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¿Literatura infantil o literatura a secas?

Carmen Rodríguez

La duda sobre si existe o no una literatura infantil viene dada muchas veces en la
creencia de que la adjetivación de “infantil” interna una idea de literaturita o y
literatura aniñada adaptada para ser leída por los niños, es decir, escrita en un lenguaje
sencillo para que ellos la entiendan y con historias educativas, lo cual representa una
negación absoluta del concepto primario de lo que es Literatura Infantil.

Algunos especialistas, como el filósofo Bruno Croce, niegan la existencia de la


Literatura Infantil en nombre de lo que ellos llaman el arte puro y sin rótulos. En los
argumentos que se usan para tal negación está la idea de que así como no existe
literatura para calvos o para mujeres divorciadas no debe existir una literatura
propiamente infantil. Sin embargo, en pleno siglo XXI es imposible negar la existencia
de una literatura para los niños, escrita y pensada para ellos como posibles lectores y
con características particulares, a la cual, para no establecer linderos específicos entre
las distintas etapas de la infancia, se ha ampliado el término de Literatura Infantil a
Literatura Infantil y Juvenil o LIJ.

La LIJ, tal como lo señaló Armando José Sequera en el foro “La literatura infantil o el
cuento infantil venezolano” (Caracas-2010) es escrita actualmente por profesionales
dedicados a tal tarea; en esto subyace un conocimiento expreso de lo que este tipo de
literatura implica y se ha reivindicado la importancia de las imágenes de manera que ya
no sólo importa el trabajo del escritor sino también el del ilustrador, quien es tan
reconocido en el ámbito literario como el primero. Así vemos que la Literatura Infantil
no es una suerte de improvisaciones sino un tipo de Literatura.

Por su parte Bernardo Atxaga (1999) al defender la existencia de la Literatura Infantil


señala que lo que prevalece en ésta es lo literario, lo estético, sobre cualquier otro
elemento. El autor afirma la diferencia de la Literatura Infantil precisamente en el hecho
de que la no es homogénea sino que más bien busca, desde hace siglos, la diferencia. De
allí que especifica que el asunto no es llenarse la boca con la palabra niños sino poner el
acento en lo literario y considerar que si bien escribir para niños y para adulto es
básicamente lo mismo existen diferencias entre una Ulises y Peter Pan.

La diferencia expresada por Atxaga radica en lo que él llama la presión social, en otras
palabras los fantasmas que coexisten en el proceso escritural del autor, que conviven
con este escritor cada vez que se sienta frente a su escritorio a crear una obra infantil. En
este caso los fantasmas son los lectores niños, que actualmente no quieren más
diminutivos ni ser tratados como tontos, pero al mismo tiempo no poseen la experiencia
ni los referentes para leer textos como el Ulises de James Joyce (aunque es factible que
algún niño lo pueda leer a temprana edad). Es decir, los lectores niños silenciosamente
le dan indicaciones al autor sobre el volumen de páginas, la necesidad de imágenes que
le ayuden a construir el universo contado y la preferencia por los diálogos y no por
largas narraciones, entre otros aspectos. Esto permite afirmar que la diferencia entre la
Literatura Infantil y la Literatura general es el lector implícito que postula la obra.

Por último, vale aclarar que no todo texto que haya sido diseñado para los niños debe
recibir el nombre de Literatura Infantil. En esta última clasificación, por ejemplo, entran
los libros juguetes (de plástico, con luces o con efectos sonoros) y los libros de textos
escolares, que aunque pueden traer fragmentos literarios su valor y sentido es
básicamente instructivo y didáctico.

Referencias Bibliográficas:

Atxaga B. (1999) Alfabeto sobre la literatura infantil. Media Vaca.Valencia-España


Sequera A. (2010) Encuentro Nacional de Narradores. Foro “La literatura infantil o el
cuento infantil venezolano” 1° de agosto. Caracas.

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