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Gómez Cuestas Alejandra Corina

A lo largo del tiempo, el ser humano ha hablado de arte (¿o Arte?) como una definición
establecida, como una interpretación cerrada de sus propios prejuicios, un intento por
encerrarnos en una burbuja intelectual-cultural que rebasa los (¿nuestros?) límites de lo
(des)conocido, pero, ¿qué es el arte siendo más que un objeto de (poco/mucho) valor y
por qué lo categorizamos?.

“No existe realmente, el Arte. Tan sólo hay artistas.”, es lo que E.H. Gombrich nos dice en
sus primeras líneas sobre La Historia del Arte. A lo largo del texto continúa detallándonos
ejemplos significativos en los que el prejuicio notorio de los personajes ponen en duda
nuestro criterio sobre este concepto; tal es el caso de “Retrato de su hijo Nicolás” de
Pedro Pablo Rubens y “Retrato de su madre” de Alberto Durero, en el que su significativo
espectador común cataloga una de estas dos obras como “la obra de arte”, “la bella”
mientras que la otra no. El autor nos habla de que el espectador busca en el “arte” ciertos
requisitos que el artista debe cumplir. Busca en cierta manera, encontrar elementos que
hagan de la composición algo “bello”, busca que se asemeje a la realidad y busca que
para el mismo espectador resulte una obra de arte.

Es aquí cuando este cúmulo de exigencias se ven opacadas para el artista, quien pone
cierta significancia a la obra, quien lleva un proceso e historia detrás del cuadro, escultura
u obra a realizar. No obstante, Gombrich nos habla de aspectos muy interesantes, en los
que retoma que no existe el Arte, sólo artistas. Su ejemplo más apegado, a mi parecer, es
el de Caravaggio con su obra “San Mateo”.

Caravaggio creó esta obra a petición de la iglesia, pero no solamente fue una petición que
quedó ahí. Se nos relata que se realizaron dos versiones de este título, y es que el
primero fue rechazado porque la iglesia y demás espectadores lo consideraron falta de
respeto. Una vez con este veredicto, Caravaggio entregó una nueva pieza que logró
fascinar al público. En el ámbito de apreciación, se ignora que el artista realizó este
cuadro como una petición, se ignora que incluso su primera perspectiva fue rechazada,
únicamente se vislumbra que el último cuadro es “excelente”.

No se puede ignorar en este punto la existencia de “La Gioconda” cuya historia es tanto
curiosa como escandalosa. Sabemos que Da Vinci era una persona (¿destacada?) pero,
¿qué intentaba decirnos con este cuadro?, ¿qué elemento artístico/pictórico es lo que la
hace tan valiosa?. José Jiménez en Arte es todo lo que los hombres llaman arte nos habla
sobre una perspectiva en la que “La Gioconda” significó realmente para la sociedad. Su
historia va más allá de ser raptada durante 3 años y luego devuelta a su lugar inicial; sino
que se habla de las miles de interpretaciones y adaptaciones artísticas que surgieron de
esto. Se intentó traducir lo que aquella representación significaba, se intentó replicar en
un sin fin de estilos que fueron incluso reprobados por no ser considerados arte, sin
embargo, ¿por qué un cuadro como lo es la Mona Lisa lo es, y otras obras no?.
Esta considerable sobrevaloración de la obra, es lo que nos remonta nuevamente a que
en el arte, lo único que existen son artistas. La repetición de un sin fin de cuadros de la
Mona Lisa, es la que le dio tanta fama que significó la obra de arte por excelencia.

Las miles de interrogantes sobre el significado de esta palabra continúan a lo largo del
texto de José Jiménez cuando introduce algunas obras de Marcel Duchamp como “La
Fuente”, “Porta-botellas”, “Rueda de Bicicleta” y otras tantas como “La imposibilidad física
de la muerte en la mente de alguien vivo” por Damien Hirst, y es que, ¿qué es lo que hace
más o menos valiosa una obra?.

Son obras con características diferentes y significados diversos (o no) los que diferencian
a “Retrato de su hijo Nicolás”, de “San Mateo” y “La imposibilidad física de la muerte en la
mente de alguien vivo”, que pueden confundirnos aún más sobre una “obra de arte”. No
es únicamente lo que el artista quiere transmitir, ni lo que el espectador quiere ver; no es
apegado a la belleza (prejuiciosa) del objeto hasta incluso lo morboso y grotesco de la
composición, lo que nos acerca a esta definición inalcanzable de arte, lo que no hace
preguntarnos ahora si: ¿todo puede ser arte o un espectáculo?.

Pablo Chiuminatto con “Las artes aplicadas como una de las más bellas artes” nos habla
de una fuerte y notoria necesidad de catalogar el arte en una extraña y, al menos para mi,
confusa pirámide de castas. Es imprescindible destacar que nunca nos hemos preguntado
el hecho del porqué ciertas obras estén o no en un museo y porqué apreciamos más las
que se encuentran en este que las que no, el que algunas sean llamadas “aplicadas”,
artesanía o incluso diseño. Hemos visto anteriormente que la cuestión del gusto ha sido
predispuesta por ciertos factores económicos, sociales, culturales hasta incluso éticos o
morales, pero es cierto que lo que puede orillarnos a un estilo u otro, es el ámbito de la
moda o lo cliché.

Nuestras necesidades nos impulsan al desarrollo de ciertas ideas o no, y es cierto que
hemos ocupado cada elemento artístico a nuestro favor. En ello, no sólo involucramos
aspectos como los antes mencionados, sino también nuestros deseos, capacidades,
sentidos, esta necesidad de decir o trasmitir algo, que nos llevaría específicamente al
ámbito del diseño gráfico.

Jorge Frascara en “Diseño Gráfico y Comunicación” nos hace referencia a este campo de
la comunicación visual que no hace referencia únicamente al hecho de dibujar. Este
término va a algo más centrado como la interpretación de mensajes y ciertamente, trabaja
con un equipo extenso de especialistas en diferentes áreas pero del mismo ámbito para
dar solución a toda interrogante de comunicación visual. Se hace un énfasis en la
diferencia que poseen entre los artistas quienes comunican el mensaje, y lo atribuye a
este como el interprete, el descifrador.

Cuando hemos dudado del significado pero notado un gran detalle personal del diseño, es
lo que Frascara ejemplifica con lo acontecido con Albers, quien realizó el promocional
para el Lincon Center de Nueva York para el festival de cine, cuando plasma más su
“arte”, su persona que el mensaje inicial que quería dar promocionando dicho festival. No
se deben dejar de lado las características y elementos del diseño gráfico, pero si algo se
destaca es esta capacidad de equilibrio entre la creatividad y realismo para plasmar un
mensaje. Un diseñador debe ser creativo para dar solución a interrogantes de
comunicación visual que necesitan transmitir un mensaje en particular, no exactamente un
reflejo de su mirada subjetiva, pero, ¿puede un diseñador crear un mundo que se valga
más allá de “elementos ornamentales”?. ¿qué es lo que lo aleja directamente de este
confuso y misterioso concepto inexistente como lo es “arte”?. Para Frascara, la línea es
muy clara, y es que el diseñador gráfico es principalmente el comunicador visual e
intérprete.

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