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Clark Andy Estar Ahi Cerebro Cuerpo Y Mundo en La Ciencia Cognitiva PDF
Clark Andy Estar Ahi Cerebro Cuerpo Y Mundo en La Ciencia Cognitiva PDF
ESTAR AHÍ
Cerebro, cuerpo y mundo
en la nueva ciencia cognitiva
PAIDÓS 4
Barcelona • Buenos Aires • México
Título original: Being there: Putting Brain, Body, and World TogetherAgain
Publicado en Inglés por The Mit Press, Cambridge, Massachusetts
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del -Copyright-,
bajo tas sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
m edio o procedimiento, comprendidos la reprogratia y el tratam iento informático, y la distribución
de ejemplares d e el!¿ mediante alquiler o préstamo públicos.
ISBN: 84-493-0670-1
Depósito legal: B. 2.014-1999
I
Agradecimientos . ........................................................................................ 13
Prólogo: Del conexionismo a ¡a mente corpórea y em b eb id a___ . . . . 15
Prefacio: Pensamiento profundo contra acción flu id a............................ 31
Bases ............................................................. ..................... ......................... .... 35
Introducción: Un automóvil con cerebro de cucaracha ......................... 39
Primera parte
DE EXCURSIÓN POR I.A M ENTE
Segunda parte
Tercera parte
MÁS ALLÁ
putacionales que tienen lugar en una red neurona) no se llevan a cabo sobre
elementos que posean una interpretación directa en el nivel conceptual. In
cluso cuando se trata de una red local (aquella en que cada unidad sí corres
ponde a una entidad de nivel conceptual, como objetos o proposiciones), la
conducta viene determinada por el funcionamiento conjunto de todas las
unidades, no por la transformación serial de unos símbolos en otros. Cada
una de las pequeñas porciones de información codificadas en las unidades y
en los pesos o fuerzas de las conexiones puede considerarse como una res
tricción débil que influye en el resultado final de la conducta de la red. Una
lección del conexionismo, por tanto, es que la relación entre los pensamien
tos y lo computacional puede ser más laxa que lo supuesto inicialmente.
Otro importante principio defendido en Microcognition es la multiplici
dad de la mente. La polémica entre clásicos y conexionistas gravita, en bue
na parte, en una sucesión de intentos de mostrar que el enfoque respectivo
es capaz de constituir el sustrato único en el que se desarrolla toda la activi
dad mental. En la terminología de Pylyshyn (1984), se puede decir que am
bos campos se consideran capaces de proporcionar la arquitectura funcio
nal, esto es, una suerte de punto fijo sobre el que se definen todas y cada una
de las funciones mentales.
Clark rechaza el supuesto de uniformidad que subyace en esta discusión:
no tenemos motivos para pensar que todas las funciones mentales tengan
que asentarse sobre el mismo tipo de arquitectura computacional. Al igual
que es posible programar un determinado soporte computacional para que
opere simulando el modo de funcionamiento de un soporte distinto, es po
sible que el hardware de la mente esté formado en ocasiones por un sistema
PDP que simula un sistema simbólico. Esto no significa, como algunos pro
ponen (por ejemplo, Smolensky, 1988), que lo simbólico sólo sea una des
cripción aproximada de un mecanismo causal genuinamente conexionista;
más bien, lo simbólico podría constituir en ocasiones la descripción funcio
nal correcta. Lo cierto es que no tiene por qué existir un solo tipo de rela
ción entre ambos tipos de sistemas a lo largo de toda la mente. Es mejor con
cebir que existe una pluralidad de máquinas virtuales adaptadas para
distintos propósitos en el curso de la evolución, máquinas que dejan traslu
cir sus propiedades en dominios de problemas diferentes.
La idea de la multiplicidad de la mente cobra nuevos giros en Estar ahí,
especialmente en el énfasis en los procesos descentralizados. La imagen sim
bólica de la mente está a menudo asociada con la presencia de un sistema
central que recibe y procesa la información de una variedad de sistemas pe
riféricos. Por ejemplo, en la concepción modular de Fodor (1983) este pro
cesador central llevaría a cabo la fijación de creencias atendiendo a toda la
evidencia suministrada por los sistemas modulares de entrada, tales como la
20 ] Estar ahí
desconectada de los avatares del cuerpo que realiza las acciones y del am
biente en que éstas se llevan a cabo.
Esta extensión puede interpretarse en dos fases o momentos. El primero
tiene que ver con la metodología explicativa. Los constructos necesarios y su
ficientes en una explicación cognitiva abarcan mucho más que los estados in
ternos del sistema a explicar. No solamente se trata de que estos estados nos
sean ininteligibles e indetectables si no es desentrañando las condiciones ex
ternas en que la acción del sistema se lleva a cabo; se trata de que la explica
ción misma será radicalmente incompleta si no hacemos referencia a tales
condiciones. Esta ¡dea se encuentra ya plenamente presente en Associative
Engines y permite repensar desde la perspectiva conexionista una clase am
plia de fenómenos mentales olvidados en buena medida por la ciencia cogni
tiva. Se trata de los fenómenos relacionados con el desenvolvimiento de la
conducta en el tiempo, por ejemplo, todos aquellos implicados en el proceso
de desarrollo y cambio conceptual. Los análisis de la ciencia cognitiva al uso
(por ejemplo, Von Eckardt, 1993) dictaminan que su objeto de estudio típico
es la cognición adulta, normal y típica. Los estudios del desarrollo de las fun
ciones mentales tienen sólo una función secundaria, en la medida en que ayu
den a esclarecer el funcionamiento de una mente formada. Una desafortuna
da consecuencia de este enfoque es la concepción de la mente como un
estadio «a alcanzar», una suerte de horizonte ideal cuyas bases constitutivas
es posible estudiar con independencia de su proceso de adquisición.
Los procesos de cambio en el tiempo forman, sin embargo, una parte
consustancial del estudio de la mente para Clark. En estos procesos el am
biente interviene de una manera crucial. Una red neuronal no alcanza una
solución con igual facilidad (o incluso no la alcanza en absoluto) a partir de
distintos conjuntos de entrenamiento. La disposición y dosificación de la in
formación a lo largo del aprendizaje puede ser crucial para que el sistema no
se asiente inicialmente en soluciones erróneas de las que es muy difícil ha
cerle salir. Es preciso que la red discurra a través de una apropiada trayecto
ria representacional de modo que acceda a las representaciones básicas en
primer lugar y aprenda las complejas una vez consolidadas las primeras. El
mundo proporciona lo que Clark denomina el andamiaje de esas trayecto
rias, tema en el que Estar ah í va a ahondar. En otras palabras, el proceso de
desarrollo adquiere un perfil que no se debe tanto a la naturaleza del meca
nismo de procesamiento interno, como a la naturaleza y disposición de los
datos con que se entrena al sistema. En la explicación de la sistematicidad
deben figurar, por tanto, parámetros relativos a la arquitectura y parámetros
relativos al proceso temporal de adquisición de propiedades del dominio. La
sistematicidad de las capacidades es consecuencia de este proceso de apren
dizaje.
24 I Estar ahí
contra ésta. Una de las riquezas de Estar ahí es e! modo en que dirige nues
tra atención hacia pautas generales y motivos básicos que aparecen de modo
recurrente en los ámbitos y niveles más insospechados. Así, podemos pre
senciar la influencia de las restricciones impuestas por la disposición parti
cular del ambiente tanto si este ambiente consiste en un nicho ecológico, en
un entramado de leyes económicas o en la presencia perenne del lenguaje.
Confieso que mis propias intuiciones divergen respecto a algunas de las
consecuencias que se desprenden de esta visión de la mente. Por ejemplo, la
imagen del lenguaje como sistema representacional externo sometido a una
adaptación inversa a los recursos computacionales de la mente parece des
conectar en demasía los productos lingüísticos de los propios organismos
productores, desatendiendo las características de organización interna que
permiten que una mente cree un lenguaje en primer lugar. Igualmente, mien
tras como metáfora me parece sugerente la concepción de una mente que se
filtra y extiende hacia el entorno próximo, como tesis ontológica me resulta
difícil de aceptar. Pero son tantas las intuiciones ordinarias que la moderna
ciencia de la mente ha hecho añicos, que no parece conveniente rechazar in
cluso estas conjeturas aparentemente extemporáneas sin someterlas primero
al mas severo escrutinio, tanto en sus aspectos conceptuales como empíricos.
Los conceptos clave de este libro también exigen un esfuerzo de acomo
dación por parte del lector acostumbrado al punto de vista de la ciencia cog-
nitiva más clásica. Le solicita que abandone su propia actitud mental centra-
lizadora de buscar en alguna parte del libro la explicación o el conjunto de
elegantes ecuaciones definitivas que da sentido a la totalidad; que sea pa
ciente mientras ve emerger entre la barabúnda de insectos artificiales y mun
dos simulados un patrón común que sus dispositivos de reconocimiento de
ben ir entrenándose para captar; y que adapte su propia mirada al ritmo de
la dinámica interna de la ciencia cognitiva que, como cualquier otro sistema
vivo, también se desarrolla en el tiempo y obedece a la interacción de una
miríada de mentes activas y mundos (reales y simulados) estructurados.
Referencias
1. Descartes describió la mente como una sustancia inmaterial que se comunicaba con el
cuerpo mediante la interfaz de la glándula pineal. Véanse, por ejemplo, Meditations II y IV en
The Philosophical Works o f Descartes, Cambridge University Press, 1991 (trad. cast.: Medita
ciones metafísicas, Madrid, Alfaguara, 1997).
2. Véase Gilbert Ryle, The Coneept o/Mmd, Hutdiinson, 1949 (trad. cast.: El concepto de
lo mental, Buenos Aires, Paidós, 1967).
32 I Estar ahi
3. La inteligencia artificial estudia cómo hacer que los ordenadores realicen tareas para
las que se considera que hace falta inteligencia, conocimiento o comprensión.
4. Sloman, «Notes on consciousness». /USB Quarterly 72 (1990), págs. 8-14.
5. Deep Thought (‘Pensamiento Profundo’) es un programa de ajedrez que juega al nivel de
gran maestro. Se basa en una búsqueda exhaustiva que examina cerca de un millardo de movi
mientos posibles por segundo. En cambio, los expertos humanos en ajedrez parecen emplear me
nos la búsqueda y basarse más en estilos de razonamiento muy diferentes; véase, por ejemplo, H.
Simón and K. Gilmartin, «A simulation of memory for chess positions», Cognitive Psycbology 5
(1973), págs. 29-46.
Prefacio I 33
6. Este ejemplo se cita en Michie yjohnson, 198-1 y se comunica en Clark, 1989. El pasa
je en sí procede de la pág. 95 de Michic yjohnson.
7. La expresión existente más clara de este punto de vista es probablemente el «marco de
enacción» desarrollado en Varela y otros, 1991
8. Véase especialmente Dcnnctt, 1991
Bases
resto del personal de The MIT Press: vuestro apoyo, consejo y entusiasmo
me han ayudado enormemente. Beth Stufflebeam me proporcionó una fan
tástica ayuda durante la preparación del manuscrito. Y Josefa Toribio, mi es
posa y colega, me ha ofrecido una combinación perfecta de crítica, apoyo e
inspiración. Mi más sincero agradecimiento a todos.
Introducción:
un automóvil con cerebro de cucaracha
Missouri
Capital: (Jefferson City)
Residentes: (Andy, Pepa, Beth)
Estado de: (Estados Unidos de América)
1993). Los circuitos de esta red estaban limitados por los datos conocidos
sobre las poblaciones y las conexiones neuronales que subyacen a la res
puesta de escape de las cucarachas reales. Después de un entrenamiento, el
controlador de la red neuroñal fue capaz de reproducir en el cuerpo del in
secto simulado todas las características fundamentales de la respuesta de es
cape mencionada anteriormente. En los capítulos que siguen trataremos de
comprender, en parte, cómo se logran estos éxitos. Veremos con detalle
cómo se combinan los tipos de investigación acabados de esbozar con ideas
evolutivas, neurocientíficas y psicológicas para poder esclarecer una amplia
gama de conductas, tanto simples como complejas. Y también exploraremos
la sorprendente variedad de estrategias adaptativas de que disponen los
agentes corpóreos y embebidos en un medio: los seres que se mueven por su
mundo y actúan sobre él.
Estos comentarios introductorios pretenden destacar un contraste fun
damental entre la visión incorpórea, intemporal e intelectualista de la men
te, y la imagen de la mente como controladora de la acción corpórea. Esta
imagen de la mente como controladora nos obliga a tomarnos en serio las
cuestiones del tiempo, el mundo y el cuerpo. Un dispositivo controlador
debe generar con rapidez acciones apropiadas en función de la interacción
en curso entre el cuerpo y su entorno cambiante. El sistema de planificación
de la inteligencia artificial clásica suele ponerse cómodo y tomárselo con cal
ma para, al final, producir una descripción expresada simbólicamente de un
curso de acción plausible. El agente planificador corpóreo debe entrar en ac
ción con rapidez, antes de que la acción de otro agente le quite la vida. Aún
no está claro si las codificaciones simbólicas similares al texto tienen algún
papel que desempeñar en estas decisiones de vida o muerte, pero hoy sí pa
rece claro que no es un papel estelar.
El camino que conduce a una comprensión computadonal completa de
la mente está bloqueado -parafraseando a Lenat y Feigenbaum- por un col
chón. Durante muchos años, los investigadores se han desviado para ro
dearlo, han tratado de ignorarlo, han hecho de todo excepto ponerse a tra
bajar para quitarlo de ahí. Lenat y Feigenbaum piensan que este colchón es
el conocimiento y que los enigmas de la mente se disiparán en cuanto se haya
construido una gran base de conocimientos repleto de fórmulas explícitas de
sabiduría de sentido común. Las lecciones de la cognición natural nos ense
ñan otra cosa. El colchón no es conocimiento sino capacidad de respuesta
básica, en tiempo real y en el mundo real. La cucaracha tiene un tipo de sen
tido común del que carecen los mejores sistemas artificiales de hoy, y segu
ramente no es gracias a las codificaciones explícitas ni a las deducciones ló
gicas que nos pueden servir en algunos ámbitos de cariz más abstracto. En
su raíz, nuestras mentes también son órganos para iniciar con rapidez el pro
46 I Estar ahí
Elmer y Elsie
Los antepasados históricos de los sofisticados robots de hoy con aspecto
animal (a veces llamados «animatas») fueron un par de «tortugas» cibernéti
cas construidas en 1950 por el biólogo W. Grey Walter. Estas «tortugas»
-llamadas Elmer y Elsie23- empleaban unos sencillos sensores de luz y de tac
to y unos circuitos electrónicos para buscar luz, aunque evitando la luz in
tensa. Además, cada tortuga llevaba unos pilotos luminosos que se encen
dían cuando los motores estaban en marcha. Incluso un equipo incorporado
tan simple como éste condujo a unas intrigantes muestras de conducta, es
pecialmente cuando Elmer y Elsie interaccionaban entre sí (al ser atraídos
por la luz de los pilotos) y con el entorno local (que incluía algunas fuentes
de luz por cuya proximidad competían y un espejo que condujo a un diver
tido «baile» de autoseguimiento). Lo extraño es que, a ojos de un observa
dor casual, sería más fácil ver vida y propósito en la conducta de estas crea
ciones tan simples que en los diagnósticos incorpóreos hechos por sistemas
expertos tradicionales y de campanillas como M VCIN.3
2, Veanse, por e|cmplo, W. Grey Walter, «An imitation of life», Scientific American, 182
(1959), rT 5, págs. 42-45; Steven Lcvy, Artificial Ltfe The Qnesi for a New Creatton (Pantheon,
1992), págs. 285 284.
3, El trabajo inicial en inteligencia artificial, como el trabajo de Newell y Simón (1972) so
bre el «Solucionador general de problemas» (General Problem Solver), tendían a acentuar el
razonamiento y la resolución de problemas de utilidad general. Sin embargo, pronto se hizo
evidente que, para muchos propósitos, una base de conocimientos detallados y ricos adaptado
a un domipio de actividad especifico era un determinante crucial para el éxito. Este descubrí
miento condujo a una explosión de trabajos con los denominados «sistemas expertos» a los
que se proporcionaban datos específicos de ciertas tareas obtenidos de expertos humanos y
que, en consecuencia, eran capaces de alcanzar niveles bastante elevados de competencia en
dominios restringidos como el diagnostico medico. El programa MYCIN (Shortlíffe, 1976) se
basaba en un conjunto de reglas y directrices explícitamente formuladas, como la siguiente re
gla para extracciones de sangre: «Si 1) el lugar de cultivo es sangre, 2) el organismo es gram
negativo, 3) el organismo tiene forma de varilla y 4) el paciente es un receptor en peligro, en
tonces hay indicios de que la identidad del organismo sea pseudomonas aernginose»
Agentes autónomos: un paseo por la luna I 51
Herbert
(Feigenbaum, 1977, pág. 1.016). Estos sistemas demostraron ser frágiles y limitados. Degene
ran rápidamente en una estupidez automatizada si el usuario traspasa una fina línea divisoria
gramatical o de expresión, o si emplea términos que tienen abundantes significados del mun
do real que no se reflejan explícitamente en la base de datos específica de la tarea (por ejem
plo, el automóvil oxidado al que se le diagnosticó sarampión; véase Lcnat y Feigenbaum, 1992,
pág. 197). ¿Cómo se puede evitar este deslizamiento hacia la estupidez? Una posibilidad es
que basta con «turboalimenar» los tipos de enfoques tradicionales antes mencionados. SOAR
(Laird y otros, 1987) es un intento de crear una versión más poderosa del Solucionador gene
ral de problemas. CYC (véanse la introducción a este volumen, y Lenat y Feigenbaum, 1992)
es un intento de crear esta base de conocimientos más grande y más rica. SOAR y CYC com
parten el compromiso con el empleo abundante de formas simbólicas tradicionales e inspira
das en el texto para la codificación de conocimientos y metas. Pero puede que el problema
fundamental resida en el enfoque tradicional mismo: que el modelo de la inteligencia como
manipulación incorpórea de cadenas de símbolos dentro de la cabeza o del ordenador sea
erróneo en sí mismo. La presente obra explora algunas de las alternativas.
52 I De excursión por la mente
Añila
Rodney Brooks cree que unos robots más pequeños y flexibles que el tor
pe y pesado Dame serian más adecuados para las necesidades de la explora
ción espacial. Atóla6 pesa poco más de kilo y medio y usa múltiples «minice
rebros» («máquinas de estado finito») especializados para controlar un
conjunto de conductas locales que, unidas, hacen que se desplace con gran
habilidad moviendo cada pata por separado, detectando las fuerzas ejercidas
por el terreno para compensar las pendientes, etc. Attila también emplea
sensores infrarrojos para detectar objetos cercanos. Es capaz de desplazarse
por terrenos abruptos y hasta puede volver a ponerse de pie cuando se cae
de espaldas. Según Rodney Brooks, Attila ya encarna algo parecido a la inte
ligencia de un insecto.
Periplaneta Computatrix
6. Attila, descrito en las págs. 300-501 de Artificial Life, de Levy, fue diseñado por Colin
Angle y Rodney Brooks. Un predecesor, Genghis, se describe en Brooks, 1993.
Agentes autónomos: un paseo por la luna I 55
secto avanza por un terreno desigual. La coordinación entre las patas se con
sigue mediante enlaces inhibidores entre generadores de patrones adyacen
tes. Cada pata tiene tres neuronas motrices: la primera controla la oscilación
hacia adelante, la segunda controla la oscilación hacia atrás y la tercera hace
que la pata se levante. Como antes, el circuito de control global está total
mente distribuido. No existe un procesador central que deba orquestar una
respuesta teniendo en cuenta todas las entradas sensoriales. En cambio, cada
pata tiene una «inteligencia» individual y los simples enlaces inhibidores ga
rantizan una conducta global coherente. Aparecen diferentes maneras de an
dar a partir de las interacciones entre los distintos niveles de excitación tó
nica procedentes de las unidades marcapasos (los generadores de patrones)
y la retroalimentación sensorial local. El robot adoptará una marcha trípeda
cuando las frecuencias de excitación sean elevadas y pasará a una marcha
metacrómca cuando sean más bajas. En la marcha trípeda, las patas anterior
y posterior de un lado se mueven en sincronía con la pata central del otro; en
la marcha metacrónica, cada pata empieza a moverse justo después de la
pata que tiene detrás, en una especie de movimiento ondulatorio.
Aunque diseñado y puesto a prueba como una pura simulación por or
denador, este circuito de locomoción se ha utilizado en el cuerpo de un ro
bot real y ha demostrado su robustez en el mundo real de los rozamientos, la
inercia, el ruido, los retrasos, etc. En la figura 1.1 se muestra el primer robot
hexápodo, que se analiza con más detalle en Beer y Chiel, 1993, y en Quinn
y Espenschied, 1993. El circuito de locomoción empleado también es capaz
(al estar tan distribuido) de conservar la mayor parte de su funcionalidad
cuando se dañan neuronas o conexiones individuales (Beer y otros, 1992). A
pesar de la complejidad de la conducta que produce, el circuito de locomo
ción en sí es bastante modesto: sólo consta de 37 «neuronas» estratégica
mente situadas e interconectadas. Sin embargo, los vídeos del robot hexá
podo y de sus sucesores constituyen un espectáculo fascinante. En una
secuencia aparece un robot posterior, algo más complejo (figura 1.2), avan
zando cautelosamente por un terreno desigual formado por trozos de po-
liestireno expandido. Una pata se alza y empieza a descender suavemente.
Como no «hace pie» (a causa del terreno local), se levanta otra vez y vuelve
a posarse en un punto ligeramente diferente. AI final, cuando encuentra un
punto de apoyo adecuado, el robot prosigue su marcha. Esta conducta ex
ploratoria y tanteadora tiene todo el sabor de la inteligencia biológica real.
Robot braquiador
FIGURA 1.1 El primer robot hexápodo, construido por Ken Espenschied en la Case
Western Reserve University bajo la supervisión de Roger Quinn. Fuente: Quinn y
Espenschied, 1993. Reproducido con la autorización de K. Espenschied, R. Quinn y
Academic Press.
F igura 1.4 Robot braquiador de dos brazos. Fuente: Saito y Fukuda, 1994. Repro
ducido con la autorización de F. Saito, T. Fukuda y MIT Press.
COG
F ig ura 1.5 Tres vistas del robot C O G . Fotografías cedidas por Rodney Brooks.
60 I De excursión por la mente
jeto detectado solo por el tacto. Además, con frecuencia combinamos mo
dalidades utilizando el tacto, la vista y el sonido en complejos bucles inter
dependientes donde la información recibida en cada modalidad ayuda a sin
tonizar y eliminar la ambigüedad del resto (como cuando nos encontramos
con un objeto familiar en un rincón oscuro del armario).
En segundo lugar, la presencia de modelos internos que intervienen en
tre la entrada y la salida no siempre constituye un embudo costoso en cuan
to a tiempo. La emulación motriz ofrece un ejemplo claro y convincente.
Consideremos la tarea de alcanzar una taza. Una «solución» para estos pro
blemas es el alcance balístico. Como indica su nombre, esta manera de asir
depende de una trayectoria prefijada y no corrige errores a lo largo de la mis
ma. Una manera de asir más hábil se basa en la retroalimentación sensorial
para realizar correcciones sutiles y guiar el asimiento sobre la marcha. Una
fuente de esta retroalimentación es la propiocepción, el sentido interno que
nos dice cómo se sitúa nuestro cuerpo (en este caso, el brazo) en el espacio.
Pero las señales propioceptivas deben hacer el viaje de vuelta desde las peri
ferias corporales hasta el cerebro y esto requiere tiempo; de hecho, requiere
demasiado tiempo para que las señales se puedan emplear en la generación
de movimientos fluidos de asimiento. Para resolver este problema, el cere
bro puede emplear un truco (muy empleado en los sistemas industriales de
control) denominado emulación motriz. Un emulador es un circuito incor
porado que duplica ciertos aspectos de la dinámica temporal del sistema más
amplio. Toma como entrada una copia de una orden motriz y produce como
salida una señal cuya forma es idéntica a la de una señal que vuelva de las pe
riferias sensoriales. Es decir, predice cómo debe ser la retroalimentación
propioceptiva. Si el dispositivo es fiable, se pueden utilizar estas prediccio
nes en lugar de las señales sensoriales reales para generar una actividad de
corrección de errores más rápida. Estos emuladores son el tema de numero
sos tratamientos teóricos detallados (por ejemplo, Kawato y otros, 1987;
Dean y otros, 1994) que muestran que el aprendizaje de redes neuronales
simples puede producir emuladores fiables y en los que se especula sobre la
manera de desarrollar estos emuladores en circuitos neuronales reales.
Estos emuladores motrices no son embudos que obstaculicen el éxito en
tiempo real. Al contrario, facilitan el éxito en tiempo real al ofrecer un tipo
de «retroalimentación virtual» que supera la retroalimentación procedente
de las periferias sensoriales reales, proporcionándonos una especie de «hi-
pcragudeza» motriz que nos permite generar unas trayectorias de asimiento
más fluidas y precisas de lo que sería posible, dadas las distancias y la velo
cidad de conducción que gobiernan el regreso de las señales sensoriales des
de las periferias corporales. Pero también es indudable que un emulador es
una especie de modelo interno. Consturir modelos de aspectos destacados
Agentes autónomos: un paseo por la luna I 63
1.4 Nichos
Así pues, para Von Uexkull, cada especie animal habita en un entorno
efectivo distinto. Este entorno efectivo está definido por los parámetros que
tienen importancia para un animal y su estilo de vida concreto, y el entorno
general es el mundo físico en todo su esplendor y complejidad.
La monografía de Von Uexkull está repleta de imágenes maravillosas del
aspecto que podría tener el mundo si se viera a través del cristal de la sensa
ción dependiente del U m vell (figuras 1.6 a 1.8). Aunque las ilustraciones
son muy caprichosas, sus ideas son profundas e importantes. La cognición
biológica es muy selectiva y puede sensibilizar a un organismo a cualquier
parámetro (con frecuencia simples) que especifique con fiabilidad las condi-
Agentes autónomos: un paseo por la luna I 65
dones que condernen a esa forma de vida concreta. La similitud entre los
mundos operacionales de Herbert y de la garrapata es sorprendente: ambos
se basan en señales simples que son específicas de sus necesidades y ambos
salen ganando al no molestarse en representar otros tipos de detalles. Una
extensión natural de esta idea, y que da bastante que pensar, es preguntarse
si el ser humano también percibe el mundo de una manera sesgada y res
tringida. Nuestro tercer mensaje afirma que así es, y de una forma mucho
más espectacular de lo que pueda sugerir la experiencia cotidiana.
8. Esto se expone con precisión en Churchland y otros, 1994 y está presente en gran par
te de Dennett, 1991.
9. Estas investigaciones fueron llevadas a cabo por Zolten Dienes en la Universidad de
Sussex (comunicación personal).
66 i De excursión por la mente
12. «El “pcrcepto” dc(la botella es una acción: concretamente, la exploración visual o
mental de la botella. ¡Vo es una simple sensación pasiva que obtenemos de la reúna o algún de
rivado icónico de la información que hay en ella» (O'Regan, 1992, pág. 472).
13 Véanse McConkie y Rayner, 1976; McConkie, 1979; McConkie, 1990; O'Regan, 1990
y Rdvncr y otros, 1980
Agentes autónomos: un paseo por la luna I 71
1. Véanse, por ejemplo, Fiagei, 1952, 1976; Gibson, 1979; Bruner, 1968; Vygotsky, 1986.
76 I De excursión por la mente
Estas pruebas no sólo sugieren que los niños aprenden sobre el mundo
realizando acciones, sino también que el conocimiento mismo que adquieren
suele ser específico de la acción. Los niños pequeños no emplean su expe
riencia de gatear para adquirir conocimientos sobre las pendientes en gene
ral. En cambio, adquieren conocimientos sobre el papel de las pendientes en
contextos específicos que implican una acción. O tros resultados relaciona
dos con la especificidad del conocimiento de los niños pequeños apuntan en
la misma dirección general/
Este fenómeno no se limita a la infancia. Investigaciones recientes sobre los
mecanismos de compensación perceptiva de los adultos revelan un perfil espe
cífico de la acción de carácter similar. Thach y otros (1992) presentan un ejem
plo centrado en la adaptación perceptiva en condiciones inusuales." Thach y sus
colegas estudiaron la adaptación humana a unas lentes especiales que despla
zaban la imagen hacia la derecha o la izquierda. Es bien sabido que el sistema
de percepción humano puede aprender a adaptarse a esta clase de distorsiones.
De hecho, varios experimentos demuestran que los sujetos pueden adaptarse
incluso a lentes que invierten por completo la escena visual haciendo que el
mundo se vea cabeza abajo. Después de llevar estas lentes de inversión unos
cuantos días, los sujetos comunican unos cambios súbitos donde los aspectos
del mundo se reorientan correctamente. Naturalmente, cuando se ha produci
do esta adaptación, los sujetos dependen de las lentes: si se las quitan, el mun
do vuelve a aparecer invertido hasta que se produce una nueva adaptación.
Lo que mostró el grupo de Thach es que, en el caso de las lentes de des
plazamiento lateral, la adaptación parece ser específica de ciertos bucles mo
tores. Se pidió a los sujetos que lanzaran dardos a una diana. Al principio fa
llaban como resultado del desplazamiento lateral producido por las lentes.
Sin embargo, con el tiempo se produjo una adaptación y fueron capaces de
apuntar tan bien como antes (a diferencia de lo que ocurría en los experi
mentos con lentes de inversión, esta adaptación no tuvo ninguna conse
cuencia en la experiencia: los sujetos no comunicaron ningún «rebote» de la
imagen visual consciente). Pero, en la mayoría de los casos, esta adaptación
era específica del bucle motor. Al pedírseles que lanzaran los dardos sin le
vantar el brazo por encima del hombro -en vez de tirarlos por encima de la
cabeza- o que emplearan su brazo no dominante, los sujetos no mostraron
una mejora comparable. La adaptación para los lanzamientos por alto y con
el brazo dominante no se extendieron en absoluto a los otros casos. Lo que
parece haber ocurrido es un adaptación restringida a la combinación especí
fica del ángulo de visióh y el ángulo de tiro empleados en un lanzamiento
...la gente tiende a buscar la causa, la razón, la fuerza impulsora, el factor decisi
vo. Cuando la gente observa pautas y estructuras en el mundo (por ejemplo, las
pautas de las bandadas de aves o las pautas de búsqueda de alimento de las hor
migas), suele suponer unas causas centralizadas que en realidad no existen. Y
cuando la gente intenta crear pautas o estructuras en el mundo (por ejemplo,
nuevas organizaciones o máquinas), suele imponer un control centralizado que,
en realidad, no es necesario (Resnick, 1994, pág. 120).
9, Véase una simulación por ordenador de este y otros fenómenos emergentes en Resnick,
1994, págs. 60^67.
El niño situado | 61
10. Véase Thelen y Smith, 1994, págs. 11-12. Véanse también Thelen y otros, 1982 y Thc-
Icn y otros, 1984.
82 i De excursión por la mente
FIGURA 2.1 Este niño de tres meses de edad fue sometido a prueba para ver si pisa
ba erguido, primero sobre una mesa y después sumergido en agua tibia. Fuente:
Thelen y Smith, 1994. Por gentileza de E. Thelen, L. Smith y MIT Press.
II. Véanse también Thelen, 1986; Thelen y otros, 1987 y Thelen y Ulrich, 1991.
El niño situado I 83
12. Este ejemplo procede de Maes, 1994 (págs. 145-146), Los agentes de planificación
clásicos se describen en Kleinrock y Nilsson, 1981
84 I De excursión por la mente
empresa compleja puesto que siempre se están creando tareas nuevas y el vo
lumen de trabajo de cada máquina varía continuamente. Un solución tradi
cional de montaje duro adoptaría un enfoque centralizado donde un sistema
contendría un Corpus de conocimientos sobre las configuraciones de las di
ferentes máquinas, las tareas típicas, etc. Este sistema también reuniría con
cierta frecuencia datos procedentes de todas las máquinas acerca de su volu
men de trabajo actual, los trabajos que hay en espera, etc. A continuación, y
utilizando toda esta información y algunas reglas o heurísticos, el sistema tra
taría de elaborar una programación (una asignación eficiente de tareas a má
quinas). Ésta es la solución ofrecida por la «cognición centralizada pura».
Ahora consideremos, en cambio, la solución descentralizada favorecida por
Maes.!* Aquí, cada máquina controla su propio volumen de trabajo. Si una
máquina A crea una tarea, envía una «solicitud de ofertas» a todas las má
quinas restantes. Las otras máquinas responden a esta petición enviando un
cálculo aproximado del tiempo que tardarían en realizar la tarea (las máqui
nas que se utilicen poco o que ya tengan cargado un programa adecuado
«pujarán» más que las máquinas muy utilizadas o mal preparadas). Enton
ces, simplemente, la máquina original envía el trabajo a la máquina que más
haya «pujado». Esta solución es a la vez sólida y de montaje blando. Si en
una máquina se produce un fallo, el sistema lo compensa automáticamente.
Y no hay una sola máquina que sea crucial: la planificación es más bien una
propiedad emergente de las interacciones simples de «anunciar» y «pujar»
entre las máquinas que estén activas en cada momento. Como no existe un
modelo central de la configuración del sistema en ningún lugar, no se plan
tean los problemas asociados con la actualización y la utilización de seme
jante modelo.
Los montajes blandos formados por múltiples componentes básicamen
te independientes producen una mezcla característica de solidez y flexibili
dad. Las soluciones que emergen se adaptan a las particularidades del con
texto y al mismo tiempo satisfacen un objetivo general. Esta mezcla, que
impregna todo el desarrollo, persiste en la resolución de problemas y la ac
ción durante la madurez. Por tanto, la variabilidad individual no se debería
desestimar como si fuera «mala información» o «ruido» que oscureciera, de
alguna manera, unas pautas de desarrollo esenciales. En cambio, como in
sisten Thelen y Smith, es una buena pista hacia la naturaleza de los procesos
de montaje blando subyacentes.1314
Para ilustrar esto, Thelen y Smith describen el desarrollo de la conducta
de alcanzar en varios niños pequeños. A pesar del carácter común de la con-
ducta global final (la capacidad para alcanzar objetos), encontraron fuertes
diferencias individuales. En cada caso concreto, la conducta de alcanzar re
sultó ser el resultado del montaje blando de unos componentes un tanto di
ferentes, que reflejaban diferencias en la dinámica intrínseca de los ni
ños y en su experiencia histórica. Aunque la descripción que ofrecen Thelen
y Smith es muy detallada, aquí nos limitaremos a examinar algunos aspectos
destacados.
Uno de los niños, Gabriel, era muy activo por naturaleza y agitaba los
brazos con mucha rapidez. Para él, la tarea consistió en convertir estos mo
vimientos en una conducta de alcance dirigido. Para conseguirlo, necesitó
aprender a contraer los músculos cuando el brazo estaba cerca de un objeto
con el fin de moderar los movimientos y establecer un contacto adecuado.
En cambio, Hannah era más bien inactiva en el aspecto motor. Movía las
manos con muy poca velocidad y escasa fuerza. Su problema no era moderar
los movimientos, sino producir el impulso suficiente para vencer la gravedad.
Otros niños presentaban distintas mezclas de dinámica intrínseca, pero
en todos los casos el problema básico consistía en aprender a controlar esta
dinámica intrínseca (cuya naturaleza, como hemos visto, puede variar consi
derablemente) para alcanzar un objetivo. Para hacerlo, el sistema nervioso
central (SNC) debe encontrar una solución que tenga en cuenta una amplia
variedad de factores que incluyen la energía, el temperamento y el tono mus
cular. Una propuesta prometedora15 es que, cuando hace esto, el SNC trata
el sistema total como si fuera un conjunto de muelles y masas. Por tanto, no
se ocupa de generar modelos internos de trayectorias de alcance, etc., sino
de aprender a modular factores como la rigidez de las extremidades para que
la energía transmitida se combine con una dinámica intrínseca parecida a la
de los muelles y produzca una oscilación cuyo punto de reposo sea el objeto
deseado. Es decir, el SNC se trata como un sistema de control para un cuer
po cuya dinámica intrínseca desempeña un papel crucial en la determinación
de la conducta.
Por tanto, los problemas evolutivos a los que se enfrenta cada niño son
diferentes, puesto que la dinámica intrínseca de cada niño es distinta. Lo que
tienen en común es el problema de nivel superior de dominar esta dinámica
individual para lograr alguna meta como la conducta de alcanzar. A lo largo
del desarrollo, el trabajo del SNC no es «meter en vereda» cada vez más al
cuerpo para que pueda llevar a cabo unas órdenes detalladas y representadas
internamente que especifican, por ejemplo, las trayectorias que deben seguir
los brazos. En cambio, su tarea consiste en aprender a modular parámetros
(como la rigidez) que después interaccionarán con restricciones intrínsecas
15. PolityBizzi, 1978; Hogan y otros, 1987; Jordán y otros, 1994; Thelen y Smith, 1994.
86 I De excursión por la mente
Hay una propiedad final de las soluciones basadas en los montajes blan
dos que se debe mencionar explícitamente porque ocupará un lugar desta
cado en varios capítulos posteriores. Se refiere a la afinidad natural existen
te entre el montaje blando y el empleo de andamiajes externos. Como ya se
ha apuntado antes, cuando el sistema nervioso central aprende a modular
parámetros como la rigidez, lo que hace en realidad es resolver un problema
«suponiendo» un telón de fondo formado por una dinámica corporal intrín
seca concreta (las propiedades elásticas de los músculos). Estos telones de
fondo no tienen por qué limitarse al cuerpo del agente: con frecuencia po
demos resolver problemas «a horcajadas» sobre ciertas propiedades fiables
del entorno. Lo que quiero denotar con el término andamiaje es esta explo
tación de la estructura externa.
La noción de andamiaje tiene sus raíces en el trabajo del psicólogo sovié
tico Lev Vygotsky.16 Vygotsky destacó que la experiencia con estructuras ex
ternas (incluyendo las lingüísticas, como palabras y frases, véase el capítulo
10) puede alterar y dar contenido a los modos de procesamiento y compren
sión intrínsecos de un individuo. La tradición que siguió incluía la noción de
una zona de desarrollo proximal:17 la idea de que la ayuda de los adultos en
momentos cruciales del desarrollo del niño, daría a éste la experiencia de
una acción con éxito que el niño, por sí solo, no podría conseguir. Ofrecer
apoyo durante los primeros pasos vacilantes de un niño que empieza a cami
nar y sostener a un bebé en el agua para que pueda realizar movimientos de
natación son dos buenos ejemplos.
Sin embargo, la noción intuitiva de andamiaje es más amplia porque pue
de abarcar toda clase de apoyos y ayudas externas, tanto si proceden de
adultos como del entorno inanimado.18 Como ejemplos tenemos la utiliza
ción de la estructura física del entorno de la cocina como ayuda externa para
la memoria (agrupando las especias, los cacharros, etc.; Colé y otros, 1978) y
21. Véanse Millikan, 1995 y Clark, 1995. También se puede encontrar una versión cíe tipo
computacional de estas ideas en el empleo de Rutkowska (1995, págs. 67-78) de los «progra
mas de acción» como constructo fundacional de las teorías del desarrollo
92 I De excursión por la mente
1. Algunas de las ideas originales fueron formuladas hace ya muchos años (desde la pers
pectiva de la inteligencia artificial), en 1943; véanse McCulloch y Pitts, 1943; Hebb, 1949 y Ro-
senblatt, 1962.
2'. Consideremos el modelo de Mataric, descrito en el apartado 2.6 anterior. El tipo de
mapa que detalla Mataric tiene fuertes afinidades con modelos recientes sobre la codifica
ción de información espacial por parte del hipocampo (McNaughton, 1989). Sin embargo,
hay una diferencia relacionada con el empleo en el modelo de Mataric de nodos únicos como
codificadores de informaéión sobre «hitos». Es probable que el hipocampo emplee una for
ma de representación mucho más distribuida, con muchas neuronas involucradas en la re
presentación de cada «hito». Existen modelos más detallados de la función del hipocampo
basados en redes neuronales artificiales que realmente reconocen el papel de esta distribución
(veanse, por ejemplo O ’Keefe, 1989 y McNaughton y Nadel, 1990). Estos modelos sugieren
Mente y mundo: la frontera plástica I 95
que la estructura del hipocampo es una muy buena candidata para un sistema nervioso real
que opere, en líneas generales, de manera similar a las redes neuronales artificiales descritas
en el apartado 3.2. Sin embargo, es igual de evidente que harán falta unos modelos neuro-
biológicamente más realistas que incorporen muchas características no encontradas en la ma
yoría de las redes artificiales. Por ejemplo, el tipo de retroalimentación correctora de errores
muy detallada utilizada por los dispositivos de aprendizaje por retropropagación, probable
mente no se encuentra en el cerebro aunque seguramente tiene lugar algún tipo de adapta
ción dirigida por el error. Tampoco los circuitos neuronales reales exhiben la conectividad si
métrica mostrada en la mayoría de las redes artificiales y, en cambio, nos solemos encontrar
con una conectividad asimétrica y especializada. A pesar de estas diferencias (y hay muchas
más; véanse McNaughton, 1989 y Churchland y Sejnowski, 1992), los modelos computacio
nales de las estructuras neuronales reales siguen debiendo mucho más a los marcos de refe
rencia de las redes neuronales artificiales que a los de la inteligencia artificia! clásica. Y la ca
pacidad básica responsable de esto es la dependencia de sistemas de memoria asociativa, que
sustituyen el razonamiento basado en reglas y símbolos por procesos ricos y potentes de com-
pleción de patrones.
3 Digital Equipment Corporation DTC 01-AA.
96 I De excursión por (a mente
ojos vendados, no podemos ver dónde está el fondo. Sin embargo, cada vez
que damos un paso pequeño podemos determinar si nos movemos hacia
arriba (es decir, en la dirección de más error) o hacia abajo (en la dirección
de menos error). Simplemente utilizando esta retroalimentación local y avan
zando paso a paso, nos acercaremos inexorablemente al fondo de la cuenca,
que es donde nos detendremos. Los métodos de aprendizaje de descenso
por un gradiente (de los que la retropropagación es un ejemplo) actúan esen
cialmente de la misma manera: el sistema es empujado cuesta abajo por la
pendiente del error decreciente hasta que no puede bajar más. En este pun
to (en paisajes con forma de cuenco) se alcanza la solución y el problema se
resuelve.
Obsérvese que los pesos no se codifican a mano en ninguna etapa de este
proceso. Para cualquier problema complejo, encontrar un conjunto funcio
nal de pesos de conexión mediante un análisis reflexivo está mucho más allá
de nuestras capacidades actuales. Lo que se nos ofrece es una arquitectura
inicial con una cantidad dada de unidades y un tipo determinado de conec-
tividad, y un conjunto de casos de entrenamiento (pares entrada-salida). O b
sérvese también que, en general, el resultado final del aprendizaje no es que
el sistema memorice como un papagayo los datos de entrenamiento. En el
caso de NETtalk, por ejemplo, el sistema aprende aspectos generales de la
relación entre el inglés escrito y hablado. Después del entrenamiento, la red
puede enfrentarse con éxito a palabras nuevas que no estaban en el conjun
to de entrenamiento inicial.
Lo más importante es que el conocimiento de las transiciones de texto a
fonemas de NETtalk no adopta la forma de codificaciones explícitas de re
glas o principios mediante cadenas de símbolos. Este conocimiento se alma
cena de una manera adecuada para su empleo directo medíante un sistema
parecido al del cerebro: como pesos o conexiones entre unidades o «neuro
nas» idealizadas. En cambio, las formas de tipo textual favorecidas por CYC
y SOAR son adecuadas para que unos agentes avanzados como los seres hu
manos las utilicen como estructuras de conocimiento externas y pasivas. Si
miramos hacia atrás, sin duda consideraremos muy poco verosímil que nues
tros propios cerebros (que no son tan diferentes de los de algunos seres que
carecen de lenguaje) emplearan un formato similar al elegido por las débiles
proyecciones de nuestros pensamientos en medios públicos como el papel y
las moléculas de aire. Los códigos cerebrales deben ser activos en un sentido
en el que el almacenamiento de textos no lo es. Por tanto, creo que la princi
pal lección de la investigación de las redes neuronales ha sido expandir nues
tra visión de las maneras en que un sistema físico como el cerebro puede co
dificar y explotar informaciones y conocimientos. En este sentido, la
revolución de las redes neuronales ha sido un éxito indudable.
Mente y mundo: la frontera plástica 99
10. Vease una descripción mucho más cuidadosa de esta clase de modelos en Clark, 1993.
Mente y mundo: la frontera plástica I 101
13- Véanse especialmente las exposiciones sobre la actividad colectiva (capítu lo 4) y so
bre el papel mas amplio del lenguaje y la cultura (capítulos 9 y 10).
14. Parallel DistributedProcessing- Explorations tu the Microstructure o f Cogm tion, volu
men 1. Poundations y volumen 2: Psycbologtcal and Btological Models (M IT P ress, Í986). El
trabaio descrito (Rumelhart y otros, 1986) se encuentra en el capítulo 14.
15. Véase, por ejemplo, Vygatsky, 1962. Véanse también los ca p ítu lo s 9 y 10 d e este
libro.
Mente y mundo: la frontera plástica I 103
interno. Naturalmente, una vez expresada esta idea los ejemplos abundan.
Veamos algunos de los ejemplos favoritos de Kirsh:
16. En Clark, 1986 y Clark, 1988a examino resultados del ámbito del dibujo que ofrecen
más apoyo a esta conjetura. En estos artículos también examino el trabajo de Chambers y Reis-
berg (1985) sobre las propiedades especiales de los dibujos reales en comparación con las imá
genes mentales de dibujos. Esta investigación se cita también en Kirsh, 1995 y en Zhang y Nor
man, 199*1.
Mente y mundo: la frontera plástica I 107
*
r
Girar
m “__ 1
--
Desplazar
Soltar
____ r
■ ■r j — La hilera
Ü
5E
1!i1 m rompida
desaparece
H a
FIGURA 3.1 El juego Tetris se caracteriza por unas piezas llamadas «zoides» que caen
de una en una desde la parte superior de la pantalla y acaban depositándose directa
mente en el fondo o sobre otras piezas que hayan caído antes. Mientas cae una pieza,
el jugador puede hacerla girar, desplazarla hacia la derecha o hacia la izquierda, o ha
cerla bajar de inmediato. Cuando se consigue que una hilera de cuadrados llene hori
zontalmente toda la pantalla, la hilera en cuestión desaparece y las que se encuentran
por encima de ella bajan un nivel. Fuente: Kirsh y Maglio, 1994. Reproducido con la
autorización de D. Kirsh, R. Maglio y Ablex Publishing Corporation.
que los jugadores expertos realizaban una amplia variedad de acciones epis-
témícas: acciones cuyo propósito era reducir la cantidad de computación in
terna en lugar de ganar terreno físico. Por ejemplo, un jugador puede hacer
girar físicamente un zoide para determinar mejor su forma o para comprobar
su coincidencia potencial con alguna oportunidad geográfica. Estas opera
ciones externas parecen más rápidas y fiables que sus equivalentes internas
(como imaginar la rotación del zoide). Es especialmente interesante destacar
(como hacen Kirsh y Maglio) que, en el caso del Tetris, las operaciones inter
nas y externas deben estar tan coordinadas en el tiempo que los sistemas in
ternos y externos (el cerebro/SNC y las operaciones en pantalla) parecen fun
cionar conjuntamente como una sola unidad computacional integrada.
108 i De excursión por la mente
Por tanto, el mundo puede funcionar de maneras que van mucho más
allá de la simple memoria externa. Puede ofrecer un campo donde unas cla
ses especiales de operaciones externas transformen sistemáticamente los
problemas que se plantean a un cerebro.1 De la misma manera que Einstein
sustituyó las nociones independientes del tiempo y el espacio por un cons-
tructo unificado (el espacio tiempo), Kirsh y Maglío proponen que para la
ciencia cognitiva puede ser conveniente sustituir los constructos indepen
dientes del espacio físico y el espacio del procesamiento de la información
por un espacio «físico-informacional» unificado."*
Como comentario final sobre la interacción entre la mente y la estructu
ra del entorno, consideremos el caso de pacientes con la enfermedad de
Alzheimer en estado avanzado. Muchos de estos pacientes llevan una vida
sorprendentemente normal en la comunidad, a pesar de que las evaluacio
nes estándar de sus capacidades indican que muchos de ellos deberían ser
incapaces de sobrevivir fuera de instituciones especializadas. Al parecer, la
clave de estos éxitos sorprendentes reside en la medida en que estas perso
nas se basan en entornos muy estructurados que primero crean y después
habitan. Estos entornos pueden incorporar múltiples letreros recordatorios
colocados por toda la casa y el seguimiento estricto de unos hábitos con
cretos. Una paciente vive, virtualmente, en un sofá que se encuentra en el
centro de su apartamento, ya que esto le brinda una posición estratégica
desde la cual puede acceder visualmente a la situación de cualquier cosa
que necesite: este s í es, realmente, un caso de empleo del mundo como me
moria externa.
¿Cómo encaja en todo esto la noción de planificación? Al parecer, la re
solución sistemática de problemas de los cerebros biológicos no sigue real
mente el modelo del plan como programa. En cambio, los agentes desplie
gan unas estrategias generales que incorporan ciertas operaciones sobre el
mundo como parte intrínseca de la actividad de resolución de problemas. Es
evidente que esta actividad puede suponer unos planes formulados de una
manera explícita (quizá por escrito). Pero incluso en estos casos, el plan ac
túa más como una limitación externa sobre la conducta que como una rece
ta completa para el éxito.1718920 En cierto sentido, somos como mobots muy inte
ligentes dotados de archivadores. Nuestra inteligencia se demuestra en la
t
realicen unas tareas concretas. Por tanto, propongo que la demostración que
hacen Kirsh y Maglio del papel de la acción epistémica tiene como conse
cuencia una distribución correspondiente del mérito epistémico. El flujo de
pensamientos o la generación de respuestas razonadas no son un mérito ex
clusivo del cerebro. La colaboración entre cerebro y mundo es mucho más
rica y está más impulsada por necesidades de computación e información de
lo que se creía hasta ahora.
Sería reconfortante suponer que esta imagen más integrada de la mente
y el mundo no plantea ninguna amenaza a cualesquiera de nuestras ideas fa
miliares sobre la mente, la cognición y el yo. Reconfortante, pero falso. Por
que si bien los pensamientos concretos continúan estando vinculados a los
cerebros individuales, el flujo de la razón y las transformaciones de informa
ción que dicho flujo implica parecen entrecruzar el cerebro y el mundo. Sin
embargo, sospecho que este flujo de ideas es lo que la mayoría de nosotros
asocia con más fuerza con la idea de la mente como sede de la razón y del yo.
Este flujo es más importante que las instantáneas que nos ofrecen los pensa
mientos o las experiencias aisladas." Como veremos, el verdadero motor de
la razón no está delimitado ni por la piel ni por el cráneo.2
22. El epílogo ilustra esta afirmación considerando e! papel del cerebro en la generación
de una compleja corriente de ideas vinculadas. Véase también el apañado 10.5.
4 Sabiduría colectiva al estilo
de los hongos mucilaginosos
5. Aquí, como en los apartados 4.1 y 4.2, sigo a Mitchel Resnick cuyo libro Turitrs, Ter-
miles, and Tra/fic Jams (1994) es a la vez un modelo de claridad y un poderoso testimonio del
alcance y la fuerza del pensamiento descentralizado.
Sabiduría colectiva al estilo de ios hongos muciiaginosos I 117
8. De hecho, en muchos navios exisie un plan formal. Pero los miembros de la tripulación
no lo emplean explícitamente para estructurar sus acciones; en realidad, como sugiere Hut
chins (1995, pág. 178), el plan no funcionaría aunque lo hicieran.
9. La verdadera estigmergia requiere una falta total de flexibilidad de respuesta en pre
sencia de una condición desencadenante. Por tamo, la actividad humana, en genera!, sólo es
cuasi estigmérgica. Lo común es el empleo de condiciones ambientales como instigadoras de
la acción y la capacidad global del grupo para realizar una actividad de resolución de pro
blemas que sobrepasa el conocimiento y el alcance computacional de cada miembro por se
parado.
120 I De excursión por la mente
10. Hutchins (1995, capítulo 3) los describe de forma detallada. Una alidada es un dispo
sitivo telescópico para dirigir visuales; los transportadores son semicírculos graduados que se
emplean para trazar lineas o ángulos sobre cartas de navegación.
11 Véanse la pág. 171 de Hutchins, 1995 y los capilulos 3 y 10 de este libro
Sabiduría colectiva al estilo de los hongos mucilaginosos I 121
12. No deseo (ni necesito) incurrir en una petición de principio acerca de las contribu
ciones relativas de la variación ciega y la selección natural por un lado, y de propiedades de au-
toorganización más fundamentales de la materia, los compuestos químicos y las células, por
otro. Véanse planteamientos al respecto en Kauffman, 1993; el capítulo 8 de Dennett, 1995 y
las págs. 180-214 de Varela y otros, 1991. Gracias a Arantza Etxeberria por ayudarme a acla
rar esta importante cuestión.
13. Hutchins (1995, capítulo 8) explica con detalle un caso concreto en el que un sistema
de propulsión de una embarcación fracasó inesperadamente en un momento crítico.
122 I De excursión por la mente
14. Tuve noticia de este ejemplo por primera vez a través de Aaron Sloman.
Sabiduría colectiva al estilo de los hongos mucilaginosos I 123
desde aquí hasta los comedores: ¿cómo lo haré?» y «Tengo que llegar al la
boratorio de física lo antes posible: ¿cómo lo hago?». El efecto acumulado
de estas múltiples decisiones locales resuelve el problema global de una for
ma que se parece más a una especie de evolución que a un diseño centraliza
do clásico.
Al parecer, la necesidad de explicar los orígenes del éxito colectivo no
nos obliga a volver a la imagen de un agente planificador central que conoz
ca la forma del espacio de problemas global. De hecho, en ocasiones pode
mos estructurar nuestro propio entorno de resolución de problemas como
una especie de subproducto de nuestra actividad básica de resolución de
problemas. En nuestro campus hipotético, los primeros viandantes estruc
turan el entorno como un subproducto de sus propias acciones, pero los
viandantes posteriores se encontrarán con un entorno ya estructurado que,
a su vez, puede ayudarles a resolver, precisamente, los mismos problemas.15
15. Compárese con el tratamiento de unas hormigas en una playa llevado a cabo por Hut-
chins (1995, pág. 169).
124 F De excursión por la mente
artificial clásica, sí que parece haber dado origen a un gran Corpus de inves
tigación.16Pensemos en todas esas investigaciones sobre micromundos abs
tractos: jugar a damas, colocar bloques, planificar excursiones, hacer diag
nósticos médicos, etc. En todos estos casos, el primer paso consiste en formular
el problema en términos simbólicos canónicos y el segundo consiste en bus
car una solución eficiente definida en un espacio de oportunidades de trans
formación de símbolos.
Hemos visto (capitulo 3} que también los conexionistas heredaron la pe
nosa tendencia a estudiar la resolución de problemas como si fuera incorpó
rea y a establecer correspondencias entrada salida abstractas y definidas sim
bólicamente.17 Sin embargo, desde las perspectivas de la robótica y de la
infancia presentadas en los primeros capítulos, ahora parece más razonable
imaginar que el entorno real de muchas tareas influye profundamente en la
naturaleza de los problemas que plantean estas tareas a unos agentes activos
y corpóreos. Estos problemas reales se plantean en un entorno que incluye
las propiedades elásticas de los músculos y la presencia de objetos reales y
manipulables en el espacio. Estas disparidades, que con tanto empeño he
tratado de exponer, con frecuencia pueden marcar la diferencia en la natu
raleza de una tarea computacional.
De hecho, la metodología de la reconstrucción racional puede inducir a
error de varias maneras fundamentales. En primer lugar, la sustitución in
mediata de cantidades físicas reales por elementos simbólicos puede ocultar
estrategias oportunistas que impliquen actuar sobre el mundo real o explo
tarlo de alguna manera que contribuya a la resolución de problemas (recor
demos el «principio 007»). En segundo lugar, conceptualizar el problema en
función de correspondencias entrada-salida también invita a concebir la cog
nición como una computación pasiva. Es decir, describe la etapa de salida
como el ensayo de una solución a un problema. Pero ya hemos visto muchos
casos (por ejemplo, las estrategias de visión animada y el empleo del botón
de rotación en Tetris) donde la salida es una acción cuyo papel consiste en
descubrir o crear datos adicionales que, a su vez, contribuyan al éxito final.
Estos casos de lo que Kirsh y Maglio llaman «acción episrémica»18amenazan
con colarse por las rendijas de cualquier imagen del éxito cognitivo funda
mentalmente incorpórea y basada en correspondencias entrada salida. (Otra
amenaza es que la búsqueda de soluciones óptimas puede inducir aún más a
16. Véase una revisión en los capítulos I y 4 de Clark, 1989. Véase también CliíT, 199-1. Se
puede encontrar algo parecido a un apoyo explícito de estas estrategias racionalistas en Newell
y Simón, 1981.
17. Véase el apartado 3.2 anterior. Véanse también McClelland, 1989 y Plunkett y Sinha,
1991.
18. Véase el apartado 3.5 anterior. Véase también Kirsh y Maglio, 1994
Sabiduría colectiva al estilo de los hongos mucilaginosos I 125
Además, ¿qué ocurre con la visión de la razón individual misma? ¿Qué ima
gen de la elección y la toma de decisiones racional está implícita en una vi
sión radicalmente emergentista y descentralizada del éxito adaptativo?
El problema de la identidad. ¿Qué lugar ocupa en todo esto la persona in
dividual? Si los procesos cognitivos y computacionales entrecruzan afanosa
mente los límites de la piel y el cráneo, ¿implica esto alguna extensión corre
lativa de la identidad personal hacia el entorno local? Dicho de una manera
menos misteriosa, ¿implica esto que los cerebros y los organismos indivi
duales no son objetos apropiados para el estudio científico? Desde luego,
conclusiones como éstas serían bastante difíciles de discernir.
una imagen del entorno como recurso activo cuya dinámica intrínseca
puede desempeñar importantes funciones en la resolución de problemas,
fiesta como una serie de inquietudes de cariz bastante abstracto, aunque son
inquietudes con importantes consecuencias concretas para la dirección y la
metodología de una ciencia de la mente corpórea. Estas inquietudes in
cluyen:
■ ' O'*-
% '/ / / i| $ }{
O l í >I< o 4J? # (9 G s> M
O u '# © OO
Cartesianas Hiperbólicas Polares
B.
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Cartesianas Hiperbólicas Polares
I. Véanse, por ejemplo, Simón, 1962; Dawkins, 1986 y el capitulo 4 de Clark, 1989.
Robots en evolución I 133
que haga que los descendientes de los más aptos hereden parte de la estruc
tura de sus antepasados y tendremos las condiciones mínimas para la bús
queda evolutiva. Normalmente, esta transmisión supone otros medios incor
porados de variación (por ejemplo, la mutación) y de diversificación (por
ejemplo, los procesos de división y recombinación característicos de la re
producción sexual). Mediante una serie repetida de variaciones, diversifica
ciones, selecciones y transmisiones, el proceso evolutivo realiza una búsque
da en el espacio de opciones estructurales, una búsqueda que tenderá a
concentrarse en las soluciones más aptas para los problemas de la supervi
vencia y la reproducción.
Los algoritmos genéticos3simulan este tipo de proceso evolutivo. La po
blación consiste, inicialmente, en una variedad de individuos de software,
que o bien se han codificado a mano, o bien se han generado al azar. Estos
«individuos» podrían ser líneas de código, estructuras de datos, programas
informáticos jerárquicos completos, redes neuronales, etc. A continuación,
se permite que estos individuos actúen en algún entorno para poder com
putar, después de cierto tiempo, una medida de aptitud para cada uno
(¿Cuánto alimento ha encontrado? ¿Ha evitado a los depredadores?...).
Después se emplea la codificación inicial de los individuos más aptos (nor
malmente almacenada en forma de cadenas binarias) como base para la re
producción (es decir, para generar la próxima población). Pero en vez de li
mitarse a copiar los individuos con más éxito, se emplean operaciones de
cruce y mutación. En las mutaciones se realiza un pequeño cambio aleato
rio en la estructura de la codificación de un individuo. Por ejemplo, si el in
dividuo es una red neuronal, se pueden modificar sutilmente algunos pesos.
En los cruces se recombinan partes de las codificaciones de dos individuos
para imitar la dinámica general de la reproducción sexual. Así, la nueva ge
neración se basa en las variantes con más éxito de la generación anterior,
pero continúa el proceso de búsqueda de soluciones eficientes investigando
parte del espacio que circunda las buenas soluciones anteriores. Cuando
este proceso se repite durante centenares de miles de generaciones, consti
tuye (para ciertos ámbitos de problemas) una potente versión de la búsque
da de descenso por un gradiente,4 salvo por el hecho de que aquí los incre
mentos de aprendizaje se producen generación tras generación y no durante
la vida de un solo individuo.
Estas técnicas se han utilizado para desarrollar soluciones a problemas en
una amplia variedad de ámbitos, desde el seguimiento de pistas en hormigas ar-
I
3. Véase, por ejemplo, Holland, 1975; Goldberg, 1989; Koza, 1992; Belew, 1990; Nolft,
Floreano, Miglino y Mondada, 1994.
4 Vease el capitulo 3 anterior
Robots en evolución I 135
pora! fija. Una vez más, estas búsquedas congelan parámetros que, en el
mundo natura!, están sujetos al cambio evolutivo. Por ejemplo, la cucaracha
simulada tenía una forma corporal fija y un conjunto fijo de recursos neuro-
nales. En cambio, la búsqueda evolutiva real es capaz de modificar tanto la
forma corporal7 como la arquitectura nerviosa general.
Otra distorsión biológica es el empleo de correspondencias genotipo
fenotipo bastante directas. En la búsqueda normal por algoritmo genético,
las nuevas poblaciones de individuos están totalmente especificadas por
sus genotipos. En cambio, la manera en que los genes reales llegan a e x
presarse en los cuerpos reales permite que las interacciones ambientales
desempeñen un papel mucho mayor durante el tiempo de desarrollo indi
vidual. De hecho, la imagen de que los genes «codifican» características fí
sicas suele ser errónea. En realidad, los genes codifican características físi
cas posibles cuya expresión depende, en gran medida, de la influencia de
una variedad de factores ambientales. La capacidad de seleccionar factores
genéticos cuya expresión final en los individuos sigue estando en gran me
dida bajo el control del entorno, permite que la evolución biológica expío
te varios grados de libertad que no están presentes en la mayoría de los
modelos artificiales.8
Finalmente existe el problema ampliamente reconocido del «aumento de
la escala». La mayoría de los trabajos presentados anteriormente aplican la
búsqueda genética a controladores de redes neuronales relativamente pe
queños. A medida que aumenta el número de parámetros que caracterizan a
los controladores, las variedades normales de búsqueda evolutiva son cada
vez más ineficaces. La clave para superar este problema parece residir en
combinar una mejora de las codificaciones genéticas con una «descarga» de
parte de la tarea en el entorno (es decir, reducir la cantidad de información
codificada en el genotipo y depender más de las interacciones evolutivas con
un entorno estructurador). Vemos así que el problema del aumento de la es
cala y el anterior problema de la correspondencia entre fenotipo y genotipo
pueden estar más vinculados de lo que parece a primera vista.9
7. Siguiendo esta linea, Menczer y Belew (1994) emplean un algoritmo genético para de-
terminqr la elección de una interfaz organismo-entorno haciendo evolucionar diferentes tipos
de sensor.
8. Véase un examen excelente de las complejidades de las interacciones gen-entorno en
Gifford, 1990.
9. El trabajo de Nolfi, ^liglino y Parisi (1994) es uno de los pocos intentos de introducir
la plasticidad fenotípica en un modelo combinado de algoritmo genético y red neurona!. En
este modelo, la correspondencia genotipo-fenotipo es un proceso extendido en el tiempo y
sensible al entorno. Además, la búsqueda evolutiva misma se emplea para determinar el equi
librio entre la influencia de los genes y del entorno.
Robots en evolución I 139
en un eje vertical conectado con el volante principal. El eje tiene dos brazos,
unidos por goznes, con una esfera metálica en el extremo de cada uno.
Cuando el volante gira, los brazos se van separando del eje a medida que
aumenta la velocidad de rotación. Los brazos actúan directamente sobre una
válvula reguladora que reduce el flujo de vapor cuando los brazos se separan
(cuando aumenta la velocidad del volante) y que lo aumenta cuando los bra
zos se acercan (cuando disminuye la velocidad del volante). Este dispositivo
hace que el volante mantenga una velocidad de rotación constante, necesaria
para muchas aplicaciones industriales. Según Smithers, cuando aumentó la
precisión en los procesos de fabricación apareció una nueva generación de re
guladores que empezó a mostrar un problema no observado en las versiones
anteriores, más «rudimentarias». Los nuevos reguladores, fabricados con pre
cisión, solían ser incapaces de establecer una velocidad de rotación fija y pro
vocaban una oscilación de aceleraciones y desaceleraciones. Esta oscilación
pendular en torno a una velocidad constante se producía porque los nuevos
reguladores reaccionaban con demasiada rapidez a la velocidad del eje prin
cipal, produciendo una compensación excesiva. ¿Por qué el rendimiento de
las primeras versiones rudimentarias superaba al de las posteriores, diseñadas
con precisión? La razón era que el rozamiento entre las juntas, los cojinetes y
las poleas de las primeras versiones era suficiente para amortiguar las res
puestas del sistema, protegiéndolo así de los ciclos de rápida sobrecompen
sación observados en las máquinas más nuevas. Los reguladores modernos se
basan en componentes adicionales para impedir la oscilación pendular, pero
al precio de ser más difíciles de montar y utilizar (ibíd., pág. 66).
Smithers demuestra que los intentos de hacer más precisos los sistemas
sensoriales de robots sencillos se pueden encontrar con problemas similares.
Si la conducta del robot depende estrechamente de las lecturas de los senso
res, unos dispositivos muy sensibles quizás respondan en exceso ante pe
queñas perturbaciones ocasionadas por cambios ambientales relativamente
insignificantes o incluso por el funcionamiento del sensor mismo. Por tanto,
un aumento de resolución no siempre es positivo. Mediante el empleo de
componentes menos precisos, se pueden diseñar robots con dispositivos fí
sicos cuyas propiedades (por ejemplo, pérdidas mecánicas y eléctricas) amor
tigüen las respuestas y eviten variaciones y fluctuaciones no deseadas. Según
Smithers, de todo esto se deduce que también puede ser erróneo concebir
los sensores como dispositivos de medición y que deberíamos verlos como
filtros cuyo papel consiste, en parte, en absorber variaciones conductalmen-
te insignificantes para que el sistema pueda mantener unas interacciones sen
cillas y robustas con su entorno. Según Smithers, los componentes físicos
reales suelen ofrecer gran parte de esta capacidad de filtración o absorción
como resultado de las pérdidas eléctricas y mecánicas inherentes a los me
Robots en evolución I 141
dios físicos. Es evidente que estos efectos «de propina» no aparecen en los
sistemas agente-entorno simulados. Por tanto, los trabajos basados en simu
laciones corren el peligro de pasar por alto soluciones económicas a proble
mas importantes porque no reconocen el papel estabilizador de ciertas pro
piedades físicas brutas como la fricción y las pérdidas mecánicas y eléctricas.
Otro problema de los enfoques basados en la pura simulación es la iuer-
te tendencia a simplificar en exceso el entorno simulado y a concentrarse en
la inteligencia del agente simulado. Esto refuerza aún más la visión errónea
del entorno que lo considera poco más que el marco en el que se establece
un problema dado. En cambio, todos los argumentos de los capítulos ante
riores describen el entorno como un recurso rico y activo que actúa como
«cómplice» en la producción de la conducta adaptativa. Otras inquietudes
relacionadas con ésta son la pobreza relativa de la física simulada (que, en
general, excluye parámetros cruciales de la realidad como el rozamiento y el
peso), la alucinación de un flujo perfecto de información entre el «mundo»
y los sensores, y la alucinación de unos componentes uniformes y perfecta
mente diseñados" (por ejemplo, el empleo de cuerpos idénticos para todos
los individuos en la mayoría de los escenarios evolutivos). Esta lista se podría
ampliar, pero el mensaje es claro. La simulación ofrece, como mucho, una
versión empobrecida de la realidad y este empobrecimiento sigue unas líneas
bastante peligrosas: líneas que amenazan con deformar nuestra imagen del
funcionamiento de los agentes, enmascarando las aportaciones de las carac
terísticas del entorno y de los cuerpos físicos reales.
A pesar de todo esto, las ventajas de emplear las simulaciones con mesu
ra pueden ser grandes, especialmente cuando se investiga el cambio evoluti
vo. Las grandes poblaciones simuladas son baratas de producir y iáciles de
controlar. Dentro de un entorno virtual, la evaluación de la aptitud en rela
ción con una conducta se puede automatizar. Los problemas de la ingeniería
real se evitan completamente. Además, la evolución simulada a gran escala
ofrece un considerable ahorro de tiempo en comparación con el empleo re
petido de observaciones y evaluaciones en el mundo real.
Por tanto, lo más indicado a efectos prácticos parece ser una estrategia
mixta. Así, teóricos como Nolfi, Miglino y Parisi (1994), y Yamuchi y Beer
(1994), emplean simulaciones en las etapas iniciales de investigación y desa
rrollo y después transfieren los resultados a robots móviles verdaderos. Na
turalmente, los controladores de redes neuronales que se han hecho evolu
cionar para guiar un robot simulado, difícilmente se podrán transferir sin
problemas a un sistema real. Pero la fase de simulación se puede utilizar, por12
12. Estas desventajas se identifican y se discuten en la pág. 194 de Nolfi, Floreano, Migli
no y Mondada, 1994.
142 I Explicar la mente extendida
13. Este ajuste se puede lograr mediunte una evolución continuada, empleando robots
reales como fuente de genotipos que luego son seleccionados y modificados con el uso de una
simulación de algoritmo genético, o también se puede lograr mediante un diseño y un ajuste
manual. Véase un planteamiento en Nolfi, Florcano, Miglino y Mondada, 1994.
Robots en evolución i 143
14. Los precursores directos de la nueva ola de «dinamicistas cognitivos» fueron los fe
nomenales especialistas en cibernética de los años cuarenta y principios de los cincuenta. En
tre las publicaciones fundamentales se encuentran la obra de Norbert Wiener Cybenietia, or
Control and Communication Jn (be Animal and in (be Machine (Wiley, 1948), diversos volúme
nes con transcripciones literales de las exposiciones realizadas durante una serie de conferen
cías Macy sobre cibernética (Transactions o f theSixth, Seventh, Eighth and Ntnth (1949-1952)
Macy Con/erencei (Josiah Macy Jr. Foundation]), la obra de W. Ross Ashby btlroductton lo Cy-
bemetics (Wiley, 1956) y el clásico de Ashby Destgn fo ra Bratn (Chapman and Hall, 1952)
Robots en evolución I 145
15. Éste era el controlador que recibía una retroalimentación sensorial constante; Beer lo
llama «controlador reflejo».
146 I Explicar la mente extendida
2. Esto también se conoce (creo que de una manera menos transparente) como «explica
ción homuncular», una expresión que refleja la idea de que los subcomponcntes pueden ser
sistemas inteligentes en miniatura siempre y cuando estos sistemas, a su vez, se puedan des
componer en partes más pequeñas y «más tontas». Naturalmente, el resultado final es una co
lección de partes tan tontas que, de hecho, se pueden construir. Los cambios de estado bina
rios que subyacen a los circuitos digitales de un ordenador son un buen ejemplo de este
resultado final físicamente implementable. Véase, por ejemplo, Dennett, 1978a.
3. Véase, por ejemplo, Bechtel y Richardson, 1992.
Emergencia y explicación I 151
■i. Véase un argumento acerca de que es mejor tratar la emergencia como una especie de
reducción en Wimsntt, 1986 y Wimsatt (en prensa).
5 Véanse, por ejemplo, Newell y Simón, 1976 y Haugcland, 1981.
152 i Explicar la mente extendida
6. Esta observación ha sido hecha por Kelso (1995, pág. 9) y Ashby (1956). Asilby (ibíd.,
pág. 54) afirma que «el concepto de “retroalimentación", tan simple y natural en ciertos casos
elementales, se convierte en artificial y poco útil cuando las interconexiones entre las partes se
hacen inás complejas. Cuando sólo hay dos partes unidas de modo que cada una influye en la
otra, las propiedades de la retroalimentación proporcionan una información útil c importante
sobre las propiedades del todo. Pero cuando el número de partes aumenta hasta una cantidad
tan pequeña como cuatro, si cada una influye en las otras tres se pueden trazar veinte circuitos
entre ellos; y conocer las propiedades de los veinte circuitos no nos da una información com
pleta sobre el sistema. Estos sistemas complejos no se pueden tratar como un conjunto entre
lazado de circuitos de retroalimentación más o menos independientes, sino sólo como una to
talidad».
154 t Explicar la mente extendida
Ante esta importante clase de casos, creo que una explicación mejor de
la emergencia (una especie de generalización débil de la idea de variable in
controlada) es simplemente ésta: un fenómeno es emergente si se compren
de mejor prestando atención a los valores cambiantes de una variable co
lectiva. Veamos a continuación algunos comentarios breves acerca de esta
definición:
8. Una relación no lineal es aquella donde dos cantidades o valores no se alteran mutua
mente de una manera continua. En cambio, el valor de una cantidad puede aumentar (por
ejemplo) durante un tiempo sin influir en absoluto en la otra y después, de repente, cuando se
alcanza un umbral oculto, hace que la otra dé un salto o haga un cambio súbito. La ecuación
de evolución para sistemas conexionistas complejos suele tener una no linealídad muy elevada
porque la salida de una unidad no es la simple suma ponderada de sus entradas sino que im
plica umbrales, funciones de paso u otras fuentes de no linealidad. Las formas más fuertes de
emergencia se caracterizan por múltiples interacciones no lineales. Cuando las interacciones
son pocas y lineales, rara vez es necesario definir variables colectivas que ayuden a explicar
conductas de sistemas. {Agradezco a Pete Mandik y Ttm Lañe su insistencia en la importancia
de las modulaciones interactivas complejas y no lineales para determinar la clase más fuerte de
casos). Se debe destacar que el uso científico típico también permite el empleo de la etiqueta
«emergente» en una variedad de casos mucho más débiles: de ahí nuestra atención a los robots
que siguen paredes y buscan el centro entre dos polos y al empleo de la idea de emergencia en
conexión con la clase más amplia de éxitos adaptativos mediados por el entorno, no progra
mados o incontrolados. Véase una exposición más detallada en Wimsatt (en prensa).
160 I Explicar la mente extendida
mediante una variable colectiva que marca la amplitud variable de los bucles
de convección; véase Kelso, 1995, pág. 8).
• La emergencia así definida se vincula con el objetivo de determinar
qué variables deben figurar en una buena explicación de la conducta de un
sistema. Este objetivo depende un poco del observador porque se basa en la
idea de una buena explicación teórica y, en consecuencia, implica cierta re
lación con las mentes de los científicos humanos. Pero por lo menos no de
pende de los caprichos de las expectativas individuales sobre la conducta del
sistema.
12. Naturalmente no es difícil que, en algún nivel, cerebro, cuerpo y mundo «obedezcan
'os mismos principios»: las leyes básicas de la física subatómica constituyen precisamente uno
de estos niveles. Sin embargo, es evidente que este no es el nivel optimo para comprender mu
chos fenómenos (por ejemplo como funciona el motor de un automóvil). Lo que se quiere de
cir aquí es que existen leyes y principios básicos que gobiernan todos los sistemas dinámicos,
complejos y alejados del equilibrio, y que constituyen un nivel óptimo de análisis para com
prender las pautas de conducta neuronal y corporal
164 t Explicar la mente extendida
bían mejor estas conductas. Descubrió que la variable crucial era la que re
flejaba la relación de fase entre los dedos. Esta variable, como hemos visto,
es constante para una amplia gama de frecuencias de oscilación de los dedos
y cambia repentinamente cuando la frecuencia alcanza un valor determina
do. Es una variable colectiva porque no se puede definir para un solo com
ponente (un dedo) sino sólo para el sistema más amplio. Por tanto, la fre
cuencia de movimiento es el parámetro de control de la relación de fase que
ahora se traza como una variable colectiva. Pero el verdadero meollo del
análisis reside en ofrecer una descripción matemática detallada de! sistema
así descrito: un conjunto de ecuaciones que muestren el espacio de posibles
evoluciones temporales de la fase relativa en función del parámetro de con
trol. Esta descripción representa eficazmente el espacio de estados del siste
ma (véase el capítulo 5 anterior) mostrando, entre otras cosas, qué áreas del
espacio actúan como atractores (valores de la variable hacia los que tenderá
el sistema desde otras localizaciones determinadas del espacio). Haken y
otros (1985) encontraron precisamente una descripción como ésta y pudie
ron mostrar las detalladas pautas de coordinación correspondientes a distin
tos valores del parámetro de control. Entre otros aspectos importantes, este
modelo no sólo podía describir las transiciones de fase observadas sin pos
tular un «mecanismo conmutador» aparte de la dinámica colectiva, sino que
también podía reproducir los resultados de interferencias de poca impor
tancia en el sistema, como ocurre cuando se obliga a un dedo a abandonar
brevemente su relación de fase estable. El modelo de Haken y otros también
podía predecir con precisión ciertas características de! sistema, como el
tiempo necesario para pasar de un estado desfasado a un estado de fase.J
Ahora debería estar más claro por qué la explicación dinámica no es me
ramente una buena descripción de los fenómenos observados. Debe su con
dición de explicación a su capacidad para dilucidar lo que los filósofos de
nominan «contrafácticos»; es decir, a su capacidad para informarnos no sólo
sobre la conducta real observada en el sistema, sino también sobre su com
portamiento en varias otras circunstancias. Con todo, estas explicaciones to
davía carecen de una potente característica de sus parientes más tradiciona
les. No están obligadas a dar unas recetas detalladas para construir los
dispositivos que describen y explican. En este aspecto, difieren de los mo
delos familiares donde se explica una conducta mostrando cómo surge a
partir de las propiedades de una variedad de componentes bien comprendi
dos. Por ejemplo, los modelos computarionales tradicionales tienen la virtud
muy real de descomponer tareas complejas en secuencias de tareas cada vez13
13. Véanse detalles de estos resultados y del modelo matemático empleado en las págs.
54-61 de Kelso, 1995.
Emergencia y explicación 165
mas simples, hasta llegar a un punto en el que podemos ver cómo llevarlas a
cabo únicamente con puertas lógicas, placas de memoria, etc., como recur
sos básicos.
En su vertiente positiva, las explicaciones dinámicas, con su aparato de
variables colectivas y conductas acopladas, se prestan de una manera natu
ral a abarcar múltiples componentes en interacción e incluso sistemas com
pletos agente-entorno. Mientras que el marco normal parece orientado a
describir los cómputos y representaciones del agente, los constructos de los
sistemas dinámicos se aplican con la misma facilidad a aspectos del entorno
i por ejemplo, los ritmos de un grifo que gotea) que a sucesos internos de
procesamiento de información. Esta facilidad para describir sistemas inte
grados más amplios es lo que conduce a teóricos como Beer y Galíagher
(1992) y Wheeler (1994) a preferir antes la teoría de los sistemas dinámicos
que los enfoques clásicos basados en componentes para explicar conductas
emergentes que con frecuencia implican al entorno. Las conductas estudia
das hasta ahora tienden a ser relativamente básicas, como la locomoción me
diante patas (véase el capítulo 5 anterior) y el movimiento orientado visual
mente. Pero muchos teóricos intuyen que la mayor parte de la inteligencia
biológica cotidiana tiene sus orígenes en unos acoplamientos precisos entre
los organismos y los entornos específicos de ciertas tareas y que, en conse
cuencia, este estilo de explicación puede ir mucho más alia que las explica
ciones de fenómenos de «nivel» relativamente bajo. De hecho, en Port y van
Gelder, 1995, se encuentran varios ejemplos de aplicación de la teoría de los
sistemas dinámicos a tareas de nivel superior como la planificación, la toma
de decisiones, la producción del lenguaje y el reconocimiento de sucesos.
Sin embargo, es importante recordar que los parametros sistemicos re
flejados en estas explicaciones dinámicas se pueden alejar mucho, y de
una manera arbitraria, de los datos reales sobre la estructura y el procesa
miento interno del agente. Van Gelder (1991) observa que una explica
ción basada en la teoría de sistemas dinámicos para la conducta del motor
de un automóvil a lo largo del tiempo podría tener que centrarse en un
parámetro como la temperatura, que no corresponde a ningún com po
nente interno o a ninguna variable directamente controlada. Según van
Gelder, esto puede ocurrir porque «en su forma pura, la explicación d i
námica no hace referencia a la estructura propiamente dicha del mecanis
mo cuya conducta explica. Nos dice cómo evolucionan con el tiempo los
valores de los parámetros del sistema, no qué hay en la constitución del
mismo sistema que haga que estos parámetros evolucionen de la manera
especificada. Se dedica a explorar la estructura topográfica de la dinámi
ca del sistema, pero esta estructura es totalmente diferente de la del siste
ma mismo» (ibíd., pág. 500).
166 I Explicar la mente extendida
tan captar con fuerza los fenómenos observables. Esto, además de ser buena
ciencia, es ciencia explicativa (y no sólo descriptiva). Además, como acaba
mos de ver, gran parte del atractivo y el poder distintivo de estos enfoques
reside en su capacidad de centrarse en variables colectivas, es decir, en va
riables cuyas raíces físicas suponen las interacciones de múltiples sistemas
(que con frecuencia se extienden por el cerebro, el cuerpo y el mundo). Pero
este poder distintivo tiene un precio: estos modelos «puros» no apelan di
rectamente a los intereses del ingeniero. El ingeniero quiere saber cómo
construir sistemas que muestren propiedades parecidas a las de la mente y,
en particular, quiere saber cómo surge la dinámica global mostrada con tan
ta precisión por las explicaciones puras a partir de la microdinámica de di
versos subsistemas y componentes. Aceptará que una comprensión plena del
sistema en acción exige unas explicaciones dinámicas puras como las que
acabamos de enumerar. Sin embargo, no creerá que esas explicaciones sean
suficientes para comprender cómo funciona el sistema, porque se sitúan a
una gran distancia de los datos sobre las capacidades de unos componentes
físicos familiares y bien comprendidos. En este sentido, una explicación
computacional típica (conexionista o clásica) se acerca mucho más a consti
tuir una receta para construir un dispositivo capaz de mostrar las conductas
deseadas. La razón de ello es que las transiciones de estado básicas que in
tervienen en la especificación se deben poder reproducir medíante unas
combinaciones conocidas de unas operaciones básicas que, a su vez, se de
ben poder realizar empleando puertas lógicas, unidades de procesamiento
conexionistas, etc.
En cierto sentido, lo que se consigue mediante una discusión dinámica
pura se parece más a un sofisticado análisis de tareas que a una explicación
computacional totalmente elaborada. Pero se trata de un análisis de tareas
que está preñado contrafáclicamente (véase el apartado 6.3 anterior) y que al
mismo tiempo es potencialmente amplio. Es amplio en la medida en que
puede «unir» aspectos del espacio del problema que, por un lado, dependen
del entorno exterior y, por otro, dependen de propiedades del organismo
particular. En estos casos habrá múltiples maneras de implementar la diná
mica descrita, y algunas de ellas incluso podrán dividir las subtareas entre
cuerpo, cerebro y mundo de manera diferente. Por ejemplo, lo que hace un
niño A gracias a la grasa corporal puede hacerlo un niño B gracias a unos pe
sos artificiales, y lo que puede hacer un ser C mediante unos cálculos com
plejos lo puede hacer un ser D mediante la resistencia de sus músculos elás
ticos. Por tanto, a partir de unas «divisiones del trabajo» muy diferentes
pueden emerger unas dinámicas generales idénticas.
Así pues, el principal motivo de queja es que una buena caracterización
dinámicamente pura del sistema no llega a constituir una receta para cons
168 I Explicar la mente extendida
truir un sistema que muestre las conductas de interés. Una respuesta a esta
queja (respuesta que he oído muchas veces en labios de defensores acérri
mos de la teoría de los sistemas dinámicos) consiste en atacar su misma base.
¿Por qué insistir en que la verdadera comprensión de algo exige «saber cómo
construirlo»? Esther Thelen (comunicación personal) observa que «según
este criterio, deberíamos echar por la borda casi toda la biología», por no
mencionar la economía, la astronomía, la geología y quién sabe qué más.
¿Por qué la ciencia cognitiva debe satisfacer un criterio explicativo mucho
más exigente que el de las restantes ciencias?
A pesar de su superficial verosimilitud, esta respuesta está desencami
nada porque se toma la exigencia de la «capacidad de construcción» de una
manera demasiado literal. Lo que aquí se propone no es que realmente po
damos construir sistemas que muestren las características deseadas (aunque
en favor de la inteligencia artificial se debe decir que, con frecuencia, su ob
jetivo es precisamente éste), sino que deberíamos comprender algo sobre el
origen de las propiedades a mayor escala a partir de las interacciones de las
partes. Aunque no podamos construir nuestros propios volcanes, compren
demos cómo se confabulan las fuerzas subterráneas para crearlos. También
podemos buscar explicaciones convincentes del crecimiento y la disminu
ción de la actividad volcánica a lo largo del tiempo, e incluso lo podemos
hacer aislando parámetros de control, definiendo variables colectivas, etc.
Sin duda, una comprensión plena de la naturaleza de la actividad volcánica
depende de seguir simultáneamente y entrelazar con cuidado ambos tipos
de explicación. Así pues, ¡en cierto sentido si que sabemos cómo construir
volcanes, torbellinos, sistemas solares y todo lo demás! Los problemas para
llevar a cabo esta construcción provienen de dificultades prácticas (de es
cala, materiales, etc.) y no de alguna carencia en el nivel necesario de com
prensión.
Por tanto, es necesario suavizar el criterio de la «capacidad de construc
ción» para dar cabida al gran número de casos donde hay otros problemas
que obstaculizan nuestro camino, Unos obstáculos típicos, tomados de un
artículo de Fred Dretske de acertado título,14 podrían ser: «Los materiales
brutos no están disponibles. No podemos pagarlos. Somos demasiado torpes
o no somos lo suficientemente fuertes. La policía no nos deja» (Dretske,
1994, pág. 468). A la inversa, según Dretske, el mero hecho de que podamos
construir algo no garantiza que realmente lo comprendamos: podemos mon
14. El titulo es «If you can’t make one, you don’t know how n works» (Si no lo puedes
construir, no sabes cómo funciona) Según Dretske (1994, pags. 468-482), a pesar de algunos
problemas superficiales esta afirmación es cierta «en todos los sentidos pertinentes de todas las
palabras pertinentes»
Emergencia y explicación I 169
tar las piezas de una maqueta y no ser más listos que antes. Así pues, la afir
mación fundamental (y en mi opinión la correcta) es, simplemente, que para
comprender de verdad un fenómeno complejo es necesario que comprenda
mos por lo menos algo de sus orígenes en las propiedades más básicas de sus
partes biológicas o físicas. Propongo que, en última instancia, esto requiere
explorar continuamente más alia del nivel de las variables colectivas y simi
lares con el fin de comprender las raíces mas profundas de la misma dinámi
ca colectiva.
La vertiente positiva es que -retoricas esporádicas aparte- la mayoría de
los proponentes de un enfoque dinámico reconocen esta necesidad y res
ponden a ella. Después de describir la conducta corpórea y embebida de los
niños pequeños con gran detalle, Thelen y Smith (1994) siguen investigando
cuestiones relacionadas con la dinámica de las organizaciones neuronales
subyacentes. Como indican ellas mismas, su descripción de los paisajes di
námicos variantes {atractores cambiantes) de los niños, las deja «en una to
tal ignorancia acerca de los mecanismos más precisos de la estabilidad cam
biante de los atractores» (ibíd., pág. 129). En respuesta a esta necesidad,
Thelen y Smith abordan mediante un enfoque dinámico el nivel de la orga
nización neuronal. Kelso (1995, pág. 66) es aún mas claro cuando insiste en
que hace falta un « “esquema tripartito” que implique un mínimo de tres ni
veles (el nivel de las metas o tareas..., el nivel de las variables colectivas y el
nivel de los componentes) para obtener una comprensión completa». Kelso
también observa -importante cuestión- que lo que realmente cuenta como
componente o como variable colectiva dependerá, en parte, de nuestros in
tereses explicativos concretos. Citando su propio ejemplo, los osciladores no
lineales se pueden tratar como componentes para algunos fines. Pero la mis
ma conducta osciladora no lineal es un efecto colectivo que surge de las in
teracciones de otras partes más fundamentales.
Randall Beer, en sus intentos cuidadosos y progresivos de comprender el
funcionamiento de los controladores de redes neuronales de agentes senci
llos, destaca la necesidad de comprender la dinámica detallada de cada neu
rona individual, de pares acoplados de neuronas, de pares acoplados de neu
ronas acoplados a su vez a cuerpos simples, etc., aumentando la escala de
complejidad. En resumen, Bcer busca una comprensión basada en los siste
mas dinámicos que llegue hasta abajo y en relación a la cual las propiedades
especiales de sistemas cada vez más grandes y complejos empiecen a tener
más sentido (véase, por ejemplo, Beer, 1995). Por tanto, todos estos teóricos
comparten el reconocimiento de que las aspiraciones explicativas de la cien
cia cognitiva van más allá de la representación detallada de la conducta cor
pórea y embebida, e incluso más allá de las explicaciones genuinas de esta
conducta que se puedan dar en función de variables colectivas adecuadas
170 I Explicar la mente extendida
16. Véanse más detalles en el capítulo 8 de Damasio, 199-1 y en el capítulo 7 de este libro.
Emergencia y explicación t 173
3. Véanse ensayos en Gluck y Rumelhart, 1990 y en'Nadel y otros, 1989; véanse también
vanas de las contribuciones en Koch y Davis, 1994.
La imagen neurocientifica I 179
5. El caso del control del movimiento de los dedos parece encontrarse en el extremo
«muy distribuido» de un continuo de posibilidades de codificación. De hecho, en el extremo
opuesto encontramos algunos esquemas de codificación que utilizan agrupaciones espaciales
de neuronas para mantener un mapa topográfico interno (un mapa interno que mantiene las
relaciones espaciales entre las entradas sensoriales). Por ejemplo, existe un grupo de neuronas
en la corteza cerebral de (a rata cuya organización espacial refleja la distribución espacia! de los
bigotes del animal. Sin embargo, incluso en estos casos aparentemente claros, se debe destacar
que la topografía interna está adaptada a las respuestas máximas de las neuronas individuales
y, en consecuencia, deja espacio para que otros aspectos del ajuste de estas neuronas desem
peñen una función (véase e! apartado 7.3 más adelante), y que los perfiles de respuesta se sue
len obtener en situaciones artificiales (que implican el empleo de manipulaciones eléctricas o
quirúrgicas) y no pueden reflejar con fidelidad el papel de las neuronas en la respuesta a si
tuaciones ecológicamente normales. Con todo, la existencia de la correspondencia topográfi
ca interna es un resultado sorprendente e importante que demuestra que (a naturaleza puede
utilizar varias estrategias y ardides diferentes para fomentar el éxito adaptativo. Véase una ex
posición del caso de los bigotes de la rata en Woolsey, 1990.
182 1 Explicar la mente extendida
ludón temporal baja; las células magno (M) tienen una resolución temporal
alta. Como resultado, las células M permiten la percepción de movimien
tos rápidos, mientras que las células P se encargan (entre otras cosas) de la
diferenciación de colores. La destrucción selectiva de células P impide que
el mono pueda distinguir los colores pero deja intacto el reconocimiento del
movimiento.
La corriente de procesamiento también denominada «m agno» (MD)
incluye muchas poblaciones de neuronas sensibles a la dirección de un es
tímulo de movimiento, especialmente en el área MT. La estimulación eléc
trica de parte de la zona MT puede hacer que el mono «perciba» un movi
miento hacia la izquierda cuando, en realidad, el objeto de referencia se
mueve hacia la derecha (Salzman y Newsome, 1994). En etapas aún más
avanzadas de la jerarquía procesadora (como la MSDT) existen indicios de
la presencia de células sensibles a estímulos de movimiento muy complejos,
como el movimiento en espiral (Graziano y otros, 1994). Al final, la corrien
te MD se conecta con la corteza parietal posterior, que parece emplear la in
formación espacial para controlar funciones de nivel superior como, por
ejemplo, decidir dónde se encuentra un objeto y planificar los movimientos
de los ojos.
Mientras tanto, la misión de determinar qué es cada cosa (reconocí
miento de objetos) está a cargo de una corriente de procesamiento distinta
que tiene sus raíces, especialmente, en unas entradas parvocelulares que pa
san por las zonas V i, V4 y PIT (áreas inferotemporales posteriores) y que
acaban en las áreas inferotemporales centrales y anteriores. Esta vía parece
estar especializada en la forma y el color. En el nivel correspondiente a V4,
existen indicios de la presencia de células sensibles a formas muy complejas
como estímulos concéntricos, radiales, espirales e hiperbólicos (véase la lá
mina 2). En niveles superiores, ciertas células individuales de la corteza
temporal inferior dan una respuesta máxima ante estímulos geométricos
complejos como caras y manos. Pero (y esto es crucial) estas respuestas má
ximas no especifican de una manera exhaustiva el papel desempeñado por
una célula dada en el procesamiento de la información. Aunque una célula
puede dar una respuesta máxima ante (por ejemplo) un patrón en espiral, la
misma célula también responderá en cierta medida a muchas otros patro
nes. Con frecuencia, lo más revelador es la sintonización de una célula con
un conjunto entero de estímulos. Esta sintonización global permite a una
célula participar en un gran número de patrones distribuidos de codifica
ción, aportando información tanto por el hecho de estar activa como por su
grado de actividad. Estas consideraciones condujeron a Van Essen y otros a
tratar las células no como simples detectores de características que indican
la presencia o ausencia de algún parámetro fijo, sino más bien como filtros
184 I Explicar la mente extendida
sintonizados con varias dimensiones del estímulo, de manera que las dife
rencias en la frecuencia de disparo permiten que una célula codifique múl
tiples tipos de información.8 También hay fuertes indicios de que las res
puestas de las células de los niveles medios y superiores de la jerarquía
procesadora dependen de la atención y de otros parámetros cambiantes
(Motter, 1994), e incluso de que las características de la respuesta de las cé
lulas de VI están moduladas por los efectos del contexto local (Knierim y
Van Essen 1992). Tratar las neuronas como filtros sintonizables y modula-
bles proporciona un sólido marco en el que cabe formular y comprender es
tos perfiles complejos. La imagen básica que aquí se presenta también está
en consonancia con la perspectiva de diseño propugnada por Tim Smithers
(véase el apartado 5.5 anterior), en la que se analizan sistemas sensoriales
muy simples como si fueran filtros sintonizados y no simples canales de de
tección de características.
Por tanto, los trabajos recientes sobre la visión de los primates muestran
una conciencia creciente de la complejidad y la sofisticación de los esquemas
de codificación y de las vías de procesamiento biológicos. Sin embargo, esta
apreciación creciente de la complejidad y la dinámica interactiva no implica
que el sistema visual de los primates sea analíticamente impenetrable. Al
contrario, vemos que el sistema separa, filtra y encamina la información pro
gresivamente para hacer que varios tipos de información estén a disposición
de diversos componentes (por ejemplo, la corteza temporal inferior y la cor
teza parietal posterior), y para permitir que los estímulos visuales, tanto de
bajo nivel como de alto nivel, orienten la conducta como y cuando haga fal
ta. Por tanto, una comprensión completa de (por ejemplo) las estrategias de
la visión animada (recuérdese el capítulo 1 anterior) exigirá, por un lado, la
apreciación de muchos tipos de dinámica interna compleja y, por otro, com
prender cómo utiliza estos recursos un ser corpóreo y embebido para explo
tar características del entorno y estímulos localmente eficaces al servicio del
éxito adaptativo.
describir las zonas dañadas como si fueran las sedes físicas de diferentes cla
ses de conocimientos: lo que proponen es que las regiones dañadas son zo
nas de control que promueven la activación conjunta de varias áreas muy
distantes entre sí. En general, se trata de cortezas sensoriales y motrices pre
vias que, mediante las señales reentrantes, serían estimuladas a crear de nue
vo sus respuestas particulares ante ciertos estímulos externos. Resumiendo
sus propuestas, Damasio y Damasio comentan lo siguiente:
este caso, la presencia del análisis de componentes parece esencial para sal
var el abismo existente entre los fenómenos que hay que explicar (es decir,
los déficit que afectan a tipos específicos de conocimientos) y los modelos
que creamos. Si no habláramos de las funciones cognitívas de las cortezas
sensoriales previas ni de las estructuras corticales de nivel superior especia
lizadas en volver a crear unos complejos específicos de actividad cognitiva,
no comprenderíamos cómo podrían explicarse realmente los fenómenos psi
cológicos por medio de otras descripciones de la dinámica detallada de las
interacciones entre los componentes.
Por último, obsérvese que las hipótesis de control neuronal están muy le
jos de describir el cerebro como un dispositivo centralizado para el inter
cambio de mensajes, porque existe una gran diferencia entre imaginar que
algún sistema interno de control tiene acceso a toda la información codifica
da en los diversos subsistemas, e imaginar un sistema que puede abrir y ce
rrar canales que conectan diversos subsistemas entre sí.’ Todo lo que exigen
las hipótesis de control neuronal acabadas de esbozar es esta última capaci
dad para controlar canales. Por tanto, son muy distintas de la visión tradi
cional de un sistema «ejecutivo central». Los «centros superiores» postula
dos por Damasio y Damasio no actúan como almacenes de conocimientos
«transferidos» desde los centros de nivel inferior. En cambio, son «mera
mente los puntos de convergencia más distantes desde los cuales se puede
disparar la retroactivación divergente» (Damasio y Damasio, 1994, pág. 70).
Creo que gran parte de la oposición recibida por los enfoques centrados en
el procesamiento de la información se puede formular mejor como una opo
sición a una imagen de la mente caracterizada por un rico «envío de mensa
jes» (véase, por ejemplo, Brooks, 1991). Así, Maes (1994, pág. 141} observa
que el trabajo centrado en agentes autónomos adaptativos evita el empleo de
módulos clásicos que «se basan en la “representación central” como medio
de interfaz». En cambio, estos investigadores postulan unos módulos que se
relacionan entre sí mediante mensajes muy simples cuyo contenido rara vez
va más allá de señales de activación, supresión o inhibición. Como resultado,
no hace falta que los módulos compartan ningún formato de representación:
cada uno puede codificar información de maneras muy características y es
pecíficas de la tarea (ibíd., pág. 142). Esta imagen de un control descentrali
zado y de múltiples formatos de representación es a la vez biológicamente
realista y computacionalmente atractiva. Pero, como hemos visto, también es
totalmente compatible con cierto grado de descomposición modular interna
y con el empleo de estilos de explicación (parcial) basados en el procesa
miento de información.
Por tanto, las hipótesis de control neuronal constituyen una potente mez
cla de radicalismo y tradicionalismo. Su radicalismo se debe a que ofrecen un
modelo de la cognición superior descentralizado y sin envío de mensajes, a
que suelen describir la cognición superior como si surgiera de la actividad
trabada en el tiempo de múltiples tipos de zonas de procesamiento senso-
riomotor más básicas, y a que reconocen la dinámica compleja y recurrente
del procesamiento neuronal.
Pero conservan elementos fundamentales de enfoques más tradicionales,
como el empleo de una descomposición, al estilo del procesamiento de la in
formación, en la que se asocian unos componentes neuronales definidos con
unas funciones específicas de portar contenido.
ca ofrecía un terreno común incluso para los campos, por lo demás opues
tos, del conexionismo y la inteligencia artificial clásica.2 Las diferencias en
tre conexionistas y clasicistas se centraban únicamente en la naturaleza pre
cisa del sistema de representaciones internas, no en su existencia misma. Los
clasicistas creían en una economía interna «simbólicamente sólida» donde
los contenidos mentales se almacenaban como cadenas de símbolos que po
dían ser leídas, copiadas y trasladadas por algún tipo de unidad central de
procesamiento interno. Los conexionistas creían en un estilo mucho más im
plícito de representación interna que sustituía las cadenas de símbolos sóli
dos y manipulabas por vectores numéricos complejos y operaciones básicas
de reconocimiento y transformación de patrones.
Aun así, tanto las representaciones simbólicas explícitas y sólidas como
las representaciones conexionistas distribuidas y vectoriales se consideraban
representaciones internas propiamente dichas. Desde este punto de vista, en
un sistema se da representación interna siempre que ese sistema cumpla los
siquientes requisitos intuitivos (Haugeland, 1991):
Una cosa está cada vez más clara. En la medida en que el cerebro biológi
co opere con algo que se pueda describir adecuadamente como «representa
ción interna», una gran parte de esas representaciones serán locales y estarán
orientadas hacia la acción en vez de ser objetivas e independientes de la ac
ción. Aquí se da un contraste entre representaciones «personalizadas», com
putación almente económicas y localmente eficaces, y estructuras cuyo conte
nido se parece más a símbolos clásicos que denotan elementos de la realidad
pública y objetiva. Tomemos el trabajo sobre la visión animada presentado en
el capítulo 1 anterior. Aunque en él se mantiene el compromiso con el empleo
de descripciones tanto computacionales como representacionales, la natura
leza de los procesamientos y de las representaciones se ha replanteado para
que refleje el papel fundamental (por ejemplo) del movimiento corporal real
(incluyendo el desplazamiento de la fóvea) para determinar y simplificar los
problemas de procesamiento de información que caben resolver. Las estrate
gias seguidas suponían una mayor dependencia de lo que Ballard (1991) ha
denominado «representaciones personalizadas», es decir, el empleo de repre
sentaciones de características idiosincrásicas y localmente eficaces para orien
tar la conducta. Por ejemplo, para guiar una búsqueda visual de nuestra taza
de café podemos depender en gran medida del color particular de la taza y
(según la teoría de la visión animada) podemos emplear una representación
interna cuyo contenido sea (por ejemplo) que nuestra taza es amarilla. Esta
descripción sólo es eficaz localmente (no se podrá generalizar para ayudamos
a encontrar otras tazas de café) y está muy centrada en el agente. Pero una de
sus ventajas es que supone características cuya detección es computacional-
mente económica: el color se puede reconocer incluso en las periferias de
baja resolución del campo visual.
Según Ballard, los sistemas clásicos tendían a ignorar estas características
localmente eficaces porque la identidad del objeto (el hecho de ser una taza
Ser, computar, representar i 201
9. Aquí se establece una distinción entre las estrategias que empleamos («en linea») para
provocar identificaciones y respuestas rápidas durante la acción cotidiana y las estrategias que
tenemos a nuestra disposición (desconectadas o «fuera de línea») como procedimientos de res
paldo más reflexivos y que consumen más tiempo. Así, podemos emplear señales sencillas
como barbas y canas para la detección cotidiana de abuelos (o aletas y natación para detectar
peces) aun poseyendo estrategias mucho más precisas que podríamos desplegar si tuviéramos
más tiempo e información. Por tanto, la expresión «en línea» significa una resolución de pro
blemas cotidianos limitada en cuanto a tiempo y recursos que favorece la adopción de estrate
gias «sobre la marcha» y semiautomatizadas en detrimento de procedimientos más intensivos
que reflejarían nuestros conocimientos y compromisos más profundos.
202 I Explicar la mente extendida
10. Véase el apartado 2.7 anterior. Hooker y otros (1992) plantearon una propuesta simi
lar en un brillante articulo que contrasta con claridad las diversas concepciones de la repre
sentación interna y defiende una nocton de la representación como control. Véase también
Clark, 1995.
204 I Explicar la mente extendida
Los datos sobre el desarrollo brindan un convincente apoyo a... las posturas
contrarias al computacionalismo. Es necesario rechazar la visión piagetiana de
que el estado final del desarrollo es llegar a ser como un lógico suizo y la convic
ción maduracionista de que en el cerebro hay un ejecutivo... que dirige el curso
del desarrollo (Thelen 1995, pág. 76).
La cuestión que cabe destacar es que, aquí (como en otros lugares), la ex
presión enérgica de una postura anticomputacional está seguida de una des
cripción más minuciosa y precisa de los objetivos. Si ignoramos las afirma
ciones espectaculares y nos centramos en estas descripciones más minuciosas,
veremos que el verdadero malo de la película no es el computacionalismo (o
el representacionalismo) per se sino más bien:
13. Quedan pendientes muchas cuestiones delicadas acerca de la manera correcta de com
prender la noción misma de computación. En particular, hay quien afirma que la computación
propiamente dicho sólo puede darse en sistemas que emplean estados discretos en vez de (por
ejemplo) unidades con niveles continuos de activación. Este punto de vista «formalista» de la
computación se vincula con las ideas de digitalización que subyacen a muchos resultados clási
cos en la teoría de la computación. Sin embargo, también hay una noción de computación más
informal (con unos orígenes históricos igualmente impresionantes en los trabajos iniciales del
denominada computación analógica) relacionada con las ideas generales de procesamiento au
tomático de información y de transformación de representaciones. Yo mismo adopto esta no
ción menos restrictiva de la computación en el presente volumen. Obsérvese que, desde esta
perspectiva, la tarea de demostrar que un sistema es computacional se reduce a demostrar que
transforma y procesa automáticamente información. Pero estas mismas nociones también son
problemáticas. Véanse exposiciones más detalladas de todas estas cuestiones en Giunti, 1996:
Smith, 1995; Smitb, 1996; Hardcastlc, 1995 y en los artículos de Harnad, 1994.
14. Véanse afirmaciones similares en las págs. 83-85, 161 y 331-338 de Thelen y Smith,
1994 y en la pág. 74 de Thelen, 1995.
Ser, computar, representar I 207
En lugar de estas tesis, Thelen y Smith proponen (de una manera bas
tante convincente desde mi punto de vista) lo siguiente:
15. Véase una exposición completa del complejo caso de la especificación genética par
cial en las págs. 116-117 de Dcnnett, 1995.
208 I Explicar fa mente extendida
y abarca explícitamente todo el terreno que cabe esperar. El otro está dise
ñado para ser ejecutado en un equipo muy especial que ya está preparado
para calcular impuestos. Este «programa» sólo contiene la instrucción «cal
cular impuestos». Sin duda, es un ejemplo de programa muy restrictivo o
marginal. Contiene una instrucción que (supongamos) debe ser descodifica
da por un dispositivo de lectura para que se produzca la conducta deseada.
Pero parece tener más en común con el ejemplo del «mero enchufe» (y, en
consecuencia, con el modelo del calor aplicado a la sartén) que con la ima
gen de una receta para el éxito. Así pues, quizá la base conceptual no sea la
mera intervención de señales y descodificaciones sino la medida en que la
conducta deseada (el cálculo de impuestos, los bucles de convección) esté
realmente especificada por la fuerza aplicada en vez de ser simplemente ac
tivada por ella. Este diagnóstico parece intuitivamente atractivo y puede ayu
dar a explicar, por ejemplo, por qué es tentador tratar el ADN como si pro
gramara resultados físicos,'6mientras se niega que el calor programe el aceite
de la sartén.
Por tanto, la idea de un programa parcial es la idea de una especificación
genuina que, no obstante, cede gran parte del trabajo y de la toma de deci
siones a otras partes de la matriz causal global. En este sentido, se parece16
17. El concepto de sinergia intenta capturar la idea de vínculos o acoplamientos que li
mitan el despliegue colectivo de un sistema que comprende muchas panes. Kelso (1995, pág.
38) cita como ejemplo las ruedas delanteras de un automóvil, que están obligadas a girar al
Ser, computar, representar I 211
gica17 del sistema corporal lleva a cabo tantas cosas, que las órdenes neuro-
nales se comprenden mejor en todas las etapas como la aplicación de fuerzas
simples a un sistema complejo cuerpo-entorno cuya propia dinámica recibe
gran parte de la carga relacionada con la resolución de problemas. Sin em
bargo, desde una perspectiva menos radical se podría decir que lo que real
mente demuestran estas investigaciones es que el problema de producir mo
vimientos de alcanzar y similares puede exigir menos conjuntos internos de
instrucciones detalladas de lo que hemos supuesto hasta ahora, a causa de la
dinámica sinérgica bastante compleja que ya está implementada (por ejem
plo) en los brazos y músculos mismos. Como dicen Thelen y Smith, puede
que la especificación requerida para generar algunas conductas motrices se
limite a estipular la configuración de unos cuantos parámetros esenciales
(como, por ejemplo, la rigidez inicial del sistema muscular) que pueden te
ner unos efectos complejos en la dinámica total del sistema físico, de modo
que la conducta de alcanzar se lleve a cabo sin especificar directamente cier
tos parámetros como las configuraciones angulares de las articulaciones. La
cuestión que cabe destacar es que la ausencia de un tipo particular de ins
trucciones o especificaciones (por ejemplo, que estipulen explícitamente las
configuraciones angulares de las articulaciones y la pauta de activación mus
cular) no implica la ausencia completa de una especificación o programa. De
hecho, esta caracterización solo parece convincente en el caso extremo don
de la noción de una especificación codificada se reduce a la noción de una
simple fuerza aplicada o de una sola instrucción no estructurada. Así pues,
queda mucho espacio por explorar entre la idea de un programa almacena
do que especifica una estrategia de resolución de problemas en un nivel muy
bajo (por ejemplo, el nivel de la pauta de activación del músculo) y la idea de
un sistema cuya dinámica intrínseca hace que una especificación sea total
mente innecesaria o la reduzca a la aplicación de una simple fuerza (que, en
realidad, viene a ser lo mismo). Entre estos dos extremos se encuentra el es
pacio de lo que he denominado «programas parciales». Creo que la verda
dera enseñanza de los trabajos sobre el control motor basados en los siste
mas dinámicos es que éste es el espacio donde encontraremos los programas
de la propia naturaleza.
Pero supongamos que no es así. Supongamos que no existe ningún nivel
de elaboración neuronal de instrucciones que merezca denominarse «pro
grama almacenado». Aun así, propongo que de ello no se deduce que la ima
gen del cerebro como dispositivo compiitacioml carezca de base. De hecho,
mismo tiempo en una sinergia incorporada que, sin duda, simplifica la dirección. Se puede
aplicar con éxito el mismo concepto al ejemplo de las pautas de coordinación entre manos exa
minado en el capítulo 6 anterior (véase Kelso, 1995, pág. 52).
212 l Explicar la mente extendida
18 Naturalmente, el peligro es que esta noción sea ahora demasiado generosa, permi
tiendo (por ejemplo) que el sistema de fichas de una biblioteca y las redes de fax se consideren
sistemas computacionales. Estoy de acuerdo en que, como mucho, estos casos son marginales.
Sin embargo, la principal noción alternativa incurre en el error contrario. Esta noción (en bea-
siones denominada «idea formalista de la computación») vincula la idea misma de computa
ción a ideas sobre codificación digital y «conmutabilidad clásica». Pero la noción de compu
tación analógica tiene una historia larga y distinguida y, en consecuencia, no se puede
considerar contradictoria. Véanse exposiciones detalladas de todas estas cuestiones en Har-
nad, 1994; Hardcastle, 1995; Smith, 1995 yGiunti, 1996.
Ser, computar, representar I 213
Quizá haya otras razones para recelar de los enfoques basados en la re
presentación. Como se ha argumentado recientemente, estos enfoques no
pueden hacer justicia a las cruciales dimensiones temporales de la respuesta
adaptativa real (véase especialmente la introducción a Port y van Gelder,
1995). Por ejemplo, los primeros modelos de carácter conexionista (véase el
capítulo 3 anterior) no manifestaban ningún conocimiento intrínseco del tiem
po o del orden y dependían de una variedad de ardides19para eliminar la am
bigüedad de secuencias con elementos idénticos. Además, la información de
entrada para estas redes eran «instantáneas» del mundo y las salidas nunca
eran patrones de actividad esencialmente extendidos en el tiempo. La apari
ción de las redes recurrentes (Jordán, 1986; Elman, 1991) constituyó un
avance porque estas redes incorporaban bucles internos de retroalimenta-
ción que permitían que las respuestas a nuevas entradas tuvieran en cuenta
las actividades previas de las redes. Sin embargo, como indican Port y otros
(1995), estas redes son más adecuadas para tratar con el orden que con la
sincronización real. Por ejemplo, pueden especificar como salida una se
cuencia ordenada de operaciones (como una serie de instrucciones para tra
zar un rectángulo; véase Jordán, 1986) o ser sensibles a restricciones grama
ticales que dependan del orden de las entradas (véase el trabajo de Elman,
1991, sobre gramáticas artificiales). Pero el orden no es lo mismo que la sin
cronización real. Cuando corremos para alcanzar un autobús en marcha, de
bemos hacer algo más que producir la secuencia correcta de órdenes motri
ces. Debemos tomar nota de una pauta que se despliega en el tiempo (el
autobús que acelera alejándose de nosotros) y generar una gama de acciones
compensatorias (una serie de órdenes motrices coordinada en el tiempo para
las piernas, los brazos y el cuerpo). Y en el momento del contacto (si es que
tenemos suerte) se debe producir un delicado acoplamiento entre la activi
19. Véanse algunas ejemplos en las pags. 119-120 de Churchland y Sejnowski, 1992
214 I Explicar la mente extendida
20. Vease una amplia exposición en Pon y otros, 1995; los párrafos anteriores de mi ca
pítulo deben mucho a su tratamiento claro y conciso.
Ser, computar, representar ! 215
Sólo queda una manera (que yo sepa) de intentar argumentar con fuerza
en contra del representacionalismo. Se basa en apelar a la presencia de unas
influencias continuas y mutuamente moduladores que vinculan cerebro,
cuerpo y mundo. Ya hemos encontrado indicios de esta complejidad mutua
mente moduladora en el funcionamiento interno del mismo cerebro (véase
el caso de la visión de los mamíferos en el apartado 7.3 anterior). Pero su
pongamos que algo parecido a este nivel de complejidad interactiva caracte
rizara a algunos de los enlaces entre los circuitos neuronales, el cuerpo físico
216 I Explicar la mente extendida
y ciertos aspectos del entorno local. Los casos en los que estoy pensando se
pueden presentar adaptando una analogía debida a Tim van Gelder (comu
nicación personal).
Consideremos un receptor de radio, cuya señal de entrada podemos
tratar como un modulador continuo de la «conducta» de la radio (su sali
da de sonido). Ahora imaginemos (aquí es donde adapto la analogía para
insistir en este punto) que la salida de la radio también es un modulador
continuo del dispositivo externo (el transmisor) que emite la señal de en
trada. En este caso, observamos una interacción verdaderamente compleja
y temporalmente densa entre los dos componentes del sistema que podría
conducir a dinámicas globales distintas (por ejemplo, a una retroalimenta-
ción positiva o a un equilibrio estable) dependiendo de los detalles preci
sos de la interacción. El hecho fundamental es que, dada la naturaleza con
tinua de las modulaciones mutuas, una estrategia analítica común daría
pocos resultados. Naturalmente, esta estrategia común es el análisis de
componentes tal como se ha descrito en el capítulo 6 anterior. Es induda
ble que en este ejemplo podríamos -y deberíamos- identificar distintos
componentes. Pero esta estrategia fracasa si después intentamos compren
der el despliegue conductual de un componente dado (por ejemplo, el re
ceptor) tratándolo como si fuera una unidad aislada21 de su entorno local
por los límites tradicionales de la transducción y la acción, porque estos lí
mites, en vista de los hechos de la modulación mutua continua, parecerían
arbitrarios en relación con este despliegue conductual concreto. No serían
arbitrarios si, por ejemplo, la unidad receptora mostrara conductas discre
tas, en unidades de tiempo de recepción de señales y de su posterior emi
sión. Si así fuera, podríamos reconceptualizar los sucesos del entorno
como si el mundo diera entradas a un dispositivo que luego produce sali
das («acciones») que influyen en el mundo y que, en consecuencia, ayudan
a moldear la próxima entrada de la secuencia: por ejemplo, podríamos de
sarrollar una versión interactiva tipo «atrapar y lanzar» del análisis de com
ponentes, como se predice en el capítulo 6 anterior.
Otro ejemplo (propuesto por Randy Beer) puede ayudar a definir mejor
esta diferencia. Consideremos un sistema simple con dos neuronas que, por
separado, no muestran ninguna tendencia a oscilar rítmicamente. Sin em
bargo, en ocasiones ocurre que dos neuronas como éstas, cuando están vin
culadas por algún proceso de señalización continua, modulan mutuamente
su conducta y producen una dinámica oscilatoria. Llamemos «cerebro» a la
21. He tomado esta noción de aislamiento de Butler (en prensa). El capítulo 4 de esta obr
presenta buenos argumentos contra la tesis radical de la cognición corpórea, aunque no aborda
la clase de casos que constituyen un reto especial y que se examinan en el presente apartado.
Ser, computar, representar I 217
22. También conocida como «causalidad circular»; vease, por e|emplo, la bibliografía so
bre cibernética citada en las notas del capitulo 5. Esta noción también se destaca en Kelso,
1995. Evito esta expresión porque parece sugerir un proceso simple que implica una etapa de
retroalimcntación desde la salida a la entrada. Los casos mas interesantes de causalidad recí
proca continua implican múltiples fuentes asincrónicas de retroalimentación, veanse Kelso,
1995, pág. 9 y Ashby, 1956, pag. 54.
218 i Explicar la mente extendida
23. De hecho, éste es precisamente el tipo de escenario previsto por la hipótesis de las zo
nas de convergencia de Damasio y Damasio (véase el apartado 7.4 anterior).
Ser, computar, representar t 219
Como hemos visto, el mayor desafío que se puede plantear a una inter
pretación basada en la representación proviene de casos donde la red de in
fluencia causal llega a ser tan amplia y compleja que es prácticamente impo
sible aislar unos «elementos privilegiados» a los que asignar unas funciones
adaptativas específicas de portar información. Estos casos suelen suponer la
evolución continua y recíproca de múltiple sistemas estrechamente vincula
dos entre sí, cuyo efecto acumulativo («emergente») consiste en suscitar al
gún tipo de conducta o respuesta útil. Sin embargo, al intentar hacer justicia
a estos casos problemáticos no deberíamos olvidar la gama de casos igual
mente convincentes para los que una comprensión representacional parece
muy adecuada. Se trata de los casos que suponen lo que en otro lugar24 he
denominado «problemas ávidos de representación».
Recordemos el primer requisito de Haugeland para un sistema que utili
ce representaciones internas (véase el apartado 8.2 anterior). Según este re
quisito, el sistema debe coordinar sus conductas con características del en
torno cuya presencia no siempre sea «segura». Creo que hay dos clases
principales de casos donde se cumple esta condición. Se trata de: I) los ca
sos que suponen razonar sobre estados de cosas ausentes, inexistentes o con-
trafácticos, y/o 2) los casos que suponen una sensibilidad selectiva a estados
de cosas cuyas manifestaciones físicas son complejas y difíciles de controlar.
La primera clase de casos (ya mencionada en el apartado 8.2 anterior) in
cluye pensamientos sobre sucesos distantes en el tiempo o en el espacio y
pensamientos sobre los resultados potenciales de acciones imaginadas. En
estos casos es difícil evitar la conclusión de que el razonamiento con éxito
implica crear algún tipo de sustitutos previos e identificables para los fenó
menos ausentes: sustitutos internos que hacen posible una coordinación
conductual adecuada sin la orientación facilitada por una entrada externa
constante.
La segunda clase de casos (que Haugeland no tiene en cuenta) es igual
mente familiar, aunque un poco más difícil de describir. Son casos donde el
sistema cognitivo debe responder selectivamente a estados de cosas cuyas ma
nifestaciones físicas son totalmente diversas: estados de cosas que se unifican
en algún nivel más bien abstracto, pero cuyos equivalentes físicos tienen poco
en común. Como ejemplos podemos citar la capacidad para elegir todos los
elementos valiosos de una habitación y la capacidad para razonar acerca de
todas las posesiones del Papa. Es muy difícil ver cómo podemos conseguir
que un sistema razone sobre cosas como éstas sin configurarlo para que pri
mero asimile las múltiples entradas superficialmente diferentes a un proceso
o estado interno común, de modo que después se pueda definir otro proce
samiento (razonamiento) sobre este equivalente interno que puede ser un ele
mento, un patrón o un proceso cuyo contenido se corresponda con la pro
piedad abstracta. En estos casos, el éxito conductual parece depender de
nuestra capacidad para comprimir o dilatar un espacio de entradas sensoria
les. Para que un agente tenga éxito, debe aprender a tratar entradas con unas
codificaciones tempranas (en las periferias sensoriales) muy diferentes como
si requirieran la misma clasificación o, a la inversa, debe aprender a tratar en
tradas cuya codificaciones tempranas son muy similares como si requirieran
clasificaciones diferentes. Los estados internos identificables desarrollados
para servir a estos fines no son más que representaciones internas cuyos con
tenidos se refieren a los (esquivos) estados de cosas en cuestión.25 (Si alguna
de estas explicaciones resultara ser correcta, sería difícil resistirse a la conclu
sión de que incluso el reconocimiento visual básico implica, en ocasiones,
cómputos definidos sobre estados representacionales internos genuinos.)
En los dos tipos de casos mencionados (lo ausente y lo ingobernable), la
característica común es la necesidad de generar otro estado interno cuyo pa
pel adaptativo en relación con el procesamiento de información consista en
25. Véase una defensa más completa de esta afirmación en Clark y Thornton, 1996.
Ser, computar, representar ¡ 221
26. Esta cuestión surgió durante una conversación especialmente fructífera con Randy
Beer.
27. El trabajo reciente de Melanie Mitchell y Jim Crutchficld se dedica intensamente a
esta visión de enriquecimiento mutuo; véanse, por ejemplo, Crutchfield y Mitchell, 1995 y Mit
chell y otros, 1994.
28. Véanse ensayos en Port y van Gelder, 1995. Véase también van Gelder, 1995, págs.
376-377.
Ser, computar, representar I 223
29. Aquí, (a idea (que inicialmente puede parecer paradójica) es que, en ocasiones, so
brevienen unos «contenidos estrechos» (Fodor, 1986) a estados del agente junto con partes se
leccionadas del entorno local. Véase Clark y Chaimcrs, 1998.
30. Por tanto, esta inquietud sólo se aplicará a las elecciones de vehículos dinámicos que
no se basen en una comprensión detallada al nivel de los componentes. Las explicaciones co-
nexionistas basadas en trayectorias, espacios de estados y atractores (véase, por ejemplo, El
man, 1991) no se verán afectadas porque sus parámetros básicos ya están determinados por las
propiedades de los componentes básicos. Lo mismo se podría decir de las explicaciones diná
micas con base neuronal (véase, por ejemplo, Jordán y otros, 1994).
31. Naturalmente, siempre ha habido una gran distancia entre una descripción algorítmi
ca y cualquier implementación concreta. Pero una virtud fundamental de los enfoques com
putacionales usuales era que al menos limitaban las descripciones algorítmicas para garantizar
que, en principio, se pudieran implemcntar empleando únicamente los recursos básicos de una
máquina universal de Turing; véase, por ejemplo, Newell y Simón, 198!. (Por tanto, lo que una
descripción dinámica abstracta puede perder como prescripción mecanicista detallada, lo pue
de compensar en fuerza temporal; véase van Gelder, 1995.)
224 { Explicar la mente extendida
8.8 Raíces
1 La expresión inglesa para el Dasein hcideggeniano es «being there», que significa tamo
«ser ahí» como «estar ahí». El autor juega con ambos sentidos a lo largo del texto, empezando
por el mismo título del libro (N. del T.).
32. Entre otros trabajos especialmente pertinentes se incluyen Maturana y Varela, 1987;
Dreyfus, 1979; Winograd y Flores, 1986; Kclso, 1995 y varios de los artículos de Boden, 1996.
33. Véase una excelente discusión en los capítulos 3 y 6 de Dreyfus, 199!.
34. Wheclcr (1995) aborda este conflicto y ofrece como solución una ampliación funda
mentada de la noción de trasfondo de Heidegger.
35. Véase una excelente discusión de los temas comunes que vinculan el trabajo de Mcr-
Ser, computar, representar S 225
Cuando mi mano sigue cada esfuerzo que hace un animal para escapar mien
tras sostengo un instrumento para capturarlo, es evidente que cada uno de mis
movimientos responde a una estimulación externa; pero también es evidente que
estas estimulaciones no se podrían recibir sin los movimientos por los cuales ex
pongo mis receptores a su influencia... Las propiedades del objeto y las inten
ciones del sujeto no sólo se entremezclan; también constituyen una nueva totali
dad (Merleau-Ponty, 1942, pág. 13).
37. La ¡dea de que los estados internos incorporan información que se puede desplegar
de una manera computacionalmentc económica para orientar la acción posterior se encuentra,
de una forma u otra, en Ballard, 1991; Brooks, 1991; Mataric, 1991; Chapman, 1990; Gibson,
1979; Gibson, 1982, Ncisser, 1993 y Turvey y otros, 1981
38. Otra área reciente de investigación donde la cuestión de la corporeización también
ocupa un lugar preponderante, se dedica a estudiar cómo los esquemas y las imágenes basados
en el cuerpo impregnan a estilos de pensamiento mucho más abstractos. Aquí, la idea funda
mental es que nuestra manera de conceptualizar ciertos ámbitos rarificados (problemas mora
les, relaciones temporales, estructuras arguméntales, etc.) depende mucho de una especie de
extensión metafórica de nociones básicas basadas en experiencias corporales. Aunque en es
píritu mi interés por el papel del cuerpo y el mundo es claramente similar, en realidad es bas
tante diferente porque yo me centro en cómo las intervenciones físicas y las estructuras am
bientales reales reconfiguran el espacio de los cómputos neuronales individuales. El estudio de
las metáforas corporales se profundiza en Lakoff, 1987; Johnson, 1987, y en el capítulo 11 de
Thelen y Smith, 199-4.
39. Véase especialmente el ejemplo de Bittorio en el capítulo 8 de Varela y otros, 1991.
Ser, computar, representar I 227
40. Véanse las págs. 172-179 tle Varcla y otros, 1991, donde la influencia de las ideas de
Merleau Pomy sobre la causalidad circular se destaca explícitamente
41. No puedo dejar de sospechar que existe algún desacuerdo entre Varcla, Thompson y
Rosch acerca de esta cuestión porque en algunos lugares (véanse, por ejemplo, las págs. 172-
179) su argumento se detiene deliberadamente justo ames de esta conclusión radical, mientras
que en otros lugares (véase, por ejemplo, el capítulo 10) parece apoyarla. Sin embargo, toda
exégests es delicada y la insinuación de la existencia de una tensión interna es, necesariamen
te, tentativa.
228 | Explicar la mente extendida
42 Vease, por ejemplo, el debate entre Vera y Simón (extremadamente liberales) y Tou-
retzky y Pomerleau en Cognitwe Saetí ce, 18 (1994). Aunque se presenta más como una dis
cusión sobre símbolos internos que sobre representaciones internas, este debate muestra
exactamente el choque de intuiciones comentado en el texto. Touretzky y Pomerleau sólo
identifican como símbolos internos los elementos que sean sintácticamente arbitrarios (lo que
importa no es el estado físico per se sino solo su papel convencional), relativamente pasivos
(manipulados por un procesador bien diferenciado) y capaces de entrar en episodios recursi
vos de combinación y recombinación basados en funciones. Vera y Simón cuentan como sím
bolos cualesquiera señales o estados internos cuya función sea designar o denotar. Mi propio
punto de vista, como debe resultar evidente, se encuentra a medio camino entre estos dos ex
tremos. Estoy de acuerdo con Touretzky y Pomerleau en que no se debe considerar un símbo
lo (o una representación interna) cualquier señal que pase por un sistema complejo. Pero bas
ta con que una señal sea capaz de actuar como un sustituto genuino (controlando respuestas en
ausencia de una entrada real del entorno) y que forme parte de algún tipo de sistema repre-
sentacional. Sin embargo, como se argumentó en el apartado 8.1 anterior, estas limitaciones
adicionales están muy lejos de exigir (os sistemas de símbolos clásicos y concadenadores ima
ginados por Touretzky y Pomerleau. De una manera más general, considero intuitiva la idea
global de que un sistema interno de representación no se debe vincular en exceso con nuestra
experiencia con lenguajes, textos y gramáticas artificiales, que son tipos específicos de esque
mas cuyas propiedades pueden decir más sobre el perfil computacional del pensamiento hu
Ser, computar, representar I 229
una importante lección que se puede extraer del trabajo actual en la neuro-
ciencia y en la teoría de los sistemas dinámicos es que no deberíamos tener una
mentalidad cerrada acerca de la naturaleza de los sucesos internos que ayudan
a explicar el éxito conductual. Estos sucesos internos pueden incluir toda cla
se de procesos neuronales complejos que dependan de amplias gamas de pro
piedades dinámicas, que incluyen atractores caóticos, ciclos límite, pozos po
tenciales, trayectorias en espacios de estados, valores de variables colectivas o
sistémicas y muchas cosas más.45 De la misma manera, las explicaciones que in
vocan la representación interna pueden acabar otorgando a estos procesos di
námicos de carácter tan complejo y local el papel de vehículos para tipos es
pecíficos de información y de conocimientos. En la medida en que esto ocurra,
la noción misma de representación interna podrá experimentar una transfor
mación sutil que, ante todo, la despoje de las connotaciones clásicas que invi
taban a concebir los vehículos típicos de la representación como estructuras
relativamente sencillas y localizadas en el espacio y/o en el tiempo.
Debemos admitir que algunos casos plantean un problema especialmen
te difícil. Son los casos que implican procesos de causalidad recíproca conti
nua entre factores externos e internos. Parece improbable que esta interac
ción continua pueda caracterizar la gama de casos donde el enfoque
represen racional es más convincente, es decir, los casos que implican razonar
sobre lo distante, lo inexistente o lo sumamente abstracto. En estos casos, el
centro de atención se desplaza hacia la dinámica interna del sistema que se
estudia. El problema crucial y todavía no resuelto es si esta dinámica interna
encajará o no con una interpretación que, aun siendo más liberal, siga estan
do basada en la representación. En favor del «no» se puede aducir que a me
dida que la dinámica interna se hace más compleja o a medida que los su
puestos contenidos se hacen más pequeños (personalizados, orientados
hacia la acción), la base explicativa proporcionada por las interpretaciones
basadas en la representación debe disminuir hasta acabar desapareciendo
por debajo de un umbral aún por determinar. En favor del «sí» se puede
destacar que aún no existe ninguna intrepretación alternativa de la resolu
ción de problemas genuinamente ávidos de representación y que es difícil
ver cómo se pueden dar explicaciones concisas, generales y claras de gran
parte de nuestro éxito adaptativo sin reinventar, de algún modo, las ¡deas de
procesamiento complejo y de estados internos contenido.43*
mano consciente que sobre el género total de sistemas de representación. Véanse más exposi
ciones en Kirsh, 1991; van Gelder, 1990; el capítulo 6 de Clark, 1993; Touretzky y Pomerleau,
1994, y Vera y Simón, 1994.
43. Véanse Skarda y Freeman, 1987; Beer, 1995; Thelen y Smith, 1994; Elman, 1994, y
Kelso, 1995.
230 I Explicar la mente extendida
4-t. Aunque esta frase es muy conocida, su origen es bastante incierto. Durante mucho
tiempo yo la había atribuido al neurocienúfico soviético A. R. Luria, pero no he podido en
contrar ninguna prueba que lo confirme. Casi lodos mis colegas científicos cognitivos ingleses
y norteamericanos la conocen pero tampoco han podido encontrar su origen. Así que lo dejo
como un ejercicio para el lector.
Tercera parte
MÁS ALLÁ
1. Véanse más enfoques en McCIamrock, 1995; Thelen y Smith, 1994; Rutkowska, 1993;
Hutchins, 1995; Rcsnick, 1994, y Varela y otros, 1991. Véanse también los ensayos en Boden,
1996.
2. Véase Davidson, 1986.
234 t Más allá
optimista- ¿por qué no ha podido aclarar toda una colección de fenómenos so
ciales y económicos diferentes? Entre sus fracasos más sonados se encuentran
la incapacidad de construir modelos de cambios económicos a gran escala con
el tiempo y la incapacidad de construir modelos de elección en condiciones de
gran incertidumbre como, por ejemplo, cuando no hay ningún conjunto pree
xistente de resultados que se puedan clasificar según su conveniencia (Denzau
y North, 1995; North, 1993). Se trata de fracasos fundamentales en la medida
en que se ramifican hacia una gran variedad de casos más concretos, como la
incapacidad para construir modelos de la conducta de los votantes, para pre
decir el desarrollo de instituciones económicas y sociales, y para abordar la
mayor parte de las elecciones que llevan a cabo los legisladores.5
Esta pauta de éxitos y fracasos es a la vez fascinante y reveladora porque
la mejor manera de explicarla parece suponer una disociación entre casos de
lo que se puede denominar elección muy andamiada y casos de pensamiento
individual menos restringido. Como varios autores han argumentado recien
temente,6 el paradigma de la racionalidad sustantiva parece funcionar mejor
en los casos muy andamiados y fracasa progresivamente a medida que aumen
ta el papel del pensamiento individual poco restringido.
La idea de elección muy andamiada se encuentra en la base de unos im
portantes trabajos llevados a cabo recientemente por Satz y Ferejohn (1994)
y Denzau y North (1995). El tema común es que la teoría económica neoclá
sica funciona mejor en situaciones donde la elección racional individual está
muy limitada por la selección cuasi evolutiva de políticas y prácticas institu
cionales restrictivas. Esta ironía es destacada explícitamente por Satz y Fe
rejohn: «La teoría [tradicional] de la elección racional es más potente en
contextos donde la elección está limitada» (pág. 72). ¿Cómo puede ocurrir
esto? Según Satz y Ferejohn, la razón es simple: lo que actúa en estos casos
no es tanto el pensamiento individual como las estructuras sociales e institu
cionales más amplias en las que está embebido el individuo. Estas mismas es
tructuras han evolucionado y prosperado (en los casos donde funciona la
teoría económica) fomentando la selección de acciones colectivas que real
mente maximicen el rendimiento en relación con un conjunto fijo de metas.
Por ejemplo, el entorno competitivo de la economía de mercado garantiza
que, en general, sólo sobrevivan las empresas que maximicen sus beneficios.
Este hecho, más que cualquier otro hecho sobre las creencias, los deseos u
otros aspectos psicológicos de los individuos implicados, asegura el éxito
mizar los votos. Esta fuerza estructurados externa nos permite atribuir
«preferencias» a partir de las limitaciones para obtener el éxito en este en
granaje mayor. Las limitaciones para los votantes individuales son mucho
más débiles. Por tanto, los perfiles psicológicos reales pasan a un primer
plano y la teoría neoclásica fracasa (Satz y Ferejohn, 1994, págs. 79-80;
North, 1993, pág. 7). Este diagnóstico general está apoyado por el análisis
de Denzau y North (1995), quienes destacan que la teoría económica tra
dicional construye buenos modelos de la elección en mercados competiti
vos de precio fijo y en ciertos estudios experimentales restringidos. En es
tos casos, según ellos, determinados aspectos institucionales desempeñan
papeles importantes en el fomento de un rendimiento económico «de esti
lo maximizador». A modo de ilustración, Denzau y North citan algunos es
tudios computacionales fascinantes realizados por Gode y Sunder (1992)
que se basan en unos agentes de bolsa de «inteligencia nula», unos agentes
simulados que no teorizan, ni recuerdan sucesos, ni tratan de maximizar
los resultados de una manera activa. Cuando se limitó a estos agentes sim
ples a que sólo pujaran cuando ello no acarreara pérdidas inmediatas, se al
canzó una eficiencia del 75 % (medida como «porcentaje de la suma de las
rentas potenciales de compra y venta» (ibíd., pág. 5). Sustituir los agentes
de inteligencia nula (IN) por seres humanos sólo aumentó la eficiencia en
un simple 1 %. Pero la alteración del andamiaje institucional (por ejemplo,
reunir todas las ofertas en una subasta doble antes de contratar o permitir
ofertar y contratar simultáneamente) provocó una mejora del 6 %. La con
clusión firme es que «la mayor parte de los aumentos de eficiencia en al
gunas situaciones de distribución de recursos se pueden atribuir a detalles
institucionales, independientemente de sus efectos en agentes racionales»
(ibíd., pág. 5).
Los resultados de los experimentos con agentes IN demuestran clara
mente el poder de los entornos institucionales y de las limitaciones externas
para fomentar conductas colectivas que se ajusten al modelo de la racionali
dad sustantiva. Estos resultados encajan muy bien con las noticias, por lo de
más inquietantes, de que la mayor parte de la economía tradicional no se ve
ría afectada si las personas eligieran al azar (Alchian, 1950, citado en Satz y
Ferejohn, 1994) en vez de maximizar la satisfacción de sus preferencias, y de
que las palomas y las ratas con frecuencia pueden rendir de maneras cohe
rentes con la teoría de la racionalidad sustantiva (Kagel, 1987, citado en Satz
y Ferejohn, 1994). Estos resultados tienen sentido si el andamiaje de la elec
ción por medio de estructuras restrictivas de escala superior es, en ocasiones,
el portador más vigoroso de fuerza maximizadora. En los casos más extre
mos de esta restricción, el individuo que elige no es más que una simple pie
za que desempeña el mismo papel funcional limitado que también pueden
Mentes y mercados I 239
7. Con esto no quiero afirmar (erróneamente) que las elecciones extremadamente anda
miadas siempre se ajustan a las normas de la racionalidad sustantiva. Esto sólo ocurre si el mis
mo andamiaje institucional ha evolucionado como resultado de una presión selectiva para roa-
ximizar las recompensas, y si el entorno económico ha permanecido estable o si el propio
andamiaje institucional original incorpora una flexibilidad suficiente para abordar cambios
posteriores.
240 I Más allá
Las organizaciones, las fábricas, las oficinas, las instituciones y otras en
tidades similares son los andamiajes a gran escala de nuestro éxito cognitivo
distintivo. Sin embargo, estas totalidades más amplias, al tiempo que ofrecen
información y andamiaje al pensamiento individual, también reciben estruc
tura e información a través de los actos de comunicación de los individuos y
mediante episodios de resolución de problemas en solitario. Un proyecto
crucial para las ciencias cognítivas de la mente corpórea es iniciar la difícil
tarea de comprender y analizar esta compleja relación reciproca: una tarea
de enormes proporciones que exigirá el empleo de simulaciones que operen
en múltiples escalas de tiempo y niveles de organización, Lo ideal sería que
estas simulaciones abarcaran el cambio evolutivo genético, el aprendizaje y
la resolución de problemas de carácter individual, los procesos de evolución
de culturas y artefactos y las capacidades emergentes para la resolución de
problemas de grupos de agentes en comunicación. Sin embargo, y muy a mi
pesar, esto es pedir demasiado dada la situación actual en este campo Pero
al menos es posible empezar a rascar la superficie de estas cuestiones.
Se han dado algunos intentos apreciables de construir modelos para par
te de la interacción entre la evolución genética y el aprendizaje individual
(Ackley y Littman, 1992; Nolfi y Parisi, 1991; véanse discusiones en Clark,
1993 y Clark, 1996b). Sin embargo, para la presente discusión son más per
tinentes los intentos de construir modelos de la interacción entre el aprendí-
242 j Más allá
8. Compárese con el teorema del jurado de Condorcet, según el cual si (entre otras cosas)
las elecciones del jurado son independíenles, entonces el voto por mayoría del jurado será co
rrecto con más frecuencia que el de cualquiera de sus integrantes por separado.
244 t Más allá
9. Vease más información sobre la interacción entre el aprendizaje humano y los artefac
tos culturales en Norman, 1988 y en el apartado 10.3 posterior.
246 I Más allá
¿Qué hace por nosotros el lenguaje público? Hay una respuesta fácil y
común que, si bien no es incorrecta, induce sutilmente a error. Esta respues
ta es que el lenguaje nos ayuda a comunicar ideas, permitiendo que otros se
res humanos se beneficien de lo que sabemos y que nosotros nos beneficie
mos de lo que saben los demas. Sin duda esto es cierto y establece una de las
principales fuentes de nuestro éxito cognitivo. Con todo, el énfasis en el len
guaje como medio de comunicación tiende a cegarnos ante otro papel más
sutil, pero igualmente poderoso: el papel del lenguaje como instrumento1
para alterar la naturaleza de las tareas computacionales que intervienen en
diversos tipos de resolución de problemas.
La idea básica es muy sencilla. Consideremos un artefacto o instrumento
familiar como unas tijeras.7 Normalmente, un artefacto como éste suele pre-12
1. Entre los autores recientes que suscriben alguna versión de este punto de vista del len
guaje se incluyen Dennett (1991, 1995), Carruthcrs (1996) y. posiblemente, Gauker (1990,
1992) Carruthcrs distingue muy cuidadosamente entre el interés «comunicativo» y el interés
«cognitivo» del lenguaje (págs. 44 y 52). En el apartado 10.2 posterior intentaré aclarar algu
nas similitudes y diferencias entre estas concepciones y la noción del lenguaje como transfor
mador cnmputacional. En una línea parecida, McClamrock (1995) ofrece una interesante ex
plicación del «lenguaje embebido» donde destaca hechos acerca del contexto externo (físico y
social) en el que se usa el lenguaje. Aunque la discusión de McClamrock (véase, por ejemplo,
ibíd., págs. 116-131) se centra en el debate entre las teorías «intemalisras» y «externalistas» del
significado, varías de sus observaciones tienen que ver directamente con mis intereses y los
examinaré en el apartado 10.3 posterior. La perspectiva que desarrollo está muy en deuda con
e! tratamiento que hace Hutchins (1995) del papel de los medios extemos en la construcción
de sistemas cognitivos extendidos (véanse también los capítulos 4 y 9 anteriores).
2. Richard Gregory (1981) comenta el papel de los artefactos (incluyendo las tijeras)
248 I Más allá
La idea de que el lenguaje puede hacer mucho más que servir simple
mente como vehículo para la comunicación no es nueva. Está claramente
presente en el trabajo de especialistas en el desarrollo como Lev Vy-
gotsky (1962) y Laura Berk (véase, por ejemplo, Díaz y Berk, 1992). Fi-
como medios para reducir la carga computacional del individuo y ampliar nuestros horizontes
conductuales. Daniel Dennett (1995, págs. 375-378) se ha dedicado al mismo tema, descri
biendo una clase de animales a los que denomina seres «gregorianos» (en homenaje a Richard
Gregory): seres que explotan anefactos diseñados como amplificadores de la inteligencia y
como depósitos del conocimiento y la sabiduría adquiridos. Véase también Norman, 1988.
Ei lenguaje: un artefacto definitivo I 249
gura en los argumentos y las conjeturas filosóficas de, por ejemplo, Peter
Carruthers (1996) y Ray Jackendoff (1996). Y aparece en las especula
ciones más orientadas hacia la ciencia cognitiva de Daniel Dennett (1991,
1995). Será útil examinar algunas ideas fundamentales de esta literatura
antes de seguir con nuestra versión preferida: concretamente, la idea del
lenguaje como transformador computacional que permite a los cerebros
completadores de patrones abordar problemas cognitivos que, si no, se
rían intratables.
Durante los años treinta, Vygotsky, un psicólogo de la época, propuso
la idea de que el empleo del lenguaje público tiene unos profundos efec
tos en el desarrollo cognitivo. Postuló unos fuertes vínculos entre el dis
curso, la experiencia social y el aprendizaje. Dos ideas de Vygotsky que
son especialmente pertinentes para nuestros fines actuales se refieren al
habla privada y la acción andamiada (la acción realizada dentro de la
«zona de desarrollo proximal»; véanse Vygotsky, 1962 y el capítulo 3 ante
rior). Decimos que una acción está «andamiada» si se basa en algún apoyo
externo. Este apoyo puede consistir en el empleo de instrumentos o en la
explotación del conocimiento y las aptitudes de otras personas; dicho en
otras palabras, el concepto de andamiaje (tal como yo lo utilizaré)5 abarca
una amplia clase de potenciaciones físicas, cognitivas y sociales que nos
permiten alcanzar una meta que, en caso contrario, sería inalcanzable.
Como ejemplos sencillos se pueden citar el empleo de un compás para tra
zar un círculo perfecto, el papel de los miembros de una tripulación para
que el piloto mantenga el rumbo y la capacidad de un niño pequeño para
dar sus primeros pasos cuando sus padres lo sostienen. Aunque la noción
de «zona de desarrollo proximal» de Vygotsky se refiere a los casos en que
un niño es temporalmente capaz de tener éxito en determinadas tareas sólo
mediante la orientación o la ayuda proporcionada por otro ser humano
(normalmente uno de los padres o un educador), esta noción encaja con el
interés de Vygotsky en el habla privada de la manera siguiente: cuando un
niño sigue las indicaciones verbales de un agente más experimentado, con
frecuencia puede tener éxito en tareas que, en caso contrario, encontraría
imposibles de realizar (pensemos en cuando aprendimos a atarnos los cor
dones de los zapatos). Más adelante, cuando el adulto no está presente, el
niño puede llevar a cabo un diálogo similar, pero esta vez consigo mismo.
Aunque hay quien dice que, incluso en este último caso, el había (sea en3
3. Como mencioné en el capítulo 3 anterior, esta utilización es algo más amplia de lo ñor
mal. Gran parte de la literatura de inspiración soviética considera que el andamiaje es intrín
secamente social. Yo amplío esta noción para incluir todos los casos donde se hacen intervenir
estructuras externas para potenciar la resolución de problemas.
250 I Más allá
4. Creo que esta idea se origina en la convincente discusión de Dennett (1991, capítulos
7 y 8) acerca del papel de las palabras como medio de autoestimulación. La discusión de este
tema continúa en el capítulo 13 de Dennett, 1995.
5. Un foco fundamental de los tratamientos de Carruthers y de Dennett es la relación en
tre lenguaje y conciencia. No discutiré estas cuestiones aquí, salvo para decir que me inclino
más por Churchland (1995, capítulo 10), quien describe la conciencia básica como la propie
dad común de los seres humanos y de muchos animales no lingüísticos. El lenguaje aumenta
increíblemente el poder de la cognición humana. Pero no creo que intervenga en las percep
ciones básicas del placer, el dolor y el mundo sensorial inherentes al verdadero misterio de la
conciencia.
6. Véase una detallada exposición en el capítulo 2 de Carruthers (1996).
252 I Más allá
mables) de! cerebro. Como dice Dennett (1991, pág. 219), esta máquina se
rial se instala gracias a una «miríada de microajustes en la plasticidad del ce
rebro». Naturalmente, la mera exposición a la cultura y el lenguaje no es su
ficiente para garantizar una cognición parecida a la humana. Podemos
exponer una cucaracha a todo el lenguaje que queramos y no hallaremos
ningún rastro de las transformaciones cognitivas que Dennett ve en noso
tros. Dennett no dice que no haya diferencias iniciales en cuanto al hardwa
re. Lo que dice es que la existencia de unas diferencias relativamente peque
ñas en el hardware (por ejemplo, entre nosotros y los chimpancés) nos
permite crear un lenguaje público y otros desarrollos culturales que, me
diante un efecto de bola de nieve, conducen a grandes cambios y potencia
ciones de la cognición, incluyendo quizá la instalación literal de un nuevo
tipo de dispositivo computacional dentro del cerebro,
La visión de Dennett es compleja y adolece de ambigüedad. Sin duda, la
imagen que yo deseo desarrollar está profundamente relacionada con ella,
aunque difiere (creo yo) en un aspecto fundamental. Mientras que Dennett
considera que el lenguaje público es a la vez un instrumento cognitivo y una
fuente de reorganización profunda pero sutil del cerebro, yo me inclino a ver
lo, en esencia, como un simple instrumento: como un recurso externo que
complementa, pero no altera en profundidad, los modos básicos de repre
sentación y computación del cerebro. Es decir, considero que los cambios son
relativamente superficiales y que se dirigen a permitirnos el empleo y la ex
plotación de diversos recursos externos. Naturalmente, estas posturas no son
completamente distintas. El mero hecho de que repitamos frases mentalmen
te y las utilicemos para orientar y alterar nuestra conducta significa que no
podemos - y no deberíamos- tratar el lenguaje y la cultura como recursos to
talmente externos. Sin embargo, sigue siendo posible que esa repetición, más
que implicar el empleo de un dispositivo computacional fundamentalmente
diferente en el cerebro, implique el empleo de los mismos recursos de siem
pre (esencialmente completadores de patrones) para construir modelos de los
tipos especiales de conducta observados en el mundo del lenguaje público. Y
como observa Paul Churchland (1995, págs. 264-269), de hecho existe una
clase de redes conexionistas («redes recurrentes»; véanse el capítulo 7 ante
rior; Elman, 1993 y una discusión adicional en Clark, 1993) que parecen ser
muy adecuadas para modelar y apoyar esta conducta lingüística.
Esta visión de la repetición interior está muy bien desarrollada por los
conexionistas David Rumelhart, Paul Smolensky, James McClelland y Geof-
frey Hinton, quienes argumentan que la estrategia general de «construir mo
delos mentales» de la conducta de determinados aspectos de nuestro entor
no es especialmente importante en la medida en que nos permite imaginar
recursos externos con los que hemos interaccionado físicamente con ante
254 f Más allá
Se nos puede instruir para que nos comportemos de una manera concreta.
Podemos considerar que responder a este tipo de instrucciones equivale, sim -
plemente, a responder a un suceso del entorno. También podemos recordar una
de estas instrucciones y «decirnos a nosotros mismos» lo que debemos hacer: de
esta manera, interiorizamos la instrucción. Creemos que el proceso de seguir ins
trucciones es esencialmente el mismo, independientemente de que nos las diga
mos nosotros mismos o de que se nos diga lo que debemos hacer. Así pues, tam
bién aquí se da la interiorización de un formato representacional externo.
9. Véase un tratamiento detallado de este caso, incluyendo la otra manera principal de re
solver el problema por parte de Elman (limitando la memoria inicial), en Clark, 1994,
El lenguaje: un artefacto definitivo I 261
Mary como y cuando haga falta. La trayectoria hacia una buena idea puede
entrecruzar varias historias individuales de aprendizaje, haciendo que el mí
nimo local de un agente se convierta en un sólido bloque de construción
para otro. Además, la gran cantidad de nichos intelectuales disponibles den
tro de una comunidad vinculada lingüísticamente, constituye una matriz im
presionante de posibles trayectorias entre agentes. Por tanto, la observación
de que el lenguaje público permite que la cognición humana sea colectiva
(Churchland, 1995, pág. 270) adquiere una nueva dimensión cuando reco
nocemos el papel de este empeño colectivo en trascender la naturaleza de
pendiente de trayectorias de la cognición humana individual. Incluso una
búsqueda ciega y poco inteligente de recodificaciones productivas de datos
almacenados, producirá, de vez en cuando, unos resultados impactantes. Al
permitir que estos resultados circulen entre los individuos, la razón anda
miada por la cultura es capaz de explorar progresivamente unos espacios en
los que la razón individual dependiente de trayectorias nunca se podría
adentrar. (Véase una investigación detallada y con base estadística de esta
afirmación en Clark y Thomton, 1997.)
Esta imagen general encaja limpiamente con el trabajo exploratorio de
Merlin Donald (1991) sobre la evolución de la cultura y la cognición. Donald
reconoce claramente el papel crucial de ciertas formas de andamiaje externo
(concretamente, de los sistemas externos de memoria) en el pensamiento hu
mano. Pero distingue dos tipos principales de andamiaje, que él denomina
mítico y teórico. Según Donald, antes de los griegos ya se utilizaban diversos
formalismos externos pero sólo al servicio de mitos y narraciones. La inno
vación fundamental de los griegos fue empezar a utilizar el medio escrito
para registrar los procesos del pensamiento y el razonamiento. Mientras que
los registros escritos anteriores sólo contenían mitos o teorías acabadas (que
se debían aprender a rajatabla y transmitir relativamente inalteradas), los
griegos empezaron a registrar ideas parciales, especulaciones con pruebas a
favor y en contra de ellas, etc. Esta nueva práctica permitió la circulación de
conjeturas y soluciones parciales, que luego eran enmendadas y completadas
por otros, etc. Según Donald (ibíd., pág. 343), lo que así se creó fue «mucho
más que una invención simbólica, como el alfabeto, o que un soporte espe
cífico de memoria externa, como la mejora del papel o la impresión»; lo que
se creó fue «el proceso de descubrimiento y cambio cognitivo externamente
codificados».
Para completar nuestro inventario inicial de las virtudes cognitivas del
pensamiento andamiado por el lenguaje, consideremos las propiedades físi
cas de ciertos medios externos. Por ejemplo, mientras redacto este capítulo
no paro de crear, eliminar y reorganizar trozos de texto. Tengo ficheros (tan
to en papel como informáticos) con todos los apuntes y fragmentos que he
262 : Más allá
ido almacenando durante un largo período de tiempo y que pueden tener re
lación con este tema. Tengo libros y artículos originales llenos de comenta
rios y anotaciones. Mientras traslado cosas de acá para allá (de una manera
literal y física), interaccionando primero con una y luego con otra y elabo
rando nuevos comentarios, anotaciones y planes, la forma intelectual del ca
pítulo crece y se solidifica. Esta forma no surge totalmente desarrollada a
partir de una meditación interna. Es el producto de una sucesión de interac
ciones sostenidas y repetidas entre mi cerebro y una variedad de accesorios
externos. Me atrevo a decir que, en estos casos, gran parte del pensamiento
real incluye bucles y circuitos que salen de la cabeza y pasan por el entorno
local. Los argumentos y las tesis intelectuales de gran amplitud casi siempre
son producto de cerebros que actúan en concierto con múltiples recursos
externos. Estos recursos nos permiten llevar a cabo manipulaciones y yuxta
posiciones de ideas y datos que pronto desconcertarían a un cerebro no po
tenciado."1En todos estos casos, el entorno físico real de Jos símbolos y las
palabras impresas nos permite buscar, almacenar, ordenar y reorganizar da
tos de maneras ajenas al repertorio incluido en el cerebro biológico."
La lección es clara. El habla pública, la repetición interna y el empleo de
textos escritos e informáticos son poderosos instrumentos que reconfiguran
la forma del espacio computacional. Una y otra vez cambiamos cómputos in
dividuales por representaciones adquiridas culturalmente. Una y otra vez
empleamos palabras para enfocar, aclarar, transformar, descargar y controlar
nuestro propio pensamiento. Así entendido, el lenguaje no es un mero espe
jo imperfecto de nuestro conocimiento intuitivo.1’ Es una parte integrante
del mecanismo mismo de la razón.
10. El caso sencillo de manipular físicamente fichas de ImcJcct o Scrabblc para presentar
nuevos fragmentos de palabras potencíales a un cerebro especializado en completar patrones
(véanse Kirsh, 1995 y el capítulo 3 anterior) es una versión a escala minúscula de la misma es
trategia.
11. Por ejemplo, Bechtel (1996, pág. 128) comenta que «las representaciones lingüísticas
poseen características que no se pueden encontrar en nuestras representaciones cognitivas in
ternas. Por ejemplo, los registros escritos pueden perdurar sin cambios durante largos perio
dos de tiempo, mientras que nuestra “memoria” interna parece basarse en la reconstrucción,
no en la recuperación de registros almacenados. Ademas, mediante los diversos dispositivos
sintácticos proporcionados por el lenguaje, se pueden guardar directamente relaciones entre
piezas de información (por ejemplo, que un árbol se cayó y una persona dio un salto) que, de
no ser así, se podrían llegar a confundir (como ocurre cuando sólo se vinculan mediante una
estructura asociativa como una red concxionista simple)»
12. Creo que, en ocasiones, el hecho de no apreciar plenamente las múltiples funciones del
lenguaje público conduce al neuroíilósofo Paul Churchland a desestimar la expresión linguafor-
me como si fuera un simple reflejo superficial de nuestro conocimiento «real» (véase, por ejemplo,
Churchland, 1989, pág. 18). Véase una discusión en Clark, 1996a y en el apartado 104 siguiente.
El lenguaje: un artefacto definitivo I 263
Si vemos que un árbol crece en una isla, ¿cuál de los dos creemos que apa
reció primero? Lo natural (y casi siempre correcto) es suponer que la isla pro
porcionó el suelo fértil en el que pudo arraigar una semilla afortunada. Sin
embargo, los manglares1’ constituyen una reveladora excepción a esta regla
general. Los mangles crecen a partir de unas semillas flotantes que introdu
cen las raíces en fondos cenagosos de poca profundidad. La semilla hace cre
cer unas complejas raíces verticales desde la superficie del agua, formando lo
que a todas luces parece un árbol pequeño con zancos. Sin embargo, el com
plejo sistema de raíces aéreas pronto atrapa tierra, hierba y detritus. Después
de un tiempo, la acumulación de material atrapado forma una pequeña isla.
A medida que pasa el tiempo, la isla crece más y más. Al final, un número cre
ciente de estas islas pueden acabar uniéndose, haciendo que la línea de la cos
ta llegue hasta los árboles. Durante todo este proceso, y a pesar de nuestras
intuiciones previas, la tierra es construida progresivamente por los árboles.
Sospecho que en algunas clases de pensamiento humano actúa este
«efecto del manglar». Es natural suponer que las palabras siempre están en
raizadas en el suelo fértil de los pensamientos preexistentes. Pero al menos
en algunas ocasiones la influencia parece ir en la dirección contraria. Un
ejemplo sencillo es la poesía. Cuando elaboramos un poema, no sólo nos li
mitamos a emplear palabras para expresar pensamientos: con frecuencia, las
mismas propiedades de las palabras {su estructura y su cadencia) determinan
los pensamientos que el poema llegará a expresar. Se puede producir una in
versión parcial similar durante la elaboración de argumentos y textos com
plejos. Cuando escribimos nuestras ideas, generamos una señal cuyo forma
to nos abre una nueva gama de posibilidades. Podemos revisar una y otra vez
las mismas ideas, abordándolas desde ángulos diferentes y con actitudes
mentales distintas. Podemos conservar las ideas originales para juzgarlas y
probar sin ningún riesgo algunas alteraciones sutiles. Las podemos almace
nar para compararlas y combinarlas con otros conjuntos de ¡deas de mane
ras que pronto desconcertarían a una imaginación no potenciada. Como se
destacó en el apartado anterior, así es como las propiedades reales del texto
físico transforman el espacio de pensamientos posibles.
Estas observaciones me llevan a formular la siguiente conjetura: quizá
el lenguaje público es el responsable de un conjunto de características dis-13
14. Se me ha informado de dos trabajos muy recientes que destacan estos temas. Jean-Pie
rre Changeux (neurocientífico y biólogo molecular) y Alain Connes (matemático) proponen
que la autoevaluación es lo que distingue a la verdadera inteligencia; véase Changeux y Con
nes, 1995. Derek Bickerton (lingüista) ensalza el «pensamiento fuera de línea» y destaca que
ninguna otra especie parece tener (a capacidad para detectar problemas en su propio rendi
miento y tomar medidas adecuadas para rectificarlos; véase Bickerton, 1995.
El lenguaje: un artefacto definitivo I 265
15. Annette Karmiloff-Smith destaca las dimensiones del lenguaje público neutrales en
cuanto a la modalidad en su trabajo estrechamente relacionado sobre la redescripción repre-
sentacional. Para la relativa independencia del contexto de ios signos y símbolos de! lenguaje
público, véanse Kirsh, 1991 y el capítulo 6 de Clark, 1993.
266 1 Más alté
16. La idea de que la cognición avanzada implica procesos repetidos donde el conoci
miento y la representación obtenidos se redescriben en nuevos formatos (que luego sostienen
nuevos tipos de operación y de acceso cognitivos) se examina con mucho más detalle en Kar-
miloff-Smith, 1992; Clark, 1993; Clark y Karmiloff-Smith, 1994, y Dennett, 1994. La hipótesis
original de la redescripción representacional fue desarrollada por Karmiloff-Smith (1979,
1986).
17. Véanse, por ejemplo, Bechtel, 1996, págs. 123-131; Clark, 1996a, págs. 120-125.
El lenguaje: un artefacto definitivo I 267
18. Dennett (1991) explora precisamente este territorio intermedio. Examino de manera
detallada la subestimación del papel del lenguaje por parte de Cburchland en Clark, 1996. Vé
anse ejemplos de esta subestimación en la pág. 18 de Churchland, 1989 y en las págs. 265-270
de Cburchland y Churchland, 1996.
19. Vease una exposición completa del clip en Petroski, 1992.
268 t Más allá
20. En lo que sigue pasaré por alto algunos grandes debates sobre el lenguaje animal en
general y el lenguaje de los chimpancés en particular. Véanse planteamientos ecuánimes en el
capítulo 13 de Dennett, 1995, y en el capítulo 10 de Churchland, 1995.
21. Véase una exposición crítica en Pinker, 1994; Christiansen, 1994; el capítulo 10 de
Churchland, 1995, y el capítulo 13 de Dennett, 1995
22. Sin embargo, cualquier intento de argumentar de una manera convincente la afirmación
extrema de que el aprendizaje del lenguaje humano no supone ningún dispositivo especializado
en el cerebro para (a adquisición del lenguaje, debe enfrentarse a una gran variedad de pruebas
y argumentos lingüísticos detallados. En particular, debe encarar el argumento de la «pobreza del
estimulo» (Pinker, 1994), según el cual es simplemente imposible adquirir la detallada compe
tencia gramatical que nos caracteriza a partir de los datos de aprendizaje a los que nos expone
mos y suponiendo únicamente unos mecanismos de aprendizaje generales y no sesgados. Como
lo único que yo digo es que la adaptación inversa puede desempeñar algún papel en restar im
portancia a la cantidad de «dotación innata» que debemos postular, no intentaré abordar aquí
esta cuestión. Véase una defensa a fondo de la afirmación extrema en Christiansen, 1994.
El lenguaje: un artefacto definitivo f 269
23. En la literatura filosófica, esta pregunta se presta a dos respuestas usuales. O seguimos
las demarcaciones intuitivas de la piel y el cráneo, o suponemos que, en realidad, esta cuestión
se refiere ai análisis del significado y procedemos a examinar los pros y contras de la doctrina
(a grandes rasgos) putnamianos según la cual «los significados, simplemente, no están en la ca
beza» (Putnam, 1975). Sin embargo mi propuesta es adoptar una postura distinta de estas dos
según la cual los procesos cognitivos no respetan los límites de la piel o del cráneo. Es decir,
afirmo 1) que la noción intuitiva de la mente se debería desprender de sus tendencias intern te
tas, y 2) que las razones para ello no dependen del (discutible) papel de la referencia del mun
do real y de las condiciones de verdad para determinar el significado de símbolos mentales o
lingüísticos. Véase una exposición a fondo en Clark y Chalmers, 1998.
El lenguaje: u n artefacto definitivo I 271
24. He tomado los ejemplos siguientes de Beth Presión (1995). Véanse también Beck,
1980, y Gibson e Ingold, 1993.
272 I Más allá
25. Ei reflejo vestibular-ocular IRVO), por tomar solo un ejemplo de entre varias docenas
de ellos, estabiliza la imagen del mundo en la retina para compensar el movimiento de la ca
beza (véase, por ejemplo, Churchland y Sejnowski, 1992, págs. 353-365). Naturalmente, esta
operación es crucial para la visión humana. Y la conciencia humana percibe el mundo de una
forma que depende del funcionamiento correcto del RVO. Pero los pasos computacionales
realizados por los circuitos del RVO no figuran entre nuestros contenidos conscientes. Si las
transformaciones computacionales de las que depende el RVO se realizaran empleando algún
dispositivo externo (una versión neuronal de un pulmón de acero o una máquina de diálisis),
la interacción entre los estados conscientes y los cómputos del RVO podría seguir inalterada.
Por tanto, sea cual sea el papel que desempeñe la consciencia (y sea cual sea el significado de
este término) en algún punto del bucle, ese papel mismo no se puede arrogar la potestad de re
chazar la caracterización de las transformaciones de algunos dalos externos como parte de
nuestro p rocesamiento cognitivo. Algo así sólo tendría sentido si nos liáramos la manta a la ca
beza y no consideráramos cognitivos los procesos que no pudieran ser objeto de una intros
pección consciente. (Si el lector cree que el RVO se encuentra en un nivel demasiado bajo para
que se le considere un ejemplo de proceso no consciente pero genuinamente cognitivo, que lo
sustituya por otro que le parezca mejor como, por ejemplo, los procesos de recuerdo dirigidos
por los contenidos o la habilidad, invisible a la introspección, que pueda subyacer a la capaci
dad para saber la regla que se debe aplicar en el paso siguiente de una deducción lógica).
El lenguaje: un artefacto definitivo I 273
26. Véase en Várela y otros (1991) una exposición interesante, aunque muy diferente, de
las implicaciones de un enfoque corpóreo y embebido para las concepciones del yo.
274 i Más allá
cir que el hecho de que escriba un libro como éste responde a una caracterís
tica genuina de mi perfil psicológico, a pesar de que el flujo y la forma de las
ideas expresadas dependerá profundamente de una variedad de interacciones
repetidas entre mi cerebro biológico y un pequeño arsenal de codificaciones,
recodificaciones y recursos estructuradores externos.
Naturalmente, esta perspectiva liberal de los procesos y los perfiles cog-
nitivos se debe equilibrar mediante una buena dosis de sentido común. No
se puede extender la mente hacia el mundo por las buenas. Un análisis que
me atribuyera el conocimiento de todos los datos de la Encyclopaedia Bri-
tannica sólo porque he pagado los plazos y le he encontrado espacio en el ga
raje, carecería de valor. Y tampoco deberíamos dejar que desapareciera la
distinción entre mi mente y la del lector sólo porque se nos vea charlando en
el autobús. Entonces, ¿qué distingue los casos más convincentes de la exis
tencia de una sólida extensión cognitiva de los otros casos?
Algunas características importantes de los casos convincentes se pue
den aislar con facilidad, como ocurre con el cuaderno antes mencionado
de la persona con una lesión cerebral. El cuaderno siempre está ahí: no
está encerrado en el garaje ni se consulta de vez en cuando. La informa
ción que contiene es fácil de encontrar y utilizar. Esta información se
acepta automáticamente: no se somete a un examen crítico a diferencia de
las reflexiones de un compañero en el autobús. Por último, la información
ha sido recopilada y corroborada por el propio usuario (a diferencia de las
entradas de una enciclopedia). Puede que no todas estas condiciones sean
esenciales. Y puede que haya pasado por alto otras. Pero la imagen gene
ral es la de una relación usuario-artefacto bastante especial donde el arte
facto siempre está presente, se utiliza con frecuencia, está hecho «a medi
da» del usuario y éste tiene una profunda confianza en él. Como hemos
visto en numerosas ocasiones en capítulos anteriores, los agentes humanos
pueden extraer todo tipo de beneficios cognitivos y computacionales fun
damentales a partir de interacciones con artefactos que apenas tienen al
guna - o ninguna- de estas características. Pero, probablemente, sólo po
dremos argumentar la extensión de las nociones moralmente resonantes
de yo, mente y agente para que incluyan aspectos del mundo más allá de
la piel, si se cumple algo parecido a estas condiciones. Por tanto, los lími
tes del yo -y no sólo los de computación y del proceso cognitivo general-
sólo amenazan con extenderse hacia el mundo cuando la relación entre el
usuario y el artefacto es casi tan estrecha e íntima como la que existe en
tre la araña y su tela.27
1. La estimación de que el delfín es unas siete veces más débil de lo que debiera tiene su
origen en el biólogo James Gray. Como indican Triantafyllou y Triantafyllou (1995, pág. 66),
aún no es posible comprobar con rigor esta estimación. Pero realmente parece que los delfines
generan una extraordinaria fuerza de propulsión a partir de unos recursos bastante limitados:
de ahí los intensos esfuerzos de investigación dedicados recientemente a desentrañar los mis
terios de la propulsión délos animales pisciformes. (VéanseGray, 1968; HoaryRandal!, 1978,
y Wu y otros, 1975, así como los estudios avanzados de los hermanos Triantafyllou.)
278 I Más allá
2. El atún robot de aluminio anodizado de 1,25 m de largo y con ocho segmentos que
aparece en la lámina 3, está siendo estudiado en un tanque de prueba del Massachusetts Insti-
tute of Technology. Este trabajo se esboza en Triantafyllou y Triantafyllou, 1995. Algunos es
tudios detallados anteriores se comunican en Triantafyllou y otros, 1993, y en Triantafyllou y
otros, 1994.
3. Aquí, la imagen corpórea y embebida simplemente va en apoyo de la antigua insisten
cia de los conexionistas en que la codificación neuronal no adopta la forma de frases. Véanse
las versiones conexionistas de este argumento, por ejemplo, en Churchland, 1989, y Clark,
1989.
Mentes, cerebros y atunes: un resumen en salmuera I 279
Soy el cerebro de Juan.12 Físicamente no soy más que una masa de células
de color grisáceo y de aspecto más bien mediocre. Mi superficie tiene un re
lieve muy intrincado y poseo una estructura interna bastante diferenciada.
Juan y yo mantenemos una relación muy íntima; de hecho, en ocasiones es
difícil distinguirnos. Pero, a veces, Juan lleva esta intimidad demasiado lejos
y se siente muy confundido acerca de mi papel y mi funcionamiento. Imagi
na que organizo y proceso información de maneras que reflejan su propia
perspectiva del mundo. En resumen: piensa que sus pensamientos son, en un
1. Las ideas y los temas presentados en esta pequeña fantasía deben mucho a las visiones
de Paul Churchland, Patricia Churchland, Daniel Dennett, Marvin Minsky, Gilbert Ryle, John
Haugeland y Rodney Brooks. Al reunir estos temas he tratado de conseguir una divergencia
máxima entre los hechos en el nivel del agente y los hechos en el nivel del cerebro. No preten
do afirmar dogmáticamente que la neurociencia actual postule inequívocamente una diver
gencia tan radical. Varias de las cuestiones acerca de las cuales permito que el cerebro adopte
una postura siguen siendo objeto de debate científico. (Véase una muestra de este debate en
Churchland y Sejnowski, 1992, y Churchland y otros, 1994.) En vista del concepto literario
adoptado, hacer referencias explícitas me parecía fuera de lugar; sin embargo, si las hiciera, in
cluiría especialmente las siguientes: Dennett, 1978a; Dennett, 1991; Minsky, 1985; Church
land, 1989; Haugeland, 1995; el articulo de R. Brooks, «Intelligence without representation».
ArtificialIrtlelltgence, 4 1 (1991), págs. 139-159; la obra de G. Ryle TbcConcepl OfMmd (Hut
chinson, 1949); c! artículo de C. Warrington y R. McCarthy «Categórica of knowledge; further
fractionations and an attempted integración», Bram, 110 (1987), págs. 1.273 1.296 Vease mi
propia exploración de algunos de estos lemas en Clark, 1993, y Clark, 1995
2. O el de María, Mariano o Pepa. La elección de este nombre clásico de varón no pre
tende ser más que un pequeño homenaje a los antiguos artículos de la revista Renden Digetl
con títulos como «soy el hígado de John» o «soy el riñón de Joc». Estos artículos también da
ban voz a nuestros diversos órganos internos, permitiéndoles explicar sus estructuras, necesi
dades y patologías directamente al lector.
282 I Estar ahí
sentido muy directo, mis pensamientos. Pero aunque en esto hay algo de ver
dad, en realidad las cosas son bastante más complicadas de lo que Juan sos
pecha, como trataré de demostrar.
En primer lugar, Juan es ciego por naturaleza a la mayor parte de mis ac
tividades cotidianas. Como mucho, capta algunos detalles ocasionales y som
bras deformadas de mí verdadero trabajo. Hablando en general, estos efíme
ros detalles sólo representan los productos de mi vasta actividad subterránea
y no los procesos que los originan. Estos productos incluyen el juego de las
imágenes mentales y los pasos en una serie lógica de pensamientos o ideas.
Además, Juan accede a estos productos de una manera bastante impro
visada. Lo que filtra hacia su consciencia es algo parecido a lo que aparece
en la pantalla de un ordenador. En los dos casos, lo que se muestra es un re
sumen, hecho a medida, de los resultados de ciertos episodios de actividad
interna: resultados que tienen una utilidad concreta para el usuario. Después
de todo, la evolución no derrocharía tiempo y dinero (búsqueda y energía)
en mostrar a Juan un registro fiel de ese funcionamiento interno, a menos
que pudiera ayudar a Juan a cazar, sobrevivir y reproducirse. Así que, a Juan,
se le hace saber lo mínimo acerca de mis actividades internas. Todo lo que
necesita saberes el significado global del resultado final de algunas activida
des selectas: que parte de mí se encuentra en un estado asociado con la pre
sencia de un depredador peligroso y que lo más oportuno es huir, y otras co
sas por el estilo. Por tanto, lo que Juan (el agente consciente) obtiene de mí
se parece bastante a lo que obtiene un conductor de los indicadores del sal
picadero: información sobre unos cuantos parámetros internos y externos
que pueden influir productivamente en su actividad general de conducción.
Existe un conjunto de importantes malentendidos en torno a la cuestión
de la procedencia de los pensamientos. Juan me concibe como la fuente de
los productos intelectuales que identifica como sus pensamientos. Pero, ha
blando en plata, yo no tengo pensamientos de Juan. Juan sí tiene pensa
mientos de Juan y yo no soy más que un elemento en el conjunto de proce
sos y sucesos físicos que permiten que se produzca el pensar. Juan es un
agente cuya naturaleza se concreta mediante una compleja interacción en la
que intervienen incontables sucesos internos (incluyendo mi actividad), una
corporeización física particular y una manera de encajar (embeberse) en el
mundo. La combinación de la corporeización y el encaje origina unos aco
plamientos informativos y físicos persistentes entre Juan y su mundo: estos
acoplamientos dejan gran parte del «conocimiento» de Juan en el mundo ex
terior, disponible para ser recuperado, transformado y utilizado como y
cuando sea necesario.
Tomemos este sencillo ejemplo: hace unos días, Juan estuvo sentado
en su escritorio durante mucho tiempo y trabajando muy duro. Al final se
Epilogo: habla un cerebro I 283
levantó y salió del despacho, satisfecho con el trabajo del día. «Mi cere
bro», reflexionaba (porque se precia de su fiscalismo), «ha trabajado
muy bien. Se le han ocurrido varias buenas ideas.» En la imagen que te
nía Juan de los sucesos del día, yo era la fuente de esas ideas: ideas que él
creía haber plasmado en papel por mera conveniencia y para evitar el ol
vido. Naturalmente, agradezco que Juan me dé tanto mérito. Me atribu
ye directamente los productos intelectuales terminados. Pero, al menos
en este caso, el mérito se debería repartir un poco más. Sin duda, mi pa
pel en el origen de estos productos intelectuales es vital: ¡destruidme y
-ciertamente- esta productividad intelectual se acabará! Pero mi función
está constituida de una manera más delicada de lo que sugiere la sencilla
imagen que tenía Juan. Esas ideas de las que tan orgulloso se sentía no
surgieron totalmente formadas a partir de mi actividad. La verdad sea di
cha, actué más bien como un factor mediador en algunos bucles comple
jos de retroalimentación que abarcaban a Juan y a partes seleccionadas de
su entorno local. Dicho claramente, me pasé el día en una variedad de in
teracciones íntimas y complejas con varios aditamentos externos. Sin
ellos, los productos intelectuales terminados nunca hubieran tomado for
ma. Si mal no recuerdo, mi papel fue acompañar a Juan mientras repasa
ba un montón de anotaciones y materiales antiguos, y reaccionar a estos
materiales produciendo unas cuantas críticas e ideas fragmentarias. Estas
pequeñas respuestas se fueron almacenando en forma de más anotaciones
en papeles y márgenes de hojas. Más adelante, intervine en la reorganiza
ción de estas anotaciones al ponerlas en limpio, añadiendo nuevas reac
ciones sobre la marcha a esas ideas fragmentarias. Este ciclo de lectura,
respuesta y reorganización externa se repitió una y otra vez. Al final de la
jornada, las «buenas ideas» cuyo mérito me había adjudicado Juan con
tanta rapidez habían surgido como fruto de esas interacciones pequeñas y
repetidas entre los diversos medios externos y yo. Por tanto, el mérito no
fue tanto mío como del proceso extendido en el espacio y en el tiempo en
el que yo había cumplido una función.
Si lo pensara bien, es probable que Juan estuviera de acuerdo con esta
descripción de mi papel aquel día. Pero yo le advertiría que hasta esto pue
de ser ilusorio. Hasta ahora me he permitido hablar como si fuera un re
curso interno unificado que conttibuye a estos episodios interactivos. Esto
es una ilusión reforzada por el presente dispositivo literario y que Juan pa
rece compartir. Pero, una vez más, y en honor a la verdad, yo no soy una voz
interna sino muchas. De hecho, soy tantas voces internas a la vez, que la me
táfora misma de la voz interna debe ser ilusoria, porque sugiere la existen
cia de unas subagencias internas bastante sofisticadas y que quizá poseen
una conciencia rudimentaria de sí mismas. En realidad, yo sólo estoy for-
284 I Estar ahí
una frase sencilla para denotar un conjunto de aptitudes cuyas bases cogni-
dvas y físicas varían enormemente. Esta unidad sólo existirá en la medida
en que ese conjunto concreto de aptitudes físicas y cognitivas tenga un sig
nificado especial para una comunidad de agentes (marineros). Me parece
que los «conceptos» de Juan son precisamente eso: nombres para comple
jos de aptitudes cuya unidad no se basa en hechos sobre mí, sino en hechos
sobre el modo de vida de Juan.
La tendencia dejuan a proyectar ilusoriamente su propia perspectiva en
mí, se extiende a su concepción de mi conocimiento del mundo externo.
Cuando Juan da un paseo, se siente poseedor de una imagen tridimensional
estable de su entorno inmediato. A pesar de las sensaciones de John, yo no
dispongo de nada semejante. Yo me limito a detectar pequeñas regiones de
detalle en rápida sucesión, pasando de un aspecto de la escena visual a otro.
Y no me molesto en almacenar todos esos detalles en un modelo interno que
requiera un mantenimiento y una actualización constantes, porque soy ex
perto en repasar partes de la escena y volver a crear un conocimiento deta
llado siempre que sea necesario. Como resultado de este truco y de otros pa
recidos, la capacidad dejuan para desenvolverse en su entorno local es tan
fluida que se cree poseedor de una visión interna constante de los detalles de
ese entorno. La verdad es que lo que Juan ve está más relacionado con las ca
pacidades que yo le confiero para interaccionar constantemente, en tiempo
real, con abundantes fuentes externas de información, que con el registro
pasivo y permanente de información en función del cual él concibe su visión.
La verdad, triste pero cierta, es que no tengo casi nada que ver con lo que
Juan cree que soy. Seguimos siendo unos extraños a pesar de nuestra intimi
dad (o quizá a causa de ella). El lenguaje dejuan, sus introspecciones y su
fiscalismo, lo inclinan a identificar en exceso mi organización con su propia
perspectiva limitada y así no puede ver mi naturaleza fragmentaria, oportu
nista y, en general, extraña, Se olvida de que, en gran medida, soy un dispo
sitivo orientado hacia la supervivencia muy anterior a la emergencia de la ca
pacidad lingüística, y así que mi función de promover la cognición
consciente y linguaforme no es más que una reciente actividad suplementa
ria. Naturalmente, esta actividad es una raíz básica de sus falsas ideas. Al po
seer un vehículo tan magnífico para la manipulación y la expresión compac
ta y comunicable del conocimiento, Juan tiende a confundir las formas y
convenciones de ese vehículo lingüístico con la estructura misma de la acti
vidad neuronal.
Pero mientras hay vida hay (más o menos) esperanza. Ultimamente me
siento animado por la aparición de nuevas técnicas de investigación, como la
obtención no invasiva de imágenes del cerebro, el estudio de redes neurona-
les artificiales y la investigación de la robótica en mundo real. Estos estudios
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