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Leandro Guerrero
CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina
leandro_gOO@hotmail.com
Abstract
The aim of this paper is to study Hume's theory of indirect
passions. It intends to indicate the link with (a) an intersubjec-
tive field that acts as a framework for the affective development
of the subject and (b) the irreducibly embodied nature of it. To
do this, firstly, I broadly reconstruct Hume's classification of the
passions; secondly, I discuss the idea that indirect passions are
simple impressions and I argue that this does not prevent Hume
from being able to think of the surrounding conditions as caus
ally necessary for the appearance of these impressions within
the bundle of perceptions that make up the mind; and thirdly,
I argue for the claim that these causal conditions are cognitive:
as various cognitive mediations are incorporated, our passions
acquire progressive degrees of sophistication that allow us to
think about the refinement and gradual development of the in
dividual's affective (and cognitive) structure.
Keywords: affection, cognition, subjectivity, intersubjectivity,
embodied subject.
Leandro Guerrero
CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina
leandro_gOO@hotmail.com
Resumen
El objetivo de este trabajo es estudiar la teoría humeana de las
pasiones indirectas. Pretende señalar el vínculo entre un campo
intersubjetivo que oficia de marco para el desarrollo afectivo
del sujeto y el carácter irreductiblemente encarnado del mismo.
Para ello: a. se reconstruye esquemáticamente la clasificación
humeana de las pasiones; b. se discute la idea de que las pasiones
indirectas son impresiones simples y se sostiene que esto no
impide a Hume poder pensar las condiciones circundantes como
causalmente necesarias para la aparición de estas impresiones
dentro del haz de percepciones que conforman la mente; c. se
defiende la tesis de que estas condiciones causales son de carácter
cognitivo: a medida que se incorporan diversas mediaciones
cognitivas, nuestras pasiones adquieren progresivos grados de
sofisticación que permiten pensar el refinamiento y desarrollo
gradual de la estructura afectiva (y cognitiva) del individuo.
Palabras clave: afección, cognición, subjetividad,
intersubjetividad, sujeto encarnado.
Introducción *1
El objetivo de este trabajo es ofrecer un estudio crítico del tratamiento
humeano de las pasiones indirectas e indicar el vínculo de su teoría de
las pasiones con la conformación de la subjetividad y con el marco de
un campo intersubjetivo únicamente dentro del cual puede surgir y
desarrollarse el sujeto. Asimismo, se busca resaltar el carácter encarnado
que adquiere dicho campo intersubjetivo.
Aunque hay un número elevado de estudios de excelencia académica
sobre la cuestión, muchos de los cuales ya son considerados "clásicos"
por los especialistas en la filosofía de Hume, prácticamente ninguno de
ellos refiere de manera directa al vínculo entre pasiones, subjetividad y
corporalidad. Los pocos estudios que sí se percatan de la relevancia que
adquiere el tópico de la corporalidad, como el de Annette Baier (1991),
lamentablemente carecen de un abordaje profundo del tema que conecte
sistemáticamente con los elementos teóricos centrales de la psicología
afectiva elaborada por Hume. Este trabajo pretende dar un primer paso
en un abordaje de esas características, focalizándose especialmente en
la teoría humeana de las pasiones indirectas. Soy de la opinión de que
también puede extenderse este estudio de la subjetividad y sus vínculos
con la corporalidad a otras partes de su teoría, aunque en el presente
trabajo no se ofrecerá ningún argumento para apoyar esta idea, ni se
discutirán otras partes de su sistema filosófico.
En el primer apartado se reconstruye esquemáticamente la
clasificación humeana de las pasiones. En el segundo apartado se
discute la idea de que las pasiones indirectas son impresiones simples.
En particular, contra ciertas lecturas de su teoría, se sostiene que esto
no impide a Hume poder pensar las condiciones circundantes como
causalmente necesarias para la aparición de estas impresiones dentro
uso de ningún otro principio. Esto parece sugerir que si bien lo que
define a una pasión como el orgullo es su modalidad vivencial y su
carácter fenomenológico, es decir, el hecho de ser una impresión simple,
sin embargo, una parte no menos despreciable y, sin duda, irreductible e
inseparable de esta impresión es su concomitante referencia al sujeto. Sin
embargo, no es lógicamente inseparable, es psicológicamente inseparable.
La idea causa de nuestra pasión indirecta de orgullo (y lo mismo para
la humildad) le corresponde, sugiere Hume, por naturaleza pero no así
por propiedad original. En otras palabras, las cosas que causan en nosotros
las pasiones de orgullo y humildad operan de manera natural, es decir,
constante y fija, de un modo que resulta observable en todas las naciones
y todas las épocas. No, sin embargo, debido a una propiedad original,
tal que sus principios de operación pudieran haber sido previstos y
proveídos de manera instintiva por la naturaleza en cada caso particular.
Por el contrario, los distintos objetos que causan orgullo y humildad,
muchos de ellos productos de la industria y la técnica humanas, lo hacen
en la medida en que pueden adaptarse o tomar parte de alguna cualidad
general que sea compartida por todos ellos y que naturalmente opere en
la mente. En otras palabras, mientras la referencia de la pasión al yo es
irreductible y no puede resolverse en principios más generales, sino que
hay que tomarlo como dato último de nuestra naturaleza, la operación de
las distintas causas sí puede ser estudiada y sus cualidades, analizadas
resolutivamente en principios más generales.
hay por un lado dos ideas relacionadas y por otro lado dos impresiones
relacionadas. Estas dos relaciones, cuando suceden de manera
simultánea, y sólo cuando suceden de manera simultánea, producen la
aparición de alguna de las pasiones del par orgullo/humildad dentro del
haz de percepciones.3
Las ideas, como Hume ya ha explicado en TI, pueden relacionarse
a través de tres principios de asociación: semejanza, contigüidad o
causalidad. En este caso en particular, las ideas se asocian especialmente
a través de los últimos dos principios, es decir, o se trata de una cualidad
muy contigua a nosotros, tanto que forma parte de nosotros mismos (de
nuestra mente o cuerpo) o es un objeto de nuestra propiedad, es decir,
unido causalmente a nosotros.
Las impresiones, en cambio, únicamente pueden relacionarse por
semejanza, lo cual es consistente con (a) el hecho de que nuestras pasiones
no ocupan lugar en el espacio y, por ende, no caben las relaciones de
contigüidad espacial y (b) el hecho de que la causalidad es únicamente
una relación que puede darse entre ideas cuando son unidas por el hábito
asociativo de la imaginación.
Cuando un objeto está muy unido a mí, sólo pensar en él lleva a mi
mente a pensar en mí. Por ejemplo, pensar en mi casa es muy propicio
para que inmediatamente piense en mí mismo. Esa es la primera
asociación de ideas. Por sí sola, sin embargo, no es suficiente para
que me sienta particularmente orgulloso o humilde. Ahora bien, las
sensaciones de placer o dolor, por semejanza, pueden asociarse con las
pasiones de orgullo (que es placentera) y de humildad (que es dolorosa),
respectivamente. Pero tampoco en este caso es suficiente esta única
asociación para producir orgullo o humildad, pues falta la referencia de
ese placer o dolor a nosotros mismos. Pero siempre que ambas suceden
conjuntamente, es decir, cuando se da la doble asociación, entonces se
produce alguna de esas pasiones indirectas en nosotros. Si la casa es mía,
especial de ideas que vincule conmigo al objeto agradable. Sólo con ser
agradable, un objeto nos dará una alegría inmediata que no refiere
peculiarmente a nada por fuera de la sensación placentera, ni a nosotros
mismos, ni a otro sujeto diferente a mí. Como el orgullo posee un objeto
peculiar y natural al que siempre refiere, requiere para su aparición
que el sujeto pueda establecer ciertas relaciones cognitivas entre el
objeto de la pasión y sí mismo. Se trata, por eso mismo, de una vivencia
afectiva mucho más elaborada (cognitivamente) y es por eso que Hume
la considera "más delicada en este particular que la alegría" (T2.1.6.5,
292), como sugiere más adelante, al mencionar la siguiente condición:
la cercanía que tiene que darse en la relación entre objeto y sujeto de la
pasión. Para que la pasión del orgullo ocurra en nuestra mente, por ende,
es necesario que haya dos objetos singulares y no sólo uno. Estos son: (a)
el objeto placentero, que por eso mismo es singular a la percepción y (b)
el propio sujeto, que se vuelve singular debido a la estrecha relación que
guarda con el objeto. La relación estrecha singulariza al sujeto y lo hace
objeto de su propio placer, lo hace "orgulloso de sí mismo".
Este carácter de doble singularidad hace del orgullo, en cierto
sentido, una forma más "compleja" de afección emotiva. No, por cierto,
porque ya no se trate de una impresión simple, sino porque si bien lo
es, para poder ser realmente vivenciada, se requiere (causalmente, no
lógicamente como cree Ardal) una estructura cognitiva con cierto grado
de sofisticación, tal que permita distinguir las ideas del objeto, del sujeto
y del tipo de relación (cercana) que los une. La singularidad que han de
adquirir ante la mente tanto el objeto como el sujeto para la producción
del orgullo, continúa diciendo Hume, puede ser elevada o enteramente
destruida por la comparación que podemos establecer con los otros.
La comparación es la forma que tenemos de estimar el valor o el
mérito, es decir, la singularidad que tiene determinado objeto. Hay
dos formas de la comparación que pueden volver a un objeto valioso
(o viceversa): (a) ya sea por comparación con los demás sujetos que
estiman o desestiman el objeto o (b) ya sea por comparación con otros
objetos (si es escaso o vulgar, por ejemplo). Si el objeto tiene valor o
mérito, pero no tiene una relación cercana con nosotros, sólo producirá
alegría. Si el objeto tiene una relación cercana con nosotros, pero no es
juzgado valioso o meritorio, ninguna pasión surgirá en nosotros. De
ahí la "delicadeza" del orgullo: con que una de las condiciones no se
cumpla, no ocurrirá que estemos orgullosos.
IV
Tanto la estructura general como la temática de T2.2 van en paralelo
a la discusión de T2.1. De la misma m anera que el orgullo y la hum ildad
son pasiones placenteras y dolorosas cuyo objeto es el propio sujeto, el
amor y el odio son las pasiones hedónicamente correspondientes pero
dirigidas, en cambio, hacia otras personas. Amar a alguien, en el sentido
en que le da Hume al término, es tenerlo en alta estima debido a alguna
de sus cualidades personales o posesiones. No hay que confundir este
tipo de sentimiento, por lo tanto, con algunos sentidos más comunes
o vulgares que se le dan al término, como puede ser la pasión sexual,
que Hum e trata como una de las formas específicas de la pasión
indirecta, más ampliamente entendida, del amor. La simplicidad de
las mismas, similarmente, las hace imposibles de definir sino a través
de introspección, es decir, únicamente si cada uno está familiarizado
con la sensación interna que generan en la mente al experimentarlas.
Esta dificultad de comunicación verbal se revierte apelando a la misma
estrategia anterior: referir y discutir en torno a las condiciones causales
que perm iten explicar su aparición y sus efectos y relaciones con otras
afecciones. Nuevamente, las condiciones más bien cognitivas (relaciones
entre un sujeto y un atributo o cualidad que le pertenece y que resulta
placentera o dolorosa) forman parte importante de la manera en que
entendemos la operación natural de la pasión, pues siempre refiere a
esos términos, pero no constituye la esencia de la misma: sólo el aspecto
fenoménico de la sensación placentera o dolorosa es definitorio de
estas pasiones del amor u odio. Pero de todas maneras aquellas son
condiciones necesarias, aunque no suficientes, para poder hablar y
distinguir este tipo de vivencias afectivas.
En concordancia con el tratamiento anterior, cualquier rasgo del
carácter o personalidad, cualquier cualidad valiosa del cuerpo o bien
material que causarían orgullo si fueran míos, causarán que amemos a
cualquier otro sujeto que las posea. El mismo proceso de doble relación
V
Aunque uno puede ser escéptico respecto de considerar los
argumentos de Hum e como una explicación de las condiciones
causales para el surgimiento en la mente de una impresión especial
contingentemente relacionada con la idea del propio sujeto (self), como
sugerimos a partir del caso de P. Árdal (1966: 17-27), la reconstrucción
que hemos propuesto ha mostrado, al menos en principio, que tal
explicación presenta cierta solidez y sofisticación teóricas. Por ejemplo,
si tomamos su aserción de que la causa de orgullo debe generar en
nosotros un placer independiente a dicha pasión, Hum e escribe como
si estuviera simplemente afirmando ciertas relaciones de facto entre
dos eventos que carecen de todo tipo de relación lógica entre ellos. En
palabras del propio Árdal, "como si estuviera haciendo mecánica" (1966:
27): "La experiencia del placer, en ciertas situaciones especificables, da
lugar a la experiencia del orgullo, porque las dos son similares. Sucede
simplemente que experiencias similares se sigan una de la otra" (Ardal,
1966: 27). Pero como nota Ardal muy acertadamente, la revelación que
tiene lugar aquí, aunque según él confusamente expresada por Hume,
es ésta: un hombre que está orgulloso de algo no puede estarlo a menos
que lo valore. Estar orgulloso de algo implica pensar que tiene un cierto
valor o que indica algún valor en la propia persona.
La confirmación de que el orgullo es una forma de auto-valuación
está dada por la relevancia que adquiere el campo intersubjetivo y
las opiniones de los demás, según hemos colegido a partir de nuestro
comentario a las "limitaciones" del sistema de las pasiones: "Nos
imaginamos (fancy) más felices, lo mismo que más virtuosos y bellos,
cuando así lo aparecemos ante los otros; pero somos más ostentosos de
nuestras virtudes que de nuestros placeres" (T2.1.6.6, 292). En efecto,
esa valoración se traduce en la expresión de una preferencia. No sólo
preferimos ciertas cualidades (agradables, útiles, bellas) por sobre otras
sino que incluso preferimos a ciertas personas por sobre otras, en base a
que detectamos en ellas la presencia de esas cualidades (Cfr. Baier, 1991:
164).
Por ende, este tipo de afecciones dolorosas o placenteras representan
formas primitivas y pasionales de "juzgar" reactivamente el valor que
presentan para nosotros ciertas cualidades, objetos, habilidades, etc.
De la misma manera que todo tipo de razonamiento consiste en nada
más que una comparación (TI.3.2.2, 73), cuando juzgamos el valor de los
objetos lo hacemos por comparación y en caso de que no haya ninguna a
mano, es más factible que el objeto se nos pase desapercibido a que lo
juzguemos "esencialmente" valioso.
De la misma manera, juzgamos a los objetos más por
comparación que por su mérito intrínseco y real; y
cuando no podemos realzar su valor por medio de
algún contraste, tenemos tendencia a pasar por alto
incluso lo que es esencialmente bueno en ellos (T2.1.6.4,
291. Cfr. también T2.1.8.8, 302).
Un poco más adelante:
Todo en este m undo es juzgado por comparación.
Lo que es una fortuna inmensa para un caballero
privado es miseria para un príncipe. Un campesino
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