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PLEITOS EN LA IGLESIA

(Testimonios para la Iglesia, Tomo 1)

La descripción que sigue acerca de la condición de los miembros de la iglesia me fue dada
mientras me encontraba en Ulysses, Pensilvania, el 6 de julio de 1857. Se re ere a la situación
que ha existido en _____ y también en otros lugares de Nueva York.

Ha habido tantos pleitos entre los miembros en el Estado de Nueva York, con los que Dios no ha
tenido nada que ver, que la iglesia ha llegado a perder su fuerza, y sus dirigentes no saben cómo
recuperarla. Ha desaparecido el amor mutuo, y en cambio ha prevalecido un espíritu de crítica y
acusación. Se ha considerado una virtud buscar en la vida de los demás todo lo que parezca ser
malo a n de divulgarlo haciéndolo aparecer realmente tan malo como era. No ha existido la
actitud de compasión que mueve a sentir amor y piedad por los hermanos. La religión de algunos
ha consistido en una actitud de crítica y en investigar todo lo que tenga la apariencia de mal,
hasta que se han marchitado los nobles sentimientos del alma. Es necesario elevar la mente para
que se espacie en las escenas eternas, en el cielo, en sus tesoros, en sus glorias, y que reciba
una dulce y santa satisfacción en las verdades de la Biblia. Debiera sentir satisfacción de
alimentarse con las preciosas promesas que ofrece la Palabra de Dios, debiera encontrar solaz en
ella y sentirse elevada por encima de las cosas comunes hasta llegar a las importantes cosas
eternas.

¡Pero la mente ha sido empleada en una forma muy distinta! ¡Se ha ocupado en recoger la paja!
Las reuniones de la iglesia, en la forma como se han llevado a cabo, han sido una verdadera
maldición para muchos en Nueva York. Estos pleitos fabricados han dado rienda suelta a
conjeturas y suposiciones malignas. Los celos han sido alimentados. Ha existido odio, pero no lo
han reconocido. Las mentes de algunos han abrigado ideas erróneas, y se han visto inclinados a
reprochar sin amor, han medido a otros con la idea que ellos tienen de lo que es correcto, y no
han tenido misericordia sino que han abrumado a la persona caída con un peso destructor.

Vi que muchos en Nueva York se han preocupado tanto de sus hermanos, por mantenerlos en el
camino derecho, que han descuidado sus propios corazones. Sienten tanto temor de que sus
hermanos no sean celosos ni se arrepientan, que se olvidan de que ellos mismos padecen de
males que deben corregirse. Tratan de enderezar a sus hermanos teniendo ellos mismos sus
propios corazones no santi cados. La única forma como los hermanos y las hermanas de Nueva
York pueden levantarse es que cada uno atienda su propio caso individual, y ponga en orden su
propio corazón. Si resulta claro que un hermano ha cometido un pecado, no hay que contarlo a
los demás, sino que con amor por el alma de ese hermano, con el corazón lleno de compasión y
con misericordia, hay que hacerle ver a él mismo el mal que ha cometido, y luego hay que dejar
ese asunto con él y el Señor. Así habrá cumplido con su deber de miembro que tuvo
conocimiento del mal cometido. Pero nadie debe dictar sentencia.

Se ha convertido en un asunto muy liviano la tarea de controlar la vida de un hermano, de


condenarlo y de mantenerlo bajo condenación. Se ha manifestado celo por Dios, pero sin
conocimiento. Si cada uno pusiera orden en su propio corazón, cuando los hermanos se reúnen
su testimonio sería espontáneo y procedería de un alma llena, lo cual conmovería a las personas
que no creen en la verdad. La manifestación del Espíritu de Dios diría a sus corazones que
vosotros sois hijos de Dios. Nuestro amor mutuo debiera ser evidente para todos. Entonces
hablaría y tendría in uencia.

Vi que la iglesia de Nueva York podría levantarse. Ocupaos de la obra individualmente,


manifestad celo por la causa y arrepentíos; y después de haber corregido todos los males, creed
que Dios os acepta. No murmuréis sino que aceptad la Palabra de Dios. Vedlo con diligencia y
creed que él os recibe. Una parte de la obra consiste en creer. El que ha prometido es el.
Avanzad por fe.

Los hermanos pueden levantarse en Nueva York como también en otros lugares, y pueden beber
la salvación de Dios. Pueden avanzar con entendimiento, y cada uno puede tener una experiencia
personal en este mensaje del Testigo Fiel a los laodicenses. La iglesia siente que se encuentra
caída, pero no sabe cómo levantarse. Las intenciones de algunos pueden ser muy buenas;
pueden hacer confesiones; sin embargo vi que son observados con sospecha y se los considera
ofensores por una palabra pronunciada, hasta que no tienen libertad ni salvación. No se atreven a
manifestar los sencillos sentimientos del corazón, porque saben que se los observa. Dios desea
que su pueblo le tema a él y tengan con anza unos con otros.

Vi que muchos se han aprovechado de lo que Dios ha mostrado con respecto a los pecados y
males de otros. Han tomado el signi cado extremo de lo que se ha mostrado en visión, y luego
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han insistido en ello hasta que se ha producido la tendencia a debilitar la fe de muchos en lo que
Dios ha mostrado, y se ha desanimado y desalentado a la iglesia. Los hermanos debieran
manifestar tierna compasión en su trato mutuo. Debieran tratar con mucha delicadeza los
sentimientos de los demás. Ocuparse de los males de los demás debiera ser la obra más
delicada e importante de todas. Un hermano debiera ocuparse de ello con la mayor humildad y
considerando sus propias debilidades, para que él mismo no sea tentado.

He visto el gran sacri cio que Jesús hizo para redimir a los seres humanos. No consideró su vida
demasiado valiosa para sacri carla. Jesús dijo: “Que os améis unos a otros, como yo os he
amado”. Juan 15:12. Cuando un hermano peca, ¿siente usted que podría dar su vida para
salvarlo? Si siente en esa forma, puede aproximarse a él y ejercer in uencia en su corazón;
usted es justamente la persona que puede hablar con ese hermano. Pero resulta
lamentable que muchos que profesan ser hermanos, no están dispuestos a sacri car
ninguna de sus opiniones, ni su juicio, para salvar al hermano. Hay muy poco amor mutuo.
Se mani esta un espíritu de egoísmo.
El desánimo ha invadido la iglesia. Los miembros han estado amando el mundo, amando sus
granjas, su ganado, etc. Ahora Jesús los llama a apartarse, a hacerse tesoros en el cielo, a
comprar oro, vestidos blancos y colirio. Estos son tesoros preciosos. Obtendrán la entrada al
reino de Dios para el que los posea.

El pueblo de Dios debe avanzar con entendimiento. No debiera estar satisfecho hasta haber
confesado todo pecado conocido; después de eso tienen el privilegio y el deber de creer que
Jesús los acepta. No deben esperar que otros se abran paso a través de las tinieblas y obtengan
la victoria para que ellos la disfruten. Ese gozo durará únicamente hasta que termine la reunión. A
Dios hay que servirle por principio y no por sentimiento. Ganad la victoria para vosotros mismos
en la mañana y en la noche en vuestra propia familia. No permitáis que vuestros afanes diarios os
impidan hacerlo. Tomad tiempo para orar, y al hacerlo, creed que Dios os oye. Mezclad fe con
vuestras oraciones. Puede ser que no todas las veces recibáis una respuesta inmediata, pero
entonces es cuando la fe se pone a prueba. Sois probados para ver si con aréis en Dios, si tenéis
una fe viviente y estable. “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. 1 Tesalonicenses 5:24.
Recorred el paso angosto de la fe. Con ad en las promesas del Señor. Con ad en Dios en medio
de las tinieblas. Ese es el tiempo cuando se debe manifestar fe. Pero a menudo dejáis que los
sentimientos os dirijan. Buscáis en vosotros algo de valor cuando no os sentís reconfortados por
el Espíritu de Dios, y desesperáis porque no podéis encontrarlo. No con áis su cientemente en
Jesús, en el amante Jesús. No dejáis que sus méritos sean todo. Lo mejor que vosotros podáis
hacer no merecerá el favor de Dios. Son los méritos de Jesús los que os salvarán, es su sangre la
que os limpiará. Pero vosotros debéis realizar esfuerzos. Debéis hacer lo que podáis de vuestra
parte. Sed celosos y arrepentíos, y luego creed.

No confundáis la fe y los sentimientos, porque son cosas diferentes. Nosotros podemos ejercer la
fe. Esta fe debemos mantenerla en actividad. Creed, creed, dejad que vuestra fe se apodere de la
bendición, y ésta será vuestra. Vuestros sentimientos no tienen nada que hacer con esta fe.
Cuando la fe traiga la bendición a vuestro corazón, y vosotros sintáis regocijo en la bendición,
eso ya no es fe, sino sentimiento.

El pueblo de Dios debe levantarse rmemente en Nueva York, salir de las tinieblas y hacer brillar
su luz. Están en el camino de la obra de Dios. Deben dejar que el mensaje del tercer ángel
haga su obra en sus corazones. Hermanos, Dios es deshonrado por vuestras largas oraciones
sin fe. Apartaos de la falta de méritos del yo, y en cambio exaltad a Jesús. Hablad de la fe, de la
luz y del cielo, y tendréis fe, luz, amor, paz y gozo en el Espíritu Santo.

*****. 1TPI 153.2-1TPI 157


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