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Alexandra Piñero 16-10907

Democracia- Síntesis

Robert Dahl, autor del libro publicado en 1999 bajo el nombre de La Democracia: una
guía para los ciudadanos, expone cinco indicadores y diez ventajas argumentadas de un
gobierno democrático que ayudan a responder dos preguntas principales planteadas por el
autor al inicio del texto: ¿qué es la Democracia? y ¿por qué debe ser adoptada por los
gobiernos de Estado?

Al comienzo, Dahl, menciona que todos tenemos fines que no podemos alcanzar por
nosotros mismos, sino que necesitamos la ayuda y cooperación de otras personas. Para ello
acude a la imaginación del lector, y mediante diálogos, muestra como las personas forman
una asociación en la cual los miembros se reúnen, y proponen elaborar una constitución que
luego será sometida a consideración de todos. Para ello escogen un delegado que comprenda
los fines que comparten todos los integrantes de la asociación, y se encargue de redactar dicha
constitución. Sin embargo, éste no está seguro de cómo se deberán llevar a cabo las
decisiones, es por esto que propone la creación de un grupo capacitado por las personas mejor
informadas para que sean estas las que tengan la autoridad de adoptar todas las decisiones
importantes. Todo con el fin de asegurar soluciones sabias, y de ahorrar tiempo y esfuerzo al
resto. No obstante, dicha propuesta es rechazada enseguida, y el “hablante principal” opina
que nadie es más sabio que nadie, que algunos pueden tener más conocimientos acerca de un
tema en cuestión que otros, pero todos somos capaces de aprender lo que necesitamos saber.
Por consiguiente, dicha constitución debería garantizar a los ciudadanos el derecho de
participar en la toma de decisiones de la asociación por medio de discusiones y
deliberaciones.

Ahora bien, quien emprende la tarea descubre que no hay, al parecer, una única
constitución “democrática”, sino que diversas asociaciones, organizaciones, e incluso países
que se califican a sí mismos como “democráticos”, han adoptado muchas constituciones
distintas. Entonces, ¿son algunas más democráticas que otras?, ¿qué es la democracia? Para
responder a estas preguntas, el autor define cinco criterios que son fundamentales en un
gobierno democrático:

 Participación efectiva: antes de que la asociación adopte una política, todos los
miembros deben tener oportunidades iguales y efectivas para hacer que sus puntos
de vista, sobre cómo ha de ser la política, sean conocidos por los demás.
 Igualdad de voto: todos deben tener la misma oportunidad de votar, y todos estos
deben contarse como iguales.
 Comprensión ilustrada: todo miembro debe tener oportunidades iguales y efectivas
para instruirse sobre las políticas alternativas relevantes y sus posibles
consecuencias.
 Control de la agenda: oportunidades de escoger cómo y qué asuntos deben ser
incorporados en la agenda. Las políticas de la asociación están siempre abiertas a
cambios introducidos por sus miembros, si estos así lo deciden.
 Inclusión de los adultos: todos, o al menos, la mayoría de los adultos que son
residentes permanentes, deben tener los plenos derechos de ciudadanía que están
implícitos en los cuatro criterios anteriores.

Luego, Dahl, afirma que cada uno de estos criterios es necesario, ya que en el momento
en que cualquiera de ellos se incumple, los miembros no serán considerados como iguales en
el ámbito político. El primer criterio, evita que algunos miembros reciban más oportunidades
que otros para expresar sus puntos de vista, y así lograr que sus políticas tengan mayores
probabilidades de prevalecer. Con respecto al segundo, suponiendo que se le atribuye a los
votos un valor o peso distinto en función de la cantidad de propiedades de cada miembro, y
que hay grandes diferencias entre los números de estas; si todos estamos igual de bien
calificados para participar en estas decisiones, el autor pregunta: “¿por qué los votos de
algunos han de contar más que los otros?

En cuanto al tercer criterio, éste está dirigido a asegurar que cada miembro cualificado
igualitariamente, participe en las decisiones siempre que tenga adecuadas oportunidades de
instruirse sobre las cuestiones relativas a la asociación mediante la indignación, discusión y
deliberación. Además, de estos cinco criterios, se precisa una provisión que le permita a la
minoría que se opone, prevalecer con independencia de lo que una mayoría de miembros
pueda adoptar en una votación libre y equitativa.

Valiéndose de una solución ingeniosa, proponen una constitución que satisfaga los
criterios anteriores. Pero para anularlos sugieren el requisito de que en las asambleas
generales los miembros solo puedan discutir y votar sobre asuntos previamente introducidos
en la agenda por parte de un comité ejecutivo, el cual se reduce solo a los propietarios. Al
controlar la agenda, esta pequeña camarilla puede asegurar que la asociación nunca actuará en
contra de sus intereses, ya que jamás autorizará ninguna propuesta que pueda hacerlo. No
obstante, después de reflexionar, la propuesta es rechazada por el constituyente, ya que esta
viola el principio de la igualdad política. Para que los miembros sean iguales, se buscarán
arreglos constitucionales que satisfagan el cuarto criterio y aseguren así que el control final
recaiga en los miembros como un todo.

Antes de aclarar si se puede aplicar todos estos criterios al gobierno de un Estado, el


autor define el término Estado como un: “tipo especial de asociación que se distingue por la
extensión en la que- entre todos aquellos sobre los que revindica su jurisdicción- puede
asegurar la obediencia de sus reglas por medio de sus superiores medios de coerción”. En
siglos pasados, este no ha sido mayor que una ciudad, aunque en la actualidad, los Estados
hacen referencia incluso a la jurisdicción existente sobre un país entero.

Dicho esto, según Robert Dahl, desde luego es posible aplicar los criterios
anteriormente mencionados en un Estado, a pesar de que en la historia humana, ningún Estado
ha tenido jamás un gobierno a la altura de estos indicadores. Aun así, estos aportan un
estándar muy útil para medir los logros y posibilidades del gobierno democrático. Asumiendo
que en la realidad no existe ninguna asociación que satisfaga plenamente estos criterios,
¿estos son verdaderamente útiles? Pues son tan útiles como pueda serlo cualquier estándar
ideal, y son más relevantes y eficaces que muchos de ellos. Pueden servir como guías para
conformar y reajustar determinados arreglos, constituciones, prácticas e instituciones
políticas. Interpretar mejor nuestros estándares democráticos, aplicarlos a asociaciones
concretas, y crear las prácticas e instituciones políticas que requieren, no es desde luego, una
tarea sencilla.

Hay que recordar que el Estado es una asociación única que satisface todos los criterios
anteriores. Sin embargo, en diferentes épocas de la historia, han existido estados sometidos a
gobernantes no democráticos, o “gobiernos populares” en los que una parte sustancial de la
población adulta es excluida del sufragio o de otras formas de participación política. Sus
respectivos líderes alegan que la mayoría de las personas simplemente no son competentes
para participar en el gobierno de Estado. Esta saldría ganando si se limitaran a confiar la
complicada tarea del gobierno a aquellos que son más sabios que ellos.

Para explicar el por qué es necesario un gobierno democrático, el autor enumera y


desarrolla diez ventajas de este tipo de sistema. Estas son:

1. “La democracia ayuda a evitar el gobierno de autócratas crueles y depravados”.


Durante toda la historia, los líderes guiados por sus propios intereses, ideología,
paranoia, nacionalismo, creencias religiosas, convicciones de superioridad innata, o
puro impulso y sentimiento, han violado el verdadero objetivo del Estado para
ponerlo al servicio de sus propios fines; causando enfermedad, hambruna, y guerra
entre los humanos. A su vez, estos gobiernos populares tienden a infligir daño a las
personas que viven dentro de su jurisdicción y están obligadas a obedecer sus leyes,
y carecen de los derechos a participar en el gobierno.
2. “Garantiza a sus ciudadanos una cantidad de derechos fundamentales que los
gobiernos no democráticos no garantizan ni pueden garantizar”. La democracia no
es únicamente un procedimiento de gobierno, sino que es también intrínsecamente
un sistema de derechos. No se trata de un conjunto de definiciones prometidas y
escritas en un texto, en la ley, o incluso, en un documento constitucional. Los
derechos (como los criterios mencionados al inicio) deben ser verdaderamente
efectivos y estar a disposición de sus ciudadanos en la práctica. De no ser así,
entonces el sistema político no es independiente de lo que pretendan los
gobernantes. Las instituciones que otorgan y protegen los derechos y oportunidades
democráticos básicos son necesarios para la democracia. Además, si los ciudadanos
no comprenden que la democracia exige ciertos derechos, o no defienden dichas
instituciones políticas, administrativas y judiciales, entonces la democracia está en
peligro.
3. “Asegura a sus ciudadanos un mayor ámbito de libertad personal”. Aparte, de todos
los derechos, libertades y oportunidades que son estrictamente necesarias para que
un gobierno sea democrático, también se debe incluir en esta idea: la libertad de
expresión. Para argumentar su idea, el autor cita a Pericles, quien dice que: “La
libertad de que disfrutemos en nuestro gobierno se extiende también a nuestra vida
corriente”. Indica que generalmente, los anarquistas suelen creer que todos
alcanzaríamos mayor libertad si el Estado fuera abolido en su totalidad, sin
embargo, esto es una idea imposible, ya que la tendencia natural de muchas
personas es la de esclavizar, robar a otras fruto de su trabajo, dominar al más débil
y de imponer sus ideales; provocando un estado de anarquía en el que no se
respeten los derechos individuales y se pudiera tomar una decisión colectiva de
forma unánime.
4. “Ayuda a las personas a proteger sus propios intereses fundamentales”. Todos
deseamos ciertos bienes como: sobrevivir, estar protegidos, alimentar, salud, amor,
respeto, trabajo, ocio, etc. No obstante, estos deseos varían según cada persona. La
mayoría de ellas desea ejercer el control sobre aquellos que le otorgue la
oportunidad de conformar su vida de acuerdo a sus propios fines, gustos, valores,
compromisos, creencia. Es por esto, que la democracia protege esta libertad y dicha
oportunidad. “Los seres humanos no tienen más seguridad contra el mal obrar de
sus semejantes que la protección de sí mismo por sí mismo”. Indudablemente,
quien está incluido en el electorado de un Estado democrático, no tiene ninguna
certeza de que sus intereses estén protegidos; pero si está excluido, puede estar
perfectamente seguro de que sus intereses serán seriamente vulnerados; no
obstante, vale la pena estarlo.
5. “Proporciona una oportunidad máxima para que las personas ejerciten la libertad de
autodenominarse, es decir, que vivan bajo leyes de su propia elección”. Por
naturaleza todos los seres humanos estamos condicionados a vivir en sociedad, y a
veces, nuestros intereses individuales entran en conflicto. Por ello es necesario la
existencia de ciertas reglas y practicas a las que uno, como miembro del mismo
grupo, debemos obedecer. Consecuentemente, si uno no puede imponer sus deseos
por la fuerza, deberá encontrar una manera de resolver sus diferencias
pacíficamente, quizás mediante acuerdos unánimes, leyes o reglas que puedan
satisfacer ciertos criterios razonables:
 Los puntos de vista de todos, deben poder darse a conocer.
 Oportunidades para discusión, deliberación, negociación y compromiso,
que pudieran conducir a una ley que sea satisfactoria para todos.
 Si no se logra llegar a una decisión unánime, pues se acatara aquella
con el apoyo de la mayoría.
6. “Proporciona una oportunidad máxima para ejecutar la responsabilidad moral”. Las
decisiones deben ser tomadas en función a los principios morales, después de haber
entrado en un profundo proceso de reflexión, deliberación, escrutinio y
consideración de las posibles alternativas y de sus consecuencias.
7. “Promueve el desarrollo humano más plenamente que cualquier alternativa
factible”. Todas las personas poseen una visión de las cualidades humanas que son
“adecuadas” (honestidad, equidad, valor, amor) e “indeseables”, según el autor. Un
sistema político democrático puede aumentar el margen en el cual los adultos
puedan proteger sus propios intereses de otros, asumir la responsabilidad por
decisiones importantes, y comprometerse libremente con otros en la búsqueda de la
mejor decisión.
8. “Fomentar un grado relativamente alto de igualdad política”. Dahl cita que:
“Debemos contemplar el bien de cada ser humano como intrínsecamente igual al de
cualquier otro”. Es decir, todos los seres humanos deben ser tratados como si
tuvieran una igual pretensión a la vida, libertad, felicidad, y otros bienes e intereses
fundamentales. Dicho juicio moral, el autor lo denomina: “igualdad intrínseca”. “Al
adoptar decisiones, el gobierno debe dotar de una igual consideración al bien y a los
intereses de cada persona vinculada por tales decisiones”. Ahora bien, ¿Por qué
adoptar estos principios?, pues:
 “Por razones éticas y religiosas”. Varias culturas afirman que “todos somos
hijos de Dios”, argumento que la mayoría de los razonamientos morales,
sistemas éticos, explícita o implícitamente, asumen tal principio.
 “Debilidades de un principio alternativo”. Los seres humanos suelen ser un
poco egoístas por naturaleza; tienden a no preocuparse por los intereses de
los demás. Por tanto, suelen estar tentados de afirmar pretensiones para sus
allegados.
 “Prudencia”. Dado que un gobierno de un Estado no solo proporciona
grandes beneficios, sino que también puede infligir grandes daños, la
prudencia dicta una cautelosa preocupación por la forma en la que sus
inusuales capacidades vayan a ser utilizadas.
 “Aceptabilidad”. Un proceso que garantice una igual consideración para
todos, podemos concluir razonablemente que será más capaz de asegurar el
consentimiento de todos aquellos cuya cooperación necesitamos para
conseguir nuestros fines.

Existen algunos que se limitan a negar que las personas corrientes son competentes
para gobernarse a sí mismas. Afirman que los expertos en el gobierno, los tutores,
son superiores en su conocimiento del bienestar general y de los medios necesarios
para alcanzarlo. Por muy atractivo que sea este argumento que va en contra de la
Democracia, este fracasa a la hora de tener en cuenta algunos defectos como los
que el autor presenta a continuación:

 Ceder el control final de las decisiones a expertos


 Las decisiones políticas hechas por los individuos no son equivalentes a las
decisiones adoptadas y hechas efectivas por parte del gobierno de un
Estado.
 Para gobernar un Estado, se necesita más que conocimiento estrictamente
científico.
 Una cosa es diseñar una utopía, y otra distinta es realizarla.

A su vez, el autor, menciona que en circunstancias normales, todo adulto protegido


por el derecho, sometido a las leyes del Estado, debe ser considerado lo
suficientemente bien calificado como para participar en el proceso democrático de
gobierno de Estado.

Sí. Algunas veces, individuos y grupos pueden estar equivocados respecto a cuál es
su propio bien. Pueden no percibir cuáles sean sus auténticos intereses. Pero el
grueso de la experiencia humana nos informa que ningún grupo de adultos puede
garantizar a los demás el poder que disponen para gobernar sobre ellos. Sin
embargo, el cuerpo de la ciudadanía debe incluir a todas las personas sujetas a las
leyes de dicho estado, excepto a los transeúntes y aquellos que son incapaces de
cuidar de sí mismos.

9. “Las democracias representativas no hacen la guerra entre sí”. A pesar de que las
razones no están muy claras, probablemente esto se debe a que los altos niveles de
comercio internacional entre las democracias modernas las predisponen a la
cordialidad más que a la guerra. Las personas de otros países democráticos son
vistas como menos amenazadoras, dignas de confianza.
10. “Los gobiernos democráticos tienden a ser más prósperos que los países con
gobiernos no democráticos”. Para desarrollar este punto, se apoya sobre la idea de
que los mercados no están altamente regulados, los trabajadores son libres de
moverse, las empresas privadas compiten por ventas y recursos, y los consumidores
pueden elegir entre bienes y servicios ofrecidos por proveedores en competencia.
Al mismo tiempo, estos países democráticos suelen promover la educación de sus
pueblos, esto se convierte en trabajo, luego en innovación y, finalmente, en
crecimiento económico. Se promueve el respeto a la ley, independencia de los
tribunales, protección para los derechos de propiedad, respeto de acuerdos
contractuales, y por último, las barreras de comunicación son mínimas, facilitando
el intercambio de información. Todos estos hechos evitan las desigualdades,
aumentando de esta forma la economía de mercado y las posibilidades de alcanzar
una igualdad política plena entre los ciudadanos.

Nada en cuanto se ha dicho, implica que una mayoría de los ciudadanos no pueda
cometer errores. Es por ello que los defensores de la democracia han dotado un alto valor a la
educación, y educación no solo escolar, sino de discusión, deliberación, debate y
controversias públicas, información fiable y otras instituciones de una sociedad libre. En
conclusión, el autor refleja que, se ha adoptado la igualdad intrínseca; el gobierno ha de
considerar de forma igualitaria los intereses de todas las personas vinculadas por sus
decisiones; por más cualificado que sea un adulto, no se le deberá confiar la autoridad
completa y final sobre el gobierno de Estado, en su lugar se ha aceptado la inclusión plena; y
en consecuencia, las instituciones encargadas de promover la educación cívica, deben ser
fortalecidas para que los ciudadanos puedan adquirir la competencia que precisan.

Por otro lado, tenemos el texto de Aníbal Romero, publicado en 1990 bajo el nombre de
¿Qué es la Democracia. En él, el autor explica que el término “Democracia” ha
experimentado una “degradación por el uso”, debido a que prácticamente ha sido adoptado
por todas las ideologías y tendencias políticas, sin embargo, esta posee una serie de
características que, a pesar de ser cambiantes, han permanecido inmutables desde la Atenas
clásica. Al comienzo, separa las características propias de la democracia de las de una
sociedad democrática. Con respecto a la primera, se encuentra que en ella: los derechos son
semejantes para los ciudadanos, existe la libertad de expresión, organización y oposición
política, se llevan a cabo elecciones libres y limpias para elegir quién gobernará por un plazo
definido y limitado, existe una lucha política no violenta, leyes comunes para todos y un
poder judicial independiente, y fuerzas armadas no politizadas. En cuanto a las características
de una sociedad democrática, se puede observar que esta es pluralista, anti-conformista,
descentralizada institucionalmente, innovadora, socialmente móvil, igualitaria en espíritu y en
la realidad, legalista, abierta, competitiva y respetuosa con la vida y aspiraciones de cada
ciudadano.

Todos estos rasgos anteriormente mencionados, permiten distinguir el verdadero rostro


de la democracia del falso que prometen los gobiernos populistas. La verdadera puede ser
llamada “liberal”, ya que su eje clave es combinar el poder del pueblo para elegir a sus
gobernantes con la limitación del poder del gobierno, atendiendo la necesidad de proteger una
esfera inviolable para la libertad de los individuos, en la cual gobiernen las leyes y no los
hombres. Romero afirma que “en una verdadera democracia, el gobierno sirve al pueblo, y no
el pueblo al gobierno”. La Constitución venezolana de 1961, establece que el gobierno es
escogido por voluntad popular, está sometido a leyes que no le es dado cambiar a su antojo,
sino a través de procedimientos democráticos, y no puede discriminar a nadie por razones de
raza sexo, credo o condición social. La razón por la cual casi todas las tendencias políticas
quieren apoderarse de este término, tiene que ver con una cuestión de legitimidad; ¿qué les da
el derecho de gobernar?, ¿por qué están allí? Pues la respuesta democrática es que están ahí
por voluntad del pueblo, la suprema fuente de legitimidad, y no por un presunto “derecho
divino” de los reyes, o la extracción social, o la supuesta superioridad intelectual.

Del mismo modo que el autor de la primera lectura, este también desarrolla los rasgos
principales de un sistema político y una sociedad verdaderamente demócrata. Esos son:

 Soberanía popular: el poder reside en el pueblo.


 Libertad: cada individuo debe poder formular y buscar sus propios objetivos sin
restricciones externas. Sin embargo, esta no puede ser absoluta, ya que se convierte
en anarquía. La libertad de cada persona debe ser compatible con los derechos y la
seguridad de los demás.
 Igualdad política: se refiere al derecho universal al sufragio, ausencia de
restricciones discriminatorias para ser elegido, e igualdad ante la ley.
 Consenso: consentimiento del pueblo para ser gobernado.
 Gobierno como agente del pueblo: hay que entender que el gobierno no es mas que
un instrumento del pueblo que debe limitarse a ejercer sus poderes y funciones.
 Participación: garantías de oportunidades para participar en el ejercicio de la
autoridad y en la toma de decisiones.
 Ambiente de diversidad y de controversia, sujeto a leyes: acepta diferentes
opiniones e intereses, bajo un ambiente abierto y pacífico, sujeto de normas y leyes.
 Moderación y compromiso: tolerancia ante la opinión de otros, reconocimiento de
la imperfección, y flexibilidad y voluntad para alcanzar compromisos que eviten la
imposición mediante la coerción.
 Decisiones abiertas y tentativas: las decisiones democráticas deben estar sujetas a
críticas y revisiones periódicas, para que cada generación logre su meta.
 Decisiones por mayoría, y defensa de los derechos de la minoría: prevalece la
decisión de la mayoría, sin embargo las opiniones de la minoría deben ser
respetadas y protegidas.

Es por esto que la verdadera democracia, debe proteger los derechos de los que no
piensan como la mayoría, ya que su punto de vista distinto, puede ser hallado como
“equivocado” o “errado” por el cuerpo político entero, y a ser obligado a renunciar a sus
ideales. Por este camino puede surgir un absolutismo y un despotismo. Lo extremista nunca es
bueno. Además, otorgarle TODO el poder a cualquiera de los dos extremos, puede terminar
en opresión. Por tanto, ambas deben tener derechos, de forma que cada persona pueda
protegerse de la otra.

También resalta la importancia de que la democracia, a pesar de que funciona a través


de representantes electos por el pueblo, ha llevado a algunos teóricos a plantear que la política
democrática posee una estructura oligárquica y está dominada por élites. Estos no pueden
dejarse llevar por sus propios intereses, engañando a las masas y haciéndoles creer que tienen
una influencia sobre las decisiones, cuando en realidad no es así. En consecuencia, los
gobernantes deben someterse a un conjunto de leyes que establezcan un marco de
responsabilidad ante el electorado, el cual posee la capacidad de sacarlos mediante elecciones
libres.

Hay que recordar que la Democracia “no es una varita mágica con poder para resolver
definitivamente y para siempre los problemas de la política”, dice el autor. Posteriormente,
cita a Popper, quien aclara que: “es un error culpar a la democracia por las fallas y errores de
un determinado Estado, cuando los responsables son los ciudadanos que lo conforman, pues
su carácter moral e intelectual es, en buena medida, un problema personal”. Finalmente, se
puede concluir que la Democracia como sistema de gobierno, es necesaria para evitar la
tiranía entre los ciudadanos, de manera que estos puedan cambiar socialmente para alcanzar
sus metas comunes y personales, en un ambiente donde se respeten los derechos de cada
persona y los distintos puntos de vista sean considerados y discutidos libremente.

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