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PRACTICA No 5 de ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

“PRESUNTAS ÉTICAS: FORMALES Y MATERIALES”

(Edwin de J. Horta Vásquez y Víctor Rodríguez Gallón)

En un estudio tradicional de la ética a través de la historia los autores han clasificado las distintas formas
o actitudes morales en éticas formales y en éticas materiales. Las formales se caracterizan por hacer
énfasis en el fin que se propone la persona, se caracterizan porque tienen en primerísimo lugar la
intención que tienen que tener el sujeto para alcanzar el fin. Los materiales por el contrario se
caracterizan por estudiar lo que es realmente bueno o malo según las exigencias del ser o de la realidad,
con independencia de la intención de la persona que obra.

A continuación vamos a relacionar algunas de las éticas formales y materiales más sobresalientes, y
ofrecemos un breve comentario de cada una de ellas. Todo con el propósito de ilustrar al lector en estos
aspectos.

ÉTICAS FORMALES

A. El Estoicismo

Esta escuela filosófica que surgió hacia el siglo segundo antes de nuestra era, en su aspecto ético
preconizó que el cumplimiento de la ley que le dicta la razón al hombre, y la aceptación total de la
propia vida, con todas sus circunstancias, es lo que hace posible la rectitud del hombre y por lo tanto la
consecución de su fin; el ideal es la impasibilidad o sea permanecer imperturbable ante dolores,
placeres, pasiones, sorpresas, reveses, etc.; no hay que esperar recompensa alguna por ningún motivo.

Representan este sistema moral, entre otros, Séneca y Marco Aurelio.

Es el sistema de la resignación, ya que se trata de limitar la existencia personal sólo a lo que impone la
fuerza del destino.

Como se ve, no podríamos hablar de mérito o de demérito, de lucha del hombre por su propia
perfección; reduce la persona humana a un ser meramente pasivo, pura resistencia.

B. El sistema ético de Kant

Kant es el culto de la ley, la rectitud se reduce a observarla a la manera del antiguo pueblo romano:
“dura es la ley, pero es la ley”; hay que renunciar al propio interés y actuar según las exigencias del
deber, que es lo que está mandado. Sin embargo, se cuida de advertir que cumplir el deber por el hecho
de que es obligatorio cumplirlo no constituye una conducta éticamente buena, sino que lo moralmente
bueno es cumplirlo pero por una actitud interna de amor a lo mandado.

Nótese cómo Kant supervaloraba la intención del sujeto, tratando de hacer de ella una ley universal de
liberta, pues sólo así el hombre, entiende Kant, puede ser feliz, lo que implica que es la conciencia de la
propia buena intención lo que en definitiva hace justo al hombre, inclusive en el campo de la
inmortalidad, obligando casi a la justicia divina, que él reconocía, a ajustarse a esa ley universal
construida por la intención de la persona.

En una ética que se funda en la exaltación del hombre mismo hasta tal punto de llevada al extremo de
medir a Dios por el hombre mismo, cabe cualquier posición; es una ética tan amplia, tanto, que cada
persona podría inventarse la suya propia: bastaría que se diese la coherencia interna de su propio
pensamiento. Y eso no puede ser la Ética.
C. El existencialismo

Su principal expositor fue Jean Paul Sartre, quien sostiene que hay una existencia eterna y material que
se diferencia de otra existencia que es la conciencia humana. En la conciencia humana, dice Sastre, se
refleja la realidad material, el mundo externo. Lo que el hombre debe hacer es por lo tanto recibir
absolutamente todo de ese mundo externo a él y recibirlo de una manera tan radical que haya suya esa
existencia puramente externa. Esa es la decisión fundamental que debe tomar el hombre, dice el
existencialismo; una decisión mía, sin condiciones, casi como de despojarme de mí para darle entrada al
mundo que está fuera de mí. Sin embargo Sartre mismo advierte que sea libertad que el hombre tienen
para ello es una libertad, un poder de decisión que produce náuseas, porque en definitiva la existencia
humana queda reducida a un “tener que aceptar” la existencia del mundo exterior, los
condicionamientos materiales y físicos, sin que le hombre pueda tener la opción de cambiar esa
existencia, de transformarla, de convertirla en algo que le sirva a sí mismo sino que el hombre es en
definitiva como un preso en la cárcel de la existencia material.

Se presenta una contradicción entonces para Sartre entre la libertad incondicionada, absoluta y
originaria de tener que optar por la existencia material y las posibilidades de ser que advierte su
conciencia, es decir, una contradicción entre lo que se quiere y las posibilidades reales de poder hacer lo
que se quiere. Así las cosas, Sartre coloca al hombre en una primera situación de angustia, monstruosa,
nauseabunda, porque la libertad no le sirve para poder ser y hacer lo que quiere, y las posibilidades que
le ofrece la existencia chocan contra esa libertad.

Pero Sartre no se detiene ahí, pues ya en el campo de la Ética lo bueno es todo aquello que desarrolla
ese proyecto vital humano que cada hombre se propone libremente; sin embargo, hemos de
preguntarnos, ¿cuál será para Sartre realmente el fundamento de lo bueno si subsiste esta contradicción
primera entre lo querido y la posibilidad?; es un proyecto que siempre acaba en fracaso y el hombre se
convierte exactamente en lo que Sartre dice: “el hombre es una pasión inútil”; en consecuencia, desde
esa concepción del hombre no valdría la pena plantearnos siquiera la cuestión de la Ética.

D. La Ética Analítica

Esta concepción de la Ética es una sobrevaloración científica de los fenómenos fundamentalmente


interiores tales como los sentimientos, las emociones, las pasiones, la sensibilidad, las intuiciones, etc.,
clasificándolos, determinándolos y estructurándolos de tal manera que se convierten en principios para
la conducta ajena; un ejemplo podría ilustrar mejor lo anterior; demos por caso que Juan experimenta
cierta alegría cuando recibe un regalo el día de su cumpleaños; Juan dice que recibir regalos es bueno y
transmite se convierten como en ordenadores de la conducta de los demás.

Lo anterior quiere decir que las experiencias acerca de los valores y los juicios que siguen a toda
experiencia son de carácter COMUNICATIVO, sean buenos o malos; son también de carácter emotivo y
se convierten en fórmulas o recetas que tratan de modificar las actitudes colectivas.

El lector ya se habrá dado cuenta de que aquí la Ética depende de corazonadas, emociones, etc., es una
Ética circunstancial y muy subjetiva; si esto es la Ética, vano sería el estudio de ella, ya que ella se puede
hacer a cada paso, al golpe de nuestros gustos y emociones.

ÉTICAS MATERIALES

Si lo anterior ha sido leído con detenimiento, nos habremos dado cuenta de que las éticas formales
bueno o malo a lo que en definitiva dicta la buena intención, la circunstancia, el capricho y hasta la
razón; la moral y la conducta ética cambia en cada sujeto, el valor de su estudio se reduciría a conocer el
modo de pensar de la gente, actividad que no es en sí misma una ciencia; pero a pesar de todas estas
tendencias, la Ética sigue siendo ciencia.
Por el contrario, en las éticas materiales la intencionalidad o el aspecto subjetivo son reemplazados por
un fundamento real que es en el que se apoya quien realiza la acción, y es según ese fundamento que la
acción es buena o mala. Aquí por lo menos se ofrece un principio de mayor estabilidad, pero también
hay errores, pues el hombre puede darle condición de realmente valido a algo que siendo valioso
efectivamente no puede ser el verdadero fundamento de la ética, pues es necesario advertir que de
hecho se dan realidades unas más próximas a la persona humana que otras, por ejemplo, la sensibilidad
es una realidad común a los hombres y a los animales, en cambio la virtud de la justicia es una realidad
que no se predica de los animales y en cambio sí de las personas.

A continuación haremos una sucinta exposición de algunas de las éticas materiales.

A. El Hedonismo

Esta concepción de la Ética pone el placer sensible como supremo bien, de tal manera que la conducta
humana debe siempre orientarse hacia la búsqueda del placer.

Los antiguos griegos llegaron a tal punto en esta línea de moral que inclusive recomendaban el suicidio
cuando se era incapaz de sentir el placer.

Dentro de este pensamiento hedonista se formaron dos escuelas, una fundada por Aristito de Cirene
(siglo IV antes de Cristo) para la cual sólo el placer sensual es el único goce; sin embargo se cuida de
advertir que la razón humana debe controlar la cantidad de placer a fin de que éste no obstaculice la
felicidad.

La otra escuela fundada por Epicuro, entre otros siglos III y IV antes de Cristo, es más amplia en cuanto al
placer se refiere y también en cuanto al dolor, pero la inteligencia se encarga de ordenar los placeres,
colocando unos más altos que otros; así, los placeres que no exigen esfuerzo para alcanzarlos son
superiores a los que lo exigen. Dentro de toda esta gama de placeres existía también el placer intelectual
e inclusive los placeres espirituales, los que recomendaban por ser más durables.

B. El Utilitarismo

Es una doctrina que se inicia hacia el siglo XVIII de nuestra era, la cual funda el bien y la felicidad en lo
útil, bien sea individual o socialmente considerado; de ahí que haya como tres clases de utilitarismo, a
saber: el individualista, el social y el pragmático.

El Utilitarismo Individualista, iniciado con Jeremías Bentham aproximadamente en el siglo XVIII, partió
de la Ética Hedonista formulada sistemáticamente con base en leyes; dos son las principales leyes de esa
Ética, la ley del placer y la ley del dolor; ambas leyes regulan la naturaleza toda; así, para conseguir el
placer hay que poner medios, hacer cosas; esos medios que se ponen, esas cosas que se hacen son lo
útil, y para saber si una cosa es útil basta con que pueda producir placeres; en eso consiste el bien; el
bien será mayor cuanto mayor sea el número de personas que se identifiquen con él.

El Utilitarismo Social de Stuar Mill propone una ética que mira a la colectividad, es una ética de la
compensación, es decir, cuando se ha ayudado a los demás sobreviene una satisfacción moral; el bien es
esa satisfacción moral así solo se haya ayudado a una sola persona y no a un gran numero como decían
Bentham.

El Utilitarismo Pragmático de William James y J. Huxley introduce un elemento más al concepto de bien,
pues éste ya no es sólo lo que produce placer y es útil a la vez, sino que además es práctico, es decir, es
lo que contiene un elemento para la acción inmediata. Aquí se admite todo, desde la religión y Dios,
pasando por la libertad, pero siempre y cuando sirvan al progreso del hombre.
Estos Utilitarismos han conducido a hacer completamente relativo el concepto de bien; es tan amplio y
depende tanto de las circunstancias y efectos, que acaba por justificar conductas aberrantes y
deshumanizadoras.

C. El Sociologismo

Los principales representantes de esta tendencia son Augusto Comte y E. Durkheim. Comienza en el
siglo XIX y se ha prolongado hasta la segunda mitad del siglo XX. Su característica principal, más que la
de negar la existencia de los valores, es la de afirmar que los valores son individuales y subjetivos, que se
forman a través de una conciencia social, y que a su vez la sociedad los impone; como consecuencia, no
existe un solo valor universal, ni valores con validez para todos los hombres.

Como se ve en esta concepción, lo que determina el modo de ser individual en la sociedad y cuando
cambie la sociedad también cambiará el modo de ser y de pensar de los individuos.

Como consecuencia de todo esto resulta que lo bueno y lo malo lo establece el organismo social,
imponiéndolo a través de un aparato de fuerza que es más fuerte y severo cuando más fuerte y severa
sea la convención humana. El hombre solo se obliga para con la sociedad, y su bondad está determinada
por el mayor o menor grado de solidaridad con la sociedad.

No se piense que el sociologismo actual de Durkheim establece una dependencia automática entre el
individuo y la sociedad, es decir, no es que el hombre sea un instrumento sin iniciativa, sino que debe
socializarse con la colectividad a través del trabajo u oficio que desempeña en ella.

Esta negación rotunda de bienes homogéneos y válidos para toda persona humana conduce a relativizar
el bien del hombre y a someterlo a los movimientos sociales, políticos, económicos, etc. Descansando en
la solidaridad, hacen de ésta el único valor posible.

D. El Marxismo

Esta doctrina propugna una ética basada en la tendencia sociologista, pero además incluye un
tratamiento muy especial a elemento de evolución o cambio, es decir, la manera como se da ese cambio
o evolución histórica es interpretada desde un ángulo puramente material, reconociendo sólo leyes
económicas y pugnas entre clases sociales.

Podríamos decir que para el marxismo, la única fuente de la pérdida de la dignidad humana es la
carencia de bienes económicos. Esta carencia se produce porque el que posee mayor cantidad de bienes
de capital da una compensación desproporcionada al trabajo del que no los tiene, y se origina una
ruptura interna del hombre al verse víctima de un abuso que no puede él solo remediar. Como ha sido
víctima y está herido además, entonces toma conciencia de la necesidad del cambio. El único deber
ético es por lo tanto fomentar esa conciencia.

La ética marxista no tienen en cuenta ni la libertad ni la intencionalidad ni otro conocimiento que no sea
el de la conciencia revolucionara del hombre; todo valor lo será en tanto que sea avaluable
económicamente; por tanto, el fin de la vida humana y de la historia consiste en resolver los problemas
económicos. Se trata en definitiva de una ética que no es para el hombre sino en tanto que éste hace
parte de las circunstancias económicas.

E. Ética de Valores
Pertenecen a esta tendencia Max Scheler y Nicolai Hartmann. Es también una ética material y pretende
defender la grandeza y el valor del hombre, no sometiendo los valores a ninguna experiencia personal ni
mucho menos al grupo social. Así, Scheler habla de unos valores inferiores, como por ejemplo los de la
sensibilidad o el placer, incluso los económicos, de unos valores medios o reflejos que solo se limitan a
una parte del hombre, como por ejemplo los que hacen que un hombre sea buen médico, lo que hacen
que un hombre sea ordenado, etc.; estos valores, aunque hacen parte del hombre no lo hacen
totalmente bueno; por último, los valores espirituales, que sí perfeccionan todo el hombre; dentro de
esos valores está la ética.

Estos valores espirituales, para la ética de los valores, son elaborados por el hombre mismo en su afán
de dignificarse; por lo tanto son subjetivos, construcciones de la propia conciencia personal.

Los sistemas de ética material que hemos visto persiguen dar respuesta a lo que es bueno, y esas
respuestas son muy distintas según cada sistema, como lo hemos podido apreciar.

Actividades de control

1. Enumere tres éticas formales y tres éticas materiales y, de cada una de ellas, diga el nombre de
alguno de sus principales exponentes.
2. Identifique a qué sistema ético pertenecen las siguientes ideas; (coloque al frente de la
proposición el sistema):
a. “Es un sistema de la resignación porque limita la existencia humana a soportar la
fuerza de un destino”.
b. “Es una supervaloración de la intención del sujeto para hacer de ella una ley universal
de libertad”.
c. “La ética y por lo tanto ‘lo bueno’ es todo aquello que desarrolla un proyecto vital que
el hombre se hace libremente.
d. “El supremo bien consiste siempre en el placer sensible”.
e. “La inteligencia se encarga de ordenar los placeres colocando unos más altos que
otros”.
3. Diga dos principales diferencias entre los distintos tipos de utilitarismo.
4. Exprese su propio criterio en cuanto a la llamada ética de valores.

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