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Democracia- Síntesis
Robert Dahl, autor del libro publicado en 1999 bajo el nombre de La Democracia: una
guía para los ciudadanos, expone cinco indicadores y diez ventajas argumentadas de un
gobierno democrático que ayudan a responder dos preguntas principales planteadas por el
autor al inicio del texto: ¿qué es la Democracia? y ¿por qué debe ser adoptada por los
gobiernos de Estado?
Al comienzo, Dahl, menciona que todos tenemos fines que no podemos alcanzar por
nosotros mismos, sino que necesitamos la ayuda y cooperación de otras personas. Para ello
acude a la imaginación del lector, y mediante diálogos, muestra como las personas forman
una asociación en la cual los miembros se reúnen, y proponen elaborar una constitución que
luego será sometida a consideración de todos. Para ello escogen un delegado que comprenda
los fines que comparten todos los integrantes de la asociación, y se encargue de redactar dicha
constitución. Sin embargo, éste no está seguro de cómo se deberán llevar a cabo las
decisiones, es por esto que propone la creación de un grupo capacitado por las personas mejor
informadas para que sean estas las que tengan la autoridad de adoptar todas las decisiones
importantes. Todo con el fin de asegurar soluciones sabias, y de ahorrar tiempo y esfuerzo al
resto. No obstante, dicha propuesta es rechazada enseguida, y el “hablante principal” opina
que nadie es más sabio que nadie, que algunos pueden tener más conocimientos acerca de un
tema en cuestión que otros, pero todos somos capaces de aprender lo que necesitamos saber.
Por consiguiente, dicha constitución debería garantizar a los ciudadanos el derecho de
participar en la toma de decisiones de la asociación por medio de discusiones y
deliberaciones.
Ahora bien, quien emprende la tarea descubre que no hay, al parecer, una única
constitución “democrática”, sino que diversas asociaciones, organizaciones, e incluso países
que se califican a sí mismos como “democráticos”, han adoptado muchas constituciones
distintas. Entonces, ¿son algunas más democráticas que otras?, ¿qué es la democracia? Para
responder a estas preguntas, el autor define cinco criterios que son fundamentales en un
gobierno democrático:
Participación efectiva: antes de que la asociación adopte una política, todos los
miembros deben tener oportunidades iguales y efectivas para hacer que sus puntos
de vista, sobre cómo ha de ser la política, sean conocidos por los demás.
Igualdad de voto: todos deben tener la misma oportunidad de votar, y todos estos
deben contarse como iguales.
Comprensión ilustrada: todo miembro debe tener oportunidades iguales y efectivas
para instruirse sobre las políticas alternativas relevantes y sus posibles
consecuencias.
Control de la agenda: oportunidades de escoger cómo y qué asuntos deben ser
incorporados en la agenda. Las políticas de la asociación están siempre abiertas a
cambios introducidos por sus miembros, si estos así lo deciden.
Inclusión de los adultos: todos, o al menos, la mayoría de los adultos que son
residentes permanentes, deben tener los plenos derechos de ciudadanía que están
implícitos en los cuatro criterios anteriores.
Luego, Dahl, afirma que cada uno de estos criterios es necesario, ya que en el momento
en que cualquiera de ellos se incumple, los miembros no serán considerados como iguales en
el ámbito político. El primer criterio, evita que algunos miembros reciban más oportunidades
que otros para expresar sus puntos de vista, y así lograr que sus políticas tengan mayores
probabilidades de prevalecer. Con respecto al segundo, suponiendo que se le atribuye a los
votos un valor o peso distinto en función de la cantidad de propiedades de cada miembro, y
que hay grandes diferencias entre los números de estas; si todos estamos igual de bien
calificados para participar en estas decisiones, el autor pregunta: “¿por qué los votos de
algunos han de contar más que los otros?
En cuanto al tercer criterio, éste está dirigido a asegurar que cada miembro cualificado
igualitariamente, participe en las decisiones siempre que tenga adecuadas oportunidades de
instruirse sobre las cuestiones relativas a la asociación mediante la indignación, discusión y
deliberación. Además, de estos cinco criterios, se precisa una provisión que le permita a la
minoría que se opone, prevalecer con independencia de lo que una mayoría de miembros
pueda adoptar en una votación libre y equitativa.
Valiéndose de una solución ingeniosa, proponen una constitución que satisfaga los
criterios anteriores. Pero para anularlos sugieren el requisito de que en las asambleas
generales los miembros solo puedan discutir y votar sobre asuntos previamente introducidos
en la agenda por parte de un comité ejecutivo, el cual se reduce solo a los propietarios. Al
controlar la agenda, esta pequeña camarilla puede asegurar que la asociación nunca actuará en
contra de sus intereses, ya que jamás autorizará ninguna propuesta que pueda hacerlo. No
obstante, después de reflexionar, la propuesta es rechazada por el constituyente, ya que esta
viola el principio de la igualdad política. Para que los miembros sean iguales, se buscarán
arreglos constitucionales que satisfagan el cuarto criterio y aseguren así que el control final
recaiga en los miembros como un todo.
Dicho esto, según Robert Dahl, desde luego es posible aplicar los criterios
anteriormente mencionados en un Estado, a pesar de que en la historia humana, ningún Estado
ha tenido jamás un gobierno a la altura de estos indicadores. Aun así, estos aportan un
estándar muy útil para medir los logros y posibilidades del gobierno democrático. Asumiendo
que en la realidad no existe ninguna asociación que satisfaga plenamente estos criterios,
¿estos son verdaderamente útiles? Pues son tan útiles como pueda serlo cualquier estándar
ideal, y son más relevantes y eficaces que muchos de ellos. Pueden servir como guías para
conformar y reajustar determinados arreglos, constituciones, prácticas e instituciones
políticas. Interpretar mejor nuestros estándares democráticos, aplicarlos a asociaciones
concretas, y crear las prácticas e instituciones políticas que requieren, no es desde luego, una
tarea sencilla.
Hay que recordar que el Estado es una asociación única que satisface todos los criterios
anteriores. Sin embargo, en diferentes épocas de la historia, han existido estados sometidos a
gobernantes no democráticos, o “gobiernos populares” en los que una parte sustancial de la
población adulta es excluida del sufragio o de otras formas de participación política. Sus
respectivos líderes alegan que la mayoría de las personas simplemente no son competentes
para participar en el gobierno de Estado. Esta saldría ganando si se limitaran a confiar la
complicada tarea del gobierno a aquellos que son más sabios que ellos.
Existen algunos que se limitan a negar que las personas corrientes son competentes
para gobernarse a sí mismas. Afirman que los expertos en el gobierno, los tutores,
son superiores en su conocimiento del bienestar general y de los medios necesarios
para alcanzarlo. Por muy atractivo que sea este argumento que va en contra de la
Democracia, este fracasa a la hora de tener en cuenta algunos defectos como los
que el autor presenta a continuación:
Sí. Algunas veces, individuos y grupos pueden estar equivocados respecto a cuál es
su propio bien. Pueden no percibir cuáles sean sus auténticos intereses. Pero el
grueso de la experiencia humana nos informa que ningún grupo de adultos puede
garantizar a los demás el poder que disponen para gobernar sobre ellos. Sin
embargo, el cuerpo de la ciudadanía debe incluir a todas las personas sujetas a las
leyes de dicho estado, excepto a los transeúntes y aquellos que son incapaces de
cuidar de sí mismos.
9. “Las democracias representativas no hacen la guerra entre sí”. A pesar de que las
razones no están muy claras, probablemente esto se debe a que los altos niveles de
comercio internacional entre las democracias modernas las predisponen a la
cordialidad más que a la guerra. Las personas de otros países democráticos son
vistas como menos amenazadoras, dignas de confianza.
10. “Los gobiernos democráticos tienden a ser más prósperos que los países con
gobiernos no democráticos”. Para desarrollar este punto, se apoya sobre la idea de
que los mercados no están altamente regulados, los trabajadores son libres de
moverse, las empresas privadas compiten por ventas y recursos, y los consumidores
pueden elegir entre bienes y servicios ofrecidos por proveedores en competencia.
Al mismo tiempo, estos países democráticos suelen promover la educación de sus
pueblos, esto se convierte en trabajo, luego en innovación y, finalmente, en
crecimiento económico. Se promueve el respeto a la ley, independencia de los
tribunales, protección para los derechos de propiedad, respeto de acuerdos
contractuales, y por último, las barreras de comunicación son mínimas, facilitando
el intercambio de información. Todos estos hechos evitan las desigualdades,
aumentando de esta forma la economía de mercado y las posibilidades de alcanzar
una igualdad política plena entre los ciudadanos.
Nada en cuanto se ha dicho, implica que una mayoría de los ciudadanos no pueda
cometer errores. Es por ello que los defensores de la democracia han dotado un alto valor a la
educación, y educación no solo escolar, sino de discusión, deliberación, debate y
controversias públicas, información fiable y otras instituciones de una sociedad libre. En
conclusión, el autor refleja que, se ha adoptado la igualdad intrínseca; el gobierno ha de
considerar de forma igualitaria los intereses de todas las personas vinculadas por sus
decisiones; por más cualificado que sea un adulto, no se le deberá confiar la autoridad
completa y final sobre el gobierno de Estado, en su lugar se ha aceptado la inclusión plena; y
en consecuencia, las instituciones encargadas de promover la educación cívica, deben ser
fortalecidas para que los ciudadanos puedan adquirir la competencia que precisan.
Por otro lado, tenemos el texto de Aníbal Romero, publicado en 1990 bajo el nombre de
¿Qué es la Democracia. En él, el autor explica que el término “Democracia” ha
experimentado una “degradación por el uso”, debido a que prácticamente ha sido adoptado
por todas las ideologías y tendencias políticas, sin embargo, esta posee una serie de
características que, a pesar de ser cambiantes, han permanecido inmutables desde la Atenas
clásica. Al comienzo, separa las características propias de la democracia de las de una
sociedad democrática. Con respecto a la primera, se encuentra que en ella: los derechos son
semejantes para los ciudadanos, existe la libertad de expresión, organización y oposición
política, se llevan a cabo elecciones libres y limpias para elegir quién gobernará por un plazo
definido y limitado, existe una lucha política no violenta, leyes comunes para todos y un
poder judicial independiente, y fuerzas armadas no politizadas. En cuanto a las características
de una sociedad democrática, se puede observar que esta es pluralista, anti-conformista,
descentralizada institucionalmente, innovadora, socialmente móvil, igualitaria en espíritu y en
la realidad, legalista, abierta, competitiva y respetuosa con la vida y aspiraciones de cada
ciudadano.
Del mismo modo que el autor de la primera lectura, este también desarrolla los rasgos
principales de un sistema político y una sociedad verdaderamente demócrata. Esos son:
Es por esto que la verdadera democracia, debe proteger los derechos de los que no
piensan como la mayoría, ya que su punto de vista distinto, puede ser hallado como
“equivocado” o “errado” por el cuerpo político entero, y a ser obligado a renunciar a sus
ideales. Por este camino puede surgir un absolutismo y un despotismo. Lo extremista nunca es
bueno. Además, otorgarle TODO el poder a cualquiera de los dos extremos, puede terminar
en opresión. Por tanto, ambas deben tener derechos, de forma que cada persona pueda
protegerse de la otra.
Hay que recordar que la Democracia “no es una varita mágica con poder para resolver
definitivamente y para siempre los problemas de la política”, dice el autor. Posteriormente,
cita a Popper, quien aclara que: “es un error culpar a la democracia por las fallas y errores de
un determinado Estado, cuando los responsables son los ciudadanos que lo conforman, pues
su carácter moral e intelectual es, en buena medida, un problema personal”. Finalmente, se
puede concluir que la Democracia como sistema de gobierno, es necesaria para evitar la
tiranía entre los ciudadanos, de manera que estos puedan cambiar socialmente para alcanzar
sus metas comunes y personales, en un ambiente donde se respeten los derechos de cada
persona y los distintos puntos de vista sean considerados y discutidos libremente.