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Relaciones sexuales tempranas

Autora: Rebeca Reynaud

Las relaciones sexuales de los jóvenes solteros, por lo general, no son planeadas y ocurren sin
protección, dando como resultado la obtención de una enfermedad de transmisión sexual o embarazos
no deseados. En México nacen, al año, 450,000 niños de madres menores de 20 años[1]. El incremento
de casos de VIH/SIDA originados en la adolescencia es de casi 32,000 al año[2].

El sentirse atraído físicamente hacia alguien del sexo opuesto, no es sino el primer paso que se ha de
vivir para llegar a conocer el verdadero amor, pero fincar una relación en este hecho, es como querer
construir una casa sobre arenas movedizas.

La pureza es la integración de la sexualidad en el dominio del mundo. La pureza personaliza; la


impureza cosifica. ¿Qué hay de más impersonal que unas caderas? Cuando el hombre o la mujer buscan
eso, no buscan a la persona sino sus dimensiones. Lo que importa entonces del otro no es su yo, sino sus
dimensiones. Una persona impura se hace objeto y hace objeto al “ser amado”.

La sexualidad bien vivida es tremendamente personalizada. A veces el varón engaña a la mujer con
la idea de que entregándose a él va a ser más mujer. Y la mujer, sin darse cuenta quizás, convierte su
intimidad en oferta y, finalmente, es desechada si no rectifica.

El varón es cazador por naturaleza. Imaginemos un cazador que busca venados; los animales le
huyen pero de pronto encuentra uno que no se esconde, que más bien se expone. No le cuesta trabajo
cazarlo pero esta vez se aburre: fue una pieza demasiado fácil. Al hombre le gustan las conquistas
difíciles.

La pureza permite amar con un corazón recto e indiviso. Justamente porque el sexo es una
maravilla se ha de guardar para el matrimonio.
[1] Carlos Welti, “La fecundidad adolescente”, en Demos, México 1995.

[2] Registro nacional de casos de SIDA, Dirección adjunta de epidemiología, julio de 1997, México.

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