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Mientras tenga la oportunidad, insista una y otra vez para que sus familiares y amigos para que
puedan aceptar y conocer al Salvador de sus almas. No dejemos que otros se pierdan. No puedo
estar feliz por el perdón de mis pecados, cuando veo que mis amigos y familiares se hunden en el
fango del pecado, del fracaso, de la desdicha y de la muerte eterna. Solo disfrutaré de mi comunión
con el Altísimo Dios cuando pueda colaborar con mis amigos y familiares para que se acerquen a la
fuente del perdón y de la salvación.
¿Cómo puedo estar feliz, cuando mis familiares están en el camino de la confusión? Mis amigos y
familiares merecen la salvación, pero en gran medida dependerá en cierta medida de mi esfuerzo a
empeñar en la predicación del evangelio del Reino de Dios a ellos. Después de predicarles, si aún así
no creen y aceptan al Señor no tendré culpabilidad de su perdición. Manos a la obra, a predicar a
nuestros familiares. El ejemplo más alto es lo que el Apóstol Pablo hizo y sintió por su pueblo, su
nación, EL PUEBLO DE ISRAEL. ¡TODOS MERECEN PARTICIPAR DE LA HERENCIA ENTRE LOS
SANTIFICADOS.
Paz al pueblo de Dios en cualquier parte de donde nos siguen. Un abrazo en el Señor.