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I.E.S.

en Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández”


Traductorado en Francés - Residencia de Traducción

Solicitante: Estudios de Traducción (Instituto de Enseñanza Superior en


Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández”).
Traductora residente: Melina Blostein.
Tutora de Residencia: Gabriela Villalba.
Texto original: Berman, Antoine, Pour une critique des traductions: John Donne,
París, Gallimard, 1995, pp. 73-83.
Selección de fragmentos: Alejandrina Falcón.

– 2014 –

En busca del traductor

“Ir hacia el traductor” constituye un giro metodológico fundamental, en la


medida en que, como hemos visto anteriormente, una de las tareas de la
hermenéutica del traducir es tomar en consideración al sujeto que traduce. Por
ende, la pregunta ¿quién es el traductor? debe plantearse con firmeza ante una
traducción. Después de todo, ante una obra literaria, no nos cansamos de
preguntar: ¿quién es el autor? Sin embargo, estas dos preguntas no tienen
exactamente los mismos contenidos. La pregunta sobre el autor apunta a los
elementos biográficos, psicológicos, existenciales, etcétera, que se supone
iluminarán su obra; aunque en nombre de un análisis estructural e inmanente se
pretendiera limitar el valor de esos elementos, ¿quién se atrevería a negar que es
difícil comprender la obra de un Du Bellay, un Rousseau, un Hölderlin, un Balzac,
un Proust, un Celan, si se ignora todo acerca de la vida de esos autores? Obra y
existencia están vinculadas.
La pregunta ¿quién es el traductor? tiene otra finalidad. Salvo excepciones,
como san Jerónimo y Armand Robin,1 la vida del traductor no nos concierne ni, a
fortiori, tampoco sus estados de ánimo. A pesar de ello, cada vez es más
impensable que el traductor siga siendo ese perfecto desconocido que todavía es la
mayor parte del tiempo. Lo que nos importa es saber si es francés o extranjero, si
es “sólo” traductor o si ejerce otra profesión significativa, como la docencia (es el
caso de una parte muy importante de los traductores literarios en Francia);
queremos saber si también es autor y si ha producido obras; de qué lengua(s)
traduce, qué relación(es) establece con ella(s); si es bilingüe, y de qué tipo; qué
géneros de obras suele traducir y qué otras obras ha traducido; si es politraductor
(lo más frecuente) o monotraductor (como Claire Cayron);2 queremos saber cuáles
son, entonces, sus campos lingüísticos y literarios; queremos saber si ha hecho
obra de traducción en el sentido anteriormente indicado y cuáles son sus

1 Además del clásico de Larbaud, san Jerónimo inspiró también una pintoresca novela
quebequense (Marcel, Jean, Jérôme ou De la traduction, Ottawa, Léméac, 1990).
2 Cayron, Claire, Sésame, pour la traduction, Bordeaux, Le Mascaret, 1987.
Berman, Antoine, Pour une critique des traductions: John Donne, París, Gallimard, 1995, pp. 73-83.
Selección de fragmentos: Alejandrina Falcón. Traducido del francés por Melina Blostein en el marco
de la Residencia de Traducción del Traductorado en Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2014.

traducciones centrales; si ha escrito artículos, estudios, tesis, trabajos sobre las


obras que ha traducido; y, por último, si ha escrito sobre su práctica de traductor,
sobre los principios que la guían, sobre sus traducciones y la traducción en
general.3
Todo esto ya es mucho pero podría no ser más que mera “información”. Hay
que ir más lejos y determinar su posición traductiva, su proyecto de traducción y
su horizonte traductivo.

La posición traductiva

Todo traductor establece una relación específica con su propia actividad, es


decir, tiene determinada “concepción” o “percepción” del traducir, de su sentido,
de sus finalidades, de sus formas y modos. “Concepción” y “percepción” que no son
meramente personales, puesto que el traductor está marcado de hecho por todo un
discurso histórico, social, literario, ideológico sobre la traducción (y la escritura
literaria). La posición traductiva es, por decirlo de algún modo, el “compromiso”
entre la manera en que el traductor, en cuanto sujeto invadido por la pulsión de
traducir,4 percibe la tarea de la traducción y la manera en que ha “internalizado” el
discurso circulante sobre el traducir (las “normas”). La posición traductiva, como
compromiso, es el resultado de una elaboración: es el posicionar-se del traductor
frente a la traducción, un posicionar-se que, una vez elegido (pues ciertamente se
trata de una elección), ata al traductor, en el sentido en que Alain decía que “un
carácter es un juramento”.
La posición traductiva no es fácil de enunciar y, por cierto, no tiene
necesidad alguna de serlo, pero también puede verbalizarse, manifestarse y
transformarse en representaciones. No obstante, esas representaciones no siempre
expresan la verdad acerca de la posición traductiva, en particular cuando aparecen
en textos fuertemente codificados, como los prefacios, o cuando el traductor toma
la palabra en situaciones convencionales, como las entrevistas. En esos casos, el
traductor tiende a dejar que la doxa circulante y los topoi impersonales sobre la
traducción hablen por él.
Mediante la elaboración de una posición traductiva, la subjetividad del
traductor se constituye y adquiere su espesor significante propio, amenazado

3 No se trata de una lista cerrada. ¿Tradujo también junto a otros traductores? ¿Cómo lo
hizo? Etcétera.
4 En una carta a A. W. Schlegel, Novalis emplea la expresión Übersetzungstrieb, “pulsión de

traducción” o “impulso hacia la traducción”, al referirse a los escritores alemanes. Es una


expresión sorprendente que debemos leer a partir de los significados que Trieb ha
desplegado a lo largo de la historia de la lengua, de la literatura y del pensamiento
alemanes, pero también –es inevitable– a partir del sentido que le han dado Freud y,
posteriormente, la lectura lacaniana de Freud. La pulsión-de-traducción es lo que hace del
traductor un traductor: lo que lo “empuja” al traducir, lo que lo “empuja” hacia el espacio
del traducir. Esta pulsión puede surgir por sí misma o por la acción de un tercero. ¿Qué es
esta pulsión? ¿Cuál es su especificidad? Todavía lo ignoramos, dado que aún no tenemos
una “teoría” del sujeto que traduce. Lo único que sabemos es que la pulsión está en el
principio de todos los destinos de traducción.

2
Berman, Antoine, Pour une critique des traductions: John Donne, París, Gallimard, 1995, pp. 73-83.
Selección de fragmentos: Alejandrina Falcón. Traducido del francés por Melina Blostein en el marco
de la Residencia de Traducción del Traductorado en Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2014.

desde siempre por tres grandes peligros: la informidad camaleónica, la libertad


caprichosa y la tentación del borramiento. No existen traductores sin posición
traductiva. Pero hay tantas posiciones traductivas como traductores. Estas
posiciones pueden reconstituirse a partir de las propias traducciones, que las dicen
implícitamente, y a partir de las variadas enunciaciones del traductor sobre sus
traducciones, el traducir o muchos otros “temas”. Además, se vinculan con la
posición lingüística de los traductores, es decir, su relación con las lenguas
extranjeras y la lengua materna, su ser-en-lenguas (que adopta mil formas
empíricas diferentes pero que siempre es un ser-en-lenguas específico, distinto de
los demás ser-en-lenguas no implicados en la traducción), y con su posición
escrituraria (su relación con la escritura y las obras). Cuando podamos tener en
cuenta a la vez la posición traductiva, la posición lingüística y la posición
escrituraria del traductor, será posible establecer una “teoría del sujeto que
traduce”.

El proyecto de traducción

En mi intervención en la “Jornada Freud” en el marco de las ATLAS* de


1988, intenté precisar por primera vez el concepto de proyecto de traducción.5

En una traducción lograda, la unión de la autonomía y la heteronomía sólo


puede resultar de lo que se podría llamar un proyecto de traducción, que no
necesariamente es teórico. […] El traductor puede determinar a priori cuál va a
ser el grado de autonomía –o de heteronomía– que concederá a su traducción,
basándose en un pre-análisis –digo “pre-análisis” porque nunca se llega a
analizar verdaderamente un texto antes de traducirlo– del texto a traducir.6

Toda traducción consecuente se sustenta en un proyecto o intención


articulada. El proyecto o la intención se encuentran determinados al mismo tiempo
por la posición traductiva y por las exigencias específicas que impone en cada caso
la obra a traducir. Tampoco los proyectos tienen necesidad alguna de ser
enunciados discursivamente ni, a fortiori, teorizados. El proyecto define, por un
lado, la manera en que el traductor llevará a cabo la traslación literaria y, por el
otro, la forma en que asumirá la traducción en sí, y elegirá un “modo” de
traducción, una “manera de traducir”. Tomemos el caso de los traductores que
decidieron dar a conocer en Francia la obra poética de Kathleen Raine. Podían
optar entre varias posibilidades: hacer una “antología” de los poemas de Raine a
partir de sus diferentes recopilaciones o transmitir esas mismas recopilaciones,
enteras o en parte. Eligieron traducir varias de esas recopilaciones en forma
integral.7 Luego, podían ofrecer una edición monolingüe (sólo en francés) o

* [N. de la T.] Encuentros de Traducción Literaria en Arles.


5 Tomado inicialmente de Daniel Gouadec, que lo utiliza en el contexto de la traducción
especializada.
6 En Cinquièmes assises de la traduction littéraire, Arles, ATLAS/Actes Sud, 1989, p. 114.
7 Raine, Kathleen, Sur un rivage désert, trad. de Marie-Béatrice Mesnet y Jean Mambrino,

París, Granit, col. Du miroir, 1978; Raine, Kathleen, Isis errante, trad. de François-Xavier

3
Berman, Antoine, Pour une critique des traductions: John Donne, París, Gallimard, 1995, pp. 73-83.
Selección de fragmentos: Alejandrina Falcón. Traducido del francés por Melina Blostein en el marco
de la Residencia de Traducción del Traductorado en Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2014.

bilingüe. Eligieron la segunda posibilidad. Por último, podían presentar una


edición “desnuda”, sin paratextos (introducción, etcétera), o una edición
apuntalada (con paratextos). Eligieron la segunda posibilidad. Ese es su proyecto
de traslación literaria. Además, el estudio de sus traducciones (y sólo de ellas,
puesto que en sus paratextos estos traductores no dicen nada acerca de su trabajo
traductivo) nos revela el “modo” de traducción elegido, su “manera” de traducir,
que es la segunda cara de su proyecto.
Las formas de un proyecto de traducción, cuando es enunciado por los
traductores, son múltiples. Tomemos el caso de las traducciones de Shakespeare
durante los últimos cuarenta años: mientras que el proyecto de Leyris es expuesto
en forma bastante breve,8 el de Bonnefoy se presenta extensamente y se vincula,
como él dice, con “determinada idea de la traducción”;9 el de Déprats no sólo se
explicita por completo (como el de la editorial PUF en el caso de Freud), sino que
también se teoriza en la forma de un proyecto global que incluye tanto el modo de
traducción como una reflexión acerca de la traducción teatral, la traducción de
Shakespeare en particular y los tipos de paratextos que apuntalarán los textos
traducidos.10
Aquí se presenta para el crítico un círculo absoluto, pero no vicioso: debe
leer la traducción a partir de su proyecto pero, finalmente, la verdad de ese
proyecto no nos resulta accesible sino a partir de la propia traducción y del tipo de
traslación literaria que ésta lleva a cabo. Porque todo lo que un traductor puede
decir y escribir sobre su proyecto sólo cobra realidad en la traducción. Y, sin
embargo, la traducción nunca es más que la realización del proyecto: va hacia
donde el proyecto la lleva y hasta donde el proyecto la lleva. Sólo nos dice la verdad
del proyecto al revelarnos cómo ha sido realizado (y no, finalmente, si ha sido
realizado) y cuáles han sido las consecuencias del proyecto en relación con el
original.
Así, nunca se puede decir11 “tal proyecto parece bueno, ¡pero veamos los
resultados!”. Pues dichos resultados no son sino la resultante del proyecto. Si la
traducción no “se sostiene”, la falta sólo puede ser atribuida al proyecto o a algún
aspecto de éste.
Corresponde al crítico, en estas condiciones, entrar en ese círculo y

Jaujard, París, Granit, col. Du miroir, 1978; Raine, Kathleen, Le premier jour, trad. de
François-Xavier Jaujard, París, Granit, col. Du miroir, 1980.
8 Leyris, Pierre, “Pourquoi retraduire Shakespeare”, en Œuvres complètes de Shakespeare,

trad. de Pierre Leyris, París, Club Français du Livre, col. Formes et reflets, 1954. Leyris,
Pierre, “Une posture”, en “Confessions de traducteurs”, en L’Âne, nº 4, 1982, p. 41. La
introducción de Pierre Leyris a su Macbeth (París, Aubier Montaigne, col. Bilingue, 1977)
no aborda la traducción.
9 Bonnefoy, Yves, “Idée de la traduction”, en Shakespeare, William, Hamlet, trad. de Yves

Bonnefoy, París, Mercure de France, 1962.


10 Déprats, Jean-Michel, “La traduction: le tissu des mots”, en Shakespeare, William, Le

Marchand de Venise, trad. de Jean-Michel Déprats, París, Comédie-Française/Sand, 1987,


pp. 140-144.
11 Véanse las observaciones de Bernard Lortholary luego de mi intervención en la “Jornada

Freud” en las ATLAS. Cinquièmes assises de la traduction littéraire, op. cit., pp. 146-151.

4
Berman, Antoine, Pour une critique des traductions: John Donne, París, Gallimard, 1995, pp. 73-83.
Selección de fragmentos: Alejandrina Falcón. Traducido del francés por Melina Blostein en el marco
de la Residencia de Traducción del Traductorado en Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2014.

recorrerlo.
Tales afirmaciones sólo pueden contrariar a quienes confunden (quizás
porque el término lleva a ello) proyecto con proyecto teórico o esquema a priori. Es
muy cierto que todo proyecto enteramente explicitado y determinado se vuelve –o
puede llegar a volverse– rígido y dogmático. Así pues, la “regla” cada vez más
aceptada (no sin buenas razones) según la cual a una palabra marcada en el
original siempre debe corresponder la misma palabra en el texto traducido,
cualquiera sea el “contexto”, regla que la tradición no ha reconocido –todo lo
contrario–,12 puede tornarse rígida. Es cierto que cuando Georg Trakl emplea el
adjetivo leise en sus poemas siempre se lo debe traducir de forma idéntica, pues se
trata de un adjetivo fundamental en su obra. Lo mismo ocurre con gerne en la obra
de Hölderlin o con because en la de Faulkner.13 Un traductor extranjero se vería
sometido al mismo imperativo con el adjetivo vaste en el caso de Baudelaire. Pero
esto no se puede generalizar. La regla, en mi opinión, deja de ser absolutamente
válida cuando, en virtud de la presencia de los elementos aleatorios o
estereotipados que existen en todo texto, una palabra clave pierde
momentáneamente su carácter marcado. Es lo que ocurre con las palabras Wunsch
y wünschen en un texto de Freud.
En la traducción al francés de la editorial PUF, la frase “S’agissant de telles
fructueuses difficultés, le cas de maladie à décrire ici ne laisse rien à souhaiter” 14
corresponde a “nichts zu wünschen [el subrayado es nuestro] übrig”, en el final de
la frase alemana. Como Wünschen, al igual que Wunsch, es un término clave en la
obra de Freud, los traductores decidieron traducirlo aquí también por “ne laissait
rien à souhaiter” y no por la correspondiente expresión fija francesa “ne laissait
rien à désirer”. Eso no sólo afecta la lectura sino que me parece que, en este caso,
wünschen –al encontrase dentro de un sintagma estereotipado– ha perdido su
significatividad y por ende debería traducirse por “désirer”, a pesar de que, en ese
mismo texto de Freud, hay numerosas ocurrencias de los términos Wunsch o
wünschen marcados.*
Una última observación acerca del proyecto de traducción: su existencia no
contradice el tan a menudo invocado carácter inmediato –intuitivo– del traducir.
Porque esa intuitividad está atravesada de lado a lado por la reflexividad. Vale para
el traductor lo que Hölderlin decía del poeta: que su “sensibilidad debe estar
completamente organizada”. Meyer Clason, traductor alemán de literatura

12 Aulotte, Robert, “Jacques Amyot, traducteur courtois”, en Revue des sciences humaines, nº
94, 1959, pp. 131-139.
13 Gresset, Michel, “Le ‘Parce Que’ chez Faulkner et le ‘Donc’ chez Beckett”, en Les Lettres

nouvelles, nº 19, 1961, pp 124-138.


14 Freud, Sigmund, Œuvres complètes, vol. XIII, trad. de Janine Altounian, Anne Balseinte,

André Bourguignon, Alice Cherki, Pierre Cotet, Jean-Gilbert Delarbre, Daniel Hartmann,
Jean-René Ladmiral, Jean Laplanche, Jean-Luc Martin, Alain Rauzy y Philippe Soulez, París,
PUF, 1989, p. 8.
*
[N. de la T.] Esta dificultad no se presenta en la canónica traducción al español de
Amorrortu: “En materia de esas fructíferas dificultades, el caso clínico que aquí se describe
no dejó nada que desear”. Freud, Sigmund, Obras completas, vol. XVII, trad. de José Luis
Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1976, p. 12.

5
Berman, Antoine, Pour une critique des traductions: John Donne, París, Gallimard, 1995, pp. 73-83.
Selección de fragmentos: Alejandrina Falcón. Traducido del francés por Melina Blostein en el marco
de la Residencia de Traducción del Traductorado en Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2014.

latinoamericana, me dijo un día que él era un Bauchübersetzer, un traductor que


traducía con sus entrañas. Eso es exactamente lo que todo traductor también debe
ser si quiere que su traducción nos llegue, también, a las entrañas.15 Sin embargo,
Meyer Clason, quien había traducido Grande sertão: veredas, de Guimarães Rosa,
una obra marcada por una mezcla de oralidad popular y de reflexividad, sabía muy
bien que su trabajo le había exigido toda una reflexión que, por cierto, había
expuesto en un artículo para nada ingenuo.

El horizonte del traductor

La posición traductiva y el proyecto de traducción se enmarcan, a su vez,


dentro de un horizonte. Tomo la palabra y el concepto de la hermenéutica
moderna. Husserl y Heiddeger lo desarrollaron en el campo de la filosofía. Luego,
H. G. Gadamer y Paul Ricœur lo elaboraron de manera más concreta y
epistemológica y, posteriormente, Hans Robert Jauss16 lo desarrolló de manera
extremadamente fecunda en la hermenéutica literaria. Con esta última forma, el
concepto de horizonte es particularmente apropiado para una hermenéutica
traductiva.
En una primera aproximación, se puede definir el horizonte como el
conjunto de los parámetros lingüísticos, literarios, culturales e históricos que
“determinan” el sentir, el obrar y el pensar de un traductor. Digo “determinan”
entre comillas porque no se trata de simples determinaciones en el sentido de
condicionamientos, concebidos ya sea de forma causal o de forma estructural.
Tomemos un ejemplo: cuando Philippe Brunet retraduce a Safo, en 1991, el
horizonte de su retraducción, aquello-a-partir-de-lo-cual retraduce a Safo, se
precisa en una pluralidad de horizontes más o menos articulados entre sí. En
primer lugar, encontramos el “estado” de la poesía lírica contemporánea francesa.
También podemos agregar el saber sobre la poesía lírica griega y, más en general,
la cultura griega que se desarrolla hoy en día –en particular en Francia– y que
difiere profundamente del saber de los siglos anteriores. Ese mismo saber da
cuenta de una relación diferente con la Grecia antigua y con la Antigüedad griega y
romana en general. No se puede dejar de señalar que esta retraducción tiene lugar
en un momento en que, en Francia, además de multiplicarse los trabajos de los
historiadores acerca de los poetas griegos y romanos, se multiplican también las
traducciones y retraducciones de la obra de dichos poetas, y en que los textos de
los grandes “clásicos” de la Antigüedad (Séneca, Cicerón, Plinio, Ovidio, Plutarco,
etcétera) se publican en una colección especial.17 Todos esos factores, combinados,

15 George Belmont cuenta la historia de la cocinera saboyana de un amigo en cuya casa,


durante una velada, un poeta irlandés había leído en público su traducción de un poema de
Belmont. La cocinera había escuchado y luego había dicho: “No entiendo, pero debe ser
bello porque sentí un trueno en las entrañas”, en “Poésie/Traduction”, en Encrages, nº 4-5,
1980, p. 183.
16 Especialmente en Pour une herméneutique littéraire, París, Gallimard, col. Bibliothèque

des Idées, 1988. Véanse, en particular, pp. 25-26. Jauss incluso desarrolló la historia del
concepto de horizonte.
17 Cuyos presupuestos y procedimientos son, por cierto, sospechosos.

6
Berman, Antoine, Pour une critique des traductions: John Donne, París, Gallimard, 1995, pp. 73-83.
Selección de fragmentos: Alejandrina Falcón. Traducido del francés por Melina Blostein en el marco
de la Residencia de Traducción del Traductorado en Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2014.

dan cuenta de un movimiento profundo de nuestra cultura hacia la Grecia y la


Roma antiguas –cuyo sentido y alcance todavía desconocemos– y, por ende, para
utilizar la expresión de Jauss, confirman la existencia de determinado “horizonte
de expectativas” de determinado público francés que se interesa/vuelve a
interesarse por la “cosa” griega y romana.18
También dentro del horizonte se encuentra la relación que la lírica francesa
contemporánea (con todas las “matrices” que ofrece al traductor) establece con su
propia tradición (rechazo, alejamiento, integración, continuidad, ruptura, etcétera).
Esa sola relación permite –o no– al traductor recurrir eventualmente a formas de
poesía lírica anteriores para retraducir a Safo.
Luego, se debe considerar la totalidad de las traducciones existentes de Safo
en Francia, desde el siglo XVI. Elija o no leerlas, el traductor pertenece a un linaje
que lo convierte en un retraductor, con todo lo que esa posición implica.
Por último (¿acaso esta lista es exhaustiva?), hay que añadir el estado de las
discusiones contemporáneas, en Francia (e incluso en otros lugares de Occidente),
sobre la traducción de poesía y la traducción en general.
Es sencillo ver que todos estos parámetros conforman el horizonte obligado
del traductor de Safo, y que dicho horizonte es en sí mismo plural.
La noción de horizonte tiene una doble naturaleza. Por un lado, al designar
aquello-a-partir-de-lo-cual el obrar del traductor tiene sentido y puede desplegarse,
señala el espacio abierto de ese obrar. Pero, por otro lado, designa lo que recluye, lo
que encierra al traductor en un círculo de posibilidades limitadas.19 El uso de la
lengua lo confirma, pues habla, en el primer sentido, de una “vida sin horizontes”
(sin apertura, sin perspectivas) y, en el segundo, de alguien que tiene un “horizonte
limitado”.
Con el concepto de horizonte, quiero evitar el funcionalismo o el
“estructuralismo”, que reducen al traductor al papel de un “relevo” enteramente
determinado por factores socioideológicos y que, además, reducen lo real a
encadenamientos de leyes y sistemas.20 En este caso, como dicen Ricœur y Jauss, se
trata de horizonte, de experiencia, de mundo, de acción, de des- y
recontextualización, todos ellos conceptos fundamentales de la hermenéutica
moderna estrechamente correlacionados y que tienen, además, al menos en el caso
de los primeros cuatro, la misma dualidad: son conceptos a la vez “objetivos” y

18 Jauss, Hans Robert, Pour une herméneutique littéraire, op. cit., p. 366.
19 El teatro cumple un papel aquí y fomenta notables retraducciones: pensemos en Bruno
Bayen, director, escritor y traductor, que tradujo y montó Œdipe à Colone (París, Bourgois,
col. Détroits, 1987); en el Théâtre du Soleil, montó Eurípides en una retraducción muy
meditada de Mayotte y Jean Bollack.
En ese sentido, J.-C. Bailly tiene razón al decir: “[…] el horizonte es la clausura” (en Le
paradis du sens, París, Bourgois, 1988, p. 79).
20 Sin embargo, no niego la existencia de tales determinaciones ni el valor de los análisis

que las exploran ni, de modo más general, tampoco discuto lo que dijera Foucault: “Todo
puede ser pensado dentro del orden del sistema, de la regla y de la norma” (Foucault,
Michel, Les mots et les choses, París, Gallimard, col. Bibliothèque des sciences humaines,
1966, p. 372 [Trad. esp.: Las palabras y las cosas, trad. de Elsa Cecilia Frost, Buenos Aires,
Siglo Veintiuno Argentina, 1968]).

7
Berman, Antoine, Pour une critique des traductions: John Donne, París, Gallimard, 1995, pp. 73-83.
Selección de fragmentos: Alejandrina Falcón. Traducido del francés por Melina Blostein en el marco
de la Residencia de Traducción del Traductorado en Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2014.

“subjetivos”, “positivos” y “negativos”, y todos ellos señalan una finitud y una in-
finitud. Ciertamente, no son conceptos “funcionales”, en el sentido de que no se
prestan tanto a la construcción de modelos o de análisis formales, pero permiten,
en mi opinión, comprender mejor la dimensión traductiva en su vida inmanente y
sus diversas dialécticas.
Nos parece válido recurrir explícitamente a la hermenéutica moderna, que
es simultáneamente una reflexión sobre lo Poético, lo Ético, lo Histórico y lo
Político,21 por cuanto los ejes fundamentales de nuestra traductología son la
poética, la ética y la historia, es decir, el desarrollo autónomo de nuestras
investigaciones traductológicas se encuentra, en determinado punto de su
trayectoria, con la hermenéutica que, por cierto (salvo en forma bastante vaga en
la obra de Gadamer), no ha tocado cuestiones específicas de traducción.22
Al apoyarnos en este pensamiento, ciertamente debemos evitar hacer
“filosofía de la traducción” y encerrarnos por completo en su problemática. La
hermenéutica traductiva –al igual que la hermenéutica literaria– es una subparte
de la hermenéutica filosófica y esta última no es sino una “corriente de
pensamiento” en la Babel filosófica moderna. Existen otras corrientes filosóficas
que se interesan por el traducir: ya hemos citado, entre otros, a Benjamin,
Heidegger, Derrida, Serres, Quine, Wittgenstein (de hecho, ninguna filosofía
moderna está verdaderamente exenta de encontrarse con la dimensión
traductiva). Además, podemos mencionar las reflexiones del psicoanálisis sobre la
traducción y el ser-en-lenguas, constantes desde el propio Freud.23 Finalmente,
podemos considerar todo el trabajo de la lingüística sobre la traducción;24 e

21 No corresponde aquí desarrollar el vínculo (en sí mismo histórico) del traducir y lo


político en sentido amplio: en la Edad Media árabe y cristiana y en el Renacimiento, la
constitución de los Estados nación se apoyó en verdaderas “políticas de traducción”. Lo
mismo ocurre en la actualidad, pero de forma diferente. Acerca de esas políticas en Europa
y su posible desarrollo, véase mi artículo “Les systèmes d’aide publique à la traduction en
Europe”, en “Journées européennes de la traduction professionnelle”, en Encrages, nº 17,
1987, pp. 12-22.
22 Berman, Antoine, “La traduction et ses discours”, en Confrontation, nº 16, 1986, p. 87.
23 Citamos aquí, entre otros, los estudios o indicaciones de Lacan, Laplanche, Bettelheim,

Granoff, Allouch y la revista Littoral, Bernard Thys, Germán García, etcétera. Los escritos
analíticos acerca de la traducción van desde reflexiones sobre los “problemas” de la
traducción de Freud (y, más recientemente, de Lacan) hasta interrogaciones más radicales
sobre el traducir en sí mismo y el ser-en-lenguas humano. Este pensamiento psicoanalítico
de la traducción no es transferible, en el sentido de que sólo puede ser obra de los propios
psicoanalistas. Señalo al pasar que L’épreuve de l’étranger encontró lectores atentos entre
los psicoanalistas.
24 En mi artículo “La traduction et ses discours” (op. cit., pp. 83-95), el aporte de la

lingüística a la reflexión traductológica es indebidamente subestimado. En él se manifiesta


cierto prejuicio “antilingüístico”, debido quizás al renombre, en mi opinión excesivo, de la
obra de Georges Mounin, Los problemas teóricos de la traducción, obra absolutamente
digna de interés, pero definitivamente no central (ni siquiera en la obra de Mounin).
Actualmente, pienso que, si la interrogamos correctamente, la lingüística nos provee de
preciados e indispensables elementos para una reflexión rigurosa sobre el traducir:
pensemos en la obra de Benveniste, por ejemplo. De modo más general, considero que la

8
Berman, Antoine, Pour une critique des traductions: John Donne, París, Gallimard, 1995, pp. 73-83.
Selección de fragmentos: Alejandrina Falcón. Traducido del francés por Melina Blostein en el marco
de la Residencia de Traducción del Traductorado en Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2014.

incluso –menos desarrollado– el de la etnología (Malinowski, Clastres y muchos


otros).
Queda entonces definida la tercera etapa de nuestro recorrido, que se
articula a su vez en tres momentos:

-estudio de la posición traductiva;


-estudio del proyecto de traducción;
-estudio del horizonte traductivo.

Esos tres momentos no se suceden linealmente. Si bien el análisis del


horizonte es –en principio– preliminar, el de la posición traductiva y el del
proyecto difícilmente puedan separarse. El análisis del proyecto, en virtud del
círculo anteriormente mencionado, presenta a su vez dos fases:
-un primer análisis se funda al mismo tiempo en la lectura de la traducción
o de las traducciones, que hace aparecer radiográficamente el proyecto, y en todo
lo que el traductor pudo haber dicho en otros textos (prefacios, posfacios,
artículos, entrevistas, traten o no sobre la traducción: todo aquí nos sirve de
indicio), si los hay. De hecho, si se busca bien, siempre se encuentran menciones
del traductor acerca de la traducción, aunque a veces sea necesario interpretarlas.
El silencio total es muy poco frecuente;
-el trabajo comparativo en sí mismo, que es, por definición, un análisis de la
traducción, del original y de los modos de realización del proyecto. La verdad (y la
validez) del proyecto se mide entonces a la vez en sí misma y en su producto.

hermenéutica traductiva no es el único “discurso” sobre la traducción que podría detentar


la verdad acerca de ella, sino que la dimensión traductiva atañe a todos los saberes y
disciplinas, y que todos tienen “derecho” a abordarla. Entonces, resulta de interés estudiar,
escuchar, asumir lo que esos saberes y disciplinas nos dicen acerca de la traducción. Es
incluso indispensable. Además, la traductología –ya sea hermenéutica, funcionalista,
etcétera– es el único discurso que trata sólo de la dimensión traductiva. Tenemos
entonces, por un lado, diversos discursos no traductológicos que tratan sobre la
traducción desde sus puntos de vista y, por el otro, un conjunto de discursos –llamados
traductología, translatología, science of translation, Übersetzungswissenschaft– con
frecuencia heterogéneos, pero que tratan sólo del traducir.

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