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Luria Alexander El Cerebro en Accion PDF
Luria Alexander El Cerebro en Accion PDF
e ix
acción
(Segunda edición revisada)
Prólogo d.el
Dr. C arlos B a llú s
Traducido al castellano por
Mercedes Torres.
O c h o b h Heiíponcnxo;iornH
© de la presente edición
EDITORIAL FONTANELLA, S. A.
Escorial, 50. Barcelona-12. 1974
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a g resivid ad p ru d e n cia
m o d estia
a g u d e za — r e s e rv a
a g re siv id a d lealtad
d e v o c ió n
a m o r al h og a r
p atriotism o
p ru d e n cia
am istad
a m o r familiar instintos d o m éstico s
sociabilidad
valentía
p ugnacidad
instintos sexuales
y matrimoniales se n tim ie n to s p aterno
y m a tern o
am or sexual am or a lo s n iñ o s
am or a lo s a n im a le s
La crisis
Sería falso, sin embargo, suponer que el intento de localizar d irec
tam ente procesos psicológicos com plejos en lesiones cerebrales loca
les o, como generalm ente se llam a el "localizacionism o e stric to ”, p e r
maneció siendo la línea general de desarrollo del pensam iento neuro-
lógico y que no encontró oposición natural en tre influyentes neuroló-
logos. Ya en los albores de su desarrollo, en los "espléndidos se te n ta ”.
Broca y sus seguidores encontraron un poderoso oponente en la p e r
sona del fam oso neurólogo inglés Hughlings Jackson, quien ad elan tó
20
Fig. 3. — Mapa de localización de Kleist. (a) Superficie lateral; (b) Superficie medial.
la hipótesis de que la organización cerebral de los procesos m entales
complejos debe abordarse desde el punto de vista del nivel de su cons
trucción, más que de su localización en áreas p articu lares del cereb ro .
La hipótesis de Jackson, dem asiado com pleja para su época, no fue
considerada y desarrollada hasta 50 años m ás tarde, cuando em ergió
de nuevo en los escritos de em inentes neurólogos de la prim era m itad
del siglo xx: M onakow (1914), H ead (1926) y G oldstein (1927, 1944,
1948). Sin negar el hecho obvio de que "funciones” fisiológicas ele
mentales (tales como sensación cutánea, visión, audición, m ovim iento)
están representadas en áreas claram ente definidas del córtex. estos
investigadores expresaron dudas válidas sobre la aplicabilidad de este
principio del "localizacionism o e stric to ” a los m ecanism os cerebrales
de formas com plejas de la actividad m ental.
Estos autores apuntaron con toda justificación al c a rá c te r com plejo
de la actividad hum ana. Intentaron identificar sus características es
pecíficas con el carácter sem ántico de la conducta (M onakow ) con
la "capacidad de abstracción” v la "conducta categorial” (G oldstein),
y se sintieron im pulsados a expresar sus duelas de que estas "funcio
nes” puedan estar representadas en áreas p articu lares del cereb ro
como funciones elem entales de los tejidos cerebrales. P o r consiguien
te, postularon que los com plejos fenóm enos de "sem án tica” o "co n
ducta categorial” son el resultado de la actividad de todo el cerebro,
m ás que el producto de trabajo de áreas del córtex cerebral. Las d u d as
sobre la posibilidad de estricta localización de los procesos m entales
complejos condujo a estos autores, bien a sep arar los procesos m en
tales de las e stru ctu ras cerebrales y a reconocer su especial " n a tu ra
leza espiritual", posición adoptada hacia el fin de sus vidas investiga
dores tan em inentes com o Monakow y M ourgue (1928) v S herrin g to n
(1934, 1942), bien a in ten tar d em o strar que la ''co n d u cta categorial”
es el más alto nivel de la actividad cerebral, dependiendo más de la
masa de cerebro involucrada en el proceso que de la participación de
zonas específicas del córtex cerebral (Goldstein, 1944, 1948). Las d u d as
legítimas sobre la validez de la aproxim ación m ecanicista de los locali-
zacionistas estrictos condujeron, p o r tanto, bien a un resu rg ir de las
tradiciones realistas de la aceptación de una natu raleza "e sp iritu a l”
de los procesos m entales, bien al resu rg ir de o tras ideas sobre el cere
b ro como entidad no diferenciada y del papel decisivo de su m asa en
la ejecución de la actividad m ental, que ha irrum pido rep etid am en te
a lo largo de la h isto ria del estudio del cerebro com o órgano de la
m ente. (Flourens, 1824; Goltz, 1884 y Lashley, 1929).
Mientras que la teoría m ecanicista de los procesos m entales en
áreas locales del cerebro condujo a la investigación de la base cerebral
de la actividad m ental hacia un callejón sin salida, las ideas "in teg ra
les” (o com o son llam adas a veces noéticas) de lcJs procesos m entales
está claro que no podían proporcionar la base necesaria p a ra u n a pos
terio r investigación científica; antes bien preservaron las anticuadas
ideas de la separación de la vida “espiritual” del hom bre y de la im
posibilidad en un principio de descubrir su b ase m aterial, o reavivaron
ideas igualm ente obsoletas del cerebro com o una masa nerviosa p ri
m itiva e indiferenciada.
N aturalm ente, esta crisis obligó a una búsqueda de nuevos cam inos
que condujeron al descubrim iento de los verdaderos m ecanism os
cerebrales de las más altas form as de actividad m ental, reteniendo
p ara este exam en los m ism os principios científicos de investigación
que se habían revelado eficaces en el estudio de las form as elem entales
de procesos fisiológicos y que serían adecuados para el estu d io de la
actividad hum ana consciente, con su origen socio - histórico, y su com
pleja e stru c tu ra jerárquica]
lista tarea requirió, p o r un lado, la revisión rádical de la com pren-
.sión básica del térm ino "funciones” y, p o r el otro, de los principios
básicos que gobiernan su "localización".
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RECONSIDERACIÓN DE LOS CON CEPTO S BÁSICOS
j
II. Las tres principales
unidades funcionales
He dicho que los procesos m entales hum anos son sistem as funciona
les complejos y q u e no están "localizados” en áreas estrictas, circu n s
critas del cerebro, sino que tienen lugar a través de la participación de
grupos de e stru c tu ra s cerebrales que trab ajan concertadam ente, cada
una de las cuales efectúa su p a rtic u la r aportación a la organización de
este sistem a funcional. De acuerdo con esto, la p rim era tarea esencial
debe ser descubrir las unidades funcionales básicas que com ponen el
cerebro hum ano, y el papel ejecutado p o r cada u n a de ellas en las for
m as complejas de actividad m ental.
Existen sólidos fundam entos para distinguir tres principales unida
des funcionales del cerebro cuya participación es necesaria p a ra todo
tipo de actividad m ental. Con b astan te aproxim ación a la v erd ad p o
demos cifrarlas en una unidad para regular el tono o la vigilia, u n a
unidad para obtener, procesar y alm acenar la inform ación que llega
del mundo exterior y una unidad p ara programar, regular y verifi
car la actividad m ental. Los procesos m entales del hom bre en ge
neral y su actividad consciente en p articu lar, siem pre tienen lu g ar con
la participación de las tres unidades, cada una de las cuales tiene su
papel que ejercer en los procesos m entales y ap o rta su contribución
a la realización de éstos.
O tra característica im p o rtan te es que cada u n a de estas un id ad es
básicas en sí m ism a es de e stru c tu ra jerárq u ica y consiste, p o r lo me
nos, en tres zonas corticales u n a sobre la otra: el área prim aria (de
proyección) que recibe im pulsos de, o los m anda a, la periferia; la
secundaria (de proyección - asociación), donde la inform ación q u e re
cibe es procesada, o donde se p rep aran los program as, y, finalm ente,
la terciaria (zonas de superposición), los últim os sistem as en d e sa rro
llarse en los hem isferios cerebrales, y responsables en el ho m b re de
las m ás com plejas form as de actividad m ental que requieren la p a r
ticipación concertada de m uchas áreas corticales. Exam inem os la es
tru ctu ra y propiedades funcionales de cada unidad p o r separado.
La unidad para reg u lar tono y vigilia,
y estados m entales • jf*i
P ara que los procesos m entales hum anos sigan su curso corrector,
el estado de vigilia es esencial. Sólo bajo condiciones óptim as de vigi
lia es posible que el hom bre reciba y analice la inform ación, que los
necesarios sitemas selectivos de conexiones puedan ser llam ados a la
m ente, que su actividad sea program ada, y com probado el curso de
sus procesos m entales, corregidos sus erro res, y m antenida su activi
dad p o r el curso debido.
Es bien sabido que esta precisa regulación de los procesos m enta
les es im posible d u ran te el sueño; el curso de rem iniscencias y asocia
ciones que se desarrollan es desorganizado en carácter, y la actividad
m ental propiam ente dirigida es im posible.
"La actividad organizada, dirigida a u n a m eta, requiere el m an
tenim iento de un nivel óptim o de tono cortical”, señaló Pavlov hace
m uchos años, afirm ando hipotéticam ente que si fuera posible ver el
sistem a de excitación que se extiende p o r todo el córtex de un anim al
despierto observaríam os "un punto de luz” concentrado, m oviéndose
p o r todo el córtex al cam biar de una actividad a o tra, y reflejando
un pu n to de excitación óptim a, sin el cual es im posible la actividad
norm al.
Con el subsiguiente desarrollo de los m étodos electrofisiológicos se
hizo posible visualizar este "p u n to de excitación ó p tim a ”. M ediante
el uso de un instrum ento especial, el "toposcopio” inventado p o r Liva
nov (1962), que perm ite grabar sim ultáneam ente en tre 60 y 150 puntos
de excitación cortical y p resen tar por televisión las dinám icas de estos
puntos, podemos ver la form a en la que aparece el punto de excita
ción óptim a real en el córtex de un anim al despierto, el p atró n de su
m ovim iento sobre el córtex, y la form a en la que pierde su m ovilidad,
se hace inerte, y, finalm ente, es com pletam ente extinguido cuando el
anim al pasa a un estado de sueño o, incluso m ás obvio, en u n anim al
agonizando.
El crédito no sólo p o r indicar la necesidad de un tal estado óptim o
del córtex para que o cu rra cualquier fo rm a de actividad organizada,
sino tam bién por establecer las leyes neurodinám icas fundam entales
que caracterizan este estado óptim o del córtex, es debido a Pavlov.
Como m uchas de sus observaciones m o straro n , los procesos de excita
ción que tienen lugar en el córtex desp ierto obedecen a una ley de la
fuerza, según la cual todo estím ulo fu erte (o biológicam ente significa
tivo) evoca una fu erte respuesta, m ien tras todo estím ulo débil evoca
una respuesta débil. Éste se caracteriza por un cierto grado de con
centración de los procesos nerviosos y un cierto balance en las rela
ciones entre la excitación e inhibición y, finalm ente, por u n a gran
m ovilidad de los procesos nerviosos, de modo que es fácil cam biar
de una actividad a otra.
Son estas características fundam entales de neurodinám ica óptim a
las que desaparecen en el sueño o en el estado que le precede, cuando
el tono cortical disminuye. En estos estados de inhibición, o, como
Pavlov los llamaba, estados “fásicos”, la ley de la fuerza se rom pe, y
los estím ulos débiles pueden evocar respuestas tan fu ertes com o los
estím ulos fuertes ("la fase igualizante”), o bien pueden evocar respues
tas más fuertes que los estím ulos fuertes ("fase p arad ó jica” ), o bien
incluso pueden continuar evocando una respuesta cuando los estím u
los fuertes dejan de hacerlo (“la fase u ltrap arad ó jica”). T am bién es
sabido que en un estado de tono cortical bajo la relación norm al entre
excitación e inhibición es alterada, y la movilidad del sistem a nervio
so, tan necesaria para que la actividad m ental prosiga su curso norm al,
se pierde. Estas observaciones m uestran que el m antenim iento del
nivel óptim o del tono cortical es esencial para el curso organizado de
la actividad mental. E sto suscita la cuestión de qué e stru c tu ra s ce
rebrales son las responsables del m antenim iento del nivel óptim o del
tono cortical que acabam os de m encionar. Tam bién sería necesario
averiguar qué partes del cerebro regulan y modifican el tono cortical,
lo m antienen el tiem po debido y lo elevan.
Un descubrim iento de la máxim a im portancia, hecho sólo hace
treinta años, fue que las estructuras que m antienen regular el tono
cortical no yacen en el m ism o córtex, sino debajo de él, en el subcór-
tex, influyendo en el tono de éste y al m ism o tiem po experim entando
ellas m ism as su influencia reguladora.
El año 1949 inició un nuevo período en nuestro conocim iento de la
organización funcional del cerebro. En este año dos sobresalientes in
vestigadores, Magoun y Maruzzi, m ostraron que hay una form ación
nerviosa especial en el tallo cerebral que está especialm ente ad ap tad a
tanto p o r su estru ctu ra m orfológica como p o r sus propiedades funcio
nales, para ejercer el papel de un m ecanism o que regula el estado del
córtex cerebral, cam biando su tono y m anteniendo su estado de vigi
lia. Al contrario que el córtex, esta form ación no consiste en neuronas
aisladas, capaces de enviar im pulsos unitarios a lo largo de sus proce
sos (axones) y operar según la ley del “todo o n ad a”, generando descar
gas que conducen a la inervación de los m úsculos. E sta form ación
tiene la estructura de una red nerviosa, en la cual se in tercalan los
cuerpos de las células nerviosas conectadas entre sí m ediante cortos
procesos. La excitación se extiende sobre la red de esta estru c tu ra ner-
.i 9
viosa, conocida com o la form ación reticular, no com o im pulsos sim
ples aislados y en desacuerdo con la ley del "todo o nada", sino gra
dualm ente, cam biando su nivel poco a poco, m odulando así el estado
total del sistem a nervioso.
Algunas fibras de esta form ación reticu lar suben p a ra term in ar en
estru ctu ras nerviosas superiores, tales com o el tálam o, el núcleo cau
dado, el archicórtex y, finalm ente, las estru ctu ras del neocórtex. E stas
e stru ctu ras fueron llam adas el sistem a reticular ascendente. Como
dem ostraron observaciones posteriores, éste juega un papel decisivo
en la activación del córtex y la regulación del estado de su actividad.
O tras fibras de la form ación reticu lar corren en dirección opuesta:
com ienzan en e stru c tu ra s nerviosas superiores del neocórtex y a rc h i
córtex, cuerpo caudado y núcleos talám icos, y corren hacia e stru c tu ra s
inferiores en el m esencéfalo, hipotálam o y tallo cerebral. E stas e stru c
tu ras fueron llam adas sistem a reticular descendente y, como m o stra
ron posteriores investigaciones, subordinan estas estru ctu ras inferio
res al control de program as que aparecen en el córtex y que req u ieren
la m odificación y m odulación del estado de vigilia p a ra su ejecución.
E stas dos secciones de la form ación reticu lar constituyen así u n
sistem a funcional dispuesto verticalm ente, un único ap arato a u to rre
gulador construido sobre el principio del “arco reflejo ” capaz de
cam biar el tono del córtex, pero asim ism o bajo influencia cortical,
siendo regulado y m odificado por cam bios que tienen lugar en el cór
tex y adaptándose fácilm ente a las condiciones am bientales d u ra n te
el curso de la actividad.
Con el descubrim iento de la form ación reticu lar se in tro d u jo u n
nuevo principio: la organización vertical de todas las estructuras del
cerebro. E sto puso fin a aquel largo período d u ran te el cual la atención
de los científicos que intentaban d escu b rir los m ecanism os nerviosos
de los procesos m entales estaba concentrada en teram en te en el córtex,
llegándose a p en sar que el trab ajo de estos sistem as e ra independiente
de las estru ctu ras m ás profundas. Con la descripción de la form ación
reticu lar se descubrió la prim era unidad funcional del cerebro, u n ap a
rato que m antiene el tono cortical y el estado de vigilia y que regula
estos estados de acuerdo con las dem andas que en ese m om ento con
fro n ta el organism o.
La función de la form ación reticu lar de regular el tono del có rtex
y m odular su estado fue dem ostrada p o r num erosos experim entos (Mo-
ruzzi y Magoun, 1949; Lindsley y otros, 1949; Lindsley, 1960, 1961;
Fig. 4. — Esquema de la formación reticular activante.
Bremer, 1954, 1957; Jasper, 1954, 1957, 1963; F rench y o tro s, 1955;
Segundo y otros, 1955; Jouvet, 1956-1961; N auta, 1964, 1968; P ribram ,
1960, 1966b, 1967, 1971). E stos experim entos form aron la base de una
especial investigación por Magoun en su libro "E l cerebro en vigilia"
(1958; 2.a edición, 1963) y de publicaciones p o r otros autores (H ernán
dez-P eón, 1965, etc...). E stas series de investigaciones m o straro n que
la estim ación de la form ación reticular (en la región del m esencéfalo,
parte posterior del hipotálam o y estru ctu ras subtalám icas adyacentes)
evoca una reacción de "arousal" (fig. 5) e increm enta la excitación y
agudiza la sensitividad dism inuyendo los um brales absoluto y diferen
cial de sensación (Lindsley, 1951, 1958, 1960) (fig. 6), ejercien d o de
este modo un efecto de activación general sobre el córtex. La excita
ción de la form ación reticu lar del tallo cerebral origina un esfuerzo
de las reacciones m otoras a los estím ulos (fig. 7). Se descubrió el im-
Fig. 5. — El efecto activante de la estim ulación de la form ación reticular del córtex
que evoca una respuesta de arousal (French). El gato se despierta por el sonido de
un timbre; la excitación que se produce en la form ación reticular se extiende al córtex
auditivo y conduce al arousal. Las ondas de EEG cambian correspondientem ente.
L a form ación reticular integra la actividad cerebral, y de ello resulta una respuesta
organizada general del gato.
portante hecho de que una lesión de estas estru ctu ras conduce a un
agudo descenso en el tono cortical, a la aparición de un estad o de
sueño con sincronización de EEG (fig. 8) y, algunas veces, a un estado
de coma. No se presenta reacción de ‘‘aro u sal” en anim ales con tales
lesiones, ni aun en respuesta a una fuerte estim ulación nocioceptiva
(Lindsley y otros, 1949; French y Magoun, 1952; French, 1952; Nari-
kashvili, 1961, 1962, 1968).
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100nV|
0-5 s
Fig. 6. — E fecto activante de la estim ulación de la form ación reticular, increm entando
la sensitividad (discrim inación de los destellos). L ínea de a rrib a: destellos; línea dos:
tracto óptico; línea tres: cuerpo geniculado lateral; líneas cu a tro y cinco: córtex
visual (Lindsley). (a) A ntes de la estim ulación de la form ación reticular; (b) D urante
la estim ulación; (c) 0-10 segundos y (d) 10-12 segundos después de la estim ulación.
Puede notarse la doble respuesta que aparece en el córtex visual después de la
estim ulación.
Todo esto m ostró claram ente que la form ación reticular del tallo
cerebral es un poderoso m ecanism o para m antener el tono cortical y
regular el estado funcional del cerebro, y que es un factor d eterm i
nante del nivel de vigilia.
Experim entos de otros autores (Jouvet, 1961; H ernández - Peón,
1966-1968; N arikashvili y Kadzhaya, 1963; Sager, 1968) fueron m ás lejos
todavía. Se dem ostró que, adem ás de las posiciones activadoras, la
form ación reticular tam bién tiene porciones inhibidoras. Así, m ien tras
la estim ulación de ciertos núcleos de la form ación reticular invaria
blem ente conducía a una activación del anim al, la estim ulación de
sus restantes núcleos condujo a cam bios característicos de sueño en
la actividad eléctrica del córtex y al desarrollo del propio sueño. E ste
hecho, como m ostraron las observaciones, se aplica al cerebro de los
animales com o al de los hom bres. Ésta es la razón p o r la cual, cuando
el cirujano soviético B urdenko estim ulaba las paredes del tercer ven
trículo d u ran te las operaciones neuroquirúrgicas, se producía a rtifi
cialm ente un estado de sueño en el paciente sobre la mesa de ope
raciones.
Fig. 7. — Rol activante de la estimulación de la formación reticular en la esfera
motor (reflejo patelar); (a) antes de la estimulación de la formación reticular;
(b) durante la estimulación; (c) después de la estimulación de la formación reticular
(French). .¡,
vigilia: lesión de las vías aferentes del cerebro medio
»*v»W>Vrv'*VW'
•'i 'le^r
• temporal
audio-sensonal
Fig. 12. — Mapa de la estructura jerárquica de las áreas corticales (Campbell, 1905)
(a) Superficie lateral, (b) Superficie medial.
Fig. 13. — Mapa de las áreas citoarquitectónicas (según Brodmann y el Instituto
Cerebral de Moscú) (A) Superficie lateral, (B) Superficie medial.
Queda aún por considerar la tercera ley fu ndam ental que gobierna
el trab ajo de este segundo sistem a cerebral y, p o r supuesto, el tra b a jo
del córtex com o un todo. Puede expresarse com o la ley de la laterali-
zación progresiva de funciones, que im plica su progresiva tran sferen
cia desde las áreas corticales p rim arias hacia las secundarias y, en
últim o térm ino, hacia las áreas terciarias.
Las áreas corticales prim arias de am bos hem isferios cerebrales,
cuya estru c tu ra se basa en el principio de la proyección som atotópica,
se sabe que tienen papeles idénticos. Cada una de ellas es la proyec
ción de las superficies receptoras contralaterales, y no se p lan tean
problem as sobre la dom inancia a cargo de las áreas prim arias de u no
u otro hem isferio.
La situación es diferente con respecto a las secundarias, y todavía
m ás con las áreas terciarias. Con la aparición de la habilidad de la
m ano derecha (que está asociada con el trabajo, y que evidentem ente
se rem onta a una m uy tem prana edad de la h isto ria del hom bre), y
m ás tarde con la aparición de o tro s procesos relacionados, a sab er el
lenguaje, com ienza a presentarse u n cierto grado de lateralización de
funciones, que no se ha encontrado en los anim ales pero que en el
hom bre ha llegado a ser un principio im p o rtan te de la organización
funcional del cerebro.
El hem isferio izquierdo (en las personas d iestras) se ha hecho do
m inante; es este hem isferio el que em pieza a asu m ir las funciones del
léfigusjfi, m ientras que el hem isferio d erech o, d e s c o n e c ta d o de i«* o o t;
vidad de la mano derecha o del lenguaje, ha perm anecido su b d o m i
nante. Este principio de lateralización de funciones n atu ralm en te se
ha convertido en un nuevo y decisivo principio de la organización fu n
cional del córtex cerebral.
El hemisferio izquierdo (dom inante en los diestros) com ienza a
ejercer un papel esencial no sólo en la organización cerebral del len-
guaja, sino tam bién en la organización cerebral de todas las fo rm a s
superiores de actividad cognitiva conectadas con el lenguaje —la p er
cepción organizada en esquem as lógicos, la m em oria verbal activa, el
pensam iento lógico, m ientras que el hem isferio derecho (no dom i
nante) comienza a ejercer un papel subordinado en la organización
cerebral de estos procesos, o bien no ejerce ningún papel en su curso.
Este principio de lateralización de las funciones superiores en el
córtex cerebral comienza a actu ar sólo con la transición a las zonas
secundarias y, en particular, a las terciarias a las que concierne p rin
cipalm ente la codificación (organización funcional) de la inform ación
que llega al córtex, efectuada en el hom bre con la ayuda del lenguaje.
Es por esta razón que las funciones de las zonas secundarias y
terciarias del hem isferio izquierdo (dom inante) com ienzan a diferir
radicalmente de las funciones de las zonas secundarias y terciarias del
hem isferio derecho (no dom inante). Es p o r esto, tam bién, que la gran
m ayoría de síntom as de alteración de los procesos psicológicos supe
riores, descritos en pacientes con lesiones locales del cerebro, se re
fieren a síntom as que se originan como resultado de lesiones en las
zonas secundarias y terciarias del hem isferio dom inante (izquierdo),
m ientras que la sintom atología de las lesiones de estas m ism as zonas
en el hem isferio no dom inante (derecho) ha recibido m ucha m enos
atención y análisis. E ste papel rector del hem isferio izquierdo (dom i
nante) como principio de lateralización progresiva de funciones, dis
tingue acusadam ente la organización del cerebro hum ano de la de los
anim ales, cuya conducta no está organizada con la estrech a p articip a
ción de la actividad del lenguaje. É sta es una de las características
m ás im portantes que distinguen al cerebro hum ano com o órgano de
su actividad m ental, y esta organización única del cerebro hum ano
ha sido recientem ente objeto de un detenido examen p o r un gran n ú
m ero de investigadores (ver la investigación de Drew y o tro s 1970).
Sin embargo, debe recordarse que no siem pre se encu en tra la abso
luta dom inancia de un hem isferio (el izquierdo) y que la ley de late
ralización es de carácter sólo relativo. De acuerdo con recientes inves
tigaciones (Zangwill, 1960; Subirana, 1969), sólo una cuarta parte de
las personas son com pletam ente diestras y poco m ás de un tercio
m u estran una clara dom inancia del hem isferio izquierdo, m ientras el
resto se distinguen por una dom inancia relativam ente ligera del he
m isferio izquierdo, y en una décim a p a rte de todos los casos la dom i
n ancia del hem isferio izquierdo es totalm ente ausente. Cuando ha
blam os del cuadro clínico principal de los cam bios de los procesos
m entales superiores en casos de lesiones de las zonas corticales indi
viduales tendrem os ocasión, una vez m ás, de convencernos de la ver
d ad de esta situación.
Hagam os un breve sum ario de lo que se ha dicho. E l segundo sis
tem a funcional del córtex cerebral es un sistem a p ara la recepción,
codificación y almacenaje de la inform ación. Se localiza en las divisio
nes posteriores de los hem isferios cerebrales e incorpora las regiones
visuales (occipital), auditivas (tem p o ral) y sensorial general (parietal)
del córtex.
La organización de las e stru ctu ras que form an este sistem a es jerár
quica, pues están subdivididas en áreas prim arias (de proyección) que
reciben la inform ación correspondiente y la analizan en sus com ponen-
í 3-■
tes elem entales, áreas secundarias (de proyección - asociación), respon
sables del codificado (síntesis) de estos elem entos y de la conversión
de las proyecciones som atotópicas en organización funcional, y zonas
terciarias (o zonas de solapam iento), responsables del tra b a jo concer
tad o de los distintos analizadores y de la producción de esquem as su-
pram odales (sim bólicos), base p ara las form as com plejas de la acti
vidad gnóstica.
E stas zonas jerárquicam ente organizadas del córtex que constitu
yen el segundo sistem a cerebral, tra b a ja n de acuerdo con el principio
de especificidad modal decreciente y lateralización funcional crecien
te. E stos dos principios son los m edios a través de los cuales el cere
b ro puede d esarro llar su s m ás com plejas form as de tra b a jo y que
en la base de todo tipo de actividad cognitiva hum ana, ligados p o r su
origen con el trab ajo y e stru ctu ralm en te con la participación del len
g u aje en la organización de los procesos m entales.
E sto concluye n u estro examen de los principios m ás generales que
gobiernan la estru ctu ra y trab ajo de la segunda unidad funcional del
cerebro.
Tabla 1. — D e s a r r o l l o f i l o g e n é t i c o de l a e s t r u c t u r a c o r t i c a l
del g iro p re c e n tra l (según Bonin)
| Proporción entre
la masa de
Número de ; materia gris
Diámetro células de Betz j[ extracelular y la
de células por mm.J de j masa de cuerpos
de Betz materia gris t de células de Betz
hipófisis1
Tabla 2. — R e s u l t a d o s d e l a i n v e s t i g a c i ó n n e u r o n o g r á f i c a
DE L A S C O N E X I O N E S C O R T I C A L E S E N L A R E G IÓ N P R E F R O N T A L
■■ ■ — — d e s p u é s d e la e x b rp ac íó a
l
c h a sq u id o
TTTTTTTTTTTTT
destellos
X
c h a sq u id o TTTT
destelos
c h a sq u id o
TTT--------
d e s te llo s in te rru m p id o s por la
p re s ió n de un p u lsa d o r
caübraje
T
destello (aislado)
T 1 1 1 ____
destello c h a sq u id o s in te rru m p id o s por la
p re s ió n de un p u ls a d o r
calibra je
J
Las áreas prim arias del córtex occipital son aquellas donde term i
nan las fibras procedentes de la retin a; estas fibras tra n sc u rre n ini
cialm ente por el nervio óptico cruzándose después en el quiasm a (la
decusación de los dos centros visuales) y continúan su curso en el
tracto óptico; el tracto óptico del hem isferio derecho incluye fiHrac
que tran sp o rtan la excitación recibida p o r las mitades izquierdas del
cam po visual de am bos ojos, m ientras que el tracto óptico del hem is
ferio izquierdo incluye las fibras que tran sp o rtan la excitación recibida
desde las m itades derechas del campo visual de am bos ojos; las fibras
del tracto óptico sinaptan en el cuerpo geniculado lateral, y después
se extienden en abanico dentro de la región tem poral, donde se las
denom ina acertadam ente con el térm ino "radiación óptica", p ara te r
m inar en el área prim aria (de proyección) del córtex occipital (fig. 21).
E stá claro que a causa de esta distribución de la trayectoria de las
fibras ópticas, una lesión del nervio óptico (b) conduce a la ceguera
de un ojo, una lesión del quiasm a óptico en su parte m edial (c) con-
Fig. 21. — D iag ram a de las vías ópticas del ce re b ro : (a) retin a; Cb) n e rv io óptico;
(c) q u iasm a; (d) tracto óptico; (e) cuerpo geniculado lateral; (f) rad iació n óptica;
(g) á re a p rim a ría visual del córtex; (I) y (II) m itades corresp o n d ien tes de los
cam pos visuales.
culmen
fisu ra co la tera l
genu
Ientiforme
Fig. 23. —— E squem a de las proyecciones retín ales en el córtex visual y carácter
som atotópico de las áreas p rim arias del córtex visual (área 17 de B rodm ann)
(según H olm es): (a) cam po visual; (b) córtex visual; (1) labio inferior de la fisu ra
calcarina, (2) lab io superior de la fisu ra calcarina.
superiores del cam po visual, m ien tras que lesiones de las p artes supe
riores de la radiación óptica ocasionen la pérdida de las p artes infe
riores del campo visual, es de la m ayor im portancia para la diagnosis
tópica de lesiones en las áreas correspondientes del sistem a visual. La
pérdida parcial de partes individuales del cam po visual o la aparición
de “puntos ciegos” (escotom as) es igualm ente im portante, p o r su po
sición, como resultado del carácter som atotópico de la d istrib u ció n
de los elem entos en el córtex visual, cada uno de los cuales co rresp o n
de a un punto p articu lar de la re tin a (fig. 23), es frecuentem ente sufi
ciente para identificar con precisión la parte de área proyectiva del
córtex visual en el cual se localiza el foco.
Las alteraciones de las funciones de todas estas e stru c tu ra s pueden
ser de dos tipos; una lesión de las áreas apropiadas puede conducir a
los fenómenos de hem ianopsia m encionados anteriorm ente, m ien tras
que la estim ulación de estas áreas puede conducir a la aparición de
signos de excitación, m anifestados p o r puntos centelleantes de luz
(fotopsia) en las m ism as p artes del cam po visual.
Una lesión de las zonas p rim arias (de proyección) del córtex visual
no da lugar a cam bios tan serios en los procesos m entales superiores;
perm anece com o una alteración parcial, pero puede aparecer com o
ceguera central (si el córtex visual de am bos hem isferios es afectado)
o de hem ianopsia total (hom ónim a) o parcial (cuadrántica) (si la le
sión se localiza d entro de una de las regiones occipitales). Quizá el
rasgo m ás característico es que las m anifestaciones de pérdida parcial
del cam po visual están bien com pensadas por adaptaciones funciona
les de la retina (G oldstein y Gelb, 1920) y por m ovim ientos de los ojos:
variando su enfoque el paciente puede com pensar fácilm ente su de
fecto visual. He observado frecuentem ente pacientes en los que u n a
lesión de las p a rte s correspondientes de la trayectoria visual h a cau
sado una gran contracción del campo visual (visión tubular) y que,
aun así, han sido capaces de realizar u n trab ajo que requería u n alto
sta n d a rd de función visual (p o r ejem plo un archivero).
La única excepción a esta regla se encuentra en casos de alteració n
de la trayectoria óptica en el h em isferio derecho (no dom inante) (el
córtex visual derecho o las p artes profundas de las regiones occipital
o tem poral, incluyendo las e stru c tu ra s del cuerpo geniculado lateral).
En estos casos, como se señaló hace m uchos años (H olm es, 1919;
B rain, 1941; L uria y Skorodum ova, 1950) aparece u n fenóm eno carac
terístico de hem ianopsia fijada en el lado derecho. Un análisis de este
fenóm eno se d a rá m ás
ta rd e cu an do la«i alteraciones que
e x a m in e m o s
Las zonas secundarias del córtex occipital han sufrido tam bién sus
tanciales cam bios en com paración con las zonas p rim arias en el cu r
so de la evolución. M ientras que en los m onos inferiores (con su cór
tex visual poderosam ente desarrollado) su área primaria de proyec
ción (área 17 de B rodm ann) es m ucho m ás extensa que la zona secun
daria, en el hom bre esta relación se invierte y la zona vibuai sctuuoa-
ria (área 18 de B rodm ann) es ahora notablem ente m ayor que el córtex
visual prim ario. Los datos actuales que aparecen en la T abla 3, m ues
tran claram ente que el papel de los sistem as responsables no de la re
cepción, sino de la codificación (análisis y síntesis) de la inform ación
visual que se recibe, es considerablem ente m ayor en el hom bre, en
com paración con sus antecesores en la escala de la evolución.
i
<
Á rea 17 Á rea 18
Galago 66 25.4
Guenon 41.1 32.2
O rangután 39.6 30.5
H om bre 25.4 37.7
Área Niveles
II-1II IV v
17 143.4 166.4 49.3 538.2
(25.9 %) (33.1 %) (8.9 % )
18 392.1 152.9 75.9 756.8
(51.9 %) (20.2 %) 10.2 %)
hemisferio hemisferio
ipsila feral 'contra lateral
17 18 19 19 18 17
tY Y
Y YtY Y Y
ty — ' —
^ estimulo
Y respiiesla
F ig. 25. — R esultados de los experim entos neu ro n o g ráfico s con estim ulación de
las zonas p rim a ria y secundaria d el có rte x visual (según M cC ulloch).
1- 6. — A lu c in a c ió n v is u a l ele m e n ta l
7-11. — A lu c in a c ió n v is u a l c o m p le ja
12-15. — D e sp laza m ien to e sp a c ia l c o m p le jo
16-17. — A lu c in a c ió n a cú stico - v e rb a l
18-20. — A lu c in a c ió n lin gu al
21-23. — A lu c in a c ió n en la lengua
24-26. — F en ó m en o v e stib u la r
27-30. — P rod uctos de so n id o s y p a la b ra s
® . — A lu c in a c ió n se n s o ria l
Se sigue que las zonas secundarias del córtex visual, con su estru c
tura com pleja y su facilidad p ara el extensivo desarrollo de la excita
ción, ejercen el papel de sintetizar los estím ulos visuales, codificarlos
y transform arlos en sistem as com plejos. P or tanto, puede concluirse
que la función de las zonas secundarias del córtex occipital es conver
tir la proyección som atotópica de la excitación visual recibida en su
organización funcional. C onsecuentem ente, estas zonas ejercen un
papel decisivo en la provisión de un nivel su p erio r de procesam iento
- y alm acenaje de la inform ación visual.
Una m ayor evidencia de la form a en q u e las zonas occipitales se
cundarias sintetizan la excitación visual y crean así la base fisiológica
para la percepción visual com pleja se obtiene por observaciones sobre
los cam bios en los procesos visuales que aparecen en pacientes con
lesiones locales de las zonas secundarias del córtex visual.
E stas observaciones dem uestran que las lesiones locales de estas
p artes del córtex occipital no conducen a la hem ianopsia o a la p é r
dida de p arte del cam po visual, ni dism inuyen la agudeza visual. El
síntom a esencial asociado a una lesión de estas zonas es la alteración
de la percepción integral de com plejos visuales com pletos, la incapa
cidad de com binar im presiones individuales en esquem as com pletos,
y el consiguiente desarrollo del fenóm eno de la incapacidad para reco
nocer objetos com pletos o sus representaciones pictóricas.
Un paciente con una lesión de las zonas visuales secundarias no es
ciego; todavía puede ver características individuales y, algunas veces,
partes individuales de objetos. Su defecto consiste en que no puede
com binar estos ragos individualm ente en form as com pletas y, p o r
tanto, se ve obligado a deducir el significado de la im agen que él p er
cibe extrayendo conclusiones de detalles individuales y teniendo que
hacer un gran esfuerzo allí donde un sujeto norm al percibe la form a
com pleta inm ediatam ente. E sto se puede expresar diciendo que la p e r
cepción de objetos visuales com plejos p o r un p acien te de este tipo
comienza a parecerse a la situación en la que un arqueólogo in te n ta
descifrar un texto en un lenguaje no fam iliar; com prende fácilm ente
el significado de cada signo, aunque el significado del texto total p e r
m anece desconocido. É sta es la razón por la cual las alteraciones de la
percepción visual que aparecen en lesiones del córtex visual secunda
rio no se asocian clínicam ente con alteraciones del cam po visual o de
la agudeza visual, sino que se denom inan con el térm ino agnosia
visual.
É sta es una descripción de u n caso típico de u n paciente con tal
lesión. Este paciente exam ina cuidadosam ente el d ib u jo de un p a r de
gafas que se le m uestran. E stá confuso y no sabe lo que rep resen ta
el dibujo. Em pieza a suponer. "H ay un círculo... y o tro círculo... y u n
palo... una b a rra cruzada... por tan to , debe ser u n a bicicleta.” O bser
va el dibujo de un gallo con plum as de diferentes colores en su cola,
pero, al no reconocer inm ediatam ente el objeto com o u n lodo, declara:
"E sto es una hoguera, aquí están las llam as”. E n caso de lesiones m a
sivas de las zonas occipitales secundarias los fenóm enos de agnosia
visual pueden to m ar un c a rá c te r m ás severo. E n casos de lesiones
m ás localizadas de esta zona ad o p tan una form a m enos m anifiesta y
se m anifiestan sólo d u ran te el exam en de cuadros m ás com plejos o en
tests de percepción visual bajo condiciones m ás difíciles.
Tales pacientes pueden to m ar un teléfono con m arcad o r p o r u n
reloj de p ared y u n canapé recu b ierto de m aterial m arró n p o r u n
tronco. No pueden reconocer d ib u jo s contorneados o siluetas y que
dan desconcertados si se les m uestran los cortornos de figuras raya
das p o r varias líneas (fig. 27) o figuras com puestas de elem entos sepa
rados y presentados contra un fondo ópticam ente com plejo (fig. 28).
E stos defectos en la percepción visual se hacen particu larm en te p ro
nunciados cuando el grabado se p resen ta durante un período m uy
corto de tiem po o, en el caso de un test especial, m ediante un taqui-
toscopio que perm ite que el grabado esté expuesto d u ran te intervalos
de tiem po que oscilan en tre 0,25 y 0,50 segundos.
0
marco de ventana puerta no sabe
no sabe
la p a la b ra ru sa ’r e j'b a ’
(escu ltu ra ) le íd a
p t-J tf* - ad ecu ad am ente
'A lg o ta ch ad o ...
p o llito sa lie n d o No esto y s e g u ro d e lo que e s
de un huevo y algunos
c ir c u io s d ivertid o s una e s p e c ie
d e m esa
,* Í-
?y*-
o o
trazar una lin e a TSSB2¡ ■*HF
a lre d e d o r del c ír c u lo
A*\ j / _ ) j e s d if íc il. N o p u e d o v e r
V J vC_y a la ve z el lá p iz y e l lS w í—__________ j y , ■
c ír c u lo . M í m a n o n o va
donde yo q u is ie r a
F f& n y } 7
que fu ese
y —
b
Fig- 32. — Experimento que consiste en dibujar una línea alrededor de una figura
y situar un punto en el centro de una figura.
— Desaparición de los signos de ataxia óptica en un paciente con una herida bilateral
en las zonas anteriores de la región occipital después de la inyección de cafeína
(test que incluye el emplazamiento de un punto en el centro de un circulo y aé una
cruz, y trazado de contornos): (a) antes de la inyección de cafeína; (b) 30 minutos
después de la inyección de cafeína.
- O oído ipsitateral
- O oído contralateral
U aná&só auditivo
_ _ a n á k is auditivo
E15 sin formación
de diferenciación
análisis visual
N Kh
diferenciación de una palabra de un
sonido similar a la palabra 'activa'
1 1 1
N Kh B -V
Es un hecho esencial que las zonas secundarias del córtex tem po
ral y, debido a la ley de lateralización progresiva, el córtex tem poral
del hem isferio izquierdo dom inante están especialm ente adaptados
para el análisis y la síntesis de los sonidos del habla o, en o tras pa
labras, para la audición cualificada del lenguaje.
El trab ajo de los neuroanatom istas (Blinkov, 1955) h a m ostrado
que Jas zonas secundarias del córtex tem poral están unidas p o r nu
m erosas conexiones en form a - de - U, con la región inferior de las áreas
postcentral y prem otora o, en o tras palabras, con todos los sistem as
cerebrales concernientes a la producción de lenguaje articulado (fi
gura 35). Dicha región puede así p articip ar en el sistem a de la organi
zación cerebral del lenguaje y, en particular, puede d istinguir aquellos
signos fonémicos sobre los que se construyen los sonidos del len
guaje.
Por lo tanto, no es sorprendente descubrir que en las lesiones lo
cales de las zonas secundarias del lóbulo tem poral izquierdo del ho m
bre se pierde la capacidad para distinguir claram ente los sonidos del
lenguaje y el paciente desarrolla un fenóm eno denom inado con el tér
mino agnosia acústica o, en base a alteraciones del lenguaje, p o r el
m ás am pliam ente conocido térm ino de afasia sensorial.
Fig. 35. — Conexiones de las zonas secundarias de la región temporal con las zonas
postcentral y premotora (según Blinkov). Mapa sináptico de las conexiones de haces
individuales de fibras entrando por el fascículo longitudinal superior (arqueado). Un
número idéntico en las superficies de las áreas cerebrales correspondientes denotan
las conexiones de cada haz de fibras con el córtex: (a) conexiones entre el giro tem
poral y el frontal inferior; (b) conexiones entre el lóbulo temporal y el giro precental.
(cohombro) (p>camaderos)(confabul3ción)k(c8ma)
lXUACUáC<-
gonm ada grukom blam e
orgurets dyatel kom bairí krovat
‘?*-'« 5»-^ (4) Paciente Zvor. 7.° grado
**-"<4
okurets tyatelgam beam krovad
(está volando un pájaro)
(2) P a c ie n te O s . 7." grado letit ptitsa
% 9 series de 5 demente»
» n. 0 series de 3 elementos
hO
(S)
(Mar Caspio) ' *
larm ente pronunciada de esta alteració n es que tienen una gran difi
cu ltad para trazar letras. A d iferencia de los pacientes con lesiones en
la zona tem poral izquierda, la dificultad que estos pacientes experi
m en tan al e sc rib ir no es debida a la incapacidad p ara d istinguir cla
ram en te el sonido o el fonem a q u e tenían que escribir, sino a la in
capacidad para retener la posición espacial requerida de las líneas que
fo rm a n la letra y, en consecuencia, sus dibujos (o copias) de le tra s
p resen tan u n carácter desorganizado; algunas veces, en los casos
m enos graves, se reem plaza la le tra p o r su im agen especular (fig. 41).
E n los casos m ás graves estos defectos se m anifiestan d u ra n te la
reproducción d irecta de e stru c tu ra s tridim ensionales. E n los casos
m enos graves se m anifiestan solam ente cuando el paciente in te n ta re
p ro d u c ir u n a posición espacial re q u e rid a de m em oria, o cuando se le
d a el trab ajo de traslad ar conscientem ente ciertas relaciones esp a
ciales (por ejem plo, cuando se le indica que levante la m ism a m ano,
o reproduzca la posición de la m an o de una persona situada fre n te
a él, o que invierta m entalm ente la relación espacial percibida de u n a
figura geom étrica sobre la m esa fre n te al investigador, de m odo que
lo sitúe en la m ism a relación a sí m ism o). Las alteraciones de o rien
tación espacial de este tipo p u ed en producirse p o r lesiones en am bos
hem isferio, ya en el izquierdo (dom inante), en cuyo caso son p a rtic u
larm en te evidentes, ya en el d erecho (no dom inante).
Las diferencias apreciables com ienzan a ap arecer sólo cuando p a
sam os del estu d io de las alteraciones en el espacio concreto a fo rm as
m ás com plejas de perturbaciones de orientación en relaciones lógicas
"cuasi - espaciales”.
E sto nos lleva al análisis neuropsicológico de form as hum an as m ás
com plejas y específicas de la activ id ad gnóstica.
¡etras copiadas ® tetras escrrtas
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letras leídas
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Diagrama que muestra la posición,
de las hendas
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ejecución
ejecución
43. Perdida de la mitad izquierda del campo visual en pacientes con agnosia
espacial izquierda: (a) escritura (b) dibujo.
Uno de los síntom as específicos de este g ru p o y uno de los que
ocurren m ucho m ás frecuentem ente en lesiones de las zonas p o sterio
res del hem isferio derecho no dom inante que en lesiones de las m is
m as zonas del hem isferio izquierdo dom inante, es una alteración en el
reconocim iento de representaciones individuales, aunque el paciente
pueda aún situ arlas lógicam ente en la categoría adecuada (K ok, 1967).
Uno de los síntom as m ás claros de este defecto es la alteració n del
reconocim iento de caras (prosopagnosia), que o cu rre en pacientes con
lesiones en las zonas posteriores del hem isferio derecho, m ucho m ás
frecuentem ente que en aquellos con lesiones en las zonas co rresp o n
dientes del hem isferio izquierdo y que ha sido descrita p o r algunos
investigadores (B odam er, 1947; Hécaen, A ju riag u erra yM assonet, 1951;
Chlenov y Bein, 1958). Finalm ente, las investigaciones han m o strad o
que las lesiones en las regiones occipito - p arietales derechas p ro d u cen
alteraciones de orientación derecha en el espacio externo, fenóm enos
de apraxia construccional y defectos sim ilares, m ucho m ás frecu en
tem ente que las lesiones en las regiones correspondientes del hem is
ferio izquierdo (Hécaen, 1969).
N orm alm ente, las investigaciones clínicas de pacientes con lesiones
en el hem isferio derecho p ro d u cirán sólo u n a inform ación co m p arati
vam ente lim itada de la valoración de sus funciones. Sólo m uy recien
tem ente, gracias al tra b a jo de Sperry y sus colaboradores (S perry,
1959, 1966, 1967a, 1967b, 1968; S perry y otros, 1967, 1969), quienes u ti
lizaron un nuevo m étodo de disección del cu erp o calloso e investiga
ción de cóm o el hem isferio derecho aislado hace frente al n ú m ero de
problem as que se le p resen tan p a ra estu d iar el hem isferio derecho, se
encontró u n nuevo cam ino p a ra la investigación m ás precisa de sus
funciones.
Investigaciones clínicas clásicas y, en p a rtic u la r, observaciones en
pacientes después de una to ta l resección del hem isferio do m in an te iz
quierdo (S m ith, 166, 1969; S m ith y B urkland, 1966) así com o las ob
servaciones de Sperry, h an confirm ado la posición de que ninguna
función m en tal com pleja se efectúa p o r la acción com binada de am bos
hem isferios, pero que cada hem isferio hace su propia contribución
p articu lar a la construcción de los procesos m entales (Ananev, 1952).
A p e sa r de la extrem ada escasez de evidencias fidedignas con res
pecto a la función del hem isferio no dom inante, pueden establecerse
ahora u n núm ero de principios generales que gobiernan su papel. Dos
hechos deben ser considerados com o firm em ente establecidos. Uno
de ellos fue descubierto hace m ucho tiem po y no hay d udas acerca de
su validez, m ientras que el otro se descubrió m uy recientem ente y re
quiere una verificación m ás am plia.
El prim er hecho es que el hem isferio no dom inante (derecho),
a pesar de su com pleta sim etría con el izquierdo, no juega ningún pa
pel en la organización de la actividad del lenguaje y que sus lesiones,
incluso si son externas, no afectan a los procesos del lenguaje. E l he
m isferio no dom inante n atu ralm en te no puede ni realizar funciones
intelectuales y verbales com plejas ni p articip ar en la construcción de
actos m otores com plejos (Sperry y otros, 1967, 1969). Sin em hargo, és
notorio observar, como m uestran las observaciones de S perry, q u e el
hem isferio derecho aislado, que es inadecuado p ara actividades tales
como nom brar objetos, continúa siendo capaz no sólo de p ercib ir di
rectam ente los objetos, sino tam bién de un tipo difuso de diferencia
ción entre el significado de las palabras; conclusiones sim ilares se
pueden extraer de la observación de pacientes después de la resec
ción total del hem isferio izquierdo dom inante (Sm ith, 1966).
Im portantes e interesantes datos, que proporcionan inform ación
indirecta de la función del hem isferio derecho en la organización de
los procesos m entales hum anos, se obtienen de observaciones en p a
cientes con lesiones m asivas del hem isferio derecho. P o r ejem plo, las
personas diestras con una lesión en el hem isferio derecho no dom i
nan te no m uestran alteraciones en el lenguaje, escritu ra, lectu ra y a rit
m ética e incluso si la lesión está situ ad a en aquellas zonas (tem p o ral,
parieto - occipital y zonas inferiores de la región p rem o to ra) cuyas
lesiones, si se localizan en el hem isferio izquierdo, d arían lugar a gra
ves m anifestaciones de afasia, d eja las funciones del lenguaje del pa
ciente con u n a lesión en el hem isferio derecho sin afectar en absolu
to. Estas diferencias no se reducen al lenguaje m ism o; los pacientes
con tina lesión en las zonas correspondientes al hem isferio no dom i
nan te no p resentan tam poco defectos de los procesos que se fo rm an
en las bases del lenguaje: a m enudo es im posible d etectar alguna alte
ración del razonam iento lógico y su com prensión de las e stru c tu ra s
lógico - gram aticales, así com o sus operaciones lógico - form ales p e r
m anecen inalteradas.
Estos descubrim ientos sugieren que el hem isferio derecho juega u n
papel distinto en la organización de los procesos m entales y que las
alteraciones de la actividad que se asocian con sus lesiones deben b u s
carse en una esfera alejada de la organización verbal o lógico - gram a
tical de la conciencia.
E l segundo hecho fue descubierto, recientem ente, com o resu ltad o
de algunas elegantes investigaciones estadísticas llevadas a cabo p o r
T euber y sus colaboradores (T euber y otros, 1960).
M ostraron que la organización funcional del hem isferio derecho no
dom inante es de u n carácter m ucho m enos diferenciado que la del he
m isferio izquierdo dom inante. P o r ejem plo, m ien tras que las a lte ra
ciones de las sensaciones cutáneas y profundas de la extrem idad su
p e rio r derecha o cu rren sólo en las lesiones de las zonas p o stcen trales
del hem isferio izquierdo, la m ism a alteración de las sensaciones cu tá
nea y kinestésica en la extrem idad superior izquierda puede p ro d u c ir
se en presencia de lesiones m ucho m ás extensas del hem isferio d ere
cho, no dom inante. E sta baja diferenciación funcional de las e stru c
tu ra s del hem isferio derecho, sin participación alguna en los sutiles
procesos del lenguaje, es evidentem ente una de sus principales carac
terísticas (aunque todavía inadecuadam ente investigadas), cuyo an á
lisis puede p ro d u cir m ucha, nueva y valiosa inform ación.
C iertas dificultades se producen en la investigación del papel del
hem isferio no dpm inante en la organización de los procesos m entales.
T rabajos recientes (Zangwill, 1960; H écaen y A juriaguerra, 1963;
S ubirana, 1952, 1964, 1969) h a n m ostrado que la dom inancia del h e
m isferio izquierdo en individuos diestros no es ta n significativa com o
p o d ría suponerse y que existen algunos estadios tran sito rio s de la do
m inancia absoluta del hem isferio izquierdo, pasando p o r el am bidex-
trism o, a la dom inación absoluta del hem isferio derecho (que es en sí
m ism a b astan te infrecuente); el que u n individuo sea diestro o zu rd o
es, entonces, muy relativo.
E ste problem a de diagnóstico se ha resuelto fácilm ente con los re
sultados de experim entos (W ada, 1949; W ada y R asm ussen, 1960) en
los que se inyectaba am ital sódico en las arterias caró tid as izquierda
y derecha.
H asta aquí hemos exam inado las zonas del córtex cerebral que fo r
m an la segunda unidad funcional del cerebro y que p articip an en la
recepción, análisis y alm acenam iento de la inform ación. Ahora debe
mos exam inar aquellos sistem as del cerebro que p rep aran y llevan a
cabo las funciones del movimiento.
En las prim eras etapas del desarrollo de los m am íferos los sistem as
corticales que preparan para el m ovim iento no estaban claram en te
subdivididos en dos unidades y se podía distinguir en el córtex u n a
región sensom otora única que consistía en células aferentes (kinesté-
sicas) y células propiam ente m otoras. E n etapas posteriores del desa
rrollo, en los prim ates y particularm ente en el hom bre, tiene lu g ar la
diferenciación y se separan claram ente las dos p artes del sistem a fun
cional único, una p ara la preparación de los m ovim ientos y la o tra
p ara realizarlos. Las zonas posteriores del córtex sensoriom otor, que
proporcionan las bases kinestésicas del m ovim iento, se sep araro n p ara
form ar la región postcentral, m anteniendo sus funciones aferen tes y
form ando p a rte de la segunda unidad del cerebro, m ien tras p o r las
zonas anteriores, incluyendo las áreas m otora y prem otora, asum ie
ron una especial responsabilidad p ara la organización eferente del
m ovim iento, y am bas form as dieron lugar a u n a p a rte de la te rc e ra
unidad del cerebro. Como este grupo de zonas en conjunto continúa
como sistem a único, pero estructuralm ente diferenciado, p a ra la eje
cución de m ovim ientos exam inarem os su organización funcional en
un capítulo único, procediendo prim ero con la p a rte aferente del sis
tem a y m ás tard e con la eferente.
m. ex t díg. comJ
m. flex. díg. e,
m. ext d¡3. c.
m. ex t car. isd.
B0|»V7H ,
ropaje grande
I I khalat bofshol
m n xanom <5itV>bUíOU
íflKÍUn C/— S
SI H. imVI
X/O^a^tv C^Atunur
mesa elefante s a la
stol slo n patata
(m o t o r a ) y pr em o to r a y e s t a d io s subsecuentes de la e v o lu c ió n en
G uenon 8,3 69 31
C him pancé 7,6 29,8 70,2
H om bre 8,4 12 88
Z O N A S P R I M A R I A , S E C U N D A R IA Y T E R C I A R I A D E L C Ó R T E X M O T O R HUMANO
(e n m ill o n e s ) (según el In stitu to Cerebral de M oscú)
Estas hipótesis han sido confirm adas, tam bién, por los hallazgos
fisiológicos. La estim ulación del córtex p rem o to r se extiende sobre
áreas del córtex relativam ente extensas y evoca sucesivam ente m ovi
m ientos integrados, que incorporan la rotación de los ojos y la ca
beza, seguidos de rotación del cuerpo al lado opuesto y de los movi
m ientos de prensión de las m anos. Ataques epilépticos adversivos de
este tipo están originados p o r factores que producen u n a irritació n
perm anente (cicatrices, p o r ejem plo) de la región p rem otora.1
En consecuencia, el córtex p rem o to r es el lugar del sistem a ad ap
tado para la integración en el tiem po de im pulsos eferentes {m otores).
M ientras que las zonas corticales postcentrales son responsables de
la distribución espacial de los im pulsos m otores, las zonas p rem o to ras,
basadas en sinergismos m otores a niveles inferiores, son responsables
de la conversión de im pulsos m otores individuales en las m elodías ki-
nésicas consecutivas y así introducen un com ponente secundario esen
cial en la organización de las habilidades m o to ras com plejas.
Ahora es posible b u scar los síntom as que se producen en pacientes
con lesiones en las zonas prem otoras. Las observaciones clásicas de
Fulton (1935, 1943) y m ás tard e de otros neurólogos (F oerster, 1936;
K leist, 1934), y una serie de m is propias investigaciones efectuadas en
1943 (publicadas en 1963, 1947, 1962, 1963, 1969c y 1970a) han m os
trad o que las lesiones del córtex prem otor no dan lugar a parálisis ni
a paresias de las extrem idades contralaterales. Su síntom a básico es
una alteración definida de los m ovim ientos hábiles, que ya no se eje-
1. Woolsey (1958) supuso que la zona premotora observaba los mismos prin
cipios de organización funcional que la zona motora; la única diferencia es que en
la zona premotora se representan partes próximas de las extremidades cuando en la
zona motora hay una representación de las partes distales. Pero esta idea de la iden
tidad de principios de organización de las zonas motora y premotora no se ha esta
blecido todavía en el córtex cerebral humano.
Fig. 48. — Electromiograma y mecanograma patológicos de lesiones en el área
premotora: (a) alteración de la iniciación del movimiento (dificultad de activación);
(b) alteración del término del movimiento (inercia patológica) (según Iospha y
Homskaya).
cutan suavem ente y cada com ponente del m ovim iento hábil requiere
ahora sü propio im pulso aislado. Clínicam ente, la escritu ra de los pa
cientes se altera y cada rasgo de una le tra requiere un esfuerzo espe
cial; la m ecanógrafa pierde velocidad y contin u id ad en su trab ajo , el
m úsico no puede tocar fácilm ente una m elodía y el tra b a ja d o r cua
lificado es incapaz de llevar a cabo autom áticam ente el sistem a suce
sivo de operaciones que constituyen u n acto m o to r habitual.
Desde el p u n to de vista fisiológico, con este defecto se p ierd e el
proceso fluido de sucesión de inervaciones y denervaciones, los im
pulsos electrom iográficos que llevan a la iniciación de m ovim ientos
se prolongan patológicam ente y no pueden deten erse en el m om ento
preciso (fig. 48). E l defecto se m anifiesta exteriorm ente, p o r m edio de
tests neuropsicológicos, en la incapacidad de los pacientes p a ra ejecu
ta r u n m ovim iento com plejo que requiere u n a fluida sucesión de in er
vaciones, o en el paso de u n com ponente de u n m ovim iento al si
guiente, de m odo que el fenóm eno se conoce clínicam ente con el
nom bre de "inercia de estereotipos m otores" (fig. 49). E ste fenóm eno
puede verse p articu larm en te claro si se le dice a u n paciente con u n a
lesión en la región p rem o to ra que dé p alm adas a ritm o s com ple
jos, p o r ejem plo, 2 fu e rte s seguidos de 3 golpes débiles (del tip o
—.— .— ..—...). E n tales casos, el paciente no puede p asar con facilidad
d e s p u é s d e un adiestram iento d e ocho días
v iA /U v U ta c O i/u /^
simple
M m * A a AaM A aM M M - J J J j íI á M J A l
ejem plo ejecución ejecución
sin contar contando
d e sp u é s d e un adiestram iento d e tres m eses
experimento A
lentam ente, co n ta n d o en voz alta (ritmo establecido)
experim ento B
excluidos la cu en ta y visión (c a e e | r jtm 0 )
experim ento C
> 4 y i/v 4 /\y i7 L 4 .-> i^ /L A ^ ^
el paciente m ira al interruptor
(u u l) co n d o s te r m in a le s
(ritm a e sta b le c id o ]
experimento D*
otra vez s e e x clu y e n cuenta y v is ió n (cae el ritm o]
ejemplo
n 'V ’W 'Y v
101
P acien te Kirs
(d e sp u é s del hem atom a e n la región prem otor izquierda).
X ice com o m e dijeron. Sabia q u e algo e stab a equivocado
pero no podía cambiarlo".
sus m anos, dando así lugar a un fenóm eno distintivo que yo prefiero
llam ar afasia m otora eferente (o kinésica) (L uria, 1947, 1962, 1966a,
1966b, 1966c, 1966d, 1970a). En contraste con la afasia aferente (kí-
nestésica) ya descrita, en esta situación el descubrim iento de las ar~
ticulaciones requeridas y la pronunciación de sonidos aislados e in
dividuales del lenguaje no presenta dificultad apreciable p ara los
pacientes.
E sta alteración llega a ser aparente cuando tales pacientes tienen
que pasar de una articulación a otra (como cuando se pronuncia u n a
p alab ra polisílaba o una com binación de palabras). E n este caso el
proceso de denervación del articulem a precedente y la transición
fluida al articulem a siguiente se alteran profundam ente, se producen
signos de inercia patológica de una articulación existente y la p ro n u n
ciación suave de u n a palabra polisílaba llega a se r im posible. E n u n
in ten to de pronunciar la palabra "m u k h a” el paciente articu la la p ri
m era sílaba (labial) "m u ” con propiedad, pero no puede cambiar a la
2 ° dia post-operatorio 3 ° día post-operatorio
círculo
triángulo triángulo
O
círculo ,
O dedos
jí>
%
piernas
4 “ día post-operatorio ^
c 7 ° día post-operatono d ib u jos h e ch o s d e s p u é s de ¡n s tru c c io n o s
sep a ra d a s (sin p erse v e ra cio n e s)
o 4- O A + <>
circulo cruz círculo tnángulo cruz rom bo
A
triángulo cruz
Fig. 51. — Ejecución m otora e n el período posto p erato rio (extracción de u n m oni-
grom a del área prem otora): (a) copiando fo rm as (2.° al 5.° día después de la
operación); (b) dibujando un h o m b re (los m ism os días); (c) dibujando fo rm a s y un
hom bre el 7.” d ía después de la operación.
mi cho su tai pu pa
wtt w cg ku m pa.
JUJU, -UK ¿U 'O 4, *fcu,
mi chl d "ku w jcu ¿ f chu .,
paciente Plotn. Lesión de la región temporo froatal izquieida dos meses después del detenoro
e s c rib ie n d o en s ile n c io
(acero) (bafea)
*taT plot
cm an M Om con una imagen visual del objeto
hablando e n v r o d t c
e s c rib ie n d o en s ile n c io
Q -X c r \M .
onko oko n„
(y v tA n r
on_ ooo_
e s c rib ie n d o una p a la b ra hablando en V02 alta
okno (ventana)
p a c ie n te M in . In g e n ie ro . L e s ió n en e l á re a d e re ch a d e l le n g u a je (s u je to zu rd o ).
A fa s ia m otora
Con la descripción de las funciones del córtex m otor hem os com en
zado, de hecho, el análisis detallado de la organización funcional de
la tercera unidad principal del cerebro, la m áxim a responsable de la
program ación, regulación y verificación de la actividad hum ana.
He dicho que los lóbulos frontales del cerebro y, en particular, sus
form aciones terciarias (incluyendo el córtex prefrontal) fueron las
últim as partes de los hem isferios cerebrales que se form aron y que
si bien apenas son visibles en los anim ales inferiores, se hacen apre-
ciablem ente m ayores en los prim ates y en el hom bre ocupan hasta
1/4 parte de la m asa total de los hem isferios cerebrales, pero no al
canzan la m adurez en el niño h asta de los 4 a los 7 años.
También dije que la s zonasp r e fr o n ta le s o c ó rte x fr o n ta l g r a n u la r
están form adas enteram ente de células de las capas superiores del
córtex (asociativas), y que tienen las conexiones m ás abundantes con
las partes superiores del tronco cerebral y las estru ctu ras talám icas,
así como con todas las dem ás zonas corticales (fig. 16) y que están su
perpuestas no sólo sobre las zonas secundarias del córtex m otor, sino
tam bién, de hecho, sobre todas las otras form aciones del cerebro.
P or lo tanto, poseen conexiones bilaterales con las p artes superiores
de la form ación reticu lar que m odula el tono cortical y, tam bién, con
las form aciones de la segunda u n id ad cerebral que son responsables
de la recepción, análisis y alm acenaje de la inform ación, capacitando
las zonas prefrontales p ara el control del general del córtex
e s ta d o
\
' N'f
13
VR VR VR VR VR
15 16 17 18 o rde n 22 23 24 25 26 27 28
1 \ \
J_JJ VR V R VR VR VR
o rd e n
J
c
.T o O
B A
m rn im h M m m m m M m m ttm M M m 'm ti B i ,n s t r u c c ,ó a
so n id o
sonido^
sonido
A
instrucción —w -
B
B
m m m m m m m m m m m m m m m tm
s o n id o
'------— t—r—— --- ,_,------
____ s o n id o ___ __________
II 4 '4 ' 7 10' “V *6 'a
sonido s o n id o
------ 1—i----1—r
ni- ? * Vi 4 -3 '
4? ¿ cu á n to s ?
Fig. 54. — Regulación de los componentes autonómicos del reflejo orientativo por
la orden verbal “cuente los sonidos” en pacientes con lesiones de las zonas A) pos
teriores y B) frontal del cerebro (según Homskaya),
I u lll
c
....lll
1,5 - 3 .5 4 - 7
lili lllll ,„,1 lili
8 - 1 3 14*18 20-30 1,5 -3,5 4 -7
Liiil luii -i. i.i iiii
8 - 1 3 14-18 20-30 1.5 3 ^ 4 - 7
IluLluiL
8 - 1314 *1820-30
Hz
so n id o d e fo n d o c o n ta je d e s o n id o s s o n id o d e fo n d o
l II III
I II lll
l II lil
iIILh ü l JIÜI.
Fig. 56. — C am bios en la a s im e tría de los fren tes ascen d en tes y d escen d en tes de
las ondas alfa bajo la influencia de una instrucción activante que m oviliza la a te n
ción del sujeto; (a) en un paciente con lesión en las zonas posteriores del cerebro,
(b) en un paciente con lesiones eu los lóbulos frontales (H om skaya y A rtem eva).
res del cerebro (fig. 57 a); sin em bargo en pacientes con lesiones en
los lóbulos frontales este increm ento no existe o es m uy inestable.
En todos los casos descritos anteriorm ente, una lesión en los lóbu
los frontales altera sólo las form as superiores corticales de actuación
producidas con la ayuda del lenguaje o, en o tras palabras, se alteran
sólo las form as superiores de atención voluntaria; las form as elem en
tales del reflejo orientador (o atención involuntaria), provocadas por
el efecto directo de estím ulos irrelevantes, no sólo perm anecen intac
tos, sino que pueden ser verdaderam ente intensificadas. E ste hecho
puede observarse claram ente m anteniendo una cuidadosa vigilancia
del com portam iento de los pacientes con lesiones del lóbulo frontal,
los cuales se distraen m ucho m ás fácilm ente que los sujetos norm ales
y no pueden controlar esta tendencia y tam bién analizando los resul
tados de experim entos fisiológicos que m uestran que los índices auto
nómico y electrofisiológico del reflejo orientador, que desaparecen con
la presentación de una orden verbal, perm anecen intactos en respues
ta a estím ulos incondicionados directos (por ejem plo, respirando, to
siendo, abriendo y cerrando los ojos y cosas así) y que los fenóm enos
descritos anteriorm ente están relacionados con u n a alteración sólo de
------J>------ 5----------
II
CFsIn n/
1s 250m s
OPdext
O P sin w 'rfr'rf'W V
C F s in
O P sin
ganiza.
Un ejem plo de este caso se da en la figura 59, que m u estra que
m ientras que u n paciente con u n a lesión parietal que tiene dificultad
en reproducir m ovim ientos rítm icos (presionar fu ertem en te u n a vez y
con suavidad dos veces) puede co rreg ir sucesivam ente este defecto
dándose la orden él m ism o (fig. 59 a), otro paciente con u n a lesión
frontal masiva no lo puede hacer, y, aunque rep ita la o rd en co rrecta
m ente, continúa presionando in ertem en te de form a exactam ente igual
(fig. 59 b).
Un ejem plo del segundo caso se m u estra en la figura 60. Cuando
se pidió a un paciente con lesión m asiva en el lóbulo fro n tal izquierdo
que golpeara con un ritm o "fu erte - débil - débil" no p odía hacerlo,
sino que golpeaba con un ritm o continuo. Cuando cam bió p a ra darse
a sí mismo la instrucción, comenzó a m o strar la m ism a inercia, en su
lenguaje y en el núm ero de elem entos de la orden verbal aum entó gra
dualm ente ("fu erte - débil - débil”, y "fuerte - débil - débil”, "fu erte -
débil - débil", etc.).
E ste cambio del nivel de las acciones convencionales controladas
p o r el lenguaje a niveles m ucho m ás elem entales de resp u estas eco-
práxicas directas o alteraciones del program a de acción p o r u n es
tereotipo inerte, es un síntom a típico de la p ertu rb ació n de la conduc
ta encam inada a u n fin en pacientes con lesiones m asivas de los ló
bulos frontales.
luz roja
luz azul
luz roja
luz azul 737475 76 77 787980 81828384
“T-n-H-i------ lj—u—
sin lenguaje
i l l l M í L L L Í J u L
luz roja 28 29 30 31 32
luz azul 32 33 34 35 36 37
con lenguaje
aie/ / i Í .s? / Í ¿ / / * >& /
U J J J U J d lL U J J L
4S 47 48 49 50
luz roja
bjz azul 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60
Fig. 59. — Registro del ritmo motor en respuesta a una orden verbal en pacientes
con lesiones en la región parietal (A) y frontal (B) (Momskaya). La ejecución correc
ta de un ritmo “fuerte-débil-débil” se restaura cuando un paciente con una lesión
en la región parietal empieza a dar la instrucción verbal él mismo, pero la ejecución
no es correcta en el caso de un paciente con un tumor en la región frontal.
m uestra ejecución
silenciosamente
arcuto
tircuio
| (p ro h ib id a la entrada)
3|
a o a
cruz
A h > GD ©
cuadrado menos menos
iS L
Q
cuadrado cruz dos menos un punto no y mejor
escrito al dictado
v
cuadnlatero
l
triángulo
a o
círculo
f idem.
BABA dos círculos y una cruz
modelo
O
copia
^
una cruz l í
modelo modelo
copa
copia
O
trazando una cruz
copiando una cruz
4
3
su nombro
A
n
copie el thángub
~
A*
9m
ídem.
f
a
m odelo modelo kinestetico trazado activo d e
un triángulo
Fig. 63. — Dos tipos de inercia patológica producida en casos de (a) lesiones pro
fundas del cerebro que incluye el ganglio motor basal, y (b) una lesión masiva
de las zonas laterales de la región prefrontal.
cesos m nésicos e intelectuales, no será p o r lo tan to inesperado. E stas
alteraciones son de carácter sim ilar y afectan a algunos aspectos de la
regulación y program ación de estas funcionest y la verificación de su
curso.
Las lesiones frontales no alteran las funciones fonético - léxicas o
lógico - gram aticales del lenguaje como lo hacen las lesiones que ya
he descrito. Sin em bargo, dan lu g ar a u n a alteración grave de una
función diferente del lenguaje llamada fu n ció n reguladora; el paciente
ya no puede controlar ni dirigir su com portam iento con la ayuda del
lenguaje, tan to el suyo propio com o el de o tra persona.
La génesis de la función reguladora del lenguaje y sus p e rtu rb a
ciones en casos de desarrollo anorm al o lesiones patológicas de los
lóbulos frontales han sido tratad o s an terio rm en te p o r el a u to r (L uria,
1959b, 1960, 1963, 1969a, 1969b, 1970a, 1970b; L uria y H om skaya, 1963,
1966) y p o r ello no serán exam inadas aquí.
Se han observado alteraciones de u n a clase especial en la activi
dad m nésica de pacientes con lesiones frontales. C ontrariam ente a al
gunos de los puntos de vista sostenidos p o r la literatu ra, las le s io n e s
10
8
6
4
2
0
l
ríe p resen tad a como los que crean una im presión directa, sin necesi
dad de esfuerzo (de una serie de diez palabras, cuatro o cinco elemen
tos se pueden recordar p o r este m étodo); sin em bargo, a p esar de las
frecuentes presentaciones de una serie com pleta, el núm ero de pala
bras que pueden reproducir no aum enta, sino que el nivel de cuatro
o cinco perm anece constante. Si los procesos de m em orización se re
p resentan en una curva, señalando en las abcisas el núm ero de pre
sentaciones repetidas y en las ordenadas el núm ero de palab ras repro-
10
9 9
8 - <x >o—c/' 8
7 V» 7
6
6
5
5 4
4
3 3
2 2
1 1
l ll III IV V VI V il VIII IX X l II ll! IV V VI V il VIII IX X
dinám ica d ef nivel de requerim ientos en un
experim ento de m em orización d e palabras
realizado p or un sujeto norm al
15 —c. A.
VIII. Percepción
E structura psicológica
La psicología del siglo x ix consideraba la percepción como u n a
im presión pasiva de los estím ulos externos sobre la retin a y después
en el córtex visual. Por tanto, lógicam ente, la base cerebral de la sen
sación visual y de la percepción debían de ser las zonas del córtex oc
cipital que recibían la excitación generada en la retin a y en las cuales
se form aban estru ctu ras absolutam ente idénticas (isom orfas) a la
estim ulación prim aria.
E ste concepto de isom orfism o de la e stru c tu ra de la excitación en
el córtex visual con la e stru c tu ra de la excitación periférica, y, p o r
tanto, con la estru ctu ra del o b jeto que estim ula los ojos, asum ió su
form a más clara en la psicología de la G estalt, cuyos fundadores (Kóh-
ler, por ejem plo) dedicaron gran p arte de sus vidas a la defensa de
este “principio del isom orfism o”.
La psicología m oderna in ten ta analizar la percepción desde p u n to s
de vista muy diferentes. C onsidera a la percepción como u n proceso
activo de la búsqueda de la correspondiente inform ación, distinción
de las características esenciales de u n objeto, com paración de las ca
racterísticas e n tre sí, creación de u n a hipótesis apropiada y, después,
com paración de esta hipótesis con los datos originales (Vygotsky,
1956, 1960; B runer, 1957; Leontev, 1959; Z aporozhets, 1967, 1968). Por
esta razón, adem ás de los com ponentes receptores, tam bién son esen
ciales para la percepción h u m an a los com ponentes efectivos y, m ien
tra s que estos com ponentes efectores, m otores, tienen lugar paso a
paso en las p rim eras etapas del desarrollo, en los niveles subsiguientes
de la form ación de la función perceptiva com ienzan a realizarse en
form a abreviada, gracias a ciertos “a ta jo s” aparecidos a nivel de algu
nas “acciones in tern as” (Z aporozhets, 1967, 1968; Zinchenko y otros,
1962; Zinchenko y Vergiler, 1972).
Por tanto, es evidente que el proceso de percepción tiene u n ca
rá c te r com plejo. Comienza con el análisis de la estru c tu ra percib id a,
al ser recibida p o r el cerebro, en un gran núm éro de com ponentes o
claves que son luego codificadas o sintetizadas y aju stad as d e n tro de
los sistem as m óviles correspondientes. E ste proceso de selección y
síntesis de las características correspondientes es de carácter activo
y tiene lugar b a jo la influencia d irecta de las tareas con las que se en
fren ta el sujeto. Tiene lugar con la ayuda de códigos hechos a la m e
dida (y en p a rtic u la r los códigos del lenguaje), q u e sirven p a ra situ a r
el rasgo percibido dentro de su sistem a adecuado y para darle u n ca
rácter general o categórico; finalm ente, incluye siem pre un pro ceso de
com paración del efecto con la hipótesis original o, en otras p alab ras,
un proceso de verificación de la actividad perceptiva.
D urante la percepción de objetos fam iliares, establecidos firm e
m ente en experiencias anteriores, este proceso n atu ralm en te se ab rev ia
y tiene lugar m ediante u n a serie de atajos, m ien tras que d u ra n te la
percepción de objetos visuales com plejos nuevos y no fam iliares, el
proceso de percepción perm anece com plejo e inábreviado. F inalm ente,
es esencial o b serv ar que la percepción hum ana es un com plejo p ro
ceso de codificación del m aterial percibido que se da con la ín tim a
participación del lenguaje y que, p o r tanto, la actividad p ercep tu al
hum ana nunca tiene lugar sin la participación d irecta del lenguaje,
lo que ha sido dem ostrado en m uchas investigaciones psicológicas
(Gelb y G oldstein, 1920; Vygotsky, 1934; B runer, 1957), y, p o r tan to , es
innecesario tr a ta r estos problem as especialm ente.
O rganización cerebral
E ste c a rá c te r com plejo de la actividad p ercep tiv a sugiere, n a tu ra l
m ente, que la percepción visual no es realizada en su to talid ad p o r las
estru ctu ras del córtex occipital (visual), sino q u e de hecho involucra
u n a com pleta “ constelación activ a” de zonas cerebrales, ejercien d o
cada zona su pro p io papel en la actividad p ercep tiv a y ap o rtan d o su
propia contribución para la form ación del pro ceso perceptivo.
Es tam bién evidente que u n a lesión de cada u n a de estas zonas que
p articip an en la actividad perceptiva alterará el com plejo sistem a de
la percepción visual en su totalidad, aunque la alteración afecte a u n
com ponente d istin to cada vez y, p o r tan to , siga u n curso diferente.
Como ya hem os visto, la percepción visual h u m an a com ienza en
el m om ento en que la excitación que aparece en la re tin a alcanza el
córtex visual prim ario, donde estos im pulsos, que se proyectan sobre
los puntos correspondientes del córtex (en un esquema con una orga
nización estrictam ente som atotópica), son separados en u n gran núm e
ro de com ponentes. Como dije anteriorm ente (parte 2, capítulo 3),
este proceso de análisis visual puede tener lugar debido a que el cór
tex visual contiene un gran núm ero de neuronas altam ente diferencia
das, cada una de las cuales responde únicam ente a una característica
p a rtic u la r del objeto percibido (H ubel y Wiesel, 1962, 1963).
Dado que las lesiones de las zonas prim arias del córtex visual n un
ca afectan a neuronas aisladas, sino que se extienden siem pre sobre
u n a cierta área, las alteraciones de la percepción visual en estos casos
son elem entales y de carácter som atotópico, y se m anifiestan tanto
com o hem ianopsia hom ónim a (pérdida de la m itad del cam po visual
co n tralateral) como hem ianopsia cuadrántica (pérdida de un sector
p articu lar del campo visual) o, finalm ente, como el desarrollo de esco-
tom as (pérdida de áreas aisladas del cam po visual correspondientes a
las áreas efectadas del córtex visual prim ario).
Si el córtex visual prim ario está en el hom bre en un estado de dis
función (com o ocurre tras una lesión de la región occipital acom paña
da de edem a), la visión puede desaparecer com pletam ente en las p ri
m eras etapas, tras las cuales puede recuperarse. Aunque la percépción
al principio no es clara y tiene un carácter "borroso”, m ás tard e se
recu p era com pletam ente.
Un rasgo típico de todos estos tipos de alteración (excepto en al
gunos casos especiales) es que estos defectos elem entales pueden com
p ensarse adecuadam ente m ediante m ovim ientos de los ojos y con ello
el sujeto puede continuar trabajando. Son excepción aquellos casos
en que las lesiones del córtex occipital (bien sea de las zonas p rim a
rias, bien de las secundarias) se yuxtaponen sobre un m arco de inac
tividad o de inadvertencia del defecto p o r p a rte del su jeto (anosog-
nosia) o cuando el defecto perm anece desapercibido y no es com pen
sado, de m odo que adquiere el carácter de hem ianopsia fija o agnosia
espacial unilateral (Hom es, 1919; B rain, 1941; Luria y Skorodum ova,
1950; H écaen y otros, 1956; Hécaen, 1959).
La segunda etapa de la organización cerebral de la percepción vi
sual requiere una estrecha participación de las zonas secundarias del
córtex cerebral. É stas constituyen el principal sistem a responsable de
la form ación de síntesis móviles de los elem entos visualm ente perci
bidos, pero se encuentran b ajo la influencia reguladora y m oduladora
de o tras zonas no visuales del córtex.
Como hemos visto, las zonas secundarias del córtex visual consis
ten sobre todo en neuronas de las capas superiores corticales y poseen
axones cortos y adaptados p ara la form ación de com binaciones y co
nexiones entre los elem entos individuales y los puntos del córtex. Por
lo tanto, pueden p ro d u cir síntesis m óviles de indicadores visuales en
los que se analiza la percepción visual y hacer que estos indicadores
puedan ser controlados.
U na lesión en las zonas corticales secundarias p ro d u cirá n a tu ra l
m ente u n a perturbación en estas síntesis visuales, y el defecto de p er
cepción que surge en p acientes con lesiones en estas zonas corticales
asum e el carácter de p erturbaciones de síntesis visuales sim ultáneas o
de agnosia óptica, en las cuales cada elem ento de la e s tru c tu ra visual
se p recisa con claridad suficiente, p ero el paciente no puede sinteti
zar el elem ento en u n to d o único, de m odo que es incapaz de reco
nocer objetos o lám inas de objetos. T odavía conocem os m uy poco so
bre los m ecanism os básicos de la agnosia óptica. Sin em bargo, m erece
m encionarse uno de los m ecanism os accesorios.
Se sabe que la im agen visual fo rm ad a en la retin a perm anece allí
d u ran te un período extrem adam ente co rto y si el ojo e stá com pleta
m ente estacionario la im agen no d u ra m ás de 1-1,5 segundos (Y arbus,
1965). Es, por lo tanto, esencial no solam ente p ro d u cir la síntesis vi
sual, sino tam bién estabilizar la im agen obtenida com o resu ltad o del
proceso óptico. Una m an era de llevar a cabo esto es m ed ian te la for
m ación de una postim agen visual que ju eg a un papel m uy im p o rtan te
en la estabilización de la im agen y cuyos m ecanism os fisiológicos han
sido estudiados con detalle por la escuela de O rbeli (Z im kina, 1957;
Zim kin y Zimkina, 1953; K aplan, 1949; Balanov, 1950).
Un hecho de la m ay o r im portancia es que esta postim agen visual
que norm alm ente d u ra de 20 a 30 segundos y que luego desaparece
gradualm ente, puede o bien no surgir en su totalidad o durar durante
un período m ucho m ás corto en p acien tes con lesiones occipitales,
aunque pueda p roducirse cierto grado de estabilización m ediante la
adm inistración de cafeína (Zislina, 1955). E sto indica que el córtex
visual es responsable n o solam ente de la síntesis de los im pulsos vi
suales, sino tam bién de su estabilización. P o r lo tanto, lleva a cabo u n
papel sim ilar que m encioné cuando d iscu tí el papel del córtex tem
poral en la estabilización de los estím ulos auditivos (p a rte II; cap. 4).
S ería u n error, sin em bargo, p en sar que las zonas secu n d arias del
córtex visual se ocupan únicam ente de la p a rte efectora u operativa
de la actividad perceptiva. E s porque esto no es así p o r lo que una
lesión en las zonas visuales secundarias interfiere o im pide la form a
ción de síntesis v isu ales, pero no priva a la actividad perceptiva de su
carácter controlado o intencional. Una persona con una lesión en las
zonas visuales se c u n d a ria s puede p ercib ir directam ente tan sólo frag
m entos de in fo rm ació n visual, pero puede aún ser capaz de analizar
el significado de e s to s fragm entos y com pensar su defecto m ediante el
razonam iento. E l sujeto busca activam ente la solución al problem a,
dada la natu raleza de la im agen que le presenta, form ula varias hipó
tesis que co m p ara con los elem entos que realm ente percibe; in ten ta
encuadrar los in d icio s que percibe en diversas categorías de significa
do y los codifica. P o r esta razón, ya que el paciente puede aú n enca
ja r h ip o téticam en te un indicativo d en tro de las categorías adecuadas,
m ientras que es in cap az de llevar a cabo síntesis concretas de datos
en una entidad v isu a l com pleta, su percepción se vuelve excesiva
m ente generalizada ("E sto es una especie de anim al”, "E sto es... una
clase de in stru m e n to ”) e hiperintelectualizada, pero pierde su carác
ter concreto.
Una lesión en la s zonas visuales secundarias p ertu rb a, pues, la ope
ración de síntesis visuales, pero deja intacta la estructura total de la
percepción activa. Las zonas superiores que colindan con las zonas
secundarias del c ó rte x visual ap ortan su propia contribución a la es
tru c tu ra de la p ercep ció n visual y las lesiones en las m ism as confieren
algunas características especiales a la perturbación visual p ro p ias de
este tipo de lesió n .
Los com ponentes individuales de la organización cereb ral su p erio r
de la percepción so n de especial in terés y m erecen co nsiderarse se
paradam ente. N o rm alm en te, la percepción visual posee su propia or
ganización espacial y solam ente en los casos m ás sim ples esta organi
zación espacial m an ifiesta u n carácter elem ental, de m odo que todas
las coordenadas espaciales perm anecen sin am bigüedad. E n m uchos
casos, sin em bargo, no ocurre así y las imágenes percibidas tienen una
posición espacial definida y adem ás asimétrica. E stas características
son especialm ente aparentes duran te la percepción de u n a situación
cara a cara, d o n d e las palabras "derecho” e "izquierdo” adquieren
significados co m p letam en te diferentes (y a m enudo de vital im p o rtan
cia). Las m ism as características son aparentes en la percepción de la
posición de una h a b ita c ió n en un ap artam ento, de u n o b jeto de una
habitación, etc. S o n especialm ente aparen tes duran te la percepción
de estru ctu ras g eo m étricas y figuras tridim ensionales, en las que la
incorporación del o b jeto percibido d e n tro de un sistem a de coordena
das espaciales fu n d am en tales (los planos frontal, sagital y horizontal)
es vital para el c u rs o correcto de la actividad perceptiva.
Un hecho especial es que la organización espacial no es función
p ro p iam en te del córtex occipital (visual) y que la participación de las
zonas parietales inferiores (o parieto - occipitales) del cerebro es esen
cial p a ra que la m ism a se lleve a cabo.
Son estas zonas del cerebro las que d an un rol en la percepción
visual a las zonas corticales de los sistem as vestibular y kinestésico
(háptico ), donde la m ano derecha dom inante ocupa u n a posición do
m inante. La introducción de estos com ponentes no visuales en la p er
cepción visual com pleja introduce, al m ism o tiempo, la posibilidad de
un análisis espacial: elem entos de coordenadas espaciales tridim en
sionales p o r un lado, y la valoración asim étrica de los lados derecho
e izquierdo del espacio p o r otro lado.
U na lesión en las regiones parietales inferiores (o p arieto - occipita
les) del hem isferio m antiene, p o r lo tanto, las síntesis visuales intactas,
pero se p ertu rb a la organización espacial de la percepción. P o r con
siguiente, estos pacientes no pueden percib ir claram ente las relacio
nes espaciales entre elem entos de una construcción com pleja, no pue
den distin guir la derech a de la izquierda, pierden la orientación en el
espacio que los rodea, no pueden decir la posición de las agujas del
reloj, confunden los países en u n m apa y no pueden d eterm in ar los
p u n to s cardinales. Ya he tratad o estos defectos en la p a rte p ertin en te
de este libro (Parte II, cap. 5) a la cual refiero al lector.
Un facto r único en la percepción visual es la posibilidad de am plias
sín tesis sim ultáneas que perm iten que toda una situación pueda ser
p ercib id a al mism o tiem po (por ejem plo, el examen sim ultáneo de u n
cuadro). Hay razón p a ra suponer que este tipo de percepción no es
función únicam ente del córtex visual (occipital), sino que requiere la
p articip ació n estrecha de las zonas parieto - occipitales.
A parentem ente éstas son responsables de la "conversión de la su
cesiva form ación de u n a situación en exploraciones sim ultáneas”,
dando lu g ar así al acto condensado de la com posición sim ultánea de
u n a situación com pleta ópticam ente percibida. E sta hipótesis está b a
sada en el hecho de que una lesión en el córtex p a rie to - occipital (la
m ay o r p a rte de las veces en am bos hem isferios) hace que el paciente,
que aú n puede p e rc ib ir los o bjetos individuales, sea incapaz de p er
cib ir u n grupo de o b jeto s (a veces ni siquiera un par) y, m enos aún,
de c a p ta r la situación en su to talidad, como, por ejem plo, en el caso
de u n grabado tem ático.
E sta pertu rb ació n se conoce com o la agnosia sim ultánea de B alint.
S iem pre se encuentra asociada a u n a característica ap rax ia de fijación
re su lta n te del hecho de que “todo el am plio cam po visual” deterio
rado no puede ab arcar sim ultáneam ente los distintos puntos excita
dos, de m anera que el paciente es incapaz de fijar el centro de inform a
ción visual m ediante el uso de la p arte central de la retina. Al m ism o
tiempo no puede percibir inform ación visual en la periferia de la re
tina, y los m ovimientos coordinados del ojo, que constituyen el p rim er
paso en la percepción sim ultánea de una situación visual com pleta,
desaparecen. He dado ya un detallado análisis de este tra sto rn o (p ar
te II, cap. 5) y, por lo tanto, no me detendré en él en este m om ento.
Una últim a clase de perturbación de la percepción espacial total,
es la agnosia espacial unilateral. La m ism a difiere de la hem ianopsia
homónima, en que los pacientes con este tipo de p ertu rb ació n , que
usualm ente surge en el caso de lesiones en las zonas parieto - occipita
les del hem isferio no dom inante (derecho), no están conscientes de la
totalidad del lado izquierdo, tanto en el cam po visual com o tá c til y,
más aún, no están conscientes de sus fallos (B rain, 1951; A juriaguerra
y Hécaen, 1960; Critchley, 1953; Piercy y Sm ith, 1962; W arrington
et al., 1966; Korchazhinskaya, 1971). E sta pertu rb ació n es u n hecho
puram ente patológico y aunque es de indudable interés en neurología,
posee una im portancia lim itada p ara la com prensión de la e stru c tu ra
de la percepción hum ana norm al.
H asta el m om ento casi hem os lim itado n u estra atención al aná
lisis dé las lesiones occipitales y parieto - occipitales de los dos hem is
ferios relativas a la e stru ctu ra de la percepción visual, sin dedicar
ninguna atención especial a los papeles relativos de los hem isferios
dom inante y no - dom inante en esta actividad. Ahora rectificam os esta
omisión.
Los sistem as del hem isferio izquierdo dom inante en el caso de los
sujetos diestros, están íntim am ente conectados con el lenguaje y p o r
medio de éste con todos los procesos m entales en cuya organización
el lenguaje juega u n a participación activa. Al m ism o tiem po es bien
conocido que el lenguaje p articip a directam ente en la form ación de
las form as más com plejas de percepción; a saber, la codificación de
la percepción de colores, form as y objetos de "categorías” com ple3as-
Este problem a h a sido estudiado en el pasado en conexión con el
análisis de la percepción del color (Gelb y G oldstein, 1920; B runer,
1957) y es de la m ayor relevancia p ara la psicología hum ana. P o r lo
tanto, no nos sorprenderá sab er que las zonas no visuales del córtex,
directam ente relacionadas con el lenguaje, pueden ju g ar un p ap el ac
tivo en la organización de la percepción visual y que las lesiones en
estas zonas pueden causar p erturbaciones esenciales en la percepción
visual.
El papel de las "zonas del lenguaje” del córtex en la e stru c tu ra
ción de la percepción y la génesis de las p erturbaciones de la percep
ción en el caso de lesiones del córtex tem poral y tem poral - occipital
causantes de la afasia no ha sido estudiado aún adecuadam ente. Los
estudios de Gelb y G oldstein (1920) son ya clásicos. Estos investigado
res dem ostraron que los tra sto rn o s del lenguaje p ueden conducir a la
p érd id a de la capacidad p a ra p e rc ib ir categorías de color, de form a
que los colores no se codifican correctam ente. Fenóm enos elem entales
com o la inducción del color que, en condiciones norm ales son inhibi
dos p o r la percepción categórica del color, se h acen en este caso m ás
aparentes. Las ú ltim as investigaciones de G oldstein (1944) son de gran
im portancia p a ra este enfoque de la percepción visual y del p ap el que
el lenguaje ju eg a en la m ism a. G oldstein dem ostró la p ertu rb ació n del
ca rá c te r categórico de la percepción de form as en pacientes con lesio
nes cerebrales y su discípulo H ochheim er (1933) realizó lo q u e quizás
es el prim er in ten to hacia u n enfoque detallado de cara al análisis de
los fenóm enos de la agnosia óptica con base en el papel del lenguaje
en la elaboración de procesos perceptivos. F inalm ente ocupan u n lugar
especial en este problem a que tra ta m o s las investigaciones clásicas
(aunque desgraciadam ente aún sin term in ar) de Potzl, quien, en su
im p o rtan te tra b a jo sobre la afasia (Potzl, 1928), relacionó desde el co
mienzo el análisis de la patología de la percepción visual, con los tras
to rn o s del lenguaje y citó num erosos hechos q u e indican com o el
"cam po visual to ta l” del córtex funciona bajo la influencia organiza
d o ra directa del lenguaje. R ecientem ente, el concepto del pap el del
lenguaje en la percepción h u m ana y las características de los m eca
nism os cerebrales de la percepción que surgen d irectam en te de este
hecho han recibido nuevam ente u n a cuidadosa atención y m uchas
investigaciones que confirm an e sta im p o rtan te conclusión h a n sido
resum idas en varios trab ajo s (ver, p o r ejem plo, D rew y o tro s, 1970).
D esafortunadam ente, estas investigaciones que sientan las bases del
enfoque de form as de percepción en el hom bre, n o se han continuado
en form a adecuada d u ran te el subsiguiente desarro llo de la neu ro p si
cología, pero n o cabe du d a de q u e se conseguirán im p o rtan tes ha
llazgos como resu ltad o de una lab o r u lte rio r en este cam po de la in
vestigación.
Dos factores q u e han sido confirm ados de fo rm a adecuada m edian
te la experiencia clínica req u ieren u n com entario detallado: el p ri
m ero es el tra sto rn o de percepción de letras y palabras que resu lta
de lesiones en la región parieto - occipital izquierda y el segundo es el
trastorno en el surgim iento de ideas visuales que se observa en el
caso de lesiones en las zonas tém poro - occipitales.
Sería obvio que el hem isferio izquierdo (dom inante) con su rela
ción directa con la organización de los procesos del lenguaje tam b ién
participara en la percepción de los sím bolos del lenguaje escrito (le
tras, palabras, núm eros, signos de puntuación). Ello se desprende
claram ente del hecho de que las lesiones en las zonas parieto - occipi
tales del hem isferio izquierdo (dom inante) tam bién pueden conducir
a trastornos en la percepción de estos sím bolos aun en ausencia de
manifiestos signos de agnosia de objeto.
La alexia óptica que en algunos casos asum e el carácter de u n
trastorno de percepción visual de las letras individuales (alexia lite
ral) y, en otros casos, el de incapacidad para com binar en u n a sola
palabra letras percibidas visualm ente y un tra sto rn o de la percepción
visual de palabras (alexia verbal), ha sido estu d iad a y descrita con
detalle. Muy a m enudo estos fenóm enos se acom pañan de un tra sto rn o
en la percepción visual de núm eros o de notas m usicales y son siem
pre causados por una lesión en las zonas parieto - occipitales del he
misferio dom inante. En algunos castos, m alform aciones congénitas en
estas regiones se m anifiestan m ediante defectos innatos que im piden
el aprender a leer (ceguera congénita de letras); ésta es una p a rte es
pecial de la neuropsicología que tam bién ha sido objeto de estudio
considerable. En otros casos aparece un trasto rn o en el reconocim iento
de las letras cuando hay lesiones en las zonas occipitales y parieto-
occipitales en el hem isferio izquierdo, de m odo que cuando el paciente
m ira a las letras y dibujos percibe su organización espacial in d istin
tam ente y no reconoce el significado de las letras y palabras (alexia
óptica y verbal). E ste síndrom e ha sido descrito, a m enudo, y es m uy
bien conocido en la práctica clínica (D ejerine, 1914; Pótzl, 1928; Ben-
ton, 1965; Money, 1962; H écaen, A juriaguerra y Angelergues, 1957;
Hoff, Gloning, 1962; Gloning y otros, 1966; Weigl, 1964; B enson y
Geschwind, 1969; Z urif y Carson, 1970).
H asta el m om ento he descrito fallos en la recepción directa de la
inform ación visual resu ltan te de algunas lesiones cerebrales. Sin em
bargo, es sabido que la actividad perceptiva no está confinada a los
procesos de percepción visual, sino que necesariam ente incluye la fo r
mación activa de imágenes visuales correspondientes al significado de
una sola palabra. E ste proceso, que es u n aspecto de la actividad p e r
ceptiva y aún no ha sido adecuadam ente estudiado, m erece n u e stra
especial atención.
Bajo condiciones norm ales la im agen visual, que en algunos casos
es brillan te y casi eidética, pero que en otros es opaca e in d istin ta, se
evoca rápidam ente por una simple p alab ra que denota el objeto co rre s
pondiente. Con el tiem po, esa im agen sufre algunos cam bios, ya sea
convirtiéndose en una form a m ás generalizada, o exhibiendo c a ra c te
rísticas distintivas más claram ente definidas (Soloviev, 1966). B ajo
condiciones norm ales se desconoce la existencia de casos en que exista
u n a com pleta ausencia de im ágenes visuales evocables m ediante p a
labras que denoten objetos.
Sin em bargo, la incapacidad to tal p ara fo rm a r una im agen visual
de un objeto denom inado por u n a p alab ra es u n a dolencia h a b itu a l
en patología cerebral, a p esar de u n a conservación adecuada del o b jeto
visualm ente percibido. Como hem os visto, las lesiones en los lóbulos
tém poro - occipitales del hem isferio izquierdo conllevan que el su jeto
entienda el significado de una p alabra, aunque la p alab ra no provoque
u n a im agen visual precisa. Los in ten to s del paciente por d ib u ja r el
ob jeto denom inado p o r una p alab ra co n trastan en form a ta ja n te con
la facilidad con que puede copiar el dibujo. H e dado ya ejem plos (fi
gura 39) de este tipo de disociación, p o r lo que n o e n tra ré m ás en de
talles.
Sabem os aún m uy poco acerca del papel que juega el h em isferio
derecho en la percepción a p esar de lo que podem os ap ren d er de la
n aturaleza de los trasto rn o s de la percepción visual causados p o r le
siones en el m ism o.
Aunque Jackson (1874) adjudicó u n a función especial al hem isferio
derecho en la actividad perceptiva y no o b stan te el hecho de que al
gunos investigadores (p o r ejem plo Sperry, 1968) h an señalado el pap el
del hem isferio derecho en la conservación de la percepción del len
guaje, aún tenem os m uy pocos hechos fiables p a ra po d er a d ju d ic a r u n
papel específico inequívoco a este hem isferio en la percepción.
E n la últim a década se han publicado tra b a jo s (H écaen y Angeler-
gues, 1963; Piercy y Sm ith, 1962; K ok, 1967) q u e revelan que las zo
nas parieto - occipitales del hem isferio derecho ju eg an un papel im p o r
ta n te en las form as m ás directas de la percepción y, en p a rtic u la r, en
aquellas en que la aportación del lenguaje es m ínim a.
P or ejem plo, se ha dem ostrado que u n a lesión en la región occipi
tal derecha conduce a u n tra sto rn o en el reconocim iento de caras o a
la prosopagnosia, con m ás frecuencia que u n a lesión en la región occi
pital izquierda (H off y Pótzl, 1937; Faust, 1947; B odam er, 1947; Chle-
now y Bein, 1958; H écaen y Angelergues, 1963; B orstein, 1962; K ok,
1967). Los trasto rn o s de las form as d irectas de percepción visual y
visoespacial en el caso de lesiones en el hem isferio derecho h a n sido
descritos por varios investigadores quienes han llam ado la atención
acerca del desarrollo en estos casos de la apraxia espacial constructiva,
que es u n trastorno en la capacidad p a ra dibujar, y así p o r el estilo
(Paterson y Zangwill, 1945; Hécaen, A juriaguerra y M assom et, 1951;
E ttllinger, W arríngton y Zagwill, 1957; Piercy, Hécaen y A juriaguerra,
1960; W arríngton y otros, 1966; Hécaen y Assal, 1970).
Finalm ente debo m encionar algún otro fenómeno adicional que p ro
vee cierta inform ación sobre el papel de las estructuras del hem isferio
derecho en la percepción. La percepción de un objeto se asocia siem pre
a su reconocim iento o, dicho en otras palabras, a su inclusión en un
sistem a de asociaciones fam iliares. Como he dicho, este proceso de
reconocim iento puede ser p erturbado si se deterioran las síntesis vi
suales y si el sujeto, aunque perciba las señales individuales, es incapaz
de sintetizarlas en una sola unidad visualm ente percibida.
Sin embargo, en algunos casos, el proceso de síntesis visual directa
no se deteriora y el paciente puede aún ver claram ente el objeto o
lám ina que se le presenta aunque es incapaz de relacionarlos con su
experiencia pasada o, en o tras palabras, de reconocerlos. E sta incapa
cidad fue descrita originalm ente por L issauer (1898) con el nom bre de
ceguera m ental de asociación, que distinguió de la agnosia óptica (o
ceguera m ental aperceptiva) descrita anteriorm ente.
Los m ecanism os en los que se fundam enta la ceguera m ental de
asociación no han sido explicados aún, aunque algunos resu ltad o s su
gieren que el defecto subsiguiente puede ser un trasto rn o en los siste
m as de conexión del córtex visual y no visual (Geschwind, 1965). Sin
em bargo, he observado frecuentem ente u n a form a de este tra sto rn o en
pacientes con lesiones en las zonas parieto - occipitales del hem isferio
derecho (no dom inante). E ste tipo de trasto rn o se asem eja m ás a le
paragnosia que a la verdadera agnosia óptica, pues a p esar de que el
paciente aún podía ver un objeto o lám ina con claridad o bien era
incapaz de relacionarlo con su experiencia personal (p o r ejem plo,
como he dicho anteriorm ente, al m ira r un cuadro com puesto p o r un
grupo de soldados en un tanque, dijo: "E sta es m i fam ilia, m i padre,
herm anos, vecinos”) o valoraba el significado en base a asociaciones
irrelevantes; por ejem plo, u n paciente de este tipo in terp retó la lám ina
de u n niño que había roto u n a ventana y que había sido apresado p o r
el dueño de la casa, de la form a siguiente: "Alguien de la R epública
de B uryat ha ganado una com petición y le están otorgando u n a copa”.
E stos casos dem uestran la existencia de un tipo único de trasto rn o
de la percepción visual característico de lesiones en el hem isferio de
recho, que se basa evidentem ente en la producción sin control de aso-
ciaciones irrelevantes, la cual como regla general está asociada al des
conocim iento p o r p a rte del paciente de sus propios fallos (anosog-
nosia). * f
Sin embargo, los datos disponibles relacionados con el papel del
hem isferio derecho en la percepción son aú n insuficientes y sólo nos
b a sta esperar que en el fu tu ro aparezca inform ación q u e arro je m ás
luz sobre este papel.
modelo
el mismo m odelo
2 3 4 5 6 7 8 9 10
ejecución
2 3 4 5 6
ejecución
E
I 0 0 0. E
L□
P a c ie n te S. Q uiste en la región postfrontal izquierda
K
B --------------
dem ostración ejecución
E structura psicológica
La Psicología clásica explicaba el m ovim iento y la acción volun
tarios del hom bre com o m anifestaciones de un acto de voluntad y con
sideraba que los m ism os eran el resultado, o bien de un "esfuerzo de
voluntad”, o de una representación “ideom otora” que evocaban el m o
vim iento autom áticam ente. E sta concepción im pedía, com o es n a tu ra l,
abordar el estudio de los m ovim ientos voluntarios y hacía que éstos
fueran inaccesibles al análisis científico y determ inista. E ste enfoque
idealista, que divorciaba el estudio del m ovim iento voluntario hum ano
de la ciencia, se vio, p o r lo tanto, pro n tam en te obligado a d ar paso al
enfoque opuesto, el cual, aunque p o r algún tiem po m ostró tendencias
progresivas, desem bocó en el m ism o callejón sin salida en el que h ab ía
desem bocado la idea voluntaria de "un acto libre de la v o lu n tad ”
como causa del m ovim iento voluntario.
Este enfoque básicam ente m ecanicista se basó en la idea de que
los m ovimientos voluntarios o acciones conscientes son sólo ap aren tes
y que en realidad no son o tra cosa que respuestas obligadas an te los
estím ulos externos. Aunque este p u n to de vista era considerado lógico
en el m om ento en que Sechenov escribió su fam oso libro "R eflejos
del cerebro” y se justificaba p o r la reacción en co n tra de la aberración
psicológica y p o r quienes sostenían u n indeterm inism o abierto, tuvo
como consecuencias, no obstante, el hecho de que la verdadera inves
tigación en la actividad voluntaria hum ana se abandonase por m ás de
medio siglo.
La noción de que las acciones y el m ovim iento voluntarios son en
origen un reflejo, quitó a estas causas tan im p o rtan tes de la actividad
hum ana todo lo que tenían de específico y reem plazó su estudio p o r
enfoques que solam ente podían justificarse en relación o bien ú n ica
m ente con program as de com portam iento innatos relativam ente sim
ples, accionados por las señales m ás elem entales que operaban com o
los "m ecanism os innatos de liberación” (I R M, "in n ate releasing
m echanism s”) de los etólogos (Lorens, 1950; Tinbergen, 1957), o p o r
m odelos artificialm ente elaborados tales como reflejos condicionados.
A p esar del gran éxito de este esquem a, que para toda u n a generación
de psicólogos (los de la escuela behaviorista, por ejem plo), pareció
ser el único enfoque científico del com portam iento, el concepto de m o
vim iento y acción voluntarios como reflejo innato o condicionado no
fue adoptado por dos razones.
Prim ero, al aislar todo tipo de m ovim iento y acción de la influen
cia de la experiencia pasada, no vieron aquellos tipos de com porta
m iento que se hallan controlados no p o r el pasado, sino p o r el futuro,
los cuales se construyen com o la p uesta en m archa de intenciones, de
planes o program as y que, como puede verse claram ente, constituyen
la m ayor parte de todas las form as específicas de actividad hum ana.
Segundo, la visión de que las acciones y m ovim ientos v o luntarios son
sim ples com ponentes eferentes de u n arco reflejo era in acep tab le p o r
que, tal y como lo dem ostró el em inente psicólogo soviético B em stein,
los m ovim ientos hum anos son tan variables y poseen ta l grado de li
b e rta d ilim itada que sería im posible en c o n tra r una fórm ula de la cual
se p u dieran derivar los m ovim ientos voluntarios hum anos de im pul
sos eferentes únicam ente (B ernstein, 1947). Por lo tan to , n i el con
cepto idealista ni el m ecanicista sobre los m ovim ientos voluntarios fue
capaz de ap o rtar ningún progreso significativo sobre las id eas dualis
tas de Descartes, para quien los m ovim ientos de los anim ales eran
p u ram en te mecánicos o com o un reflejo, m ientras que los m ovim ien
tos en el hom bre estab an determ inados p o r cierto p rin cip io m ental o
p o r el Ubre albedrío, los cuales liberan los m ism os m ecanism os re
flejos.
E ra necesario hacer u n cam bio rad ical en cuanto a estas ideas
básicas sobre m ovim ientos y acciones voluntarias a fin de conservar
los caracteres distintivos de estas form as de actividad conscientes su
periores, pero al m ism o tiem po era necesario hacerlos accesibles al
análisis realm ente científico y determ inista. El p rim er p aso en esta
dirección fue dado p o r Vygotsky (1956, 1960), quien in tro d u jo en Psi
cología el concepto de que la fuente del m ovim iento y acción volunta
rios no yace ni dentro del organism o n i en la influencia d ire c ta de ex
periencia pasada, sino en la historia social del hom bre; en esa activi
dad laboriosa en sociedad que m arca el origen de la h isto ria de la hu
m anidad y en esa com unicación en tre niño y adulto que fue la base
ontogénica del m ovim iento voluntario de la acción intencionada.
Vygotsky consideraba que cu alquier in ten to de b u sc a r "raíces bio
lógicas" p ara la acción voluntaria estaba condenado al fracaso. Con
sideraba que su verdadera fuente yacía en el período de com unicación
entre el niño y el adulto en que la "función e ra com partida en tre dos
personas”; cuando el adulto d ab a al niño instrucciones verbales: "¡Co
ge la taza!” o «Aquí está la p elo ta” y el niño obedecía a las in stru ccio
nes, cogía el objeto que se m encionaba o fijaba en él su vista.
En las siguientes etapas de desarrollo, el niño que precisam ente
había obedecido las instrucciones del adulto, ya había ap ren d id o a
hablar y era capaz él m ism o de dar instrucciones verbales (p a ra em
pezar instrucciones externas y detalladas y luego en form a in te rn a y
abreviada) y empezaba a subordinar su propia conducta a estas ins
trucciones.
Es característico que en e sta etapa la función puram ente com par
tida entre dos personas se convirtió en un m étodo para la organización
de las form as superiores del com portam iento activo, que son de ori
gen social, su estructura depende del lenguaje y son voluntarias en su
curso. Esto significaba que los m ovim ientos y la acción voluntarios
eran independientes de la h isto ria que los h ab ía rodeado tan to en las
investigaciones idealistas como en las "p ositivistas” biológicas, y que
estas form as específicamente hum anas de com portam iento activo po
drían ser o b jeto real de investigación científica.
No me extenderé con m ayor detalle en los argum entos teóricos
básicos relativos a la génesis de form as conscientes superiores de ac
tividad hum ana que han sido publicados ya p o r otros (Vygotsky, 1934,
1956, 1960; Vygotsky y Luria, 1930; Leontiev, 1959), ni en un recuen
to detallado de la dram ática h isto ria de la form ación de la actividad
voluntaria y de la función reguladora del lenguaje, sobre los cuales
se ha escrito mucho tam bién (Luria, 1956, 1957, 1958a, 1961, 1966a,
1968a, 1969b, 1970c). Ahora m e dedicaré a la segunda fuente de los
modernos p u n to s de vista referen tes a la e stru c tu ra psicofisiológica
del movim iento y acción voluntarios.
Aunque los psicólogos m odernos, especialm ente Vygostky, h an fo r
mulado los principios básicos del análisis psicológico del m ovim iento
y de la acción consciente, ha sido la labor de los psicólogos contem po
ráneos y en especial de B ernstein (1947, 1957, 1966, 1967) la que ha
hecho posible este enfoque constructivo al estudio de sus m ecanism os
básicos. B ernstein, después de d em o strar la "incontrolabilidad in trín
seca de los m ovim ientos por im pulsos m eram ente eferentes”, se vio en
la necesidad no sólo de hacer u n esquem a p a ra la construcción de
actos m otores, sino tam bién u n a teoría sobre los niveles de co n stru c
ción de m ovim iento que, en unión de los sinergism os innatos y elem en
tales, incluye tam bién las form as m ás com plejas y específicas de la
actividad hum ana. E l punto de p a rtid a de la teoría de B ernstein sobre
la estru ctu ra del m ovim iento fue el postulado relativo al papel dom i
n an te de los sistem as aferentes que se diferencian a cada nivel y que
dan lugar a diferentes tipos de m ovim ientos y acción.
No tra ta ré con detalle los niveles elem entales de m ovim iento que
regulan los procesos fundam entales de la hom eostasis ni el nivel de
sinergism os innatos que ocupan u n lugar prim ordial en los v e rte b ra
dos inferiores, sino que sim plem ente m encionaré los caracteres p rin
cipales de construcción de las m ás altas form as de conocim iento y
acción específicam ente hum ana.
El com ponente inicial de las acciones y m ovim ientos voluntarios
hum anos es la intención o tarea m otora que, en el hom bre, casi nu n ca
es una respuesta sim ple y directa a un estím ulo externo (sólo las fo r
m as m ás sim ples de acciones habituales firm em ente establecidas p e r
tenecen aún a estas categorías), sino que siem pre crea "un m odelo de
la necesidad fu tu ra ”, un esquem a de lo que deberá te n e r lugar y de lo
que el sujeto debe alcanzar o, p a ra u sar el térm ino de B ernstein, el
"S o ll-W e rt”.
E sta tarea m o to ra o modelo de la necesidad fu tu ra es co n stan te
o invariable y req u iere un resu ltad o igualm ente constante o invaria
ble. Por ejem plo, si la labor m o to ra consiste en ir a u n arm ario y coger
u n vaso o clavar u n clavo, el llevar a cabo estos actos es el resu ltad o
constante e invariable m ediante el cual se com pleta la acción. Sin em
bargo, sería un e rro r pensar que la labor m otora invariable c re a un
program a igualm ente constante p a ra el com pletam iento de la acción
requerida. Un d ato de la m ayor im portancia es el hecho de q u e la
labor m otora invariable se lleve a cabo no m ediante un conjunto de
m ovim ientos fijo s y constantes, sino por un co n ju n to de m ovim ientos
fijo s y constantes, sino por un conjunto de m ovim ientos variables que,
sin embargo, desem boca en el efecto constante e invariable. E sta
tesis se aplica ta n to a los sistem as m otores sim ples como a los m ás
com plejos.
Como he dicho antes, en el acto de re sp ira r la labor invariable, es
decir el llevar el oxígeno a los alvéolos pulm onares, puede hacerse con
la ayuda de gran cantidad de m étodos diferentes: m ovim ientos de
diafragm a que regulan la en trad a del aire, m ovim iento de los m úscu
los intercostales, expansión y contracción del tórax y, si estos m étodos
re su lta ra n im posibles, m ediante m ovim ientos que conlleven la inges
tió n de aire; el efecto de esta g ran cantidad de m étodos diferentes es
siem pre el resu ltad o invariable del problem a planteado. E sta m ism a
situación la encontram os en la ejecución de m ovim ientos com plejos e
intencionales. P ara poder b a ja r un vaso de un arm ario, el individuo
ten d rá que aproxim arse a alcanzar el vaso, cogerlo con su m ano de
recha o izquierda, m overlo hacia sí con m ovim ientos sim ples o ta l vez
con la ayuda de u n a regla, m ovim ientos que son m uy variables y di
ferentes pero que, en últim a instancia, producen el m ism o efecto cons
tante. Esta variación en los m étodos de ejecución del m ovim iento (o
de la "inervación m o to ra”) no es accidental, pero sí es esencial, en
principio, para el curso norm al de u n m ovim iento activo y p ara el éxi
to de su realización.
Como m ostró B em stein, los m ovim ientos hum anos se basan en un
sistem a de articulaciones que poseen u n grado infinito de lib e rta d y
en el tono constantem ente cam biante de los m úsculos. E sto hace que
sea absolutam ente esencial tener u n a sucesión plástica y constante de
inervaciones que correspondan a las posiciones cam biantes de las ex
trem idades y al estado cam biante del sistem a m u scu lar en cada m o
m ento. Éste es el facto r que in tro d u ce el carácter móvil y v arian te
de las inervaciones m otoras, com o condiciones básicas p ara la rea
lización del resultado constante e invariable del m ovim iento. Todos
estos factores explican com pletam ente p o r qué, en la ejecución de un
m ovim iento o acción voluntaria, au n cuando la lab o r m otora conserva
un papel regulador, la m ayor responsabilidad se transfiere de los
im pulsos eferentes a los im pulsos aferentes. E n o tra s palabras, esta
responsabilidad se transfiere a aquellas síntesis aferentes que p ro p o r
cionan inform ación sobre la posición en el espacio del m iem bro e-
movim iento y sobre el estado del sistem a m uscular, q u e tom an en con
sideración la diferencia entre el req u isito fu tu ro ("S olí - W ert”) y la
posición del órgano en m ovim iento en ese m om ento ( " I s t- W e r t”) y
que obtienen el coeficiente de esta diferencia (8w). Según B ernstein,
éste es el factor básico que d eterm in a la estru c tu ra del m ovim iento.
El sistem a de inform ación aferen te constante q u e constituye la
base necesaria p ara la realización de la p a rte operativa o ejecutiva del
m ovim iento no puede ser simple y hom ogéneo; inevitablem ente debe
incorporar el análisis de las coordenadas viso - espaciales d en tro
de las cuales se lleva a cabo el m ovim iento, un sistem a de señales ci-
nestésicas que indican la posición del ap arato locom otor, inform ación
relativa al tono m uscular en general, al estado de equilibrio, etc. El
acto puede seguir su curso norm al solam ente en el caso que este sis
tem a de síntesis aferentes exista. E s esencial p ara la ejecución acertad a
del últim o com ponente de todo m ovim iento voluntario u n a constante
llegada de inform ación aferente: el cotejo de su cu rso y la corrección
de cualquier erro r que se com eta. E ste cotejo del curso de una acción
y corrección de cualquier erro r que se produzca se realiza con la ayu-
da de la comparación constante entre la acción a medida que se lleva
a cabo y la intención original, y con la ayuda de un circuito descrito
p o r algunos investigadores como " fe e d -b a c k ”, y por otros (A nokhin)
como el "actíon acceptor” (aceptante de la acción), o tam bién (M iller,
P ribram y G alanter) como el sistem a T - O - T - E (Test - O perant - Test -
Exit). E ste sistem a de inspección constante que analiza continuam ente
las señales de "feed - b a c k ”. y las com para con el plan original, es el
últim o com ponente, aunque absolutam ente esencial, del m ovim iento
voluntario sin el cual la ejecución de la lab o r requerida es ex trem ada
m ente im probable que obtenga éxito.
El esquem a que hem os esbozado resum e el enfoque psicológico y
fisiológico m oderno de la estru ctu ra del m ovim iento y, desde luego,
es sólo el comienzo y u n a pista que señala el camino p a ra fu tu ra s
investigaciones. Sin em bargo, dem uestra la com plejidad del acto m o
tor voluntario y proporciona u n a im p o rtan te pauta p ara la investiga
ción de su organización cerebral.
O rganización cerebral
Los puntos de vista sobre la estru ctu ra del m ovim iento y las accio
nes voluntarias que hem os descrito, obviam ente hacen que resu lte
superflua cualquier investigación encam inada a la localización de los
m ecanism os fisiológicos del acto m otor en u n a determ inada zona del
cerebro (por ejem plo, en el giro p recen tral) y, como he dicho en otros
casos, los m ism os exigen un exam en del papel en cada zona del cere
bro en la elaboración del acto m otor com plejo.
La base para la construcción del m ovim iento voluntario o acción
consciente es el sistem a del lóbulo frontal que, según hem os visto, no
sólo m antiene y controla el tono general del córtex, sino que con la
ajoida del lenguaje in tern o y b ajo la influencia de im pulsos aferentes
que le llegan de otras p a rte s del córtex, fo rm u la la intención o tarea
m otora, asegura su conservación y adem ás su papel regulador, p erm i
te la ejecución del program a de acción y m antiene una vigilancia con
tinua de su curso.
Me he extendido am pliam ente sobre los trasto rn o s de la organiza
ción de la actividad que surgen en los casos de lesiones en el lóbulo
frontal (p a rte II, cap. 7) y, por lo tanto, no los tra ta ré en este ap artad o .
Sim plem ente m e lim itaré a reco rd ar que la característica esencial, en
el caso de lesiones masivas en el lóbulo frontal, es la incapacidad del
paciente p ara form ular intenciones o tareas m otoras, de tal m odo que
perm anece com pletam ente pasivo cuando la situación requiere un p lan
de acción adecuado y, en el caso de que tal plan le sea sum inistrado
desde el exterior bajo la form a de órdenes verbales, puede m em orizar
la orden pero es incapaz de trad u cirla en un factor que, de hecho,
controle sus movimientos. T am bién recordaré al lector que las lesio
nes en el lóbulo frontal conllevan la incapacidad para conservar y re
ten er un programa de acción y su fácil sustitución por cualquier tipo
de reacciones directas que surgen en form a incontrolada, como re s
puesta a todos los estím ulos (en algunos casos adoptando el c a rá c te r
de reflejos de orientación irreprim ibles y, en otros casos, de resp u es
tas impulsivas a im presiones directas o m ovim ientos "ecopráxicos”),
o a la irrupción de estereotipos inertes que reem plazan la acción in
tencional p o r la conservación de actos m otores previos. Finalm ente,
las lesiones masivas en el lóbulo frontal p ertu rb an en alto grado el
proceso de com parar el resultado de la acción con la tarea m o to ra o ri
ginal (y en algunos casos lo im piden p o r com pleto), de m odo que el
paciente no se da cuenta de sus errores y es incapaz de m an ten er u n a
com probación constante del curso de su acción.
Una lesión del lóbulo frontal, aunque no ocasione u n defecto p ri
m ario en la estructura del com ponente ejecutivo (operativo) del acto
m otor, sin embargo perturba la estructura de una actividad program a
da y orientada hacia un fin y, p o r lo tanto, im posibilita la acción in
tencional y el movimiento voluntario. O tras p artes del cerebro que son
responsables del aspecto ejecutivo y operativo del m ovim iento ap o rtan
u n a contribución diferente a su estru ctu ra. E stas p artes del cereb ro
son mucho m ás variadas y una lesión en una de las áreas p e rtu rb a el
curso norm al del m ovimiento de una form a característica. Todo m o
vim iento se produce en un sistem a de coordenadas tridim ensional que,
en el caso de algunos tipos de m ovim ientos (sinergism os elem entales
m otores), es relativam ente poco im portante, m ientras que en o tro s
(locomoción, actividad constructiva, d a r en u n blanco) juega u n p a
pel im portante y tal vez decisivo. El análisis de las coordenadas espa
ciales básicas y su conservación com o los m arcos de referencia, d e n tro
de los cuales se llevan a cabo las acciones y m ovim ientos voluntarios,
está asociado a la función activa de las zonas parieto - occipitales del
cerebro que com prenden las estru ctu ras centrales de los sistem as vi
suales, vestibulares, cinestésicos y m otores que form an los niveles
m ás elevados de organización espacial de los m ovim ientos.
Una lesión de estas zonas del cerebro no altera, p o r tanto, la fo r
m ación de intenciones o tareas m otoras, la form ación de un program a
de acción o la com probación de su curso o, en otras palabras, no con
duce a la desintegración del sistem a de actividád orientada hacia un
fin , sino que da lugar a im portantes alteraciones de la estructura de
los m ovim ientos en el espacio. Ya he hablado de las alteraciones de la
orientación espacial, la pérd id a de dirección en el espacio y los sín
tom as de "apraxia constructiva” que aparecen en pacientes con tales
lesiones. E stá tam bién claro que los pacientes que son incapaces de
realizar una acción elem ental que req u iera la realización de movi
m ientos dentro de un sistem a de coordenadas espaciales definidas,
todavía pueden llevar a cabo tipos de m ovim ientos y acciones que no
req u ieren esta coordinación espacial (tales como llevar el com pás) y
so n claram ente conscientes de sus dificultades en la ejecución de ac
ciones espacialm ente organizadas, de form a que en un intento de com
p e n sa r sus defectos introducen anáfisis lógicos, usan esquem as lógicos
auxiliares, etc. No analizaré en detalle todos los m étodos p o r los que
tales pacientes in ten tan com pensar sus defectos en la organización es
pacial del m ovim iento, pues ya han sido examinados en o tra ocasión
(L uria y Tsvetkova, 1965a, 1965b; Tsvetkova, 1972). Me lim itaré a di
rig ir la atención hacia el carácter altam ente específico de los desór
denes m otores que aparecen en la base de las alteraciones del ap arato
c en tral para el análisis y síntesis espaciales.
Tam bién he m encionado que la segunda condición, no menos im
p o rta n te , para la realización de un m ovim iento es la integridad de su
aferentación kinestésica. Sólo si llega del sistem a m otor u n flujo cons
ta n te de im pulsos kinestésicos puede obtenerse inform ación definida
so b re la posición de las articulaciones y el estado y tono de los m úscu
los, de modo que los im pulsos eferen tes puedan alcanzar su destino
co rrecto y se puede lograr y m an ten er el juego requerido de im pulsos
m otores. E stas funciones caen b ajo la responsabilidad de las zonas
postcentrales del cerebro, el ap arato cortical para el análisis y síntesis
kinestésicos y, com o hem os visto an tes (p arte II, capítulo 6), las lesio
nes de estas zonas cerebrales pueden d añ ar el establecim iento de los
im pulsos m otores req u erid o s y a lte ra r la praxis postural. E l hecho de
que, según la extensión de estas lesiones, la alteración del curso nor-
nal del m ovim iento de estos pacientes puede tom ar diferentes form as
que oscilan de la "p aresia aferen te” a la "ataxia y apraxia aferente
m o to ra ”, aunque los desórdenes m otores son del m ism o carácter, de
m u e stra convincentem ente la contribución de las zonas corticales p o st
cen trales a la e stru c tu ra del m ovim iento y las condiciones que p ro
porcionan para la actividad m otora.
La tercera condición del curso norm al del m ovim iento es la re
gulación constante del tono muscular, por una parte, y u n a transición
suficientemente fluida y rápida desde u n sistem a de inervaciones mo
toras a otro, con la form ación de m elodías kinestésicas com pletas en
los estados finales del desarrollo del m ovim iento dirigido. E l control
de todo movimiento coordinado requiere cambios constantes en el
tono m uscular, y si este tono no cam bia sino que perm anece al m ism o
nivel o aumenta, los movimientos coordinados serán im posibles. Los
neurólogos son m uy conscientes de que un cambio patológico en la
actividad de los ganglios basales (el sistem a estriopalidal) conduce
norm alm ente a fuertes alteraciones del tono, dando lugar al cuadro
parkinsoniano y haciendo im posible el movimiento norm al.
Sin embargo, las estru ctu ras m otoras subcorticales están b ajo cons
tan te influencia inhibidora y m oduladora del córtex y, en p articu lar,
de las zonas prem otoras, que pueden inhibir una excitación excesiva
m ente larga de los ganglios basales y que, por sí m ism as, constituyen
un im portante sistem a que organiza cadenas consecutivas de movi
m ientos que tienen lugar durante cierto tiempo. Por estas razones, aun
que el córtex prem otor no participa en movim ientos hum anos aisla
dos, llega a ser un aparato esencial p a ra la organización de series de
m ovim ientos, haciendo posible la denervación de los com ponentes de
la acción m otora una vez que se han realizado; de esta form a, asegu
rando la suave transición al com ponente siguiente, las zonas prem o
toras constituyen un im portante aparato cerebral para las “m elodías
kinestésicas” o m ovim ientos dirigidos.
E ste papel del córtex prem otor en la organización del m ovim iento
puede ser fácilm ente apreciado observando las alteraciones del movi
m iento en pacientes con lesiones en estas zonas. En tales casos hay
una disociación distintiva de las funciones m otoras: la ejecución de
m ovim ientos posturales individuales situando las m anos en el espacio
en u n a cierta posición todavía es posible; la praxis co nstructiva no
está alterada, pero los m ovim ientos com plejos, organizados serialm en
te, son afectados, pues cada com ponente sucesivo de u n acto m o to r
com plejo requiere su propia inervación especial y sus propios im pulsos
denervantes especiales p ara que la “m elodía kinestésica” o m ovim ien
to dirigido se desintegre en sus com ponentes.
H e descrito (p arte II, cap. 6) algunos de los rasgos de esta altera
ción de la organización sucesiva del m ovim iento y he indicado las
dificultades en la transición de un com ponente a o tra y la perseve-
ración superflua de elem entos m otores en casos en que existe u n a le
sión profunda del cerebro en las zonas prem otoras que a lte ra su papel
regulador de los ganglios basales; p o r tanto, no vam os a tr a ta r aq u í
este problem a. Me corresponde ahora m encionar o tra e stru c tu ra cere
b ral cuyo papel en la organización del m ovim iento no puede ser ig
norada.
Los movimientos hum anos m uy raram en te son realizados con una
sola mano. P o r regla general requieren la participación coordinada de
am bas m anos y esta coordinación tiene diferentes grados de com ple
jidad. En algunos casos, los m ás sim ples, tom an la fo rm a de m ovi
m ientos iguales, afines, en los que am bas m anos realizan sim ultánea
m ente las m ism as acciones. Sin em bargo, estos casos ta n elem entales
son relativam ente raros y sólo ocurren en actos tales com o la natación
o durante ejercicios gim násticos. En otros casos, la g ran m ayoría, los
m ovim ientos de las dos m anos se coordinan de una fo rm a m ás com
pleja, en la que la m ano m aestra (derecha) realiza la acción principal
y la mano subordinada (izquierda) sim plem ente p ro p o rcio n a las con
diciones óptim as bajo las cuales puede tr a b a ja r la m ano derecha, e je r
ciendo el papel de sum inistradora de fondo m otor. E sta fo rm a de coor
dinación, refiriéndonos al trabajo concertado de am bos hem isferios,
h a sido estudiada estrecham ente p o r varios investigadores (Ananev,
1959). Finalm ente, los tipos m ás com plejos de m ovim iento de las dos
m anos son aquellos que se oponen m u tu am en te o aquellos de carác
te r recíprocam ente coordinado, com o cuando la flexión de una m ano
se acom paña de la extensión sim ultánea de la otra.
Todas estas form as de organización coordinada de los m ovim ien
tos de am bas m anos sólo pueden o c u rrir con la estrech a p articip ació n
de las zonas anteriores del cuerpo calloso, cuyas fibras conectan los
p untos sim étricos del córtex m o to r y p rem o to r p erm itien d o así que
se realicen estos m ovim ientos m utuam ente coordinados. Debido a este
papel de las zonas anterio res del cuerpo calloso en la coordinación del
m ovim iento (y, en p articu lar, en la coordinación recíproca, que requie
re un estricto control cortical), en todos los pacientes que h e exam ina
do que tenían una lesión en la p a rte a n te rio r del cuerpo calloso, los
m ovim ientos coordinados de cad a m ano aislada estab an in tacto s,
p ero la realización fluida de m ovim ientos m u tu a m en te coordinados
de ambas m anos estaba afectada y las form as m ás com plejas de coor
dinación recíproca eran to talm en te im posibles. P ara u n m ejo r cono
cim iento de este problem a el lecto r puede re c u rrir a o tro s tra b a jo s
(Luria, 1962, 1966a, 1966b, 1969a, 1969c).
Todo lo que he dicho sobre la organización cereb ral de los m ovi
m ientos voluntarios y las acciones v oluntarias es, desde luego, sim ple
m ente un p rim er paso hacia la solución de este p ro b lem a tan difícil.
Sin embargo, los principios generales de la organización general de
los movimientos voluntarios y de las acciones conscientes com ienzan
p o r fin a clarificarse.
Los hechos que he descrito anteriorm ente m uestran, sin ningún gé
nero de. duda, que los movim ientos voluntarios y las acciones del hom-
Dre son sistemas funcionales com plejos, llevados a cabo por una "cons
telación” dinám ica igualm ente com pleja de zonas del cerebro que tr a
b ajan concertadam ente, cada u n a de las cuales ap o rta su propia con
tribución a la estru ctu ra de los movimientos com plejos. Por esta r a
zón, una lesión de estas zonas, al bloquear un com ponente de este sis
tem a funcional, altera la norm al organización del sistem a funcional
com o un todo y conduce a la aparición de defectos m otores.
Sin embargo, estas alteraciones del m ovim iento voluntario y la
acción consciente difieren en carácter de un caso a otro, pues m ien
tras que lesiones de algunas zonas corticales alteran el plan m o to r,
causan la desintegración de los program as m otores, alteran la regu
lación y verificación del m ovim iento y causan así el colapso de toda la
estructura de la actividad, las lesiones de otras zonas cerebrales alte
ra n únicam ente los varios m ecanism os electores de los m ovim ientos
y acciones, dando lugar a déficits de las operaciones m otoras.
Por esta razón no es suficiente señalar sim plem ente que los m ovi
m ientos y acciones se alteran. En su lugar, es absolutam ente esencial,
tan to para el análisis de la patología del m ovim iento en lesiones ce
rebrales locales, como para ex traer conclusiones referentes a la orga
nización cerebral com pleja y dinám ica de los actos m otores, u n cui
dadoso estudio de la estructura de su alteración en caso de lesiones
de las diferentes partes del cerebro.
X. La atención
E stru c tu ra psicológica
Toda actividad m ental hum ana organizada posee u n cierto grado
de directividad y selectividad. De los m uchos estím ulos que llegan a
nosotros, respondem os únicam ente a aquellos que son p articu larm en
te fuertes o que nos parecen p articu larm en te im p o rtan tes y co rres
ponden a nuestros intereses, intenciones o tareas inm ediatas. Del gran
núm ero de m ovim ientos escogem os sólo aquellos que nos perm iten
alcanzar n u estra m eta inm ediata o realizar u n acto necesario; y del
gran núm ero de huellas o de sus conexiones alm acenadas en n u estra
m em oria, sólo seleccionam os aquellos que corresponden a n u estra
ta re a inm ediata y nos perm iten realizar algunas operaciones intelec
tuales necesarias.
En todos estos casos la p ro b ab ilid ad de que estím ulos p articu lares
alcancen n u estra conciencia, de que aparezcan m ovim ientos p articu la
res en n u estra conducta, o de que b ro te n en n u e stra m em oria huellas
p articu lares puede v ariar m uy considerablem ente. El círculo de posi
bles sensaciones, m ovim ientos o trazos de m em oria se estrecha, la p ro
babilidad de aparición de ciertas im presiones, m ovim ientos o trazos
de m em oria se hace distin to y selectivo: algunos de ellos (esenciales o
necesarios) com ienzan a dom inar, m ien tras que otros (inesenciales o
innecesarios) son inhibidos.
La direccionalidad y selectividad de los procesos m entales, la b ase
sobre la que se organizan, se denom ina norm alm ente en psicología con
el térm ino atención. Por este térm in o entendem os el facto r responsa
ble de extraer los elem entos esenciales p ara la actividad m ental, o el
proceso que m antiene u n a estrech a vigilancia sobre el curso preciso
y organizado d e la actividad m ental.
Aunque los hechos relativos a la atención h an sido descritos sin
ningún cam bio sustancial a través de la h isto ria de la psicología, co
m enzando con la clásica publicación de M üller (1873) y continuado
con el tra b a jo de T itchener (1908) hasta el presente, los psicólogos han
m antenido opiniones altam ente discordantes sobre la n atu raleza de
la atención.
Una posición extrem a la ocuparon los sustentadores de la psicolo
gía de la G estalt, uno de los cuales (Rubín) publicó un artícu lo titu lad o
“La inexistencia de la atención”, en el cual argüía que la selectividad
y dirección de la atención eran sim plem ente el resultado de la orga
nización estructural del cam po percibido y que las leyes que gobier
nan la atención no son, p o r tanto, nada m ás que las leyes e stru c tu ra
les de la percepción visual.
La posición opuesta fue m antenida por los sustentadores del idea
lismo extrem o, que trazaro n una m arcada línea de separación en tre
la percepción y la atención y que vieron la atención como u n a m anifes
tación de u n factor m ental específico. W undt la consideraba com o la
m anifestación de la voluntad activa o apercepción, y el psicólogo fran
cés Révault d ’Aliones (1923) la describió con el térm ino "esquem atiza-
ción”. Según su punto de vista, la atención hum ana no ap arece direc
tam ente en el proceso de la percepción sensorial, sino que está to ta l
m ente determ inada p o r fuerzas ideales que son de carácter m ental y
que son descritas por algunos autores como la “disposición” del su
jeto y, p o r otros, como su "actividad cread o ra”.
Será obvio que estos enfoques tan diferentes del acto de la aten
ción y de los hechos de la selectividad de los procesos m entales hacen
casi im posible toda solución científica al problem a de sus m ecanism os
cerebrales, pues m ientras que los psicólogos que m antenían la p rim e
ra de estas teorías denegaban naturalm ente to d a necesidad de b u scar
estructuras especiales o sistem as de atención y quedaban to talm en te
satisfechos señalando el carácter estru ctu ral de la excitación que tiene
lugar en las zonas receptoras del córtex, los psicólogos que ocupaban
posiciones extrem adam ente idealistas han considerado generalm ente
innecesario b uscar toda base m aterial p ara este acto fundam entalm en
te m ental.
Antes de que pudiera hacerse cualquier anáfisis adecuado de los
m ecanism os cerebrales de la atención, era necesario hacer u n enfoque
com pletam ente nuevo de los puntos de vista clásicos de este proceso
e in te rp re ta r los fenóm enos de la atención desde posiciones esencial
m ente diferentes.
Esto se hizo, en p rim er lugar, con la introducción en la psicología
del nuevo principio histórico del análisis de form as com plejas de acti
vidad m ental, asociada sobre todo con el tra b a jo de V ygotsky y sus
colaboradores; y, en segundo lugar, p o r el exam en de hechos fisioló
gicos que proporcionan un nuevo enfoque del m ecanism o que gobier
n a el curso selectivo de los procesos neuroñsiológicos. La p rin cip al la
b o r de este nuevo e histórico enfoque hacia lá átención fue salvar el
abism o que había existido siem pre en psicología en tre las form as ele
m entales, involuntarias de la atención, p o r una p arte, y las form as su
periores, voluntarias de la atención, por la otra.
Es bien sabido p o r los psicólogos que las características de la aten
ción m ás elem ental e involuntaria, aquella que es a traíd a p o r los es
tím ulos m ás poderosos o biológicam ente significativos, puede ob ser
varse m uy tem prano, durante los prim eros meses del desarrollo del
niño. Consisten en volver los ojos y después la cabeza hacia este es
tím ulo, la cesación de todas las o tra s form as irrelevantes de actividad
y la aparición de u n grupo claram ente definido de respuestas re sp ira
torias, cardiovasculares y psicogalvánicas que B ekhterev llam ó la
"reacción de concentración” y Pavlov "el reflejo o rien tad o r”. Signos
definidos de esta reacción, que distingue los estím ulos m ás poderosos
o los m ás significantes biológicam ente y que dan a la conducta su ca
rá c te r organizado, pudieron observarse en un niño de sólo unas se
m anas, al principio en form a de una reacción de arousal y, m ás tarde,
cuando el niño estaba despierto, inicialm ente como enfoque del estím u
lo externo, seguido después de u n a activa búsqueda, de m odo que la
reacción en sí m ism a podía se r definida con índices fisiológicos p re
cisos (Polikanina, 1966; Fonarev, 1969). Algunos investigadores h an lo
grado observar fragm entos individuales de estas características en
el niño recién nacido, especialm ente b ajo la form a de un signo m uy
interesante: la cesación de los m ovim ientos rítm icos de succión an te
la presentación de estím ulos fóticos (B ronstein, Itin a y otros, 1958).
Los signos de la reacción orientadora, la form a m ás elem ental de aten
ción, se agruparon en u n com plejo definido, haciendo factible su es
tudio objetivo.
Además de este giro de los ojos y cabeza hacia el estím ulo co rres
pondiente, el com plejo incluía tam bién respuestas autónom as: u n re
flejo psicogalvánico, cam bios en el ritm o resp irato rio , y constricción
de los vasos sanguíneos periféricos (en el dedo, p o r ejem plo), m ien tras
que los vasos sanguíneos de la cabeza se dilataban. Más tarde, al m a
d u ra r la actividad del córtex, se les unen o tro s fenóm enos bien cono
cidos en la electrofisiología: inhibición del ritm o - alfa (o desincroni
zación), o fortalecim iento de los potenciales evocados en resp u esta a
la presentación del estím ulo correspondiente. E ste conjunto com pleto
de características autónom as de la reacción orien tad o ra h a sido estu
diado con gran detalle p o r Sokolov, V inogradova y sus colaboradores
(Sokolov, 1963; Sokolov y otros, 1959; Vinogradova, 1958, 1959a, 1959b).
Sus investigaciones han m ostrado que las m anifestaciones de la crea
ción orientadora preceden a la respuesta específica (por ejem plo, cons
tricción de los vasos sanguíneos en respuesta al frío, y su dilatación en
respuesta al calor) y están entre las condiciones esenciales p ara la fo r
m ación de un reflejo condicionado, que será lento de desarrollo si el
condicionam iento tiene lugar en ausencia de un reflejo orientador.
Los índices autónom os o electrofisiológicos de la reacción o rien ta
dora tienen características estructurales y dinám icas definidas que se
m anifiestan tan pronto como el estím ulo cam bia (y lo q u e es p a rtic u
larm ente interesante, este cambio no tiene que ser necesariam ente un
aum ento, sino que puede ser una dism inución en intensidad o incluso
la omisión del estím ulo precedente), y que se extinguen gradualm ente
si se continúa repitiendo el mismo estím ulo una y o tra vez, con el de
sarrollo de la hibituación. Ejem plos de las m anifestaciones de la reac
ción orientadora como respuestas vasculares y psicogalvánicas y com o
depresión del ritm o -a lfa , vienen ilustrados en la figura 69 (Sokolov y
Vinogradova), m ientras que la m anifestación de una reacción o rien ta
dora ante un estím ulo acústico en fo rm a de increm ento de la am
p litu d del potencial evocado se m u estra en la figura 70 (F arb er y
Fried, 1971).
Una característica esencial del reflejo orientador que le distingue
de la "reacción de aro u sal” general es que puede ser de carácter alta
m ente direccional y selectivo. Sokolov, p o r ejem plo, observó que tras
la extinción de los com ponentes autónom o y electrofisiológico del re
flejo orientador ante u n estím ulo acústico todos los otros sonidos que
diferían de él continuaban evocando reflejos orientadores. De acuerdo
con esto, concluyó que el fenóm eno de habituación, o extinción del
reflejo orientador, es altam ente selectivo. Consecuentem ente, los re
flejos orientadores aparecen ante el m ás ligero signo de disparidad
en tre el “modelo neuronal del estím ulo” y el nuevo estím ulo presen
tado (Sokolov, 1960). P o r tanto, desde su inicio la reacción orientadora
debe ser de carácter altam ente selectivo, creando así la b ase para u n a
conducta organizada, direccional y selectiva.
N aturalm ente se p reg u n tará: E sta fo rm a de atención voluntaria
altam ente com pleja m anifestada como la capacidad del su jeto p a ra
verificar su propio com portam iento y que los psicólogos del período
clásico interpretaron com o una form a especial de m anifestación de la
vida m ental sin raíces en las esferas biológicas de la actividad, ¿cóm o
puede originarse en aquellas reacciones elem entales de orientación
que los psicólogos han considerado com o u n tipo de reflejo innato?
b 1
S ° ^ V [ 500m s
ms
¿E stas altas form as de atención tienen las m ism as causas, p lan teán
dolo desde un punto de vista científico y determ inista, que las form as
de atención involuntarias y elem entales que acabam os de describir?
Sólo m uy recientem ente un enfoque científico a la solución de estos
problem as, como el p ro p u esto originalm ente p o r el im p o rtan te p si
cólogo soviético Vygotsky, ha conseguido u n lugar firm e en la psico
logía. E sta aproxim ación difiere radicalm ente del acercam iento típico
de la psicología clásica, y, p o r vez prim era, proporciona una clave
científica p a ra la com prensión de estas com plejas form as de atención
m ientras que al m ism o tiem po señala su origen en causas com pleta
m ente diferentes. Consiste esencialm ente en el reconocim iento de que
de m anera d istin ta a las reacciones orientadoras elem entales, la aten
ción voluntaria en sus orígenes no es biológica, sino u n acto social
y que puede ser in terp retad o como la introducción de factores que
son el p ro d u cto no de la m adurez biológica del organism o, sino de
form as de actividad creadas en el niño a lo largo de sus relaciones con
los adultos, hacia la organización de esta regulación com pleja de la
actividad m ental selectiva.
Sería un erro r considerar que la atención del niño puede ser a tra íd a
únicam ente por un estím ulo poderoso y nuevo, o p o r un estím ulo co
nectado con una petición inm ediata. Desde el com ienzo los niños vi
ven en un entorno de adultos. C uando su m ad re m enciona u n o b jeto
de alrededor y lo señala con su dedo, la atención del niño es a tra íd a
p o r este objeto, de tal m anera que com ienza a sobresalir de todo lo
dem ás que no cu en ta tan to si da lugar a estím ulos fuertes y nuevos,
com o vitalm ente im portantes. E sta dirección de la atención del niño
a través de la com unicación social, palabras o gestos, m arca u n esta
dio fundam entalm ente im p o rtan te en el desarrollo de esta nueva
form a de organización de la atención, la social. Más tarde, da lu g ar al
tip o de organización de la atención con una e stru c tu ra m ás com pleja,
la atención voluntaria.
Vygotsky, que fue el prim er psicólogo que identificó estos orígenes
sociales de las form as m ás altas de atención, expresó sus p u n to s de
v ista en el principio que ya he citado.
TOpVj t "
100200300 400 500 100200 300 400500
ms ms im
15p
10pV [ _1_
■ ■ ■_____ i______i
100200 300400 500 100200300400 500 100 200 300400600
ms ms
parieto-occipital izquierdo
frontal centra! derecho
frontal-central izquierdo
indicaciones ■---------
paneto-occipital derecho m
n a _ _J!
nn Ln ■
máTi
paneto-occipital izquierdo
□ -1
a
P
II
frontal-central derecho ■
frontal-central izquierdo :□ _
F ig . 72. — E xtensió n de cam bios sig n ific a tivo s en lo s potenciales evocados a va ria s
zonas c o rticales d u ra n te la activació n de la atención selectiva (según S im e rn itska ya ).
lisis de la inform ación que aparecen debido a la m ovilización de la
atención activa.
Los potenciales evocados pueden ser estudiados como un ind icad o r
objetivo de la atención en dos sentidos. Prim ero, puede establecerse
u n a com paración en tre el m odo com o cam bia el potencial evocado du
ra n te la distracción de la atención p o r un estím ulo irrelevante, y com o
aum enta cuando es reforzada la atención hacia el estím ulo relevante.
T ests del prim er tipo se incluyeron en las clásicas investigaciones de
H ernández - Peón (1956, 1960, 1969), que dem ostró que los potenciales
evocados por un estím ulo acústico en un gato son enorm em ente inhibi
dos ante la presentación de la vista u olfato de u n ratón. T ests del se
gundo tipo han sido llevados a cabo principalm ente en el hom bre; los
potenciales evocados obtenidos en respuesta a la presentación n o rm al
de estím ulos sensoriales se com pararon con los potenciales evocados
obtenidos durante la expectación activa de estos estím ulos (tra s u n a
instrucción de estar alerta), o cuando el análisis de estos estím ulos se
com plicaba con la presentación de la instrucción: "C uente el nú m ero
de estím ulos”, "D istinga en tre los cam bios de tono o de inten sid ad del
estím ulo”, etc. Los resultados obtenidos p o r varios investigadores
b a jo estas condiciones (Lindsley, 1960, 1961; Peim er, 1958, 1966; Si-
m em itskaya, 1970; Tecce, 1970) d em ostraron que la atracción de la
atención por la expectación activa o la complicación de la tarea condu
ce a un apreciable aum ento en la am plitud del potencial evocado, y la
com paración de estos tests con los tom ados bajo condiciones "de
fondo", en los que el estím ulo sensorial era presentado sin ninguna
instrucción prelim inar, dem ostró claram ente que este aum ento de la
am plitud de los potenciales evocados (y especialm ente en su segunda
y últim a fase) es un signo definido y objetivo de atención voluntaria.
Otro hecho característico es que este rasgo de un aum ento d u rad e
ro de la am plitud de los potenciales evocados b ajo la influencia de u n a
instrucción verbal, que movilice la atención, está poco definido en el
niño hasta alcanzar la edad escolar, pero queda característicam en te
definido y estable en los últim os períodos del desarrollo del niño en la
escuela. E sto queda ilustrado en la figura 71.
No obstante, con el uso del m étodo de los potenciales evocados, es
posible hacer un análisis m ucho m ás detallado de los m ecanism os ce
reb rales de los procesos fisiológicos que yacen en la base de la aten
ción voluntaria.
V arias investigaciones han dem ostrado que u n cam bio de la ta re a
(ta l como d a r una instrucción p ara b u scar cuidadosam ente u n cam bio
en el estím ulo) no sólo aum entó la am plitud del potencial evocado,
sino que tam bién provocó su extensión a o tra s zonas corticales situ a
das fuera del núcleo cortical del analizador p articu lar, p o r ejem plo,
el área sensorial prim aria, de m odo que podía ser detectada incluso
en partes d istan tes del córtex.
Este fenóm eno queda dem ostrado con to d a claridad p o r las gráfi
cas que he tom ado de u n a investigación d esarro llad a p o r S im em its-
kaya en n u estro laboratorio (fig. 72). E ste gráfico m u estra que m ien
tras que la presentación d irecta de u n estím ulo da lugar, tra s u n a de
m ora de aproxim adam ente 80-100 miliseg., a potenciales evocados re s
tringidos a las correspondientes zonas sensoriales prim arias, u n a ins
trucción p relim in ar de expectativa an te el estím ulo o de b u sc a r cam
bios en su intensidad o carácter, aum entando la presión sobre la a te n
ción diferencial, provocó cam bios significantes en los potenciales que
com enzaron a aparecer tra s 200-250 miliseg. en otras regiones del
córtex d istan tes incluyendo el córtex frontal. La gran im p o rtan cia de
estos experim entos para el análisis detallado de los sistem as co rtica
les que p articip an en el proceso que incluye form as superiores de
atención activa es obvia.
Estos estudios electrofisiológicos objetivos no sólo p ro p o rcio n an
una pro fu n d a visión de los íntim os m ecanism os de las form as com
plejas de atención, sino que tam bién p erm iten estu d iar los principales
períodos de su form ación. E sta o p o rtu n id ad se ha p resentado con
varias investigaciones recientes, p rin cip alm en te las de F a rb e r y sus
colaboradores (Farber, 1969; F a rb e r y Fried, 1971; Fried, 1970). E stas
investigaciones dem ostraron que m ien tras q u e u n a reacción orienta
dora inm ediata conduce a u n increm ento percep tib le de los potencia
les evocados incluso en el niño pequeño, la ap arició n de cam bios d u ra
deros en los potenciales evocados com o resu ltad o de u n a instrucción
verbal (c o n ta r los estím ulos o d e scu b rir cam bios en los m ism os), que
es un rasgo p articu larm en te conspicuo en los niños m ayores, está aún
poco definida y con carácter inestable en la infancia y tem p ran a niñez.
E stos hallazgos, que se ilu stran en la figura 73, dem uestran clara
m ente que los cam bios fisiológicos producidos por una instrucción
verbal y que yacen en la base de su atención voluntaria, sólo se fo rm a n
gradualm ente, y no aparecen en form a estable y precisa h a sta la edad
de 12 a 15 años. Uno de los hechos m ás significativos, desde n u estro
punto de vista, es que a esta ed ad es cuando com ienzan a ap arecer
cam bios claros y duraderos de los potenciales evocados, no sólo en las
áreas sensoriales del córtex, sino tam bién en las zonas frontales, en
un período en el que, com o m u estran to d as las investigaciones, las
100 200 3 0 0 4 0 0 500
ms ms
O occipital
C central
V vertex
F frontal
. fondo
, concentrado
ms
O occipital
C cen tra l
V vértex
F fron tal
fondo
. c o n c e n tra d a
ms
O rganización cerebral
Los hechos que acabam os de exam inar sugieren que no todos los
sistem as del cerebro an terio r ejercen el m ism o papel en la organización
de la atención, y que n u estro exam en de la organización cerebral de
la atención debe ser de carácter diferencial, pues ha de co n sid erar tan
to las estru ctu ras individuales del cereb ro como las form as indivi
duales de atención.
Cuando exam inam os las principales unidades funcionales del ce
rebro (p a rte I, cap. 2), m encioné el papel que ejercen las estru c tu ra s
de la p a rte superior del tallo cereb ral y la form ación re tic u la r en el
m antenim iento del tono cortical de vigilia y en la m anifestación de la
reacción general de arousal. Por tan to , se considera p o r buenas razo
nes que los descubrim ientos realizados p o r Moruzzi y M agoun (1949),
Lindsley y colaboradores (1949) y Jasp er (1957) revelaron los m ecanis
mos esenciales que d eterm inan la tran sició n del sueño a la vigilia, y
que la form ación reticu lar activadora ascendente debe ser considerada
como u no de los sistem as m ás im p o rtan tes que aseguran las form as
m ás generalizadas y elem entales de la atención.
E stas hipótesis han sido confirm adas no solam ente p o r num erosos
experim entos bien conocidos con anim ales, en los que la sección de la
form ación reticular induce al sueño, m ie n tra s que su estim ulación in
duce a u n increm ento de la vigilancia y a u n a sensación agudizada
(véase el estudio de este asunto p o r Lindsley, 1960), sino tam bién p o r
observaciones clínicas en las que las lesiones de la p a rte su p erio r del
tallo cerebral y las paredes del te rc e r v en trícu lo conducen al estable
cim iento del sueño o a u n estado som noliento, oniroide, y que el tono
cortical, en estos casos, e stá agudam ente red u cid o y el estado de vigilia,
estado selectivo de consciencia, p ro fu n d am en te alterado.
Sin em bargo, los m ecanism os del tallo cerebral su p erio r y la fo r
m ación reticu lar activadora ascendente son responsables únicam ente
de una fo rm a de atención, la m ás elem ental: el estado generalizado de
vigilia.
T oda form a com pleja de atención, in v o lu n taria o, m ás especial
m ente, voluntaria, req u iere el cum plim iento de o tras condiciones, p rin
cipalm ente la posibilidad del reconocim iento selectivo de un estim ulo
particular y la inhibición de respuestas a estím ulos irrelevantes, de
ninguna im portancia en la situación corriente. E sta contribución a la
organización de la atención se efectúa por o tras estru ctu ras cereb ra
les localizadas a nivel superior: en el córtex lim bico y en la región
frontal. Examinemos, separadam ente, los factores relevantes de cada
caso por separado.
El pápél de las estru ctu ras del córtex antiguo o región lím bica (hi
pocam po, am ígdala) y los sistem as conectivos del cuerpo caudado h a
atraído recientem ente la atención de los investigadores. Los estudios
a nivel de una sola unidad, como he señalado antes, h an m o strad o con
claridad que las neuronas que no responden a estím ulos m odales espe
cíficos, sino que com paran aparentem ente estím ulos nuevos y viejos y
que perm iten que se dé u n a respuesta a los nuevos estím ulos o a sus
propiedades, en tan to que las respuestas a estím ulos habituales y an
tiguos se extinguen, ocupan un im p o rtan te lugar en estas estru c tu ra s
particulares (V inagradova, 1969, 1970a, 1970b). Es p o r esto q u e las
estructuras del hipocam po, íntim am ente relacionadas con los m eca
nism os de inhibición de estím ulos irrelevantes y de habituación a es
tím ulos repetidos d u ran te largos períodos de tiem po, en u n a p rim era
etapa comenzaron a considerarse como com ponentes esenciales del
sistem a inhibidor o " filtra n te ”, participando necesariam ente en las
respuestas selectivas ante estím ulos específicos y form ando u n a p a rte
del sistem a de reflejos orientadores innatos y de la conducta instintiva.
P or esta razón, el hipocam po, y m ás tarde el cuerpo caudado, com en
zaron a ser considerados como estru ctu ras esenciales p a ra la elim ina
ción de respuestas a estím ulos irrelevantes que p erm itan al organism o
com portarse de u n a m anera estrictam ente selectiva (G rastyan, 1961;
Douglas y Pribram , 1966; V inogradova, 1969, 1970a, 1970b) y que una
lesión de estas estru ctu ras era origen de la ru p tu ra de la selectividad
en la conducta, que es, de hecho, m ás una alteració n de la atención
selectiva que u n fallo de m em oria. E stas teorías sobre el papel de la
región lím bica y, en p articu lar, las estru ctu ras del hipocam po en la
organización de la conducta, corresponden tam bién a los cam bios en
el com portam iento y en el estado de consciencia observado en p a
cientes con lesiones de esta región que se m anifiestan bien en el cua
dro clínico, bien en los resultados de "ests” especiales electrofisioló-
gicos.
Clínicamente, los pacientes de este grupo, con tum ores p rofundos
en la línea m edia, no exhiben alteraciones de conocim ientos y praxis,
lenguaje o procesos form alm ente lógicos. Toda la patología de su con-
ducta concierne a la inestabilidad de sus resp u estas selectivas, a u n a
notable fatigabilidad, y a la ráp id a transición a resp u estas no selecti
vas ante estím ulos diferentes. *'■
E n casos relativam ente leves, esta lesión se m anifiesta p o r u n a m a
yor distraibilidad, en la rápida desaparición de la actividad o rie n ta d a
a un fin, la fácil aparición de asociaciones irrelevantes, y alteracio n es
bien definidas de la mem oria; discutirem os esto de nuevo. E n casos
m ás graves (tum ores masivos que afectan las p ared es del te rc e r ven
trículo y la región límbica) este síndrom e es de c a rá c te r m ás acusado
y comienza a m anifestarse com o u n estad o som noliento, oniroide, en
el que el paciente pierde la distinción e n tre p resen te y pasado, se m ues
tr a confuso y com ienza a fantasear. E n am bos casos, los estím ulos irre
levantes son m ezclados en seguida d en tro de su cu rso de p en sam ien to
y la estructura de su consciencia se hace com pletam ente confusa en
lugar de organizada direccional y selectivam ente. T al paciente pu ed e
declarar que él no está en el hospital, sino en casa o en el tra b a jo (al
gunas veces en am bos lugares a la vez), o puede decir que e stá en
algún lugar vago, indeterm inado (p o r ejem plo, es u n a estación de fe
rrocarril); puede decir que sus p arien tes están con él, en ese lu g ar, o
puede tom ar al m édico p o r u n conocido de su tra b a jo ; puede m o s tra r
otros signos de serias alteraciones de la consciencia que son p a rtic u la r
m ente obvias si las zonas an terio res de la región lím bica están afecta
das por el proceso patológico y si su consciencia de que el cu rso selec
tivo de sus procesos m entales e stá d añada (L uria, H om skaya, Blin-
kov y Critchley, 1967). Estos fenóm enos son confirm ados p o r los cam
bios electroencefalográficos en la actividad co rtical que ap arecen en
tales casos.
Los hechos clínicos descritos an terio rm en te se explicaban, h a sta
cierto punto, p o r los resultados de recientes te s ts electrofisiológicos
en pacientes con lesiones diencefálicas m asivas o co n tum ores en las
paredes del te rc e r ventrículo y zonas adyacentes de la región lím bica.
E stas investigaciones (Latash, 1968; Filippycheva y Faller, 1970) m os
tra ro n que los com ponentes autónom os y electrofisiológicos del reflejo
orientados están seriam ente d eprim idos en estos pacientes, e incluso
los estím ulos repetidos com ienzan a evocar únicam ente re sp u esta s
m uy débiles que desaparecen ráp id am en te; esto es el resu ltad o claro
de una deficiencia de los influjos no específicos del tallo c ereb ral que
b ajo condiciones norm ales m an tien en el nivel ap ro p iad o de to n o cor
tical. ‘
La ley de la fuerza, según la cual estím ulos fu ertes evocan re s
puestas fuertes y estím ulos débiles evocan re sp u esta s débiles, ya no se
aplica; estím ulos de diferentes intensidades com ienzan a evocar res-
270
puestas iguales, y algunas veces u n estím ulo no p ro d u ce depresión,
sino una paradójica exacerbación del ritm o alfa. El proceso de h ab i
tuación a un nuevo estím ulo, que se observa claram ente cuando el
córtex está en estado norm al, tam bién sufre profundos cam bios y los
com ponentes electrofisiológicos del reflejo orientador o bien están
com pletam ente ausentes o bien se hacen inextinguibles. Al m ism o
tiem po, estas investigaciones dem uestran que en este grupo de pacien
tes pueden aparecer distorsiones del proceso norm al de excitación,
característica que nos lleva directam ente a la explicación de los m e
canismos de las alteraciones m entales que acabo de describir.
Sin embargo, una característica esencial de todos estos casos es que
todos estos signos de alteración prim aria de la atención direccional y
selectiva pueden com pensarse, h asta cierto grado, en el tiem po p o r la
introducción de una orden verbal o, en o tras palabras, p o r la incorpo
ración al sistem a de niveles estru ctu rales superiores del proceso in
tactos. G eneralm ente, esta com pensación tiene sólo c a rá c te r tem poral
y la selectividad de los procesos electrofisiológicos se pierde ráp id a
m ente; no obstante, esta integración potencial de las form as superio
res, voluntarias de atención en presencia de una alteració n p rim aria
de sus form as elem entales es un signo im portante que distingue a
estos pacientes de los que tienen lesiones en otros lugares.
Los lóbulos frontales del cerebro tienen un papel totalm ente dife
ren te en la organización de la atención. E n las investigaciones clásicas
sobre animales, como ya he m encionado (parte II, cap. 7), a m enudo
se sostenía que los lóbulos frontales estaban d irectam ente relaciona
dos con la preservación de las huellas de la m em oria, y que esto se
m anifestaba por la alteración de las respuestas re ta rd a d a s en anim a
les tras la extirpación del córtex frontal. No o b stan te, como ya he
señalado, este hecho h a recibido u n a in terp retació n com pletam ente
diferente como resultado de los últim os trabajos. Se dem ostró (Mal-
mo, 1964a; Pribram , 1959b, 1963a, y W eiskrantz, 1968) que u n anim al
no puede realizar correctam ente resp u estas retard ad as tra s la extir
pación de sus lóbulos frontales no sólo porque no puede reten er las
huellas anteriores, sino m ás bien p orque com ienza a se r constante
m ente distraído por los estím ulos irrelevantes, y no puede in h ib ir estas
respuestas inadecuadas. Esta es la razón p o r la cual, com o dem ostra
ro n estos investigadores, la supresión de todos los estím ulos irrele
vantes (por ejem plo, situando al anim al en com pleta oscuridad o de
sarrollando el experim ento tras la adm inistración de tranquilizantes,
que dism inuyen el tono cortical general) conduce a la restau ració n de
las respuestas norm ales retardadas. El papel esencial de los lóbulos
frontales en la inhibición de respuestas a estím ulos irrelevantes y en
la preservación de la conducta program ada y orientada hacia u n fin,
tam bién h a sido dem ostrada p o r los experim entos de K onorski y
Lawicka (1964); B ratkow ski (1964, 1966) y otros. Debido a la alteración
de estos m ecanism os inhibidores, la extirpación de los lóbulos fro n
tales en estos anim ales siem pre conducía a form as graves de a lte ra
ción de la conducta orientada hacia un fin, direccional y selectiva, y
a una desinhibición de respuestas im pulsivas ante estím ulos irrele
vantes. Los cam bios en la conducta anim al que fueron descritos en
los clásicos trabajos de B ianchi (1895, 1921); Jacobsen (1935); Ano
khin (1949), y Pribram (1953, 1958b) dem uestran claram ente esta fuen
te prim aria de la alteración de su actividad.
Una abundante inform ación referen te a las alteraciones de la con
ducta selectiva y, sobre todo, de las form as superiores de atención
nos la proporcionan los estudios clínicos de pacientes con lesiones en
los lóbulos frontales.
Por contraste con los pacientes que tienen lesiones en la p a rte su
perior del tallo cerebral y la región h'mbica, en los pacientes con lesio
nes masivas de los lóbulos frontales las form as elem entales de aten
ción involuntaria o de reflejos orientadores im pulsivos an te estím u
los irrelevantes puede no sólo m antenerse, sino que tam bién puede
se r aum entada patológicam ente. Paralelam ente, todo intento de in d u
cir atención voluntaria estable en estos pacientes con la ayuda de ins
trucciones verbales es inefectivo.
La incapacidad de con cen trarse en u n a instrucción y de in h ib ir
respuestas a estím ulos irrelevantes aparece incluso d u ran te las p ri
m eras observaciones clínicas de pacientes con lesiones m asivas en los
lóbulos frontales. N orm alm ente estos pacientes com ienzan a realizar
la tarea propuesta, pero ta n p ro n to como ap arece en escena u n ex tra
ño, o la persona de la cam a de al lado le s u s u rra algo a la enferm era,
el paciente deja de realizar la ta re a y transfiere su atención al recién
llegado o interviene en la conversación con su vecino. P or lo tan to ,
lo m ejor p ara investigar a un paciente así, es em pezar a p a sa r el te st
a su vecino; en tales casos, el paciente se u n irá involuntariam ente a la
conversación y m ostrará, p o r tanto, la actividad involuntaria que sería
difícil inducir instruyendo directam ente al p ro p io paciente.
E sta distraibilidad in crem en tad a en pacientes con lesiones m asi
vas del lóbulo frontal es la causa de aquellas profundas alteraciones
de su conducta orientada a u n fin que he escrito antes (p a rte II, ca
pítulo 7) y sobre las que volveré de nuevo cuando discuta la s a lte ra
ciones del pensam iento en lesiones de los lóbulos frontales.
Las alteraciones profundas de la atención voluntaria o de las for
m as superiores de verificación de la actividad, asociadas con la reap a
rición de form as elem entales del reflejo orientador, crean u n cuadro
de las alteraciones conductuales que he visto m uy a m enudo en pa
cientes con lesiones frontales.
Como resultado de investigaciones psicofisiológicas llevadas a cabo
d u ran te los últim os años, podem os ya distinguir los m ecanism os que
yacen en la base de la alteración de estas form as superiores de aten
ción. Grey W alter (ver parte II, cap. 7), estableció el hecho de que la
expectación de u n estím ulo evoca potenciales lentos específicos en los
lóbulos frontales hum anos, que él describe con el nom bre de "ondas
de expectación”, y estas ondas se extienden acto seguido p o r o tras
áreas del cerebro (fig. 19). Al m ism o tiem po, Livanov y sus colabora
dores descubrieron que el stress intelectual da lugar a un m arcado
aum ento en el núm ero de p u n to s que trab ajan sincronizadam ente en
el córtex frontal (fig. 20).
E stos fenóm enos indican inequívocam ente que los lóbulos fro n ta
les hum anos p articip an en la activación inducida p o r una instrucción
verbal y son una p a rte del sistem a cerebral directam ente involucrado
en los procesos asociados con las form as superiores de atención activa.
El hecho de que los lóbulos frontales tengan ta n ta s conexiones con
la form ación reticu lar proporciona una base m orfológica y fisiológica
p ara la participación de los lóbulos frontales en estas form as superio
res de activación.
Todos estos hechos proporcionan la explicación de algunos de los
resultados fundam entales obtenidos m ediante te sts psicofisiológicos
en pacientes con lesiones en los lóbulos frontales, descubiertos en el
curso de m uchos años de cuidadosa investigación p o r H om skaya y sus
colaboradores (H om skaya, 1960, 1965, 1966a, 1966b, 1969, 1972; L uria
y H om skaya, 1970; Artemeva, 1965; Artem eva y H om skaya, 1966; Ba-
ranovskaya y H om skaya, 1966; B aranovskaya, 1968; Sim em itskaya,
1970; Sim ernitskaya y H om skaya, 1966).
Como he señalado, las lesiones en las p artes superiores del tallo
cerebral y sistem a lím bico pueden a lte ra r la base p rim aria de la aten
ción, la reacción orientadora, que puede ser inestable y de fácil extin
ción, o puede d e ja r de suprim irse p o r factores de habituación. Sin
em bargo, es característico que, en estos casos, la atracción de la aten
ción p o r un estím ulo con la ayuda de una instrucción verbal puede
com pensar sus defectos y fo rtalecer los com ponentes electrofisioló
gicos y autónom os de la atención. El m ism o tipo de situación se puede
observar en pacientes con lesiones en las zonas posteriores del córtex,
en los cuales los estados patológicos del córtex pueden conducir a la
inestabilidad de las bases fisiológicas de la atención, p ero en los cua
les, no obstante, la llegada de una instrucción yerbal eleva inm ediata
m ente el tono de atención y com pensa el defecto. Los diligentes es
fuerzos p ara com pensar el defecto que pueden observarse en todos
los pacientes de este tipo d u rante el entretenim iento rehabilitador,
y que exigen una especial concentración y la estabilidad de la aten
ción voluntaria, ilustran esta situación.
Con los pacientes que tienen lesiones m asivas del lóbulo frontal el
caso es m uy distinto. Como ya he m encionado, los reflejos orientadores
elem entales de estos pacientes con frecuencia están aum entados p a
tológicam ente y esto interfiere en su realización intencional y ráp id a
de la tarea.
Un cuadro diferente se da en estos pacientes si se som ete a p ru eb a
la estabilidad de sus respuestas ante estím ulos presentados rep etid a
m ente. M uchos pacientes de este grupo, en tales casos, m u estran una
gran inestabilidad de la atención, de m odo que tras unas pocas p re
sentaciones del mismo estím ulo los com ponentes autónom os y elec
trofisiológicos de su reflejo o rien tad o r desaparecen.
Sin em bargo, existe o tra diferencia en tre los pacientes con lesiones
en el lóbulo frontal y los que tienen lesiones locales en las zonas poste
riores del cerebro: m ientras que en éstos la movilización de u n a aten
ción especial m ediante una instrucción adicional, que tiene el efecto
de increm entar la actividad (por ejem plo, la instrucción "c o n ta r los
estím ulos”, o "descubrir cam bios en ellos”, etc.) re s ta u ra inm ediata
m ente los extinguidos síntom as del reflejo orientador y estabiliza la
atención, en los pacientes con lesiones frontales esto no ocurre, y u n a
instrucción que debería increm entar la actividad del paciente, de he
cho no produce ningún cambio consistente.
El m ism o esquem a se puede ver en o tro s índices del proceso de
activación que, bajo condiciones norm ales, aparece en resp u esta a
estím ulos que movilizan la atención. M ientras que en condiciones n o r
m ales la repetida presentación de un estím ulo conduce a la extinción
del reflejo orientador vascular, ta n p ro n to como el su jeto es in stru id o
p a ra que dirija su atención hacia cam bios en la calidad o intensidad
del estím ulo o para co n tar el núm ero de estím ulos, los com ponentes
vasculares del reflejo o rien tad o r se re sta u ra n inm ediatam ente y se
m antienen durante un largo período de tiem po. E sto no o cu rre en
los pacientes que tienen lesiones m asivas en los lóbulos frontales, pues
aunque sus respuestas vasculares a estím ulos rep etid o s son ráp id a
m ente extinguidas, u n a instrucción verbal que b ajo circunstancias
norm ales movilizaría la atención, en este caso no tiene efecto y la
curva pletismográfica no cam bia.
M ientras que bajo condiciones norm ales la prim era p resentación
de un estím ulo evoca cam bios definidos en las respuestas electro - fi
siológicas del cerebro, en form a de depresión del ritm o alfa y aum ento
de los componentes rápidos del electroencefalogram a, y m ien tras que
la presentación repetida de estím ulos conduce al desarro llo de la
"habituación” y a la desaparición de estas respuestas, tan p ro n to com o
el sujeto recibe una instrucción que eleva su atención hacia estos estí
mulos, los componentes electrofisiológicos del reflejo o rie n ta d o r se
restauran y perm anecen estables d u ran te m ucho tiem po. E xiste un
cambio parcial en la com posición de esta reacción de activación en
las frecuencias alfa y beta. E ste papel de la atención de estab ilizar los
fenómenos de la activación, que perm anece intacto en pacientes con
lesiones de las zonas posteriores del cereb ro, estáa u s e n te en pa
R esum en histórico
A unque los hechos relativos a la organización cereb ral de la m em o
ria se han acum ulado en su totalidad d u ran te los últim os quince o
veinte años, nuestro conocim iento de la organización cereb ral de los
procesos del lenguaje se b asa en la experiencia acum ulada d u ran te
m ás de un siglo. Cuando B roca en 1861 expresó su teo ría de que el len
guaje m otor está "localizado” en las zonas posteriores del tercio iz
quierdo del giro frontal, cuando en 1873
y W errü ck e a tr ib u y ó al te r c io
p o ste rio r del giro tem poral sup erior izquierdo la función del lenguaje
sensorial, se habían dado los prim eros pasos im p o rtan tes h acia u n a
com prensión científica de la organización cerebral de la actividad del
lenguaje. E stos dos descubrim ientos, de im portancia decisiva en la
época en que se hicieron, iniciaron m uchas investigaciones subsiguien
tes en u n in ten to de d eterm in ar qué zonas corticales p articip an en la
organización del lenguaje y qué fo rm as de alteración de la actividad
del lenguaje aparecen en lesiones de las distintas p artes del cerebro.
A p esar de la acum ulación de g ran cantidad de m aterial clínico
y de la intensidad con que se condujo la investigación, com o se des
p ren d e claram ente del hecho de que en 1914 M onakow fue capaz de
p u b lic a r u n a lista de 1.500 trab ajo s so b re la afasia, los intentos de
d escrib ir los m ecanism os cerebrales de la actividad del lenguaje en
c o n traro n sustanciales dificultades. Q uizá la m ayor dificultad fue el
hecho de que los investigadores e stab an obstaculizados p o r u n a falta
de datos m orfológicos insuficientem ente m aduros del lenguaje, p o r
lo que in ten taro n explicar sus hallazgos clínicos desde el p u n to de vis
ta de las teorías psicológicas m uy im perfectas que se aceptaban en
cada período correspondiente.
Los efectos de esta lim itación se v ieron desde las p rim eras etapas
de la creación de la teoría de la organización cerebral y de las altera
ciones del lenguaje, cuando los hechos clínicos descubiertos fueron
descritos en térm inos del asociacionismo que dom inaba la segunda
m itad del siglo xix. Fue e ste sistem a de ideas el que hizo necesario
b u scar un substrato cereb ral para el “lenguaje sensorial" y el “len
guaje m otor” y para varios tipos de conexiones entre ellos. É sta es la
razón por la cual en la p rim era etapa se produjeron esquem as bien
conocidos y u n tanto ingenuos (tales como el esquem a de Lichtheim ).
Según este esquem a, los procesos del lenguaje se localizan en u n sis
tem a de conexiones que tran scu rren desde el “centro del lenguaje
sensorial” al "centro de conceptos” y de aquí al “centro de lenguaje
m o to r”, y las alteraciones del lenguaje pueden tener el carácter de
“afasia sensorial sub co rtical”, "afasia sensorial cortical”, "afasia de la
conducción” y “afasia m o to ra o sensorial transcortical”.
E stos intentos de co m p arar directam ente los esquem as asociacio-
n istas hipotéticos de la e stru ctu ra del lenguaje con esquem as anató
micos igualm ente hipotéticos tuvieron éxito sólo sobre el papel. No
condujeron a la descripción de los cuadros clínicos reales o de los
trastornos del lenguaje, dirigieron la búsqueda de la base cerebral del
lenguaje sobre líneas erróneas, y no in ten taro n analizar la patología
del lenguaje en base del análisis de los m ecanism os de las
fis io ló g ic o s
L enguaje expresivo
Como hem os visto, el lenguaje expresivo consiste en la codifica
ción del pensam iento en u n a expresión extendida, e incluye u n a serie
de com ponentes operativos. Sin em bargo, p a ra explicar su organiza
ción cerebral procederem os a la inversa y com enzarem os p o r exam i
n a r sus form as m ás elem entales p a ra elu cid ar sus m ecanism os cere
b rales. El tipo m ás elem ental de lenguaje expresivo es el lenguaje
repetitivo .
La sim ple repetición de u n sonido, sílaba o p alab ra req u iere n a tu
ralm en te su percepción auditiva exacta; p o r lo tanto, está claro q u e
los sistem as del córtex tem poral (auditivo) que hem os exam inado de
b en p a rtic ip a r en el acto de repetición de los elem entos del lenguaje.
Las lesiones de las zonas secundarias del có rtex auditivo izquierdo que
conducen a la alteración de la audición foném ica izquierda, deben,
p o r tan to , ir acom pañadas p o r defectos de repetición (su stitu ció n de
fonem as sim ilares, reproducción incorrecta), que ya h e m encionado.
La presencia de la audición fonémica precisa, no obstante, es sólo
una condición para el lenguaje repetitivo intacto. La segunda condi
ción es la participación de u n sistem a suficientem ente preciso de ar
ticulaciones, y como ya he señalado (parte II, cap. 6), esto depende
de la participación de las zonas inferiores del córtex p o stcen tral (ki-
nestésico) del hemisferio izquierdo. Por esta razón, como y a hem os
visto, una lesión de estas zonas del cerebro conduce a la d esintegra
ción de los articulem as precisos, la sustitución de un articu lem a p o r
otro sim ilar "oposicional”, y a la aparición de parafasias literales,
tales como la repetición de la palabra "k h a la t”, por “k h a d a t”, "sto l”
por "ston” o "sn o t”, etc. E n pacientes con lesiones más extensas de
las zonas postcentrales inferiores del hem isferio izquierdo, esto de
fectos pueden ser mucho m ás graves y dar lugar a una m arcad a fo rm a
de afasia m o to ra aferente, basada en la desintegración de articulem as.
La identificación de esta form a de afasia y su difenciación de la afasia
m otora eferente o "afasia de Broca” (Luria, 1947, 1970b; V inarskaya,
1971), son avances m odernos im portantes en la ciencia de los tra s to r
nos del lenguaje.
La tercera condición esencial para el lenguaje repetido es la ca
pacidad para conectar un articulem a con o tro o una palabra con o tra.
Ya hemos visto que las estru ctu ras del córtex prem otor del hem isfe
rio izquierdo y, en particular sus zonas inferiores, juegan u n papel
esencial en asegurar la necesaria plasticidad de los procesos m otores
p ara este propósito (parte II , cap. 6). Por e sta razón las lesiones de
estas zonas del cerebro conducen al desarrollo de la inercia patológi
ca en la esfera de los m ovimientos del lenguaje y a la aparición de per-
severaciones articuladoras que im piden la conexión de u n articu lem a
con otro y que constituyen la base patofisiológica de la afasia m o to ra
eferente o afasia de Broca.
Nos queda p o r considerar la últim a condición necesaria p a ra el
lenguaje repetitivo norm al. G oldstein (1948) estuvo p articu larm en te
interesado en esta últim a condición, pero ello aú n requiere u n a in ter
pretación psicofisiológica.
La repetición de cualquier estru ctu ra acú stica (y en p a rtic u la r de
sílabas carentes de significado o sus com binaciones) entra en conflicto
inevitablem ente con la reproducción de p alab ras fonéticam ente sim i
lares, pero con significado y firm em ente establecidas. P ara realizar tal
tarea correctam ente son necesarias ciertas condiciones, u n cierto grado
de abstracción de estos estereotipos bien establecidos, la su b o rd in a
ción de la articulación a u n program a asignado y la inhibición de al
ternativas irrelevantes. Ya hem os visto que esta program ación de la
acción e inhibición selectivas de todas las conexiones irrelevantes re
quiere la estrecha participación de los lóbulos frontales y, p o r tan to ,
está perfectam ente claro que u n a lesión de estas zonas del cerebro
puede p rivar al program a de su necesaria estabilidad, de modo que
la repetición de una e stru c tu ra lingüística dada (p articu larm en te si
no tiene sentido o si es com pleja) será reem plazada p o r la repetición
de una p alab ra sim ilar, firm em ente establecida en la experiencia p re
via del paciente. Todo lo que se requiere p a ra verificar este hecho es
in s tru ir a tal paciente p a ra que re p ita una frase lógica o estru ctu ral
m ente incorrecta, e inm ediatam ente la rep etirá en la form a m ás h ab i
tual, correcta. Puede verse fácilm ente la com plejidad del grupo de
condiciones incorporadas en u n acto tan aparentem ente sim ple com o
la repetición, y la com plejidad del sistem a de zonas del córtex cere
b ra l (cada una de las cuales proporciona una de las condiciones p a ra
este acto) que están im plicadas. No nos extenderem os a q u í en un an á
lisis psicológico de los defectos de la repetición de palab ras conocidas
en la neurología clínica com o el fenóm eno de "afasia de conducción”.
Un análisis especial de este fenóm eno se efectuará en el estudio "H acia
la revisión de la afasia de conducción” (en prensa).
El siguiente tipo de lenguaje expresivo, la denom inación de o b je
tos, es m ucho m ás com plejo. E n este caso, no existe m odelo acústico
de la p alabra requerida y el su jeto debe en contrarlo p o r sí m ism o,
partien d o de la im agen visual del objeto percibido (o im aginado) y
después codificando la im agen m ediante u n a p alab ra apropiada del
lenguaje verbal. La realización de esta tarea depende n atu ralm en te de
u n a serie de condiciones nuevas y, consecuentem ente, de la p articip a
ción de o tras zonas corticales.
La p rim era condición p ara la denom inación adecuada de objetos o
de sus im ágenes es u n nivel suficientem ente claro de percepción vi
sual. Tan p ro n to como la percepción visual pierde precisión (com o en
casos de alteración de la síntesis visual o agnosia óptica), o incluso
adquiere ciertas form as de debilitación (expresadas p o r la dificultad
en reconocer dibujos estilizados o en identificar dibujos "disfrazados"),
o tan pronto com o aparece un debilitam iento de las ideas visuales, la
denom inación de objetos queda seriam ente dañada, habiendo p erd id o
su base óptica concreta. E ste fenóm eno se describe en la neurología
clásica como "afasia óptica", y p o r regla general ap arece en lesiones
de las zonas tém poro - occipitales del hem isferio izquierdo. Puede ta m
b ién form ar la base patofisiológica de algunos tip o s de afasia am nés-
ca que aparece en lesiones de las zonas p a rie to - occipitales, y como ta l
fue el objeto de u n análisis especial hecho recien tem en te p o r Tsvet-
kova (1972). Ella dem ostró que el origen de la alteración de la fun
ción nominativa del lenguaje puede se r una alteración de la form a
ción de las imágenes visuales de objetos.
Los pacientes con este tipo de afasia amnésica, p o r ejem plo, no
podían form ar ideas visuales suficientem ente claras de los objetos que
se les pedía que nom braran. No podían distinguir las características
esenciales de estos objetos m entalm ente y, por tanto, no podían ha
cerlas inteligibles ni com pletar un dibujo que ya había sido empezado.
Solo podían hacer dibujos generales, vagos, del objeto (pero no tenían
dificultad en copiar u n dibujo que se les m ostraba). E sto dem ostró
que las dificultades en la denom inación experim entadas p o r estos pa
cientes se basaban con toda probabilidad en el c a rá c te r confuso, la
falta de definición precisa de sus im ágenes e ideas visuales y en su
incapacidad de ex traer con suficiente detalle aquellas características
de un objeto esenciales para su identificación y denom inación (fig. 42).
La segunda condición esencial y evidente para la norm al denom i
nación de objetos, es la integridad de la precisa e stru c tu ra acústica
del lenguaje, relacionadas con la ya fam iliar función de los sistem as
de audición del lenguaje de la región tem poral izquierda. Una lesión de
estas zonas del cerebro, que conduce directam ente a u n a alteración
de la precisa organización fonémica de las estructuras del lenguaje, da
lugar, p o r tanto, a las m ism as dificultades en la denom inación com o
las que acabo de d escribir en la dificultad de repetición. U na caracte
rística de este tipo de alteración en la denom inación es u n a superflui
dad o parafasia literal, que aparece siem pre que al paciente se le pide
que nom bre un objeto que se le m uestra. O tra característica es el he
cho de que el im pulso con los sonidos (o sílabas) iniciales de la pala
b ra requerida no ayuda al paciente en estos casos, pues el origen de
su defecto está en la im precisión de la com posición acú stica de las
palabras.
La tercera y con m ucho la m ás com pleja condición p a ra la correcta
denom inación de objetos, es el d escu b rir el significado propio, selec
tivo, e inhibir todas las alternativas irrelevantes que ap arecen en el
curso de tales intentos. Ya hemos visto que la denom inación de u n ob
je to es introducida en una red o m atriz de posibles conexiones que
incluyen la descripción verbal de todas las distintas cualidades del ob
jeto , ju n to con los incontables nom bres que describen cualidades se
m ejantes (pertenecientes a la m ism a categoría sem ántica) o sim ilares
en su estru ctu ra acústica o morfológica. E sta inhibición de todas las
alternativas irrelevantes y el aislam iento del significado requerido,
dom inante, son fáciles para el córtex en estado nom al. Sin em bargo.
está seriam ente dañada en los estados patológicos (inhibidores) de las
zonas corticales terciarias (parieto - occipitales) del hem isferio iz
quierdo, cuando no se responde a la norm al "ley de la fuerza" y cuan
do la transición a una “fase de ecuación” p erm ite cualquier conexión
irrelevante sin un freno adecuado. Posiblem ente estos m ecanism os
pato fisiológicos que afectan el trab ajo de las zonas terciarias del he
m isferio izquierdo pueden e star en la base del fenóm eno conocido p o r
el clínico com o afasia am nésica en el sentido m ás estricto del térm ino,
que va acom pañada por u n a ola de parafasias verbales incontrolables
(la sustitución de palabras necesarias p o r o tra de e stru c tu ra o signi
ficado sim ilares). Una característica esencial que distingue este tipo
de alteración del lenguaje expresivo es que u n pequeño im pulso con
el p rim er sonido o sílabra de la p alab ra deseada ayuda al paciente a
encontrarla en seguida. E ste rasgo distingue la verdadera afasia am
nésica de la afasia acústico - am nésica, que se basa en la difusidad de
la e stru c tu ra acústica de las palabras (Luria, 1972).
Nos queda, pues, la c u a rta condición esencial p a ra la norm al de
nom inación de objetos y que ya nos es fam iliar: la m ovilidad de los
procesos nerviosos. Su función esencial es asegurar que u n a vez que
el nom bre ha sido encontrado, no se congele,; no se convierta en u n es
tereotipo inerte, de m odo que cu an d o el su jeto h a nom brado u n ob
jeto sea incapaz de p asar fácilm ente a o tro nom bre. Sin em bargo, esta
condición está afectada en las lesiones de las zonas inferiores del área
prem otora izquierda (área de B roca) y, tam bién, m ás especialm ente,
en lesiones de la región frontotem poral izquierda, en las que el ya fa
m iliar fenóm eno de inercia patológica se com plem enta p o r los fenó
m enos del lóbulo tem poral de "alienación del significado de la pala
b ra ” y en el que la actitu d crítica del p acien te hacia el desarrollo de
la inercia patológica y su capacidad p ara corregir sus erro res, están
alteradas. E n tales casos, aunque el paciente da el nom bre correcto al
dibujo, p o r ejem plo, de u n a m anzana, es igualm ente probable que a la
próxim a lám ina la denom ine "dos cerezas” que "dos m anzanas". H a
biendo nom brado correctam ente un p a r de dibujos com o "u n lápiz y
u n a llave", cuando se le p resen tan otro p a r de dibujos que rep resen
ta n "u n a copa y una ventana” puede llam arlos "una copa y u n a llave”
o incluso "u n lápiz y... u n lápiz”, sin ser consciente de su e rro r. P o r
tanto, la segunda form a —relativam ente sim ple en apariencia— del
lenguaje expresivo, vr. gr. la denom inación de objetos, es m uy com
p leja en su e stru ctu ra y req u iere el tra b a jo com binado de u n grupo
de zonas del córtex izquierdo p a ra su realización.
H asta a h o ra hem os afro n tad o el análisis de la e stru c tu ra psicoló
gica de form as relativam ente sim ples, efectoras (operativas) del len
guaje expresivo. Ahora es el m om ento de volver al problem a de la
organización cerebral de la actividad del lenguaje expresivo en su
totalidad.
No me extenderé en detalle sobre las alteraciones del lenguaje ex
presivo narrativo asociadas con dificultades en la pronunciación o el
hallazgo dé palab ras individuales, sino que volveré directam ente a los
trastornos p rim arios de la actividad del lenguaje narrativo espon
táneo.
Como he señalado anteriorm ente, el lenguaje o la expresión expre
sivos narrativos comienza con una intención o plan, que subsiguiente
m ente debe ser recodificado en una form a verbal y m oldeado en u n a
expresión verbal. E stá claro (p arte II, cap. 7) que estos dos procesos
im plican la participación de los lóbulos frontales, un aparato esencial
p a ra la creación de intenciones activas y form ación de planes. Si este
m otivo de la expresión está ausente y no se form a activam ente ningún
plan, no puede haber, naturalm ente, lenguaje espontáneo activo, au n
que el lenguaje repetitivo y la denom inación de objetos perm anezcan
intactos.
Estos aspectos son los que caracterizan a los pacientes con u n m a
nifiesto síndrom e frontal, en quienes la falta general de espontaneidad
y de dinam ismo se acom pañan de u n a m arcada "falta de e s p o n ta n e i
Eh------ o ---------*□
"m e ” "g u sta ” "p a se a r”
Fig. 74. — Electromiograma del aparato del lenguaje en un paciente con afasia
dinámica (a) fondo; (b) durante intentos por formular directamente una frase; (c) du
rante intentos similares pero con la ayuda de un esquema externo de la frase (según
Tsvetkova).
E stru c tu ra psicológica
M ientras que la h isto ria de la organización cerebral del lengua
je se conoce desde hace m ás de cien años, podem os afirm ar justifica
dam ente que la organización cerebral del pensam iento no tiene histo
ria todavía. Desde los com ienzos de la filosofía y la psicología, el con
cepto de "cereb ro ” siem pre se ha opuesto al concepto de "pensam ien
to", y si u n investigador deseaba d em o strar que los procesos m entales
difieren radicalm ente de los procesos cerebrales, se b a sab a en esta
oposición. P o r tanto, el problem a de los m ecanism os cerebrales de
la "ab stracció n " de "la conducta categórica" o del "pensam iento lógi
co”, o bien no se considera en absoluto, o b ien se usó sim plem ente en
relación a té rm inos opuestos tales com o "sen so rial’ y "racional" o "m a
te ria ” y "pensam iento".
E sta oposición aparece tanto en la filosofía dualista com o en la
psicología y casi todos los morfólogos, p siq u ia tra s y neurólogos sos
tuvieron repetidam ente que el intelecto o “pensam iento categórico"
no puede reducirse a m ecanism os m ateriales del cerebro (M onakow,
1914; G oldstein, 1927, 1944, 1948).
E n la h isto ria de la psicología ha habido sólo u n grupo de intentos
en dirección opuesta; p ero estos intentos, en sus form as v arias y alter
nativas, fu ero n usualm ente conseguidos m u y costosam ente —al precio
del rechazo de la cualidad in trín seca del pensam iento— y su reducción
a m ecanism os o asociaciones m ás elem entales (asociacionism o del si
glo) y procesos estru ctu rales (psicología de la G estalt del siglo xx), o
p o r el a b ie rto rechazo a d iscu tir el p ensam iento y su reem plazam iento
p o r la "form ación de reflejos condicionados” o el "aprendizaje". E sta
negativa a no tom ar en consideración la ta re a de d escubrir la organiza
ción cere b ra l del pensam iento, puede co m prenderse si el pensam ien
to se co nsidera fenom enológicam ente com o u n acto m en tal indivisible.
Sin embargo, no puede haber causas de ningún tipo p ara esta nega
tiva si la solución de este problem a se intenta m ediante un análisis
científico del pensam iento como la form a de actividad cognitiva con
la estructura más com pleja, y si el problem a considerado no es la re
lación entre el pensam iento como un todo (o aún m ás, su p ro d u cto )
y el cerebro, sino la relación entre esta form a com pleja de actividad
cognitiva y sus elem entos com ponentes y el cerebro. E sta es la direc
ción seguida por la m oderna neuropsicología y con ello el problem a
de las bases cerebrales de la actividad intelectual deja de ser p u ra
m ente filosófico y viene a ser de carácter concreto y científico. E xa
minemos prim ero los m odernos puntos de vista sobre el pensam iento,
sus form as básicas y com ponentes antes de enfrentarnos con el p ro
blem a de su organización cerebral en la que estam os especialm ente
im plicados.
La m oderna psicología considera el proceso del pensam iento b ajo
una luz com pletam ente diferente como se m anifiesta a través de un
examen m uy breve, prim ero de la historia, y después del estado actu al
del problem a. Las concepciones dom inantes sobre el pensam iento que
tenían los psicólogos de m itad del siglo xix eran m uy sim ples: u n a
com binación de asociaciones de com plejidad variada; de todas estas
asociaciones, las asociaciones p o r contigüidad fueron consideradas co
rrectam ente como las m ás sim ples, m ientras las asociaciones p o r si-
m ilaridad o contraste se consideró que incorporaban relaciones ló
gicas m ás com plejas, en las que tenían que ser encajadas antes que
estas asociaciones pudieran producirse. Sin em bargo, estos p u n to s
de vista de los asociacíonistas sobre la naturaleza psicológica del pen
sam iento, que se m antuvieron m ás de un siglo, tenían puntos débiles
esenciales que condujeron a su caída.
El proceso intencional y selectivo del pensam iento nunca puede
entenderse como el resultado de acciones m ecánicas de asociaciones
individuales. M ientras que H erbart, quien hizo el p rim er intento p a ra
construir algo así como un m odelo m atem ático del pensam iento, en los
comienzos del siglo pasado intentó equ ip arar la dirección del p en sa
m iento con la victoria de las ideas m ás fuertes y la caída de las m ás
débiles, esto no quedó m ás que en un esquem a form al. No pudo ex
plicar el carácter activo del proceso que hace del pensam iento u n a
actividad selectiva y orientada a u n fin, m uy adaptativa a la situación
cam biante.
Los sim ples puntos de vista asociacíonistas sobre el pensam iento
no fueron com pletam ente rechazados h asta principios de la p resen te
centuria, cuando varios psicólogos alem anes, pertenecientes a la 11a
m ada escuela de W ürburg (K ulpe, Ach, B uhler, M esser) expresaron
sus dudas sobre si el pensam iento hum ano en general podía deducirse
de la asociación de ideas. In te n ta ro n m o stra r qiie el auténtico pensa
m iento consiste en la "percepción d irecta de relaciones” y no puede
incorporar ni im ágenes (concretas) ni com ponentes verbales o sus aso
ciaciones, de m odo que el acto del pensam iento es u n a “función” m en
tal independiente, com o los actos de la percepción o de la m em oriza
ción. La escuela de W ürzburg m erece crédito p o r el hecho de que, p o r
prim era vez, distinguió el pensam iento como u n a entidad indepen
diente p ara la investigación psicológica. Sin em bargo, este paso se
consiguió a un alto precio, pues la aceptación del pensam iento com o
u n acto absolutam ente indivisible, que puede describ irse p o r m étodos
subjetivos y no puede descom ponerse en sus com ponentes, rep resen
tó un paso atrás respecto al asociacionism o, cerran d o la p u e rta a su
investigación científica.
La historia de los intentos p a ra com prender el pensam iento com o
una estru ctu ra única, basada en leyes sim ilares a las leyes de la p e r
cepción integral, hecha p o r los seguidores de la psicología de la Ges-
ta lt inicíalm ente en m onos (K ohler, 1917) y m ás ta rd e en el h o m b re
(W ertheim er, 1925, 1945, 1957; K offka, 1925; D uncker, 1935) es m uy
sim ilar. M ientras que los p resu p u esto s básicos p a ra el análisis del
pensam iento com o u n acto in teg ral realizado p o r estos investigadores
m erece atención, sus intentos de no v er en la construcción de este
acto nada m ás que las leyes e stru c tu ra le s de "in teg rid ad ” y "pregnan-
cia” que ya eran fam iliares a raíz del estudio de la percepción, fueron
un im pedim ento p a ra progresos ulteriores.
Se realizaron avances im p o rtan tes en los análisis psicológicos del
pensam iento con la transición al análisis concreto de los m éto d o s b á
sicos usados en el pensam iento y las estructuras dinám icas fu n d a
m entales que se revelan en u n a inspección m ás e stric ta del pensa
m iento activo y su e stru c tu ra estocástica. En los años 30, el psicólogo
soviético Vygotsky fue el p rim ero en d em o strar q u e el proceso de
análisis y generalización, que es la base del acto intelectual, depende
de la e stru ctu ra lógica del lenguaje y que el significado de las palabras,
la base de las ideas, se desarrollan en la infancia. M ientras q u e ini
cialm ente esto se basa en la unificación sincrética de las im presiones
que el niño recibe del m undo exterior, m ás ta rd e se convierte en la
unificación de señales concretas de la situación p rá c tic a to tal; final
m ente comienza a aplicarse a la to talid ad de las categorías a b stra c ta s
(Vygotsky, 1934a; ediciones p o stu m as en 1956, 1960). E ste análisis
de los estadios fundam entales del desarrollo de las ideas que Piaget
(1926-57) tam bién enfocó desde posiciones com pletam ente diferentes,
hizo posible describir toda la com plejidad de la estru ctu ra lógica de
las palabras, los utensilios básicos para la form ación de ideas, y para
representar con suficiente claridad el am plio cam po de alternativas
que proporcionan las m atrices lógicas en las que se basan cada uno
de los estadios del desarrollo. También hizo posible el estudio de
cómo estos sistem as concretos de m atrices, que reflejan el ca rá c te r
"situacionai” del pensam iento, son reem plazados gradualm ente por
m atrices abstractas, que. incorporan una je ra rq u ía com pleta de "rela
ciones de com unidad" las cuales constituyen el aparato fundam ental
del pensam iento categórico.
La descripción de este ap arato fundam ental del pensam iento, el
cual ha sido subsecuentem ente desarrollado p o r algunos investigado
res autorizados (B runer, Goodnow y Austin, 1956; B runer, 1957), per
m itió realizar un decisivo progreso en el análisis del pensam iento com o
un acto dinám ico integral.
La com prensión de que el significado de la p alab ra es el in stru m en
to fundam ental del pensam iento fue crucial p ara la aproxim ación del
problem a básico: la descripción de la estructura psicológica del pen
samiento como un todo: La investigación de este problem a ha ocupado
de hecho a toda una generación de psicólogos y ha recibido un pode
roso impulso del desarrollo de la m ism a ciencia psicológica en déca
das recientes y tam bién del desarrollo de las com putadoras de a lta ve
locidad que ha necesitado u n a descripción m ás detallada de la es
tru ctu ra del pensam iento real p ara que p u d ieran ser construidos los
m ejores modelos posibles. E n diferentes países se han realizado in
tentos p ara co n stru ir los conceptos básicos del pensam iento com o
un proceso integral, descom poniéndolo en sus com ponentes. E n la
Unión Soviética, el problem a de la estru c tu ra del pensam iento ha
sido investigado sobre la base del concepto general de la e stru c tu ra
interna de la actividad m ental, form ulada p o r u n núm ero de d estaca
dos psicólogos soviéticos seguidores de Vygotsky (Leontiev, 1934, 1959;
Galperin, 1959 y otros). En o tro s países, el análisis psicológico de for
m as concretas del pensam iento se ha asociado al estudio del juego
del ajedrez (de Groot, 1964) y, p o r encim a de todo, al desarrollo de la
teoría heurística del pensam iento, que com para el pensam iento h um a
no con los principios operacionales de las com putadoras de alta velo
cidad (Newell, Shaw y Simón, 1958; Feygenbaum y Feldm an, 1963).
Como resultado de esta serie de investigaciones, ahora tenem os
una idea suficientem ente clara acerca del pensam iento com o u n a ac
tividad m ental concreta. Podem os distinguir aquellos de sus com po
nentes que aparecen ta n to en el pensam iento activo concreto com o
en el pensam iento discursivo lógico - verbal, y que p erm iten a los neu-
ropsicólogos abandonar el intento de b u scar un su strato cereb ral del
"pensam iento en general” y b u scar en su lu g ar un sistem a de m eca
nism os cerebrales responsables de los com ponentes del pensam iento
y de sus estadios. Intentarem os ahora resu m ir m uy brevem ente aque
llas ideas del pensam iento hum ano como u n a form a integral de la ac
tividad m ental que se aceptan ahora por todos los investigadores.
Los psicólogos que estudian el proceso concreto del pensam iento
están de acuerdo en suponer que el pensam iento aparece solam ente
cuando el sujeto tiene u n m otivo apropiado que hace la ta re a urgente
y su solución esencial, y cuando al sujeto se le co n fro n ta con una si
tuación para la cual no tiene un solución ya hecha ( innata o habitual).
E sta proposición básica puede ser form ulada en o tras p alab ras dicien
do que el origen del pensam iento es siem pre la presencia de una ta re a
p o r la que los psicólogos entienden que el pro b lem a que debe resolver
el sujeto se da bajo ciertas condiciones, que debe p rim eram en te in
vestigar p a ra d escubrir el cam ino que conduce a una solución ade
cuada.
El estadio que sigue inm ediatam ente después del descubrim iento
de la tarea, no es, sin em bargo, un intento directo de resp o n d er ade
cuadam ente, sino de restricción de las resp u estas im pulsivas, la inves
tigación de las condiciones del problem a, el análisis de sus com ponen
tes, el reconocim iento de los ragos m ás esenciales y sus correlaciones
en tre sí. E ste trab ajo de investigación p relim in ar d en tro de las condi
ciones del problem a es u n escalón vital y esencial en todo proceso con
creto del pensam iento, sin el cual no p o d ría te n e r lu g ar ningún acto
intelectual.
El te rc e r estadio en el proceso del pensam iento es la selección de
una alternativa de entre varias posibles y la creación de un plan ge
neral (esquem a) para la ejecución de la ta re a , p ara d ecid ir cuál es la
altern ativ a m ás idónea p a ra te n e r éxito, y rechazando al m ism o tiem
po todas las alternativas inadecuadas. M uchos psicólogos describen
esta fase del acto intelectual com o la estrategia general del pensa
m iento, y lo consideran como su com ponente m ás esencial.
La existencia de estas m atrices m ultidim ensionales de significados
de palab ras, que ya he m encionado an terio rm en te, y que particip an
en todas las form as del pensam iento, hace com prensible, n atu ralm en
te, la e stru c tu ra estocástica del acto in telectu al y señala el hecho de
que cada ta re a da lu g ar inevitablem ente a u n a m últiple red de a lte r
nativas, de las que un sistem a puede ser elegido por un sujeto en base
a la predom inancia de un sistem a p a rtic u la r de asociaciones escondi
das tras el significado de la palabra.
E ste análisis de las condiciones del problem a y la elección de un
determ inado sistem a de entre las m uchas alternativas posibles, cons
tituye la esencia psicológica de los procesos "heurísticos” cuya inves
tigación ha recibido en los últim os tiem pos una atención especial.
La form ación de u n esquem a general p a ra la solución del problem a
y la elección de los sistem as adecuados de alternativas lleva al su jeto
a la siguiente fase del pensam iento (cuarta), la cual consiste en esco
ger los m étodos apropiados y considerar qué operaciones serían m ás
adecuadas p ara poner en práctica el esquem a general de la solución.
De estas operaciones, las de uso m ás frecuente son de algoritm os ade
cuados ya hechos (lingüísticos, lógicos, num éricos) los cuales se han
desarrollado durante el curso de la h isto ria social y son adecuados
p ara representar tal esquem a o hipótesis. Algunos psicólogos descri
ben este estadio del descubrim iento de las operaciones esenciales
como la táctica, que lo distingue del estadio de descubrim iento de la
estrategia apropiada p ara la solución del problem a.
El proceso de uso de las operaciones apropiadas es, naturalm ente,
el estadio operativo del acto intelectual, m ás que su estadio creativo,
aunque a veces tiene una considerable com plejidad. Como m ostró el
trab ajo de Vygotsky (1934, 1956, 1960), seguido por las investigaciones
de G alperin y sus colaboradores (G alperin, 1959), el proceso del pen
sam iento pasa a través de ciertos estadios, comienza con una extensa
serie de operaciones externas sucesivas (pruebas y errores), pro g resa
p ara extenderse al lenguaje interno, en el cual se hace la b úsqued a
necesaria, y concluye con la contractación y la condensación de estas
búsquedas externas y la transición a procesos internos específicos.
Aquí el sujeto es capaz de obtener ayuda de los sistem as de códigos
ya establecidos (lingüísticos y lógicos en el pensam iento verbal dis
cursivo; num érico en la solución de problem as aritm éticos) q u e ha
aprendido. La existencia de estos códigos internos bien asim ilados,
que form an las bases operativas del "acto m ental” form an tam bién,
p o r tanto, la base p a ra la ejecución de las operaciones intelectuales
requeridas, y en el sujeto adulto, el cual ha aprendido a u sar estos
algoritm os, comienza a sum inistrar u n sólido fundam ento p a ra el
estadio operativo del pensam iento. El uso de estos algoritm os con
duce al sujeto a la siguiente fase del acto intelectual, considerado du
ra n te m uchas décadas como el últim o, pero que en el m oderno p u n to
de vista todavía no es el estadio final. E sta fase es la solución real del
problem a o el descubrim iento de la respuesta a la p reg u n ta im plícita
en la tarea.
Sólo en la últim a década hem os apren d id o que con el descubri
m iento de la solución no concluye el acto intelectual, sino que es m e
ram en te el preludio del estadio final. El hecho de que el proceso del
pensam iento no term ina con el descubrim iento de la resp u esta ha
sido m ostrado por los trab ajo s de m uchos investigadores (Anokhin,
1955, 1963, 1968b; Miller, P ribram y G alanter, 1960). E ste estadio debe
ser seguido p o r un estadio de com paración de resultados obtenidos
con las condiciones originales de la ta re a (o, como le ha llam ado Ano
khin, el estadio aceptante de la acción). Si los resultados están de
acuerdo con las condiciones originales del problem a el acto intelec
tual h a term inado, p ero si, co n trariam en te, no corresponden a las
condiciones originales, la búsqueda de la estrategia n ecesaria debe
volver a com enzar y el proceso del pensam iento debe c o n tin u a r hasta
que se halle una solución adecuada, de acuerdo con las condiciones.
E stos puntos de vista que consideran la estru ctu ra psicológica del
pensam iento y la identificación de sus estadios principales p resentan
oportunidades m ucho m ejores p a ra el análisis de los m ecanism os ce
reb rales de este proceso que los que estab an a disposición de los p ri
m eros investigadores. Casi todos los neurólogos que h an in ten tad o el
estudio de los m ecanism os cerebrales del acto intelectual pensaron
que podían lim itar su atención a la búsq u ed a del s u s tra to cerebral
h ipotético p a ra las ideas ab stractas, el com ponente fundam ental del
acto intelectual. Tal fue el carácter de los intentos hechos p o r la m a
yoría de los psiquiatras. Una vez h ab ían descrito los fenóm enos de la
“dem encia” que acom pañan a una lesión orgánica del cereb ro , lo con
sid eraro n suficiente p a ra explicar la p e rtu rb a c ió n del p ensam iento en
casos com o éste p o r desintegración de las ideas a b stra c ta s y p o r la
tran sició n a form as concretas de la reflexión de la realidad. E l em inen
te neurólogo G oldstein (1944, 1948) tam b ién expresó p u n to s de vista
sim ilares, y consideró que los defectos intelectuales p roducidos p o r
lesiones locales cerebrales pueden s e r considerados com o la desinte
gración de los “com ponentes a b stra c to s” o del “co m portam iento abs
tra c to ”.
Apenas necesito decir, considerando la gran im p o rtan cia de este
fenóm eno, que los in ten to s de re d u c ir las alteraciones del pensam ien
to en pacientes con lesiones locales del cerebro, a u n a desintegración
de los com ponentes ab stracto s p u ed en com o m áximo a r r o ja r luz sólo
so b re u n posible com ponente de la com pleja patología del acto inte
lectual, y son com pletam ente incapaces de explicar la total com ple
jidad de las alteraciones del pensam iento. Tam poco necesito m encio
n ar que la perturbación del "com portam iento categórico” es el resu l
tado, y no la causa, de u n a larga serie de cam bios que tienen lugar
en la actividad intelectual de la persona enferm a, y que la alteración
puede ser de carácter com pletam ente distinto en los diversos com po
nentes de este com portam iento. N aturalm ente, así, a p esar de m uchos
años de investigaciones realizadas p o r neurólogos como G oldstein que
adoptó este concepto como punto de partid a, no se obtuvieron resu l
tados definidos que a rro ja ra n luz sobre los m ecanism os cerebrales
del pensam iento. Según G oldstein, u n a alteración del "com portam ien
to abstracto” puede aparecer en pacientes con lesiones en m uy dis
tintas partes del cerebro, y p o r tanto su enfoque fue u n a apreciación
del resultado general de procesos patológicos com plejos m ás que el
auténtico análisis de su estru ctu ra. E stam os, pues, com pletam ente
justificados al b uscar un nuevo enfoque estudiando cómo los com po
nentes individuales de los procesos del pensam iento, com o yo los he
descrito, se perturban en pacientes con lesiones en distintas partes
del cerebro. Solam ente así m ejorarem os n u estras perspectivas de éxi
to en el análisis de los m ecanism os cerebrales de las alteraciones del
lenguaje y usarem os estas alteraciones p ara el diagnóstico tópico de
las lesiones locales del cerebro.
Las alteraciones de m otivos y fines que pueden ap arecer en lesio
nes profundas del cerebro, así como en lesiones de los lóbulos fro n ta
les, deben conducir inevitablem ente a un tipo de alteración en los
procesos del pensam iento distinto de la alteración de las huellas de la
m em oria audiovisual a corto plazo, asociada con lesiones de la región
tem poral izquierda, o en casos en los que u n a lesión de las zonas pa
rieto - occipitales im pide la unión de los elem entos individuales de la
inform ación en esquem as sim ultáneos unificados. Puede im aginarse
fácilm ente que las perturbaciones de la capacidad p a ra re te n e r u n
problem a, de inhibir intentos im pulsivos de en c o n tra r u n a resp u esta
a las preguntas y de hacer una investigación p re lim in a r de las condi
ciones básicas de la tarea, u n a alteración de la capacidad p a ra p ro d u
cir hipótesis, p ara elegir en tre varias alternativas posibles las o pera
ciones o códigos m ás adecuados y, finalm ente, la capacidad p a ra com
p a ra r los resultados obtenidos con las condiciones originales de la
tarea y para verificar si la solución es adecuada, todas estas facu lta
des su frirán en grados diferentes com o resu ltad o de lesiones en dis
tin tas partes del cerebro. N aturalm ente, p o r tan to , la destrucción de
diferentes zonas cerebrales debe conducir inevitablem ente a diferen
tes alteraciones en las estructuras del pensam iento. Por consiguiente,
podem os enfocar el análisis de los sistem as cerebrales que p articip an
en la construcción del pensam iento m ediante un m étodo com pleta
m ente distinto del usado p o r la p siquiatría y la neurología clásicas.
Seguiré, p o r tanto, el procedim iento aceptado en neuropsicología,
y describiré prim ero las p erturbaciones del pensam iento p ráctico o
constructivo, y luego las p erturbaciones del pensam iento ló g ic o -v e r
bal (discursivo) en pacientes con lesiones en distintas p artes del ce
rebro. E sto nos dará u n a visión m ás p ro fu n d a de la organización ce
reb ral de la actividad intelectual en líneas sim ilares a aquellas que se
guim os en n u estro análisis de las bases cerebrales de la percepción
y de las acciones, de la m em oria y del lenguaje.
a b
Fig. 75. — Esquema de tests usando los cubos de Kohs (a) estructura de la percepción
de la figura y (b) estructura de la ejecución requerida.
La tarea intelectual que debe realizar el sujeto es lib erar los vec
tores de la percepción directa y convertir los elem entos de la im pre
sión en elem entos de construcción. E ste problem a puede resolverse
tan pronto como el sujeto pueda lib erar la percepción directa del di
b u jo y reestru ctu rar esta percepción en los elem entos de los cubos
de construcción.
El test conocido en psicología com o cubo de Link es sim ilar en su
estru ctu ra psicológica. En esta prueba, el sujeto ha de c o n stru ir u n
cubo grande de un color determ inado (por ejem plo, am arillo), a p a r tir
de veintisiete pequeños cubos, ocho de los cuales tienen tres lados
am arillos, doce tienen dos lados am arillos, seis únicam ente u n lado
am arillo, y uno no tiene lados am arillos.
Los intentos directos de co n stru ir un cubo así no darán obviam en
te el resultado deseado, ya que el único m étodo posible de solución del
problem a es la investigación de sus condiciones, para fo rm ar u n a es
trategia general (o plan general) p a ra su solución (usando los cubos
con tres caras am arillas en las esquinas, los que tienen dos caras am a
rillas en el centro de cada cara y los cubos sin ninguna cara am arilla
en el centro del m odelo), y después de la form ación de este plan,
usarlo, para en co n trar las operaciones requeridas p a ra realizar la
tarea. Otras tareas de pensam iento constructivo, gran núm ero de las
cuales se usan en psicología m oderna, tienen todas u n a e stru c tu ra
psicológica sim ilar.
La alteración de la síntesis espacial que se produce a causa de le
siones en las zonas parieto - occipitales del hem isferio izquierdo in
terfieren naturalm ente en la ejecución de tales pru eb as de actividad
constructiva. Los pacientes de este grupo les dan vueltas im potente
m ente a los cubos de Kohs sin sab er cómo ju n tarlo s, o sin sab er en
qué posición poner la diagonal p a ra ju n ta r las líneas del dibujo.
E l principio general que gobierna la construcción del m odelo, así
com o la intención de construirlo, perm anecen como es n atu ral com
pletam ente intactos en estos casos; esto se m u estra p o r una larga
serie de intentos que realizaran dichos pacientes y p o r su actitu d crí
tica hacia sus defectos. La integridad de su actividad y la lim itación
de su defecto se m u estran en el hecho de que las dificultades experi
m entadas p o r estos pacientes pueden com pensarse m ediante el u so
de ayudas externas, p o r ejem plo señalándoles las coordenadas espa
ciales o con virtiendo sus intentos directos de en cajar la form a req u e
rid a en program as detallados que incorporan el análisis espacial de
la dirección de las líneas ("desde la esquina inferior izquierda h a sta
la esquina superior derech a”). E stos esquem as tridim ensionales, com o
3 5
estadios d e ejecución
ejecución
m odelo
ejecución
m odelo
Fig. 76. — Alteración de la ejecución de tareas constructivas con los cubos de Kohs:
(a) por pacientes con alteraciones parieto-occipitales y (b) con alteraciones frontales
(Tsvetkova).
CONCLUSION
He dado una breve visión de los principios básicos que gobiernan
el trabajo del cerebro hum ano, y he descrito las características esen
ciales de una nueva ram a de la ciencia conocida como la neuropsico-
logía, que se ha desarrollado d u ran te los últim os tre in ta años. H a lle
gado el m om ento de sacar ciertas conclusiones, m uy breves, conside
rando el papel de esta nueva ram a de la ciencia en la teo ría y en la
práctica.
Empecé este libro diciendo que h asta fechas m uy recientes los filó
sofos y los psicólogos se han contentado con ac e p ta r que el cereb ro
es el órgano de la vida m ental hum ana m ás que con b u sc a r y o b te n e r
el m aterial concreto necesario p ara deducir los principios fu n d am en ta
les que gobiernan la organización funcional del cerebro y las form as
concretas de su trabajo. E sta etapa ha quedado atrás, A hora ten e
mos una gran riqueza de m aterial p ara indicar los principios de la
organización funcional del cerebro, p a ra identificar las unidades p rin
cipales del cerebro en acción, y p a ra indicar el papel de los sistem as
individuales del cerebro en la organización de los procesos m entales.
Las dos prim eras partes de este libro se h an dedicado a u n a visión
de los datos disponibles en la ciencia m oderna p a ra b u sc a r u n a re s
puesta a este problem a.
He usado estos datos p ara analizar la organización cereb ral de la
actividad m ental hum ana com pleja y m o strar cóm o el hom bre, con su
percepción y su acción, su lenguaje, m em oria y pensam iento, hace
uso de un sistem a altam ente com plejo de las zonas del có rtex cereb ral
que trabajan de form a concertada. La p a rte tercera, o sintética, de
este libro tra ta de este aspecto del problem a. E n ningún m om ento he
sugerido que el m aterial que he descrito sea algo como la re sp u esta
final y com pleta a estas preguntas. La neuropsicología es aú n u n a cien
cia muy joven, está dando su p rim er paso, y u n período de 30 años
no es un tiem po muy largo p ara el desarrollo de ninguna ciencia. Es
por esto que algunos capítulos m uy im portantes, tales com o los m o ti
vos, la s form as com plejas de acción y la e stru ctu ra de la personalidad,
no se incluyen en este libro. Quizá se añadirán en ediciones fu tu ras.
H e in ten tad o describir las ideas que h an surgido d u ran te este pe
ríodo de 40 años de trab ajo intensivo, usando principalm ente los re
sultados obtenidos de las observaciones efectuadas por m í m ism o y
mis colaboradores. N aturalm ente, en años venideros m uchas de las
ideas que he descrito serán m ás claras y se desarrollarán, m ien tras
se verá que o tra s son erróneas y serán revisadas. Es así com o se desa
rro lla siem pre todo nuevo cam po de la ciencia y debem os de e sta r
p rep arad o s p a ra ello.
Sin em bargo, no dudo que la etapa de tra b a jo resum ida en este
libro re su lta rá im portante y útil. E l estudioso del cerebro en co n trará
en él u n resum en de datos de los aspectos funcionales del tra b a jo
del cerebro hum ano, y esto puede dirigir su atención hacia u n aspecto
de la investigación que h a sta ahora se h a desarrollado m u ch o m ás
lentam ente que las investigaciones de los últim os m ecanism os elec-
trofisiológicos de la actividad del cerebro, y el estudio de las funciones
de n eu ro n as aisladas. E l tra b a jo del cerebro como un a p a ra to único
que organizada actividad m ental hum ana es del m ayor in terés, y debe
ser la preocupación m ás inm ediata del filósofo, del profesor y del m é
dico. P o r lo tan to , estoy seguro de que el m aterial que h e descrito
estim u lará el interés del lector.
H ay o tro aspecto de significación teórica de los problem as que se
discuten en este libro. É ste es de gran im portancia para el desarrollo
de la psicología. La psicología m oderna h a hecho indudablem ente
progresos considerables en el estudio de la génesis de los procesos
psicológicos y sus cam bios en el curso del desarrollo. H a d escrito la
e stru c tu ra de la actividad hum ana m ental. A hora tiene id eas claras
sobre la e stru c tu ra de las acciones psicológicas superiores y las activi
dades com plejas conscientes que no pueden com pararse e n m odo al
guno con los esquem as clásicos de asociacionism o o con las id eas gene
rales de la psicología de la G estalt, con la sim plificada fenom enología
del conductism o, o con las pretensiones de la "psicología p ro fu n d a".
A p e sa r de todos estos avances, nuestro conocim iento de la e stru c tu ra
psicofisiológica de los procesos m entales y de sus m ecanism os in ter
nos íntim os es todavía m uy inadecuado. T odavía sabem os m u y poco so
b re la n atu raleza in tern a y la estru c tu ra neurológica de la s form as
com plejas de actividad consciente, aunque su curso es a h o ra razona
blem ente bien com prendido. No sabem os casi n ad a de los facto res que
com ponen la estru c tu ra de esta actividad, cóm o cam bian estos fac
tores en las sucesivas etapas del desarrollo m en tal y con la adquisición
de los complejos mecanismos que facilitan el curso de estos procesos.
Sería equivocado subestim ar el im portante trab ajo realizado en este
sentido por las distintas escuelas del "análisis facto rial'’. No ob stan te,
sería igualm ente equivocado suponer que los m étodos m atem áticos
utilizados por estas escuelas son un camino n atu ral para o b ten er la
solución de los problem as que se presentan.
El propósito de este libro e ra establecer los cim ientos de o tro m é
todo: de uñ análisis de la e stru c tu ra interna de los procesos psico
lógicos p o r el uso de métodos neuropsicológicos. E stos m étodos co
m ienzan con un detallado análisis de los cam bios que aparecen en los
procesos psicológicos cuando existen lesiones locales cerebrales, tra s
el cual se hace un intento de m o stra r cómo son alterados los sistem as
o complejos de procesos psicológicos por estas lesiones. Éste p ro p o r
ciona un enfoque al análisis de la estru ctu ra in tern a de los procesos
psicológicos y de la conexión in te rn a que unifica los distintos proce
sos psicológicos.
Existen, p o r tanto, dos aspectos en el análisis de los cam bios en
los procesos psicológicos debidos a lesiones locales del cerebro. E n
prim er lugar, se revela el su b strato neurológico al que está vinculada
una actividad particular, y así profundiza nuestro conocim iento de su
estru ctu ra psicofisiológica interna. En segundo lugar, se revelan las
estructuras generales existentes en procesos psicológicos diferentes
(algunas veces com pletam ente diferentes en apariencia), y de esta
form a se puede a b rir todavía o tra vía hacia el análisis factorial de la
actividad m ental. E sta vía que describo es la vía neuropsicológica del
análisis del síndrom e, y todo este libro está dedicado a intentar, de
m o strar la productividad de este enfoque.
Es fácil im aginar que la ciencia psicológica, utilizando este enfo
que, realizará nuevos e im portantes avances, y que en irnos cuantos
años m ás se añadirán nuevos e im portantes capítulos adicionales, p o r
ejem plo, sobre la neuropsicología de la vida em ocional y la cons
ciencia, y se creará u n a nueva ram a, la neurolingüística. Como resu l
tado sólo podem os predecir que en los próxim os 50 años n u estras
teorías sobre la estru ctu ra de los procesos m entales diferirán su stan
cialm ente de las que sostenem os hoy; la neuropsicología m erecerá
gran p arte del crédito por esta revisión y profundización de n u estro s
conocim ientos de la estru ctu ra in tern a de los procesos m entales.
El cam po del conocim iento al que está dedicado m i libro tiene o tro
aspecto práctico. Cada paso en el desarrollo de la neurología y de su
ram a m ás joven y m ás activa —la neurocirugía— m u estra la enorm e
falta de exactitud y de m étodos precoces para el diagnóstico local
(o p o r lo menos regional) de lesiones locales del cerebro en la p ráctica
clínica. Los m étodos clásicos desarrollados p o r la neurología hace u n
siglo son absolutam ente esenciales, pero, no obstante, inadecuados. La
investigación de la sensación, m ovim ientos, reflejos y tono, el inventa
rio básico de la investigación neurológica proporciona u n a inform a
ción relativam ente escasa sobre las lesiones de las zonas m ás com ple
ja s y específicam ente hum anas del cerebro, y en el h o m b re estas zonas
ocupan casi dos tercios de los hem isferios cerebrales. N aturalm ente,
b a jo estas condiciones, la neurología y la neurocirugía se vuelven es-
peranzadoram ente hacia m étodos precisos: la electroencefalografía,
en todas sus form as, m étodos de co n traste que utilizan la arteriogra-
fía y o tras varias técnicas secundarias.
H ay o tro enfoque que es de u n a im portancia decisiva. Es la in
vestigación neuropsicológica, capaz de obten er una gran cantidad de
inform ación objetiva sobre las lesiones de las p artes m ás com plejas,
específicam ente hum anas del cerebro y que perm ite u tiliz a r esta in fo r
m ación p ara el diagnóstico preciso local (o regional) de lesiones cere
b rales circunscritas. A este respecto, la neuropsicología no es m ás que
el capítulo más com plejo y m ás reciente de la neurología, sin el cual
la neurología clínica m oderna no p o d ría existir ni desarrollarse.
La neuropsicología tiene ah o ra u n p u n to de apoyo firm e en la
neurología clínica y en la neurocirugía. E ste hecho es fuente de u n a
g ran satisfacción p a ra el autor que, ju n to con sus colegas, h a pasado
u n a buena p arte de su vida en u n esfuerzo p ara co n v ertir la n eu ro
psicología en una ram a práctica de la neurología. Le hace confiar de
que su vida científica no ha sido m algastada en vano y de que nuevas
e im portantes perspectivas aguardan a la neurología y a esas im por
ta n te s divisiones de la neurología: el diagnóstico tópico de lesiones
locales del cerebro y la rehabilitación de estos pacientes.
D escribir la im portancia de la neuropsicología com o la ciencia del
cereb ro hum ano en acción y com o u n a ram a de la m edicina p ráctica,
in d ic a r la contribución que está ap o rtan d o al conocim iento m oderno
y exam inar brevem ente lo que puede ofrecer, son los objetivos de
este libro.
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