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CHRISTIAN DELACAMPAGNE

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
EN EL SIGLO XX

TRADUCCIÓN DE GON^AL MAYOS

Ediciones Península
Barcelona
La edición original de esta obra fue publicada en 1995
por Editions du Seuil (París), con el título
Histoire de la philosophie au X X ’ siecle.

© Editions du Seuil, 1995.

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Y DE NUESTRA CONVERSACIÓN INTERRUMPIDA
Diseño de la cubierta: Albert i Jordi Romero. EL 24 DE OCTUBRE DE I99I.

Primera edición: mayo de 1999.


© de la traducción: Gongal Mayos Solsona, 1999.
© de esta edición: Ediciones Península s.a.,
Peu de la Creu 4, 08001-Barcelona.
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C O N T EN ID O
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Prefacio a la edición española g o
Prefacio i3 o
Introducción. Nacimiento de la modernidad 17 O
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I. L A V ÍA S E G U R A D E L A C IE N C IA 29 ■; Q
1. Progreso de la lógica 29 , O
2. De la lógica a la fenomenologíaH iio ie -i■ 3ó n
3. De la lógica a la política & jl5SíJ $ 49 • í )
4. La disidencia de Wittgenstein 64 • 1

2. L A S F IL O S O F ÍA S D E L F IN A L 87 O
1. El final de Europa 87
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2. El final de la opresión 104
0)
3. E l final de la metafísica-^ ó**» 127
4. Después del final 148 ■I n
7; O
3. P E N S A R A U S C H W IT Z l6 8
■0 O
1. Los caminos del exilio 168 "■■■■ U
2. La decisión de Heidegger 178 • O
3. Primeras investigaciones 204 7: O
4. L a instrucción del proceso Ah>ry\0, 218
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4. E N L A G U E R R A F R ÍA 23 I v; o
1. Los partidarios del liberalismo 231 f; O
2. E l defensor de la libertad Scw f?£ ■ 242 O
3. ¿Hacia una tercera vía? 262
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4. Destinos del marxismo f\¡fh * 4S $ € f 270
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C O N T E N ID O
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5* L A R A Z Ó N E N T E L A D E JU IC IO
1. «Estructura» frente a «sujeto» mu*
2 .Una historia de la verdad ToiÁXOAtít;/¿uA-n- PREFACIO A L A E D IC IÓ N ESPA Ñ O LA
:é 3- De la desconstrucción al neopragmatismc
4- ¿Comunicación o investigación?
-
Krav/S
V '
) Epílogo. La catedral inacabada 35i
Glosario
s 357
Indice de nombres 363
Al leer la traducción española de mi libro, no puedo evitar sorpren­
:'W-
derme de que, en esta investigación que pretende abarcar el con­
\V*
junto de la filosofía occidental desde hace cien años, no figure nin­
gún filósofo contemporáneo de origen español o latinoamericano.
. Esta extraña, «laguna», sin embargo, no revela ignorancia u ol­
vido. Hace un cuarto de siglo que España se ha convertido, en cier­
ta medida, en mi segunda patria. H e vivido y trabajado en ella du­
rante numerosos años, y una parte de mi vida íe está fielmente
v
vinculada. Deseo pues decir claramente que no pertenezco a aque­
\:V"! llos que subestiman la importancia, la riqueza o la originalidad de
.-r-( la cultura española.
Y.-;
N o desconozco tampoco la vitalidad de las culturas latinoameri­
canas del siglo xx, ni la amplitud de su contribución a la investiga­
ción.en filosofía, en psicoanálisis y en las distintas ciencias sociales.
,;S La «laguna» en cuestión se explica, de hecho, por otra razón:
•’ 'l una razón que apunta al proyecto mismo que ha dirigido mi traba­
jo, así como a la estructura de conjunto que ese proyecto me obli­
V’ > gaba a adoptar para componer mi libro.'
M i proyecto no era escribir un diccionario, una enciclopedia,
una especie de «catálogo» de los filósofos o de las grandes filoso­
fías de nuestro siglo. Otros lo han hecho o lo harán. M i proyecto
¡•O % — que me atrevo a creer, en un cierto sentido, más original— era
hacer aparecer, por una parte, las principales mutaciones que han
0 . afectado en profundidad al campo de la filosofía contemporánea y,
0 >, por otra parte, mostrar que para comprender bien las mencionadas
c? mutaciones era necesario situarlas en relación con el horizonte de
y:;:y. la historia real—económica, social, política y cultural—del siglo xx.
En definitiva, lejos de aproximarse a un «inventario», mi traba­
jo debía basarse en elecciones, en la fijación de prioridades, en la
selección de algunos de los «campos teóricos» más particularmen-
V.v.' 8 9
•. > .
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX ; P R E F A C IO A LA E D I C I Ó N E S P A Ñ O L A

te significativos— con el riesgo, evidentemente, de tener que dejar Mientras tanto, deseo que la presente obra, que no tiene nada
en la sombra gran cantidad de autores que, por notables que hu­ de definitiva, constituya al menos ía investigación preliminar de un
bieran sido, no habían aportado ninguna, contribución notable a la «panorama» de la filosofía en el siglo xx. Deseo también que abra
transformación de esos «campos teóricos». camino a otros trabajos análogos, que, en la medida en que estarían
L a única pregunta que se plantea entonces es saber por qué, a redactados desde perspectivas diferentes, permitirían dar a cono­
fin de cuentas, la mayor parte de los grandes filósofos de lengua es­ cer, ya sea una nueva aproximación a los mismos problemas, ya sea
pañola de estos últimos años, de Miguel de Unamuno a María a problemas o a problemáticas nuevas.
Zambrano, o de José Ortega y Gasset a Xavier Zubiri, parecen En fin, no quisiera terminar sin agradecer a Gon^al Mayos, mi
encontrarse en esta última categoría— la categoría de los que han traductor en lengua castellana, el excelente trabajo aquí realizado.
permanecido en cierta medida «en los márgenes» de los grandes
debates filosóficos internacionales. , C H R IS T IA N D E L A C A M P A G Ñ E .

Por supuesto, es inútil buscar una respuesta «metafísica» a esa


pregunta. L a respuesta surge, simplemente, de la historia política y
de la sociología de las instituciones filosóficas. Y, sin estar especial­
mente atraído por un trabajo sobre este tema, no me sorprendería
que un estudio de ese tipo llegara a las siguientes conclusiones.
Por una parte, la dictadura que gobernó España de 1939 a
1975, dictadura a la vez política e ideológica, ahogó, si no toda for­
ma de pensamiento, ál menos toda posibilidad, para un pensa­
miento crítico (y ¿qué es la filosofía, sino una forma de pensamiento
eminentemente crítico}), de establecer conexiones con pensamien­
tos extranjeros y de participar en los debates internacionales. Ha
sido necesario que se produjera la «transición» democrática para
que esta situación cambie finalmente y puedan acceder a la escena
internacional filósofos tan originales como Félix de Azúa, Josep
Ramoneda, Xavier Rubert de Ventos, Femando Savater o Eugenio
Trías.
Por otra parte, el eurocentrismo característico de las institucio­
nes culturales europeas, basta fecha reciente, no ha permitido en
absoluto a los filósofos de América Latina, sobre todo si publicaban
en una lengua diferente del inglés, hacerse aceptar por las institu­
ciones en cuestión. Aunque anglófonos, los filósofos norteameri­
canos han tenido, por su parte, cierta dificultad en darse a conocer
a sus colegas europeos como auténticos interlocutores. Han termi­
nado por lograrlo hace un cuarto de siglo. N o me sorprendería que
sus émulos sudamericanos a su vez terminen por conseguirlo final­
mente en las próximas décadas. H ay que esperar que la llamada
«mundialización» (término sobre el que habría mucho que decir
por otra parte) tenga también efectos positivos.
10 II
•V
. '-'1
PREFACIO

o
Y

Los filósofos ¿deben interesarse por la historia de su propia disci­


plina?
o. Algunos de ellos responden negativamente. Ya sea porque pien­
o san que la filosofía no tiene historia, que es eterna profundización
de una misma pregunta a la que no se puede dar n in g u n a respues­
ta definitiva: cada filósofo debería pues volver a tomarlo todo por
su cuenta a partir de cero. Ya sea porque creen que el estatuto de la
filosofía es el de una ciencia en sentido pleno, a la que se le asegura
un progreso lento pero cierto: el estudio de sus errores pasados se­
ría entonces mucho menos útil que la búsqueda de nuevas verdades.
Otros estiman, al contrario, que la filosofía no existe fuera de su
propia historia. Que se confunde con él corpus de los textos en que
se expresa. Y que filosofar consiste en primer lugar en explicarse
con esos textos: dicho de otra manera, en afrontar— para reconsi­
derarlos o para desmarcarse de ellos—los problemas que plantean
y las tesis que formulan. Ningún filósofo podría ahorrarse tal con­
frontación, ya sea con el corpus entero, ya sea con una de sus par­
tes más significativas; la historia de la filosofía—entendida como
trabajo de relectura crítica de las grandes obras del pasado—se
convertiría, en este caso, en un momento estratégico esencial de la
actividad-filosófica propiamente dicha.
Esta última perspectiva es la que he escogido, sin ocultarme que
tal elección provocaba inmediatamente una doble dificultad.
O' La primera en lo tocante a la delimitación del sector estudiado.
Si bien no hay nada de sorprendente, parece, en que un filósofo se
interese por su tiempo, en el caso del siglo xx, ¿por qué tendría que
poseer este «siglo»— unidad de medida perfectamente arbitraria—
una coherencia interna que autorizara a aislarlo? L a respuesta, sin
duda, no puede venir sino de la investigación misma—incluso én el
caso, como espero mostrar, de que desde el inicio de ésta, que el úl-

13
H I S T O R I A E>E L A F I L O S O F Í A E N E L S I G L O X X PR E FA C IO O

timo cuarto del siglo xix constituye claramente, para la historia de «espacio común». Si otras obras, destacables en sí mismas, no son
la filosofía, el inicio de una «ruptura» de cuyas consecuencias so­ en absoluto—o no suficientemente—recordadas en este libro, no O
mos todavía prisioneros en la actualidad. son por mi parte ni el efecto de un «olvido» ni el de la «indiferen­ o
Segunda dificultad: a partir del momento en que se quiere crí­ cia». Ello proviene simplemente de que sólo habría podido in­ ■ \)
tica, una relectura de los últimos cien años de la filosofía occiden­ cluirlas artificialmente dentro de los límites de mi propósito. En Q
tal no puede pretender hacerse pasar por «neutra» o por «no com­ resumen, se debe a lo que—a pesar de su interés intrínseco—en n
prometida». Esforzándose por ser tan «objetiva» como lo permite ellas ha permanecido marginal hasta ahora o privado de posteridad. <
el asunto, la historia—o la reconstrucción— que propongo aquí, :0
expresando una forma de leer los textos y por tanto de ver el mun­
O
do, no podría ser sino una historia entre otras posibles. Incluso si
tengo la debilidad de no creerla errónea del todo, no me oculto que M is opciones, sin embargo, no resultan simplemente de la elección O
presenta lagunas, que da muestras de ciertas injusticias, que mues­ que he hecho de los filósofos que estimo importantes. Se manifies­ -o
tran, por decirlo todo, mis opciones filosóficas: «defectos» inhe­ tan también en la manera de presentar sus tesis, al estudiarlas. o
rentes a toda empresa de este género, pero que tienen sus razones Si fuera necesario resumirlo en una frase, diría que mi método ©
de ser, sobre las cuales quisiera explicarme brevemente. de lectura se basa en la convicción de que las ideas no caen del cie­ o
lo, ni tampoco nacen por generación espontánea. Su historia no es
nunca «pura». Toda idea comporta consecuencias de orden cientí­ o
fico, político o religioso. Cada vez que he podido, me he esforzado
o
Comencemos por las lagunas y las injusticias, o al menos por las por aclararlas. Por arrancar a los discursos de los filósofos sus pro­
más visibles de entre ellas. puestas implícitas. Por comprender con quién dialogaban, o contra ©
A fin de conservar, tanto como se pueda, una coherencia en esa quién se batían, cuando proponían tal concepto nuevo, tal proble­ o
lectura, he limitado el campo de mi estudio a la filosofía stricto sensu. ma inédito. ©
N o se encontrarán aquí—salvo cuando una referencia se muestra ne­ La lógica de esta posición me ha obligado— en algunos casos —a o
cesaria—informaciones relativas a las ciencias llamadas «humanas» o evocar la biografía con cierta amplitud. En efecto, me parece difí­ ' ■/
«sociales»: lingüística, ciencias cognitivas, etología, psicología, psico­ cil leer correctamente a ciertos pensadores sin conocer el tras- ©
análisis, sociología, ciencia política, historia, etnología o antropología. fondo, existencial o sociológico, que ha visto nacer a sus obras. o
H e tenido que renunciar, por otra parte, a explorar un buen nú­ Más en general, no creo que los grandes debates filosóficos puedan •Q
mero de debates suscitados por la intervención de la filosofía en ser completamente separados del contexto histórico en que se han
l. >
otras regiones del saber: debates sobre el determinismo de los fe- ^ desarrollado. Las dos guerras mundiales, la revolución de 19 17 ,
í. ■}
nómenos microfísicos, sobre la naturaleza y el funcionamiento del el nazismo y el comunismo, Auschwitz e Hiroshima, la güeña fría, el
derecho, sobre la interpretación de las obras literarias y artísticas, final de los imperios coloniales, la lucha de los pueblos oprimidos ' >
\■
por no citar más que algunos ejemplos. Condenado a ser selecti­ del Tercer Mundo y otros: tantos fenómenos demasiado cargados
vo—pues nadie puede decirlo todo— , me he obligado a permane­ de consecuencias, en todos los dominios, para que una gran parte de 0
cer en el interior de un «espacio» de problemas históricamente la filosofía contemporánea no se haya visto afectada por ellos, de una 1 ■}
determinado, que se podría considerar «común», si no a todos, al forma u otra. 2©
menos a la mayor parte de los filósofos del siglo xx. Última elección, también discutible: que haya recurrido en esta “o
Obligado, por las mismas razones, a limitarme a los filósofos investigación a instrumentos que son los que usa habitualmente el
más «importantes», he decidido no conservar sino aquellos cuyos historiador de las ideas—-ideas, por ejemplo, de escuela y de movi­
escritos habían modificado sustancialmente la configuración de ese /u
miento, de influencia y de filiación. Indiscutiblemente cómodas,
14 *5
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX

esas nociones que utilizo aquí sin tematizarlas no dejan de ser pro­ IN T R O D U C C IÓ N
blemáticas. Y sin duda deberían ser objeto, a su vez, de una refle­
xión crítica—reflexión que, por sí sola, exigiría un libro nuevo. N A C IM IEN T O D E L A M O D ERN ID AD

Sería vano ocultar que el presente trabajo se ha alimentado no so­


lamente de asiduas lecturas sino también, hasta un punto del que
yo mismo no soy consciente, de toda mi experiencia personal des­
de que emprendí, hará muy pronto treinta años, el aprendizaje de Algunos años más de atrocidades varias en Bosnia, en Ruanda o en
la filosofía. Y , en particular* de un gran número de encuentros y otras zonas, y se acabará nuestro siglo.
conversaciones que, de una manera u otra, han contribuido a la N o tendrá que hacer trampas para llevarse, dentro del palmarás
formación de mis ideas. de la historia, el gran premio del horror. Sería inútil buscar: ninguna
Baste decir, aquí, que algunos de esos encuentros me han mar­ época ha visto perpetrar tantos crímenes a escala planetaria. Críme­
cado indeleblemente. El más determinante ha sido el primero, con nes enmasa, oryamzadosjacionalmente y a sangre fría. Crímenes sa­
Édouard Barnoiñ, mi profesor de filosofía en los últimos cursos de lidos de una insondable perversión del pensamiento—una perversión
bachillerato en el instituto Louis-le-Grand (1966). Quisiera igual­ que quedará simbolizada para siempre en el nombre de Auschwitz.
mente recordar a algunos grandes filósofos desaparecidos cuya pa­ N o obstante había comenzado bien, este siglo que tan mal fina­
labra me ha sido siempre cercana: Jacques Lacan, Louis Althusser, liza. Había tenido unos comienzos prometedores. Incluso había
Román Jakobson, HerbertMarcuse, Vladimir Janltélévitch, Michel dado, entre 1880 y 1914, serios motivos de optimismo, especial­
Foucault y Thomas Kuhn. mente a una Europa que estaba entonces en la cima de su poder.
Gracias a ellos, pero también a muchos otros que están todavía ¿Acaso no atraviesa, durante los treinta años que preceden a la
vivos—y entre los que debo nombrar, como mínimo, a Jacques Primera Guerra mundial, una verdadera edad de oro? Militar y eco­
Derrida, Jacques Bouveresse y Stanley Cavell— , he tenido la ex­ nómicamente, domina al resto del mundo. Gracias a los progresos de
cepcional suerte de poder descubrir, fuera de los libros, algunas de la tecnología, de la medicina y de la educación, cree ver triunfar las
las múltiples formas en que se conjuga el verbo «pensar». U n poco Luces. En fin, precedida por la vanguardia de sus pensadores radica­
de esa suerte, igualmente, he querido hacer partícipes a mis lec­ les y de sus artistas innovadores, entra en ese mismo momento en una
tores. Y en primer lugar a los más jóvenes, a los que— como mi nueva era, la «modernidad», anunciando profundos cambios en el
hijo— parecen abocados a crecer en un mundo donde la voz de la orden de la cultura.
filosofía, amenazada por toda suerte de violencias, tendrá cada vez Para apreciar la importancia de esos cambios, es necesariojecor-
más dificultades en hacerse escuchar. dar que,del Renacimientohastrel'flnal deTsmloxix, Tas produccio-
Permítaseme, finalmente, agradecer a las dos personas gracias a nes del arte v del saber son consideradas, no como simples construc-
las cuales existe este libro: Thierry Marchaisse., quien lo ha susci­ _ciones mentales, sino coma d^jnria. reapqad
tado y cuya amistad vigilante me ha ayudado considerablemente a , prp£rí^t.ente- Sin duda el mecanismo según el cual se engendran ta­
mejorar el texto, y Rose-Marie, cuyo apoyo moral me ha sido esen­ les representaciones fue objeto de muy diversos análisis, que en oca­
cial para llegar al término de esta loca empresa a la que he estado a siones criticaban su carácter «natural». N o obstante, tales denuncias
punto de renunciar muchas veces. escépticas quedan aisladas. Para la mayoría de aquellosque.ashse-in^
c . D.
nuestra mente está en pleno acuerdo con el mundo.
ió 17
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O
Por mucho tiempo dominantes, esas convicciones cesan progre­ En .el universo de los sonidos, sometidos a códigos menos rígi­
sivamente de serlo a partir .de 1880. Ligadas a una imagen del uni­ dos que los de las palabras, las experimentaciones abundan desde el .O
verso que no ha evolucionado demasiado en tres siglos, se ven cues­ fin del siglo xix. Wagner, Moussorgski, Mahler y Debussy consi­ O
tionadas junto con ésta. Cuestiones hasta ahora rechazadas resurgen guen sacudir el yugo de la armonía que, desde Bach, gobierna la O
_ ___ ____ _D.„m.iu n fü ^am en to ^er^ de.nuegtTa música occidental. Arnoíd Schonberg termina por hacerla explo­ O
mente? L as leyes que presiden su funcionamiento ¿son verdadera- tar. Su Pierrot lunaire (1912), primera obra rigurosamente atonal, ,0
mente las únicas posibles? ¿Seguro que reflejan algo mas'qüé'fipao^ constituye el punto de partida de toda la música llamada serial o O
nes subjetivas o normas culturales? Por múltiples razones, artistas, dodecafónica. O
científicos y filósofos empiezan a dudar de ello. Pero si bien muchos Pero es sobre todo el lenguaje pictórico el que se ve subvertido
o
rechazan como ilusoria la pretensión de nuestros lenguajes de decir por los cambios más espectaculares. Estos tienen como causa in­
la verdad, por contra se apasionan por los signos mismos, los cuales, mediata la expansión de la fotografía. ¿Para qué, en efecto, limitar­ 0
al perder su transparencia, ganan en misterio. Análogamente se apa­ se a la reproducción de las apariencias, ahora que esta tarea puede O
sionan por el mecanismo de la representación, que se convierte, en ser llevada a cabo por medios puramente mecánicos? Conscientes 0
pocos años, en el objeto de las reflexiones más subversivas. del hecho de que un tal «progreso» les plantea el desafío de forjar­ O
Se trata, si se quiere, de una «crisis». Pero
. . . . n ■— .............. 11
de una crisis perci-
J - * n rf— 7 ■ ■"■■•■r r ' fffirit l 1|,t~'^ ," lf rni~ « _
se una nueva legitimidad, los pintores deciden entonces buscar en 0
ellos mismos las leyes que en adelante regirán su trabajo, en lugar •í ;>
ración? P ues si la lógica de. la representación, en el sentido clásico de dejárselas dictar al ojo. 1 ■)
del término, no es mj s qu^ufl^consmicrión de la m e n te ^ n o ja Verdadera aventura filosófica, la historia de la pintura moderna
comienza, por una parte, con la triple reacción de Cézanne, Van
bles otros tipos de construcción. Otros usos de los signos pueden Gogh y Gauguín contra el realismo óptico predicado por los im­
ser imaginados, otras reglas del juego elaboradas. Reglas que a su presionistas y, de otra parte, con el movimiento simbolista. Los
vez deberían permitir la exploración de territorios nuevos, en la primeros abren la vía a una reconstrucción mental de lo real que
medida de la sed de expansión que, en todos los campos, domina sistematizarán fauvistas (1905) y cubistas (1908). En cuanto a los
Europa por entonces. adeptos del simbolismo, apelando a Moreau, a Redon o a Klimt,
Tales son algunas de las preocupaciones que, en todas partes deciden dar la espalda al mundo sensible para fijarse como objeti­
donde se las ve aflorar, permiten ver, entre 1880 y 19 14 , el surgir vo la representación de su propio universo mental, atravesado por
de una cultura decididamente «moderna». inquietudes religiosas. De esta ruptura espiritualista surge, bajo la
influencia de Kandinsky y de Kupka, muy pronto seguidos por
Malevitch y Mondrian, la pintura llamada abstracta o no figurativa
(1910).
Preocupaciones manifiestas, por ejemplo, en los poetas de esos Pero todavía queda por dar un paso más. Si el Cuadrado negro
años. Rilke, Apollinaire, Saba, Trald, Cendrars, Pessoa, Ungaretti sobre fondo blanco (19 15) de Malevitch es, en sus propios términos, p
o Maiakovsld no deben su afinidad sólo a la edad. Tienen en común una pintura «no objetiva», no por ello deja de poseer valor repre­ -Q
tratar el lenguaje, con una libertad hasta entonces impensable. Las sentativo. Simplemente, en lugar de remitirse a un objeto visible, 'O
palabras, ciertamente, se resisten. N o se puede jugar con ellas sin se refiere a un absoluto espiritual. Tres años más tarde, el Cuadra­ .O
poner en peligro su significación. Con todo, “algunos, como los do blanco sobrefondo blanco (1918) marca el resultado de esta travesía ■0
«futuristas» rusos, aceptan asumir tal riesgo. Sus tentativas desem­ iniciática. Atendiendo a su fin supremo, la pintura cree encontrar O
bocarán muy pronto en la invención, por Khlebnikov, de una len­ su fin. Malevitch deja sus pinceles.
gua sin precedentes, la «transmental» (zaoum). El hecho de que los vuelva a tomar, algunos años más tarde, .,0

18 19

"U
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F Í A E N E L S IG L O XX N A C IM IE N T O D E LA M O D E R N ID A D

para componer extraños lienzos figurativos al estilo «primitivo» Pors@tiagg^téí la ^ ^ d is p u t a ^


prueba, no obstante, que no se puede decidir por decreto la muerte
de la pintura. N o más, por otra parte, que la de la filosofía. - ;dptgh^sampo^nnaMpEoxímaGÍóiL<JangÍQnaka:lo^áyQs Fisiología y
neurología hacen importantes progresos, en favor deLqambio de
perspectiva, en la medida en que lps-ícabajos de j&isteurjibren la
vía a la medicina moderna y los d^Mendgi a la genética o teoría de
la herencia.
sino mg^nentradas^en el
e^t^d^^^^adg^dqlsfie^pq.him ianos' (historia, geografía, eco­
nomía, sociología), .sei.e^iquesem;a^aiti£id&cL88tóc£op,^es;nuevas
aná!isisade4 a:£ dÍ|^pl|í^s¿quejhdesd9>distintos;iángnlQSv'aborda;mgl;feimmeno d ejar
Las matemáticas son las primeras en ser alcanzadas por ese pro­
ceso d&-refimdición. Este se inició en los años 1870, cuando Dede- Á gran distancia de la filología clásica, más preocupada por la
kind yyCantojy entre otros, constatando que carecen de rigor sus evolución histórica de las lenguas que por su funcionamiento in­
conceptos de base—Los de la aritmética, en particular— , empren­ terno, lo^prin^jp^EdSíWKBSiBfísiá.^Mti^^pajjBSsonsSStahlieGidos11
dieron una audaz reflexión sobre su propio lenguaje—reflexión vin­ í^ ^ .li^ p .v F e ^ n ^ d ^ d ^ S ^ iS S u r^ 18 57-19 13), 4gayas*
culada a un desarrollo sin precedentes de la lógica, que por enton- 'f^^y£p^ñd^É|^i^!?IEEEótSÍ^taíní^Í9^gls?m á^|grde^
ces tiende a convertirse en la ciencia más «fundamental» de todas.
ESli^iMgia&^tiigiqitítnii3aswntÉa5 ¡5 ^ii5 i^ ^ 5 E i S ^ i ^ ^ 5 ®s:‘'
^ ®^ ñ J^ ^ ^ a ^ á § á iñ S p Í3 fa . Én tanto que descubre las riquezas
inlgñL^li^apiMliS^MEñQádénan.Cpianclg/establece el concepto de de las costumbres y de las representaciones «prelógicas» (Lévy-
«quantum» de acción. La antigua hipótesis de la esffuc£am atómi­ Bruhl), la etnología no puede más que criticar la pretendida «su­
ca de la materia se ve definitivamente confirmada.CEinstd jj formu­ perioridad» de la civilización europea y reconocer, detrás de la
la la teoría de la relatividad (1905). Puesto, que rompe en pedazos «diversidad» de las sociedades sin escritura, la unidad profunda del
la idea— heredada de Newton— dé un espacio y de un tiempo ab­ hecho simbólico. Dicho de otro modo, del género humano.
solutos, esta teoría se muestra revolucionaria también para la re­ Por lo que respecta al psicoartáh^S^—término acuñado en 1896
presentación científica del mundo, como puede serlo la invención por el médico vienés Sigmund Freud/(i85Ó-i939)—, si bien no
concomitante de la abstracción para la representación pictórica de constituye una ciencia en el sentido usual del término, como subra­
éste. - • yará muy pronto Karl Popper, tampoco se reduce a una nueva me­
Resultado de las investigaciones sobre la estructura del átomo, tafísica ni a una rama de la psicología o de la psiquiatría. Lejos de
la mecánica «cuántica» conoció, en los años siguientes, un rápido ser una noción romántica o una categoría nosográfica, el incons­
desarrollo. En su interpretación dominante, defendida por Bohr ciente ffeudiano es el nombre de una «instancia» universal cuya
y fortalecida por las relaciones de incertidumbre de Heisenberg aparición parece concomitante a la del lenguaje, de lo simbólico en
(1927), conducirá al cnestionamiento del determinismo clásico— general. Su exploración revela una práctica de desciframiento, ya
cuestionamiento a su vez contestado por Einstein, Schrodinger y sea a través del síntoma neurótico (Estu^iossobrej^jñ^rm ^ri cola­
de Broglie, cuyas objeciones permanecen todavía hoy en el cora­ boración conjosef Breuer, 1895), 0— en sujeto «normal»— a tra­
zón de un debate crucial para el futuro de la física. vés del triple canal del sueño, del acto fallido y del chiste (Witz). En
todo caso es lo que Freud—quien no parece haber tenido conoci­
nante.,.Por una parte, miento de las investigaciones de su casi contemporáneo Saussure—
ÍO
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F Í A E N E L S IG L O XX N A C IM IE N T O D E LA M O D E R N ID A D

se esfuerza por mostrar en la trilogía constituida por X a interpreta- Estos son, a su vez, de dos clases: Íu^
cwn^dejossueños {igoo^^Psicopatobgía deja vidajMtidiana (1901) y E l ció sintético aposteiiori, la prueba de la unión entre el predicado y
Tres obras marcaba? el sujeto tiene que venir de fuera. N o puede ser aprehendida más
por una misma concepción de la escena psíquica como lugar de una que en una intuición empírica. Ejemplo: «Todos los cuerpos son
«representación» cuyo autor secreto sería el inconsciente. pesados», puesto que el peso, a diferencia de la extensión, no per­
tenece a la esencia de los cuerpos. BliM§ÍMÍ6Íiqi&Íuferigu &prioti^ Q r
presenta un

pensamiento^ m d e p M td » ^ g lt^ d á ^ m lid a ^ en^esumen, sobi e


i;.;las4 djeast,fHosófícas-puede uimdnmiclán^ura¡m^empírica^Ejemplo: «7+5=12», o bien: «La lí­
nea recta es e f camino más corto de un punto a otro».
T ^ S ^ ÍÉ ir© fa M 6M ^m áfeTOáfí^Silg^P^fea;3£ant;enla «Estás
iSgÜKlHl
smfsmspríímME n geometría, la intuición pura es de orden espacial:
mi mente aprehende la existencia de correspondencias entre pun­
^ 8 ia ^ M a i^ É ^ ^ ^ t ^ B g M ^ ^ ^ !Í É É g M !^ ^ d c l ^ bi^hiUJiaanQ^ tos, líneas y superficies situados en ün espacio mental. En aritmé­
tica, es de orden temporal: mi mente asimila una adición cualquiera
Kü h ÍK M É l i i É S f É É É P l P i l i M W » a una sucesión de números que se desarrolla, como el pensamien­
^^^^Iró^^ii^^^^íósOi^^exefíto^de^tóda'préáüporicióníintuitiva,^ to, en el tiempo.
© K p lfeS^ t^ ta^ iica. Pues bien, en 1880, no es esti^el casq. Todas las proposiciones de la física, en cambio, así como las de
En ese momento, efectivamente.iteM^nerlaadBaconcejil: este- las ciencias de la naturaleza en general, constituyen juicios sintéti­
il^^^lMM^dMipriM0ifei^¡di^aw>dae6rÍna;íqmeíínQ5isátÉLsfaee:Jsué- cos a posteriori. En calidad de tales, resultan indefinidamente revi-
í ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ H § § ^ g i í a i # ;4 ©svniatemátíGos. Defendida, entre sables.
otros, por la escuela de Marburgo, cuyo cabeza de fila es el filóso­ Sin embargo,
fo neokantiano Hermann Cohén (1842-1918), estadofilrina;§& ret tuna^propiedad?i;eomúntMampQmems»Que^tma:i.expfirienciaipUéd_gl.ser
nt0ata;sp©M®'éathéiy¿aá:^i^ema;#xpuesto ciemañó^antes po/í£ant) d a d t^ ^ m |^ p ^ i|3 ^ »#^^^^ri^iÓB^i|^^-:e|npímca^np:-piiéde
é^gp^SÉjiW MÉ^íEim^^tira (1781). V y bake^g©PDiltmentoa^iktavudaáde:ákMerienSii^^ierencuenr
^tÉc^dciite^UCeptcvCQUuná^inrinción>«Los4acnsamientossincQnr
'telado?—precisa Kúnt—^éfíáSa^Gíós’ÉásíintúMónésrsincoijcepto,;
^ I # M Í S ^ ^ ^ ^ ^ f iS § iy i0 n 4 ^ ^ .d e §e^ip;eió n ^ ^naMclasifiGación .
—discutibles—d^M&Mefosf >asar;el campQ-ds~
deJ^uejeiaftece--
Loy.qug*
^| | ¿ ¡ ^ ^ p ^r|^^d||Sii^i4líricQKO^intefie0. EáSebin ioi o >analb + í i ^ l igáS^^^ffiSsíiffiiMdepMdiefltafl^^fósde^aiÉjrina^mquese^
-laig^ S f c r f t a a f e ^ i ^ ^ o a t ^ ^ p S i ^ d ^ S i i ú A b s u i e t o . Ejem­ hM#ipÍgilSÍpnádiMb4iúédr^Mbúi:^tátesdl.iaritBgEa>tesis de-.Kant.
plo: «Todos los cuerpos son extensos». Constituyendo la extensión
la esencia del cuerpo, un juicio semejante permite dilucidar el co­
1. Kant, Crítica de la razón pura, trad. fr., París, P U F, 1968, «Introducción a la
nocimiento, pero no acrecentarlo. lógica trascendental», p. 77. [Trad. cast. de Pedro Ribas: Crítica de la razón pura,
Madrid, Alfaguara, 1978.]

22
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O XX N A C IM IE N T O D E LA M O D E R N ID A D

« liliiilillillIiS T^ a a » ^ m f e &aBlÍaP- Dicho de QJ


& ^ 0 ^ m ^ m ^ d sá M W im éík i-fi
t e f e e ^ i S ^ ^ ^ dos^dos¿j3i^ c o s >rMsdm|)ortantes¿sQás¿feEege:l
^ :^ p ^ e s p a ® te p ;®ii!p o -^ ®e ^ íM a e ie i» te sm < m iF a íc Ie ';iiu e s- ^ i^& ljyElprim ero rechaza globalmente la intuición. E l segun­
cp^g^ilíiíidáH f Asimismo, todos nuestros conceptos derivan de do laconserva dándole un sentido y un papel diferentes. Pero el
una docena de «categorías*’—generales, que pertenecen a ia de uno y el otro, de hecho, tuvieron un precursor común. Pues la crí­
nuestro entendim ientdfE n s u in ¿ ^ te jM tjid % ^ E iM m » tQ á ^ ^ u n ? tica comenzó—de manera muy discreta— en 18 10 , apenas seis años
^ÍSM lS5; B ^ s á W 8lw 5i^iáwÁtodasM^BÍilHWia'^d'síMei>déjsu^ 4 después de la muerte de Kant. Su cuna: el Imperio austrohúngaro,
t g ^ u M ^ h ie M da^dM m iiáa^^ B ^ta-aadepB^iett^dedasicon- vasto ámbito cultural donde el pensamiento kantiano, de origen
.d iBiSfi^^^a§ieiMi:Ésta^iipMdiJjc^ ta^esdá^Bg^d^tesisade^^nf «prusiano», ha tenido siempre más dificultades para implantarse
B S t^ ^ M ^ ^ g g g B ^ m A m ^ ^ á a s g -iÉ a ^ a m e ^ ^ r ^ a fe a ffie k eme en otras zonas.
d ® g ® a y is !^ .^ ^ ^ ^ a J^ |> ^ .o ¿ ^ a :5; ^ ® ’jeaer:utta>=ra2'ón.jjlibjÉada:-:a».sí -w a0Oi»eL
ffiisruá;i(Leibniz). L » e g u n d a | ^ i r n e r s e llama Bern-
prScipsaMBMWWpM5m;tB#geB)t M iS'á^b*(H unie)._^®iteM irigjs, h a rd t^ S lz g i^ 1781-1848). Nacido en Praga, Bolzano es un sacer­
í ^ l ^ r t i i i l ^ j f f i i É Í l ^ M M 3^^Ntelos^do^pdi:EHT)saque¿klo ^ c-e- dote catmiéo que enseña la «ciencia de la religión» en la univer­
éI^ba3^ ^ ^ ^ ^ ^ Í Mgjri;§M^ SysP^s^dl^litÉ ffee-Keiu^gnid^ sidad Carlos.
Igibniziáno^En primer lugar porque, excelente matemático, es au­
^ ^ ^ ^ ^ M r f g ^ ^ a w g 0 n i g M ^ p a ^ b a c e E l a ^ gre^aT,en,«l^ tor de teoremas fundamentales para el análisis, esa rama de las ma­
temáticas que se desarrolló a partir de la invención del cálculo
infinitesimal por parte de Leibniz. E n segundo lugar, porque
^ l á a ^ ^ i|3@ ^ a | ^ ^ ^ m g f a ¿ a i q ^ ^ » ^ ^ o e a n i» á n d o ^ se interesa por 1a lógica, disciplina que emerge en la Antigüedad
sej^ipglaaifea^u^SMtn^a^ds. Dicho de otro modo, en^verifrear' gracias a Aristóteles y 1a escuela estoica, pero a la cual Ramón Llull
y después Leibniz han abierto nuevas perspectivas, poco compren­
píJMSS^ilMé'SS didas en su época.
Filosofía de la ciencia, filosofía prudente, if^ffi^eína^e%I&an^„ Deseoso de convertir a los judíos y musulmanes a la «verdade­
consri'tuyéiienaé^ Sin duda ra» feporia^s©la=fimrza de un razonamiento bien conducido, el ca-
su teoría del conocimiento presenta bastantes dificultades cuando talányRamon Llujf/ 12 3 3 - 13 16 ) había imaginado un «gran arte»
• se la analiza con detalle. Pero, a pesar de éstas, élMfliSRliginojban^ {ars combinatoria) capaz de resolver no importa qué problema teó­
fianq^oide|,a^e4f;ong^;^ig^jM^^q,d.glo.feahgq.%g^n.finMarán0refirién.- rico, un poco como la alquimia debía dar a los hombres una suerte
de omnipotencia sobre la materia. Sembradas de naufragios y de
encarcelamientos, sus cruzadas lógico-teológicas no fueron excesi­
vamente exitosas. Descartes, cuatro siglos más tarde, ironiza aún a
propósito de las especulaciones lulianás, a las cuales no concede
ningún crédito.
Vgu^^^Etg e n g i^ J ft Mgid^ gg^ ytS ^ i^ S ten T iaM léMda^dq^Q^fe- Más precavido, Leibniz se esfuerza por mejorar el «arte» de
Llull. Avezado diplomático, cristiano ecuménico, intenta contribuir
gS$á¿dM ^teúgriÍ|gíi^^ también a la unificación del género humano al facilitar la unifica­
ción de los conocimientos. Pero ¿cómo conectar éntre sí las separa­
2. Ibid., Prefacio de la segunda edición (1787), p. 20. das ramas del saber? Traduciéndolas a una lengua universal accesi-

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H I S T O R I A £>E L A F I L O S O F Í A E N E L S I G L O X X N A C IM IE N T O D E LA M O D E R N ID A D

ble a todos: la de las matemáticas. Leibniz se esfuerza pues en con­ meros irracionales, así como la invención de la teoría de conjuntos
cebir una escritura formal (lingua characteristica), compuesta de un (1872) por otro científico alemán—que se declarará, también, vi­
pequeño número de signos primitivos capaces de expresar, según gorosamente antikantiano—, Georg Cantor (1845-1916).
reglas combinatorias, todos los conceptos pensables. A este simbo­ Por lo que respecta a la Teoría de la ciencia, enlaza con la ambi-
lismo convencional le bastaría con aplicar mecánicamente ciertas ,ción leibniziana de una mathesis universalís, diciirPrfFrit r ^
operaciones para obtener, por simple cálculo, la respuesta a no im­ con el proyecto de una unificación del saht r por medio tie_reff]as
porta cuál cuestión (calculas ratiocinator). Los contemporáneos de puramente lógicas. Introduce además una noción inédita, la de
Leibniz no veían, en sus investigaciones largo tiempo menosprecia­ «representación en sí», a fin de subrayar la necesidad de una dis­
das, nada más que el efecto de una extraña propensión a soñar. Kant tinción entre, por una parte, el contenido conceptual de una re­
las ignora, así como la lógica en general— disciplina inútil y que no presentación y, por otra parte, las imágenes mentales capaces de
había becho ningún progreso, cree, desde Aristóteles.3 Ésta es la pri­ expresarlo. Más en general, desarrolla la tesis—de inspiración pla­
mera razón por la que el leibniziano Bolzano rechaza a Kant. tónica—según la cual las leyes lógicas, dotadas de una «verdad en
H ay una segunda razón. sí» independiente de nuestra subjetividad, no podrían reducirse a
los procesos que acompañan su formulación en nuestra mente.
as^matemáticasvimaisolucióñmaás^sátisfae.toria1
T aFesda^esis que desarrolla en sus Contribuciones
a una exposición, deja? matemáticas sobre mejores fundamentos (1810). Crcep^
Esa obra que pasa desapercibida en su época es, sin embargo, ¿la* 1 1 hri-
prioxiy.p
||p q^jq^^^aim ¡>cqnsidet^^scábrQ sam yycon^ iafQ^tará^^ló;sPfegi^UÍ^ÓmQSél|mó^hóEráfáñ^sus0rítriCas a Kant,*
Sea espacial o temporal, la intuición es, en efecto, uno a su manera-^más,
siempre empírica. Puede— como el recurso a la figura en las de­
mostraciones geométricas—tener un papel accesorio, de tipo pe­
dagógico. Pero no se podría obtener de ella ningún teorema digno Polonia, su influencia
de tal nombre. ^ p ^ii^ ig^ ^ t^ M r^ cn iT io ^ fad ftseab aK an t^ las ¿ se manifiesta por ejemplo en el dominico Franz Brentano (1838-
matemática§v^obre/>fendamer>^s::vSólidQ^es;GegesarÍQv;gue; éstos^ 19 17), nacido en Alemania pero docente en Viena, o en Alexias
purifieado^derjtQdo.elementointuitivo.seancoiiGebldQsdemane-^ von Meinong (1853-1920), quien, después de haber sido alumJÜD
gelusivámeBteJóOTca. Brentancksligya a cabo lo esencial de su carrera en Graz.mrem
Es, en suma, en el deseo de triunfar donde Kant—según él—
había fracasado, por lo que Bolzano rechaza la doctrina de la «E s­
llS ¡S ¡S & f ^ tte ^
tética trascendental». A pesar de la situación marginal a la que le qp^yng;
condena esta decisión, prosigue no obstante sus trabajos y publi­ temí
ca— bajq una relativa indiferencia—una monumental Teoría de la
ciencia (1837), seguida de una obra postuma, Paradojas sobre el infi­ jgllgiiiip**
nito (18 51). Otro alumno de B ren tan o-tiifrinde en su país las tesis de Bolza­
Esta última prefigura las investigaciones ulteriores del matemá­ no, el polaco Kasími|’Awardows]gj)(i866-i938), autor de un libro
tico Richard Dedekind (18 3 1-19 16 ) sobre la naturaleza de los nú- titulado D el contenido y ^ fo ^ t o d e las representaciones ( r 894). En el
curso de sus años de enseñanza en la universidad de Lwow, de 1895
3. Ibid., Prefacio de la segunda edición, p. 15 . a 1 q3o, presgr~
26
H I S T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O XX

1
Bs,t?>siligis.c?s—Lukasiewicz, Lesniewski, y ^ slri ^ntar-
binsld— , L A V ÍA SEG U R A D E L A C IE N C IA
e^ ^ cla d A ^ a|g ^ a ,^ n ^ ;h i\^ sú g a d o n es Car-,

Mientras tanto, feÉ^iai^%l?ÍgMgnt^igha?;ígEig^óÉiaibíarayan-


e x p e r i m e n ta p r o t T e s » » ^ » ^ ; -

I. P R O G R E S O D E L A L Ó G IC A
J
#felB^dlTÍ^febla;B“d'é^lin^pt0^esÓ^o más exactamente de un re-
tftfetatgsad^^bMííte^igE^the—tmatfetiotradavatencidri aliproblciría nadmientOfc^g^ló/gicaíéH^gliiláglósX^tf^^fen los dos grandes libros
dglrlltígtláje. de G eorg|^ o o^ J( 1 8 1 5 - 1 8 6 4 ) donde ese progreso tiene su punto
de pa rnHa• (^J^nÁlísis matemático deja lógica ( 1 8217)—cuyo subtitu­
.fftegrQ.al iiienas,|ia.bi-á,Jperinitido a Ja ;fílos.ofíaliberará lo, «Ensayo paraun^Tcu^Uelrazonatmento», recupera explícita­
p-m-fo ^ .^ ^ ^ j^ ^ g t 4 »i?08Ígmei^Qipe^íyi3Ea&ada^d^©yect^TOÍstgigigdg» mente la expresión leibniziana de calculas ratiocinator—y L as leyep
! jf ^ H 1t,,;qMQ.g^ D escubrimien* del pensamiento ( i 8 ?4)-
1 í^ ^ ^ m ^ t^ ^ E t^ iS ia o b lito fe a d o s ^ e n s a á o re s ^ d d ^ ig lQ -X ^ : ^temático co^nxperiencia, especialista en análisis y álgebra,
l| }a (atestlonar/lanm^ci^ a d d e ^ e ^ ^ ^ ^ m g ff^ fe ie a s ^ a a é S Q P S -
1 >tesmdedáiÉti5traciáñtfe

gijbiíiá^^^e^gliGar^.íos^^é^o^osmlgeDTSieo^^^^i^í^ríaiñ'.^aajáe¡ámd <ié
d^ffiM^IIS^®l^dPÍ^gEs;@Sfd^dis^ESE>>^, por utilizar los términos
de su compatriota Augustus De Morgan (1806-1871). Y para poner
esta hipótesis a prueba intenta revitalizar la teoría aristotélica del si­
logismo traduciéndola al lenguaje del álgebra.
Supongamos que las variables x e y representan clases de obje­
tos cualesquiera. La aportadón específica de Boole consiste en no­
tar mediante 1 la clase entera (el universo del discurso), por o la
clase vacía y por el símbolo v—que no es todavía un cuantificador
en el sentido preciso del término-—la palabra «algunos». Gracias a
esta notación un juicio de la forma «Todos los hombres son mor­
tales», se convierte en «Todos los y son algunos x», dicho de otro
modotjy = vx. De la ecuación correspondiente,y - v x = o, es fácil ob­
tener, por una serie de operaciones algebraicas elementales, otras
fórmulas, como por ejemplo: y (1 -x ) - o («los hombres no morta­
les no existen»).
El uso sistemático de tal simbolismo permite eliminar las ambi-
28 29
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O XX LA V ÍA SEG U RA D E LA C IE N C IA

güedades semánticas inherentes a los silogismos tradicionales, en De hecho, más que un sistema filosófico en sentido clásico, cste^
tanto que la aplicación mecánica de reglas del cálculo elimina todo
riesgo de error en el proceso deductivo. Boole reencuentra así, por
un método puramente formal, el conjunto de resultados a los que
Aristóteles tan sólo había llegado de manera empírica.
Alentado por ese primer éxito, nalidad^su>iPCT:éGtQ--Qbnsist^sp::!déSirn b a r^ z ^ p s^d e :acnterQo
bilidad deaplicar la técnica /-ion pl írsn terapéüticó1—de falsos'iiroBi^más énfifiiiclrac)os {)br una
losóficos. Su.ambición no^es-2—corno !lo serádagdeáíSa^aap-—ejjrni-* m eta f í s i c a . ^
nar la hlosoíia, sino más bien—dentro del espíritu del gran sueño e s ía 5 ^ ^ r @ # g u m ^ ^ a ii^ ® lid ^ § ii!ia p ^
leihmziano^faGiiitar sn de.sarroljo. 0 on vistas a tal objetivo, Boolé "~ de quien toma, para hacerlo suyo, el ad­
se esfiierza en formular de manera algebraica las leyes más genera- jetivo «pragmático»— ^perQSirjMea&áfifeÉafliásnlo—ah que repro*
dessdéhpe&s^TOiénto; dicho de otro modo, en construir una teoría-' cli^convqBioizapp ,habét otQrgado^uUp^
glóhál d el rázóiiamicuto deductivo. Puesta en marcha en la prime­ teia laiotuicióu^ P M ó c fn s c r ib ^ lógicas sobre
ra parte de su trabajo de 1854, tal perspectiva tropieza con dificul­ ~ 1 a ; b ^ d(d ¿lgebra7.boQleana.^ Se esfuerza en perfeccionar la nota­
tades explicables, en buena medida, por las imperfecciones de la ción simplificándola, por una parte, y, por otra, introduciéndole—
notación utilizada. Por otro lado, la segunda parte de la obra, que a partir de nna sugerencia de uno de sus alumnos (1883)—los cuan-
intenta deducir por el mismo proceso las reglas de la inducción tificadores: cuantificador universal («todos los...») y existencial
,ef- j^S£>.las l^y^fundamentaies del calculo de probabilidades^—, («algunos...»).
.5é,.atasca-en.foi^idabIes-proBlemas_¿¿j^ifin,ípucstó)|que|p;e'rrnanece in teresa^oR -lafilQ sofía,de;ladóeic^9U ^arti^a#P lrd^dé§erlB c ió n i
d^1oq?prineipaléS'M pó0défeSig^
;t ó M ^ M ® g a m jÍ § | í§ ^ «naturales»-, Boolejip4 nimbólos (tokens). mdices !(rndices)mmmm^(Jconi). Susmhundantes»
Ia;bitr0spe^ción:gsÍGoló^c^. tr^ajos en. este dominio hacen de él él creador, ^durante-largo ¿
- & p g s á r ;d .c d a s d i tT o p ic z a l a T e a l i z a c i ^ * tiémp© m©^eeQpoaido, de una^diseiplinSQnüeva, la ^ ^ m P S ^ B l»
^ ^ ^ ^ ro^ c to ^ eft^g^ta^fde ^ óó ié^nó, piérd^'MitlpapiÉ¿^bmdadoi^ Cienci^dedóSfsignós^Y, conEérdináridídésSái^
iécésórésM é^
do-plenp. Haccdé-éUjt^ebiqaHfca^ te ^^^n^l^^dátbiRiglb'-^^K^elitTfltado de lógica-más reputado—lasi
l^í®Ster0ád)ea|-. Y abre así una íbuntada yía 3 su desaDEQlJQ .futuro.s fce&m M :$obre el álgebra de la lógica de Ernst Schrodér (1890)—se^
refiere^Hesencialmente, a las investigaciones de Bóole y de-Peirce,
en cuya dependencia se inscribieron tambiéiílos"trabajósTde los ló-
gicos Giuseppe Peano (1858-1932) y Ernst Zermelo (1871-1953).
Sin embargo, es una-obra de inspiración ímuy diferente, la: (kjtíá-
r ^ j F i l ó s o f o y sabio de múltiples intereses, matemático aisladojhregé. la que va a provocar_eljran¿camhÍQ-dd-
tura europea como lo eran entonces los intelectuales de WtíSva dónde salBHTGstoncamente; gran parte de U filosofía del siglo x x .

J ^ ^ S ^ i^ ^ t e p í^ í^ t is S if íf e - a u n q u e él Había preferido final*


m e n | ^ a ^ e a j^ ^ rpf^piá^act^a¿e¿«<pra’gmatacisníó^, para des­
4. «Cóm o hacer claras nuestras ideas», texto recogido en Charles S. Peirce, A
vincularse del sentido dado a este término por su discípulo William la recberche d ’une métbode, Perpiñán, Presses Universitaires de Perpignan, 1993,
James (1842-1910).
30
H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O X X L A V ÍA SE G U R A D E L A C IE N C IA

Profesor d^jmatemáticas en la universidad de Jena, Gottlob^trege, nator—es decir una técnica facilitadora de la resolución mecánica
de ciertos problemas—, no ha demostrado realmente la validez de
( 1777 - 1855 ). las leyes lógicas que rigen tal resolución. Por otra parte, su nota­
^ l ü i ^ l l l i y ^de quien deplora, por lo demás, el poco interés por ción no es suficientemente potente para transcribir de nuevo la
la lógica- - i% B i B B S i » ^ totalidad de la aritmética. ^jpesa^de^eGOnocerdos^méritoSidel áP
©stisdltánaa» jgcbra b.Qoleana-,Pfrege debe pues-enipe^:5úSfiáiyéndola!ZPÍ)Jmnar
AlldlMíMf comol i a mostrado m u y ííen ’tS u s s , ^ a ^ tiiveaik ^ aseia v«?rdadera.Linrru/i rhararteyrtfft'<a^EoSi;pri^^piM%de^es^i|iiueya,^<<lem-
c^^^ng;dM^áag.ylas«gÍGnffasiexnerimentale-sa.#^KO^iuisgprQpic)s^fiiTi^ gua formalizada del pens.amiento;:;puro>K como él mismo la llama,
daméMt^siiEfpuBdS0^aaeiKG^nGGbidos¿vádiMlesMefsig] o gnaep^Jns son expuestos en su primer texto importante^ la Begriffischrift
(1879)—título que significa literalmente {:escritura;de; lQS--Concep^-
Piensen lo que piensen los neokantianos ortodoxos, lasam te* to.s’ o ‘ideografía?.
m á tic ^ mucho después ¿eáLfemu.ertéideiiKant. Igualmente inspirado en el simbolismo entonces vigente en ál­
Por una parte, dentro de la vía abierta por Gauss, j^hamepastmii^ gebra, aunque más tosco que el de Boole y de un manejo menos fá­
d©|epm^Sigg^^éttíasTOi;éUélidiaúásfipér®bbátéhévsldf(i82d), cil, el simbolisíno¿prgpue5tó^en^eséjdpüSéúló:péimit^fe^fiMnt€nr
B plyai (182 9) >ynpá:gmaim^( 1853 ). .te>a'Erege;-empezar^a ü:aducír de huevo la :aritiiiiéfrcá?cdn iá ayuda
ser^iables*^oríasique^d*tmnéiPnifí|tte^ .eu? de un número litui>ado devérnhn^Iógicof. Pero la tarea se revela
efidianQjcqn t ^ d g ^ ardua. Así Frege, después de haber publicado una primera versión
Por¿@t£aypa£te* aún tributaria de la lengua alemana usual, los Fundamentos de la
por tanto de la abstracción— aritmética (1884), experimenta la necesidad de moaificaHa genera­
lizando el empleo de su ideografía y corrigiendo esta última con un
tos:d0s:;náraerosi Entrevista por Bolzano, efectivamente construida . cuidado extremo a medida que descubre sus imperfecciones. Efec­
por Cantor, la teoría de conjuntos— que no se refiere al número-— tuada a lo largo de veinte años de ímproba labor, esta modificación
aparecerá en adelante como la más simple y la menos conflictiva de conduce a una nueva obra, ^ slp ie s fundamentales de la aritmética,
todas las teorías matemáticas. cuyo primer volumen se edita en 1893 y elsegundo en 1903.
^Mvháláñ^é$dése:Se^abajodngente^qué, desde el punto de vista
874XdgP intelectual, provoca ,vadrniración, resulta--en- parte contradictorio,.
filfib ^ R u d o lr Hermann Lj^z^yk 8 17 - 18Í31), quien será elogiado Ett?sü;habe#j*se^ontabiÜzaran sobre todo cierros progresos de or*
igualmente por Husserí, adquieredapCQxndG^óiLde^quedas'pi^n- d,©nlógiéo^Iingüístico o matemáticos
En ei plano lógico, la ideografía fregeana presenta una doble
sim ples -juiGios^nalítieoSi £s d^ ventaja. Hace posible el cálculo de los predicados introduciendo el
uso de los cuantificadores {Begriffsschrift, § 31), cuatro años antes
q u e ^ - ^ g T ^ g g i^ e - ^ | 0 ^ a m ^ en * de que Peirce y sus alumnos hiciesen lo mismo por su cuenta. Tam ­
bién autoriza la reconstrucción, bajo forma axiomática, del cálculo
de proposiciones, ignorado por Aristóteles y prácticamente descui­
dado por los lógicos desde su invención por la escuela estoica.
turales^ref b ^ ^ n d o ) a— en modo axiomático—j ’ * "' %^©6rav.parte, las modificaciones ocurridas entre los Fu?ida-
él de la lógica. mentQS^das^^esfuñd^mnm l^mtánt^n aT ré g ra formular, en un
Un primer esbozo de semejante sistema le es ofrecido por Booie. articulóle t 8o2 . ^Sentido v referencia», distinciones que se reve-
Sin embargo, si bien este último ha construido un calculus ratioci- laron;.preciosas no s q í^ ^ n t e p ^ ^ ^ m g ic a sino también para el
32 33
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX LA V ÍA SEG U RA D E LA C IE N C IA b
7
o
¡ « I ^ B ñ g ú í s t i e o . F&meccsario dejar de confundir, explica, el .» cer. :en.lpS-|pri.merQS¿añós de nuestro siglo, superior a la lógica
(Sinn) «SlgebraÍ7;flda>> por:Rorilc. ^Óñstituvé; en una escala mas ámplia^el b
íVorstellung,) que jo acompaña en nuestra « éjégipló de~ un sistema simbÓlico endon dela aplicación mécánics ©
eonsam^fi^u^efeEencia^ de reglas precisas permite encadenar una con otra las etapas suce­ o
(Bedeutung). Las expresiones «estrella de] anochecer» v «estrella' sivas dé:vm razoñamieñto deductivo hasta su conclusión. Por otra
— I I II I iiii - 11 I I ll. « . — ■»■♦->» — ~ . | - >'—~ —■■ | ~
b
parte, como la significación de los conceptos puede ser fijada desde o
í 2^^S^títeBfiEuÍ ^ :ÍS k '£ Í^^B ,M S B ^K S S S ^^s®n^ mti,es :seja^can * el principio de manera convencional, se está tentado de creer que se o
^ ^ ^ ^ ^ ^ P ^ P . ^ ^ o p ^ ^ ^ ^ j d f e 2 ^ W ia..prQpQS¿dQa^ae» dispone finalmente de un método general, de xm. colc-uhis^ratiochia-
o
-§&i3^:-:^Pp F t¿^ QQ pensamiento»? (Gedanké), no "debe ser eone tor, apto para resolver no importa qué problema(pn surpaV'que jo
o
fjni gyalftj^de verdadero coincide adecuada _y totalmente con lo^lemostEable.
Y ^ á 3á^^g»a .-Et^g^. ^fcdadm ^osfirfidsfi^^ Sin embarga, esto no es así,-pues, a pesar de sus aspectos desta- .0
cables,ÍaconstmccÍQnfregeanarápidameñtevs e v a á encontrarmi~ B
SMmerés-de^eseAauáUsisesrQmperclarameúte eoiiei error «psi-* .nada;p o r p .f e c u b r iiif i^ m jR ^ ^ b
gologista», consistente:en reducir conceptos ÍQgioos aíeonten k 5jancft Viñéüládá’-á. la utiiizgción por Frege déllá: noción de exteñ- p
dosaueáitale^. ^Mñ®Méñímós®ár>teüequivaleueia^:£oTmal-de.todas las sióndeüna 'elase.-ó deun concepto, esa contrádiecióh—que coinci­ p
e£ ^ smo sentí^°> PQse©n el mismo -' de, en su principio, con otras antinomias matemáticas descubiertas .{■■)
^feiJíldéiK^da’d^ Frege justifica así un principio que se convertirá anteriormente por Cantor o Burali-Forti— és explícitamente iden­ o
en fundamental para los lógicos modernos, el principio de exten- tificada*; en junio de ‘í-002? por uno de los primeros (y raros) lecto­
o
sionalidad; según éste, toda proposición compuesta no es más que res de Frege, el j oven B ertrand Fússéll.
una función de verdad de las proposiciones que la componen. o
Esaf x m S S S B p ^ f i s m
B p e^p laa^matjglátic-Qi .finalmente,, su. contribución es ■capital-* o
En primer lugar, pHSfúéísútideQg^áfia;:peTmitéfib^rar áila antimétiea * -i^p.m pkdg;M g¿|^^ o
4iSdSsdep.fpdgnqia,en;queiéstra pernianecía:en relación con las lenguas ^i^gtmna^ase¿^Sj^>Qmoiúm;miemtir<^^ell.ataisma? Si así es, o
naturales. En segundo lugar, porque la famosa definición avanzada deberá poseer la propiedad determinante de esta clase, que es no ser (}
en los Fundamentos (§ 68), según la cual «el número que corresponde miembro de ella misma. Si no.es así, no deberá poseer la propiedad o
al concepto F es la extensión del concepto ‘equivalente [gletcbzablig\ al en cuestión: entonces deberá ser miembro de sí misma. Gadávtama ;p
concepto F ’», constituye un indiscutible éxito para la tesis logicista. ^eílajigFpigaatiya iiñgliea;pues, lógicamente su contxaria.
;#sda^i^éra;vez,:cen;ef6Cto, que:.serCQnsi^fc;laj;oHstaifíción^deL
o
E l ió de junio de 1902, Russell escribe a Frege para comunicar­
le este descubrimiento que pone en tela de juicio toda la construc­ p
intuición. H g^ aquí una am éntica prueba de fuerza que confirma la * ción elaborada por este último. En su respuesta, datada el 22 de ju­ b)
superación eféctiva de la-CQncepciQri kantiana de las m atemáticas. nio, Frege confiesa que la carta «me ha sorprendido más allá de lo pi
.^^bá^Qln^vpqg^ ^ ffestáo b H g ad Qai^n^artirCCon F ^ g e p jP tro que pueden expresar las palabras y, me siento tentado de decir, me p
g^l^Cl^ti^lg^esigdiQfi^ista^es^dettirdacreéncia-pla.tónjca^^cantoria--^ ha dejado consternado». i©©Bítal-feü%sti'&ñamientQ;íañade,:s<no sola-
ñ a en lgyexistencia real deun m un do inteligible, poblado deerm3ades~ m en te^fl^n^am erito de mi ariñnéticá, sino difcetámente.el úni­
lógicq-iqgtemátieasi. ; (jQ zanÍQ Snúm erosdeiinareálidadautónQiñá? co; ^ndgñiétítórpQsible de la aritmética, lo que parece disiparse».5
^Freexijtendesde'siemBrealcoaocjnúentQ-que^pqdemo^adquirúde
ellos?--Lvci-cumuatogavia por itusseñ,:e.sa;doet
5. Gottlob Frege, carta a Bertrand Russell del 22 de junio de 1902; erad. fr. en
sr’i Logique etfondements desmatbénuitíques (18 5 0 -19 14 ), antología preparada por Fran£oís
Jíasta?eílas¿ la aritm4tica;<<lo^ctza4 g>^®pL^E^^p.uqd&.paEe^ Rivenc y Philippe de Rouilhan, París, Payot, 1992, p. 242.

34 35
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O XX LA V ÍA SEGU RA D E LA C IE N C IA

imprevisto siguiendo los cursos onentasu


á^í3?^lfe§®^fe^ÍSft^^^®^5t5QS^QS©fip.s^grieg©s.a.diadar de la cía la filosofías-rehusando . como. Brentano;: s
,jppsib$¿£^y^^;cig|A 6ÍaF Desde este momento, comienza a trabajar en el problema' del
Algunas semanas más tarde, en un apéndice añadido in extremis fundanientOcdeias matemáticas-—objetivo (^Tiñlmportante deba^
a las pruebas de imprenta del segundo tomo de Las leyesfundamenta­ ir je l iniciofie los años iM o 7 Én 1887 obtiene su fiáBiKa"-
les (1903), Frege propone para^upérar ia aporíavma,solución téc­ ción con un ensayo sobre el concepto de número (Cantor se con­
nicamente poco satis factoría* íqüé se.esforzar-á.sin éxito por mejorar taba entre sus examinadores), a partir del cual edita, en 1891, un
en los años siguientes. Morirá sin haber podido consolidar la obra libro que se presenta como el primer volumen de una Filosofía de la
de su vida.
aritmética.
FQ_era balad!: coajk^parad^a^»; de^.Frege-Russell Subtitulada «Investigaciones psicológicas y lógicas» y dedicada
^ ^ S l ^ S r f á ^ t a ^ c r i s is de j o s . f u i i d ^ la s
por el autor a su «maestro» Brentano^gla^ohra^ q-ue^itastabun;-
^matemáticas;’ Una crisis de la .que, mi siglo.:más>tard©5^todavía no* dantemente lo.s, Fundamentos de Fresev Criticav,gin^eTnbargo Ía am
hemos salido. Salvo considerar que la crisis en cuestión, ligada a la blaón.ffegeana ,de-,EeduchÍa,m^^ca^^n^3fl¿.t£^JidafiUaIadógÍQa¡
naturaleza huidiza de la noción de fundamento, es quizás menos HusSerlpiensai.en-efeGtQ^que^es^vano-pretenden-explicarlasnd-
trágica de lo que nos parecía, puesto que no impide en modo algu­ ciones matemáticas.dábase fia_igualdadl,,l%¡analQgía^da4cantidad, la
no a los matemáticos continuar progresando. unidad) por
se puede elimina to e
-ira¡papel filqspficamenteudqcisi^o ert.ef la^praremátieaSi
incluso antes de haben sido, leídps por También en 1891 publica una reseña de las Lecciones sobre el ál­
f f lí^ e f is t e ^ £ a r nap*,Quin%_b:an^ gebra de la lógica de Schróder, donde, después de haber expresado
ron.únai conversión en el pensam ientpd©:^ su admiración de principio por la lógica formal, de^reprocha no
^ ;alguno^.:a^^mAs_tar.dp (1 900) un&^erfiáto considerar los conceptos sólo desde el ángulo de la extensión y no
de la comprehensión, esto es, r e d u c ir ^ a
Hasta el punto de que los numerosos herederos de esos dos fi­
las de un puro cálculo.
lósofos, partidarios de la fenomenología y adeptos al empirismo ló­ Puesto que no rompen de manera suficientemente nítida con
gico, podrían con pleno derecho reivindicar, en la persona de Fre­ la tradición empirista, estas tesis no pueden por más que suscitar la
ge, un ancestro común. Un ancestro por cuya mediación unos y
reprobación de Frege. El autor de los Fundamentos considera, en
otros se enlazan— a la vez que algunas veces se contraponen—con
aquel momento, posible y necesario reconstruir el concepto de nú­
una misma línea: la de los kantianos críticos de Kant.2
mero cardinal a partir sólo de las investigaciones de la lógica. La
tentativa husserliana, dirigida a hacer del número el producto de un
proceso mental de abstracción, le parece mancillada por un psicolo-
2 . D E L A L Ó G IC A A L A F E N O M E N O L O G ÍA
gismo inútil. Tal es, ai menos, la objeción que desarrolla en un ar­
tículo de 1894, consagrado por entero al primer libro de Husserl.6
Nacido en M g ^ ^ ^ k entqnces provincia del Imperio austrohúnga-
Husserl decide entonces revisar sus posiciones. Sin duda su evo­
ro, Edmunc(t:Husg^@^8^o-i02^')|manifiesta des:d,#í{nuy ;joyen un
lución es el fruto de muchos factores convergentes y no sólo de las
pareqi,4|^ ||^ ^ ^ ^ aSffiStélñ átiéáS ^ p o rrd R filosofías E l desarro­
llo de su cáfrera universitaria confirma esta doble vocación. Su te­
6. Gotdob Frege, «Compre rendo de Philosopbie der Aritm etik—I d’Edmund
sis de doctorado, leída en 1882, trata sobre el cálculo de variacio­
Husserl»; trad- ir. en Gottlob Frege, Ecrits logiques et pbilosopbiques, París, Seuil,
nes. Es después, en Viena, en compañía de Kasimir Twardowski, i 9 7 i,p p . 14 2 -15 9 .

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H I S T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O XX LA V ÍA SEGURA D E LA C IE N C IA

críticas de Frege, de las que Husserl incluso pretenderá, años más bien las influencias, aunque contradictorias, de K an ty d
tarde, no haber tenido ninguna influencia.*7 Sin embargo, precisa­ Como éste, H ^ l t t f e ^ sfiiem^PQgJundar^obte hases ¡
mente como consecuencia de ellas renuncia a publicar el segundo disciplinas qíieTsej
volumen de su Filosofía de la aritmética y, paralelamente, reempren­ f e r i a n seiMríá^u.vez,ide;zócalQpara una nueva- filosofía^ «ciciiniir
de el estudio de la lógica. De esa «conversión» surgen, en 1900 y
1902, los dos tomos de l a S u mejor libro, en
opinión de algunos de sus discípulos y el que anuncia.el. nacimien- amaomá «experiencia»;!
.to.,dc_una disciplina nueva. la «fenomenología>>.enunpdaeipiaíie- SEisn*-
^fluida-—según una expresión que Husserl abandonará en lo sucesi­ cía «trascenQentai^.!
» , Qe^a,.exDGriimuia.iAimuii«}:-j»<:evidencian (.Evi-
vo—comovacontología pura fle las vivencias en general».8 denz), o indutabilidad independiente de la dispersión de nuestras
Esta vez, subtitulado «Prolegómenos a la lógica pura», el primer imágenes mentales. Y sin duda esta «visión» intelectual, teniendo1
tomo parece haber sido escrito para ilustrar una sentencia de Goet­ por: objetO- signifieaciónes ideales- independientes- de la vivencia
he que Husserl, no sin humor, cita al final de su prefacio: «N o hay personal subjetiva, debe más a Descartes. queafCant (quien recha­
nada que se condene más severamente que los errores de los que nos zaba su posibilidad) o que a las tesis expuestas, en su Ensayo sobre
acabamos de deshacer».9 Nada .más severo, en efecto, que la conde­ los datos inmediatos de la conciencia (1889) y en Materia y memoria
na aquí ejecutada sobre la psicología asociacioñista salida de Locke (1896), por el filósofo francés Henri Bergson (1859-1941), cuyas
y encamada, más recientemente, por la Lógica de John Stuart Mili. doctrinas espiritualista y vitalista eran en aquellos momentos
Partidario de un empirismo integral, M ili es célebre por haber desconocidas por Husserl. Por lo demás, si Bergson confía a la in­
intentado reducir el principio de contradicción—principio de ba­ tuición la tarea de captar lo real en su esencia fundamental, que
se de la lógica— a una simple «generalización» sacada de su expe­ identifica con la «duración» pura, su manera de revalorizarla en
riencia por una mente observadora. Contra tal afirmación— que él relación con la inteligencia (o facultad de los conceptos)—redu­
mismo nunca ha suscrito—y, en general cida en su esquema al rango de conocimiento «inferior»—met es
de empirismo y de psicologismo, incluyendo las defendidas en su 4f@3|Í3dpyfipipp||ible-.con da- erígenéiár:íGÍéBtífi.ca:-qu.e preside la
tiempo por sabios ilustres (Mach entre otros), Husserl intenta? anáadtu:^ fepojuenológica. A partir dej esta exigencia tanto como
^ y de Fregepde * dlsdÍ.lÍspo§jcipp^SiapopsíGolQgistasíexpuesta'» en un principio* no
—única*1 dejgvde ^eríaúnmiás paradójico ver que Husserl haga depender el
toda ía* eonj;untp:4ecsu construcción, de la enigmática idea de «intuición de
. cléñciá. Otorga un rendido homenaje, en una página admirable
del libro, a la obra de Bolzano, cuya importancia filosófica procla­ 3^ digeioixes,.ligaidas a la ambicióMmismardel pro-
ma bien alto.10 yeUts queilas sqSGita, el autor de las Investigaciones lógicas es absolu­
Más particularmente consagrado a los principios de la teoría tamente consciente puesto que se sitúa, precisamente, en el marco
del conocimiento, el segundo tomo de las Investigaciones desarrolla cauto de una «investigación». No obstante, hay que tratar dé re-
una concepción de la lógica que se hace eco todavía de la de Fre- y§ejy®p!§.si Para, lograrlo,, para .alcanzar, esa claridad y esa evidencia^
ge—a pesar de que éste apenas sea citado—, pero que revela tam- crn ^ ^ ^ rígen es^ £St^ m p ^ d Q ^ ^ ^^jaríjúJm-axQl^agian^um

7. C arta de H usserl a Scholz del 19 de febrero de 19 36 , citada e a Frege- cinoo «lgccio-


H usserl, Corrtsponiance, trad. fr., Mauvezín, T .E .R ., 1987, p. 13 . entre abril y mayo de 1907, ante sus estudiantes
8. Edxnund Husserl, Recberches logiques, trad. fr., París, P U F , 19 6 9 ,1 . 1, p. 236.
[Trad. cast. de M anuel G . M orante y José G aos; Investigaciones lógicas, Madrid, de la universidad de Gotinga—que abandonará en 19 16 para incor­
Alianza Editorial, 1982.] 9. Ibid., p .x . 10 . Ibid., pp. 247-250. porarse a la de Friburgo.:l|®ilM ^és|5éjpáa,pubhp3flas3, después-

38
!á,-®5,ié¡XJÍ'.3sS!
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX LA V ÍA SE G U R A D E LA C IE N C IA

- - - ” . . , v - . , v - ' . ' - * - * ~ '* • %~ J ' O f -i-ii

« w w s i s i i g i l i i f i & í ^ ^
« r iig g a B g it g ifir f^ <i»<-

■ ieaT^UidadíGiL^aiÉxi&tenmAíSR imnoni^íífi-manp.ra^bsoluta.r.esiilr
(<cogitationes); dig^Oide*
U ^ c cin n lo e ^ f e p Ó T r n ^ p r o n .t í t n t iv o ^ ^ 1 ¡i r q Vrie .n c ia - ( « e s e
.?Í£lTO£iíl^%1£lppfSsrárre s ^ rojo») ^ a W c ^ d l m d a . ^ ^ ^ 1 ^ rojo»)jqueven-
e m p ír i^ ^ s u ij^ g Q i n ^ c a n a c i d a d d e* carnan tales fenórncnos. l7a.cOog^|g ^b ^ ^ í.^ A (ía,a una ^<rgduc.^iól2
éldérioa.» (éthmmmh.eidas^desm^iíi’f).

cripciori qué se considera más fundamental que la ofrecida por las


d^ffger^ g l pasGftdGja^neutralidad^TaetaífeiGadcdas^^fcrtígvzf^^r ciencias de la naturaleza), v. más: allá. a aina,r.educción-.<<trascenr
^ g p ja j^ ,.q u e n o S :e n t r q g a la s ,m o .d a lj^ ^ ^ d ^ f^ p a | ^ g e ^ ^ :^ n t Q
q j ^ a h í orlo deja4§t. ^ ^ ¿ S « í É m Í W S í ¿ W M 8W a d W ^ 1-
J ^ e s a i^ l ^ ^ ^ ^ d e S i J ín e a s d ^ e sS e ^ lfe s^ P ^ titu y e , en lo sas.mismas», (zw Sachen selbst)—dicho de otro_modoT^ÍQgJenáinec
sucesivo, J ^ tJ&axsdirertfirax-pxr*. nos— queven- un
.una.£enomenoloaím^una¡Flox^ítmJhn.nn^.f’p:ol/ímcamuratf(Toto'i dan de ’^ f f ie n d á g ¿ P ^ S & ¿ S j^ g f e s f e Í ^ g C T v S j m e J ,M gadosde
él una exposición sistemática. &ágittei¿QymialiM%Mpk&. trascendental las abstracciones vehiculadas por los neo^ntísm^^í^^áñJípfiES0''
(r92.9) recupera, bajo una forma detallada, el conjunto de sus críti­ naH^^ ^ m h ^m ianhCohenlo francés (¿con Brunsclivicg).
cas contra la lógica extensional heredada de Frege. Finalmente, las íeguna^momentoMa^wrífrz^/dTí-—es.decin^kax^moriííLaue
J^ e ffia á jffie s Á ^ a fó fS p m m '^ s u t p í d a s f í e~fa<Tr n n f e r e n r i a .<; pronunciadas
en París en 1929—terminan de explicitar las modalidades de su re­
torno, más allá de Kant, en dirección a la filosofía francesa. j -ri riiiLiimnirJiTiT—^-Tecreandounlazoen tre..mi conGiencjaq^hob -
¿^®d?JJ^®^tt^ e’Sii©^F^.aEtáí¿deíesj¡e:-®pnj^1i@?d^igxt0s.,jGS-tta-
un principio, es s e d n s jn ra ^ B jfr ^ ^ (1874)
evidente que ésta no tiene demasiado que ver con la empresa inicia­ ¿p o ,
da por Hegel en su Fenomenología del espíritu (1807). Por contra, se ción.dé^ ^ l ^ ^ I p M l nla^scDlásticamre.dic,v^T3a^^.CCE^de^&lk.
acerca más a la «faneroscopia»—o «descripción de la estructura de unnpnécptQ ^enSal^lApsicolQ gía.m oderpar^^g^^gggcj^^^.
las apariencias»— imaginada por Peirce, que por entonces Husserl efecto. .cs,conscienciA ,ahaim ¿£aga-
no conocía, como no conocía a Bergson. Pero no resultará menos p ^ ^ B ^ ^ Q ^ ^ E ^ S E E M S W á B T e n B n o í C o j iic & p a r a ^ a n t ,
difícil reducirla al estado de esquema general, en la medida en que cgn¡dnúav?i£n4p 4 in.a.-cien^^^
parece:dépendi:énteIidedo: que,ííusserl; nani.adaSi«evidenGÍas>>:,; o in^- aparte, .sitúaJa. m tc ji.c ip n a h 4 3 d j^ ^ ^ i(^ ^ Ó m « ^ ^ g |^ d g g ^ I » J in-
dutabilidad, dela4cpnciencía. Digamos, para simplificar, que es,p,o-s dependiente: de, v anterior a, tod a ¡ | j s i a ^ E Í ^ 3 SgÍ£a—como
sible ^ s ^ gim^eir eüa tres «momentos» gsrreeham ente: vinculados^ ía explican pormenorizadamente las Ideas directrices.,., ¿pndfi-se-in^
entre¿síi>1 troduce el concepto de «noema». mediador indispensable entre el.
acto mental (KQ^ifí.y su obStcrred.
11. «M on chemin de pensée et la phénoménologie», texto recogido en M artin
H eidegger, Q uestíonsIII et IV , trad. fr., París, Gallimard, col. T e l, 1990, p. 329. hreTeirella..misma, más^^á.-deulaSiid^G^3^ ^ ^ ^ ^ p ^ ^ n te
41
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O X X LA V ÍA SEG U RA D E LA C IE N C IA

Í | esencias», el exorbitant£4icu3endeul.eeinktverdád-C on uno y otro,


el rmindo realmenteeggerimentado o <<^LgjdQ^ ^ i^tensweí^ nect-
I diñándolas: a una .filosofía juzgada-corno más «científica»/ que ella_s
JhidusMdsskideaUdádeSí ¡m^tein^- i rnísinas. cunLnlicndo así—a,su,jnancx:a--el pr<)trrania director _ds.l
de -éi, pitestp qwe han. ^idp! int^úqioiigs antes de sej? > idealism9¿-eU-COpQQ- G/om oíshdeíi^^láiNi^S^Ciso de Bolzano á
Gppepptos: esto es al menos lo que.explica uno de los últimos tex­ Frege, eseprograma nunca hubiese sido puesto:en tela de juicio.
tos de Husserl, su trabajo de 193 ó sobre E l origen de la geometría— Perspectiva muy clásica, en suma. Demasiado, dirá Heidegger,
que quizás lleva la huella de la influencia, ahora de vuelta, sobre a partir de 1927. Pero que Husserl considera que es, absolutamen­
Husserl del existencialismo heideggeriano. Reenlazando simbóli­ te, lajmica^pbsibler'Para-coruprender los objetivos de tal afirma-
camente con la preocupación por los fundamentos característica de pión hay que remitirse a aquel testto suyo que mejor los expone,
los años 1880, ese texto representa en cualquier caso la expansión ("«La.filosofía como ciencia riguros.a^J^n). Texto por otra parte
final del proyecto fenomenológico. Así como, en cierta manera, su tan^ennal-que^-a-j^esa'rd'eiSsTpanencias, no se trata de un simple
clausura sobre sí mismo. artículo, sino más bien de úmverdsdSWémahifiesfo. E l manifiesto
de una fenomenología que—-por lo menos hasta la Primera Guerra
mundial—se siente llevada por las alas del triunfo.
De entrada, proclama-que^^tedg^pMmec^mQmentp, fo jla &-
Nos guardaremos de llevar a cabo un juicio demasiado rápido so­ los.Qfía.haafinnadp,scE\una-ifiimgia^WPsafe>¿ ^ jía ii,nQJ,&aBQC-I-a~
bre tal proyecto. Teoría y práctica fenomenológicas están estre­
chamente ligadas* sus resultados en gran medida están en función
de la habilidad con que el fenomenólogo aplica su teoría al análisis
concreto de un «fenómeno» dado. Por lo demás,dásijiaejores des2-
fcipeáiSni&vIg^QmihQlÓgieaSíSÓhiabitualinénté^—como las de Sar- c É S ^E L filÓ s a fo s , L¿:imnQEtanCíítjS©ií^éas^Si>-dada..de^dp
tre— . ¿Se trata por tanto?: Hegel ala noción.dehistoria, ha :Conducj3o^fcfá^iazar„ehvalQr.del
coniQ-Husseriha afiirgadQvmúchas^vecesjideAm.nrQvectOiabsohita^ otros-d&bu
m entÍibrÍCTÍria^'r^íÍzaSón~v^ndría...a poner nn térro i no i é & . ............................................
,.„Q:de; las ciencias-de^tai-
liUrniaiinaiimirtlfii‘-7***y-rnifflfftii>iiii iBiínrí
" ti«<natrara.lisr
¿LUI 3
mtivQAa las andanzas históiicasd&la filosofiVpcgidental?, jm a .. P M J ^ s ü P t e m a c í a ; d e J a ^ l u s t Q r i a ? P v . ¥ h i s t o r ^ § m Q ^ „

Nada es menos seguro. En efecto, visto.en perspectiva,/difícil'-*' i p i i , faf dps .faira^dQ flfinan ^^ *
mente se puede negar que la empresa'fenomenológica se sitúa,-■>
pese a su singularidad, como descendiente directa del kantismo* jpor-lo mismo.. de escamorear todq^¿aggLpr£)pia
y, más/aún,. del.eartesianismb. .4N0. ha sidpvJ?^scartes el primero-
en situar el fundamento de toda ciencia, en da experiencia de las
conciencia-como pensamiento «puro» (res cogitanS)? qué ha he­ primera parte de su uiaiúfiesto esuá clcstinada a refutar el natui alis-
cho Kant, sino inscribir en las estrocturasdelsujeto trascendental
las condigiones/de posibilidad de todo conocimiento, es decir, las
formas de la sensibilidad: y las categorías .del entendimientp?
-Ea^igm ahdad de JJusserl/consiste,p.fin/de/euentas* en radica1
ikaCɧ& áQ H Éi;cspuema^ CQm p^Km tTy¿eo|i^g^¿gsgar.tes,.deísi,de-
12 . Edmund Husserl, La Philosophie comme Science rigoureuse, trad. fr.» París,
.enraizar -el/Saber erv el sujeto. P U F , 1989, p. i r . [Trad. case. d e/. Rovira Armengol: L a filosofía como ciencia estric­
contra Kant, coiifiere a >a: evideiKáa.Jiebaut:^ ta, Buenos Aires, Instituto de Filosofía, 19 51.]

4 2 43
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N E L ^ S IG L b ^ X LA V ÍA SEG U RA D E LA C IE N C IA

Simbolizado por el biólogo alemán Em áC ^ e c ^ ^ Í8^4-ioio'). conducirlo a su término. Con él, y solamente.cpn élHa filQsofía
9 se, ■ U I .L ^ U l l l l L _ t J L . J
defensor de un materialismo radical, la prilnera jloctrína intenta convértirá en «ciencia rigurosa». N o una untre otras, sino la pn
«naturalizar» ideas y hechos de conciencia, dicho de otro modo, tra­ mera yda'itmjrigurosa de todas puesto míe será la «teoría c~
tarlos como cosas—lo cual es contrario a lo que Husserl considera­ le;lara^on»~mí: 14 E l texto de 19.11, en suma, anuncia un
ba su esencia. Reduciendo las leyes lógicas a simples regularidades nuevoTnicio. Para la filosofía, evidentemente, pero también para la
psicológicas, y éstas a su vez a procesos físico-químicos, destruye sin cultura entera, de la cual la filosofía no es más que la expresión es­
darse cuenta la base misma del saber científico, del cual pretende ha­ piritual más elevada.
cer su valor supremo. Eíinátiiralismouioíesípuesnefdigcnrsp^objeuvüv Sin duda Husserl, cuando así profetiza ,el (rehacimiento de la
^H.@acr,ee^%,.Egi§ól0-íunay¿fil0.s.©fía. ^ n s.i;po^^a.^d ^a,j:m a filosofía filosofía desde sus .escombros, no hace más que imitar el gesto retó­
inconsistente. . rico de Descartes y de Kant, por el cual se instaura todo pensa­
Por lo que re^ia^^blústoniidsm ov representado aquí por la miento fundador. Sin duda esta imitación*.permitiendo a la feno­
obra de Wilhehir^ ^ ^ evÍ^ fí^ 3^ x^ . ^ profetawdnJas:«<RÍ:encia.<;,.dpl - menología, inscribirse.a, su vez.en.la> gran-tradición de la metafísica
^0^^%AGeistesvmSmsSaften) o,dí^las, ciencias-sociales en.1^ que? clásica, contribuye a encerrarla en el modelo que querría superar.
la dimensión histórica es central,Teposai también sobre-un postula- Pero el arcaísmo al cual, de golpe, éste se condena no se Ies mues­
do,implídto:-Ia afirmación según la cual no habría;verdad en.sí, iii- tra inmediatamente ni a Husserl ni a sus primeros discípulos. Tam ­
dependiente fie Ja evolución,:sino tan sólojdeas sqciabnente reco* bién muchos de los que, a partir de la primera década, ridiculizan la
nocidas comojválidas, en un- momento y lugar determinados. La fenomenología lo harán—con la notable excepción de Heidegger—
contradicción es flagrante: si no, hay verdad emsí, independiente de - con la convicción de obrar en beneficio del progreso de la razón,
la evolución, la del historicismo no es en absoluto^ás cierta que la' por tanto del progreso sin más. Desde entonces, confortado por su
de la-doctiiiia opuesta. Más,!ei3^ ^ ^ d vsi^qíj[ft^.xglatívo>.vd.^?Lpa- apoyo, Husserl no cesará de avanzar en la vía que se había trazado
iece laposibil^dadv®iisma.-de>un-G©n©GÍináent©. Motemos aligsp eo para sí mismo, persuadido de que el futuro, si no presente, termina­
to que este mismo-argumento será frecuentemente.utilizado, des­ rá por darle la razón.
pués de Husserl,. por los. adversarios; del, relativismo— como, por De esa perseverancia es testimonio, como un eco del texto de
ciempló; Hu^ennas y Putnniii en su polémica conRorty. 1 9 1 1 , la conferencia que dio venticuatro años más tarde, el 7 de
( huí s í r u ^ i ^ ^ de sus dos formas, el «positivismo» es mayo de 1935, en el Kulturbund de Viena. Timlada^^gptíy ^g la
b^mai^dj^eij.v^pp^.fiLl^^lnspfía^e.9,ta conferencia parte de la idea de
, £ ^ % ^ ^ , r i | § ® ^ S £ f i l U e Tsuépp¿a13— una palabra que, así ^^a^irf^m tT^deiiropea formaría una «familia>> de naciones uni­
mismo, hará fortuna, pero esta vez del lado heideggeriano— , das entre sí por un lazo «fraterno»,*s en pocas palabras, una espe­
HusserliinciaJaJjataUa.reafirmm dojbien alto la soberama dé la fiio- cie de «patria» espiritual que poseería, según Husserl, una eviden­
M?^M^ef act0 Y iUre' Para,salvar el saber, para permitir.a-.Ia>razán te superioridad sobre todas las otras culturas, ya se trate de la India,
de China o, para reconsiderar su ejemplo, de los «papúes»— a los
pnede spí que poca cosa, cree, les separa de la animalidad.
gÉ"JiSÍdo__por la filasQfífefe^opi[enológica=ent.en4i4-%00®PJ<cisngia ^ ^ b re qué.se fumda e^a superioridad de .Europa? Sobre Ía,.tík
tífeia^-^encias», eha?fmsnanranGladaíen^^^ plninyenciQpde l^ ^ Q iij deia.eien,cia.y de la filosofía; Ahora blgm
CAian<lo d,enuncitaíla.,Í!n|)i4;^ -—Kant in­ esta formidable invención está en la actualidad en,p,eUgT-Q»-.ahora
cluido—
¿hgssjetl^g^apEQ.BÍa^^Rr,cacgC-tO;i considerándose e l único capaz de 14. Ibid., p. 59.
15 . Edmund Élusserl, La crise de Vhumanité européenne et la pkilosopbie, trad. fr.,
13 . Ibid., p. 80. París, Hatier, 1992, p. 55.

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H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O XX LA V ÍA SEG U R A D E LA C IE N C IA

Nada puede obligarle a dudar de sí. N i los acontecimientos exte­


Jg jfe jg jftffriijg á c g t g ^ & f r a g a j U L m a l E E ^ ^ riores, ni incluso, en el interior del mundo académico, el desinte­
-^ o o l- 'C&aiÍKcignLí^ rés progresivo de los científicos de su entorno.
Í g £ ^ i ? i J * c egqs:d e f e Pues—y esto es lo más grave-riIá^nibÍGÍÓriide :la>fgnQmenolpgía
principal .responsable del « malestar» déla époga.1?i Por loque píH^^9nygri^f§f¡.§íl fepíencia de las cienciasi.-ha.embarrancado ma-
F.S^6£ÍSlLgste_|)mHo, eIjmálisi^ no ha variado después de 1 9 1 1. nÍfi_estatrientesa mediados de los años ¡treinta.. Además, Husserl lo
'^ f e ® S .S f e ^ | ¿ | m j^ ¿ o r lQ ^ u e ¿ e s p ^ S 3^^€tüSaíez;^dgl¿ salie.Jjiuybienyveíasciencias^m a tema ricas o experimentales—
desaJTpU&rse a su alrededor sin.preocuparse demasiado por la fa^
É^®l&M®í^di^§^tt^h^iidamgntO';.d.e^.sabgr. Permitir al filósofo mos3:; í<reduceión eidétiea». Incluso va a tomar buena nota, no sin
convertirse en el «arconte»17 de la humanidad. á^Wimultáueaiiieri'- melancolía, de esa pérdida de interés, tal como lo revela—entre
a ^re
^s^ sim a m i^iosonajen
g situa^lájfilosQfiaienLjaftbuena vía: 1aafi9f4a:9fépqia'ri gnrpsa/.o j¿¡di~ otros—un texto frecuentemente citado pero mal comprendido, el
.# t t ^ S S i¿ iiík i^ ^ ^ ^ E B a a a M S a ^ te ¿ a s ^ iH a £ apéndice xxvm del parágrafo 73 de La crisis de las ciencias europeas y
Puede parecer sorprendente que, a pesar de la fecha— dos anos la fenomenología trascendental. «La filosofía como ciencia— dice ese
después de la llegada de Hitler al poder— en que fue pronunciada texto redactado durante el verano de 1935— , ciencia seria, riguro­
dicha conferencia, Husserl no se haya mostrado más crítico con sa e incluso apodícticámente rigurosa: el sueño se ha acabado [der
su propio etnocentrismo, ni con respecto al término «arconte»— a Traúm ist ausgetraümt]».18
menos que haya buscado deliberadamente oponer un buen «ar­ Sin embargo, no nos equivoquemos sobre el sentido de seme­
conte» a un mal Fiihrer (son dos palabras prácticamente sinóni­ jante constatación. Que el sueño se haya acabado es lo que piensan en
mas). Mad^áhn;enSé»s©irprendénte'que,%a;pesar!.dedaígrax:edadide.su 1935 muchos de aquellos que en principio han creído en la feno­
ÍÍÍ& m É a y « a a § S m d íS .4 afíe l?wa/p ^ u lg c ió p raQlMí?ame8£emás menología. Si bien Husserl, no obstante, toma nota de tal decep­
eonrineentg*. liaigafeílg^tQdg barbarie reside segun^él-rcn el «positi- ción, rehúsa compartirla. Y si bien deplora que se la haya abando­
yisgiQ>^—noción como Wímmo vaga-^bagtaTÍay para, acabar.cQ^1- nado durante el camino, no tiene ninguna intención de renunciar a
su viaje. La^nomgqología, qna:yezmás,'d^e:éoutimiar,va despe­
intelectualismo semejante tiene algo de desconcertante.
cho de todos los
¿ fiú h é S fe q a fe a U ^ qué; Y, en efecto, continuará.; D esde_ el. día siguiente ^jri^ggunda
1° contrario. En él, el dis­ Guerra mundialj|sta^yqlyeráu.;emerger 3 ¿áyesfie^Ids^obnis; d >**
curso sobre la crisis de los valores europeos— ilustrado, desde 19 18 , versas. Pero en ellas ya no estará presente sino a titulo de referen­
por Valéry, Rosenzweig, Heidegger y tantos otros— no es un ejer­ cia inás o menos lejana, una referencia progresivamente eclipsa-
cicio de estilo. Para asegurarse de ello, es suficiente recordar que da.por otras corrientes de pensamiento: éxistencialisrnp: (Karl
perdió un hijo en los combates de la Primera Guerra mundial. Y ^Jaspers), fiemienéutica (Hans-Georg Gadamer, Gianni Vattúno),
que los nazis le apartaron en 1933 de toda actividad pública en Ale­ rpayrismp-/Iean-PaTtl Sartre), psicología j j g la forma (Maurice
mania por causa de sus orígenes judíos, a pesar de que se había con­ M ldM feBom y). Se mezclarán frecuentemente con ella Preocupa?
vertido libremente al protestantismo en 188Ó. Aunque sólo sea por ciones de orden religioso—o al menos espiritual— de origen judía
estas dos razones, Husserl es un hombre profundamente infeliz. (Martin Buber, Emmanuel Levinas). católico (Jeari-Luc Marión) o
2IN@íri¿eláiqdÍ5áá3iQ:,£$tó:figri^^
de:lg hi^anidaid^?! debe elevarse por
18 . Edmund Husserl, L a crise des Sciences ew opéennes ct la pbénom énologie trans-
encinta de su sufrimiento y de las contingencias de la historia.
cendentale , erad, fr., París, Gallimard, 1976, p. 352. [Trad. cast. d ejaco bo Muñoz, y
Salvador Mas: L a crisis de la s aencias europeas y la fenom enología trascendental, Barce­
16. Ibid., p. 72. 17 . Ibid., p. 65. lona, Crítica, 19 9 1.].

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protestante (Paul Ricoenj).^aJenommiQlo ^ a^ ^ .^ jn iaJ sohtaMauí-


.£&ffiengg.en,..estadppuro.q^ alea- 3. D E L A L Ó G IC A A L A P O L ÍT IC A
ciQ^es, en cuyo seno su smgnlaridad^- y sus ambiciones iniciales—
tenderán a::cii^mmagse^- Nacido en el seno de un^^^^^aristocrática de ideales liberales,
^ 4 t e a a 5 4 e^me^PStuaQJjOJlÍm.p.QSÍbles ,de descubrir. Con, Bertrand Arthur WilliaiCRusseM 1872-1070) es nieto de lord John
^ J m e s t imcimesJógms- Husserl ha rendido un inmenso servicio a Russell, miembro del paradow/ug y dos veces primer ministro.
rte- fo'gffc y antes que Russell, le. ha Después de una infancia solitaria, marcada ya por la pasión de las
jyyr certezas, se ve empujado por la familia a una carrera administrati­
coniplet:0 su relación^con la ciencia yda tepría del conocimiento T e va por la cual no siente ningún interés. Por contra, a la edad de die­
La ha devuelto^ ciocho años descubre la Lógica de Mili y, puesto que se interesa por
Sy?£2^S»B i^bjlfijm -auliatka^p^nsam itoQ ^í^cpncegt© ^— , las matemáticas, escoge estudiar esta disciplina en Oambridge. De-
ari aneándola al cielo de las abstracciones neokanríanas para recnr, sengañadorápidamente por la manera convencional,de la enseñan-
de tomar en cuenta el «mundo vivido>> por el su- 7.a: de las -matemáticas, se encamina entonces hacia -la filosofía. Y.
jeto: ~ máspreeisamente, hacia el idealismo;
Perp 4 ;mismc?,tiempo la ^.<^.ducidQ,a,im,call4ón sin salida al Enda-época, en efecto, los medios universitarios ingleses atra­
viesan una fase de reacción contra el empirismo que, de Locke a
d¿ÜÍ¿Zío-(incluso si se tratase de un cogito más comprehensivo que Hume y.Mili, ha dominado con frecuencia, la escena británica. A
el de Descartes), dando la espalda deliberadamente a la evol\ición_dc. partir de 1880 esta reacción toma la forma de un retorno a Kant
y, sobre todo, a Hegel. Introducidas en Oxford por Thomas Hill
- de todo lo que-—historia, lenguaje, deseo—gjnenazase,con minar des- Green (1836-1882) y Edward Caird (1835-1908), las doctrinas
hegelianas son recuperadas por Bemard Bosanquet (1848-1923) y
,^1 y poíno la,entendía el enveje- Francis Herbert Bradley (1846-1924)—cuya principal obra, Apa­
2Í4 & J:fes£ri,-se^^^ riencia y realidad, conoce en 1893 un Importante éxito. Cambridge
a lg^ gp- tiene también sus neohegelianos, George Stout (1860-1944), di­
.sas gaismas>^. Los adeptos más jóvenes sólo han podido escapar a, rector de la revista Mind, y John Ellis M cTaggart (1866-1925),
esta tendencia liberándose de la ortodoxia husserliana—más o me­ que serán los ^úímeroslliaestros del joven Russell. Éste escribirá
nos abiertamente, según el caso. más tarde que McTaggarM<decía poder probar por la lógica que el
'•■■■.- :..... !' yli Ij— -• 1) Q^fo hay una cierta im ­ hombre es bueno^efalmajinmortal. La demostración—admitía—
potencia a Pe(L say lareald em ^^ era larga y difícil».59
naciones, e5 te¿4 e£ d lg £ im ien ta,.¿ ^ Bajo su influencia, Russell redacta un trabajo para la tesis de li-
utópico— de una filosofía £encialura.(i894) sobre los fundamentos de la geometría. que_repu-
aetinida a la vez
- f - •*-»•-.Y* p~'**a*-*"«-Í-V
como «ciencia neurosa»
«-*»•tWfcVfti-W h'.y.¿L,*r-'-Vj
y como «ciencia funda-
A-ga:C5¿#17?-V*i ¿m r-'*.yyr <(-€, diará a continuación. En él se esfuerza ’ sin gran éxito, por defender
.dPf^ de.tpdasJas .d,emás.,cienc^ yjg^supjrp^sjiJ^ la filosofía kantiana de las matemáticas contra el desmentido im­
por adelantado destinado al fracaso? plícito la multiplicación de las geometrías no euclidianas^Simultá-
ETejemplo dePíússerTncr^s H único en sugerirlo. A la misma neamente, se inicia en economía política. Después, y para profun-
conclusión conduciría mutatis mutandis el de Bertrand Russell, quien,
en otro lenguaje (la lógica fregeana), ha tenido el mismo sueño y
19 . Bertrand Russell, Histoire de nt-es idees pbiUssophiques, trad. fr., París, Galli-
durante los mismos años. mard, col. T el, 1988, p. 46. [Hay trad. cast. de las Obras completas de B. Russell en
Madrid, Aguilar, 1973-]

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dizar en sus conocimientos sobre ese dominio, lleva a cabo una es­ Este último, que se forma una concepción rigurosamente unitaria
tancia en Berlín. del absoluto, afirma no creer en la existencia de las relaciones. En
Ésta le permite familiarizarse con la doctrina de los socialdemó- consecuencia, aunque se dice opuesto al empirismo, cae en el psico-
cratas alemanes (Wilhelm Liebknecht, August Bebel). Derivada de logismo rechazando admitir que la significación de una idea pueda
Marx, pero de un Marx liberado de todo dogmatismo y frecuente­ poseer una realidad en sí independiente del sujeto que la piensa.
mente releído a la luz de Kant, esta doctrina, que preconiza la jus­ Contra tal doctrina, que desemboca en una concepción fusiona! y
ticia social y la emancipación de la mujer, le impresiona favorable­ mística del conocimiento, ^ q q re propqne.yplv^r.a-iiri realismo de
mente. Además, los principales representantes del movimiento IpSíROijceptos y de las velaeiones. Considera los primeros como do­
neokantiano, cuya sede se sitúa en Marburgo, los filósofos Hermann tados de una existencia propia, independiente de nuestra mente, y
Cohén y Paul Natorp, no esconden su simpatía por los ideales so­ las segundas como claramente distintas de los términos que relacio­
cialistas. Debido a tales convergencias políticas, Russell recupera el nan. Aunque ingenuo en ciertos aspectos, ¡esté¡realismo tiene dos
estudio de Kant, que, a su vez, le remite a las matemáticas. yirtpdes. Por unajmrte, contribuye a su maiierg 3 la liquidación del
f#^^es:^rimerQS libros, publicados, revelsin. dermanera signifi- psjcologismo. Por la otra, perimte construir, uua teoría racional del
,cativa, la diversidad de sus centros de interés.,El primero, La social- coGPcimifin,to>¿analítica, pluralista y abierta a la idea de verificación.
democracia alemana (1896), surge de su experiencia berlinesa. E l se­ Cuatro años más tarde (1903), Moore publica otro artículo,
gundo, Eaisayo sobre losfundamentos de lageometria (1897), desarrolla «Una refutación del idealismo»— que trata severamente el solipsis-
los temas de su tesis de fin de carrera. E l tercero, Una exposición crí­ mo de Berkeley—, así como su primer gran libro, Principia etbica.
tica de lafilosofía de Leibniz (1900)—del cual se harán eco muy pron­ Éste-.fiustra ia posibilidad de extender el realismo a, la esfera de los
to los trabajos de otro leibniziano, el lógico francés Louis Coutu- conceptos; morales. E n la base-de esté trabajo, que ejercerá una in­
rat (18 6 8 -19 14 )— , muestra el papel creciente que tiene en su fluencia considerable en la filosofía angloamericana,: se encuentra
pensamiento la reflexión sobre la lógica. Esta capacidad para pasar la tesis según la cual «Bien» (Good) no es un sustantivo, es decir el
con soltura de un tema a otro permanecerá hasta el final como una nombre de una «cosa» particular,- sino un predicado utilizado en
de las características más destacables de la actividad russelliana. Se ciertos tipQS,de;juiáos, los juicios éticos. Por otra parte, tal predica­
explica, no obstante, por la constancia de_up-P£i]nenn_niímero de do es indefinible, pues lo que quiere expresar—lejos de ser miste­
jpreoicupaciones fundamentales, enprim eral^m adelas cuales figu­ rioso—-es ala vez simple y único: es imposible equivocarse sobre él.
r an lavéfd lm via Así pues,, apoyándose.en el «sentido común» {common senie) y par­
Cuando vuelve de Berlín a Cambridge, Russell es elegido/rí/cza tiendo de la confianza en el lenguaje usual, eprrectamentejmaliza-
del Trinity College. E s allí donde, en los años siguientes, se pro"1 do. Moore consigue .disipar Jo . que llama, la. «falaoia-.natpra.lisí:a»
dueirá 3mjtébelión contra el idealismo. Rgb:^MM4euya^señakfce {naturalistic fallacy), es decir, el razonamiento eiTpneo por el. que
ja d a por riño de sus camaradas,- el filósofo George Edward Moore;' metafísicQs.cQinQJB^Jithaiii^Malldiáir.emído„podeE^expJiaar^el
Bien reduríJndfllaajatraxosa (por ejemplo, alplacer o,a la utilidad).
(M oorei por su parte, también comenzó siendo idealista. M uy - E l método, para la época, es revolucionario. Entusiasmado por
prontOTSui embargo, la metafísica neohegeíiana le inspira reflexión las perspectivas que ofrece a la filosofía, Russell lo va ahacer suyo.
nes-no exentas de humor- ¿Qué puede querer decir.ese discurso tarr P'erQv.sibien..se corLviét~te a las concepciones de Moore, ya por es -
aíqjadov^e >ía icieneia v del sentido común? De la ironía, Moore— tas-iechasL^decidido aplicarlas a mr,:dQminio,diferente'.del£tico-.
seguido por Rusself—pasa a la crítica. En abril de 1899, abre las O, más-exactamente, volver a la vía que le. atraía al final desiiarsa,-
hostilidades publicando en la revista M ind—de la que llegará a ser tudiosTla de la investigación sobre el fundamento de las, matemá-
director en 1 9 2 1 —un artículo, «La naturaleza del juicio», que aco­ t ic a s ,_
mete abiertamente los Principios de lógica de Bradley (1883). Una vía, kantiana, en sumá. Pero dentro de la cual Russell deci-
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deahoravponer ;en tela de juicio la doctrina de la «estética trascen­ tre y «r^ferencíQ»., esta distinción reposa sobre definirio-
dental»— Gomoy antes que éí, Frege, ciivqs trabajos ignora todavía. ■ neTsiiñples: un nombre «significa» un concepto—y, en virtud de ello,
En cambio» ha descubierto los de Boole^PeirceTScbroder y,j>pbre ppnp cernido^, mientras que este^fimo~<<denota» un objeto. Por
- todo», los deí: lógico italiano Giuseppe Beancu a quien conoció en hipótesis, ;cho de que comprendamos el significado de un térmi-
París en julio de 1900 en un congreso internacional de filosofía. o o jm p lk a ^ t t a ,é s m ^ m it e , a a m ja b je íP
Encuentro decisivo que provoca en Russell una verdadera GéLSÜJs ) Ointeligible (el nú-
; «revolución» intelectual, mientras que sus cambios posteriores— Fuertemente teñida de platonismo, esa ontología se revelará
\ dirá éI en lo sucesivo— m anifi|g|aj^na E jju ^ « e vo lu ció n » . Así» pronto como de una excesiva riqueza. A partir de 1905, su exuberan­
8 ba)p la intlucncia conjunta dhM oorhy dp.Peanó, Russell pone en cia deberá ser revisada a la baja.
Pero mi^tras...taGtQ^ofLecg^yg^-marcsf.£ÓmQdoflpa^a.ia3jgstüiST
laAlmca^capaz, dp, patentizar su objetiv^jd; micción de las matemáticas* Definiendo la.noción de class-ajiaüir
Proyecto, cuyo primer esbozo, se encuentra contenido"en los ¿ oj
prjnc¿pw^deJa.mate??Mttm‘Í£xib\iC2Láos en 1903 pero redactados én que una clase es el conjunto de los objetos por los cuales una fun­
1 lo esencial a finales de 1900) y cuya forma definitiva será desa­ ción es verificada), Russell utiliza el cálculo de clases para introdu­
f rrollada en los Principia mathematica. Escritos en estrecha colabo­ cir la teoría de los «Ad m e s ^ é m aj?ll para construir el con­
ración con el filósofo y matemático Alfred North Whitehead cepto de número carcjiaaL Técrucamente, eÍéxitQ,de.esta^inpi^s.&
(18 6 1-19 4 7), los tres volúmenes de esta última obra, cuyo título 21bglci^a»’es debidn a Pp-aino. En sus Notaciones de lógica matemáti­
. está calcado del de Moore, se publicarán escalonadamente entre ca (1894) y en su Compendio de matemáticas (o «Formulario comple­
19 10 y 19 13 . to», cuyos cinco volúmenes van apareciendo entre 1895 y 1908),
a..Mop.te..tanta emplea un sistema original de notación bautizado como «pasigra-
i un. método—la atención a_las estructuras de la lengua— como una fía», en el que se inspiran Russell y otros. Capaz—como su nom­
1 filosofía—-pluralismo y realismo de los conceptos,. Renunciando bre indica—de «notarlo todo», Xa...«pasigrafía>>A^a?imimJagfiita-b
1 SU:VezAel psicologismo, tantp"el de Bradlev como el de Mili, Russeli?
1 separLa_ne.taniente. proposicióii, e n údzd lógica, autónoma, de la sil aTrinmatoctáB, de. manera menos profunda.
frase:que la expresa mediante palabras. -Afirma por otra parte que,
siempre y cuando se evite mezclar estos dos niveles, el análisis lin­ remite.
güístico de ^ frase puede servir de hilo conductor al análisis Por otra parte es Peano quien, en el momento de su encuentro
lógico .de la,proposición correspondiente. Sin ser un «maestro», la con Russell de julio de 1900, le habla por primera vez de los traba­
gramática puede ser un «guía». jos de Frege. Russell los lee progresivamente durante los dos años
A ay^oiandapp^giro,.1mgii&ttcg» («a linguistic turn», la frase siguientes y descubre entonces, no sin sorpresa, la existencia de
es de Richard Rorty) en,¿l..pensamiento moderno, ese métndn¡ se múltiples puntos de convergencia entre Frege y él. L q§. dos^ham-
bres compartcn.^entce,.atras..cpsasJjmrL.misma c Q r^ e p c i^ ^ l^ ta o i-
mas» en referencia común para todos los partidarios de la filosofía zaptq <fel qfimem^ue-Rnsscll, por su p a r t e , x e s n m & jg n una fórmula
uuyo^estAlo de pensamiento, que domina todavía hoyEb sorprendente: « T q d o e lm u n d ^
i..
escenaungioam consdmyelainnoyaciónpfrncipal r ^ ja ^ ñ .lm m p ó § £ £ y j^ i 3 e A M R m ^ ,P ^ m R Q ^ ^ W ^ !difeEteni
ppnto.de yistadejatécniga^losófica. cia entre el número 2 y mi jdea^el número 2 . fiimfiiílbargo,. la^dis-
Sn primera^apUc^ióa enL^4}tmcipia^^Ja-9natenídt¿ca^Goiiduce a finción .es_ tan necesaria en un caso como en el otro. [...]. En.p.ftcas
Russell a^operm ^ fundamental entre «significación»^. palabras, todo conocimiento debe ser r_ec.ano£ÍmÍ£iito Laj£Í£-
méticafiebe ser descubierta de la misma forma que Colón descu-
52 53
?
LA V ÍA SEGU RA D E LA C IE N C IA
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX

«tipo» lógico inferior. Efectivamente, parece queja fuente común 'O


brió las Indias occid en tes, y rm creamos a los números más de lo
^ ^ d a s la ^ o n ! ^ mQn£ST^idfi..etLla:^pari£Íóa^^a¿^£sk).aés ■0
que, él .haxreadQ.aJos.indios» .10
prfidÍ£atisas^q3ie^Qlaai£a£a4sEaCQmadágiea-—cómo cuando se ha­ ■ ■ 'o
Desgraciadamente, el «descubrimiento» de los_fundamentos de
bla, por ejemplo, de una clase que sería «miembro de sí misma». 0
lasmaLein lfifia a jm Ja rd jL m jB o s^ ^
y queda formación de tales expresiones «desprovistas, de.sentido» ■0
Nuevo Mundo, Los griegos ya se habían interrogado sobre el cré­
(meaningless), yjx>r tanto ilegítimas^podría serimpedida por ^apro­
dito que merecía la frase «Todos los cretenses son mentirosos», ■o
piadas reglas sintácticas, desde el inicio mismo. Dicho de otra for­
cuando es pronunciada por un cretense (paradoja de Epiménides). "O
Se ha visto que contradicciones del mismo género habían sido se­ ma, p ^ ^ ^ a d M jg p Jg m e ftta tio s.
'O
ñaladas, más cercanamente a nosotros, por Cantor (1895) y Bura- • -Si- de
li-Forti (1897). Russell descubre la existencia de esas, dificultades unas convenciones .delej
leyendo en iq o i Iós trabajos de Cantpr. Pero, aunque tales antino­ jjOS •*—
1 .0
sos problemas. emp.arentada,.QonLla.de.Moore.y. queseTe.enconttas. 'O
mias:—ligadas al concepto de clase-—sean de tal naturaleza como
para cuestionar la construcción logicista, Russell no calibra sus rá, veinte años más tarde, en las dpctripag del1 Círculo d^Vigsa- 'O
consecuencias inmediatamente. Es sólo cuando, después de haber años a Russeií. ■o
descubierto una nueva antinomia en el primer tomo de las Leyes
Y le obligará, entretanto, a redimensionar la ontoíogía demasiado
fundamentales de la arjtrnétic^jíQ Frege, recibe la respuesta desespe­
rada de este último, que comprende la importancia de lo que esta­ «permisiva» sobre la que reposaban los Principios.
? >
En i Qo^,. ese Tediménsionamiento se consuma en un artículo
ba en juego. Si se quiere.salrai:Ías.matemiáeas^esJadiqiensahl£i.re"-
o
solver esta.«parad-Qia». N o se trata tanto de nn_simple juego mental
noso problema de L s «expresiones denotatiyas»^^teLpadxe..de_Car- 'O
como del porvenir de la ciencia.
^Coffiü^^egtrndtTtomode las Leyesfundamentales y justo antes de íós II», «el autpr de WpyeT.kXi-— >Russell muestra que tales expre-
,ÍSB¿^Sfla^5ÍlXid^Me5^jma.^gnuia_del tipo: «ÉÍ término que tim e,, /O
su publicación, Los principios de la matemática se ven aumentados por
un texto donde Russell evoca su molesto descubrimiento— y aprove­ k p f í ^ ^ ^ !^ . d i í ± a ^ - Q.tro.mQd^..pm..simi^efundá a J ^ J j 33ie ' 'O
cha la ocasión para rendir un gran homenaje a los trabajos de Frege, ^pOíi.5U3115IT13i,>. 'o
que habían anticipado los suyos propios. Las dos obras aparecen en iLmties fe g p lY ^ frase fine c o m p o r ^
‘" b
1903 con algunas semanas de diferencia. La obra de Frege propone, ’O
vez, puede ser verificada (o no) por los procedimientos habitúale^.
para disipar la contradicción, un artificio cuyo carácter precario re­
Convenientemente manejada, esta técnica de análisis permite 'o
conoce el propio autor. La obra de Russell, por contra, sugiere un
inicio de solución. e fr c n ia r ^ m n d ^ o ^ ¿ m ^ o ^ ó 2 ^ 5 n £ - 5 5 E E 2 mlel-plat-o- ~ 'o

msmo defendido por Meinong, por Frege y por él rmsmQTlQ^JfrQS


Apoyándose en la distinción—introducida por Peano— entre la t;t-o>
pertenencia y la inclusión, distinción que prohíbe a un conjunto antes, RusseTf -de-* V“)
pertenecerse a sí mismo, esta solución reviste la forma de una «tggr .p9tao»fi.il=cealidadaiÍJigúiLiahjfi£o^pesanfre.-£star-dotadas-de-apa-“ '0
Así como la mortalidad rente sentido— «el actual reyOftr&SLÍlfii^^j 0 a montaña de oro». Al ;"-o
mismo tiempo, se orienta hacia un constructivismo prudente. A fin •
no es ella misma mortal, un predicado no debería-poder ser predfr o
cado de sí mismo sino solamente de un individuo, concepto de20 de evitar la aparición de entidades problemáticas, toda noción
compleja deberá ser redescrita-—o reconstruida—a partir de no­
ciones más simples, ellas mismas consideradas aceptables. Exacta­ ■0
20. Bertrand Russell, Principies o f Matbematics, Londres, Alien and Unwin, 2“ mente como los conceptos aritméticos lo son en una presentación 0
ed., 19 38 , § 427, p. 4 5 1. [Trad. cast. de Ju a n Carlos Gim berg: Los principios de I-a ma­
axiomática correcta. "\G
temática, M adrid, Espasa-Caipe, 1983.]

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: H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O X X LA v ía SE G U R A D E LA C IE N C IA

tarde (1910), y fmto. de esa, nueva filosofía. pácter simplemente hipotético de los sistemas de axiomas geométri­
com ien^fiaaparecerdos Pzmcipia mathematica. L a obra, .que debe cos. Russell-—que, en geometría, había empezado siendo kantia­
tanto^a W bitebead como a Russell, no constituye solamente su ma- no—se había dado cuenta de ello a partir de 190 1. Ese año escribió:
57° r contríb^SóírrTaicuestwn"dérfundamento de las matemáticas. «Se me ha probado con el descubrimiento de los sistemas no eucii-
coirtpl.e,ta.^dfil px o m ma dianos que la geometría no arroja más luz sobre la naturaleza del es­
?T "0
logieistai ^ S e s i ^ ^ a i ü S o l ^ Q x e E e a ^ j i a ^ g l i x a i m a ^ r a ^ e pacio que el que arroja la aritmética sobre la población de los Esta­ ;V i
Frege no pudo realizar por sí mismo. dos Unidos [...]. Saber si los axiomas de Euclides son verdaderos
Susupgiiori-dadTesi.desant^ es una cuestión que deja indiferente al matemático puro».11 Largo
d a ^ fi^ s a n fí^ O H ^ -lmuta. a tra d u c ir^ fqriqplas .d^ajaritaiética tiempo rechazadas, las consecuencias de esta posición—por otra
parte inatacable—se traducen en la inexistencia del cuarto volumen
Y no sola­ de los Principia. La geometría, si no es más que un juego axiomáti­
m ente la. aritm ética y el análisis, se yen finalm ente, redueidos.ejL.su co, escapa a la matemática pura y, por consiguiente, a la reducción
¿ ^ ¿ ¿ & i y s x e s .d e j a i ó g i g a , logicista.
En tercer lugar, a la cuestión de saber si lá elección de las nocio­
Como se ha recalcado habitual­ nes primitivas efectuada por Russell y Whitehead es la correcta, la
mente, ¡hay que esperar al segundo teorema del capítulo ciento única respuesta posible es que ésta se justifica aposteriori, por el he­
diez del segundo tomo de los Principia para que sea demostrada la cho de que permite la reconstrucción de la aritmética y del análisis.
fórmula: « 1 + 1 = 2»! Sucintamente, éstas son las consecuencias que garantizan la validez
Aún más, la solidez del edificio resulta garantizada ahora por la de las premisas—y no a la inversa, como sería normal. Sentida como
exposición definitiva— bajo una forma mucho más detallada que en una frustración por los matemáticos profesionales, esa situación ex­
1903— de la teoría de tipos; E n adelante, las contradicciones que plica que éstos se conviertan durante el siglo xx en un tanto escép­
empañaban los trabajos de Cantor y Frege desaparecen realmente. ticos respecto de la lógica y, por consiguiente, se muestren indife­
E n fin, rentes al problema de fondo de su disciplina. Para un matemático
en 1905 permite reemplazar la ontología anárquica de los P rincipios actual, los Principia sólo tienen un interés estrictamente histórico.
poflifififiminalEmo metodológicainspirado en la famosa «navaia» Más grave todavía. Russell, se ha. dicho, considera las leyes ló-
!le~Occam, y acompañado de un_constructiyismo vigilante. Dicho gicas cprno principios categóricos. Cree en,su universalidad y en su
brevemente, el formidable éxito de los Principia— apoyado sobre una v m kd_ab^iuja—la^exd^congm e, tanto para él como para un ^ |
filosofía satisfactoria para el «sentido común»— se presenta a prime­ gran número de filósofos medievales y clásicos, en la conformidad
ra vista como una fortaleza inexpugnable. de un enunciado con una realidadqbjetiva. .en este__cash de-rauden
Ese: monumento del pensamiento puro no carece sin embargo inteligible. Se trata, si se quiere, de u n jresto, de platonismo^en. cel
Tfi¿ r f de:fisuras. Comencemos por las dificultades técnicas, ligadas al ca-
W 'l- *X sw ^ rá c te r por definición interminable de toda búsqueda del fundamen- verdad, finalmente indispensable parAJaxioiiesiQnjdeLsistemad&gi-
-e^ 'fófiirttifljLto. Para asentar los de la aritmética, Russell y Whitehead tuvieron cista, no resistirá la rápida evolución.—en los años siguientes—
que recurrir a algunos postulados discutibles, entre los cuales al me- kpn^tigaaoneslógico-m atem áticas.
f./í / nos uno— el de la existencia de un conjunto infinito-—parece impo-
sible de justificar desde un estricto punto de vista lógico.
2 1. Bertrand Russell, «Recent work on the principies o f mathematícs», The In ­
E n segundo lugar, la obra permanece incompleta puesto que ternational Montbly, Londres, vol. IV , pp. 8 3-10 7. T exto reimpreso con el título
deja la geometría aparte. Existe en efecto una incompatibilidad de «Mathematícs and metaphysicians» en Mysticism and logicy and other essays, Londres,
principio entre la naturaleza categórica de las leyes lógicas y el ca- Longmans Green, 19 18 .

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L A V ÍA SE G U R A D E L A C IE N C IA
AJ
E n 1920, por ejemplo, el lógico polacdj^kasiew íc^iglabora un
ía platónica, es necesario .decidirse a considerar las n
cálculo «trivalente» donde, entre lo verdadero y lo falso, se intro­
itemí ..O
duce un tercer valor de verdad, «ni verdadero, ni falso». T an co­
Formuladas verbalmente en Cambridge a partir de 19 13, con la o
herente como la lógica bivalente, el cálculo así construido prueba
que el sacrosanto «principio del tercio excluso» no es de ningún mo­
rudeza que en ocasiones caracteriza a Wittgenstein, a pesar de su
inmensa admiración por Russell, estas críticas son muy mal acepta-
.0
do intangible.
das.por el maestro. En 1914, Russell confiesa a Ottoline Morrell
.0
Las dudas respecto de este famoso principio aparecen por lo .0
que se siente muy agredido por los ataques de su joven discípulo,
demás a partir de 1908, en los primeros trabajos del matemático
que lo ha llevado a la «desesperación»/3 Dos años después admite 0
holandés L . E . J . Brouwer (1881-1966). Apoyándose en una suge­ o
que su ánimo filosófico está destrozado.
rencia de su colega francés Henri Poincaré (18 5 4 - 19 12^-íanosd^
Sin embargo, en 1922, en el prefacio que redacta para el Tracta- ■
los adversarios más resueltos del logicismo russellianc^Brouwer^
tus logico-philosopbicus de Wittgenstein, intenta conciliar las posicio­
preconiza un retorno, a la doctrina kantiana así como un nomina-
nes de éste con las suyas propias. En 1925, una nueva introduc­ 0/
Ustaajrndical. Considerando que únicamente.somadmisihles en
ción— que Whitehead, instalado en Harvard el año anterior, rehúsa 0 )
matemáticas los conceptos cuya construcción- puede efectuarse_en
firmar—y algunas correcciones de detalle a la segunda edición de
el marco de una intuición, desarrolla en los años veinte_y.Lremta O
los Principia muestran que Russell cree aún en la posibilidad de
una matemática original, de estilo «inmicionista», d.g^4.QndíL£Stán .0
desactivar las críticas wittgenstenianas, integrándolas parcialmente.
f c x c l u i d o s c i e r t o s t i p o s d e r a z o n a m i e n t a ^ c la § iC Q ¿ ^ ^ c .Q m a ^ ]ja z O r
Pero los dos puntos de vista son decididamente opuestos y el logi­
cismo no se presta fácilmente a revisiones de detalle. ¿Considera o
Otro matemático, el alemán David H ílbej* (1862-1943)—
entonces Russell que no podrá ir muy lejos por la ría que ha escogi­ .0
quien, después de su obra de 1899, Losfundamentos de la geometría,
trabaja en el tema de la axiomatización—> expone en los años vein­ do? O bien la lógica, a la cual tanto ha contribuido, ¿ha dejado de o
te una teoría «formalista» del razonamiento matemático. Opuesto interesarle? Al menos en los años siguientes, no se consagrará ape­ o
a la vez al intuicionismo y al logicismo, vuelve a concebir no sola­ nas a esta disciplina, ni a la filosofía de las matemáticas en general. o
Otras investigaciones le atraen, incidiendo sobre problemas
mente la geometría sino la totalidad de las matemáticas como un 'O
más amplios, de orden ontológico o epistemológico. ¿Cuáles son,
simple sistema hipotético-deductivo.
por ejemplo, las concepciones del mundo y del conocimiento que
o
Finalmente un último matemático, el austríaco Kurt^Godej/ o
forman el trasfondo de los Principia? Bosquejada en ios Problemas
(1906-1978), demuestra en 19 3 1 dos teoremas importantes-^delos
que se hablará más adelante— , que establecen de manera definiti­ de filosofía (1912), breve libro que se convertirá en un clásico del si­ o
glo xx, la respuesta a esta pregunta se encuentra desarrollada en -O
va los necesarios límites de la formalización en matemáticas.
Nuestro conocimiento del mundo exterior (1914), así como en una se­ o
Todas/estas investigaciones tienen un punto en común: ponen
en¿tela.de ¿O* rie de conferencias pronunciadas en 1918 , <<La:filosofía del ato­ o
mismo lógico», donde Russell reconoce explícitamente su deuda '0
Lud ’t ^ ^ d ^ jf e p r i m e ros,digrípriñS;,áÍ fe sg g lh el filósofo
con ciertas ideas de su ex alumno Wittgenstein. .0
Apartan de Nuestro conocimiento delmundo exterior, .JfisalafQSiiP
la experiencia.^ sensible {sense data) constituyen las informaciones
bi^rtQ sqs.debilidades. Esencialiagníg^sus objeciones llevan a txes
puntos. L a teoría del juicio que supone la obra se sustenta subrep­ jd m m $ ¿ a 4 m i ¿ d ¿ l a s j ^ É s J d ^ a ^ ^ Q 5j E l ^ ^ Q n d i d á n . ^
. u
ticiam ente e n la noció n metafísica de «sujeto». La teoría de la s tic
.0
contrariam ente a lo que se pretende, una teoría p ura- 2 2. Véase la carta, del 18 de enero de 19 14 , de Russell a Lady Ottoliue Morrell,
T l§ n ^ m tíc tic a . Í T d ^ m t i y j ^ r i s ^ e ^ a j ^ e a ^ ^ ^ citada en Ray Monk, Bertrand Russell: The spirit o f solitude, 1 8 7 2 - 1 9 2 1 , Hueva York,
.■0
Free Press, 1996, p. 339. o
58 0 .:)

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lógica y_d e j a ^ atemláfi3g—m o fl§ m ir Para comprender mejor esta evolución hay que saher.qne la gae-
J:M£9.í£l espfritu,humanoTen si] pnida^ snhjetiva3.cQmpJps^nhjetos ri&.de 10 14 ha modificado radicalmente el curso de la vida de
O, más exactamente,, ios «hechos atómicos» Russell,.El triunfo de la barbarie sobre los campos de batalla le ha
dsJs^ti&s£jQ£unpon£u^tejJÍjdm&M^^toáianJas^cifíucias^x- llevado a experimentar con intensidad la vanidad de la cultura, la
.p.eJÍEaeaíaJLes« hipocresía de la moral, L e ha conducido, como él mismo ha dicho,
^SEH m afaam gend ó ii,,que vuelve a hac.ej,deríyar^tadawrt^ 1idad a «renunciar a Pitágoras»/3
¿debe ser interpretada como Más que la investigación pura, para él lo esencial desde enton­
una forma de idealismo o de materialismo? Evitando elegir entre ces se ha convertido en el combate a favor de la razón—-o más sen­
esos dos sistemas «metafísicos», Russell, que se inclinaba en 1 9 1 4 cillamente del sentido común—en el espacio social. Un combate
por una .especie dé monismo «neutro» que no separa la mente de que, si se le cree, no tiene nada que ver con la filosofía en sentido
la. materia, opta, en principio por. un_<denommiaUsmQ»-prudeiite. estricto, puesto que ésta se reduce a la reflexión sobre, las ciencias.
cercanoal pragmatismo.xleJ^illiam4 ameSA^aLempirisrTipde,Ernst Y que, al contrario, debe inscribirse en las formas de acción aptas
J\daeÍT^^^^em 3menaJi«no»^ÁnfluiráT^ su .v ez ^ n d 3¿ittgensteiii y para influir en la opinión pública—tales como el periodismo, los
el Circula.de Viena. Provoca no obstante formidables dificultades cíelos de conferencias, la publicación de ensayos polémicos. Como
que Camap— especialmente— se esforzará por afrontar,, mientras si, entre la teoría y la práctica, no fuera posible en el fondo ningu­
que el propio Russell preferirá evitarlas retomando progresiva­ na articulación estrecha.
mente— a partir de 19 2 1—hacia un materialismo más clásico, fun­ Existe, pues, dando la espalda deliberadamente al Russell filó­
dado en la prioridad de la materia respecto a la mente. sofo ylógico, un Russell «político», comprometido con su siglo
Por otra parte, la reflexión sobre los problemas de las ciencias peraflefiniéfld^e a^lo sumdYomo panfletario v nünca coirLQ_filú~--
experimentales le ocupará hasta el fin de su vida. E n todo caso es el gofo. Extraña «disociación» de la personalidad, que se remonta
único campo filosófico en el que continuará teniendo una produc­ muy atrás, píies el primer libro publicado por Russell era ya—hay
ción regular después de 1920. E l análisis de la mente (1921), E l aná­ que recordarlo—un ensayo sobre el socialismo. Veinte años más
lisis de la materia (1927), Determinismo y física (1936), Significación y tarde, su necesidad de intervenir en los grandes debates nacionales
verdad (1940) o E l conocimiento humano (1948), entre otros libros, e internacionales se reaviva con el choque de la guerra. E l horror
muestran su constante atención a los progresos de la física, de la que ésta le inspira desencadena en él un verdadero frenesí de pala­
psicología y de la lingüística. L a estructura del universo, la na­ bras. Cuatro libros, en dos años, testimonian el vigor de su com­
turaleza del espacio y del tiempo, el funcionamiento del cerebro promiso: ha guerra, vastago del miedo (1915), ha justicia en tiempos de
constituyen para él cuestiones mayores, que le interesan en adelan­ guerra (1915), Principios de reconstrucción social (subtítulo: «Un mé­
te más que sus investigaciones de juventud; todo para abolir el duelo entre las naciones») (1916) e Ideales políti­
L áridea cada vez más modesta que se hace de su papel en tanto cos (1917). Poco después (1918), se ve encarcelado durante algunos
que filósofo jrátiúcé>uor sí misma, una profunda evolución de su meses por haber criticado, en un artículo, algunas actuaciones del
pg^oagUdad^^En sipria, j:odo ocurre como si, a partir de la Primera ejército norteamericano.
G pe i^m u n d iá 3^ ^ s _ .c ie p ^ 9 cpqriHientales le’pareries^ía'úP LS-''' Pacifista debido a su talante intemacionalista, favorable a las
fuente,válidade conocimientos. Y como si va no viese—paiaJajU&r 23 ideas progresistas, preocupado por la justicia social, Russell—que
se define además como libre pensador—se sitúa en el ala izquierda
t: del partido laborista. Por esta razón acompaña en 1920 a una dele­
gación británica invitada oficialmente a visitar la U R SS y, por tan-

23. Histoire de mes idéespbilosophiques, op. cit., p. 260.

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to, a priori bien dispuesta para con la revolución, bolchevique. L o 4e jHitler, puede sorprender—por contra—el ardor con que preco­
que descubre durante este viaje breve pero intenso en extremo (es niza; en los años cincuenta, la organización de una guerra «pre­
recibido durante una hora por Lenin) le incita, no obstante, a revi­ ventiva» contra la URSS, con el solo fin de impedir a esta última
sar sus posiciones. dotarse del arma atómica. Ciertamente, Russell tiembla ante un
N o era tanto que rechazara el nuevo sistema económico—al apocalipsis nuclear. La fuerza de sus convicciones le vale por en­
contrario, admite que el gobierno soviético hace lo más adecuado, tonces una segunda estancia (de una semana) en prisión en 1961,
en un contexto difícil, para alimentar a la población— , como espe­ ¡cuando ya tiene ochenta y nueve años!
cialmente la ausencia de libertad política. E l libro que relata ese Otra paradoja: su condena radical de la intervención norte­
viaje, Práctica y teoría del bolchevismo (1920), es finalmente severo americana en Vietnam le conduce a acercarse, en los años sesenta,
con la U R SS, «esta prisión cuyos carceleros son fanáticos», y con a^Sartre y a diferentes movimientos de extrema izquierda a cuyo
el comunismo, al que acusa de ser «una religión y no un mo­ programa político está muy lejos de pertenecer. Pero lord Ber­
vimiento político ordinario».*4 Por otra parte, en los detalles, trand Russell—que lleva este título después de la muerte de su
Russell se muestra un excelente observador, anotando sin haber to­ hermano mayor, el segundo conde de Russell (19 31)—no teme las
mado previo partido tanto los aspectos positivos como los negativos contradicciones, sea en su vida pública, o sea en su existencia pri­
del nuevo régimen. N o odia a los bolcheviques. « N i ángeles a ve­ vada. Tales mudanzas reflejan tanto su propia evolución, como
nerar, ni demonios a exterminar, son simplemente— dice—hom­ las necesidades circunstanciales de los diferentes combates que
bres audaces y capaces que se esfuerzan, con gran habilidad, en una afronta. Sinexistencia parece en todo caso justificar la tesis russe-
tarea casi imposible».24 25 La conclusión de este reportaje se muestra Uiana segúñTa^nTaTucfiTpoTel^ro^SoTQcíáLiñcapaTdeTom
finalmente optimista: «E l comunismo ruso puede naufragar y ser "formarse a las exigencias de la lóeicaTreveía un tipcUHeTcovidad
borrado del mapa, pero el socialismo en sí no morirá jamás».26N o que no debería contundirse con la filosofía.
resulta una mala predicción. S iTie n t Í F ^ r i n a c i Ó ¿ . ¿ m D m £ ¿ ¿ L ^ ü n a ^ d n u r a h l e u h o n F a d e z y ^ i i o
Al final de las décadas siguientes, Russell multiplica las tomas deja de presentar graves inconvenientes.
de posición en los dominios más diversos. Escalonados a lo largo
de medio siglo, sus textos militantes— que le valieron en 1950 el de,ja. rgfíexión sQbr£.la.cÍiencia. Pqr otra parte, tiene como efecto el
premio Nobel de literatura—tratan de la condición femenina, del abandono, de
matrimonio, de la educación, de la felicidad, de la religión— en la
fe 8 d e •
que ve el principal freno al progreso de la civilización—, de la de­ pneyasxEn spu^rdecr¿ta—•sinjustificarla.iye^^atj.ey^ments¿^^Si£Xi^
mocracia— que imagina irrealizable en Africa— ,2? del futuro de la
humanidad, del impacto de la ciencia en la sociedad y, por encima
de todo, de la necesidad de preservar la paz mundial. L a aventura.de Russell inspira conclusiones cercanas, a .pesar
Exacerbado por la Primera Guerra mundial, el pacifismo de
Russell permanecerá hasta su muerte como su convicción funda­ Estos^,
mental— de todas maneras, con dos excepciones notables, más o
menos comprensibles. Si es normal verle aprobar, durante la gue­ ciencia»— , se condenaron de hecho a filosofar fuera del mundo.. El
rra de 1939-1945, el compromiso de las fuerzas aliadas en contra primero, al escindirse progresivamente, a partir de 1907, del trabajo
efectivo d.e los científicos profesionales, sospechosos de «positivis­
24. Bertrand Russell, Pratique et Tbéorie du bolcbevisyne, erad, fr., París, M erca­
re de France, 1969, p. 10 8 . 25. IbicL, pp. n i - 1 1 2 . 26. íb id .,p . 194.
mo». E l segundo, a la inversa, cerrando la filosofía en una esfera pa­
27. Bertrand Russell, « L a démocraue politique peut-eíle s’adapter aux problé- racientífica, artificialmente separada del campo social. Ninguno
mes de 19 50?» (1950), erad. fr. en Potitique étrangere, n.°3, otoño 1994, pp. 853-860.

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de la Hustraciónel permiso para afrontar los problemas de su tiempo. .célente músico, Wittgenstein permanecerá toda su vida marcado
En. consecuencia, la radicalidad inicial de sus respectivas trayecto­ |»tjF la estética de las vanguardias vienesas. E l estilo sobrio y geo-
rias-—llevadas por el viento de la historia después de la Primera Gue­ ihétrico del Tractatus evoca el del arquitecto Adolf Loos, mientras
rra mundial—se vio rápidamente cuestionada por sus propios discí­ qüé su atención por el lenguaje recuerda la vigilancia crítica del es­
pulos. Sí a pesar de todo ciertos temas fenomenológicos han cruzado critor Karl Kraus con respecto a la jerga periodística.
todo el siglo, se debe a que han sido «recuperados» y transformados De origen judío, su familia está—a finales del siglo xix—profun­
por el pensamiento existencialista (Heidegger, Sartre) y la filosofía damente asimilada. Bautizado y educado como sus siete hermanos
religiosa (Levinas). Por lo que respecta a la obra de Russell, si perma­ y hermanas en la religión católica, el joven Ludwig no deja de pre­
nece como una referencia mayor para la filosofía angloamericana guntarse, de cuando en cuando, si debe considerarse como judío—
contemporánea, gran número de sus facetas ha sido, incluso en vida hipótesis que le preocupa tanto más cuanto el antisemitismo no cesa
de su autor, seriamente discutido—y ante todo por quien debía ser su de crecer en la sociedad austríaca de su tiempo. A las «inquietudes»
primer depositario, Ludwig Wittgenstein. Crítica que ha dejado tra­ que suscita en él esta cuestión, se vincula sin duda el interés— difícil
zos sensibles en todos aquellos que, todavía hoy, se reivindican de tra­ de compartir—que manifiesta por Sexo y carácter (1903), célebre
dición «analítica», lógica y lingüística, cuyo ancestro fue Frege. panfleto antisemita y antifeminista debido a un escritor vienés judío
y homosexual, Otto Weininger.
Después de unos estudios secundarios más bien mediocres, par­
4. LA DISIDENCIA FÍE WITTGENSTEIN te para Alemania y más tarde para Inglaterra. En Manchester, de
1908 a 19 n , se inicia en una disciplina en plena expansión, la ae­
E l filósofo más importante del siglo xx, Ludwig Wittgenstein ronáutica. Por entonces está tentado por un oficio técnico que res­
(18 8 9-19 51), no publicó en vida más que un solo libro, el Tractatus pondería a su gusto por lo concreto, a sus aptitudes manuales, a su
logico-pbilosophicus (1921). Desde 1929, comenzó— en sus cursos, voluntad de ser—como su padre—un hombre de acción. El desti­
entrevistas y cartas—a rechazar algunas de las tesis expuestas en no decidirá otra cosa—Rungue,convertido ..emfiló-S.ofo, Wüttgens^
éste. Más tarde, dos años después de su muerte, el manuscrito de tein sexaractenzará pQr su capacidad para tratar los problemas -teó­
un segundo libro en el que había trabajado de 1936 a 1949 fue pu­ ricos des.de.un-ángulo práctico, por «arreglarlos» como se «arregla»
blicado con el título de Indagaciones filosóficas. , Se encuentran unnegpcio.
esbozadas en él nuevas posiciones que, derivando del Tractatus, se Durante el verano de 1 9 1 1 — según una tradición que no ha po­
„ desvían de él algunas veces en puntos esenciales. dido ser confirmada formalmente—vuelve a Jena para conocer a
rQGe-den.no p bstante de una misma ambición: comprender 16 que Frege. Sus estudios de ingeniero le han conducido a interesarse
jp odrialger Ja. práctica de ja .filosofía a partirfíelmiQmjenJaa^ruqae^e. por el problema del fundamento de las matemáticas, y Wittgens­
fha heGhoié^jdenteiqne .eUa no podría senasimilada, en ningún caso, tein se pregunta por la vía que debe elegir. La respuesta le viene de
Proyecto cuya realización ha tomado— con los Frege, que le aconseja volver a Inglaterra para seguir, en Cambrid­
¿años— formas sucesivas, ligadas a la personalidad compleja de un ge, los cursos de Russell. Obediente, Wittgenstein se incribe en el
filósofo que nunca jamás ha dejado de cuestionarse. Trinity College en las semanas siguientes.
Wittgenstein nace en el seno de una rica familia de la alta bur­ Su encuentro con Russell— diecisiete años mayor que él—va a
guesía vienesa. Su padre, industrial ilustrado, es el mecenas del ser decisivo para su vida. Junto a su maestro, que está a punto de
pintor Klim t, que hará de una sus hermanas un magnífico retrato. acabar la redacción de los Principia, se sumerge en la lógica mate­
Uno de sus hermanos, pianista, se convertirá—después de haber mática. Sus dotes intelectuales no tardan demasiado en suscitar la
perdido el brazo derecho en la guerra— en el destinatario de la de­ maravilla de los grandes maestros. Moore, Russell, el economista
dicatoria del Concierto para la mano izquierda de Ravel. A su vez ex- John Maynard Keynes y sus colegas lo aceptan entre ellos, le dejan

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■0
discutir con ellos en un pie de igualdad. Después de haberse senti­ ■ ^f4rina^étj^L-^lQgigaJ&-par-eeei3r-^al-,-.contrario que a Russell—
do irritado, en un primer momento, por la fogosidad del joven jpqnfcncr vinculaciones misteriosas. Una y otra, anota en su dia­
austríaco, Russell termina tentado por ver en él a su hijo espiritual. rio, del 24 de julio de 1916, '0
Por su parte Wittgenstein. sj hieniascmado^uag^Lpmvecrcklá,-. Paralelamente, consigue terminar (agosto de 19 18 ) el manuscrito o
del libro en el que ha estado soñando los últimos años y que titu­ 0
la Abbandlung (Tratado lógico-filosófico). D ifí­ .o
sobre la validez de_nn a de,tipos. cilmente otra obra habrá sido concebida en circunstancias tan dra­
Tiene sobre este tema, con Russell, discusiones tempestuosas que máticas. o
provocan en éste una fase de desaliento. Desde 19 13 , las relaciones - : Hecho prisionero por el ejército italiano el 3 de noviembre
o
entre los dos hombres comienzan a degradarse. Nunca más fueron de 1918, algunos días antes del armisticio, es conducido a Monte
cordiales. o
Cassino. Rechazando todas las intervenciones a su favor, incluyendo
las de sus amigos ingleses que se preocupan por su suerte, no es li­ o
H ay que decir que W ittgenstein añade, a un tem peram ento na­
turalm ente atorm entado, u n com portam iento a m enudo im previ­ berado hasta agosto de 1919 . Durante< su:.eautiverio, toma una de­ ©
sible, y que su mal carácter será m uy pronto tan célebre como sus cisión: renunciar a- toda trayectoria universitaria.
depresiones. Además, el •períodojE oxi^joi4 coincide para él con Otra vez en Viena, dona a sus parientes (septiembre de 1919 ) la
u n a fase de crisis particularm ente aguda.; C entra su atención en la fortuna que la muerte de su padre le había permitido heredar seis ■;)
años antes. Resuelto ser útil-a la sociedad llevando una vida más i: 0i
blar con Frege, enjena, en diciembre de 19 13 . T í deseo de escribir acorde con sus aspiraciones, elige convertirse en maestro en un /.O
un libro «definitivo» y la angustia de ser incapaz de ello pugnan en pueblo de Austria. E n el otoño de L920 comienza esta experiencia
©
su pensamiento. Finalmente, sus tendencias homosexuales le pre­ que continuará hasta 1926. 0
cipitan en un ataque de desesperación que tan sólo puede explicar­ M mismo tiempo que se compromete a esa vida ascética, se es­
se por la rigidez de su «superyo» moral. E n 19 14 está literalmente fuerza—no sin dificultades—por publicar el manuscrito del Trata­ 0
obsesionado con la idea del suicidio. do. E n la;primavera de 1919 , lo ha remitido; solicitando consejo, a ‘O
Quizás habría pasado a la acción si la guerra no hubiera estalla­ Frege y Rússelb Las respuestas no son demasiado alentadoras. Fre­
do en ese momento preciso. Le sorprende en Austria, donde acaba ge; el primero, le hace saber por una carta del 28 de jimio de 19 19
de volver para las vacaciones de verano. Se alista inmediatamente, que.no comprende lo que el libro quiere decir. Dado que todas sus ©
el 8 de agosto, a pesar de haber sido dispensado de sus obligaciones preguntas apuntan a la primera página, cabe preguntarse si hizo el
o
militares por razones médicas. N o es sólo el patriotismo lo que le esfuerzo de ir más lejos. Algunas semanas más tarde, el 13 de agos­ / *V
u
guía, sino también la necesidad— como dice él mismo— de «redi­ to, una carta de Russell muestra que éste, si se ha leído todo el tex­
mir sus pecados», dicho de otro modo, de revalorizarse a sus pro­ to, no, está interesado más que en las consideraciones sobre la lógi­
pios ojos dando a su existencia un sentido simple. La guerra le ca, que está lejos de aprobar sin reserva.
aporta— en suma—una especie de redención moral, permitiéndole Desengañado, Wittgenstein se dirige entonces a los editores
sublimar sus pulsiones suicidas. vieneses, de los que obtiene—a pesar del apoyo de Rilke—rechazo
Enviado primero al frente ruso y luego al frente italiano, bus­ tras rechazo. Finalmente, en diciembre, se dirige a La Haya para CJ
ca deliberadamente el peligro, dando muestras en muchas cir­ encontrarse con Russell, a quien no ha visto desde 19 14 . Este se 0
cunstancias de un valor ejemplar. Y , a pesar de las dificultades de
28. Ludw ig Wittgenstein, Carnets ( 19 14 -19 16 ), trad. fr., París, Gaüimard,
su vida cotidiana, continúa trabajando. Lee a Nietzsche, Emer­ .'o
1 9 7 1 , p. 146. ¡Trad. cast. de Jacobo M uñoz e Isidoro Reguera: Diario filosófico,
son, Dostoievski. A.pesar de continuar centradas en la lógica, sus 2 9 14 -19 16 , Barcelona, Ariel, 1982, así com o de A nárés Sánchez Pascual e Isidoro •' o
preocupaciones se extienden a la filosofía entera, en particular a Reguera: Diarios secretos, Madrid, Alianza, 1991.)
-’ O
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w

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decide finalmente a ayudarle y-escribe incluso, para el libro, una ¿Agible y definitiva». E11 otras palabras, estima haber «resuelto* en
introducción que, según Wittgenstein, revela que no le ha com­ todos los puntos esenciales, los problemas de una manera decisiva»29 30
prendido mejor que Frege. ¿^pretensión que abandonará progresivamente a partir de 1929.
Después de muchas peripecias, el Tratado aparece (1921) en una - Breve y conciso—menos de ochenta páginas—, el Tractatus se
revísta alemana de Leipzig, Annalen der Naturphilosophie, con múlti­ presenta bajo, la forma de una sucesión de proposiciones numera-
ples errores debidos al hecho de que las pruebas no fueron nunca dassegun un sistema simple (1, 1 .1 , 1 . 1 1 , 1.2 , 2, etc.), destinado a
corregidas. Wittgenstein está horrorizado. Afortunadamente, Russell recordar la presentación axiomática de los Principia. T al estructu­
termina por encontrar un editor inglés y la obra vuelve a ser publica­ ra* no obstante, es clara sólo aparentemente. En realidad, Witt-
da, en versión bilingüe esta vez (1922). E l texto alemán de esta segun­ génstein muy raramente se toma la molestia, de. argumentar sus
da edición es, para su autor, el canónico. La traducción inglesa es afirmaciones o de explicitar los enlaces que subyacen a su encade­
llevada a cabo por un joven lógico de Cambridge, Frank P. Ramsey namiento. Todo sucede como_ si, con ^
(1903-1930). Entre tanto, la obra ha cambiado de título y se llamará fñ o s0 íia so n j3p sg ^ recji.azgra
en adelante—según el consejo de Moore, deseoso de sugerir un para­ JgoD^d^lanta^<3j^^p^^FLtatlva de hacer de la
lelo entre Wittgenstein y Spinoza—^¡mctátus. hgico-philosopbicus. demostrativa sobre el modelo de la primera. N o se tratan—lo vamos
a ver—de una mera premisa nmtodpjóg^ Lsj£§is«
principales de la, obra>

Este libro es excepcional por todos los conceptos. Escrito por un JengjliJg^directam^félnspjfado por ía teoría cíe la estructura ató­
joven que, siendo un;buen lógico y sin .interesarse en demasíapor mica de la materia^El-mundo- Je l otro nombre de la realidad— es J
la.historia-deja,filosofía, parece que no ha leído más que algunos «todo. lo, que.es el ca^x^Está'constitüido por hechos moleculares i
textos de san Agustín, Schopenhauer, Kierkegaard y Nietzsche, no 0 cqmplejq^qu£,;%.sqjv9:^^^
por ello testimonia menos una ambición intelectual inmensa— que «estados: de cosas^, es d e^ ;^ ^ T o Bfi^rariqnes_d.e objetos ele-
comunica claramente el breve prefacio redactado por Wittgens­ mentalps. Simétricamente, efpexisaiDtentq^pqne: as nnn cnn el.len-
tein para justificar el sentido de su empresa.
Esta, afirma, tiene, por objeto mostTai:.quq,lQS^pr.P.blemas filor progosicipnes ató^cas.qt^«Púla^an^entre-.ell3sJas^giftb^j;9i¿<sig¿
§ ó fi^ íe n ^ ^ c u ¿ ¿ ó r m u g ig ^ J
salobreunamaiacomnrensiún-deiajóeica^dejiues.tro lenguaje»,2* ©e&no.do análogo a como un mapa geográfico «representa» un
dicho de otro, modo: sobre un vasto malentendidó lmgüísticó. A esa paisaje, físícp,
primera provocación, Wittgenstein añade una segunda al declarar­ g ^ o r id ^ ^ e p r g s g n t a ^ la^de..ia£^lá^S:ea sLftttado, M 4 § Jñ r
se poco preocupado por saber si lo que había escrito concordaba
con lo que otros podían haber pensado antes que él. (Precisa, no
obstante, que siente, una deuda.inmensa respecto, a las «grandes ■ *5 j)* g§.vREg-fe.Í^.^.guJq, p,ue4 ^^pJésgnta^
obras de: Frege» y los «trabajos de mi amigo e l señor Bertrand ¿ lite #
Rjussell».) 'feconeluye subrayando—tercera provocación— que. Ja De estamtim^, Wittgenstém precisa: «la figura no puede [...] hgu-
verdad de los pensamientos expresados por, su libro le paree,e.«iti-r rar su forma de figuración; la ostenta» (2.172).
Laídistinción aquí introducida es a la vez nueva y fundamental,
incluso.sise remite a otras—la del «fenómeno» y de ía «cosa en sí»
29. Ludwig W ittgenstem, Tractatus {ogico-pbilosopbicus, nueva trad. fr., París,
Gallimard, 1993, p. 31- [Trad. cast. de Jacobo M uñoz e Isidoro Reguera: Tractatus
logico-philosopbicus, Madrid, Alianza, 19 73.J 30. Ibid., p. 32.

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de Kant, la de la «representación» y de la «voluntad» en Schopen-| #rtfvdára.:Wlttgepsteiii más que «tautologías». Na-dieen. nada so-
I hauer.^Hay^ohjjgtos—vlps^ibjctos del.muiid.o^Que se pueden d^gi^, fe ^ éimqndQ. «Nada se, por ejemplo, sobre el tiempo que hace
| r&ÍSBEESSBíM; H ay otras, cosas—-U¿fopaia misma de la representa-: ^páiiHo sé que llueve o no llueve» (4.461). Lógiea^y matemáticas^
! ción-r—de las -que no se Duede decir nada, que solamente se pueden 1 eíLQHa^palabras,
! mostrar. Esa tfistinción_entxe ^ ecif^ ^ o síra ^ponstitav^ el -núcleorl pfríeaicyioJ^Mgible. Se sigue de ello que no tienen en absoluto ne-
| central del Tractatus. A medida que se avance en el texto, se la verá | ^ id a d de fundarse en ninguna filosofía. Por tanto la lógica es
* desarrollarse. ítívítada a «cuidarse de sí misma» (5.473). Advertencia que vale
M ie n tra s Tanto. la,-afimiadQ n..de,nna,:identidad de estru ctu ra i( fajnbién para las matemáticas, puesto que la proposición matemá-
1 ;g p ^ f L » n d e : y j tipyM su vez, «no expresa pensamiento alguno» (6.21). Así.son bar i J
/ .-^ ¿ ildad^^deTas proposiciones verdgd^as—coincidiendo con.la to- elidas las.pjtima¿A3^za&jíel,pLatonismo sobre el que reposaba l á 1
talidaacteTas 'c iendas de la naturaieza— o’éfrina
■ ^ $ 06feacfs=5=*«=r-—

:lógka-:de los .hecfíQSjaadj), por definición adecuada y completa. - Pero, si lógica y filosofía deben estar netamente separadas en­
Ciertamente Wittgenstein, a semejanza de sabios empiristas como tre sí, la primera puede clarificar la segunda. Puede ayudar a la fi­
ErnstM ach, Ludwig Boltzmann y Heinrich Hertz, toma buen cui­ losofía a comprender hasta qué punto es absurdo querer transgredir
dado en subrayar que las leyes de la .física no son nada más que la las reglas de lenguaje usual, puesto que «el lenguaje mismo impide
expresión de un enlace lógico entre los fenómenos—en resumen, todo error lógico» (5.4731), y «todas las proposiciones de nuestro
que lag'.fiigneias experimentales no.ofrecen tina,explicación^smn una lenguaje ordinario están de hecho, tal como están, perfectamente
s j ^ l ^ ^ ^ d e ^ d e l m undp. Esms^ieneia^dieen.^oHm^lgiBBda,. ordenadas desde un punto de vista lógico» (5.5563).
y,fíara..decirlQ, ¿Cabe interpretar que para -declaración—^ primera vista sor­
n p ¡S ^iii^ n .;ab sQ lu tQ \p ec^ ^ ^ gelaE Io so^ Z I I prendente—significa que, fuera de la descripción «científica» de los
% K M M feím p p rtan je: Wittgenstem:ípreGÍsa: que, gi^n^PÍ^- estados de cosas, no es posible ningún (fiscors o puede cíecry
pOSlemn <<bien formada» equivale a la descripción correct^ide-im nada,que esté más allá-—p o rejemplo, sobre el «sentido» del mun­
do en general?^
es nada, más que «saber lo quedes el caso, sí es yerdadera» (4.024). Categóricamente, la respuesta del Tractatus se basa en dos pp^n-
^ ¿ n e i ^ ^ ^ i ^ ^ s ^ í i4 g ^ ^ p ia p fíd d á n sa ^ p ¿ im lid a ¿ í4 g dgáí^i¿gLff^fiíl^ ti^ne un sentido, ese sentidoi;,debe, .encontrarse
ygyiBcarla « en la prácticas», esta tesis se, hace eco-—^involuntariar no.enlél, fino fu e r L d ^ r E n consecuencia-,^i.ese sentido existe, no
mente-—de las,_gejganag,fomiulacÍQneSvque^.&-piieden encontrar en ^ d ^ g g ^ ^ J d e s c r i t o , representado) S¿fegalgmgTO^ogra.^2^
■ ah l^agmaijsma,QomQ,eLdeJgeirce:/enjKCpmo hacer, claras nues­ Duesto aue,,situándose fuera del mundo. escapa a la esfeja de lo re-
tras -ideas») o incluso en la tradición mandsta: « L a prueba del pu­
dín— decía Engels (1880)— es que se come».3r Lapídea será recon­
siderada yamplificada por el Círculo de Viena. N o es seguro, de pqsitiQnes^étiGas.yL^errcái,^
todas maneras, que Wittgenstein le diera un sentido tan radical vaÍ^páiiávlaieáétiGawpiaestGLqiie^étm^yiastétiipa;^Qn.una y la mis­
como lo harán Schlicky Carnap. ma cosa» (6.421) y ambas son «trascendentales» en la medida en
Abramos aquí un paréntesis para «determinar» l&^guestióm-re.- qpj^puntan^ma ^ tta y é s^ e i,b ie a ;y ^ Jo ,B jla JZa”«con3isiqn.es»1del
íativa ¿ | § E g a § ^ { | y ^ Eljas no ^
N o se puede decir nada, en particular, de la «voluntad» como
«soporte de lo ético» (6.423) sino que consigue dar a cada hom­
3 1. Friedrich Engels, Sodalisme utopique et Sodalisme identifique, trad. fr., París,
Ed. Sociales, 1969, p. 33. (Trad. cast. de Antonio Altienza: Socialismo utópico y socia­
bre—más por su comportamiento que por sus palabras—una signi­
lismo científico, Madrid, Francisco Beltrán, 1930.] • ficación de su existencia. Como máximo se puede constatar que «el

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H IS T O R IA D E LA FIL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LA V ÍA SEGURA D E LA C IE N C IA

mundo del hombre feliz es otro que el del hombre infeliz» (6.43). sgcppusagra a su oficio de maestro. Ha dejado de escribir— como,
Aún menos se puede hablar de la muerte. «L a muerte no es un algunos años antes, Malevitch de pintar.
acontecimiento de la vida. N o se vive la muerte» (6.4311). '¿£&jnr
N o es necesario señalar que tampo­
co, tales cuestiones tienen ningún sentido «expresabie».
Gomo Malevitch, sin embargo, Wittgenstein terminará por volver
l i l j ^ m ^ ^ r d ^ e ^ e i n w n d o , sino que es ie3¿linente,im . a.tomar sus pinceles.
La* En efecto, su deseo de fundirse con el pueblo resistió mal las
tesis 6.53 termina cíe ajusticiarla— si se puede áecir así—medíante duras realidades del mundo rural. La incomprensión mutua que
algunas frases definitivas. Mifinieo .método correcto en filosofía reina entre él y los aldeanos y provoca incidentes. Acusado de ha­
«sería propiamente éste: no decir nada,mis que lo qne-.se ber maltratado a un niño reacio a sus lecciones, dimite de su pues­
cá_rv,a^ea>.prQpo^eh^^^^fienciaAiatuxal— ojea^algo.^ie^riada to durante la primavera de 1926. Ocupa entonces, durante algunas
tiene que v££jCfln._b,,fiIqsofia— , y entonces, cuantas veces alguien semanas, un empleo de jardinero en un monasterio, después deci­
qmsieraJ.d&ciív-aÍgO‘-metafisieoTproba£le^qü^en^si3R.prr>po<;írinnpg: de regresar a Viena. Invitado por su hermana Margarete a diseñar
iiOv4iabía.dado-&ignifieado=^€Íertcrs^sígiios». para ella los planos de una nueva mansión, se reintegra progresiva-
to.eoa<stasi<fa. general d fl Tractattts es. im es^n ie.ia.fiW a.-n p inente a la vida social. Y, sobre todo, vuelve a la filosofía.
TV¿ B fi^ablfiti^m jnétpdo pronto;.. O ne ^ ■ ^ a n a . f o c ^ . s i i M «n» En febrero de 1927, Margarete lo presenta al filósofo Moritz
podría ser la de «cTarifi-^ Schlick, que ha sido uno de los primeros admiradores del Tractatus.
c | i^ ^ n^rros-pgm a^entQSr --fficho de otro modo, laT e ayudar a Aunque rechazando la participación en las reuniones-del Círculo
de Viena—fundado por Schlick—, Wittgenstein acepta entrevis­
Pero^quej porio,que, tarse con él, de; tiempo en tiempo, así como con Carnap y Wais-
respectan todo lo demás^nafía mejor en callarse ¿Esto es al menos mann, Sus conversaciones le mostraron rápidamente que no es­
lo que le recomienda, sin rodeos, la séptima y última tesis del libro: taban en la misma frecuencia de onda. L o s neopositivistas habían,
«De lo que no se puede hablar es mejor callarse». creído que el Tractatus anunciaba el fin de L mpi-affcira en el mis-
Contrariamente, no obstante, a lo que creerán en los años vein­ _mo-sñntido q»*» Hasta que finalmente, en pleno acercamien­
te los miembros del Círculo de Viena, Wittgenstein nn djrp to a Wittgenstein, éste, tal vez para provocar, les leyó largos poe­
mngunajpj^rt^que?Jametafísica,en^an^^^ mas de Rabiñdranath Tagore, y comprendieron su error. Trataron
res. A f i r r j ^ ^ .es-posib le^ ?^ no obstante de atraerlo de nuevo al examen de cuestiones relativas
q ^ ¿ | | n g a ^ ^ n t íd o , s m o q u e é s t e ^ al lenguaje de la ciencia. Waismann consiguió convencerle incluso
guaje. Elopr0pqsito.de Wittgenstein se íimitá a. trazar las líneas de de asistir, en marzo de 1928, a una conferencia del matemático
demarcación entre lo decible y lo indecible, y a ponernos en guar­ Brouwer.
dia contra la. tentación de perseguir un objetivo (quizás legítimo) Partidario de una matemática «intuicionista», Brouwer somete,
por medios no aptos. a crítica las tesis de Russell mucho más allá de lo que el propio
¿Tal doctrina sería demasiado sutil o insuficientemente explíci­ Wittgenstein había hecho hasta.nl momento. Quizás es esta confe­
ta? Siempre será vulnerable—hasta nuestros días— a numerosos rencia lo que hace nacer, en el autor del Tractatus, la idea de que la
malentendidos, y la curiosa mezcla de formalismo y de misticismo filosofía tiene todavía un camino por delante. Al mismo tiempo le
que la envuelve no facilitará su difusión. Por lo demás, en el mo­ devuelve el gusto por el estudio, puesto que, algunos meses más
mento de la aparición deX Tractatus, elpropio Wittgenstein ha de­ tarde (enero de 1929), acepta volver a Cambridge, a sugerencia de
saparecido de la escena filosófica. Retirado a las montañas austríacas, sus amigos ingleses.
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•0
H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O X X LA VÍA SEGURA DE LA CIENCIA 0

E l Trinity College lo acoge con los brazos abiertos. En el trans­ ■ GrPero mientras el Tractatus parecíacondenar la ética al silencio
B
curso de una ceremonia un poco artificiosa y frente a un jurado eterno, Uuxonv£TsadímesmiaiiteiúdaRTidia^ñosmuís.rarde4iteati-
No 0
compuesto por Moore y Russell, Wittgenstein obtiene el 1 8 de ju­
nio de 1929 su doctorado en filosofía, con un texto— el Tractatus—- titubea en lanzarse con sus interlocutores a grandes discusiones so- 0
que ya es un libro de culto en diversos círculos intelectuales. bre.el «sentido» de la existencia. N o sólo manifiesta un interés cre­ n
(«Opino—anota Moore en su acta de examinador—que la tesis del ciente por Schopenhauer y Kierkegaard, sino que, si llega el caso, o
señor Wittgenstein es una obra magnífica; pero, al margen de esta afirma com prender lo que quiere decir H eídegger con «Ser» y con ©
apreciación, satisface sin duda los requisitos para obtener el grado «angustia».34 Para abreviar, no cesa de alejarse a la yey de KnsgfdLy o
de Doctor en Filosofía por Cambridge».)32 Recibe igualmente una dedos positivistas vieneses.
beca de investigación que le ayuda a volver al trabajo y redacta in­ Simultáneamente, aparece en él una nueva curiosidad po r ^
mediatamente, con vistas a un coloquio, una comunicación titula­ GQíñoI&den£ias.ioGiales^la etnología en particular—-rapreben-©
da «Algunas observaciones sobre la forma lógica». Publicada en den sus objetos. Revelándonos la existencia de éticas diferentes de :
1929 en los Proceedings o f the Aristotelian Society, esta comunicación Íám u gs^ yu ií stante, todas legítimas, e l einólogo
~~ ¿no nos
“ invhiá^-u

es el último texto de Wittgenstein aparecido en vida. Su autor re­ cebado so-S|-
negará, poco después, de su contenido.
Comprometido en una desconstrucción progresiva del Tractá- ftinriona? Una .perspectiva tal no puede sino afirmar a. Wmgcns~
tus, el pensamiento^de^Wittgenstein evoluciona en efecto, en ese tein en su tendencia natural a privilegiar-—tanto en la moral como
momento, a una velocidad vertiginosa; N o cesará por lo demás de en la filosofía del lenguaje o las matemáticas—-el punto de vista
evolucionar, como corroboran sus notas manuscritas de los años ©
1930 {Consideraciones filosóficas) y 19 3 1-19 3 2 {Gramática filosófica), Las notas que redacta (19 31) leyendo un clásico de la etnología, La
así como sus cursos dictados en 19 33-19 34 {Cuaderno azul, Cuader­ rama dorada dejyg^gr (1890), clarifican así la concepción «funcio-
no amarillo) o en 1934-1935 {Cuaderno marrón)— todos textos publi­ nalista» que se hace ahora de la metafísica.
cados después de su muerte por sus amigos y sus antiguos alumnos. 0 |
E l año académico 1929-193016 ve igualmente—hecho sin prece­ 0
dente—aceptar dar en Cambridge una ,conferencia pública. El tema I '
es la definición de la ética. A primera vista, el filósofo no hace sino > '1
profundizar las reflexiones finales del Tractatus. Recuperando la dis­ í'Ú
tinción entre juicios científicos (que remiten al mundo) y juicios de G
valor (expresiones de la voluntad), subraya de nuevo la imposibilidad ©
para la ética de traducirse en discurso. «Darse de'cabeza contra los
G
límites del lenguaje, esto es la ética», repite por entonces a Wais- ® m r - IM filÉ
mann el 30 de diciembre de 1929, con ocasión de un viaje a Viena.33 ~Q
zer—segabstieiM
O
o
32. Citado en R ay M onk, Wittgenstein: The duty o f genius, N ueva York: Free
Press, 1990, p. 272. (Trad. cast. de Damián Alou: Ludw ig W ittgenstein: E l deber de Un curso sobre la creencia que pronuncia poco después (1938) o
un genio, Barcelona, Anagrama, 1994.] muestra además que—para este agnóstico—
33. Conversaciones de W ittgenstein con S ch lick y Waismanrv, trad. fr. en M a­
nifesté du cercle de Vienne et autres écrits, bajo la dirección de Antonia Soulez, París, G
P U F , 19 85, pp. 2 5 0 -2 5 1. [Trad. cast. de M anuel Axbolí; W ittgenstein y el Círculo de G
Viena, M éxico, F C E , 1973.] 34. Ibid., p. 250.
■ :o
74 75
H IS T O R IA D E LA FIL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LA V ÍA SEG U RA D E LA C IE N C IA

crí7SÍircnilirfT^T^iTIftlrfiTría‘l5^íiriii(lnii Cdnío «forma de vidgy^ojyo idegs sobre la estética. Simultáneamente, pEgÉjgÉli


tlciCióu Oxisic-fici.il. que DsC.tprl.a ,toda aigumentauóifí isig—por el que manifiesta un vivo interés, no exento
lOhipot truniento éUt'oj'd icflgioso consiste en seguir n de espíritu crítico— la forma (Gestaltpsycbologie),
. de reglas FjelcndeiMntenog.trsc desde el exici ior ^laborada en los años treinta por WolfgangKóhler (1887-1967). Las
ciKKnvde una jn ácuea semejante'no serviría-de nndrf De esta for­ Reflexiones que le sugieren sus investigaciones, en este momento y
ma ,st. comprende mejoi la oposición de Wnigenslcm al ateísmo niás tarde a partir de 1945, serán recogidas después de su muerte en
militante de Russell— otro punto de fricción entre ambos. ¿ios volúmenes titulados Observaciones sobre la filosofía de la psicología
Quizás ese interés creciente por el «punto de vista de la prác­ (seguidos de un tercer volumen, Últimos escritos sobre la filosofía de la
tica» está igualmente ligado al hecho de que, llegado a fellow del psicología) yen una recopilación bautizada Zettel(con motivo de la pa­
T rini ty College (1930), Wittgenstein trabó relaciones con un eco­ labra alemana que designa las hojas en que fueron escritas las obser­
nomista italiano, Fiero Sraffa, marxistá y amigo de Gramsci. Es sa­ vaciones). Finalmente, siempre ^or medio de un
bido que el clima intelectual, en las universidades de Cambridge a
inicios cíe los años treinta, era favorable al socialismo. Precisamen­ m
te hasta el punto de que Wittgenstein—siempre insatisfecho de su
situación— en 1935 decide viajar a la U R SS con la esperanza de en­
contrar un empleo de trabajador manual.
Su estancia en Leningrado y después en Moscú es de corta du­
ración. Las condiciones de vida en estas ciudades son tan duras que
no tarda demasiado en renunciar a su proyecto— tanto más cuanto
que la administración soviética, si bien está predispuesta a ofrecerle
un puesto de profesor de filosofía, no quiere nada dé él como mano
de obra cualificada. De vuelta a Inglaterra persiste, no obstante,
hasta 1937 en soñar con la experiencia comunista, así como con la
posibilidad de retomar a la URSS para instalarse como médico. In­
cluso si tales aspiraciones no se transparentan demasiado en sus es­
critos, confirman su anclaje dentro del movimiento socialmente
progresista. De igual modo sus gustos notorios por el cine y la no­
vela policíaca atestiguan, a su manera, su rechazo de los valores del
establishment.
La historia, mientras tanto, obligará a Wittgenstein a perma­
necer en Cambridge. Después del Anschluss (1938), no tiene ya
ningún motivo para retomar a Austria, ni para verse imponer la
nacionalidad alemana. N o hay otra solución que convertirse en ciu­
dadano británico y aceptar, en 1939, la cátedra de Moore, que se ju­
bila ese mismo año.

pronunciado en Cambridge le ofrece la ocasión de desarrollar sus


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H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X
L A V ÍA SE G U R A D E L A C IE N C IA

ña».35 A l mismo tiempo, ello conseguirá desvelar en él dudas sobré la sociología de la


la validez del principio del tercio excluso, vigorosamente contesta­ ^ ^ ^ ia p o 3na, por tanto, reemplazara ía epistemología. E l mismo
do por Brouwer.36 ^ittgenstein no llega a formular de manera tan explícita esta con­
e x ió n «ultrapragmatista»— pero otros, más tarde, lo harán en su
Ligar y apoyándose en él.
i í ^ N ^ i ® J ^ ”^'-Í^Pti;XÍ,u^to-.quíí rechaza la iclc^gd^i|ffíf f p ^ <¡■.Queda una pregunta en la que su respuesta puede parecer decep­
^ínojn.is bien una especie dí^,<<ponvenci(>rialisiiK)» moderado. ||r» cionante:
efecto, (íljinUéiJLiucpjip es un <<desuihridor», sino un « m v cn to ¿
Si bien su actividad no consiste en exploiar un universo pre<‘v iu £ ^ Pregunta que es tanto menos evitable cuanto que es .planteada '
4$ nuevo, a partir de 19 31, Se-
oTjn el-Rrímerp de ellos, se puede—incluso en un sistema formal tan
lo que respecta a esasrcglas, son, a imagen de las q ^ r i g ^ l ^ gra- elemental como la aritmética aromatizada por Russell—establecer
mática de una lengua, «inmotivadas»— sin ser por tanto completa­ la existencia de al menos una proposición indecidible, es decir, de
mente arbitrarias, puesto que si hm m m m m m m M m m m (y fun- una proposición cuya verdad o falsedad no es demostrable en el sis­
06 8 raciJS ‘lJ hecho dü ciuc sus » e g i ^ ¿ s ® M t e » tema en cuestión. De la incapacidad en que nos encontramos de pre­
itiu c elegidas* venir la aparición de una proposición semejante se sigue que el cuer­
po,de los axiomas sobre los que reposa la aritmética es por definición
i | y-> ^■” *-*,n»',“'-«AM«eewRraaeí
Ue ajedrez, com o lu c e Wi.pggnjjteimtiur^^^ incom pleto.-6bfim dAB fl££m Í S.ia á 8 k ,que concluye la imposi-
<r 3 i m p l i c a u e aquella no t ^ i g ^ ^ g ^ a B e sida& qua bilidad de probar el carácter no contradictorio de la aritmética me­
S ^ M - C a c ion e x te rio r Las m alcin aü L asS eh ^ fíiaS o ra; diante sus únicos medios, parece menos inquietante a corto plazo.
i ^ a i i M f e i ^ ^ l g i a i É l i t e j l g f e t i ^ tal como por lo demás lo su- Revela no obstante, también, la existencia de límites absolutos que se
gena ya el Tractatus. imponen, desde el interior, al proyecto de formalización.
Conjuntamente, qiie prolongan en 1936 la
—eii la medida en que el respeto a las tesis de Church y Turing—hacen redoblar las campanas por el lo-
reglas que gobiernan su encadenamiento produce resultados. En gicismo y por las ambiciones hilbertianas. ma--
resumen, en la medida en que el uso que se hace de ellas por la co-
munidad de los matemáticos se revela, en la práctica, concluyente.
Pero—lo que dice mucho sobre su evolución—
estos resultados no parecen emocionar demasiado a Wittgenstein.
Su última postura sobre la cuestión será la siguiente: esperemos a
ver aparecer efectivamente una contradicción. Cuando sea éste el
caso, inventaremos un procedimiento ad boc para «ponerla en cua­
rentena», de tal manera que el enunciado patológico no nos impida
continuar utilizando la parte «sana» de las matemáticas. Posición
35. IVittgeTistein’s leciures on tbe foundntions o f mathematics: Cambridge, 19 39 , tranquilizadora—pero cuya inspiración todavía «pragmatista» está
obra dirigida por Cora Diamond, Hassocks, T h e H arvestPress, 1976, p. 237.
muy lejos de gozar de unánime aprobación entre los matemáticos.
36. Ludwig Wittgenstein, Remarques sur lesfondements des inatbématiques, trad. fr.,
París, Gallimard, 1983, 5a parte, fragmentos 10 - 12 , pp. 228-230. [Trad. cast. de Isido­
ro Reguera: Observaciones sobre losfundamentos de la matemática, Madrid, Alianza, 1987.]
37. Ibid., 6a parte, § 2 1 , p. 2ÓÓ.

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79
H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O X X L A V ÍA SE G U R A D E L A C IE N C IA

Wittgenstein tiene cincuenta años cuando estalla la Segunda Gue­


rra mundial. L e asalta de nuevo el deseo de alistarse—pero, esta
vez, contra Alemania. Y es la preocupación de cumplir un deber Esta última fórmula es sin duda excesiva, pero es verdad que 1^
socjaí al servicio de su nueva patria lo que le lleva a solicitar (1941) i
un empleo de ayudante de dispensario en un hospital londinense. f. Todo sucede eüMlSlgí^en oposición a lo que
Cuando en 1944 se reintegra—sin entusiasmo— en el Trinity
I
College, sus relaciones con Russell se han vuelto francamente '(f:•
malas. Ambos se reprochan mutuamente no haber producido na­ heclio,loqueseei^uent^^ nuevo estado de
da valioso desde la época de los Principia (para uno) y del Tracta- ánimo—fruto de una evolución que ha comenzado en 1929:—que
tus (para el otro). Incluso la amistad de Wittgenstein con Sraffa una nueva doctrina.
pasa por una fase difícil. L a enseñanza le ha dejado definitiva­ Síntoma de ese cambio de ánimo,
mente de interesar. E l 26 de octubre de 1946, con ocasión de una
conferencia dada en Cambridge por Karl Popper, discute viva­
mente con éste. Popper defiende la idea de que existen problemas
filosóficos de naturaleza «específica». Wittgenstein le contradi­
ce y, después, exasperado por la argumentación de su adversario, «atomismo lógico», así conipa? la. teoría, £
agita un atizador con gesto amenazante antes de desaparecer dan­ a u c ^ T lt¿ a ¿ e l s u ^ ^ ¡
Ción de nuestras pi ácueas ljggfiísliAs cqrítictcls y, poi tanto, p a ¡^ |
do un portazo.3839Finalmente, en 1947, Wittgenstein renuncia a su
cátedra.
la, fiiasofrs y,ná nuéva. idcan/ai tinatiinaiuiact|
Sus últimos años están marcados por algunos viajes, así como
por la progresión dolorosa del cáncer que termina por llevárselo a guc no ha’canrb’iádo dénv.t^iadof
la edad de sesenta y dos años. Aún son, no obstante, años intensos
en cuanto a la escritura. En 1949, Wittgenstein finaliza una ver­
sión provisional de las Investigaciones filosóficas—que no se decidirá
por entonces a corregir, a pesar de su voluntad muchas veces ma­
nifestada de publicar ese libro. Después redacta las Observaciones so­ (§ ?)• Sin embar­
bre los colores y, hasta sus últimos días, trabaja en un texto también
gó pronto se demuestra que esta ultima noción— de la que W itt­
inacabado, Sobre la certeza. genstein ha comenzado a hacer uso a partir del curso académico
’Lasfrmtfitigaqiqtjet-.fjlasófií irtaparecen en 1.953?jtlos años despuÉfr
I 933" I 934> en el Cuaderno azul—permite una aplicación más
"jde'sp im íerte."'Ln obra suscitará m uchas perplejidades. Russtjfel
\aíii'mai Á no babel encontrado ella nada interesante.^ Los pojú§|&_
vasta.
"■vistas,,.de C aruap a Q uine, evitarán .ifrOntatlft. Pero n o dejará
cjl-tcei íiiíT iníluencia profunda en la comunidad de los í¡lóso!o\pE£>-
íesjofules, sobi e> iqdo en. los países de lengua inglesa, y se. co^p> 4o. L a traducción francesa de las Investigatiouspbilosopbiques aquí utilizada es la
de Pierre Klossowski, aparecida en Gallim ard en 19 6 1. [Excepto algunas matiza-
dones por fidelidad a la cita francesa d e D elacam pagne, procuram os seguir la edi-
38. Esa es la versión de la anécdota contada por K arl Popper en L a Q uite ¡na- dón castellana de Alfonso García Suárez y U lises M oulines, L . W ittgenstein, In-
cbevée, trad. fr., París, Presses Pocket, 1989, cap. 26, pp. 17 0 -17 2 . [Trad. cast.: Bús­ vestigacionesfilosóficas, Barcelona, Editorial Crítica (en colaboración con el Instituto
queda sin término. Una autobiografía intelectual, Madrid, Tecnos, 1993-] de Investigaciones Filosóficas de la Universidad N acional Autónoma de México),
39. Bertrand Russell, Histoire de mes ideespbilosopbiques, op. cit., p. 2 7 1. 1988. {N . del f.).j

80 81
H I S T O R I A D E L A F I L O S O F Í A E>T E L S I G L O X X ..... .............. LA V ÍA SEGURA D E LA C IE N C IA

arta-naaic-ag
fiffiMi‘3» (§ 67). Su lista es prácticamente infinita: Tnnn— rrrí 1 i t -------aliase Así, del Tractatus—que nos ordena
someternos al lenguaje usual—a las Investigaciones—que asimilan
D ar órdenes y actuar siguiendo órdenes— toda actividad simbólica, incluyendo la de la ciencia, a un juego re­
Describir un objeto por su apariencia o por sus medidas— glado—, el recorrido de Wittgenstein podría ser descrito como la
Fabricar un objeto de acuerdo con una descripción (dibujo)— persecución de un mismo esfuerzo para imponer al filósofo el res­
Relatar un suceso—• peto riguroso de los gramáticos—o de los códigos— definiendo los
Hacer conjeturas sobre el suceso—
lisos legítimos de los signos en general.
Formar y comprobar una hipótesis—
Presentar los resultados de un experimento mediante tablas
Inventar una historia; y leerla— [y diagramas—
Actuar en teatro— puños pasajes de las Investigaciones pueden sugerirlo, como
Cantar a coro— por ejemplo esta famosa declaración: «La filosofía no puede en modo
Adivinar acertijos— alguno interferir con el uso efectivo del lenguaje; puede a la postre
Hacer un chiste; contarlo— solamente describirlo. Pues no puede tampoco fundamentarlo. Deja
Resolver un problema de aritmética aplicada— todcrcomo está. Deja también la matemática como estay ningún des­
Traducir de un lenguaje a otro— cubrimiento matemático puede hacerla avanzar» (§ 124).
Suplicar, agradecer, maldecir, saludar, rezar (§ 23). Sin embargo,

--- --------------- --- Ipt^píudó.^Visto desde este ángulo,-


í ompji ¿ble a una vasta (§ 1 i ) á aria^nrpa
gdquiuiuos piogresivaineifp|^^|g|iD .
á.
14 ia pacía hejramjeiqa, ± _____ ________ _____ „ m m í ^ e la raal 4
uno de los mejores intérpgfte&.de Wittgenstein, el filósofo y.lógí-
co norteamericano Saul^|3^3S)bserva atinadamente que está en
Pues todo es, el centro mismo del libro. , w _

Siendo así

por un
Y comprender mía ^gramática & aíslalo para su Sxú có uscTpersónál: pues, de lo contrario,
quiere decir: «entender algo que ya está patente ante nuestros ojos» «creer seguir la regla sería lo mismo que seguirla» (§ 202). _§in!:‘¿
(§ 89), puesto que se trata de un simple modelo que hay que seguir.
10)

4 1. Saúl Kripke, Wittgenstein on m ies and prívate langiage, Cambridge (Mass.),


Harvard Universicy Press, 19 82, p. 7. [Trad. cast. de Alejandro Tom asini Bassois:
Wittgenstein. Reglas y lenguaje privado, México, U N A M , 1989.]
H IS T O R IA D E LA FIL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X
LA V ÍA SEGURA D E LA C IEN C IA

que aún se quisiera proferir sólo un sonido inarticulado» (§ 261).


Wn violento deseo de rechazo parece inspirar por tanto su actitud
global para con Ja civilización después de 1945—probable efecto
de su pesimismo natural, reforzado por la experiencia de dos gue­
es H suv«i desdi su .....,
rras mundiales. Basta, para medir su alcance, con releer ciertas pá­
Inui Lt de !.\
ginas de las Vermischte Bemerkungen, u «observaciones diversas»
ll ío im j, UIVOS pl cSU||UÍÍ®IS^§f^£^d^H^e^p©ES&bj-ifiBaE3©« (publicadas en inglés con el título de Culture and valué), datadas en
h scgmuh j>ir tc tle J p r e c i o de arduas discusio­ 1945-1947. Se ve a Wittgenstein formular el voto de que la «bom­
nes. A menudo menos leída que la primera mitad del libro, la se­ ba atómica» provoque muy pronto la destrucción total de la huma-
gunda parte ofrece un resumen del último estadio alcanzado por
Wittgenstein en
l r * J / * / *
m ÉM
1
láivm*msíti
1 -

iza«
iW ,l¡,v \v¡u .;cn st< ¡n ,c -----
^ ^ ^ a É p á M i M ^ l f e a d ^ M ^ s t ^ k ó p a ^ i e » (§ 109). Énten
/demos por ello que está, en lo esencial, en lucha consigo misma,
¡puesto que los puzzles filosóficos nacen «cuando el lenguaje hace
' fiesta» (§ 38) y
g u ale* (% 558) I 11 pocas naíabras.
siendo, com o en el /rrtc/í///®|ek%^m®aMas^^í©E»edasáes^0U^úlí
m isino lia suscitado^Peio el
n n iitfr/tifí? 7i\ es de una lachcali
f .V a fi ^ l/s,Q>L;v.UUcn efecioipggt^: _ _ _
ju o p o sic io n e s m et,i(tsnasíi'smoMMgi^^
' i ^ s.ip u ct ¿1 —las causas
| pioposu lories' Y, esta
s<ik) de la metaíKica
mente eitoncas <01110 li (lcl|®dm|^^^©u:e^^l—, i í á a g i l i j ü S Ü ^
ludas 'las docu mas modet
Caí >on» de la ica lnlad h es la razón de que las Investigaciones,
partiendo del principio de que no hay explicación última, no tratan
de sustituir una doctrina por otra sino, más profundamente, de de­
volvemos la idea misma de «teoría». #0@Msásk^onbiei^agd#^u^
: Y como si
la única misión del filósofo resultara ser la de «mostrarle a la mos­
ca la salida de la botella cazamoscas...» (§ 3° 9>-
42. Ludwig Wittgenstein, Remarques melées, trad. fr., Mauvezin, T -E .R -, 1984,
«Filosofando— dice aún Wittgenstein—se llega al resultado de p. 66.
84
85
H IS T O R IA D E LA FIL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X

e sus úitiuus. jú oimestp M M ^enM


juicio, todos los pioblem as filosóficos hjtyMtlMM =
‘S j^^iluíla, hay t lam ínenle en el un » .inri 11ioso io ^ q pgi -sí LAS FILO SO FIAS D E L FIN A L
ición, dej i cntievei que neitg— comds •-<&
■M-
o t (!r ,l£; ^ ?" °!1:d,!^ p^ w\“ —
V¿MP^J11 ■ ligo'que no sea la
JlR-JiP 3 U¿ «ISAS1 ajnúlíj.a de fibasofe» v
E L lS iJ ia ,# 1 «Opal» de la
l*h W jU g p g |¿ in -:^ cíe daF r f É L F IN A L D E EU R O P A
l e LlCI3sa^á§J*i<> en toda^u compltjidaik Pm lp d f »
lW ^ Q[' uiesiipn hnitomado ep el siglo^xx ial m ipoitanciidS- D É ® o a iQiS $É á^ Q ri^ ed ^ i^ l^ ^ iM ^ M (g p ea^ o n o ce. como
,L‘he ^ 9P ^ J \ S l t e i l í l i l M i l i a g f f l a a sen e d 4 ac< Durante esos treinta años,
iü ii unos científicos rediseñan la visión que el hombre se hace del mun­
-según el orden cronológico--^M Í^^gM aX tV ,d e^^fj do. Artistas y escritores inventan nuevos lenguajes. Los filósofos,
Una guerra que, sin ninguna duda, i convencidos de haber alcanzado verdades inquebrantables, creen
” "■ ^tesf^is^/Tíeidegger), verrealizarse el sueño kantiano gracias a ellos.___
áp^ií^iiniyóaSpMsg^ntQañá^brutal cuanto que la ilusión ha
m
El horror que se vincula—todavía hoy—al recuerdo de la Prj-
^|É^ggg|r;^Qnpdial se debe ante todo a su excepcional crueldad.
Millones de víctimas, decenas de millones de supervivientes trau­
matizados, generaciones diezmadas, ciudades borradas del mapa:
todo eso, sin hablar de los primeros bombardeos aéreos ni de las
armas químicas, dejará marcas indelebles en la memoria de quienes
lo vivieron.
Marcas tanto más
podido señevitada. N o lo fue, por la incuria de políticos irrespon­
sables. Habría podido, en última instancia, ser conducida de mane­
ra menos costosa en vidas humanas. N o lo fue, por la necedad de
generales ávidos de gloria. En las trincheras, millones de hombres
morían por nada: por algunas hectáreas de tierra alternativamente
perdidas, recuperadas, vueltas a perder. O bien porque, culpables
de haberse sublevado contra la barbarie, fueron fusilados por or­
den de sus jefes.
Lo absurdo de tales masacres aparece a plena luz tan pronto
como se alcanza el armisticio. Los negociadores del Tratado de
Versalles, en efecto, se muestran incapaces de sentar las bases de
una paz duradera. Al contrario, por la manera de redibujar el mapa
86
H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O X X L A S F IL O S O F ÍA S D E L F IN A L

del mundo, no hacen sino exacerbar las frustraciones, alimentar los crítores y de jóvenes artistas, que están muertos. Estáfi la ilusión per­
deseos de revancha. Como subrayará Bertrand Russell—uno de dida de una cultura europea y la demostración dé la impotencia del
los primeros— , la ascensión del nazismo—ella misma causa de la conocimiento para salvar lo que sea. E Í^ ® ^ M fíÍiá f5áñortahiiente ■
Segunda Guerra mundial—será en parte consecuencia del estado lacruel-r 1
caótico en que el Tratado de Versalles deja Europa en 1919. Una d^d®dlítÚl^phÍf2iÓñés;ú^!43 Este discurso sobre la «crisis» conoce­
consecuencia más lejana será, al final de los años ochenta, el des­ rá, también, una fortuna notable a lo largo de los decenios siguientes.
pertar de los fanatismos político-religiosos en los Balcanes, con En los artistas, la revuelta no es menos viva. Se manifiesta por pri-
nuevas masacres por añadidura. mera vez en Zurich, en 1916, con la explosión deljmoyinnento da-
LjLgHerra_.de 1Q14 es, pues, algo muy diferente de un parénte­ '^aiiMTnformal y enemigo de las fronteras—se reconocen en él Hugo
sis violento en el curso de una historiaLcivilizada. C onstituye el~pri- BallfMax Emst, Hans Arp, Tristan Tzara, Marcel Duchamp— , este
nL T síntoma de una pulsión suicida que no cesará, en adelante^-de movimiento n©^e;rebélá s0láñiSñt^DñfrItiás'tf®iWifíSiófres: del arte <
devoi^iLa_Eumpa. E l inicio dramático— tan inesperado, tanespec-
tacular como, dos años antes, el naufragio del Titanic— de un pro­ «yáiÓS^fititañáléirih^aéiótiKqüé^sápéáaFMé'SfrGiütD^lPBúsñációñii^
ceso de regresión preñado de amenazas para el futuro. inspiración subversiva del dadaís­
mo alimentará, a su vez, la literatura y la pintura surrealistas así como
el cine expresionista—cuya reputación, entre las dos guerras mun­
diales, traduce la preocupación creciente de los medios cultivados
T al es por otra parte el análisis que se hacen, en aquel momento, por las fuerzas oscuras que se agitan en el inconsciente.
un gran número de intelectuales. Finalmente, la guerra y la epidemia de neurosis «traumáticas»
Desde 19 18 , en La decadencia de Occidente, el ensayista alemán que ésta desencadena en los supervivientes de las trincheras desve­
Oswald Spengler (1880-1936) propone una interpretación de esa lan iguahngnye,ei_vinterés de los psicoanalistas.. Provocan la elabora­
aparente «decadencia» de Europa fundada sobre una filosofía ción, poLFreud^de la noción de «pulsión de muerte»— introducida
«vitalista», propicia a las generalizaciones más discutibles. De un por primef! vez en un ensayo de 1920, Más allá del principio de pla­
romanticismo crepuscular que se considera nietzscheano, la obra cer—, así como el asentamiento de la segunda «topografía» para el
conocerá durante años un vivo éxito literario, a pesar de sus defec­ psicoanálisis, centrada en los conflictos patógenos que oponen entre
tos. Influirá en las interpretaciones de Arnold Toynbee (1889- sí el «ello», el «yo» y el «superyo». En el curso de los años siguien­
1975) sobre la historia mundial, así como en la estética espiritualis­ tes, EíMuéíS^muestravcada^ezimásEatentOíabpapehquostieitew^endoS
ta de André Malraux (1901-1976). En el ínterin, el «socialismo Psicología de las
prusiano» predicado por Spengler para encauzar la oleada crecien­ masas y análisis del yo (1921)—considerando al leninismo, aunque la
te de violencia se convertirá en una referencia principal para los interpretación valdrá igualmente para los fascismos europeos— , se
teóricos de la «revolución conservadora» (Moeller van den Bruck) esfuerza por explicar el «deseo de sumisión» que lleva a las masas a
— que, adaptando la ideología de la extrema derecha alemana a las invocar un «guía» providencial, mientras que sus últimas obras-—E l
preocupaciones de su época, contribuyeron a preparar, durante los porvenir de una ilusión (1927), Malestar en la cultura (1930)— traicio­
años veinte, la llegada de Hitler al poder. nan la amplitud del pesimismo que impregna su visión de la historia.
Formulados en un estilo más sobrio, juicios igualmente pesimis­
tas sobre el futuro de Europa se hallan de nuevo en Francia bajo la
pluma del poeta Paul Valéry. Las cartas de este último sobre La crisis
del espíritu (1919) dicen en pocas palabras lo esencial. «Los hechos—
observa Valéry—son claros e implacables. Hay miles de jóvenes es- 43. Texto recogido en Paul Valéry, Varíete I, París, Gallimard, 19241 P- I(5-

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H IS T O R IA D E L A FIL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LAS FILO SO F ÍA S D E L FIN A L o
Inquietudes emparentadas abrazan, indudablemente, el mundo En ^arbnrgd, la herencia intelectual de Hermann Cohén o
filosófico en su conjunto. N o solamente porque filósofos céle­ (muerto eruipril) es recogida por su más cercano discípulo, Ernst ©
bres—Hermano Cohén, Max Scheler, Henri Bergson—no siem­ í’Cassirer (1874-1945). Llamado en 19 19 por la universidad de o j
pre han podido resistirse, durante la guerra, a la tentación del Hamburgo— donde es colega, entre otros, del matemático Hil- 0
«patriotismo» militante. Sino bert—, Cassirer prosigue ahí su reflexión sobre las ciencias publi­ .0
cando los tres volúmenes de su monumental Filosofía cle las formas í ) ■
^¿i^g^e^d^ípasádPiiisedia^jnQstTadoimcapa^ de ¡sacar deísta? simbólicas (1,1923; 11,19 25; m, 1929). Alimentada de un racionalismo (,)
lef#tónésfolá^ás:¿ & humanista y clásico, esta obra—que se esfuerza en extender el mé­ o
. de bar,.,.. todo criticista kantiano al campo de las producciones constitutivas
n
j^lil^ ^ ^ lii ilt !S S d M a M u ^ a ^ ;ó n H s^ aln ^ b n n d li@ ¿aal^ 3 mí^ de la cultura'(lenguaje, mitos, obras de arte)—no verá reconocida
tragado por el fango del Chemin des Dames? Algunos así lo temen. Q
su imporiunriaVasta después de 1945.
Se ve a Russell, a partir de 19 15 , renunciar a toda actividad mate­ ^IftejlimfhQlqgíg^por su parte, ha estallado a partir de 19 10 en © i
mática para consagrar lo esencial de sus fuerzas a tareas políticas. multipleVtenderícias. Guardián del templo que él mismo ha cons­ o
Incluso Wittgenstein—quien no obstante no es pacifista—se truido, Husserl se absorbe en investigaciones cada vez más especu­ ©
muestra estremecido por la guerra. El tono helado del Tractatus, el lativas. Sus primeros discípulos siguen cada uno su vía propia. Des­ o
desapego que se expresa en él en relación con la vida, el sentimien­ pués de haber consagrado un libro, E l hombre del resentimiento o l
to del mundo como «totalidad limitada» que constituye su tras­ (1912), a la crítica de la cultura «burguesa» y de haber atravesado 0 !
fondo—todo esto ¿no es, en parte, el efecto de una singular expe­ durante la guerra una fase intensamente «nacionalista», Max Sche­
riencia de la muerte? k-j
ler (1874-1928) se orienta a la vez hacia la filosofía .dg Ja religión
D e todas formas es en la filosofía alemana donde—por razones y la sociología del conocimiento. En cuanto a KarIJaspers (1883- Q
comprensibles—la enfermedad es más profunda. En efecto, de 1969), su formación médica le lleva a preguntarse por la psicología ©
entre los principales pueblos europeos, los alemanes constituyen y la psiquiatría (Psicopatologia general, 1913), siguiendo paralela­ O
en esta época aquel cuya identidad colectiva es todavía más ines­ mente una reflexión original sobre los fundamentos filosóficos de O :
table. N o sólo su unidad nacional es reciente (18 71), sino que per­ las grandes «concepciones del mundo». M ;
manece inacabada en la medida que el Estado que encama la R e­ deáles a 0 )
pública de W eimar está lejos de reunir todas las comunidades
O 1
germanófonas de Europa. Vencido, arruinado, humillado por la cual sea su interés-•nó:'soñíélÍ0S:ÍQS_ que,
pérdida de sus posesiones coloniales, este Estado es por otra par­
te contestado en el interior por toda clase de movimientos extre­ Las dos obras más significativas, desde esta perspectiva,
mistas a los que la crisis económica aportará apoyo popular. La provienen de o tyo^bpjpgiltes. Una, La estrella dc^la^rede-fic-ión
impotencia de los políticos para salvaguardar la democracia hará (19 2 1) de Franz-<RQsenzwei^.refleja las preocupaciones espiritua­
el resto. N ó l^ ^ ^ S ^ I^ P ^ in to ^ q u e ria ^ filo sofía^alemanaLtjejos r; les de una comunidad-—la comunidad judía—cuya intensa activi­
dad será muy pronto interiiínqúílg .por el nazismo. La otra, Ser y
tiemi ' ' ' "" ‘ ' ’ r
Hay ciertamente excepciones, puesrquedait-peiisadares_paEa_los isgrKgriSdüdaúlos fímdamen-
cuales la tradición de la Aufklarjm gdpht.s er proseguida impertur­ WS^'sffiS$MdEll$Set .günos años de
bablemente. Se encuentra esta actitud,_gnJoj^sencial, en los neo- íMfvál'OíWsierrtanda:?>fbases<deutu?nueyetmiQTOiient:g;que será lia-
•»" ” "" ............. * .... ,-.L..lllJsf----
kantianos de la escuela de M arburgo. así como en el interior de la
corriente fenomenológica. — — R ncpn -7WP1cr m - riñe rípncíirfnrpc nnp qp esrnerzfln nnr
■ -{jj
9 1 ' (-•)
H IS T O R IA D E LA FIL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LA S FILO SO F ÍA S D E L F IN A L

sublimar su desespero histórico en la búsqueda de un «más allá» La primera frase del texto—« L a muerte, el temor a la muerte,
mesiánico o revolucionario. Dos filósofos a los que todo parece atrae todo conocimiento del Todo...»44—manifiesta la autentici­
aproximar— pero que la historia separa, por siempre jamás. dad de una reflexión directamente inspirada en las trincheras. Pero,
si los únicos conocimientos verdaderos son los que se adquieren
en vecindad inmediata con la muerte—la suya o la de alguien cer­
cano— , el primero de estos conocimientos se resume él mismo en
F r a u ^ o s e n z w ^ rp886-i929) nace en Cassel, en una familia de la la constatación de que la muerte no tiene, en sí, ningún sentido. Es
b u rg t^ ^ ^ ffip ^ im ilad a, que le impulsa a abrazar la carrera médi­ el absurdo por excelencia—un absurdo al que la filosofía se esfuer­
ca. Después de haberla abandonado en favor de estudios de historia, za en vano por dar diferentes significados, todos irrisorios. Lasver-^
se sumerge en 19 10 en un trabajo sobre el pensamiento político de
Hegel. Casi enteramente acabada en 19 14 , la obra no aparecerá de
todas maneras— con el título áeH egely elEstado—hasta 1920,'enun'
momento en que Rosenzweig está tan alejado de Hegel que verá en por no decir «lenifi­
éste el mismo símbolo de todo.lo que, en lo sucesivo, execra. cantes»—^|la||n0á^caSélásicái E^liñfl:iñaM^de;am«ialuma^o,-,ag.?
Hay que decir que mientras tanto ha tenido lugar la guerra.
Durante dos años, de 19 16 a 19 18 , Rosenzweig roza la muerte en Sistema de la totalidad, el hegelianismo aspira en efecto a resu­
las trincheras de los Balcanes. Es allí donde, en julio de 19 18 , bajo mir el curso entero de la filosofía europea: es justamente esto lo
el choque de una grave crisis moral, comienza a escribir La estrella que condena Rosenzweig al rechazarlo. Por lo que respecta a los, s
de la redención. Como no dispone de papel, redacta el comienzo en iiH^tivosrquehinspiran^ en 1021 ■
tarjetas postales que dirige a su madre. Acabado en febrero de
1919* después del armisticio, el libro ve finalmente la luz en 19 2 1.
El mismo año, exactamente, que la primera edición del Tractatus ?SÍon£g>E ^^P ^ ^ M áa^ lifí^ siiá^^ ad o m n ^ b iem d T iM u rQ , H a.-?
logico-philosophicus, nacido~el también a la luz de las granadas. Í BJgjCl^iñpteñdidojj:demasiado..blen^ v haber legitimado demasiado
Su impacto inmediato, fuera de los medios judíos, resulta limi­ ahiertamente-^kmanu^i^^IiiM ^^É ígM i^gp n fliG áva^eljn o M
tado. Por lo demás, Rosenzweig no tendrá demasiado tiempo de j^ñeuéñffihfsMfeico "
reiterarse. A partir de 1920, se ocupa en crear un centro judío ¿Qué dice Hegel, según La estrella de la redención? Que el con­
de enseñanza libre en Frankfurt, el Freies Jüdisches Lehrhaus, desti­ flicto es el motor exclusivo de la historia. Que la historia entera
nado a reaccionar contra los excesos de la asimilación, y otras acti­ culmina con el advenimiento del Estado-nación. Y que el Estado-
vidades en las que participan Martin Buber,' Gershom Scholem y nación es a la vez la forma política más acabada y la que concuerda
Erich Fromm. Más tarde, en 1922, se descubre atacado por una en­ mejor con la esencia fundamentalmente «cristiana» de nuestra ci­
fermedad incurable que le priva a la vez del uso de la palabra y de vilización. Ahora bien, en todos esos puntos, el desarrollo de los .
toda motricidad. De 1923 a su muerte vive prácticamente parali­ acontecimientos no ha hecho sino darle la razón. E l Estado mo­
zado, consagrando sus últimas fuerzas a traducir, con la ayuda de derno ha devenido ciertamente la realidad suprema, en cuyo nom­
Buber, los grandes textos bíblicos del hebreo al alemán. E l adveni­ bre el individuo puede ser en todo momento sacrificado. En cuan­
miento del nazismo acaba por arrojar su obra al olvido. Un olvido to a las relaciones entre Estados, no pueden ser sino belicosas, al
del cual, habida cuenta de que ésta ataca muy fuertemente los pre­
juicios positivistas, no ha podido jamás salir verdaderamente. 44. Franz Rosenzweig, L ’étoile de la rédemption, txad. fr., París, Éd. da Seuil,
La estrella de la redención es no obstante un gran libro, rnyr^arpjn- 1982, p. 1 1 . [Trad. cast. de Miguel García-Baró: La estrella de la redención, Salaman­
jaaíu«existencialistas» remiten a la vez a Nietzsche y Kierkeggard. ca, Sígueme, 1997.]

92 93
O
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX LAS FILOSOFÍAS DEL FINAL
O ■.
estar comprometidos en una competencia despiadada que destila a estrella de la redención no tendrá, ni aun después de la Segunda Guerra
su vez los progresos de la técnica. L a guerra se confunde, en ade­ © i
mundial, demasiado eco filosófico.
lante, con la lógica misma de la civilización «cristiana;». El segundo punto por el que Rosenzweig se aparta de las co­
queda idea nacionaW por rrientes más militantes del judaismo de su tiempo es su actitud en ©
relación al sionismo—movimiento surgido con la publicación de
:^|^^^^ÍÍiSí^^rEii:^f^§go"de% © nveitijSéíenda;¿edadidejunas E l Estadojudío de Theodor Herzl (1896). A diferencia de Cohén,
Rosenzweig no es partidario de la asimilación «al cien por cien». I. )
Cualquiera que sea la exactitud— evidentemente discutible— de Pero tampoco está convencido de la idea de un retorno a Palesti­ r")
..esta interpretación de Hegel, na—idea que Scholem y Buber, por su parte, pondrán muy pronto
jntgnta., en práctica. Teme que, reconstruyendo un Estado sobre la Tierra
ji!jejristiíÍ^juJ^||^^eL;a^giliazáfiÍtf^é^ódoVién®Óníbi'e:dslii|idi^ Prometida, el pueblo judío se convierta a su vez en un pueblo como
vitluoiy-:dc[;xieye^ogde^éste;aid¿feñd^ísu;existÍ^ ^ ^ ^ ^ f f l# é f ^ ^ ^ los otros, que se deje devorar por la historia, por la lucha por la
más en general— vida, por la ambición nacionalista. Susionismo resulta pues—si se
^ B m a b é iS E w n 9^ sió iM ^ d iealtó iíE ^ )d ÍílS $W ^ ^ |$^ S d ^ ^ in S puede decir así—un sionismo «espiritual», que no implica la nece­ O
dáiagsobEeMldiálBgo^teeómunidadMi^^óMpaelónmQLiM áóa^ sidad del retorno a Jerusalén. Rosenzweig prefiere seguir siendo r~\
a^lagfíMtudld^áSÉd^lMunáná^áccMe^ai^ótiMSdiftiénglodés^d^^ alemán. A lo más, reprocha a sus correligionarios alemanes haber © i
tiej#ipó^Dimensiones que nos dejan entrever, por ejemplo, esas ex­ perdido de vista los grandes principios de la moral bíblica. O i
periencias privilegiadas que constituyen la emoción estética o el Se puede no compartir tal filosofía religiosa. No obstante, hay
fervor de una celebración religiosa. G
que reconocerle el mérito de descansar sobre una toma de concien­
HRlc^óñz^^^l^ó^^laisingnlaiddadídndividiiál^eóni^adá^tótÉlr-^ cia—sincera e intensa—del sufrimiento humano frente a la absurdi­ ©
dldfalf&ffl^tl^l®f^bíétivÓíCó1i®a?¿ótf©!bjWtiv©Vdo^eálfeOntra'¿_el>:c:0n? dad de la muerte, el horror de la guerra, la injusticia de la opresión
-cept^Q uiere estar con los que se mantienen a distancia de la his­ ejercida por el Estado. Resueltamente individualista, este pensa­ O
toria, a fin de no perder toda relación con la eternidad, y no con los miento no tiene—como el de Wittgenstein-r-demasiadas referen­ o :
que no aspiran sino a precipitarse en la lucha por la vida material. cias académicas. Sin duda procede, por una parte, de la última filo- ■O !
E n consecuencia, se aboca a buscar refugio en los fundamentos fi­ soba de Schelíing—ancestro lejano de todos los existencialistas—y, O |
losóficos del judaismo tradicional, marginado durante dos mil años por otra parte, del último libro de Hermami Cohén, Religión de la
por el triunfo del cristianismo. ©'i
razón según lasfuentes deljudaismo (1919), donde el filósofo neokan-
L a rebelión de Rosenzweig está muy lejos, sin embargo, de re­ p
tiano mostraba que la grandeza de la religión judía partía esencial­
ducirse a un puro y simple movimiento de retorno a las raíces ju­ mente de la riqueza y de la universalidad de su contenido ético.
daicas. D os rasgos mayores la distinguen. Por una parte, Rosenz­ Pero la obra de Rosenzweig supera—integrándolas—estas distintas ©
weig no pretende en absoluto hacer del judaismo una solución influencias pues, más allá de sus conclusiones estrictamente religio­
válida para toda la humanidad. Al contrario, admite que, si bien la sas, se proyecta fundamentalmente hacia el futuro, hacia la prome­ o
«revelación» judaica resulta la mejor para los judíos, la «revela­ sa de un «nuevo mundo» interior, de un «renacimiento» espiritual.
ción» cristiana— en sus aspectos más auténticos—puede ser igual Ts>envtodoiCáSQd^fmtñPPm ^í«É^iÉi#^vlui^s^frsiglov:SÍ no;
de válida para los cristianos. Esto es, que existen al menos dos for­
mas de «revelación», ambas legítimas, que reposan— como se com­
,o
place en subrayar— sobre bases comunes. T al ecumenismo no hará
sino chocar, en los dos campos, con los guardianes de la ortodoxia
. (.■)
teológica. Por lo demás, el diálogo judeocristiano predicado por La t e :m a,s

94 95
H IS T O R IA D E LA FIL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LAS FIL O S O F ÍA S D E L F IN A L

N o se puede Al final de sus estudios secundarios, Heidegger entra en el no­


negar: en ésta visión viciado en la Compañía de Jesús. Sólo permanece quince días, a
- .... ■■■.•JS ¡s a ^ . cuyo término los jesuítas lo expulsan a causa-—parece ser—de ina­
O üD|§lf|gf^|jg^óf KarlXowith (JB97-1973), durante su exilio daptación física. Se matricula entonces en la facultad de Teología
americano (1942), publicará un éfisáyo donde precisará esta com­ de la Universidad de Friburgo. En ella profundiza sus lecturas filo­
paración entre ambos pensadores.45 Ahora bien, tal comparación sóficas: santo Tomás, los escolásticos, pero también las Investiga­
tomará entonces una nueva dimensión, en virtud del compromiso ciones lógicas de Husserl— que le atraen porque sabe que se trata de
personal de Heidegger—a partir de 1933— con los dignatarios del un alumno de Brentano, a quien está dedicada la obra.
Partido Nacionalsocialista. Y la conclusión de Lówith será que, si Es en este momento cuando Heidegger publica, en una revista
bien la tesis del primado de la existencia confrontada con la muer­ católica, sus primeros artículos. Estos atacan vigorosamente el lí­
te es ciertamente el punto de partida común de ambos filósofos, és­ bre pensamiento, el materialismo moderno, las teorías de Nietz-
tos divergen completamente por el espirita con que— a partir de sche. Del año 19 10 data también un pequeño texto de circunstan­
esa base—se han desarrollado. En la actualidad, sin embargo, exis­ cias redactado por Heidegger con motivo de la inauguración de un
ten filósofos que— como Emmanueí Levinas— consideran posible monumento a Abraham de Sancta Clara, teólogo de la Contrarre­
apelar a ambos a la vez. forma conocido por la virulencia de su antisemitismo.
En 1 9 1 1 , problemas cardíacos le fuerzan a renunciar definitiva­
mente a su vocación religiosa. Devuelto a su familia, se decide—
y ,i’¡. v** y
después de algunos meses de depresión— a volver a Friburgo con
ferúnJdeidegger^|,iB89-i976) nace enMessldrch, en el Estado de la finalidad, esta vez, de iniciar los estudios de matemáticas y de fí­
BadeivefrSPS^^zón de una región esencialmente rural, católica y sica. Paralelamente, sigue los cursos de filosofía y, bajodaúidlpeneian
conservadora. Proviene de una familia modesta y practicante. Su d©Mi;JlGtür^lejHúSsétlvsé^ihiÓlávtátíibíéñ^ñdtlÓgicatítnodema.-
padre—tonelero— ejerce igualmente las funciones de sacristán en Es finalmente en la facultad de Filosofía donde obtiene (julio de
la parroquia. Brillantes, sus estudios secundarios parecen destinar 19 13) su doctorado con una tesis de inspiración brentaniana sobre
al joven Martin a una carrera eclesiástica. La doctrina deljuicio en el psicologismo. Dos años más tarde (1915),
Sus centros de interés, no obstante, se extienden rápidamente de bajo la dirección de Heinrich Rickert (1863-1936), adalid de la es­
la teología a la filosofía y a la literatura. En 1907, un sacerdote le re­ cuela neokantiana de Badén, obtiene la habilitación gracias a un tra­
gala un libro que va a orientaras®pensamiento de manera decisiva, bajo sobre Las categoríasy la significación en Duns Scotto.
la tesis doctoral de J^ p ^ jJh ^ t a n o f L)§Ja significación m^ltiple^del^ Mientras tanto, Heidegger es movilizado (octubre de 1914),
ente en Aristateles (1862). pero pasa a la reserva—siempre debido a sus problemas de salud.
oYydos.ftriiTftsa Vuelto a movilizar en agosto de 19 15 , es destinado al servicio de
censura postal en Friburgo. Simultáneamente comienza a dar al­
pi^piftifrahajoi^iay que constatar de paso la fecundidad del pensa­ gunos cursos de filosofía como privatdozent. Su alegría es enorme
miento brentaniano, que inspira sucesivamente la filosofía lógica cuando, en el verano de 1916, la Universidad de Friburgo recluta
(Meinong, Twardowski), la fenomenología (Husserl) y el existen- un nuevo—y prestigioso—profesor: Edmund Husserl. Heidegger,
cialismo. que lo conoce personalmente en esa ocasión, busca asegurarse su
apoyo. Pero Husserl—que no comenzará a apreciar verdadera­
mente a Heidegger hasta el curso de invierno de 19 17 -19 18 — no le
45. K arl Lów ith, «M artin Heidegger and Franz Rosenzweig, or temporality
and eternityx-, texto publicado en Pbilosophy and Pbenomenological Research, III,
presta en un principio demasiada atención.
Buffalo, 1942. La falta de apoyos sólidos es una de las razones por las cuales,
96 97
H IS T O R IA D E LA FIL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X L A S FILO SO F ÍA S D E L FIN A L

en ése mismo verano de 19 16 , Heidegger ve perder el puesto esta­ ^J^ o t a ,.^ délos valores europeos, la impoten-
ble que apetecía en Friburgo. Ese rechazo, del que culpa a un gru­ j^d^ascieneiapvdedaTécmfca'pára ¿
po de profesores católicos, provoca en Heidegger una decepción ppei tío alemáñi Pero el libro tan sólo'raramente evoca esos
análoga a la que le había suscitado su revocación en el noviciado y problemas, al menos de una manera directa. En efecto, Ser y tiempo
después en la facultad de Teología. E l año siguiente (19 17) se casa
con una joven protestante. Esos acontecimientos combinados ex­
plican que a partir de 19 18 Heidegger se aleje del catolicismo, em­ nos di ce la pr i mer a frase del t ext o—^ssiá.'
piece a leer a Lutero y afírme su independencia— en tanto que fi­ M 4 pb-siqnte- ■ )* :cnc*Lmii,miái¿-.itm
lósofo— respecto a toda religión. E l abandono progresivo de la «fí» pSriBáñtlf uvo en vilo a la reflexión de P lató n y Aris-
de sus orígenes» facilitará, en todo caso, su ulterior adhesión a las | j “fotelesTb..] T am b ién es cierto que para enm udecer desde entonces
doctrinas nacinnafsoeialist-as?- en tanto que tema de investigación verdadera».*6 D e ah í la néfcésidhd
Las perspectivas inmediatas parecían cerradas en Friburgo y 4ftl^ñceder')aiamaMéÍaÓfiváéiómo^-para citar a H eidegger— ámna^
Heidegger se presenta como candidato a un puesto en la universi­ .^ fi^ g g ^ d ^ m ñ l g ^ i ^ ^ M é j ^ a ^ u e s t i ó m ^AúngifcdtaiSpata; que esa :
dad de Marburgo, donde la jubilación de Paul Natorp (1854-1924)
provoca una serie de movimientos. Husserl, esta vez, le ayuda con j| | t i n ^ á l l í m ^ ^ —
tanto ardor que Heidegger obtiene su nombramiento (1923). Per­ tó lñ iM ó jm lIlfslp iá iip l a f ensn
manecerá cinco anos en Marburgo, donde sus cursos, menos «con­ i ^ ^larida^^dhdduM-^Ómii^t& ^ .^ ^ ^ n t f e ^ eñ^feálizar una?
vencionales» que los de sus colegas, atraen a numerosos estudian­ ^df^Ml^i i t p l Ón^lfcomo dice la traducción f rancesa, que atenúa
tes. Durante este período inicia una relación sentimental con una
j>\ vigQndcLneQloglsniCLheideggeriano: T)estniktion) deJa onjolp-
de sus alimañas judías, Hannah Arendt—relación que durará mucho
g^íalelásica— dicho de otro modo, uñ^cjíticaT^diggf J e ja histpria:-
tiempo y que ambos se esforzarán por esconder durante toda su
rdédaMá^^fi^a^^CHlpalJe^deahabermerdidoidecvista I3 cuestión
vida. Ahora bien, Heidegger, a quien no le gusta en verdad esa re­
gión del norte de Alemania, se aparta cada vez que puede para re­
Nos podemos preguntar por qué la vía de una interrogación so­
encontrar—cerca de Friburgo—su «cabaña» montañesa de Todt-
bre el Ser debería pasar, ante todo, por un análisis del Dasein. La
nauberg. Es en este retiro donde redacta lo esencial de Ser y tiempo,
respuesta heideggeriana consiste en recordar que, 'gjendtf:él hoñi^
su primer libro— y su primera publicación desde 1916 .
ll¿T)Bf^ Íb ^ éfMmcQ:¿«ente»para igL
■i L a obra, ornada con una cálida dedicatoria a Husserl—«en
;cttaMa?aMesáón>de-:suRprQ p^
testimonio de veneración y amistad»— , aparece en 1927. Desde
E
el primer momento tiene un importante éxito, que Heidegger
aprovecha para preparar su retorno a Friburgo. Obtiene casi inme­ jdJpSapSósairSesi?-» ^iq u eser^u ^e^R B iasest^en te, le va este
diatamente una cátedra, la de Husserl, que se jubila en 1928. En
adelante, Heidegger ya no dejará esta universidad— de la que será
rector en 1933-19 34, y donde enseñará hasta su suspensión por
parte de los aliados, al final de la Segunda Guerra mundial.
A diferencia de La estrella de la redención, Ser y tiempo no debe
nada a la experiencia de las trincheras. Heidegger no había pasada
. , 2 ? s j ^ J o i m e s e s — en el momento final de la guerra— en u n a 4 ó. M artín Heidegger, Étre et Temps, erad, if-, París, Gallimard, 1986, p. 25.
[Excepto algunas mariz.acion.es por fidelidad a la cita francesa de Delacampagne, se­
zona de conibate.^^BW^®lSgMS^SSt^m€SfEfá'Sm3a§MSs§£ñ^usí’fó
guimos la traducción castellana de José Gaos: E l ser y el tiempo, México, Fondo de
íáasda^^ueseQnsdtoyeíiaehD&sfónd^d&fósi^ Cultura Económica, 19 5 1. (N. delt.).] 47. Ibicl., p. j6 . 48. Ibid., p. 38.
98
íi
H IS T O R IA D E LA FIL O S O F IA E N E L SIG LO X X
LA S FIL O S O F ÍA S D E L F IN A L

Mediante esta palabra, Heidegger .■ Mda.-C,!Qn.tQdQr\em^


designaii|p|§p|^a^p^|^ggg^;kppáfaEe^ y únicamente el hom-

y le n c |e n tQ H G e s f« « la rru n a -e x ^
■ ni !■! ' * <«• >•:.-v 5 o -v ; w . v »•*'**.— ----------------- ' — v«v'(»i* w s a f> »íO !w u u it» "" —

firá^S^0.lvÍdQ^áfeSÉ:mÍsmQaquem04es:^ino^h-okidog.dRksen. contra
cbr^^^é^dSb^^rlí^ggn^^Smpr^d^^i^Qigf?-.50 U n proyecto seme­ MMcaida» cmta ^ ^ i i i ^ ^ m M i M M ó n ^ offitMáqjqu^.Gpmde^
jante implica, a su vez, la necesidad de una confrontación con la fi­ -g^rrS.egun HGMeggsfc^^amis®ais®
losofía clásica que ha ido más lejos en la exploración de lo que sig­ Parece difícil no escuchar, en los términos «caída» y «derelic-
nifica, para el hombre, la dimensión temporal— dicho de otro ción», un eco del tema spengleriano de la «decadencia». El para­
modo, con Kant. 'H áyqú^ESlófiridG ra^ lelo, incluso si tiene límites, puede llevarse más lejos. Así como
1* 1 Spengler invita a las jóvenes generaciones a levantar acta del final
de toda «gran cultura» para mejor comprometerse, militar y técni­
camente, en esa «conquista del mundo» que queda—según él—
fyugl|a¡5^asM ó$^ como la última posibilidad de Occidente, del mismo modo U ei-
M ififthiiíf^itlsfSpF^eésó— que se inspira en parte de la mate­
ria de un curso impartido por Husserl en 1904-1905 sobreda «feno­ (áunque formulada en términos más vagos)t^^^ ^ ^ ^ a ^ .^ g .g in a .
menología de la consciencia íntima del tiempo»— SWtifrBM'qireilS» —dicho de otro modo, §hdf§aiaOi^<espbrw

Üecisrón radical, y, en cierta


eso por lo que Heidegger llama a las modalidades del pasado, del forma, revolucionaria.
presente y deljbituro j¿^^iü£y-temporales. Pero esos tres «ek-sta- que convoca el final de -Ser y tiempo-,—incluso si, a todas luces, esa
ses» no están, existencialmente, en el mismo plano. El más impor­ palabra no sugiere aquí sino un retorno a los valores «eternos» de
tante. la «gran cultura» griega y germánica.

unapreocup.^ « ^ ;;p^Of^pa]giónl|i--dice aún Hei­ s ^ & W ^ e s á jS f f i ^ ^ W - É M ^ M d r o s 8 - S .S S S $ ll# S .E E | g í^ #


degger—es^l^ a ^ ila i^ ú j^ ^ 3 :S2
i&fi^te&u^ps.mp.t^^ a priorL En conse­
cuencia, la «decisión» que predica sigue siendo puramente formal.
encuentra aquí muy cerca de Rosenzweig y, más allá, de Kierkega- Su única referencia—la «comunidad» histórica del Dasein—no es
ard. Pero, a partir de esta constante común, Heidegger se encami­ más que un hecho empírico entre otros. Nada, en este estadio, nos
na en una dirección diferente. Volviendo de la transcendencia reli­ dice en qué sentido hay que entenderla. Como si fuera imposible
giosa a la que se remitían sus predecesores, va— al contrario— a concebir el vínculo entre la «resolución» y sus consecuencias.
profundizar su descripción de la «historicidad» del Dasein con gran T^alMdG*sisippl§m^-> representa sin ninguna duda el avance más
detalle. original <leHúuos^ p srim y ^ d a ^ g ÍS 3^ ^ M £ t e ^ ^ M ^ g » ^ f g :
^f^ifg^igSWhist^riGQ^enlamiedida^emque^seiisabefimtQ^GQn-^
dfdiadlIií^ilMQn&gep^niú^

, p. 42. Tk;^l Qtra^Ltfi^esa„dificuLtad,para articular una filosofía de la historia s q -


IOO io i
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bre lina «analítica existenciaria» conduce a la obra a interrumpirse además está lejos de aprobar sin reservas el antropologismo del que,
bruscamente,. N o sólo, en efecto, eTvolumen publicado en 1927 se según él, hace muestra la «analítica existenciaria» de Ser y tie?7ipo,
presenta como una «primera parte» que, de hecho, no tendrá este aviso—con acentos, todavía, involuntariamente wittgenstei-
jamás continuación, sino que— en el interior de esa parte—falta manos^seEá-feruppiradefínihyay^
igualmente la sección tercera. Reveladoras de ciertos atolladeros,
esas lagunas no impidieron— en todo caso— al libro ser leído con El año siguiente, el debate es llevado a la plaza pública con oca­
entusiasmo por la juventud cultivada de la época. sión de los segundos encuentros universitarios franco-alemanes,
Entusiasmo aún más sorprendente habida cuenta de que, tanto que se desarrollan en Davos (Suiza) del 17 de marzo al 6 de abril
por los problemas que plantea como por su lenguaje, Ser y tiempo de 1929. Consagrados a la cuestión «¿Qué es el hombre?», esos
resulta una obra extremadamente difícil. La explicación de esta pa­ encuentros p|^en^% ^eid|gger la ppoyGnnidgdsdsid^dárarí—de-
radoja reside con toda probabilidad en el hecho de que^ofítoianiíi^^ lante de numerosos estudiantes de ambos países—una especie de
iliip^esta vez simple—M^úmpfíeitó?鮿éhíéxtoi&BieténdienJmquea ggup|§^|^Í9^|gM|lá(.|pádi’cíÓfíidiid'áÍ^^j^^^wg|^n;Garnada, en tal
i¿n ^ ^ ^ l@ gq rfQg^t|§^u.etj^i:h^^9mpiendid0fLveEdadéÉam.éntié^lá^ í^gni^i^0a|fpq^hfilÓSófó^üdíÓ^neoMhriáñQf:Gassirerv £ 1 en­
c ^ ^ fí^ ú ^ i^ fé S g g m ^ ^ g e r^ ^ ^ o n te n t^ o m d e n u nciaE la s t r a # frentamiento se inicia a propósito de la interpretación del tiempo
en la filosofía kantiana pero, muy pronto, en pleno debate, sus ver­
daderas propuestas son reveladas por el resumen de su conferen­
cia que el propio Heidegger reparte en Davos. En este texto—
núeyaia^anqu-e^ahástórieo^cuvo contenido permanecería larga­ cuya traducción francesa hará prohibir cuarenta años más tarde, a
mente indeterminado. pesar de que su contenido no deja, en el fondo, de inscribirse en la
línea de Ser y tiempo—áfíriñáll^tá^^^té^^^éW sjdad , ^ ;una
ad ulemámc¿asla^^úedádeMtálde t ql8 Easesolndidorde^ ^destruccióñ^gíel término alemán, esta vez, es Zerrtoi~img) « dé lo
¡¿demasiado francesa?) físicas nccb ’

^«peláspiBáí
tü£l^a la vez «nacional» y «conservadora».
A partir de finales de 1928, el mensaje_se hace más explícito. En
su lección inaugural en la Universidad de Friburgo, ¿ Gim esm eta-.
—retornando al tema de la angustia—-exphgai^ef® ^g^gi^dg. — en la época—^STO M EE W Í^^ÍM .É@ iy:fflÍBíífí.LB^lT
d f ^ ^^p||^cfeeíUQnces?com9jUEeráId0gdédmátñúéyá;Üráparael
cubrimiento de esta «contradicción»iÍeSUéva^á£declarai?:que «:elj:po^ s i ¡ m g ¡ ¡ g p ^ Aunque la ilusión n o tardará en disiparse, lo slen-r
der du la razón se ve.asú'ítíí^_yrqiieJdXdea misni^de lógica debea

«La filosofía ]arafiffrafiim a esta vez sin ambigüedad—^üedllsWW


m^duLl-segun !■> tiLe.dida¥de»laádea«d^daliGÍéncí^>.*5354 Pronunciada
delante de Husserl, quien piensa exactamente lo contrario y que b fj^ iM I^ ^ á l^ n ^ ^ ^ f^ a ff^ lr ^ é B riv á M d é n rie á l^ j enfseguii^
53. « Q u ’esoce que la métaphysique?», texto publicado en 19 29 y recogido en
M artin H eidegger, Questions I, trad. fr., París, Gallimard, 1968, p. 65. [Trad. cast. 55. E m st Cassirer, Martin Heidegger, D ébatsurh kantisme et lapbilosophie (Da­
de Xavier Zubiri: ¿Q ué es metafísica?, Buenos Aires, Ed. Siglo Veinte, 1970.) vos, mars 1929) y otros textos presentados por Pierre Aubenque, París, Beauschesne,
54. Ibid., p. 72.

1 02
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rt4p:lugar, poegneseñalam elretom Q -a^ | reihscribe en la historia del movimiento filosófico del que procede.
fi^rajlargc)Tiem^;<i)vaesa|)agegi4a^Íá;^M^g|lSistiol^^^^í;d^^^av#^ Y, ante todo, en el pensamiento de su fundador, Karl Marx—mu­
chos de cuyos aspectos problemáticos, a su vez, son aclarados por
blIIé É fil^ rg ü m i^ ^ figura que el propio Heidegger el ulterior curso de los acontecimientos.
representará, en el siglo xx, a ía perfección. Por lo demás, el públi­ Mirada atrás aún más necesaria en tanto qu0laSjá4éá$?de!Máix
co de Davos— entre el que se encuentran Jean Cavaillés, Emma- no han dejado de ser défóriúádasf durante un centenar de años,
nuel Levinas y Maurice de Gandillac— no dejará de ser sensible tanto por sus partidarios como por sus detractores. Y que, castiga­
a la violencia contenida en los ataques de Heidegger a su colega das desde el final de los años ochenta por una especie de condena
Cassirer— a quien, en el momento de despedirse, rehusará, según sin apelación, hoy corren el riesgo de sumirse—por cierto tiempo
dicen, darle la mano. al menos—-en un olvido total. ¿No es ya inquietante que haga fal­
L a violencia, en verdad, se ha convertido ya en una realidad co­ ta, en una obra como ésta, justificarse para reconsiderarlas?
tidiana en la Alemania de 1929. Apenas recuperada de sus heridas,
Europa entera se apresta a zozobrar en una nueva fase de convul­
siones. Y muv..prontoJas «revoluciones» fascistas, con sus cortejos
de acuciantes tempestades, estallarán..en>eLcielQ^o.ccidental—mien­ KRrÍ?Mairfi;81¿§l|8.|3t) es un hombre de su siglo: el xix.
tras en el este, el gran fulgor de esperanza surgido una mañana de
19 17 se difuminará poco a poco, llevándose con él los sueños de to­
dos los oprimidos del inundo. itén; que encaman para él los nombres de Kant, Hegel y Feuerbach,
pero también los de Voltaire, Helvétius y d’Holbach.
Como estos últimos, como los antiguos «materialistas» Demó-
2 . E L F I N A L D E L A O P R E S IÓ N crito y Epicuro—a los que consagra su tesis de doctorado (1841)—,

La guerra de 19 14 no sólo mató hombres. D e paso, provocó el des­


plome de algunos grandes imperios. Las monarquías prusiana, aus-
trohúngara y otomana, sin duda. Pero también, en el curso del ¿Tarea utópica? N o necesariamente. Durante el último cuarto
conflicto, el régimen zarista— cuya muerte se anunciaba desde ha­ del siglo x v i i i , las revoluciones norteamericana y francesa han pro­
cía un cuarto de siglo. bado que la opresión no era, siempre y en todas partes, una fatali­
Precipitando la caída de éste último, un puñado de revolucio­ dad. Pero si, desde entonces en adelante, los feudalismos retro­
narios ma^dstas conducidos por Vladimir Ilitch Ulianov, conocido ceden, el reino de la burguesía triunfante está aún muy lejos de
comcfL coincidir con el de la razón universal. La burguesía no ha hecho
nace^atellugyo^Estafl . que no vivirá a su vez mucho más sino confiscar en provecho propio lo que habría podido ser la vic­
de setenta áñoS.’Pero que, d i^ ^ ^ | 4 ÉeadgsyienGa^araT—en lo mejor toria de la humanidad entera. Sólo prospera explotando una clase
y en lo peor— . mucho más numerosa que ella: el proletariado.
Este craza, durante el siglo xix, el infierno de la industrialización
forzada. L o que en esa época son sus condiciones de vida, apenas pue­
den imaginarse hoy día. Los proletarios, que pagan con su sudor y su
Precisamente a causa de su intención humanista y universalista, sangre el desarrollo del capitalismo europeo, tienen todas las razo­
esta trágica epopeya— la aventura del comunismo europeo y su fra­ nes para querer cambiar el mundo. Después de Babeuf, Saint-Simon
caso final—110 puede ser verdaderamente comprendida si no se la y los primeros socialistas franceses y británicos, Marx no puede por
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H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LAS FIL O SO F ÍA S D E L F IN A L

más que ser sensible a la justicia de su revuelta. Deseoso de ayudarles, ^ quién le debe corresponder tal misión. De esa disimetría— «inter­
va a intentar identificarse con ese movimiento, conducirlo un poco pretar» tiene un sujeto (los filósofos), «transformar» no lo tiene—
más lejos, acercarlo a su ultima fase: aquella donde los proletarios, li­ amenazan con nacer dos contrasentidos.
berándose de sus cadenas, conseguirán liberar a la humanidad en su D e ahora en adelante, en efecto, numerosos marxistas hacen
conjunto. como si Marx hubiera encargado a los filósofos transformar el
D e partida, pues, el primer impulso de M arx es de orden ético. mundo. Platónicos sin saberlo, algunos pretenden incluso que ha­
E l socialista en que se convierte a inicios de los años 1840 no deja, bría inventado la filosofía que—por su sola existencia—sería capaz
sin embargo, de pertenecer a la familia de los moralistas idealistas. de engendrar tal transformación. Doble error—si, al menos, se
atiende a la letra de los textos. Pues, en 1845, M arx ha dejado de
dar crédito a la filosofía, como lo revelan sus ataques, en La ideolo­
nggf^gjii^ffélníulá&vH^ágwtidio^más^^somah^oifi^ja/dfvpeEs! gía alemana, contra los hegelianos «de izquierda», hasta poco antes
ní3&@£e'É^risÍDiígfb'^ la «esencia eterna», fiel •# muy próximos a él. Ahora, únicamente los proletarios le son gra­
hombre, como lo muéStra«éhús0^qüé■ ••hace-del concepto hegeliano tos, puesto que son los únicos capaces de.transformar el mundo.
MéM^^éifahicíi^ en sus Manuscritos económico-filosóficos (1844). En consecuencia, su senda está ya trazada por entero. Es&¿!í*iíl Fe>
N o obstante, muy pronto, a partir de 1845, dos textos, las Te­ t^lggiqi^sqgigy^P^Qúeíánfé'-tófióíháy^Úéíócüp'aEse^apoyándpse,
sis sobre Feuerbach y La ideología alemana, testimonian un brusco vi­
raje en su pensamiento. Se trata de un momento crucial: el mo­ # Í Í Í Í t § I I t P £ ^ ír*
mento en que M arx deviene Marx. Desgraciadamente para ella, esperará largo tiempo; algunos di­
Ese giro se traduce ante todo en una ruptura— no sólo con el cen incluso que todavía espera. E l propio Marx, en todo caso, no
idealismo, sino también con la filosofía especulativa bajo todas sus volverá a ocuparse de ella en demasía, y ello por dos razones. Ante
formas.^^s^gsd^^éMárárséiÉadicálméhtésátfáterialista; M arx da a^ j todo, puesto q u e^ jg^^ ^ ^ ^ Q ^ j^ g^ y^ s9 n jin ta[k d ^ lai(fild s& ~
Gon^Helvétiusj^ ; —^omOíiin.fal-
^ ^ & ^ W ^ ^ jS^^^^eaaMsMpara>:éíksignifica::)&n:lQ^suGesivo afir^ ¡ ^vp|G)||^p§> ||§g^§||||§£M§|g$gqdá;prá
de la, acción so­
b re 1a; refl exióh. E n resumen^ e já iid é ^ ^ S ^ ^ B h ilfe tñ p g j^ ^ p ^ ñ ^ Jayéiengi^dlíi^^ poiv
:¿g ^ ^ ^ j ^ g ^ Í g l f e v M ^ ngde^Qñcentrar;;sús^fiiérzás^n^zS^ ó ^ j
l ^ ^ ñ s ^ ^ ^ ^ M degláysóéiédach cer,*desde el punto desvista
Nada resume mejor este nuevo programa que la X Ia Tesis sobre b|qi^lJáf^qcigfiá*b Dfe¿^Md^^ft§^^gÚÍtp!^^ggg¿cqnsagrarár—de
Feuerbach. <llM §lfilifsQ.f<DS— enuncia—^in^fianih'eehoanássque^íér-s j manera exclusiva—.afsuqlM^ráñíálfi^lié^uiMrígsÓcilh
lo quCÍiuporta es ! féf:í^éñtíficá^pófífíÍaÍ|EMéfpláaoí cien-
;4i^ | ^ ^ - 56 RuÍeamos con atención esta frase terriblemente elíptica. \ -la; ac^:
En pocas palabras, M^Mtóimmaslá;qnéfiqaciaf^^:|a^sp§eulasÍ0^ í feunav
nes^filosófieasp^suíííupóf&cifepará^iberáfnós'de; Ia:%'présián. [ ltt^ l!M J¥ e sp ®ite á iite tó B :t:a ^ a ^ ^ ^ ®^ K F § ÍM ítíS :sntá'fdepé.rídó
d8SKM tótó^^diúM &d®3leÚófílnu^:pB'ltia^i?&b'ffi^its3^. Simple­
Pero omite precisar a ¡ mente esbozadas en el manuscrito inacabado de La ideología alema­
| na (que no será publicado hasta 1932), las grandes líneas de ese
programa científico son desarrolladas en E l capital, cuyo libro pri­
56. K a rl M arx, Friedrich Engels, L'idéologie allemánde, precedida de Tbéses sur
Feuerbach, trad. fr., París, Éd. Sociales, 1968, p. 34. [Trad. cast. de W enceslao R o - [ mero aparece en 1867.
ces: L a ideología alemana, Barcelona, Grijalbo, 1972.]

106 i 107
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL SIG L O X X LA S FIL O S O F ÍA S D E L F IN A L

tarea que, a partir de la creación de la en pie», Marx no hace sino bosquejar un programa de trabajo. El
Primera Internacional (1864), absorbe cada vez más las fuerzas del; resto del tiempo se contenta con evolupionar en el interior de las
hombre que— firmando con Engels E l manifiesto comunista (1848)— dos tradiciones de las que es heredero: la de la dialéctica (hegelia-
ha agitado el mundo a lo largo de más de ciento cincuenta años. na) y la del materialismo (de la Ilustración). Sin que sus categorías
le satisfagan. N o obstante, por imperfectas que fueran, le permiten
formular las tesis que se esfuerza en construir—y que son lo único
que le importa.
rao histórico» Peí o no dej.a!M«J#04Ifiló¥elfíál Estas tesis conciernen, repitámoslo, no a la filosofía sino a otras
dos prácticas para él indisociables: la práctica científica (en el cam­
po de pensar la historia) y la práctica política (en el de hacer la his­
toria). Pero, fuera de la vaga prescripción de la que proceden am­
H a ^ ,^ p § ¡^ d ^ ^ d ^ ;s e i0 ^ ^ p ^ ^ q s q fe ^ ;M ia j^ T Ste-doidaí^eroii bas—hay que liberar al proletariado para liberar a la humanidad— ,
nQ:;h8yguna>fjlQSQjLai|^^ ninguna de las dos arraiga, hablando con propiedad, en una filoso­
p io stiig ied ^ fía original. Tan sólo nos podemos limitar, pues, a levantar acta de
Para clarificar el problema, distingamos los conceptos de la lo constante de esta ausencia: no hay filosofía de Marx.
ciencia— que tienen una referencia objetiva— de las categorías de la
filosofía— que son instrumentos de análisis racional. Categorías de —fuera-degél^una,miieva?<filosofíáf el
este género (causalidad, totalidad, contradicción) se encuentran in­ m^^smo.MqiU^^¿^l4 aBfen?ipropagar«e^pór^hmiiñd0 . Surgida de
terviniendo necesariamente en el trabajo llevado a cabo por Marx algunas sugerencias de Marx reconsideradas por Engels y elabora­
tendente a sentar los fundamentos de la ciencia histórica—notable­ das por sus sucesores, esta filosofía dará fe hasta 19 17 de una gran
mente para criticar las nociones de la economía «burguesa» (valor, vitalidad. Sin embargo, Áét^glMlfl6^tó#^ÍÍÍÉaiCWEls@fÉayy:;aúni
riqueza) o para sustituirlas por los conceptos cuya paternidad le co­ mgsadespués ;deita;muegt§^
rresponde (formación social, modo de producción, plusvalía, lucha Decepcionante
de clases). Pero tales categorías normalmente permanecen implíci­ historia cuyos meandros son, a pesar de todo, muy instructivos.
tas, formando una especie de filosofía «espontánea» que habría que
recuperar, elaborar, profundizar. Tarea que no podrá ser cumplida,
con todo rigor, hasta el triunfo de la revolución.
Sin duda hay momentos en que esta regla parece ser transgre­
dida. Releyendo todo lo que M arx pudo escribir en el curso de ^l^l^%bi'gííó:®Esftimj4)jeiasaimenj®sem:gesacióñ.—^ef©?qtig®ft©ápuede
su larga existencia, se encuentran, en efecto, bastantes fragmentos
donde esboza un inicio de reflexión sobre las categorías que, en el
tiempo restante, utiliza de manera acrítica. Entre esos esbozos,
poco numerosos, figuran algunas páginas de los Grundrisse (1857- E n suma, que se haga sistema para conquistar mejor los espíritus.
1858) o incluso el prefacio a la Co?itribución a la crítica de la economía E l sistema en cuestión—el marxismo—comienza a desarrollarse
política (1859). en los años 1870, sin que Marx tome parte en ello, © h ^ ^ ^ a r t e -
Excepcionales en su obra, esas páginas han hecho correr mucha 3§pL§^Le; esa<<eóiisolidaeión>^ 2o-
tinta. N o obstante, con el paso del tiempo se tiene que reconocer 1895)—el indefectible amigo, el compañero de los días difíciles, el
una cierta decepción. En el mejor de los casos, cuando recuerda la ejecutor testamentario del gran pensador detrás de quien, con sin­
necesidad de «invertir» la dialéctica hegeliana para «ponerla otra vez cera modestia, no ha cesado de mantenerse discretamente.

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N o se tendría que reprochar a Engels— a quien es inútilmente igualdad jurídica del hombre y de la mujer, gratuidad de la educa­
maligno presentar como el imbécil de la pareja, como hacen algu­ ción, de la justicia y de los cuidados médicos, abolición de la pena
nos—no haber sabido resolver los problemas teóricos en los que el de muerte, jornada de trabajo de ocho horas, prohibición del tra­
propio M arx tropezaba. iH ^ ^ n ^ é'có h o céríéf al contrario, ehmé» bajo para Ios-niños menores de catorce años—serán asumidas co­
mo propias por el partido socialista obrero alemán, fundado por
M a^t^W ^i^ÉiiT O lM ft^Bsiénvdeiím LtndG »— y esto, sin espe­ Wilhelm Liebknecht. Bii^iiSSiaUá^SSMsfrMMúdlíSlGippes^re- y
rar la transformación de la sociedad que habría podido permitir la ^pI^qiioñá^^p^áll^épÓca^jid^pR^g^rppia^eníerfilosGfica deb
aparición de nuevas categorías de pensamiento.
¿K ^i2éinnplteM ^§ié^lÍtig^S;se?éste^a?póríexi^áeF^d e los Contrariados por la-persistencia de ese vacío, distintos: teóricos
escritos de su amigo—^l^fil@só^3qnéidébéñ.^Q,ntgnér^<e^;;§_s|aid@ d&ygioÉ$áñ®ñt<^M ^ años, siguiente^
ParhSéóhvéMflaaén > Con toda independencia de espíritu, hay que decirlo. Y sin dejarse
seducir por ningún dogma.
, ® @ S S l 9§^B5áBrifídBW SlO #á^Bm ÍBStW íBíaM sW :¡délM ündó«
^¿^li^^iM lííS^diM éiSdóM dW áhilisIs. Después, apasionado de la
cultura científica y gran lector de Darwin, se ocupa en mostrar que
esas tesis están conformes en todos los aspectos con los últimos re­ Por tanto, fecha de la crea­
sultados de la física y de la biología de su tiempo. Así, por ejemplo, ción de la Segunda Internacional—
recurre a la teoría de la evolución para demostrar que la naturale­
za—y no sólo la sociedad— funciona dialécticamente. O bien re­ dti®tftM®sffSíí¥S^úñGÍáSen el campóífilósÓficO# Efervescen ci a que
formula, en un curioso lenguaje tomado a la vez de Hegel y de la estimula, por su parte, la vivacidad del debate político entre las di­
lógica formal, las leyes más generales de la dialéctica, supuesta­ ferentes tendencias del movimiento obrero.
mente aplicadas al ser y al espíritu. Sin duda este movimiento permanece dominado, particular-
.jpsjrtesjen Alemania, por la ;r^má^<ortod6xá>> que encama Karl
(Kaut^^Mi 854-1938). InSptffañdó^^^
de Ia naturaleza (1875-1876), A nti- SlliG lllt^ E n ge1s£?buscadá^cÓnSfriíCeiÓ#d#ú#^góúiMEmg-Cien fífi^
Dühring (1877-1878), Socialismo utópico y socialismo científico (1880), .0Q^tesueItamentéfdemfmiMsfe-¿matm^ Simultá­
Ludwig Feuerbacb y el fin a l de la filosofía clásica alemana (1888): son neam ente, aparecen otras concepciones que se alejan más o menos
libros que en la actualidad han de ser leídos con indulgencia. Poco de esta visión e s tc ^ h a ^ e nte-^ppsitivista».
satisfactorio, el esbozo que proponen del marxismo tiene como ^^^tália^^^i^Q.;¿abrÍQla$.(^843 -1 Q04)'grévalo;ra;‘elsconcepto
función sobre todo colmar un déficit, disimular la incompleción de como:
un pensamiento: el del hombre que, mientras la revolución no hu­ AebancestEO;de:m^niá^smo%< el.quprei-
biera comenzado, no podía redactar la serie filosófica a que se re­ Mndícaráñ^a^súEvé^Ani^ñió:
ferían las Tesis sobre Feuerbacb. iEhSiSpropia¿Mcmania,vEduard|Bernstéiafi850-1932), después
E l propio Engels, además, muere sin haberse decidido a su vez de haber sido el ejecutor testamentónoHe Engels, publica un li­
a publicar el manuscrito inacabado de la Dialéctica de la naturaleza bro—Los presupuestos del socialismo (1899)—que séíeSnvátírte rápida-
(que no verá la luz hasta 1925). Ciertamente, ha contribuido a cla­ :ment§ifñ;!áí¡b^^ Atacando a la vez,
rificar la parte política del programa marxista, ratificada en el con­ en nombre de Kant, el materialismo «dogmático» de Marx y la
greso de Erfurt (1891), cuyas principales reivindicaciones— sufra­ creencia de este último según la cual la historia está regida por le­
gio universal directo y secreto, libertad de expresión y de reunión, yes necesarias, rechaza el carácter ineluctable de la revolución. Con-

110
;• H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG L O X X LA S FIL O SO F ÍA S D E L F IN A L

denado por ICautsky, su doctrina—que predica el tránsito pacífico, te-


: / ' u
por medio de reformas progresivas, del capitalismo hacia el socia­ eoñtraf
lismo—no dejará de tener un vivo éxito hasta la Primera Guerra cg m b átifá:f®M M Igá: Para
mundial. Al término de ésta, comprender su significación, es necesario en primer lugar volver
i".-.'
;dazqi;Gpn|ef^a^sm0'jipM^©®m¿et.fiESé€enftnn@¥:déd©si;maestsciSáde>la sobre úlliM pM óM iáM lldM r^tóÍM háM SpiÍád6f doctrina defen­
spcialdeiiipM dida algunos años antes por ek§lÓ $^igléttián^ichard Avenárius *
7)— que lanza en 1904 la re­ (1843-1896) :y sobre tod<y por e l ^ Ernst Mach
vista M arx-Studien—y % Jtto JB a u e ¿ji882-1938) sfeé-sfkéí;Z3ñ¥p©:is* (183.8.^916)—
fprmulanáosmrinMpiDsdn^ k Mach- — ha sido
mási akiertamcnte kantianos A su vez, hostiles al materialismo y observada^y que se enconfi&rái^léBWp^^ Círculo de
cercanos al socialismo «ético» defendido por Herinann Cohén, los Vielta— es un sabio eñciclopédlco a la-Vez especialista en óptica, en:
r/y
«austromarxistas»— como se les llama— no por ello se reconocen ¿ | i ® ;|5i p l i ® pSicdÍd^a^#^lM‘M lSÍÍ(pM Élf!áfib®dé\lá;cciéncia ^
(;■}- en el revisionismo de Bemstein pues, a diferencia de éste, admiten gJ|S|i.fó> Es en una de sus primeras obras, Observaciones sobre el aná­
0. la idea de dictadura del proletariado. Su movimiento desaparecerá lisis de las sensaciones (i886),|dpnde^fílgodúi^féll^iittpirÍoCriticis^
en 1914* niQ»— término'conel^quejiesig^a^mattiójraá^dihbójadcimiento de-
PSm i^siá- G eo rg i V a le n tin o v itc í® ^ l^ a n 3 p ( i856- 1 9 1 8 ) ,itd ln ^ jrí^¿a^^^ríficism O vM níM hó|;^Í®^áslÍé^étejÉtí^ñte empirista^

¿fa;fp^^|jÍSf|f|k^|^ly@áiMsm@geii;fa|tfiadl^dfla,dehmatejá:alismoafi^ Ejlé|pigi3jíde:tpd%^ des


d9 ^ f ic 0^^ncarii^o^sBgdlt^É;mdtlSPiuozay^elvéfius^^lMolbachffi ^e9^®á|dÍMípéúsSíñÍlÚÍcís --contestado por Husserl58—según, el?*
Las circunstancias de su polémica contra Bemstein le llevan, en los ^^fSESSSSlbeHEésW zÉESBSfiEtólidifi^dW M W Saíiíó'd&fenó-2,
años 1890, a subrayar que la explicación materialista de la historia ^UñM§fibfidátS^dár:déM^t^Ííñ0?dedúpótéSi§#En aplicación de ese
no constituye sino una parte de la concepción materialista de Marx principio^cgisidéfáñuesmsiséñsafion^^lffiodó^íúñicós hechos ob¿
y de Engels, y a afirmar que todo estudio de su «sistema» debe co­ jekyaraenteírg^e&y comod^^^ lle--
menzar por el de sus «bases» filosóficas: materialismo y dialéctica. ^a^itechR^^ggrñót'iHútiléSflás^MpótegfsMctí'fíÓÓidS^hájÓ-ilñómbre^
91) ,lage_xpreslóm«materialiss m átéiiálism ofLpi^Baip^k^^^eeptable según"
StSdklégfiM (á^^ q ^ ^ ^ ^ ^ ¿ a ^ ¿ ^ ^ ^ a p e ^ l s M E n g e l s j—,*57 sin ébs.enáiúi^séñsáGiotiáHsino»Lestiácto,/fifevad0 íhasm¿denegár todo ca-s
saber que ésta había sido ya acuñada (1887) de manera indepen­ rác|e§?sps^íéiál a--.la:diféréñéiá¿gntre;.m£nte^
diente por Joseph Dietzgen, un obrero alemán que se esforzaba eomqdg^jra-ino.sonsinQdp^
por desarrollar de manera autodidacta las ideas de Marx. ré|hdád5iMstéñtej ñúestraS'áéñsáCióñieS21—y a definir nuestros conoci­
mientos como «signos» o «jeroglíficos» de estas últimas.
T al es la concepción que, hacia i890iiyii.elve a tomar para radi­
calizarla Alexandr Alexandrovitch Bogdanovf (1873-1928). Reco­
nociendo a Mach el mérito de haber roto él dualismo de lo físico y
lo psíquico, Bogdanov acaba de disolver todo rastro de él:afirman­
^e^r^,cerá^eñí^S l^ g fi^ ^ ^ ^ ia a fÍ# S ^--aunque este último, no sien­ do que, psíquicos o físicos, los fenómenos están hechos de una única
do bolchevique, quedó al margen de la revolución de 19 17 . e idéntica «materia». Llevado hasta sus últimas consecuencias, tal
«^ñpffibfnóñisrno^ desemboca en una liquidación, no solamente del
57. Salvo, una vez, en el título del capítulo cuarto de Ludivig Feuerbach de Engels:
pero, a la sazón, se trata de una interpolación de origen soviético, datada en 1949. 58. Edm und Husserl, Recbercbes logiques, op. cit., 1 . 1, p. 2 12 ss.

112
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LAS FIL O S O F ÍA S D E L F IN A L

materialismo— asimilado a un anacronismo metafísico— , sino tam­ en la necesidad de pasar por el capitalismo para alcanzar el socia­
bién de la idea de verdad «absoluta». Pues lo verdadero no es, para lismo. Pero si, en uno de sus primeros escritos, Quiénes son los «Ami­
Bogdanov, más que una forma de organización de la experiencia gos del pueblo» y cómo luchan por la democracia social (1894), defiende
que, por su evolución constante, refuerza las capacidades de adap­ ía idea de que la dialéctica marxista sería algo más que la «tríada»
tación del hombre en la lucha por la vida. Resulta que el proleta­ hegeliana (tesis, antítesis y síntesis),59 no ha abierto—hasta esta fe­
riado, la única clase capaz de conducir a la humanidad hacia un cre­ cha— ningún libro de Hegel.
ciente dominio de la naturaleza, es igualmente la única capaz de En 1895, visita a Plekhanov. En los años siguientes, se inicia en
hacerla avanzar por la vía del progreso científico. la filosofía leyendo a Melvétius, d’H olbachy Kant. En 19 0 1, adop-->
D e hecho, Bogdanov se convertirá después de la revolución en ^ehpsm idónim o^eiLenmj^gémpiéza^eéóSB^ócg^^eñstrúir^su
el teórico de la «cultura proletaria» y el primero en defender la
formidable exigencia de una ciencia «proletaria» opuesta a la cien­ Estainuede^5uiiÚEses^unavfease:T0doÁés:nQlti3t^ EñJaducha-
cia «burguesa». Igualmente, otro empiriomonista—Anatoly Vasi- ¿aontr^^ehzarisnroiasfícómoKen
_ _ _

lyevich Lounatcharski— , una vez convertido en comisario de cultura, lns:disrititósimQvimientos;;sociaHstas.veIvalQr¿dei las. ideas se mide
lanzará la idea de un arte «proletario» radicalmente antiacadémi­ :por^uSoap^<útjadádñ^QntTÍbumahémtó;M;#lá.¿es@ áfé^aarév6lucí(>
co— que suscitará, de Malevitch a Tatlin pasando por los futuris­ naría'e i B@SfSé^lis^eófi^eri;é^ííéñ^lieMIÍriólilrim0,<deJa:.verdad; i
-VAv.i. r_\ — n
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»»»r>i<
':uDwiTr¡rifl-TTntnra-ti^T
itTiiLj i" unv~igiinrrj*if f
tas, el reconocimiento momentáneo de la vanguardia artística rusa. 1^m n^en^l^ná^gesgun^ragm árigoTadicaK.
E n la actualidad un poco olvidadas, esas múltiples tendencias A¥l^W’@l®®ÓuyéñéÍdósSTeomo Marx—
testimonian la libertad de expresión reinante—al menos hasta ^ g ^ ^ |l^ iflflil^ M O T ;ffl¿ d ®á sí^ d g ó lfí|0 M é á S e ió ñ á riá s^ y ; la; *
19 14 — en el seno dé la constelación marxista. L a revolución de oc­ ¿i^^^^ÍMM^aÉáhfí^^^-0 f 3éñ®u£gúéá;íffal es la razón— esencial­
tubre llevará, progresivamente, a darle punto final. A partir de 19 17 , mente política—por ía que se adhiere sin reservas a la tradición
en efecto, el marxismo cesa de ser el bien común de todos los miem­ materialista. Adhesión que explica a su vez S'iM©W®M^ai^Í,^.tpL<|)p1EiS:
bros de la moribunda Segunda Internacional. Pasa poco a poco a epp^atii^q^a^issfqi^^^^dfe^arxismómeohañriáñóyfpártíéülar^
manos de los revolucionarios rusos. Y más particularmente.a las de
su jefe, Lenin, promovido por el curso de los acontecimientos a he­ Es en 1906 cuando descubre el «peligroso» contenido de los
redero legítimo de M arx y guardián «natural» de la ortodoxia. escritos de Bogdanov. Decide inmediatamente emprender su refu­
tación. L a tarea le parece lo bastanté seria para consagrarle un año
entero de trabajo—con muchos meses pasados, en Londres, en la
biblioteca del British Museum. E l resultado de esas investigacio­
Vladimir Ilitcht^|iapq4£||xS7o-1924) se hace marxista hacia 1890. nes, Materialismo y empiriocriticismo, aparece en Moscú en 1909.
Su hermano mayor, acusado de conspirar contra el zar, fue ahorca­ Este será el único libro de filosofía publicado, en vida, por Lenin.
do en 188 7..La influencia de sus lecturas— Marx, Engels, Plekha- T a l como podía esperarse, el contenido propiamente filosófico
nov—hace el resto. E n lo sucesivo, Hhanomnovfté^ de la obra, directamente derivado de Engels— el propio Marx no
es citado más que dos veces— , es más bien pobre. Se reduce a una
tesis esencial: así como no hay en la lucha de clases más que dos po­
Jurista de formación, se interesa ante todo por los aspectos eco­ siciones posibles y en política sólo partidarios y adversarios de la
nómicos de la doctrina marxista, sobre los que se apoya para com­ revolución, de igual modo la historia de la filosofía no es más que
batir las tesis de los «populistas». Contrariamente a éstos, que per­
manecen partidarios de una sociedad rural compuesta de pequeños
59. Lenin, Oeuvres, txad. fr., Éd. Sociales, 1 . 1, 1958, Ce que sont les «Am is du peu-
terratenientes, cree en la misión del proletariado industrial, así como ple», p. 17 9 ss. [Trad. cast.: Ofa-ns completas., M adrid, Akal-Ayuso, 1972.]
H I S T O R I A D E L A F I L O S O F Í A E N ¡EL S I G L O X X
LA S FIL O SO F ÍA S D E L F IN A L

la historia de la lucha entre dos tendencias enemigas e irreconcilia­ tadoy la revolución, 1917), póiM^sáMQflMilá^ct&ipoKtátsa^delípxo*
bles, materialismo e idealismo. Es necesario, pues, escoger un cam­
■vA po, y escoger claramente. «Los sin-partido— añade Lenin— , son en Sgljlpilídemanfgaíp^
filosofía de mía estupidez tan desesperante como en política».60 ..rié^^ohtie'alñlñieipMigros#—como, por ejemplo, la teoría de la
A partir de aquí, el libro arremete vigorosamente contra Mach, cultura «proletaria», a la que considerará siempre con desconfian­
Helniholtz, Poincaré y contra los científicos en general, a los que za en razón de sus orígenes empiriomonistas.
Lenin reprocha el ser inconsecuentes en el momento en que se Sin embargo, en septiembre de 19 14 , cuando la guerra acaba de
aventuran en el terreno de la filosofía. Mientras que son, por nece­ estallar, se sumerge en la lectura de la Lógica de Hegel, sin duda
sidad, materialistas en el campo de su propia disciplina, se creen para comprender mejor lo que quiere decir «dialéctica». Tom a en­
obligados a abandonar esa posición para aproximarse al empiris­ tonces decenas de páginas de notas, que serán publicadas en 1933
mo, al criticismo y al idealismo en general cuando se arriesgan a bajo el título de Cuadernos filosóficos. N o se encuentra en ellas nin­
formular una teoría del conocimiento. Por supuesto, negar que la guna verdadera novedad— a excepción de la tesis célebre (y legíti­
materia sea la única realidad objetiva, hacerla residir en las sensa­ ma) según la cual no se puede comprender nada en E l Capital si no
ciones del sujeto lleva, para Lenin, a adherirse— sin decirlo— al so- se ha leído, precisamente, la Lógica de Hegel.ót
lipsismo del «obispo» Berkeley. Contra tal enfermedad metafísica, Por lo demás, las tareas propiamente políticas no tardan en ga­
un único remedio posible: el materialismo. Y, más precisamente, el nar terreno. A partir de 19 17 , en efecto, Lenin no es ya ún revolu­
«materialismo dialéctico». cionario acorralado por la policía zarista. Se convierte en un esta­
E n esta última expresión, el primer término remite a la concep­ dista. Uno de los que, seguramente, habrá marcado más su siglo.
ción del mundo según la cual la materia es anterior al pensamien­
to, no siendo éste más que un producto de aquélla. E l término
«dialéctica», por su parte, envuelve una teoría del conocimiento
definido como «reflejo»: nuestras ideas verdaderas no son «jero­ Wí®fléba£éyá$glári;e©;diride¿;^l^
glíficos» sino «copias» de la realidad, imágenes ajustadas al hilo de
mi proceso indefinido de verificación práctica, cada nuevo descu­ A esta cuestión, tte^eSpúé^tááfpÚédS^líáSs^ ©IbienáLenteMoiha'!1
brimiento se realiza por negación del anteriormente adquirido. ag^pg4 ^ # ^ 3 !M^;i5^ ^ á l; 1poLqu^ítódósL©M#—iñélúyéffidoséfeiste-
Poco original en sí misma, la exposición de esas concepciones ma^olicíaco d^bgzf/^g—
!■ :) está empañada, por otra parte, por dudosas profecías: Lenin recha­
za admitir, por ejemplo, que la física pueda un día renunciar al de-
terminismo absoluto. A pesar de errores de ese género, la obra póder—y^'p=©niC^L@^or^ebg^/«^0 |tó ®®S ñ ililh a ^ 0^d ^ i^ifiesg 9 _.
consigue poner el empiriomonismo en una situación tan difícil que djitdiifóítniMáMiÓMáiiiM
ese movimiento ya no se recuperará. Pero, más allá de los medios
revolucionarios, el libro no tendrá demasiados lectores. Y será ne­ t^ ^ o n p p ^ ió n ^ ^o rit& ritíéh ^ áp éM éí^ p fid P éh ^ l^ g tád b f com
cesario esperar al final de los años veinte para verlo promovido
poco a poco al rango de clásico del marxismo. ©adefina-d'éíé!>áS: hipótesis>§&
E n cuanto a 3^E¿tf^sj<es|a^ r g r i f i f e r e n t e : d e el estado actual de nuestros
teridresfí-E/ imperialismo, estadio superior del capitalism.0, 19 16 ; E lE s- conocimientos, no obstante, la tercera interpretación parece la mejor.
60. Lenin, Oeuvres, trad. fr., París, Ed. Sociales, t. X IV , 1962, M atérialism e et
Em piriocriticism e, p. 298. [Trad. cast. en V . I. Lenin, M aterialism.0y empiriocriticismo. 6 1. Lenin,.Oeuvres, trad. fr., París, Ed. Sociales, t. X X X V III, 19 7 1, Cahierspbi-
Notas críticas sobre.una filosofía reaccionaria, M adrid, Editorial Ayuso, 1974.] losophiques, p. 170.

116
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LAS FIL O SO FÍA S D E L F IN A L

Se puede, en todo caso, descartar la segunda sin demasiadas va­ ;pqefi|gpt0^áEíéLpóder. Majx^idSi ü#'téóri¿ójwLenÍRv.iúxViestratega.
cilaciones. E n efecto, al contrario de lo que pretenden algunos de N o es extraño, en consecuencia, que el segundo no retenga del pri­
sus adversarios, Lenin no era un conspirador aislado. Evidente­ mero más que las tesis que pueden servirle. N i que las reinterprete
mente hubo, en 19 17 , una revolución popular contra el régimen a su manera, de la forma mejor adaptada—según él—al objetivo
zarista. ¿Cómo olvidar que millones de hombres, en el interior del que se ha fijado.
viejo imperio, lo acogieron con esperanza? ¿Cómo olvidar que los Por tanto no deberíamos reprochar a Lenin haber traicionado
bolcheviques fueron los primeros, durante la guerra de 19 14 , en deliberadamente a Marx. Utilizando la teoría marxista como bre­
firmar lá paz? ¿Cómo olvidar esas imágenes rodadas por Dziga viario para la toma del poder, empleándola para la dominación del
Vertov en los primeros tiempos de la revolución y que muestran partido bolchevique sobre el antiguo Imperio ruso, Lenin tiene de­
la alegría de mujeres musulmanas finalmente liberadas del tchadorí recho a pensar que lleva esa teoría a su lógica culminación.-El prQr
Sólo un amnésico puede negar que laírevolucioii, consiguió ;triiin;í- piO;Má^!ñ0ídeséáhá?M^pbrástímóiverí'awquedars§::en el eielo de las
¿far. Y que éste era por supuesto el objetivo de Lenin—inchisQ.sbi ílfidéas. ilá^Meié'esídádí'de-transfor-
muy rápidamente, las cosassempezai on a ir mal*» pifr^h^ma.doi ¿Nó?éiillSéésáríÓf'páráXi^añsfotmaivul nHmdo,,ein- ;
Por otros motivos, no es posible adherirse en demasía a la prime­ péziil?p|3io#£áhs0 ímá:rríií^ dor al.
ra interpretación. Sin duda el hecho de inscribir la necesidad del gu- ^f^róblema^bíéh^^nóMddfíSs^énotya^parte. Reside '
lag en la idea misma de revolución presenta la ventaja de simplificar :efríéf^iéhótdéSqúéda^ÓGÍédádí¿ríiSá—rural, feudal, prácticamente
el problema. Si el gulag está dentro de Marx, éste no puede ser sino desprovista de infraestructuras industriales y de proletariado— no
profundamente malvado y la idea de transformación social radical­ f0fprlif8ívérdá^'gfáihé-Mfé1^^déjá¥s^®a':n:sfot.inaB>en?el sentido que-;
mente peligrosa. Marx convertido en el diablo, ya sólo falta quemar­ ríd o ^ ó r Maixí Y que Lenin, para vencer sus resistencias, estuvo
lo: eso es justo lo que hicieron los nazis. Nada es más seductor, nada tentado de apresurar el movimiento, de forzar a cualquier precio el
tiene una impronta mayor en el imaginario colectivo que esa prácti­ curso de las cosas. Hasta que—la enfermedad le apartó prematura­
ca del «chivo expiatorio». Pero igualmente nada es más ilusorio. mente del poder—le toca a Stalin llevar el procéso a su término.
Pues incluso si el gulag estuviera verdaderamente en Marx, ello Los procesos de Moscú, las purgas, las masacres, las deporta­
no nos desembarazaría tan fácilmente del hecho de que tantos ciones, el gulag—en fin, todo lo que desde entonces se asocia a la
hombres— en Rusia, después en China y en otras partes—hayan horrible reputación del stalinismo— , emana de esa voluntad en­
abrazado la causa del comunismo con la convicción de poner pun­ carnizada de imponer, a un pueblo dividido, un modelo de cambio
to final a una eternidad de opresión. Aún más, basta con leer a que de ningún modo ha sido concebido para éste. Y así, en un con­
M arx y después a Lenin para ver que el gulag no está en Marx, pero texto de conflicto internacional (hasta 1922), en medio del odio del
sí en el leninismo— lo que no es en absoluto un «detalle». Cierta­ resto de Europa (hasta 1989) y de distintas oposiciones internas
mente, Lenin se considera a sí mismo como el heredero de Marx. —la del clero, por ejemplo—que, como se lia visto claramente cuan­
do a finales de los años ochenta levantaron la cabeza, no estaban
tampoco poseídas siempre por el puro amor a la democracia.
Recordar esos hechos no tiene por finalidad disculpar a L e ­
nin—y aún menos a Stalin. Pero sí explicar cómo, bajo la embesti­
da de la historia, el arma crítica que constituía el marxismo debía
acabar sufriendo una seria distorsión.
gq|kf&l^stOTÍa;:dSnél^
tm-militáflté-^évólüeióháfió qúe’tieíies
H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA EN. E L SIG L O X X LA S FIL O SO FÍA S D E L F IN A L

Volvamos a al mismo tiempo que la religión. Minin no fue castigado por sus
Tir-í-bajoja-íaq^jontg©^ declaraciones. Además, en ese momento, muchos revolucionarios
mn-4—mía ídenQdaHI^tlWé^ ^se.s^.sía;f3^ga^deltpW§áSiÍ:gnwtde comparten la idea de que la «vieja» filosofía ha sobrevivido a su
|^|í^^dgí¿Ha;ñí^MM^ililti^eizfiféfí^fidapp^lMfál'pfifll^d'fiG£p—loi utilidad. Y que, en el mundo nuevo que acaba de nacer, está desti­
querepréseiit:Siít0s<'ójós?dél¿mó^^^^ nada a desaparecer en provecho de actividades más útiles.
láddma del 'pódefi Por consiguiente, la mejor filosofía posible, la En 1924 el tono, progresivamente, empieza a cambiar. Algunos
que permitirá a la humanidad escapar definitivamente de la prehis­ días después de la muerte de Lenin, en enero, aparece la fórmula que
toria. hace de este último el «continuador genial de Marx». En abril, Prav-
V^i J^Cgí^fi^lSíMsItáldepirt^^y ¿¿«jgmprende la pubhGagi©ttsdg5^á«S§rie>rdeíartículos»tiiulada^<Lps^
sjn© |¡d£:;:^ Diferencia esencial: éfinSfíSáñíO^ ^ ^ é ^ fe s s d e l leninismo^. Su autor, Joseph Djougachvili, llamado
leu mismo|7aiitiqire5pyeteftdagaportar^in^;fijQs^ única verda­ |S ta lir^ í879-1:953), anuncia por dónde irán los tiros.-sEld:enimsnio,'í
dera, por supuesto), iiSíestáiañiffiad®^ Mo» v^P^á^cOM§titu^poissítósm0difí^c©rpÚ^óriid%útÓfíOííio¿ Éste-
es:iná:s:-que;-mia"eonstTtieei^ mp/tétidriaipíé ser éóñkife^
im ff^ónsi^:^.sidadidg0fdgÍGMGiupisifeqhasid#®taiihfiMít^^dg»de®
función<(más o menos, 1929-1989) étiilMMenwg^^
mo.*¿Qué le ha pasado? |t®Síe©1ri^:p:dÍMá^sffiátégiálúMvélssle%das:idgda^MM®iucÍQn;pro-v
^ín0ñfpM lom ;!l#§tfí&?!|ned^
L.emn, E l leninismo es, pues, una doctrina política: no se puede, sobre
si‘ biMlpi^n§álhabrelf:i 51úpLetad0 Sel^mamsmo5ien:;$al'gtillQS^uittos^ este punto, sino estar de acuerdo. Pero Stalin no se para aquí.
prácticos (la teoría del «imperialismo», la de la función del partido También quiere hacer pasar el leninismo por un concepto filosófi­
y del Estado en la revolución), ntiíhaiilMdS^poMó^úPáíÓfrespe#' co. E l leninismo, aduce, es «el marxismo de la época del imperia­
tSf§>^a^ag$ss$§MdiaSifirer^ lismo y de la revolución proletaria». Es «el marxismo desarrollado
eMCeffá^:;enmnp^ si percibe la existencia de lagimas en el más profundamente».63 En resumen, fitafin^^
interior del marxismo, en particular en el dominio filosófico, no se qúáifíf»iógtl^rf^gsM d^EkénM sm óm ntóM 9^sm o.fla^ontinui^
ve capaz de llenarlas él solo.
Sin duda, después de 1917, juzga oportuno reforzar los funda­ de Le-
mentos teóricos de la doctrina y de ese modo relanzar, en el seno riin $ £ ^
del partido, la investigación propiamente filosófica. Pero la diver­ Sin embargo, S ¡tM d m ^ ^ ^ jh ú m c||^ ^ ^ ^ ^ n 6 w to S ü ee sió n
sidad que reina por entonces en el partido prueba que la suerte no ^ ^ | n i f i ® E n enero de 1929, expulsado defi­
estaba echada todavía, ni Lenin estaba tampoco muy impaciente nitivamente de la U R SS— donde conservanum erosos partida­
por dirimir entre las opiniones divergentes de sus «camaradas». rios. E l mismo año, uno de éstos (un antiguo menchevique lla­
E l año 1922, por ejemplo, ve la revista moscovita Bajo la Bande­ mado Deborin), olvidando que fue poco antes el adversario de
ra del Marxismo abrir sus columnas a una polémica cuya franqueza Lenin, logra imponer la denominación «marxismo-leninismo»
de estilo revela que la libertad no está todavía muerta. E n un artícu­ en el transcurso de la segunda conferencia nacional de institu­
lo de esa revista, el propio Lenin evoca la necesidad de anclar el ciones de investigación científica. Esta engloba, ciertamente, el
marxismo en la doble tradición del materialismo de la Ilustración y
de la dialéctica hegeliana; mientras que, en otro artículo, un uni­ 62. Stalin, Oeuvres cboisies, trad. fr. (Albanie), Éditions 8 N éntori, 1980, p.18.
versitario bolchevique (Minin)—proclamando la inutilidad de la fi­ [Trad. cast.: Obras, Moscú, Ediciones de Lenguas Extranjeras, 1953.]
losofía— invita a los auténticos marxistas a arrojarla «por la borda» 63. Ibid., p.19.

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materialismo dialéctico y el materialismo histórico, cuyo con­ |Rg^M mqHt^©^g^Qp^a8a^un::ggt.adioMstDrÍGó:correctamen- -O


junto constituye— según Deborin— el bien común de todos los . ^e*pii§^§^p053H§gi^i¿§^dndtiiá¿qúé>él^tálimsmÓnditiene déma- .©
comunistas sin excepción. j4 a ¿§ i|g z ^ ^ ^ á tfid 0 s^ ñ ;;:ébáütsnti(^pénsá3náéñtórd&Márx— del .-i .©
Finalmente, el giro decisivo se opera en enero de 19 3 1. E n el ádó>pofúmá'W eí^d^^lpé^difiíérztfycal que hav 0
texto de un decreto concerniente al íuturo de la revista Bajo la Ban­
dera del Marxismo, Stalin recupera por su cuenta la mayor parte de
las tesis de Deborin, reprochándole— con una perfecta mala fe— O
haberse apartado de ellas. L o que se juega en tal combate es, evi­
dentemente, más político que teórico. S¡^®íp^dgissahéi!ñquiéni:)^ I S lfliW iiW ié iM ^ filÓ s ó ^ n iá c ^ t a ^ p ^ B r ^ a t a o m e n t o en? X)
S:táÜM®los5dgla@i5Íná;aB@s«í—sospechosos de trotskismo—^recogerá: & q:úe'^sia:hó^agááéñdásiílRSS^nDdeHqued®sin©;sÍUtentárvsobrevivir--- O
laihSréhM &idgíLei^ ELpedeiíspDlíiáeo^poEsus difícilmente—’en^héspaéió'dé’tdlgráUóiáSqüe\:le.c.onGedeii .l0s parí .0
í®KS^Só:íS#eroy;gugl^^tg¿;!sli;p.Q4 iL 4 SídietammaEda;^erdad^la>;inj[ Eh^deTÉ^ttif§^%ñtfMásdós guerrasmimdialesv ©
dispSBgskl^oaEtadavádeoló^eáídetpreeederite^ í^^lgW © Jifí^abresfTos;?dél ¿alémánwEmstKB.loeh, del- húngaro '©
En 19 3 1 está claro que ese heredero será Stalin. Algunos años más i^yóitigyi^iijkáós? <deAdos: Franceses ©
tarde, en 1938, Stalin se hará entronizar oficialmente como «filóso­ #MlÍtóM^«J©aóxgésvRófiÉzérvi^filósófQsíquéiseEám.-tQdps,.,dg una ©
fo» con la publicación de un texto— Materialismo dialéctico y materia- ir^ñérá^;ófrápdétimas:del:^eismorO;deImazhrno^ i':') i
lismo histórico— que presenta por primera vez como un texto pura­ ?^ '^ ^ iu o :;te a tra l durante su juventud, Gyórgy (también Georg)
mente «filosófico», no político. Reina en lo sucesivo sobre el campo ^f^pká^ 11885-1971), después de haber vivido algunos años en Berlín
estrechamente vigilado de los debates teóricos y —en toda circuns­ "’y Ffeiclelberg, a lo largo de los que se consagra a investigaciones es­
tancia— dirime en nombre del materialismo dialéctico. O en nombre téticas (E l alma y lasformas, 1910; Teoría de la novela, 1916), §g:con-
del «diamat»— como dicen abreviadamente los Rusos— , pues es td.ggte^rij^aj^g^^bfinaFdédaTrinief^GüéiTá^túhdiáhEn diciem­
—por definición— el único que puede enunciar la versión ortodoxa. bre del año 1918 , entra en el Partido Comunista y participa, como
N o únicamente, pues el «diamat» ha devenido la filosofía ofi­ comisario de cultura, en el efímero gobierno de Bela Kun en Buda­
cial del Estado soviético, sino que la consustancialidad entre Esta­ pest. Cuando la revolución húngara es aplastada (agosto de 1919),
do y filosofía fue entonces tan vivamente invocada que el primero busca refugio en Viena, en Berlín y, más tarde, a partir de 1933, en
puede aparecer—si se toman sus declaraciones al pie de la letra— Moscú. Es en Viena donde publica uno de los libros más importan­
como la realización de la segunda, por tanto como la encamación tes para el marxismo del siglo xx, jiisjopa^^ndc^pia dejiase (1923).
de la verdad absoluta. Se puede comprender así, retrospectivamen­ Cfi^SpádaiM w :^ci<tó^ónid^éoñc^0«dé^m étÓ dóv?dMíéctico»
te, la paradójica admiración que el filósofo Alexandre Kojéve—ra ­ íqu^a|infila^l^púffipídfelds^dedá^0Éafidád^;esa; ©brávéstimñedia-
so emigrado a Francia, que no era comunista sino hegeliano— de­
dicaba a Stalin, cuya muerte le emocionó— según sus propias (entre otros por Deborin): se le reprocha rebatir el materialismo de
palabras— «tanto como la de su padre».64 En un cierto sentido, el Marx a partir del idealismo de Hegel, de recusar la noción engelsia- ©
stalinismo no es nada más que el último avatar de la filosofía hege- na de «dialéctica de la naturaleza» y de pensar en términos demasia­ ;©
liana. Testimonia la realización de toda filosofía, es decir de toda do «humanistas» el papel del proletariado entendido como «suje­ jO
racionalidad, en y para el Estado moderno. Es la filosofía hecha Es­ to» de la historia. Lukács acepta hacer su autocrítica. Su estancia en
tado—y definitivamente acabada por su propio triunfo. Moscú, si bien no le impide elaborar su concepción personal del ,©
realismo en arte (muy alejada del «realismo socialista»), le obliga a in­
tegrarse en una vía más conforme con.la ortodoxia—de la que se es­
■lo
64. Palabras recogidas por Dominiqúe Auffret, A lexandre Kojéve, París, Grasset, o
1990, p. 305. fuerza por escapar de nuevo a partir de su retomo a Budapest (1945).

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Una gran ofensiva stalinista (1949), dirigida contra sus tenden­ las grandes utopías saldrán los dos tomos de su obra magna, E l
cias «burguesas» y «cosmopolitas», le obliga no obstante a una principio esperanza (1954-1959). Aparecerán en Alemania del Este,
segunda autocrítica. En 1954, publica E l asalto a la razón, cuyas donde Bloch acabará estableciéndose en 1948. Ahora bien, la cons­
dos partes («I. D e Schelling a Nietzsche»; «II. De Dilthey a Toyn- trucción del muro de Berlín (1961) acarreará su exilio en occiden­
bee») constituyen una profunda pesquisa sobre los antecedentes te, y es finalmente en Tubinga donde terminará su errante exis­
ideológicos del nacionalsocialismo, entre los que son denunciados tencia.
el sistema de Spengíer, el existencialismo heideggeriano y todas las . Todavía más dramática es la vida de Antonio feam gpij(i89i-
formas de «vitalismo» o irracionalismo filosófico. En 1956, estalla 1937). Después de haberse adherido al socialismo e n íffio , partici­
en Budapest una insurrección antisoviética. Lukács se vincula acti­ pa en el movimiento de los «consejos obreros» de Turín (1919) así
vamente recuperando, en el primer gobierno de Imre Nagy, las fun­ como en la fundación del Partido Comunista Italiano (1921). Ele­
ciones de ministro de cultura que ya había ejercido en tiempos de gido diputado (1924), es arrestado en 1926 por orden de Mussoli-
Bela Kun. Cuando la revuelta es reprimida por el ejército soviéti­ ni. Internado durante más de diez años, en los que redacta sus Cua­
co, debe refugiarse en la embajada yugoslava y, después, exiliarse dernos de prisión, morirá como consecuencia de los terribles tratos
durante algunos meses. Autorizado a volver a Budapest en la pri­ sufridos durante su cautividad.
mavera de 1957, se niega, esta vez, a toda autocrítica. Y , aunque Apartándose a la vez del monismo materialista y del idealismo
Imre N agy es ejecutado (1958), se decide a permanecer en Hun­ metafísico, la concepción gramsciana del marxismo se define ante
gría el resto de su vida, a pesar de la atenta vigilancia de que se le todo, dentro de la vía abierta por Labriola, como filosofía de la
hace objeto. praxis. Esta quiere ser a la vez humanista—puesto que lo dado y
También escritor precoz, E r iis t f ^ c lp U 885-1977) redacta su existente tan sólo puede ser superado por la voluntad humana— e
primer ensayo filosófico a la edad de tifeoe^ños. De 1908 a 1 9 1 1 , re­ historicista—- puesto que toda realidad, comprendidas la ciencia y la
side en Berlín— donde traba una duradera amistad con Lukács—y filosofía, no es más que un producto de la historia. Sin duda el his-
en los años siguientes en Heidelberg y Barmisch. Pacifista, horro­ toricismo gramsciano hunde sus raíces en una tradición específica­
rizado por la guerra y el militarismo prusiano, se exilia en Suiza mente italiana, que ilustran los nombres de Maquiavelo, Vico y
(1917), de donde sólo volverá a Berlín para unirse al movimiento — más cercanos a nosotros—los filósofos Benedetto Croce
spartakista. ^iw^s§gRand^Iibmssl^W énmj(Ltestimam£m^Uñp^ (1886-1952), a su vez influido por Hegel y por Nietzsche, y Gio-
'ftresÉ^ E l más novedoso de ellos, E l espí­ vanni Gentile (1875-1944). Pero hay propuestas específicas: si
ritu de la utopía (1918), resulta de una sorprendente alianza entre el Gramsci tiende a reinscribir la política en la historia, es para sub­
mesianismo judío y una visión espiritual del marxismo, donde los as­ rayar mejor— contra Stalin—el carácter transitorio del Estado re­
pectos económicos han sido prácticamente soslayados. ThomasMün- volucionario, que también está llamado a desaparecer en favor de
zer, téologo de la. revolución (1921) constituye un homenaje a este refor­ nuevas formas políticas, que no dejará de suscitar la praxis proleta­
mador del siglo xvi, que predicaba la revuelta a los aldeanos alemanes ria—dicho de otro modo, la capacidad de la clase obrera por auto-
en nombre de una interpretación democrática del Evangelio. organizarse.
Bloch tiene cerca de cincuenta años cuando los acontecimien­ Hostil al stalinismo, el pensamiento de Gramsci ejercerá, des­
tos de 1933 le obligan a exiliarse sucesivamente en Suiza, Austria, pués de la Segunda Guerra mundial, una influencia no desdeñable
Francia, Checoslovaquia y los Estados Unidos. A pesar de sus tri­ sobre el Partido Comunista Italiano— que conseguirá, mejor que
bulaciones, consigue proseguir una obra considerable e inclasifica­ otros, preservar su autonomía respecto a Moscú— , así como sobre
ble, irreductible tanto al marxismo ortodoxo como al de la escuela numerosos intelectuales marxistas deseosos de escapar a la ortodo­
de Frankfurt y marcado por una constante preocupación ética. De xia soviética. E l humanismo que le anima se reencuentra en Sartre,
sus trabajos sobre el poder subversivo de las místicas religiosas y de y la preocüpación gramsciana del análisis conceptual, en Althusser.
124 I25
H IS T O R IA D E LA FILO SI sL SIG L O X X LA S FIL O SO F IA S D E L F IN A L

Nacido en Hungría, G eorgeO ?olitze^(i903 -1942) emigra a


Francia en el momento del fracaso a é^ tevo lu ció n de 19 19 . Inte­ EL FINAL DE LA METAFISICA
resado por el psicoanálisis, publica en primer lugar una Crítica de
los fundamentos de la psicología (1928), situada bajo el signo de un
«retomo a lo concreto» y de una reflexión sobre el «drama huma­
no». A partir de su adhesión al Partido Comunista Francés (1929),
dirige ataques contra el irracionalismo, representado a sus ojos por i^ g .;^ q:qyÍG£Í^ —o, por lo menos,•sii^<figiH*á» clá^
Bergson {Fin de un fraude filosófico: el bergsonianismo, 1929) y algu­ ssiá^^^ffáfísidSi-^éstáiácabada."
nos años más tarde por el pensamiento «existencialista» de Hei- ¿Es necesario reemplazarla por algo diferente? ¿Por qué? ¿Por
degger, Jean W ahl y Gabriel Marcel («La filosofía y los mitos», ar­ una forma de pensamiento más «fundamental», el «pensamiento
tículo de 1939). Durante la Segunda Guerra mundial, participará del Ser» (Heidegger)? ¿O bien por un proyecto revolucionario,
activamente en la Resistencia. Detenido por la policía de Vichy, anclado él mismo en una vasta «concepción del mundo» (Lenin)?
será fusflsd6l¡||>r los nazis. i¡|ji|É?usteia^^^ la misma pregunta re­
PauO ^zant 1905-1940) tampoco tendrá demasiado tiempo para quiere una respuesta más prudente, más «positiva». Pára los sabios
construir unf-obra. Hijo de un empleado de los ferrocarriles, com­ qu^retmÍ^Óñ^uS;áfimdád^^mT^cfróMóldamóSQyfleIGírculo de
pañero de liceo de Sartre, entra en la Escuela Normal Superior, se :Mengfisl&áíhconiu^ —áñatémáficas¿v:ex^
convierte en marxista, viaja a Adén, se inscribe en el Partido C o­ SperíMentalfes^al^ñ&cPrreSpnnfl^ fofi^^ físiofr >
munista (1927), pasa la agregación de filosofía y, después de un año ^¿plaatéM s^^ g g ílM M g m l^ q i^ l^ ^ iP b ^ d fiió ^lási^éstiQ nes a>
de enseñanza, decide consagrarse al periodismo. Su mejor libro, Los ño puede-
perros gua?-dianes (1932), queda como grito de revuelta contra la fi­
losofía espiritualista y reaccionaria que domina en la época la uni­ Bautizada comc^^eÓPÓsiny-ismo¿p—aunque no tuviese apenas
versidad francesa, y que encarnan para él las «cuatro bes»: Henri relaciones directas cop?el pensamiento de Auguste Comte pero
Bergson, Maurice Blondel, Émile Boutroux y Léon Brunschvicg. también J^§||t^||f^fófflC Ó Í% >^(más tarde) ^gmpirísniqdógico^,
Partidario del compromiso absoluto, Nizan se esfuerza por conce­ ese mpyiimgptíQ^^sqtje están^jicqladq|.dps,|ipm|)res de Moritz
bir la filosofía como una obra colectiva, impregnada de los proble­ # Sóíiíick/JRudolf CamapifHans'Hafrfgy^LÍtto Neurafli—no consti­
mas de la vida cotidiana, hecha para el pueblo y por él. M orirá en el tuye una escuela propiamente dicha. A pesar de la publicación de
frente, a comienzos de la Segunda Guerra mundial. un manifiesto colectivo (iQ2Q)y;ehfr^§Üs¿áde^tos reina la inavof dL
Steg®at^g®ínidM5Jieserit0S*deáes^ :nis^-des- ,^ rsid ld iI^ Ó p in io n e¿ lo mismo que entre sus tres o cuatro cabe­
pués de 1945—l^§i;ttahajos?d©rSa3?t3ié^Mthusser^^^ zas de fila.___________________
^r^^^nppe^la-al^imdaateíprQdüGciónipohtiGQ^fflosófiea-Cque no fefiára'cterisñcas^gene feconlúriés:;^}
carece de interés) délM¡MóluHófeáfro;GhinoMa©!ÍFsefíFung:(i893-i976)

s g g l| ^ ^ ^ ^ ^ t e & d s t ó * d ^ á B Í É m w a t ó m ^ - - c o m o Leibniz y
noviembre de i989)^a^gbMáip^:dáriárlá;filOs®fíáMia®Mstaiunáe.id© B o l z a n o ^ p ^ a |^ g q a ¿ ^ y e r s a ly .^ á a ^u^s^nd j¿£ra^éi3¿ducfr «
gglp#. WSiMpSkdglí^ustoard^ái sinidúdádárgOsfr'éMpó^ñ FéGupe1^ unaAimesfiónAiá^BáMcóht^^élfínMíésptÉgá^^éMjH^á^ó^ara--
mostrar que se trata de umfakoqj^obleimL ¿Convencidos de que esa¿-

:friiilráiíaf' ,t e g A ^ ^ d ^ ^ ^^d^t^S^^m §cSbé^^^l^yer^fóÓ tihtá del «giro-.i


126 127
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auspiciado po% ,Frj^|pM ooí| yf^u§seÜ¡1 por Russell bajo el nombre de monismo «neutro», así como la pri­
ciándole una significación aún más antimetafí¿í6’| | ^ ^ | u s predece­ mera filosofía de Cafnap, la de la Aufbau (1928).
sores. Además, es;a^ m eoposi.táyis.tai GustaV^Éergmann#qiúeHúma. íE^aim edida^^ifé-^éíM tg^^ádilM FéreóñjüntO 'délo&'ébn-
je p t^ |d ||to d ^ !!s :^ n !e ^ ^
jfeeluti e idéntica fílente, el«<sensácionüfismo»^ustifiGádgüáIñiéfítél&' tesis
4¿(a|unidaédei la éiéñtia^adiféq^ los .•
Porsu^ftyúrisSmoAdg^ j|i0 f^ ^ g S s|ip # lib ú p ád b sv> p (S^ aasd asM iñ éiás^ d éh ésp ífitu »
s&Rp^tam a^^afiP-^ipes^dekrqueaEa^j^^ ^ a io m ^ a ^ m ia ^ e F ^5®PpÍlfíñpM ífdÍfebt^fdedássdéáayiafíiralezas L a deuda de és­
tos con respecto de Mach es, pues, considerable—incluso si no se
acg};cai:se}a,){^^ comente de pensamiento de la encuentra en ellos su creencia inquebrantable en el origen fisioló­
que ya hemos hablado, ( é l ^ i t t p i r i o ^ —nacido, gico de las leyes lógicas, ya criticada por Husserl.
como la obra de Bolzano, en el seno del Impen^^tts^qhúiigaro. Cuando Mach se jubila, su cátedra es ocupada por otro físi­
Maestro incontestado del neopositivismó|Ma^jpiTseña duran­ co austríaco, Ludwig Boltzmann y, después del suicidio de éste
te veintiocho años física experimental en la Universidad Carlos de (1906), por el filósofo Adolf Stóhr. Durante estos años decisivos
Praga, antes de aceptar (1895) una cátedra de filosofía— que rebau­ que preceden a la Primera Guerra mundial, entre 1907 y 19 12 , se
tiza «cátedra de historia y de teoría de las ciencias inductivas»— en constituye lo que se llama en ocasiones el «primer» Círculo de
la Universidad de Viena. Conservará este cargo hasta que la enfer­ Viena. Se trata aún de reuniones episódicas entre tres jóvenes fas­
medad le obligue a retirarse (i9 o i).^ ^ fíÍá ^ p g ^ ^ n ^ ^ s a q iq n a ^ í cinados por el empiriocriticismo y deseosos de intercambiar ideas
jliSí^^irádiéálfiMáóh— como se ha dicho—reSsMóMlMft^dacinetafí? sobre ese tema de moda. Uno de ellos, Hans Hahn, es matemático.
E l segundo, Philipp Frank, físico. E l tercero, Otto Neurath, eco­
/absi^aeciones^pñStiféidM^ nomista y sociólogo.
d e¡ s ensü&iopesi f i b f l l l í l l [ i i í l i q ^ La filosofía de las ciencias está en el corazón de sus discusiones.
lealdel investigador cqnjjste— según Mach— ehld^Il&ME^iOÉini^ Discípulos de Mach, esos tres jóvenes lo son también de los físicos
do^ no /envpretenderise^h^ franceses Pierre Duhem (18 6 1-19 16 )— cuya obra maestra, La teo­
.;que:^nas.«fgiiomenpl^^ ría física, su objeto, su estructura (1906), fue traducida al alemán en
Fiel a esta lógica, Mach recusa la noción de causalidad— que su­ 1908—y Abel Rey—cuya Teoría de la física también aparece en ale­
giere reemplazar por la de la relación funcional entre variables— , mán en 1908. Los futuros neopositivistas resultan así impregnados
igual que las ideas, newtonianas o kantianas, de espacio y de tiem­ deL«conyep£Íqn3Íigi£g»^fín^d.^
po absolutos— prefigurando así su próxima destrucción por Eins- la tesis según la cual las proposiciones de base dedas.tearias.cienfí-
tein. Rechazando de una manera general todo enunciado dotado ficas, siempre escogMas ,pQyjina-.decisi©n-deLinvestigador, pueden
de mi sentido aparente pero que comprendiese términos a los que ser revisadas en caso de necesidad. Pero sus debates sobrepasan
no podría vincularse ninguna significación empírica, rechaza de­ —si llega el caso— el marco epistemológico para abordar los pro­
jarse encerrar en la oposición tradicional entre idealismo y mate­ blemas políticos, sociales y religiosos, a los que están muy lejos de
rialismo. Su «sensacionalismo» se emparenta, por contra, con las ser insensibles.
tesis defendidas por William James— que viaja a Praga (1882) para L a experiencia de la guerra refuerza por otra parte en ellos el
encontrarse con Mach— e inspirará la doctrina sostenida en 19 14 6 5 peso de estas^lüta£& preocupaciones. Conquistado por las ideas de
Marx, OttoÍNeuratJr (1882-1945) entra en 19 18 en el Partido So-
65. The Linguistíc T u m , ensayos reunidos por Richard R orty, Chicago, T h e cialdemócrataüiPaño siguiente interrumpe sus actividades acadé­
U m versity o f Chicago Press, 1967. micas para ocuparse de la planificación al servicio del gobierno so-
12. 12 9
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ff •n
cialista recientemente instalado en Baviera. Cuando este gobierno, Rudq|f_Car|japTi Spi-ipyo^sesiñtdfésl^désdi'tñü^jóven^ por las
que había devenido comunista, vuelve a recaer en la derecha (mayo ip;^t9n^|g|S¿¿iái^sica y la filo$ofraí%En el otoño de 19 10 va a Jena
de 1919), Neurath— después de haber escapado a una tentativa de para seguir los cursos de Frege. La explosión de la Primera Guerra
asesinato— es arrestado y condenado a dieciocho años de reclu­ mundial le parece desde el primer momento una «incomprensible
sión. Por la intervención del gobierno austríaco, su pena es con­ catástrofe».666 7Movilizado, combate en el frente hasta 19 17 . Saluda
mutada por la de su expulsión del país. Neurath vuelve entonces a con alegría la Revolución Rusa y, en 19 18 -19 19 , la efímera victoria
Viena, donde es nombrado director del Museo Social v Económico. de la izquierda en Alemania.
Al mismo tiempo y por consejo de Hahn, la Universidad de V ie­ En 19 2 1 obtiene el doctorado en Jena con una tesis sobre el
na decide llamar al filósofo alemán Moritz Schlick (1882-1936) concepto de espacio, marcada por la influencia de la teoría de la
para oc^g$l^fcátedra de Mach, vacante desde la muerte de Stóhr relatividad. E l mismo año, se zambulle—siguiendo un consejo de
(19 19 ).^^hliek^es, en ese momento, el autor de dos libros, Frege— en la obra de Russell. La lectura de Nuestro conocimiento del
doy e^ddd^^iíd^ñW A&nfemp&rdneaf 19 17 ), que desarrolla las im­ mundo exterior le causa una profunda impresión. Simultáneamente,
plicaciones filosóficas de la teoría de la relatividad, y una Teoría^ extrae (1Q24) a partir de los Principia mathematica un Esbozo de ló g i-
que vuelve a tomar la crítica bolza- r^-^2j^gj^fígtf-qiie-será--publieado-eñ--LQ2-Q—-v^que resulta, con el
niana a la noción de juicio sintético apriori. Tales juicios no podrían Tractatus, ¿uñaradas.pmmeras«obrafrqn eTQmaTlosófieamente en -
existir puesto que no hay intersección entre las proposiciones lógi­
co-matemáticas de un lado, que son analíticas apriori, y las propo­ E n 1923, finalmente, otro encuentro seTe'^elTdétgfmmante para
siciones sintéticas de las ciencias empíricas por otro. L o cual exclu­ su evolución: el filósofo hamburgués Hans ReichenJagcfr^ji9i'I 953)>
ye, al mismo tiempo, la posibilidad de enunciados específicamente que acaba de publicar (1920) un trabajo de-inspiración jfhikantiana.
metafísicos. ^ Teoría de la relatividady conocimiento a pr/orí.i^Jarnap'y Reichenfach se, 7^
Schlick se instala en Viena en 1922. Y es precisamente Hans» jap^®J>tP3;d@^úeTéFsigñemetaismo;ohjetivo5 reempla^rJTespecu-
H i t o quien convence a los matemáticos de la universidad— Fríe- | p e n s a r , . f i e l alas reglas de
drich Kurí^Godél-^--, así como a sus amigos Frank y 1 Í ^ B S ^ ^ B K lgitQs^^gipnesédedaiexperienría^
Ngp'EftÉ^para reunirse periódicamente con Schlick—siendo por Redactada en los años 1922-1925, la Aufbau ve la luz en 1928,
tanto éste el único filósofo «profesional» del grupo. Sus reuniones después de la llegada de su autor a Viena y de sus primeros contac-r
informales, que terminan por institucionalizarse los jueves por la tos con el Círculo.^ §dü£idolpÓ£étaóm^ que defien-
tarde en un café vienes, permiten a sus participantes descubrir con­
juntamente los trabajos de Frege y de Russell, así como el Tracta-
tus de Wittgenstein, cuya versión definitiva aparece en 1922.
E n 1926, el;ígyugo se refuerza con la llegada de un joven ale­
mán,sRudolfí^áfnapJque desea obtener la habilitación por la U ni­
versidad de V ienarA partir de ese momento, el «segundo» Círcu­ E n otras palabras, Jfp o sp jJa d Q ifiló só fi^ ifil^
lo de Viena conoce, durante cerca de tres años, su fase de actividad ugñ¿iMl«$eHsacjqñá al «fenom ena lisma»- ru -
más intensa. T res años marcados, entre otros, por la publicación
del libro más ambicioso—y el más controvertido— de Carnap, 66. Rudolf Camap, «Intellectuai Autobiography», en The Pbilosophy o f R iidolf
frggM Í^ B Í 9MMñÍM&d§}smUnd& {Der logische Aufbau der Welt). Cam ap, textos reunidos por Paul A Schlipp, LaSalle (Illinois), Opea Court, 1963,
p. 9. [Trad. cast. de Carmen Caste\¡s:Autobiog/-afia intelectual, Barcelona, Paidós, 1992.]
67. W . V . Quine, « L e combat posidviste de C am ap», en L e Cercle de Vienne,
doctrines et contraverses, textos presentados por Ja n Sebestik y Antonia Soulez., París,
M éridiens-Klincksieck, 1986, p. 170.

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L A S F IL O S O F ÍA S D E L F IN A L

- S S d - ........ . * ' '-A::.TL—*S*-LT\r..'---.'ivl'í ---- -------— peí a lo que llama una relación de «semejanza memorística» o de
Qaedasp.aLa^airBapgekméT^tjQefíftija c ^ daffra^ .Brg^is§Sará&an&Slra$* «recuerdo de semejanza» (Áhnlichkeitserinnerung, en inglés recollec-
ñon of similarity), susceptible de organizar, entre las vivencias ele­
mentales, relaciones estructuradas. Se añade además, a ésta, el con­
junto del lenguaje formal de la lógica moderna.
E n el prefacio a la primera edición de la Aufbau, @a^apjsij^a?sn;- $ E l plan de la Aufbau se impone ineluctablemente a partir de ese
momento. Partiendo de enunciados elementales e introduciendo
t^ttipéñífá&eiÉ&dugteidlñSKa el contenido de nuestras experiencias sensoriales, Carnap recons­
tas;»A r é é i e n t & m ^ — expresión que apunta, por truye, en un primer momento, los objetos «autopsicológicos» (que
una p arte, constituyen la subjetividad) y, en un segundo momento, los obje­
sica ber^SónMíiacdeiáá^áfltniPióñ. E l irracíonalismo debe perder la tos físicos, resultantes de la combinación lógica de los datos sensi­
batalla, puesto que representa las fuerzas del pasado. Existen por bles. En un tercer momento, vienen los objetos «heteropsicoló-
contra, añade Carnap, profundas afinidades entre la manera cien­ gicos» (las otras personas, es decir, el mundo intersubjetivo) y, en j
tífica de pensar— que reivindica—y la actitud moderna que intenta un cuarto momento, los objetos socioculturales (éticos, estéticos,
expresarse, por la misma época, en otros campos como el arte (¿no políticos, etc.).
acaba de fundar, en 19 19 , Gropius la Bauhaus}), o bien en esos mo­ . En la práctica, no obstante, los niveles superiores de la pirámi­
vimientos «que luchan por imponer formas sensatas de vida indivi­ de apenas están esbozados.
dual y colectiva, de educación y de organización social en general», ipgH Ü cho de otro modo:
movimientos que Carnap no nombra, pero en los que no es difícil Jicos? Por esta razón Carnap, en la Aufbau, consagrg^P^eneiahde s
identificar las corrientes socialistas. Esta orientación, precisa, «re­
conoce los lazos que unen a los hombres entre sí, pero contempla
al mismo tiempo el libre desarrollo del individuo. Nuestro trabajo
está sostenido por la convicción de que tal actitud vencerá en el fu-
. 68
turo». ¿dudarlo': Por lo demás, la posibilidad de fundamentar un
íDe^éseltínicÚDidqd^qbE^ri^aná^ andamiaje tan pesado y tan complicado en un pedestal estricta­
mente sensualista—por no decir solipsista—parece de las más re­
jpued e n |s § ig 4 ^ ^ s ^ u |^ s ^ p a iit® ¿ § ^ ^ e ^ ^ tia s J^ í^ S i^ q ^ m b ú ^ ducidas, desde el principio.

Conforme a la doctrina deMach, los «elementos de base» son cua­


lidades sensibles («ese rojo») que afectan a nuestra subjetividad á ^ tU i
cuando percibimos un objeto, experiencias globales e instantáneas ■que^taf
Et-aLnr
que Carnap llama «vivencias elementales» (Elementarerlebnisse).
Constituida por sensaciones, la base de la pirámide es pues «au- ...... .................... ...................... .............. .

topsicológica» (■eigenpsychische).
En cuanto a la relación de base, Carnap prefiere confiar este pa- Del entusiasmo que se apodera entonces de los positivistas lógi­
cos nace, el año siguiente (1929), un texto colectivo al que se hace
68. R u d olf Carnap, The Logical Structure o f tbe World, Londres, Routledge and referencia en adelante con el título á^Mmif&^mdekBmmloAeMimíP.
ICegan Paul, 19 6 7, p. xviii. [Trad. cast. de Laura M ués de Schrenk: L a construcción
lógica del mundo, M éxico, U N A M , 1988.]

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Igualmente conocido con el nombre de ^iQllitb^m^állo^— en ra­ L a segunda sección se abre a la reivindicación de un estilo teó­
zón del color de su cubierta— , ese texto es anónimo. Sólo el prefa­ rico cercano a la estética que elaboran, por la misma época, los
cio está firmado por Hahn, Neurath y Camap. Estos explican que adeptos de la Bauhaus, del constructivismo (Tatlin) o del neóplas-
el folleto está dedicado a M oritz Schlick— quien, temporalmente ticismo (Mondrian): «La nitidez y la claridad son buscadas, las leja­
ausente, da en ese momento conferencias en California, en Stan- nas sombras y las profundidades insondables rechazadas; en ciencia, O
ford— para agradecerle haber escogido permanecer en Viena en nada de “profundidades”, todo es tan sólo superficie».70 Rechazan- 'h
lugar de aceptar una cátedra que se le ofrecía en Bonn. Ese pretexto
permite a los autores exponer las grandes líneas de su concepción ñ ó £^ gi^ p ^^n 4M ^tM 4^S;dfelav^eÍarificaai^^yeg:decir d e Ia im liy O ;.
del mundo. E l título verdadero del folleto es, por otra parte, Jka&

Weltauffassung: D er Wiener Kreiss).


.0
La iniciativa no dejaba de tener precedentes. Ya en 1 9 1 1 Mach Ante aquel que afirme, por ejemplo, que «Dios existe», el posi­ 'o
había firmado— en compañía de Einstein, Freud y Hilbert—un tex­ tivismo lógico no respondería: «Lo que tú dices es falso», sino «¿Qué 0
to llamando a la creación de una sociedad para la difusión de la filo­ quieres decir con semejante enunciado?». ^ni||demarcación muy 0
sofía «positivista». Sin embargo, ese primer manifiesto— que que­ ^ ^ 3||p |(||^^ g ||^ q ¿ep :^ ^ d Q § ¿q p o g^ g -frasfs: lasídé la.ciencia)
dó sin continuación—no es citado por el «folleto amarillo», cuyos que, por el análisis, pueden ser reducidas a enunciados que condrU
autores tienden a destacar la novedad de su propio programa. o la poesía*
Este se inicia con una declaración que no habría reprobado Lenin: |^ ^ g í^ ^ S iiÉ i^ h d b ^ ifi|u frld ®fp ^ ^ ^ |n íg ie rt;q íq ip d q v sin ó .la y
hay un conflicto entre, por una parte, la metafísica—que los autores é ip í^ íé h ^ e M ñ ^ ^ ti^ ^ fú ftd é ^ á ^ id á il71 Incluso convendría dis­
aproximan a la teología—y, por otra parte, el espíritu de la Ilustra­ tinguir aquí entreiláiptiésfá^la forma mejor adaptada a la expresión
de tal sentimiento, yl^ánétáfísi'eá*—qiie no tiene, a fin de cuentas, o
ción. Entre los defensores de esta última, se cita brevemente a Russell,
valor científico ni reales cualidades poéticas. o
Whitehead, James y los marxistas. Viena es presentada seguidamente
como un lugar propicio para la eclosión de una nueva concepción ¿C}ónvo cxjflicaj^;4m^lea»cQiiflidon^eLéx¿todústQtico tle. c.stA • o
científica del mundo. Entre otras razones para tal elección, figuran la ipffiaafe Admitiendo que hay aquí un problema, y para explicarlo, los b
herencia de Bolzano (de quien Hahn ha editado, en 1920, las Parado­ autores del «folleto amarillo» recurren al psicoanálisis freudiano, a
jas sobre el infinito), la influencia ejercida por Mach y, por último, la la teoría de la «superestructura ideológica» (es decir al marxismo),
elaboración de ciertos aspectos del pensamiento de Marx por los pero también a aproximaciones puramente lógicas. Bá,^<#bérraeio-'; u
«austromandstas» Adler y Bauer. Las ciencias sociales se encuentran, Ú^^Piqq^giE^9S:;iueta&ÍGóS' ¿no procederán de su dependencia o
pues, situadas en continuidad con las ciencias de la naturaleza, ¿ferá demasiado estrecha de la forma lógica de las lenguas naturales, o de
o
cuanto ados .nitores del foflgto^é-défiiiéñsáísíMaismósf^m^fQrm^i- cómo sobrevaloran las capacidades del pensamiento «puro»?J^pa^
gad^iMgMM^^emmríandp^teemaflgantiaaa^difefo^tinteticQ
L)
pfllcon la metafísica^ oeirvitambieiMd^^ÓsóMelíÓ^epáililá^i^gf i ^ fof-
flgMÍMifea§?¿Mk>s^IóblfmagiicáfifiQps^«Los esfuerzos desplegados ^Siós?deMlés&fgbéiTaríones#,;queda:j
para organizar las relaciones económicas y sociales, unificar la huma­ seno
nidad, renovar la escuela y la educación están—subrayan— íntima­ I M iÍ ^ B ^ Í Í ^ M ffl^ t t h e ^ M t ^ jM ó flr íg ^ M ;r e e Q n s t r u id g s >
mente ligados a la concepción científica del mundo».69 ífEpáltiPflMmigsffc^ Jn programa que
no es otro, como se ve, que el de la Aufbau.
69. M anifesté du cercle de Vienne et autres écrits, publicados bajo la dirección de
Antonia Soulez, París, P U F , 19 8 5, p. t i 4. 70. Ib id .,p . 1 1 5 . 7 1. Ibid., p. 1 16 .

I 34 *35
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L a tercera sección expone, clasificándolos por dominios, los ritz Schlick, por ejemplo, que recibe el homenaje del folleto a su
principales problemas «surgidos de las diferentes ramas de las retorno de América, desaprueba el tono a su parecer demasiado ra­
ciencias» sobre los que desean tomar posición los miembros del dical; y sus tensiones con Neurath no harán sino avivarse en los años
Círculo. A propósito de la naturaleza de las proposiciones mate­ siguientes
máticas, por ejemplo, se pronuncian en favor de la tesis— defendi­ N o obstante,áÜ
da por Wittgenstein— según la cual éstas serían puras tautologías.
Finalmente, la última sección precisa que tales tomas de posi­
ción filosóficas en el dominio de las ciencias no constituyen una
manera encubierta, de hacer renacer la filosofía de sus cenizas. Sea
cual sea el término con el que se designen las investigaciones del Sobre todo, publicara en su segundo número (19 31-19 32 ) ujfetext^
Círculo, no apuntan a recrear una filosofía entendida «como cien­ pE(TO^j_Q^fimado^sta;vez:;sólo;-por^@arnapr^úiqiOdría pásar:
cia fundamental y universal, al lado o por encima de los distintos
dominios de la única ciencia de la experiencía».71 jConterariamentg;f
fín.efeGto^adOjiqneaafirm^ddusserl^syríenciasMse¿b:as;tan«a?^^misr
\
¿im s^ |lfe ^ in in ií ^ i i 3 Í Í ^ S te s é r^ L n d ^asmi<de^serúuzsadas.
Titulado «La^supétacióml
L a concepción científi­ nS¿Mprisgló;^c,o¿eliAenguale^?essw^feó^
ca del mundo desemboca, pues, si se quiere, en una filosofía inter­
na a la práctica científica misma. Pero no a una «filosofía de las
ciencias» que pretendiera estar por encima de esa práctica. Ciertamente, ladnsftiraciómdfequ^^ Sin re*
E n conclusión,
Haca de|suípr©ppsitp?En contra de los partidarios de la metafísica,
que son habitualmente los defensores de un orden social periclita­
do, se presentan como los adeptos de un empirismo compartido Lector de Mach, ^Vittgenstein radicalizó las perspectivas de éste al
— además de ellos^—por «las masas» y que va a la par «con una ac­ calificar de «desprovista de sentido» {unsinnig) «la mayor parte de
titud prosocialista».7L L á * n c § p ^ n i.;§ i^ ríg c a ^ e i^ ,|^ d o ¡ípu§de: ^ las proposiciones y cuestiones» legadas por la tradición filosófica
(‘Tractatus, 4.003).
E n otras palabras, «la» E n el interior del Círculo, MoritZi®®hhckiha^preGedidpíVa: CaE-
mosmoyisióxi uentífig^si^e^.la^dgfyda^áM R^g.skm a^-74 n^P^utópRndoí(i926)^^^€p|o^<La¿i5^@ncia, el conocimientof;
Ampliamente difundido a través de un congreso celebrado en f|4 ^ |a fís ic £ ^ ^ de que la metafísh
PragaT eñ se^ E m b ñ r3eT 9 29 r& rao flet^ en seguir cg^e^ d a me4idajenj:que;|?retendgAeLGOn^ en un sentido
da en un relativo olvido entre los miembros del Círculo. En primer :^asi§n.áente^es^súnpiémentetdmp;osibié;'? su;.-;proyeeto; envuelve,,
TugarTiporque'sTremite a una interpretación del Tractatus qufcjrí rpna^eqm radi^ «Si el metafísico—explica
p r o ^ ifíJ ^ t ^ ^ ^ ^ _ r e c h a z a . .En .segm'.do. lugar. porque las tesis Schlick—no aspirara sino a la experiencia vivida, su demanda po­
defiende están muy lelos de serunánimes -entre losmiemhrcsjáel dría ser satisfecha por la poesía, o el arte, o la vida misma [...]. Pero
Círculo. L a orientación prosociaíista, en particular, si bien es la de al querer vivir la experiencia de lo trascendente, confunde vivir y co­
Carnap y Neurath, suscita menos entusiasmo entre los demás. M o­ nocer y, prisionero de esta doble contradicción, persigue sombra:
falsas». En la medida en que los textos metafísicos evocan lo tras
cendente, pueden—en el mejor de los casos— enriquecer la vidí j
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juzgada como demasiado «formalista». E n 1934 es traducido al no pueden ser comparados sino con otros enunciados, nunca con lo
francés. E n los años siguientes, Heidegger se esfuerza en refutarle real mismo. Una teoría científica no reposa sobre experiencias vivi­
las tesis. Sin citar nunca a Camap, sus notas tituladas «Superación das, sino sobre un conjunto determinado de «convenciones» lin­
[Uberwindung] de la metafísica»,82 redactadas entre 1936 y 1946, güísticas. Las que forman el basamento de la Aufbau podrían,
critican la doble reducción positivista de la filosofía a la teoría del pues—según esta tesis tomada de Pierre Duheni—, ser reemplazadas
conocimiento y al empirismo lógico. Y concluyen que, si la meta­ ventajosamente por convenciones «fisicalistas», más conformes con
física— o la filosofía en general— efectivamente ha finalizado, el fin la generalizada idea según la cual la existencia de objetos reales, in­
de ésta no significa en absoluto «el final del pensamiento». dependientes de nuestra percepción, constituiría la base de la cien­
Se puede imaginar, por último, lajréaceionM^j^ t ^ é ñ S t e in^ cia empírica.
.en Canjfirídg6-(1 929) >vín^dejáld£s^-^ Admitiendo en parte el buen fundamento de estas observacio­
m^MdisMM^cónOrélaGiÓn al CíreuloedeJ^ena^ Sus entrevistas nes, Carnap responde a través de dos textos, «E l lenguaje fisicalista
con Schlick v Waismann, entre diciembre de 1929 y julio de 1932, como lenguaje universal de la ciencia» (revisado y traducido al in­
muestran que ®iñ3^|g§eiÉa^dl^ríd©¿rínrí!esÍi^^h^príndpÍ0«d(^ glés dos años más tarde como Tbe unity o f science) y «Psicología en
^ g á fe tíJM lte íO T a ^ « m rñ id á d le hañ atribúido fosmeopOsitívis- un lenguaje fisicalista». Renunciando a deducir los enunciados
tas^uueah^deiada-fife>creei~endain^ríbilidadMediacer?desapaEeceB protocolarios de experiencias primordiales, sostiene con todo que
aquellos podrían ser puestos en relación con éstas, por medio de un
procedimiento de «confirmación» más liberal que el «principio de
verifícabilidad» reivindicado por la Aufbau.
Estos, por otra parte, distan de estar todos de acuerdo con Car- N o es suficiente para Neurath, quien, replicando inmediatamen­
nap, como lo va a mostrar el desarrollo de nuevos debates internos te con un artículo sobre «Los enunciados protocolarios», califica és­
en el Círculo, en la primera mitad de los años treinta. tos de «ficciones metafísicas», y denuncia la tentación solipsista que
se esconde—según él— detrás de la creencia en su posibilidad.
¿Mentido— o convencido—-, ;@ a j^ úy^rm4HfeT^]R:reGonQcer^cn .
S H ^ fr t e ^ e ^ ^ ^pbreilos-ienmcigdosfp r M c ó la M á ^ qúASUjieh
E n el centro de esos debates, la Aufbau se encuentra entre dos fue­ ig^epunpíagosft^ uvin^
gos. Su base «fenomenalista»— derivada del «sensacionalismo» de dicai;|quería^ríeneiaúebe.^gfobalmentea^pQvarséS'enríiatos:de oh^
Mach y Schlick—es considerada como poco sólida por Neurath, J f E M ilil^ ^ S a i^ d s H m p ^ ^ s ta n té-^siñaperíüi cio:igrave—,-réeriipla-
que propone sustituirla por una base «fisicalista». Pero esa susti­
tución supone, por su parte, un «convencionalismo» desaprobado
por Schlick.
La ofensiva— que hace estragos en Erkemitiiis-—se declara en
19 3 1-19 3 2 , cuando Neurath—mediante un artículo titulado «La
sociología en el fisicalismo»— ataca la idea de que se podrían distin­
guir fácilmente los «enunciados protocolarios» del resto de enun­ Sphl^kig^gaapelifflt^asesasde^adiaciayáo^q ue consi dera una
ciados científicos. De hecho— declara Neurath— , los enunciados ^ríEüí^§ae^teivismo. ¿Se debe aceptar no importa qué fábula, so
pretexto que su coherencia interna no tiene fallo alguno?'Carnap
82. N otas recogidas en M artin H eidegger, Essais et Conférences, trad. fr., París,
no está dispuesto a admitirlo. Pero no está tampoco decidido a re­
Gallim ard, col. T e l, 1990, pp. 8 0 - 115 . [Erad. cast. de Eustaquio Barjau: Conferen­ troceder, como lo atestigua el último de sus libros publicados en
cias y artículos, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1994.] Viena, La sintaxis lógica del lenguaje (1934).
142
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LAS FIL O SO F ÍA S D E L F IN A L

E se trabajo, de una complejidad excepcional, intenta realizar la la lógica (Introducción a la semántica, 1942; Significación y necesidad,
parte positiva del programa esbozado en La superación de la metafí­ 1947). Evolución que sus discípulos norteamericanos— comenzan­
sica. Después do por Quine—no dejarán de observar con fuertes reservas.
barajado— como quería Neurath—d illié^S iíi'lfflilM ^ d é^ fílos# -

4 ;eejQglg¡zarla.^s.g4 é fi^ M )i% ^ s * M ^ ^ ^ Q ^ 4'^5Í!^ ^ ^ d e M :eia;gnaa¡®


d^tfiéiitííÍc9 ps^r^^a^j^£idéÁÉ^í(5pdfe>^láb©riarAéiS9ísiistá ^ s^ ií^ a - Mientras tanto,|@amapf.§|^e|d^ueK0?afaptióí Y , esta ve^porlfiis
neGiendovqü^UñíéMíi^M si se quiere— joven fíl^|SfóSftnstnác9fprácticamente desconocido: Karl%opper
dqprócedertdédial'MáfréráfqhglH^^ (1902-1994). X* _J
lOPab^s^ííab-??. Popper no es miembro del Círculo. Nacido en Viena, es desde
1929 profesor de matemáticas y de física en una escuela secundaria,
Se descubre, a lo largo del recorrido, que suSÍeá'H"zá#éMeOiille^ pero ha seguido en la Universidad de Viena los cursos de matemá­
ya;;dtfíGÍlqTpr.qblemas'.#áiíá:d^^^ ticas de Hans Hahn. Ha conocido a Neurath en una reunión socia­
avía- vez-en,díL*^ .con si^ de­ lista. Y frecuenta, por amistad, a Carnap y otros miembros del
mostrar la naturaleza no contradictoria de las maílbiaticas, sn¿ia* Círculo, cuyos escritos lee asiduamente. Sfebien?tse/apasiona4)or los,
«metalógica» elaborada, con el mismo objetivo ^parás-la, lógica por pEqblema&T.elatiyosrada^lógica^ ap
Alfred:T arsldi;(i902-i983), y en los trabajos de df^dqliSÓbre la arit- -hjll^m^l^ittgéiistéiü^dófigi^én^ bónyeneérléf Digtarándosé d e '
metización de la sintaxis aritmética. Estrategia que, desde el prin­ bítgMlganad¿antianQ^a^daiá(^¥ft^nn realásm&dnm^alKmásjpMOj •>
cipio, le lleva a alejarse-—implícitamente—del logicismo defendido
por su maestro Frege. Gl
iU¿térmü!óf|tié!iüíi!rj3§ór¿iid^
se ^ ^ fítiá lM iH lilb b lip td ó i^ ild í^ É W id e S illd S il^ ^ b flitilíd M ^
delirsMfSMS:^ébektd^^^ieiTasdiínitáGi0nesji^araT0dO’le n g u a je ^ Si|M®Ía:itne^fígÍGa—para él—noíesfe^ d W tffiefl^ ^a^ en p ia,
dediechqjda^sii#a¿sydeA§mO;pimdéí5éEdb^ qOídg^i^eCé Antes que recu­
bulariq:-^ e;^ esfijis^ ^ tetem en tem c© sp ara^ Enuresia» sarla globalmente, piensa que es mejor intentar desmontarla «pieza
niéfí:idá;i6ífriáli@c£6Hi£Eé^^ a pieza». Además, flñí.eíítíeédií^gdn^eÉéditDalf^pi^eipiq déjveri^
p rilñ ás ;iie0s»¿-4 Empidmer/diigarj
Sirnsei^iuias^pJ^^ póTq;ne;eMstenb&^
conttibüye— como, tres años antes, los teoremas de Godel— a# ca^-enfrentada, por definición, a lo infinitamente pequeño— ada%
^^gu>se:pued^plicai;t E p ;se í^ d d iugái-j pprque ese-principíOTe--
ÜTéalizabl^sgen^parj^. f e ñ ^ ^ J i ^ ^ ^ i d ^ g q n d u g i r ^ a G arn aj^ # p ^ | S | b t e d a ¿ ^ ^ |^ Íid ^ ® Í® S ® ^ fi^ q g § 5 § (|i,^ a b ó £ a n r ;a: partir ■
«libéfalízaF^—incluso a abandonar—Piqgiegi^arq^t^dS^SEtSí^^ —dicho de
v - m a S (Confirmabilidad y significa­ otro modo, sobre una concepción «inductivista» del descubrimien­
ción, 1936). to, concepción ya largamente criticada por Hume.
<^Gfí.tifícÓ^ébn;^na?S’ebíSnti6a';cada vez más elabqrad%Pero Por eso
tiiisino cada vez menos fiel al ideal fregeano de extensionaüdad de8 3 Ifglñ á^ éfiáF^aí menos la que supone que el mundo es infinito tan­
to en el espacio como en el tiempo—p 3^ iS séi^ tiM tififig da jttmás..
83. R u d olf Carnap, Tbe logicalsyiitax oflanguage, Londres, Routledge and K e- poEsUna suma deiiqbseiyaciqnes* p©fegrandM;queHsea, ,siempre pei>
gan Paul, 19 3 7 , p. xiii. 84. Ibid., p. 222. nianecerá finita. E q q u c T ie n d ^ ^
144 *45
H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LA S FIL O SO F ÍA S D E L FIN A L

E n un texto de 1955 (pero no publicado hasta 1964), «La de-


tií?9Sj;inQ¿s.§.llegaba* maroagiómentr^.cigpcia y metafísica»,85 Popper sintetizará sus di­

|d\
II
srieneiáé vergencias irrednctiblesíícomOarnáp. Veinte años más tarde, en su

1
qlblúeiEM i&SolsKeói^
^es^pítpel-íjonsisteí- autobiografía búsqueda sin térm ino\i^'j^}, finalizará por presentar­
en:íftÍ,vminárdá'símala&^ áas qü e^ n *icQñtirs se cqjnq,;;g4yerdgderQ>«asésm cuyas prin­
¡fáipinriJ |n< cipales debilidades ya revelaba de manera rigurosa, si se le cree, su
nioide-^erifieabifidadM^ «ahiliHí»d»;r[uespet^ libro de 1934.
jmñeopQSítivista de* Sin duda hay una parte de exageración en esa visión retrospec­
lá?#iSW8i#Í6ÓnÉ®^uéííó0ñtinúarM£unaiido—por lo que a él respec- tiva. Pero, ^Hiilfe^MítSísíháyriqnéj^gfeOñ'Ó^f^ÚéíéhnéópósitivismOí-
ta— en®a¿eni^áu^eídifíéüiá*médiádós^dé íók"anós;ítréintá. Incluso si
Estas tesis están expuestas en su primer libro, ■ ^^¡4gÍ£§f^ M M lv^Sr las dificultades en cuestión nq^stánisolamemedigadasa-iosdesa-;
tigación cientíj%cqt que apareció en Viena a finales de 1934 en una co­
l e t ó n dirigida—-detalle irónico—por Schlick y Frank. E l año si­ rin©!¡^®,feiin®iaiduEeza;d.edos tiempcTs.
guiente, en Erkenntnis, Neuratb ataca el libro mientras que Camap lo
defiende. Quizás Camap sueña por entonces con hacer de Popper un
aliado—pero, si tal es su esperanza, deberá renunciar pronto a ella.
¿B@fcp!r :está firmemente resuelto a preservar su independencia. E n una Austria donde— desde finales de los años veinte—las fuerzas
Por una partefm^rienednteagión^de.mosMarse^másindnlseR^e^on1 de extrema derecha no hacen sino progresar, los miembros del
Círculo— ateos, de izquierda y a veces judíos—-constituyen en efec­
to el blanco de ataques cada vez más violentos.
^ lq> |gp ^ g^ s^ ¿^ |aiin d ñ eiM ^ & e e n c ia ^ad^^ne;:fCar- A partir de 19 3 1, uno de ellos—Herbert Feigl— decide insta­
nap ^ porfesmffisriie^no -re n ^ larse en los Estados Unidos. El mismo año, Carnap y Frank, sin
t^^jQ^^.sm m Q ÍÍs¡iobrfe^dÓ ^ca¡dedas>profaabilidades.
romper con sus amigos, se trasladan a Praga. En 1932, las eleccio­
Por otra parte, Popper condena por utópicas tanto la ambición nes austríacas revelan una subida de los nazis. En 1933, H ider
de La sintaxis lógica del lenguaje (incluir en la ciencia la Sintaxis de toma el poder en Alemania. Algunas semanas más tarde, el canci­
esta última) y, de una manera general, toda tentativa tendente a ller austríaco—Dollfuss—suspende el Parlamento e instaura un
reconstruir en un lenguaje artificial el conjunto de la,, ciencia uni­
régimen de tipo fascista. El Partido Comunista es prohibido. En
ficada. E n primer lugar, porque los teoremas de Gódel le parecen
I 934> añ° de muerte de Hahn, se tramita una orden de arresto
establecer que ese lenguaje— si existiera—no estaría en condicio­
contra Neurath. Por suerte, éste se encuentra por entonces en un
nes de responder a las necesidades de la aritmética elemental.
viaje a Moscú. En lugar de volver a Austria, se dirige a los Países
E n segundo lugar, porque, a partir del momento (1936) en que
Bajos, de donde pasará seguidamente a Inglaterra.
descubre la traducción alemana de 4osstríabajMsM^iiE^slri sobre la
Después, en 1936, se produce el drama. El 22 de junio de ese año,
semántica,#op'^|*®ftMÍÓsda'dém©stra(riQndfifiróh5acdeda:iim
Moritz Schlick es asesinado de un tiro de fusil camino de la Univer­
posibilidádiídliritadu^fc sidad de Viena por uno de sus estudiantes que se ha vuelto loco. La
Incluso llega— forzando
un poco el pensamiento de Tarski— a felicitar a este último por ha­
ber rehabilitado (en su artículo de 1931 sobre « E l concepto por 85- T rad . fr. en De Vienne a Cambridge: Pbéritage du positivisme logique, de 19 50
a nosjours, textos reunidos por Pierre Jacob, París, Gallimard, 1980, pp. 12 1-17 Ó .
verdad en ios lenguajes formalizados») la definición clásica de la ver­ 86. Karl Popper, L a Quete inachevée, op. cit., cap. 17 , «Q ui a tué le positivisme
dad como «correspondencia» entre nuestros enunciados y lo real. logique?», p. 119 .

146 x47
H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N EL SIG LO X X
LA S FIL O SO FÍA S D E L FIN A L

prensa reaccionaria aprovecha para subrayar que las ideas del filóso­ a ^ m ^ ^ ^ á f e h f siquiera adafidea^demnadilosofía .separada de la
fo no podían sino acarrearle una suerte parecida. E l ambiente en ciencia. Iféñdrá^jal .reyés,¡>el;«fecto.imprémtQ«dé reanimar el pro-;
Austria se ha convertido por entonces en irrespirable para quien se ^e^tpd^ptianqXti^sselhano) déaiñáífifósBfí^ai^Cifíhfifica^j conven-
esfuerza en pensar libremente. Y son numerosos los que— en toda eíd^-dcv ayanzar por la.«vía segura de;Jai:GÍenei;a>> .pero-distinta, a
Europa—presienten el peligro de una próxima guerra. pesar de todo, del campo: de esta última’1. Y será especialmente
Ese mismo año de 1936 es el de la gran desbandada; Camap deja Oran Bretaña y en los Es.tadosJJnidos donde la filosofía será con­
Praga para establecerse, como Feigl, en los Estados Unidos, don­ cebida cada vez más—-a partir de finales de los años treinta-—como
de terminará su carrera. M uy pronto se reunirán con él Reichen- una disciplina científica como las demás, reservada a técnicos espe­
bach, Hempel, Gódel, Tarski, Bergmanny Frank. Ainicios de 1937, cializados y abierta a progresos lentos pero ineluctables.
Popper— cuyos padres son judíos convertidos al protestantismo— RQOQteCQnfprme: conlasiideas, debGír<^
toma también la ruta del exilio. Pasará todo el lapso de la guerra en las.vdeLíKseeutido^MGü^nstein-^e^uni^mierímdpíriitta^ctividadf
Nueva Zelanda antes de establecerse, como Feigl, definitivamente
fil9%pfic%autónómay despr9Hsta ;de>compleiogaffO¿es¿fmtQ;del ,azar¿
en Inglaterra— donde, gracias a su amigo el economista Friedrich
von Hayek, obtendrá una plaza en la London.School o f Economics. ^ d ic i^ ^ n e g s^ té m o ñ ta aFregabacñcffn tfadol - t ^ ^
Algunos meses después de la partida de Popper, finalmente, Frie-
_ex-
drich Waismann se instala en Oxford. Cuando Hitler invade Aus­ PJSidPIb iKiyucd.as. tradicioncsjdocalcs sobre las que ha: podido injer-í
tria, en marzo de 1938, no queda allí ni un solo miembro del Círcu­
lo de Viena.

contradicciones intemas y délos .golpesidgslashistoriá— , ekespírM el:ries^ó:fiédnducir ^ .ermr« al hacer creer en su unidad d e inspira 1
,^Qn. Pues^si bien las filosofías anglófonas de los últim os ¡cincuenta!:
gonsjsj^enelajdji^ años:prpeednñ dcl <tÉaffld¡liIl^1iSt!£¿a^e inicios dél siglo, sihieri piir^!
ejerqer^hasta®:^ tc % # f fecr^encia,: en;que sus principales problem as puedcn^éüielari^
fijarlos p o f e f áiiálisis de los térm inos que los expresan, divérgen fre-í
c o n tra —respecto: a Ja:-eieGciónL.def lengüájfe al¡:
4. DESPUÉS DEL FINAL queícoñyéndiaa.-^retraducir» esos, problemas^ parav:fiiialmente?Tesol-r
verlos? Sé^ptódHa-inclusOí—simplificándolo todavía m ás-—avaílzarj -1
que la escuela doniinaritc en Inglaterra pone su confianza más bienl
s^hat^pgopuestofe.entren &m fe^el^aE^fflg^&^<^í^iM añ^^entTO;dek.efipí]Hte-^d(>l---«se.giinJ

prioritario ^
Ningtmayde^ella^^ e ^ ^ ú a n manteniendo— bajo formas distintas--TlaíyKágÉ^a^e:uñ^
m^nres^gprogiamaíPero, si la filosofía de Rosenzweig se remite a la lenguajé¥<<ideal>>j:,que para ellos coincide con^lM é lá: Gicñciá. ^
fe religiosa, si la de Heidegger se hunde en arenas movedizas (a par-
\ tir de 1933) con un gesto de adhesión a la ideología nacionalsocialis-
j , ta y si la de Lenin se inmoviliza (por cincuenta años) en el dogma
/ stalinista, él-destmóKmás sorpréndente>resulta----sin duda— eBdglq^p^ E n las Islas Brítám^.assael. tepeno^avorable.al ^injerto^ positivista-
SitiyEniodógieo. fue preparado pof. M oorfe'Y Russell hacia¿ 1900. Elrprim ero quiere
Contrariam ente a sus ambiciones, en e fecto ,^ sigijo p o n d rá fin obligar a la filosofía. a s©méteMer.a;Jas sujeciones: del «sentido co¿

*49
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO XX LA S FIL O SO FÍA S D E L F IN A L

imán»— tesis a la que da una expresión deliberadamente provocado­ ^lés^Rpfoin^f|;-'CQllingwoodí(i889-i943)— cercano al historicismo
ra en un artículo de 1925, titulado precisamente «Apología del sen­ de Croce—remados qpe consagrado esencial de.la ohrá—mientras^
tido común».®7 -El Jsegundoridesaconseja a los; filósofos sobrepasar' que^sndeshaeé de Heidegger, Sartre yM erleau-Ponty cbmo repre-
suiCampo propio^ la: reflexión sobre séfifáñtés déúfíá^Gbrriénte no ciendfic^(lavfenomenc>logía); el mar^
la§Agigiieias‘. Por otra parte, la instalación definitiva de Wittgenstein xismo- la b e ím e n é i^ ^ y el esti^cmrálismó hEiUan por: su ausencia..
en Cambridge (1929) y la enseñanza que allí imparte familiarizan Eor su parte, m y^^-quien, en 1947, reemplaza a Moore al
(durante los veinte años siguientes) a sus amigos y estudiantes con frente de la revisxÉm ind—no permanece inactivo. ’gLrechaza ;ef
la idea de que buen número de «puzzles» filosóficos provendrían positiyismOíñOiSeprQhíbeencambioísOmeterel.discursQmetaff-^
simplemente de una transgresión de las reglas de la gramática usual. atés^gu^^súTamculo de 19^8
^^^tei-pues^desdedos.años-iTeyí.ta, una corriente;«analítica» en la sqj^feftd^-Mt^é^Más^-dóffld á s'^ su d ib ro más importante. E l
filó^^figifijaí^mcú. EerQres en í^X^)rd v ño en Cambridge doudeesa* concento da espíritu ( tn/\oí. Este se ocupa en reíutarTa^distinción
^gQrrierite-dograiaTvrirsfi^^^^^nmera vezF.graelas-avla influencia cartesiana de cuerpo y mente, presentada como un «mito» en­
4#Írñ^gfite^dev<3ilbe^^yle?¿9oo-i976). En su juventud, se inte­ gendrado por el error consistente en atribuir a los fenómenos
resa primero por la. filosofíl^Iemana, en particular por las Investiga­ mentales una «categoría» conceptual autónoma. Según Ryle, en
ciones lógicas de Husserl—a quien reprocha haber olvidado la cuestión efecto, la mente no está «en» el cuerpo como lo estaría «un fan­
de las «paradojas» lógico-matemáticas— , así como por Ser y Tiempo tasma en una máquina». Está, en relación al cuerpo, en la misma
de Heidegger, cuya recensión netamente crítica publica en 1929. En situación que la «Universidad de Oxford» en relación al conjunto
los años siguientes, conoce a Wittgenstein y publica un artículo, «E x­ de edificios que la componen: nada las distingue, de hecho, si 110
presiones sistemáticamente erróneas» (1932), aún marcado por la in­ es por una cuestión de «punto de vista»-—dicho de otro modo, de
vestigación de un lenguaje lógicamente ideal— ambición heredada de lenguaje.
Russell y del Tractatus, y a la que renunciará poco después.
E s Ryle quien, en ^ueduzga're'düeÍ0f^Oontoa>esas;;CQncepelones^:defiende;UiiavisÍQn¿i
M ®ed ^ ifflsjA yerx(z9io-i989)— a d a ^ e^bah^Qristah;vnommaligm;de3Mmp?ú^ám1^ M lfij3mauQ-fi
neppositivistai Algunos meses más Esr^^h^kéiCóbñtempladjo^según-él.—
tarde, A yer vuelve entusiasmado por ésta. L e consagra el primer li­ do» ex/dica lo exterior.xledamianora;.más .Q!íieuva..v:iriáS;.cconóiuica.
bro sobre ese tema aparecido en lengua inglesa: Lenguaje, verdad y posible. LaKaplieación de esteq>rÍHéipióréñ#áñá:q^
lógica (1936). Hostil a las tesis radicalmente =a¿támetafísieasiLÍefem nofpodría^ser separada de.las acciones enlas qúe séniañáfiesta, que
¡dida^pqiífCiSe libro, Ryle intentara en eonsecueñciafiloquear: la na- d^^yolun^d^mftfiesMistirit^ziédás^vMiGÍOBes^^^eílÓs^íSeriti-
imn^ejéntdnA que no se producirá hasta 1959. Por *
QtTaápa^ev:Ayer::má:smo será progresivamente conducido—como tos^íglobalestdedá'persoñafidad.®
Carnap—rasmafizarcsu^priíneras posieiones^pero no por elle deja-* La obra— que suscitará una viva oposición en el campo de la
íájááSsSei^Jaasmda.m del neo- fenomenología francesa, vinculada a la herencia cartesiana—no
pos|tiyismoj¡bfitánieo. Aparecida en 1982, cuando está en la cumbre deja de tener afinidades con las investigaciones del «segundo»
de su reputación, su Filosofía del siglo AX-mncstra perfectamente la Wittgenstein, en particular con aquellos de sus textos que circula­
constancia ;de sus compromisos. Russell, Moore, Wittgenstein, ban bajo la forma de manuscrito a partir de finales de los años
Carnap, los' trabajos de los filósofos norteamericanos y los del im 8 7 treinta. Este hecho suscita indirectamente un problema, al que los
trabajos posteriores de Ryle— que rechaza además considerarse a sí
87. T ra d . fr. en G . E. Moore et la genese de la pbílosophie analytiqlie, textos selec­
mismo como un discípulo del maestro de Cambridge—no aportan
cionados por Fran foise Armengaud, París, Klincksieck, 19 85, pp. 13 5 - 16 0 . en verdad respuesta. ¿Cómo conciliar, en efecto, la prescripción

150
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG L O X X L A S FIL O S O F ÍA S D E L F IN A L

wittgensteniana de confiar en las categorías del lenguaje natural prematura muerte, con sus principales conferencias, en tres libros
con el hecho de que ese hervidero de expresiones que es el lengua­ que marcarán de forma duradera el paisaje de la filosofía inglesa:
je natural nos arrastre por sí mismo a conceder fe a la dualidad de Ensayosfilosóficos (1961), Sense and Sensibilia (1962) y Palabras y ac­
cuerpo y mente? ciones. Cómo hacer cosas con palabras (1962).
A despecho del enigma que encubre esta cues tión, Jarefereneia* Resultado de conferencias pronunciadas en la Universidad de
al.lengnaje4U5ualsa;C onvertirám uy-prontoenregla,ab^luta^tr# Harvard en iocc, esta última obra tiene como punto de partida la
losrjovenes^^egg s ^ ff.R v k ..tln^grupo-ide- é sto s^ e n el que Ryle observación—dirigida contra las teorías neopositivistas del lengua-
no participa—TSeydasa^Qnocer^dc^m^era/autónoin^jgyCoroienzQs je— de que la palabra tiene menos por función el describirlos-es­
deilos4,áñ^^hii^h^ta4¿hajo>el¿noiiibre, de¡iesc3itda^d^Qxh3.E£Í/ Sus» tados de las cosas (enunciados «constativos») que cumplir por sí
niiembrofcmás.venunc^ filosofía :dei lenguaje misma una acción: es el caso, en particular, de las trases que expre­
<<qrdin20^^^M^olin LangsháV\Austinjí 1 9 11-19 6 0 ) y Peter Fre- san volición, promesa, autorizadón.retc.n(enunciados «performati-
derípí^feasvsommacido en 1919). ,_vos»). N i verdaderas.-mJalsas. estas frases pueden ir,o.Jia-x£gui-
jfÁusHh^eÍTundador del grupo— se ha formado por sus estudios das de un efecto, en función de cómo las interpretan los que las
de filología en la precisión lingüística. Desde vísperas de la Segun­ emiten y a quienes van,destinadas. Extrayendo de esos apuntes una
da Guerra mundial, se pone como ideal la claridad y el rig o r en el "E ó m C m g i^ xln Ja,£im n m d d n —todad^éru¿^lasificacaóm tie
uso de los términos. Distanciándose tanto en relación con Ryle Ips «actQs.de lenguaje» {speecb acts) gaJE^..categQrí3^ J f i £ moda>>,
como en relación al «segundo» Wittgenstein— en quien hace pen­ «ilocutoria» y «perlocutoria»— , Palabras y accione?. Cómo.,bacer^co-
sar, pero a quien no cita demasiado y nunca sin un punto de iro­ sas conjja la b m ^ h x ^ Ú ^ } \^oA&M-fio^OÍ^O^S^ÁsJ^ÚPt^Ú&éS,.á&M
nía— desconfía tanto de la «jerga» dentista de los neopositivistas semántica, un campo nuevo a la lingüística; el de I3 «pragmática»
como de las «oscuridades» de la metafísica clásica. Finalmente, a (término acuñado en 1938 por el filósofo norteamericano Charles
pesar de ser el primer traductor inglés de los Fundamentos de la arit­ Morris), cuyo objeto no es tanto el lenguaje en tanto que sistema
mética de Frege, rechaza por encima de todo el sueño de un len­ cerrado cuanto el conjunto de los usos-qu&-ppdemos hacer fin él, en,-
guaje ideal, artificialmente reconstruido. Todos los vínculos con­ tal o cual contexto determinado. Estimulado por los txabajos'fieuh\))
cebibles del pensamiento humano se encuentran inscritos, desde discípulo norteamericano de Austin—el filósofo John Rogep.Searíp'^
Tááce^iglüS7^nda^lmguaTJrdmaTÍay^dónró'’pÓdm‘creár una mejor (nacido en 1932), quien se esfuerza en mostrar (Los actos de lengua­
un sabio aislado, en aigunasnoras de trabajor je , 1969) que esos usos están gobernados por reglas implí^ras; peco
E l filósofo debe pues, según Austin, buscar la solución de las precisas—y por los de numerosos semióticos, la «pragmática» co­
preguntes, que se formula—v que no son todas ilegítimas—^Través noce un desarrollo considerable a partir de entonces. Se encontra­
del anáhsis mmucioso de lo que nuestras «frases» quieren decir. rá más tarde el rastro de su influencia en Paul Ricoeur, Karl-Otto
Nq.hay._:o^^id^ de empacharse de erudición-histórica, AgeLyJürgen Hahermas.
ni tampoco de recurrir a lasj.nútiles «sutilezas» del gpálisis lógico- Sin duda hay que anotar que al menos un filósofo inglés— Ber-
máteí^aüco. Le^basta con, apoyarse, en un buen diccmnarip, «de­ trand Russell—rechaza abiertamente—y desde el comienzo— este
pósito» de todos los conpciniient.os posibdesT.eLativos-.aLusp c o ­ estilo de investigación demasiado exclusivamente centrado, según
rrecto de la lengua. Y con verificar, mediante el contraste, coac.lXDS él, en el análisis lingüístico. Russell— cuyos ataques sobre ese pun­
hablantes, que. ese uso se corresponde de hecho con la práctica .ac­ to apoyará Popper—juzga en efecto las consideraciones de Austin
tual de SUco munidad lingüística. y de sus alumnos tan «ininteresantes» como las tesis deL «segun­
Escéptico con respecto a todas las teorías constituidas, Aus­ do» Wittgenstein, reduciendo las unas a las otras de manera algo
tin— cuya enseñanza es esencialmente oral— no publica en vida expeditiva. Popper verá también, en el hecho de concentrarse en
más que escasos artículos. Estos serán reagrupados, después de su «minutiae (en “rompecabezas”) y particularmente en el sentido de

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las palabras», el signo de una nueva «escolástica».88 Con todo, la Por su parte, otro filósofo oxoniense—Michael
/D um ^p<ha,cido en 1925)—, convencido de quejeLmétada^smal
lo pone de manifiesto, ñor su partc^ia^abra-^e-S^awso^^ ^Mtieeprpuedg •.ap]ícarse.con4u^yi3 EQ,a.lQSfproíjen^^_po^ijfíp^.y sn,
M ás teórico que Austin y en ese sentido más próximo a Ryle cíales, da ejemplo él mismo comprometiéndose (al margen de sus
— cuya cátedra en Oxford ocupa en 1968 y donde enseñará hasta trabajos sobre la filosofía del lenguaje de Frcgc).eneicojnbate^Q;)n-
1987— , Strawson es en primer lugar el autor de un artículo, « S o ­ tra el racismo bajo todas sug formas, al participar en la fundación del
bre el referir» (1950),89 consagrado a un reexamen crítico del aná­ Joint Council for the Welfare of Immigrants y redactando un ensa­
lisis russelliano de las «expresiones denotativas». Pero su principal yo sobre los procedimientos de voto. Tales orientaciones habrían
mérito reside en aportar a la técnica austiniana, habituabnsíktg^sin- podido conducir, a su tiempo, a la apertura de un diálogo con Sar-
pírica, las justificaciones metodológicasjque le faltan. Están desa­ tre o Foucault. Pero, con todo, una de las características básicas de
rrolladas en un ]foro~Índivtduaíes (1959)— que se presenta, no sin la filosofía británica desde hace medio siglo continúa siendo su re­
provocación, como un «ensayo de metafísica descriptiva». lativa indiferencia al resto del pensamiento europeo— calificado de
L a reaparición, aquí, del término «metafísica» ilustra muy bien «continental»—y sobre todo al pensamiento francés—ningún re­
el olvido en que caen enmadejante las tesis tieTCírculo de Viena. N o presentante del cual, o casi, le parece interesante.
se trata tanto de unsim ple retom o a Kant; aunque— de una mane­ Reforzado por el desinterés simétrico de la mayor parte de los
ra muy kantiana—-Strawson declare interesarse no sólo por el len­ filósofos franceses hacia sus colegas «insulares», esta actitud—mu­
guaje ordinario sino ta m b ié n ^ r sus condiciones de posibilid_a(L_es tuamente intransigente—ha terminado por excavar entre los dos
decir por los esquemas conceptuales subyacentes a nuestra manera países un verdadero «foso» filosófico. Como testimonian el diálogo
de hablar del mundo. D e hecho, la conclusión de la obra se inscri­ de sordos, en 1958, en que se resume un memorable encuentro or­
be en una perspectiva más bien behaviorista, puesto que— para ganizado ese año en Royaumont entre filósofos «analíticos» y feno-
Strawson— sólo existen realmente los cuerpos materiales y las per­ menólogos o, más recientemente, la clamorosa oposición de algu­
sonas físicas. U n cuarto de siglo más tarde, oteo de sús,ensayos nos importantes profesores de Cambridge a la concesión a Jacques
—.A nálisis y metafísica (1985)—confirma que si, para éfí.eLmútodü. Derrida de un. doctorado bonoris cama.
austiniano cíe clarificación lingüística de los_9Qfl^gptQS- continúa L a existencia de tal foso no es solamente deplorable. Es tanto
siendo un instrumento de análisis irremplazable, e^te_instrumento más paradójico cuanto, como así lo ha subrayado justamente
puede ser puesto aT sénncío de ^ P£0Y?RtQ-,?1líólógico..que no Dummett,90la filosofía «analítica» de lengua inglesa tiene por ances­
teme enlazaiigpnriaJxadicton central-.de. ía_,filosofía clásica. tro a Frege, quien lo es igualmente del neopositivismo «continental»
Fiel a la herencia de Moore, la filosofía del lenguaje «ordinario» y —por la influencia que ha ejercido sobre la concepción de-las frz-
se interesa igualmente por el estudio de las cuestiones éticas^quq^ vestigaciones lógicas—uno de los inspiradores de la fenomenología
provoca la vida cotidiana. Desde 1952, un libro de g q h a r ^ 'H ^ ^ J husserliana, cuyos adeptos continúan siendo numerosos en Francia
—E l lenguaje de la moral—abre el camino a investigaciones sobré-[aló­ y en los países latinos. Pero sin duda será necesario aún un cierto
gica de las elecciones morales, investigaciones que relanzará la pu­ tiempo antes de que esta «puesta en perspectiva» histórica de las
blicación por Strawson de Libertad y resentimiento (1974) y, desde principales tendencias de la filosofía contemporánea sea aceptada
una perspectiva diferente, los estudios de Bernard Williams (nacido corrientemente en las dos costas del canal.
en 1929) en obras como Suerte moral (1981) y Etica y los límites de la

88. K a rl Popper, L a Q uite inacbevée, op. cit., p .1 2 1 .


89. T ra d . fr. en Péter F . Strawson, Études de logique et de lingaistique, París, Ed.
du Seuil, 19 7 7 , pp. 9-38. [Trad. cast. de Alfonso García Suárez y L u is M . V aldés V i- 90. M ichael Dummett, Les origines de la pbilosopbie analytique (1988), trad. fr.,
llanueva: Ensayos lógico-lingüísticos, M adrid, Tecnos, 1983.} París, Gallknard, 19 9 1.

154
•A '

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<...•: .1.. HISTORIA DE LA ElLOSOEÍA EN EL SIGLO XX LAS FILOSOFÍAS DEL FINAL

E n los Estados Unidos, la difusión del positivismo lógico— allí da ( 1 9 3 4 ) y sobre todo en su última gran obra, Lógica: Teoría de la in­
;V>. vestigación (1938), imponente «suma» epistemológica que se esfuerza
llamado «empirismo lógico», por la sugerencia en ese sentido de
r-N Camap en Confirmabüidaríy significación, su primer texto publicado1 por formular las reglas más generales del descubrimiento científico.
: '-J:

directamente en inglés— ha sido facilitada por la orientación rtia- Al mismo tiempo, su incansable dinamismo así como.la intensi­
jyoritariamente pragmatistjTdETa filosofía norteamericana desde ej dad de sus convicciones hacen de Dewey la encamación ejemplar
n juicio de nuestro siglof \\" ( \\ de una concepción típicamente norteamericana de la filosofía, col­
^ E l^ m g m a íisjn Q. defam es (muerto en 1910 ) y deXPeirce ^muer­ mada de humanismo y de optimismo. Nada resume mejor esa con­
0
to en 19 14 ) permanece flejhedho, hasta la Segunda Guerra níundial, cepción que la célebre fórmula—en Democracia y educación
1 \
corno elrnicadmiem-o-dominantg-eri Jas U D iver s id a d e s^norreaTTieri- ( 1 916)— en la que afirma de la filosofía que debe, convertirse en la
canast En distintos grados, inspira el «nuevo realismo», propuesto «teoría general de la educación»,91 subrayando que su desarrollo
en una recopilación de ensayos,que aparece en 19 12 con este título está ligado, de manera intrínseca, a los progresos de la democracia.
(j Preocupado—como los neopositivistas, de los que se aparta no
y firmada por un grupo de filósofos jóvenes en el que se cuentan
Ralph Barton Perry (1876/1957) y William Pepperell Montague obstante en múltiples puntos— por no separar las ciencias sociales
Q (18 73-19 53) tanto como él «realismo crítico», desarrollado como de las ciencias exactas, Dewey no se contenta con extender a las
Ó respuesta al anterior y dado a conocer en otra recopilación de en­ prkneras~su"reflexión sobr^ h me.tnAnlngía A* Tac segundas. Apoyada,
■ 'i sayos (1920) por Arthur O. Lovejoy (1873-1962), George Santayana en la-tesis-de^que la sociedad emgeneral es el «laboratorio» dondeA y1)
(1863-1952) y otros. Influye incluso—más de lo que podría creer­ sejdabora todo pensamiento, toda su obra se dirige a mostrar que
se— en el ideal «comunitarista» de un amigo de Jam es y Peirce, el el principio del respeto a la experiencia no es en absoluto separable
filósofo y lógico Josiah Royce (18 55-19 16 ), por otra parte defensor de la preocnpactónqKmiaJihEEtadJiidiridiial.y p o rJk solidaridad
de un idealismo absoluto y profundamente religioso. Pero las dos colectiva, particularmente en favor de los más desfavorecidos. Desde,
s--; ese punto de vista, constituye la primera tentativa original en favor
obras en las que eh|fragffl^tismo culmina de la manera más com­
pleta son las de J ofm D ew ey^el filósofo norteamericano más impor­ de construir una «política» pragmatista, estrechamente dependien-.
tante de la primera mmjdíféí siglo—^-y Clarence Irving Lewis-—que, teÜe Pfl^^Q^ép.ciQn-experimeoJal^.utilitaria-tiel c onocimientxya-.
después de haber sido alumno y ayudante de Royce en la Universidad su vez derivada de-Peirce-vM&James^
de Harvard, se convertirá en uno de los maestros de Quine. Por último, deseoso de vivir hasta el final sus convicciones más
Considerando el conocimiento como un instrumento gracias al íntimas, Dewey no teme comprometerse a lo largo de su larga exis­
■. !
cual el hombre puede a la vez adaptarse al mundo y transformarlo^ tencia en múltiples acciones militantes: como Russeil, si se quiere,
Dewey (1859-1952) prefiere calificar de «instmmentalismo» su pro- pero defendiendo—a la inversa de este último— la coherencia pro­
pia_doctrina. E n Chicago— donde trabaja de 1894 a 1904, antes de funda de sus compromisos con el resto de su filosofía. Atraído por
incorporarse a la Universidad de Columbia en Nueva York, donde las regiones del mundo donde se inventan las nuevas formas de or­
enseña de 1905 a 1930— , funda una escuela «experimental» que le ganización social, viaja durante ios años veinte a China, Turquía,
permite a la vez elaborar una nueva pedagogía y emprender investi­ Méjico y la U R SS—países cuyas innovaciones educativas estudia
U gaciones originales de orden lógico y psicológico sobre la naturaleza con interés sin por ello adherirse a ellas, a diferencia de su discípu­
de la inteligencia. A pesar de que éstas estén, desde el inicio, centra­ lo y amigo Sidney H ook (1902-1989), el cual se adhiere al marxis­
w das en las relaciones del pensamiento y la experiencia, no están apar­ mo durante unos años, antes de convertirse, a su vez, en antícomu -
e tadas de las grandes corrientes del idealismo europeo. Marcado, en
su juventud, por su lectura de ICant y de Hegel, Dewey aspira— como 9 1. Jo h n D ew ey, Démocratie et iducation, fcrad. ft., París, Arm and C olín, 1990,
este último— a una visión «totalizante» de la realidad. Se encontra­ p. 4 12 . [Trad. cast. de Lorenzo Luzuriaga: Democracia y educación, Buenos Aires,
rán las señales de esta ambición especulativa en E l arte como experien- Losada, 1978.]

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nista.9293Acepta incluso presidir, en 1937, una comisión de investiga­ y Whitehead, sus estudios superiores—antes de convertirse a su
ción encargada de examinar en Méjico el valor de las acusaciones vez en profesor de la misma universidad. Precozmente atraído por
formuladas contra Trotski después de los procesos de Moscú, co­ una visión precisa y rigurosa del mundo, Quine lee los Principia
misión cuyo veredicto final será: «Inocente». T an vasta y variada mathematica a la edad de veinte años y consagra su primer artículo
como la de Russell— con quien llega a polemizar— , la obra de De- (1930) a los trabajos del matemático francés Jean Nicod. Más tarde,
w ey aparece así, retrospectivamente, como víctima en parte de su por consejo de Herbert Eeigl, aprovecha una beca de viaje que le es
propia dispersión: ésta es una de las razones por las que se encuen­ concedida el otoño de 1932 para desplazarse—como Ayer y en el
tra hoy relativa— e injustamente— olvidada, cuando no ha perdido mismo momento— a Europa central. En Vieha, sigue los cursos de
nada de su actnálída3^ 3~~'\ Schlick y lee (enero de 1933) una ponencia ante los miembros del
La obra de Lewis (1^83-1964), portel contrario, da una mayor Círculo. En el siguiente mes de marzo, viaja a Praga para encontrar­
impresión denmidadYestá esencialmente consagrada a la elahora- se con Carnap— del que acabará siendo amigo y discípulo—y des­
ción de una concepción pragmatista de la lógica formal, influida a pués a Varsovia para conocer a Lukasiewicz, Lesniewski y Tarsla.
la vez por Peirce y por Russell. Desde 19 10 , Lew is lee—por con­ Cuando al final de ese periplo vuelve a los Estados Unidos, se
sejo de Royce— el primer volumen de los Principia matbematica. considera a sí mismo como un adepto del positivismo lógico. En
Redacta a continuación la primera historia de la lógica formal cierto sentido, continuará siéndolo toda su vida, incluso cuando— a
(19 18), siguiendo investigaciones personales sobre~lós múltiples partir de 1939—-ya no se siente totalmente de acuerdo con la evolu­
sentidos de la idea de «implicación». Lewis, que enseñará toda su ción deja s ideas de Carnap. quien se aleja poco a poco de su proT
^vidáTnT^l^Jniversidad de Harvard, se reunirá allí en 19 24 con grama inicial por su interés creciente por la semántica y la lógica
Whitehea 'quien term inará^t^rm ^^cadénúcgen esta universi- dé probabilidades. Quine admite por otra parte que ese programa
ipuésfle Haber jiublicado^ (1929) su obra más importante debe ser suavizado, pero es únicamente en un artículo de 10 5 1
—-Proceso.y xeaíidad-—, vasto ensayo de cosmología centrado en l a — «Dos dogmas del empirismo»9^—donde propondrá una nueva
aprehensión de lo real como «devenir». Ambos harán así de ese formulación. _
gresngioso.cstahlecimiento el primero,en ehque el estudio de la fi- L a filosofía de Carnap, sostiene Quine, se funda en dos «dog­
losofía será dominado por el de la lógica y_de.la_teoría de la cien­ mas» que hay que abandonar si se quiere salvar el empirismo, es
cia— modelo que será progresivamente imitado, después de la gue­ decir, ponerlo a resguardo de cualquier crítica. E f primergvcon-
rra, por la mayor parte de las universidades norteamericanas. siste en creer en la existencia de un hiato entre lenguaje y hechos,
É^sHs^arvard, por lo demás, donde el joven W illard Van Or- verdades analíticas y verdades sintéticas. Para Quine, las verdades
mai^Duine inacido en 1908) efectúa, bajo la supervisión de Lewis «puramente» analíticas no existen: toda verdad depende a la yez;->
.d el lenguaje y Be los hechosTlncluso la lógica y las matemáticas
92. H ook se dio a conocer en un momento temprano de su actividad por sus
son, en última instancia y a través de todo tipo de meditaciones,
opiniones marxistas, pero posteriormente se desplazó hacia una posición socialde- cienciasJ e origen empírico. Por otra parte, ciertos desrnbrimten-
mócrata, al punto de convertirse en un destacado crítico del comunismo soviético. tos experimentales pueden obligarnos a revisar las leyes lógicas
Su influencia en tanto que teórico, si bien gozó de una considerable reputación largo tiempo tenidas por «evidentes»: así la mecánica cuántica,
com o intelectual público y escribió numerosos artículos sobre asuntos candentes de
su tiempo en revistas y diarios, ha sido sin embargo tal vez mayor en los filósofos por ejemplo, demuestra la fragilidad de la íeyfiel Lercio excluso,
centrados en problemas políticos que en los políticos interesados en problemas fi­ ya recusado-por-Breuwfrrr De forma general, el conocimienro no
losóficos.
93. L a recepción favorable que ha recibido la reciente biografía intelectual de­
bida a Alan R yan, Jo h n Demey and the high tide o f Am erican liberalism i N u eva York, 9¡y T rad . fr. en De Vienne á Cambridge: l’héritage dupositivism e logiqtte, de 19 50
W . W . N orton, 19 9 5, tal vez sea un halagüeño indicio de que las cosas están cam­ d nosjours, op. cit., pp. 8 7 - 113 . [Trad. cast. de M anuel Sacristán en «D o s dogmas del
biando. empirismo» en W . O. .Quine, Desde un punto de vista lógico, Barcelona, Ariel, 1962.]

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es nada más que un proceso psicofisiológico que tiene por base ducción. Científico o no, un enunciado cualquiera de nuestra len­
una estructura empírica: el cerebro humano. Este se esfuerza por gua no posee traducción fija e inmutahle en otra lengua. L a tra­
construir, a partir de informaciones sensibles que recibe del exte­ ducción es ciertamente posible, pero sólo lo es de tina lengua a otra
rior, teorías que le permiten dar cuenta de la, realidad: dicho de considerada en su totalidad, y sólo se puede llevar a cabo en rela­
otro modo, le permiten actuar sobre ella. Esa es la razón por la ción a un «corpus» de reglas de traducción escogido por el lingüis-
que Quine propone «naturalizar» la epistemología, es decir, con­ ta v siempre revisabíe. Resulta que no existe significación «en sí>>-
O. siderarla comolin a l'a m a de la p sicología^, por tanto, H e ) as la significación misma no es sino una función del conjunto de las
«ciencias de la naturaleza» en general. ¿Es posible, sin embargo, reglas adoptadaspara.apjehgjiderla.-
reducir la mente al. cerebro sin perder de vista el hecho de que los El «holismo» de Quine no escapa— como se ve—ni al conven­
estados mentales presentan una propiedad, la intencionalidad cionalismo (denunciado por Schlick), ni incluso a ciertas formas de
— en otras palabras, la propiedad de ser «sobre» algo— , que nin­ psicologismo (rechazadas por Frege y Russell). Equivale,^^deliechcfrj^)
gún mero estado físico de la materia posee?95 ---- a una verdadera reorientación del empirismo lógico en una direc­
Igualmente nocivo para un empirismo radical, ebsegundo dog>^ ción pragmatista. Una orientación parecida es la emprendida, pa­
m aq u e~líáy que rechazar es el-dogma «reduccionista». Es ilusorio ralelamente a Quine, por otra filósofo norteamericano—W ilffed
esperar— como hacía Carnap en la Aufbau— que cada enunciado Sellars (1912-1989)—cuyo principal ensayo—Empirismo y filosofía
cíenfífico pueda ser reducido a una expejúencia-inmediata q u e jo, de la mente (1956)—constituye a su vez una crítica del «mito del
.verifique. Considerados set?aradamenm^y,uno--Por-unot nuestros dato», dicho de otro modo, del empirismo tradicional del sense data
enunciados no son verificablesLS-ólo la ciencia, en su totalidad, pue­ defendido por Russell, Carnap y Ayer. Igualmente, se podría avan­
de ser confrontada conJa__to.talidad de nuestra experiencia, que in­ zar que se corresponde con la tendencia general esbozada ya en los
tenta, reconstruir en un lenguaje determinado, a su Tez. porLmeS^. escritos del «segundo» Wittgenstein. Con todo, Quine— que nun­
..tTas_esnuqtuxasTn_entules. Conocida bajo el nombre de «holismo»/ ca ha comentado personalmente las Investigacionesfilosóficas—se es­
(del griego hotos, ‘entero’), esta .do.ctrinajquineana se refiere explí­ fuerza por guardar las distancias tanto respecto a Wittgenstein
como respecto a los filósofos del lenguaje «ordinario».
citamente a los trabajos de Pierre Duhem y Em ile M everson. N o
obstante va mucho más lejos, pues se aplica no sólo a la física Como la de Lewis, la obra quineana apunta principalmente a la
(como quería Duhem), sino al conjunto de las ciencias— lógica y lógica y a la teoría del conocimiento (Desde un punto de vista lógico,
I 953; Palabra y objeto, 1960; Filosofía de la lógica, 1970). Pero el empi­
matemáticas incluidas. rismo y el nominalismo riguroso que e inspiran igual­
... -Entraría,, -finalmente^, dos consecuencias^importantes. La prL
mente las obras de su colega Nelsoiy Goodman, otro docente de
mera..es la tesis de la subdeténnÍna'clÓn fre.las-teojtlas por la expe­
Harvard—tienen un alcance que desborda-ese^stxicto marco. S i
riencia. M uchas teorías diferentes pueden ofrecer informes igual­
bien—a semejanza de Carnap— Quine tiene tendencia a borrar la
mente satisfactorios de los mismos hechos experimentales: esa
frontera entre ciencia y filosofía, si bien piensa que la «buena» filo­
observación nos niega el derecho a creer que el progreso científico
sofía .deb-e_.s.er..una práctica-especializada de tipo científico y_experi­
nos acercará infaliblemente a unajverdad única y definitiva. La.se*-
mental, y si bien-—en consecuendfcrconsidemja historia de esta úl­
.gruida consecuencia es el principio de lafri determinación de la tra-
tima como menos importante quesus-r®sukadosaib|etiyas— o, como
él mismo dice, los errores de los filósofos pasados como menos inte­
95. E s, sin embargo, posible dar una definición lingüística y, por tanto mate­ resantes que las tesis actualmente tenidas por verdaderas— j*6no cree
rialista, de la intencionalidad, como hace Roderick Chishohn (nacido en 1916)-—el
traductor norteamericano de Brentano— en Perceivtng (19 57), anticipando la idea
de Q uine de ia «opacidad referencia!». Sobre este punto, véase Jean -P ierre Dupuy, 96. W . -V. Quine, The time o f my Ufe: A n autobiography, Cam bridge (Mass.),
A itx origines des xciences cognitives, París, Editions L a Découverte, 1994, p. 99. M f T Press, 1985, p. 194.

ióo ió l
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por ello que la filosofía en tanto que tal liaya terminado. N o cree que 1968, y posteriormente Reformulaciones en filosofía y otras artes y
baste con limitarla al análisis del lenguaje lógico-m atemático, ni aun- ciencias, 1988). T al orientación vincula singularmente la estética de
que éste continúe siendo su dominio predilecto. Convencido de que Goodman con la desarrollada, independientemente y en la misma
la. misión de la filosofía es explorar las características fundamentales época, por los adeptos europeosrieb^spucmralismo.97
de lo real, estima que ía ontología—Afiela que se desinteresan los neo- Finalmente, con D onald(Davidsoiy(nacido en 19 17 ), que ..con­
positivistas— puede ser tratada de manera rigurosa y admite que la tinúa siendo uno de los principales-discípulos de Quine, se ve re­
ética, a su vez, puede progresa^gracias al anáfisis lógico. Abandona, aparecer la tesis según ía cual una verdadera frontera—aunque en
por contra, a la psicología la tarea de resolver los problemas estéticos movimiento—separa claramente la filosofía del resto de las cien­
y a la sociología ía de reglar las cuestiones políticas. cias: la primera debe tomar a su cargo los problemas a los que las
Conforme, en cierto sentido, con el espíritu de Camap, esta ac­ segundas no ofrecen respuesta. Puntuadas por una serie de artícu­
titud tendrá por efecto no obstante—dada la total hegemonía ejer­ los, los principales de entreellos reagrupados en dos libros (Accio­
cida por el empirismo lógico en la filosofía norteamericana de los nes y acontecimientos, 1980; De la verdad y de la interpretaciÓ72, 1984),
años cincuenta y sesenta— apartar temporalmente la filosofía en las investigaciones de Davidson conciernen a la vez a la filosofía de
América de toda reflexión sobre la historia y la sociedad. Aún más, la mente y a la ética. Persuadido—-como: Carnap y como Ryle—de
no hay que esperar encontrar, en el pensamiento conservador de que el materialismo es tan erróneo como el idealismo y que una es­
Quine-—cuyo apogeo se corresponde con el de la guerra fría— , la pecie de monismo «neutro» continúa siendo la única manera posi­
menor traza de la simpatía que sentía Carnap por el ideal socialista. ble de concebir las relaciones de menté y cuerpo, desaprueba la
P o r su parte T^Éfida tesi^de doctorado (Un estudio de las cualida­ pretensión «mentalista» (o antibehaviorista) de las «ciencias cogni-
des, 1940), NelsoñsfjOodmanXi906-1998) reconsidera por su cuen­ tivas» de elucidar el mecanismo de nuestros actos «mentales» como
ta el proyecto de ía 'Aufbaujh^náonaáQ. por el mismo Carnap. Su si_éstos estuviesen dotados de una realidad autónoma.
trabajo desemboca, en. La estructura de la apariencia (19 51), en una re­ Es cierto que esas ciencias son todayía jóvenes. Salidas de las im .
elaboración de ese proyecto bajo una forma a la vez más modesta vj&tigaciqnes^mprerididas^a_paxtiii_dmlos_añQS^G:£mta (Alan tTji^
y lógicamente más satisfactoria. A diferencia del constructivismo ring),518 sobre la automatización de los procedimientos de cálculo
carnapiano— que permanece prisionero de su base «solipsista»— , '(investigaciones de donde surgieron los primeros ordenadores)*-,
el de Goodman se basa en la idea de que es imposible dar un sen­ así como de la «cibernética» popularizada por Norbert W iener/
tido a la noción de «elementos de base», si no es por referencia a (1894-1964) en un libro con ese título (1948) donde analiza íaTeo-
un criterio dado y forzosamente arbitrario. Convencido de que la ría del «control y comunicación en el animal y la máquina», y de la
ciencia, el arte y la filosofía no son más que «lenguajes»— es decir, teoría de la información (Claüde Sharmon [1916]), las ciencias
maneras regladas de manipular símbolos para «fabricar hechos» o cognitivas se han desarrollado en los años cincuenta y no han dado
reconstruir «mundos» (Maneras de hacer mundos, 1978)— , Good­ Iug á r a verdaderas síntesis sino con los~trabajos recientes de Teríy.
man no es por ello relativista: reconoce que ciertos lenguajes son S Epdor^acid'o-en 1935; E l lenguaje del pensamiento, 1975) y de
más «correctos» que otros (en términos de coherencia o bien de D an ierÜ ( Dennett/nacido en 1942; La conciencia explicada, 1991).
adaptación a su contexto) y mantiene que existe una distinción en­
tre «hecho» y «convención», si bien esa misma distinción es con­ 97. U n o de ellos, G érard Genette, ha subrayado esta convergencia en su último
vencional. Igualmente es— en el marco de su «teoría general de los libro, L ’Oeuore de Vart, París, Ed. du Seuil, 1994- [Trad. cast.: La obra de arte. Inma­
símbolos»— uno de los primeros en aplicar el método «analítico» nencia y trascendencia, Barcelona, Lum en, 1997.]
al estudio de las estructuras formales propias de las obras de arte; 98. Ingeniero y matemático, T uring (19 12-19 54 ), que siguió en Cambridge los
cursos de Witcgenstein, ha contribuido con un famoso artículo de 19 36 («Sobre los
no siendo éstas para él sino sistemas de signos cuyas reglas de fun­ números contables, con una aplicación al Enstscbeidungspi-oblem») a arrumbar la ambi­
cionamiento interno son lo único que importa (Lenguajes del arte, ción—leibniziana y hilbertiana—de reducir todo razonamiento a un simple cálculo.

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J

H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X LAS FIL O SO F ÍA S D E L F IN A L

Situados en la prometedora encrucijada de la informática, la neu,- do en 1937) en diversos estudios incisivos einteligibles, éntrelos que
rol.ogía y ia psicolingüística, están muy lejos de haber dicho su úl- tal vez sea el más notable E l punto de vista desde la nada (1986).100
. . ' tima palabra. Así—a pesar de las divergencias que los separan— . Ouine,__
\ 6 Como .Popper y com o Q uine, finalmente, pero en contra de la Goodman y Davidson parecen muy representativos de un mismo _
tesis cepsraí'dt 4 ^A ufbau— a cuyo espíritu permanece fiel Good­ movimiento, que podría ser considerado la <<versyón»_nQ rteanierí-
man—k D.avidsoryreintroduce la idea de que la «realidad» no es ^ n ^ d e ja
o sólo el resultado de una reconstrucción lógico-lingüística sino más homologaJbritánica. Aparte de su fidelidad a la herencia pragma-^
C) bien una realidad «objetiva», cuyas características más generales tista. una de sus particularidades, destacables es no haber cortado
______.____j _. .. 1 * *-*
'A nos son reveladas por faestructura de nuestro lenguaje. A pesar de nunca totalmente los puentes con la filosofía (je^donT.
ello, ni él ni Quine pueden justificar a fin de cuentas esa misterio- de procpde«—n al menos con ciertas tendencias de ésta, a las que ha
sa «correspondencia» entre nuestro cerebro y el mund_g^_ contribuido a aclimatar en ios £^bCdfis~T7riídos a fialfes de los años,.
o' •• Habría que liacereif^ste punto al menos una breve mención de
/'■•'I la obra de Saúl Á^ RripkW(nacido en 1940), cuyo libro sobre W itt- D e manera significativa, no obstante, será necesario esperar la lle­
o genstein y la significación ha sido ya mencionado. Sus influyentes gada a la escena universitaria de investigadores «disidentes» en rela­
o doctrinas acerca de la «rigidez» de los nombres y ia necesidad de las ción con el empirismo lógico para ver que el diálogo euroamericano
afirmaciones de identidad—presentadas por vez primera en un ex­ vuelve a tomar una amplitud comparable a la que había conocido en­
tenso artículo de 1972 sobre la lógica modal, «Denominación y ne­ tre 1880 y 1939 (época en la que James mantenía relaciones estrechas
■■ ! cesidad»— junto con su rechazo de la tradicional asociación entre con Mach y Bergson, el joven Quine con el Círculo de Viena, etc.)-
necesidad y verdades a priori, le llevaron a refutar las teorías de la La historia de esta disidencia comporta a su vez dos fases. L a prime­
identidad entre mente y cerebro por ser inadecuadas y erróneas. A ra está mateada por los trabajos—sobre los que volveremos— de
este repecto su pensamiento no carece de conexión con el de otro fi­ Thomass^uhn^tque renueva la filosofía de las ciencias, más allá de
lósofo de la medie y eí>lenguaje contemporáneo que ha sido ya men­ H^arnap) y ^fiopper,) con la orientación antiempirista de Bachelard y
cionado, John\SearIe( quien, si bien deriva de la muy diversa tra­ Kbyr€—, así córno por los del lingüista Noam Chomsky. Racionalis­
dición de los actesme habla encabezada por Austán, está igualmente ta en el senti^Jóríirtesíano del término y por tanto, él también, an-
resuelto a combatir la afirmación ortodoxa en la ciencia cognitiva se­ tiempiristÍL Chomsky (nacido en 1928) está convencido de que el
o gún la cual la mente no es. más que «lo que hace el cerebro».99 E l fa­ aprendizajedeHerrguaje por el niño no puede explicarse en la pers­
moso (e interminablemente discutido) argumento de ia «habitación pectiva estrictamente behaviorista que es la de Quine y la filosofía
china» ilustra su idea de que la mente, si bien tiene con toda seguri­ «analítica». Por ello se esfuerza por construir—inspirándose en la
dad una base material, posee sin embargo una innegable dimensión noción de «gramática general» forjada en el siglo xvn por los lin­
subjetiva íntimamente vinculada a la investigación neurobiológica. güistas de Port-Royal—un modelo matemático de estructuras «inna­
Esta idea de «mentalidad»— el hecho de que hallarse en tal estado tas» capaces de clarificar la aparición en el hombre de la aptitud para
material o funcional provoca una sensación—, y la relevancia de la hablar. Sus obras (en particular Lingüística cartesiana, 1966) tienen in­
experiencia vivida (un nuevo eco de Husserl) para las tefítafiyas de mediatamente un gran éxito en Europa— al que no es ajena la repu­
explicación científica han sido recalcadas por ThomasfNagel)(naci- tación de intelectual «comprometido», es decir «izquierdista», que
Chomsky adquirió por sus numerosas tomas de posición política.
f ; 99. Véase Joh n R. Searle, E l redescubimiento de la mente (Cambridge, M ass.: M I T
Press, 19 9 1). Para una visión global del estado presente deí debate sobre la inteligencia
artificial y asuntos relacionados con ella, véase también las entrevistas con Searle y 100. Acerca de la importancia de la experiencia subjetiva, véase en particular el fa­
otros pensadores en Peter Baumgarther y Sabine Payr, eds., Mentes que hablan: Entre­ moso artículo de 19 74 de Nagel, «¿Cóm o sienta ser un murciélago?» en M ortal Ques-
vista a veinte aninentes científicos cognitivos, Prínceton: Princeton University Press, 1995. tions, Nueva York: Cambridge University Press, 1979.

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En Estados Unidos, la actitud antibehaviorista de Chomsky tuvo .. -----------_---------- •--------- ----- ----------- "" V'.-*
tina influencia aún mayor en el desarrollo de la ciencia cognitiva, y ha - 0 de ser menos cierto que, todavía hov. ni el marxismo ni eLexis--...
deja
contribuido al reciente renacimiento del interés (ya comentado) por ••
tencialismo 1
son 'r'1
- J^,
cogmtivas»
1 • 1 y lasverdaderamente
investigaciones
.
considerados,jim los Estados Unir
. en «inteligencia artificial».102 N o
la intencionalidad propio de la antigua escolástica y más tarde de dosv como doctrinas filosóficas en sentido pleno, cuyas tesis sería
Brentano y Husserl. Conviene observar en este punto que Fodor si­ importante examinar—aunque fuera para criticarlas. E n cuanto a O
gue a Chomsky al sostener que nuestras representaciones mentales, las teorías de Foucauít o la escuela de Frankfurt, son habitualmente ()
incluso en el supuesto de que puedan ser reducidas a procesos neu- clasificadas bajo la rúbrica «sociología»-Aquí.también queda, pues. Q
robiológicos, poseen sin embargo una realidad específica (o «autóno­ urTfoso que superar^
ma»), mientras que Dennett, al negar esta doctrina del «realismo
intencional», se opone a las ideas de Chomsky y se sitúa en una posi­ 102. E l nacimiento de ese interés se remonta a la publicación por un antiguo alum-
ción cercana al «materialismo eliminativo» de filósofos que, como no de Quine, el filósofo Dagiin F0llesdal, de un artículo (1969) que compara el con- ,
cepto husserliano de «noem a»yel concepto fregeano de Sinn. Pero no hay que olvidar ')
Paul Churchland (nacido en 1942), defienden una versión radical de que el «segundo» Wittgenstein, a través de su exploración de los fundamentos de la
inteligencia artificial.101 psicología, reconocía ya la existencia de «problemas fenomenológicos», aunque recha- ;í '
L a segunda fase de la disidencia antiempirista se desarrolla a zaba la fenomenología como teoría y como método {Observaciones sobre los colores, 1 950). ; f T)
partir de los años cuarjm ta^stá ilustrada--por-treMsacfores bastan- ■O
te-dis^ñtos— R ichard' RortypHilary P u tnat^Joh n RawlsJ¡Stanley
O I
Cavelw^que, a pesar dedráberse •fbrmarió’ en la tradición de laTi-
loSófía «analítica», que consideran demasiado rígida, aspiran a
escapar de ella para poder elaborar con toda libertad su propia vi­
sión del mundo. Esos filósofos, de los que hablaremos más ade­
lante, abordan dominios— ético y político, en particular—hasta
ahora en parte desatendidos por los discípulos de Quine, y temen
menos discutir con sus homólogos europeos (Habermas, Fou-
cault, Derrida). Sus obras resultan marcadas no obstante por una
cierta desconfianza respecto de toda filosofía de la historia, así
como por una gran prudencia en la crítica social. Es imposible de­
jar de ver allí los signos de la influencia ejercida, después de me­
dio siglo, por el empirismo lógico, por su desprecio hacia toda
forma de pensamiento «dialéctico» derivada de Hegel, así como
por su voluntad deliberada de privilegiar los «hechos» en relación
a los «valores».
^.Í?L.-á^4-%.L?l§l--ÍsMbiciones se levantarán progresivamente.
. como lo sugiere la aparición reciente, en. algunas universidades nor-
teamericanas, de un renovado interés por la fenomenología husser-
liana, una de cuyas ambiciones— describir.la estructura de la men-
. te—les parece finalmente muy próxima a la que inspira las«cien cias

10 1 . Véase Paul M . Churchland, The Engine ofreason. The seatof the soul: A philo-
• O
sopbicaljourney into the br'ain, Cambridge, M ass., M I T Press, 1995.

16 6 i 6 ~]
P E N SA R A U SC H W IT Z

3 compleja, dotada de un excepcional brillo. Su integración es tan


conseguida que la mayor parte de sus miembros está convencida de
P E N S A R A U S C H W IT Z ser inmune a todo peligro serio en Alemania, su patria desde hace
siglos—una patria a la que muchos de ellos han servido, durante la
Primera Guerra mundial, con una abnegación ejemplar. Por lo de­
más, incluso sin recordar aquí los casos de Hermann Cohén y de
Franz Rosenzweig, muertos ambos con anterioridad a la victoria
nacionalsocialista, ¿no es sintomático de un estado de ánimo más
bien optimista que ningún intelectual judío de renombre haya con­
I. L O S C A M IN O S D E L E X IL IO siderado seriamente abandonar Alemania antes de 1933?
Esta última obsera^ ió ^ ^admite, es verdad, al menos una excep­
Si el Anschluss (1938) representa en Austria el repicar fúnebre por ción: la de Gershom^Scholem)('1807-10821. Pero la partida de éste
todas las libertades, obligando a emigrar a quienes— como Freud y hacia Jerusalén (1923) no tiene nada de exilio forzoso: se explica
Schrodinger— no habían podido decidirse hasta ahora, desde hace simplemente por la desesperada constatación de que—como escri­
cinco años un proceso análogo está en marcha en Alemania. be el joven filósofo en su diario íntimo, con fecha de 1 de agosto de
Desde que, en las elecciones del 3 1 de julio de 1932, el 19 16 —la guerra de 19 14 es el tañido a muerte y el «entierro» de
N SD A P — el Partido Nacionalsocialista—recogió catorce millones Europa.103 Nacido en Berlín, en el seno de una familia plenamente
de votos y obtuvo en el Reichstag doscientos treinta escaños sobre asimilada— uno de sus hermanos será comunista, otro frecuentará
seiscientos, los días de la República de Weimar están contados. El los círculos de extrema derecha—, Scholemse interesa en un primer
30 de enero de 19 33, el presidente Hindenburg designa a Adolf momento por las matemáticas. Forma parte con Camap de los ra­
Hitler canciller del Reich. A partir del 14 de abril, una primera ley ros alumnos que siguen asiduamente los cursos de Frege en Jena.
establece el cese de los funcionarios judíos, comunistas o socialde- M uy pronto, sin embargo, comprende que sus verdaderos centros
mócratas. U n número considerable de docentes se encuentra pri­ de interés se sitúan más bien del lado de la cabala judía—forma de
vado de sus funciones sin que las autoridades universitarias, con pensar mística en la cual las especulaciones numéricas tienen un pa­
pocas excepciones, protesten contra tales medidas. Por supuesto, pel importante, y que le atrae no obstante por razones intelectuales
es toda la comunidad judía la que se sabe amenazada desde ese mo­ más que religiosas. Convertido a las tesis sionistas, que continúan
mento. Una parte de ella toma, casi al instante, el camino del exilio. siendo minoritarias en las comunidades de Europa central, escoge
Para medir el alcance de tal desastre—al que seguirá una catástro­ libremente instalarse en Jerusalén, ciudad entonces mayoritaria-
fe aún más terrible, el exterminio de quienes no habían podido partir mente árabe, a la edad de veintiséis años. Allí participará en la crea­
a tiempo— , hay que recordar que la comunidad judía en Alemania ción de la Universidad Hebraica (1925), donde desarrollará toda su
es— en vísperas de la Segunda Guerra mundial—una de las mejor asi­ carrera. Consagrados al análisis histórico y estructural de las gran­
miladas de Europa, tanto desde ¿1 punto de vista cultural como en el des corrientes de la mística judía, sus trabajos ilustrarán la posibili­
plano social. En razón de su elevado grado de educación y del «pro­ dad de un tratamiento científico de los textos religiosos, contribu­
gresismo^ que la caracteriza desde la época de Moses Mendelssohn yendo a la edificación moral de una nueva nación—Israel— , que se
(1729-1786), esta comunidad tiene un papel esencial en la vida del convertirá en un Estado independiente en 1948.
país al que ha dado— de Heine a Marx y a Einstein— algunas de sus
mayores figuras en el dominio de las artes, las letras y las ciencias.
10 3 . Frase citada por Stépliane Mosés, L ’A nge de l'bistoire, París, É d . du Seuil,
Los filósofos alemanes de origen judío, en particular, constitu­ 19 9 2 , p. 22. [Trad. cast. de Alicia M artorell: E l ángel de la historia. Rosenzweig, Ben­
yen durante el. primer tercio del siglo xx una «familia» intelectual jam ín , Schole?n, Madrid, Cátedra, 1997.]

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Si se deja al margen el caso de Scliolem, se constata que los fi­ breve artículo— «La perspectiva como forma simbólica» (1927)—
lósofos judíos alemanes sólo se decidirán a escoger el exilio cuando que ofrece un nuevo impulso teórico a su disciplina. A partir de
se vean literalmente obligados por la llegada de Hitler al poder. Sin Panofsky, no será ya posible estudiar las revoluciones estéticas sin
duda muchos de ellos deploran el fracaso—en 19 19 — de la revolu­ volverlas a situar en el marco de las grandes mutaciones— religio­
ción socialista de noviembre de 19 18 , aplastada por las fuerzas re­ sas, filosóficas y científicas— de nuestra visión del mundo, en las
accionarias y clericales. Sin duda presienten de igual modo que la que participan y a cuya explicación contribuyen, en parte.
crisis de identidad que atraviesa su país desde el final de la guerra Otro alumno de Cassirer—Eric W eil (1904-1977)—se instala en
amenaza con encender los fuegos de un antisemitismo jamás ver­ Francia en 1933. Movilizado en 1940 por el ejército francés, hecho
daderamente extinto, de origen a la vez protestante (Lutero) y ca­ prisionero por los alemanes, pasará—gracias a un nombre falso—
tólico (la Contrarreforma). Después de las masacres de 1096 susci­ cuatro años de cautividad en Alemania, antes de volver a establecer­
tadas por la primera cruzada, los judíos han servido habituaímenté se en Francia, donde continuará realizando—sobre la base del pen-
como chivos expiatorios de las convulsiones internas de la proble­
mática nación alemana— tan lenta en unificarse. Pero, si sus des­
cendientes de los años veinte creen tener que atravesar una fase de­
sagradable, están lejos—muy lejos-—de imaginar que lo peor está
por venir. Y que la mayor parte del pueblo alemán, uno de los más
civilizados del mundo, dará muy pronto a Hitler los medios para
realizar el programa de exterminio, por otra parte claramente
anunciado por éste—^desde 1925— en M ein Kam pf

acercamiento al cristianismo pero también de la alianza de judíos y


árabes en Palestina, es—como Rosenzweig—uno de los representan­
La hora de la marcha forzosa llegó más cruelmente en 19 33, aca­ tes de ese sionismo «espiritual» que reúne a los judíos preocupados
rreando toda suerte de dificultades materiales y desgarros psicoló­ por enlazar de nuevo con las raíces de su propia cultura aunque si­
gicos. gan siendo alemanes. Por lo demás, es obligado a dimitir de su cá­
Par^ ^ s s ii ^ l-. por ejemplo, la caída es brutal. Reputado cate­ tedra en 193 3, pero no por eso renuncia a permanecer— en un pri­
drático y rector de la Universidad de Hamburgo, y uno de los in­ mer momento—en Alemania para animar una especie de resistencia
telectuales liberales más respetados de la República de Weimar, interior contra los avances del nazismo. Crea incluso, con ese fin, un
debe dimitir inmediatamente de todas sus funciones. Parte para «Servicio Central para la Educación Judaica», que consigue dirigir
Oxford, desde donde, en 1935, viajará a Suecia. En 19 4 1 se instala durante cinco años. N o es hasta 1938, a la edad de sesenta años,
en Nueva York, donde muere (1945) algunos días antes del final de cuando se verá obligado a marchar. Viajará entonces a Palestina,
la guerra. Ensombrecidos por informaciones que llegan a los Esta­ donde se reencontrará con Scholem y donde morirá (1965) después
dos Unidos sobre el genocidio— en el que desaparece una parte de de haber participado en la creación del Estado de Israel.
su familia— , sus últimos años están mareados por una reflexión so­
bre el trágico fin del idealismo alemán, así como sobre el incierto
porvenir de la humanidad (Ensayo sobre el hombre, 1944).
Discípulo y colega de Cassirer en la Universidad de Hamburgo, Otro grupo du ram eiü a^^do ^ófe-^exilio es el que reunió, en
el historiador del arte Erwin Panofsky (1892-1968) emigra a su vez Frankfurt, el filosofó.Max H o r k h e i m 8(k - iq 7^).
a América en 1934, poco tiempo después de haber publicado un Nacido en Stuttg'art, en?rúfiu"'fariiilia de industriales más bien
H IS T O R IA D E L A F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO XX P E N SA R A U SC H W IT Z

conservadores y religiosos, Horkheimer comienza por trabajar en evita por prudencia declararse abiertamente marxista. La eleeción
la firma paterna. E n Munich, donde se encuentra en 19 19 , apoya la de sus colaboradores indica muy bien, por contra, la idea que tiene
revolución. Arrestado por poco tiempo cuando ésta es aplastada, de la rnwtéffiduñS|tituto. Efetí¿p8lffeHt©edps princh
parte seguidamente para Frankfurt, donde cursa estudios de filoso­ ellos44Krich FrrarmsfTheodorítjy. Adorno^ HerbeiCMarcuse-
fía. Sigue las clases de W ollgang Kóhler y de Max Wertheimer, son solamente jóvenes investigaaorésrrcun un buen futufo.^on ya
creadores de la psicología de la forma. Cumple igualmente dos se­ intelectuales comprometidos.
mestres en Friburgo donde, más que por Husserlj es seducido tem­ Surgido de una familia religiosa ortodoxa, Eric^Fromny^ipoo--
poralmente por la vía existencialista que Heidegger intenta abrir. 1980) colaboró con Scholem a inicios de los años veintS'en el Cen­
Después de haber obtenido su habilitación (1925), pasa a ser en tro Libre de Estudios Judíos de Frankfurt creado por Rosenzweig
Frankfurt el ayudante de un profesor neokantiano, pero no_ tarda, y Buber. E n 1924, descubre el psicoanálisis— que ejerce a partir de
en orientar sus propios cursos hada autores que le interesan verdade- 1927—y, con su mujer, fúnda (1929) un instituto psicoanalítico
ramente: Hegel, M arxy lo s filósofos franceses de la^Iustración. Su que operará, gracias a la entusiasta acogida de Horkheimer, en el
primer artículo (1^30) está consagrado a una crítica de las tesis idea­ marco del Instituto de Investigaciones Sociales. Acontecimiento
listas desarrolladas, en sociología del conocimiento, por su colega histórico, puesto que se trata nada menos que de la primera entra­
Karl Mannheim (1893-1947), discípulo del sociólogo M ax Weber da del psicoanálisis en la universidad. En lo sucesivo, los teóricos
(1864-1920). E l mismo año se ve propuesto para una cátedra de de la escuela de Frankfurt asociarán frecuentemente marxismo y_
<<filosofía de la sociedad». Y , sobre todo, para la dirección de un la­ psicoanálisis qn sus hipótesis de investigación,
boratorio dependiente de lajuníversidad: el Instituto de Investiga­ Menos revolucionario que el psiquiatra de origen austrohúnga-
ciones Sociales (Instilan fur Sozialforschung). ro W ilhelm peicfí (1897-1957)—quien lanza en Berlín, a inicios de
Este fue fundado en 1923 por un acaudalado hombre de negocios los años treinta, un movimiento para una «política sexual proleta­
judío, Félix W eil—el cual, impresionado por los acontecimientos ria» que los stalinistas calificaron de «trotskista»— , Fronun es,
de 19 18 , se convirtió a las ideas revolucionarias y se dedicó desde con todo, en esa época, un ffeudiano de izquierda, preocupado por
entonces a ayudar a artistas y escritores de izquierda. Dirigido de asociar la teoría de las pulsiones a la de la lucha de clases, y por po­
19 24 a 19 3 0 por Cari Grünberg, ese establecimiento único en su ner una vo tra al servirio.xk.JnJiberaciónMeI hombreTE/ dogma de
género tiene por objetos de investigación la historia del socialismo, Cristo (1930) marca el inicio de su prolífica obra, que proseguirá
del movimiento obrero y de las doctrinas económicas. Posee su después de la guerra en un sentido más-een$ervador.
propia revista y contribuye a la publicación de textos inéditos de Nacido en Frankfurt, Theodor W/Atiornp (1903-1969) lleva al
Marx y de Engels, cuyos principales manuscritos estaban por en­ principio un nombre compuesto: Wiesengrund-Adorno, que une
tonces dispersos entre Alemania y la U RSS. el de su padre, judío convertido al protestantismo que hace bauti­
Desde. 2 9 3 1, Horkheimer insufla nueva vida al Instituto— pun- zar a su hijo en el templo, y el de su madre católica de origen cor­
to de partida de lo que se llamará en lo sucesivo «escuela de Frank- so. AI salir de una infancia cómoda y protegida, en la cual la música
furt»— y a su revista, que— con eftítuíokle Zeitschriftfiir Sozialfors­ tiene—como tuvo para Wittgenstein—un. gran, papel, descubre la
chung—sé convertirá muy pronto en su órgano privilegiado. For­ estética a través de la Teoría de la novela de Lukácsr y la revolución
mulará su programa director proclamando la necesidad de recurrir gracias a E l espíritu de la utopía de Bloch. De 19 2 1 a 1932 se con­
a un trabajo interdisciplinar para comprender mejor los fenóme­ sagra a la crítica musical. Fascinado por la música atonal de la
nos sociales. En ese momento, H orkheimer está convencido de escuela austríaca, se dirige a Viena en 1925 con la intención de
que la «vieja» filosofía está destinada a ser reemplazada por el con­ convertirse—bajo la férula de Arnold Schónberg—en pianista y
junto cíelas ciencias sociálesTcólnpfendid ise E un sentido materia­ compositor. Rápidamente convencido de la insuficiencia de sus do­
lista. Pero, si bien sus simpatías no dejan demasiado lugar a la duela, tes artísticas, vuelve al cabo de algunos meses a su ciudad natal y
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1 73
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se dirige finalmente hacia una carrera universitaria centrada en la autoridad en el interior de la familia moderna-—inves ti ga ci ón
estética. cuyos resultados serán publicados en 1936. Presintiendo que ja
Después de un artículo sobre la «técnica dodecafónica» (1929), ascensión del fascismo amenaza la paz de toda Europa, decide en
obtiene su doctorado (19 3 1) con una tesis—Kierkegaard: construc­
ción de una estética— publicada a primeros de 1933. Mientras tanto, junio, cierra con la Universidad de Columbia de Nueva York un
Adorno se aproxima a Horkheimer— a quien conocía desde hacía acuerdo por el que éste alberga el Instituto. Antes de fin de año,
algunos años— , así como al materialismo marxista, que interpreta Fromm y Marcuse se reúnen con él. En cuanto a Adorno, prueba
en un sentido personal cercano al que le da Bloclu A partir de 1932, suerte en un primer momento en Oxford pero, después de la lla­
colabora en el Zeitschrift fiir Sozialforscbung, al que ofrece en 1936 mada de Horkheimer, se instala también eh Nueva York (1938).
un texto sobre el jazz— primera tentativa hecha por un filósofo por Una nueva página de lá historia del Instituto comienza en ron-
comprender esa forma de arte. Una única nube en el horizonte: ces.en nuevo mundo. Gracias a AnaéncaTmuehqs otros intelec-
publica también en una revista alemana, en 1934, un artículo don­ _tuaÍesAufiíos ^léfnan£S--se^ab^in7^^rrL!ówith^por ejemplo, o
de elogia ciertas canciones cuyas palabras habían sido sacadas de bien Haimah^Arendj^-ambQS antiguós-alunurós de Heidegger-^r,_y
nna recopilación de poesías dedicada a Hitler— artículo que la­ tantbíén^^kaus&^A.pesaj:_d.e. sus rigores, el exilio será para es-
mentará explícitamenté'"3 eij>u4sd e la guerra. tos perse^jdóYxmónimu de supervivencia. Un filósofo, sin em-
E n cuanto a H erbeixM arcus^(i 898-1979), nace en Berlín en el bargo,-y'hb de lósamenos importantes, no tendrá ocasión de esca­
seno de una familia burguesaTuyas ideas retrógradas rechaza muy par; W alterJIenjamin^ )
pronto. E n 19 17 , se afilia al Partido Socialdemócrata. Movilizado T r a e r ? la memoria el recorrido de este último es comprender
en 19 18 , es elegido—al comienzo de la revolución de noviembre— al mismo tiempo qué trágica suerte esperaba a los judíos cuando,
miembro de un soviet de soldados berlineses. E l fracaso de la revo­ por optimismo o error de cálculo, vacilaban demasiado tiempo en
lución (19 19) le lleva además a abandonar el partido, a cuyos diri­ tomar la dolorosa decisión de marcharse.
gentes juzga cómplices del asesinato de los líderes espartakistas,
Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg. Entonces se aparta de la po­
lítica para emprender estudios literarios, que, cuando haya termi­
nado su tesis, le permitirán obtener una plaza de ayudante en Fri- Nacido en B e r lí^ B en j^^ig^i8Q2-1940) es un ser sensible, ator­
burgo a las órdenes de Heidegger— de quien se alejará a partir de mentado, de una asümDrósa precocidad intelectual. Igualmente
1932. N o fue hasta el año siguiente, sin embargo, cuando conoció apasionado por la literatura y la filosofía, conocerá en 19 15 al joven
a Horkheimer y se incorporó al grupo de Frankfurt en el exilio. Scholem—cinco años menor—, que permanecerá hasta el final como
Para esos cuatrn hombres— Horkheimer, Fromm, Adorno y^ su confidente y que consagrará más tarde (1975) un emotivo libro
Marcuse— la llegada de. Hitler ai poder cambia completamente el a la historia de su amistad.104 Desde 19 2 1, Benjamín redescubre la
curso del mundo. E l 13 de marzo de 1933, el Instituto es cerrado riqueza de la cultura judía leyendo— por consejo de Scholem—La
por la policía nazi con motivo de sus actividades «hostiles» al E s­ estrella de la redención. En 19 19 ha conocido a Bloch, a quien admi-
tado. En esta fecha, Horkheimer se ha retirado ya a Ginebra, acor­ ra, y poco después a Adorno, que le fascina. Süs primeros textos re­
dando con el editor francés Félix Alean que la revista del Instituto velan claramente su interés por la estética y por la historia, su sim­
continúe apareciendo, en alemán, en París, con la ayuda de Ray- patía por las tesis progresistas, sus afinidades con el romanticismo
mond Aron.
Durante su breve. PQtanria pn .Suiza— donde Bloch también
104. Gershom Scholem, W alter Benjamín: histoire d ’une amitié, trad. ft\, París,
está refugiado temporalmente— , Horkheimer tiene tiempo para Calm ann-Lévy, 19 8 1. [Trad. cast. d e j. F. Yvars y Vicente Jarque: W alter Benjamín.
^empiy n ñer ima-amhiciQsaUnvéstigación sobre la evolución de ia H istoria de una amistad, Barcelona, Península, 1987.]

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y el expresionismo, su curiosidad por el psicoanálisis, por la pintu­ constituyen su presente. Recusando a la vez la idea de causalidad
ra moderna, por el arte popular, por las ciencias ocultas—pero mecánica y la creencia en el carácter ineluctable del progreso, de­
también las dificultades que encuentra para dar al caudal de sus ideas sarrolla al hilo de los años siguientes—en una línea próxima a
una expresión organizada, conforme con las normas académicas. Rosenzweig, Bloch y Scbolem—una concepción «discontimiista»
A pesar de la redacción de una tesis de doctorado—E l concepto del tiempo, que convierte a éste en el ámbito por excelencia de la
de crítica de arte en el romanticismo alemán (19 19)—~y de una tesis de «utopía»: una utopía evidentemente frágil, pero no obstante reali­
habilitación— E l origen del drama barroco alemán (1928)— final­ zable a poco que los oprimidos— adquiriendo conciencia de su si­
mente rechazada por la Universidad de Frankfurt pero, ai igual tuación—consigan recobrar la palabra de la que han estado mucho
que la tesis anterior, publicada posteriormente en forma de libro, tiempo privados y conducir a la humanidad por la vía de esa «re­
no consigue encontrar un puesto de trabajo en Alemania. Obliga­ dención» a la que apelan sus voces. El conjunto de estas complejas
do desde entonces a vivir de su pluma, gasta una parte de su ener­ perspectivas, en las que el marxismo se encuentra reconsiderado y
gía en tareas periodísticas alimentarias, consiguiendo publicar no «superados, será desarrollado en su último escrito: Tesis sobre la f i ­
obstante algunos libros como Las afinidades electivas de Goethe losofía de la historia (escrito entre 1939 y 1940 y publicado por pri­
(1925) o Sentido único (1928). Afínales de los años veinte, Scbolem mera vez en Los Angeles, en alemán, en 1942).
intenta sin éxito llamarlo a la Universidad Hebraica de Jerusalén. Viajero infatigable, prendado de la literatura francesa, lector de
Después de haber estado seducido brevemente por la perspectiva Baudelaire, de Proust, de Aragón, de los surrealistas, Benjamin es­
de instalarse en Palestina, Benjamín renuncia a ese proyecto. H a coge en 1933 establecerse en París. Gracias a Adorno—que aboga
conocido en 1924 a una joven revolucionaria rusa, Asia Lacis, que por él ante Horkheimer— desde este momento mantiene relacio­
no puede decidirse a abandonar. nes estrechas con los miembros exiliados del Instituto de Investi­
Directora de escena, le presenta a Brecht, le hice leer a Lukács gaciones Sociales. N o obstante, cree menos que éstos en la inmi­
y le convence para efectuar un viaje a Moscú de diciembre de 1926 nencia de la amenaza que los progresos del fascismo hacen pesar
a enero de 1927. A partir de ese momento, Benjamin se inclina sobre Europa: no es que sea inconsciente del peligro, sino que
cada vez más resueltamente hacia el materialismo histórico, que — como muchos intelectuales de izquierda— tiene dificultafreSqrira
interpreta— como Bloch— en un sentido «mesiánico», más teoló­ imaginar la posibilidad de una guerra abierta entre Hitler, «secuaz>)
gico que sociológico. del capitalismo, y el resto de Europa occidental. L a misma historia
N o deja de proseguir sus investigaciones estéticas— dominio se encargará muy pronto de desmentir esa ilusión.
donde su penetrante sentido de la modernidad, su sensibilidad Cuando, atormentado tanto por sus angustias como por sus di­
poética, su aptitud para descifrar los «signos» de lo real como leyen­ ficultades materiales, Benjamin se decide a abandonar Europa para
do un libro, le inspiran textos difíciles, inclasificables, que no serán reunirse con sus amigos de Frankfurt en Nueva York, es demasia­
verdaderamente apreciados sino después de la guerra (E l libro de los do tarde. La guerra está en su apogeo. Con el fin de encontrar un
pasajes— aparecido postumamente en 1982, es una compilación de barco para los Estados Unidos, tiene qué pasar a España. Detenido
textos inacabada— , La obra de arte en la época de su reproductibilidad por la policía francesa en el momento en que intenta cruzar la
mecánica, 1936). frontera española en Portbou (Gerona), el anochecer del 26 de
Pero, en lo sucesivo, es la historia lo que se encuentra en el cgn- sgfiembre, es autorizado a pasar la noche en un hotel. Sabiendo
tro de to das_sus _reflexiónes„y lo quedes d q a éstas su unidad secre- que va a ser conducido al día siguiente a un campo de concentra­
_ta. IdosoX.aJas.fílasofías--«positiristas>> así como al evolucionismo ción francés, se decide al alba del 27 de setiembre a poner fin a sus
en todas sus formas— y. por tanto a ciertos aspectos del marxismo— . días tomando unos comprimidos de morfina.
Benjamin se orienta liacia.mia.lectura jzoArib2_iie_,la,historia—pa­ Este desesperado acto ilustra de manera ejemplar el ambiente
sada o futura— ¿ fundada en un análisis de las contradicciones que dramático en que viven los judíos alemanes desde 1933. Aun sin sá-
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o
ber que, del resto de su comunidad casi enteramente diezmada por \ dencia a los profesores considerados «no arios». L a ley es además ■ _©
Hitler, sólo sobrevivirán a la Shoah algunos millares de invidi- aplicada a pesar de Von Móllendorf, puesto que, de los noventa y 0
duos— para los cuales la vida no será nunca jamás igual.105 ] tres electores que han de elegir a su sucesor, trece tienen prohibido
■o
el voto por razones «raciales». Todo ello, aparentemente, no plan­
tea a Heidegger el menor cargo de conciencia. N o más que el que .0
2 . L A D E C IS IÓ N D E H E ID E G G E R . le plantea la quema de libros «judíos y marxistas» que tiene lugar v©
en algunas ciudades el 10 de mayo de 1933, tan sólo algunos días ---n
Trágico, el año 1933 también lo es por otra mzQmPuesto que ve, después de su elección. ■: O
algunas semanas después de la llegada de Hitler al pactar, al filóso­ E l nuevo rector aborda su tarea con un entusiasmo incontes- ■ 0
fo alemán más célebre de la época— Martin Heideggep©acceder a \ table. E l 20 de mayo de 19 33, dirige un telegrama a H itler para ,r >
las funciones de rector de la Universidad de Friburgo y convertir­ : desaconsejarle la recepción del comité de la Asociación de Profeso­ ■O
se en miembro del Partido Nacionalsocialista. res Universitarios Alemanes mientras que éste no se muestre más - G)
Heidegger tiene cuarenta años cuando se adhiere al N SD A P. j cooperador con el régimen—es decir, en tanto que la Asociación
■ '©
N o se trata, pues, de un error de juventud. Continuará como miem­ ! no haya sido «encauzada». Una semana más tarde, el 27 de mayo,
bro hasta 1945. N ° se trata, pues, de un compromiso efímero. .O
) tiene lugar la ceremonia de investidura en Friburgo. Entre dos
N o es tampoco por inadvertencia, sino gracias a la complicidad . <-)
himnos militares, Heidegger pronuncia un discurso exponiendo,
activa de colegas pro nazis y al apoyo de las autoridades administra­ en la jerga del partido, su programa para «nazificar» la Universi­ o
tivas como llega al rectorado de su universidad— donde se manten­ dad de Friburgo. N o hay mucho que decir de la sustancia teórica, O
drá durante un año, de abril de 19 33 a marzo de 1934. j más bien pobre, de ese texto agresivo, pomposamente titulado La ■ •©
Ese cargo no es neutro ni puramente honorífico. Confiere a su \ autoafirmación de la universidad alemana y en el que se buscará en O
titular un poder real. Requiere de él una total sumisión política. j vano la menor traza de independencia intelectual. Por lo demás, O
Dentro del esfuerzo que hacen los nazis para controlar la sociedad ¡ desde 1945 hasta su muerte, su autor impedirá prudentemente la
civil, el «encauzar» (Gleiscbhaltung) al sector universitario constitu­ \ reimpresión de éste, tan exitosamente que de hecho el discurso
ye una necesidad esencial. Sería impensable confiar su realización a tan sólo reaparecerá en 1982, primero en Francia y luego en Ale­
personalidades indóciles o indecisas. mania.
P o r otra parte, el nombramiento de Heidegger está en relación E n la práctica, la principal actividad a la que se consagra el fi­ O
directa con el punto central del programa nazi: la eliminación de lósofo, desde el momento de entrada en funciones, es la reforma o
los judíos. E n efecto, se produce como consecuencia de la dimisión de los estatutos de su universidad bajo el modelo del sistema del o
de su predecesor— el biólogo V on Móllendorf—, quien rechazaba Führerprinzip. Al final de esta reforma, que inicia y que será inme­ ■o
(el hecho es raro) aplicar una nueva ley, impuesta por el Land de la diatamente aplicada en otras instituciones, él mismo es nombrado o
provincia de Badén y dirigida a poner automáticamente en exce- Führer de la Universidad de Friburgo el 1 de octubre de 1933. Por ■o
este nuevo título, sus poderes se ven reforzados. E l rector se con­ o
vierte en una verdadera correa de transmisión entre el Estado o
10 5 , Aunque «H olocausto» (derivado del griego bolócanston>de la versión bíbli­
ca de los L X X ) es la palabra normalmente usada en castellano para referirse a la ex­ nacionalsocialista y la juventud estudiantil. E l efecto de esa reforma
o
term inación de los judíos europeos durante la Segunda G uerra mundial, querría ex­ i será catastrófico tanto para los jóvenes, en adelante privados de
presar m is reservas sobre su utilización en. este contexto, puesto que parece dar a la toda libertad intelectual, como para las propias universidades, cuyo .Q
destrucción nazi contra los judíos una significación religiosa de la que carece. E-n
nivel científico no tardará en declinar. ©
Francés, es más común utilizar el término hebreo Shoah, que tiene la virtud de ser
más neutro y objetivo, ya que se limita a designar un acontecimiento específico: la Simultáneamente, Heidegger asume con una perfecta disponi­ '0
«Catástrofe». bilidad su papel de filósofo-propagandista. Multiplica las confe-
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0 .,
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rendas y los artículos-en la prensa.106 La víspera del plebisdto del .gos (30 de junio de 1934). A un nivel inferior, numerosos colegas
12 de noviembre, llama a votar en favor de Hider. E l 30 del mismo de Heidegger—comenzando por el influyente rector de Frankfart,
mes, pronuncia en Tubinga una confererida sobre la misión de la* Ernst Krieck—están irritados por el celo del profeta, su estilo os­
Universidad en el Estado nacionalsocialista. Públicas o privadas, curo, su evidente ambición. Las torpezas que comete en la gestión
sus declaraciones de la época no dejan ninguna duda sobre la ideo­ de su universidad suscitan en su contra, desde el final del año 1933,
logía que las inspira, mezcla de nacionalismo, antimarxismo y antí- una larvada oposición. Frente a esta creciente hostilidad, Hei­
cristianismo. degger termina por arrojar la toalla. En marzo de 1934 dimite dis­
E n cuanto al antisemitismo propiamente dicho, si Heidegger cretamente de sus funciones rectorales so pretexto de poderse con­
no hace de él ninguna ruidosa exhibición, es simplemente porque sagrar mejor a sus trabajos «científicos». Pero no abandona el
todo el mundo— a su alrededor—ya lo ha abrazado. N o olvidemos partido. Y no reniega abiertamente, hasta 1945 (y tal vez nunca),
que el antisemitismo, un «lugar común» en la Europa de los años de ninguna de sus convicciones^--;^-
treinta y particularmente en la región de Alemania donde creció E l filósofo Hans^Georg VrrldamggVtacido en 1909)-—que ha
Heidegger, constituye el fundamento del programa nazi. E n tanto sido alumno de Heidegger en MaFfySrgo y que nunca ha dejado de
que intelectual no tiene necesidad de reiterarlo, sobre todo si aspi­ defender al antiguo maestro— afirma que éste llegó a criticarle en
ra a desmarcarse— por su discurso—de la masa de los militantes privado, después de 1934, el régimen que defendía en público. El
populares. hecho no tiene nada de imposible. Humillado por el fracaso de
Ello no quiere decir que deje de solidarizarse con éstos. N o su rectorado, que atribuye a la envidia de la que era víctima, Hei­
sólo ningún hecho permite sostener esta optimista interpretación, degger podía muy bien estar tentado de denigrar un gobierno que
sino que existe al menos una prueba en dirección contraria: el in­ no lo sostuvo hasta el final, o a colegas que—maniobrando mejor que
forme secreto que remite, en diciembre de 1933, a la Asociación de él—pudieron permanecer cercanos al poder. Nada de sorprenden­
Profesores Nacionalsocialistas de Gotinga, donde no titubea en te, en consecuencia, si de 1934 a 1945 se forma poco a poco una
denunciar a uno de sus colegas, culpable de mantener «estrechos concepción estrictamente personal de lo que habría debido ser el
lazos» con judíos.107 Este informe, que quería condenar a la perso­ nacionalsocialismo. Aunque se aventure algunas veces, en círculos
na de que se ocupaba, nos parece hoy condenar más aún a Heideg­ reducidos, a oponer ésta a la «deriva» del partido en el poder.
ger mismo. Atestiguadas por Gadamer y explicables por la «decepción» de
E l activismo del pensador así como su retórica combativa ter­ 1934, esas opiniones sin embargo no deben ser interpretadas como
minan, no obstante, por suscitar las reservas de aquellos que, en el la expresión de un rechazo del nazismo o de sus «excesos». Tradu­
seno mismo del partido, defienden una línea, más pragmática. El cen, al contrario, el disgusto de no ver a Hitler ir tan lejos, o tan
partido nazi está efectivamente dividido entre corrientes en com­ rápido, en la puesta en marcha de los aspectos más «revoluciona­
petencia, luchando entre sí por la hegemonía. E l entorno de H ider rios»— en el plano social y cultural— de su propio programa. Pues,
y de las SS desconfía, por ejemplo, dél ardor revolucionario de las frente al «pragmatismo» de los círculos oficiales, parece que el filó­
SA, cuyos jefes serán asesinados en la Noche de los Cuchillos L ar-^ sofo aspira en lo sucesivo a situarse como el guardián de una cierta
«pureza» doctrinal—entre otras cosas, en lo que considera ser, por
10 6 . Algunos de esos textos han sido publicados de nuevo (a expensas de H ei­
entonces, la necesidad de una lucha enérgica contra la influencia
degger) p or G uido Schneeberger, Nacblese zt¿ Heidegger, Berna, 1962. T ra d . fr. «moderadora» de los ambientes cristianos.
(parcial) en la revista L e De'bat, París, Gallim ard, n .° 48, enero-febrero de 1988, L a prueba de esa aspiración nos es ofrecida, en todo caso, por un
pp. 17 6 -19 2 . célebre pasaje del curso del semestre de verano de 1935, titulado
10 7 . H u go O tt, M artin H eidegger: Elemente pour une biogmphie (1988), trad. fr.,
París, Payot, 19 9 0 , p. 19 6 . [Trad. casi, de H elena C ortés Gabaudan: M artin H ei- Introducción a la metafísica. E n ese texto— que será publicado tal
degger, M adrid, Alianza, 1992.] cual en 1953, pero privado de las aclaraciones necesarias, que se
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deben a Hugo Ott— ,lofi Heidegger ataca las teorías de un valiente do aparece en 194 1 la cuarta edición de la obra, Heidegger toma la
defensor de los «valores» morales, el católico Theodor Haecker decisión de retirar la dedicatoria a Husserl, muerto tres años antes.
(a quien no cita explícitamente), así como el apoyo aportado a éstas Esta poco gloriosa época termina con el final de la guerra. E l 2 5
por el Frankfurter Zeitung, último gran periódico todavía no «en­ de abril de 1945 las tropas francesas entran en Friburgo. A media­
cauzado», y que los nazis percibían como favorable a los judíos. dos de mayo, la casa de Heidegger— considerado como nazi «típi­
Después de haber dado a entender que parecidas doctrinas debe­ co»— es inscrita en una lista de edificios requisables para el uso de
rían ser definitivamente prohibidas (por otra parte lo serán muy las fuerzas de ocupación.
pronto), concluye condenando decididamente «lo que hoy es ven­ Poco después, se inicia el procedimiento destinado a decidir la
dido como filosofía del nacionalsocialismo, y que no tiene nada suerte del antiguo rector. Termina en enero de 1946. Heidegger es
que ver con la verdad interna y la grandeza de este movimiento».10 109
8 puesto en situación de retiro anticipado, con la prohibición de en­
Es una manera de decir muy claramente en qué campo se sitúa el señar en público. Prohibición que el interesado no tarda en burlar
filósofo, más de un año después de su dimisión del rectorado. dando, a partir de 1946, conferencias «privadas».
Recordemos todavía que en 1936, cuando Heidegger reencuen­
tra por azar en un viaje a Roma a su antiguo alumno Karl Lówith
— exiliado en esa ciudad— , le confirma personalmente su apoyo al
programa nacionalsocialista (a despecho de ciertas críticas dirigidas A partir del segundo semestre de 1945, Heidegger comienza a ela­
al «entorno» de Hider), así como la existencia de un lazo esencial borar por escrito11' las grandes líneas del sistema de defensa que
entre esa actitud política y el resto de su pensamiento.110 Que en nin­ mantendrá hasta el final, como lo atestigua la entrevista concedida
gún momento, incluso después de las violencias antisemitas de la en 1966 a D er Spiegel y que no será publicada— conforme al deseo
Noche de los Cristales (o Noche de los Cristales Rotos, 9-10 de no­ del filósofo, siempre prudente—hasta después de su muerte.111
viembre de 1938), protesta contra el cariz tomado por los aconteci­ Heidegger tiene todavía, a finales de 1945, la elección entre
mientos. Y que, según múltiples testimonios, persiste en llevar hasta dos estrategias opuestas, ambas coherentes. O bien asumir la tota­
1945, en varios actos públicos, la insignia del partido en la solapa. lidad de su pasado nazi a riesgo de condenarse a sí mismo al ais­
N o olvidemos, finalmente, que Heidegger— que en los en­ lamiento y al silencio; o bien admitir que se ha engañado torpe­
cuentros de Davos no había respetado demasiado a su colega Ca- mente, no sólo en 19 33 sino durante los doce años siguientes,
ssirer— permanecerá hasta el final incapaz del.menor gesto, incluso aunque ello implique ejecutar un gesto público de autocrítica. Las
privado, para con sus antiguos profesores o condiscípulos judíos. dos actitudes, en verdad, requieren coraje. Sin duda ésta es la ra­
Sus relaciones con Husserl— sin embargo convertido al protestan­ zón por la que Heidegger escoge una tercera.
tismo— se interrumpen bruscamente a partir de 1930. N o dará Lenificante y deliberadamente tramposa, consiste en minimi-
ningún signo de vida a su viejo maestro durante la enfermedad que
terminará por llevárselo, y no asistirá al entierro del hombre al que 1 1 1 . M artin H eidegger, « L e rectorat: faits et réflexions» (1945), trad. fr. en la
ha dedicado la primera edición de Ser y tiempo. Por lo demás, cuan­ revista L e Débat, noviembre 1983. [H ay trad. cast. de Ramón Rodríguez: L a autoa-
firm ación de la Universidad alemana. E l Rectorado, 19 3 3 -19 3 4 . Entrevista del Spiegel,
M adrid, Tecnos, 1989.] Véase también M artin H eidegger, « Letter to the Rector
108. Ibid-, pp. 276-280. o f Freibu rg U niversity» (4 de noviembre de 1945), en Richard W oiin, ed-, The
10 9 . M artin H eidegger, Introduction a la métapbysique, trad. fr., París, G alii- H eidegger controversy: A critical reader, Cam bridge, M ass., T h e M Í T Press, 1993,
mard, 19 6 7 , p. 202. [Trad. cast. de Angela Ackermarm: Introducción a la metafísica, pp. 6 1-6 6.
Barcelona, G ed isa, 1995.] 1 1 2 . Entrevista traducida al francés con el título Réponses et Questions sur Pbis-
1 1 0 . K a rl Low ith , M a vie en Allem agne avant et aprés 19 3 3 , trad. fr., París, H a- toire et la politique, París, M ercure de France, 1988. (H ay traducción castellana de Ra­
chette, 19 8 8 , pp. 77-78. [Trad. cast.: M i vida en Alem ania antes y después de 19 3 3 , món Rodríguez: La autaafirmación de la Universidad ale-mana. E l Rectorado, 19 33-19 34 -
M adrid, V iso r, 1992.] Entrevista del Spiegel, Madrid, Tecnos, 1989.]

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zar el alcance de su pertenencia ai N SD A P , pretendiendo que no y , finalmente, banaliza la Shoah comparándola a la dictadura que
se adhirió a él sino durante su año de rectorado. E l filósofo está así hacía estragos, desde 1945, en las «democracias populares» de la
obligado a reorganizar—retrospectivamente— su vida en tres pe­ Europa del Este. «Sustituya “judíos” por “alemanes del Este”— es­
ríodos: antes de 19 33; durante el año 19 33-19 34 ; de 19 34 a I 945- cribe a Marcuse—, y lo que usted me reprocha vale igualmente
Y a presentarse como apolítico durante el primer período; víctima para una de las potencias aliadas, con la diferencia de que todo lo
de los acontecimientos durante el segundo; y completamente cu­ que pasa en 1945 tiene lugar a plena luz, mientras que el sangrien­
rado de su «error» desde el inicio del tercero. to terror de los nazis ha sido efectivamente escondido ai pueblo
Alegaciones difícilmente sostenibles. Heidegger está lejos de alemán».1'5
ser apolítico antes de 1933. Salido de un medio excesivamente con­ Con independencia de lo que tal declaración puede tener de
servador, busca muy pronto en la derecha, después en la extrema ofensiva para los judíos, contiene un doble engaño. Por una parte,
derecha, los medios de una ascensión social que la República de sugiere que no hay nada peor en el nazismo que en el comunismo,
W eimar no le ofrecía tan rápidamente. En cuanto a Ser y tiempo, si soslayando el hecho de que la existencia de un antisemitismo de E s­
bien no se trata directamente de un libro político, el.pensamiento tado—propio del primero pero no del segundo—impide confundir
que en él se despliega— como se ha visto— muchas veces no es sino ambos tipos de régimen. Por otra parte, finge olvidar que la perse­
la transposición filosófica de ciertos temas caros a Spengler o a los cución de los judíos había comenzado en 1933 y que, después de la
teóricos de la «revolución conservadora». Noche de los Cristales, el sanguinario terror, lejos de ser ocultado
E n lo referente al año 19 33-19 34 , la interpretación que ofrece al pueblo alemán, se ejercía en gran medida en plena calle. Las
Heidegger a partir de 1945— en particular ante los jóvenes france­ mentiras, con todo, son muy resistentes: estas dos en particular
ses, no siempre bien informados, a los que se complace en recibir continúan alimentando, en la actualidad, el discurso de los histo­
regularmente— es simplemente incoherente. T an pronto lo llama riadores «revisionistas» dentro y fuera de Alemania.
su «gran disparate», como, al contrario, afirma que aceptó el rec­ Segundo indicio: el único texto conocido—hasta hoy— donde
torado sólo para oponerse mejor al control del partido sobre la Heidegger evoca explícitamente las cámaras de gas parece ser el
universidad— lo que es contrario a los hechos. siguiente pasaje de una conferencia (inédita) sobre la técnica, pro­
Queda por recordar lo más penoso. Si Heidegger hubiera sido, nunciada en Bremen en 1949: «La agricultura es ahora una indus­
como pretende, un «opositor» desde 1934, no habría tenido nin­ tria alimentaria motorizada; en cuanto a su esencia, es lo mismo
guna razón para no condenar abiertamente el horror de los críme­ que la fabricación de cadáveres en las cámaras de gas y en los cam­
nes nazis a partir de 1945. Pues bien, no hizo nada. N i una sola vez pos de exterminio, lo mismo que los bloqueos y la reducción de
pronuncia una palabra dando a entender que está escandalizado— los países a la hambruna, lo mismo que la fabricación de bombas
al menos a posteriori—por el exterminio de los judíos, ni siquiera de hidrógeno...».114 Cabe preguntarse, ante una comparación de
que lo desaprueba. Ese silencio, que herirá vivamente al poeta Paul tan dudoso gusto, si es producto de una insensibilidad total o si se
Celan, es tanto más grave cuanto que Heidegger sabe, mejor que trata, al contrario, de una provocación calculada. ¿Ceguera o agre­
nadie, que «guardar silencio» no es lo mismo que «no decir nada». sividad? Ninguna interpretación—se admitirá—honra al «gran»
¿Habría muerto el filósofo persistiendo en ignorar—como tan­ pensador.
tos otros nazis— la barbarie del Holocausto? N o existe, ¡ay!, nin­ Tales son los hechos. Por abrumadores que sean, sin embargo,
guna razón para pensar lo contrario. Dos indicios, al m enos, pare­
cen también confirmar tal interpretación. 1 1 3 . Carta publicada por primera vez en 1988 en la obra de H ugo O tt ya cita­
da, trad. fr., p. 199.
E l primero se encuentra en una carta dirigida el 20 de enero de 1 1 4 . Este texto, citado p or W olfgang Schirm acher en Tecbnik und Gelassenhett
1948 a H erbert Marcuse. Invitado por su antiguo alumno a hacer (Fríburgo, Karl Alber, 1984), puede leerse en francés en Philippe Lacoue-Labarthe,
su autocrítica, Heidegger rehúsa, minimiza una vez más su acción L a Fiction du politiqtíe, París, Christian Bourgois, 19 87, p. 58.

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resultan secundarios en relación a esta cuestión de principio; ¿Se filósofo norteamericano: el padre jesuíta William Richardson (en
debe considerar el compromiso político de Heidegger como in- la actualidad profesor del Boston College).
Trírrsggámente ligado a su manera de pensar o como una «excentrL— L a cuestión del Ser, situada en el corazón del libro, se plantea
cid ad » sin relació rucon su filp s o f í a ^ en Heidegger—si hay que creerlo—-desde que en 1907 ha descu­
E n Francia^—donde el culto a Heidegger ha alcanzado, durante bierto la tesis de Brentano sobre Aristóteles. Poco despuésTTa lec­
los últimos cuarenta años, inquietantes proporciones— , la segunda tura de las Investigaciones tópicas le sugiere una nueva manura_.de
opción resulta la más comúnmente admitida. Esa sería también, por ahordar la famosa cuestión: el método fenomenológico, situado»
otras razones, la solución adoptada por Gadamer.” * Semejante res­ bajo el signo de un retorno a la esencia misma de las cosas. Pero,
puesta tropieza con dos objeciones: una teórica, la otra práctica. muy pronto, la fenomenología se desvía en dirección a un nuevo
N o se ve, en primer lugar, en nombre de qué principio se habría idealismo trascéndentaí/que Heidegger rechaza porque se propo­
de separar filosofía y política. Observación que vale especialmente ne pensar el Ser en su temporalidad, en su «historicidad». M ien­
para un pensador que— como él mismo ha manifestado a Karl L o- tras que FIusserl; en_«LaJElosQf7a-t4)mQX4encL rigurosa^Jia^rlado
with y como ha repetido a su discípulo Tean Beaufret— «todo está la espalda a la historia al mismo tiempo que_al histQricismod17 En
unido».115116 consecuencia, el pensamiento heideggeriano— tal como se mani­
Nada indica, por otra parte, que adhiriéndose ál N S D A P H ei­ fiesta por primera vez en Ser y tiempo—se encuentra prisionero de
degger haya tenido la sensación de romper, de una manera u otra, un conflicto.
con la inspiración de su obra anterior. Las implicaciones políticas Para resolverlo, para desplegar en fin la cuestión del Ser en todas
de Ser y tiempo ¿no estaban ya en la dirección deseada por la extre­ sus dimensiones, hay que arrancar a la problemática del libro de
ma derecha nacionalista alemana? Ciertamente, Heidegger evolu­ 1927 lo que puede tener aún de «metafísica». Hay que liberar de
ciona—pero manteniéndose notablemente fiel a sí mismo. Y si en todo límite la meditación que allí se esboza sobre el sentido de la em­
1934 , y después de nuevo a partir de 1945, toma alguna distancia presa metafísica misma y sobre los medios para «superarla»: tentati­
en relación al nazismo «real», no experimenta en ningún momen­ va que ocupará en adelante a Heidegger hasta el final de su vida. Esa
to— a pesar de sus inflexiones—la necesidad de renunciar a las con­ es la razón de que no haya ruptura en su obra, sino simplemente,
vicciones básicas— filosóficas^ políticas—-que ya eran las suyas a fi­ después de 19x7, una interpretación cada vez más personal—y an-
nales de los años veinte. tihusserliana— de lo que el término «fenomenología» quiere decir.
Es, pues, a la unidad de estas convicciones a lo que hay que vol­ L a mejor manera de recuperar el sentido de esta interpretación
ver ahora, si se quiere intentar comprender en qué medida el com­ podría ser remitirla a la intuición originaria de donde procede y de
promiso nacionalsocialista del «maestro» de Friburgo no es en ab­ la cual Heidegger ha dicho muchas veces que constituye el princi­
soluto ajeno al resto dé su pensamiento. pio alrededor del cual gira todo su pensamiento. Esa intuición— que
formula, en ciertos textos, con la ayuda del término «pliegue»"8—
es la de una diferencia-, la diferencia—imperceptible pero absoluta—
z' que separa el Ser del ente, a pesar de que parecen estrechamente
Ser y tiemppÁs un libro inacabado. Corno'en todos los libros de fi­ unidos, puesto que no podría haber ente sin Ser, ni Ser sin ente.
la, ese hecho apunta a razones profundas. Razones que el pro­
pio Heidegger expone en una carta dirigida, en abril de 1962, a un
1 1 7 . M artin Heidegger, -«Lettre á Richardson», texto recogido en Questions III
et IV , París, Gallimard, 1990, p. 344.
11 8 . Véanse por ejemplo dos textos de H eidegger, «Dépassemenc de la mé-
1 1 5 . L a posición de G adam er se encuentra resumida en un texto publicado en taphysique» (19 36 -19 46 )^ «M oira» (1952), recogidos en Essais et Conférences, op. cit.,
francés p o r e l sem anario L e N ouvel Observatetir, del 22-28 de enero de 1988, p. 45. pp. 89 y 289 -291. [Trad. cast. de Eustaquio Barjan; Conferencias y artículos, Barcelo­
1 1 6 . je a n Beaufret, D e l'existentialism e a Heidegger, París, V rin , 1986, p. 18 . na, Ediciones del Serbal, 1994.J

186 187
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En esta formulación* no es el término «ente» lo que resulta poner en marcha. Platón ha terminado de conferirle una suprema^
problemático. E l dominio (lejos entcsmQn§4jQ^upJ£^elmund»-al cía absoluta sobre el pensamiento. Así, cuando se comprende el
«gne, pertenecemos- E l hombre es un ente. D ios mismo puede ser «error» d* Pintón, se rompr^nrG.pJ r.w toda filosofía^ Pues.
considerado como el «Ente supremo». L a teología no es, p o r tan­ toda filosofía es platonismo; incluso las de Marx, de Nietzsche o de
to, sino una rama de la. patología, o ciencia del ente. Lajniestion^ Carnap. si bien constituyen su «inversión»—-puesto
por contra, de saber en qué el Ser del ente se distingue del ente >e
—y, sobre todo, por qué esta distinción debiera tenerse por pri- T al visión de la historia de la filosofía—que permite refutar el
mordial—^i'esultajpscura^en^ljnkma^ materialismo reduciéndolo a una simple variante del idealismo—es
¿Qué es el SeriLA pesar de la importancia de lo que está en jue­ cuando menos precipitada. Pero tiene el mérito de ser clara. Y de
go, una decepción espera al lector de buena voluntad, pues toda la entrañar consecuencias que no lo son menos.
obra de Heidegger afirma que esa pregunta no podría, por princi­ ¿Qué se debe hacer, en efecto, si se quiere evitar volver a caer
pio, obtener una respuesta. El Ser no es lo que los metafísicos 11a- en el error filosófico por excelencia? Se debe, simplemente, renun­
■ Slgil..laj^toannia,~dxspítintoJ,a ,matería. N o se puede decir nada ciar a la filosofía.
de él puesto que está desprovisto de atributos. O, más exactamen­ Ser y tiempo permanecerá inacabado, puesto que se trata aún
te, lo único que se puede decir de él es una tautología: «E l Ser es lo — como indica el homenaje a Husserl—de un libro de filosofía.
que es» {Was ist das Sein? Es ist Es selbst).119 Es, en otras palabras, Además, Heidegger ya no escribirá más libros propiamente dichos.
irreductible a un cofleepto. inaprensihkjDOEjd J a ^ ” Igualmente hará una cuestión de honor—más bien infantil— de re­
T a l es, por lo dprnás^ eljnqtivo por el que la filosofía occiden­ cusar la apelación de «filósofo» para invocar la de «pensador».
tal en su conjunto lo ha pasado ponaíto. «Filosofía», «metafísica»,
«onto-teo-logía» no son, desde ese punto de vista, sino sinónimos,
nombres diferentes para designar un mismo fracaso, un mismo
«olvido»Tun mismo «velamjpfltp» dpl Ser pues todos los filósofos Pero no basta con declarar «finalizada» la filosofía para probar que
fían encallado de manera parecida. Unicamente—qui7,ás—\os pre­ se ha salido efectivamente de ella. Aún es necesario, para que esta
socráticos en un extremo de la cadena v Nietzsche en el otro han «salida» comience a devenir visible, que también el «pensamien­
entrevisto el Ser, durante el instante de_un relámpago. Eeró-Lo-han to» se separe decididamente del problema—racionalista y humanis­
vuelto a perder en el mismo mcmi£Ji.tQ._q_ue lo entreveían. Los pri= ta— que, desde sus orígenes griegos, caracteriza el discurso filosófico.
meros porque^mta.e.dia-tamentediarure,caído.pri&ion^ o s, del logos.. Ahora bien, al final de la Primera Guerra mundial, las tres formas
E l último porque, haciendo de la «vida» H «valor» su p rem o ,^ dominantes de ese racionalismo humanista son la forma cristiana, la
eiicierra en lo que Heideggei: ..llama— a pesar de que el mismo forma marxista v—fuertemente perturbada por el choque del con-
Nietzsche rechaza el término— una «metafísica» de los valores. flicto que, durante cuatro años, ha asolado Europa—-la forma liberal
Retengamos aquí una cosa: que el losos—modo de pensamien­ y laica encamada, entre otros, por Husserl, Russell, Cassirer y Va-
to conceptual y demostrativo, indispensable para comprender los léry. Como por azar, se trata de las tres corrientes de pensamiento
entes— se revela inadecuado cuando se trata de. pensar lo q u e los contra las que, a partir de 1927, Heidegger no cesa de luchar.
«supera» (critica que añade a la del «Iogocentrísmo» desarrollado E l marxismo, sin duda, le parece encarnar la amenaza más gra­
en los años treinta por otro filósofo pro nazi, LudwigKJages (1872- ve. L o aborrece hasta tal punto que, después de la Segunda Guerra
195Ó). Así pues, a ese locws1 que los presocraticns hamrojuttíhiikio-a
120. M artin Heidegger, «Dépassement de Ja métaphysique», trad. fr. ya citada,
119 . M artin H eidegger, Lettre mrVhumcmisme (1946), texto recogido en Ques- p. 9 1 . O también: -sLa fin de la philosophie et la tache de la pensée» (1964), texto
tions III et IV , op. cit., p. 88. recogido en Questions U I et IV , op. cit., p. 283.
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mundial, se apoyará en Ja división de su país y en el hecho de que Igualmente, asimila—para condenarla mejor-—la esencia de la
las tropas rusas están estacionadas en Berlín para dar a entender técnica a la de la metafísica, culpable de complacerse en un estado
que el combate de Hitler no ha sido, en el fondo, más que un com­ de dependencia con relación al logos o a la «logística» (término pe­
bate contra el comunismo. Dicho de otro modo—retrospectiva­ yorativo con el que Heidegger designa todas las investigaciones sa­
mente—^una guerra «buena». lidas de Frege y Russeíl), y globalmente convertida en responsa­
D el catolicismo, que ha sido la «fe de sus orígenes», se ha ale­ ble—sin el menor cuidado por probarlo— de todo lo que va mal en
jado a partir de 19 18 . N o dejará ninguna ocasión, en lo sucesivo, el mundo. «La devastación de la tierra», se lee en una serie de no­
para combatir el cristianismo en general, como— por ejemplo— en tas redactada en respuesta a los ataques de Carnap, no es nada más
el curso del semestre de verano de 1935 (Introducción a la metafísi­ que el «resultado de la metafísica»,111 de la que el propio Carnap,
ca) o en el texto de 193Ó consagrado a la elucidación de la senten­ si se le cree, permanece prisionero. Con igual tono perentorio,
cia de Nietzsche: «Dios ha muerto». N o hay apenas necesidad de avanza en 1935 que «Rusia [sic\ y América [...] son ambas, desde el
añadir que, para él, lo que separa cristianismo y judaismo es menos punto de vista metafísico, lo mismo, sobre todo en cuanto a su ca­
importante que lo que les une, y que rechaza ambos en nombre rácter terreno y su relación con el espíritu»/15 lo que le permitirá,
de un mismo «neopaganismo» germánico directamente salido del después de 1945, condenar paralelamente a los dos adversarios del
Sturm und Drang de finales del siglo xvm . T ercer Reich, el único que habría podido frenar la «decadencia»
E n cuanto al racionalismo liberal, el de la Aiifklai'ttng y la fe­ espiritual de Europa.
nomenología, Heidegger rompe definitivamente con él inmediata­ En cuanto a la idea del progreso, vehiculada a la vez por el co­
mente después de la publicación de Ser y tiempo. D e ahora en ade­ munismo y por el American roay o f Ufe, se adivina que no tiene de­
lante consagrará una parte esencial de su obra a denunciar el masiada importancia en Heidegger. Como buen adepto de la «re­
imperio maléfico— según él— de los tres grandes «ídolos» de la ra­ volución conservadora», es del pasado más lejano, no del futuro, de
zón moderna que constituyen la ciencia, la técnica y la idea de pro­ donde espera la salvación. Y a partir del modelo del «retorno al
greso. pasado» intenta pensar en esta última. Retorno a las raíces déla fi­
Para Husserl, la ciencia encuentra su fundamento en la filosofía, losofía (a los presocráticos) por una parte, pero también a las de la
ella misma concebida como ciencia rigurosa. Heidegger, por su germanidad, a la «pureza» de los orígenes intocados, anteriores a
parte, transfiere la función fundacional de la filosofía al «pensa­ las equívocas mezclas. Retomo a la «patria del Ser», que coincide
miento», afirmando la inconmensurabilidad de éste en relación con con la «patria» (Heimat) sin más. Retomo al Volk concebido como
la ciencia. ¿No subraya de mil maneras que «la ciencia no pien­ cálida y tranquilizadora intimidad, familia rural y protectora, claro
sa»?111 Antikantiana y antihusserliana, esta provocadora fórmula no en la espesura, camino en el bosque (Holzweg), cabaña montañe­
deja de recordar la tesis 6.21 del Tractatus. N o obstante, las inten­ sa— en suma, a esos arquetipos que, desde el romanticismo e incluso
ciones de los dos autores son muy diferentes. Declarando que la desde la Reforma luterana, no han cesado de recitar el plañidero
proposición matemática «no expresa ningún pensamiento», W itt- canto del alma alemana así como su nostalgia de la unidad perdida
genstein intenta simplemente desprender las matemáticas de la (o, más exactamente, nunca alcanzada). Sin hablar de su resenti­
base platónica sobre la que Frege las había fundado. Heidegger, por miento episódico hacia el judío, él mismo convértido en el fantas­
contra, se considera «subversivo»: acusando a la ciencia de no pen­ ma y arquetipo de un modo de vida «inauténtico», «aberrante» y,
sar, apunta nada menos que a retirarle toda dignidad intelectual. sobre todo, «antialemán».
A esta triple aversión de la ciencia, la técnica y el progreso, se vin-
I 2 t . V éase por ejem plo M artin H eidegger, Qu'appelle-t-on penser? (curso de
19 5 2 publicado en 19 54 ), trad. fr., París, P U F , 19 59 , p. 26. [Trad. c&st.: ¿Q u ésign i­ 12 2 . M artin H eidegger, «Dépassem entde la métaphysique», trad. fr.y a citada,
fica pensar?, Buenos Aires, N ova, 1985.] p. 82. 12 3 . M artin Heidegger, íntroduction a la métaphysique, op. cit., p. 49.

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cula igualmente la desconfianza bien conocida de Heidegger con res­ Un pensamiento tan deliberadamente vuelto hacia los orígenes no
pecto a la ética, su convicción de que la ética no tiene lugar dentro de puede sino estar inclinado a rechazar la historia real, vaciarla de
un «pensamiento del Ser». Se observa aquí también una superficial todo contenido, reescribirla de la manera más provechosa para sus
convergencia con la idea wittgensteniana de que «la ética es imposi­ propios intereses. Heidegger no ha podido resistirse a ninguna de
ble». Pero las intenciones ocultas son, nuevamente, muy diferentes. estas tres tentaciones.
Mientras que Wittgenstein se limita a observar que no se pueden tra­ ¿Se objetará que el problema de la historicidad ocupa un lugar
ducir los juicios de «valor» al lenguaje de los «hechos», Heidegger central en Ser y tiempo, y que es justamente ella la que, a partir de
critica el interés de una jerarquía de valores puesto que éstos tan sólo 1938, atrae a Sartre hacia Heidegger? Pero la lectura que el prime­
podrían mantenerse en el interior de un discurso racional, por tan­ ro— que comprende mal el alemán—hace del segundo entre'1938
to—según él—metafíisico. Se ve claramente la perspectiva de tal es­ y 1943 se basa de hecho en un malentendido, que revela claramen­
trategia. Sin la carga de los valores, no hay necesidad de ofrecer una te la hostilidad de Heidegger respecto a Sartre. Pues la «historici­
justificación de las decisiones éticas. ¿Qué mejor manera de dejar el dad» del Dasein, tal como la concibe el maestro de Friburgo, está
campo libre, con vistas a preparar el advenimiento de un sistema fun­ tomada en un sentido «abisal», que no tiene nada que ver con lo
dado más sobre la fuerza que sobre el derecho? que el común de los mortales entiende por «historia».
Ese recurso a la fuerza remite, a su vez, a un profundo conser­ Basta, para medir la amplitud de la distancia que— en Heideg­
vadurismo. E l más fuerte tendrá razón en tanto sea el más fuerte, ger— separa realidad y discurso, con volver sobre la interpretación
lo importante es mantenerse el más fuerte durante el mayor tiem-. que propone, a partir de 1935, de la historia de la filosofía occi­
po posible. D e aquí el «discurso de autoridad» caro a Heidegger, y dental.
que será el suyo mucho tiempo después del final del rectorado. A primera vista desconcertante, esta interpretación se explica
Discurso oracular, el hecho de que sea pronunciado por el maestro de hecho— como lo ha mostrado muy bien Jean-Pierre Faye en
basta para otorgarle valor de prueba («él lo ha dicho, luego es ver­ Francia124— a partir del contexto político que lo engendró. Todo
dad»). Discurso mágico, confiere a la cita— con tal de que sea de comienza, en la primavera de 1934, por un debate interno sobre la
otro «guía» incontestable: Hitler en 1933, Heráclito en los años filosofía nacionalsocialista. E n abril de este año, el rector de la U ni­
cuarenta, Holderlin al final— el papel normalmente otorgado, en versidad de Frankfurt, Em st Krieck, principal representante de la
filosofía, a la argumentación. Y si ese discurso no tiene espacio para antropología «racial» y candidato al papel de ideólogo oficial del
la razón demostrativa, peor para ella: la razón es, evidentemente, la régimen (llegará más tarde a Obersturmbannfübrer SS), desencade­
que está en el error. na contra su colega de Friburgo una operación de difamación en la
¿Hay que sorprenderse, al final de este rápido recorrido, de que revista nazi Volk im Werden (‘Pueblo en devenir’). E l artículo pu­
uno de los primeros textos de Heidegger publicados después de la blicado califica la filosofía heideggeriana de «nihilismo metafísi­
guerra sea precisamente una Carta- sobre el humanismo (dirigida a co» (sin duda porque se trata extensamente la cuestión de la «nada»
Jean Beaufret en diciembre de 1946), en la cual el pensador alemán en ¿ Qué es metafísica?) y de cercana a los «raciocinios» de los «lite­
denuncia despiadadamente las «fechorías» de ese humanismo eu­ ratos judíos» (presumiblemente Husserl).
ropeo que encama por entonces Sartre? ¿Y de que las pocas pági­ A esta acusación, peligrosa donde las haya, Heidegger respon­
nas de una entrevista de 1966, claramente destinadas a la posterio­ de invirtiendo hábilmente la ecuación. A l año siguiente, afirma en
ridad, encuentren aún el medio de infligir una ruda desautorización
a los ideales democráticos, fruto del racionalismo de la Ilustración?
12 4 . Esbozados en distintos artículos aparecidos después de los años sesenta,
los resultados de los trabajos de Jean-Pierre Faye sobre H eidegger están expuestos
en L a raison narrative, París, Ballañd, 1990, y resumidos en L e piége: L a pbilosopbie
beideggérienne e t k nazisme, París, Balland, 1994.

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su curso del semestre de verano (publicado con el título de Intro­ mente, por su «desconstrucción» (Abbau) mediante el «abando­
ducción a la metafísica) que el nihilismo consiste en «permanecer fi­ no»116 de sus representaciones constitutivas.
jado» al ente en lugar de encarar el «Ser», pero que el pensamien­ Nacidas de las exigencias de la polémica, tales declaraciones pue­
to del Ser en tanto que Ser (en el que se incluye el pensamiento de den parecer en la actualidad muy oscuras. A fin de entender mejor
la nada) resulta la única manera de liberarse de aquél. Dicho de lo que está en juego, detengámonos un instante en su aspecto más
otro modo, no es él—Heidegger— , sino los adversarios del Ser enigmático: la interpretación—eminentemente discutible— que Iiei-
(sobreentendiendo: Krieck y los nazis antiheideggerianos) los que degger se esfuerza por dar del pensamiento de Nietzsche presentán­
son los verdaderos «nihilistas». dolo, en sus cursos de 1936 a 194o,127 como la forma suprema del nihi­
N o se trata aquí de «el giro» {die Kehre) del que hablará al des­ lismo occidental.
cribir el cambio de dirección requerido para avanzar a partir de Recordemos en primer lugar que, dirigida en contra del plato­
Ser y tiempo: sus escritos del período que media entre 1927 y 1929 nismo, del cristianismo y del socialismo, pero también en contra de
anunciaban ya la necesidad de una «destrucción» de la metafísica. la estupidez burguesa y del antisemitismo—cosas todas ellas que
Significa en cambio una nueva estrategia que va.a obligar al «pen­ resumían a sus ojos el «espíritu alemán» encarnado en Wagner— ,
sador» a reescribir la historia de la metafísica como la historia del la crítica nietzscheana de los «valores» se apoyaba también en una
«nihilismo». Estrategia muy ventajosa, a fin de cuentas, puesto denuncia global de la filosofía europea. Por una parte, Nietzsche
que si— de 1935 a 1945— le permite replicar a las acusaciones que calificaba ya a ésta de «metafísica» en un sentido peyorativo. Por
emanaban del interior del partido, le ayudará igualmente— des­ otra parte, le reprochaba haber desembocado en el «nihilismo»,
pués de la guerra— a asentar su inmerecida reputación de «oposi­ término que Nietzsche tomaba de los Ensayos de psicología contempo­
tor» al nazismo. ránea (1883) del escritor francés Paul Bourget.
T res textos particularmente significativos puntúan esta labo­ Para Bourget, el nihilismo— enfermedad de la Europa moder­
riosa empresa de reescritura.'.Un epílogo añadido en 1943 a ¿Qué es na— se explica por el «cansancio» en el que una «humanidad de­
metafísica?, referido—-sin mencionar a Krieck— a las acusaciones masiado reflexiva» ha caído a causa de su propio pensamiento, me­
lanzadas sobre él en 19 34 (y renovadas en un segundo artículo pu­ diante una voluntad de autoaniquilación. Nietzsche no podía sino
blicado en Volk im ÍVerden en octubre de 1940), explica que la fa­ aborrecer ese nihilismo puesto que, para él, la «vida» era el único
mosa conferencia tenía ya como objetivo secreto «superar» el nihi­ «valor» verdadero. Por el contrario, veía en su propio nihilismo
lismo. Una introducción sobreañadida al mismo texto en 1949 «activo», es decir, en su propio proyecto de destrucción de los va­
afirma que el nihilismo se confunde con la historia de toda la me­ lores opuestos a la vida, lo previo e indispensable para la gloriosa
tafísica, «de Anaximandro a Nietzsche [fíe]». Finalmente, un texto «transmutación» anunciada por Zaratustra.
de 1955 redactado en homenaje al escritor nacionalista Ernst Jün- Por desgracia para Nietzsche, sus tesis serán sucesivamente de­
ger (1895-1998)— cuyo ensayo sobre La movilización total (1930) formadas después de su muerte (1900): por su hermana— casada
provocó la invención del concepto de «Estado total» por el politó- con un notorio antisemita por quien Nietzsche no sentía sino des­
logo Cari Schmitt (1888-1985), convertido en la referencia obliga­ precio— , por la extrema derecha nacionalista alemana (durante la
da de todos los ideólogos fascistas— confirma la tesis de que la «su­ guerra de 1914) y, en los años treinta, por los nazis. Éstos se es­
peración» (Überwindung) del nihilismo (asimilado a la metafísica) fuerzan, en particular, por recuperar en provecho propio el tema
no puede efectuarse sino a través de su «restauración»115 (Verwin-
dung), es decir y una vez más, por su «destrucción» o, más exacta-125*
12Ó. Ibid., p. 240. La traducción de Abbau por ‘déconstruction’ se debe al filó­
sofo francés Gérard Granel.
12 5 . «Contributáon. á la question de l’É tre», texto recogido en M . H eidegger, 12 7 . Esos cursos serán recogidos, después de la guerra, en un volumen, titulado
Q uestionsI, op. cit., p. 23Ó. Nietzsche, Pfulligen, Neske, 19 6 1.

19 4
'* HISTORIA OE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX PENSAR AUSCHWITZ
r? i
de la «voluntad de poder», disfrazándolo en un discurso «biológi­ términos «patria» y «Occidente», y para escapar a la acusación de
"■
co» fundado en la exaltación de la «raza» o de la fuerza bruta. Se­ haber favorecido la barbarie predicando la «destrucción» de los
O ría fácil a Heidegger mostrar, a partir de 1935, que esa lectura es «valores»..
reductora. Pero lo que le interesa—políticamente hablando—no es E n una conferencia contemporánea a la Carta, «¿Para qué poe­
* 3' tanto rectificar un contrasentido, por lo demás grosero. Es denun­ tas?» (1946), califica su época—marcada por la victoria americano-
ciar como «metafísica» la filosofía «biologicista» de Krieck, quien, soviética—de «tiempo de miseria» y de «noche del mundo».128 Ya
/ por su culto a la «vida», continúa moviéndose— sin darse cuenta— en los años cincuenta, termina refugiándose en una esfera pura­
dentro del lenguaje «nihilista» de una filosofía de los «valores». mente especulativa, como si su «meditación» fuera en lo sucesivo
E11 suma, con el solo fin de aparecer como más «revoluciona­ demasiado profunda para mantener la menor relación con la his­
rio» que los ideólogos oficiales del partido, Heidegger se va a toria real de los hombres o con las peripecias terrenales. Aban­
dedicar sobre todo en sus cursos sobre la filosofía nietzscheana a donando la humanidad al pernicioso dominio de la técnica, pasa
vB el resto de su vida en esculpir para la posterioridad un personaje
señalar las insuficiencias de esta última. Nietzsche, en efecto, habla
Q de invertir los postulados de la metafísica recobrando lo sensible de «pensador» incomprendido, condenado al exilio interior, sin
en provecho de lo inteligible. Pero Heidegger sostiene que inver­ prácticamente ningún interlocutor válido hiera de Heráclito o de
n tir mi sistema—sea el que sea—permite cambiar el sentido, no sa­ noiaerun.
í'. .! lir de él. Nietzsche queda así, contra su voluntad, prisionero del E l diálogo Heidegger-Holderlin—en particular—, marcado
nihilismo. N o es más que el último representante de esa «época» por la transfiguración final de la «cuestión del Ser» en una investi­
nefasta cuya historia empezó con Anaximandro. Y , por ello, es gación poético-mística de lo «sagrado» primordial, «tautológico»
también el primero en hacer aparecer la necesidad de inventar una e inefable, se convertirá en una especie de enigmático y fascinante
vía verdaderamente nueva para salir del nihilismo. Una vía mucho «objeto» cultural. La fascinación, ciertamente, será limitada en la
más valiente que cualquier «transmutación» de los valores, y la propia Alemania. Pero, al contrario, provocará estragos en los paí­
única que, como Heidegger pretende— frente a los nazis; ante ses mediterráneos—y en primer lug^nenjfrancia.
todo, y, después de 1945, ante sus vencedores— , puede dar acceso
al «pensamiento del Ser» como la verdadera «patria» del hombre.
T a n vagas como arbitrarias, esas tesis tendrán por lo menos una
O utilidad: permitir a Heidegger no ser realmente molestado ni antes E n la historia de las ideas reciente, húyríh curioso capítulo que se
(Vv ni después de 1945. E l filósofo será capaz de escapar tanto a las crí­ podría titular: «Cómo la izquierda francesa, para escapar de Marx,
ticas de los nazis «biologizantes» como a las de los antinazis. D o­ ha salvado a Heidegger del olvido».
ble juego inquietante. L a simple verdad—a saber, que la interpre­ La moda comienza muy pronto, puesto que a comienzos de los
tación de Nietzsche habrá constituido una apuesta decisiva en las años treinta el pensamiento heideggeriano ya es bien acogido en
luchas de facciones en el seno del N SD A P— , por toda suerte de París. Georges Gurvitch le consagra una parte de su.libro Las ten­
(¿$ razones, está aún lejos de ser admitida por el conjunto de la comu­ dencias recientes de la filosofía alemana (1930). E l joven Emmanuel
nidad heideggeriana. Levinas, que se entusiasmó en 1927 con Sery tiempo, publica en 1932
Por lo demás, a partir de 1945 Heidegger toma un creciente un artículo sobre «Martin Heidegger y la ontología». E l compro­
número de precauciones para frustrar toda investigación demasia­ miso nacionalsocialista del rector-de Friburgo, si bien es conocido
do precisa sobre la realidad de sus anteriores combates. L a Carta
w sobre el humanismo, por ejemplo, es testimonio de sus primeras ten­ iz 8 . «Pourquoi des poetes?» (1946), trad. fr. en M artin H eidegger, Chenúns
a tativas para explicar que su antihumanismo surge de hecho de un qu in e ménent nulle part, París, Gallimard, c o l.T e l, 19 8 6 ,9 . 323. [Trad. cast. d ejó se
humanismo de grado superior, para rehabilitar su utilización de los Rovira Armengol: Sendas perdidas, Buenos Aires, Losada, 1979.]

196 19 7
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■ ■ ■ 'o
desde 19 33 — Alexandre Koyré, entre otros, habla de él con Levi- de las cámaras de gas. Pero, a decir verdad, no se comprende ' (7-s
nas— ,129 no suscita aún toda la repulsión que provocarán la guerra mucho mejor por qué Beaufret, que hace visitas periódicas a Hei­ ■ O
y después la revelación de la Shoah. Sartre puede, pues, dejarse se­ degger desde setiembre de 1946, se esfuerza por encubrirlo, preten­
.0
ducir sin demasiados .escrúpulos por la dialéctica del «ser» y de la diendo que la política no interesa al «pensador» e instaurando alre­
«nada» que descubre en la traducción francesa (1938) de ¿Qué es dedor de éste un ferviente culto cuyo sumo sacerdocio ejercerá.
metafísica? realizada por Henry Corbin, ayudante de Koyré en la Una variante de esta piadosa actitud consiste en conceder— co­ ■Q
Escuela Práctica de Altos Estudios y futuro especialista en chiísmo mo lo hace, por ejemplo, Frangois Fédier, uno de los principales •o
iraní. traductores de Heidegger al francés—que elfilósofo ha cometido al­
Con la Liberación, el éxito del existencialismó sartreano vuelve gunas «equivocaciones» en 1933, pero que el peso de esos «errores»
a poner la obra de Heidegger bajo los focos de la actualidad. Pero, resulta insignificante en relación con la parte «sana» de su obra. El
mientras tanto, el lastre de los compromisos políticos del ex rector inconveniente es que entonces se tiene que romper la coherencia de •©
empieza a pesar sobre su reputación. Habiéndose hecho clara la esta última, puesto que hay que excluir numerosos textos para con­
■©
verdadera naturaleza del nazismo, Sartre decide entonces distan­ vertirla en «irreprochable». Y esto en contra de la voluntad misma
■b
ciarse de Heidegger publicando— en su revista Les Temps Modemes de Heidegger, quien rechaza hasta el final toda autocrítica.
(1946-1947)—•cinco artículos que constituyen un archivo con la Más sorprendente aún es el comportamiento de una «familia» :0
mayor parte de los elementos disponibles. T res de estos artículos intelectual que, a despecho de las peripecias de la historia, intenta o
(de Maurice de Gandillac, Karl Lówith, Eric Weil) expresan un dar la prioridad absoluta ai diálogo franco-alemán. Esa familia ha ■0
(\ f\
juicio negativo sobre el filósofo. Sólo Alphonse de Waelhens y permitido, hacia 1880, el éxito de Schopenhauer y, hacia 1930, el
Frédéric de Towarnicki se esfuerzan en absolverlo. Desde enton­ de Hegeí. E n los años cincuenta, comprende— entre otros—a Ale­ O
ces el debate está abierto: ¿Se puede separar filosofía y política? ¿Se xandre Kojéve, Jean Hyppolife y Jean Wahl. Éstos son a la vez an­ o
..puede trazar una frontera entre, por una parte, la condena teórica tinazis y anticomunistas (el mismo Kojéve reconoce que su admi­ 0
del humanismo y, por otraGU admiración por la «revolución» ración por Stalin no debe nada a Marx), lectores de Hegel (cuya ■ 0
npf^nhafsnrTálisTalHvaEfre. por su parte, responde negativamente. Fenomenología del espíritu ha traducido Hyppolite en 1941) e inte­
o
Hará en 1952 una breve visita a Heidegger, marcada por la mutua resados por Nietzsche, Husserl y Heidegger. Y, a pesar de sus ex­
o
incomprensión, pero cesará en lo sucesivo de referirse a su pensa­ travíos, deciden integrar al último en la gran tradición germánica
miento. Este es aún más netamente rechazado por los marxistas. que— después de tres guerras en menos de un siglo—mantiene para o
Quedan los otros, los que rechazan a la vez a M arx y al Sartre ellos todo su prestigio. o
«marxistizante» de los años cincuenta, y entre los cuales se van a ¿Por qué esa decisión? Por voluntad de conciliación, por afán de o
desarrollar distintas actitudes más o menos ambiguas. terminar con el contencioso franco-alemán y quizás por deseo 0
L a primera actitud parece una especie de fascinación religiosa. de exorcizar el trauma que ha constituido— para esos germanófilos 0
Su principal representante, Jean Beaufret (1907-1982), es sin em­ convencidos—la revelación de la Shoah. Pero, sobre todo, porque 0
bargo un antiguo miembro de la resistencia. Se comprenden mal la intelligentsia francesa de los años cincuenta, cuando rechaza a o
los móviles que le llevaron, poco tiempo antes de su muerte, a di­ Sartre y Marx, no sabe a qué santo filosófico encomendarse. Hei­ 0
rigir cartas amistosas (recientemente publicadas) a Robert Fau- degger les aparece entonces como un posibie salvador. Puesto que
G
risson, el «negacionista» francés que cree haber disipado el «mito» su pensamiento, presentado como apolítico por sus aduladores, res­
'0
ponde exactamente a los deseos de esa intelligentsia que, después de
Auschwitz e Hiroshima, acaba de perder sus últimas ilusiones en las ■©
129. Según un artículo de Emmanuel Levinas, «Com m e un consentement a l’ho-
llamaradas de los conflictos coloniales de Argelia e Indochina. ©
rrible», publicado por el semanario L e N ouvel Observateur, 22-28 de enero de 1988, V:''\
p. 48. E l éxito de Heidegger en Francia comienza verdaderamente en
©')
19 8 19 9
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1 955, con la famosa «conferencia de diez días» de Cerisy-la-Salle por otra parte, renueva el interés por el lenguaje y por los signos
organizada en su honor por Jean Beaufret y Kostas Axelos (nacido en general: se puede comprender que Blanchot, Foucault o Derri­
en 1924). Sartre y Merleau-Ponty rehúsan asistir, pero Heidegger da— atentos como están a los problemas de la escritura—puedan
0 conoce al poeta René Char y —al margen de la «conferencia»— sentirse atraídos por el audaz verbo del maestro de Friburgo, por
0 pasa algunos días en compañía del psicoanalista Jacques Lacan. su manera de transgredir deliberadamente los límites instituidos
o. Este ve en el existencialismo heideggeriano la dimensión trágica de la expresión filosófica. A riesgo de olvidar, en su lectura «este-
que falta en Sartre y que permitiría dar a las doctrinas positivistas ticista», las implicaciones políticas del proyecto heideggeriano.
(y de Freud un suplemento de «alma» filosófica. E n cuanto a Char, Sólo, a partir de 1961, la voz discordante de Jean-Pierre Faye se
/**\ antiguo miembro de la resistencia como Beaufret, está halaga­ hace escuchar en distintos artículos, pero sin conseguir invertir la
u do por el interés que le demuestra el filósofo alemán. Los dos corriente de la moda—no más que lo que consigue, en 1988, el ex­
ó hombres simpatizan. Ausente de Cerisy, otro escritor importante, celente análisis del sociólogo Pierre Bourdieu, La ontologíapolítica de
Maurice Blanchot— quien, a su vez, se ha involucrado en la extre­ Martin Heidegger. En cuanto a las biografías de Heidegger por Vic-
©
ma derecha durante los años treinta— , contribuye igualmente a tor Farias (la de éste perjudicada por un buen número de errores) y
0
propagar en los ambientes de vanguardia el pensamiento del «se­ Hugo Ott (ésta, por el contrario, un sólido trabajo académico), apa­
n gundo» Heidegger, cuya carrera se puso en marcha en 1946. E n ­ recidas en 1987 y 1988 respectivamente, quizás porque confirman
cantado, el filósofo es de la misma opinión que sus nuevos amigos. de manera convincente lo que ya sabían todos los que querían sa­
N o le puede reportar más que beneficios. E n el momento en que, ber—lo esencial del informe ya era por entonces conocido—, susci­
en la misma Alemania, los jóvenes (Habermas) se alejan de él, taron tales reacciones de hostilidad en Francia que la historia de este
vc>; Francia se va a encargar de asegurarle una nueva notoriedad. episodio requeriría, por sisóla, un estudio separado.130
0 T res seminarios impartidos por Heidegger en T h or (cerca de Sin duda el trabajo de Ott aparece demasiado tarde puesto
Aviñón), a invitación de René Char (r966, 1968 y 1969), llevan esa que, mientras tanto, Heidegger ha entrado en la lista oficial de los
notoriedad a su cima. P oco a poco, el círculo de los heideggerianos autores que el ministerio francés de educación nacional recomien­
/*
r ) se ensancha. A los nombres ya citados, se añaden los de Paul da estudiar con vistas ai baccalauréat—lista en la que no figuran, por
Ricoeur, M icheíT oucauIFy Jacques D errida_Ricoeur desarrolla el contrario, ni Russell, ni Wittgenstein, ni Camap, ni Marcuse.
T -paralelamentFaTjadamer—una concepción, «hermenéutica» de la
0' fenomenología, teñida de cristianismo, existencialismo y psicoaná-
lisis. Foucault se sirve de Heidegger para releer a Nietzsche. M ar­
cado por la influencia de Blanchot, Derrida finalmente inscribe su
propio proyecto— «desconstruir» la metafísica— en dirección de la 130 . V íctor Farias, Heidegger et le Nazisme, Filadelfia, Tem ple University Press,
Abban heideggeriana. Incluso el marxista Louis Althusser será to­ 1989-, y la obra de O tt ya citada, M artin H eidegger: Elém entspour m íe biographie. L o s
errores que motivaron las abundantes críticas al libro de Farias se deben tal ve?.,
cado— pasajeramente—por esta moda. como mínimo en parte, a la complicada historia de su publicación: fue escrito en
¿Cómo explicar la rapidez con que se difunde en los medios in­ castellano (pero nunca publicado en su forma original), después traducido del cas­
O
telectuales? Al perdón de unos, a la germanofilia y anticomunismo tellano al francés (y publicado con el título de Heidegger et le Nazisme, París, Verdier,
L 1987) y posteriormente del francés al alemán con numerosas modificaciones y adi­
de otros, se añade— a fines de los años sesenta—un nuevo factor:
s*_•' i ciones hechas por el autor (Heidegger und der Nationalsozialismus, Frankfurt, S. Fis-
la boga del estructuralismo en las ciencias sociales. Por supuesto, cher, 1989). L a traducción inglesa fue hecha a varias manos, prim ero a partir de la
las ciencias en cuestión no interesan a Heidegger. Pero su «anti- edición francesa, y después se incorporaron las partes de la edición alemana que
©' humanismo» teórico—reivindicado por Lévi-Strauss, Lacan, Al­ sustituían ciertos fragmentos del texto francés o se añadían a otros. Para más infor­
yj mación, véase el prólogo de los editores norteamericanos, Joseph M angolis y T om
thusser y Foucault— no puede sino coincidir con el que caracteri­ Rockm ore, y tam bién el reciente libro de H ans Sluga, H eidegger’s crisis: Pbilosopby
za al pensamiento heideggeriano desde 1927. E l estructuralismo, andpolitics in N azi Germany, Cambridge, Mass-, H arvard University Press, 1993.

200 201
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En la entrevista de 1966, Heidegger afirma que sus amigos france­ alguna con la filosofía, para poder continuar practicando esra-vUti-
ses (¿Beaufret?) le habían confesado que, cuando querían pensar o ma «como si no hubiera pasadomada-g: s-j
«filosofar verdaderamente», tenían que renunciar a su lengua para bien, como sugierc-Eichard/Rorty^/se debería redefniir la
pasarse al alemán, tan grande les parecía la superioridad intelectual práctica de la filosofía de manera tan-amplia como para poder in.-
de este idioma. cluir, entre otros, el pensamiento heideggeriano. Se sostendría en
Pasemos por alto la ingenuidad de estas palabras. Vale más la este caso que, lejos de ser un método de análisis conceptual capaz
pena ocuparse por contra del lenguaje heideggeriano, como ha de determinar, por vía argumentativa, la mayor o menor propiedad
hecho Henri Meschonnic.131* Abundan en él metáforas y juegos de algunas elecciones intelectuales, la filosofía no es sino un modo
de palabras, y también esos neologismos que La plasticidad del de expresión de la subjetividad dotado de una autonomía total en
alemán favorece, en efecto, más que la lengua francesa. Si H ei- cuanto a la definición de sus propios códigos—-en suma, una espe­
degger, que ha usado y abusado de esas facilidades, no hubiera cie de lenguaje «semiprivado» cuya finalidad se reduciría a la feli­
aspirado sino al noble título de poeta, no habría hecho demasia­ cidad de su creador y, eventualmente, de sus lectores.
do daño. Pero habida cuenta de que pretende poseer el discurso Ninguna de esas tres soluciones, hay que decirlo, es plenamen­
verdadero— el discurso mismo del Ser— , sus acrobacias verbales te satisfactoria. L a primera es puramente religiosa (creer sin com­
se ven promovidas al rango de vehículo del «pensamiento»— en prender). L a segunda deja inexplicado el impacto específico—y en
detrimento, sin duda, del lenguaje conceptual, así como de los absoluto despreciable—que Heidegger ha podido tener sobre nu­
procedimientos demostrativos habitualmente requeridos por la merosos filósofos profesionales. La tercera, finalmente, vuelve a
filosofía. despojar a la filosofía de toda especificidad^—y, lo que es más gra­
Es imposible describir en pocas frases la influencia perniciosa ve, a minar las bases mismas de la exigencia racionalista.
que esa práctica haya podido ejercer sobre generaciones de estu­ Por otra parte la situación no carece de salida pues, según una
diantes— sobre todo en Francia, donde traductores y comenta­ inspección más detallada, la pregunta que ha suscitado esas tres
ristas no titubean en sumársele, recubriendo con su propia jerga el respuestas—es decir: ¿Qué hay que hacer con el pensamiento hei­
galimatías del maestro y amenazando con represalias a aquellos deggeriano, si se sitúa fuera del espacio de la razón?—no es en sí mis­
que los critican. Pero ¿de qué lamentarse, si el propio Heidegger ma una buena pregunta, en la medida en que deriva de una premi­
nos ha prevenido de los peligros de la razón? En efecto, en 194,1 sa errónea. Contrariamente a lo que ha pretendido, de hecho
escribe que, la razón es «el adversario más obstinado del pensa­ Heidegger no ha renunciado nunca a ese racionalismo que no ha
miento».131 H e aquí una profesión de fe antírracionalista. que no se cesado de denunciar. En primer lugar, porque ha pasado una gran
"atasca en matices. S íse la toma alpie de la letra, habría qnp rnnrtnir parte de su vida enseñando a leer y comentar—con brío, muchas
que elpensamiento heideggeriano—situándose friera de? campa-de veces—textos filosóficos. Porque, incluso en los más oscuros de sus
la filosofía Establecida— escapa a toda crítica filosófica. N o nos escritos, recurre a pesar de todo a conceptos y argumentos, por
quedaría, entonces, sino adoptar con respecto a ella una de. las-tees más que éstos no sean siempre explícitos. ¿Podría haber hecho otra
actitudes^siguíentes. cosa, por lo demás, sin arriesgarse a condenarse a una total ilegibi­
f f )Q bien se deheria. aceptar que ese pens^miem:cuJsea--¿¿ver4 ade- lidad?
jro », y renunciar en el mismo instante a toda filosofía. Y porque, finalmente, su pensamiento también tiene una ver­
(. 7'_ ^ dien se debería vincular a un «género» literario sin relación tiente política, estrechamente vinculada a una determinada ideolo­
gía— el nacionalsocialismo—, se muestra solidario con otra forma
de racionalidad: la que, durante doce años, ha permitido a esta ideo­
1 3 1 . H enri M eschonnic, L e Langage H eidegger, París, P U F , 1990.
1 3 1 . « L e m ot á e N ietzsche: “ Diera est m orí” » (1943), texto recogido en M ar­ logía ejercer un total dominio sobre la sociedad alemana, incluyen­
tin H eidegger, Cbem ins qui ne menent nulle parí, op. cit., p. 322. do la organización de la guerra e incluso de la «solución final».
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Paradójicamente, el verdadero problema es el siguiente. Si simple enunciación de esta última frase aviva, es cierto, un penoso
no se trataba más que de pensamiento puro, él pensamiento hei- debate. ¿Hay o no una especificidad en la Shoah? Algunas veces se
deggeriano no sería más embarazoso que si fuera poesía pura. D es­ teme— al responder afirmativamente a esta cuestión—minimizar
graciadamente, no era ni lo uno ni lo otro. N o es, a fin de cuentas, la atrocidad de otras masacres (Hiroshima), ofender incluso la
sino mía filosofía. Pero una filosofía de la especie más discutible, memoria de otros pueblos (armenios, tutsis de Ruanda), víctimas
puesto que reposa sobre un antirracionalisrao de principio que, a su vez de tentativas de genocidio a lo largo de su historia. No
con todo, consigue expresarse en un lenguaje suficientemente «ra­ obstante, no se puede sino reconocer a la Shoah el triste privilegio
cional» como para convencer a ciertos lectores. de una singularidad absoluta, que revela la manera a la vez masiva
E n síntesis, si es a la vez problemático y peligroso, es porque en y metódica, fría y racionalmente organizada, con que ha sido per­
él razón y sinrazón se unen de una manera única y particularmente seguida— a partir de 19 4 1—la exterminación de los judíos—así
perturbadora. Exactamente igual que el peculiar horror de Ausch- como la, estrictamente paralela y no menos espantosa, de los gi­
witz tiende a una mezcla sin precedente de locura (en los fines) y de tanos.
racionalidad (en los medios usados para conseguir esos fines). Anunciada en 1925 en un libro—M ein Kampf-—muy traducido
Una mezcla sobre cuya génesis, después de la Segunda Guerra y accesible a todos, ese programa de «purificación racial» no ijnpi-
mundial, ha sido necesario comenzarse a interrogar. A riesgo de te­ de a las democracias occidentales amparar, durante bastantes años,
ner, para ello, que instruir el proceso de la propia razón, a fin de al Tercer Reich (que se paren mientes en su puntual participación
comprender mejor cóm o, en el espacio de dos siglos, la Ilustración en los Juegos Olímpicos de 193 6 o bien en la actitud largo tiempo
ha podido extraviarse de esa manera. ambigua de Churchill hacia la Alemania nazi), ni al Vaticano y a la
U R SS cerrar tratados con éste. A partir de la Noche de los Crista­
les Rotos (noviembre de 1938), ya nada parece capaz de contener
3. PRIMERAS INVESTIGACIONES la escalada de la violencia. Por lo demás, la amenaza de aniquila­
ción de los judíos es explícita en un discurso público pronunciado
Durante mucho tiempo, los supervivientes de los campos nazis han
por Hitler en enero de 1939. Y , si bien los historiadores discuten
permanecido silenciosos. Hasta que el desarrollo, en los años se­
aún la fecha exacta en que fue tomada la decisión de la «solución fi­
senta, de un movimiento «negacionista»— dirigido a negar la exis­
tencia misma de la Slioah133— reaviva en ellos el deseo de hablar, de nal», ésta es—con toda probabilidad—anterior al ataque contra la
U R SS. Sin duda data de finales del año 1940, como han escrito
dar testimonio mientras se está aún a tiempo. En consecuencia, las
Hannah Arendty Léon Poliakov. Las primeras masacres organiza­
razones de su anterior mutismo serán mostradas a plena luz.
das de poblaciones judías son cometidas en junio de 19 4 1 por los
La primera de esas razones es que no existen palabras para des­
Einsatzgruppen (‘grupos de intervención’), siguiendo la estela de la
cribir el horror de aquello a lo que han sobrevivido. N o hay palabras
invasión alemana de la U RSS. En cuanto a los primeros «gasea-
para describir o pensar Auschwitz—si es verdad que es aún posible
mientos», se producen en un camión, en Chelmno, el 8 de diciem­
«pensar después de Auschwitz», de «superar lo insuperable».134 L a
bre de 19 4 1. Jamás tamaña empresa de asesinato colectivo ha sido
premeditada—y llevada a cabo— con tanta sangre fría y con tanta
13 3 . Sobre ese movimiento «negacionista», véase la Histoire de Pandsém.itisnt.e
firmeza en las ideas.
(¡9 4 5 -19 9 3 ) dirigida por L éon Poliakov, París, E d . du Seuil, 19 9 4 , en particular Nunca jamás en el curso de la historia una empresa de ese gé­
pp. 14 5 -14 9 . [Trad. cast.: Historia del antisemitism-o, Barcelona, M uchnik, 1986.] nero se ha beneficiado del apoyo multiplicador de la ciencia, de la
134 . L a prim era de estas expresiones se debe a Adorno (Dialectique négative,
técnica y de una burocracia perfectamente organizada: tres recur­
trad. fr., París, Payot, 1978, 3a parte, cap. 3, § 1). [Trad. cast. de Jo sé M aría Ripal-
da: Dialéctica negativa, Madrid, Taurus, 1975.] L a segunda constituye el subtítulo de sos de los que el nacionalsocialismo, ha sabido obtener todo el
un libro de Je an Améry, Par-déla- le crime et le chdtiment, Actes Sud, 1995. partido posible y que desembocan en 194 2-19 43 en la prolifera­
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( 1

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ción de esas verdaderas «fábricas de matar» que son los campos imaginar hasta qué punto llegaría el horror, que ningún antinazi 0
de exterminio. Éstos, en efecto, no habrían sido posibles sin la hubiera podido prever que eso sucedería en pleno corazón de Eu­ n
colaboración de numerosos técnicos, sin la producción planifica­ ropa, exactamente en la mitad del siglo xx. Y que, incluso cuando -..■ O
da de gas tóxico en cantidades industriales, sin el afán de eficacia fue revelado a los ojos de todos, ese horror sin precedente no fue 0
aportado por la administración alemana— en su conjunto— para aceptado fácilmente. Pero no se trataba ya, en 1945, de una reac­ ■ ..-.O
ción de escepticismo—reacción que la abundancia de pruebas en S'"\
arrestar a los judíos y reagruparlos en los campos. E n resumen,
sin la complicidad de una parte no desdeñable de la población adelante disponibles habría podido disipar con rapidez. Se trataba _O
alemana, como Daniel J . Goldhagen ha expuesto en un libro re­ de un problema más profundo, que se podría formular de la mane­
, O
ciente.135136 ra siguiente: ante la amplitud de la Shoah, el mundo occidental ha
; o
¿Hay que recordar que es el nacionalsocialismo, y ningún otro, experimentado una culpabilidad tan intensa que— sintiéndose in­ • V.)
el régimen que ha inventado ese objeto monstruoso— el campo de capaz de asumirla—ha comenzado a rechazarla en bloque. Ha pre­
exterminio—y que continúa siendo el único en haberlo hecho fun­ ferido repudiar el recuerdo del crimen en lugar de intentar anali­ : O
cionar a tan gran escala? Ciertamente, la U R SS puso en funciona­ zar sus causas. Y, para protegerse mejor contra un eventual retomo -...0
miento, desde finales de los años veinte, campos de trabajo o de de­ de lo rechazado, ha adoptado una estrategia fundada en la indife­ •o
portación. Pero, si su existencia era en sí condenable, al menos no rencia, durante al menos un cuarto de siglo. Lo que realmente ha­ :0
era apriori imposible salir con vida. L a Alemania hitleriana ha pro­ bía pasado en los campos no era algo digno de curiosidad—ni si­ • N )
ducido los primeros «campos de la muerte». Campos exclusiva­ quiera de una curiosidad estrictamente científica. , A)
mente concebidos para el asesinato de todos aquellos que habían Esa es la segunda razón por la que los supervivientes han duda­ :Q
sido conducidos a ellos, mujeres y niños incluidos—por no hablar do en hablar durante tiempo. Sentían alrededor de ellos el muro de
: o
de los «experimentos» médicos y otras torturas infligidos en esos esa indiferencia, nunca demasiado alejada de la sorda hostilidad,
del reproche inconsciente. N o es solamente porque las palabras les . o
campos a víctimas impotentes, a ninguna de las cuales, se había es­
faltaban por lo que se callaban. Es también porque nosotros no que­ „ 0
tablecido por anticipado, se les permitiría escapar.
H ay una diferencia, pues, entre campos de deportación y cam­ ríamos escucharlas. 0
o
pos de exterminio. Una diferencia que culpablemente tratan de
borrar aquellos que en la actualidad, por odio al comunismo o por • 0
antisemitismo,'pretenden que Hitler no fue «peor» que Stalin— .. 0
alegación corriente, desde los procesos de Nuremberg, en el dis­ ¿Auschwitz, tema tabú? Filosóficas, literarias, artísticas, las gran­ o
curso de antiguos o nuevos nazis. Para eliminar este embuste, basta des obras de la posguerra hablan poco de él, en todo caso. Y, cuan­
LO
con recordar que—como ha observado justamente Léon Poliakov— do lo hacen, evocan ese «innombrable»—por utilizar el término de
Beckett—bajo el modo metafórico, como si ningún discurso direc­ ...O
H itler asesinaba a niños, mientras que Stalin se contentaba con 0
querer «reeducarlos»:13*5 matiz que, por respeto a las víctimas, im­ to fuera posible sobre esa «cosa» repulsiva hasta el límite de lo re­
presentable. ' 0
porta no perder de vista.
Los logros insatisfactorios de los cineastas mejor intencionados , 0
Se comprende que nadie, antes de Auschwitz, hubiera podido
son, desde este punto de vista, instructivos. Noche y bruma de Alain ©
Resnais (1955) constituye la primera tentativa de abordar el tema, O
13 5 . D aniel Jo n ah Goldhagen, H itler’s W illing Executioners: O rdinary Germans pero no se subraya demasiado la especificidad judía de las víctimas .O
and the Holocanst, N u eva York, K n op f, 1996. [Trad. cast.: Los verdugos voluntarios de
del genocidio. Holocausto (1978) es un serial de aciago título, don­ • U
H itler. Los alemanes corrientes y el Holocausto, M adrid, T aurus, 1998.]
13 6 . L é o n Poliakov, «H istoire et polémiques: á propos du génocide», Com- de la realidad trágica de la muerte está totalmente soslayada. En ■

m entaire, París, n .° 53, primavera de 19 9 1, pp- 202-205. cuanto a La lista de Schindler (1993), el ingenuo optimismo que •. *.)
'

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PEN SA R A U S C H W IT Z
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIGLO X X

judaismo: el judío, para él, no es sino un «objeto» creado por la mi­


baña el escenario de Spielberg no consigue dar, tampoco, al espec­
rada del otro—y por tanto, en última instancia, no existe. N o es sino
tador desinformado una justa visión del drama. Finalmente, el úni­
más tarde, a partir de su primer viaje a Israel (1967), cuando Sar­
co filme que ha estado a la altura de tal desafío continúa siendo
Shoah de Clau.de Lanzmann (1985)— sin duda porque no se trata tre llegará a remediar su ignorancia y a superar los prejuicios de su
medio.
de una obra de ficción sino, más rigurosamente, de una colección
La segunda excepción es la de Vladimir Jankélévitch (1903-
de testimonios.
¿Los filósofos han estado más inspirados? L a mayor parte de 1985). A pesar de ser el hijo de un traductor que, antes de la gue­
ellos, a decir verdad, reanuda en 1945 sus actividades como si rra, contribuyó a introducir en Francia ciertas obras de Hegel y de
Auschwitz nunca hubiera tenido lugar. Particularmente sintoraáti^ Freud, y a pesar de haber elaborado (1933) una tesis de doctorado
sobre la última filosofía de Schelling, Jankélévitch decide en 1945
,ca-es, desde este punto de vista, la actitud de Ilan s-G eorg Q ada^
romper todos los lazos que le unían a la lengua y a la cultura ger­
inpi< Aunque su reprobación moral respecto al antisemitismo, no
mánicas. Su rechazo a perdonar a los verdugos nazis se extiende
"deja ninguna duda, Gadamer no dejó nunca, durante el Tercer Reich,
— en consecuencia— a sus compatriotas, necesariamente cómpli­
de ejercer sus funciones académicas en el marco que le era impues­
ces, e incluso a los descendientes de estos últimos. Respetable en su
to. Admite por otra parte, en su autobiografía publicada en i g j j ,137
radicalidad, esta actitud—sobre la que se explica en dos bellos tex­
haber pasado este período sin dar prueba de un coraje excesivo. Y
tos, En el honor y la dignidad (1948) y ¿Perdonar? (19 71)—no resul­
si Verdadjy niétodo (1960)— su obra fundamental— sienta las bases
ta menos insuficiente, en la medida en que reposa sobre la noción,
de una «hermenéutica» filosófica, intentando descifrar el senticTo
siempre discutible, de la culpabilidad colectiva, y en que descono­
de los acontecimientos humanos en una p erspectiva a la vez feno-
ce un aspecto esencial de la barbarie al reducirla a las dimensiones
menólógica y eristencjalista, no se.^encuen.txa^il^^mhar.go— en ese
de un problema exclusivamente alemán.
libro enciclopédico—ni verdadera^jrgfiexióri sobre la historia con­
Finalmente, muy poras nhras intentan comprender, a la con-
temporánea, ni ninguna tentativa^para comprender— incluso a pos­
clusión de lajegunda Guerra mundial, cómo ha podido ser posiblg
terior!—-por que tortuosos desvíosja gloriosa herencigjdeXidealis-
mo alemán se hubiera podido utilizar al servicÍQ._d.e.J a Jbarbarie Aa&ehwjtz.' L'as más importantes continúan siendo las de Hannah
Arendtiy Karl J aspers ,‘En particular el curso que éste profesa en la
genocida. "Universidad de Heidelberg a inicios de 1546 y que publica el mis­
E n Francia, la actitud global de la comunidad filosófica, en los
mo año con el título de La cuestión de la culpabilidad.
años que siguen al final de la guerra, es igualmente discreta.
Dos casos particulares contrastan, es verdadesabre ese fondo de
negligencia. E l primero es el de Jean-Paúl Sartre/cuyas Reflexiones
sobre, la cuestión judia (1946) abordan directamente el problema del
Después de haber estado tentado— como otros jóvenes alemanes
antisemitismo. E l libro fracasa, no obstante, al proponer un análi­
de su generación— pasajeramente por el nacionalismo, Jaspers atra­
sis original, pues—escrito a toda prisa—no se apoya en ninguna
viesa, en los años veinte, una fase existencialista que le lleva a ale­
documentación sólida. Víctima a su pesar de los clichés antisemitas
jarse de Husserl para aproximarse a Heidegger, del que se hace
que se arrastraban por la Francia de antes de la guerra y prisione­
amigo.
ro— como su camarada Raymond Aron—-de las concepciones asi-
El triunfo de Hitler, no obstante, corta la carrera de este protes­
milacionístas que todavía prevalecían entre los judíos, Sartre no
tante casado con una judía. Desde 1933, Jaspers es uno de los raros
llega a reconocer, en aquel momento, la especificidad cultural del
intelectuales cristianos que pone el peso de su notoriedad al servicio
de una resuelta oposición al nazismo. E n 193 7 es destituido de la cá­
13 7 . H an s-G e o rg Gadam er, Années d'apprentissage pbilosopbique, trad. ir., París,
tedra que ocupa en Heidelberg y, en 1938, se le prohíbe publicar.
Critérion, 1992.
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Rompe por entonces con Heidegger. Y cuando, en enero de 1946, se ¿Se trata de un accidente dentro de la historia de Alemania?
reintegra a su plaza, es igualmente el primero que en su país abor- Apenas esbozada, la respuesta de Jaspers es de una firmeza desta-
da-^-con una valiente lucidez—la cuestión de la culpabilidad. L a de cable: el nacionalsocialismo no es sino el último avatar de un na­
Alemania, evidentemente. Pero también la de la humanidad en ge­ cionalismo germánico que, de la Reforma al Tratado de Versalles,
neral, toda ella implicada en la crueldad de la Shoah. no ha cesado de exacerbarse, mostrándose tanto más agresivo
Sin duda Jaspers, en las páginas de La cuestión de la culpabilidad, se cuanto la nación alemana experimentaba persistentes dificultades
abstiene de evocar demasiado explícitamente los recuerdos de para realizar su unidad política. Con Hitler, ese nacionalismo ha
aquélla. Pero precisamente en relación a este acontecimiento ya no devenido abiertamente criminal. Alemania no puede, pues, pasar la
puede ignorarse cómo organiza su análisis de la situación «espiri­ página del nacionalsocialismo como cuando se cierra un parénte­
tual» en Alemania al confirmarse la derrota. Y eso, en el momento sis. Si quiere renacer espiritualmente, debe sacar las consecuencias
mismo en que, en el proceso de Nuremberg, comienza a emerger de sus errores pasados. Dicho de otra manera, la significación de
en las conciencias—y en el derecho internacional— la noción -de Auschwitz debe ser, para el pueblo alemán, la de una ruptura den­
«crimen contra la humanidad». tro de su propia historia. Desde ese punto de vista, Jaspers queda­
Para Jaspers, el concepto de culpabilidad debe examinarse en rá decepcionado por la evolución de la República Federal, cuyo
cuatro sentidos: criminal, político, moral y metafísico. Desde el gobierno le parecerá, desde finales de los años cuarenta, más preo­
punto de vista criminal (o jurídico), no son culpables sino los indi­ cupado por olvidar que por reflexionar. En 1948 aceptará una cá­
viduos que hayan cometido efectivamente actos calificables de crí­ tedra en la Universidad de Basilea y terminará por solicitar la na­
menes. Desde el punto de vista político, todos los ciudadanos de un cionalidad suiza.
Estado—al menos los de un Estado cuyo gobierno es fruto de elec­ Una segunda serie de conclusiones concierne a las nociones de
ciones democráticas, como es el caso del gobierno hitleriano— son responsabilidad moral y metafísica. Estas sólo pueden tener un
corresponsables de los actos y, por tanto, de los crímenes cometi­ sentido individual, no colectivo. Pero la cuestión debe plantearse,
dos por ese Estado. Desde el punto de vista moral, cada testimonio por lo que respecta a la responsabilidad moral, a todos los alema­
de esa tragedia debe preguntarse si ha hecho siempre lo mejor que nes que permanecieron en Alemania durante el Tercer Reich. Y, por
podía hacer bajo las penosas condiciones en que se ha encontrado. lo que respecta a la responsabilidad metafísica, a la humanidad en
Desde el punto de vista metafísico, finalmente, es decir desde el su conjunto.
punto de vista de la solidaridad universal, cada uno de nosotros está Subrayando este último punto, Jaspers tiene el mérito de situar fi­
implicado en lo que les sucede a los otros, incluso si en apariencia nalmente el problema en su verdadero nivel. Hay que saber, en efec­
no puede hacer nada— pues, con todo rigor, ninguno de nosotros to, que las organizaciones judías que escapaban al control nazi, tanto
puede declararse indiferente al hecho de que otras personas sean en Palestina como en Suiza o en los Estados Unidos, informaron a los
maltratadas, aun cuando ello pasa al otro extremo del planeta. principales gobiernos del mundo libre sobre la puesta en marcha de
D e estas definiciones, Jaspers extrae dos series de consecuen­ la «solución final». Las primeras noticias sobre las masacres llevadas
cias. E n primer lugar, hay que usar con mesura la noción de res­ a cabo por los Einsatzgruppen aparecieron en The New York Times, en
ponsabilidad colectiva, que no tiene— en rigor—ningún sentido un breve artículo del 26 octubre de 19 4 1.138 El 26 de junio de 1942,
desde el punto de vista jurídico, moral o metafísico. E n cambio, sí el Boston Globe señala que esas masacres han provocado ya la muer­
que tiene un sentido desde el punto de vista político. E n efecto, to­ te de setecientos mil judíos. Dos meses más tarde, en agosto, tes­
dos los ciudadanos alemanes— hayan sido nazis o no— deben pre­ timonios que revelan la existencia de cámaras de gas llegan a los
guntarse cómo un Estado nacionalsocialista salido de elecciones li­
bres ha podido abrirse paso y subsistir, sin verdadera oposición, 13 8 . David S. W ym an, The abandonement o f thejew s: Am erica and the Holocanst,
durante doce años. 19 4 1-19 4 5 , Nueva York: Pantheon, 1984, p. 20.

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PEN SA R A U S C H W IT Z

Estados Unidos. El National Jerwish Monthly los hace públicos en el blicada hasta 1958). Atraída por las tesis sionistas, participa en
número de octubre. A finales del año 1942. no puede quedar ninguna Francia en las actividades de una organización encargada de facili­
duda sobre la realidad del genocidio que se desarrolla en Europa. tar la emigración de los jóvenes judíos a Palestina y efectúa, en ca­
Sin embargo, ni el gobierno norteamericano, ni las otras poten­ lidad de tal, un viaje a Jerusalén (1935). Vuelve con los sentimien­
cias occidentales ni el Vaticano reaccionan de manera específica a tos mitigados, pues, si bien admira la experiencia socialista de los
esas informaciones. Ningún plan de salvamento de los judíos se kibbutzim, reprocha a los «pioneros» su tendencia a desentenderse
pone en marcha. Hasta que en 1944 los bombardeos aliados alcan­ de lo que pasa en el resto del mundo. Más tarde, a pesar de celebrar
zan Auschwitz, tan sólo son contemplados los objetivos industriales: la creación del Estado de Israel, no cesará de recordar a los diri­
situado a algunos kilómetros, el campo de exterminio es ignorado. gentes de éste la necesidad de la cooperación de judíos y árabes.
En cuanto al ejército rojo, cuando llega a la vecindad inmediata del E n 1940 es internada durante un breve período en el campo de
campo, vacilará algunos días antes de ocuparlo por fin. Gurs (en el departamento francés de los Pirineos atlánticos), desde
Esos retrasos, esas pruebas de indiferencia—de las que los his­ donde termina pasando a España—solamente algunas semanas
toriadores evitan hablar generalmente— no son «detalles». Tienen después de la fallida tentativa de su amigo Walter Benjamín, cuyos
(>> claramente una significación «metafísica», en la medida en que nos últimos manuscritos contribuirá a salvar. E n 19 4 1 se instala en los
O- fuerzan a reflexionar sobre las consecuencias trágicas que puede te­ Estados Unidos, donde se gana la vida escribiendo en.los periódi­
Y ner la ausencia de solidaridad entre los pueblos. Una reflexión que cos y dando conferencias. Poco antes del final de la guerra, co­
la presente situación internacional hace tan necesaria hoy como lo mienza a trabajar en un proyecto de libro titulado Los elementos de
era hace medio siglo. la vergüenza: antisemitismo, imperialismo, racismo o las tres columnas
yiO. del infierno. Acabada en el otoño de 1949, la obra se publica en
19 5 1 con otro título: Los orígenes del totalitarismo.
Mientras tanto, Hannah Arendt ha recuperado el contacto con
Si Jaspers se interroga como moralista sobre los múltiples sentidos Ü9 la Alemania liberada. Como Jaspers—con quien mantiene una fre­
/AsSquosSe podría llamar el «acontecimiento de Auschwitz», 'Hannah cuente correspondencia—, está decepcionada por la relativa facili­
, Arendypor su parte, intenta comprender la génesis de éste a partir de dad con que el pueblo alemán parece aceptar la idea de que hay en
iHúítoria política y social de Europa en los siglos xix y xx. su seno numerosos asesinos impunes, mientras que sus nuevos di­
ri Nacida cerca de Hanover, Hannah Arendt (190Ó-1975) estudia rigentes sé consagran esencialmente a la lucha contra el comunis­
filosofía en Marburgo, Friburgo y Heidelberg. Tiene sucesiva­ mo. Adopta, por ello, la nacionalidad norteamericana (19 51), tras
mente por maestros a Heidegger— con quien le vinculará toda la dieciocho años de existencia «apátrída», y escoge terminar sus días
vida una compleja relación afectiva, como testimonia el homenaje al otro lado del Atlántico. Allí publicará el resto de sus trabajos,
que le dirigirá con motivo de sus ochenta años—y a Jaspers— del tanto en el campo de la filosofía como en el de la teoría p o lític a -
que será albacea literaria en 1969.139 dos dominios que tiende a considerar cómo separados.
í. /
Cuando los acontecimientos de 1933 la obligan a abandonar Reanudando en 1946 sus trabajos filosóficos, que había aban­
Alemania— en primer lugar hacia Praga, después hacia París— , ha donado prácticamente desde 1929, publica ese año dos artículos
: ) tenido el tiempo justo de publicar (1929) una tesis sobre E l concep­ — «¿Qué es la filosofía de la existencia?» y «E l existencialismo visto
to de amor en san Agustín, redactada bajo la dirección de jaspers, y desde Francia»— que introducen en los Estados Unidos las tesis de
': de comenzar una biografía de Rahel Varnhagen (que no será pu­ Heidegger y de Sartre. Dos libros posteriores marcarán su esfuer­
zo por elaborar una nueva antropología desde una perspectiva
139. Sobre la relación amorosa entre Arendt y Heidegger, véase Elzbieta Ettin- fenomenológica: La condición del hombre moderno (1958) y La vida
ger, Hannah A rendt / M artin H eidegger, N ew Haven: Yale University Press,. 1995. del espíritu (1978).
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E n el dominio de la teoría política, sus muy numerosos trabajos interior del Estado-nación europeo, y precipitarlo a su destrucción
se dirigen al problema judío, a la crisis de la cultura, a los concep­ al lanzarlo a guerras expansionistas condenadas al fracaso. Parece,
tos de violencia y de revolución. Atenta a la actualidad, sensible a por otra parte, que Hannah Arendt subestima el impacto del pen­
las mutaciones que agitan su época, es una perspicaz observadora samiento de Marx—y de todas las doctrinas del progreso social—
de la sociedad norteamericana, cuyas instituciones democráticas cuando afirma, en una fórmula un poco precipitada, que el bolche­
aprecia, si bien deplorando su incapacidad para resolver el problema vismo debe más al paneslavismo que a cualquier otro movimiento
racial o su desatinado empeño en la guerra del Vietnam. Efectúa político o ideológico.140
igualmente un excelente «reportaje» sobre el proceso Eichmann En cuanto a la estructura propia de los modernos Estados «to­
(Eichmann en Jerusalén, 1963), que provoca vivas polémicas en la talitarios»—término que se pone de moda a la conclusión de la
comunidad judía. Arendt, preocupada, en efecto, por despojar de Segunda Guerra mundial, pero que deriva de la idea de Jünger y
toda aura romántica a la aventura nacionalsocialista, subrayará so­ Schmitt del «Estado total»— , es la primera en describir con preci­
bre todo— con justo título— la «banalidad» del mal, que ilustra a sus sión sus principales características: preponderancia del partido so­
ojos el carácter mediocre de Eichmann, a pesar de ser uno de los bre el Estado y de la fuerza sobre el derecho, complementariedad de
principales criminales nazis. los papeles llevados a cabo por el terror policial (en el interior) y la
La aportación más notable de Hannah Arendt a la teoría políti­ propaganda ideológica (en el exterior), pretensión ilusoria de bo­
ca continúa siendo, empero, el conjunto de sus reflexiones sobre la rrar de un golpe toda diferencia entre las clases sociales. Tiene, por
«monstruosa» evolución de ciertos Estados europeos en la prime­ otra parte, el mérito de situar a las primeras de cambio y en el co­
ra mitad del siglo xx. Sucesivamente tituladas «Antisemitismo», razón del debate un dato fundamental que los poíitólogos liberales
«Imperialismo» y «Totalitarismo», las tres partes de los Orígenes tienen muchas veces dificultades en aceptar: el hecho de que los
del totalitarismo se esfuerzan en trazar de nuevo la historia de ese fe­ regímenes totalitarios se benefician habitualmente—al menos du­
nómeno remontándose hasta la Revolución Francesa. D e hecho, es rante un cierto tiempo— del apoyo espontáneo de la mayor parte
esencialmente el funesto papel desempeñado por las grandes ideo­ de la población que oprimen, sin que se pueda decir que ese apoyo
logías totalitarias de nuestro tiempo lo que retiene su atención. sea el efecto de una ignorancia absoluta de la realidad o de un «la­
Por lo que respecta al antisemitismo, lo interpreta como un vado de cerebro» colectivo.141
efecto de la decadencia del Estado-nación a comienzos de nuestro Su análisis, no obstante, adolece de ciertas debilidades. Preocu­
siglo, pero también de la mutación del estatus de los mismos ju­ pada ante todo por la elaboración de un modelo teórico, Hannah
díos-com prom etidos desde 1800 en un proceso de creciente asi­ Arendt considera que éste no se ha realizado verdaderamente—
milación al resto de la sociedad. ¿Puede ser reducido así el antise­ «en estado puro»— sino en el caso del nazismo y del stalinismo.
mitismo a motivaciones de orden político? ¿Se está legitimado para Esta visión un poco formalista le impide otorgar el interés que me­
hacer de él una actitud exclusivamente moderna y por tanto sin re­ recía al fascismo propiamente dicho—tal como se encarna en Eu­
lación con el antijudaísmo desarrollado, desde hace dos mil años, ropa en los regímenes de Mussolini, Salazar y Franco— así como a
por la tradición cristiana? Si bien la respuesta— afirmativa— que las tendencias totalitarias capaces de afectar, en tiempo de crisis, el
aporta a estas dos preguntas está lejos de ser completamente satis­ funcionamiento de los propios Estados democráticos.
factoria, el trabajo de Hannah Arendt, que se basa en una sólida do­ Admirada, por otra parte, por las semejanzas estructurales en­
cumentación histórica, tiene en todo caso el mérito de plantearlas. tre el Estado stalinista y el Estado hitleriano, tiende a hacer creer a
La segunda parte de su libro contiene asimismo páginas intere­
santes sobre la génesis de distintas ideologías «imperialistas»—
140. Hannah Arendt, The Origins o f Totalitarianism , N ueva York, Harcourt,
«pangermanismo» en los países de lengua alemana, «paneslavis­ Brace and Co., nueva edición (1973), p. 222. [Trad. cast. de Guillerm o Solana: Los
mo» en Rusia— que a partir del siglo xix han conseguido minar el orígenes del totalitarismo, M adrid, Alianza, 1998.] 1 4 1 . Ibid., p. xxm .

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su lector que esos dos regímenes serían en el fondo idénticos entre Consciente del hecho de que la modernidad ha entrado en cri­
sí. Por supuesto, sabe perfectamente que más allá de sus super­ sis a partir de los años veinte, y de que el racionalismo de la Ilus­
ficiales analogías una diferencia fundamental separa los dos siste­ tración que definía el proyecto de ésta debe ser completamente re­
mas: sólo uno de ellos ha producido la Shoah. Pero la importancia pensado, Leo Strauss rehúsa no obstante entregarse— como hacía
de esta diferencia no está muy acentuada en su libro, cuya perspec­ Heidegger—a lo que él mismo llama una forma de «nihilismo» an-
tiva general, sobre todo en el país y en el momento en que apare­ tirracionalista. ¿Cómo arrancar, pues, la razón de su actual atolla­
ce— es decir, en plena guerra de Corea— , parece ser finalmente el dero? Ofreciéndole la posibilidad de reconstruirse en. el marco del
anticomunismo, al menos tanto como el antinazismo. Estado-nación y poniéndola al servicio de una democracia que sa­
E n suma, falta en el pensamiento— moralménte incontesta­ bría renunciar tanto a la ambición de salvar el mundo como a la ilu­
ble—de Hannah Arendt verdadero rigor filosófico. Queda prisio­ sión de un progreso social indefinido.
nera del marco que se ha fijado, el del análisis «científico» de las Sin abandonar un profundo pesimismo, que con todo es ate­
estructuras políticas, tanto como Jaspers queda encerrado en el del nuado por su confianza en los valores morales del judaismo que
idealismo moral. En el interior de esas limitaciones, no obstante, marcó su juventud, Leo Strauss propone a sus contemporáneos
contribuye a desbrozar numerosas pistas de investigación histórica redefinir su proyecto político a partir de una meditación sobre los
que en lo sucesivo se revelarán fecundas. grandes textos en los que éste ha surgido: los de Maquiavelo, Hobbes,
Locke, Montesquieu, Rousseau y Kant, por supuesto, pero so­
bre todo los de Platón y Aristóteles—pues, para él, los «clásicos»
continúan siendo superiores a los «modernos». Una buena parte
Se puede ^star-tentado de llevar a cabo un juicio del mismo estilo de su obra está así consagrada a una lectura de esos autores, lectu­
sobre píía obra en^níuófios aspectos cercana a la suya, la de su com­ ra cuya originalidad estriba en su planteamiento decididamente
patriota. Leo Strauss„,-'si bien este último— a diferencia de Hannah antihistoricista. Rechazando explicar las filosofías del pasado por el
Arendt, de quierrifiscrepaba en diversos puntos— siempre rechazó contexto cultural en que nacieron, convencido de que los grandes
separar la teoría política de la filosofía. problemas de la humanidad han sido siempre los mismos y de que
L eo Strauss (1899-1973) estudia en Marburgo, donde, después las ideas de Sócrates no han perdido nada de su vigencia, Strauss
de haber sufrido pasajeramente la influencia del neokantismo, ex­ estudia los textos como si escaparan al tiempo. Aún más, profundi­
perimenta el choque de su vida al conocer a Heidegger (1922). A za directamente en los «clásicos» para edificar su propio sistema,
despecho de los acontecimientos que le llevaron a emigrar en 1932 elitista y conservador, pero respetuoso de la «ley natural» y preo­
a Francia (donde, en París, conoce a Alexandre Kojéve, con quien cupado ante todo por proteger al ciudadano contra la «tiranía»
mantendrá una interesante correspondencia hasta la muerte), des­ bajo todas sus formas—incluyendo ía «tiranía de la mayoría» ca­
pués a Inglaterra y finalmente a los Estados Unidos, donde se esta­ racterística de la democracia de masas y ya denunciada por T oc-
blece en 1938, continuará marcado el resto de su vida por la fasci­ queville.
TimiI1 '
nación ejercida sobre él por el autor de Ser y tiempo. A pesar de ser Crítico con respecto a la modernidad (en el sentido amplio del
uno de los primeros en denunciar la tentación nacionalsocialista término), hostil a las ciencias sociales, al marxismo y al hegelianis­
que se expresa en este libro y de rechazar el historicismo de H ei­ mo «de izquierda» (como lo atestiguan sus polémicas con Alexan­
degger, reconoce a éste el mérito de haber levantado acta— en la dre Kojéve), Strauss contribuirá, a partir de 1945, al renacimiento
conclusión de la Primera Guerra mundial— del fiasco del progre­ de la reflexión filosófico-política en el campo occidental y termi­
sismo ingenuo sobre el que se basaba la filosofía neokantiana y del nará incluso por ejercer, a partir de los años sesenta, una influencia
que proceden también— cada uno a su manera— el comunismo so­ considerable sobre una fracción de la intelligentsia de derecha en
viético y el liberalismo norteamericano. los Estados Unidos, influencia que posteriormente resultará deci-
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■. O
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síva en estudiosos como Alian Bloom. E l camino que propone no tantes años sin verdadera respuesta por lo que respecta al triunfo .0
deja de ser una vía estrecha. Es difícil entender, en efecto, cómo el del nacionalsocialismo en Alemania. N o subestiman ciertamente la .. ©
ideal socrático al que apela— el de una «república aristocrática» o gravedad del fenómeno, puesto que emigran. Pero experimentan ;.o
de una «aristocracia universal»'42—podría resolver de una vez to­ la impotencia de sus habituales instrumentos de análisis para ©
das las contradicciones características, hoy en día, de la democracia afrontar esos inauditos acontecimientos.
liberal. Por otra parte, y en definitiva, sea cual sea el interés de su Estas dificultades de fondo, agravadas por disensiones entre los
lectura ^ l a fílosofía europea, Strauss_no consigue aportar más que exiliados—desde su llegada a los Estados Unidos, Fromm se aleja
Jaspers o Árend^t^en.jespuesta,,aJaJU^gunia-il^ah£rxnándax4iQr del grupo, con el que terminará por romper en 1939, mientras que
gpó U fu 7.ón_r>ccidentaf.ha^comenza do .unirar. Y por que encade- Marcuse, por su parte, toma distancias progresivamente— , bastan
narnieni^d^ssn:Q tes?sJiaJ;enidcM pae4lfiggíllho£3i^^entip l£ n aJiu tad para explicar que los miembros de la escuela de Frankfurt no pu­
d e lsi^lo xy. Ansdaroitz. bliquen demasiados textos importantes durante los años treinta y el :.Q
P e hecho, semejante cuestión, cuya formulación requiere una comienzo de los cuarenta. Marcuse redacta (1937) su primer ensa­ -i'O
despiadada lucidez así como una verdadera «teoría crítica» rjejaJnfc; yo sobre la teoría de la cultura. Adorno continúa reflexionando so­ -B
toriay^ ^ laT o cied ad, no será realmente planteada, bre el jazz en un artículo de 1936 que ya se ha mencionado y la mú­ :0
sica de Wagner (1939). En cuanto a Horkheimer, a pesar de soñar •; o
Theodor Wt Adorno. con una gran obra sobre la lógica dialéctica— que duda en empren­ ; ')
der solo, por el temor de no poseer la cultura .filosófica suficien­
te— , se limita a escribir algunos artículos. O
4. LA INSTRUCCIÓN DEL PROCESO D os de ellos, «La disputa sobre el racionalismo en la filosofía
o
contemporánea» (1934) y «Teoría crítica y teoría tradicional»
Cabe mencionar que los Estudios sobre la autoridady la fam ilia (1936), (1937), le ofrecen la oportunidad de marcar su oposición no sola­ .0
publicados en París por los miembros exiliados del Instituto de In­ mente con el Círculo de Viena, sino con el «positivismo» en ge­ .0
vestigaciones Sociales de Frankfurt, constituyen la primera obra de neral, cuyos partidarios defienden— según él—una concepción es­ ...0
ese grupo de investigadores realmente colectiva y basada en inves­ trictamente científica de la racionalidad; mientras que Horkheimer o
tigaciones empíricas. Permanecerá, durante dos décadas, como la ante todo ve en la razón el instrumento de una crítica al «desorden ... Q
única. establecido». «Teoría crítica» se convierte además, a partir de 1937, ,0
Los frankfúrtianos son, en efecto, a despecho de sus declaraciones, en el nombre bajo el que los miembros de la escuela de Frankfurt ..O
antes filósofos que sociólogos, más bien inclinados a la teoría que a la presentarán en adelante su programa filosófico.
investigación de campo. Por otra parte, resultan desconcertados por las Sin duda la filosofía de la historia de Walter Benjamín— cuya
conclusiones de su propio trabajo-^—que indican un debilitamiento de colaboración busca el Instituto desde 1936—habría podido apor­
la autoridad en la familia burguesa precisamente en el momento en tarle un nuevo aliento: pero Benjamín no llegará jamás a Nueva .,0
que, en toda Europa, los progresos del fascismo revelan, al contrario, York. Al contrario, sus escritos—cuyas tendencias románticas ha­ , o
un refuerzo generalizado de las estructuras autoritarias. bían disgustado en un primer momento a Horkheimer—terminan ■_ 0
Vale la pena observar, al respecto, que los investigadores del por provocar—gracias a la mediación de Adorno—una lenta evo­ •,„o
Instituto, aunque judíos y lectores de Marx, se quedan durante bas-14 2 lución en el pensamiento del director del Instituto. Contribuyen a .. o
apartarle a la vez del marxismo «riguroso» de su juventud y de la
14 2 . L e o Strauss y Joseph Cropsey, Histoire de la pbilosopbie politique (1963),
idea de que las ciencias sociales podrían tomar el relevo de la filo­
trad. fr. (a partir de la 3* ed., 1987), París, P U F , 1994, p. 10 3 7 . [Trad. cast,: Histo­ sofía. Consecuencia de esta evolución: Horkheimer se aproxima a
•„0
ria de la filosofía política, M éxico, F C E , 1994.] Adorno y le hace saber, en diciembre de 1936, que aprecia partdcu-
:jO
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lamiente su «mirada afilada por el odio a lo existente»/43 dicho He ¿Por qué la jmmnnidfl^, mando dispone —gracias a su desarrollo
otro modo: su espíritu crítico pero no sistemático, su aptitud para material— de los medios cada vez más poderosos para k
descubrir la cara escondida de las cosas. En abril de 19 4 1, cuando riHiSdacf se ha deslizado en los dos yltímns siglos pnr la pendíante,
Horkheimer abandona Nueva York para instalarse en Los Angeles, de ja barbarie^Gom o se hp transforma Hq el prpgypso en regresión
Adorno le sigue sin tardanza. Comienza entonces, entre los dos v la razón en su contrario? A esta pregunta, los autores responden
hombres, una estrecha colaboración, de un género muy raro en la mostrando (primer fragmento: «E l concepto de Ilustración») que
historia de la filosofía, y que la prueba de la guerra no hará sino re­ razón y su contrario—el mito—, lejos de ser exteriores e incon­
forzar. mensurables entre sí, no han dejado nunca de mantener vincula­
Es en efecto en el año 19 4 1 cuando las primeras masacres de ciones dialécticas de identificación mutua. Pues, si la razón ha
judíos á ^ 'ifí^ c n á 'fiá c e ó 'q u é sealdefimtíváméntej m nacido emancipándose del mito—como lo revela el análisis de la
dir por más tiempo la cuestión del antisemitismo. Bajo la influencia épica homérica, contemporánea a ese nacimiento— , ha tenido, en
del pensamiento de Benjamín, Adorno se fía cuenta jie que^&Lver- lo sucesivo y a su vez, que hacerse mito, para así combatirlo mejor.
dadero problema, en este punto, no es el fracaso de la revolución Entre esos «mitos racionales» de una terrible ambigüedad figu­
in am sta, sino más bien el fracaso de la misma civilización y el ra en primer lugar la creencia moderna en la omnipotencia de la
triunfo de la barbarie. N o solamente'Horkheimer se deja conven- ciencia y de la técnica, así como en el carácter ilimitado de su pro­
cer.por .^t^visióiijd^ag..g<^3s ^inQ^pe,.£g.. .1.042, declde.^mpren- greso. Esta creencia acompaña, desde el Renacimiento, el esfuerzo
der la redacción de un libro en común con Adorno— un libro cuyo llevado a cabo por los hombres para convertirse en señores de la na­
título proppne^sX^,.úifim^Di/í/értím de la IluttacurrT(Dtalektik der turaleza, Pero la victoria alcanzada por ellos entraña, como contra­
Aiifklárung). Acabada en California en 1944» la obra es publicada partida, su alienación. El reino de la ciencia objetiva no se ejerce
tres años más tarde en Amsterdam. solamente sobre las relaciones de ios hombres con el mundo. Se
extiende a las relaciones de los hombres entre sí. Encamándose en
el Estado moderno, provoca la reificación de la existencia social, la
colonización de la vida cotidiana—incluyendo la vida privada—por
Aufklárung, en ese trabajo, no designa solamente el Siglo de las una administración totalitaria y anónima. Entre la democracia nor­
Luces— marcado por la gran ofensiva de la razón—-sino, de una teamericana y el fascismo hitleriano no hay, desde este punto de vis­
manera más general, el movimiento por el que la razón tiende a ta, sino una diferencia de grado. E l segundo no hace sino llevar a un
gobernar, desde la Grecia antigua, el conjunto de la vida social y nivel de horror hasta el momento desconocido la tendencia a la ani­
cultural de Occidente. L o que nos proponen los autores es, pues, quilación del pensamiento y a la masticación de los individuos que
claramente una «historia de la razón», de Platón a Auschwitz. existe—al menos en estado latente—en todo sistema de tipo capita-
O más exactamente, algunos elementos para ella— pues la obra, lista. Es, pues, el reino de la ciencia objetiva—-bant-izaóa pnr ellos..
honestamente subtitulada «Fragmentos filosóficos», no está ni £Qmo.^<pQsitiv3smo»— W -que-J&íoridieira^^-Adoiyae-^sonsideranY
sistemáticamente construida, ni verdaderamente acabada, e inclu­ qriginariamemC'resnQmable de.la «decadencia» o, más exactamen^A
so presenta ciertas disparidades debidas al hecho de que el pri­ te, de la «deriva» catastrófica del mundo occidental en el siglo jo u
m er fragmento parece haber sido inspirado principalmente por Semejante crítica del «positivismo»— con el que se identifica,
Horkheimer y el segundo por Adorno. según los autores, una parte importante de la filosofía europea, de
A prim er vistazo, el lector se enfrenta a la cuestión decisiva:14
3 Descartes a Russell— no deja de recordar la que, veinte años antes,
Heidegger desarrolló apoyándose en Spengler. Sus verdaderas re­
14 3 . Carta de H orkheim er a Adorno, citada p or R o lf W iggershaus, L ’Ecole de ferencias teóricas, no obstante, han de buscarse más bien en el pen­
Francfort, trad. fr., París, P U F , 1993, P- I 55 - samiento de Benjamín, en las reflexiones de Nietzsche y Freud so-
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bre la crudeza del proceso civilizador, incluso en el humanismo del diñarlo de todo odio a los judíos. Pensar el antisemitismo conlleva, o
joven Marx. para la razón, tratar de pensar sus propios límites. Los autores, sin ' o
Por otra parte, Horkheimer y Adorno renunciaron—-a dife­ embargo, no se hacen demasiadas ilusiones sobre el éxito de sus es­ :G
rencia HOTeíHe^ger—~a la ambición de «superar» la filosofía.Jju fuerzos. Saben que el antisemitismo no puede explicarse ni por G
proyectó se ¿¿Ene más .bien-como«una critica.de la filosafta-Jfue, argumentos biológicos, ni por razones económicas, ni siquiera— a ■’ G
en tanto que tal, no quiere sacrificar la filosofía».144 De que^d pesar del secular resentimiento cristiano—por motivos puramente 'O
«positivismo»— en jfl sentido que le dan a este término—-consti­ teológicos. ■■ O
tuye una «p erversión»:-de la razón no se si^e_que,_grLfef£CtQ*--Se Para ellos, tan sólo una investigación que se apoyara en el psi­
tenga que renunciar a la razón, sino-—lo que reclama más coraje coanálisis-—por una parte—y en la historia de las mutaciones
-o
■ o
y clarividencia— gue es urgente aprender a separar, en lajrazón, sociales y culturales atravesadas por Occidente desde el final del
los elementos de conocimiento de los residuos míticos. E&a-jiebes. mundo antiguo— por otra—permitiría comprender que lo que fo­ G
isión. ne .una teo] caliza el odio contra los judíos ha de buscarse en la concepción ju­ '"O
día de la felicidad, en el valor absoluto que el judaismo concede al “■■‘O
Consagrado a la «producción industrial de bienes culturales», respeto de la Ley entendido como fin en sí mismo, así como en el ' '‘O
el segundo fragmento constituye un buen ejemplo de cómo los in­ retiro, el desapego mesiánico en relación al curso de la historia ■ "Q
vestigadores de Frankfurt utilizan la «microsociología» de la vida mundial, que resultan de ello. ¿Sería el judaismo el último fer­
cotidiana como apoyo— o pretexto— de su filosofía de la historia. mento de resistencia espiritual a la omnipotente dominación del :0
Allí se encuentra un análisis de la cultura popular norteamericana «positivismo» sobre la existencia social de los hombres «civiliza­
'v:0
de los años cuarenta (radio, films, revistas...), destinado a mostrar dos»? Se podría, en todo caso, entresacar de esta hipótesis una ex­
que esos bienes culturales, producidos en serie en función de nor­ ' -O
plicación de la constancia con que ciertos «civilizados», aplasta­
mas racionalmente elaboradas, no sirven de hecho sino para mixti­ dos por el progreso de esa civilización que ha perdido todo O
ficar a las masas con el fin de perpetuar su sujeción. Estas pági­ sentido de los valores, experimentan la necesidad—para soportar ' o
nas— animadas de un antiamericanismo típico de la mentalidad sus propios sufrimientos—de perseguir con su odio la última «mi­ o
europea izquierdista de entonces— pretenden sobre todo mostrar, noría» capaz de dar fe, solamente con su mera existencia, de su o
con un ejemplo preciso, la situación de «depravación» espiritual en fracaso metafísico. o
que se encuentra el país más desarrollado del mundo. L a derrota A modo de conclusión, Horkheimer y Adorno observan que el ■ o
del fascismo, sin duda, no lo resolverá todo según Horkheimer y nazismo, haciendo del antisemitismo la clave de su programa, ha o
Adorno, puesto que no detendrá la «masificación» de la cultura hecho realidad uno de los más antiguos fantasmas antisemitas: ■'i >
y de la sociedad occidentales. puesto que constituye el escándalo por excelencia de la razón mo­
‘ o
E l último gran fragmento, «Elementos del antisemitismo», derna, el genocidio nos obliga a considerar en la actualidad el pro­
constituye— con el trabajo de Hannah Arendt (19 5 1) sobre los orí­ ' 'O
blema judío como el «punto de inflexión de la historia»/45
genes del totalitarismo—uno de los primeros esfuerzos, en la filo­ Gracias a la ayuda económica del American Jewish Committee, Q
sofía contemporánea, para explicitar las raíces de la persistente el esbozo de una teoría del antisemitismo contenido en Dialéctica de O
estupidez que, a través de las épocas, constituye el fundamento or- la Ilustración suscitará, a partir de 1945, nuevas investigaciones, apo­ 'O
yadas por pesquisas empíricas más precisas, en las que participaron ■■Q
144. E sta fórm ula figura en el prefacio redactado en 19 69 p or H orkheim er y sociólogos y psicólogos como Bruno Bettelheim (1903-1990). Esas U
Adorno para una nueva edición de D ialektik der Aufklanm g-, trad. ff. con el título La
dialéctique de la raison, París, Gallim ard, col. T e l, 19 8 3, p. 10 . [Trad. cast. de Ju an investigaciones desembocan a su vez en la publicación de una obra '' G
Jo s é Sánchez: Dialéctica de la Ilustración: Fragmentos filosóficos, M adrid, T ro tta, /©
1 994-1 145. L a Dialectique de la raison, op. cit., p. 207.
O
223
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX PEN SA R A U S C H W IT Z

colectiva, Estudios sobre el prejuicio (1949)— título que remite evi­ Sin embargo, aunque desespera de todos los movimientos co­
dentemente a los prejuicios racistas. Titulada «La personalidad au­ lectivos que afirman estar inspirados por la clase o bien por la na­
toritaria», la primera parte (1950) de esta obra expone el resultado ción, Horkheimer no llega a resignarse del todo a la situación mun­
de un trabajo dirigido por Adorno, referente a los complejos— en el dial tal como está. Como verdadero partidario de las Luces, cree al
sentido freudiano del término— capaces de favorecer la adhesión a menos en la posibilidad, para el individuo, de actuar de manera que
las ideologías de tipo fascista. Diversos psicoanalistas seguirán, en disminuyan los sufrimientos de otros individuos, aun cuando, para
las décadas siguientes, este tipo de investigación. designar esta actitud pragmática, lamenta no encontrar un término
mejor que el de «humanismo»— que le parece un «pobre lema
provincial de un europeo medio cultivado».14 147 Mal comprendido
6
en la época de la guerra fría, el eslogan en cuestión recuperará no
Mientras tanto, la guerra ha terminado. N o sin aprensiones, Hork- obstante una cierta actualidad después del final de la contienda.
heimer y Adorno se deciden a volver a Alemania. E l primero re­
cupera su cátedra en la Universidad de Frankfurt, de la que será
rector en 19 5 1. E l mismo año, reinstala en su ciudad de origen el
Instituto de Investigaciones Sociales, cuyas actividades se reanu­ En cuanto a Adorno, después de haber intentado proseguir la in­
dan poco a poco. Terminará, cuando se jubile (1958), por confiar vestigación esbozada por la Dialéctica de la Ilustración en una reco­
la dirección a Adorno. Durante este período, Horkheimer sólo pu­ pilación de breves fragmentos—Mínima moralia (1951)— se consagra,
blica unos pocos textos nuevos. Se tendrá que esperar a la aparición a partir de su retomo a Frankfurt, a sus cursos en la universidad
postuma de sus Notas críticas (1974) para apreciar en su justo valor (que le ha ofrecido una cátedra) así como a trabajos de sociología y
su última filosofía de la historia. de estética. Literatura y música continúan estando en el centro de
Escalonadas durante una veintena de años (1949-1969), esas sus reflexiones. Aunque sus preferencias personales se dirigen a
notas tomadas día a día atestiguan la radicalización creciente del pe­ Schonberg y la escuela dodecafónica (Filosofía de la nueva miísica,
simismo congénito de Horkheimer. Ciertamente, el final de la gue­ I 949)> observa con atención, en los años cincuenta, los progresos
de la música aleatoria (Stockhausen).
rra significa el repicar fúnebre para el nacionalsocialismo, pero la
barbarie no ha hecho más que seguir desarrollándose bajo otras for­ En 19 6 1, un coloquio organizado en Tubinga por la Sociedad
Alemana de Sociología ofrece la ocasión a Adorno y Habermas
mas. Si bien continúa utilizando todavía las categorías del materia­
—quien es desde 1956 su ayudante en Frankfurt—de una confron­
lismo histórico para comprender el funcionamiento de las sociedades
tación directa con Karl Popper y el filósofo alemán Hans Albert,
contemporáneas, Horkheimer identifica, sin lá menor indulgencia
considerados por ellos como los representantes de ese «positivis­
para ambas, las dictaduras brutalmente ejercidas en nombre del co­
mo» que denunciaba la Dialéctica de la Ilustración. De sus encuen­
munismo y las técnicas más insidiosas de idiotización de las masas
tros saldrá un libro—ha disputa positivista en la sociología alemana
que se esconden bajo el paraguas liberal. «Oeste y Este, a fin de
(1969)— donde se encuentran recogidas las intervenciones de unos
cuentas, no constituyen en absoluto la antinomia en la que quieren
y otros.
que creamos».'46
Si bien en este momento la «disputa» está un poco cogida con
alfileres, en eila^subyace la incompatibilidad desfondo qne separa
146. M ax H orkheim er, Notes critiques, trad. fr., París, Payot, 19 9 3, p. 68. L a Í9_s puntos de vista de Popper-y de Adorno. Hostd-a la-dialéetica
prim era edición alemana de las Notizen (1974) cubre el período 19 50 -19 6 9 , mien­ hegeliana así como a la de Marx, el primero pretende garantizar la
tras que la segunda edición, ligeram ente aumentada, correspondiente al sexto de los
diecinueve volúm enes de los documentos reunidos de H orkh eim er (Frankfurt,
S. Fischer, 19 8 5-19 9 6 ), cubre el período 1949-1969. 14 7. Ibid., p. 100.

224 225
H I S T O R I A D E LA F I L O S O F Í A E N EL S IG L O X X PEN SA R A U S C H W IT Z

objetividad y la neutralidad política del método sociológico* Ja s, contra como Ser y tiempo «ontologiza» la historia;148 dicho de otro
.ciencias sociales no deben ser consideradas, según él, ficsde-nn modo, considera la situación existente—sea cual sea— como diri­
ángulo diferente al de las ciencias d éla naturaleza. -Esta posición, gida por el Ser mismo. T al actitud explica, según Adorno, el ulte­
como se recordará, era la de Carnap— si bien Popper ha rehusad o rior desliz del maestro de Friburgo hacia la apología del orden
siempre dejarse identificar con el Círculo de Viena v si bien Car- establecido, por consiguiente, del nazismo. En contraste con ese
«positivismo» político y, más en general, por oposición a toda la
mo que Popper está lejos de conipartiivAdornci^or,contraJ,.B£r- tradición del idealismo alemán de donde procede, en lo sucesivo
ríste e n ja u fij^ ,3 á n g j^ Mna^tfiflrja Adorno se remite menos a Marx que a una «lógica de la disloca1
crítica» de la soq^ a d . es decir. g un v^sto-provecto .din pido a Ja ción»149 o de la pura negatividad. Es decir, de un pensamiento que,
transfopnación deJ^jpism De esa «disputa», que no tendrá una renunciando a las facilidades de la «síntesis» hegeliana, rehusaría
conclusión clara, se retendrá sobre todo la violencia— a veces des­ conciliar ilusoriamente los contrarios proclamando su identidad
mesurada— de los ataques lanzados por Popper contra las ideas de final.
Adorno y particularmente contra el lenguaje de éste, calificado Ninguna síntesis, en efecto, es posible mientras un solo hombre
de «oscuro» y de «trivial». Cabe notar que idénticas críticas serán sufra a causa de otros hombres. «El más pequeño signo de sufrimien­
dirigidas por Adorno mismo al lenguaje de Heidegger, en un estu­ to absurdo en el mundo empírico desmiente toda la filosofía de la
dio consagrado al último: Jerga de la autenticidad (1964). identidad que quiera hacernos olvidar este sufrimiento»,150 escribe
Poco tiempo después, Adorno retorna a la filosofía fundamen­ Adorno, haciéndose eco de una reflexión de Georg Simmel, quien
tal con un gran libro—Dialéctica negativa (1966)— fruto de diez «se sorprendía de que la historia de la filosofía deje aparecer tan
años de trabajo. Privado— como su título sugiere— de todo conte­ poco los sufrimientos de la humanidad».'51 Identificado con la
nido «positivo» y escrito en un lenguaje sobrio pero de gran difi­ negatividad, el dolor constituye, pues, el motor de la dialéctica
cultad, este atípico texto puede ser considerado, a su vez, como una adorniana. Los tres últimos capítulos del libro ofrecen un resumen
continuación de la historia cultural de Occidente esbozada en Dia­ concreto del funcionamiento de ésta. El primero va destinado a re­
léctica de la Ilustración. Sin embargo, no se apoya en las ciencias so­ definir la libertad a partir de una crítica de la formulación que daba
ciales— rechazadas por su «positividad»— ni en una investigación Kant. El segundo ataca la filosofía hegeliana de la historia y parti­
empírica, a pesar de que los análisis concretos florecen en cada una cularmente la noción de «espíritu del pueblo» (Volksgeist), funda­
de sus páginas. Sin duda hay que leerla como el resultado de una ten­ mento de todas las místicas nacionalistas y reaccionarias. E l terce­
tativa desesperada, por parte de Adorno, para condensar una teoría ro, finalmente, nos remite a la interrogación sobre la posibilidad de
de la sociedad— demasiado amplia para ser llevada a cabo—y para una metafísica en la actualidad— dicho de otro modo, «después de
extraer, de sus solas experiencias existenciales, las grandes líneas de Auschwitz».
una filosofía cuya ambición sería «superar» de una vez por todas Después de Auschwitz, dice Adorno, «toda afirmación de la
las «metafísicas» anteriores: la de Hegel por supuesto— culpable positividad de la existencia» no puede ser sino «palabrería».'52
de haber reabsorbido lo «negativo» en el triunfo final del espíritu «Auschwitz ha probado de manera irrefutable el fracaso de la cul­
absoluto— , pero también la de Heidegger, condenada por sus im­ tura [...]. Toda cultura posterior a Auschwitz, incluyendo su ur­
plicaciones políticas— entre otras. gente crítica, no es más que un cúmulo de inmundicias».'55 Ausch­
E l libro se abre con una paradoja: si la filosofía está todavía viva, witz destruye, en suma, toda esperanza de reconciliación de la filosofía
es porque le falta interrogarse por las razones de su fracaso, es de­
cir, de su impotencia para transformar el mundo liberando al hom­ 148. T h eodor W . Adorno, Dialectiqu-e négative, p. 68.
bre alienado. Sigue una crítica en toda regla del pensamiento hei- 149. Ib id .,p . 11 8 . 150. Ibid., p. 1 6 1. 1 5 1 . Ib id .,p . 124.
deggeriano, dirigido no sólo contra suirracionalismo sino también
22 ó
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX PENSAR A U S C H W IT Z

con la experiencia. Después de Auschwitz todos somos culpables, riendas» de la obra de arte y por la emodón que esas apariencias
al menos en el sentido de la culpabilidad metafísica evocada por suscitan, esas «promesas de feliddad» a las que nadie puede resistirse.
Jaspers. Al mismo tiempo, Adorno afirma que esta culpabilidad es Como Nietzsche, Adorno invita, pues, al filósofo a hacerse ar­
lo que nos obliga aún a filosofar—y lo único. En efecto, la filosofía tista, a presentir la misteriosa proximidad del concepto y de la in­
debe medirse por la existencia del mal absoluto. Debe esforzarse, si tuición, de la verdad y de la locura. Esa llamada a una trascenden­
bien no por pensarlo (¿es pensable?), sí al menos por afrontarlo. Si cia inmanente, exigida por la mirada de un filósofo-esteta «que no
no lo hiciera, si por impotencia o por cobardía rechazara esta con­ quiere que el mundo pierda todos los colores»,157 constituye el
frontación, no serviría para nada. N o habría ninguna diferencia enigma final de un libro que—treinta años después de su primera
entre ella y «la música de acompañamiento con que la SS gustaba aparición—no ha librado todavía sus secretos.
de cubrir los gritos de sus víctimas».154 Hay que decir que Adorno no tendrá demasiado tiempo para ex­
L a salida de este oscuro combate resulta incierta. Sin embargo, plicarse: muere tres años más tarde en plena revuelta estudiantil.
el «nihilismo» materialista del último Adorno— que rechaza por Sin embargo, su Teoría estética—publicación postuma (1970)—ven­
adelantado y por principio toda tentativa de dar un sentido a la drá a completar la Dialéctica negativa subrayando que hay una con­
muerte— no desemboca más que el pesimismo del último Hork- vergencia real entre arte y filosofía—la razón de esa convergencia
heimer en algún tipo de resignación. A pesar de su esencial incom- está en su común aptitud para producir, por medios diferentes, una
pletitud, la dialéctica negativa proporciona elementos para dos for­ crítica de la sociedad capitalista en la época de su «descomposi­
mas de salvación. ción».
L a primera es de orden ético. Igual que Horkheimer, Adorno Trabajo considerable, tanto por la ambición que lo anima como
cree en el individuo, y únicamente en é l Admite, pues, que la ac­ por la cultura que lo sustenta, la Teoría estética parte de la cuestión
ción individual no sea, a priori, inútil. «Pensar y actuar de manera que— desde 1945—persigue a Adorno: «Se ha hecho evidente que
que Auschwitz no se repita, que no suceda nada parecido»:155 tal es todo lo que concierne al arte ya no está asegurado [...], incluso su
después de Hitler el nuevo imperativo categórico—un imperativo derecho a la existencia. [„.] E l lugar y la función del arte en la
tan obligatorio como el de Kant, incluso si resulta difícil encon­ sociedad se han vuelto inciertos».'58 Siguen largas disertaciones
trarle un fundamento absoluto, en razón del rechazo adorniano —marcadas por la influencia benjaminiana—sobre el «contenido de
de toda trascendencia religiosa. H ay que admitir aquí que la ética, verdad» de la obra de arte, sobre sus relaciones con el hecho social,
para hacer valer sus exigencias, no tiene necesidad en absoluto de sobre las transformaciones sufridas en la era tecnocrática—una era
Dios, ni de ningún policía: es a cada uno de nosotros— si quere­ caracterizada por el reinado del dinero, de los medios de comuni­
mos dar un sentido a nuestra existencia— a quien corresponde es­ cación y de la burocracia. De todas maneras, a medida que se desa­
tar vigilante. rrollan esas reflexiones, emerge igualmente la idea de que el arte,
Subordinada a la primera, la segunda forma de salvación remite como la filosofía, debe sobrevivir a Auschwitz, puesto que es a su
a la estética. Contrariamente a la tentación schopenhaueriana de eri­ vez un medio de vigilancia política contra los extravíos de la razón.
gir en mi absoluto la desesperación, Adorno tiende a considerar que L e bastará únicamente, para cumplir con esa función, con dejar de
«el curso del mundo no está absolutamente cerrado [...]. Por frágil ser un puro juego narcisista. Y darse cuenta de que su misión es
que sea en él todo signo del Otro, por desfigurada que sea toda fe­ conservar la traza del dolor— a fin de ser mejor testimonio en con­
licidad en tanto que revocable, [...] está al menos [el ser] atravesa­ tra de él—infligido al hombre por el hombre.
do por promesas de ese Otro, constantemente traicionadas».150
Traicionadas pero también reveladas, a su pesar, por las «bellas apa- 15 7 . Ibid.
158- T h eo d o r W . Adorno, Théorie esthétique, nueva trad. fr., París, X lin ck-
síeck, 1989, p. 15 . [Trad. cast. de Fem ando Riaza: Teoría estética, M adrid, Tecnos,
15 4 . Ibid., p. 286. 15 5 . Ibid. 156. Ib id .,p . 3 15 . 19 7 1.]

228 229
O
H I S T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O X X O
«¿Qué sería del arte en tanto que escritura de la historia, si se 4 O
desembarazase del recuerdo del sufrimiento acumulado?».159 Con 'O
esta nueva pregunta, dirigida tanto a los pensadores como a los ar­ E N L A G U E R R A FR ÍA . -Q
tistas y, además, a todos los hombres, termina la obra angustiada de
un filósofo que ha ido tan lejos como ha podido en la instrucción
del proceso a la razón y la Ilustración. U n proceso cuya apertura ha
sido requerida por la simple existencia del nacionalsocialismo. Y cuya
instrucción, medio siglo después del final de la guerra, dista mucho
de haber acabado.
I. LOS PARTIDARIOS DEL LIBERALISMO
15 9 . Ib id .,p . 330.
M il novecientos cuarenta y cinco es un año extraño. En el espacio
de seis meses ha terminado una guerra mundial que ha durado seis '•€>
años, mientras que comienza otra que va a durar cuarenta y cuatro.
:;0
En su intersección, dos fechas fatídicas: el ó y el 9 de agosto.
Esos días, la aviación norteamericana destruye, utilizando por

primera vez armas atómicas, las ciudades japonesas de Hiroshima y
Nagasaki. Las bombas matan en pocos instantes a ciento veinte mil ■ -0)
personas y hieren a muchas más. Provocan estragos irreparables ': 0
para el medio natural y un trauma psicológico de alcance mundial. : ‘O
En adelante, la humanidad vivirá a la sombra de una nueva amena­ O
za: la del apocalipsis nuclear. ■‘ o
¿Era indispensable tamaño asesinato masivo para asegurar la o
victoria de los Aliados sobre las potencias del Eje? De hecho, a ini­
'■ o
cios de agosto de 1945, los alemanes ya hace tres meses que se han
. 0
rendido. Los japoneses, por su parte, están condenados a capitular.
' (.0
Bastaría con algunas semanas para agotar sus últimos deseos de re­
sistencia. Pero el verdadero problema, para Jos Estados Unidos, no ■: o
está aquí. Pues, desde mayo, todo ha cambiado. : o
E n efecto, al conocer el suicidio de Hitler, América ha creído , o
haber terminado con el nazismo. Por un singular error de análi­ 0
sis, provocado por su deseo de olvidar su parte de culpa en la O
Shoah, los países occidentales han escogido en su mayoría— a
partir de ése momento—minimizar la importancia del fenómeno
nacionalsocialista. En lugar de reconocerlo como lo que es real­
mente: la expresión política, exacerbada por la moderna organi­
zación burocrática y técnica del Estado, de una obsesión de «pu­
reza racial» (en este caso, el antisemitismo) cuyas raíces están
profundamente ancladas en la cultura occidental, han preferido
230 231
i
'

; i"
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX E N LA G U ERRA FR ÍA
W-
r-ÍA no ver sino el producto de una patología excepcional (la del aisla­ no les incomoda, ya sea porque estiman que la filosofía no debe
G> ' do individuo Hitler) o de una historia local (la de la Alemania de los mezclarse con la historia. Consiguiendo la triple gesta de olvidar
años veinte). Auschwitz, de dar la espalda al telón de acero y cerrar los ojos ante
0 .‘
Desde mayo de 1945, pues, el nazismo— del que nadie quie­ los dramas cotidianos del Tercer Mundo, se comportarán como si
r"V
re creer que pueda no haber desaparecido con H itler—ha dejado la razón no hubiera sido utilizada para la acción y la filosofía care­
¡•~v bruscamente de ser el enemigo principal del miando «libre». Ha ciera de consecuencias sociales—como si el único porvenir posible,
o; sido reemplazado por un nuevo enemigo: el comunismo. U n co­ para esta última, residiese en la exploración de los meandros de la
munismo «oriental» que encarnan la U R SS y, más al este, las fuer­ subjetividad, o bien de los procedimientos formales del discurso
’ zas revolucionarias que agitan China. científico. L a época les parecerá muy apacible a algunos herederos
Frente al avance de las tropas soviéticas en Europa occidental, de la fenomenología y a algunos adeptos del análisis lógico-lin­
■' /i frente al ascenso de la insurrección maoísta, la administración nor­ güístico. Los primeros polemizarán ocasionalmente con los segun­
?> teamericana se propone reaccionar con rapidez. Si decide asestar dos. Pero unos y otros estarán de acuerdo al menos en este punto
" un fuerte golpe, no es sólo para finalizar los combates en el Pacífi­ preciso: la necesidad, según ellos, de preservar su reflexión «profe­
co. Es también para lanzar una advertencia a los soviéticos. Así, la sional» de todo contacto con el mundo.
O • bomba de Hiroshima es a la vez el último acto de la guerra con el Otros, por el contrario, tomarán partido. Elegirán su campo,
ó Eje y el primero de un nuevo conflicto que pronto se llamará la no solamente como hombres de acción, sino también como fi­
guerra «fría». lósofos sinceramente convencidos de que sus posiciones teóricas
Esta será planetaria, como la Segunda Guerra mundial. T erm i­ —sobre la naturaleza de la mente o el fimcionamiento de la cien­
nará, sin embargo, sin previo aviso, el 9 de noviembre de 1989, con cia— comportan determinados compromisos en el orden ético y
el desplome del muro de Berlín—símbolo de la división de Alema­ político.
nia, de Europa y del resto del mundo en dos campos: capitalista y Entre estos últimos, se encuentran defensores del liberalismo
comunista. Debido a esta partición del mundo, Europa habrá co­ occidental (Popper, Aron), pero también un filósofo para el que la
nocido, durante medio siglo, una especie de paz armada: de común libertad será más importante que el liberalismo (Sartre), otro que
acuerdo, en efecto, las dos superpotencias—norteamericana y so­ consagrará su vida a la búsqueda de una «tercera vía» (Marcuse),
O ■: ■
viética— evitarán enfrentarse militarmente sobre ese terreno «sen­ otro— finalmente— que creerá posible salvar el marxismo al darle
tTl-i sible». Pero no temerán hacerlo, por contra, en Corea, en Viet- un nuevo sentido (Aithusser). Sin embargo, en un momento u
V: nam, en África, en América Latina. L a llamada guerra «fría» no lo otro, todos deberán afrontar el desmentido que la realidad se en­
será en todas partes. Matará más en los países en proceso de desa­ cargará de infligir—en grados más o menos graves— a sus esperan­
rrollo, en conflictos locales, geográficamente limitados, de incier­ zas y a sus teorías.
ta salida—y que no habrán servido de nada. De nada, sino para
mantener la presión, por una parte, y, por otra, para acabar de
arruinar a los países en cuestión, privándolos de los medios para lo­
O .•
grar su despegue económico. Prenda de paz y de seguridad para Por una singular ironía; el principal pensador del campo occiden­
0- ••• una Europa cortada en dos, la guerra será una verdadera tragedia tal durante toda la guerra fría, sir Karl Popper, es a su vez un anti­
V.'j •• . para el resto del globo, abandonado a absurdas rivalidades políti­ guo comunista. El arquetipo, en cierto sentido, de ese comunista
•~ cas, a la miseria y a la dictadura. «arrepentido» cuya figura, a partir de la insurrección húngara de
V Vista desde Occidente, donde triunfará en los anos sesenta la «so­ 1956, será cada vez más frecuente en los intelectuales.
ciedad del consumo», esa tragedia no será demasiado comprendi­ Para comprender su itinerario político, basta con remitirse a los
da. Entre los filósofos, algunos escogerán ignorarla, ya sea porque relatos que él mismo nos ha dejado, ya sea en su autobiografía
232 2 33
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX E N LA G U E R R A F R ÍA

— Búsqueda sin término (1974)— ya sea en las primeras páginas de igual facilidad de la lucha política a la investigación epistemológi­
ha lección de este siglo (1992), texto de una entrevista concedida por ca y viceversa.
el filósofo, dos años antes de su muerte, al periodista italiano Gian- En el camino de esta cruzada antimarxista dos libros hacen
carlo Bosetti. época. E l título del primero—Miseria del bistoricismo (1935, rees­
Según sus propias palabras, Popper creció en una familia vienesa crito en 1944 y publicado por primera vez en forma de dos artícu­
adepta a las ideas de izquierda. Jurista apasionado por la historia los en la revista Económica en 1944-1945)—señala la doctrina que
social, su padre poseía en su biblioteca las obras de Marx, Lassalle, va a convertirse en la bestia negra de Popper. «Historicismo», para
Kautsky y Bernstein. E l joven Karl tiene apenas doce años cuando Popper, no designa solamente—como en Husserl—la tendencia a
lee por primera vez (1914) un libro sobre el socialismo. Cuando es­ reducir el contenido de un concepto a lo que revela el estudio de su
talla la Primera Guerra mundial, adopta espontáneamente el parti­ génesis histórica, sino— de manera más fundamental— la teoría se­
do de la paz: para él, como para el resto de su familia, la causa de la gún la cual la lústoria obedece a leyes que, correctamente com­
alianza austro-alemana es simplemente indefendible. prendidas, permitirían en parte anticipar el futuro.
Después de la caída del Imperio Austríaco— a inicios de 19 19 — , Curiosamente, Popper ve en esa creencia— compartida no sólo
se aproxima a un grupo comunista, cuyas convicciones pacifistas le por Hegel y por Marx, sino también por numerosos historiadores
atraen. ¿No han sido los bolcheviques los primeros en poner fin a profesionales, incluyendo a historiadores resueltamente liberales—
la guerra mediante el tratado de Brest-Litovsk? Durante algunos la expresión de una fe irracional, incompatible con una actitud au­
meses, pues, Popper se considera a sí mismo comunista. Más tarde, ténticamente científica. La historia, para él, no podría obedecer a
en julio de 19 19 , durante una manifestación de izquierda en la que leyes, la idea misma de «ley histórica» le parece una contradicción
participa, la policía austríaca dispara entre el gentío. Seis de sus ca­ en ios términos. Desgraciadamente, los argumentos avanzados
maradas mueren. para justificar esta última tesis no son demasiado convincentes y la
Popper reacciona de manera emotiva ante este acontecimiento. tentativa que llevará a cabo Popper—en un artículo de 1950 («In-
Tomando conciencia de repente del hecho de que la idea de revo­ determinism in quantum physics and in classical physics»)— para
lución implica el uso de la violencia, decide—por odio a esta últi­ «deducirlos» del indeterminismo de la física cuántica lo será toda­
ma—romper todos los puentes con el comunismo. Se convierte vía menos (como el propio Popper admite en el prólogo a la edi­
pues en antimarxista por pacifismo— un pacifismo al cual, como ción de Miseria del bistoricismo de 1957), ¿Es legítimo por otra par­
Russell, estará siempre muy vinculado. te, sean cuales sean las dificultades que provoque la aplicación de la
Enfrascado poco después en la lectura del Capital, Popper des­ noción de ley en las ciencias sociales, declarar esta aplicación im­
cubre en él dos tesis fundamentales de M arx cuya importancia no posible a priori y privar así a la historia de toda posibilidad de con­
había calibrado verdaderamente. Según la primera, el capitalismo vertirse en una disciplina científica?
no puede ser «mejorado» mediante reformas, sino que debe ser La sociedad abierta y sus enemigos (1945), publicado en dos volú­
destruido para poderlo reemplazar por un sistema globalmente di­ menes, es una empresa de mayor envergadura, aunque ese libro,
ferente. Según la segunda, esta destrucción es inevitable, en virtud que ha conocido un éxito considerable, haya también envejecido.
de las leyes mismas que presiden el desarrollo de la economía ca­ Recuperando, para aplicarla a las sociedades, la distinción introdu­
pitalista. Convencido de que estas dos tesis constituyen la justifi­ cida por Bergsonl6° entre moral «cerrada» (fundada en la obligación)
cación última de la utilización de la violencia por el movimiento y moral «abierta» (ligada a las aspiraciones ideales del individuo),
comunista, Popper empleará en adelante el resto de su vida en
combatirlas. Al menos en los intervalos de ocio que le dejarán los
1 óo. H enrí Bergson, Les deux sources de la morale et de la religión, París, F. Alean,
numerosos trabajos que consagrará a la ciencia y a la teoría del co­
19 32 . [Trad. cast. de Jaim e de Salas y José Atencia: Las dos panes de la moral y de la
nocimiento— pues, como Russell también aquí, Popper pasará con religión, M adrid, Tecnos, 1996.]

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Popper parte de la hipótesis— más bien arriesgada—según la cual Según él, en efecto, la pretensión del marxismo de fundar una
el historicismo, núcleo de todo pensamiento «dialéctico», estaría ciencia de la historia no resiste el examen. N o solamente la histo­
necesariamente unido con la voluntad de retornar a una sociedad ria no tiene un sentido, sino que no .obedece a ninguna ley especí­
«cerrada», «tribal», por tanto con el menosprecio de toda exigen­ fica y no puede convertirse en objeto de la ciencia. Al pretender lo
cia de libertad individual. La obra se esfuerza, siempre, en estable­ contrario, Marx ha confundido predicción científica y vaticinio. Y
cer la existencia empírica de tal nexo en el interior de algunas gran­ el curso de los acontecimientos lo ha convertido en un «falso pro­
des filosofías: Heráclito, Platón, Aristóteles, Hegel, Marx—todos feta». Toda tentativa dirigida a transformar la sociedad capitalista
ellos pensadores «dialécticos», por supuesto. para permitir la realización de sus «profecías» no puede menos que
Mejor pasar rápidamente por la caricatura ofrecida de los cuatro saldarse con una regresión—el «colectivismo» marxista no es, en el
primeros. Heráclito es desfigurado, Platón esquematizado en extre­ mejor de los casos, sino una forma de «neotribalismo».
mo, Aristóteles rechazado como pensador mediocre. La crítica al La actitud racional consiste, a la inversa, en reconocer la demo­
«tribalismo» heracliteano es además tan libre que, después de ha­ cracia liberal como el mejor régimen posible. Y en intentar mejorar
ber intentado retocarla en el capítulo V de Conjeturas y refutaciones el sistema capitalista paso a paso, por «intervenciones limitadas»"56
(1963), Popper la abandonará finalmente en una nota de la traduc­ ipiecemealsocial engineeríng), a fin de hacerlo—progresiva y pacífica­
ción francesa de La sociedad abierta.l6' En cuanto a Hegel, se ve des­ mente—más equitativo. Esta posición, de inspiración socialde-
calificado desde el inicio, sobre la base de la afirmación-—heredada mócrata, resulta muy próxima al programa político de Russell o de
de Moore, Russell y Carnap— de que sus libros son ininteligibles: Schlick. Pero Popper se alejará muy pronto de ella para alinearse,
«fórmulas pomposas y verborrea pretenciosa».101 Durante toda la en los años cincuenta, con un liberalismo ilimitado, antiburocrático
guerra fría, la filosofía «analítica», de manera prácticamente unáni­ y antiestatal, preconizando la privatización de los servicios públicos
me, suscribirá ese juicio. y de las universidades—antes de volver, al final de su vida, a una
E l análisis popperiano de los peligros del nacionalismo ale­ concepción más matizada, confiando al Estado liberal la misión de
mán— ejemplificado por Fichte— se revela más certero. E n cuanto hacer respetar los derechos de los ciudadanos y de protegerlos con­
a Marx, finalmente, se beneficia—si se le compara con sus prede­ tra toda forma de violencia.
cesores— de un trato de favor. Como punto de partida, Popper re­ La sociedad abierta finaliza con un elogio del racionalismo, flan­
conoce que hay que considerarlo «entre los liberadores de la hu­ queado de una advertencia contra los peligros del «misticismo in­
manidad».'63 L e agradece que nos haya dejado— con el capítulo VIH telectual»,'67 que no podemos sino suscribir. Parece difícil, por lo
del primer libro del Capital, consagrado a la jornada de trabajo del demás, desaprobar a Popper cada vez que se remite, por falta de
proletario— «un documento imperecedero sobre el sufrimiento mejor justificación, a la eterna «sabiduría popular»—-así como cuan­
humano»164 en el infierno del naciente capitalismo. Admitiendo do constata, en un tono desengañado, que «querer la felicidad del
sin ambages la legitimidad de la protesta marxista contra las in­ pueblo es quizás el más temible de los ideales políticos».'68 Tales
justicias sociales, Popper liega incluso a afirmar: el marxismo «m o­ perogrulladas no son demasiado aptas para suscitar el debate. Exis­
ral»— con su «sentimiento de la responsabilidad social» y su «amor te, en cambio, otro aspecto del libro que merece discusión.
por la libertad»—-debe sobrevivir.'65 Ello no le impide, más bien al Si bien su autor afirma—en un prefacio redactado ex profeso,
contrario, esforzarse por destruir hasta sus cimientos el «marxismo el 2 de mayo de 1978, para la edición francesa— haber tomado la
científico». decisión, de escribir La sociedad abierta para defender la libertad el
día que Hitler invadió Austria, y si bien su publicación se produce
1 6 1 . La Société ouverte et ses Ennem is, erad. fr., París, É d . du Seuil, 19 79 , t. I, el año misino del final de la guerra, los tres enemigos de la socie-
p. 168. [Trad. cast. de Eduardo Loedel: L a sociedad abierta y sus enemigos, Barcelona,
Paidós, 19 9 1.] 1Ó2. Ibid., 1 . 1, p. 19 . 16 3 . Ibid., t. II, p. 83.
16 4. Ibid., t. II, p. 230. 16 5. Ibid., t. II, p. 14 1 . 1 66. Ibid., 1 . 1, p. 9. 1Ó7. Ibid., t. II, p. 16 5. 168. Ibid., t. II, p. 160-

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dad abierta (fascismo, nazismo y comunismo) no están tratados del lismo «real»— y no una sola, la forma stalinista— , igual que hay
todo en igualdad de condiciones. Contrariamente a lo que habría o
muchas formas de fascismo. Finalmente, por el lugar central que
sido lógico hacer después de Auschwitz, al nazismo— implícita­ ocupa en su programa la política de exterminación «racial», el na­
0
mente reducido a una simple variante del fascismo—no se le reco­ zismo se distingue a la vez del fascismo y del socialismo. Carece, ;O
noce ninguna especificidad. Racismo y antisemitismo, denuncia­ pues, de interés pretender designar, por un único e idéntico térmi­ ■: <0
dos mediante algunas vagas fórmulas, no suscitan ningún análisis. no, realidades tan alejadas entre sí. ■O
M ás grave todavía, las doctrinas modernas del fascismo— que de­ N o obstante es eso precisamente lo que intenta Popper. Toda ■O
ben poco a Platón— no son expuestas y ni siquiera brevemente su teoría política se basa a fin de cuentas en la idea—de un niani- .Q
mencionadas en esa voluminosa obra, cuya segunda mitad, por queísmo desconcertante—de que no existen, en sentido amplio, O
contra, está consagrada por completo a la crítica de Marx. Algunos sino dos tipos de regímenes: los «buenos» (regímenes democráti­ .O
pasajes, donde el marxismo— en nada distinguido del stalinismo— cos) y los «malos» (regímenes totalitarios, también bautizados
se ve explícitamente comparado al fascismo,169 incluso sugieren ■ 0
como «dictaduras» o «tiranías»). Por supuesto, el criterio de de­
que— para Popper— el primero es de hecho más peligroso que el marcación es de una extrema generalidad. Los regímenes dictato­ ■O
segundo. Marx, he aquí el enemigo. Hitler, a su lado, no es nada. riales son aquellos «de los que no es posible desembarazarse sin ■ ;0
Cuando se toman la molestia de responder a este tipo de obser­ una revolución exitosa»,'70 mientras que un simple mecanismo :O
vación, los incondicionales de Popper dudan entre dos argumentos electoral debe permitir a los ciudadanos de un Estado democrático ,C)
diferentes. O bien hacen valer que en 1945, después de la muerte cambiar pacíficamente de gobernantes. T a l dicotomía provoca una ■ \

de Hitler, el principal enemigo de la sociedad abierta no era ya el cierta sonrisa. Desde el refugio neozelandés donde, de 1938 a -o
nazismo sino el comunismo vencedor: apreciación de miras limita­ 1945, compuso La sociedad abierta, ¿olvidaría Popper que el nazismo 'Q
das, puesto que, menos de cincuenta años más tarde, es de nuevo el se había instalado en Alemania gracias, precisamente, a elecciones o
nazismo y no el comunismo lo que aparece, en Europa y en todas democráticas y que casi siempre se ha mostrado preocupado por
partes, como la amenaza más seria para los valores democráticos. &
respetar—al menos en apariencia—las formas de la legalidad?
O bien desvían el debate afirmando que Popper aspiraba a trascen­ o
Por su parte, los desarrollos posteriores de la guerra fría acaba­
derlo. Dicho de otro modo, que su propósito no era denunciar tal ron de mostrar que— como sabía Lenin— el fascismo es perfecta­ o
o cual forma de totalitarismo, sino más bien «el» totalitarismo en mente compatible con la democracia formal. E l fenómeno maccar- o
general, fuese de derecha o de izquierda. thista en los Estados Unidos, ciertas democracias latinoamericanas 0
Queda por interrogarse sobre la pertinencia de este segundo «tributarias», aportarán la prueba de ello. Finalmente, el stalinis­ o
argumento. Parece implicar que la oposición de la izquierda y de la mo, al hundirse, terminará por desvelar—si se atiende al criterio : O
derecha no tiene ya, en la actualidad, significación política: afirma­ popperiano— su naturaleza misteriosamente «democrática». Sea
ción como mínimo presuntuosa. ¿Quiere decir, por lo demás, que .. o
como sea, en efecto, en la U RSS o en Europa del Este, el socialis­ . r\ \_ -y
hay que considerar nazismo, fascismo y comunismo como tres mo «real» no caerá bajo los golpes de una intervención extranjera,
tipos de regímenes absolutamente equivalentes? Ello comportaría O
ni siquiera— a excepción, muy problemática, de Rumania— como
olvidar que el comunismo— o más exactamente el socialismo, que consecuencia de una sangrienta insurrección. Morirá por sí mis­ 00
es el encargado de preparar su advenimiento—diverge de los dos mo, por el efecto de sus propias carencias. Se autodestruirá de ma­ O
primeros por el hecho de que confiere, a la futura e ideal «sociedad nera deliberada y de manera más bien «consensuada». 0 0
sin clases», la misión de favorecer el desarrollo individual de todos Sin embargo, desde julio de 19 19 hasta su muerte, Popper con­ ' O
los hombres. Por otra parte, hay muchas formas posibles de socia­ tinuará fiel a su filosofía de base: un decidido antimarxismo. Des- ;©
o
169. Ibid., t. II, p, 59. 170 . Ibid., 1 . 1, p. 107. Í'O
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pues de La sociedad abierta, reafirmará en múltiples ocasiones su desde una historicidad plural, abierta y algunas veces trágica, com­
hostilidad a toda crítica radical del capitalismo, en particular a la batiendo tanto las doctrinas relativistas como el determinismo evo­
llevada a cabo por la escuela de Frankfurt. Atacará vivamente a lucionista.
Adorno en sus encuentros de Tubinga (1961), volverá a tomar esos E l desastre francés de 1940 lleva a Aron a unirse, en Londres,
ataques en un texto de 1970— «¿Razón o revolución?»171172— y fijará al general De Gaulle: pasa los cinco años siguientes en Inglaterra.
todavía una vez más sus posiciones «reformistas» en una entrevista A su vuelta a París, después de un breve paso por el gabinete de An-
con Marcuse, ¿Revolución o reforma?,111 publicada en 19 7 1. N ingu­ dré Malraux—durante el período en que éste es ministro en el go­
no de esos textos aporta ninguna modificación sustancial a la expo­ bierno provisional creado por De Gaulle tras la Liberación—, se
sición de su tesis. Solamente una última entrevista—-La lección de dedica al periodismo político. Si bien colabora en los primeros nú­
este siglo (1996)— testimonia su tardía preocupación por ciertas for­ meros de Les Temps Modemes, las crispaciones de la guerra fría le
mas endémicas de violencia en las democracias llamadas libera­ llevan a romper, a partir de 1946, con Sartre, su condiscípulo en la
les— comenzando por la que insidiosamente ejercen los medios au­ Escuela Normal. E l mismo año entra como editorialista en el dia­
diovisuales sobre las conciencias. rio conservador Le Fígaro. N o dejará en adelante de combatir las
A la larga, pues, el pensamiento político de Popper puede pare­ ideas socialistas.
cer superficial. Pero no es menos vigoroso. Su claridad y la convic­ Uno de los momentos clave de ese combate, E l opio de los inte­
ción con que se expresa le han valido una gran audiencia, si no en lectuales (1955), libro escrito por Aron para denunciar el nefasto
América— en cuyas gentes está sin duda sólidamente arraigado el papel desempeñado, según él, por Sartre y los intelectuales de iz­
liberalismo (en el sentido originario)—yjsí en Europa occidental, quierda, es un texto típicamente popperiano, aunque Popper no
donde acabará convirtiéndose en el breviaim de la derecha tradi­ sea nunca citado. Redactado en un estilo voluntariamente áspero,
cional y, también, en la de todos loVintélectuales anticomunistas. la obra se atiene en lo esencial a declarar caduca la oposición de de­
recha e izquierda, así como a romper los «mitos» marxistas de la
revolución y del determinismo histórico. Conviene añadir, no obs­
tante, que Aron no había esperado a Popper para condenar toda
Su influencia— unida a la de Leo Strauss y Hannah Arendt— es forma de pensamiento «dialéctico», puesto que ya én su tesis de
rapfeciaBTe7^oi; ejemplo, en la obra del filósofo y sociólogo francés doctorado rechazaba firmemente el hegelianismo y las doctrinas
vRavmondArQnÁ 005-1082). Después de haber ganado el concurso que procedían de éste—como las de Matx.
delFEscuela Normal Superior (1924) y conseguido su agregación Veinte años después de E l opio de los intelectuales, la descompo­
de filosofía (1928), Aron parte en condición de lector a las univer­ sición interna de los regímenes stalinistas, la aparición de una
sidades de Colonia y Berlín (1930-1933). Allí descubre a la vez «disidencia» en Europa del Este y las revelaciones de Alexander
la fenomenología husserliana, el existencialismo heideggeriano, el Solzhenitsin sobre las atrocidades del gulag ofrecerán argumentos
pensamiento sociológico de Max Weber y la dura realidad del suplementarios al antimarxismo de Popper y de Aron— cuyos li­
triunfante nazismo. De vuelta a Francia, frecuenta el seminario de bros inspiraron entonces la ofensiva antisocialista (1977) de algu­
Alexandre Kojéve y publica (1938) su tesis de doctorado, Introduc­ nos «nuevos filósofos» franceses como André Glucksmann (nacido
ción a la filosofía de la historia. Profundamente inspirado por la socio­ en 1937) o Bernard-Henri Lévy (1948). La caída del muro de Ber­
logía alemana, se esfuerza por reinterpretar la conciencia humana lín, finalmente, parecerá dar definitivamente la razón a los poppe-
rianos.
1 7 1 . Archives européennes de sociologie, voi. X I, pp. 252-262.
17 2 . Franz Stark (ed.), Revolution oder Reform? H erbert M arcuse und K art Popper:
eme Konfrontation, M unich, K osel-V erlag, 19 7 1.

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O
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/Ti/
D e hecho, el liberalismo económico nunca ha gozado de tanto pre­ /^ííSs^dncuenta—como un partidario del campo soviético, Jean-Paul
O
dicamento como en este final del siglo xx. Pero, ¿a qué precio—en /¡Sartre ¿1905-1980) no podría ser reducido a esta imagen simplista.
es el opuesto exacto de Popper, aun cuando algunas veces 0
términos de paro, de exclusión, de subdesarrollo y de despilfarro de
parece serlo de Axon. N i marxista ni antimarxista «en estado puro», 0
los recursos planetarios? Desde el final de la guerra fría, la validez de
los ideales democráticos ya no es seriamente contestada por nadie, si es en primer lugar un filósofo de la libertad, para quien la libertad es
bien un tal vez ingenuo politólogo norteamericano—Francis Fuku- mucho más importante que todas las ideologías que pretenden de­
yama— ha creído poder concluir de ello, presentándose como lector fenderla. Por ello mismo, es políticamente inclasificable. í. ./

kojeviano de Hegel, el «final de la historia»:173 pero ¿en cuántos Ello no quiere decir que haya estado constantemente aislado.
países esos ideales son efectivamente respetados? Popper no aporta, En su entorno, en su generación, se hacen escuchar voces amigas, .. Q
lamentablemente, ninguna respuesta a estas embarazosas preguntas. aunque no le dieran siempre la razón: las de Paul Nizan, Maurice ■' Q
'No basta con reconocer—a pesar de haber vivido hasta 1994-— Merleau-Ponty (1908-1961), Albert Camus (1913-1960) y Simone
' ■O
que había probablemente exagerado, durante medio siglo, la reali­ de Beanvoir (1908-1986).
■ 0
dad de la amenaza comunista, mientras que había peligrosamente Pero la voz de Sartre las domina todas. A la vez filósofo y nove­
■■■ 0
subestimado la que representaba, para la paz del mundo, un posible lista, polemista y dramaturgo, cabeza de fila del movimiento exis-
tencialista. Sartre es el intelectual total— figura mítica de las letras ■ n
retomo a doctrinas nacionalsocialistas. Pues es precisamente a tal re­
francesas que tan sólo, antes de él, Voltaire, Hugo y Zola han en­ ■ o
tomo a lo que asistimos en la actualidad, ya sea bajo la forma de mo­
vimientos nacionalistas fuertemente impregnados de racismo y de carnado con parecido ímpetu. Esa es la razón por la que permane­ .> O
antisemitismo— que se entrevé tanto en la actual resurrección de los ce, digan lo que digan sus detractores, como el filósofo francés más ■ O
partidos xenófobos en Rusia como en el mundo occidental, o bien al importante de este siglo. O
movimiento de «limpieza étnica» que se despliega en la antigua Sin embargo, sus detractores son legión. La palabra de Sartre ' 0
Yugoslavia contra el pueblo bosnio— ya sea en otros países, bajo el incomoda a todo el mundo, tanto a la izquierda como a la derecha.
paraguas de un «fundamentalismo» cristiano o islámico que escon­ Perturba el confort intelectual de los unos, ridiculiza la jerga de los
de con dificultades, todavía, sus tendencias antisemitas. otros. E n Francia, a pesar de su inmensa notoriedad, Sartre nunca
Durante cincuenta años, en suma, Popper se ha equivocado de ha sido verdaderamente reconocido. Los estudiantes no leen de él
sino Las palabras, breve relato de una fastidiosa infancia. L a opi­ C.)
enemigo. E l final de la guerra fría, convirtiendo su pensamiento
político caduco en su mayor parte, ha revelado a plena luz ese nión dominante le reprocha haber sido un mal escritor, un filóso­ O
error. Nada prueba, no obstante, que el autor de La sociedad abier­ fo mezquino, un agitador irresponsable. Incluso los menos agresi­ í”j
ta haya tomado conciencia de ello. N i que sus partidarios, que con­ vos de sus detractores no esperaron a que muriera para enterrarlo. o
tinúan siendo numerosos, estén dispuestos a hacerlo en su lugar. Han inventado la leyenda de su precoz «senilidad» para tachar de !K.J\
un solo trazo sus diez o doce últimos años de actividad intelectual. o
En resumen, existe un «proceso Sartre». Para conocer todas las . o
2. E L D E F E N S O R D E L A L IB E R T A D piezas de éste, es indispensable redibujar el recorrido de su vida
.• ■ 0
— un recorrido que se identifica, o poco falta, con el propio siglo.
Q
A pesar de que se le haya considerado habitualmen'te—en razón de Sartre es, como Marx, el producto de una educación burguesa.
Desde su nacimiento hasta la Segunda Guerra mundial lleva una : o
algunas de sus tomas de posición, particularmente a inicios de los
existencia protegida, la de un brillante alumno que sueña en con­ Q
vertirse en un gran escritor—es decir, según las normas de su am­ ©
17 3 . Francis Fukuyama, L a fin de Fhistoire et le D em ier Homme (1992), erad, fr.,
biente, en novelista. Es tan sólo en su «khágne» o segundo año, en
París, Flam m arion, 1992. (Trad. cast. de P. Elias: E l fin de la historia y el último hom­
bre, Barcelona, Planeta-Agostini, 1994-] el instituto Louis-le-Grand, mientras se prepara para ingresar en la í)

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Escuela Normal Superior, cuando pasa a apreciar de veras la filoso­ Nacido en una familia judía de Kovno (Lituania), Levinas emi­
fía y en primer lugar la psicología. En 1924, entra en la Escuela N or­ gra en primer lugar a Ucrania antes de iniciar en Estrasburgo los
mal Superior al mismo tiempo que Paul Nizan, Raymond Aron y estudios de filosofía. En 1928-1929 pasa algunos meses en Fri-
Georges Canguilhem. E n ese privilegiado entorno, su personalidad burgo, donde asiste a los últimos cursos de Husserl y da, a la es­
no tarda demasiado en afirmarse. L e hace distinguirse de la de sus posa de este último, lecciones de francés. En 1929, en Davos, que­
compañeros y provoca, en 1928, su fracaso en la agregación de filo­ da seducido—como tantos otros—por el verbo heideggeriano,
sofía. Al año siguiente, como desquite, obtiene el primer lugar en ese más exaltante que el racionalismo cassireriano. E l año siguiente
concurso, mientras que Simone de Beauvoir, con quien preparó la (1930), de vuelta a Francia, consagra su tesis de doctorado—pu­
prueba oral, queda segunda. En adelante, serán inseparables. blicada inmediatamente— a la Teoría de la intuición en la fenomeno­
Nada es más emotivo, ni más exacto, que el retrato del joven logía de Husserl.
Sartre redactado, treinta años más tarde, por Simone de Beauvoir: Es esta obra la que Sartre descubre, algunas semanas después
de su aparición, en una librería del Boulevard Saint-Michel. Si­
[...] su án im o estab a sie m p re a lerta . Ig n o r a b a e l e n to rp e c im ie n to , las s o m ­ mone de Beauvoir, que relata la escena en La fuerza de la edad,
n o le n c ia s , las h u id a s, lo s re g a te s, las tre g u a s, las p ru d e n c ia s, el re sp e to . S e nota que a Sartre, hojeando un libro, «le da un vuelco el cora­
in te re sa b a p o r to d o y n u n c a d ab a n a d a p o r sen ta d o . F r e n t e a u n o b je to , en
zón».'75 Y la causa es cómo Husserl propone volver, para fundar la
v e z d e e sc a m o te a rlo en p ro v e c h o d e u n m ito , d e u n a p a la b ra , d e u n a im ­
filosofía sobre una base inconmovible, a las experiencias concretas
p re sió n , de u n a id e a p re co n c e b id a , lo m ira b a ; n o lo a b a n d o n a b a an tes de
vividas por la conciencia, que se corresponde plenamente con las
h a b e r c o m p re n d id o su s circ u n sta n c ia s, su s m ú ltip le s sen tid o s. N o s e p r e ­
g u n ta b a lo q u e h a b ía d e p en sa r, lo q u e h u b ie ra sid o o r ig in a l o in te lig e n te
ideas que—sin haberlas aún elaborado— Sartre alimenta en sí mis­
p e n sa r; sim p le m e n te p en sab a e n e llo [...]. N o tenía p o r su p u e sto n in g u n a mo. N o obstante, no intentará encontrarse con Levinas— quien, a
in te n c ió n de lle v a r u n a e x iste n c ia de ra tó n d e b ib lio te c a ; a b o rre c ía las r u ­ su vez, guardará las distancias en relación con la filosofía sartrea-
tin as y las je ra rq u ía s, las c a rre ra s, lo s h o g a res, lo s d e re c h o s y lo s d eb eres, na y no se beneficiará del éxito del existencialismo con la Libera­
to d o lo s e r io d e la vid a. N o se re sig n a b a a la id e a de te n e r u n o fic io , c o le ­ ción. N o habrá, pues, demasiados intercambios entre ambos hom­
g as, su p e rio re s , re g la s q u e o b se rv a r y q u e im p o n e r; n u n c a s e ría u n p ad re bres y Levinas proseguirá en un relativo aislamiento, después de la
d e fa m ilia , n i siq u ie ra u n h o m b re c asad o . [...] L a o b ra d e a rte , la o b ra lit e ­ guerra, su propia meditación en el entrecruzamiento de la feno­
ra ria , e ra a su s o jo s u n fin a b so lu to . [...] L a s d iscu sio n e s m e ta físic a s le h a ­ menología, el pensamiento heideggeriano y la tradición religiosa
c ía n e n c o g e rs e d e h o m b ro s. S e in te re sa b a p o r las c u e stio n es p o lític a s y s o ­ judía.
c ia le s [...] p e r o su a su n to p ro p io e ra e sc rib ir, e l re sto v e n ía d esp u és. P o r
Sartre, en todo caso, ha comprendido desde el inicio de los años
o tra p a r te e ra e n to n c e s m u c h o m ás a n a rq u ista q u e r e v o lu c io n a r io .174*
treinta que no tiene otra alternativa que sumergirse en Husserl.
Obtiene para ello una beca de investigación que le permite viajar,
Se está tentado de añadir que se mantendrá, durante toda su vida,
en el otoño de 1933, hacia Berlín— donde releva a Raymond Aron
más anarquista que revolucionario. Mientras tanto, y porque hay
en el Instituto Francés. Permanece en esta ciudad un año académi­
que vivir, Sartre se convertirá en profesor de filosofía en la ense­
co, incomodado por su mal conocimiento del alemán. La ardiente
ñanza secundaria—en el liceo de L e Havre, en primer lugar, des­
actualidad que le rodea no retiene demasiado su atención. Del
pués en Laon y P a r ^ ^ m ^ m o tiempo lleva a cabo, gracias a un
peligro que representa el nacionalsocialismo apenas parece cons­
libro de Emmanuffip^evinasj^ 906-1985), un descubrimiento fun-
ciente cuando en el verano de 1934 vuelve a Francia. Por contra,
damentalTel de la fehfrmfnología.
ha asimilado el proyecto husserliano, que intenta radicalizar en su
17 4 . Sim one de Beauvoir, M ém oires d'une jenne filie rangée, París, Gallim ard,
19 58 , pp. 338-340. [Trad. cast. de Silvina Bullrich: M emorias de una joven form al, 17 5 . Simone de Beauvoir, La Forcé de l ’áge, París, Gallim ard, 1960, p. 157 .
Barcelona, Edhasa, 1987.] (Trad. cast. de Silvina Bullrich: L a plenitud de la vida, Barcelona, Edhasa, 1989.]

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primer trabajo filosófico, un corto ensayo sobre «La trascendencia neral y la literatura en particular. La imaginación (1936), el Esbozo O
del ego», publicado en 1936, por la revista Recberches Philosophiques, de una teoría de las emociones (1939) y E l imaginario (1940) son fruto o
dirigida por Alexandre Koyré. de ese trabajo, paralelamente al cual compone sus primeras obras ©
Lejos de ser una pura y simple reanudación de las ideas de de ficción: una novela (La náusea, 1938) y narraciones (El muro, ©
Husserl, ese ensayo propone un análisis crítico de la noción de «suje­ 1939). Con La náusea se pone en marcha un pensamiento de la ©
to trascendental» desarrollado, pocos años antes, por las Meditaciones «contingencia» y de la «facticidad» de la existencia, que desembo.- .0
cartesianas. Al expulsar el Ego del «campo trascendental» para ha­ cará después de la guerra en una «filosofía del absurdo». Con «La o
cer de él un «ser del mundo» al mismo nivel que el E go del Otro, infancia de un líder», última de las narraciones recogidas en E l
Sartre se esfuerza por fundar objetivamente la autonomía de .la muro, examina Sartre los móviles psicológicos de una adhesión al
• Q
conciencia irreflexiva, es decir efe lo «psíquico», con vistas a apar­ fascismo. La historia real, una vez más, se perfila en el horizonte.
Con todo, Sartre se limita todavía a observarla de lejos, sin inten­ ©
tar la fenomenología del escollo del solipsismo—-contra el que, si
...se le cree, Husserl noJia-sabidQ.defenders.e. tar reducir la distancia que le otorga la escritura. 'O
¿El objetivo de la operación? Sartre lo explicita en las últimas E n 1936 se abstiene de participar en las elecciones que consa­ " : o

páginas del libro. Contrariamente a lo que dicen «ciertosteóricos gran la victoria del Frente Popular. Aunque se alegra de ésta y se '©
de extrema izquierda»— sin duda piensa en su ami^o Nizanl comu­ angustia por el golpe militar en España, persiste en mantenerse al .:D
nista desde 1927, que ha atacado vivamente el espirimaííspio en su margen de los acontecimientos. Por contra lee mucho, en particu­ "O
panfleto Los perros guardianes (1932)— , la fenomenología podría, lar trabajos franceses que le ayudan a mejorar su conocimiento de
ser algo más que un «idealismo ignorante gnfrimtpnfn, liam, la filosofía alemana. Un libro de Jean Wahl (1888-1974)—La des­
bre, la guerra». Si aceptara hacer del yo «un existente rigurosa­ gracia de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929)—le permite acce­
mente contemporáneo del mundo», podría al contrario engendrar der a las tesis de la Fenomenología del espíritu, obra todavía ignorada
una moral y una política «absolutamente positivas», dotadas de ba­ por la mayor parte de los universitarios franceses de la época. Y es,
ses sólidas en la realidad. Y Sartre añade: «M e ha parecido siempre igualmente, a través de dos publicaciones ya citadas, Tendencias
que una hipótesis de trabajo tan fecunda como el materialismo his­ actuales en la filosofía alemana de Gurvitch (1930) y «Martin Hei-
tórico no exigía en absoluto por fundamento la absurdidad que es deggeryla autología» de Levinas (1932), como descubre, durante el
el materialismo metafísico».' 76 Preocupación por el compromiso, invierno de 1938-1939, el pensamiento de Martin Heidegger en su
interés por la concepción marxista de la historia, rechazo a sacrifi­ traducción francesa.
car la libertad humana a cualquier determinismo: todos los ingre­ E l apasionamiento de Sartre es inmediato. Heidegger habla del
dientes esenciales del pensamiento sartreano se encuentran reuni­ hombre, de la historia, de la angustia de la muerte, del sentido de
dos en esas pocas páginas de 1934. la existencia. Esos temas son tanto más fascinantes cuanto, como se
Pero el pensamiento debe madurar. E n los años siguientes, Sar- ha visto, las ideas políticas del ex rector de Friburgo no parecen to­
,tre profundiza su reflexión sobre el «ser en el mundo», puntuada davía, en Francia, tan condenables como lo serán después de la
por un artículo entusiasta sobre «Una idea fundamental de la feno­ guerra. Como máximo se puede ver, detrás del súbito entusiasmo
menología de Husserl: lajntencionalidad» (publicado por la Nou- con que se abalanza sobre Heidegger, el despertar en Sartre de un ■©
velle Revue Franqaise en enero de 1939), inspirándose en el método. nuevo interés por ú problema de la historicidad—v, más qUá, pnr '©
husserliano para explorar las grandes cuestiones de la quirología la historia concreta. Pero ese interés no se habría desvelado, nunca ©
— que son, para él, inseparables de una reflexión sobre el arte en ge-176 se habría hecho consciente de sí mismo, si no se hubiera produci­ ©
do, en su vida personal, el choque de la guerra.
176 . jean-Paul Sartre, La Tramcendance de LEgo, reed., París, V rin, 1992, pp. 84- N o obstante, ese choque no cambia de un solo golpe la relación o
87. [Trad. cast, de Oscar Masotca: La trascendencia delego, Buenos Aires, Calden, 1968.] del pensamiento sartreano con lo social y lo político. El proceso se
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•;A desarrolla en varias etapas. E n primer lugar, la movilización (1939), bebido»)177 retienen sin duda la atención de ios raros filósofos
T.\ punto de partida de un período de transición del que el filósofo se profesionales que leen la obra de cabo a rabo. Pero lo que admira
esfuerza en dar cuenta, día a día, en un diario íntimo que se con­ el gran público, en 1945, es sobre todo cómo Sartre— dramaturgo
•)
vertirá en los Carnets de la drole de guerre— texto donde, de nuevo, genial—teatraliza su pensamiento, pone las ideas en escena, Ies da
n resurge la exigencia de una ética adaptada a esos «tiempos de mise- por escenario la calle o el café; en pocas palabras, cómo íes confie­
xia» que son los nuestros. Seguidamente viene (1940) una cautivi­ re una dimensión universal en las situaciones más banales de la
dad bastante breve en Alemania. A su vuelta a París (1941), Sartre vida cotidiana.
funda con Maurice Merleau-Ponty un círculo político-intelectual E l soliloquio del camarero de café, el accidente de motocicleta,
—Socialismo y Libertad—que no tarda demasiado en autodisol- la mujer abandonando insensiblemente su mano al hombre que le
verse. Poco después (1943), contacta en la Resistencia con el Co­ hace la corte, ejemplifican así una nueva psicología concreta, libe­
mité Nacional de Escritores, conoce a Albert Camus, colabora con rada de los lugares comunes de la introspección. Es este existen-
publicaciones clandestinas como Lettres Franqaises y Combat. E l mis­ cialismo, esta manera de abrazar lo real, de elevar la vivencia a la
O
mo año, además, publica E l ser y la nada y debuta en el teatro con dignidad de lo filosófico, lo que explica la moda de E l ser y la nada
O. Las moscas.
n en el efervescente ambiente de Saint-Germain-des-Prés posterior
Sin duda, ninguna de estas obras muestra ningún tipo de com­ a la guerra. Esa moda tendrá como contrapartida una indiferencia
placencia con el régimen ocupacionista. Pero Sartre no es conside­ casi general hacia el contenido propiamente filosófico de la obra.
rado peligroso por este último, puesto que sus textos franquean sin Raramente un libro de éxito habrá sido tan poco leído—y com­
estorbo la barrera de la censura. Se le ha reprochado mucho. De prendido; entre otros, ya desde el inicio, por los censores a las ór­
iJ:\L hecho, la guerra termina sin que Sartre haya intentado participar denes del ocupante alemán.
‘V:;i en una verdadera red de partisanos. L a historia, no obstante, lo ha Pues, aunque Sartre no era «un resistente que escribía» sino
atrapado. E n adelante gastará más energía en pensar su época d é lo más bien «un escritor que resistía», esto es, aunque no constituye
que ha permanecido, hasta la edad de cuarenta años, al margen de amenaza alguna para el régimen, E l ser y la nada no deja de consti­
eSta. __ tuir un formidable himno a la libertad. Titulada «Tener, hacer y
Los años que siguen a la Liberación aparecen marcados así por ser», la cuarta parte del libro— la última y la más importante—le
a ligero equívoco. Mientras que Sartre se aleja de la filosofía es­ da, desde ese punto de vista, todo su sentido. Sartre recuerda que
peculativa de su juventud para comprometerse cada vez más en el el Dasein se define en primer lugar por su capacidad de modificar
combate político, el público, a su vez recuperada la alegría de la el mundo que le rodea, por su poder de actuar. L o acepte o no,
paz, otorga a E l ser y la nada un éxito sorprendente habida cuenta tiene ese poder. Incluso el esclavo en sus cadenas es libre: libre de
de que la obra es notablemente larga y densa. Inscribiéndose en arriesgar la muerte al romperlas. Ello significa, añade Sartre, «que
el camino abierto por Husserl y Heidegger, ese libro— cuyo títu­ el sentido mismo de las cadenas le aparecerá a la luz del fin que ha­
lo está directamente inspirado en Ser y tiempo— revela menos nue­ brá escogido: permanecer esclavo o arriesgarse a lo peor para libe­
vos conceptos que un estilo de pensamiento, un tono de voz in­ rarse de la esclavitud».178 En otras palabras, «el hombre, estando
habitual en la filosofía francesa de la época. L a idea de que la condenado a ser libre, carga el peso del mundo entero a sus espal­
existencia precede a la esencia, problema de la contingencia, la re­ das: es responsable del mundo y de sí mismo en tanto que manera
u flexión sobre la «mala fe»— que será el nombre dado por Sartre al de ser».'79
inconsciente— , el juego con las nociones hegelianas de «en sí» y
& «para sí», los acrobáticos análisis de la temporalidad vivida (que
17 7 . Jean-Paul Sartre, L ’Étre et le N éant (1943), reed., París, Gallim ard, col.
resume muy bien la famosa frase sobre el «vaso bebido» que «ron­ T e l, 1976, p. 143. [Trad. cast. de Ju a n Valmar: E l ser y la nada, Buenos Aires, Losa­
da el vaso lleno como su posible y lo constituye como vaso para ser da, 1966.} 178 . Ibid., p. 608. 179 . Ibid., p. 6 12 .

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I .)

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por esencia un «ser-para-la-muerte», mientras que, para el francés, o
D e este análisis emana, para cada uno de nosotros, una misma
pregunta: ¿Qué voy a hacer de mi libertad,, para el mundo y para mi? la muerte, hecho contingente como el nacimiento, llega al hombre o
Pregunta que, en 1943, resuena de una manera muy particular. La desde el exterior, incluso sin que éste pueda tomar conciencia de o
respuesta, sin duda, no figura en el libro. Sartre, por lo demás, se ella.'87 o
propone tratar aparte— o bien conservarlo para días mejores— el • ¿Por qué, entonces, se ha repetido tanto que el existencialismo 0
problema de la moral y las cuestiones relacionadas con ella. «Le francés derivaba de Heidegger? Porque, una vez más, Sartre no ha o
consagraremos una próxima obra», concluye.180 Desgraciadamen­ sido leído—y además a él le traía sin cuidado. o
te, los Cuadernos para una moral, emprendidos en 1947-1948, que­ Los dos hombres, como se ha visto, tan sólo se encontrarán en *
o
daron inacabados. una breve ocasión (1952). Heidegger mismo rehúsa, no sin razo- j
o
Muchos otros análisis sorprenden, al hilo de las páginas, por la nes, considerar a Sartre como un discípulo. Después que este últi- j
audacia de que, para la época, hacen gala. Así, cuando Sartre deja en­ mo ha pronunciado (1945) su famosa conferencia «El existencialis- / .0
tender que, en la guerra civil española, son los comunistas los que te­ mo es un humanismo», Heidegger replica con su Carta sobre el i ■o
nían la concepción más clara de lo que se tema que hacer.'81 O cuan­ humanismo (1946). Esta proclama que, concediendo la prioridad de o
do, abordando el problema de la relación entre la masa y su líder, la existencia sobre la esencia, Sartre no hace sino invertir una pro­ ■O
explica por el «masoquismo» las situaciones donde «la colectividad posición metafísica para reemplazarla por otra, y que no escapa porj ■o
se precipita en la servidumbre y exige ser tratada como un objeto».'8* tanto al marco tradicional de la filosofía de los «valores».'88 ! ,
O aún cuando desarma explícitamente la noción de raza— califica­ En cuanto a Sartre, a partir de 1945 ya no es el debate con Hei­ <■)
da de «pura y simple imaginación colectiva»'83—y llega a escribir degger lo que le preocupa, sino más bien la política. Ese año funda o
que el hecho de ser judío, lejos de ser un «hecho objetivo» (enten­ una nueva revista, Les Temps Modernes, cuya orientación es clara: se
’ o
damos: biológico), no es nada más que uno más de los proyectos sitúa resueltamente a la izquierda—por mucho que, quince años más
o
existenciaíes. tarde, Sartre resuma retrospectivamente su proyecto de manera me­
N o menos imprevista que esas declaraciones, una velada polé­ nos vinculada, diciendo que sus amigos y él se proponían ser «antro­ o
mica contra Heidegger recorre implícitamente el libro. Sartre, es pólogos» y «descubrir la etnografía de la sociedad francesa».'89 o
cierto, lo cita poco. Pero cuando lo hace, es casi siempre para di­ Entre esos «antropólogos» se encuentra Merleau-Ponty. Anti­ '()
sentir de él. Así, ironiza sobre la manera «brusca y un poco bárba­ guo alumno de la Escuela Normal Superior (donde se gradúa en o
ra» que tiene Heidegger de zanjar los delicados problemas antes 1926), donde ejercerá las funciones de agrégé-répétiteur o tutor de ,o
que intentar desenredarlos, o le reprocha no haber evitado mejor exámenes (1935-1939), conoce a Sartre desde mucho tiempo antes, O
que Husserl el escollo del solipsismo,'84 del que Sartre, a su vez, se pero no es sino al final de la guerra cuando se traban estrechos la­ o
desembaraza afirmando la copresencia originaria, la imbricación zos entre ambos. Minadas por una imperceptible rivalidad, sus re­
ü
existencial de mi conciencia y la de otro. E n otro momento, repro­ laciones nunca serán fáciles—sobre todo cuando Sartre se procla­
cha a Heidegger no haber reconocido la sexualidad como una me más a la izquierda que su camarada. Por el momento, en la .0
dimensión fundamental del Daseinyl8s o haber ignorado que éste euforia de la Liberación, las divergencias políticas entre los dos -O
debe definirse, en primer lugar, por su capacidad de actuar sobre el pensadores parecen mínimas. Merleau-Ponty, después de haber o
mundo.'86 Finalmente, los dos filósofos se forjan concepciones o
diametralmente opuestas de la muerte. Para el alemán, el Dasein es 18 7 . Ibid., p. 604. Q
188. «Lettre sur rhumanisme», texto recogido en M artin H eidegger, Questions o
I I I et IV „ op. cit., p. 85. [Trad. cast. de Rafael Gutiérrez Giradot: Carta sobre el hu­
180. Ibid., p. 692. 1 8 1 . Ibid., p. 485. 18 2. Ibid., p. 473. manismo, Madrid, Taurus, 1970.]
o
18 3 . Ibid., p. 582. 18 4 . Ibid., p. 294. 18 5 . Ibid., p. 433. 189. «M erleau-Ponty» (19 6 1), texto recogido en Jean-Paul Sartre, Situations . '0
186. Ibid., p. 482 philosophiques, París, Gallimard, col. T e l, 1990, p. 15 5 .
•O
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abandonado las convicciones cristianas de su juventud, acaba de conducirá a preocuparse a la vez ponda, candir-mn Ap loe np^rnc
publicar un gran libro—Fenomenología de la percepción (1945)— » Tos~Estádos Unidos, las luchas de Frantz Fanón en Argelia. China.
donde se esfuerza en reconciliar la conciencia, instancia constituti­ Cuba, Israel y los palestinos—r-a quienes exhortará a partir de 1048
va ae toda significación, con la experiencia del propio cuerpo, a respetarse mutuamente.Jnniendo t-.alfl .imn Ar Iqq d™
cuestión tradicionalmente soslayada tanto por el idealismo tras­ derecho incontestable a la_exkteneia. O incluso por la guerra del
cendental como por la psicología intelectualista. L a obra se sitúa Vietnam, en relación con la cual se incorporará, en 1966, al tribu­
— como E l ser y la nada— en línea de descendencia directa respecto nal internacional promovido por Bertrand Rússell para juzgar los
de la fenomenología husserliana, pero renueva el problema de la crímenes de guerra norteamericanos.
intencionalidad enriqueciéndolo al contacto de los resultados de Pero, en plena guerra fría, un ciudadano europeo no podía es­
la psicología de la forma. Al mismo tiempo, enlaza con un estilo tar del lado de los «condenados de la tierra» sin preguntarse hasta
de reflexión sobre las relaciones entre lo sensible y lo inteligible qué punto se está a su lado: dicho de otro modo, si hay que adhe­
que— de Descartes y Malebranche a Bergson, pasando por Maine rirse o no a la visión comunista del mundo. Es interesante consta­
de Biran— siempre ha sido muy vivo en la filosofía francesa. L a ul­ tar que, en este punto como en otros, el pensamiento de Sartre
terior evolución de Merleau-Ponty— que en 1953 entrará en el — que a veces se ha calificado de versátil—no varía demasiado en
Colegio de Francia pronunciando un célebre Elogio de la filosofía-—- cuarenta años.
le conducirá a alejarse todavía más del proyecto husserliano de una Habiendo leído a Marx muy pronto, Sartre nunca ha escondido /
«ciencia de las esencias», para aproximarse a una meditación sobre su admiración por los escritos de éste—sobre todo por los de ju-l
nuestra manera de ser en el mundo, sobre el complejo «lazo» de ventud y por el libro I del Capital. Desde 1934, considera el mate­
nuestro cuerpo con el mundo externo, como lo certifican a la vez rialismo histórico como la «hipótesis» más «fecunda» para inter­
E l ojo y el espíritu— bello ensayo sobre la pintura moderna redacta­ pretar la historia. Desconfia, por el contrario, del «materialismo
do en 1960—y el manuscrito inacabado de su último libro, Lo visi­ metafísico», lo que los marxistas de su tiempo llaman «materialis­
ble y lo invisible (publicado en 1964, tres años después de su muer­ mo dialéctico». Esta metafísica dentista no tiene para él— como lo
te). Mientras, la agudeza de su sensibilidad por lo concreto de la explica en un texto de 1946, «Materialismo y revolución»*90— na­
vida explica sin duda que, como Sartre, se apasione también por da que ver con el auténtico movimiento dialéctico del pensamien­
la actualidad de su época y que desee perfilarla aún más conforme to de Marx. Para él, no es más que una ideología coagulada, hilva­
a sus pronunciamientos. En todo caso, para ambos no hay otra nada con fines didácticos y filosóficamente inconsistente.
prioridad, en 1945, que la del compromiso. Visceralmente hostil a todo dogmatismo, demasiado ligado a su
E n Sartre, esa voluntad de comprometerse toma desde el co­ propia libertad como para poder legitimar un régimen autoritario,
mienzo la forma— algunas veces agresiva— de una defensa de los sea cual sea, Sartre no será nunca stalinista. A pesar de reconocer
oprimidos. E l gran combate de su vida será el combate contra la in­ los logros de la revolución soviética, a pesar de aprobar puntual­
justicia en todas sus formas. Se ha visto cómo, desde 1946, sus mente tal o cual posición adoptada por los comunistas, no seguirá
Reflexiones sobre la cuestión judía dan fe de su indignación frente al el ejemplo de Nizan y no se incorporará al Partido. Para sus de­
antisemitismo. M uy pronto seguirán numerosos textos anticolo­ tractores, será un criptocomumsta. Para los comunistas, más lúci­
nialistas. Sartre no es solamente hostil, como otros, a las guerras dos en este punto, seguirá siendo un anarquista peoueño-burgués.
declaradas por Francia en Indochina v en Argelia. Es sobre todo, Situación difícil de sobrellevar y que le valdrá, por parte de irnos y
uno de los primeros intelectuales europeos en interesarse por lo otros, innumerables críticas.
que pasa enlos pariesMeLXeixienMundo-y en comprender la nece­ Muchas fases marcan la evolución de la tormentosa relación de I
sidad de ayudarlos n decarrnlWsp de manera autómama^
E s esa inteligencia de la historia en vías de realizarse-lo que-le 190. Texto recogido enJean-Paul Sartre, Situationspbilosopiques, op. cit.

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Sartre con los comunistas. La primera está situada bajo el signo de tivamente con el comunismo y se aleja al mismo tiempo de Sartre.
una simpatía respetuosa pero distante para con el partí desfusillés, el Este reacciona de manera opuesta. Convencido de que, frente a la
grupo que había constituido el núcleo de la Resistencia durante la amenaza de una tercera guerra mundial, el poder soviético conti­
guerra. Se inicia en octubre de 1945 con la fundación de Les Temps núa siendo partidario de la paz, y disgustado por el despliegue de
Modemes y una serie de declaraciones que muy pronto conducirán odio anticomimista que, en la época, sacude Occidente, decide to­
a Sartre a romper con Raymond Aron. E n 1947 Merleau-Ponty se mar partido más claramente de lo que lo ha hecho hasta ahora. «A
esfuerza en Humanismo y terror por establecer respecto al comunis­ partir de ese momento—escribirá más tarde— dedicaba a la bur­
mo «una actitud práctica de comprensión sin adhesión y de libre guesía un odio que no morirá sino conmigo».'92 E n resumen, Sar­
examen sin menosprecios».191* Por haber aprobado sin reserva la tre se convierte en un «compañero de viaje» del Partido Comu­
inspiración de ese libro, Sartre se enemista momentáneamente con nista Francés. Y lo explica en las dos partes del artículo, «Los
Camus, que bascula hacia el campo anticomunista. comunistas y la paz», que aparecen en julio y en octubre-noviem­
Sin embargo, muy pronto aparecen tensiones también entre bre de 1952 en Les Temps Modemes?9*
Sartre y el Partido Comunista Francés, el cual juzga muy seve­ Suscitan una réplica-—«El marxismo y Sartre»— de un joven fi­
ramente la moral de una de sus obras teatrales, Las manos sucias lósofo cercano a Merleau-Ponty, Claude Lefort (nacido en 1924),
(1948). E l mismo año, Sartre y Merleau-Ponty se adhieren al Ras- fundador con Comelius Castoriadis (1922-1997) de una revista
semblement Démocratique Révolutionnaire, una nueva formación teórica de inspiración revolucionaria pero antistalinista— Socialis­
que cree poder abrir una «tercera vía» entre capitalismo y comu­ mo o barbarie (1949-1966). Habiendo respondido Sartre con viru­
nismo. Desde la primavera de 1949 recuperarán su libertad, con­ lencia a esa intervención, Lefort vuelve a tomar la palabra en «De
vencidos de que la «tercera vía» en cuestión— por otra parte desa­ la respuesta a la pregunta»— texto al que Sartre contesta de nuevo
creditada por el descubrimiento de la financiación americana— no publicando (abril de 1954) la tercera parte de «Los comunistas y la
es nada más que otra manera de camuflar la opción capitalista. Sin paz». En este acalorado intercambio de argumentos entre dos
embargo no se arrojan a la opción opuesta, como lo prueba la pu­ hombres que, cada uno a su manera, invocan de un modo poco or­
blicación en Les Temps Modemes (enero de 1950) de un texto de todoxo el marxismo, Sartre aparece frente a Lefort como menos
Merleau-Ponty («Los días de nuestra vida») que denuncia vigoro­ sensible a la pregunta de la «objetiva» lucha de clases que a la tesis
samente y con el total apoyo de Sartre la existencia de campos de voluntarista de que le corresponde al Partido encarnar, a desj>echo
trabajo en la Unión Soviética. Irritados por este gesto, así como de todos, la legítima revuelta de los proletarios. Lefort acusa a Sar­
por el apoyo dado por la revista a la experiencia de T ito en Yugos­ tre de ser culpable de «subjetivismo». L a crítica es fundada, pero la
lavia, los intelectuales comunistas no dejarán, en los años siguien­ actitud en cuestión— lejos de ser el fruto de un malentendido—co­
tes, de atacar el existencialismo, confundiéndolo a veces— por las rresponde en Sartre a una elección política. Una elección que le
necesidades de la polémica— con el «personalismo» del filósofo viene dictada a la vez por sus convicciones y su temperamento.
cristiano Emmanuel Mounier (1905-1950) y de sus discípulos agru­ E n 1952, Sartre se enemista de nuevo—-sin remisión, esta vez—
pados, desde 1932, alrededor del periódico Esprit. con Camus. Después, en 1955, aparecen dos libros que, desde án­
E l 25 de junio de 1950 Corea del Norte invade Corea del Sur. gulos diferentes, ponen en tela de juicio el proyecto político sar-
Consternado por ese ataque— en el que ve una prueba del imperia­ treanó. En Las aventuras de la dialéctica, Merleau-Ponty consagra
lismo stalinista— , Merleau-Ponty rompe en ese momento defini­ un capítulo entero— «Sartre y el ultrabolchevismo»— a criticar las

1 9 1 . M aurice M erleau-Ponty, Humemisme et Terrear: Essai su r le probleme com- 19 2. «Merleau-Ponty», texto recogido en Sittmtions pbilosopbiques, op. cit., p. 187.
muniste, París, Gallim ard, 19 47, pp. 15 9 -16 0 . [Trad. cast. de L e ó n Rozitchener: 19 3. Textos recogidos en Jean-Paul Sartre, Situations VI, París, Gallimard,
Humanismo y terror, Buenos Aires, L a Pléyade, 1968.] 1964. [Trad. cast.: Obras completas, Madrid, Aguijar, 1970.]

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supuestas simpatías del filósofo por el leninismo. Saca así las con­ la actualidad, quedará como su gran «explicación» con Marxi/criti-
secuencias de su propia decisión de dejar de colaborar con Les ca de la rjizán dialécticaJL)e hecho, sólo el primer tomo de ese libro-
Tc77i.ps Modernes. Con E l opio de los intelectuales, Aron facilita a la de­ río— ese libro escrito en la pasión y que Raymond Aron calificará de
recha su manifiesto del momento, esforzándose por probar—sobre «monumento barroco, abrumador, mostruoso»— aparecerá en
la base de Popper, pero también de Amold Toynbee, vulgarizador 1960, precedido de un ensayo escrito tres años antes, Cuestiones de
de Spengler— que la lucha de clases es un «mito» y que está cerca­ método, que es más bien su conclusión provisional que un prefacio.
no el «fin de la edad de la ideología». N o habrá en absoluto ninguna conclusión definitiva—como tam­
L a renovación reciente del nacionalismo racista y del fundamen- poco la hay en la historia. E l texto inédito publicado postumamen­
talismo religioso muestra, aposteriori, hasta qué punto la profecía era te (1985) bajo el título de «segunda parte» no merece exactamente
prematura. Pero en aquel momento el éxito mediático de E l opio de ese estatuto, puesto que se trata de hecho de un manuscrito de los
los intelectuales es enorme. Quedará como el origen de una moda— tí­ años 1958-1962, por tanto redactado al mismo tiempo que la «pri­
picamente parisina— consistente en declarar que, en el debate que les mera parte» y deliberadamente abandonado por su autor.
opone hasta su muerte, Sartre se había equivocado y Aron tenía La razón de tal falta de finalización se deja entrever sin dificul­
razón. Fórmula fácil, pero mal fundada. Pues,-bien mirado, se tiene tad. S^bien Sartre y M arx coinciden en definir la historia cnmrr
que admitir que Sartre no se ha equivocado tanto como se dice. lugar, donde se desarrolla la praxis humana, la praxis individual
Incluso en el corazón de los años cincuenta, no hay demasiado permanece, para d primero^ única que cuenta—íncluso-
que censurar respecto a su posición básica: defender a los oprimi­ si debe circular dentro de estructuras colectivas— , mientras que
dos— los del Oeste, del Este o del Tercer Mundo—sin caer en Marx, que no conoce otra praxis que la social, no ve en la historia
complacencias para con los opresores, sean los que sean. Esta posi­ otro suieto posible que las «clases» mecánicamente definidas por
ción se parece además a la de la escuela de Frankfurt. Sólo difiere el papgj_que tienen en el modo de producción económico. Esque-
en un punto importante: la crítica satreana a las dictaduras del Este matizanríQ.v5e-podría-decir4ni£A daixJlQ ^acepta.sim jiix»^so5^hs.
es una crítica desde la izquierda. Denuncia la ausencia de demo­ jetivos», mientras que Sartre, fiel a los ideales fenomenológicQSjde
cracia detrás del telón de acero en nombre de una concepción más
auténtica del comunismo. Se aproxima por ello a una crítica trots- partir dedo que es paraúl la única realidad: los hombres concretos,
kista o, más en general, libertaria. sujetosindividuales de sus acciones.
E n 1956 Sartre condena firmemente la invasión soviética de : vista.
Hungría. E n enero de 1957 ataca directamente al Partido Comu­ demasiado compatibles, pese a que Sartre afirme que son comple­
nista Francés en un texto— «El fantasma de Stalin»194— que marca mentarios, siendo la función del segundo-—según él—reintroducir
el momento exacto en que deja de ser un «compañero de via­ eryel primero el sentidQ.,de la experiencia concreta: dicho de ntro.
je». Se esboza entonces un acercamiento entre Sartre y Merleau- modoj j)ropQne^^na^anticulacÍQrLjtiahle-entrpnil_pnr nna parte, el
Ponty, favorecido por su común oposición a la guerra de Argelia y marco_,te.Qrioaxtfreri.du-por-.elmateriahsmo histórico y, por otra
al gaullismo. Tardíamente reemprendido, el diálogo entre los dos parte, el conjunto de los conocimientos producidos después de la
hombres será sin embargo interrumpido, en 19 6 1, por la muerte muerte de M arx en el campo de la historia, de la sociología y del
prematura de Merleau-Ponty— al día siguiente Sartre, trastorna­ psicoanálisis. «Reconquistar al hombre en el interior del marxis­
do, escribirá un texto muy bello en memoria de su amigo. m o»:195 la ambigüedad de ese proyecto es evidente. Explica que
Paralelamente y durante todos estos años, Sartre toma el impul­
so necesario para redactar el libro que, más allá de las peripecias de
19 5. Jean-Paul Sartre, Critique de la raison dialectique, t. I, París, Gailim ard,
1960, p. 59, [T.rad. cast. de Manuel Lamana: Crítica de la razón dialéctica. Precedida
19 4. T exto recogido en Jean-Paul Sartre, Situations VII, París, Gailimard, 1965. de Cuestiones de método, Buenos Aires, Losada, 1963.]

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Sartre haya podido tener la sensación, a medio camino, de haberse teoría marxista, su propia concepción de la realidad social. O más
metido en un callejón sin salida. exactamente, una especie de sociología «hiper-empirista» que ^
Queda la obra, que vale por sí misma— es decir, por la originali­ toma como objetos privilegiados los fenómenos «seriales». Ya la r^
dad de los análisis que propone de la sociedad contemporánea, por primera frase de E l ser y la nada felicitaba a la fenomenología ^
el tipo de «antropología estructural e histórica»196 que se esfuerza husserliana por haber mostrado que lo existente se reducía «a la se- O
por construir. Sartre no pretende descubrir la dialéctica— el mérito rie de las apariciones que lo manifiestan». Veinte años más tarde, .O
le corresponde a Hegel— , sino interrogarse sobre el fundamento y la Crítica no hace sino transferir esa noción de «serie» del sujeto (')
los límites de su aplicación al estudio de los «objetos humanos» individual a los modos de ser colectivos. Sartre, habiendo esta- r -•>
o «antropología filosófica».197 Partiendo de una pregunta de tipo do siempre más cómodo en los análisis concretos que en la teoría f\
kantiano: «¿En qué condiciones es posible un conocimiento de la pura, logra lo mejor del libro en las descripciones que propone de ^
historia?», intenta responderla exponiendo, una después de otra, esos fenómenos «seriales» de la vida cotidiana que son el hacer j/
todas la vías por las que la praxis individual-—a la vez conformada y cola, la cadena de producción o la institución burocrática—hasta el ^
desviada de. su objetivo por las mediaciones colectivas— consigue momento, al menos, en que un «grupo en fusión» viene a deshacer !-
deshacer las síntesis instituidas (lo «práctico-inerte») para suscitar la estructura fijada. ■: f )
otras nuevas— que serán a su vez descompuestas y reemplazadas, en Publicados en un país que el gaullismo y el crecimiento econó- C)
una sucesión indefinida. mico han conseguido despolitizar, esos análisis— cuyo grado de ¡)
D e des-totalización a re-totalización, Sartre constata en efec­ atención a lo real no tenía equivalente por entonces, salvo en los r>
to— otro punto de divergencia con Marx— que ninguna revolución teóricos de la escuela de Frankfurt, ignorados por Sartre—no son ;)
puede cambiar en profundidad la naturaleza de la historia: pues, demasiado comprendidos en aquel momento. Rechazados por los ^
incluso si los oprimidos tomasen el poder, el ciclo de «alienación- marxistas ortodoxos que, desde 1956, unánimemente abominan de ^
revuelta» no cesaría por ello. Por lo demás, no lo «tomarán» ja­ Sartre, serán destacados por contra en los años siguientes por dos ^
más, en el sentido usual del término «tomar». E l poder no es, pues, intelectuales ingleses— Ronald Laing y David Cooper— que toma­
en sí, ni un fin ni un objetivo. Se ve reaparecer aquí la tentación li­ rán prestado a la Crítica su vocabulario filosófico para formular su !^
bertaria, antipolítica, que siempre habita en el corazón de Sartre, propio programa: una crítica radical de la institución psiquiátrica -;
pero que no se revelará plenamente sino en los últimos años de su y, en particular, del reductor concepto de enfermedad «mental». ()
vida. Finalmente, se revelaron de lo más clarificadores para la compren- Q
D e economía no se trata demasiado en la Crítica. Sartre consi­ sión del movimiento de revuelta—a la vez popular y estudiantil— Q
dera— con una cierta falta de interés por esas cuestiones «técni­ que, en Francia y en otros países occidentales, pondrá al descu- :¡)
cas»— la teoría económica de Marx como globalmente pertinente. bierto en 1968 el modelo existente de relación social. \ <y
E l materialismo histórico— única parte del marxismo que retiene Con los acontecimientos de 1968—vasto proceso de «destota- ()
como un elemento vital— no es por otra parte y para él una ciencia, lización» conducido por un «grupo en fusión» parecido a los que
sino una filosofía: «La insuperable filosofía de nuestro tiempo».198 describe la Ci’ítica—comienza la última fase del recorrido sartrea- vC
L a única gran filosofía del siglo xx— en relación con la cual el esta­ no. Desafiado por los estudiantes— que prefieren a los ideólogos
tus del existencialismo mismo es tan sólo el de una «ideología», «contraculturales» venidos de América y que resume el nombre de V
destinada a insertarse en el marco más amplio del marxismo. Marcuse— , acusado por los obreros de ser un intelectual aislado de O
Ahora bien, ese homenaje—que la filosofía liberal no le perdo­ las masas, Sartre, empero, interviene a favor de los «izquierdistas», . O
nará jamás— no le impide a Sartre desplegar, en los límites de la víctimas a la vez de la represión estatal y del inmovilismo del Par- '©
tido Comunista Francés. Condena la intervención soviética en ' ()
196. íbid., p. 9. 197. Ibid., p. 10. 198. Ibid., p. 9. Checoslovaquia— que aplasta en agosto la efímera «primavera de .()
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EN LA GUERRA FRÍA
Praga»—y proclama una vez más su oposición al stalinismo en un hecho de que los movimientos colectivos de emancipación no
texto del verano de 1968, «L o s comunistas tienen miedo de la pueden sino desembocar, por su propia lógica, en la creación de
revolución».1" Su única referencia política, no obstante, es la nuevas instituciones burocráticas y represivas. Sartre abandona
evidente aspiración de los pueblos— tanto en el Este como en el progresivamente la idea de revolución social, pero se mantendrá
Oeste-—a un cambio de sus condiciones de existencia. Desde este igualmente convencido de la necesidad de una revuelta individual
momento hasta su muerte, Sartre se sitúa en la extrema izquierda, en contra de todas las formas políticas culpables de asfixiar la li­
oscilando entre el polo libertario de esta última y su polo maoísta, bertad humana.
un maoísmo que justifica— en el revuelto contexto de la época— Ese es, en todo caso, el espíritu de un libro de entrevistas—Hay
por su hostilidad a Moscú, por una parte, y, por otra, por su sim­ razones para rebelarse—que realiza en 1974 con dos de sus amigos,
patía hacia las utopías de la revolución «cultural» china— cuyos Philippe Gavi y Pierre Victor—pseudónimo de un joven filósofo,
crímenes, entonces mal conocidos en Europa, no serán revelados Benny Lévy, ingresado en la Escuela Normal Superior en 1965 y
sino posteriormente. convertido, poco después, en líder de un grupo maoísta, la «Iz­
Así, a pesar de negarse a fundar o dirigir un movimiento, Sartre quierda Proletaria». En el momento en que conversan, la recaída
concede, a inicios de los años setenta, su apoyo concreto a iniciati­ del movimiento «izquierdista» hace presagiar su desastre final. Se
vas concretas que le parecen capaces de hacer cambiar las cosas: ha hecho claro, además, que cambiar el mundo es.un sueño irreali­
por ejemplo a nuevos diarios como La Cause du Peuple (1970) y Ré- zable. Cada uno de nosotros puede, pese a todo, intentar cambiar
volution (19 71), o bien a una agencia de prensa independiente de su vida, rehusando obedecer a otras leyes que a las que uno mismo
los partidos políticos—Liberation— en cuya creación participa en se ha fijado. Ese es el sentido de la revuelta personal— de orden
19 7 1. Ésta ayudará a crear, dos años más tarde, el diario «alterna­ existencial y, en muchos aspectos, espiritual— que Sartre predica
tivo» del mismo nombre, cuya dirección abandonará Sartre en en ese libro. Con independencia de los partidos políticos, sean los
1974— siempre desconfiado con el poder. que sean, su reflexión enlaza así con una tradición filosófica algo
D os grandes patinazos empañan, sin embargo, este período: el olvidada, la del individualismo moral. Y , más allá, con ciertos as­
asentimiento otorgado por Sartre a la masacre de los atletas israe­ pectos «personalistas» de la ética judía tradicional.
líes por parte de terroristas palestinos en los Juegos Olímpicos de En ese momento—envejecido y amenazado de ceguera— Sartre
Munich (1972) y su apoyo moral a otros terroristas, los de la «Fac­ ya no puede leer ni escribir. Pero, discutiendo con Benny Lévy
ción Armada Roja» alemana (1974). Esos dos errores atestiguan la — quien desde 1973 es su secretario— o con otras personas de su en­
persistencia en él de un viejo fondo romántico, nihilista y anarqui­ torno, cómo por ejemplo su hija adoptiva—también judía— , des­
zante, que le conduce a veces a celebrar la violencia política en sus cubre tardíamente los grandes conceptos del judaismo. Y es con
aspectos menos aceptables. Benny.Lévy, que vuelve paralelamente a las raíces de la religión ju­
Salvo esas dos excepciones, inexcusables, la evolución del pen­ día, con quien, algunas semanas antes de su muerte, graba una úl­
samiento sartreano en los últimos años de su vida no merece la ig­ tima entrevista, La esperanza hoy— en.la que resurge, rodeada por
nominia de la que ha sido abundantemente cubierto desde enton­ él de un agnosticismo tranquilo, la cuestión fenomenológica de la
ces. E l «izquierdismo» que le caracteriza expresa, al contrario, trascendencia. «La voz de Sartre resuena de tal manera— anotará
una cierta forma de lucidez llevada hasta sus consecuencias extre­ más tarde Benny Lévy, al releer esa entrevista— que permite decir
mas. Constatando que la auténtica inspiración revolucionaria del en francés lo que a mí se me revela en el horizonte del hebreo»
pensamiento de M arx ha sido sacrificada en todas partes— por los — del hebreo bíblico, hay que entender.200
partidos comunistas— a sus juegos de poder, es consciente del19 Brutalmente desautorizada por algunos allegados a Sartre—-que

199. T e x to recogido enJean-Paul Sartre, Sitvations V III, París, Gallimard, 1972. 200. Benny Lévy, Le nom- de Vbomme, Lagrasse, V erdier, 1984, p. 1 9 1.

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al no comprender su camino intelectual se creen autorizados a ca­ Q
lución alemana de noviembre de. tq.i 8. Eracaso a su vez consecuti­
lificarlo de «senil»— , esta última entrevista plantea más preguntas vo a laHcpiidacióndel movimiento spartakista que, en el interior de ©
que las respuestas que aporta. Por desconcertante que sea, es testi­ ©
esa revolución, intentaba hacer prevalecer una orientación pro bol­
go sin embargo de un esfuerzo—que no tiene nada de nuevo— para chevique. p
fundar una filosofía de la libertad, en perfecta coherencia con el Guiados por /Rosa. Luxembncg y ( 1870- 1010V autora— entre ■ 'o
proyecto inaugural de E l se?'y la ?iada. otros— de un trab aj onie teoría-eCon ómica sobre La acumulación del :0
Ciertamente, la meditación a dos voces que allí se despliega que­ capital (19 13), y por el hijo de Wilhelm Liebknecht—Karl Liebk- ■o
da en suspenso. Pero, después de todo, la Crítica de la razón dialécti­ necht (18 7 1-19 19 )— , los spartakistas, que hacen suyo el programa o
ca y los Cuadernos para una moral son, a su vez, restos inacabados. de la Revolución de Octubre, fundan en diciembre de 19 18 el Par­ o
Inmenso taller en efervescencia perpetua, la obra de ese infatigable tido Comunista Alemán, hostil al gobierno presidido por el social-
■©
activista, de ese escritor compulsivo y violento que fue Sartre, ¿no demócrata Friedrich Ebert. Sintiéndose incapaz de conservar el
estaba por definición condenada a la incompleción? Es sin duda eso -O
poder sin el apoyo del ejército y de las fuerzas conservadoras,
mismo lo que la convierte en la actualidad en infinitamente más es­ Ebert decide aplastar toda veleidad de subversión: es la «semana .0
■0
timulante que tantos sistemas satisfechos de su propia inercia. sangrienta» de enero de 1919 , a cuyo término, el 15 de enero, Karl
Liebknecht y Rosa Luxemburg son asesinados en Berlín. •:p
Escandalizado por el oportunismo de Ebert, Marcuse decide
3. ¿HACIA UNA TERCERA VÍA? entonces dejar el Partido Socialdemócrata, del que es miembro 'O
desde 19 17 . Si bien en ningún caso abandona el marxismo en tan­ ©
Contemporánea, de Sartre, la travesía de Marcase ilustra la misma to que tal, sin embargo toma bruscamente conciencia de la necesi­ :©
búsqueda de una sociedadmeior, la rnism a^tifií5 crítica respecto dad de apartar la energía revolucionaria del juego de los aparatos y o
al capitalismo, la misma necesidad de anclarse en la tradición dia­ de las tácticas de los políticos. En lo inmediato, se aleja de la es­
léctica de Hegel y de M arx. E l pensamiento de Marcuse, como elcTe o
cena de la historia para consagrarse a su tesis de doctorado— E l
Sartre, es un pensamiento negativo. Es gracias a esa distancia en re­ 'o
«Kunstlei'roman» germánico (1922)—y vive del comercio de libros
lación con la historia como los dos filósofos han escapado—nada antiguos al tiempo que frecuenta a Benjamín, Lukács y artistas de 'O
uno por su cuenta— de la positividad del socialismo «real». En otras izquierda. . o
palabras, ni uno ni otro han sido comunistas, sean cuales sean las En 1927, la lectura de Ser y tiempo provoca en él un choque que o
amalgamas de que se hayan servido sus adversarios para atacarlos. le conduce de la estética hacia la ontología. E l contenido «concre­ o
Existen, no obstante, algunas disimetrías entre Sartre y Marcu­ to» del existencialismo herdeggeriaño— los problemas del Dasein, o
se. Si bien el segundo ha leído con atención al primero, la recipro­ de la cuipSorge), de la muerte— responde a sus profundas-aspira». 'u
cidad no se ha producido. Por otra parte, Sartre ha perdido en ciones. Al mismo tiempo, el tono radical del libro le confiere una ;©
1968 una parte de su credibilidad entre los jóvenes— al menos fue­ dimensión revolucionaria a la que es sensible Marcuse. Que se tra­
ra de los círculos maoístas y libertarios. La de Marcuse, al contra­ o
te, a la sazón, de una «revolución» conservadora no parece inco­
rio, no ha sido jamás tan grande como en esa época. Extraño des­ o
modarle, al menos en un primer momento. Marcuse cree, en esa
tino, además, el de la filosofía marcuseana que, a pesar de sus época, en la posibilidad de una síntesis entre existencialismo y mar- 0
insuficiencias, ha devenido en aquel entonces y durante unos años la xismo. Se trata de nuevo, treinta años más tarde, de la ideadle Sar­
referencia central de la juventud «progresista» de los países occi­ tre— pero con implicaciones políticas muy diferentes. 0
dentales. De 1928 a 1932, convertido en ayudante de Heidegger en Fri- ©
Para comprender el itinerario de Marcuse, h ay que recordar burgo, Marcuse intenta abrir una «tercera vía», distinta a la vez de 1 )
que el acontecimiento que marró su anda fue el fracaso He L rpvn- la seguida por su maestro y la del marxismo ortodoxo. Redacta ' ©
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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX EN LA GUERRA FRÍA
consideraciones sobre la «fenomenología del materialismo históri­ Haciendo suyo el eslogan de Bloch en E l espíritu de la utopía (1918):
co», la «filosofía concreta», el «marxismo trascendental». Des­ «Lo que es no puede ser verdadero», reprocha al «positivismo» ha­
pués, a pesar de su admiración por Heidegger, termina por reco­ ber matado el verdadero espíritu de la Ilustración, sofocando su di­
nocer la deriva de éste hacia el nacionalsocialismo. Discípulo de mensión fundamentalmente negativa. Esta tesis no hace sino anti­
izquierda de un pensador de extrema derecha, decide entonces cipar la que defenderán Horkheimer y Adorno— quienes no citan a
'■"i
marcar sus distancias. Marcuse— en Dialéctica de la Ilustración (1947). Marcuse también la
) Su tesis de habilitación, La ontología de H egely la teoría de la his­ desarrollará en sus libros posteriores, si bien reemplazando a par­
toricidad (1932), es además rechazada por Heidegger. Sin embargo tir de los años sesenta «positivismo» por «pensamiento unidimen-
se trata de una lectura bastante clásica de Hegel, pero en la que ya sior>al»__
se ve que el verdadero objeto del interés de Marcuse es menos, la En 1942, para sufragar sus necesidades, Marcuse acepta traba­
comprensión del Ser que la del ente, menos la ontología funda­ jar para la Office o f Strategic Services (OSS, que posteriormente se
mental que la reflexión sobre la historia. E l mismo año, Marcuse transformaría en la CIA), que le encarga identificar, dentro de la
consagra un estudio a los Manuscritos económico-filosóficos del joven perspectiva de desnazificación, movimientos nazis y antinazis. Ese
Marx (1844), que acaban de ser publicados por primera vez. L a on­ trabajo le lleva a realizar (1946) una misión en Alemania, en cuyo
n
tología humanista y revolucionaria que los inspira, cercana a un curso visita a Heidegger con la esperanza de ayudarle a encontrar
• .}
hegelianismo «de izquierda», le parece en lo sucesivo más «con­ una salida honorable. La reanudación del contacto se revela decep­
creta» que el existencialismo heideggeriano. cionante. Heidegger se obstina en su rechazo a condenar la Shoah.
Algunas semanas más tarde, Marcuse abandona Alemania justo U n intercambio de cartas, a inicios de 1948, marcará el final de sus
anteTdé la llegada de Hitlér al poder Tenero de 1032). Casi inme- relaciones.
diatamente se incorpora, gracias a la recomendación de Husserl La guerra fría ha comenzado. Marcuse continúa sin embargo
(que habíalormado parte de su tribunal de tesis en 1922), al grupo trabajando para el gobierno norteamericano, colaborando (1949)
de Horkheimer. Desde entonces, la ruptura con Heidegger es ine­ en un informe sobre «las potencialidades del comunismo mun­
vitable. Se consuma con el primer artículo publicado por Marcuse dial»— «demanda» cuya ambigüedad política no parece perturbar­
en el Zeitschrift Jíir Sozialforschung titulado «La lucha contra el li­ le. Es cierto que el foso que le separa del socialismo «real» (esto es,
\ ■)
beralismo en la concepción totalitaria del Estado» (1934). soviético) no es puramente verbal y que la búsqueda de una «ter­
Si bien, a partir de ese momento, Marcuse se convierte en un cera vía» le preocupa ahora tanto como al final de los años veinte.
rniembro de la escuela de Frankfurt en el exilio de los Estados U ni- Sin embargo termina por dimitir de la O SS (19 51) para reanudar,
dos, no deja de conservar su independencia en eLin.terix>.r., de_ésta. a partir de 1954, la carrera académica. Enseñará sucesivamente en
D esde 19 4 1, liare por su cuenta v riesgo—^sjjsn^medcLdficir así—un la Universidad Brandéis (Boston) y en la de California (San D ie­
retorno a Hegel con el libro-fiazág y revoluáózL, donde entronca ex­ go). Y es igualmente en Estados Unidos donde publicará los libros
plícitamente c o n ¿ hcgeha_nismpJ.os^orígenes de la «teoría social» que harán de él, por otra parte, el filósofo del «Gran Rechazo».
ffankfurtiana. A diferencia del trabajo de 1932, ese nuevo libro Ese rechazo, ya se ha dicho, no deja de recordar la crítica sar-
propone una interpretación de Hegel deliberadamente política, treana del sistema capitalista. Pues, aunque Marcuse se muestra es­
marxista y antiautoritaria. Símbolo de la Ilustración, el espíritu crí­ céptico respecto al «subjetivismo» que inspira E l sery la nada,101 no
tico constituye, para Marcuse, el componente principal de la teoría
1
dialéctica fundada por Hegel y desarrollada por Marx. E n cuanto a
2 0 1. Véase el artículo titulado « L ’existentialisme: remarques sur L ’Étre et le
las concepciones de la sociedad que creen poder ignorar el espíritu
N éant de Jean-Paul Sartre» (1948), trad. fr. en H erbert M arcuse, Culture et Société,
crítico, condenar a Marx o menospreciar a Hegel, Marcuse las re­ París, Ed. de M inuit, 1970. [Trad. cast. de E . Bulygin y E . Garzón Valdés: Cultura
chaza confundiéndolas bajo la misma etiqueta, la de «positivismo». y sociedad, Buenos Aires, Sur, 1968.]

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busca menos, de una manera que ofrece un paralelismo sorpren­ que este sistema comparte con su adversario occidental: ambos son
o
dente con Sartre, reanimar la fuerza conceptual del marxismo al crian tes de una misma organización represiva, dirigida a someter "O
arrancarlo de sus interpretaciones stalinistas y enriqueciéndolo por al individuo al primado de una «racionalidad» técnica mutiladora,
el contacto con los resultados más recientes de las ciencias sociales. cuya fachada institucional es la tiranía ejercida por el Estado. Si
la revolución soviética es una revolución fallida—o una revolución ■0
Tanto en uno como en otro, una aguda atención por las metamor­
fosis de lo cotidiano así como por el valor subversivo de las crea­ traicionada—no es porque haya naufragado económicamente. Es, '•O
ciones artísticas alimenta constantemente la reflexión teórica, dán­ al contrario, porque se ha guardado mucho de cambiar lo más mí­ .n
dole su particular riqueza. nimo la relación entre el trabajador y sus instrumentos de trabajo. ■o
Así, por ejemplo, Eros y civilización (1955)— el primero de los Comunista o capitalista, el trabajador permanece esclavo de éstos. :o
grandes libros publicados por Marcuse después de la guerra— par­ Cambiar esa relación, liberar al hombre de su «alienación» funda­ / 'o
te de la denuncia del «revisionismo» neofreudiano, representado mental, es decir de su servidumbre respecto del aparato de prorfnr-. - ;a
por los escritos «americanos» de Fromm y acusado de no dirigirse ción, de su sujeción a lo económico: ese es, para Marcuse, el único
sino a la «normalización» del individuo, es decir, a su adaptación a programa auténticamente revolucionario! ~
las estructuras represivas de la sociedad. Reprochando a esa ideo­ Las grandes líneas de ese programas-cercano por su inspira­ ."■ 0
logía consevadora el haber borrado la inspiración «metafísica» del ción a los escritos «humanistas» del w^en Marx—se encuentran ‘.'O
último Freud (el de E l malestar en la cultura), Marcuse restituye su desarrolladas en E l hombre unidimensional (1064). La primera parte_ ' K/)
valor ontológico a la oposición entre instintos de vida (Eros) e ins­ de__este libro denuncia, bajo el nombre He^desnhHmación represi­ 'o
tintos de muerte (Thanatos). Considerando la vida como el depó­ v a ^ laJlugjón^eixbm adJndm áuaLconJ a que las sociedades ter- ' O
sito pulsional de energías que se reprimen en la historia, muestra nocráticas arrullan a sus habitantes, a fin de encadenarlos mejor. . ~
que las técnicas modernas de producción capaces de poner a toda La segunda parte ataca a la ideología dominante del mundo anglo- .fifi)
la humanidad al abrigo de la necesidad, en lo sucesivo hacen inú­ americano, ese «pensamiento unidimensional» que se rardcrenV.a ’ '
O
til una gran parte de la represión impuesta al individuo por el POLg^rechazo de toda negatividad crítica, y en el que Marcuse
o
sistema capitalista, en nombre de pretendidos imperativos de «ra­ englobaalajvez el positivismo lógico, la filosofía «analítica» —cu­
■ ()
cionalización» social. En el horizonte de la tesis marcuseana se per­ yas «preocupaciones artificiales y de lenguaje enrevesado»*02 estig­
fila, por tanto, la expectativa de un mundo donde Eros (el deseo) se matiza e_jucíusoj i .Wittgcnsiein, puesto qtüT el «error» de éste o
liberaría del Logos (la razón represiva') v donde Thanatos (la pul- parece ser el-enrnr.^g^skívista»_por,.excel£Jicia, que consisttTen ;o
sión suicida, transformada por el rechazo en agresividad hacia el querer.<<d£lar..todas las cosas en su estado» {Investigaciones filosófi­
prójimo) estaría canalizado entre hitos simhólirns, He tal manera cas, § 124).
que reduciría la masa de las conflictivas mricinn^ pecan snhre Titulada «Perspectivas de un cambio histórico», la tercera par- u
las relaciones sociales. U n mundo pacificado que permitiría final­ terecoge las principales propuestas de Marcuse. Aspiran ni máani
mente la plena expansión de las potencialidades humanas, artísticas menos~que a provocáflm a «cátástrote» liberadora (el término~es
o sexuales. Y cuyo sueño seducirá sucesivamente a la beat genera- ei^íleadcnróni^m uiü^, ^uc]^ns£^H HTüBveÍfiF el sentido ac-
tion, en los años cincuenta, y a la generación hippie, diez años más tual del progreso técmccy-E n r a ^
tarde. la opresiva concepción deTarazón dominante en la actualidad por
En E l marxismo soviético: un análisis crítico (1958), Marcuse pre­ una concepción realmente emancipadora— que se encuentra sinte-
cisa el sentido de su búsqueda de una «tercera vía», insistiendo en - 'o
las razones que le llevan a rechazar tanto el socialismo «real» como
202. H erbert M arcuse, L'homrne unidimensionnel, trad. fr., París, Éd. de M i-
el capitalismo. L o que convierte, en efecto, al marximo soviético nuit, 1968, p. 234. [Trad. cast. de Antonio Elorza: E l hombre unidimensional, Barce­ ■ ■ 'O
en condenable no es nada más— según él— que una característica lona, Ariel, 1998, reimpr.]

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tizada curiosamente, en el libro, por una fórmula tomada del filó- dicíones de poder hacer promesas^y que la prudencia recomienda
sofo Aifred North Whitehead: «L a función de la razón es promo- a la teoría mantenerse estrictampintp«npg>ii-;^^2¿¿~
_ver.el_arte de vivir».203 De hecho, si bien esa obra y los libros siguientes de Marcuse
Volviendo a tomar la idea— avanzada en 1933 por Horkhei- — Critica de la tolerancia pura (1965), E l fin a l de la utopia (1967) y
m er2°4— de que los medios materiales existen en adelante para que Hacia la liberación (19Ó9)—conocen un éxito vital en los campus y si
la tarea de realizar la justicia sobre la tierra deje de aparecer como bien la explosión de la revuelta estudiantil en Europa y en los E s­
utópica, Marcuse predica la revolucionaría reconciliación entre la tados Unidos (1967-1969) parece en un momento dado justificar la
racionalidad técnica y las aspiraciones individuales a la felicidad. esperanza de un cambio, la brutal represión del movimiento, se­
Esa reconciliación pasa, según él. por una-j^apropiacion del espa- guida de su atasco a partir de 1970, dan retrospectivamente la ra­
cio privado y, en consecuencia, por el rechazo de todas las tentati- zón a la prudencia marcuseana. Marcados por el reflujo de las ideo­
vas autdfn^ríaVHe colonización' deda vida cotidiana. logías revolucionarias, los años setenta serán los de las grandes
L a cuestión estratégica— que, a pesar de Marcuse, nos remite a desilusiones. Las últimas intervenciones de Marcuse, sin aportar
Lenin— continúa siendo identificar a los actores sociales a partir de elementos nuevos a sus teorías, dan fe de esa coyuntura histórica­
cuya intervención puede producirse esa revolución. Puesto que la mente desfavorable al «Gran Rechazo».
clase obrera se ha descalificado por la facilidad con que se ha inte­ De manera sintomática, su último libro—La dimensión estética
grado en el sistema capitalista, la respuesta marcuseana consiste en (I 977)> publicado dos años antes de su muerte—señalará su retor­
transferir la esperanza de la voluntad de cambio a los marginados no hacia una reflexión sobre la función de la imaginación artística,
del sistema: jóvenes, parados, marginales, minorías oprimidas, pue­ como si— tanto para él como para Adorno—la creación individual
blos del T ercer Mundo... resultara, en un mundo donde la opresión parece eternizada para
D e todas maneras, la cohesión de ese conjunto resulta proble­ siempre, la única vía de salvación. Y como si, en el lugar de la políti­
mática, tanto como su determinación—y capacidad— para transfor­ ca, el arte permaneciera como la única forma posible de redención.
mar el sistema. ¿Por su misma condición los marginados están des­ Del fracaso de la revolución alemana (1919) al del movimiento
tinados naturalmente a rebelarse? ¿Son capaces de unirse? ¿Hasta estudiantil, cincuenta años más tarde, la obra de Marcuse se inscribe
qué punto una eventual revolución «espontánea» estaría en condi­ así entre dos momentos de «reflujo» que, tanto uno como el otro,
ciones de triunfar sin el concurso de los partidos políticos? ¿Cómo bastarían para justificar un cierto pesimismo histórico. Marcuse, sin
saber si ese triunfo no volvería a constituir nuevas estructuras re­ embargo, no ha perdido nunca la esperanza. Hasta el final, ha deja­
do una ventana entreabierta en dirección a esa «emancipación» fi­
presivas?
Marcuse es muy Hp 1a_erístencia de tales problemas nal por la que clamaba—aunque, desde 19 19 hasta su muerte, hayan
variado algo las formas sobre las que ha intentado imaginarla.
v reconoce, en las últimas páginas del libro, .que nada está ya ga-
Las fluctuaciones y las ambigüedades del pensamiento marcu-
rantizado. Por una parte, cita a Benjamín: «Es sólo a causa de los
seano difícilmente pueden negarse. Explican en parte el retroceso de
que están sin esperanza por lo que la esperanza nos es dada».205 Por
su influencia veinte años más tarde. Es cierto, igualmente, que el
otra, recuerda que el sistema capitalista todavía es tan poderoso
final, de _k.guerra fría (1080) parece haber proclamado lá muerte de
cómo para conseguir asimilar, durante mucho tiempo, todo desgfl.
todo el pensamiento que, del^érclTcrgin^
Ap_npo.<jjcj ó n qneja «teoría crítica de la sociedad» no está en con-
el mundo «unificado» donde vivimos en la actualidad, el capitalis­
mo parece haber triunfado para siempre. ¿No ha conseguido, me­
203. Ibid., p. 2.80. diante hábiles reformas, mejorar el nivel de vida de los trabajado-
204. M ax H orkheim er, «Matérialisme et morale», texto recogido en Théorie
critique, trad. fr., París, Payot, 19 78, p. 106.
205. H erbert M arcuse, Uhomme uuidimensionnel, op. cit., p. 3 12 . • 206. Ibid.

268 269
H I S T O R I A D E L A F IL O S O F Í A E N E L S IG L O XX E N LA G U E R R A FR ÍA O
O
res? ¿Acaso no ha provocado progresos nada desdeñables en cier­ Guerra mundial, ha intentado pensar de manera totalmente origi­
tos países en vías de desarrollo? ¿Acaso el comunismo, allí donde nal las relaciones entre el marxismo, la sociedad y la filosofía. A 0
subsiste (en China, por ejemplo), no se ha convertido en objeto de pesar de la situación de conflicto en que se situaba respecto de las O
condena universal, dejando presagiar su cercana—y radical— eli­ instancias oficiales del PC F, su trabajo ha conocido una inmensa O
minación? difusión tanto en Francia como en el resto del mundo. Luego, uno 0
Son precisamente esos mismos fenómeno que deberían im- tras otro, dos acontecimientos muy distintos han contribuido a apa­ .o
pedirnos^olvidar completamente a Marcuse. Pues si el mundo que se gar esa difusión, a descalificar ese trabajo. o
anuncia es aún más «unidimensional» que_el qu£_denunciaba hace E l primero se sitúa en 1980. E l 16 de noviembre Louis Althusser, o
treinta años, sus críticas podrían volver a convertirse en muy actua- en un ataque de demencia, asesina a su mujer—Héléne Rytmann.
o
les en el futuro. L a tecnocracia capitalista no ha evolucionado en Internado en un hospital psiquiátrico, se le tiene en observación has­
o
lo fundamental. C ontinúa siendo igual de autoritaria, igual-de,im­ ta que, en el mes de febrero siguiente, se le libera, habiéndose reti­
potente para asegurar la felicida JBeTa^mayor parte de la humanidad.^ rado los cargos por la eximente de patología. Desde entonces, hasta o
Aquí o allá, sus crisis favorecen el retomo del fascismo, incluso de su muerte, lleva a cabo una existencia discreta y retirada. 0
ciertas formas- —apenas disimuladas— de nacionalsócialismó' El segundo acontecimiento— la caída de los regímenes comu­ ■ 0
¿Quién podría asegurar, en tales condiciones, que la crítica nistas en Europa del Este y en la U RSS a partir de 1989—no es ,;0
marcuseana no tiene todavía un futuro ante sí? sino el resultado, previsible desde inicios de los años setenta, de un •■ 0
proceso global de disgregación interna, paralelo al de los partidos •0
comunistas occidentales que ven reducirse notablemente su base :(■>
4. DESTINOS DEL MARXISMO electoral, incluso cuando, para luchar contra dicha tendencia, han 0)
elegido cambiar de nombre o de programa.
0
«Compañero de viaje» durante un corto período (1950-1956), Sar- Sin nada que ver entre sí, esos dos acontecimientos han sido obje­
(;■)
tre nunca ha sido comunista. Marcuse tampoco, puesto que, después to de una singular amalgama por parte de los adversarios de Aldiusser.
de haber simpatizado desde el exterior con el efímero movimiento E l final de la guerra fría, asegurando el triunfo (casi) universal de las O
spartakista, 110 ha dejado de buscar una «tercera vía» entre capitalis- ideologías anticomunistas, parece condenar a Marx a las mazmorras. O
mo y comunisnttff^ELfoso separa, pues, a los dos pensadores deHi- Haber sido marxista durante bastantes décadas es considerado en lo O
lósofo LouisíAlthussej?( 1018-1990)— quien, habiéndose adherido al sucesivo no sólo como una posición errónea, sino también como un 0
Partido ComuStis^Trancés (PCF) en 1948, ha permanecido como verdadero delito: culpa moral, pecado contra el espíritu, insulto al O
miembro de éste hasta su retirada de la escena pública (1980). ideal democrático. En una palabra, prueba o al menos síntoma de de­ 0
Pero hay muchas maneras, durante la guerra fría, de ser a la vez sorden mental. Ciertamente ha habido, en Althusser, un «desorden» O
filósofo y comunista. Si Althusser lo hubiera sido a la manera de los de ese tipo. E l asesinato de su mujer—consecuencia de años de depre­
0
ideólogos oficiales de los países del Este durante la era stalinista, su sión y de problemas psiquiátricos—lo pone de manifiesto. De ahí la
obra no merecería demasiado sobrevivir. N o es éste el caso. E l in­ amalgama: si Althusser era marxista, si creía en la posibilidad de dar un
terés de su pensamiento proviene, al contrario, del hecho de que se novedoso hálito al pensamiento de Marx, es porque estaba loco. A par­
manifestó muy pronto, en el interior mismo del P C F , como pensa­ tir de aquí, nada de lo que pueda decir merece la pena ser escuchado.
miento disidente. Resuelto adversario del «diamat», Althusser ha Contra tales sofismas conviene sublevarse. Sean cuales sean las
representado durante un cuarto de siglo la posibilidad histórica del dificultades existenciales—muy reale*—de Althusser, sus textos pu­
pensamiento marxista e, incluso, del movimiento revolucionario en blicados no llevan su estigma. Al contrario, basta con leerlos para ver
general. E n todo caso, su posibilidad teórica. dibujarse el proyecto— riguroso, coherente y claramente expresa­
Durante los tres decenios que siguen al final de la Segunda do— que los sustenta. Si esa lectura es difícil, incluso algunas veces
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problemática, es por otras razones. Razones propiamente teóricas. primeras depresiones, su primera crisis religiosa. Es allí también
La primera apunta a la naturaleza fragmentaria de esos textos. donde descubre— a través de algunos de sus compañeros— la signi­
Confrontado con una inmensa tarea—redescubrir a M arx detrás del ficación del compromiso político.
marxismo institucional y en contra de éste— , Althusser no ha podido De regreso a la rué d’Ulm con la-Liberación, prosigue en octu­
realizarla sino lenta y progresivamente. Por eso no ha publicado nun­ bre de 1945 sus estudios de filosofía en un ambiente ligeramente
ca ningún auténtico libro, sino solamente escritos breves, la mayor irreal en relación con su experiencia de los años anteriores. Sigue
parte de las veces de circunstancias: artículos, prefacios, conferencias. los cursos de Merleau-Ponty y redacta, bajo la dirección del filóso­
Además, una gran parte de esos escritos—manuscritos abandonados, fo e historiador de la ciencia Gastón Bachelard, una tesis de licen­
textos de cursos, notas de lectura, correspondencia— permanece to­ ciatura sobre la noción de «contenido» en el pensamiento de He-
davía inédita. Todo indica que su progresiva publicación enriquece­ gel (1947). En julio de 1948, obtiene la agregación de filosofía y, en
rá considerablemente nuestro conocimiento de su filosofía. setiembre, se instala en la Escuela Normal como tutor encargado
Segunda dificultad: los textos aldiusserianos se inscriben en un de formar, a su vez, a los futuros candidatos a ese concurso: tarea a
itinerario intelectual y político que se ha tenido que inventar a me­ la que se dedicará—mientras su salud se lo permitirá— con el ma­
dida que se desarrollaba. E n lugar de deslizarse, como tantos otros, yor esmero.
por un modelo preestablecido, Althusser se ve obligado a construir Esa función le permite vivir en la Escuela,' de la que será un
las «normas» de su propio discurso a medida que éste se elabora. poco más tarde secretario general. Allí permanecerá sin interrup­
Así se explica el hecho de que, en esa construcción, no todo sea ción hasta noviembre de 1980. Son circunstancias materiales apa­
perfectamente lineal. L e ha tocado al filósofo modificar sus posi­ rentemente favorables al desarrollo de una investigación teórica
ciones, reconsiderar tesis avanzadas con anterioridad. L o ha hecho pero, para él, psicológicamente difíciles. Althusser llegará a com­
intentando, cada vez, explicarse. T al voluntad de claridad no deja parar, no sin humor, su vida en la Escuela con su estancia en el
de tener un cierto coraje. El coraje de oponerse a la comodidad del campo de concentración. N o obstante, si bien es cierto que la Es­
orden establecido— el de las instituciones filosóficas o bien el del cuela puede provocar, en los que po salen demasiado de allí, un
P C F. Pero también el coraje— mucho menos extendido— de reco­ sentimiento de encierro, Althusser no tiene nada de eremita. Du­
nocer sus propias insuficiencias. rante todos sus años de actividad, no deja de trabajar en equipo,
manteniendo amistosas relaciones cón sus numerosos alumnos y
recibiendo visitantes del mundo entero.
También en noviembre de 1948 se afilia al Partido Comunista.
Louis Althusser nace en Birmandreis, en Argelia, en el seno de una Esta afiliaciónse inscribe dentro del mismo anhelo de generosidad
familia burguesa más bien conservadora. Católico militante, pre­ que, antes de la guerra, le llevó hacia un catolicismo «social». Se
para el examen de ingreso en la Escuela Normal Superior en el liceo trata de una mezcla de idealismo y altruismo que explica su deseo
du Pare, en Lyon. Dos filósofos también católicos—Jean Guitton de ir en socorro del proletariado, juntó con la gran fraternidad de
(19 01-19 99 ) y Jean Lacroix (1900-1986), de los que será ami­ los «camaradas». Por lo demás, no rompe inmediatamente con la
go toda la vida— figuran entre sus profesores. Admitido a la rué religión. Solamente a comienzos de los años cincuenta pierde— ¿de­
d’U lm en julio de 1939, sin embargo no puede proseguir sus estu­ finitivamente?—la fe.
dios con motivo de la guerra. Movilizado, es hecho prisionero en La influencia de Héléne Rytmann, que se convierte en su
junio de 1940. Se inicia entonces un período de cautividad que compañera en 1947, tiene un papel también en su adhesión al
dura cerca de cinco años. Brutalmente abocado al universo de los P C F. Surgida de un medio modesto, antigua resistente, militante
campos de concentración, Althusser se adapta aprendiendo alemán muchos años, Héléne, que tenía ocho años más que Louis, encarna
y escribiendo su diario. Es dentro de los campos donde sufre sus a los ojos de este último el modelo de auténtico comunista— a pe-
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sar de que también haya tenido serios desencuentros con el Partido. E n Las aventuras de la dialéctica, este último denuncia lo que llama
U n modelo que Lóuis, intelectual e hijo de burgués, tiene un gran la filosofía «leninista», reprochándole su naturalismo y su incom­
interés en emular. prensión de la dialéctica, y precisamente señala los textos de
Desde esa época, sus relaciones son tempestuosas. N o harán Althusser como representativos de esos defectos.108Ciertamente M er­
sino empeorar con los años. Sus ocasionales infidelidades desenca­ leau-Ponty—a su vez antiguo católico y atraído por el marxismo en
denan en Althusser un sentimiento de culpa que, a su vez, refuerza 1945— experimenta diez años más tarde la necesidad de expresar su
sus tendencias depresivas. E n 1949 empieza a psicoanalizarse. E l desacuerdo tanto con Sartre como con el P C F —justo en el mismo
psicoanálisis se convierte entonces— con la política— en su princi­ momento en que Althusser desea dar pruebas de su reciente com­
pal centro de interés. Interés que le lleva a leer, muy rápidamente, promiso en las filas comunistas. Desde ese momento queda abolida
no sólo a Freud, sino también los escritos— en ese momento poco toda posibilidad de diálogo entre los dos filósofos. En consecuen­
conocidos— del psicoanalista francés Jacques Lacan. cia, Althusser tendrá duras palabras para con su antiguo profesor, a
Althusser es, además, con Hyppolite y Merleau-Ponty (Lo visi­ quien condenará sin paliativos— en su conferencia de 1968 sobre
ble y lo invisible), uno de los primeros filósofos en reconocer— en un Lenin— con el conjunto de la filosofía idealista francesa.
artículo publicado en junio-julio de 1963 por la Revue de PEnseigne- Paralelamente a esta primera aproximación a Marx, Althusser
ment Philosophique la importancia teórica de las investigaciones de profundiza su conocimiento de los pensadores políticos clásicos,
Lacan. Retorna largamente a ellas en un segundo artículo, «Freud desde Maquiavelo—a quien durante toda su'vida tendrá en alta
y Lacan», publicado por La Nouvelle Critique en diciembre del año estima, llegando a hacer de él el verdadero precursor de Marx y
I9Ó4.107 Mientras tanto (diciembre de 1963), ambos hombres lle­ Freud—hasta Rousseau, pasando por Hobbes, Spinoza y Montes-
gan a conocerse y, en enero de 1964, Althusser invita ai psicoana­ quieu. En 1959, consagra a este último un penetrante ensayo, publi­
lista— que acaba de ver retirada la autorización de dar su seminario cado en una colección dirigida por Jean Lacroix. En Montesquieu
semanal en el hospital Sainte-Anne de París— a impartirlo en la como en Maquiavelo, Althusser admira ante todo la claridad con que
Escuela Normal. Lacan profesará allí durante cerca de seis años se pone en marcha una visión «materialista» de la historia o de la.
con toda libertad— antes de ser expulsado de nuevo (junio de 1969) política. E. inmediatamente, aparece lo que constituye la originali­
por la ira de un director reaccionario. dad de la concepción althusseriana del materialismo: ya no los luga-
Volvamos a la conclusión de la guerra. Hegel, M arx y la com­ res comunes, convencionales desde Lenin, sobre la prioridad de ja
pleja relación que une al segundo con el primero están ya en el
centro del pensamiento de Althusser. E n 1947 y 1950? éste publica curso» que se organiza a partir de dos tesisQjg^»dmera^de inspira^
dos artículos dirigidos contra la interpretación «idealista»—mar­ ción ffeudiana. recuerda que hay que pasar «detrás» del contenido^.
cada por la influencia de Heidegger— que en Francia dan de Hegel manifiesto de cualquier enunciado para descubrir su sentido latente.
Alexandre Kojéve y je a n Hyppolite. En 1953 publica en la Revue de (^La s e g ^ d a jq ue procede directamente d e M a i^ ^
VEnseignement Philosophique otros dos textos «programáticos»: «A g irsb q lo sófico, lejos de gozar de alguna «autonomía», no es más
propósito del marxismo» y «Nota sobre el materialismo dialécti­ que el efecto de un proceso de «producción» determinado— incluso
f o? iw ' ~Tr« » m A a**»' A in ' i o >i~kjnnjhin * . i J 1 U. fTn » i. 1"!'■.!il ■ ■«* \ _i . 1, . i^ j . í lUi i 1 Ji <■ ■*■ ■ |J
co». Si bien esos últimos abren una vía de investigación relativa­ «sobredeterminado»— gqr tod^ clase^de cqnstricciones estructura-
mente original en relación con las normas del Partido, suscitan dos le_$..demrden..«ideolágÍ£Q^a las que hay que tener en cuenta tanto
años más tarde una violenta reacción por parte de Merleau-Ponty.20 7 más cuapto más_se,desea_e§fapar_de^e]las. Éslxécham'enteligadas,

207. T e x to recogido en L ou is Althusser, Écrits sur la psychanalyse, París, 208. M aurice M erleau-Ponty, Les aventures de la dialectique, París, Gallimard,
S to ck /IM E C , 19 9 3. [Trad. cast. de N uria Garreta y Ramón G arcía: Freud y Lacan, T955 > P- 87. [Trad. cast. de León Rozitchner: Las aventuras de la dialéctica, Buenos
Barcelona, Anagrama, 1970.] Aires, L a Pléyade, 1974.]

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esas dos tesis implican el ejercicio de una lucidez poco común, de la la política como del movimiento de las ideas científicas. Ignoran
que dan justamente ejemplo Maquiavelo, Montesquieu y Marx: esa sistemáticamente a Hegel y a Marx.
es la razón por la que Althusser lee conjuntamente, y con particular Sus herederos de la primera mitad del siglo xx hacen otro tan­
intensidad, a esos tres filósofos unidos por la desconfianza ante toda to con Nietzsche y Freud. E l idealismo de Emile Chartier, que es­
ideología/09 cribe bajo el pseudónimo de Alain (1868-1951), el neokantismo de
Este nuevo materialismo suscita rápidamente el interés de los* Léon Brunschvicg (1869-1944) y la metafísica vitalista de Henri
Bergson definen, entre guerras, la manera de pensar dominante.
los años.cincuenta: Alain Badiou, Etienne Balibar, Roger Establet, Sólo, en la época, dos filósofos marxistas—Paul Nizan y Georges
Fierre Macherey y Jacques Ranciére, entre otros. Atraídos por_el Politzer—protestan contra esta atmósfera opresiva, sin conseguir
marxismo, se apasionan igualmente por el psicoanálisis, la lógica, verdaderamente abrir una nueva vía.
la historia de la ciencia y el «estmcturalismo>> en general. E n su_ Es cierto que a inicios del siglo xx se esboza una renovación.
.contacto, el pensamiento althusseriano termina de abrirse a nuevos Se debe, en lo esencial, a sociólogos (Emile Durkheim, Marcel
-horizontes, — Mauss), a lógicos (Louis Couturat), a matemáticos (Henri Poinca-
Comienza entonces un gran período de efervescencia intelectual, ré, Emile Borel, Jean Nicod, Jacques Herbrand) y sobre todo a
en el curso del cual—entre 1960 y 1964—Aldiusser publica sus prin­ especialistas en historia y filosofía de la ciencia, Emile Meyerson y
cipales textos sobre Marx. E n primer lugar aparecen en revistas, des­ Pierre Duhem—a los que sucederán muy pronto Gastón Bache-
pués son recogidos en 1965 en un libro, Pour M arx. E l mismo año, lard, Jean Cavadles, Alexandre Koyré, Héléne Metzger, Georges
aparecen en dos volúmenes las intervenciones de Althusser, Balibar, Canguilhem y Michel Foucault.
Establet, Macherey y Ranciére a partir de un seminario impartido en Las obras de Bachelard (1884-1962) y de Cavadles (1903-1944),
1964-1965 en la Escuela, sobre un tema que da título a la obra: Leer en particular, adquieren toda su importancia a lo largo de los años
E l capital. E l éxito inmediato de esos escritos puede parecer tan sor­ treinta. De formación autodidáctica, el primero se interesa sobre to­
prendente como el olvido en que han caído en la actualidad, incluso do por la física y la química. Preocupado por definir con exactitud los
en Francia. Para apreciarlos en su justo valor, hay que recordar que mecanismos que permiten al saber escapar de su «prehistoria» ideo­
son escritos revolucionarios en su tiempo. N o solamente, claro está, lógica y a los conocimientos progresar, ve en la voluntad de «ruptu­
en relación con el marxismo oficial, sino en primer lugar en relación ra», de puesta en tela de juicio de los problemas zanjados, la caracte­
con la misma tradición dominante de la filosofía francesa. rística mayor del método científico (El nuevo espíritu científico, 1934;
La filosofía del no, 1940). Se ocupa igualmente, utilizando los recursos
del psicoanálisis, en descubrir los «obstáculos» de naturaleza efecti­
va que, dentro del espíritu de los investigadores, retardan o algunas
Desde la reacción bonapartista, la filosofía materialista que se ha­ veces impiden el reconocimiento de una nueva teoría (La formación
bía desarrollado en Francia durante el Siglo de las Luces sufrió del espíritu científico, 1938; E l psicoanálisis delfuego, 1938).
un serio revés. Severamente controlados por un poder conserva­ En cuanto a Cavadles, que entra en la Escuela Normal Superior
dor, la mayor parte de los universitarios franceses— con excepción en 1923, de laque será, de 19 3 1 a 1935, tutor, su preocupación por
de algunos pensadores aventureros, tentados por el diálogo con el el rigor le lleva a reflexionar sobre la lógica y el problema del fun­
budismo y el hinduismo-—se acantonan, a lo largo de todo el siglo damento de las matemáticas. Es el primero en publicar, en Francia,
xix, en un esplritualismo cauteloso, tan alejado de la historia y de un artículo consagrado a las doctrinas del Círculo de Viena (193 5).
Desgraciadamente, la brevedad de su vida tan sólo le permitirá re­
209. L a coherencia de esta triple lectura aparecerá más clara cuando sean pu­ dactar unos pocos textos importantes— como sus Observaciones
blicados los cursos dados por Althusser en la Escuela N orm al entre 19 5 0 y 1980. sobre la formación de la teoría abstracta de conjuntos (1938) y su obra
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postuma, Sobre la lógica y la teoría de la ciencia (1947), marcada por el punto de vista del sujeto como un punto de vista «ideológico»,
la influencia de Bolzano—así como editar la correspondencia Can- imaginario o mistificado. Para él, la filosofía debe partir no del
tor-Dedekind (1937). Habiendo entrado en la Resistencia— donde «hombre» sino He las fuerzas objetivas—sociales o inconscientes—
tendrá un papel de primer orden— será capturado al principio de la q u e jjetermlnan, habitualmente_simsaherin ...lns-comportamientos,.
guerra y fusilado por los nazis, al igual que Politzer. de éste.
Sin embargo, ni Bachelard, ni Cavadles, ni tampoco Kojéve Durante mucho tiempo menospreciada por la filosofía francesa,
— quien en los años treinta da cursos sobre Hegel— conmocionarán la demanda de rigor se convierte así—con Althusser— en la palabra
al gran público. Y , desde 1945, el espiritualismo vuelve a aflorar. clave del método filosófico. De repente, una convergencia parece
Bergson se mantiene como el autor en boga dentro de la enseñanza dibujarse entre el método de éste y el que los estructuralistas inten­
secundaria. L a fenomenología, a su vez, está de moda en la enseñan­ tan hacer prevalecer, en ese mismo momento, en la antropología
za superior. Pero los universitarios rechazan la interpretación de (Lévi-Strauss) o en el psicoanálisis (Lacan). Sin embargo, Althusser
ésta que propone Sartre, cuyo pensamiento literario les incomoda, y no podría ser considerado—a pesar de la etiqueta que, en un cierto
prefieren abocarse al pensamiento heideggeriano— el cual dará muy momento, le colgará la moda—como un estructuralista. En primer
pronto lugar, en Francia, a innumerables falsificaciones de la histo­ lugar, porque el uso que hace del concepto de estructura queda muy
ria y de la ciencia, incluso por voluntaria ignorancia (como siempre). alejado del de Lévi-Strauss. Pero también porque es, ante todo,
T al es el contexto académico— objetivamente mediocre— en el marxista y porque las estructuras le interesan finalmente menos que
que el pensamiento de Althusser cae como una bomba. Como Ca­ sus mutaciones—dicho de otro modo, que la historia.
vadles, a quien debe más de lo que se ha dicho, Althusser parte de la
idea de que la filosofía, sin ser ella misma una ciencia, debe intentar
adecuarse a las normas del discurso científico. ¿Acaso no es, como
éste, una forma de trabajo intelectual, o de «producción» teórica, que Al mismo tiempo, la filosofía althusseriana, fundada en una lectura
tan sólo tiene sentido en relación y mediante el respeto a ciertas re­ completamente nueva de Marx, subvierte todas las ideas común­
glas? L e corresponde a la filosofía forjar conceptos, es decir, nociones mente aceptadas en el interior del movimiento comunista interna­
definibles con claridad y precisión, y articularlos en tesis, es decir, en cional.
proposiciones que puedan ser justificadas, si bien no por medio de Al respecto, hay que retomar sobre la historia de ese movi­
demostraciones formales, sí al menos por argumentos coherentes. miento para medir hasta qué punto, de 1890 a 1960, Marx ha sido
Además, Althusser estima— criticando con un vigor a veces sor­ mal leído. Los marxistas de la Segunda Internacional habían inten­
prendente la lectura sartreana de Marx-—que una filosofía que pro­ tado asociar el marxismo al kantismo, dominante en la universidad
cediera de esa manera no podría sino ser antihumanista. E l anti­ alemana. Los marxistas rusos se habían adaptado, a partir de la
humanismo «teórico» que Althusser reivindica—-que no es en_ muerte de Lenin, a la dictadura ideológica del «diamat». Sus ému­
absoluto incompatible con un cierto humanismo «práctico», con los de los partidos comunistas occidentales;—junto con algunas ex­
tal de que ambos niveles estén bien distinguidos—-no tiene, en cepciones (Lukács, Gramsci, Bloch)— desarrollaban variantes más
principio, nada que ver con el de Heidegger. Sería más bien la ex­ o menos hábiles de esa coagulada ideología. En suma, nadie— en el
presión de un racionalismo radical. E n la línea_de Cavadles—^qiiien interior del movimiento marxista— se preocupaba ya de lo que
y a reclamaba la sustitución de la «filosofía dé la r onn>.nciaat.por M arx había dicho realmente.
una «filosofía del concento»— AlrhnssenrQn&ider-a-sigml^mente210 Althusser toma conciencia muy pronto de que hay por parte de
los comunistas una especie de renuncia intelectual. Convencido de
2 10 . Je a n CavaiUés, S u r la logique et la tbéorie de la Science, París, P U F , 4 “ ed., que esa renuncia está en el origen de los históricos callejones sin
1987, p . 78. salida en que el stalinismo está bloqueado, experimenta la necesi-
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dad de retomar a la letra misma de los textos de M arx— en un mo­ del término) de las fuerzas productivas y de las relaciones de pro­
vimiento inspirado por el esfuerzo que hace por su parte Lacan ducción. Esta revolución «copernjcana» abre para la ciencia un
para retornar a la letra de ios textos freudianos, contra todas las continente nuevo, la historia, cuyo estudio se inscribirá en adelan­
«desviaciones», cuya víctima no ha dejado de ser el psicoanálisis te en el marco del «materialismo histórico». Por otra parte, Marx,
desde su nacimiento. ___________ _____ _ consciente de la naturaleza conflictiva de la historia—-que no es
Releer a Marx, pues:/ese es el objetivo p riñ cip aI^ ^ A l^ ñss3r. nada más que la lucha de clases—decide salvar la noción hegeliana
Releerlo con un doble rigor. E l del filólogo en primer lugar, que de dialéctica, presintiendo la necesidad de darle un nuevo conteni­
vuelve a los textos originales— separándolos de los comentarios do teórico. Siendo así que, en efecto—habría podido decirle Hei-
bajo ios cuales la tradición losTa amortajado—, que los escruta en degger— , no basta con «invertir» la dialéctica idealista para obte­
su lengua, que intenta recuperar su coherencia interna. Pero tam- ner una dialéctica materialista. Esta debe tener un sentido preciso.
bién el del psicoanalista—siempre Lacan— que sabe captar, detrás Debe ser la teoría de las múltiples maneras por la^ cuales una cau­
de lo que^icehriQ que'callan. o se esfuerzan por esconder. E n po- salidad «invisible» (el conjunto de las fuerzas productivas y de las
..cas palabras», una lectura «sintomática», atenta a los silencios, a lo relaciones de producción) es capaz de producir efectos «visibles»
no dicho, a lo «impensado» de los textos. (visibles en el dominio social, político o ideológico en sentido am­
Ese trabajo de lectura, largo y paciente., permite a Althusser re­ plio, entendiendo por ello la ciencia, la filosofía y la religión).
velar a un «renovado» Marx-—incluso a quiénes creían conocerlo. Desgraciadamente, la elaboración de tal teoría—trabajo espe­
U n Marx o, mejor dicho, dos, pues Althusser es el primero en es­ cíficamente filosófico—apenas ha podido ser bosquejada, en vida,
tudiar el problema, en la evolución del pensamiento marxiano, de por el propio Marx, quien no tenía el tiempo necesario para culmi­
la sucesión de dos momentos diferentes, separados por lo que lla­ narla y que tenía primero otra misión que realizar: la de construir
ma— mediante un término tomado de Bachelard—un «corte» la ciencia materialista de la historia. Proseguir la elaboración de la
epistemológico parecido al que separa la química de la alquimia o, filosofía marxista continúa siendo, pues, en 1965, una tarea perma­
más en general, la ciencia de la ideología. nentemente actual. También, en contra de la opinión compartida
En un primer momento— que ilustran los Manuscritos económi­ tanto por sus «camaradas» como por sus adversarios, Althusser osa
co-filosóficos de 1844— , Marx, situándose en el punto de vista del afirmar— en pleno stalinismo— que la filosofía marxista no exis­
«hombre», proclama la exigencia, para éste, de recuperar su «alie­ te— o todavía no. Tres años más tarde, el 24 de febrero de 1968,
nada» esencia. D e naturaleza ética más que científica, esta recla­ invitado por Jean WahI a expresarse delante de la Sociedad Fran­
mación continúa centrada en la noción de sujeto. Se expresa en un cesa de Filosofía en la Sorbona y quizás inspirado por el presenti­
lenguaje kantiano, fichteano o hegeliano «de izquierda». Se pro­ miento de las revueltas que van a sacudir a Francia, va más lejos.
clama revolucionaria pero sigue siendo humanista. E n todo caso no Volviendo a considerar la metáfora hegeliana de la lechuza de M i­
es aún materialista—por tanto, tampoco marxista. nerva que no levanta su vuelo sino al caer la noche, declara: «La
E l «corte» se produce en 1845. Anunciado por las Tesis sobre jornada es larga todavía pero, como afortunadamente ya está muy
Feuerbach que constituyen su «límite anterior», se cumple en La avanzada, he aquí que la noche esta ahora próxima a caer. La filo­
ideología alemana. E s en este último texto— a todos los respectos sofía marxista se va a alzar».211
central pero desconocido hasta 1932—donde M arx es él mismo al ¿Cómo espera contribuir Althusser a la realización de tal profe­
convertirse en materialista: difícil mutación, que comporta, a su cía? Retornando, realmente, aí Capital. Es allí, dentro de ese difícil
vez, dos aspectos que conviene pensar conjuntamente. texto, donde permanece la exposición más elaborada que Marx
Por lina parte. Marx comprende que el motor de la historia no
es el Espíritu (Hegeí) ni el sujeto humano (ICant, Fichte), sino el n i . Louis Althusser, Léntne et la Pbilosopbie, París, M aspero, 19 7 z, p. 24.
cnnjnntn objetivo (aunque no «aparente» en el sentido empírico [Trad. cast. de Felipe Sarabia: Lenin y la filosofía, M éxico, E ra, 1970.]

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haya dado del materialismo histórico, donde deben encontrarse o
sión propiamente política del trabajo filosófico. A partir del mo­
— «en estado práctico»— las categorías de la dialéctica materialista, mento en que toma conciencia de ello, Althusser se sumerge en un ©
dicho de otro modo, de la causalidad «invisible». Y , para hacer ex­ trabajo de reformulación que le ocupa mucho tiempo. Redefiniendo ©
plícitas sus categorías, Althusser cuenta con apoyarse en otros dos la filosofía como «lucha de clases en la teoría»113 y reconociéndole -©
pensadores que, tanto uno como el otro, han intentado pensar una la singular propiedad de producir efectos sin tener—como decía ©
estructura causal de ese tipo. E l primero, Spinoza, afirma que Wittgenstein—ningún objeto propio, tres textos «programáticos» o
Dios, o la naturaleza, es causa de sí y de todas las cosas. E l segun­ marcan ese difícil trabajo: la Respziesta a John Lewis (1973) y los Ele­ O
do, Freud, hace del inconsciente la secreta causa de todos los fe­ mentos de autocrítica (1974), a los que sigue una conferencia pro­ o
nómenos psíquicos. Dos modelos «materialistas», que fascinan a nunciada en Amiens (1975), último texto filosófico publicado en
Althusser desde hace tiempo—-hasta el punto de que, a lo largo de los o
vida por Althusser.214
años, se anunciará un libro suyo sobre Spinoza que no verá la luz.212* o
La segunda razón de la incompleción de su proyecto inicial es
D e hecho y a pesar de la perturbadora proximidad de la revuel­ ©
directamente histórica. La revuelta francesa de mayo-jimio de
ta estudiantil de mayo-junio de 1968 y la declaración hecha en la n
1968 no fue guiada por el PC F. Nació fuera de él y se desarrolló en
Sorbona el 24 de febrero anterior, la filosofía marxista prometida su contra. Vasto movimiento de exasperación colectiva mantenido ■©
por Althusser finalmente no se «alzó». Entre el millar de razones por cinco millones de huelguistas, al comienzo fue conducida por .n
que se pueden dar de tal fracaso, quedémonos con dos que bastan elementos que aspiraban, desde la izquierda del PC F, a combatir­ O
sobradamente para explicarlo. lo: maoístas, trotsídstas y anarquistas, en lo esencial. Su derrota, .o
L a primera es la imposibilidad práctica en que se encuentra evidente ya en el mes de julio, satisfizo al P C F, que en los años si­ ■G
Althusser de avanzar con libertad. E n lugar de desarrollar su pro­
guientes se comprometió en una estrategia dé acercamiento al Par­ ■Q
grama de investigación con toda independencia de espíritu— a ries­
tido Socialista— estrategia coronada, en 19 8 1, por la victoria de la ©
go de equivocarse— , Althusser se siente con el deber moral, en re­
«izquierda unida» en las elecciones presidenciales- <■;>
lación con el partido a que pertenece, de no afirmar nada de lo que
Para Althusser, todo ese período fue difícil de vivir. Comunista
no estuviera seguro. Era consciente de que cada una de sus declara­ .O
muy poco ortodoxo, pero comunista al fin y al cabo, no podía en
ciones tenía consecuencias políticas, y les dedica un tiempo consi­ ©
1968 aprobar públicamente a los «pro chinos»— aunque entre ellos
derable: a formularlas, a reconsiderarlas, a veces a renegar de ellas. O
se encontraran algunos de sus alumnos y contaran con su simpatía.
Siendo así, en 1967 desaprueba, en el prefacio de la edición italiana ©
Por lo demás, a partir del día siguiente de la primera «noche de las
de Leer E l capital, el error «teorícista» que inspira, según él, esta
barricadas», en mayo, cae en una depresión y pasará las siguientes .0
obra.
semanas en una clínica psiquiátrica. E l reflujo del ideal revolucio­ ■©
E n efecto, Leer E l capital se basa todavía en una oposición
demasiado esquemática entre «ciencia» (marxista) e «ideología» nario, a lo largo de los años sesenta, disipará el sueño de renovación o
(burguesa). Asigna a la filosofía la misión de ser la teoría de esta de la filosofía marxista. E l PC F, además, no desea en absoluto esa ,u
oposición, dicho de otro modo, la teoría de la ciencia—Althusser renovación. A pesar de saberlo, Althusser no puede decidirse a ©
dice a veces la «teoría de las prácticas teóricas». Tales concepcio­ abandonar el Partido, que prefiere criticar desde el interior. Su la­ .©
nes recuerdan las del positivismo lógico— de las que derivan, en situd es perceptible en una carta que dirige el 16 de enero de 1978 ■ ©
efecto,f por la mediación de Cavaillés. Vuelven a ocultar la dimen­ a un amigo georgiano— el filósofo Merab Mamardachvili— : se re-
■o
©
2 13 . Louis Althusser, Répotise a jo h n Lewis, París, Maspero, 19 73, p. 1 1 .
2 1 2 . Quedan, no obstante, veinte páginas tituladas «Sobre Spinoza» en Louis m
2 14 . L a «Soutenance d’Amiens» es recogida en Louis Althusser, Positions, Pa­
Althusser, Élém ents d'auto critique, París, Hachette, 19 74 , pp. 65-83. [Trad. cast.: rís, É d . Sociales, 1976- [Trad. cast. de Doménech Bergadá: Posiciones 75, ©
E¿e?nentos de autocrítica, Barcelona, Laia, 1975-] M éxico, Grijalbo, 1977.] '"O
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;
■')
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX EN LA GUERRA FRÍA
O procha no haber hecho otra cosa que haber fabricado «mía peque­ sin encontrarlos singularmente «datados», no dejan de haber sali­
ña justificación muy francesa» con la pretensión del marxismo a ha­ do de una doble pregunta que continuamos planteándonos tal como
cerse pasar por ciencia,215 y duda incluso de haber tenido éxito. Los se la planteaba su autor.
artículos que publica en Le Monde en abril del mismo año con el L a esperanza revolucionaria o, si se prefiere, la esperanza de
Ó")
título «Lo que ya no puede continuar en el Partido Comunista»,2162178 una transformación de la sociedad hacia una dirección más justa
le valen su último escándalo mediático. El Partido opta por burlar­ — esperanza a la que el comunismo habrá dado en el siglo xx su prin­
se: después de mucho tiempo ha renunciado, por orden de Moscú, cipal figura histórica—¿está definitivamente condenada? Y si no es
a todo proyecto revolucionario. Como tantos otros militantes, éste el caso, ¿en qué dirección hay que avanzar en la actualidad
Althusser no puede sino experimentar un sentimiento: el de haber para obtener, del pensamiento de Marx, la filosofía que anuncia
sido traicionado. E l efecto resultante será hundirlo, un poco más pero que no entrega y que, después de un siglo, todavía no ha alza­
aún, en la depresión. Dos años más tarde, sucederá el drama. do el vuelo?
o A la primera de estas preguntas, Althusser no se ha atrevido
nunca a responder afirmativamente. N o se hacía, por tanto, ilusio­
Q
nes sobre la capacidad del «proletariado»— si es cierto que ese tér­
A partir del mes de julio de 1982, en una clínica privada y luego en mino tiene todavía algún sentido—para transformar, pacíficamen­
su casa, Althusser vuelve a escribir. De esos textos que resuenan te o no, las sociedades industriales de la edad tecnocrática. A pesar
como una voz de ultratumba tan sólo se han publicado algunos de creer sinceramente en la necesidad (moral, si no histórica) de esa
fragmentos: un extraño escrito consagrado al «materialismo del en­ transformación, no veía mejor que Marcuse qué grupo social po­
cuentro» en el que el filósofo—inspirándose en el método de su dría ser su agente. De ahí sus titubeos políticos, que son todavía los
amigo Jacques Derrida—se esfuerza en «desconstrmr» el concepto nuestros.
clásico de materialismo de manera que se pueda aplicar la concep­ A ello se debe también su deseo de fundar una nueva filosofía
ción heideggeriana de «nada» como «vacío» primordial;117 así como volviendo a partir de los textos mismos de Marx, pero releyéndolos
un largo ensayo autobiográfico (redactado en 1985)—E l porvenir es bajo la luz de todo lo que la historia y el desarrollo de las ciencias
largo— que, incluso en el narcisismo que muestra, clarifica notable­ sociales nos han revelado en un siglo. Althusser estaba convencido
mente algunos aspectos de su atormentada personalidad.2'8 de que esos textos tenían alguna cosa que decirnos incluso en la ac­
Otros inéditos vendrán, sin duda, a enriquecer nuestra imagen tualidad. Que el marxismo— o un cierto marxismo— estaba muer­
de la obra de Althusser. ¿Conseguirán hacerle volver a ganar el lu­ to, lo sabía. Pero no dudaba que el pensamiento de Marx perma­
gar importante que en un momento dado ocupó y que parece ha­ necía muy vivo para aquel que supiera descifrarlo; y sin duda, en
ber perdido? Nada es menos seguro. Sin embargo, aunque es di­ este punto, no se había equivocado del todo.
fícil releer, después del final de la guerra fría, los textos de Althusser Queda por determinar cómo convendría releer a Marx en los
últimos años del siglo xx. Para esta tarea de larga duración—a la
que otros, como Corneíius Castoriadis2'9 o bien Jacques Derrida,
2 1 5 . Carta a M erab M am ardachvili, recogida en Louis Althusser, E critspbilo-
se han dedicado— , la obra de Althusser ofrece pistas que, sin ser
sophiqv.es et politiques, 1 . 1, París, Sto ck/IM EC , 1994, p- 5 i~j ■
2 16 . Artículos reeditados con el mismo título por Framjois M aspero, Ce qui ne exclusivas, conservarán por mucho tiempo su interés. Aunque sólo
peutphis durer dans le P artí comuniste, París, Frantjois M aspero, 1978.
2 17 . T exto recogido en L o u is Althusser, Ecrits phUosopbiques etpolitiqties, 1 . 1, op.
2 19 . Corneíius Castoriadis, L'Institution im aginaire de la société, París, Éd. du
cit., pp. 539 ' 576 -
2 18 . Louis Althusser, U a ven ir dure longtemps, París, S to ck /IM E C , 1992. Seuil, 19 75. [Trad. cast. de Anconi Vicens: L a institución im aginaria de la sociedad,
[Trad. cast. de M arta Pessarrodona: E l porvenir es largo. Los hechos, Barcelona, D es­ Barcelona, Tusquets, 1983.] Y Domaines de Vhomme, París, Ed. du Seuil, 1986.
tino, 1992.] [Trad. cast. de Alberto L . Bixio: Los dominios del hombre, Barcelona, Gedisa, 1994.]

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fuera por esa razón, sería presuntuoso pretender que esta obra está 5
ya superada, aunque se cuenta probablemente— con las de Marcu-
se y Sartre— entre aquellas cuyos gloriosos «fracasos» hay que me­ L A R A ZÓ N E N T E L A D E JU IC IO
ditar si se quiere reconstruir una teoría política adaptada a las ne­
cesidades de nuestro tiempo. Dicho de otro modo— como sugiere
el filósofo francés Manuel de Diéguez— , arrancar la política a las
categorías de lo religioso y renunciar finalmente a todas las formas
de «idolatría» secular.110

220. V éase M anuel de Diéguez, Le cornbat de la raison, París, A lbín M ichel,


19 89 , pp. 273-279.
I. «ESTRUCTURA» FRENTE A «SUJETO»

Aprisionada entre Auschwitz e Hiroshima, entre el recuerdo im-


posible de la Shoah y el insoportable ,terroF3 el apocalipsis nuclear,
escindida por la guerra fría, escéptica con respecto a la construc­
ción «comunitaria» que le proponen tecnócratas y políticos, la E u ­
ropa de los años cincuenta ha dejado de creer en su futuro^
Nada tiene de sorprendente que, en esas condiciones, reine en­
tre los intelectuales la más grande confusión. Algunos de ellos
reaccionan, como se ha visto, lanzándose al «compromiso», to­
mando partido por el modelo americano, por el modelo marxista o
por una improbable «tercera vía». Pero otros están lejos de com­
partir esos entusiasmos ideológicos. En los artistas y escritores, el
pesimismo hace estragos. E l absurdo reina en el teatro (Ionesco,
Adamov). L a incomunicación se expresa en el cine (Antonioni, Res-
nais). Una misma desesperación, un mismo rechazo de la «civili­
zación», una misma cólera fría inspiran las telas de Dubuffet, las
novelas de Beckett, los aforismos de Cioran.211 Bajo sus formas ex­
tremas, esa desesperación puede conducir al suicidio. De Paul C e­
lan a Primo Levi, de Nicolás de Staél a M ark Rothko, de Luden
Sabag a Niko Poulantzas, un número impresionante de creadores
y de pensadores elige poner fin a sus días durante los decenios que
siguen a 1945.
Aún más numerosos son aquellos que, por desencanto, deciden
alejarse de la política. Convencidos de su impotencia para actuar2

2 2 i. Rumano de nacimiento, Em il Cioran (19 x 1-19 9 5 ) escribe la mayor paite


de su obra en francés (Breviario de podredumbre, 1949; Silogismos de la amargura,
19 52; L a tentación de existir, 1956). Aunque siempre se negó a ser considerado un
pensador «profesional», sus reflexiones sobre la absurdidad de la existencia tienen
un gran interés para la filosofía.

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sobre el mundo, esos desengañados intelectuales prefieren conten­ diciones de posibilidad del conocimientn nhjerívn^fnmo pn JAmt— ,
tarse con observarlo a cierta distancia, considerando que su misión sino más bien las del propio «comprender».
no es transformarlo sino, como máximo, comprenderlo. Entre los L a recuperación—o, más exactamente, la «rememoración»—(jzfy
úlümó¿7cle>s movimientos despuntan a la conclusión de la guerra. del sentido-se convierte por tanto para Gadamer en él asunto pro- ^
E l prim era se propone reencontrar peria^interpretación» el sen- pió de la filosofía. Implícito en su tesis de doctorado, redactada
tidü~pérdido de la cultura inoderná; ^ segundó clarificar por el bajo la influencia directa de su maestro Heidegger y consagrada, a
análisis de~su'T«estructuras» el funcionamiento, de los procesos partir de una relectura del Filebo, a la significación ética del diálo­
simbólicos. «Hermenéutica» filosófica^y «estructuraiísmo» cientí­ go platónico, ese proyecto constituye el eje principal de su trabajo
fico constituyen, así, en el umbral de la segunda mi^ad del siglo, a partir de 1945 y desemboca, en 1960, en la publicación de Verdad
dos modos en competencia de responder a la «crisis» de Europa, a
su «miseria» espiritual así como a la inexorabIe^<decadencia» de su corriente hermenéutica, esa obra monumental se esfuerza a la vez
independencia política. porfoim ula^las ambiciones metodológicas y ponerlas a prueba en
tres campos primordiales: los del arte, la historia y el lenguaje en
general.__
ContTariamente-a-.lo._que .era.para .Kant, k_rthra rL arm r»n_gg—
E n un primer sentido, el término («herm^ é u tic a^ (del griego para Gadamer una pura_«forma» ofrecida al juicio del gnstn. Pues
nos invita, siempre que sepamos elucidar su significación ontológi-
ca, a experimentar un «contenido de verdad» que no se reduce a la
xviiny que está particularmente ilustrado e comprensión de las intenciones del autor y cuya riqueza objetiva
del filósofo y teólogo protestante^rie d ric h ^ ^ e ie im ^ c |!^ ('i7^^~ no es inferior a la de un conocimiento científico. La historia es. asi^
1834). Pero como se sabe, al menos desde D itfe^ yi^ ^ co m p ren- mismo, el lugar donde se efectúa la transmisión de las tradiciones
sión» interna o interpretación (Verstehen) -—por oposición a la que constituyen una «cultura», cultura que también lleva en sí su
«explicación» externa (Erklaren)—es una actividad corriente en parte de verdad: ésta es la razón por la que es importante arrancar
muchos ouos dominios, comenzando por los de las «ciencias fiel a la historia deí relativismo historicista. D e camino, ese doble aná­
espíritu», es decir, las h úmamdtfies y las ciencias sociales,. lisis conduce a Gadamer a reconocer el papel fundamental que tie­
C o n J H a n s - G e o r g | ^ a d m ^ ^ q u e ~ d e s p ü é s d e haber sido bre­ ne el lenguaje en todas las actividades humanas. C omprender es
vemente rector de la tifiweísidad de Leipzig inmediatamente des­ ponerse de acuerdo sobre el sentido atribuido a ciertos signos. La
pués de la guerra, desarrolla el resto de su carrera académica en tarea de la hermenéutica filosófica no es otra— dentro de estapers-,
Heideiberg, donde se jubila en 1968— , el térm ino «herm enéutV péctiva— que facilitar a la vez la Eoniprerisión intersubjetiva y Ja
ca» adquiere una dimensión más amplia: remite en adelante a un comunicación, salvando el lenguaje de la reducción «tecnicista» im-
esfuerzo de «desciframiento», aplicable a todas las ciencias y, más puesta a nuestTqs lengujqes natura^
allá, a todas las producciones de la cultura, consideradas comocon- . cja moderna.—.
juntos de «signos». Esfuerzo tanto más necesario por cuanto ,_si Sin. duda permanece insuficientemente clara la cuestión de sa­
bien la «crisis» de la razón estabaya abierta en los años veinte, la_ ber sobre qué base—metafísica o teológica— se fundan los princi­
^tístrof^defiT Segun da Guerra mundial— «fracaso» por excelen- pios que deben guiar la realización de esa tarea. Pero sí Verdad y
riáT leL modernidad— ha creado ünasituación tal que el «sentido» método constituye, desde ese punto de vista, lina producción típi­
de nuestras producciones^ñrtijraIesmáseÍevadas.parece perdido ca—la última en el tiempo— del idealismo alemán y, seguramente,
en la actualidad, o al menos olvidado por la tmmanjdad^euJQpm. el único gran libro «heideggeriano» publicado en Alemania des­
Además, lo que pídeser «reasumido» no es exclusivamente lascgn- pués del final de la guerra, las conclusiones a que llega Gadamer
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están finalmente bastante alejadas de las de Heidegger. L a impor­ del inconsciente individual como las del universo simbólico en el ^
tancia que concede al lenguaje-tiende más bien a aproximarlo a que las grandes religiones se esfuerzan por expresar el problema
Wittgenstein. D e hechof G adagief es el primer filósofo alemán del mal. Es así como encuentra simultáneamente el psicoanálisis y O
que ha intentado tender puentes entre laJenomennlngía «conti­ la hermenéutica. Tanto del uno como de la otra retiene la idea de 0
nental»- v la filosofía «analítica». E s este original aspecto de su que la realidad humana está constituida ante todo por «signos» 0
perspectiva lo que—unido a la calidad de sus intuiciones estéticas, cuyo desciframiento es, en buena ley, interminable. Desarrolla esta 0
a su característica fe en las virtudes del diálogo y al optimismo que intuición en sus dos siguientes libros: De la interpretación: Ensayo so- q
anima su platónica búsqueda del «sentido»— explica la amplitud de bre Freud (1965) y E l conflicto de las interpretaciones: Ensayo de keimie- .^
su impacto, no solamente en Alemania sino también en Italia y en néutica (1969). 0
Francia, en particular sobre Gianni Vattimo (nacido en 1936; Poe­ A través de la cuestión del simbolismo, estas obras abordan ya
sía y antología, 1967; Las aventuras de la diferencia, 1980) y Paul R i­ el problema del lenguaje. Sin embargo será necesario el peso de 1
co eur. ------- una desilusión política—Ricoeur, preocupado por la necesidad de '-J
Nacido en n p rj, Ricoeur llgva a cabo— después de la agregación modernizar la universidad francesa, se decepciona por el giro que (.'■)
de filosofía, la guerra^lZcautívidad en Alemania—-lo esencial de su toman los acontecimientos en 1968-1969—para que el filósofo, ju- ;0
carrera en la enseñanza superior, primero en la Sorbona y a partir hilándose anticipadamente, se decida a expatriarse parcialmente en 0
de 1965 en la Universidad de Nanterre. Humanista con vastos co­ los Estados Unidos (donde enseñará regularmente en la Universi- . )
nocimientos, lector atento tanto a la literatura como a las ciencias dad de Chicago) y a interesarse más directamente por las ciencias
sociales, viajero abierto tanto a la cultura angloamericana como a la del lenguaje. Culminado en 1970, ese «giro» le permite ser— con .
tradición germánica, se vincula en primer lugar al movimiento del Gadamer—uno de los primeros pensadores «continentales» en 0
existencialismo cristiano—representado en Francia, a partir de los entablar un diálogo con la filosofía «analítica». Desemboca tam- 0
años treinta, por Gabriel Marcel (1889-1973)—y al personalismo bien en dos importantes libros: La metáfora viva (1975) y Tiempo y ^
de Emmanuel Mounier. En Marcel descubre el modelo de una re­ relato (tres volúmenes, 1983-1985). . ^
flexión filosófica capaz de otorgar un lugar central a la cuestión re­ Si la primera de estas dos obras contempla la metáfora desde el 0
ligiosa sin renunciar al rigor conceptual. Gracias a M arcel se inicia ángulo de la creación de sentido y del enriquecimiento que resulta
desde antes de la guerra en la fenomenología, en particular en Hus- de ella para el texto literario, Tiempo y relato, por contra, supera el .(,)
serl— cuyas Ideas directrices traduce al francés en 1950—y Jaspers, a análisis lingüístico, puesto que, más allá de la reflexión que se des-
quien consagra su primer libro (Jaspers y la filosofía de la existencia pliega sobre la escritura del pasado, lo que se plantea es la cuestión
(1974) en colaboración con Mikel Dufrenne). misma del conocimiento histórico, de su estatuto y de su dosis
Después, para dar a sus inquietudes de creyente una respuesta de verdad. Ciertamente, un libro de historia siempre depende de la
digna de las exigencias del método fenomenológico— que le pare­ categoría del «relato», incluso cuando su autor piensa, dentro del
ce el único método reflexivo riguroso por su preocupación por la espíritu de la escuela de los Anuales, atacar a la historia de los acon­
fidelidad a las «cosas mismas»— , emprende una Filosofía de la vo­ tecimientos para sustituirla por la de «larga duración»; pero ese re­
luntad cuyo primer tomo {Lo voluntario y lo involuntario) aparece en lato no es una forma narrativa igual qué las otras. Más allá de la
1950, siendo reunidos los dos siguientes {El hombrefalible y La sim­ «disposición argumental» que utiliza el historiador para hacer
bólica del mal, 1960) bajo un título único, Finitudy culpabilidad. Al revivir el pasado, es más bien de nuestra realidad de lo que nos ha­
hilo de esos tres volúmenes, las preguntas clásicas de que parte su bla. E n efecto, el pasado nos pertenece en la medida en que le per- )
trabajo— ¿Cómo se puede querer el mal? ¿Qué es.la mala fe? ¿Cuál tenecemos, en que nuestra acción presente se incribe en la conti-
es el sentido de un acto involuntario?—le conducen a explorar, de­ nuidad de una memoria, En suma, en la medida en que, tanto para
trás de la capa superficial de la conciencia, tanto las profundidades los individuos como para los pueblos, la identidad no es algo dado
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sino una construcción infinita, cuyo único medio posible es el teóricos emerge una figura excepcional: la de Rnma/líaknhsnn))
tiempo. (1896-1982).
Finalmente, en S í mismo como otro (1990), el análisis— semánti­ Nacido en Moscú, Jakobson manifiesta desde muy joven una
co y pragmático— de la noción de «sujeto» y el diseño de una on- notable facilidad para el aprendizaje de las lenguas. Adolescente, se
tología de la «persona» se aúnan para ponerse al servicio de una entusiasma con la vanguardia artística de su tiempo. Siendo amigo
ética— cuya formulación resulta para Ricoeur una exigencia de la del pintor Malevitch y de los poetas Khlebnikov y Maiakovski, par­
razón práctica, que el filósofo debe esforzarse por satisfacer sin re­ ticipa en marzo de 19 15 en la fundación del Círculo de Moscú, na­
nunciar por ello a su independencia con respecto a su propia fe, a cido del encuentro entre la escuela lingüística rusa, representada
los sistemas teológicos y a las ideologías políticas. por el príncipe Nicolás Trubetzkoi (1890-1938) y las teorías «futu­
Pero si bien, para Ricoeur y.eiLgennral .para-los..pamdarios de la ristas». Algunos meses antes de la Revolución de Octubre, crea en
hermenéutica, el sentido del mundo o de la vida indudablemente Petrogrado una sociedad para el estudio del lenguaje poético, cuyos
e x ü ^ m á sT I^ tal creencia es justa- miembros— que se denominan «formalistas»— se proponen estu­
mente lo que critican con vigor los adeptos del estructuralismo. diar la literatura como una pura construcción lingüística y ven en la
Pues, para éstos, el «significado» no será nunca sino un simple poesía, especie de «lenguaje sobre el lenguaje», su misma esencia.
«efecto» del «significante», y el «su jeto »^ ! efectg_d ¿ j a ^ § ^ ^ a ; Conscientes de sus raíces eslavas, los formalistas se preocupan
ras^E H ^^^^5 0 am B g £ ^sg ^sssiak fc= au sjiiD ^ igualmente del folklore y en particular de la poesía popular, cuyas
berloeTTo engendran.
| ,....... .. f. producciones— generalmente anónimas—parecen poner de mani­
fiesto una invención verbal a la vez espontánea y sutil.
Cuando constata qué el régimen leninista se muestra cada vez
menos favorable a sus investigaciones innovadoras pero «elitistas»,
E l origen del estructuralismo es una revolución epistemológica Jakobson viaja a Checoslovaquia (1920). En Praga, establece amistad
c o n su m ^ a f^ tó d o s de nuestro siglo, por el lingüista suizo Ferdi- con Camap y descubre el Curso de Saussure, cuyas ideas van a trans­
nand rK^ i i s s n r í J K gran distancia de la filología clásica, más preo- formar la continuación de sus propios trabajos. Paralelamente, reen­
cupada pm TTevolución histórica de las lenguas que por su cuentra en Viena a Nicolás Trubetzkoi, también en el exilio. De sus
organización interna, S aussure intenta sentar las bases de una_ver- intercambios con esté último nacerá muy pronto la fonología, rama
dadera ciencia del lenguaje. En el corazón de esta última, una idea fundamental de la lingüística estructural. Participando en la crea­
llena de futuro: una lengua noeslmaEoleccio^n azarosa de palabras, ción del Círculo Lingüístico de Praga (1926), posteriormente más
sino un sistema de signos que se articulan entre sí según reglas~es- conocido como Escuela de Praga, Takobson se orienta definitiva­
jt e cíficas. Constituye una totalidad autónoma que no remite sino a mente desde el «formalismo» hacia el «estructuralismo».
sí misma y que posee su propia estructura. Es el análisis de esa es- Los acontecimientos le obligarán de nuevo a emigrar, y se ins­
tructuraTo que debe, en adelante, orientar el método del lingüista. talará en los Estados Unidos (1941). Allí terminará su carrera. Pero
• Publicado tres años después de su muerte por dos de sus an­ antes de incorporarse a Harvard— donde, en 19 5 1, coincide con el
tiguos alumnos, el Curso de lingüística general de Saussure (1916) joven Chomsky, entonces un miembro de la Society o f Fellows—
aparece, retrospectivamente, como una de las obras fundadoras y, posteriormente, al Massachusetts Institute of Technology—don­
de la investigación en ciencias sociales. Sin embargo, en su época de él y Chomsky son colegas— , Jakobson enseña durante algu­
no fue demasiado valorado. Salvo por un pequeño grupo de escri­ nos años en Nueva York, en la Escuela Libre de Altos Estudios,
tores y lingüistas rusos que, alrededor de 1917? se interesan por universidad francesa en el exilio fundada durante el invierno de
los fenómenos del lenguaje y sueñan con elaborar, en plena revo­ 19 4 1-19 42. E l secretario general de esta escuela no le es desco­
lución, una teoría nueva de la literatura. De entre esos jóvenes nocido: se trata de uno de sus compatriotas, el filósofo ruso—na­
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cionalizado francés—Alexandre Koyré. Su encuentro en Nueva ideas. Al mismo tiempo, se incorpora a la sección quinta (ciencias re­
Y ork será decisivo para el futuro del estructuralismo. ligiosas) de la Escuela Práctica de Altos Estadios y funda (1932) la
revista Recbercbes Fbilosopbiques, que contribuirá a dar a conocer a
Heidegger en Francia y en la que publicará toda la vanguardia parisi­
na de la época-de Sartre a Klossowski, pasando por Bataille y Lacan.
Ale-randfb Kmzré. f J ftn2-Tn64> nace en Taganrog, en una familia Dos libros de Bachelard—E l nuevo espíritu c i e n t í f i c o y La
judía d é la burguesía comercial. M uy joven, participa en el movi­ formación del espíritu científico (1938)—acaban de convencer a K oy­
miento nacido de la revolución de 1905, es arrestado por la policía ré de la tesis de que el progreso científico no se desarrolla de una
y termina sus estudios secundarios en prisión, donde, se dice, lee manera lineal sino discontinua, por el efecto de «cortes» o de
por primera vez las Investigaciones lógicas de Husserl. Liberado, par­ «rupturas», más habitualmente provocados, por lo demás, por la
te hacia Alemania. D e 1908 a 1 9 1 1 sigue los cursos de Husserl y emergencia de nuevas concepciones teóricas que por la observa­
Hilbert en Gotinga. D e la fenomenología, que seguirá siendo para ción empírica de los hechos. Aplicada a la historia de la física y de
él más un método que una metafísica (pues, si bien está fascinado la astronomía modernas, esta tesis bachelardiana es ilustrada de
por la «reducción eidética», rechaza el giro husserliano hacia el manera ejemplar por los dos grandes libros de Koyré, Estudios ga-
idealismo trascendental), retendrá sobre todo la crítica del positi­ lileanos (19 39 )^ Del mundo cerrado al universo infinito (1957).
vismo y la preocupación platónica por respetar la objetividad inte­ Ellos muestran de manera convincente que la matematización de
lectual de los conceptos científicos o filosóficos. la física inaugurada por Gálileo no es una reforma de detalle ni una
Después de una estancia en París, durante la cual inicia una te­ innovación puramente técnica. Muy al contrario, corresponde a
sina sobre La idea de Dios en la filosofía de san Anselmo (publicada una involución intelectual, es decir, a una transformación de nuestra
en 1923), se encuentra en Suiza cuando estalla la Primera Guerra imagen del mundo— desaparición de la creencia medieval en un cos­
mundial. Entonces vuelve a Moscú para participar en los combates mos cerrado y jerárquico, reemplazada por la idea de un universo in­
del frente ruso, así como en la revolución de febrero de 19 17 . finito y homogéneo en las tres direcciones—-, en resumen, a un cam­
Socialista pero no leninista, emigra definitivamente a Francia en bio global de nuestros hábitos de pensamiento, tanto científicos
19 19 . Allí prosigue sus investigaciones sobre la filosofía religiosa como filosóficos y religiosos. Discontinuista y deliberadamente an-
medieval, mientras redacta un ensayo sobre L a filosofía y elproblema tipositivista, esa interpretación del progreso del conocimiento ejer-
nacional en Rusia a inicios del siglo X IX (1928), donde desvela los la­ cerá a su vez, comtrveremos más adelante, una influencia decisiva en
zos que unen, según él, el idealismo alemán con el misticismo es­ las primeras investigaciones de Michel Foucault y Thomas Kuhn.
peculativo del Renacimiento. Más tarde, trabajando en un libro so­ Por sí mismos, estos trabajosHbastan para establecer los méritos
bre La filosofa de Jacob Boehme (1929), descubre que éste no puede de la obgamd^K-oyré. Sin embargo, tiene otros: Koyré, en efecto, no
ser comprendido sin aludir a la «nueva» astronomía elaborada, me­ fue s # m e n t e \ i filósofo y un historiador, sino también un formi­
dio siglo antes de Boehme, por Copémico. dable passeurfAm hombre que supo hacer circular a su alrededor
Desde entonces, Koyré se lanza al estudio de la historia de las — coh&&&¡éfsig\o xvii el padre Mersenne— las ideas más innovado­
ciencias, desde la antigüedad hasta la edad clásica. E n este camino ras y conferirles, al mismo tiempo, una fuerza aún mayor. A la vez
es guiado por los consejos del autor de Identidad y realidad (1908) que introduce a Heidegger, da a conocer en Francia, al comienzo
— su maestro y amigo Ém ile Meyerson (1859-1933)— , epistemólo- de los años treinta, las obras de juventud de Hegel, punto de parti­
go francés de origen polaco cuya teoría del conocimiento se des­ da de una renovación de los estudios hegelianos que preside su dis-
marca a la vez del positivismo y del convencionalismo, así como por
las obras de Duhem y las de Cassirer— que fue uno de los primeros * T ien e el sentido de «contrabandista o traficante de ideas» en el mejor senti­
en subrayar el interés propiamente filosófico de la historia de las do de los términos, como «alto divulgador de ideas». (N. del t.)
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX LA RA ZÓ N E N T E L A D E JU IC IO

cípulo Kojéve. Y es también Kovré guien, durante su exilio en N ue­ «mentalidad prelógica» como la concepción sartreana de la dialéc­
v a York. tuvo la idea fecunda de poner en contacto al lingüista Ro- tica, y sobre todo los cuatro volúmenes de las Mitológicas (Lo cru­
man^akobson con el etnólogo francés C laude Lévi^Strañss. do y lo cocido, 1964; Deja miel a las cenizas, 1967; E l origen de los
modales en la mesa, 1968; E l hombre desnudo, 1971). Destinada a
Ó mostrar que el conjunto de los mitos religiosos de los indios de
América constituye un corpus unificado en cuyo interior las mis­
Nacido en i oo^j(Lévi-Straus?es un agregado de filosofía que, des­ mas variantes responden a regías, esta última obra muestra la fe­
pués de una tesisS^fere^Eos postulados filosóficos del materialis­ cundidad del método estructural. También muestra sus límites. En
mo dialéctico» (1927) y algunos años de docencia en la enseñanza efecto, así como Descartes había tenido que reducir la materia a la
secundaria, ha experimentado la necesidad de escapar a la vez de extensión para fundar la física, igualmente Lévi-Strauss se ve obli­
■"'l Europa y de un estilo de filosofía que no ofrece ningún contacto gado—para construir una ciencia de los mitos— a extrapolarlos del
con el mundo exterior. Gracias a la ayuda del sociólogo Célestin contexto sociocultural en que son producidos o transmitidos, y re­
O Bouglé (1870-1940), en aquel momento director de la Escuela ducirlos a puras series de unidades semánticas, combinables entre
Norm al Superior, encuentra su salvación en Sudamérica, dedicán­ sí según reglas que, aparentemente, deben menos a la historia que
dose a la etnología. Asignado a la universidad brasileña de Sao Pau­ al álgebra.
o lo, lleva a cabo una primera pesquisa entre los indios Caduveo y Convertido en profesor del Collége de France (1959) gracias al
Bororo y más tarde, en 1938, una segunda misión, también en Bra­ apoyo de Merleau-Ponty, Lévi-Strauss reinará durante decenios
sil, entre los Nambikwara y los Tupi-Kawahib— expediciones que sobre la antropología francesa mientras continúa desarrollando, en
y:} sus obras posteriores (La huella de las máscaras, 1975; La mirada ale­
relatará más tarde, con humor y nostalgia, en una narración muy
«literaria», Tristes trópicos (1955). jada, 1983; La alfarera celosa, 1985), las grandes líneas de su visión
L a guerra viene a perturbar la continuación de sus proyectos. del mundo. Materialista, atea y pesimista, ésta se caracteriza tam­
Refugiado en Nueva York, conoce_aJKxag’éTquien, en 1042, le pre- bién por un interés cada vez más marcado por el arte entendido
I 1 senta a Jakob§QíL Éste le revela la existencia y potencialidades de la como único medio ofrecido al hombre para elevarse por encima de
v> linjgjjfística estructural. It^ediam m enteXéri-Strauss-—-presintien­ la mediocridad de la vida. Fue atraído principalmente por la músi­
do que eí conjunto de los fenómenos sociales dependientes del or- ca y, por supuesto, por el arte primitivo que Max Ernst y André
den simbólico podría ser tratado, a su vez. como_sis_tema de signos Bretón le enseñaron a apreciar durante su común exilio en Nueva
poseedores de estructura específica—imagina la posibilidad de ex­ York. En sus últimos años, prototipo del gran sabio encerrado en su
portar"ellnétocio de Saussure a un campo no .lingüístico, el de las torre de marfil, Lévi-Strauss continúa siendo sin embargo un deci­
relaciones de parentesco en las sociedades sin escritura. dido conservador, ya sea en música y arte occidentales— puesto
D e esta notable intuición, en la que ha tenido un papel decisivo que su atención por la modernidad no va más allá de Wagner y los
(; y Jakobson, surgirá después de la guerra un libro, Las estructuras impresionistas-—o en política—puesto que está convencido de que
elementales del parentesco (1949), que revoluciona la antropología, las sociedades humanas son de imposible mejora.
al someter por primera vez un vasto conjunto disperso de obser­ Pero el verdadero interés de su pensamiento se sitúa evidente­
:■ .) vaciones empíricas a una lógica clara y rigurosa. Difícilmente acep­ mente en otra parte. Lévi-Strauss es, en primer lugar, un inmenso
tado en el mundo angloamericano, donde prevalecen estilos de erudito: uno de esos hombres que—como su maestro, el sociólogo
investigación menos «teóricos», ese libro irá seguido de varios Marcel Mauss o como el sinólogo Marcel Granet—son capaces de
X ■
importantes trabajos: Antropología estructural (1, 1958; 11, 1973), E l estudiar las manifestaciones más ajenas de «exóticas» culturas con
totemismo en la actualidad (1962), E l pensamie?ito salvaje (1962), un interés tan objetivo como el del biólogo ante una sección obser­
cuyo último capítulo rechaza tanto la noción de Lévy-Bruhl de la vada a través de su microscopio. Su ambición más original habrá sido
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constituir una ciencia de lo social que tenga igualmente rango de notaure. Lacan, que paralelamente acaba de comenzar a ser psicoa-
ciencia del espíritu y que permita, al mismo tiempo, ahorrarse la .psi­ nalizado, publica en 1933 dos provocadores artículos: «E l proble­
cología, disciplina de estatuto muy frágil desde el punto de vista de ma del estilo y de la concepción psiquiátrica de las formas paranoi­
Lévi-Strauss. Dentro de esta ambición reside precisamente la cohe- cas de la experiencia» y «Motivos del crimen paranoico: el crimen
rencia de los tres ejes fundamentales de su perspectiva: definir las so­ de las hermanas Papin». De esa febril época datan su culto por el
ciedades como sistemas simbólicos, mostrar que esos sistemas no «estilo»— literario o en la indumentaria— , su gusto por las socie­
pueden ser juzgados jerárquicamente, puesto que todos tienen la dades secretas y una propensión al hermetismo que no le abando­
misma dignidad, y restablecer finalmente su unidad profunda a nivel nará jamás.
esi-mrirtral, prueba última de la unidad del espíritu humano. En los años siguientes, cada vez más atraído por las vastas pers­
E l otro mérito de Lévi-Strauss—-haber sido durante medio si­ pectivas que el psicoanálisis abre a la reflexión, Lacan se embarca
glo el jefe de fila de la corriente^estructuralista en las ciencias so- en un proyecto de relectura de los textos fundacionales de Freud.
ciales—no es el menor. Y es a él, en particular, a quien se debe la Simultáneamente, explora la obra de Nietzsche— cuya nueva in­
aproximación a esta corriente del psicoanalista Jacques Lacan. terpretación, esteticista e individualista, propone por entonces su
amigo el escritor Georges Bataille (1897-1962)—y sigue los cursos
del filósofo de origen ruso Alexandre Kojéve, quien en esa misma
época se esfuerza por suscitar en Francia un renovado interés por
Pero si el pensamiento de^Lacaryf i 9 0 1-19 8 1) está sin duda empa­ el pensamiento hegeliano.
rentado con el estructuralismÓ^ lo excede de maneras tan distintas Sobrino del pintor Kandinsky, Kojéve (1902-1968) ha abando­
que no se puede captar en su complejidad sino a condición de vol­ nado la U RSS en 1920 en dirección a Alemania. En Heidelberg,
ver a trazar su gestación etapa por etapa. donde es alumno de Jaspers, conoce a Alexandre Koyré, del que se
Nacido en una familia burguesa y provinciana, Lacan fue tenta­ convertirá en amigo y con cuya cuñada se casará (1927). En 1926
do pasajeramente en su juventud por las ideas de extrema derecha. defiende, bajo la dirección de Jaspers, una tesis sobre el teólogo
Su instalación en París, sus estudios de medicina y su deseo de fre­ ruso Vladimir Soloviev (1853-1900) y decide instalarse en París,
cuentar los círculos de vanguardia provocaron sin embargo una rá­ donde Koyré es encargado de conferencias en la Escuela Práctica
pida evolución en su pensamiento. Fascinado por la lectura de un de Altos Estudios desde 1922. Guiado por este último, se sumerge
artículo— «El asno podrido»— publicado en julio de 1930 por Salva­ en la historia de las matemáticas y de la física con vistas a redactar
dor D alí en el primer número de Surréalisme au Service de la Révolu- un texto sobre La idea de determinismo en la física clásica y en la física
tionf tiene una entrevista con el pintor. Dalí le explica la significa­ moderna (1932). Paralelamente, y a partir de 1932, frecuenta el cur­
ción de su método «paranoico-crítico», fundado en la investigación so impartido por Koyré sobre la filosofía religiosa del joven Hegel.
sistemática de las alucinaciones visuales. Marcada por este descu­ Durante el verano de 1933 Koyré, que tiene que partir a enseñar
brimiento, la tesis de doctorado de Lacan, De la psicosis paranoica en en E l Cairo, le propone dar ese curso en su lugar. Kojéve acepta y,
sus relaciones con la personalidad (1932), revela su precoz interés— es­ en otoño, se convierte a su vez en encargado de conferencias en la
timulado por uno de sus profesores, el psiquiatra Clérambault— Escuela Práctica. Su seminario, consagrado en lo esencial a una
lectura de la Fenomenología del espíritu (en ese momento todavía no
una tentativa— aún torpe—-por integrar la dimensión psicoanalíti- traducida al francés), prosigue regularmente hasta el otoño de
1939. Centrado en el tema del «final de la historia»— que adquie­
N o obstante, ese trabajo pasa desapercibido excepto para N í- re una resonancia muchas veces singular en un contexto marcado
zan, que le consagra un artículo elogioso en L ’Humanite', y para por el ascenso de los fascismos— , es seguido por un pequeño gru­
los surrealistas. Estos le invitan a colaborar en su nueva revista, M i- po asiduo de intelectuales y escritores de vanguardia: Henry Cor-
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bin, Raymond Queneau, Georges Bataille, Raymond Aron, Maurí- bos hombres compartan, entre otras cosas, idéntico gusto por el
ce Merleau-Ponty, Jean Hyppolite— e incluso Jacques Lacan, a estilo «oracular». N o obstante, parece que sea Heidegger quien
partir de 1934. termina de convencer a Lacan de que la filosofía ha «terminado».
Gracias a Kojéve, pues, este último descubre en los textos de Pero éste no entiende por ello apelar a un «pensamiento del Ser»,
H egel una elaboración teórica.de los conceptos que le preocupan, sean cuales sean los préstamos—perceptibles en el «discurso de
es decir, una filosofía del deseo, del lenguaje y de la intérsubjetivi- Roma»— que haga de Ser y tiempo. Unicamente la teoría freudiana,
dad. L a dialéctica fen ornenológica del «señor» y del «siervo», en tal como se esfuerza él mismo en reformularla, le parece capaz de
particular, le ayuda a pensar el tema de la lucha de conciencias, «tomar el relevo»— en el sentido hegeliano del término Aufheben—
enfrentadas entre sí para.su mutuo reconocimiento. Igualmente, la de la filosofía. Esa es en todo caso la conclusión implícita en el in­
problemática hegeliana de la alienación se superpone a su propia tercambio llevado a cabo, el 10 de febrero de 1954, en el seminario
reflexión sobre la enfermedad mental. D e esa lectura entrecruzada de Lacan, entre éste y Jean Hyppolite.
de Hegel y Freud— que Kojéve y Lacan intentan sistematizar in­ Queda por saber cómo reformular la teoría psicoanalítica, en
cluso en un texto redactado en común en 1936 y que finalmente nó qué vocabulario y sobre qué bases. Volviendo a la letra misma de
verá la luz— , nace la primera contribución personal de Lacan a la ios textos freudianos, responde Lacan—rquien a partir de julio de
teoría psicoanalítica: su conferencia sobre el «estadio del espe­ 1953 hace de esta consigna el resumen de su propia andadura. Y ,
jo»,” 2 pronunciada en agosto de 1936 en Marienbad, en un con­ sobr,e todo, releyendo los textos en cuestión a la luz de la lingüísti­
greso presidido por Ernest Jones, quien le corta abruptamente el ca estructural.
discurso al cabo de diez minutos. Diecisiete años más tarde, Hegel Aquí, el papel de Jakobson ha sido decisivo otra vez—y doble­
volverá a aparecer en la tesis central— «el inconsciente es el discur­ mente. Por una parte, es él quien, a partir de 1950, le hace descu­
so del otro»— en una ponencia” 3 leída por Lacan en otro congre­ brir la obra de Saussure a Lacan. Este, como Lévi-Strauss, capta
so: «Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis» inmediatamente el interés que puede tener importar al psicoaná­
(Roma, septiembre de 1953). lisis el método del análisis estructural, aplicándolo al campo de las
Pero, mientras tanto, otras influencias han ido añadiéndose producciones «significativas» del inconsciente, los sueños y los
sobre ese basamento hegeliano. E n 1949 Lacan lee, en el m o­ síntomas. A partir de junio de 1954, comenta la teoría saussureana
mento de su aparición, Las estructuras elementales del parentesco y del signo en su seminario semanal— que «oficialmente» comenzó
conoce personalmente a Lévi-Strauss, con el que entabla amistad en 1953 en el hospital Sainte-Anne. M uy pronto irá más lejos
y que le presentará al lingüista Román Jakobson algunos meses puesto que, en 1958, afirmará que el inconsciente tiene «la estruc­
más tarde (1950). Poco después y gracias a Jean Beaufret, que es tura radical del lenguaje»114—algo que volverá a proclamar, en la
desde 19 5 1 uno de sus pacientes, Lacan profundiza su compren­ línea de la filosofía «discontinuista» tan cara a Koyré, la identidad
sión de la obra de Heidegger, a quien visita en Alemania, a quien fundamental de esas dos grandes «rupturas» que constituyen los
a su vez recibirá en 1955 en su propia casa y del que incluso tra­ descubrimientos de Saussure y de Freud.
ducirá un texto («Logos») en el primer número de la revista La Por otra parte, es un artículo publicado en 1956 por Jakob­
Psychanalyse (1956). son— «Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de afasia»” 5— lo que
Sin duda no hay una verdadera convergencia, en profundidad, sugiere a Lacan una nueva aproximación a los mecanismos funda-
entre la reflexión de Heidegger y el trabajo de Lacan— aunque am-2*
224. «L a dirección de la cura y los principios de su poder», texto recogido en
Jacques Lacan, Écrits, op. cit., p. 594.
222. T e x to recogido en Jacques Lacan, Écrits, París, É d . du Senil, 1966. [Trad. 225. Artículo recogido en Román Jakobson, Essais de linguistique genérale, París,
cast. de T o m á s Segovia: Escritos, z vois., M éxico, Siglo X X 3 , 19 7 2 .J 2 23. Ibid., É d . D eM in u it, 1963. [Trad. cast. de Josep M . Pujol y Je m Cabanes: Ensayos de lin ­
güística general, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985.]
p. 265.
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mentales del sueño, la condensación y el desplazamiento. Gracias a N o obstante, esa tardía notoriedad a la vez le colma y le abru­
las indicaciones de Jakobson, que modifica muy libremente, Lacan ma. A medida que envejece, Lacan se distancia de su propio dis­
en lo sucesivo ve en la condensación el equivalente de una metáfo­ curso. Lleva a cabo imprevistos rodeos por la obra de Wittgenstein
ra y en el desplazamiento el de una metonimia. Extrae una original (1969-1970) o por la de Joyce. Convencido de ser incomprendido
interpretación del libro de Freud, La interpretación de los sueños, ali­ en el fondo, incluso por quienes, le escuchan, se refugia en los años
mentada de referencias a la retórica clásica y expuesta en una con­ setenta en una reflexión cada vez más enigmática sobre la estructu­
ferencia pronunciada en la Sorbona el 9 de mayo de 1957: «L a ins­ ra del psiquismo. Abandonando poco a poco el modelo lingüístico,
tancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud».116 se esfuerza por comprender la psique en términos matemáticos, a
M uy pronto, dentro de ese juego de espejos entre psicoanálisis y través de «trenzados» y de complejas figuras topológicas como,
lingüística, ya no se sabrá si hay que considerar el lenguaje como por ejemplo, «anillos borromianos» (que Lacan llama errónea­
«condición» del inconsciente o mejor lo contrario: las dos fórmulas mente «nudos»).
se encuentran en Lacan. L o que es seguro al menos es que el in­ Durante las últimas sesiones de su seminario, en la primavera
consciente está «estructurado como un lenguaje». Y que, dentro de de 1980, casi no habla, contentándose con dibujar en el encerado
esa «cadena significativa», la función del «yo» se encuentra reduci­ misteriosos «esquemas» que dejan perplejo al auditorio. Cuando
da a la de un shifter (término tomado de Jakobson), dicho de otro muere, al año siguiente, la más completa división reina entre sus
modo, a la de una unidad gramatical encargada de designar el sujeto discípulos. Esos desacuerdos entre «herederos» presuntos o reales,
de la enunciación sin por ello significarlo. Radicalmente opuesto a la a los que se añaden numerosas dificultades técnicas de transcrip­
filosofía cartesiana, husserliana o sartreana del cogito, esa concepción ción, provocarán un retraso considerable en la publicación íntegra
de un sujeto «dividido» por el inconsciente—en la que se encuentra de los ventiséis volúmenes de su obra «oral» (1953-1980). Iniciada
de nuevo la noción freudiana de «hendidura del yo» (Ichspaltung)— en 1973, está muy lejos de haber finalizado.
se ve completada en setiembre de 1960 por la tesis—introducida con Rechazado por una parte de la comunidad psicoanalítica, que
ocasión de un coloquio organizado en Royaumont por Jean Wahl— desaprueba su muy personal concepción de la «cura», poco acep­
que hace del sujeto un simple elemento en una estructura simbólica: tado por la de los filósofos «profesionales»^—salvo algunas excep­
«U n significante es lo que representa el sujeto para otro significan­ ciones: Hyppolite, Merleau-Ponty, Althusser, Derrida y Badiou en
te».117 E l recurso sistemático a «grafos» permitirá a Lacan bordar Francia y Stanley Cavell en los Estados Unidos—, el pensamiento
numerosas variaciones sobre ese tema en los años siguientes. de Lacan continúa siendo no obstante uno de los más importantes
Con la recopilación en un libro—Escritos (1966)— de una selec­ (y de los más coherentes) entre los que, en el siglo xx, han intenta­
ción de sus artículos y conferencias, Lacan alcanza finalmente la do abrir para la filosofía una vía que asumiera plenamente las con­
notoriedad. Ciertamente, las peripecias de los conflictos que le secuencias del «fin» de la metafísica.
oponen a la institución psicoanalítica o que alteran las relaciones
de las diferentes «familias» nacidas de su enseñanza no apasionan
demasiado al gran público. Por contra, un público atento se apre­
tuja en su seminario, que desplaza sucesivamente de Sainte-Anne a Gracias a la concomitante publicación de los Escritos y de las Mito­
la Escuela Norm al Superior (1964-1969) y a la Facultad de Dere­ lógicas, el estructuralismo se convierte en los años sesenta en la ideo­
cho del Panteón (1969-1980).26 7 logía dominante en las ciencias sociales. Estimulada por las obras
de Lévi-Strauss y de Lacan, esa «moda» también lo es por el de­
226. T e x to recogido en Éc/its, op. cit. sarrollo espectacular de la lingüística propiamente dicha (Émile
227. «Subversión du sujet et dialectique du désir dans l’inconscient freudien», Benveniste), de la semiología (Roland Barthes, Mitologías, 1957),
texto recogido en Ecrits, op. cit., p. 819. de nuevas formas de crítica literaria (Tzvetan Todorov, Gérard
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Genette) y del análisis histórico (Jean-Pierre Vem ant, Mito y pen­ Hecho destacable, a excepción de Serres (nacido en 1930)—
samiento en los griegos, 1965)— así como por el tardío «descubri­ cuyo saber enciclopédico, alimentado de Leibniz y de Bachelard,
miento» de los trabajos de Georges Dumézil (1898-1986), lingüis­ conduce menos al concepto de estructura que al de comunicación
ta e historiador que, en la línea de su maestro M arcel Granet, (Hermés I-V , 1969-1980)—, los otros tres rechazan explícitamente
utiliza desde finales de los años treinta el método estructural para la etiqueta en cuestión. Althusser porque se considera marxista.
comparar entre sí los mitos religiosos de los pueblos indoeuropeos Foucault y Derrida porque—a despecho de su interés concreto por
{Mito y epopeya, 1968-1973). determinado análisis de Lacan o Dumézil—la inspiración origina­
Ya se ha dicho que es en Francia donde esa moda produce sus ría de su trabajo diverge del estructuralismo en puntos importantes
primeros efectos en el campo específico de la filosofía. Pues, a pe­ (Foucault) o pretende incluso cuestionarlo (Derrida).
sar de todo lo que les separa, Lévi-Strauss, Lacan, Dumézil, Bar- Sin duda el caso de Foucault es el más complejo desde ese pun­
thes y sus émulos comparten algunas orientaciones fundamentales. to de vista. Pues, si bien y sobre todo en sus primeras obras recurre
Más bien materialistas, antidíalécticos y antimarxistas (con mati­ al utillaje estructural, el uso que hace de él y, aún más, el interés
ces: ni Vem ant, ni incluso Barthes en sus inicios rechazaron com­ personal—y políticamente comprometido— que le conduce a la
pletamente el marxismo), son por encima de todo antisartreanos, historia termina en la práctica por romper con la concepción
es decir antihumánistas. Partidarios de una «filosofía del concep­ positivista del saber sobre cuya base se funda la metodología es­
to», quieren terminar con el primado de la conciencia caro al autor tructuralista. E incluso más allá, a cuestionar la noción misma de
de E l exietencialismo es un humanismo. verdad.
Según ellos, el estudio científico de las estructuras— del lengua­
je, del inconsciente, de los mitos o de las relaciones sociales—prue­
ba la naturaleza ilusoria de la autonomía del «sujeto»*, efecto ima­ 2 . U N A H IS T O R IA D E L A V E R D A D
ginario del narcisismo, éste debe ser expulsado del trono que ocupa
desde Descartes. En consecuencia, el voluntarismo de Sartre, su Nacido en Poitiers, M ich el^ou can ltlTo?6-To8,p entra en la E s­
creencia optimista en la posibilidad de actuar sobre el curso de la cuela Normal Superior en la redactado un trabajo consa­
historia y su gusto por el compromiso pierden toda justificación. grado a Hegel para la diplomatura de estudios superiores bajo la
Escépticos respecto a la política— aunque Lévi-Strauss haya sido so­ dirección de Jean Hyppolite, al tiempo que emprendía estudios de
cialista en su juventud y Dumézil monárquico-^-, los estructuralis- psicología. Sigue igualmente, a partir de 1948, los cursos de Al­
tas son en los años sesenta positivistas o esteticistas— o ambas cosas thusser, con quien establece una duradera amistad. Incluso se afi­
a la vez. Si admiten la necesidad de un conocimiento objetivo de los lia durante dos años (1950-1952) al Partido Comunista Francés.
fenómenos simbólicos, no esperan de éste que contribuya a cam­ Sale de él rápidamente porque el marxismo, como teoría, no le se­
biar el mundo. Por lo demás, no se consideran a sí mismos— si duce demasiado. Escéptico con respecto a todas la ideologías
atendemos a sus declaraciones— como filósofos. Sino, en todo caso, constituidas, desconfiado hacia la concepción «heroica» del com­
como practicantes de tal o cual otra forma de saber. promiso personificada por Sartre, ya desde esta época no deja de
¿Se les ha de creer al pie de la letra? Entonces se tendría que experimentar un intenso interés por la comprensión de la historia.
concluir que no hay filosofía estructuralista. Sin embargo, si bien Y en particular por cómo, a través de ésta, aparecen y desaparecen
los estructuralistas propiamente dichos— incluso Lacan—niegan los sucesivos rostros de lo que llamamos, por comodidad, «la»
en efecto ser filósofos, por contra filósofos «profesionales» han verdad.
sido calificados como «estructuralistas» por la opinión pública y Sus años de formación están marcados por distintas lecturas:
los medios de comunicación. T a l es el caso entre otros de Louis por supuesto de Lacan y Lévi-Strauss, pero también de Nietzsche.
Althusser, Michel Foucault, Jacques Derrida y Michel Serres. Descubre a este últimcTa través de la interpretación que Georges
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Bataille había ofrecido en la Francia de los años veinte y treinta, Nada de sorprendente en consecuencia, si son a la vez libros de
para quien la escritura subversiva de Nietzsche constituía el antí­ historia y de filosofía los tres que aseguran a Foucault su temprana
doto absoluto contra la «tiranía» del racionalismo hegeliano. D e­ reputación—Enfermedad mental y personalidad (1954; revisado en
sarrollada después de Bataille por otros escritores en búsqueda 1962 con el título de Enfermedad mentaly psicología), Locura y sinra­
de «transgresiones»— Maurice Blanchot (nacido en 1907) y Pierre zón. Historia de la locura en la edad clásica (1961) y Nacimiento de la-
Klossowski (nacido en 1905), que será también el primer traductor clínica (1963). Obras, por otra parte, simadas en la intersección,
francés de Wittgenstein— , esa interpretación «estetizante» del au­ aún poco explorada, del estudio de las mentalidades, de los mitos y
tor de Zaratustra está jalonada por la publicación en 1962 de un li­ de los saberes.
bro de Gilíes Deleuze (1925-1995), Nietzsche y la filosofía. Opuesta En primer lugar, esos libros anuncian un nuevo tono. El estilo
a todos los pensamientos del Ser y de la representación, para D e­ de Foucault rio es el de un erudito volcado sobre el pasado. A pesar
leuze la de Nietzsche es ante todo una filosofía de la voluntad. L e- de ser considerable, su erudición no carece de fallos. Especialistas
vantando acta del hecho de que, en ausencia de todo criterio ob­ mejor informados—aunque tampoco desprovistos de prejuicios—
jetivo de lo verdadero, sólo existe la «voluntad de verdad» del se han encarnizado mostrando los errores o descuidos que infestan
filósofo, ésta le ofrece la facultad de afirmar su lenguaje personal y sus primeras obras. Desde su punto de vista tienen razón. Pero ol­
por tanto de crear sus propios conceptos sin tener que referirlos a vidan lo principal: hostil a las instituciones universitarias clásicas
una norma trascendente, por definición imposible de encontrar. — que no cesará de rehuir ocupando puestos en el extranjero (Suecia,
Foucault—por otra parte fascinado por ia naturaleza iingüísti- Polonia, Alemania), participando en la creación de la universidad
ca, incluso lúdica, de la creación literaria (a la que consagrará alternativa de Vincennes (1968) y haciéndose elegir para el Colegio
algunos textos marcados por su descubrimiento de Raymond de Francia (1970), donde sucederá a je a n Hyppolite— , Foucault
Roussel o de los escritos «psicóticos» de Jean-Pierre Brisset)— será no pretende hacer obra de anticuario. Su ambición es otra. Consis-
seducido profundamente por la lectura de Nietzsche propuesta te en escribir una historia de la verdad, poniendo en claro los Iazos_
por Bataille, Klossowski y Deleuze. E n su madurez, invocará cada que ésta mantiene—tanto por sus condiciones de posibilidachcomo
vez más frecuentemente a Nietzsche como inspiración. Sin em­ a jravés de sus efecm s^con7d^5urip<^
bargo, los primeros maestros que reconoce, cuando. comienza a jn e n í consiste en destruir la pretensión positivista (o la del raciona^
escribir, son ante todo historiadores. Historiadores de oficio co­ lismo clásico) de fundar el saber en un suelo estable y asegurado.
mo los que gravitan alrededor de la revista Anuales, fundada La mejor ilustración de esta empresa la ofrece, la H is to ria Ap la..
en 1929 por M arc Bloch y L u d en Febvre, o como Philippe Aries, locMMzr-su tesis de doctorado en filosofía, dirigida por Canguilhem.
pionero en los años cincuenta de la «historia de las mentali­ A partir de un corpus de antiguas obras médicas descubierto en
dades». Pero también filósofos o historiadores de la ciencia, co­ Uppsaía (Suecia)—donde, gracias a Dumézil, obtuvo el puesto de
mo G astón Bachelard, Alexandre K oyré y su común discípulo director de la Maison Frangaise—, Foucault rpmnQtniye L historia
G eorges Canguilhem (1904-1995)— autor de trabajos sobre la de las sucesivas maneras como ha sido percibida la locura dentro de
biología y la medicina y, en 1956, de un polémico artículo atacan­ la cultura occidental. Considerado como portador de una señal sa­
do las pretensiones científicas de 1a psicología académica.” 8 Por grada, como el beneficiario de tina elección divina, el loco es libre
supuesto sin olvidar al historiador estructuralista Georges Dumé- y toleradq^m m J^LEdad_M £dÍaJ3 on la consolidación de la mo­
zil, quien, durante toda su vida, guiará a M ichel Foucault con sus narquía absoluta, con la puesta en marcha de un F.craHo rmrraM™-
consejos. dcuLqne-se-libera-deia.nitela de la Iglesia, se convierte en un factor
de_dcsordfiii_sa£Íal. E l «gran encierro» llevado a cabo en el siglo
xvii no bastó, sin embargo, para aislar la.locura en-rcFcinn con Fe
228. « Q u ’est-ce que la psyehoiogie?», artículo recogido en G eorges Canguil-
hem , Etudes d ’histoirc et de pbjlosopbie des Sciences, París, V rin , 1968. otras formas de desviación. Hay que esperar al final de la edad clá­

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sica, en los años 1780-1820, para verla redefinida en términos de de ser ajeno a la escena de los conflictos sociales. Aportan final­
«enfermedad j nruxtal» por la institución médica. Se convierte en- mente la prueba de ello sus dos principales obras de reflexión epis­
tonces en obieto de un saber positivo: .la psiquiatría, que se termi­ temológica—Las palabras y las cosas (1966) y La arqueología del saber
na de constituir como rama de la medicina a lo largo del siglo xix, (1:969), a las que se puede añadir el texto de su lección inaugural en
dando así una legitimación teórica a la práctica de internamieñto el Collége de France, E l orden del discurso (1971).
— garantía del orden familiar y fuente evidente de muchos abusos Subtitulado «Una arqueología de las ciencias humanas», el pri­
de poder. mero de esos libros vuelve sobre el período estudiado en la Histo­
L a lección de tal relectura de la historia es doble. Por una parte, ria de la locura—desde finales del siglo xvi a inicios del siglo xix— ,
la locura— lejos de ser un objeto familiar y con contornos reconoci­ con el objetivo de mostrar que, lejos de ilustrar un progreso conti­
dos—no es más que una noción cuyo contenido— como la mayor nuo de «la» razón, dicho período, muy al contrario, está enmarca­
parte de los conceptos de la psicología y de las ciencias sociales en ge­ do por dos rupturas subterráneas que han dado formas históricas
neral—ha variado ampliamente en el curso de la historia, en función muy distintas a nuestras maneras de pensar.
de preocupaciones políticas o «prácticas» en el sentido amplio del Una primera ruptura, a finales del Renacimiento, marca la
término, ajenas en todo caso a la pura búsqueda de la verdad. En re­ emergencia de lo que en Francia ha dado en llamarse «edad clási­
sumen, la verdad no es el único móvil del saber, cuya función social ca». Para los teóricos del siglo xvii toda actividad intelectual y ar­
se inscribe en cada época en un entramado de poder determinado. tística no puede ser concebida sino en el interior de un problema
Por otra parte, ese entramado de poder no tiene en sí mismo de la «representación» que ilustran, por ejemplo, la lingüística de
nada de inmutable. Basta, muchas veces, con mostrar la impostura Port-Royal o Las Meninas de Velázquez. En el paso entre el siglo
del saber sobre el que pretende fundarse para convertirlo en extra­ xviii y el xix, una segunda ruptura hace desaparecer esta proble­
ñamente vulnerable. Esa es, en todo caso, la convicción de Fou- mática en favor de un modo de pensar centrado en la noción de
cault y de sus primeros discípulos que, a finales de.los años sesenta «sujeto». Aparece entonces una nueva idea, según la cual el hom­
y durante los años setenta, se comprometen en luchas concretas bre sería a la vez el autor y el actor de su propia historia, que en­
contra la institución psiquiátrica. Por la misma época pero en una traña la promoción de la ciencia histórica al rango de «madre de
perspectiva más sartreana, ésta es atacada por los «antipsíquiatras» todas las ciencias del hombre».229 230 Esa segunda ruptura abre una
británicos Laing y Cooper, mientras que un libro-bomba redac­ nueva edad, la de la modernidad, de la que no hemos salido toda­
tado en colaboración por Gilíes Deleuze y el psicoanalista Félix vía pero que, desde ahora mismo, podemos presentir que, como la
Guattari—Antiedipo (1972)— celebra con vigor las «máquinas de­ precedente, tendrá un final.
seantes» humanas para acusar mejor a los dogmas represivos del Dejemos al margen la cuestión de saber si esa definición de mo­
freudismo y del «familiarismo». Difícil de discernir con precisión, el dernidad no es demasiado extensa, porque tiende a borrar las mu­
resultado de esas luchas— que cobrarán rápidamente una dimensión taciones científicas y artísticas de los años 18 8 0 -19 14 —sin duda
europea— será hacer retroceder un poco en todas partes las prácticas considerables. Y retengamos sobre todo las conclusiones que Fou­
de internamiento abusivo, obligando a los propios psiquiatras a revi­ cault extrae de su investigación. Conclusiones que se despliegan,
sar—momentáneamente— algunos de sus presupuestos."9 de nuevo, sobre dos registros: teórico y práctico.
Se ha dicho que el pensamiento de Foucault— a pesar de su in­ Conclusión teórica, en primer lugar: la evolución del pensa­
dividualismo, su «minimalismo» y su rechazo delpathos— está lejos miento se produce precisamente de forma discontinua—como de­
cían ya Bachelard y Koyré. En cada época, el pensamiento está pri-
229. Sobre el conjunto de ese movimiento, véase Christian Delacam pagne, A n -
tipsychiatrie, Pacís, G rasset, 19 74 . [Trad. cast. de Jo sep Sarret: A ntipsiquiatría, Bar­ 230. M ichel Foucault, Les mots et les choses, París, Gallimard, col. T e l, 1990, p.
celona, M andragora, 1978.] 378. [Trad. cast. de Cecilia Frost: Las palabrasy las cosas, M éxico, Siglo XX 3 , 1993.]

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.0

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(1979). L o que es seguro es que, preocupado por practicar una rni- ■ .O
sionero de los límites que le son asignados por la estructura empí­
ricamente determinada que sostiene la cultura de esa época. Fou- litancia individual independiente de los partidos y centrada en la ■0
cault llama a esta estructura épistémé, puesto que constituye de ma­ politización de los problemas de la vida cotidiana, se aproxima a / .0
nera general el basamento común de todas las formas del saber. Es inicios de los años setenta a la extrema izquierda libertaria, encon­ LO
necesaria, pues, una ruptura— a la vez subterránea, anónima y bru­ trándose así—y-casi en contra de su voluntad— en posiciones veci­ ■ n
tal— en nuestra manera de encarar el mundo para que cambie la nas a las de Sartre, con quien no llegará a abrir jamás un verdadero O
épistémé, para que se desplacen los límites de lo pensable, para que debate teórico. -;,0
sea posible— en una palabra— pensar «de otra manera». Se notará E n lo sucesivo, pues, las iniciativas foucaultianas de investiga­ ■' O
de paso que este problema es directamente responsable de la pre­ ción o de acción proceden ante todo de una inspiración funda­
■ .O
coz asimilación— hecha en 1966— del pensamiento de Foucault al mentalmente «antiautoritaria». Ya sea.teniendo por objeto la his­
toria de la noción de exclusión o—como en sus primeros cursos en Q
estructuralismo: asimilación que el principal interesado negará, ex­
plicando en La arqueología del saber que el estudio de las estructuras el Collége de France—la genealogía del sistema penal, esas inves­ : O
en sí mismas le interesa menos que comprender cómo nuestros tigaciones ilustran el proyecto inédito de una «microfísica» del ■ '0
«discursos» son a la vez producidos y limitados por un a priori his­ poder. E n efecto, lejos de ser un bloque monolítico, el poder debe
tórico que quita, al mismo tiempo, todo prestigio romántico a la conjugarse en plural. N o existe sino bajo una forma dispersa, in­ ",0
noción de «autor». vistiendo redes que no están conectadas todas entre sí y que, por . -.O
Consecuencias prácticas, por otra parte: si «el hombre no es el eso mismo, ofrecen brechas. Particularmente complejas son sus *( )
más viejo problema, ni el más constante que se haya planteado el interacciones con las redes del saber, también en perpetuo cambio. ..O
saber humano»,231 si no es «sino una invención reciente»,232 apare­ En ocasiones sucede que unas y otras coinciden. Entonces esa si­
©
cida a finales de la edad clásica y de la que legítimamente se puede tuación produce los más violentos efectos de censura— a los que se
■ ©
suponer el «cercano fin»,233 entonces el humanismo «teórico» se oponen, dramáticamente, los esfuerzos llevados a cabo por los ex­
encuentra completamente condenado. D e repente, todas las filo­ cluidos para recuperar la palabra de la que los priva el sistema. o
sofías dialécticas de la historia— fundadas, como el hegelianismo y Pues también existe un punto de vista de los excluidos: Fou­ ..o
el marxismo, en la creencia en un progreso engendrado por la ne- cault lo prueba publicando (1973) la «confesión» de un joven cam­
gatividad de la acción humana— se hunden sin remisión, dejando pesino normando culpable de parricidio: «Yo, Pierre Riviére,
su lugar a nuevas figuras del saber sociológico, así como a formas habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano».
inéditas de intervención política. Enterrado desde 1935 en los archivos jurídicos, ese devastador tex­
¿A qué figuras y a qué formas? Esto es lo que Foucault se va a to no aporta solamente una interesante clarificación sobre las «ma­
esforzar en imaginar los años siguientes. Y no sin dificultades: así, nipulaciones» jurídico-psiquiátricas de que ha sido objeto este tri­
no conseguirá ni explicarse claramente sobre las razones de su re­ ple crimen durante el proceso; muestra asimismo la existencia, entre
chazo del marxismo— a pesar de las numerosas entrevistas durante los más desamparados de los oprimidos, de una singular aptitud
las cuales ha sido invitado a explicarse sobre ese tema, como por para «hablar», por tanto para «saber», qué no ha dejado de iser re­
ejemplo la concedida en 1978 a Duccio Trombadori— ,234 ni evitar primida por todos los poderes— comenzando por el poder acadé­
ciertos errores de análisis— como los que empañan su elogiosa mico, evidente ostentador del saber «legítimo».
apreciación de los inicios de la «revolución» islámica en Irán Dos años más tarde (1975), Vigilar y castigar narra el «naci­ _©
miento de la prisión». Sobre la base de la Historia de la locura, ese O
nuevo libro se esfuerza por volver a trazar las mutaciones que, en o
2 3 1. Ibid., p. 398. 232. Ibid., p. 15 . 233. Ibid., p. 398.
234. Entrevista recogida en M ichel Foucault, D its etÉ crits (19 5 4 -19 8 8 ), París,
el orden de las ciencias—o pseudociencias— médicas, psicológicas O
Gallim ard, 19 94 , t. IV , pp. 4 1-9 5 . y criminológicas, han permitido la emergencia— a partir de finales
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del siglo xviii— de un sistema de «adiestramiento» del cuerpo gra­ te la brecha que va separando el primer volumen— L a voluntad de
cias al cual el Estado centralizador ha podido extender su dominio saber, publicado en 1976—de los dos tomos siguientes—E l uso de los
sobre el resto de la sociedad. E n ruptura con la práctica de los «su­ placeres y La preocupación de sí, que no aparecen sino después de un
plicios» tan cara al Antiguo Régimen, ese sistema tiene como obje­ largo silencio, en jumo de 1984. E l mismo mes en que Foucault,
tivo— entre otros— «reeducar» al condenado, sometiéndole por la víctima del sida, desaparece prematuramente de la escena filosófi­
fuerza a una «pedagogía» disciplinaria y punitiva cuyo instrumen­ ca a los cincuenta y ocho años.
to privilegiado lo constituye la moderna prisión-descendiente del Simple prefacio a un libro proyectado pero aún no escrito, La
«Panóptico» de Bentham. voluntad de saber parece anunciar una nueva empresa de «desmiti-
Pero esta vez el propósito de Foucault es más abiertamente ficación» dirigida en lo esencial en contra del psicoanálisis. Éste
subversivo que en la obra de 19 6 1: ¿No es la prisión, incluso más que afirma que en Occidente el sexo no ha cesado de ser rechazado por
el hospital, el símbolo de un orden burgués ansioso de reprimir la moral cristiana, hasta el punto de que el simple hecho de tener
toda desviación? Por lo demás, Foucault está comprometido acti­ — a despecho de ese tabú—un discurso sobre el sexo constituiría en
vamente— por aquella época— en acciones militantes dirigidas a sí mismo un acto liberador. Ilusión, replica Foucault. É l se propone,
obtener el cierre en las prisiones francesas de las zonas llamadas de al contrario, establecer que la cultura occidental, gracias a la prác­
«alta seguridad». E n Europa y aún más en los Estados Unidos, Vi­ tica de la confesión convertida en obligatoria por la iglesia católi­
gilar y castigar se convertirá en el breviario dé una nueva «izquier­ ca, ha hecho del sexo el objeto privilegiado de una oleada de dis­
da», centrada en la crítica a toda forma de autoridad, policial o cursos. Y así ha sucedido a partir del momento en que el sacerdote
simbólica, pero relativamente indiferente a las condiciones socio­ ha sido sustituido por el psicólogo, el psicoanalista o el sexólogo
económicas que permite a éstas ejercerse. —por una pseudociencia con pretensión de autoridad médica cuya
Al mismo tiempo, el éxito de ese libro no dejará de plantear al­ función real es_ normalizar la diversidad de las prácticas sexuales
gunos problemas a Foucault. Escéptico respecto a las ideologías de posibles, reduciéndola a la monotonía de un esquema único.
la «liberación» con las que se quiere asociar su nombre, hostil con L a prometida demostración, sin embargo, no llegará nunca. De­
la creciente mediatización de que es objeto su trabajo, le resulta no masiado seguro de poder llevarla a cabo, Foucault se ha cansado por
obstante difícil renunciar a difundir sus tesis. De esas ambigüeda­ anticipado de esta tarea; una tarea, a fin de cuentas, académica.
des da fe una entrevista anónima que, bajo la misteriosa designa­ Cada vez más, hacia 1980, su interés se ha desplazado de la moral
ción de «filósofo enmascarado», concede al'diario Le Monde en sexual de los Padres de la Iglesia hasta la de los autores griegos o la­
198o235236
— y cuyo título se hace eco de esta frase de La arqueología del tinos combatidos por éstos. En definitiva, su objetivo ha cambiado
saber: «Más de uno, como yo sin duda, escribe para no tener ya nin­ de dirección en pleno camino. Y a no se trata de arrancar a la sexua­
gún rostro».230 lidad del dominio del cristianismo— demasiado habitualmente de­
Más profundamente, Foucault experimenta la necesidad de re­ nunciado desde Nietzsche—, sino simplemente de reencontrar, en
novarse, de desplazar los límites de su propio pensamiento al in­ su positividad, las doctrinas de los antiguos sobre ese tema.
ventarse otros objetos— u otros objetivos. E n esa Historia de la Foucault reinicia, pues, el estudio de las lenguas clásicas y,
sexualidad que resulta ser su última obra, un trabajo subyacente de guiado por uno de.sus colegas en el Collége de France—el histo­
autotransformación se opera en sí mismo, como ilustra claramen­ riador de Roma Paul Veyne— , descubre que esas doctrinas son
mucho más complejas que lo que podrían hacer suponer las teo­
235. Entrevista con Christian Delacampagne, recogida en M ichel Foucault, rías platónica y aristotélica del amor. Para los moralistas helénicos,
D its et Écrits (ip S 4 ~ T9 88)> °P- Clt ü- I Y PP- 10 4 - 110 .
236. M ichel Foucault, L'Arcbéologie du savoir, París, Gallim ard, 1969, p. 28. estoicos y epicúreos en particular, el sexo es— como el deporte, el
[T rad . cast. de A urelio G arzó n del Cam ino: L a arqueología del saber, M éxico, S i­ aderezo o la manutención— el elemento de un régimen de vida
glo X X I, 1970.] centrado en la construcción, por parte del sabio, de su propia per­
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sonalidad. Por así decirlo, un medio para conseguir a la vez el pla­ han provocado fallas y fracturas en el interior de estas vastas cate­
cer, la salud y la serenidad en un mundo devastado por la violencia gorías, demasiado generales para ser operativas, en tanto que tales.
y olvidado de Dios. N i ignorar que estas últimas tienen en sí mismas una historia empí­
Desapasionada, despsicologizada, esa investigación del mejor rica, en lugar de designar realidades transcendentales como creían
«régimen» posible no puede dejar de seducir al convencido indivi­ Husserl o Russell. Tienen una historia ligada a la de la cultura oc­
dualista que es Foucault. L a tesis de la «construcción de sí» le ofre­ cidental, en cuyo seno han emergido— con Platón—, y que puede
ce igualmente el medio para efectuar una síntesis entre su concep­ ser levantada (en sentido estricto) por una «arqueología».
ción hedonista de la ética y su visión libertaria de la política. En Sin duda Foucault no es el único en haberlo dicho. Con toda
efecto, al intensificar sus placeres y tan lejos de toda preocupación claridad, su «arqueología» procede del concepto nietzscheano de
represiva como de toda obsesión emancipadora, el «sabio» se «genealogía», cuya fecundidad no ha escapado ni a Bataille por
desembaraza del rígido papel que la cultura occidental impone al una parte ni, por otra, a Benjamin, Horkheimer y Adorno. Pero, si
«sujeto» humanista y contribuye, por ello, a subvertir el campo bien ha reconocido al final de su vida haber sido en parte adelanta­
social más eficazmente de lo que lo haría no importa qué «ideolo­ do por la escuela de Frankfurt, es Foucault el primero que ha dado
gía». Posición que, una vez más, no deja de recordar la que Deleu- a ese problema «genealógico» toda su fuerza crítica, al arrancarla
ze y Guattari han dibujado en el Antiedipo y desarrollado en M il del lenguaje de la dialéctica—demasiado «marcado» metafísica-
mesetas (1980). mente— , para reformularla en el lenguaje—heredado de Koyré—
Desgraciadamente, una enfermedad también trágicamente vin­ de una historia «discontinuista».
culada al sexo se llevará a Foucault antes de que tenga tiempo de Probablemente no es ningún azar que ese redescubrimiento del
sacar todas las conclusiones esperadas de esa investigación. En relativismo nietzscheano se haya producido en la Francia de los
consecuencia, su obra se verá afectada por una especie de esencial años sesenta. Llegado a adulto bajo el signo de Auschwitz y de Hi­
inconclusión— como la de Althusser— , en el momento en que iba roshima, en un país debilitado por sus conflictos coloniales así
a evolucionar, sin duda, hacia otros horizontes. E , incluso como la como por la guerra fría, Foucault es en efecto muy representativo
de Althusser, nos es en parte ocultada por el malsano interés que de una generación que, habiendo perdido la confianza en las gran­
suscita en la actualidad el destino de su autor, como lo muestra el des utopías sociales y no creyendo ya en el sentido de la historia,
éxito reciente de una biografía de Foucault centrada en su homo­ no puede sino soiñeter a la sistemática práctica de la sospecha los
sexualidad— biografía que, por su sistemática búsqueda de lo es­ ideales en cuyo nombre el «progreso» histórico ha sido legitimado
candaloso, termina por perderlo todo: la obra y el hom bre/37 hasta ahora. Pertenecen también a esta generación sus compatrio­
tas Gilíes Deleuze—que resulta, con Diferencia y repetición (1968) y
Lógica del sentido (1969), el más consecuente de los nietzscheanos
actuales— y Jean-Fran^ois Lyotard (1924-1998)—quien, original­
Quedan por analizar ciertos cambios que las obras de estos dos au­ mente miembro del movimiento de Socialismo o Barbarie, no ha
tores han tenido tiempo de producir en la filosofía contemporánea cesado desde entonces de sistematizar su crítica de los grandes «re­
y cuyo efecto parece irreversible. latos» marxistas y freudianos (Discurso, Figura, 19 7 1; Economía libi-
N o es posible seguir hablando de Marx, después de Althusser, dinal, 1974). Foucault, Deleuze, Lyotard: tres pensadores «nóma­
sin haber intentado leerlo como Althusser ha mostrado que se po­ das», deliberadamente marginales y que, sin embargo, comparten
día hacer. Igualmente, después de Foucault, no es posible ya hablar una misma concepción «afirmativa», «enérgica» y pluralista de la
de la verdad y del saber sin tener en cuenta que sus investigaciones237 práctica filosófica.
Si este análisis es correcto, entonces esas tres obras podrían
237. Jam es M iller, Thepassion ofM ichelFoucault, N ueva York, Doubleday, 1993. ilustrar un momento estratégico de nuestro pasado reciente, en el
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que ia crisis de las filosofías de la historia—agravada por las múltiples dición de posibilidad del saber-—así como, poco después, La gran
consecuencias de la Segunda Guerra mundial y el triunfo planeta­ cadena del ser (1933), obra de Arthur O. Lovejoy que le revela la
rio de una «sociedad del espectáculo» (como dicen los «situacio- existencia de una «dinámica» propia en el desarrollo de las ideas.
nistas»)238 en la que las ideas no son más que mercancías— desem­ Después de haber sido uno de los primeros americanos en en­
boca al radicalizarse en una verdadera crisis de la razón, que pone en trar en París el día mismo de la liberación (25 de agosto de 1944),
tela de juicio hasta la posibilidad de un conocimiento científico. De vuelve a Harvat.d para acabar su tesis de física. E l rector de esa
aquí resultaría que, a despecho de sus lazos ocasionales o aparentes universidad—James B. Conant—le pide dar, simultáneamente, un
con el estructuralismo, esas obras escapan claramente a este último curso para no científicos destinado a hacerles comprender lo que
movimiento— que nunca ha cuestionado la naturaleza trascenden­ puede ser la práctica de la ciencia a partir de casos concretos. Ese
tal de lo verdadero, no más que el neopositivismo cuyo último ava- trabajo de circunstancias—que le lleva a leer a Aristóteles para por
der explicar a sus estudiantes cómo se lleva a cabo el paso de la ñ-
tar representa.
G racias a Foucault. en particular, v a la corriente «postestruc- sica griega a la de Galjleoy Newton—le hace tomar concienciaim.-..
turaUsta»-que se inicia con él. el debate sobre el fundamento de Ll previstamente de que la imagen del progreso científico dada por el
empirismo lógico está muy lejos de corrfspnpdersp ron la realidad
razón, sobre sus poderes y su futuro se ha convertido en el deba­
de los problemas vividos por los científicos. D e repente, una vez
te primordial de-la filosofía en los últimos veinte años. Pero antes
de exponer las diferentes^posturas a las que da lugar, conviene re­ terminada su tesis, ICuhn decide abandonar la física para volcarse
sqbreJa.liisJD Jia.dedajsiencia'r-
cordar que ninguna fatalidad vincula la concepción «disconti-
Esta nueva orientación le conduce, a su vez, a sumergirse (1947)
nuista» de la historia a ningún tipo de relativismo. E_s,tQ-esJo..que
en los Estudios galileanos de Kovré, cuyos principios metodológicos
muestra, en todo caso, una obra que también procede de Koyr_é
hace suyos inmediatamente. Tres años más tarde conoce en París a
pero que se desarrolla de manera totalmente independiente de
Koyré, quien le permite obtener una breve entrevista con Bachelard.
pQjmanltr y qnp decPTnhnra en la_actnalidad en conclusiones muy
Kuhn no leerá demasiado los libros de ese último, cuyas orientacio­
diferentes: la del filósofo norteamericano p. histo.riador_de la cien-
nes filosóficas está muy lejos de compartir. Por contra, otros traba­
da^Thpma&-S-J<«ttka.
jos franceses contribuirán a la formación de sus ideas: Identidad y
realidad de Meyerson (obra célebre en aquel momento en las univer­
sidades americanas), los textos de Pierre Duhem consagrados a la fí­
sica medieval (que hacen de ésta una etapa esencial en el camino que
Nacido en 0\údí^^^JX ^2'¿--L^<p6) se dedica a estudios de física
lleva de Aristóteles a Galileo) y los de Héléne Metzger (1889-1944)
teórica hasta que\5taila la guerra. Sin embargo, a partir de su pri­
sobre el nacimiento de la química moderna (Las doctrinas químicas en
mer año en la universidad cobra interés por la filosofía leyendo la
Francia desde los inicios del siglo X V II hasta elfin a l del siglo XV III, 1923;
Critica de la razón pura— por entonces está fuertemente impresio­
Newton, Stahl, Boerhaave y la doctrina química, 1930).
nado por la noción kantiana de «categoría», entendida como con­
A la influencia de esta escuela de historia de la ciencia se añade
la de la Gestaltpsychologie, por una parte, y, por otra, la de los descu­
238. Fundado en 19 57 por el escritor y cineasta francés G u y Debord ( 1 9 3 1- brimientos del psicólogo suizo lean Piaget ('1896-1080) relativos al
1994), el Situationist International era un m ovimiento espontáneo que se propu­ carácter discontinuo—también aquí—del desarrollo intelectual del
so em itir la crítica más radical y subversiva de la política, la sociedad y la cultura de
los sistemas capitalistas en la era tecnocrática. L a tesis fundamental de Debord en
niño. Por parte americana, Kuhn está marcado particularmente por
L a sociedad del espectáculo (1967) es que todo lo concerniente a estos sistemas— así los filósofos Quine y Sellars. Aprueba tanto la tesis— defendida por
com o el desafío marxista dirigido contra ellos— se ha convertido en cuestión de Qmne_en~«LQS dos dogmas del .empirismo» (19 51)— de que toda
«im agen» y «mercancía». Después de figurar a la cabeza del movimiento de 1968,
verdad depende a la vez del lenguaje y de los hechos, como la crítica
el m ovim iento se disolvió en 19 72. Debord se suicidó en 1994.
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propuesta por Sellare del «mito de lo dado». Ambos tienden a mos­ miento (Carnap). Por contra, cuando las «anomalías» constatadas
trar, le parece a Kuhn. que no se puede continuar definiendo— como se convierten en demasiado numerosas o masivas, entonces se pro­
hacía Popper inspirándose en Tarski—la verdad He una fenríg_pnr_gn ducen en el espíritu de los sabios misteriosas mutaciones—subya­
simple «correspondencia» con la realidad exterior: hay que tomar en centes y siempre difíciles de datar con exactitud— que terminan
cuenta igualmente otra dimensión aún más importante, la del len­ por producir un cambio de paradigma, es decir, una «revolución»
guaje en que se formula esa teoría y cuyas transformaciones consti- científica.
Para Kuhn todos esos cambios son ante todo «conversiones ^
E n 1957 y dentro de la perspectiva abierta por Koyré, Kuhn en nuestro modo de aprehensión mental de la realidad, revolucior
publica un trabajo sobre La revolución copernicana, tratando de re­ nes en el orden del lenguaje. L os nuevo,? conceptos n n v ienan~a
situar los aspectos estrictamente astronómicos de esta última en sustituir a los viejos de la noche a la mañana: designan otros obje­
su contexto cultural, filosófico y religioso. Cinco años más tarde tos, plantean nuevas preguntas, en resumen sugieren-otra rñanera
(1962), pasa de ese «estudio de caso» a una reflexión más general diferente de «ver» el mundo. De un modo general, las teorías an­
sobre La estructura de las revoluciones científicas. Derivada _bql igual tiguas no son retraducibles a_las_nuevas teorías:..simplemente unas
de la historia, de la filosofía y de la sociología, del conocimiento, yjptras son «inconmensurables»...—,
esta obra generaliza la observación de qiie_el progreso cien tífico nn ¿Debemos concluir que son lógicamente equivalentes? De
se produce de m odo lineal,y amrriulativo. sino por «saltos» abrup- hecho, un relativista podría estar tentado de subrayar que no existe
tos. Tales «saltos» se producen cuando un conjunto de teorías en- en Kuhn ningún criterio trascendental1que permita establecer la su­
traen «crisis» y eseEminado, despuéfTdeun cierto tiempo, en pro­ perioridad de un paradigma sobre otro. Nada prueba, por ejemplo,
vecho de otro conjunto teórico organizado de manera diferente. que un paradigma prescrito lo sea en su totalidad—puesto que la
Kuhn llama «paradigmas» a esas «visiones» sucesivas del mun­ propia revolución galileana procede de un retorno, más allá de Aris­
do que, en cada época, sostienen el trabajo de los sabios. U n para­ tóteles, a una concepción matemática de la naturaleza surgida de
digma es una «matriz disciplinar» compuesta de hipótesis teóricas Platón. E incluso cuando lo es, ello significa que nuestras creencias
generales, así como de un conjunto de leyes y de técnicas necesa­ han cambiado, pero no significa en absoluto que las creencias anti­
rias para su funcionamiento. Define la norma de lo que es una ac­ guas hayan sido «errores» en su propio tiempo—puesto que tanto
tividad legítima en un dominio dado y determina—-en gran medi­ la teoría del «flogístico» como la tesis geocéntrica no estaban glo­
da— la naturaleza de los hechos que íes está «permitido» observar balmente en contra de la mayor parte de las observaciones disponi­
a los investigadores. Ciertamente, cualquier paradigma debe co­ bles en la época atando esas creencias eran tenidas por verdaderas.
habitar— a la larga— con ciertas experiencias que parecen contra­ De hecho, los empiristas lógicos antes que los relativistas u rg jg ^
decirlo. Ahora bien, puede soportar esta prueba tanto más tiempo ..ron una variación en esta línea. El filósofo de la ciencia ErnestjNa^_
cuanto que las grandes teorías científicas están construidas— preci­ ge3/(iQOi-iQ8 ?), cuya obra mayor, La estructura de la ciencia (1961),
samente— para encajar con la mayoría de los hechos conocidos:239 tuvo la desgracia— como se ha señalado a menudo—de aparecer un
esa es la razón además por la que Kuhn rechaza igualmente el fal- año antes de La estructura de las revoluciones científicas, subrayó que
sacionismo, sea bajo sus formas sofisticadas (Lakatos), sea bajo su el advenimiento de la relatividad einsteniana no volvió súbitamente
forma clásica (Popper),240 y la concepción inductivista del conoci­ «equivocada» la mecánica newtoniana: ésta todavía es aplicable per­
fectamente a nuestro inmediato entorno terrestre, sólo el alcan-
239. T h om as Kuhn, L a Structure des révolutions scientifiques, trad. fir., París,
Flam m arion, col. Champs, 19 8 3, pp. 203-204. [Trad. cast. de Agustín Contín: L a es­ Recherche?» (1970), artículo recogido en Thom as Kuhn, L a Tensión essentielle, trad.
tructura de las revoluciones científicas, M éxico, F C E , 19 7 1.] fr., París, Gallimard, 1990. [Trad. cast. de Roberto Heíier: La tensión esencial, M é­
240. V éase sobre este punto «Logique de la découverte ou psychologie de la xico, F C E , 1992.I
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ce de su aplicación ha sido severamente restringido. L a teoría de no se aproximaría ineluctablemente a una «verdad» preexistente
Einstein, al proporcionar una explicación más satisfactoria de un —puesto quejarlefiniriún deJnverriad riepende siempre en parte del—
ámbito más vasto de fenómenos físicos, subsume la teoría anterior lenguaje y, por tanto, de la historia, Esta concesión—limitada— al
sin invalidarla. L a crítica de la doctrina knhniana de la inconmen­ relativismo explica la vivacidad de los ataques que han tenido como
surabilidad fue desarrollada después por un alumno de Nagel, Jo- diana las tesis de Kuhn, por parte de Popper y sus discípulos, par­
seph Epstein (19 17-19 9 3), quien se había ganado con anterioridad tidarios de una concepción ahistórica.de la objetividad científica.242
su reputación como un penetrante crítico de la^filosofía de Ayer y Por otra parte, ella justifica la comparación que se ha hecho mu­
de la tentativa de Quine de reconstruir el empirismo.24-- chas veces entre Kuhn y Foucault.
Con el beneficio de la perspectiva, sin embargo, y a la vísta del Esa comparación tiene, no obstante, sus límites. En primer lu­
surgimiento en este tiempo de formas más radicales de relativismo., gar, a despecho de la similitud indiscutible entre los conceptos de
las diferencias entre estas dos escuelas aparecen hoy bastante me­ paradigma y épistémé, porque todo parece probar que Foucault no
nos pronunciadas que en las décadas de 1960 y 1970. D e hecho, ha leído demasiado a Kuhn y que éste no ha descubierto sino muy
Kuhn, en un epílogo añadido a la segunda edición de La estructura tardíamente los trabajos de aquél. En segundo lugar, porque los
de las revoluciones científicas (publicada en 1970), así como en sus es­ respectivos puntos de vista de estos pensadores son muy diferentes.
critos posteriores reunidos en La tensión esencial (1977), niega ve­ Foucault describe correctamente las características fundamentales
hementemente que sea un relativista. Según él, siempre es posible de la épistémé que tienen lugar en la cultura europea a finales del si­
llegar— sobre una base «objetiva»— a una conclusión preferible a glo xviíi y que se oponen a la de la edad clásica, pero no explora en
otras. F J progreso científico, en particular, no es un engaño. Si las demasía el conjunto de las causas, económicas o ideológicas, que
teorías actuales son superiores a las que han reemplazado, no es so­ ha podido provocar esa mutación. En este sentido, es más un an­
lamente por motivos sociológicos— es decir, porque la comunidad tropólogo que un verdadero historiador.
de los investigadores lo afirme en el día de hoy. L o son porque han E n suma, de su investigación sobre la arqueología del saber Fou­
conseguido efectivamente resolver más problemas, explicar un ma­ cault espera obtener efectos directamente políticos, de naturaleza
yor número de fenómenos a partir de hipótesis más económicas, o subversiva, mientras que Kuhn no cree que esté en la naturaleza de
"ectu? 'edicciones cuantitativamente más precisas, la actividad filosófica contribuir por sí misma a la liberación de la
-E n resuj i?, Kuhn no duda de la objetividad de la razón ni del humanidad. Al «todo es política» de Foucault se le opone— pon,
hecíio desque la ciencia constituye l a torina más eleva< parte del investigador americano—una virión_
nalidad. Como mucho, acepta que el progreso científico no po- mentada de las diferentes prácticas sociales: escisión queden un
dría_ser_concebido t omo un proceso poxL&l que.el espíritu huma- sentido, no hace más que perpetuar la que separaba la escuela de.
Frankfurt de Popper y de los neopositivistás. E sa^ej^ru.babEtnenr.
tela explicación de que Foucault seliavam smladosindificultad en
2 4 1. V éase Josep h Epstein, «Professor A yer on Sense-D ata», Jo u rn a l o fP bilo-
sopby, 53, núin. 1 3 (1956), pp. 4 0 1- 4 15 ; y «Q uine’s G am bit Accepted», Jo u rn a l o f
un ámhitQ-donde la razóa^^arece-privada de fundamento objetivo,
Phüosophy, 55, nóra. 16 (1958), pp. 673-683. L a reseña de Epstein sobre Essential mientras que Knhn siempre ha mantenido que la razón tiene un
tensión de K uhn, p or la que el autor expresó su gratitud en carta privada, apareció en fundamentorinmutable detrás de la diversidad de sus figuras histd-
The Am erican Jo u rn a l ofPbysics, 47, núm . 6 (1979), pp. 568-570. Epstein, una auto­ .xígas. A fin de cuentas, esto es así a pesar incluso de que ambos
ridad en pragm atismo y un conspicuo discípulo de Peirce, llegó a Colum bia como
estudiante graduado mientras D ew ey estaba todavía vivo. Profesó durante más de — uno deliberadamente y el otro a su pesar—hayan contribuido a
cuarenta años en Ajnherst, donde, en febrero de 1994, H ilary Putnam dictó en su proyectar la duda sobre la existencia de ese fundameñto7~
honor una conferencia sugestivamente titulada «¿Fue W ittgenstein un pragmatis­
ta?». E l acercam iento de Putnam a la cuestión de cómo describimos el mundo, ana­
lizado después más en eieta/ie, puede proporcionar un m odo natural de salvar la dis­ 242. Concepción expuesta por Popper en sus primeros escritos y desarrollada
tancia entre los adeptos de N agel y los de Kuhn. en E l conocimiento objetivo (1972).

32° i 22
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D e esa duda quedaba por extraer las últimas consecuencias: es lado a la palabra viva o a la «voz» (pbone) y considerado como origi­ •. i
lo que ha»4teqho, a partir de los años sesenta, otros dos filó* nario donante del «sentido». Así pues, ese «fonologismo»— o ese ■ O
Jacquej D errida¿n Francia y, en los Estados Unidos, Richard/Rortv. «logocentrismo»— reposa a su vez, desde Platón y Aristóteles, en o
una metafísica del Ser confundido con el «ente supremo», dicho de o
otro modo, en una «onto-teo-logía»— puesto que, sí todo es «signi- n
3. D E L A D E S C O N S T R U C C I Ó N A L N E O P R A G M A T IS M O ; ficante», éste no puede evitar apoyarse sobre un significado «tras-
: .0
| cendental», garante último de toda donación de sentido. Desgra­
.o
Nacido en 1930 en E l Biar (Argelia), Tacqnes( D ^ ^ U ^ n gresa en ciadamente, ese sistema de remisiones jerárquicas no podría sino
conducir a callejones sin salida conocidos desde hace mucho tiempo. • "(")
1952 en la Escuela Norm al Superior, seis años después de Fou-
; Si la filosofía aspira a desligarse de ellos, debe comenzar, pues, por li- '• :Q
cault. Vuelve allí en 1964 para enseñar filosofía— en la misma épo­
ca en que Althusser es director adjunto— , antes de convertirse en í berarse de la dominación del logos. Y reconocer al mismo tiempo la .O
jefe de estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Socia­ «diferencia» infranqueable que separa al Ser y el ente. ■■ ' 0
les-—surgida de una escisión de la Escuela Práctica de Altos Estu­ Así, la andadura derridiana se incribe desde su arranque en el ám­
dios después de la guerra. bito del proyecto inicial de Ser y tiempo. Derrida lo admite de buen ;-cv)
Uno de los primeros textos de Derrida— en el que por otra par­ grado en una entrevista con Henri Ronse publicada en Positions .v ■ >)
te reconoce haber sido un «discípulo» de Foucault*43— está consa­ (1972): «Nada de lo que he intentado habría sido posible sin la
grado a una discusión de la Historia de la locura. A pesar de sus pre­ apertura [proveniente] de las preguntas heideggerianas».24 32245 Dicho
■ ; )

coces divergencias, que no harán más que crecer, ambos filósofos de otro modo, a semejanza de Heidegger, no cree que se pueda de-
comparten sin embargo una cosa; ambos son pensadores «exterio­ i sembarazar de la metafísica al «invertirla», y menos atacándola de -. 6 )

res»;!] estructuralismo. Derrida incluso va mucholn aslejo s en la frente en nombre de una posición diametralmente opuesta— que
crídca^que propone de ese movim iento, pues si bien—como Fou- tendría todas la posibilidades de no ser, a su vez, sino una posición
cault—ha estado marcado por los textos «nietzscheanos» de Bataille metafísica más, aunque camuflada. .

v Biandiot. se apoya además enla fenomenología husserliana, cuya Su estrategia es más sutil. Nada lo ilustra mejor que el doble
orientación antipositivista radicaliza inm ediatam ente.^ trabajo que Derrida consagra a Husserl al publicar, en 1962, una
E n lo fundamental, Derrida reprocha al estructuralismo haber larga introducción a E l origen de la geomettfa y, en 1967, un comen­ ■ o
permanecido prisionero de un problema del «signo», en sí mismo tario al primer capítulo de la primera de las Investigaciones lógicas
-;Ó
estrechamente ligado a los postulados más clásicos de la metafísica titulado La vozy elfenómeno. Ya se trate, en un caso, de las nocio­
nes fundamentales de la geometría o, en el otro, del concepto de - O
occidental. E n efecto, contrariamente a lo que parecen creer los
Bedeutung—que se puede traducir por «referencia» o «significa- ■ :0
adeptos de Saussure, la tesis según la cual «todo es lenguaje» no es
sino falsamente novedosa. N o hace sino enlazar con una concepción j do»— , Husserl se esfuerza por determinar una forma de pensa- ©
central de la filosofía griega: la supremacía del discurso Qogos), asimi- I miento «puro» que sería a la vez el origen y la esencia de todo . O
discurso científicamente riguroso. Sin embargo, no consigue apre­ ■
hender ese pensamiento sino a través de la meditación de los sig- -0
243. « C o g ito et histoire de la folie» (1963), texto recogido en Jacques Derrida, ! nos que lo expresan y, en particular, de los signos escritos que sirven
V E a-itu re et la D ijférence, París, Ed. du Senil, 1967, reed. col. Points, 19 9 1, p. 5 1. -13
[Trad. cast. de Patricio Peñalver: La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, para notarlo. Contaminado por la presencia secreta de esa «escri­ ; .

1989.] tura» sin la cual ninguna enunciación científica sería posible, el ori-
244. D errida empezó a estudiar la fenomenología en un m omento temprano,
■. 0
en 19 53 (como atestigua el artículo publicado en ese año sobre « E l problema de la ■
génesis en la filosofía de H usserl»), convencido desde el principio de que ni Sartre 245. Jacques Derrida, Positions, París, Ed. D e M inuit, 19 72, p. 18 . [Trad. case,
de M . Arranz: Posiciones, Valencia, Pre-Textos, 1977.]
- O
ni M erleau -P on ty han interpretado correctamente a Husserl.
(■;)
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gen que H usserl cree alcanzar no es, en consecuencia, «puro». N o
riano y utilizado corrientemente por Derrida a partir de 196Ó.246
hay otro origen que el impuro o, más exactamente, no hay origen:
Efectivamente, ya se trate de Rousseau o de Levinas, de Hegei
esa es— según Démela— la conclusión que impone la andadura
o de Freud, se constata que por todas partes la «presencia ausente»
husserliana, pero que el propio Husserl ha rehusado reconocer,
de la escritura—presente por los síntomas de la denegación de que
con la esperanza de salvar su reconstrucción ideal de la ciencia.
es objeto— corrompe, desde el origen, el propio origen. Ella expli­
Es tentador ver, en esta paradójica lectura, la matriz de todas las
ca a la vez el fracaso de la empresa metafísica y la exigencia que
siguientes. En todo caso, se reencuentran las líneas directrices en la
sentimos de «superar» ésta. Sin embargo, nada prueba que esa «su­
gran obra «teórica» de Derrida, De la gramatología (1967). Cons­
peración» sea posible: incluso la que ha intentado Heidegger ha
truido como un juego de espejos, este libro se organiza alrededor
embarrancado en cierto sentido. Tomando la imagen de un círcu­
de una mise en abyme de textos que, en épocas distintas de la meta­
lo para sugerir la clausura sobre sí mismo del discurso metafísico,
física occidental, proponen una misma imagen depreciativa del sig­
Derrida prefiere decir que sólo se puede intentar escapar a ese
no escrito: el Ensayo sobre el origen de las lenguas de Rousseau y la na-
círculo a condición de recorrer indefinidamente sus límites. En la
rración que hace Lévi-Strauss (‘Tristes trópicos) del descubrimiento
práctica, eso significa releer la filosofía occidental buscando deses­
de la escritura por los indios Nambikwara. De su confrontación,
tabilizar su centro a partir de su periferia— dicho de otro modo,
Derrida extrae una conclusión análoga a la de los trabajos de
haciendo jugar en contra de ella, en los textos mismos donde se en­
Husserl: precisamente cuando pretenden demostrar la supremacía
carna, todos los elementos semánticos capaces de dislocar las gran­
del logos entendido como palabra viva, esos textos conducen— a su
des oposiciones binarias a cuyo alrededor se ha organizado desde
pesar pero por su propio planteamiento del problema— a minar la
Platón: alma-cuerpo, espíritu-materia, masculino-femenino, signi­
supremacía en cuestión, puesto que no pueden hacer otra cosa que
ficado-significante, habla-escritura, teoría-práctica, etc.
presuponer la existencia de una «archiescritura» anterior al logos
Una relecturá semejante resulta muy fiel— como la que Hei­
para dar cuenta de la «articulación» que define a éste. E n conse­
degger practica con los griegos— a la etimología de las palabras, así
cuencia, la «aparición» del origen se ve, por la introducción de ese
como a sus múltiples sentidos, pero también—como la escucha «flo­
«suplemento» (o forma previa de expresión), «diferida» hasta el in­
tante» del psicoanalista— a las lagunas, a las contradicciones, a lo
finito—y el sentido condenado a una irremediable «diseminación»
impensado del discurso metafísico, es decir, a todo lo que, en él, es
o dispersión. «síntoma». Finalmente se trata, por principio, de una lectura sin
Teoría de esa «archiescritura»— dicho de otro modo, del «gra­
asunciones apriori, puesto que, si se quiere renunciar a la idea de una
ma» (grammé en griego), de la traza, de la inscripción, de la tacha­
jerarquía de los conceptos, todos los textos tienen el mismo valor:
dura— , la «gramatología» se anuncia así como el nombre de una textos menores de conocidos filósofos (el Ensayo sobre el origen de las
futura «ciencia» o, al menos, de una forma de «subversión» tex­
lenguas de Rousseau, por ejemplo), textos de filósofos menores
tual particularmente devastadora. En sus trabajos posteriores, el (como Condillac, estudiado por Derrida en La arqueología de lofrívo­
filósofo renuncia sin embargo a desarrollar de forma sistemática la lo, 1973), textos de escritores que no son considerados como filóso­
metodología de ese proyecto— sin duda porque la noción misma
fos (Jabés o Artaud, tratados en La escritura y la diferencia, 1967, o
de «teoría» le parece que se aviene con la metafísica que él trata de
Genet en Glas, 1974), incluso obras pintadas o dibujadas que no son
desafiar. Por contra, se aplica al ejercicio activo de ese desafío,
textos pero que se revelan, a fin de cuentas, como construidos por el
ejercicio que asimila en principio al movimiento de la différance— mismo modelo {La verdad en pintura, 1978; Memorias de ciego, 1990).
sustantivo construido sobre el participio presente de verbo francés
differer, que significa tanto «diferenciarse» como «diferir»— y que
sus discípulos popularizarán con la forma más simple de «des­ 246. Véase, por ejemplo, «Freud et la scéne de l’écriture» (1966), texto recogido
enjaeques Derrida, L ’Ecriture et la Difftrence, op. cit., p. 293. Sobre el sentido d& diffe­
construcción», verosímilmente inspirado por el Abbau heidegge- rer, véase la entrevista de Derrida con H enry Ronse, «Implications», en Positions, 8.

3 24
0"J
O
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O
¿Cómo definir, en la actualidad, los «efectos» de ese ejercicio Sin embargo, no es traicionar el trabajo de Derrida reconocer­ O
que Derrida practica desde hace casi treinta años bajo formas re­ le—-en algún sentido— una ambición «revolucionaria». En efecto, O
novadas sin cesar? Inevitablemente se han producido deslices, se no se puede desconstruir la metafísica sin desconstruir la razón, o
han multiplicado los contrasentidos. E s por ello por lo que, en los sin proceder a una disolución radical de sus principios de base y o
departamentos de literatura de las universidades norteamericanas del espacio— cultural y social— que organizan. Un proyecto de 0
donde el pensamiento derridiano ha penetrado en los años setenta, este tipo no apunta, como se podría esperar, sino a liquidar el «lo-
■o
gracias entre otros al profesor de Yale Paul de M an (19 19 -19 8 3), la gocentrismo» estructuralista. Tiene necesariamente mayores con­
secuencias. ■■O
palabra «desconstrucción» designa en la actualidad un estilo de
crítica textual que, cuando no es practicada con fortuna, se reduce ¿Cuáles? Aquí aparece la ambigüedad del término «revolu­ ;o
muy habitualmente a la pura y simple denuncia del carácter «reac­ ción». Deseoso de evitar toda «ideologización» de su pensamiento, ■o
cionario» de los conceptos metafísicos, es decir, en fin, de la cultura Derrida aborda este terreno con la mayor prudencia. A pesar de ad­ o
occidental. Como, por otra parte, ésta ha sido «patriarcal» durante mitir que la «desconstrucción» engendra forzosamente efectos de o
mucho tiempo y Derrida no se ha olvidado de atacar lo que lla­ naturaleza política, actúa como si éstos no fueran reductibles a fór­ -o
ma— con una palabra híbrida— el «falocentrismo», su pensamien­ mulas demasiado esquemáticas. Ello no le impide por lo demás ■0
to sirve también de referencia al combate teórico de las feministas combatir el racismo y el apartbeid, ni comprometerse en favor de los :O
norteamericanas. Nada sorprendente si, en tales condiciones, la «disidentes» checoslovacos-r-compromiso que le valió en 1981 un •0
ofensiva de la «desconstrucción» al otro lado del Atlántico es algu­ breve arresto en Praga. N i abordar, más reciente y frontalmente, la
;í.)
nas veces asimilada—por sus adversarios— a una amenaza «iz­ cuestión del futuro del marxismo en el que es, hasta el momento,
quierdista» que no tiene otro objetivo que minar los fundamentos uno de sus mejores libros: Espectros de Marx (1993). JO
del saber y de la democracia. Nacido de una voluntad de denuncia del mito del «final de la o
Ese parece ser el trasfondo, en todo caso, de una campaña or­ historia» propagado por Francis Fukuyama, ese libro recuerda que ■ 0
questada contra ella a propósito de una cuestión relativa a la inter­ la democracia liberal no está realmente establecida en la mayor par­ 0
pretación de Austin por un alumno de éste, John R. Searle, cono­ te del mundo ni es capaz—por sí sola— de resolver los problemas 0
cido por sus posiciones conservadoras. Suscitada por la traducción suscitados por el agravamiento de la injusticia y la miseria constan­ o
en 1977 de un texto— «Signatura Acontecimiento Contexto»— te, en Occidente y en todas partes. Mostrando que no es inútil vol­
o
previamente publicado en Márgenes de la filosofía (1972), la encen­ ver, para descifrar nuestra coyuntura histórica presente, a ciertas
o
dida réplica de Searle— «Para reiterar las diferencias»— provocó a pistas abiertas por Marx y enlazando— a través de una referencia
su vez una respuesta de Derrida— «Limited Iñc. a b e ...»— que explícita a Benjamín249— con la inspiración «mesiánica» del mar­ o
no, ha contribuido demasiado a apaciguar el debate.247 La «des­ xismo, Derrida ha conseguido así anclar su propia reflexión en una V:)
construcción» continúa siendo, pues, en los Estados Unidos una tradición crítica que— más allá de E l capital—se remonta sin equí­ Q
«moda» violentamente criticada por los filósofos «profesionales». voco posible a la vertiente «positiva» de la Ilustración. o
E incluso si pensadores no «analíticos» como Stanley Cavell y R i­ 249. Jacques Derrida, Spectres de M arx, París, Galilée, 1993, pp. 95-9Ó. o
chard Rorty han sabido prestar atención a la propuesta derridiana, o
Alan Sokal, un profesor de física de la Universidad de N ueva York, dedicado a una
no han podido, por sí solos, disipar los malentendidos ligados a la interpretación «desconstruccionista» de la teoría cuántica que, más tarde, fue reco­ o
recepción norteamericana de ésta.248 nocido como un texto deliberadamente sin sentido. La «brom a de Sokal» hizo las Q
delicias, naturalmente, de los adversarios de Derrida, a pesar de que no prueba
nada, excepto que el comité editorial de ciertas revistas no es lo bastante cuidadoso 0
247. E ste conjunto de textos (el de Searle resumido) se encuentra recogido en al seleccionar sus propuestas. L a publicación en Francia de un libro de Sokal y Jean ■©
Jacques Derrida, Lim itedIn c., París, Galilée, 1990. Bricm ont, Impostares lntellectuelles (1997), ha creado una pequeña tormenta dando
así nueva vida al debate a través del Atlántico.
O
248. E n 1996, la revista Social Text aceptó para su publicación un artículo de
-.0
326 327 r;0
' ■>
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Por contra, aún no ha conseguido liberarse completamente de Amigo de Blanchot (al que conoció en Estrasburgo en los años
las dudas que pesan sobre los orígenes teóricos de la «desconstruc- veinte), precursor de los estudios husserlianos y heideggerianos en
ción»: su doble referencia a Heidegger y a Blanchot, es decir, a dos Francia pero al mismo tiempo discípulo de Bergson, de Jean Wahl
pensadores que fueron atraídos en los años treinta por ideologías y de Gabriel Marcel, Levinas se dedicó— a partir de 1945—a eluci­
«revolucionarias» de extrema derecha— el nacionalsocialismo en dar en un estilo existencialista los fundamentos metafísicos de la
el caso del primero, el fascismo maurrassiano en el caso del segun­ ética, rechazando disociarlos de ana exigencia de naturaleza reli­
do. Extrañamente silencioso, durante años, sobre este peliagudo giosa: para él, la verdad última que libera el análisis último del Da-
: \ tema, Derrida ha terminado por abordarlo en dos textos— Del espí­ sein es inseparable de la «revelación» de una trascendencia absolu­
ritu: Heidegger y la cuestión y Psiqué: Invenciones del otro— aparecidos ta, por la que el hombre no podría sino dejarse inundar. Después,
;V •> en 1987. De todas maneras, no tanto para condenar sin ambajes a en sus libros mayores— Totalidad e infinito (19 6 1) y Diferente que ser
Heidegger cuanto, más bien, para intentar deshacer pacientemen­ o más allá de la esencia (1974)—, se incorpora abiertamente a una
Q .'
te lo que, en el tejido mismo de los textos heideggerianos, vincula forma de meditación donde— a diferencia de lo que pasa en Marcel
a aún a los vaivenes de una «metafísica de la presencia» el proyecto o Ricoeur—el elemento propiamente filosófico parece totalmente
o'. de una superación y, finalmente, arrancar a ésta de tales titubeos. «desbordado» por el salto de la fe: «giro» teológico que, alejándo­
V Este proyecto de larga duración, que no ha hecho más que co­ se definitivamente de Husserl, le ha valido por otra parte un tardío
menzar con estos dos libros, conduce a Derrida a subrayar que.hay éxito mediático.
también, entre el discurso nacionalsocialista de Heidegger y el dis­ Fiel a su interés de juventud por la fenomenología, Derrida
curso humanista de Husserl y de Valéry, extrañas galerías subte­ no ha cesado de estar atento al pensamiento de Levinas, a quien
; %- rráneas de las que sólo nos podremos desembarazar a condición ha consagrado diversos textos.*50 Ambos filósofos reconocen— cada
de desanudar de cabo a rabo los embrollados hilos. La serenidad uno a su manera— el primado de la L ey y por tanto de la Escritura
que requiere tal ejercicio de desciframiento ha sido perturbada no (en mayúscula); pero Derrida rechaza claramente la idea levinasia-
obstante por la aparición en Francia de las dos biografías de Hei­ na de Dios como «absolutamente otro», «diferente que ser», ori­
degger ya mencionadas (Víctor Farias, 1987; Hugo Ott, 1990) que, gen puro y no contaminado. ¿Hay que concluir que, si la devoción
provocando una mini-crisis mediática, han obligado a Derrida a de Levinas y, en menor medida, de Derrida por Heidegger se ex­
replegarse provisionalmente en una posición defensiva. plica por una voluntad de «asimilación» que se remonta a sus años
Paralelamente a ese «caso» Heidegger, otro «caso» proyecta en de juventud, la distancia tomada por Derrida con respecto de L e ­
los Estados Unidos una sombra sobre Paul de Man: el descubrimien­ vinas expresaría la preocupación de ir aún más lejos en el sentido
■■ ; to— cuatro años después de su muerte— del pasado hasta ahora ig­ de una emancipación de la concepción mosaica de la Ley?
norado de ese universitario belga que, durante la guerra, colaboró en E n efecto, puede ser que la «secularización» de la Escritura cons­
su país con diarios antisemitas. Plerido por la revelación de esos he­ tituya una de las consecuencias—necesariamente implícitas— de la
chos, Derrida ha reaccionado sin embargo publicando un largo tex­ andadura de Derrida. Entonces actuaría como un puente de conver­
Q _
to {Memorias: Para Paul de M an, 1988), donde se esfuerza por clari­ gencia suplementaria entre la obra de Derrida, quien ha hablado
V
ficar a la vez la situación de su antiguo amigo y las dudas que estos
250. D os textos de Derrida sobre Levinas se encuentran, uno en L a escritura y
!0 5 ^ distintos «casos» han podido suscitar contra la «desconstrucción». la diferencia, op. cit., y el otro en la obra colectiva dirigida por Fran£ois Laruelle,
t¿> ’- Más allá de esas peripecias, no está prohibido interrogarse de Textes pour Emmanuel Levinas, París, Jean -M ich el Place, 1980. Este último texto
© '-r manera general sobre la estrecha relación que continúan mante­ está también recogido en Psyché, París, Galilée, 19 87. V éase también su texto de
apertura de la conferencia conmemorativa, «H om m age á Emm anuel Levinas», leí­
■- niendo con el pensamiento heideggeriano dos filósofos nacidos en
do en la Sorbona en diciembre de 1996, titulado « L e m ot d’ accueil», que ha sido re­
familias judías— Levinas y Derrida— , así como sobre las complejas cientemente publicado junto con la oración fúnebre de D errida por Levinas con el
relaciones que mantienen entre sí. título Adieu d Em manuel Levinas, París, Galilée, 1997.

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mucho de su propia juventud en un texto biográfico, Circonfesión,*51 y caracteriza, una concepción cjedaracionalidad que termina^por ne^
la de Benjamín, él también desgarrado por su pertenencia a dos tra­ garle a esta toda esencia permanente. Como consecuencia. redn=.
diciones— la del judaismo y la de la Ilustración— separadas por una ciendo la ciencia y la fílosnfía-aLrango dp simples prácticas «cultu­
imperceptible pero esencial «diferencia». Es interesante constatar, rales», condena sin paliativos su pretensión de decir lo verdadero:/
en todo caso, que los últimos libros de Derrida—Políticas de la amis­ tal pretensión no le parece solamente irrealizable sino injustifica-
tad (1994) Y Fuerza de ley (1994)—están en parte consagrados a la crí­ ble e inútil en su propio principio. Desde entonces. Pnrty-sé-maa-
tica de la Aufkldrung que se esboza en Benjamín y a las ambiguas tiene en el punto más radical que haya alcanzado, en la actualidad,
«afinidades» que éste ha podido mantener— al menos hasta 19 33— el relativismo histórico, del que es el principal representante en los_
con el antirracionalismo de Schmitt o Heidegger. Pero, si bien es Estados U nidos.-----
sensible a la proximidad de esos pensamientos, Derrida lo es también Con vistas a captar la lógica propia de esa rápida evolución, hay
a los riesgos de «deriva» (hacia la violencia y el fascismo, por ejem­ que recordar que se han ejercido tresrinflueneias distintas, al me-
plo) que comportan en sí mismos. Y no titubea, esta vez, en marcar nos, sobre el pensamiento-de Rort^ L a primgrajes la del pragma­
claramente lo que separa—según él—el tema benjaminiano o hei- tismo dé D ew e y^La segundadla d e F m o so fía «continental» de
deggeriano de la «destrucción» de lo que él llama—en la última pá­ Heidegger a DerridaTLaitercera* la de ciertos aspectos déla filoso­
gina de Fuerza de ley—una «afirmación desconstructiva». Como si, fía «analítica», de la qué"fia1^abido sacar consecuencias muy perso­
en este extraño juego de espejos, hubiera finalmente identificado la nales^.
trampa de la que la «desconstrucción», como toda crítica de la razón, E l recuerdo de Dewey está vinculado, para Rorty, al de su pro­
debería esforzarse por escapar a toda costa. pia infancia.152 Su padre— antiguo comunista— después de haber
roto con el Partido acompañó efectivamente a Dewey a México
— donde éste estaba encargado de presidir una comisión de inves­
tigación sobre los «crímenes» de Trotski. Era también amigo de
Si Kuhn y Foucault muestran que la verdad tiene una historia, si Sidney Hook, pragmatista de tendencia «marxistizante» pero re-
D errida observa que la metafísica occidental se «desconstruye» a sí . sueltamente antistalinista. De ese ambiente familiar, Rorty here­
misma, íÜcKardrRñrty cfaun pascTmásTidenuncia como «ilusoria» dó a la vez una sensibilidad política «progresista» y una precoz cu­
toda tentativa por fiindgfghk^azón en un terreno estable y seguro. riosidad por el pensamiento de Dewey—quien, en los años sesenta,
Nacido en 10 3 1 ^Rortv^íque se fue a enseñar a la Universidad no estaba demasiado de moda en los Estados Unidos. Es a este
de Virginia, despuésMé naber sido durante veinte años profesor en pensamiento, en todo caso, al que debe su preocupación por la so­
Princeton— se hace famoso en primer lugar al editar_(i9Ó7) una lidaridad humana, así como la convicción de que el valor de una
antología de artículos «analíticos», E l siró lingüístico. Sin embargo, idea se mide por los efectos que produce—y p or tanto no hay nece­
en ^a íntJQducción^ue_x£d.acta_para-_eLlibrQ„ya^ejaLhren paso algu­ sidad de que sea fundada aprinrLpxrx qer rnnsiderada como «justa».
nas dudas: ¿La escuela del lenguaje «ordinario» y la del empirismo . Otro interés de juventud es el que Rorty experimenta muy
lógico son verdaderamente capaces de aportar respucstasMeimitL pronto por la filosofía europea, de la que es, con Stanley Cavell,
vas a las preguntas filosóficas? ¿Constituyen realmente la vía «ri- uno de los mejores conocedores americanos. Ese interés le condu­
g9.rosa»_q.ue^deivgnJgj^bÍ£ÍQít¿.€tser? ce, a partir de los primeros años setenta, a descubrir la obra de
Diez, .años.inás. Tarde., Ror£y,desarrQlla.._CQn la .claridad que le251 Derrida, quien—a su vez—le orienta hacia Heidegger. De este úlri-

2 5 1. T e x to recogido en G eoffrey Bennington y ja c q u e s Derrida, Jacques D erri­ 252. Sobre este punto véase el texto autobiográfico de Rorty, «Trotski y ias or­
da, París, E d . du Seuil, 19 9 1. ¡Trad. cast. de M aría Luisa Rodríguez T ap ia: Jacques quídeas salvajes», en L ire Rorty, obra colectiva dirigida por Jean -P ierre Cometti,
D errida, M adrid, Cátedra, 1994.] Combas, E d . de l’Eclat, 1992, p. 25ó ss.

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mo, que era por entonces persona non grata en la universidad ame­ cultural entre otros posibles. Ninguno de esos paradigmas, siendo
ricana, Rorty retiene sobre todo la idea de que la metafísica— en­ «inconmensurables» entre sí, puede ser considerado como supe­
tendida como esencia de la filosofía occidental— está acabada, que rior a los otros, ni de manera absoluta ni siquiera de manera relati­
ya ha llegado el momento realmente de «pasar a otra cosa». Si las va— como piensa Kuhn. E l Estado debería, por tanto, para que la
preguntas de la filosofía clásica no son ya «nuestras» preguntas, libertad individual de elección sea preservada de todo reclutamien­
eso se debe al hecho de que estaban ligadas a una época de la cul­ to, abstenerse de defender un paradigma frente a otro-—la ciencia
tura occidental que comenzó con Platón y que sólo tenían sentido contra la religión, por ejemplo—y contentarse con ofrecer a cada
en el interior del lenguaje propio de esa época. Con su fin, que vi­ ciudadano la posibilidad de estudiar el que le conviene.
vimos en el siglo xx, ese lenguaje se ha descompuesto, arrastrando Tentado, también, por las perspectivas «liberadoras» que abre
consigo las viejas preguntas. Lejos de ser eternas, éstas no tienen ese relativismo, Rorty se ve conducido así, en la corriente de ios
más que un interés histórico: se pueden, por tanto, abandonar. años setenta, a romper abiertamente con la filosofía «analítica».
En ese camino de «salida», Rorty encuentra un paradójico estí- Esta, en efecto, se toma por una filosofía científicamente rigurosa.
rnulo en los trabajos de Thomas Ruhn y, a través de ellos, en la crf- Por ello, participa todavía de la pura tradición kantiana, dicho de
tica del empirismo propuesta por Quine v Sellars. L levando al otra manera, de «mito» metafísico por excelencia. Para combatir
extremo las tesis desarrolladas por Quine en «D os dogmas del ese mito, sin titubear al apoyarse sobre hieidegger tanto como so­
empirismo», llega a la conclusión de que no existe ni «lo dado» (aquí bre Derrida y Foucault, Rortv intenta desempeñar-—con respecto
se hace eco del argumento de Sellars) ni «hechbs». sino únicamen­ a la filosofía «analítica»—-el papel de «asesino» que Popper había-
te «lenguaje». Los «hechos» nn existen independientemente_-de teñido con respecto al positivismo lógico. En todo caso es—siem­
romo 1os reconstruimos con palabras. E n otros términos, la cues- pre con Stanley Cavell—uno de los primeros filósofos norteameri­
tión de saber si nuestras proposiciones son «verdaderas» (confor- canos, desde el viaje de Quine a Viena (1933), que tiende un puen­
mes a mía «realidad» cualquiera) importa menos que nuestra ca­ te en dirección a la filosofía europea. Y , esta vez, en dirección a la
pacidad para inventar nuevos «vocabularios» para expresar lo_tme tendencia más anticientífica de esta última.
pensamos o sentimos. Verdadero manifiesto de ese nuevo pensamiento, La filosofía y el
Esa actitud puede parecer forzada o, por lo menos, en desa­ espejo de la naturaleza j 53 obra publicada por Rorty en 1979, se pre­
cuerdo con la realidad de las prácticas científicas existentes. N o senta como un tríptico consagrado respectivamente a la naturaleza
está demasiado alejada, no obstante, de la teoría «anarquista» del de la mente, al estatuto de la teoría del conocimiento y al «final»
conocimiento defendida por otro filósofo e historiador de la cien­ de la filosofía. E n la primera parte, Rorty sostiene que toda la cul­
cia, Paul Feyerabend (1924-1994)—cuyos trabajos, contemporá­ tura occidental desde Platón ha hecho suyo el dualismo religioso
neos a los de Kuhn, desembocan en consecuencias aún más sub­ de la mente y el cuerpo, fuente de innumerables falsos problemas.
versivas, expuestas en su principal obra, Contra el método (1975). E n esta perspectiva dualista, la mente está concebida como un
Según Feyerabend, resuelto adversario de los «falsacionistas» «espejo» en el que vendría a reflejarse la naturaleza— es decir, el
Popper y Lakatos, la historia de las grandes transformaciones del universo de los cuerpos. Sin embargo, no se trata por ello de mía
pensamiento científico muestra que frecuentemente éstas no se «evidencia» universal, sino de una reconstrucción históricamente
producen por azar, que el progreso no obedece a reglas fijas y datada y, en la actualidad, obsoleta.
que, en materia de «descubrimiento», cualquier método sirve con En la segunda parte, Rorty mantiene que a partir de Descartes
tal de que «funcione». Se sigue de ello que la frontera entre cien­
cia y no-ciencia está en perpetuo movimiento y que las normas 253. T rad . fr. con eí título de L ’Homme spéculaire, París, Éd. du Seuil, 1990.
del discurso científico no son inmutables ni universales. Para Fe­ [Trad. cast, de Jesús Fernández Zulaica: La filosofía y el espejo de la naturaleza, M a­
drid, Cátedra, 1989.}
yerabend, el racionalismo científico no es más que un «paradigma»
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y de Locke nuestros conocimientos han sido definidos— según tivamente muerto.254 La filosofía ya no es, si se toma al pie de la le-^
el modelo especular— como «representaciones^» adecuadas de lo tra esta lectura, sino una forma He «conversación» separada de todo
real—una vez más, de aquí surgen muchos falsos problemas. N o acceso privilegiado á ln verdadero v. por eso mismo, libre para ir a
sólo esa representación no tiene nada de necesario, sino que podría donde quiere. Si sobrevive tan sólo puede hacerlo como «género»
ser reemplazada ventajosamente por otra concepción-^a^concep- literario, permitiendo expresar sin constricciones su personalidad a
ción pragmatista, por ejemplo. Como lames v como Dewey, Porty quien se libra a ella y experimentar un placer estético a su lector.
piensa que la verdad es.símpletnenfe «lo'm ejor que lTe~tiene para E n iq 8qv Contingencia, ironía y solidaridad vuelve a la carga cQn-
creer»; dicho de otra manera, el conjunto de los enunciados que se tra la -idea— particularmente perniciosa— según la cual el papel de
revelan como los más útiles para tener influjo snbrp ln real r> p
iafib^ofiúuonsisfioa^ n^fiihdar^ucstraanrecDcias^NiLestras creen-,
vivir mejor. Por contra, estima que la psicología empírica y la filo­ cías son, por definición, contingentes. L a esperanza de fundarlas es
sofía del lenguaje— los dos pilares actuales de la tilosnfín «analítU vana.. Ello no quiere decir, precisa Rorty. que todas las creencias
ca»— no hacea.¿ino encerrarJa.yerdad en un problema— caduco en tengan el mismo valor, ^lgunag son más «útiles» que otras. Es
lo sucesivo— de la «representación». bueno, por ejemplo, creer en la necesidad del desarrollo individual,
Finalmente, en la tercera parte, Rorty afirma que toda filosofía así como en mejorar la sociedad en que vivimos. Estas dos aspira­
que pretenda explicar la racionalidad y la objetividad en términos ciones parecen, es verdad, difícilmente compatibles entre sí, al me­
de «representaciones» adecuadas está, a su vez, obsoleta. Por lo nos si se las lleva hasta sus extremas consecuencias. Pero, para no
demás, la filosofía clásica no ha conseguido nunca fundar nuestras vivir esa situación como un problema «metafísico», basta con de­
creencias sobre una pretendida «correspondencia» con lo real. N o jar— «en la práctica»— de verla como una contradicción.
ha servido, en el mejor de los casos, más que para ofrecer a los E n la utopía que Rorty—según sus propias palabras— se esfuer­
hombres los medios con los que liberarse de los discursos «prescri­ za por construir, el filósofo ideal sería un «ironista liberal». Libe­
tos» e inventar visiones del mundo más favorables a su propio ral porque, estimando que la crueldad es la peor de las cosas, se
desarrollo. E l «segundo» Wittgenstein. Heidegger y Dewey están dedicaría a desarrollar la solidaridad entre los hombres. Ironista,
citados aquí como tres ejemplos de filósofos «pragmáticamente» porque sabría que la precedente convicción no tiene un fundamen­
útiles. Su función ba sido, ante todo, terapéutica: liberando en su to trascendental y que no le impide en absoluto buscar su felicidad
^fía~ITlas mentes del dominio de la metafísica, como en su momen­ personal, en el marco definido por el rechazo de la crueldad. En
to los filósofos de la Ilustración nos habían liberado de la teología,
suma, su lenguaje «público» y su lenguaje «privado» podrían des­
han contribuido también a «secularizar» la cultura, puesto que la plegarse simultáneamente y—puesto que se situarían a niveles di­
metafísica no era en el fondo sino una forma elaborada de ilusión
ferentes—sin incoherencia.
religiosa, una religión laica.
Una «ironía» parecida inspira el último libro de Paul Feyera-
En 1982, Rorty reunió con el título de Consecuencias del pragma­
bend, Adiós a la razón (1987),255 que viene a llevar él agua al molino
tismo un conjunto de artículos publicados entre 1972 y 19 80. Allí ex­
plica en qué sentido puede considerarse pragmatista reivindicar la 254. Véase sobre este punto ei ensayo titulado «G ard er puré la philosophie»,
preocupación solidaria de Dewey y, al mismo tiempo, valorar las en Richard Rorty, Conséquences du pmgmatimie, trad. ir., .París, E d . du Seuil, 1993,
obras de Heidegger y de Pérfida, presentadas como «juegos del len­ en particular las pp. 10 4 - 114 . [Trad. cast. de Jo sé M iguel Esteban Cloquell: Conse­
cuencias del pragmatismo, Madrid, Tecnos, 1996.]
guaje» particularmente originales y creativos. Igualmente justifica el 255. L a autobiografía de Feyebarend, completada pocas semanas antes de su
sentjdo._de.su lectura del «segundo» Wittgenstein. Las Investigado- muerte y publicada postumamente con el título de K illing time (Chicago, University o f
nes filosóficas constituyen, según él, el esfuerzo más conseguido por Chicago Press, 1995), está marcada por una fea omisión: su renuencia a expresar pesar
anunciar que el proyecto «fundador»— provecto trascendental en alguno por su activa participación en la Segunda Guerra mundial llevando el uniforme
nazi. Su «relativismo» no era, en aquellos años, demasiado diferente del de Heidegger
senfidokantianíX^el^^JxdavÍRjjarticipa-eLTr^rrgü^—está definí-. (quien, y.acaso sea significativo, declinó la oportunidad de conocerlo en 1966).

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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX LA RAZÓN EN TELA DE JUICIO
de Rorty. Desarrollando la tesis de que el sentido— estrechamente cabulario», el «heideggeriano»,157 de la misma manera el «rortya-
ligado a la evolución de nuestra cultura— de las palabras «raciona­ no» podría ser considerado como una tentativa original para curar
lidad» y. «objetividad» puede variar según los lugares y las épocas, las «enfermedades» engendradas por la torturante obsesión «fun­
Feyerabend propone poner en un mismo plano el arte, la ciencia dacional». Esta terapia no conduciría, sí le creemos, a desacreditar
y la filosofía y no considerarlas ya como actividades «imitativas» la preocupación argumentativa en tanto que tal, sino simplemente
sino como actividades «creativas». E n resumen, precisa que el a liberamos de la ilusión de que—para defender una convicción
«adiós» al que se refiere en su título no significa que tengamos que dada—hay un argumento mejor en lo absoluto que otros.
renunciar a comportarnos como seres racionales. Importa simple­ Por otra parte, concediendo como Feyerabend que podría exis­
mente reconocer que, según el contexto, la noción de compor-. tir, si no uno, al menos algunos métodos científicos aceptables y
tamiento racional puede abarcar conductas muy diferentes. Así, que no se podría prescindir, en la vida cotidiana, de la razón, en­
la actitud de las poblaciones pigmeas que rehuyen todo contacto tendida en el sentido «técnico» de facultad de discernimiento,
e con la civilización occidental—por volver a tomar el ejemplo de. Fe­ Rorty se propone recordar que, para él, ciertas elecciones intelec­
n yerabend— no constituye en absoluto la prueba de su irracionalidad. tuales resultan—a juzgar por su efectos, al menos— «objetivamen­
Significa, al contrario, que esas poblaciones han hecho—restratégi- te» superiores a otras. Afirma, por ejemplo, que la democracia es
camente— la mejor elección para ellas: la de evitar una civilización en sí preferible a su contrario y presenta incluso esta evidencia
que, desde su punto de vista, no puede sino destruir el modo de vida como más «cierta» que todo discurso filosófico que pretendiera
al que— con plena legitimidad— permanecen vinculadas. justificarla por un criterio «ahistórico».258
Es verdad, se podría objetar a Feyerabend, que la elección de los Estas últimas tesis pueden ser vistas como estableciendo los lími­
v'B pigmeos está «objetivamente» fundada en el sentido usual en que tes que el relativismo rortyano no está decidido a cruzar. ¿Bastan, sin
nosotros mismos entendemos el término. E n suma, que su capa­ embargo, para preservarlo contra todo riesgo de deriva irracionalis­
cidad para analizar la situación, para argumentar y para concluir no ta? Duda proíundamente de ello el filósofo Jacques Bouveresse,259
se distingue en nada de la que nosotros llamamos, en Occidente, por otra parte abierto a las propuestas de Rorty. E l relativismo, se­
«racionalismo». A partir de aquí, ¿no se tendría que admitir que gún él, no escapa a un doble reproche. Por una parte, resulta incom­
L .• éste, lejos de ser una particularidad etnológica, un simple «credo tri­ patible con el realismo que, a pesar de sus propias insuficiencias,
bal»—el nuestro— ,2s6 tiene claramente una vocación universal? ¿No continúa alimentando la actividad cotidiana de la mayor parte de los
es evidente, por lo demás, que para exponer sus tesis Rorty y Feye­ científicos. Por otra parte, aceptando a priori todos los «juegos de
rabend deben someterse también a las normas de esa «racionalidad» lenguaje» posibles, contribuye a devaluar la práctica del debate ar­
de la que, sin embargo, rechazan la pretensión dominadora? gumentado—hasta el momento, esencial en la filosofía— en relación
Consciente de la precariedad de su posición, Rorty ha intenta­ con la invención de «vocabularios» inéditos. Desde ese punto de vis­
do consolidarla en distintos textos reunidos, en 19 9 1, en dos vo­ ta, destaca Bouveresse, casi nada separa el relativismo de Rorty del
■ o •• lúmenes titulados Objetivismo, relativismo y verdad y Ensayo sobre
Heideggery otros escritos. Vale la pena destacar, en particular, dos as­
pectos de su defensa. Por una parte Rorty, siendo incapaz de aso­ 257. Richard Rorty, Essais sur Heidegger et autres écrits, trad. fir-, París, P U F ,
19 9 5, pp. 10 5-10 6 . [Trad. cast. de Jo rg e V ígil Rubio: Ensayos sobre H eideggery otros
ciarse con ningún tipo de universalismo, cada vez más tiende a res­ pensadores contemporáneos, Barcelona, Paidós, 1993.]
guardarse detrás de la noción de «juego de lenguaje». Así como 258. Véase en particular el ensayo titulado « L a priorité de la démocratíe sur la
Fleidegger no tiene otro mérito que el de haber inventado un «vo- 256 * philosophie», en Richard Rorty, Objectivisme, Relativism e et Vérité, trad. fr., París,
P U F , 1994, pp. 19 1-2 2 2 . [Trad. cast de Jo r g e V igil Rubio: Objetividad, relativismo
y verdad, Barcelona, Paidós, 1996.]
256. Paul Feyerabend, A dieu h raison, trad. fr., París, E d . du Senil, 1989, 259. Jacques Bouveresse, «Sur quelques conséquences indésirables du pragnia-
p. 343. [Trad. cast. de Jo sé R . de Rivera: Adiós a la razón, M adrid, T ecnos, 1987.] - tisme», en L ire Rorty, op. cit., pp. 19-56.
LA R A Z Ó N E N T E L A D E JU IC IO O
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nietzscheanismo de Deleuze—quien a su vez reivindica, en ¿Qué es ese es el caso, hay que llevar el debate a la plaza pública. H ay que 1
filosofía? (1991), el derecho a rechazar toda discusión con sus pares intentarlo todo, como había dicho Jaspers en 1946, para impedir 0
por parte del filósofo en tanto que puro «creador» de conceptos. que Alemania siga siendo-—o vuelva a ser— el «enemigo» de Occí- 0
¿Se desea evitar el deslizamiento hacia tal «autismo» filosófico? dente. Dicho de otra forma, el enemigo de la Ilustración. O
E n ese caso, es importante edificar una nueva «ética» de la comunica­ En 196 1 Habermas vuelve a la carga recordando el papel emí- O
ción sobre un fundamento sólido. Ese es precisamente el objetivo que, nente desempeñado por los pensadores judíos en la filosofía alema- >
por dos vías distintos pero paralelas, persiguen "desde hace ... na desde el siglo xvni.202 En 1968 participa activamente en el moví- .-y
veinte años los filósofos alemanes Jürgen^aberma$yKarl-Cm:o Apel. miento de estudiantes, a pesar de criticar algunos de sus excesos. ry
Desde, entonces no cesará ya de manifestar, por sus múltiples ínter- ^
venciones, su presencia vigilante sobre la escena político-intelectual
4. ¿COMUNICACIÓN O INVESTIGACIÓN? alemana. Combate la corriente hermenéutica, encamada por Gada-
mer, a quien reprocha adoptar una actitud neutra y estetizante res­
Türgen Habermas-nace en 1929 en Düsseldorf. Cuando realiza sus pecto a la historia moderna. Toma vigorosamente partido— en la
estudio?'de~fiTosofía, en los años que siguen a la guerra, las ideas Historikerstreit o «querella de los historiadores» (1986)— contra el 0
nacionalsocialistas están lejos de haber desaparecido de la univer­ «revisionismo» de Em st Nolte, historiador conservador (y discípu- Q
sidad alemana. E n cualquier caso, no son objeto de ningún trabajo lo de Heidegger) que—pretendiendo explicar el nazismo por la ne- .)
de reflexión crítica. cesidad de combatir el comunismo—afirma que el exterminio de los r-}
Su primera reacción, atestiguando su precoz interés por la so­ judíos no constituye sino una «copia» de la purgas stalinistas y re- q

ciología y la política, es romper ese pesado silencio. Cuando H ei- duce Auschwitz a la dimensión de una mera innovación técnica—la . :
degger publica (1953), sin una palabra de comentario, el curso que «técnica» del gaseado—suscitada por el temor que los nazis experi­
dictó en 19 35— Introducción a la metafísica— , el joven Habermas mentaban, por aquella época, de ser ellos las víctimas de una
(tiene veinticinco años) publica en el Frankfurter Allgemeine Zei- agresión venida del Este.203 La publicación de la biografía de Farias
tung (25 de julio de 1953) un sonoro artículo: «Pensar con Hei- conduce a Habermas a volver (1988) sobre los presupuestos poli- y
degger en contra de Heidegger». E n pocas palabras, todo queda tico-ideológicos del pensamiento heideggeriano.264 Finalmente, la y
dicho. Se pone de manifiesto el vínculo profundo que une la de­ reunificación de Alemania, el debate que le sigue sobre su papel en
nuncia heideggeriana de la metafísica con las convicciones polí­ la Europa del futuro y el simultáneo retorno de la xenofobia y el ra- , \j
ticas del ex rector de Friburgo.200 Sobre todo, Habermas pone en cismo mantienen en él una constante atención por la actualidad. Q
guardia a sus compatriotas en contra del peligro que representaría, *' \
262. « L ’idéalisme allemand etses penseurs juifs», texto recogido e n P ro filspb i- - • ....
para ellos mismos, identificarse— aunque sólo fuera pasivamente—
losopbiques et politiqties, op. cit. ■ ¡ 3
con las tendencias más regresivas de la cultura germánica. «¿E l na­ 263. « L e débat des historiens», texto recogido en Jürgen Habermas, Écritspo- > ¡
zismo—pregunta—mantendría con la tradición alemana relacio­ litiques, trad. fr., París, É d . du Cerf, 1990, 3 a parte. [Hay una selección de estos es­
nes más estrechas de lo que se quiere admitir comúnmente?».26 261 Si
0 critos traducidos al castellano por Ramón García Cotarelo: Ensayos políticos, Barce­
lona, Península, 1988.) 0
264. Jü rgen Habermas, M artin Heidegger: L'oeuvre et Vengagement, trad. fr., Pa- < -
260. Esta conexión ha sido rechazada explícitamente, por supuesto, por diver­ rís, É d . du Cerf, 1994, p. 16 7 -19 8 . T exto recogido en Jü rg en Habermas, Textes et
sos escritores, tal vez sobre todo por G eorge Steíner en su H eidegger (1978). Véase Contextes (j.9 9 1), trad. ir., París, Éd. du Cerf, 1994, pp. 16 7 -19 8 . [Trad. cast. de M a ­
también el reciente apoyo de Steiner a lo que podría llamarse la «defensa de G ada- nuel Gim énez Redondo: Textos y contextos, Barcelona, Ariel, 1996.]
m er» de H eidegger: «M artin era el pensador más importante y el hom bre más
amable [Kleinlicb]», en «A n almost inebríate bewitchment», The Times Literary Sup- Habermas, Profils pbilosopbiques et politlques (19 7 1), trad. fr., París, Gallim ard, col.
plem ent (Londres), 15 de agosto de 1997, p. 1 1 . T e l, 19 87, p. 98. [Trad. cast. de Manuel Jim énez Redondo: Perfilesfilosófico-políticos, ■
2 6 1. «Penser avec H eidegger contre H eidegger», texto recogido en Jü rgep M adrid, Taurus, 1975.]

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H I S T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O XX
LA R A Z Ó N E N T E L A D E J U I C I O
E l racionalismo habermasiano se expresa también, por supues­
cesidad de ser renovado para adaptarse al análisis del capitalismo,
to, eii su obra propiamente teórica. Ésta reposa sobre la idea J e
^tardío» (Spátkapitalismus). es decir, de las sociedades industriales
que lo que importa es superar; no la filosofía misma, sino la oposi­
en la épocaJ^mocráfica. Marcuse fue el primero que emprendió*
ción tradicional entre filosofía y ciencia. Aunque no pueda con­
esa renovación. Habermas le sigue, subrayando la inadecuación de
tinuar como si no hubiera pasado nada entre i o n y 104?, la filo­
la noción de proletariado. Los obreros han visto mejorar su nivel
sofía debe proseguir su misión crítica. Y no puede hacerlo sino
de vida. Se benefician en la actualidad de todas las ventajas del «es­
acercándose a las_ciencias sociales, trabajando con éstas en un espí-
tado del bienestar» (welfare State). E n consecuencia, la lucha de cla­
A )) ritu interdisciplinar y utilizando todos sus recursos (lingüística,
ses ha entrado en estado de letargia. E l modelo socialista de re­
C ií/ psicoanálisis, socioíogíál^paraxdar un nuevo contenido al provecto
volución no está ya vigente. Por contra, el sistema administrativo
d£lajhj¿tr,ación. ^ n resumep/ analizando sin complacencia lo no-
puesto en marcha por la tecnocracia hace pesar sobre el conjunto de
diclio de las relacionüsdlumanas, esa «parte de sombra» sobre la
los trabajadores coacciones que, poco a poco, han vaciado de su sen­ t1
que se apoyan el conservadurismo y el conformismo para impedir
tido el término «democracia»; mientras que un número creciente
todo progreso social.
de jóvenes o de parados se ve abandonado en los márgenes del sis­
Esa orientación inscribe a Habermas en la tradición de la es-
tema. Para reintegrarlos, para hacer el sistema más «abierto», se
^is]a^e-Ej^uiJdíuEt«.De hecho, después de haber defendido (1954)
tiene que dar un segundo impulso al debate democrático. ¿Cómo
su tesis de doctorado sobre la filosofía de la historia de Schelling,
poner en marcha—para salvar ese debate—nuevas estructuras de
EXabermas (1956) se convierte en el ayudante de Adorno en Frank-
comunicación en el seno del espacio público? Ese es, en adelante,
furt. Su talento de escritor es apreciado por Adorno pero, en cam­
uno de los grandes ejes del pensamiento habermasiano.
bio, la inspiración de su primer libro— una investigación sobre
Por lo que respecta a la crítica frankfurtiana del «positivismo»,
la conciencia política de los estudiantes de Alemania del Este— es
Habermas—como ya se ha visto—participó en los encuentros de
considerada demasiado izquierdista por Horkheimer. Deseoso de
Tubinga (1961) en el transcurso de los cuales criticó a Popper su au­
alejarlo de sí, Horkheimer impone entonces a Habermas condicio­
sencia de reflexión sobre los presupuestos de la actividad científica.
nes tan draconianas para concederle su habilitación que, fatigado
Popper estima que el proyecto de una crítica de la sociedad no tie­
de la lucha, éste va a obtenerla en la Universidad de Marburgo con
ne lugar dentro de las ciencias sociales. Esta tesis depende—según
un trabajo—E l espacio público— publicado en 1962. Después de pa­
Habermas—de un puro «decisionismo». N o se apoya en ninguna
sar por Heidelberg, donde coincide con Gadamer y Lówith, Ha-
verdadera justificación. Partidario de no imponer a priori ningún
bermas vuelve (1964) a la Universidad de Frankfurt. Ocupa la cá­
límite i la actividad del investigador, Habermas observa que no
tedra de Horkheimer y enseña hasta 19 7 1, fecha en la que acepta la
se podrían mantener separadas la estricta exigencia filosófica de vma
dirección del Instituto Max Planck en Starnberg. Ejerce esta fun­
«crítica» y el trabajo de investigación empírica. Sin embargo no
ción durante diez años, pero dimite (19 81) para volver de nuevo a
condena pura y simplemente la ciencia «positivista». Su propia.
Frankfurt.
perspectiva es, en ese sentido, más verdaderamente sociológica que,.
Ultimo representante de la escuela de Frankfurt, Habermas
la de Horkheimer y Adorno. N o sólo integra los resultados de la _
pertenece a ella en~la medida en que, como sus fundadores/se re­
antropología «positivista», sino que se interesa directamentejjor
mite al marxismo y vuelve a tomar por su cuenta la crítica del «po­
la. filosofía deLLepguqje_y. en particular, por la fifo^oSa «analítica»..
sitivismo». Sin embargo, interpreta esas posiciones .en un sentido
Interés que contribuye a desarrollar en él la influencia de unq-dé'sus
muy personal, que no tarda.-demasiado-xmalejarsnjdeinrpie podría -
colegas en la Universidad de Frankfurt, el filósofo Karí-Otlo Apel.
niosüamajUa,versiómclásicadeda^<teoría.crítica¿>,.
Nacido en 1924, Apel es uno de los primeros pensadores «coíT-
Más interesado— como Marcuse—por el joven Marx que por E l
tinentales»-—con Gadamer y Ricoeur— que ha tomadaemcuenta
capital, Habermas estima que el marxismo tiene seriamente la ne-
el giro_«pragmático» por el que la filosofía angloamericana del
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34i
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j enguaje ha pasado— gracias a Austin y a sus sucesores— dp,. una indicado en el prefacio de la edición francesa Í1087) de Teoría de la .
perspectiva estrictamente formalista—sintáctica o sem ántica-a ficción .narminir/itiim Se trata de situar, en el fundamento, de una
una perspectiva centrada en los usos nueya^Idm isújH kiai^^ , dconceptQ.d^ac--
Fa nOQÍD^jjfeXQmuGkadón.JÜiora bien, comomqestra su principal tividad comunicativa». yingq lad o^l^e^í^ui^^^^dp ». Dicho de
obra— Transformación de la filosofía (1973)— Apghjfe propone per­ otra manera: de poner la razón-gusi-tuación.—como querían Sartre
manecer en el interior de una perspectiva trafr^nriental de inspira­ y Heidegger—pero siiihacer^pfiadergsa.slmadQnjie.nnaiíiQSQ-
ción kantiana. Viendo en la estructura misma del lenguaje, cons-
timtiva de una «coniunjdad ^ e c a m u m c a c i^ t i y a . ^ s ^ i n a ^ c o n J a ^ a l i d a d — p o T .íle £ m í c ió n i n t e r s u b je t i v a ^ i l ^ l a

condiciones de posibilidad a pdorLd&Xüá&£QmViXjmáán, se esfuer- jddajm^soqiedad*


_ za p o rfan d ar— sobre este^„/?om<<pramiáticQ^iasxxndmtal>>r-- - L a «solucion» habermasiana envuelve,,pues, una descripción
una «ética del discurso» (Diskursetbik) que ponga definitivamente pragmática del lenguaje como instrumento de comunicación, jjue
la_razón al. abrigo de toda críticai de tipo.relatiYista. se basa a su vez en un análisis de.la integración, social. De hecho,
Inspirándose profundamente en este punto de vista, Habermas la mayor parte de la Teoría está consagrada a una reanudación, en
desplazaJa^pixdalemátirn hfl<aia.oa»m-perspecrivfl a la vez menos am­ este tema, de las concepciones sociológicas de Max Weber (vol. I),
biciosa y más materialista. L a «comunidad de comunicación» es. Durkheim, George Herbert Mead y Talcott Parsons (vol. II)— sin
según él, un dato objetivo. Lejos de ser una dimensión de lasubje- olvidar a Marx. La específica aportación de Habermas consiste en
tividad trascendental, no podría sense.paradajIe.lR-existeneia^saeial moslrarj sobre esa base empírica, cómo la situación comiinicativa
empírica. Este es el punto de partida de las investigaciones que de­ crea— por su sola.existencia-—las condiciones de. un debate autén-
sarrolla en los años setenta y cuyos resultados se encuentran ex­ -tina; jos distintos participantes en una misma discusión ^n^dqbfití
puestos en Teoría de la acción comunicativa! 1 q8 1) yM o ra ly comuni­ — en efecto—-admitir de-mutuo,acuerdo ciertas normas lógicas, si.
cación (1983). quiexeíL;^ u ^ u s J m ^ 4^mhÍQa=id g ^ g u ffiM 8^¿§§smh&9um^£xi-:
E n el transiendo de esos dos libros se registra la voluntad de conclusiones
■ 1—
1 1K1 ~~‘ aceptables
n*~~*m
***»-•*—■*---- , para ,,^
todos?
—11 ,r’--r- Así pues,
1----r-Tlo
-n. -ique
n—..ise
i llama
___j_ «ra-
arrancar la «teoría crítica» de sus orígenes idealistas^ con vistas a zón» puede ser definido, sin a mbi güedad, como .ese con j un tu de
darlexumfimdammto m á s sólido. Horidieimer y Adorno se queda­ normas que garantizameLcarácmi^demncráti-GQ^J^jágurosQ^dqLQdQ
ron aprisionados, en efecto, en una filosofía de la historia heredada debate.
de Hegel, es decir, de una dialéctica de la cultura. Para Habermas^ Entre las objeciones suscitadas por la Teoría, hay al menos una
al contrario— como para Marx y la mayoría de los sociólogos— , la que Habermas acepta: el fundamento que propone para la razón,
JñSoda_debn^cLm m pieEidida^nm üda^m m ajm ^m jm m ^£jnte- siendo de orden empírico y no trascendental como el de Apel, pre­
ruecífínesjxídízZeí. Es^ por lo tanto, la lógica_de_ esas interaccione s ^ y ^ supone la existencia de un cierto número de resultados relevantes
de la lingüística y de la sociología. H ay aquí, aparentemente, un
QasajiQrÍaxQnmxxkadón.-^erbal^dQ-qu£ÍiayT[n£Lreconstm ir. círculo vicioso. Pero ese inconveniente le parece menor a Haber-
Para hacerlo, Habermas comienza por recordar que, desde mas, dado que la objetividad de las ciencias sobre las que se apoya
Marx, los filósofos ya han recorrido un largo camino para salir de le parece, desde un punto de vista materialista, por encima de toda
la metafísica. Y a no es necesario dramatizar esa «salida» a la mane­ sospecha. Por lo que respecta a las ventajas de esa concepción, son
ra heideggeriana. L a «superación» de la metafísica esta profunda­ numerosas; siendo la principal de ellas—como lo explican los tex­
mente realizada por Peirce (al que Apel ha consagradoTen ¿975, tos reunidos en E l discurso filosófico de la modernidad (1985)—salvar
una importante obra) v^ todavía más, por la filosofía lógicodin- la razón ante los filósofos—nietzscheanos, heideggerianos, subjeti-
g3U ^ a^ ü £g id ajd ^ E ffige^ Z u sg ^ . ELcam inaque queda pouxan- vistas o «postestructuralistas»— que se encarnizan al criticarla, de
si bien evitando caer en el «positivismo»—1está claramente Foucault y Lyotard a Derrida y Rorty.
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Los tres últimos rechazan la perspectiva habennasiana. Lyotard dades modernas. Finalmente, puesto que se inscribe en la prolon­
se muestra escéptico ante el humanismo que la inspira: ¿Es cierto gación de las luchas impulsadas en los Estados Unidos—durante
que los hombres quieren comprenderse entre sí y que buscan el los años cincuenta y sesenta— en favor de los «derechos civiles» de
consenso por encima de todo? Derrida no ve en esta perspectiva los ciudadanos negros, hace revivir una tradición liberal de iz­
sino una forma de retomo a una metafísica de la ciencia, forzo­ quierda («liberal» en el sentido americano) que no había estado
samente prisionera del «positivismo» que pretende evitar. Rorty, demasiado representada, en ese país, desde la muerte de Dewey.205
por su parte, considera la reconstrucción «comunicativa» de la ra­ Partiendo de una «posición original» equivalente a un «estado
zón como un «juego» legítimo, pero desprovisto de valor absoluto. de naturaleza» en el que los hombres— privados de información—
Diez años más tarde, Habermas se esfuerza por responder a estarían situados «bajo un velo de ignorancia» en cuanto a la situa-
estas objeciones. A Lyotard, le opone la necesidad de privilegiar UpjLxeaLq.ue^sgnaüa s^uya en la sociedad por construir, Rawls se
el consenso frente al desacuerdo (lo que Lyotard llama «disenso»). esfuerza en mos.tran-que J:QdQ.Jiombre razonable desearía perte-
A Derrida, le reprocha— como a Gadam ery, finalmente, al propio necer-r—en una situación similar— al sistema más «equitativo» po­
Adorno— que se encierre en una visión estetizante de lo real, que sible. ¿Cuáles son, pue$, los p r in á p ip s j^ la «jus­
termina por ahorrarse la historia. Contra Rorty,. finalmente, no ticia» entendida en ^Lsentido^de «equidad» (justice as faimeSs)?
deja de subrayar la naturaleza contradictoria de una posición que, R ^ ls..distingu e jjo s^ ^ p n m e rd (’eg .el oxdendógicQj^ñxm^Ld^
rechazando apriori el concepto de fundamento, se priva a sí misma rechoJnalienable de-todos a las lihertadesúndividuales básicas. Com­
de base sólida, además sin oponer resistencia suficiente a la amena­ porta la elección de la democracia. L ígnalHafLde
za que constituye— en este fin del siglo xx— el potente retorno de oportunidades, dicho He.otra jnaneraTlaÚ-erhmrión de las desiguala
un irracionalismo difuso y polimorfo. dades naturales v sociales. Implica que el Estado tiene, en relación,
Al hilo de estgs polémicas, que distan mucho de estar conclui­ con el «libre mercado», un papel regulador, al proceder a una re-,
das, el debate sobre el fundamento de la razón se ha enriquecido jjisjT jbuáóJLileJu sriquez.as.y^eUas^en.taii^qiie-piLetia^QlTecex^aXQs
ron numerosas^ont-rihuciones norteamericanas.. Entre otras, las más desfavorecidos por su nacimiento los medios efectivos (educa­
de John Rawls- Stanley Cavell y H ilarvRutnam —, todos ellos pro­ ción, salud, etc.) para mejorar su condición inicial.
fesores de filosofía en la Universidad de Harvard. Ese liberalismo atemperado por una preocupación moral de
equidad (que no deja de recordar las tesis decimonónicas de la so-
cialdemocracia) expone evidentemente el sistema de Rawls a dos
tipos de objeciones de signo opuesto. Por una parte, el hecho de
Nacido en t o ?_ t _ Tfohn Raw1s-i¿Cante todo el hombre de un libro, que— como todos los liberales— asimila la sociedad a una simple
Teoría de la justicia (iqyT j^trabajo que ha conocido en el mundo acumulación de individuos idénticos entre sí y cuya «abstracción»
entero un éxito considerable, debido a su carácter triplemente in­ ha sido criticada— en los propios Estados Unidos—por los «comu-
novador. nitaristas» (communitárians), quienes— de.Michael Sandeí (nacido
E n primer lugar, si bien la intención de Rawls no debe casi nada en 1953) y Charles Taylor (19 31) al aristotélico Alasdair Maclnty-
al empirismo lógico, ese libro es el prim ereen aplicar al dehateqpo.- re (1929), cuyo Tras la virtud (1981) rechaza las justificaciones de
Lítico^un es tilo de reflexión que se puede calificar de «analítico». la moralidad puramente «racionales» surgidas de la filosofía de la
En segundo lugar, puesto que rechaza el utilitarismo de Bentham Ilustración y propone, en cambio, un retomo a la ética aristotéli-
y de M ili y enlaza—llevándola a su máximo punto de abstracción—
con la teoría del contrato social tan querida por los juristas de los
265. D e modo similar, la obra de Ronald Dworkin sobre la filosofía del dere­
siglos xvn y xv iii , nos obliga a repensar desde la base v en conjun- cho ha resultado profundamente marcada por el legado histórico de la guerra del
toJps^p£Íncipiossobre-io-S^que^t^fiQ.gaJa^organizacjómde.las,s.Q£Ífi.- Vietnam-

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a
ca— intentan poner de manifiesto que la noción de «bien social» es las armas si es necesario—a cualquier tiranía que aplaste a un pue­
superior a la de individuo y que este último no existe fuera de los ©
blo incapaz de oponer resistencia, o incluso una guerra «injusta».
numerosos grupos que— de la familia a la nación—contribuyen a Puesto que ofrecen—a una izquierda prematuramente desen­
a
conformar su personalidad. Por otra parte, la función regula­ gañada por todas las experiencias de socialismo «real»— los medios a
dora-—es decir, intervencionista— que Rawls confiere al Estado ha para pensar, desde el interior, una transformación progresiva del 0
sido criticada por los «libertarios» (libertarians) que, como Robert sistema capitalista en un sentido más «equitativo», las ideas de o
N ozick (1938; Anarquía, Estado y utopía, 1974), se mantienen ape­ Rawls quizás están en la actualidad más de moda en Europa que en o
gados al liberalismo «puro y duro» defendido por Adam Smith y los Estados Unidos—aunque hayan apoyado, en cierto modo pa­ o
consideran que todo Estado que va más allá del Estado «mínimo» radójico, la teoría sobre la ley preponderante hoy en América, o
viola los derechos sagrados del individuo (tesis recuperada, en la
actualidad, por el Partido Republicano contra la administración
adelantada por Ronald Dworkin (nacido en 19 31), la tesis funda­
mental de cuyo libro Taking Rights Seriously (1977) consiste en la de­
.0
Clinton con un notable efecto inmediato: de hecho, Rawls ha teni­ -0
manda individualista de que los ciudadanos disfruten de unos dere­
do alguna dificultad para responder a la vez a estos dos grupos de chos morales (entre otros, el derecho a la intimidad) que puedan a
adversarios/66 ser defendidos frente al Estado. o
D e sus respuestas, escalonadas a lo largo de más de diez años Llegada desde un horizonte totalmpnfe*{fístinto/pues to que es -o
y consolidadas en su libro más reciente—E l liberalismo político, especialista en estética, la reflexión dfc Sffinlev _Cavelkmacido en o
1993— 26 267 emerge la idea de que su concepción de la justicia como 19 2 ó) enlaza, a su vez, con las inquietiiaes^rSpiaTde la filosofía h
equidad (que resumiría la fórmula bíblica «N o hagas a los demás «continental». Convencido, como Rorty, de que las investigacio­ a
lo que no quieras que te hagan a ti») prefiere presentarse como una nes «analíticas» no son sino el último avatar de un agotado kantis- ■a
concepción política antes que metafísica—si bien es de inspiración mo, Cavell estájese o so —por contra— de abrir para el pensamien- ^ o
kantiana. Renunciando a lo trascendental, Rawls afirma simple­ to una nueva vía que„nyude a éste .a afirmarse. contra un mundo.
mente de esta concepción que es la mejor para fundar una política ■o
cada vez más «unidimensional». La apertura de esta vía le parece,.
razonable, dicho de otra manera, para asentar sobre una base sóli­ por lo demás perceptible en los trabajos de, Austin—en quien reco­ o
da el conjunto de reglas que, en la vida social, cada uno de nosotros noce a su verdadero maestro—-y del «segundo» Wittgenstein. en ■0
debe aceptar si quiere que los demás hagan lo mismo. particular en su interés por los aspectos más «ordinarios» de nues- o
Además, rechazando la objeción según la cual su teoría, a fin de G'CLfrjtgiiaje^LdfiJiuestra.vijda- ¿Por qué el filósofo tiene_eo-general ~Q
cuentas, no sería sino una generalización avanzada de los princi­ tendencia a ignorarlos, dicho de otra forma, a rechazar su propia -O
pios de la constitución americana, Rawls afirma que tiene vocación identidad? Cavell, por su parte, después de haber escrito un libro O
de aplicarse a cualquier sociedad, incluyendo la «sociedad de na­ extraordinariamente denso e inteligente sobre Wittgenstein—La -0
ciones». Ofrece por ello, a su manera, una justificación al «deber exigencia de razón (1979)—comienza por buscar su propia identidad o
de injerencia», dicho de otra forma, a la obligación-—por parte de en A la búsqueda de la felicidad (1981), estudiando cómo el cine
la naciones democráticas— de ayudar a las que todavía no lo son a ■Q
hollywoodiense— arte popular y norteamericano por excelencia—
convertirse en democracias, es decir, de impedir—por la fuerza de ;o
encarna las aspiraciones del individuo modetno. Después, pasando
del film al escenario, se pregunta sobre la «negación del conoci­
266. L as ideas'de Rawls han sido también criticadas desde una perspectiva iz­ miento» ejemplificada por seis piezas de Shakespeare (1987) en las :©
quierdista, no m uy alejada del humanismo del joven Marx, por M ichael W alzer en que— entre Montaigne y Descartes— emerge ese «escepticismo» ■a
Spberes ofjustice (1983).
267. Justice et Déniocratie (París, Ed. du Seuil, 1993) es una recopilación france­ que, según él, oscurece toda la metafísica occidental. Para librar­ o
sa de artículos de Rawls. L e Líbéralism e politique (Nueva York, Colum bia U niversity se mejor de él, se vuelve hacia el trascendentalismo de Emerson ■ 'o
Press, 19 9 3) es su última obra aparecida en los Estados Unidos. (18 03-18 82) y muestra en qué puede ayudarnos la ética de ese '•'O
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•C¡ H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX LA R A Z Ó N E N T E L A D E J U I C I O

autor—cuya influencia sobre el pragmatismo, Nietzsche y W itt- tas puedan ser conocidas, legítimamente advierte que: afirmar a
genstein ha sido subestimada hasta el momento— a provocar el ad­ priori lo contrario es una decisión arbitraria, científicamente injus­
venimiento de ese «nuevo» mundo que nos queda por crear si que­ tificable y políticamente peligrosa.
■„Y
remos sobrevivir. Ese es, en todo caso, el sentido del enigmático Su crítica de Popper debería, naturalmente, acercar Putnam a
í .• ■
título— Esta nueva América todavía inaccesible— de uno de sus pri­ Habermas. Como este último, Putnam se preocupa por fundar la
meros libros sobre Emerson (1989). Cavell concede, por otra par­ razón para salvar a la vez la ciencia y la democracia. Pero no cree
te, la mayor atención a los filósofos europeos: a Heidegger y a De- en la posibilidad de una fundación sociológica y lingüística como la
rada, pero también a Freudy Lacan. Titulada Un tono de filosofía*6* que propone la Teoría de la acción comunicativa. Para Putnam, Ha-
su última obra se presenta por otra parte como una especie de libre bermas es aún demasiado kantiano, demasiado sumiso a la influen­
«confesión» autobiográfica, entremezclando psicoanálisis y teoría cia de la filosofía trascendental de Apel. Escéptico en relación con
de la cultura— en la que ocupan un lugar central las cuestiones de el proyecto de los filósofos alemanes, Putnam reivindica—como.
la «voz» y de la^audi^ión» vinculadas a la ópera. R olde-—el pragmatismo de Peirce y de Dewey, pero—a diferencia
Con H ilarr Purnánj/fnacido en 1926), finalmente, la filosofía ds-Rotty—eramaJmefliay-ipi£jÜ3tenJ^rjdar_rpspnesta a los proble­
v' J
«analítica» tiene sin dudasu representante-—o su ex represen tan- mas filosóficos.^
( ')
te—más atípico. Si bien en un principio se dio a conocer por tra­ Para élT e.l fundamento de la razón no podría encontrarse
bajos de lógica y de epistemología en la línea de Quine, Putnam en ningún tipo. de_asiindón priori. ni siquiera en un concepto
— cuyo padre fue comunista, como el de Rorty— siempre se ha particular .como comunicación^sino en la práctica concreta dé lo ^--„
interesado muy de cerca por la política. En 1968 incluso fue atraí­ que XUmdA^.invesii^ación—-entendiendo por ella la búsquedalex^
do fugazmente por el maoísmo. En los años siguientes, volviendo perimental hajo todasaus formas: el método de «ensayo v error»
hacia una concepción más clásica de la democracia, no deja de con­ M ás aún, leios de restringir el campo de aplicación de ese método
servar una sensibilidad de izquierda— que, por ejemplo, le lleva a a las ciencias de la naturaleza, lo considera como perfectamente ,
recordar a Rawls que la justicia no es solamente un concepto y que aplicable a las ciencias sociales, a la ética v a la política. La nece- <
no se podría hacer esperar indefinidamente a los oprimidos la lle­ sidad de respetar los datos de la experiencia, de no avanzar sino \
gada de un mundo «mejor». tesis justificables por argumentos universalmente comprensibles, \
Desde 1974, en un artículo consagrado a Popper,z<59 Putnam de no intentar nunca obtener por la fuerza el acuerdo del adver- f
denuncia como errónea la estricta demarcación mantenida por éste sario, no tiene necesidad de ser fundada a priori. Se desprende ¡
entre, por una parte, la ciencia— cuya tarea sería puramente expli­ completa y fácilmente de la experiencia humana por un simple
cativa— y el conjunto de las ideas políticas y filosóficas por la otra, proceso de abstracción. Basta con tomar seriamente, en la refle- ¡
las cuales no tendrían ningún valor científico. Al separar tan radi­ xión filosófica, las nociones que tenemos por indispensables en la /-
calmente la teoría de la práctica e incluso desvalorizar ésta en el vida cotidiana. - JÜk
marco de una concepción del conocimiento que se define por el jjg.jdesemh.Qca así en una definición pragmática de la razón: la
principio de falsación, es decir, por la necesidad de una referencia jtazón es la capacidad de diferenciar lo mejor de lo peor. De hecho,
xv Putnam, hostil tanto al escepticismo como al realismo «metafísi-
a la experiencia, Popper incurre en una doble inconsecuencia. Ade­
más, Putnam, sin pretender que existan leyes históricas ni que és- co» de los neopositivistas, defiende un realismo « ir temo»— es de­
cir, mínimo—que le aproxima directamente a la gran tradición de
Peirce y de Dewey. En la línea de estos últimos (pero también de
268. A Pitcb ofPbilosophy, Cam bridge (Mass.), Harvard University Press, 1994.
Austin), rechaza la dicotomía carnapiana entre «hechos» y «valo­
269- H ila ry Putnam , « T h e corroboration o f theories», en The Philosopby o f
Kart Papper\ textos reunidos por Paul A. Schilpp, L aSalle (Illinois), O pen C ou rt, res». Como Dewey, afirma que la distinción entre ciencia y ética
19 74. debe ser relativizada, que los conceptos morales pueden ser objeto
348 349
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O XX

de una justificación a la vez racional y experimental.270En resumen, EPÍLOGO


que la filosofía no es un discurso vacío sino que, al contrario, tiene
una doble función: la de ayudarnos a vivir mejor haciendo más jus­ L A C A T E D R A L IN A C A BA D A
ta la sociedad.
Si bien no puede aceptar la crítica de Putnam relativa al fun­
damento de su propia teoría, sin embargo Habermas hace suya
— como Apel, Rawls y Cavell—-la idea de que la filosofía tiene una
misión social que cumplir. Estos distintos pensadores comparten
igualmente la tesis de que habría opciones intelectuales mejores y
peores que otras. Sin duda coinciden, en este último punto al me­ Establecer el balance de un siglo de filosofía es una empresa pe­
nos, con Rorty. Pero, para afianzar sus convicciones, definen bases ligrosa. Tanto más cuanto que, durante este siglo, ni siquiera los
sólidas diferentes a las de éste. Las únicas bases, parece, sobre las especialistas se han puesto de acuerdo sobre la significación del
que se pueda mantener— actualmente—un discurso filosófico preo­ término «filosofía», ni sobre las fronteras del dominio que abar­
cupado por su propia coherencia. ca. En principio, toda tentativa de evaluación parece condenada
por adelantado: ¿Cómo saber si una disciplina ha progresado,
270. H ila iy Putnam , L e Réalisme a visage hurtiain (1990), trad. fr., París, E d . du
Seuil, 1994, cap. 1 1 .
cuando no se sabe exactamente cuál era el objetivo que pretendía
alcanzar?
Nos limitaremos, pues, para concluir este recorrido, a algunas
breves constataciones. Si no están demasiado en condiciones pa­
ra suscitar un desmesurado optimismo— ¿hay que excusarse por
ello?— , es porque su propósito consiste simplemente en ofrecer al
lector elementos que puedan estimular su reflexión personal y evi­
tar provocar en él una visión triunfalista-—tan hueca como iluso­
ria— de los «poderes» del pensamiento.

iJs* Primera observación: el debate entre racionalismo y relativismo


— central para la filosofía actual—está muy lejos de ser un debate
puramente especulativo^
^Recuperemos los términos de este-debate. .Se trata de_saber si
un fundamento sólido puede ser encontrado por la razón.j3_bien si
ésta constituye sólo un.m odelo cultural entre.otros, que posee
tan sólo una superioridad relativa— es decir, ninguna superioridad
en definitiva—sobre ptrOs modelosTistóiicament^posibles. Aña­
damos que ese debate se desarrolla simultáneamente~eií dos-cani-
pos.-conexos: el de la ciencia y el de la política.(En el primero de
esos campos, el objetivo es la cuestión del conocimiento— es decir, la
cuestión de si la ciencia nos enseñaafgo soBrEToTreal», o bien si no
350
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L S IG L O XX LA CA T E D R A L IN A C A B A D A

es más queTlMTonsmicción lingüística sÜLmladóiLi^JL£_smjiI^ jatifizaJ.gnalmm.ts la posibilidad de admitir que existen argumen-
mo. Eixel segundo campo) el objetivo es la cuestión de la democra­ tos, meiores^que otTo&, Ese es, por lo demás, el motivo por el que
cia-, dicho ae^o.traJD^aria..de saherjsida forma por definición «ra­ ciertos relativistas consideran que la principal aportación de la
cional» de gobierno,.,es,jin. .régimen que, se ,pr.opoiie_instaurar la filosofía del siglo xx habrá sido librarnos de ella misma, es decir,
justicia social dentr_0-^£Lestxicmj:£Speto de las libertades indivi- la de engendrar su propia «superación». Y a se entienda ésta en el
dualgs^o b ien ^ ojTasjfoima^dg,.gohigx&Q^ill^^.^agignan objetivos sentido de Heidegger o bien en el sentido de Roity, el resultado es
diferentes, serían igualmente buenas. idéntico: en ambos casos, la filosofía se ve reducida al rango de
-^■ Segund a observación: este debate tiene un origen histórico simple práctica «cultural», a la que puede concederse una finalidad
preciso, que n o Jia y jjue,p.erder dcrdsta. Ha_sjjrgidgiTleiiije.chíTdg„ estética, pero cuya utilidad social es cuando menos, restringida.
que, desde la Ilustración, la racionalidad no ha dejado de extender Esta posición tan sólo presenta una ventaja: la de dar lugar, en­
su dominioToEreTa cuftura occidental, provocando un prodigio- tre los escombros de la filosofía, a nuevas formas de creatividad in­
s£proffl-eso^Jj,s_ciend 3S, telectual, que incluso los relativistas deben admitir que no han vis­
riaITmie.n^s^u,e^paralelamente— d j^ p iad ad a^ W ^ aQ iáa^ d el to nacer aún.
hombre por el hQmbre^sembrabadudas^obi^^LjiiLtDad-el^prQ^re-- Sus inconvenientes, por otro lado, son considerables. Más allá
so» v laabsiir.didad.-.deiaTrimeraJSHerjam.umdialaerabrahaJ^Qn- del hecho de que parece tan arbitrario anunciar el fin de la filo­
fusión dennp^e^lps esRÍntas. L a atrocidad de la Shoah, finalmente, sofía como proclamar el de la historia, la pintura o bien el de la
poniendo de manifiesto hasta qué punto podría llegar la complici­ pareja, la renuncia a toda concepción objetiva de la razón entraña
dad de esa misma racionalidad con los peores crímenes jamás co­ inmensos peligros para el futuro de la humanidad. Peligros que se
metidos por el hombre, ha constituido un punto de no retorno. hacen más visibles a medida que los valores morales menos discu­
Nada tienedg^orprendente^a^partir de aquí, que la crítica al ra- tibles parecen, en este final del siglo xx, cada día más amena­
cionaUsmo—1-cuyas premisas habían sido establecidas., entre las dos zados.
guerras, por las obras de Wittgenstein, Rosenzweigv B?njain^n V La reaparición, en los cuatro puntos cardinales del planeta, del
T-Ieidegger-—h aya tomado unaJbrm a. a-la. vez^radicaLv sistemática racismo y del nacionalismo étnico— que fueron los principales in­
dc.spné.s_dedgSegunda Guerra mundial, que, en |o e&encial—había gredientes del nacionalsocialismo hitleriano— , de toda clase de
sido su consecuencia^.. fundamentalismos religiosos—por definición hostiles a la libertad
íp» Tercera y última observación, finalmente: si los debates sobre de pensamiento— , la abundancia de sectas, la explosión general de
el conocimiento v ja democracia.ponen de manifiesto problemas la credulidad y del irracionalismo, por no hablar del riesgo que
aparentemente distintos, no pueden, sin embargo, disociarse por constituye la difusión, por los medios audiovisuales, de ideas estan­
completo,. Sin duda la preferencia por la democracia no implica, a dardizadas que anestesian el espíritu crítico— ¿no son todos esos
priori que se deba renimciar al relatiyismo^epistemoíógicq.271 Pero fenómenos de una naturaleza que hace temer por el triunfo, a es­
éste, por contra, en la medida en que llega a declarar—privándolas cala mundial, de una verdadera regresión oscurantista?272
de fundamento objetivo— que todas las opciones intelectuales fun­ Contratmaregresiónsemejante,la,ngirq h?rrprgpr,^ihlp roptípíja
cionan, amenaza con minar por la base las tentativas más sinceras -siendo—a pesar de su fragilidad— el retorno a los ideales de la Ilus_-
de justificar la preferencia democrática. tración (necesariamente revisados y corregidos^ así como a lajprác-
JBi se abandona, en efecto, la ambición de f undar la razón, seyo- tica de la discusión argumentada racionalmente. Práctica e ideales

2 7 1. Esa es, en todo caso, la posición de Rorty, quien no se reconoce siempre 272. Regresión justamente denunciada, en Francia, por Bem ard-H enri Lévy
en las descripciones que se dan de su «relativismo» y prefiere considerarse a sí mis­ (La pureté dangereiise, París, Grasset, 1994), uno de los raros filósofos que se ha
m o como un discípulo «ultrapragm atista» de Davidson. comprometido valientemente en favor de los musulmanes bosnios.

352 353
O
O
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL S IG L O XX LA C A T E D R A L IN A C A B A D A 0
Ó
que, históricamente, forman el núcleo de lo que se llama «filoso­ Entre esas mutaciones se subrayarán, en el orden político, las
que han afectado a la idea de una «teoría crítica» del campo social.
a
fía». Y que son los únicos que pueden librar el combate en favor
del respeto del hombre, no menos necesario hoy que hace dos­ Heredada de Marx, formulada después por numerosos pensado­ o
cientos años, cuyo fundamento universal parece faltar. res— de Lukács y Horkheimer a Foucault y Habermas-—, esta idea a
se ha liberado poco a poco de la inercia ideológica gracias, entre
otros factores, a la caída del comunismo europeo. Lejos de todo
dogmatismo materialista o dialéctico, debería ser posible ahora en­
Las convicciones éticas, donde la cuestión del futuro de los valores carar pragmáticamente aquellas transformaciones radicales de las o
democráticos aparece como determinante en relación con la del que tienen mayor necesidad nuestras sociedades. o
estatuto del conocimiento, deberían conducirnos a hacer la elec­ En fin, paralelamente a la exigencia de esa tarea cuya urgencia
o
ción del racionalismo (incluyendo el punto de vista epistemológi­ nos recuerdan cotidianamente los oprimidos, filósofos como Ador­
o
co), a pesar de sus insuficiencias, que nos corresponde superar. no, Sartre y Putnam han propuesto vías originales para reconstruir
la ética sobre bases autónomas, independientes de toda presupo­ o
Semejante elección, por su parte, permite releer de forma me­
nos «escéptica» la historia de la filosofía en el siglo-xx. Y constatar sición religiosa. Reconstrucción difícil pero en absoluto imposible @
que la evolución de ésta, lejos de ser incoherente o puramente ne­ y, en todo caso, tan indispensable para las sociedades democráticas ©
gativa, ha permitido claramente registrar ciertos progresos— limi­ como para las otras, puesto que tanto éstas como aquéllas se en­ 'O
tados, pero reales— , así como producir cambios irreversibles en las cuentran cotidianamente expuestas a rompientes oleadas de.violen- ©
más antiguas cuestiones filosóficas. cia y odio. ©
E n el capítulo de los progresos, hay que anotar como positiva la Aunque esos progresos no estén sino en su fase inicial, tienen su ©
desaparición de ciertos problemas o, más exactamente, su transfe­ importancia. Constituyen otros tantos pasos adelante en el largo
a
rencia a otras disciplinas mejor preparadas para resolverlos. Así, el camino que la razón debe recorrer aún a fin de redefinir sus fines y
á
problema del fundamento de las matemáticas se ha convertido en sus medios. Teniendo en cuenta, evidentemente, las duras caídas
que la razón ha sufrido en nuestro siglo. Y las críticas, habituaJ- ©
un problema matemático, mientras que los que conciernen a la na­
turaleza de la materia o de la vida han ido a parar, con pleno dere­ mente justificadas, que se han podido hacer al «imperialismo» de ©
cho, a las ciencias físicas o biológicas. Igualmente y en lo sucesivo, la Ilustración; dicho de otra forma, al culto inmoderado a la razón o
corresponde a las ciencias cognitivas iluminar— en la medida de «tecnológica», cuyos efectos destructores o perversos nos ha mos­ o
sus posibilidades— el funcionamiento de la mente y a la lingüística trado ampliamente nuestro pasado reciente. o
tomar a su cargo el del lenguaje.
Si bien, por otra parte, el proyecto de una filosofía entendida 0
— en el sentido husserliano o russelliano—-como «ciencia rigurosa»
©
no es ya en la actualidad sino un sueño, sin embargo el «giro lin­ Ciertamente, nada se ha representado de mía vez por todas en la
0
güístico» iniciado por Frege, M oore y Wittgenstein ha ayudado al escena de la historia, y en ninguna parte menos que en la historia
de la filosofía. .O
pensamiento a dotarse de nuevos instrumentos de análisis. Útiles
para la mejora de sus estrategias argumentativas, esos instrumen­ L a presión que ejerce el retomo del oscurantismo, las pérdidas ■0
tos han permitido afinar conceptos como los de «conocimiento», de memoria de las que Occidente parece afectado—a intervalos re­ 0
«significación» y «verdad». Les queda todavía dejar su marca en gulares—en lo concerniente a sus errores o crímenes, la tendencia O
los dominios— estrechamente vinculados—de la ética y de la polí­ desastrosa a considerar que el final de la guerra fría, liberando al ©
tica, que han conocido, por su parte, profundas mutaciones a lo mundo del comunismo, lo ha liberado de su peor azote—cuando, Q
largo de todo este siglo. con toda claridad, los verdaderos problemas están en todas par- O

354 355
(_ N;

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX


tes— , todos estos factores pueden hacer temer, una vez más, que la
filosofía no esté a la altura de las misiones que le esperan.
Vasta catedral inacabada, obra inacabable cuyo fin nadie verá, GLO SARIO
la filosofía no deja de ser— en la actualidad— el único espacio de ar­
O'í gumentación racional en cuyo interior nuestras sociedades pueden
construir su futuro. Dando por supuesto, claro está, que son capa­
ces de asumir su pasado y de hacerse menos ilusiones sobre la rea­
lidad de su presente.
''i
antinomia Contradicción (real o aparente) entre dos leyes, dos princi­
pios.

apodíctico Se dice de una proposición cuya verdad es a la vez necesaria y


& absoluta.

axiomAtica (teo ría ) Forma tomada por una teoría deductiva construida a
partir de un pequeño número de axiomas, de los cuales pueden ser de­
ducidas rigurosamente todas las otras proposiciones de la teoría según
ciertas reglas de inferencia.

behaviorismo Tendencia de la psicología moderna que se asigna el com­


portamiento como objeto de estudio y la observación como método de
investigación— excluyendo, por consiguiente, el recurso a la intros­
pección.

constativo Se dice de un enunciado que se limita a describir un estado de


cosas (opuesto a performativo).

constructivismo Tendencia, intelectual o artística, a concebir la reali­


dad como el producto de una construcción cuyos elementos pueden
ser claramente identificados.

contradicción {principio de) Principio lógico según el cual no se puede


afirmar a la vez una proposición y su negación.

convencionalismo Concepción según la cual' las proposiciones de base


de una teoría (de una teoría científica, en particular) no podrían ser
elegidas sino de manera convencional, por el efecto de una decisión ar­
bitraria.

desconstrucción Método de lectura de un texto dirigido a desestabili­


zar su «centro» aparente a partir de elementos semánticos tomados de
su «periferia».

35¿ 357
G L O SA R IO G L O SA R IO

dialéctica Método de razonamiento que consiste en tomar en cuenta, en heurístico Que puede tener una utilidad en la búsqueda o en el descu­
el análisis de un objeto dado, las contradicciones constitutivas de éste. brimiento (del griego beu riskehv, encontrar).

eidética (reducción ) Reducción de un objeto a su «esencia» ideal (del grie­ historicismo i ) Concepción según la cual la significación de un objeto
go eidos, «esencia»), independiente de las apariencias sensibles bajo las dado no puede comprenderse sino a partir del estudio de su génesis. 2)
que se presenta ese objeto. Más generalmente, concepción según la cual la historia obedeceiía a
leyes que, correctamente comprendidas, permitirían en parte anticipar
empiriocriticismo Teoría del conocimiento inspirada en la de Kant (dicho lo venidero.
de otra manera, del «criticismo»), pero más cercana al empirismo clásico.
holismo Doctrina según la cual los enunciados científicos se remiten a la
empirismo Sistema según el cual el conjunto de nuestros conocimientos experiencia no de manera individual, sino únicamente a través del.con­
sería el fruto de la experiencia, siendo excluido por definición todo co­ junto de la teoría a la que pertenecen (del griego bolos, «entero»).
nocimiento «innato».
Nombre genérico de diversos sistemas filosóficos que, en el
id e a l is m o

epistemología Teoría de la ciencia. plano de la existencia o en el del conocimiento, subordinan la realidad


a la mente (opuesto a realismo, materialismo).
espiritualismo Nom bre genérico de diversos sistemas' filosóficos que
afirman la independencia (incluso la anterioridad) del espíritu en rela­ ideología Conjunto de ideas o de creencias propias de una sociedad o de
ción con la materia (opuesto a materialismo). una clase social. Por extensión: sistema de ideas (en general), visión del
mundo o de la vida. En sentido peyorativo: filosofía vaga y nebulosa.
fenómeno Todo lo que puede ser objeto de una experiencia posible, en el
indecidible Se dice de una proposición que, en el marco de un sistema
espacio y en el tiempo. Por extensión: todo hecho u objeto que se ma­
nifiesta a la conciencia. formal dado, no puede ser ni demostrada ni refutada.

intuicionismo Concepción según la cual la actividad matemática no pue­


fenomenalismo Doctrina encaminada a reconstruir la realidad objetiva a
de utilizar sino conceptos que pueden ser construidos y proposiciones
partir de los únicos fenómenos experimentados por la conciéncia (opues­
demostradas (de aquí el rechazo del tercio excluso).
to a fisicalismo).
logicismo Doctrina según la cual el conjunto de las matemáticas puede
fenomenología i ) Descripción de los fenómenos. 2) Método filosófico ser reducido a la lógica o reconstruido a partir de ella.
que se propone, por la descripción de las cosas mismas, fuera de toda
construcción conceptual, descubrir las estructuras de la conciencia y la logocentrismo Tendencia a subordinar toda actividad del pensamiento
esencia de la realidad. al reino del lagos, entendido a la vez como «discurso» y «razón».

fisicalismo Doctrina encaminada a reconstruir la realidad objetiva a par­ materialismo Nombre genérico de diversos sistemas filosóficos que ha­
tir de objetos físicos de base, supuestamente existentes independiente­ cen del espíritu o del pensamiento un producto de la materia (opuesto
mente de la conciencia (opuesto a fenomenalismo). a espiritualismo, idealismo).

formalismo Concepción según la cual la actividad matemática consiste mesianismo Pensamiento orientado por la espera de un salvador que ven­
en manipular signos según reglas dadas, sin tratar de conferirles un drá a poner fin al presente orden, considerado como malo, y a susti­
sentido a p r io r i. tuirlo por un orden perfecto.

hermenéutíco Relativo a la interpretación (en griego, b e rm e n e ia ) de los metalenguaje Lenguaje especializado que se utiliza para describir otro
textos o de los símbolos. lenguaje, llamado «lenguaje-objeto».
358 359
G L O SA R IO g l o s a r io

monismo Sistema según el cual el mundo no está constituido sino por solipsismo Doctrina según la cual el «yo» constituiría la única realidad
una única sustancia, por un único tipo de realidad. existente.

negacionismo Ideología dirigida a negar la realidad del exterminio de los tautología Proposición verdadera sea cual sea el valor de verdad de sus
judíos durante la Segunda Guerra mundial. componentes (y cuya negación es necesariamente una contradicción).

nominalismo Doctrina según la cual un concepto no es sino un nombre tercio excluso {prin cipio del) Principio lógico según el cual, de una pro­
desprovisto de realidad, siendo la única realidad existente la de los in­ posición y de su negación una al menos es verdadera, incluso cuando
dividuos a los que remite ese nombre (opuesto a realismo). ninguna de las dos está demostrada.

ontología Rama o parte de la metafísica que se aplica al «ser en tanto trascendente Fuera del alcance del conocimiento.
que ser», independientemente de sus determinaciones particulares.
trascendental Relativo a las condiciones de posibilidad a p r io r i, al fun­
paradigma Modelo. damento y a los límites de nuestro poder de conocer.

paradoja i ) Proposición que contradice la opinión comúnmente admiti­


da. z ) Nom bre dado a las contradicciones que pueden aparecer en el
curso de un razonamiento lógico-matemático.

performativo Se dice de un enunciado que no describe nada, pero que,


cuando se profiere, equivale a la realización de un acto (opuesto a cons-
tativo).

realismo i ) Nom bre genérico de diversos sistemas filosóficos que, en el 1


plano de la existencia o en el del conocimiento, subordinan el espíritu
a la realidad (opuesto a idealismo). 2) Doctrina según la cual la signifi­
cación de cada uno de nuestros conceptos posee una realidad autóno­
ma y objetiva (opuesto a nominalismo).

revisionismo Posición ideológica encaminada, según el caso, a cuestio­


nar ciertos aspectos de la doctrina marxista (Bemstein) o freudiana
(Fromm), e incluso de la realidad histórica. En este último caso, se apli­
ca (entre otras) a la tesis según la cual el nacionalsocialismo se explicaría
por la necesidad de combatir el comunismo (Nolte). Por contra, la ne­
gación del exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra mundial
no responde a un tipo de «revisión», sino a un puro «negacionismo».

sensacionalismo Doctrina que hace de nuestras sensaciones el punto de


partida de todo conocimiento y, por tanto, de toda reconstrucción de
la realidad.

sensualismo Doctrina según la cual todo conocimiento nos llega en pri­


mer lugar por los sentidos.
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Adamov, Arthur, 287 241, 243, 244, 245, 254, 256,


Adler, Max, 112 , 134 257, 300
Adorno, Theodor W., 173, 174, Arp, Hans, 89
175» x77> 2°4>218, 219,220, Artaud, Antonin, 325
í. t 221, 222, 223,224,225-229, Aubenque, Pierre, 103
240, 265, 269,315, 340,341, Auffret, Dominique, 122
) 342>355 AustinJohnL., 8 5 ,15 2 ,15 3 ,15 4 ,
Agustín, san, 68, 81, 212 164, 326, 342, 347, 349
Alain (seudónimo de Emile Char- Avenarius, Richard, 113
Y-
tier), 277 Axelos, Kostas, 200
i-Y
Albert, Hans, 225 Ayer, Alfred Jules, 150, 16 1, 320
Alean, Félix, 174 Azúa, Félix de, 10
Althusser, Louis, 16, 125, 126,
200, 233, 270-276,278,279, Babeuf, Gracchus, 105
280, 281, 282,283,284,285, Bach, Johan-Sebastian, 19 .
3°3> 3°4> 3°5. 3 I 4> 322 Bachelard, Gastón, 165, 273, 277,
Améry,Jean, 204 278, 280, 295, 305, 30Ó, 309
t
Anaximandro, 194, 196 Badiou, Alain, 276, 303
J... Anselmo, san, 294 Balibar, Etienne, 276
■; ,) . Antonioni, Michelangelo, 287 Ball, Hugo, 89
' : !. Apel, Karl-Otto, 153,338,341,342, Barnoin, Edouard, 16
343, 349, 35° Barthes, Roland, 303^ 304
Apollinaire, Guillaume, 18 Bataille, Georges, 295, 299, 300,
Q. Aragón, Louis, 177 3°5> 3Z5> 322
-Y Arendt, Hannah, 98,175, 205,209, Baudelaire, Charles, 177
>. 212-216, 218, 222, 240 Bauer, Otto, 112 , 134
Aries, Philippe, 306 Baumgarther, Peter, 164
Aristóteles, 25, 26, 33, 99, 187, Beaufret, Jean, 186 ,19 2,19 8,19 9 ,
217, 236, 317, 318, 323 200, 202, 300 '
Armengaud, Fran^ise, 150 Beauvoir, Simone de, Z43, 244,
Aron, Raymond, 174,208,233,240, 245

<,Y-
IN D IC E D E N O M B R ES ÍN D IC E D E N O M BRES

Bebel, August, 50 Bradley, Francis, 49, 50, 52 Char, Rene, 200 3° 5» 322-33°> 331 » 333» 334»
Beckett, Samuel, 207, 287 Brecht, Bertolt, 176 Chartier, Émile, véase Alain 343»344» 348
Benjamín, Walter, 175-177, 213, Brencano, Franz, 27, 37, 41, 96, Chisholm, Roderick, 160 Descartes, René, 25, 28, 39, 42,
219, 220, 221, 263, 268, 315, 97, 137, 160, 16Ó, 187 Chomsky, Noam, 165, 166, 293 45,48, 221, 252, 297, 304, 333,
327>33°) 352 Bretón, André, 297 Church, Alonzo, 79 347
Bennington, Geofírey, 330 Breuer, Josef, 21 Churchill, Winston, 205 Dewey,John, 156, 157, 158, 320,
Bentham, Jeremy, 5 1, 312, 344 Bricmont, Jean, 327 Churchland, Paul, 166 33b 334»345» 349
Benveniste, Émile, 303 Brisset, Jean-Pierre, 306 Cioran, EmiL, 287 Diamond, Cora, 78
Bergmann, Gustav, 128, 148 Broglie, Louis de, 20 Clérambault, 298 Diéguez, Manuel de, 286
Bergson, Henri, 39, 40, 90, 126, Brouwer, L. E .J., 34, 58, 73, 78, Clinton, Bill, 346 Dietzgen, Joseph, 112
165, 235, 252, 277, 278, 329 159 Cohén, Hermann, 22, 41, 50, 90, Dilthey, Wilhelm, 44, 124, 288
Berkeley, George, 137 Brunschvicg, Léon, 4 1, 126, 277 91, 95, 112 , 1Ó9 Dollfuss, Engelbert, 147
Bernstein, Eduard, 1 1 1 , 1 1 2 , 360 Buber, Martin, 47, 92, 95, 17 1, Collingwood, Robin G., 15 1 Dostoievski, Fedor, 66
Bettelheim, Bruno, 223 173 Cometti, Jean-Pierre, 331 Dubuffet, Jean, 287
Blanchot, Maurice, 200, 201, 306, Burali-Fortá, Cesara, 35, 54 Comte, Auguste, 127 Duchamp, Marcel, 89, 126
322, 328, 329 Conant, James B., 317 Dufrenne, Mikel, 290
Bloch, Ernst, 123, 124, 125, 173, Caird, Edward, 49 Condillac, Étienne B. de, 325 Duhem, Pierre, 129,143,160, 277,
174, 175, 176, 177, 265, 279 Camus, Albert, 243, 248, 254, Cooper, David, 259, 308 294» 3T7
Bloch, Marc, 306 255 Copérnico, Nicolás, 294 Dühring, Eugen, 110
Blondel, Maurice, 126 Canguilhem, Georges, 244, 277, Corbin, Henry, 198, 299 Dumézil, Georges, 304, 305, 306,
Bloom, Alian, 218 306, 307 Couturat, Louis, 50, 138, 277 3°7
Boehme, Jacob, 294 Cantor, Georg, 20, 27, 32, 35, 37, Croce, Benedetto, 125, 15 1 Dummett, Michael, 36, 155
Boerhaave, Hermann, 317 54, 56, 278 Cropsey, Joseph, 218 Duns Scotto, John, 97
Bogdanov, Alexandr, 1 1 3 , 114 , Carnap, Rudolf, 28, 30, 31, 36, Dupuy, Jean-Pierre, 160
115 óo, 70, 73, 75, 80, 127, 129, Dalí, Salvador, 298 Durkheim, Émile, 277, 343
Bohr, Níels, 20 13 °, 13 1- 13 3 , 134, 136, 137, Darwin, Charles, 110 Dworkin, Ronald, 345, 347
Boltzmann, Ludwig, 70, 129 138-144, 145 , 146, 147, 148, Davidson, Donald, 163, 1Ó4,
Bolyai, János, 32 149» *5°» I 5Ó, 159» l6o» 16 1, 1Ó5, 352 Ebert, Friedrich, 263
Bolzano, Bemhardt, 25, 26, 27, 31, 162, 163, 165, 169, 189, 19 1, De Morgan, Augusms, 29 Eichmann, Adolf, 214
32» 38»39»43»5Ó»12 7»I28»x34> 200, 226, 23Ó, 293, 319 Debord, Guy, 316 Einstein, Albert, 20, 128, 134,
137, 278 Cassirer, Ernst, 91, 103, 104, 170, Deborin, 12 1, 122, 123 168
Boole, George, 28, 29, 30, 31, 32, 17 1, 182, 189, 294 Debussy, Claude, 19 Emerson, Ralph W., 66, 347,
33» 3,5» 52> Castoriadis, Cornelius, 255, 285 Dedekind, Richard, 20, 26, 278 348 ■
Borel, Émile, 277 Cavaillés, Jean, 104, 277, 278, Delacampagne, Christian, 308, Engels, Friedrich, 70, xo6, 108,
Bosanquet, Bernard, 49 282 3 11 109, 110 , n i , 112 , 114 , 115 ,
Bosetti, Giancarlo, 234 Cavell, Stanley, 16, 166, 303, Deleuze, Gilíes, 306, 308, 314, 120, 139, 172
Bouglé, Célestin, 296 326, 331, 333, 344, 347, 348, Epicuro, 105
3i 5» 338
Bourdieu, Pierre, 201 350 Demócrito, 105 Epiménides, 54
Bourget, Paul, 195 Celan, Paul, 184, 287 Dennett, Daniel, 163, 166 Epstein, Joseph, 320
Boutroux, Émile, 126 Cendrars, Blaise, 18 Derrida, Jacques, 16, 155, 166, Ernst, Max, 89, 297
Bouveresse, Jacques, 16, 337 Cézanne, Paul, 19 200, 201, 284, 285, 303, 304,. Establet, Roger, 27Ó
366 367
ÍN D IC E D E N O M B R E S ÍN D IC E D E N O M B R E S

Ettinger, Elzbieta, 212 Gandillac, Maurice de, 104, 198 Heidegger, Martin, 24, 40, 41, Hume, David, 24, 49,128, 145
Euclides, 57 Gauguin, Paul, 19 43, 45, 46, 64, 75, 86, 91, 95, Husserl, Edmund, 25, 27, 32, 36-
Gaulle, Charles de, 241 96-104, 126, 127, 140, 141, 48, 91, 96, 97^ ,98, 100, 102,
:) Fanón, Frantz, 253 Gauss, Cari F-, 32 142, 148, 150, 15 1, 172, 174, 113 , 127, 129, 136, 150, 164,
i" ) Farias, Víctor, 201, 328, 339 Gavi, PliiHppe, 261 , 175, 178-204, 209, 210, 212, 166, 172, 182, 183, 187, 189,
Faurisson, Robert, 198 Genet, Jean, 325 213, 216, 217, 221, 222, 226, 190, 193, 199, 209, 235, 244,
Faye, Jean-Pierre, 193, 201 Genette, Gérard, 163, 304 247, 248, 250, 251, 263, 264, 245, 246, 248,; 250, 264, 290,
Febvre, Lucien, 306 Gentile, Giovanni, 125 265, 274, 278, 281, 289, 290, 294, 3I 5, 322, 323, 324, 328>
Fédier, Frangois, 199 Glucksmann, André, 241 295, 300, 301, 323, 325, 328, 329
O
Feigl, Herbert, 147, 148, 159 Godel, Kurt, 58, 79,130,144, 146, 329, 330, 331, 333, 334, 335, Hyppohte, Jean, 199,274, 300, 301,
■ }
Feuerbach, Ludwig, 10 5 ,10 6 ,110 , 148 336, 337, 338> 339, 343, 348, 3° 3>3° 5>3°7
112 , 280 Goethe, W olfgang, 38 352, 353
Feyerabend, Paul, 332, 335, 336 Goldhagen, Daniel J., 206 Heine, Heinrích, 168 Ionesco, Eugéne, 287
n Fichte, Johan Gottlieb, 136, 280 Goodman, Nelson, 16 1,16 2 , 163, Heisenberg, Wemer, 20
Fodor, JerryÁ ., 163 164, 165 Helmholtz, Hermannvon, 116 Jabés, Edmond, 325
Follesdal, Daglin, 167 Gramsci, Antonio, 76, n i , 123, Helvétius, Claude-Adrien, 105,106, Jacob, Fierre, 147
Foucault, Michel, 16, 155, 166, 125, 279 112 ,115 Jakobson, Román, 16, 293, 296,
167, 200, 201, 277, 295, 304, Granel, Gérard, 195 Hempel, Cari G., 148 300, 301, 302
305-314, 315, 316, 321, 322, Granet, Marcel, 297, 304 Heráclito, 192, 197,.236 James, William, 30, 60,128, 13 1,
33°i 333’ 343» 355 Green, Thomas H., 49 Herbrand, Jacques, 277 134, 156, 157, 165,334
Franco, Francisco, 215 Gropius, Walter, 132 Hertz, Theodor, 70 Jankélévitch, Vladimir, 16, 209
Frank, Philipp, 12 9 ,13 0 ,14 6 ,14 8 Grünberg, Cari, 172 Herzl, Theodor, 95 Jaspers, Karl, 47, 91, 209, 210,
Frazer, James G-, 75 Guattari, Félix, 308, 314 Hílbert, David, 34, 58, 77, 91, 2 11, 212, 213, 2ró, 218, 228,
Frege, Gottlob, 25, 27, 28, 3 1- Guitton, Jean, 272 134, 144, 294 290, 299, 339
3 <S, 37> 38, 39, 40, 43, 48, 52, Gurvitch, Georges, 197, 247 Hindenburg, Paul von, 168 Jones, Emest, 300
53, 54, 55, 5Ó, 64, 65, 66, 67, Hitler, Adolf, 46, 63, 88, 147, Joyce Jam es, 303
68, 77, 79, 81, 128, 130, 13 1, Habermas, Jürgen, 44, 153, 166, 148, 168, 170, 174, 177, 178, Jiinger, Ernst, 194, 215
138, 140, 144, 149, 152, 155, 200, 338-344, 349, 350, 355 179, 180, 181, 182, 190, 192,
16 1, 169, 190, 19 1, 342, 354 Haeckel, Ernst, 44 205, 206, 209, 2 11, 228, 231, Kandinsky, Wassily, 19
Freud, Sigmund, 21, 89,134, 168, Haecker, Theodor, 182 232, 237>238, 264 Kant, Emmanuel, 22, 23, 24, 25,
200, 209, 221, 266, 274, 275, Hahn, Hans, 127, 129, 130, 134, Hobbes, Thomas, 137, 217, 275 26, 27, 28, 31, 32, 36, 39, 40,
277, 282, 291, 299, 300, 301, M 5, T47 Holbach, Paul Henri Dietrich, 41, 42, 44, 45, 49, 50, 70, 78,
302, 325, 348 Haré, Richard, 154 barón de, 105, 112 , 115 100, 103, 105, 106, n i , 115 ,
Fromm, Erich, 92, 173, 174, 175, Hayek, Friedrich von, 148 Hólderlin, Friedrich, 192, 197 118 , 128, 138, 154, 156, 217,
219, 266, 360 Hegel, G. W. H., 40, 43, 49, 92, Hook, Sidney, 157, 158, 331 227, 228, 280, 289, 358
Fukuyama, Francís, 242, 327 93, 94, 1 05, 106, 110 , I I I , Horkheimer, Max, 17 1, 172, 173, Kautsky, Karl, 1 1 1 , 112 , 120, 234
112 , 115 , 117 , 118 , 123, 125, 174, 175, 177, 218, 219, 220, Keynes, JohnMaynard, 65
í¿í._ , ..
Gadamer, Hans-Georg, 47, i8r, 127, 156, ióó, 172, 199, 209, 221, 22 2, 223, 224, 225, 228, IChlebnikov, Velimir, 18, 293
186, 200, 208, 288, 289, 290, 226, 235, 236, 242, 258, 2Ó2, 264, 265, 268, 315, 340, 341, Kierkegaard, Soren, 68, 75, 92,
29 L 339, 34°> 34L 344 264, 273, 274, 277, 278, 280, 342>355 100, 174
GaliJeo, 295, 317 295, 29 9 >3°V 3° 5»325, 342 Hugo, Víctor, 243 Klages, Ludwig, 188
268 369
ÍN D IC E D E N O M BRES ÍN D IC E D E N O M B R E S

Klimt, Gustav, 19, 64 Lévi-Strauss, Claude, 200,279,296, Man, Paul de, 326, 328 Miller, James, 314
Klossowski, Pierré, 81, 295, 306 297, 298, 300, 301, 303, 304, Mangolis, Joseph, 201 Minin, 120,.i2 i
Kóhler, Wolfgang, 77, 172 Mannheim, Karl, 172 Moeller van den Bruck, Athur,
305» 324
Kojéve, Alexandre, 122, 199, 216, Lévy, Benny, 261 M aoTse-Tung, 126 88
217, 240, 274, 278, 296, 299, Lévy, Bérnard-Henri, 241, 353 Maquiavelo, Nicolás, 125, 217, Móllendorf, Wilhelm von, 179,
300 Lévy-Bruhl, L ucíen, 21, 296 275> 27¿ 180
Kotarbinski, Tadeusz, 28 Lewis, Clarencel., 156, 158, 16 1 Marcel, Gabriel, 290, 329 Mondrian, Piet, 19, 135
Koyré, Alexandre, 165, 198, 246, Lewis, John, 283 Marcuse, Herbert, 16, 173, 174, Monk, Ray, 74
Liebknecht, Karl, 174, 263 175, 184, 185, 201, 219, 233, Montague, William P., 156
2 7 7.294’ 295» 29 299> 3o*. 3o6’
6 >

3°9> 3*5- 3i6, 317, 318 Liebknecht, Wilhelm, 5 0 ,111, 263 240, 259, 262-270, 285, 286, Montaigne, Michel de, 347
Kraus, Karl, 65 Lobatchevski, Nikolaí, 3 2 340, 341 Montesquieu, 217, 275, 276
Krieck, Ernst, 18 1, 193, 194, 196 Locke, John, 38, 49, 217, 334 Marchaisse, Thierry, 16 Moore, George E., 50, 51, 52, 55,
Kripke, Saúl A,, 83, 164 Loos, Adoíf, 65 Marión, Jean-Luc, 47 65, 68, 74, 76, 128, 149, 150,
Kuhn, Thomas S., 16, 165, 295, Lotze, Rudolf H., 32 Marx, Karl, 43, 50, 10 5-110 , 1 1 1 , 154, 236, 354
316 -32 1, 330, 332, 333 Lounatcharski, Anatoly V., 1 1 4 112 , 114 , 115 , 117 , 118 , 119, Moreau, Gustave, 19
Kun, Bela, 1 2 3 ,1 2 4 Lovejoy, Arthur, 156, 317 120, 12 1, 123, 129, 134, 168, Morrell, Ottoline, 59
Kupka, Frank, 19 Lowith, Karl, 96, 175, 182, 186, 172, 189, 198, 199, 215, 218, Morris, Charles, 153, 200
198, 340 222, 225, 227, 234, 235, 236, Mosés, Stéphane, 169
Labriola, Antonio, m , 125 Lukács, Gyorgy, n i , 123, 124, 237, 238, 241, 243, 253, 257, Mounier, Emmanuel, 254, 290
Lacan, Jacques, 16, 200, 274, 279, 173, 176, 263, 279, 355 258, 260, 262, 264, 267, 269, Moussorgski, Modeste, 19
280, 295, 298, 299, 300, 301, Lukasiewicz, Jan, 28, 58, 159 271, 272, 274, 275, 276, 277, Münzer, Thomas, 124
302, 303, 304, 305, 348 Lutero, Martín, 98, 170 278, 279, 280, 281, 285, 314, Mussolini, Benito, 125, 215
Lacis, Asia, 176 Luxemburg, Rosa, 174, 263 327> 34°> 342>343> 346>354
Lacoue-Labarthe, Philippe, 185 Lyotard,Jean-Frangois, 315, 343, Maspero, Frangois, 284 Nagel, Emest, 319, 320
Lacroix, Jean, 272, 275 344
Mauss, Marcel, 297 Nagel, Thomas, 164, 165
Laing, Ronald, 259, 308 Llull, Ramón, 25 McTaggart, John Ellis, 49 Nagy, Imre, 124
Lakatos, Imre, 318, 332 Mead, Georg H., 343 Natorp, Paul, 50, 98
Lanzmann, Claude, 208 Maclntyre, Alasdair, 345 Meinong, Alexius von, 27, 55, 96 Neurath, Otto, 12 7 ,12 9 ,130 ,134 ,
Laraelle, Frangois, 329 Mach, Ernst, 38,60, 70, 112 , 116 , Mendel, Gregor, 21 136,137,142,143,144,145,146,
Lassalle, Ferdinand, 234 128, 129, 130, 13 1, 132, 134, Mendelssohn, Moses, 168 ■ M7
Lefort, Claude, 255 137, 142, 143, 145, 165 Merleau-Ponty, Mauríce, 4 7 ,15 1, Newton, Isaac, 20, 317
Leibniz, Gottfried Wilhelm, 24, Macherey, Pierre, 276 200,243,248,251,252, 254,255, Nicod, Jean, 159, 277
25, 26, 28, 29, 50, 127, 305 Mahler, Gustav, 19 256,273,274,275,297,300,303, Nietzsche, Friedrich, 28, 43, 66,
Lenin, 62,104, 10 9 ,112 ,113 , 114- Maiákovski, Vladimir, 18, 293 322 68, 86, 92, 97, 124, 125, 188,
119 , 120, 12 1, 122, 127, 134, Maine de Biran, Frangois-Pierre, Mersenne, 295 189, 190, 194, 195, 196, 199,
148, 239, 268, 275, 279, 281 252 Meschonnic, H¡enri, 202 200, 221, 229, 277, 299, 305,
Lesniewski, Stanislaw, 28, 159 Malebranche, Nicolás de, 252 Metzger, Héléne, 277, 317 306 ,313,34 8
Levi, Primo, 287 Malevitch, Kasimir, 19, 73, 114 , Meyerson, Émile, 160, 277, 294, Nizan, Paul, 123, 126, 243, 244,
Levinas, Emmanuel, 47, 64, 96, 293 317 24Ó, 253, 277, 298
104, 197, 198, 244, 245, 247, Malraux, André, 88, 241 Mili, John Stuart, 38, 49, 51, 52, Nolte, Ernst, 339, 360
3 25 Mamardachvili, Merab, 283, 284 344 Nozick, Robert, 346
370
ÍN D IC E D E N O M BRES ÍN D IC E D E N O M BRES

Occam, Guillermo de, 56 36, 80, 13 1, 145, 156, 158-16 1, 49-64, 65, 66, 67, 68, 73, 74, 170, 17 1, 173, 175, 176, 177
Ortega y Gasset, José, 10 1Ó2, 163, 1Ó4, 165, 167, 317, 75) 76) 77) 78 j 79- 8o) 8 l » 88) Scholz, Heinrich, 38
Ott, Hugo, 180, 182, 185, 201, 32°) 332) 333> 348 90, 113 , 127, 128, 129, 130, Schónberg, Arnold, 19, 173
328 13 1, 134, 138, 149, 150, 153, Schopenhauer, Arthur, 68, 75,199
Ramoneda, Josep, 10 157, 158, 16 1, 189, 19 1, 200, Schróder, Ernst, 31, 37, 52
Panofsky, Erwin, 170, 17 1 Ramsey, Frank P., 68 221, 234, 236, 237, 253, 315, Schródinger, Erwin, 20, 168
Parsons, Talcott, 343 Ranciére, Jacques, 276 342 Searle, John R., 153, 164, 326
Pascal, Blaise, 86 Ravel, Maurice, 64 Ryan, Alan, 158 Sebestik, Jan, 13 1
Pasteur, Louis, 21 Rawls, John, 166, 344-347, 348, Ryle, Gilbert, 15 0 ,15 1, 152, 154, Sellars, Wilfred, ió i , 317, 318,
Payr, Peter, 164 35° 163 332
Peano, Giuseppe, 31, 52, 53, 54, Redon, Odilion, 19 Rytmann, Héléne, 271, 273 Serres, Micheí, 304, 305
56> *38 Reich, Wilhelm, 173 Shakespeare, William, 347
Peirce, Charles S., 28, 30, 3 1, 33, Reichenbach, Hans, 13 1, 137, Saba, Umberto, 18 Shanon, Claude, 163
40, 52, 70, 137, 139, 15Ó, 157, 148 Sabag, Lucien, 287 Simmel, Georg, 227
158, 320, 342, 349 Resnais, Alain, 207, 287 Saint-Simon, Claude H., conde Sluga, Hans, 201
Perry, Barton, 156 Rey, Abel, 129 de, 105 Smith, Adam, 346
Pessoa, Fernando, 18 Rickert, Heinrich, 97 Salazar, Antonio de O., 215 Sócrates, 217
Piaget, Jean, 317 Ricoeur, Paul, 48, 153, 200, 290, Sancta Clara, Abraham de, 97 Sokal, Alan, 327
Pitágoras, 61 291, 292, 329, 341 Sandel, Michael, 345 Soloviev, Vladimir, 299
Planck, Max, 20 Richardson, William, 187 Santayana, George, 156 Solzhenitsin, Alexander, 241
Platón, 99, 189, 217, 220, 236, Riemann, Bernhard, 32 Sartre, Jean-Paul, 41, 42, 47, 63, Soulez, Antonia, 13 1, 134
238, 315, 319, 322, 325, 332, Rilke, RainerM-, 18, 67 64, 126, 15 1, 155, 192, 193, Spengler, Oswald, 88,101,124,184
Rivenc, Franpois, 3 5 198, 199, 200, 208, 209, 213, 221, 256
333
Plekhanov, Georgi V., 112 , 114 , Riviére, Pierre, 3 11 233, 241, 243-262, 265, 266, Spielberg, Steven, 208
120 Rockmore, Tom, 201 270, 275, 278, 286, 295, 304, Spinoza, 68, 102, 275, 282
Poincaré, Henri, 58, 116 , 277 Ronse, Henri, 323 3°5> 3 ii) 322>343) 355 Sraffa, Piero, 76, 80
Poliakov, Léon, 204, 205, 206 Rorty, Richard, 44, 52, 85, 128, Saussure, Ferdinand de, 21, 31, Stáel, Nicolás de, 287
Politzer, Georges, 123, 126, 277, 166, 203,322, 326, 330337,343, 292, 293, 296, 301, 322 Stahl, Georg E., 317
278 344) 347).348> 349) 35°) 352. Savater, Femando, ió Stalin, 118 , 119 , 12 1, 122, 125,
Popper, Karl, 2 1, 28, 80, 145, 353 Scheler, Max, 90, 91 199, 206, 256
146, 147, 148, 153, 154, 164, Rosenzweig, Franz, 46, 91, 92-96, Schelling, F. W. J., 95, 124, 209, Stark, Franz, 240
165, 225, 226, 233-240, 241, 100, 148, 1Ó9, 17 1, 173, 177, 34° Steiner, George, 338
.242, 243, 256, 318, 321, 332, 352 Schirmacher, Wolfgang, 185 Stohr, Adolf, 129, 130
Rothko, Mark, 287 Schleiermacher, Friedrich, 288 Stout, George, 49
333) 341’ 348- 349
Poulantzas, Niko, 287 Rouilhan, Philippe, 35 Schlick, Moritz, 70,73,74127,130, Strauss, Leo, 175, 216, 217, 218,
Proust, Marcel, 177 Rousseau, Jean J., 217, 275, 324, 134, 137, 138, 14 1, 142, 143, 240
Putnam, Hilary, 44, 166, 320, 325 146, 147, 159, 16 1, 237 Strawson, Peter F., 152, 154
Roussel, Raymond, 306 Schlipp, Paul A., 13 1, 348
344) 348- 349) 35°) 355
Royce, Josiah, 156, 158 Schmitt, Cari, 194, 215, 330 Tagore, Rabindranath, 73
Queneau, Raymond, 300 Rubert de Ventos, Xavier, 10 Schneeberger, Guido, 180 Tarski, Aífired, 28, 137, 144, 146,
Quine, Willard Van Ormand, 28, Russell, Bertrand, 34, 35, 36, 48, Scholem, Gershom, 92, 95, 169, 148, 159, 318

372 373
ÍN D IC E D E N O M B R ES
i»..- cO
Tatlin, Vladimir, 114 , 135 Weil, Félix, 172
.O
Taylor, Charles, 345 Weininger, Otto, 65
Wertheimer, Max, 172 •:4- O
Tito, 254
Todorov, Tzvetan, 303 Whitehead, AlfredN., 52, 56, 57, ■'A O
Tomás, santo, 97 59. 134. *58> i 59>268 0
Towamidd, Frédéric, 198 Wiener, Norbert, 163 H
Toynbee, Arnold, 88, 124, 256 Wiggershaus, Rol£, 220 ■ v :0
Trakl, Georg, 18 Williams, Bernard, 154
0 O
Trías, Eugenio, 10 Wittgenstein, Ludwig, 24, 36, 58,
Trombadori, Duccio, 310 59, 60, 64-86, 90, 95, 113 , 127, 0 a7
Trotski, León, 12 1, 158, 331 130, 136, 137, 142, 145, 149,
Trubetzkoi, Nicolás, 293 150, 15 1, 152, 153, 16 1, 163,
Turing, Alan, 163 164, 1Ó7, 173, 190, 192, 201, --O
Twardowski, Kasimir, 27, 36, 96 267, 283, 290, 303, 30Ó, 334,
y - ‘0
Tzara, Tristan, 89 347. 348. 352>354 .. 'O
Wyman, David S., 2 11
.0
Unamuno, Miguel de, 10
Ungaretti, Giuseppe, 18 Zambrano, María, 10 1 '0
Zermelo, Ernst, 31
Valéry, Paul, 46, 88, 189, 328 Zola, Emile, 243 . -O
Van Gogh, Vincent, 19 Zubiri, Xavier, 10 , . .rh
Vamhagen, Rahel, 212
Vattimo, Gianni, 47, 290
Velázquez, Diego, 309
Vemant, Jean-Pierre, 304
Vertov, Dziga, 118
Veyne, Paul, 3 13
Vico, Giambattista, 125
Víctor, Pierre, 261
Voltaire, 105, 243

Waelhens, Alphonse de, 198


Wagner, Richard, 19,195,219,297
Wahl, Jean, 126, 199, 247, 281, 0
3°2, 329
0
Waismann, Friedrich, 73, 74,
130, 142, 148 0
Walzer, Michael, 346
Weber, Max, 172, 240, 343
Weil, Eric, 17 1, 198 A V)

374
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