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1) Constituir la unión nacional. Hasta 1853, la unidad nacional sólo existía como
sentimiento; no se había constituido la República en Estado. La Constitución forma la
unidad federativa con las provincias históricamente preexistentes. Esta cláusula tiene
permanente vigencia en nuestro país, cuya sociedad precisa reconciliarse, después de
profundas divisiones y escisiones, derivadas de hondos enfrentamientos, disturbios,
desasosiegos, desajustes y pujas.
2) Afianzar la justicia. Significa asegurar la justicia como valor supremo del mundo
jurídico-político y consolidar su administración como función del poder, a cargo de un
órgano especial (el Poder Judicial).
La finalidad de alcanzar la justicia integra la ideología política de nuestra Constitución.
Por eso, la realización de ella en el campo de la realidad se convierte en obligación
insoslayable de todo gobernante.
En cuanto a la justicia como función del poder, está a cargo de un órgano especial (el
Poder Judicial). Por ello, la Constitución no sólo crea el Poder Judicial federal, sino que
también exige a las provincias que aseguren la administración de justicia, prohíbe al
presidente de la República el ejercicio de funciones judiciales y proscribe las facultades
extraordinarias (arts. 5, 29 y 109).
6) Asegurar los beneficios de la libertad. Esta libertad, no sólo para nosotros sino
también para todos los hombres del mundo que habiten nuestro suelo, necesita de la
concurrencia simultánea de otros valores como orden, seguridad, igualdad, justicia y
bienestar general.
Es la libertad que encierra el concepto de la dignidad de la persona humana, y que
obliga a la sociedad y al Estado a crear la posibilidad cierta y real para que el individuo
desarrolle en plenitud su personalidad y sus derechos.
Pero no es la libertad anárquica, sin obligaciones, abusiva de los derechos de los
demás, contraria a la justicia y a la paz social e impeditiva del bienestar general.
F) Para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del
mundo que quieran habitar en el suelo argentino. Asegura los propósitos y
objetivos del Preámbulo para todos los individuos que deseen integrar la población de
nuestro Estado, en un principio humanitario de apertura. Trata, además, de estimular
la inmigración bajo el signo alberdiano de que “gobernar es poblar”, en rasgo de
generosidad que el extranjero debe corresponder con el respeto a nuestras
instituciones y el trabajo fecundo (arts. 20, 21 y 25).
7- para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran
habitar en el suelo argentino: la const. y sus objetivos van a ser aplicados no
solo para los argentinos sino para todo aquel q sin serlo, kiera vivir en nuestro
suelo como tal, estimulando de esta forma a la inmigracion. el extranjero debe
respetar nuestras instituciones y normas.