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Este trabajo se hace con el fin de dar nuestro punto de vista sobre un tema tan

delicado como es el suicidio, un tema que en el último siglo se ha vuelto muy común
y ha sido una práctica realizada principalmente por jóvenes como nosotras, para
comenzar vamos a dar una pequeña definición de lo que es la palabra “suicidio”
está definida como:
· “El acto por el que un individuo, deliberadamente, se provoca la muerte”.
· “Acción o conducta que perjudica o puede perjudicar muy gravemente a quien la
realiza.”
· “Es el acto trágico de quitarse la vida uno mismo de forma voluntaria.”

Todos hemos oído hablar de él. En noticias, chismes, televisión, radio, en la calle,
escuela, en el hogar; la gente siempre parece estar sorprendida ante la noticia de
que alguien se ha suicidado. ¿Qué puede estar tan mal en tu vida para suicidarte?

Muchas de las personas ven el suicidio como la manera más corta y rápida de
acabar con el sentimiento de dolor. Porque en realidad, la idea del suicidio no es
querer morir, es querer perder el dolor.

Últimamente podemos ver como las personas cada vez hacen sus deseos de querer
morir cada vez más públicos, como cada vez la gente pierde las ganas de seguir
adelante. ¿Qué está pasando?

La sociedad (la cual todos formamos parte de ella, entonces nos podemos referir
como nosotros mismos), es exigente. Simple como eso. Todo el tiempo nos la
pasamos diciendo frases como “sé tú mismo”, “vive tu propia vida”, “lucha por tus
sueños”, “nunca te rindas”, cuando en realidad, siempre participamos de una doble
moral. “Sé tú mismo…pero tal vez podrías ser más delgada…o tal vez podrías dejar
de comportar de esa forma…deberías de tomar alcohol o consumir drogas, porque
es lo que está de moda y si no lo haces no serás aceptada…debes de darme algo
a cambio para que sea tu amigo…todos te decepcionan…sigue tus sueños, pero no
esto, porque no eres bueno…”.

¿Cómo esperamos salvar a las personas sino cooperamos en motivarlas?

Creo que la razón por la cual los jóvenes piensan tanto en ésta alternativa es porque
están frustrados.

Cuando eres pequeño, tienes una idea del mundo. Al principio, todo parece ser
demasiado lindo, ni si quiera sabes que tus abuelos y padres tendrán que morir,
piensas que serán eternos y que por siempre la vida será igual de tranquila y
armónica hasta como lo ha sido en la infancia. Pero después, llegan todos estos
cambios, en tu cuerpo y en tu mente, y en la forma de ver las cosas.

Te das cuenta de que el mundo no es color de rosa, de que la gente tiene sus lados
malos, de que hay crímenes, responsabilidades mayores, de que a veces hay
personas que te tratan mal simplemente por malicia, de que la gente juzga sin
importarle tus sentimientos, y lo peor, que incluso tú formas parte de eso. Pero es
la realidad.

En otras ocasiones es una combinación de factores, algo externo a nosotros y a


nuestra propia mente. Como el ejemplo de una ruptura amorosa, o la muerte de un
ser querido.

El sentimiento de pérdida, te da un vacío que siempre sentirás que nunca se podrá


ir. Que el dolor será eterno, que no hay rescate. Sin embargo, las palabras “siempre”
y “nunca” son peligrosas.

Incluso alguna enfermedad o discapacidad que se presenta, la cual puede ser


degenerativa o te hace sentir desdichado.

Las personas nos sentimos solas, débiles, locas, incompetentes, poca cosa,
reprimidas, como si todo el mundo estuviera encima de nosotros y en cualquier
momento va a colapsar. Y ese es otro de nuestros grandes problemas: pensar de
más.

Todo inicia con un pensamiento base, un catalizador, como por ejemplo “mis nuevos
compañeros no me hablan.” De ahí se puede derivar otras líneas de pensamientos,
disparadas hacia nuestras inseguridades. Asumimos cosas que no están ni si quiera
mencionadas, como en éste caso “de seguro es porque no soy tan bonita…oh, pero
luego está que no soy capaz de hacer lo que ellos hacen…en realidad, mis papás
siempre me dicen que soy inútil…y eso es porque fallo en todo lo que hago…tengo
tantas cosas malas… ¿para qué vivo? Ni si quiera soy indispensable…ni si quiera
valgo…debería matarme.” ¡Y así fue como la chica se suicidó!

Parece absurdo ¿no? ¡Pues así sucede muchas veces! Y es que pasa que no
somos capaces de comprendernos. No podemos ver cuánto alcance tienen
nuestras acciones y emociones, o nuestro propio cerebro.

El suicidio no solamente está presente en los jóvenes, de hecho, los ancianos


también encuentran razones para suicidarse.

Al verse tan cerca de la muerte, los ancianos prefieren decidir cómo y cuándo morir.
Esto incluso se da a veces por el fallecimiento de su compañero/a de toda la vida.
Cuando la soledad llega a apoderarse de ellos, y se ven tan próximos a dejar todo
atrás.

Además, podemos mezclar esto con la falta de atención por parte de los hijos. Que
al adquirir responsabilidades con sus propias familias, con el trabajo, o simplemente
por falta de interés, pierden la comunicación y el compromiso con sus propios
padres que, sin ellos darse cuenta, necesitan de su amor y cuidado en los últimos
años de su vida.
Las personas de tercera edad, de igual forma sufren de trastornos mentales,
inseguridades, problemas económicos y de relaciones. Pero aseguramos que ellos
al ya pasar la parte que nosotros consideramos “más emocionante”, no tienen
mortificaciones. Ellos se sienten tristes, inútiles, solos, tal vez frustrados por las
metas que no consiguieron, desesperados por atención, y un sinfín de cosas más
que probablemente no sabremos hasta que nosotros las vivamos.

Todo éste análisis, me lleva a la pregunta ¿en quién recae la responsabilidad de


elegir el suicidio?

Hasta ahora he mencionado las causas por las cuáles las personas deciden
suicidarse, provocadas por otros o por circunstancias externas. Pero al final, la
libertad y autonomía, como se interpreta, es la que nos da el poder de la decisión.

Hay ocasiones en las que el dolor no nos deja pensar lo suficiente, en las cosas que
podemos provocar al quitarnos la vida, o si quiera en si nuestra decisión ha sido
tomada con la suficiente lógica.

El deseo de suicidarse sólo significa que tienes más dolor del que crees poder
aguantar. Pero ya sabemos: “el dolor es inevitable, sufrir es opcional”.

La vida, las decisiones, la actitud, nuestro camino, todo recae en nosotros.

El suicidio es el acto de quitarse la vida de forma voluntaria. Es un fenómeno que


ha tenido un gran auge en los últimos 45 años, en todo el mundo, sin respetar
género, posición socioeconómica, o educación. Las razones por las cuáles se dan
pueden ir desde pequeñas inseguridades, hasta las adicciones y los trastornos
mentales. Los adolescentes son los más vulnerables respecto a él, debido a los
cambios que se generan durante ésta etapa. Algunos de los métodos pueden legar
a ser crueles y escalofriantes.

Hay formas de prevenir, detectar y salvar a las personas con tendencias suicidas,
siempre y cuando se muestre amor, respeto y comprensión con éstas.

A veces la vida nos pone en situaciones que nosotros nunca esperamos, que nos
parecen injustas y nos dan deseos de morir y dejar el dolor atrás. Pero es
simplemente eso…queremos evitar el dolor, cosa imposible en ésta vida.

Nuestros motivos para suicidarnos pueden ir desde cosas superficiales hasta


grandes trastornos mentales, pero la clave de todo es nunca darnos por vencidos
ante las adversidades. Y sé que suena muy trillado, peo es que es la realidad.
¿Imaginan la cantidad de personas que se matarían por sufrir? ¡El mundo estaría
vacío!

Contamos con libertad y autonomía, que nos da todo el derecho de hacer con
nuestra vida lo que queramos, incluso quitarla. Pero no tomamos en cuenta a las
personas que dejamos vivas…tampoco las oportunidades que llegan para tener una
mejor calidad de vida.

No puedo asegurarles que la vida será de color rosa y que habrá algún momento
en el que las cosas malas dejen de pasar, pero si les aseguro que si deciden luchar
por sí mismos, y disfrutar cada día con ganas de vivir y una buena actitud, ustedes
comenzarán a ver que la vida está llena de matices, de blancos a negros. Un mundo
lleno de grises y otras combinaciones que es lo que le dan belleza a nuestro propio
cuadro.

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