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Julio | 47

CHICAS MUERTAS,
de Selva Almada

noticia de otra mujer muerta”. Dar con el derrotero de Lebbos, Nora Dalmaso, Ángeles Rawson, por citar
las otras dos chicas, en cambio, será casual o delibera- los más resonantes de los últimos tiempos están allí,
Bs. As., Literatura Random House, 2014. do. A María Luisa, la encontrará recordada en un diario en el recuento de Almada, para dar cuenta de la rea-
chaqueño a 25 años de su asesinato; a Sara Mundín, la lidad de las mujeres en pleno siglo XXI, tres décadas
Laura Vilches buscará como otro botón de muestra de una situación después de los hechos investigados, y a pesar de
Lic. en Letras. generalizada, cuando aún en la Argentina, “desconocía- que el término femicidio tenga plena vigencia.
mos el término femicidio”. El testimonio y la investigación no alcanzan a la autora
La tensión siempre latente entre lo real y lo literario, para “hacer justicia” frente a la impunidad que sobrevi-
característico del género al que diera origen Rodolfo ve a las “chicas muertas”. Sin embargo, se niega a ca-
Walsh, sustenta este trabajo que se perfila como uno llarse frente a la violencia machista y su naturalización.
de los mayores aportes al género de no-ficción en los El bello y terrible fragmento del poema de Susana Thé-
últimos tiempos. De este modo, Almada cuenta la his- non que abre la obra, daría cuenta de esa necesidad:
toria de estas mujeres (que podría ser la historia de to-
das, de muchas de nosotras) intercalada con anécdotas esa mujer ¿por qué grita?
recogidas durante su infancia, juventud e inclusive, en andá a saber
el presente de la escritura, cuando la investigación es- mirá que flores bonitas
taba desarrollándose. Mientras cuenta cómo era la vi- ¿por qué grita?
da de estas jóvenes y cómo fue su muerte, se despliega jacintos margaritas
El título anticipa la dimensión del flagelo que Selva Al- su propia historia. El texto está inundado de relatos, ¿por qué?
mada va a reconstruir en sus tramas íntimas. El gené- recuerdos y anécdotas narrados en primera persona, ¿por qué qué?
rico “chicas muertas” no es solo la denominación en que bien podrían constituir un repertorio de experien- ¿por qué grita esa mujer?
los expedientes consultados por la autora; da cuenta cias “femeninas”: la de jóvenes hijas de trabajadores  
de que, solo en Argentina, el asesinato de mujeres por que van a estudiar a otra ciudad y hacen “dedo” para Pero no es allí donde enmudece Almada. También es-
el simple hecho de serlo, se materializa en cifras esca- viajar barato, quedando expuestas al acoso de los con- boza una crítica a las instituciones sociales cómplices
lofriantes: una muerta cada 30 horas en el último año; ductores; la de mujeres sometidas al maltrato verbal de de sostener tanta violencia e impunidad. Sarita Mundín,
1.236, en los últimos 5. Serena, Nora, María Soledad, sus parejas en la calle y a la vista de todo el mundo; la una adolescente iniciada en la prostitución, será “resca-
Wanda, María de los Ángeles, Paulina, María Luisa, An- de una madre amenazada por el marido con el amague tada” por Olivera, cliente devenido amante y protector,
drea, Sara… o Selva. “Tengo cuarenta años y a dife- de un cachetazo y la respuesta brava de la mujer, cla- principal sospechoso de su desaparición. Así, mientras
rencia de ella y de las miles de mujeres asesinadas en vándole un tenedor en la mano. “Mi padre nunca más narra, dispara: “De yirar en la ruta, pasó a tener una car-
nuestro país desde entonces, sigo viva. Solo una cues- se hizo el guapo”, sentencia Almada, para luego agre- tera de clientes del Comité Radical. Ella y su amiga Mi-
tión de suerte”. gar: “No recuerdo ninguna charla puntual sobre la vio- riam García eran militantes del partido, dos muchachas
Esta obra no ficcional, de la ya consagrada autora lencia de género ni que mi madre me haya advertido jóvenes y lindas que enseguida llamaron la atención de
entrerriana, se basa en el relato de una investigación alguna vez específicamente sobre el tema. Pero el te- los señores mayores, de buena posición social y doble
hecha por ella misma, sobre tres casos de jóvenes ase- ma siempre estaba presente”. Lo estaba en los comen- discurso”. La crítica estará dirigida también, hacia una
sinadas en los años ‘80, aún impunes. Andrea Danne, tarios familiares sobre vecinas que se suicidan porque justicia que actúa con letargo como en el caso de María
“Sarita” Mundín y María Luisa Quevedo son las “chi- el marido le pega; sobre esposas de carniceros violadas Luisa; mientras asoma, en algunas oportunidades, lo
cas muertas” cuya historia presenta Almada. La prime- no por un desconocido, sino por propio marido (ante que pareciera ser una visión de clase: Suárez, el joven
ra, entrerriana como ella, asesinada de una puñalada en una sorprendida Selva de 12 años); o sobre un “Cachi- con quien ven a María Luisa por última vez, y su patrón,
el corazón mientras dormía. Una joven cordobesa y po- to” que “sacudía las siestas con los escándalos que le son sospechados del asesinato a pesar de que los tes-
bre, Sara, atrapada en las mafias de los prostíbulos que hacía a su novia”. Son éstas las escenas que “convivían tigos, curiosamente, cambien sus declaraciones contra
desapareció en 1988. Y la tercera, una chaqueña de 15 con otras más pequeñas: la mamá de mi amiga, que no el influyente patrón de pueblo.
años, violada y estrangulada, a poco de conseguir su se maquillaba porque su papá no la dejaba. La compa- Mención aparte merece el personaje de una tarotista
primer trabajo como empleada doméstica. ñera de trabajo de mi madre, que todos los meses le que guía a Selva Almada en este descenso a los infier-
Al mismo tiempo, la autora va a colocarse, como mu- entregaba su sueldo completo al esposo para que se lo nos, viendo lo que ella no puede ver sobre estas chicas
jer, en el centro de la trama y ocupando un lugar que administrara (…) La que tenía prohibido usar zapatos muertas. En ese trayecto que Almada desanda buscan-
lejos está de pretenderse neutral u objetivo. Así, el rela- de taco porque eso era de puta”. do las pistas sobre las muertes será guiada como Dante
to se configura desde la propia experiencia que –como Se devela entonces, lo que intuimos como tesis por Virgilio, por “la Señora”. Ella será sus ojos y sen-
la frase citada– da cuenta de una marca: ella, una joven central de un trabajo que se solapa con el ensayo: el tirá lo que sintieron esas chicas antes de ser asesina-
de un pueblo del interior, es testigo epocal del asesina- femicidio es el último eslabón de una cadena de vio- das. Es “la Señora” quien nos acerca a los miedos de
to de Andrea Danne y si hoy puede contarlo, es casi por lencia cotidiana, ejercida sobre las mujeres. Ésta se esas niñas, a los miedos de la narradora, a los miedos
simple azar. Este ida y vuelta entre la historia personal asienta sobre los prejuicios que laten en las anécdo- propios. Y son estos miedos, recuerdo permanente de
y la de las muchachas articula el texto, a la par de la tas contadas. Imágenes que se vuelven potentes a un oprobio milenario, los que alimentarán el odio, que
propia historia de esta investigación infructuosa. De allí la hora de plasmar la denuncia sobre una sociedad transformado en fuerza y voluntad de combate, servirá
sabemos que la autora “habla” porque el caso de An- patriarcal que se perpetúa bajo este sistema y has- para que estas historias de “chicas muertas”, no hayan
drea estuvo siempre cerca y “volvía cada tanto con la ta nuestros días. La mención de los casos de Paulina sido contadas en vano.

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