Son sistemas de carácter casi no lineales de ecuaciones dinámicas que se autorregulan o evolucionan en el tiempo, no previsibles en su totalidad, que son abiertos (ramificación-teoría de fractales); y, que deben tener disipación y resonancia por efectos no lineales. Un sistema hidrodinámico cerrado se puede aproximar matemáticamente como una colección finita de moléculas cuyas leyes se expresan como un conjunto finito de ecuaciones diferenciales parciales, que contienen cantidades tales como velocidad, densidad y presión como variables dependientes. En cualquier sistema hidrodinámico real, la disipación viscosa siempre ocurre, a menos que el sistema se mueva como un sólido, y la disipación térmica siempre ocurre a menos que el sistema esté a una temperatura constante. En ciertos casos, muchos sistemas pueden ser tratados como sistemas conservativos, en los cuales la energía total o alguna otra cantidad no varía con el tiempo. Al buscar el comportamiento último de un sistema, el uso de ecuaciones conservativas es insatisfactorio, ya que el valor final de cualquier cantidad conservadora tendría que ser igual al valor inicial elegido arbitrariamente. Esta dificultad puede obviarse si se incluyen los procesos disipativos, lo que hace que las ecuaciones no sean conservativas, y también que incluya el forzamiento mecánico o térmico externo, evitando así que el sistema finalmente llegue a un estado de reposo. Si el sistema debe ser determinista, las funciones de forzamiento si no son constantes con el tiempo, deben variar de acuerdo con alguna regla determinista. Dentro de los sistemas de tipo hidrodinámicos tenemos como ejemplo a los atractores regulares y extraños, siendo los primeros sistemas conservativos lineales de trayectoria predecible en 100%, mientras los segundos son sistemas disipativos no lineales de trayectoria no tan predecible como los primeros. En definitiva, se puede señalar que desde el punto de vista matemático existen sistemas conservativos como los atractores regulares, pero en la realidad no, como si se dan en la naturaleza con los atractores extraños, de acuerdo a la segunda ley de la termodinámica (entropía), ya que se presentan procesos irreversibles (sistemas disipativos), sensibles a las condiciones iniciales. Los sistemas finitos de ecuaciones diferenciales ordinarias deterministas están diseñados para representar sistemas hidrodinámicos, para ello se estudian las propiedades de las soluciones no periódicas de estas ecuaciones. De hecho, en sistemas disipativos gobernados por conjuntos finitos de ecuaciones lineales, un forzamiento constante conduce en última instancia a una respuesta constante, mientras que un forzamiento periódico conduce a una respuesta periódica; por lo tanto, el flujo no periódico a veces se ha considerado como el resultado del forzamiento no periódico o aleatorio. Un sistema finito de ecuaciones diferenciales ordinarias que representan un flujo disipativo forzado a menudo tiene la propiedad de que todas sus soluciones están confinadas dentro de los mismos límites. Una solución no periódica sin componente transitorio debe ser inestable, en el sentido de que las soluciones que se aproximan temporalmente no continúan haciéndolo. Esta solución es a veces estable, pero en este caso su estabilidad es una de sus propiedades transitorias, que tiende a extinguirse. Para verificar la existencia de determinismo no periódico, se ha obtenido soluciones numéricas de un sistema de tres ecuaciones diferenciales ordinarias diseñadas para representar un proceso convectivo. Estas ecuaciones poseen tres soluciones de estado estacionario y un conjunto infinitamente de soluciones periódicas. Se encuentra que todas las soluciones, y en particular las soluciones periódicas, son inestables; por lo tanto, las soluciones restantes no pueden en general abordar las soluciones periódicas de forma asintótica y, por ende, no son periódicas. Cuando los resultados con respecto a la inestabilidad de la ausencia de flujo periódico se aplican a la atmósfera, que aparentemente no es periódica, indican que la predicción del futuro lo suficientemente distante es imposible por cualquier método, a menos que las condiciones presentes se conozcan exactamente. En vista de la inevitable inexactitud e incompletas observaciones climáticas, la predicción precisa de muy largo alcance parecería no existir, debido a turbulencias de carácter convectivo en el espacio, provocando una bifurcación del estado del sistema al ser inestable, convirtiéndose en un switch de comportamiento. Vivimos en un mundo en que pequeñas variaciones a condiciones iniciales que nos dan buenos resultados pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro, imposibilitando la predicción a largo plazo, e incluso conociendo plenamente las condiciones iniciales, pues depende de diversas variables, especialmente externas.