al aumento de sangre ventricular y al edema precoz. Más infrecuente es el
deterioro tardío, que se produce entre la segunda y tercera semana de evolución, y que está en relación con una
progresión del edema y con resangrado
Pág. 24 Neurología Dr. Jhonny Churata Huarachi
Diagnóstico
La HIC constituye una emergencia neurológica, por lo que su rápido diagnóstico y manejo es fundamental debido a que, como
se ha mencionado anteriormente, es frecuente el empeoramiento clínico durante las primeras horas de evolución de una
HIC, factor que se asocia de manera directa con un peor pronóstico funcional. Diversos estudios observacionales demuestran
que uno de cada tres pacientes con hemorragia supratentorial y la mayoría de los pacientes con hemorragia de fosa posterior
presentan alteración del nivel de consciencia. Debido al riesgo elevado de deterioro neurológico precoz, lo cual se asocia a un
peor pronóstico a largo plazo, es necesario que la atención de los pacientes con HIC sea lo más rápido posible.
Una vez conseguida la estabilización hemodinámica y cardiorrespiratoria, los objetivos posteriores van encaminados a
confirmar la naturaleza hemorrágica del ictus y diferenciarlo de la isquemia u otras lesiones cerebrales, obtener
información sobre la etiología de la HIC, prevenir las posibles complicaciones e iniciar el tratamiento adecuado.
El curso clínico de la HIC puede no tener ningún dato diferenciador con otros tipos de ictus, sin que existan datos
clínicos patognomónicos de la presencia de una hemorragia cerebral. Sin embargo, existen unos signos y síntomas que
apuntan más hacia la presencia de HIC y no de isquemia. Un síntoma que aparece con frecuencia es la cefalea, estando
presente en el 40% de las HIC y sólo en el 17% de los ictus isquémicos. También son frecuentes las náuseas, los vómitos y la
disminución del nivel de consciencia, que están presentes en el 50% de las HIC y es excepcional en los isquémicos, y el
aumento de la presión arterial que ocurre casi en el 90% de los casos.
En la realización de la historia clínica se debe insistir en datos como el tiempo de inicio de los síntomas, los factores de
riesgo vascular (HTA, diabetes, hipercolesterolemia), el consumo de tóxicos (tabaco, alcohol, cocaína, anfetaminas),
fármacos (anticoagulantes, antiagregantes, descongestivos nasales, píldoras adelgazantes, estimulantes), antecedente
traumático o cirugías recientes (en especial endarterectomía o angioplastia carotídeas, ya que pueden asociarse al
síndrome de reperfusión), la existencia de deterioro cognitivo previo (en relación con la presencia de angiopatía
amiloide), convulsiones, enfermedades sistémicas asociadas a coagulopatías (enfermedades hepáticas, vasculitis, cáncer,
discrasias sanguíneas) y la historia familiar de enfermedades neurológicas asociadas a un aumento de riesgo de sangrado
cerebral (incluidas malformaciones arterio-venosas y aneurismas intracraneales).
En la exploración inicial, además de la evaluación del déficit neurológico, se debe valorar la respiración y el estado
Pág. 25 Neurología Dr. Jhonny Churata Huarachi
hemodinámico, por lo que es necesario realizar un electrocardiograma y una radiografía de tórax. Una exploración física
detallada en la que no debe faltar el examen cardiovascular y el fondo de ojo, ayuda en muchas ocasiones al diagnóstico
etiológico. En aquellos casos en los que el paciente haya permanecido inmóvil durante periodos prolongados se debe
evaluar la presencia de posibles complicaciones asociadas como úlceras de decúbito, síndromes compartimentales,
rabdomiólisis y lesiones traumáticas.
Pruebas de laboratorio
Es importante realizar un análisis de sangre que incluya recuento sanguíneo completo, electrolitos, urea, creatinina,
función hepática y glucosa. Los niveles elevados de creatinina y glucosa se asocian al crecimiento de la hemorragia y a un
peor pronóstico funcional. También debe realizarse un estudio de la coagulación incluyendo el tiempo parcial de
tromboplastina activada (TTPA) y el INR, ya que las hemorragias asociadas al tratamiento anticoagulante se asocian con
un mayor riesgo de morbi-mortalidad, y requieren de tratamiento urgente para intentar revertir el trastorno de la
coagulación.
En los pacientes jóvenes se debe realizar un análisis de orina para la detección de tóxicos como cocaína y otras drogas
simpaticomiméticas y en las mujeres en edad fértil se debe realizar una prueba de embarazo.
Neuroimagen
La presencia de un déficit neurológico focal de inicio brusco sugiere un origen vascular, salvo que se demuestre otra causa. A
pesar de que algunos síntomas descritos previamente, como la presencia de cefalea, vómitos o disminución del nivel de
consciencia, son sugestivos de HIC, ninguno de estos hallazgos son específicos y no nos permiten diferenciar si el déficit
neurológico se debe a una isquemia cerebral o una hemorragia, por lo que las pruebas de neuroimagen son imprescindibles.
Tanto la tomografía computarizada (TC) como la resonancia magnética (RM) son adecuadas para el diagnóstico inicial. La TC
es una técnica muy sensible para la identificación de la hemorragia en fase aguda y es considerada la técnica de elección. Las
técnicas de eco de gradiente de RM son tan sensibles como la TC para la detección de sangre en fase aguda y son más
sensibles para detectar hemorragias antiguas. Sin embargo, la disponibilidad de la TC, el menor coste y el tiempo de
realización de la técnica hace que su uso esté más extendido que el de la RM.
La TC permite identificar la localización precisa de la hemorragia y sus efectos (efecto masa, edema, extensión ventricular y
subaracnoidea). Además, la administración de contraste por vía intravenosa permite diagnosticar algunas causas de HIC
secundarias, como las debidas a MAV o tumores. En las primeras horas la HIC se presenta como un aumento de la
densidad en el parénquima cerebral debida a la hemoglobina que contiene la sangre extravasada. En los días siguientes la
hemorragia aparece rodeada de un anillo hipodenso, inicialmente debido a la retracción del coágulo, y posteriormente
debido a la aparición de edema vasogénico. Al cabo de semanas la densidad elevada inicial de la hemorragia comienza a
disminuir, desde la periferia hacia el centro. El estado final de la evolución de la HIC en la TC es la reabsorción completa
del tejido hemorrágico, lo que origina una cavidad residual que lo hace indistinguible de un infarto cerebral antiguo.
Algunos datos acerca de la localización y morfología de la HIC detectada en la TC pueden ser de importancia en el diagnóstico
etiológico. La localización más común de las HIC hipertensivas es el putamen (30-50%), seguido de la sustancia blanca
subcortical (30%) y el cerebelo (16%). Si la localización es lobular, el papel de la HTA es menos significativo, y es más
frecuente la angiopatía amiloide como causa, especialmente en pacientes mayores de 60 años con cierto grado de deterioro
cognitivo. Otras causas frecuentes de hemorragia lobular son las malformaciones arterio-venosas (7-14%), tumores (7-9%) y
discrasias sanguíneas, incluyendo el tratamiento anticoagulante (5-20%). En el 3% de los pacientes la hemorragia se encuentra
confinada al sistema intraventricular.
Dadas la frecuencia de crecimiento de la hemorragia en la fase aguda y su asociación con el deterioro neurológico y una
mayor morbi-mortalidad, actualmente se están investigando técnicas que ayuden a predecir dicho crecimiento.
La arteriografía convencional puede ser de utilidad cuando existe una sospecha alta de causa secundaria y los estudios no
invasivos son negativos. Los signos radiológicos que sugieren una causa secundaria son la presencia de hemorragia
subaracnoidea, la forma inhabitual (no circular) de la hemorragia, la presencia de edema desproporcionado al tiempo de
evolución de la hemorragia, la localización infrecuente o la presencia de estructuras anormales. En estos casos, la posibilid ad
de detección de una causa secundaria mediante angiografía es más elevada. En los casos de sospecha de vasculitis, la
angiografía convencional es la técnica de elección, y en algunos casos, como el de los angiomas cavernosos, la angiografía
convencional puede ser negativa
Tratamiento
El tratamiento del paciente con HIC es fundamentalmente médico y se basa en el mantenimiento del soporte vital, la
monitorización neurológica, el mantenimiento de la homeostasis y la prevención de complicaciones, todo ello con el
objetivo fundamental de evitar el aumento del tamaño de la hemorragia, con el consiguiente aumento de efecto de masa y
de presión intracraneal, y el deterioro neurológico secundario. Todo paciente con HIC debe ser asistido en un hospital
que disponga de neurólogo, neurocirujano, tomografía computarizada, unidad de ictus y unidades de cuidados intensivos
disponibles las 24h del día. Si el paciente no requiere ventilación asistida, las medidas de soporte deben llevarse a cabo en la
unidad de ictus siempre que se disponga de la posibilidad de valoración por neurocirujano y de traslado a unidad de
cuidados intensivos (UCI) si fuese necesario las 24h del día.
Todo paciente con HIC debe ser asistido en un hospital que cuente con unidad de ictus y UCI 24 horas al día. Si el
paciente no requiere respiración asistida, las medidas de soporte deben llevarse a cabo en una unidad de ictus, siempre y
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cuando se disponga de la posibilidad de consulta con un neurocirujano y de traslado a una UCI las 24h del día. El ingreso
en una UCI general frente a una UCI neurológica especializada incrementa en 3.4 veces el riesgo de muerte, y a la inversa,
ingresar en una unidad de ictus aumenta las posibilidades de supervivencia y de mejor pronóstico funcional en un 64%.
Recientes estudios de base poblacional sugieren que un buen cuidado médico tiene una repercusión importante en la
mortalidad y morbilidad de la HIC.
Una primera aproximación al paciente nos permitirá evaluar el estado de vigilia y la capacidad del mismo para respirar de
manera espontánea. Sin embargo, incluso en aquellos pacientes que mantienen un nivel de consciencia adecuado, es
recomendable conocer la saturación de oxígeno para lo cual el método más sencillo es la colocación de un pulsioxímetro.
Si la saturación arterial de oxígeno es < 92% se debería administrar oxigenoterapia mediante mascarilla a una
concentración que permita mantener la saturación de oxígeno por encima de dicho valor. La realización de un estudio
gasométrico arterial será opcional dependiendo de la situación del paciente. Hasta un tercio de los pacientes con
hemorragia supratentorial y prácticamente todos los pacientes con hemorragia en fosa posterior presentan disminución de
nivel de consciencia o disfunción de musculatura bulbar que precisan intubación. La intubación precoz en casos de
hemorragias de gran tamaño con disminución del nivel de consciencia puede ser de utilidad para la prevención de
neumonías aspirativas.
De forma general, está indicada la intubación endotraqueal y el aspirado gástrico en pacientes con una puntuación en la
escala de coma de Glasgow (GCS) inferior a 8. La intubación debe realizarse después de la administración de fármacos
que bloqueen el reflejo traqueal, ya que condiciona un aumento de la presión intracraneal y agravamiento de la lesión
neurológica. En cualquier caso, la indicación de intubación orotraqueal es discutida y quizá debería valorarse sólo si se
plantea la realización de otras medidas terapéuticas encaminadas a la mejora de la situación neurológica del paciente.
Debido a que un número considerable de pacientes se deteriora durante las primeras horas, debe realizarse una
monitorización periódica al menos durante las primeras 72h del nivel de consciencia y el déficit neurológico. Las escalas
más recomendadas son la escala neurológica del Instituto de Salud Americano (NIHSS) para el déficit neurológico y la
GCS para el nivel de consciencia, debido a su sencillez y fiabilidad.
Control de la presión arterial
En la mayoría de los pacientes con hemorragia intracerebral, las cifras de presión arterial están elevadas durante la fase
aguda, incluso con valores más altos que los observados en el caso del ictus isquémico. Aunque generalmente la presión
arterial suele disminuir espontáneamente en días después de la hemorragia, en muchos pacientes persisten cifras
elevadas. Los potenciales mecanismos fisiopatológicos que conducen a la elevación de la presión arterial incluyen la
activación del sistema neuroendocrino (simpático, eje renina-angiotensina o sistema glucocorticoide) debido a la
situación del estrés y la elevación de la presión intracraneal (efecto Cushing).
Las cifras elevadas de presión arterial en los pacientes con HIC podrían asociarse a un mayor crecimiento de la
hemorragia, lo cual empeora el pronóstico de los pacientes. En el caso del ictus isquémico, la presión arterial ejerce un
efecto en «U», observándose que tanto cifras elevadas como disminuidas incrementan el riesgo de deterioro neurológico,
mortalidad y peor pronóstico funcional. En modelos animales de HIC se ha descrito un daño secundario, originado
posiblemente por una compresión mecánica de la microvasculatura que induce una zona de isquemia alrededor de la
hemorragia, lo que ha llevado a pensar que una disminución de la presión arterial podría contribuir a una disminución del
flujo sanguíneo en la región perihemorragia, condicionando un mayor deterioro neurológico. Sobre la base de estos
datos, se recomendaba mantener la presión arterial sistólica por debajo de 180mmHg durante la fase aguda de la HIC. Sin
embargo, estudios de neuroimagen no han conseguido demostrar la presencia de isquemia alrededor de la hemorragia en la
clínica humana, por lo que este aspecto todavía resulta controvertido.
El estudio INTERACT aporta nuevos datos acerca del manejo de la presión arterial durante la fase aguda de la HIC. Los
resultados del estudio demostraron que el grupo de pacientes asignado a control más intensivo de la presión arterial
presentó un menor crecimiento de la hemorragia y una tendencia en la disminución del edema perihemorragia, sin
evidenciarse un mayor porcentaje de deterioro neurológico ni peor pronóstico funcional, aunque el estudio no fue
diseñado para evaluar este aspecto. Los datos del estudio parecen demostrar que el control intensivo de la presión arterial
parece seguro. Sin embargo, sigue sin conocerse el nivel de presión arterial más adecuado en los pacientes con HIC, cuál
debe ser la duración del tratamiento antihipertensivo y el efecto de éste en el pronóstico funcional.
Control de la glucemia.
Las cifras elevadas de glucemia al ingreso se asocian a un mayor riesgo de mortalidad y mal pronóstico en pacientes con
hemorragia intracerebral.
No existen estudios de intervención que se hayan diseñado específicamente en las HIC, por lo que todavía no está aclarado
cuál es el objetivo del control de la glucemia en la HIC. Sin embargo, en el ictus isquémico las cifras por encima de 155mg/d l
se han asociado a un mal pronóstico, por lo que si superan ente nivel, sería conveniente su corrección. Debe evitarse la
hipoglucemia, administrando suero glucosado al 10-20%.
Control de la temperatura
La fiebre, sea cual sea su causa, se asocia a deterioro neurológico y mal pronóstico. Aunque no hay evidencia de que el
tratamiento mejore ese riesgo, se recomienda abordar un tratamiento sintomático con fármacos antipiréticos, como
paracetamol. En caso de fiebre es recomendable solicitar una radiografía de tórax, hemocultivos, cultivo de esputo, urocultivo
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y sedimento de orina con el fin de descartar y tratar proceso infeccioso asociado, además de la revisión sistemática de vías
periféricas para descartar procesos flebíticos.
Manejo de la hemostasia
Las alteraciones de la hemostasia, como el tratamiento con anticoagulantes orales, déficit de factores de la coagulación o
anormalidades plaquetarias, pueden contribuir a un crecimiento de la hemorragia, condicionando un deterioro
neurológico, por lo que es importante corregir estos factores lo más rápido posible.
En los casos en los que el paciente esté recibiendo anticoagulantes orales se debe corregir el INR hacia valores de normalida d
de manera urgente, para lo cual debe utilizarse vitamina K intravenosa y/o plasma fresco congelado y/o complejo
protrombínico. La eficacia del plasma fresco congelado está limitada por el riesgo de reacciones alérgicas e infecciones,
además del tiempo de procesado y de la sobrecarga de líquidos. Los concentrados de complejos de prot rombina contienen
además los factores II, VII, IX y X, siendo capaces de normalizar de manera rápida los valores de INR, por lo que constituyen
el tratamiento de elección para el tratamiento de HIC relacionadas con anticoagulación oral; sin embargo, es necesario
combinarlos con vitamina K dado que la vida media de los anticoagulantes orales excede con creces a la de los factores
dependientes de la vitamina K. En los casos en los que los pacientes han recibido heparina por vía intravenosa y tienen un
TTPA prolongado debe administrarse sulfato de protamina. Si la HIC se debe a tratamiento fibrinolítico, puede ser necesaria la
administración de plasma fresco congelado, plaquetas o antifibrinolíticos como el ácido épsilon-amino-caproico o el
tranhexámico. La administración de factor VII recombinante activado debe realizarse en aquellos pacientes con hemofilia con
HIC.
La administración de factor VII recombinante activado limita el crecimiento de la hemorragia y mejora el pronóstico
funcional de los pacientes en relación con placebo, a pesar de que incrementa la frecuencia de complicaciones
tromboembólicas. Los pacientes con HIC y trombocitopenia deben recibir concentrados de plaquetas.
Prevención de complicaciones Trombosis venosa profunda y embolia pulmonar
Los pacientes con HIC tienen un mayor riesgo de presentar complicaciones tromboembólicas. La utilización de medias
de compresión elástica de manera aislada no han demostrado eficacia en la prevención de trombosis venosas profundas ;
sin embargo, la combinación de compresión mecánica intermitente y medias de compresión elástica resulta más eficaz.
La utilización de heparinas de bajo peso molecular, a partir del día 1 tras la hemorragia cerebral, disminuye el riesgo de
complicaciones tromboembólicas en pacientes con HIC y no incrementa el riesgo de sangrado.
Crisis convulsivas
La presencia de crisis convulsivas aumenta la demanda metabólica cerebral y empeora la lesión neurológica en los
pacientes con HIC, por lo que deben ser tratadas, en caso de aparición, inicialmente con benzodiacepinas y
posteriormente con fármacos antiepilépticos. Sin embargo, la administración de fármacos antiepilépticos en pacientes
con HIC que no han presentado una crisis convulsiva se asocia con una mayor morbi-mortalidad, especialmente la
fenitoína, por lo que no se recomienda el tratamiento profiláctico de las crisis convulsivas.
Manejo de la presión intracraneal
El control de la presión intracraneal (PIC) es uno de los objetivos del tratamiento específico de la HIC y debe ser dirigido a
la causa subyacente. Las causas más habituales de elevación de la PIC son la hidrocefalia debido a la hemorragia
intraventricular y el efecto masa de la hemorragia.
La implantación de dispositivos que miden la PIC incrementa el riesgo de hemorragia e infección, por lo que no deben
utilizarse de forma rutinaria. Sin embargo, existen técnicas no invasivas que nos permiten estimar la presión intracraneal
en pacientes con HIC, como la utilización del Doppler transcraneal.
Se recomienda considerar el control y tratamiento de la PIC en pacientes con HIC que presentan una puntuación en la
escala de Glasgow = 8, evidencia clínica de herniación transtentorial o aquellos con hemorragia intraventricular
significativa o hidrocefalia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los estudios que han intentado determinar la
utilidad de la monitorización de la PIC en pacientes con HIC son muy escasos y en su mayoría han fracasado en el intento
de discriminar aquellos pacientes que podrían ser candidatos a la evacuación quirúrgica de la hemorragia y aquellos que
deberían recibir tratamiento exclusivamente médico.
La posición de la cabeza centrada y con la cabecera elevada a 20-30° permite mejorar el retorno venoso y disminuir
ligeramente la PIC. La hiperventilación disminuye la presión arterial de O2, originando vasoconstricción cerebral y reducción
de la PIC.
El objetivo es alcanzar una presión de CO2 entre 28-35mmHg, manteniéndola posteriormente entre 25-30mmHg si persiste
PIC elevada. Esto consigue una disminución rápida de la PIC, aunque el efecto es transitorio, por lo que hay que instaurar otras
medidas que mantengan la PIC controlada. Deben evitarse aquellas situaciones que aumentan la PIC tales como fiebre,
maniobras de Valsalva (como tos o vómitos), convulsiones, estrés, dolor, HTA e hiponatremia.
La osmoterapia reduce la PIC aumentando la osmolaridad en el plasma, lo que consigue desplazar agua del tejido
cerebral sano al compartimento vascular. Los fármacos más empleados son el manitol y los diuréticos de asa, como la
furosemida. La dosis recomendada de manitol al 20% oscilan entre 0,7-1g/kg (250ml), seguido de 0,3-0,5g/kg (125ml) cada
3-8h, no durante más de 5 días, para evitar el efecto rebote. La furosemida (10mg cada 2-8h) puede utilizarse de forma
simultánea para mantener el gradiente osmótico. La utilización de corticoides no es eficaz e incluso aumenta el número
de complicaciones. La sedación con fármacos por vía intravenosa, como benzodiacepinas, barbitúricos, narcóticos y
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butirofenonas, reducen el metabolismo cerebral y disminuyen el flujo sanguíneo cerebral y la PIC; sin embargo,
presentan un gran número de complicaciones, como la hipotensión arterial o infecciones respiratorias.
La hidrocefalia que se produce por la presencia de sangre intraventricular es uno de los factores que se asocian a mal
pronóstico y mayor mortalidad, por lo que la ventriculostomía debe considerarse en los casos en los que exista
hidrocefalia y disminución del nivel de consciencia.
Pronóstico de la HIC
A la luz de diversos estudios se han postulado diversos factores relacionados con el pronóstico del paciente. Entre las
variables relacionadas podemos considerar la edad, las puntuaciones en las escalas de GCS y NIHSS, el volumen y
localización de la hemorragia, o la presencia de sangrado intraventricular.
Tratamiento quirúrgico
La decisión sobre el tratamiento quirúrgico en pacientes con HIC es un aspecto controvertido. Aunque la cirugía podría
disminuir los efectos derivados de la compresión mecánica de la hemorragia y los efectos tóxicos de la sangre sobre el
tejido cerebral circundante, los riesgos quirúrgicos pueden ser mayores, y en la mayoría de los pacientes el beneficio de la
cirugía no compensa el posible daño del tratamiento quirúrgico.
Un factor que influye en la decisión del tratamiento quirúrgico es la localización de la hemorragia. Las hemorragias
cerebelosas mayores de 3cm de diámetro o aquellas con compresión del tronco cerebral o hidrocefalia, presentan un
mejor pronóstico con tratamiento quirúrgico respecto al tratamiento médico. En estos casos, la implantación de un
drenaje ventricular sin evacuación de la hemorragia no es suficiente, por lo que su colocación de forma aislada no es
recomendable. Por otro lado, las hemorragias cerebelosas menores de 3cm, sin compresión del tronco cerebral ni
hidrocefalia, no tienen indicación quirúrgica.
El ensayo clínico STICH observó que en los pacientes con hemorragia lobular de más de 30ml de volumen, localizada a menos
de 1 cm de la corteza cerebral, se encontraba una tendencia al beneficio del tratamiento quirúrgico, sin observarse significación
estadística. También se encontró una tendencia no significativa al beneficio de la cirugía en pacientes con hemorragia lobula r y
una puntuación en la GCS entre 9 y 12; En los casos de las hemorragias localizadas a más de 1cm de la corteza cerebral con
una GCS = 8 el pronóstico es peor en los pacientes sometidos a tratamiento quirúrgico.
Los estudios relacionados en el caso de las hemorragias localizadas en ganglios basales no muestran mejores resultados
con el tratamiento quirúrgico, teniendo en cuenta además que el acceso a la hemorragia requiere atravesar tejido cerebral
sano, por lo que la cirugía genera mayores secuelas.
Las técnicas recomendadas del tratamiento quirúrgico incluyen la realización de craniectomía con descompresión y
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evacuación de la hemorragia; sin embargo, se han intentado desarrollar técnicas menos invasivas. Algunos estudios han
estudiado el beneficio de la realización de una cirugía guiada con esterotaxia, combinada con trombólisis local o
aspiración endoscópica. Estas técnicas consiguen una mejor eliminación de la hemorragia y disminuyen la mortalidad
cuando se realizan dentro de las primeras 72h; sin embargo, no se ha demostrado que mejoren el pronóstico funcional de
los pacientes.
Existe asimismo controversia con respecto al momento más indicado para proceder a una extracción quirúrgica de la
hemorragia, sin que se hayan demostrado diferencias entre los estudios que han incluido cirugía en menos de 24, 48, 72 o
hasta 96h, salvo en los tratados con técnicas mínimamente invasivas, citados anteriormente.
Recomendaciones en el tratamiento quirúrgico
Prevención secundaria
El riesgo de recurrencia tras una primera HIC está entre el 2,1 y 3,7% anual; sin embargo, las hemorragias lobulares
relacionadas con angiopatía amiloide, las secundarias a anticoagulación, haber padecido una hemorragia cerebral previa, l a
edad avanzada o la presencia de microsangrados en RM con eco de gradiente aumentan el riesgo de recurrencia.
La HTA es el factor modificable que más influye en el riesgo de recurrencia de las HIC, por lo que es importante un
control adecuado de la presión arterial. El adecuado control de la presión arterial disminuye el riesgo de recurrencia tanto
en hemorragias hipertensivas como en las secundarias a angiopatía amiloide. Aunque no se conoce la cifra óptima de
presión arterial para reducir el riesgo de recurrencia tras una HIC, el objetivo razonable es mantener cifras normales de
presión arterial (por debajo de 120/80mmHg).
La anticoagulación oral incrementa el riesgo de recurrencia tras una HIC, por lo que debe analizarse el beneficio de la
anticoagulación en la prevención de eventos tromboembólicos y el riesgo de recurrencia de HIC. El riesgo de recurrencia
es superior en las hemorragias lobulares, por lo que en los pacientes con fibrilación auricular debe suspenderse
definitivamente la anticoagulación. En los casos de hemorragias profundas, el riesgo de recurrencia es menor; sin
embargo, de forma general debe considerarse retirar la anticoagulación durante la fase aguda, salvo en los casos de riesgo
tromboembólico elevado (como los portadores de válvulas mecánicas) y riesgo de hemorragia bajo. Cuando e l riesgo
tromboembólico es alto (puntuación en la escala CHA2DS2-VASc = 2), se recomienda reintroducir la anticoagulación oral
pasados 7-10 días. El efecto de los antiagregantes en el riesgo y gravedad de las hemorragias es menor que el de los
anticoagulantes orales, por lo que ésta puede ser una alternativa a la anticoagulación en los pacientes de riesgo moderado
(CHA2DS2-VASc = 1) o con dependencia funcional (puntuación en la escala de Rankin modificada 4-5).
En el caso de las hemorragias secundarias a lesión subyacente, el tratamiento específico disminuye el riesgo de
recurrencia. Así, los angiomas cavernosos (tasa anual de sangrado del 0,7% por año y por lesión), si son accesibles
quirúrgicamente, se recomienda la cirugía en función del riesgo de resangrado. En las lesiones profundas es preferible
realizar un seguimiento estrecho, reservando la cirugía para los casos en los que se produzca déficit progresivo o
sangrados recurrentes. Cuando se trata de las MAV el riesgo de resangrado es elevado, siendo del 18% el primer año y del
2% anual posteriormente, por lo que se recomienda el tratamiento que los excluya de la circulación, si es posible. En este
caso las alternativas son el tratamiento quirúrgico, la terapia endovascular o la radiocirugía. El tratamiento quirúrgico
depende de la localización, siendo habitualmente inoperables las localizadas en ganglios de la base, diencéfalo o tronco
cerebral. La terapia endovascular se desarrolló inicialmente para facilitar la resección de las MAV de gran tamaño o como
alternativa a la cirugía de alto riesgo; sin embargo, en casos de lesiones pequeñas se puede conseguir la oclusión completa
con terapia endovascular. La radiocirugía es más efectiva en MAV menores de 3cm y también puede utilizarse en casos de
MAV no accesibles a ninguna otra técnica. En las HIC secundarias a tumores el tratamiento generalmente es quirúrgico
con extirpación del tumor subyacente, aunque el tratamiento depende de la situación funcional del paciente y el tipo y
localización del tumor.
Tratamiento hemorragia subaracnoidea aneurismatica
Control de la presión arterial a las medidas generales debemos añadir el control de la tensión arterial sistólica por debajo de
180 mm Hg para reducir el riesgo de resangrado. Este objetivo se debería alcanzar con reposo en cama, analgesia y el uso
de nimodipino en dosis plenas. Si se precisa tratamiento se recomienda como primera opción el uso de betabloqueantes
como labetalol. También se pueden utilizar otros vasodilatadores como nicardipino.
No se recomienda el uso de nitroprusiato sódico porque puede empeorar la hipertensión intracraneal. Es de especial
importancia evitar los cambios bruscos de tensión arterial y vigilar la correcta perfusión cerebral. Se debe asegurar una
tensión arterial media superior a 90 mmHg. La hipotensión podría favorecer las complicaciones de tipo isquémico y
promover los mecanismos subyacentes al daño cerebral diferido, especialmente ante la presencia de hipertensión
intracraneal. Uso de antifibrinolíticos en fase ultraprecoz El uso de antifibrinolíticos se ha relacionado clásicamente con
una alta tasa de efectos adversos de tipo isquémico. Recientes estudios han demostrado la utilidad del ácido tranexámico y
ácido épsilon-aminocaproico en una fase ultraprecoz hasta lograr la exclusión del aneurisma nunca superior a 72 horas y
acompañado de medidas de prevención de hipovolemia y vasoespasmo para evitar las complicaciones isquémicas.
Exclusión del aneurisma de la circulación Se puede realizar mediante tratamiento endovascular o quirúrgico.
Tratamiento endovascular
Consiste en la embolización de la lesión mediante el depósito de espirales de platino, denominados coils, en el seno del
aneurisma, a través de un catéter introducido por la arteria femoral. Los coils forman un ovillo que trombos a la lesión y la
Pág. 30 Neurología Dr. Jhonny Churata Huarachi
excluye de la circulación.
Esta técnica endovascular se ha desarrollado en los últimos años para lograr embolizar lesiones más complejas, ayudándose de
la liberación de stents permanentes o extraíbles para facilitar la colocación de los coils. También se han desarrollado técni cas
basadas exclusivamente en stents especiales de mayor densidad de malla, dotados de una malla muy fina, los denominados
stents derivadores o diversores de flujo. Estos dispositivos están suponiendo un gran avance y una opción real para el
tratamiento de aneurismas gigantes o en localizaciones complejas que previamente no tenían otra opción terapéutica.
Tratamiento quirúrgico
Se basa en la craniectomía y colocación de un clip metálico que oblitera el cuello del aneurisma, es el denominado clipaje.
En la actualidad, el tratamiento quirúrgico también ha experimentado grandes avances con la introducción de la
microcirugía y sigue siendo imprescindible en determinadas lesiones cuya anatomía impide la técnica endovascular
como, por ejemplo, cuando la lesión aneurismática comprende la división de vasos arteriales. También es el tratamiento
de elección cuando se presenta una lesión con abundante sangrado y compromiso del parénquima cerebral que requiera
la realización de una craniectomía. Actualmente se considera de primera elección la terapia endovascular.