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Instituto de Expansión de la Consciencia Humana

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¿QUÉ QUEREMOS CREER?


(artículo publicado en revista Uno Mismo Nº170, Febrero 2004)

Alejandro Celis H.

En estos tiempos en que la manipulación de la información es tan grotesca que


verdaderos delincuentes aparecen como héroes -piensen en Bush, Menem o el Estado
israelí- y en que supongo que muchos aceptan mentiras que normalmente no
engañarían al niño más ingenuo -las intenciones humanitarias de los EEUU en Irak o
la total inocencia de Pinochet en los miles de crímenes que ocurrieron bajo su
gobierno-, creo que es doblemente importante examinar en nosotros los elementos
que nos vuelven ingenuos y crédulos.

Estamos viviendo, probablemente más que nunca, bajo el efecto de una propaganda
absolutamente tendenciosa, cuyos hilos manipulan quienes tienen el poder y el
dinero. Hasta no hace mucho, simplemente creíamos cosas a pies juntillas porque las
veíamos escritas en un libro o en el diario. Pues bien, poco a poco hemos debido
despertar a la realidad de que ése es un profundo error. Los libros, los diarios, los
gobernantes, los ciudadanos supuestamente honorables, los agentes del sistema
legal... todos mienten con mayor o menor frecuencia -tal como cualquier mortal- y a
veces con increíble descaro. En el plano local chileno, a ultranza se negó durante y
después del gobierno militar que hubiese tortura o detenidos-desaparecidos; a
ultranza Pinochet ha negado toda vinculación con los crímenes de que lo acusan; a
ultranza el gobierno de Nixon y la ITT negaron que hubiesen saboteado al gobierno
chileno de Allende; a ultranza el consulado norteamericano negó todo conocimiento
del paradero del periodista Horman -protagonista de la película Missing-, así como
cientos de funcionarios de gobierno negaron conocimiento de otros desaparecidos.

Estos son, claro, ejemplos ultra conocidos, pero muchos siguen comulgando con esas
ruedas de carreta. En Inglaterra, por otra parte, un periodista afirma que Hitler “no
sabía nada” de la ejecución de seis millones de judíos; otros aseguran que todo el
Holocausto fue una fantasía, obra de la maquinaria propagandística judía. Supongo
que todo tiene un límite...
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A nivel individual...

Cuando, entre los 60 y los 80 del siglo XX, la iluminación y el despertar estaban
relativamente de moda –en realidad, esa moda nunca ha sido masiva- muchos de los
que corríamos tras esa zanahoria creímos que ésa era la solución a todas las
dificultades prácticas que encontrábamos en nuestra vida. Los problemas
económicos, los enredos en nuestras relaciones humanas y nuestras dolencias físicas
simplemente desaparecerían. En buenas cuentas, estábamos huyendo de esta realidad
física, creyendo en un mitológico estado "superior" en el que todas estas molestas
situaciones se evaporaban. Craso error: la verdad es muy otra.

La naturaleza del universo es el cambio y la expansión. Todo cambia y todo se


expande, a menos que intentemos impedirlo -lo cual puede lograrse sólo hasta cierto
punto-. En el caso de los seres humanos, parecemos afanarnos en impedirlo. Nos
aferramos a lo que sea que conozcamos; cualquier cosa conocida es mejor que las
posibilidades que aún no conocemos. En este proceso, pasamos por alto lo obvio, lo
que tenemos frente a nuestras narices. Soñamos con la iluminación, con una mítica
pareja romántica y perfecta, con ser perfectos nosotros mismos –hay muchísimas
versiones de esto-, con una situación económica exuberante, con un trabajo
extraordinario, con un mundo diferente. No está mal soñar, siempre que no
neguemos lo que está frente a nosotros. Y lo que está frente a nosotros es
tozudamente insistente –para quien no quiere verlo-.

Es normal, humano y válido tener preferencias: preferir una realidad a otra; lo que es
neurótico, engañoso y finalmente desquiciante es insistir en que la realidad debe ser
de una forma y no de otra, o que es diferente de lo que es.

Nuestros temores

Es muy penetrante en nuestra cultura -más allá de lo que nos damos cuenta- el temor
al sexo y la descalificación de las necesidades corporales. Eso no se admite, claro, en
forma tan directa, sino que se invocan grandes principios como la virginidad, el
celibato, la decencia, las buenas costumbres, la elevada moralidad, la profundidad del
amor, etcétera, etcétera. Con toda una sociedad que funciona de ese modo, no es de
sorprenderse que prácticamente nadie haya tenido una adolescencia sana en la cual
no haya sentido culpa o vergüenza por sus propias y muy naturales inclinaciones
biológicas. Y entonces, ese estallido de volcán que es la adolescencia no es vivido con
naturalidad y la mayoría de las veces retorcemos esa energía, que en esa etapa surge
con una fuerza de verdad impresionante.

No lo vi de primera mano, pero recientemente se mostró en el Canal Nacional un


documental de monos chimpancés en el que se estudiaba a dos comunidades
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diferentes, geográficamente no muy lejanas la una de la otra. Una comunidad de


monos era vegetariana y practicaba una sexualidad que la gente más pacata calificaría
de "inmoral y libertina": en medio de cualquier actividad y de la forma más natural,
monos y monas tenían relaciones, sin posesividad ni exclusividad. Terminado el acto
sexual, cada uno seguía en lo suyo. Esta comunidad de monos era muy pacífica y
relajada en su estilo de vida. La otra comunidad era carnívora, con hábitos muy
territoriales y posesivos de la familia y la pareja. Eran muy agresivos; y en la caza,
muy crueles con las bestias que se devoraban.

Por supuesto, no pretendo que volvamos a nuestros orígenes evolutivos, pero el


aparente efecto de la libertad sexual y la alimentación es más que obvio en este
estudio, ¿no? Una verdadera libertad sexual, en la que de verdad aceptemos sin
trabas ni restricciones nuestra sexualidad -algo de lo cual como civilización humana
casi completa nos hallamos lejísimos- en donde podamos considerar el sexo y el
cuerpo como fuentes de placer sensual, como una celebración de la Vida y de la
Creación, en donde no sea vergonzoso mostrar nuestra atracción, donde no
pongamos cortapisas ni escándalo en torno a quién practica el sexo con quién...
pienso que eso sería una importante base de sanidad para los seres humanos, asunto
en lo que aparente y lamentablemente creo que no estamos muy cerca de tener un
acuerdo. Confío en que monstruosidades patológicas como el caso Spiniak o la
violación de niñitas por sus propios padres o parientes cercanos simplemente no se
producirían en un ambiente así, en el que el sexo tendría un lugar tan natural y
cotidiano que esas patologías no tendrían caldo de cultivo.

En la situación actual, los desequilibrios que se dan toman la forma de que los
hombres se obsesionan con el sexo al punto de cometer violaciones y las mujeres se
convierten en histéricas y manipuladoras, rehuyendo el contacto sexual natural y
produciendo entonces más obsesión. Obviamente, éste es un círculo vicioso
interminable en que la patología se perpetúa y retroalimenta.

La iglesia católica, con sus ideales absolutamente alejados de cualquier realidad


tangible, con su insistencia en ideas que hacen agua por todas partes -piense en los
curas pedófilos y en un supuesto matrimonio eterno que se da muy rara vez en forma
de verdad amorosa-, y con su cultura de sacrificio y penitencia -véase la procesión de
Lo Vásquez o los frecuentes ejemplos de autoflagelación de los "fieles" en diversas
partes del mundo-, de veras ha atornillado al revés cuando se trata de buscar la
sanidad mental de los seres humanos. Después, claro, recogen a los niños violados y
todo eso, pero no parecen percibir su propia participación en que esas cosas ocurran.

¿Y entonces?

Sometidos desde pequeños a un verdadero lavado de cerebro en el cual las palabras


reemplazan a la realidad, y luego a un incesante bombardeo de los medios de
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comunicación en su intento por lograr que creamos lo que ellos desean que creamos,
se requiere de un importante grado de voluntad para distanciarnos de todo esto y no
ser manipulados como peleles. Debemos cuestionar TODO lo que se nos ha dicho, no
aceptar nada de lo que se nos diga, sin más y simplemente porque quien lo dice
"parece" honesto.

Tomando nuevamente como ejemplo el tema al que me refería recién, algunos


aseguran que precisamente el propósito de tener un cuerpo y vivir en este mundo es
negarlos (!). La idea me parece tan inverosímil que creo que no resiste mayor análisis,
especialmente si consideramos que aquello que se supone que es la alternativa es la
fantasía de un paraíso celestial digno de Walt Disney. No pretendo negar lo que
afirman distinguidos Maestros de todas las épocas, en el sentido de que esta realidad
física y esta dualidad no son reales, son maya; de hecho, estoy totalmente de acuerdo.
Lo que digo es que hay una enorme diferencia entre negar de plano esta realidad y
aceptar que, aún cuando la realidad de esta dimensión es relativa, vivimos en ella,
comemos, dormimos, nos enamoramos, tenemos hijos y morimos. Y puede que todo
eso no sea, en un sentido último, "real", pero mientras estamos aquí es bastante real.
Incluso más real que cualquier realidad trascendente, por lo cual creo que es una
tontería intentar simular que todo eso "no está allí".

¿Qué sentido podría tener vivir en la Tierra? Ha habido religiones que proponen una
celebración de todo lo que existe, pues sugieren que todo lo visible y lo invisible
provienen de un mismo Origen. Desde esa perspectiva -con la cual concuerdo- nada
puede ser dejado de lado, apartado. Todo es espiritual y hasta las modestas piedras
nos muestran las maravillas del Origen, de la Fuente, del Todo. Y entonces, el sentido
de la vida sería la celebración de nuestra diversidad y de la multiplicidad de posibles
experiencias que podemos vivir, la celebración del Todo. Naturalmente, éstas son mis
propias conclusiones y análisis, y no se trata de que usted simplemente las adopte; la
idea es, simplemente, mostrarle alternativas a la corriente de pensamiento que
"domina el mercado", y que usted lleve a cabo su propia reflexión.

Nuestra verdad

En general, podría decirse que desde niños se nos entrega todo envasado y digerido:
se nos trata como a verdaderos tarados, como si no tuviésemos una pizca de
inteligencia propia, como si fuésemos incapaces del menor raciocinio inteligente o de
hallar nuestras propias respuestas. Lamentablemente, muchos terminan
convenciéndose de que eso es así, y no tienen suficiente confianza en sí mismos como
para escuchar sus propias claves, en la creencia de que nada positivo puede salir de
eso.

¿Cuál es "la" verdad? Desde mi perspectiva, no existe tal cosa. Es posible que existan
unas pocas verdades absolutas en relación a lo Supremo, pero en lo cotidiano existen
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mi perspectiva y la tuya, no verdades absolutas. Nuestras verdades pueden incluso


contradecirse, pero de igual modo ambas son válidas. Y entonces, da lo mismo la
"autoridad" que pueda tener quien sostenga una visión diferente a la nuestra: si de
veras creemos en lo que estamos viendo respecto a una situación, debemos respetar
nuestra perspectiva, nuestra verdad, no necesariamente en desmedro de la otra
posición pero tampoco cediendo y anulando nuestro propio juicio. Un elemento
importante a tener en cuenta es que "mi" verdad sólo es válida para este momento: lo
que me interesa ahora puede dejar de interesarme mañana, de modo que no podemos
exigirnos saber qué querremos mañana, porque eso es simplemente imposible.
Nuestras claves nos informan sólo de AHORA.

Por supuesto, es perfectamente posible que de este modo nos equivoquemos: puede
que malinterpretemos ciertos datos, que nos apresuremos a sacar conclusiones, que
tengamos un punto ciego respecto a algo, y no podamos evaluar con claridad la
situación. Pero es de eso de lo que se trata el aprendizaje: sacar conclusiones y
comenzar de nuevo. Si nuestra intuición se equivocó porque nos dejamos llevar por el
temor o por los deseos, tendremos allí la oportunidad de identificar esas energías y el
poder que tienen para nublarnos la percepción lúcida. Si nos dejamos llevar por los
afectos o las simpatías al juzgar a alguien, puede que nos equivoquemos, y lo
deseable, nuevamente, es que aprendamos de ello; si, ingenuamente, creemos que
todo el mundo es bien intencionado, la vida nos dará múltiples oportunidades de
descubrir que no siempre es así.

Hace unos años, alguien -muy ciega y vanidosamente segura de sí misma- me


atribuyó haber hecho algo que no hice. El episodio fue bastante desagradable y de
hecho implicó separarme de un grupo de socios -cosa que a la postre fue lo mejor-,
pero lo llamativo fue el grado en que alguien puede teñir subjetivamente su
percepción de proyecciones, temores y otros elementos que finalmente desemboquen
en que "vea lo que quiera ver".

Volviendo a una idea anterior, podríamos decir que la iluminación es una continua
apertura a la Verdad. Y entonces, lo que deseemos o no creer constituye,
simplemente, un obstáculo. Mientras más transparente sea nuestra percepción -
mientras menos se halle cargada de deseos, proyecciones, temores, subjetividad,
ideas preconcebidas-, más nítidamente veremos todas las facetas y todos los niveles
de una situación. "Que se haga Tu voluntad" es la actitud que nos abre las puertas de la
Verdad: una completa apertura a Lo Que Quiera Desenvolverse, en todas las facetas
del espectáculo del que somos testigos.

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