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Historia de la universidad.
Claudia Venegas Z
02/06/2018
Historia de la Universidad
Entre mediados del siglo XII y comienzos del siglo XIII, toda Europa empezó a
quedar sembrada de unas instituciones educativas que hoy día nos resultan muy
familiares, pero que eran entonces una novedad: las universidades. No se sabe
exactamente cuál fue la primera que se fundó. Se da a veces la prioridad a la
Universidad de Bolonia, en Italia, fundada por el emperador Federico I Barbarroja al
otorgar su protección especial a las escuelas de derecho de la ciudad mediante la
constitución Habita, en 1155, 1156 o 1158.
Pero en París, a mediados del siglo XII, gran número de maestros, como el célebre
Pedro Abelardo (fallecido en 1142), enseñaban la retórica y la dialéctica al margen
del control del obispo y los canónigos de la catedral. En cuanto a la Universidad de
Oxford, su fundación suele situarse en 1163.
Las fundaciones se hicieron más numerosas a partir del Gran Cisma (1378-1417),
que trastornó el papado y disminuyó mucho su autoridad favoreciendo, a cambio,
las iniciativas de los príncipes seculares. El mundo germánico y las regiones
periféricas se recuperaron de su retraso con la fundación, por ejemplo, de las
universidades de Heidelberg (1386), Colonia (1388), Cracovia (1397), Glasgow
(1451) y Uppsala (1477). De este modo, hacia 1500 había unas sesenta
universidades en Europa.
El examen previo adquiría el aspecto de una disputa. Para poder acceder, con
posterioridad, a la "maestría" (para las artes) o al "doctorado" (en teología, medicina
o derecho), el título que daba la autorización para enseñar, era necesario ser
presentado por un maestro. El ritual de incorporación al cuerpo de profesores incluía
una lectura, una disputa y un discurso solemne ante los miembros de la facultad. En
París, además, los estatutos prohibían la admisión de un doctor en teología que
tuviera menos de 34 años.
Los "escolares" nobles fueron siempre minoritarios, pues los valores de la
aristocracia seguían siendo más guerreros que intelectuales. Pero muchos
estudiantes pertenecían a familias ricas o, al menos, lo bastante acomodadas como
para poder sufragar los largos años de estudio de sus vástagos, que vivían muy
confortablemente rodeados de sirvientes en las ciudades universitarias, donde el
precio de los alojamientos era muy elevado.
El examen previo adquiría el aspecto de una disputa. Para poder acceder, con
posterioridad, a la "maestría" (para las artes) o al "doctorado" (en teología, medicina
o derecho), el título que daba la autorización para enseñar, era necesario ser
presentado por un maestro. El ritual de incorporación al cuerpo de profesores incluía
una lectura, una disputa y un discurso solemne ante los miembros de la facultad. En
París, además, los estatutos prohibían la admisión de un doctor en teología que
tuviera menos de 34 años.
Las universidades han sido creadas para formar gente que tenga el más alto nivel
en su educación relacionada con diferentes rubros de las disciplinas, para que los
profesionales puedan crear desarrollo, transferir conocimiento y adaptarse a las
tecnologías y a la ciencia, que tienen en un mundo como el de hoy, una dinámica
que se convierte en mecanismo permanente de cambio.
Es evidente que todas las universidades aportan al país con sus egresados y con la
formación de sus alumnos, produciendo una importante movilidad social. Además
de sus aportes en la producción del conocimiento, a través, principalmente, de la
investigación y transmisión mediante la educación y la formación.