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¿Debéis negaros a obedecer cuando os ordenen algo injusto?

Sí, si realmente os proponen hacer una cosa que consideráis que no se aviene bien, o está en contradicción con
vuestra idea de la justicia y la moral. Denunciar a alguien, dar el chivatazo, informar sobre la forma en la que una
persona (alumno, profesor o empleado del centro) se comporta en el recinto del colegio, cooperar en planes
disciplinarios, u otra práctica tal que vuestra conciencia crea indefendible, entonces sí, negaos a obedecer. Porque
existe un derecho a rebelarse o desobedecer, que incluso se apoya en el deber de comportarse así: el derecho es
siempre secundario, ya que proviene de una idea que le precede y supone una condición previa de humanidad,
de igualdad, de equidad y moralidad. El derecho no puede obligaros cuando la moral os retiene. No prefiráis la
legalidad a la moralidad, no escojáis el derecho inmoral e injusto frente a la moral que lo contradice.

hablamos de la existencia de un derecho natural para caracterizar la ley no escrita, tácita, que rige la relación
entre dos seres independientemente de toda convención y legislación, de todo contrato, desde el momento en
que dos personas mantienen un vínculo, una relación. Al contrario que el derecho positivo que resulta de las leyes
escritas y acuerdos anteriores entre partes contratantes, ese derecho natural se apoya en lo que a priori parece
humano y se impone al margen de todo texto, tan pronto como S Hombre solo ante los tanques en la represión
del ejército de las manifestaciones estudiantiles en Pekín, Plaza de Tianamen, 1989 (fotografía de Stuart Franklin)
2 tenemos una persona delante de nosotros: respetar su dignidad, asegurar su existencia o subsistencia
alimentaria, concederle la elemental protección de su cuerpo y salud, de su identidad y subjetividad, otorgar a su
cadáver los cuidados y atenciones convenientes, etc. Antes de toda legislación, e independientemente de ella,
priman esas obligaciones éticas. Si el derecho positivo contradice al derecho natural, podéis plantearos
legítimamente un desacato, una rebelión, una repulsa. Una mujer que dice no n la Antigüedad, Antígona (la
heroína de una pieza epónima ―que tiene ese nombre ― de Sófocles (495-405 a. de C), un autor griego de teatro
trágico) divulgó la potencia del derecho natural defendiendo ferozmente el derecho a la sepultura de su hermano.
La historia es así: Creonte, rey de Tebas, da órdenes de prohibir el entierro de Polinices, el hermano de Antígona,
culpable de haber combatido contra su patria. Esa noche, Antígona sale de la ciudad para cubrir el cuerpo amado
con bastante polvo como para que no quedase expuesto a perros errantes y animales de paso. Los guardias la
sorprenden y la hacen prisionera. En su celda ―una gruta donde fue emparedada viva ―, se ahorca. Una cascada
de muertes se sigue en el círculo familiar del rey Creonte. ¿La lección de la pieza de Sófocles? Las leyes civiles
útiles para la sociedad, pueden muy bien existir por su lado, pero a los ojos de Antígona no es menos cierto que
por encima de ellas existe una ley del corazón, sagrada e inviolable. La historia atraviesa los siglos y los lugares:
todavía hoy, los filósofos del derecho se sirven de ella para reflexionar sobre la oposición entre las leyes jurídicas
ciudadanas y las leyes éticas individuales, y establecer el tipo de relación que deben sostener derecho positivo
(local, humano y fechado) y derecho natural (universal, trascendente ―situado más allá ― y fuera de la historia).
Cada uno de nosotros se inclina más bien hacia Antígona o hacia Creonte, hacia los sentimientos o la razón, hacia
la afección o la ley, hacia la justicia o el orden. Ante el imperativo de una jurisdicción, unos se irritan, se
escandalizan o rebelan porque les parece inicua (injusta) y no desean aplicarla (contribuir a la segregación y
discriminación racial en la Francia del régimen de Vichy en los años 40, por ejemplo). En cambio, otros colaboran,
muestran su acuerdo y afirman los plenos poderes de una ley, la obligación de aceptarla, de plegarse a ella y
respetarla, Unos colocan la humanidad y la justicia por encima de todo, los otros veneran la ley, el orden y el
derecho en detrimento de cualquier otra consideración. Vuestro temperamento está más o menos dotado para
la obediencia y la sumisión, Algunos individuos renuncian a su libertad individual para convertirse en locos
defensores del orden social: mientras una institución los proteja, los cubra (el Estado, la Universidad, el Gobierno,
la Empresa, etc.), están dispuestos a convertirse en siervos de cualquier orden. La función misma del verdugo, en
los países donde la pena de muerte sigue haciendo estragos, prueba que ciertos individuos son capaces de
ejecutar fríamente a un hombre que personalmente no les ha hecho nada, bajo el pretexto de que la sociedad les
exige, salario mediante, efectuar esa tarea inmunda y decapitar, electrocutar o gasear a un ser humano, La
totalidad de monstruosidades políticas del siglo xx ha tenido lugar con la colaboración de individuos que lo
ignoraban todo de la ley del corazón y se limitaban a aplicar literalmente el derecho inicuo y las leyes injustas del
nazismo, el bolchevismo, el fascismo, el franquismo y otras políticas que han vivido del exterminio de sus
semejantes ―de la ex Yugoslavia a Ruanda pasando por las masacres perpetradas por los islamistas integristas de
Argelia, Los verdugos se inclinan del lado de Creonte, las víctimas del lado de Antígona. La oposición durará
mientras existan gobiernos autoritarios e individuos más o menos frágiles, más o menos fuertes.
Resistir, deber imperioso

¿Cómo ejercer ese derecho de oposición? No consintiendo más al poder legal, sino queriendo lo que parece
legítimo moralmente. Porque el poder existe por el solo consentimiento de aquellos sobre quienes se ejerce. Sea
cual sea. No le concedáis más crédito e importancia, y no existirá más; no lo sostengáis más; y se derrumbará él
mismo enseguida, sin violencia ni guerrilla, sin masacres en las calles. El derecho de oposición se manifiesta en el
rechazo a contribuir personalmente en la lógica que constituye su fuerza: romper el equilibrio negándonos a
sostenerlo. Cuando el poder ya no está acreditado, cae por sí mismo. No obedeciendo a una ley inicua, se suprime
su efecto. La tiranía procede en parte de los tiranos, pero también del consentimiento de los tiranizados incapaces
de rebelarse individual o colectivamente. En todas partes en las que imperan textos legales, reglas del juego,
reglamentos interiores, y tan pronto como en virtud del derecho natural una ley os parece proceder menos de la
equidad que del arbitrio, tenéis legítimamente el poder y moralmente el derecho de no obedecer, de objetar
según vuestra conciencia, de negaros a aportar vuestro concurso al ejercicio de una orden que se enfrenta a
vuestra concepción de la justicia o vuestra visión de la dignidad o humanidad. Allí donde la moral desaparece, la
ley no puede obligar, no debe hacerlo. Si ella lo logra, en parte es con vuestro asentimiento y a causa de vuestra
pasividad o vuestra colaboración. La ley y el derecho existen para los hombres, no al contrario. (Michel Onfray,
Antimanual de filosofía, pp. 160-164).

1. Lee las siguientes afirmaciones. Si reflejan las ideas expresadas en el texto escribe V, en caso contrario F:

a- Existe un derecho a desobedecer órdenes injustas e inmorales

b-Antígona es un ejemplo de persona que hace lo justo y es por ello castigada

c-La lección de Antígona es que las leyes están por encima de la moral y lo justo

d-El poder existe por su capacidad para obligar a la gente a hacer lo que manda

e- Las leyes inicuas son leyes que hay que cumplir siempre

f- Los hombres existen para cumplir las leyes

g- La ley y el derecho existen para los hombres

2. ¿Cómo plantea el autor la cuestión de la desobediencia al derecho injusto?

3. ¿Cuál es la diferencia entre el derecho natural y el derecho positivo?

4. Resume la lección de la pieza de Sófocles, Antígona.

5. Señala las diferentes reacciones ante el derecho injusto o inicuo.

6. Explica la relación entre el derecho injusto y los actos de barbarie a lo largo del siglo XX.

7. ¿Qué se puede hacer ante el derecho y los actos injustos?

8. ¿Cómo puede entenderse la relación entre los hombres y el derecho?

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