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Otro antecedente relevante puede verse en “La Literatura Infantil de Horacio Quiroga”
donde Léa de Sousa se propone analizar los cuentos desde la construcción del lenguaje
infantil. Se pone énfasis en el lenguaje sencillo, hiperbólico en las fórmulas de inicio de
los cuentos. Hace hincapié en la manera que tiene el autor de utilizar el lenguaje para
llegar al lector niño, a través de descripciones sencillas, el lenguaje en función de la
naturaleza y la transmisión de valores y enseñanzas.
Siguiendo la línea de Difabio considero clásico a la obra literaria que es una “síntesis
plurisignificativa de experiencias nutricias que compendia riqueza de conocimientos
sobre la índole humana, del ser humano en su validez universal y normativa,
conocimientos imperecederos expresados en forma imperecedera […]” [Difabio: 1] En
esto es donde veo la importancia del concepto, en ese valor de imperecedero, de no
dejar de ser, de no ser desechable por transmitir valores, enseñanzas y temas
universales. “El clásico persiste porque hay en él una fuerza educadora, iluminadora,
direccional, regeneradora, curativa una “dynamis” tan intensa como significativo y
cabal es el ideal de hombre, el arquetipo, el canon de conducta personal y social que
revela.” [1].
Cuando acercamos la Literatura a los más pequeños lo hacemos con un fin, ya sea
desarrollar su imaginación, su lenguaje o transmitir valores, enseñanzas, experiencias.
Pero siempre debemos tener en cuenta que lo que estamos poniendo frente a los niños
son obras literarias, por lo tanto, el fin último y primigenio debe ser el goce estético, el
docere delectando. Esto es lo que se valora en la obra estudiada, lo estético de sus
composiciones que hacen que el lector valorice o reproche las actitudes de los
personajes, que conozca sobre el territorio y costumbres del marco geográfico donde se
desarrollan los cuentos, que comprenda y adquiera vocabulario y que termine de leer
sintiendo que ha sido una experiencia enriquecedora.
Cuando, en 1918, aparece Cuentos de la selva, aparece con el subtítulo “Cuentos para
niños”, el autor declara su destinatario de antemano por eso se puede afirmar que este
libro pertenece a la Literatura Infantil específica, la que es creada para los niños; en
contraposición a la Literatura Infantil ganada; que corresponde a los textos que, en un
principio fueron creados para adultos pero que los niños a través del tiempo fueron
adoptando como propios. Quiroga demuestra en este libro el conocimiento del alma
infantil ya que su creación tiene lugar desde la convivencia con sus hijos en la selva.
Toda la estilística de los cuentos nos remiten a ese lector niño, las fórmulas de inicio;
“Había una vez un venado […]” [Quiroga: 19], “Cierta vez las víboras […]” [5];
inauguran el vuelo desde la realidad rutinaria hacia la selva encantada por los ojos de la
niñez. Presenta a los animales como protagonistas de las historias como en los cuentos
“Las medias de los flamencos” o “El loro pelado” estos animales van creando su propia
personalidad hasta actuar y desarrollar sentimientos similares a los del ser humano
como el compañerismo y el agradecimiento en “La tortuga gigante” y la conciencia
pacifista en “La guerra de los yacarés”
El autor narra de manera amena y sencilla, presenta los hechos en forma lógica y
coherente, cronológicamente, lo que asegura una mayor comprensión de la trama.
Utiliza un lenguaje fluido, plagado de acciones que indican movimiento relacionado con
los sentidos: el silbido de las víboras, el grito de dolor del tigre, el color de las patas de
los flamencos. Descripciones breves, pocos personajes, construcciones isotópicas
triádicas: tres tentativas de los flamencos para comprar medias coloradas, blancas y
negras en diferentes almacenes, en “Las medias de los flamencos”; tres investidas del
buque de guerra y tres construcciones de diques , en “La guerra de los yacarés”; tres son
los protectores del loro, en “El loro pelado”. Se destaca la verosimilitud en las
descripciones de la flora, la fauna: “Este amigo era, como se ha dicho, un oso
hormiguero; pero era de una especie pequeña, cuyos individuos tienen un color
amarillo, y por encima del color amarillo una especie de camiseta negra sujeta por dos
cintas que pasan por encima de los hombros. Tienen también la cola prensil, porque
viven siempre en los árboles, y se cuelgan de la cola.” [22], mención de costumbres:
“Había hecho un atado con los cueros de los animales, y los llevaba al hombro. Había
también agarrado, vivas, muchas víboras venenosas, y las llevaba dentro de un gran
mate, porque allá hay mates tan grandes como una lata de querosene.” [2] o referencias
geográficas “El hombre enfermo aceptó, y se fue a vivir al monte, lejos, más lejos que
Misiones todavía.” [2]
Citando a Carranza, “Está claro que desde sus orígenes la literatura infantil (la aceptada
oficialmente) ha servido como vehículo de aquellos contenidos que los adultos
consideraban debían ser transmitidos a los niños. De este modo podemos decir que
buena parte de los libros para niños no han buscado establecer una relación dialógica
con ellos, sino que han servido para reforzar la asimetría, el verticalismo entre el mundo
adulto y el infantil.” [Carranza: 5] Esto no sucede en Cuentos de la Selva porque aquí,
Quiroga, cambia el juego. Es el niño; al que van dirigido los cuentos, el que debe ser
mediador entre la vida de la naturaleza y el hombre adulto; es al niño al que le transmite
los valores de la Selva y la importancia de su preservación, para que este le dé el
mensaje al adulto. Este es un punto más en la originalidad de la obra. Sobre todo, el
lenguaje sencillo, los consejos al estilo paternal, lo pintoresco de los personajes
animales y las descripciones de ese lugar maravilloso que es la Selva; es lo que hace que
Quiroga nos haga volver una y otra vez a sus cuentos. Y este volver a leer y volver a
elegir, ya sea para leer uno mismo o leerle a otros, recomendarlo, darlo a nuestros
alumnos es lo que hace de Cuentos de la Selva un gran clásico.
Según Umberto Eco, la lectura de un clásico es un viaje a las raíces, esto ligado a la
universalidad de esa obra es importante ya que así se transmite cultura y tradición. La
Literatura Infantil llega a Latinoamérica después de su florecimiento en Europa pero no
cabe duda de que aquí ya existía una literatura folklórica oral para los niños. De esta
manera, se importan los libros europeos y con ellos su cultura que se superpone a los
elementos autóctonos. Con la independencia de los países latinoamericanos comienza
un proceso de afianzamiento nacional y utilizan el folklore como un elemento
afirmativo de la propia nacionalidad, el folklore es utilizado como fuente para la
fantasía. La fantasía de Cuentos de la Selva no reside en presencia de personajes
mágicos como hadas y brujas como en el caso de Hansel y Gretel o La bella durmiente;
ni tampoco en seres sobrenaturales como Pulgarcito; tampoco en sucesos mágicos como
en el caso de Cenicienta donde la joven es beneficiada por un pájaro que le otorga todo
lo que ella le pide. En la obra analizada la fantasía surge de la misma selva, de sus
animales típicos con características humanas, de su flora y sus características regionales.
El folklore transmitido por Quiroga es diferente al europeo de los cuentos clásicos
analizados, aquí las amenazas no son hechizos ni madrastras malvadas, el lobo no es un
personaje presente en el monte como tampoco los son los cisnes. Aquí la amenaza es el
tigre y muchas veces el hombre que destruye la naturaleza pero el obstáculo más
importante es la supervivencia a esa vida hostil que puede llevarse en este escenario del
monte donde se desarrollan los cuentos.
Carmen Bravo afirma que en los últimos congresos de Literatura Infantil celebrados en
Latinoamérica, los participantes estaban de acuerdo en “sostener la utilización del
folklore en la Literatura Infantil como vehículo fundamental para el desarrollo del país y
del individuo en esta segunda fase de su independencia cultural, que es tan necesaria en
Iberoamérica.” [Bravo: 61]. En consecuencia, nuestros escritores estarían
desempeñando la misma función que desempeñaron en el pasado Perrault en Francia o
los hermanos Grimm en Alemania, con la salvedad de que los escritores
latinoamericanos no son tan conocidos en el mundo.
Por todo lo antes expuesto, considero de gran importancia revalorizar el libro Cuentos
de la Selva como un clásico de la Literatura Infantil latinoamericano que ayuda a
transmitir valores y enseñanzas universales pero fusionando lo mítico y folklórico de
nuestra cultura. Qué mejor instrumento de transmisión cultural que el cuento, que ha
sido siempre una de las formas más utilizadas en la educación formal e informal. El
cuento juega un papel importante en la construcción de la personalidad en las primeras
etapas de la vida, a través de ellos los niños aprenden hábitos y costumbres que los
ayudan a entender su realidad. Y mucho mejor aún si esa realidad es cercana a ellos. “El
cuento es un sistema de mensajes que los niños captan mas allá de todo razonamiento
lógico” [Aztudillo: 7]
BIBLIOGRAFÍA GENERAL