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El GOBIERNO DE FRANCISCO SOLANO LOPEZ.

Fallecido Don Carlos en 1862, le sucede Francisco Solano López, nombrado el 16 de octubre de ese mismo
año.

Esta época se caracteriza entre otras cosas al comienzo por el incremento y brillo de la vida social, que sin
abandonar los tradicionales hábitos de las visitas, de los saraos familiares y tertulias, adoptó modalidades
más amplias de esparcimiento y de frecuentación, en las reuniones que muchas veces se efectuaban por
invitación del Presidente, o miembros de su familia, e inclusive de Elisa Lynch, indudable árbitro de la
elegancia en esos años. Es innegable que el espíritu del nuevo mandatario era mucho más mundano y abierto
a la frecuentación social y a las convenciones que su progenitor. Marcaron época las tenidas en el Club
Nacional, los bailes de disfraz y en general las fiestas que señalaban fechas nacionales o personales, como las
de los cumpleaños presidenciales o los aniversarios de su asunción al mando. Las familias asuncenas,
imitando el ejemplo de la del Presidente, hacían traer sus trajes y tocados de Buenos Aires: aprendían el
francés, bailaban los bailes de moda. En las fiestas organizadas por Elisa Lynch se hacía derroche de lujo y de
gusto. Para la organización de ciertos festejos oficiales se pedía la colaboración de artistas de la época, como
el propio Ravizza, autor de numerosos decorados y construcciones de carácter efímero para tales ocasiones
conmemorativas; tal el templete que en una oportunidad erigió y que adquirió las dimensiones de un
verdadero monumento en el cual el arquitecto del Oratorio desplegó saber arquitectónico y fantasía
alegórica.

Este brillante paisaje social, al cual ayudaba el lento pero efectivo desenvolvimiento comercial, tenía sin
embargo como fondo el ominoso nubarrón del conflicto internacional que debía desembocar en la guerra,
poquísimos años más tarde. La apertura hacia la participación democrática en el gobierno que parece haber
sido el objetivo a distancia de Don Carlos, experimenta en su sucesor un viraje que aleja las perspectivas.
Cuáles hubiesen sido las consecuencias de este proceso, que podemos imaginarlo, porque la situación de
guerra vino a imponerse, centrando las energías nacionales en univoca dirección.

No tenemos noticia de que bajo el nuevo gobierno se hayan fundado nuevas instituciones de enseñanza
media o superior; en cuanto a la primaria, sólo sabemos que aumentaron las clases particulares y aulas
privadas respondiendo a las crecientes exigencias sociales y prurito de cultura en las casas elevadas y en
aquellas que lentamente iban ascendiendo a niveles superiores.

Las instituciones docentes fundadas durante el gobierno de Don Carlos siguieron funcionando, menos el Aula
de Filosofía, que había desaparecido con Bermejo.

Francisco Solano López siguió, sin embargo, prestando atención a la instrucción preparatoria de elites
profesionales y técnicas que había merecido ya tanta preocupación de parte de Don Carlos. Es cierto que
hizo regresar antes del plazo fijado a los becarios de previas promociones, por motivos de orden político a lo
que parece; pero durante su gobierno viajaron al exterior otros treinta becarios. De éstos, sólo tres fueron a
estudiar Derecho; la mayor parte de ellos fueron a estudiar artes mecánicas y seis viajaron con el propósito
de ingresar en la famosa Escuela Militar de Saint Cyr, objetivo que sólo consiguió uno. Como es lógico, el
comienzo de la guerra de la Triple Alianza supuso el término de las becas y el regreso de esos jóvenes; pero
no existen noticias de si ese regreso se efectuó o no, y hasta ahora la suerte de esos becarios es un misterio.

Durante la guerra se abrieron en forma precaria algunas escuelitas o clases privadas, principalmente de niñas,
como la que, al quedar disuelta la compañía de Azcona, abrió la señora del actor Isidoro Codina. Se trataba
de actividades de emergencia. Esas personas se encontraban sin recursos y procuraban ganarse la vida en la
manera más compatible con sus habilidades.

IMPRENTA Y PRENSA

Desde antes del fallecimiento de Don Carlos, la influencia organizadora de Francisco Solano López venía
haciéndose sentir en más de un aspecto. Uno de ellos fue la Imprenta Nacional, a cuya organización y
actualización dispensó mucho interés el futuro presidente. Fue Francisco Solano López quien dispuso mejorar
el local y la instalación de la imprenta como ya se dijo en el capitulo anterior, poniéndola en condiciones de
recibir no sólo la maquinaria de que entonces disponía, si no otra cualquiera que posteriormente pudiera
añadírsele. El decidido propósito de Francisco Solano López de dar a la prensa, como instrumento de
gobierno, las oportunas y necesarias proporciones, se adivina en su esfuerzo. Una muestra del nivel
alcanzado por esa imprenta la dan, primero, la publicación de La Aurora, en los últimos tiempos de Don Carlos
y, más tarde y ya durante la guerra, la publicación de El Centinela, donde al lado de los grabados en madera,
debidos a los grabadores paraguayos Benítez y Colunga, encontramos algunas litografías sobre diseños de
Alejandro Ravizza.

Si en los primeros años del gobierno de Solano López la prensa nacional sigue limitada a El Semanario, es
durante la contienda cuando tiene sabroso y singular brote el periodismo nacional, en los diversos
semanarios satíricos aparecidos de 1866 a 1868. Fue el primero de éstos, El Centinela, ya nombrado, surgido
en la capital como un apéndice de El Semanario, y en el cual se pueden apreciar los primeros grabados en
madera, así como las primeras litografías sobre diseños de inspiración local. Un misterio rodea el origen del
grabado de guerra paraguayo, en lo que respecta a los inspiradores y maestros. Muchas son las hipótesis
viables: no sería la más aventurada la que señalase como inspirador a Julián Aquino (grabador él también).
Aquino había viajado a Montevideo en años anteriores y había podido quizá tomar allí, o en Buenos Aires,
contacto práctico con estas modalidades en el curso de su misión (Aquino fue director de la Imprenta
Nacional).

A El Centinela siguió Cabichuí, editado en el Campamento de Paso Pucú; y luego Cacique Lambaré y La
Estrella, que apareció ya sin grabados.

Esta aparición del grabado en madera, después de una oscuración de prácticamente cerca de un siglo (quizá
haya inclusive que darle rango primigenio, ya que no tenemos prueba plena de que esa modalidad se haya
practicado en las Misiones), es un hecho de enorme interés. Si no hay datos acerca de la forma en que el
grabado se introdujo tan repentinamente en los diarios de guerra, ni de cuáles fueron sus introductores, no
cabe por otra parte duda de que la aclimatación fue impresionantemente rápida y efectiva. Las caricaturas
de El Centinela, Cabichuí Cacique Lambaré constituyen un caudal en el que no sabemos qué admirar más, si
lo inagotable del ingenio y el humor, o la asimilación fulminante de la técnica por los improvisados artistas.
La espontaneidad, el sentido vital, la ingenuidad conceptiva hacen de este grabado de guerra paraguayo un
fenómeno no apreciado todavía debidamente en sus relieves estéticos.

No es este el único hecho interesante al cual dieron cauce los periódicos de campamento. Otro hecho
importante es la súbita revaloración del idioma vernáculo. En efecto, en esos periódicos parte del texto
estuvo redactado en guaraní. Este hecho es una lógica consecuencia de la importancia material y moral
adquirida de pronto, y en virtud de las circunstancias, por la masa popular, a cuyo espíritu había que llevar
ampliamente el sentido y significado de la empresa nacional y su marcha cotidiana a través de la noticia, cosa
que no podía obtenerse eficazmente a través del castellano, insuficientemente asimilado todavía por la
mayor parte de la población.

TEATRO

El nuevo mandatario no parece haber prestado al comienzo mucho interés al teatro, aunque El Semanario
siguió dedicando entre las noticias cierto espacio permanente a las manifestaciones escénicas, anunciando y
aún comentando las funciones teatrales. Al llegar a fines de 1863, con la compañía de Azcona, esa actitud
cambió. El Presidente volvió a ocupar su puesto en el palco oficial, y con ello prestó nuevamente al teatro el
estímulo social que tanto había cuidado Don Carlos. Verdad es que la compañía de Azcona era muy buena y
merecía toda deferencia, pero el caso es que las veladas teatrales volvieron a ser atendidas por el público y
a constituirse de nuevo en citas sociales. Quizá fueran estas funciones de la compañía de Azcona aquellas en
las cuales alcanzó su punto máximo el despliegue de brillo y entusiasmo por el teatro en la sociedad de
preguerra.
Al terminar el año 1864, y también a través de la compañía Azcona, encontrarnos un acontecimiento teatral
importante: la representación de La divertida historia de la Triple Alianza, estrenada el 18 de octubre, del
norteamericano-argentino Cornelio Porter Bliss; obra de tema palpitante que rayó alto en el entusiasmo del
público. Poco después la compañía se disuelve temporalmente al menos: sus miembros quedan a la deriva y
es entonces cuando recurren a diversos expedientes para ganarse la vida. El año 67, sin embargo, y con
motivo de festejarse la batalla de Riachuelo, el escenario del Nacional, despejado, enciende de nuevo sus
candilejas para el estreno de otra obra con la cual se festeja la victoria de Riachuelo. Esta obra es La
conferencia de Don Pedro II, obra del boliviano Tristán Roca, que reeditó el entusiasmo de la obra de Bliss
tres años antes. Ese mismo año, en los meses siguientes al estreno de La Conferencia, se repuso en el mismo
escenario Un paraguayo leal de Bermejo. Fueron estas las últimas funciones de teatro en la Asunción libre.
Pocos meses después, Asunción ocupada por los aliados entraba en una nueva etapa, separada del resto del
país, viviendo la vida distinta y enajenada, propia de la situación.

Lastimosa fue la suerte de los miembros de la compañía de Azcona, a los cuales la situación impidió regresar
a Buenos Aires. Muchos de ellos que se habían granjeado simpatías, y habían establecido ciertas
vinculaciones sociales, participaron en actos patrióticos y homenajes realizados en la época. Para sobrevivir,
algunos de ellos se dedicaron a la enseñanza o a la práctica de habilidades del oficio, como peluquería. Varios
de ellos, acusados de complicidad en la gran conspiración contra el Mariscal, fueron ejecutados en el curso
del año 1868. Igual suerte corrieron varios de los actores paraguayos formados en tiempos de Don Carlos:
Andrés Maciel, Gaspar López, Bernardino Cabral.

ARTES PLASTICAS

El conato de aproximación o intercambio artístico realizado por Félix Rossetti durante el gobierno de Don
Carlos no tuvo – que sepamos – imitadores en la nueva etapa; pero no por eso dejan de producirse algunos
hechos interesantes. En 1863 regresa de París Aurelio García y, aunque pocas semanas más tarde, vuelve a
salir, es evidente que se hallaba ya de regreso a fines de ese mismo año o principios de 1865, puesto que un
retrato del general Francisco Solano López, ampliamente difundido (ha sido inclusive reproducido en
estampillas), lleva esta última fecha. Las noticias que a partir de entonces tenemos de estas actividades son
escasas, si se exceptúa la ya mencionada aparición del grabado en madera (el hecho más interesante
producido hasta entonces en nuestra plástica no religiosa, aún en muchos años después) y de la escultura
profana en piedra, en la obra de John Owen Moynihan.

Saturio Ríos, prisionero de los brasileños, fue llevado a Río y tuvo oportunidad de seguir allí pintando. Regresó
al país en 1870.

TÉCNICOS E INTELECTUALES CONTRATADOS

Durante los primeros meses del gobierno de Solano López, y aún después, fueron llegando al Paraguay
técnicos y profesionales, casi todos ellos europeos. Muchos de ellos fueron contratados en tiempo de Don
Carlos y llegaban cumpliendo dicho contrato, tácita o expresamente ratificado por Solano López. Otros
fueron expresamente contratados por el nuevo mandatario y otros, finalmente, fueron personas que llegadas
al país por propia iniciativa encontraron pronto, en virtud de sus capacidades, un lugar dentro de las
actividades técnicas o culturales. Tales fueron, por ejemplo, el boliviano Tristán Roca, que asumió puestos
dirigentes en el periodismo, o Cornelio Porter Bliss, que escribió para el teatro piezas de circunstancias (lo
mismo, como hemos visto, el boliviano Roca). Fue durante el gobierno del segundo de los López que llegaron
los escultores Andrés Antonini, italiano, y John Owen Moynihan, inglés, de los cuales el segundo fue autor de
las estatuas que decoraron la balaustrada del cuerpo central del Palacio de Gobierno.

EMBELLECIMIENTO EDILICIO

Durante el gobierno de Francisco Solano López, y en los pocos años que dejó libre la guerra, el Presidente
continuó la construcción de edificios, aunque el Teatro Nuevo, sueño de Don Carlos Antonio, vio
interrumpidas sus obras en 1863. Al general Solano López debemos la construcción del Palacio de Gobierno
y el Oratorio de la Virgen de la Asunción, hoy Panteón de los Héroes. En realidad, el corto lapso de paz no
dejó lugar para más alarde constructivo, aunque en esa época se terminaron bastantes edificios particulares.

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