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4. LOS JUEGOS
10.1. «ACORRALAR»
10.2 «DEJEMOS QUE TÚ Y ÉL PELEÉIS»
10.3 «LES DEMOSTRARÉ»
10.4 «PSEUDOVIOLACIÓN»
10.5 «PSEUDOVIOLACIÓN» Y *DEJEMOS QUE TÚ Y ÉL PELEÉIS»
10.6 *AHORA YA TE TENGO
10.7 «JERGA TÉCNICA»
11.- CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
*********
En el Capítulo Los tres Estados del Ego, de Eric Berne, expuse cómo entiende
Gustavo Bueno la Materialidad. Ahora vuelvo sobre el mismo asunto, para enmarcar la
gran concepción de Berne sobre la vida humana.
(c) Contenidos que giran en torno al concepto de una supuesta presencia del
sujeto ante sí mismo ( S S ), que se corresponden con la que denominamos
generalmente como la «clase de los sentimientos» (vis affectiva). (Bueno, 2000: 18-
119).
Cuando Alex Barris analizó una gran cantidad de películas sobre periodistas en
la Edad de Oro del cine, las presentó girando alrededor de miles de incidentes, aunque
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encuadrándolas en seis categorías: fustigador del crimen; cruzado; corresponsal de
guerra; paño de lágrimas; sensacionalista; sin limitaciones morales para conseguir o
fabricar una noticia (Barris, 1976).
Una vez que ha puesto los fundamentos, Berne sorprende por su gran seguridad
al clasificar exclusiva y exhaustivamente las formas de estructurar el tiempo: soledad,
apartamiento o retiro (Programación individual); rituales, actividades,
pasatiempos (Programación social); juegos e intimidad (Programación individual).
Cada una puede dar lugar a abundante literatura científica.
Las seis figuras de Berne forman flujos canalizados, cada uno de los cuales está
constituido como una composición (concatenación, coordinación) de operaciones,
aplicadas a determinados objetos o valiéndose de determinados instrumentos, según una
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pauta o figura que se ha formado y consolidado en el curso de una experiencia práctica
reproducible.
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Cuando Berne explica las características de cada una de las seis maneras de
estructurar el tiempo, ofrece normas específicas y marcas fisicalistas.
3.4.3. Desde la teoría de los tres ejes del espacio antropológico, existen
tres grandes órdenes de ceremonias:
b) El eje radial contiene las relaciones de las personas con las cosas. Cocinar o fabricar
un mueble «normalizado» pueden ser ejemplos de ceremonias radiales (actividades,
según Berne)
c) El eje angular incluya las relaciones con los animales y con los númenes, que
aparecen en todas las culturas. En las ceremonias angulares, los actores humanos entran
en juego (en el sentido estricto de la Teoría de juegos) con animales, en cuanto tales (no
por ejemplo en cuanto acúmulos de proteínas). Una cacería es una ceremonia angular
(Pasatiempo, actividad) y acaso la totalidad de las ceremonias religiosas tengan como
fuente ceremonias angulares muy precisas (Ritual).
Berne también ofreció una Fórmula del Juego, que vamos a ver en el Apartado
4), pero en su libro sobre los Juegos, ofrece ejemplos de cómo algunos juegos pueden
tener desenlaces diferentes. Incluso, y éste es un punto de una importancia decisiva, la
Antítesis es una acción por la que alguien puede desactivar el juego en el que está(n)
participando otra(s) persona(s).
4. LOS JUEGOS
«La única realidad que los escritores ingleses de novelas de detectives conocían era el
acento que usaban en su conversación los habitantes de Surbiton y de Bognor Regis. Aunque
escribían sobre duques y jarrones venecianos, los conocían tan poco, por propia experiencia,
como lo que conoce el personaje adinerado de Hollywood sobre los modernistas franceses que
cuelgan en las paredes de su castillo de Bel-Air o sobre el semiantiguo Chippendale, antes banco
de remendón, que usa como mesita para el café. Hammett extrajo el crimen del jarrón veneciano
y lo depositó en el callejón; no tiene por qué permanecer allí para siempre, pero fue una buena
idea empezar por alejarlo todo lo posible de la idea de una Emily Post acerca de cómo roe un ala
de pollo la debutante bien educada» (Chandler, 1986: 211).
5) Al igual que ocurre en los timos, el intérprete principal del juego cambia la
línea que venía siguiendo, activa un interruptor psicológico y produce
confusión y aturdimiento en el intérprete-blanco del juego.
6) Finalmente, ambos jugadores reciben los pagos del juego, que pueden ser
positivos o negativos. Los pagos son sentimientos que el juego provoca en
cada uno de los intérpretes y que pueden ser muy diferentes, como ocurre en
los timos. Generalmente, las ganancias no coinciden. Quien ejecuta un timo,
se lleva las ganancias; el timado, la frustración. En un juego, uno de los
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intérpretes puede salir con un sentimiento de euforia y el otro, con
sensación de fracaso.
Ejemplo:
El golpe (1973)
«LUTHER.- ¡Eh, usted, alto! ¡Eh, detengan a ese hombre! ¡Deténganlo! ¡Deténganlo! ¡Me ha robado la
cartera! ¡Detengan a ese hombre! ¡Me ha robado todo mi dinero! ¡Deténganlo!...
(Aparece HOOKER, que zancadillea al «ladrón»)
«LADRÓN».- ¡Asqueroso amigo de negros!... ¡Algún día me las pagarás! ¡Cornudo!...
LUTHER.- ¡No le deje escapar! ¡Tiene mi cartera! ¡Persígalo! ¡Se lleva todo mi dinero! ¡Mi cartera,
tiene mi cartera!.
HOOKER.- ¡Su cartera la tenemos nosotros!.
MOTTOLA.- ¿Qué ha pasado?.
LUTHER.- Démela, por favor. Me dio un navajazo.
HOOKER.- No se mueva, necesita un médico. Llamaré a la policía.
LUTHER.- No. No llame a la policía.
HOOKER.- ¿Le busca la poli, amigo?.
LUTHER.- No, nada de eso.
HOOKER.- ¿Está loco?. Llevar tanto dinero en este barrio. Aquí huelen la pasta antes que la mierda.
LUTHER.- Gracias. Les estoy muy agradecido, pero tengo que irme. ¡Ah! ¡Oh!.
HOOKER.- No podrá ir a ninguna parte con esa pierna.
LUTHER.- Me tengo que ir. Recaudo de unas tragaperras en el West para una pandilla. Me he retrasado
un poco en la liquidación y creen que quiero engañarles. Me han dado de plazo hasta las cuatro para
entregarles la pasta... Si no lo hago, me matarán.
HOOKER.- Pues dése por muerto, ya son las cuatro.
LUTHER.- Les daré a usted y a su amigo cien dólares si lo entregan por mí.
HOOKER.- No sé. El tío que le ha atacado está furioso conmigo y puede estar esperándome en la
esquina con unos compinches.
LUTHER.- No sabrá que lo lleva usted. Vamos, por favor, ayúdeme.
HOOKER.- Ni hablar de eso, amigo. Le ayudaré llamando a un médico, pero no quiero exponerme a un
navajazo por su culpa.
LUTHER.- ¿Y usted? ¿No podría hacerlo?. Sólo tiene que echar el sobre en un buzón. Le daré los cien a
usted.
HOOKER.- ¿Y por qué puñetas va usted a fiarse de este lechuguino?.
MOTTOLA.- ¿Qué habla usted? ¡Cagón! ¿Quién le ha devuelto la cartera sino yo?. ¿Dónde es eso?.
LUTHER.- Maison 1811. Échelo en el buzón 3-C.
MOTTOLA..- 3-C.
LUTHER.- No tendrá ninguna dificultad. Ahí dentro hay cinco mil dólares. Y aquí tiene los cien
prometidos.
MOTTOLA.- De acuerdo, amigo. Yo los entregaré. Y no se preocupe, puede fiarse de mí.
HOOKER.- Eh, oiga. Si esos chorizos le meten mano se lo encontrarán enseguida.
MOTTOLA.- ¿Qué podemos hacer?.
HOOKER.- ¿Tiene usted una bolsa? ¿Y un pañuelo?.
MOTTOLA.- Aquí tiene un pañuelo.
HOOKER.- Traiga. Deme el dinero.
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LUTHER.- Dense prisa.
HOOKER.- ¿No tiene más?. Póngalo todo aquí si no quiere perderlo.
LUTHER.- ¡Creerán que no quiero pagarles! ¡Mi mujer enfermó y tuve que pagar al médico! ¡No trataba
de engañarles!.
HOOKER.- Camúfleselo aquí, ¿eh?.
LUTHER.- ¡Yo siempre he pagado puntualmente!.
HOOKER.- Es un buen sitio.
LUTHER.- Sí, claro.
LUTHER.- ¡Dense prisa!.
HOOKER.- No se deje meter mano en la bragueta.
LUTHER.- Gracias.
MOTTOLA.- A mandar.
5.1. Ante todo, un Juego ha de llevar un Título. Berne quería que fuese corto y
que resumiese lo esencial del juego. Pueden parecer discutibles, humorísticos o poco
académicos los títulos que Berne da a los juegos. Él quería que los títulos entrasen a
formar parte del lenguaje corriente y que el mayor número de personas pudieran
comprenderlos.
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5.2. Cada juego tiene una Tesis. Por lo general, es una sentencia que el jugador
pronuncia o piensa y que reúne lo que quiere que los demás piensen y sientan y lo que él
quiere pensar y sentir. Por ejemplo, en «Sala de Audiencias», la Tesis es: «Tienen que
decir que tengo la razón». Le interesa que digan abiertamente que lleva razón, más que
estar realmente acertado. Sobre todo, porque mientras insiste en que le den la razón, no
está pensando en que quizá realmente no la lleva.
5.3. Los Papeles en un juego, según Stephen Karpman, pueden ser: Perseguidor,
Víctima, Salvador, Enlace y Comodín (Karpman, 1968: 39-43: Berne, 2002: 212-213).
Que un jugador desempeñe el papel de Perseguidor, Víctima o Salvador no requiere
explicaciones que vayan más allá del significado común de estas palabras. Quien
interpreta el papel secundario de «Enlace» es una persona que profesionalmente acelera
o frena el desenlace de un juego. «Comodín» es aquel que lo hace sin pretenderlo.
(Ceremonias multipersonales).
Muchas personas tiene puesta la radio y la televisión como fondo, porque temen
la soledad. Así tienen motivo para enfadarse con lo que oyen y ven, odiar a las personas
que hablan o identificarse con vidas que sólo existen en su imaginación. Los medios las
mantienen despiertas, impidiendo que se aletarguen o que degeneren mentalmente.
Sólo hay que escuchar y/o ver los programas en los que oyentes o
telespectadores pueden hablar para comprobar cómo van buscando estas dos ventajas o
pseudoventajas. Los desahogos y confesiones públicas posponen las visitas a psicólogos
y psiquiatras. También sorprende la gran capacidad de discusión que algunos
demuestran para no comprometerse en ningún tipo de actividad. Son un ejemplo
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ilustrado en el que pueden mirarse quienes no quieren trabajar para que las cosas
cambien.
5.6. El remedio de un juego es dar con su Antítesis, es decir, con una táctica para
neutralizar su mecanismo. La Antítesis encierra lo contrario de aquello que el Juego
quiere probar. Antídoto es una buena imagen para comprender qué es la Antítesis. Los
retóricos clásicos hablaban del Estado de Transposición, en el que un personaje
impugnaba la validez de todo el procedimiento. También nos sirve para comprender el
significado de la Antítesis.
Cada juego tiene una Antítesis. Quien da con ella, deja de jugar y se convierte en
una persona auténtica. Uno de los terrenos más apasionantes para investigar en el futuro
es el de periodistas que saben dar la Antítesis a personajes empeñados en jugar o
maniobrar. Y a la vez, veremos cómo algunos personajes dan la Antítesis a periodistas.
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Incluso, ¿por qué negarlo?, puede llegar un momento en que la Antítesis se convierta
también en un Juego, sobre todo si ayuda a elevar los índices de audiencia.
b) Las apariencias-k son alotéticas (en griego, «que ponen otra cosa»), es decir,
nos remiten a algo distinto del mismo k; algo así como ocurría con los signos.
En efecto, las figuras pintadas, que en sí mismas son acaso meras simulaciones
miméticas (a’) pueden comenzar a desempeñar el papel de apariencias cuando un sujeto
dado, en lugar de interpretarlas como simulaciones alotéticas (es decir, simulaciones
que ponen otras cosas) o apariencias (a) se comporte ante ellas como si fuesen
realidades autotéticas (r). Su función de apariencia comenzará a actuar, en el momento
en que ellas están obstruyendo las relaciones efectivas que a mantiene con r. Por eso,
Bueno las denomina apariencias falaces, que pueden ser:
En los timos y juegos, los jugadores emplean estos dos tipos de apariencias.
Algunos demuestran una imaginación tan viva y dan tal número de detalles que recrean
una realidad como la de Los viajes de Gulliver, empleando procedimientos como los de
la mariposa Calligo. Otros mantienen sus posiciones vitales, de las que me he ocupado
en 5.5.3., con entera firmeza, aun en las situaciones más desfavorables, que hacen
pensar en los canales de Schiaparelli.
Cada profesión tiene sus juegos favoritos. Lo que varía de una profesión a otra
no es el tema de un juego, sino la «moneda», es decir, las circunstancias en que los
jugadores se mueven. Distinguir entre tema y moneda del guión es lo que hacen los
escritores cuando adaptan una obra al cine. El tema puede ser idéntico en varias
versiones, pero la moneda cambia de una a otra: Un motín real en la fragata Bounty, en
1787 (Rebelión a bordo, 1935) se convierte en una rebelión de vaqueros contra su jefe
(Río Rojo, 1948) y en una rebelión en un barco de guerra en la Segunda Guerra Mundial
(El motín del Caine, 1954). Por tanto, los juegos pueden ser iguales en todas las
profesiones; lo que varía es la moneda, que en Periodismo son información, diversión y
poder, fundamentalmente.
La teoría de Berne puede guiar con seguridad al lector o estudioso que quiere
conocer los juegos de los periodistas en una sociedad concreta. (Hermida, 1993; Picos
Freire, 1994; Santos, 1995). Los periodistas pueden contribuir a identificar los juegos a
los que son aficionados los pueblos. Un trabajo iluminador es hacer ver adónde
conducen determinados juegos. El pesimismo radical late en muchos artículos de
Mariano José de Larra y en el Ideario, de Joaquín Costa, entre otros regeneracionistas.
¿Qué temple hubieran creado sin esa afición suya al juego del «No es Horrible»? Es
difícil que alguien cree una ilusión colectiva cuando, a la vez, está inmerso en algunos
juegos.
Ejemplos:
«MARY.- Eso es... ¿Verdad que es estupendo lo de Harry?. Somos famosos, George. Me han llamado lo
menos cincuenta veces para preguntarme por el desfile y el banquete... Tu madre está tan emocionada
que...
GEORGE.- ¿Es necesario que repitas tanto eso?.
JANIE.- Tengo que practicar para la fiesta de esta noche, papá.
SAM.- Mamá dice que podemos quedarnos hasta las doce y cantar villancicos.
TOMMY.- ¿Tú sabes cantar, papá?.
MARY.- Date prisa y aféitate. La familia llegará enseguida.
GEORGE.- ¡La familia!. No tengo ganas de ver a nadie de la familia.
MARY.- Ven a la cocina conmigo mientras termino la cena. Vamos.
SAM.- Perdón... ¡Perdón!.
MARY.- ¿Un día muy agitado?.
GEORGE.- Ah, sí. Otro día de números rojos para los Bailey.
PETE.- Papá, los Braun de aquí al lado tienen un coche nuevo. Deberías verle.
GEORGE.- ¿Qué le pasa a nuestro coche?. ¿No es bastante bueno para ti?.
PETE.- Sí, papá.
TOMMY.- Perdón... ¡Perdón!.
GEORGE.- ¿Perdón por qué?.
TOMMY.- Por el ruido.
MARY.- Sí, cielo. Estás perdonado. Ahora sube a ver lo que quiere Zuzu.
GEORGE.- ¿Zuzu?. ¿Qué le pasa a Zuzu?.
MARY.- Tiene catarro. Está en la cama. Lo ha cogido al volver de la escuela. Le dieron una flor de
premio y como no quería que se estropeara no se abrochó el abrigo.
GEORGE.- ¿No crees que serán anginas?.
MARY.- Es un catarro, el médico dice que no es nada grave.
GEORGE.- ¿El médico?. ¿Es que ha venido ya el médico?.
MARY.- Sí, le llamé enseguida. Dice que no es...
GEORGE.- ¿Tiene fiebre, cuánta fiebre tiene?.
MARY.- Unas décimas, 37,2. No te preocupes.
GEORGE.- ¡Es por la casa!. No sé cómo no cogemos todos una pulmonía. Entra frío y humedad por
todas las partes. Esto no hay quien lo aguante. Es como vivir dentro de un refrigerador. ¿Por qué tenemos
que vivir en esta casa y quedarnos en esta miserable y asquerosa ciudad?.
MARY.- George, ¿qué ocurre?.
GEORGE.- ¿Qué ocurre?. ¡Que todo sale mal!. ¿Y esto es una familia feliz?. ¿Por qué hemos tenido que
tener tantos críos?.
TOMMY.- Papá, ¿cómo se escribe «aleluya»?.
GEORGE.- No sé. Pregúntaselo a tu madre.
MARY.- ¿Adónde vas?.
GEORGE.- A ver a Zuzu
PETE.- Me ha dicho que escriba una comedia para esta noche.
MARY.- I-n-c-i-e-n.
En la habitación de Zuzu.
Va beber a un bar y allí se encuentra con el señor Welch, que le tira al suelo de
un puñetazo. Por fín, George Bailey recibe una de las ventajas negativas que iba
buscando con su juego.
Charles Tatum, veterano periodista, que por sus comportamientos poco claros ha
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iniciado su declive, va a parar a Alburquerque, Nuevo Méjico, donde espera encontrar
alguna buena oportunidad para regresar a uno de los periódicos nacionales importantes.
«CHARLES TATUM.- Gracias, Jerónimo, esto es para los grabados. ¿Qué es esta inmundicia?
UN PERIODISTA.- No pudieron conseguir hígado picado de pollo. Compré tacos de pollo.
CHARLES TATUM.- ¿Tacos de pollo?.
UN PERIODISTA.- No conseguirán hígados para usted solamente; nadie quiere comprarlos; ni habrá
más ajos en escabeche.
CHARLES TATUM.- Cuando la historia de esta Siberia cocida por el sol se escriba, estas palabras
hablarán de la infamia. No había hígado picado. Ni ajos en escabeche, ni lindis, ni Madison Square
Garden. Ni Johnny Berra. ¿Que sabe usted de Johnny Bell, señorita Dalen?
SEÑORITA DALEN.- ¿Cómo dijo usted?.
CHARLES TATUM.- Johnny Berra.
SEÑORITA DALEN.- Johnny... creo que es una especie de religion, ¿no es eso?
CHARLES TATUM.- Usted lo ha dicho. Es venerado por los jankees de Nueva York. ¿Sabe qué esta
mal en Nuevo Mejico, Wendel?. Demasiados paisajes. Déme esos ocho árboles raquíticos que están frente
al Centro Rockefeller cada día y será suficiente para mí. No hay subterráneos que tengan ese aroma
agridulce. ¿Y qué es lo que usan para hacer ruido por aquí?. No se escucha el rugir que producen millones
de hormigas que luchan, maldicen, aman. Ni espectáculos, ni hay encantadoras damitas que adornen
céntricos bares. Y lo peor de todo, Herbie, no hay un vigésimo piso del que te puedas arrojar de cabeza.
HERBIE.- ¿Es uno de tus discos de larga duración, Joc? Pon el otro lado.
CHARLES TATUM.- Lo pondré para ti. Cuando vine aquí, pensé que no sería por más de treinta días,
sesenta a lo sumo. Y ha pasado un año. Parece cadena perpetua. ¿Y dónde está, dónde esta la maravillosa
noticia esperada?, ¿dónde están las llamadas que me sacarían de aquí?. Un año. ¿Qué clase de noticias?.
Un simple Derby infantil. Un huracán que nos esquiva y prefiere ir a Texas. Un golfo que afirma ser el
verdadero Jesse James, y al fin resulta ser un ladrón cobarde que responde al nombre de Semel Maher. Ya
me quedé aquí ¿comprenden?. ¡Qué afortunado soy!... Si por lo menos usted, señorita Dalen, en vez de
escribir sugerencias para amas de casa sobre cómo eliminar manchas de chili en la ropa se convirtiera en
víctima de un crimen... ¿Qué opina, señorita Dalen?; ¿sabría sacar partido de su mutilado cuerpo?
SRTA. DALEN.- Señor Tatum, yo creo...
CHARLES TATUM.- O usted, Wendel, si arrojara su cigarro a través de la ventana con fuerza llegaría al
camino de Los Álamos ¡pom!. Entonces sí que habría noticias.
DIRECTOR- ¡Le dije que no bebiera en la oficina!. ¡Creí que podía confiar!.
CHARLES TATUM.- ¡Qué desconfiado es usted, jefe Boot!. (Es una botella con un barco de madera en
su interior). ¿Bonito, eh?. Es lo que me pongo a hacer en mi casa cuando se me acaba el último fósforo.
Calma mis nervios.
DIRECTOR.- Lo siento, Tatum, tal vez lo que necesite es un cambio.
CHARLES TATUM.- ¿De veras?
DIRECTOR.- Y yo tengo mis planes para usted. Saldrá del pueblo por un par de dias.
CHARLES TATUM.- ¿Cómo de lejos y en qué dirección?
DIRECTOR.- Irá a Los Barrios. Están en cacería de serpientes de cascabel y quiero que nos informe.
CHARLES TATUM.- ¿Cacería de serpientes?
DIRECTOR.- Exacto. ¡Y llévese a Herbie!. Él tomará las fotos.
CHARLES TATUM.- Cacería de serpientes. ¡Vaya! ¿No es esto estrafalario? Es como para detener las
prensas, escribir de nuevo la primera plana e imprimir con rapidez el acontecimiento.
DIRECTOR.- Está agradable el clima; ocúpese del campo y no se preocupe; yo me ocuparé del
periódico.
CHARLES TATUM.- Bueno, parece que empezamos nuestro segundo año con algo increible. Anda,
amigo, ven para acá.
HERBIE.- Yo opino que puede ser una buena historia, Joc. No la desdeñes.»
El periodista tiene poder para transformar un Juego en una Actividad si sabe dar
la Antítesis de este «¿No es horrible?». Una piedra de toque para saber si las críticas
son fecundas o no es que el periodista exija una alternativa responsable como precio de
una crítica.
8. 3. «GUARDIAS Y LADRONES»
Una figura mítica que ilustra «Guardias y ladrones» es Anquises, rey de los
dárdanos. Tuvo la fortuna de que Afrodita se enamorara de él. La única condición que
ella le puso fue que no contase nada. Unos días más tarde, estando bebiendo con los
amigos, cometió la imprudencia fatal de hablar más de la cuenta. Zeus le oyó jactarse y
lanzó su rayo contra él. Afrodita lo desvió, aunque Anquises quedó muy dañado. Por si
esto fuera poco, cuando Afrodita dio a luz a su hijo Eneas, perdió interés por Anquises.
(Graves, 1987; I: 81-82).
Ejemplo:
El golpe (1973)
Después de la escena del timo, Hooker acude a un teatro de variedades, con traje
nuevo y un ramo de flores para su novia Crystal, que está actuando en un número
musical.
Si Hooker hubiera sido un profesional, habría dejado pasar el tiempo hasta que
se olvidase su timo para poder gastar el dinero que había obtenido. Sin embargo,
prefiere presumir y, a la vez, arriesgar su vida. Lo que ocultamente desea es que le
persigan la policía y la mafia.
CRYSTAL.- ¿Te has dado cuenta, Ed? ¡Harry se ha comido cuatro compases en mi mejor número!.
HOOKER.- Prepárate.
CRYSTAL.- ¿Hasta cuándo he de aguantar eso?.
REGIDOR.- ¡Cállate, Crystal!. Leonard, a escena.
HOOKER.- ¿Quieres cambiar de ambiente esta noche?. Tengo pasta.
CRYSTAL.- Oh, no puedo. Tengo un número a las diez y necesito el dinero.
HOOKER.- Gastaré cincuenta contigo.
REGIDOR.- ¡Qué cosas pasan!.
CRYSTAL.- ¿Sí?.
HOOKER.- Sí.
CRYSTAL.- De acuerdo.
En el escenario.
LEONARD.- ...Paga y se va. Asombrado le digo al barman: «¿Ha visto eso? ¿no es asombroso?». Y él
me dice: «Ya lo creo, ese caballo hace diez años que viene y es la primera vez que lo pide con sifón.»
(Risas del público).
DIRECTOR.- ¡Qué suerte tienes!.
HOMBRE.- Tu whisky debe de ser malísimo.
CRYSTAL.- Ese Harry no sabe mantener el compás.
HOMBRE.- Tú no lo bebes.
HOOKER.- No me gusta.
En un garito.
En la calle.
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CRYSTAL.- ¡Vengo porque se va a gastar cincuenta dólares conmigo y pierde de golpe tres mil
dólares! ¡No hay derecho!... ¡Gracias por haberme dado la noche! ¡Cuando quieras gastarte cincuenta
pavos conmigo me los giras!.
HOOKER.- No seas así, mujer. Crystal, escúchame.
«Mas la causa de ello es lo que muchas veces me habéis oído decir en muchos lugares,
que sobre mí siento la influencia de algún dios y de algún genio -a lo cual, como oísteis, aludió
Meleto en su jocosa acusación-: se trata de una voz que comenzó a mostrárseme en mi infancia,
la cual, siempre que se deja oír, trata de apartarme de aquello que quiero hacer y nunca me incita
a ello.» (Platón, 1979: 43).
Hemos visto películas en las que el ladrón o el criminal llama al periodista para
preguntarle cuántos robos o crímenes tiene que cometer para aparecer en la primera
página.
La Antítesis de este Juego tiene que ser preventiva. Los criminólogos deben
mostrar a los reclusos cuál es el mecanismo de este juego y la razón profunda de que
tantos delincuentes vuelvan a reincidir. De esta manera, les presentarán las ventajas de
este juego como lo que realmente son: desventajas que pueden ser trágicas. Los
periodistas también han de negarse a hacer de «Enlaces» en este juego.
Ejemplo:
El matrimonio King encargan a una agencia que les busque una niñera, pero se
sorprenden cuando llega Lynn Belvedere, un hombre elegante, culto y polifacético. Una
tarde ha estado bailando con la señora King y, al día siguiente, mientras está lavando la
vajilla en la cocina, el matrimonio está discutiendo a su lado.
Este juego puede resultar muy complicado cuando el Jurado está compuesto por
varios periodistas que luchan también entre sí. Lo cual hace vender mucho más los
periódicos y subir la audiencia, pues unos defienden y otros atacan al demandante o al
demandado.
El profesional competente sabe dar con la Antítesis de este Juego. Ante todo, no
permite que «él», «ella», «ellos», «ellas» sustituyan al «tú», «usted», «yo». Es decir,
personaliza la relación. Después, con destreza, sabe cambiar el pasado por el presente;
desmonta la sinrazón que supone tomar habitualmente las palabras en sentido literal. Un
recurso fundamental es el humor, que hace ver a cada parte que no llevan toda la razón
que piensan y muestra las inconsistencias, vacíos, contradicciones y paradojas en que
incurren. Así es como logra la risa de descubrimiento de zonas desconocidas.
Finalmente, enfrenta a cada parte con acciones futuras.
9.2. «DEFECTO»
Ejemplos:
Nora y Torvald Helmer llevan casados ocho años. Desde el primer encuentro
que el matrimonio tiene en la obra, resuena el juego en el que los dos participan.
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«HELMER. -(Desde su despacho.) ¿Es mi alondra la que está gorjeando ahí fuera?
NORA. - (A tiempo que abre unos papeles.) Sí, es ella.
HELMER..- ¿Es mi ardilla la que está enredando?
NORA.- ¡Sí!
HELMER..- ¿Hace mucho que ha llegado mi ardilla?
NORA.- Ahora mismo. (Guarda el cucurucho en el bolsillo y se limpia la boca.) Ven aquí, mira lo que
he comprado.
HELMER.- ¡No me interrumpas por el momento (Al poco rato abre la puerta y se asoma con la pluma
en la mano.) ¿Has dicho comprado? ¿Todo eso? ¿Aún se ha atrevido el pajarito cantor a tirar el dinero?
NORA.- Torvald, este año podemos excedernos un poco. Es la primera Navidad tenernos que andar con
apuros.
HELMER.- Sí, sí, aunque tampoco podemos derrochar, ¿sabes?
NORA.- Un poquito sí que podremos, ¿verdad? Un poquitín, nada más. Ahora a tener un buen sueldo, y
a ganar muchísimo dinero...
HELMER.- Sí, a partir de Año Nuevo. Pero habrá de pasar un trimestre antes que cobre nada.
NORA.- ¿Y qué importa eso? Entre tanto, podemos pedir prestado.
HELMER.- ¡Nora! ( Se acerca a ella, y bromeando le tira de una oreja) ¿Reincides en tu ligereza de
siempre?... Suponte que hoy pido prestadas mil coronas, que tú te las gastas durante la semana de
Navidad, que la Noche Vieja me cae en la cabeza, y me quedo en el sitio.
NORA.- ¡Qué horror! No digas esas cosas.
HELMER.- Bueno, pero suponte que ocurriera. Entonces, ¿qué?
NORA.- Si sucediera semejante cosa, me sería de todo punto igual tener deudas que no tenerlas.
HELMER.- ¿Y a los que me hubiesen prestado el dinero?
NORA.- ¡Quién piensa en ellos! Son personas extrañas.
HELMER.- ¡Nora, Nora! Eres una verdadera mujer. En serio, Nora, ya sabes lo que pienso de todo esto.
Nada de deudas, nada de préstamos. En el hogar fundado sobre préstamos y deudas se respira una
atmósfera de esclavitud, un no sé qué de inquietante y fatídico que no puede presagiar sino males. Hasta
hoy nos hemos sostenido con suficiente entereza. Y así seguiremos el poco tiempo que nos queda de
lucha.
NORA.- En fin, como gustes, Torvald.
HELMER.- (Que va tras ella.) Bien, bien; no quiero ver a mi alondra con las alas caídas. ¿Qué, acaba
por enfurruñarse mi ardilla? (Saca su billetero.) Nora, adivina lo que tengo aquí.
NORA.- (Volviéndose rápidamente.) ¡Dinero!
HELMER.- Toma, mira. (Entregándole algunos billetes.) ¡Vaya, si sabré yo lo que hay que gastar en una
casa cuando se acercan las Navidades!
NORA.- (Contando.) Diez, veinte, treinta, cuarenta... ¡Muchas gracias, Torvald! Con esto tengo para
bastante tiempo.
HELMER.- Así lo espero.
NORA.- Sí, sí; ya verás. Pero ven ya, porque voy a enseñarte todo lo que he comprado. Y además,
baratísimo. Fíjate... aquí hay un sable y un traje nuevo, para Ivar; aquí, un caballo y una trompeta, para
Bob, y aquí, una muñeca con su camita, para Emmy. Es de lo más ordinario: como en seguida lo rompe...
Mira: aquí, unos cortes de vestidos y pañuelos, para las muchachas. La vieja Ana María se merecía
mucho más...
HELMER.- Y en ese paquete, ¿qué hay?
NORA. (Gritando.) ¡No, eso no, TorvaId! ; ¡No lo verás hasta esta noche!
HELMER.- Conforme. Pero ahora dime, manirrota: ¿has deseado algo para ti?
NORA.- ¿Para mí? ¡Qué importa! Yo no quiero nada.
HELMER.- ¡No faltaba más!. Anda, dime algo que te apetezca, algo razonable.
NORA.- No sé.. . francamente. Aunque sí..
HELMER.- ¿Qué?
NORA. (Juguetea con los botones de la chaqueta de su marido, sin mirarle.) Si insistes en regalarme
algo, podrías... Podrías...
HELMER.- Vamos, dilo.
NORA.- (De un tirón.) Podrías darme dinero, Nada, lo que buenamente quieras, y un día de éstos
compraré una cosa.
HELMER.- Pero, Nora ...
NORA.- Sí, Torvald; oye, vas a hacerme ese favor. Colgaré del árbol dinero envuelto en un papel
dorado, ¿ te parece bien?
TORVALD.- ¿Cómo se llama ese pájaro que siempre está despilfarrando?
NORA.- Ya, ya; el estornino; lo sé. Pero vamos a hacer lo que te he dicho, ¿eh, Torvald? Asi tendré
tiempo de pensar lo que necesite antes. ¿No crees que es lo más acertado?
HELMER.- (Sonriendo) Por supuesto, si verdaderamente guardaras el dinero que te doy y compraras
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algo para ti. Pero luego resulta que vas a gastártelo en la casa o en cualquier cosa inútil, y después
tendré que desembolsar otra vez...
HELMER.- ¡Qué idea, Torvald! ...
HELMER.- Querida Nora, no puedes negarlo (Rodeándole la cintura.) El estornino es encantador, pero
gasta tanto... ¡Es increíble lo que cuesta a un hombre tener un estornino!
NORA.- ¡Qué exageración! ¿Por qué dices eso? Si yo ahorro todo lo que puedo.
HELMER.- (Riendo.) Eso sí es verdad. Todo lo que puedes; pero lo que pasa es que no puedes nada.
NORA.- (Canturrea y sonríe alegremente.) ¡Si tú supieras lo que tenemos que gastar las alondras y las
ardillas, Torvald!
HELMER.- Eres una criatura original. Idéntica a tu padre. Haces verdaderos milagros para conseguir
dinero, y en cuanto lo es, desaparece de tus manos, sin saber nunca adónde ha ido a parar. En fín, habrá
que tomarte tal como eres. Lo llevas en la sangre. Sí, sí, Nora; no hay la menor duda de que esas cosas
son hereditarias.
NORA.- ¡Bien me hubiera gustado heredar algunas cualidades de papá!
HELMER.- Pero si yo te quiero conforme eres, querida alondra. Aunque... Oye, ahora que me fijo...,
noto que tienes cara..., vamos..., una cara de azoramiento hoy...
NORA.- ¿Yo?
HELMER.- Ya lo creo. ¡Mírame al fondo de los ojos!.
NORA.- (Mirándole.) ¿Qué?
HELMER.- (La amenaza con el dedo.) ¿Qué diablura habrá cometido esta golosa en la ciudad?
NORA.- ¡Bah, qué ocurrencia!.
HELMER. ¿No habrá hecho una escapadita a confitería ?
NORA.- No; te lo aseguro, Torvald.
HELMER.- ¿No habrá chupeteado algún caramelo?
NORA.- No, no; ni por asorno.
HELMER.- ¿Ni siquiera habrá roído un par de almendras?
NORA.- Que no, querido Torvald, que no; puedes creerme.
HELMER.- Pero, mujer, si te lo digo en broma.
NORA.- (Aproximándose a la mesa de la derecha.) Comprenderás que no iba a arriesgarme a hacer nada
que te disgustara.
HELMER.- No, ya lo sé. Además, ¿no me lo has prometido?... (Acercándose a ella.) Puedes guardarte
tus secretos de Navidad. Esta noche, cuando se encienda el árbol, supongo que nos enteraremos de todo. »
(Ibsen, 1979: 1236-1239).
La Ventaja Psicológica interna que Helmer desea extraer de este juego es alejar
la depresión; la Psicológica externa, evitar la intimidad; la Social interna, pasar el rato
buscando defectos; la Social externa, comentar quizá posteriormente con otras personas
a las que les guste también buscar defectos en la gente; la Existencial, Yo estoy mal-Tú
estás mal; la Biológica, recibir caricias negativas.
Hay una norma no escrita, pero sí muy repetida, entre los periodistas: «Muchas
veces, lo único que vale en esta profesión es la malicia». No se contentan con la
imagen que lanzan las personas, sino que escudriñan precisamente en lo que las
personas ocultan o no quieren mostrar. En muchas ocasiones, es más importante e
interesante el ruido que la mera información. Es decir, las contradicciones entre palabras
y hechos, entre vida privada y vida pública, entre programas y las realidades. Si el
trabajo periodístico tiene sentido, es porque descubre el ruido que subyace en la
información y transforma este ruido en información para la audiencia.
Cuando el periodista piensa que en esta vida sólo hay ruido y organiza su trabajo
según esta creencia, está jugando a «Defecto» o «Mancha» . Hay periodistas
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especializados en este juego. No se encuentran tranquilos hasta que no han encontrado
el defecto en una persona. Mucha de la charla entre periodistas se basa en proveerse
mutuamente de tranquilidad negativa. En muchos casos, también es el presupuesto que
hay que dejar sentado para poder racionalizar procedimientos no éticos. Una vez
sentado que una persona tiene un defecto insuperable, todo vale.
«Con el propósito de que su hija se mantuviera virgen, invitó a cada uno de sus pretendientes por
turno a correr con él una carrera de carros; el triunfador obtendría Marpesa y el vencido perdería la
cabeza. Pronto hubo muchas cabezas clavadas a las paredes de la residencia de Eveno, y Apolo, que se
enamoró de Marpesa, manifestó que le disgustaba una costumbre tan bárbara y declaró que terminaría
pronto con ella desafiando a Eveno a una carrera.» (Graves, 1987: 305).
Uno de los aspectos más sensibles en este Juego es el ataque a los defectos
físicos: falta de armonía en los rasgos, desvío de cánones de belleza ideal, fealdades.
Algunos personajes han señalado que, si el periodista ataca así, es porque él tiene
también defectos físicos y se da seguridad negativa centrándose en los ajenos.
Leer o ver representados los defectos de otras personas es una actividad favorita
de muchas audiencias. Así aumentan las tiradas o los contratos de publicidad. La
curiosidad es prácticamente infinita, porque infinita es la necesidad que muchas
personas tienen de darse tranquilidad negativa. Los periodistas pueden participar en este
juego con talante humorístico o rencoroso y vengativo, pudiendo llegar a provocar
suicidios como resultado de la ruptura total de la imagen pública de un individuo. El
periodismo amarillo se basa, fundamentalmente, en desvelar aspectos íntimos de las
personas, independientemente de sus grandes realizaciones.
«El pesimismo estaba latente debajo de sus «porqués»; ocultó la vigencia agonal bajo
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el disfraz del ejercicio de la razón y desarrolló la inteligencia hasta la tiranía en contra de los
instintos... Al contrario de los demás hombres, en Sócrates la razón es creadora y el instinto es
crítico: en él se desarrolla de manera exagerada el espíritu lógico, del mismo modo que en el
místico se desarrolla la sabiduría instintiva». (Suances Marcos, 1993, 295).
9.3.- «INDIGENCIA»
Un profesional puede ser manipulado en este juego por quienes, como parados o
como gestores de instituciones, están interesados en «hacer progresos» y no en que la
situación se solucione, por quienes juegan a «¿No es horrible?» ,«¿Por qué tenía que
sucederme esto a mí?» y «Pata de Palo». «Indigencia» como juego es una muestra
más de la invalidez psicológica.
Está muy unido al juego anterior pero su radio es mayor. Quienes participan en
este juego necesitan a otras personas para presentar sus alegatos, dirigidos a evitar
responsabilidad: «¿Qué se espera de alguien con una pata de palo?»; es decir, alegan
desequilibrio mental: «¿Qué esperas de alguien tan perturbado como yo?.»
Ejemplos:
«El duro rostro del guerrero lleva pulidas las arrugas de la frente; y ahora, en vez de montar los
caparazonados corceles, para espantar el ánimo de los feroces enemigos, hace ágiles cabriolas en las
habitaciones de las damas, entregándose al deleite de un lascivo laúd. Pero yo, que no he sido formado
para esos traviesos deportes ni para cortejar a un amoroso espejo...; yo, groseramente construido y sin la
majestuosa gentileza para pavonearme ante una ninfa de libertina desenvoltura; yo, privado de esta bella
proporción, desprovisto de todo encanto por la pérfida naturaleza; deforme, sin acabar, enviado antes de
tiempo a este latente mundo; terminado a medias, y esto tan imperfectamente y fuera de la moda, que los
perros me ladran cuando ante ellos me paro... ¡Vaya, yo, en estos tiempos afeminados de paz muelle, no
hallo delicia en que pasar el tiempo, a no ser espiar mi sombra al sol, y hago glosas sobre mi propia
deformidad! Y así, ya que no pueda mostrarme como un amante, para entretener estos bellos días de
galantería, he determinado portarme como un villano y odiar los frívolos valores de estos tiempos. He
urdido complots, inducciones peligrosas, valido de absurdas profecías, libelos y sueños, para crear un
odio mortal entre mi hermano Clarence y el monarca. Y si el rey Eduardo es tan leal y justo como yo
sutil, falso y traicionero, Clarence deberá ser hoy estrechamente aprisionado, a causa de una profecía que
dice que J. será el asesino de los hijos de Eduardo. ¡Descended, pensamientos, al fondo de mi alma!»
(Shakespeare, 2002: I, 1010)
Nos parece estar asistiendo a una escena que se repite en miles y miles de juicios
en los Tribunales de todo el mundo. Los abogados cobran por representar lo mejor
posible esta escena.
El sheriff Ted Chance tiene como ayudante a Dude, que está pasando por una
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crisis de alcoholismo. A la vez, se enfrenta al problema de cómo retener en la celda
de la pequeña comisaría a Joe Burdett, que ha cometido un asesinato y cuyo hermano,
Nathan, es el poderoso cacique del pueblo. Unos hombres de éste han estado a punto de
matar al sheriff en una emboscada, pero entre Colorado y «Plumas» logran ayudar a Ted
y acabar con los facinerosos. Luego, Ted Chance se encuentra con Dude, que representa
su papel en su juego favorito.
Los adictos a este Juego pueden buscar al periodista para que airee un alegato
ideológico: «¿Qué esperas de alguien que pertenece a una sociedad como la nuestra?.».
Era la protesta favorita que Dick y Perry, los asesinos de A sangre fría, hacían
continuamente al novelista Truman Capote. Éste nunca aceptó seguirles el juego y se
ponía a sí mismo como ejemplo de niñez muy desgraciada y que, a pesar de todo, había
conseguido sobrevivir con dignidad.
Muy unido a los dos anteriores, este juego se basa en la siguiente Tesis: «A ver
si puedes dar una solución que yo encuentre intachable». El resultado con el que más
goza el perseguidor es observar cómo su/s interlocutor/es abandonan los esfuerzos por
convencerle. Y es que el meollo de este juego no consiste en recibir sugerencias sino en
rechazarlas, no en resolver problemas sino en tranquilizarse y comprobar que todas las
posibles soluciones tienen abolladuras.
Ejemplo:
El sheriff Will Kane celebra su matrimonio civil, pero le comunican que Frank
Miller, forajido al que Kane llevó a la cárcel, ha salido y está de camino en el tren para
venir a vengarse. Varios de sus secuaces le están esperando en la estación.
El sheriff prefiere quedarse y enfrentarse a Miller, antes que huir. Acude a varios
lugares a pedir ayuda, pero no la obtiene. También va a la Iglesia, donde está
celebrándose el oficio religioso.
«MINISTRO.- Nuestra meditación de hoy corresponde al capítulo IV. En verdad os digo que día llegará
en que todo se consuma en fuego y todo el orgullo... (Entra el sheriff) ¿Qué hay?.
WILL.- Lo siento, padre. Yo... no quisiera entorpecer la ceremonia.
MINISTRO.- Ya lo ha hecho. No acostumbra usted a frecuentar la iglesia, Sheriff. E, incluso hoy, no
acudió a celebrar su matrimonio en ella. ¿Qué asunto tan importante le trae por aquí ahora?.
WILL.- ¡Necesito ayuda!.
MINISTRO.- ¡Necesita ayuda!.
WILL.- Es cierto que soy algo negligente. Y si no hemos venido aquí es porque Amy quiere celebrar la
ceremonia religiosa en la iglesia de su pueblo. Pero si ahora vengo en busca de ayuda es porque aquí hay
mucha gente.
MINISTRO.- Lo siento, Sheriff, diga lo que tenga que decir.
WILL.- Puede que alguno de vosotros ya lo sepa. Por si no fuera así, os diré que Frank Miller regresa
hoy en el tren de las doce. (Barullo). Y necesito todos cuantos agentes voluntarios pueda reunir.
HOMBRE.- Bueno, ¿qué es lo que esperamos?. ¡Vamos allá!.
HOMBRE.- Sí, vamos.
HOMBRE.- Tiene razón.
HOMBRE.- ¡Un momento!. Señores, antes de enredarnos en un asunto tan desagradable, asegurémonos
de conocer bien los hechos.
HOMBRE.- Sí.
HOMBRE.- Sí, claro.
HOMBRE.- Vamos, el primero.
HOMBRE.- Lo que deseo aclarar es esto. ¿Es cierto que Kane ya no ostenta el cargo de Sheriff?.
(Barullo). ¿Es cierto también que existen resentimientos personales entre él y Miller?.
HOMBRE .- ¡Eso es mentira!.
HOMBRE.- ¡No es mentira, señores!.
JONAS.- Está bien, señores. Está bien. ¡Silencio todo el mundo!. Si existe diferencia de opinión que
cada cual diga lo que piensa, pero hagámoslo como gente civilizada. Por de pronto, que salgan los
chiquillos.
HOMBRE.- Sí.
(Los niños salen y juegan en el exterior de la Iglesia).
En la estación
En la Iglesia
HOMBRE.- Yo opino que nada nos importa lo que exista personalmente entre Miller y el Sheriff. Todos
conocemos a Miller, y sabemos quién es. ¡Y lo que es peor, estamos perdiendo el tiempo!.
HOMBRE.- Sí.
HOMBRE.- Sí, señor.
JONAS.- Muy bien. Hable usted.
HOMBRE.- Sí, por experiencia sabemos quién es. Nos liberamos de él una vez. ¿Y quién evitó que le
colgaran? Los politicastros del Norte. El error fue suyo. Por lo tanto, ¡que ellos lo arreglen!.
HOMBRE.- Sí, muy bien.
HOMBRE.- Ahí está.
HOMBRE.- Mi opinión es ésta. Hemos contribuido con dinero al sostenimiento de un Sheriff y otros
agentes. Y ahora, en la primera ocasión que pasa algo, somos nosotros quienes debemos resolverlo.
¿Para qué hemos estado pagando tanto tiempo?. No somos policías, no es ése nuestro oficio!.
(Alboroto).
HOMBRE.- ¡Yo estoy cansado de repetir que hacen falta más agentes!. ¡Si los tuviéramos, no
estaríamos ahora en este atolladero!.
JONAS.- Un momento, señores, un momento. ¡Silencio todo el mundo!. ¡Qué haya orden!. Tiene
usted la palabra, Elgar.
ELGAR.- A mí me parece mentira haber oído lo que se ha oído aquí. Deberíais sentiros todos
avergonzados. Claro que hemos pagado a este hombre, que ha sido el mejor Sheriff que hemos tenido.
Este asunto nos incumbe a nosotros. Si no se toman las medidas pertinentes, luego será mayor el
problema. No hay más que un camino para nosotros y todos sabemos cuál es.
JONAS.- Sí.
JONAS.- Hable usted, Tron.
TRON.- Este asunto se ha enfocado mal. Esos tres delincuentes se pasean por la calle con el mayor
descaro. ¿Por qué no los ha detenido?. ¿Por qué no los ha metido en la cárcel, que era lo prudente?. De
ese modo, sólo habría que ocuparse de Miller, y no de los cuatro.
WILL.- No hay razón para detenerles, señor Tron.. No tengo ningún cargo contra ellos. No hay ley que
les prohíba sentarse en un banco de la estación.
MUJER.- ¡No puedo seguir escuchando más!. ¿Qué es lo que les pasa a estos hombres?. ¿Ya no os
acordáis cuando una mujer decente no podía cruzar la calle en pleno día?. Esta ciudad era un constante
mal ejemplo para los niños. ¿Cómo podéis estar sentados hablando, hablando, hablando de esta forma?.
HOMBRE.- Pero ¿a qué viene tanto apasionamiento?. ¿Se sabe de cierto que Miller viene en ese tren?.
JONAS.- De eso podemos estar bien seguros. El tiempo pasa volando. Padre, ¿tiene algo que decir?.
MINISTRO.- No lo sé. El quinto mandamiento dice «no matarás». Y pagamos a unos hombres para que
nos defiendan. El bien y el mal están decididos en este caso. Pero si quiere que aconseje a mis feligreses
que vayan a luchar, y quién sabe si a morir, lo siento. No sabría qué decir. ¡Lo siento!.
JONAS.- Está bien. Ahora digo yo: lo que la ciudad debe a este hombre no puede pagársele con dinero.
Y no debéis olvidarlo. Es el mejor Sheriff que hemos tenido. Quizá el mejor de cuantos tengamos. Si
Miller vuelve hoy a esta ciudad, el problema es nuestro y no suyo. Y digo que es nuestro porque nuestra
es esta ciudad. La sacamos de la nada con nuestro esfuerzo. Y si deseamos conservarla digna y que
prospere, debemos reflexionar con lucidez, ejecutando con valor aquello que creamos más justo, por muy
duro que sea. Otra cosa. Cuando Kane y Miller se encuentren hoy aquí, lucharán y alguno saldrá
lastimado, esto es evidente. Ahora bien, las empresas del Norte tienen puestos los ojos en nuestra ciudad.
Piensan en ella con tesón proponiéndose establecer aquí con su dinero, grandes almacenes y factorías. Eso
significaría su engrandecimiento. Pero si llegaran a enterarse que en nuestras calles hay tiroteos y
matanzas, ¿en qué concepto nos tendrían?. Yo os lo diré: pensarían que ésta no es sino una de tantas
ciudades sin orden ni ley. Y el ideal por el cuál hemos luchado se vendría abajo. En un solo día puede esta
ciudad dar un retroceso de cinco años. Y no debemos consentir que esto suceda. Fijaos bien: todos sabéis
cómo estimo a este hombre. Es un hombre honrado y valeroso. No tenía por qué haber vuelto hoy aquí. Y
ojalá que en interés suyo y nuestro no lo hubiera hecho. (El desconcierto del sheriff se refleja en su cara).
Porque no hallándose él aquí cuando llegue Miller, ni instinto me dice que no habría conflicto, ni el más
mínimo. Mañana tendremos un nuevo Sheriff. Y si nosotros acordamos ahora ofrecerle nuestra ayuda,
podemos afrontar cualquier dificultad que se presente. Para mí esto es lo sensato. Es la única forma de
salir del paso. Will, creo lo más acertado que te vayas, que aún es tiempo. Es lo mejor para ti y para
nosotros!.
WILL.- Gracias.»
En esta escena, los participantes en este juego quieren vestir con razones su
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propia cobardía. Por tanto, no están razonando, sino racionalizando. Lo que de verdad
no quieren es hacerse cargo de sus responsabilidades. El mayor culpable de la situación
que se crea en la Iglesia es Jonas Henderson, el amigo aparente del sheriff. Logra
desconcertar al sheriff y hacer que los valerosos no se atrevan a mantener su posición.
Sólo ante el peligro es una película muy bien realizada técnicamente. Sin
embargo, desde el punto de vista moral es detestable. Presenta a todos los personajes de
la película como malos y cobardes. Incluso, el sheriff vence a Miller y a su banda, pero
termina tirando su estrella y renunciando al cargo.
El director de cine Howard Hawks se sintió tan molesto por el mensaje moral de
la película que decidió realizar seis años después otra película del Oeste, Río Bravo,
pero con una Tesis enteramente distinta. Si en Sólo ante el peligro, el sheriff iba de un
sitio para otro pidiendo ayuda y no encontrándola, en Río Bravo el sheriff rechazaba la
ayuda que le prestaban, pero los hechos demostraban que esa ayuda le resultaba
indispensable para sobrevivir.
Ejemplos:
Al amanecer.
Quienes participan en este juego, se quejan de las restricciones que suponen los
periodistas para la intimidad del individuo o para los tratos secretos entre diversas
fuerzas políticas o económicas. El resultado es una tendencia a dejar las cosas como
están. Pocos juegos como éste buscan justificar acciones.
Hay varias modalidades. La más agresiva está dirigida a demostrar que los
periodistas son unos indeseables. Los políticos, de cualquier país, piensan que los
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periodistas son el mayor obstáculo para los compromisos; gozan de un poder que no
han ganado en las urnas y que no están obligados a renovar periódicamente. Ahí se
encuentra, según muchos políticos, la raíz de por qué los periodistas no responden
prácticamente ante nadie.
10.1. «ACORRALAR»
«Lo paradojo es un cierto engaño plausible a los principios, que admira por lo nuevo y
por lo picante; pero después, con el desengaño de salir tan mal, queda muy desairado.» (Gracián,
(1984) :186)
«De aquí nace que estos tales, muy pagados de su paradoja, solicitan la ocasión y andan a caza
de empeños, van a la conversación como a contienda, levantan las porfías, y hechos arpías, insufribles del
buen gusto, todo lo arañan con sus acciones y todo lo desazonan con sus palabras. ¿Pues qué, si les coge
este picante humor algoleídos, aunque sepan las cosas a lo necio, que es mal sabidas? Se pasan luego de
bachilleres de presunción a licenciados de malicia, monstruos de la impertinencia.» (Gracián, 1969: 189)
«El Ares tracio ama la batalla por sí misma y su hermana Eris provoca constantemente ocasiones
para la guerra mediante la difusión de rumores y la inculcación de celos. Como ella, él nunca favorece a
una ciudad o a una facción más que a otra, sino que combate en este o en aquel lado según la inclinación
del momento y se complace en la matanza de hombres y el saqueo de ciudades. (Graves, 1987: 87).»
Para Berne, este Juego es la base de gran parte de la literatura mundial, tanto de
la buena como de la mala. Admite también diversos tipos y niveles de disputas, con el
telón de fondo de la máxima «Divide y vencerás». Los resultados pueden sorprender.
Principalmente, porque el beneficiario de la lucha puede ser un tercero que no haya
participado en la misma. El provocador ha logrado desgastar a los contendientes y, al
final, mira en otra dirección, hurtando la victoria a ambos y justificando su decisión por
el carácter «difícil» de los contendientes a los que él mismo ha enzarzado.
Ejemplo:
Este historiador dedica el Libro I de su gran obra a contar la vida del rey
Herodes el Grande. Los dos mil años transcurridos desde que Josefo la escribió, no han
hecho perder fuerza a este gran relato. La historia de Euricles es un ejemplo, junto con
otros, del virtuosismo con el que se interpretaba este juego-maniobra en la corte de
Herodes.
«No mucho tiempo después llegó a Judea un hombre bastante más importante que la estratagema de
Arquelao, y que no sólo acabó con la reconciliación conseguida por aquél con Alejandro, sino que
también fue para él la causa de su ruina. Era un lacedemonio llamado Euricles que entró en el reino por
afán de riquezas, puesto que Grecia no era ya suficiente para mantener su nivel de gastos. Los espléndidos
regalos que hizo a Herodes fueron un cebo para obtener inmediatamente mayores beneficios. No obstante,
a estas simples donaciones no les daba importancia, si no llevaba a cabo con sangre sus negocios en el
reino. Sedujo al rey con adulaciones, con una hábil elocuencia y con falsas alabanzas de su persona. Tan
pronto como se dio cuenta del carácter de Herodes, intentó complacerle con sus palabras y con sus
hechos, de modo que se convirtió en uno de sus más importantes amigos. Así, tanto el rey como toda su
corte sentían un gran aprecio por el espartano a causa de su patria .
Cuando Euricles se enteró del punto débil de la familia, de las diferencias que había entre los hermanos y
de cuál era la disposición de su padre respecto a cada uno de ellos, se apresuró a establecer relaciones de
hospitalidad con Antípatro y fingió que era un antiguo compañero de Arquelao para así hacerse amigo de
Alejandro. Por ello, éste lo acogió enseguida con dignidad y a continuación se lo presentó a su hermano
Aristobulo. Euricles interpretaba todos estos personajes y unas veces mostraba uno, y otras, otro: era,
sobre todo, un espía a sueldo de Antípatro y, a la vez, un traidor de Alejandro. Al primero le echaba en
cara que, a pesar de que era el mayor de los hermanos, no prestaba atención a los individuos que le ponían
trampas a sus aspiraciones, y a Alejandro le reprochaba que él, que había nacido y estaba casado con
princesas, permitía que heredara el reino el hijo de una mujer de origen humilde, sobre todo cuando tenía
en Arquelao la más importante de las ayudas. Al fingir ser amigo de Arquelao se convirtió en un
consejero fiable para el joven. En consecuencia, Alejandro, sin ocultar nada, le manifestó sus quejas
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contra Antípatro y dijo que no le extrañaba que Herodes, después de matar a su madre, intentara privar-
les de su realeza. Ante estas palabras Euricles simuló lamentarse y compadecerse. Tras hacer que
Aristobulo le hiciera el mismo tipo de declaraciones e implicar a ambos en las acusaciones contra
Herodes, se dirigió a Antípatro para darle a conocer estos secretos. Además añadió la mentira de que los
dos hermanos estaban preparando una conspiración y ya sólo les quedaba venir contra él con las espadas
desenvainadas. Euricles fue recompensado con una cantidad de dinero por estas delaciones y se puso a
elogiar a Antípatro ante su padre. Al final, se hizo cargo de la muerte de Aristobulo y Alejandro y se
convirtió en su acusador ante su padre. Acude a Herodes y le dice que viene a salvarle la vida en pago de
los favores que de él ha recibido y a devolverle la luz por su hospitalidad. Le contó que desde hacía ya
tiempo estaba afilada la espada y que Alejandro tenía levantada su mano derecha contra él, aunque él
mismo rápidamente se lo había impedido al fingir ayudarle. Pues Alejandro decía que Herodes no se
contentaba con haber gobernado un pueblo extranjero y con haber deshecho el reino, tras el asesinato de
su madre, sino que además ha establecido como sucesor a un bastardo y ha dejado el reino de sus
antepasados al funesto Antípatro. Añadía que él iba a tomar venganza por las almas de Hircano y de
Mariamme, pues no era conveniente que Antípatro recibiera el trono de un padre de tal calaña sin de-
rramamiento de sangre. Cada día eran más los motivos que le indignaban, de tal manera que todo lo que
decía era objeto de calumnias. Cuando hacía alusión al origen noble de otras personas, su padre le
injuriaba sin razón con estas palabras: «El único noble es Alejandro, que ofende a su padre por su origen
humilde». Cuando en las cacerías está callado, resulta molesto, y sus elogios son considerados ironías. En
todos los casos ve que su padre se comporta duramente con él, mientras que lo hace de forma cariñosa
sólo con Antípatro. Por causa de este hermano suyo, él estaba dispuesto a morir si su conspiración no
llegaba a buen término. Si conseguía matarlo, la base de su salvación sería en primer lugar su suegro
Arquelao, al que recurriría con facilidad, y en segundo lugar César, que hasta ahora desconocía el carácter
de Herodes. En efecto, Alejandro no llegaría ante César como antes, temeroso por la presencia de su
padre ni respondería solamente a las acusaciones que se le hacían, sino que empezaría por proclamar las
desgracias de su pueblo y los impuestos que están oprimiendo a la gente hasta acabar con su vida;
después hablaría del lujo y de la actividad en la que se gasta el dinero obtenido a precio de sangre, de los
que se han enriquecido a costa nuestra, de las ciudades que han sido favorecidas por Herodes y a qué
precio. Allí trataría también de conseguir información sobre su abuelo y sobre su madre, y denunciaría los
crímenes del reino; con todos estos argumentos no podría ser juzgado como parricida.
Una vez que Euricles manifestó tales falsedades contra Alejandro, expresó muchos elogios hacia
Antípatro en el sentido de que él era el único que amaba a su padre y que por ello hasta ahora había sido
un obstáculo para la conspiración. Así el rey, que aún no estaba totalmente calmado por las acusaciones
anteriores, se enfadó de una manera implacable. De nuevo Antípatro, aprovechando el momento, envió a
otros acusadores contra sus hermanos para que dijeran que ellos habían negociado en secreto con Jucundo
y Tirano, que antes habían sido jefes de la caballería real y que habían sido desposeídos del mando a
causa de algunas desavenencias. Herodes, muy irritado por estas acusaciones, inmediatamente sometió a
tortura a estos hombres. Sin embargo ellos no confesaron ninguna de las calumnias. No obstante, fue
presentada una carta de Alejandro al jefe de la fortaleza de Alejandreo en la que le pedía que le acogiera a
él y a su hermano Aristobulo, tras haber matado a su padre, y que le proporcionara armas y otros apoyos.
Alejandro replicó que esta carta era una artimaña de Diofanto. El tal Diofanto era el secretario del rey,
hombre audaz y capaz de imitar las letras de cualquier persona, que tras realizar muchas falsificaciones
fue finalmente ejecutado por esta causa. Herodes sometió también a tormento al jefe de la fortaleza sin
conseguir que éste dijera nada sobre las acusaciones imputadas a Alejandro.
Aunque vio que las pruebas no tenían consistencia, sin embargo ordenó vigilar a sus hijos, sin
quitarles por ello libertad de movimientos. A Euricles, en cambio, que era el destructor de su familia y el
causante de toda esta perversidad, le nombró su salvador y bienhechor y le recompensó con cincuenta
talentos. Este personaje, antes de que se conociese la verdad sobre lo que había ocurrido, se apresuró a ir
a Capadocia, donde obtuvo dinero de Arquelao y se atrevió a decir que había propiciado la reconciliación
de Herodes con Alejandro. Partió hacia Grecia para invertir en el mismo tipo de perversidades el dinero
conseguido con malas artes. Fue acusado ante César en dos ocasiones y condenado con el destierro por
haber provocado revueltas en Acaya y por haber saqueado sus ciudades. Éste fue el castigo que recayó
sobre él por la vileza contra Alejandro y Aristóbulo. (Josefo, 2001: 139-144).
Por eso, el mejor remedio contra este Juego o Maniobra es no participar en él. El
periodista puede negarse a asistir a Sesiones de Prensa donde un portavoz siembra
información privilegiada. O a recibir una filtración que luego pueda ocasionar un
desprestigio a él mismo o a otros compañeros, precisamente por la intención
manipuladora subyacente. Incluso, puede preguntar al otro contendiente por qué entra a
participar en la disputa, cuando estaba a punto de hacerse la luz en un asunto
complicado.
Hay una vertiente cómica en este juego, que observamos en algunos ejemplos de
la vida animal y de la humana. Una hembra puede animar a la competencia y, mientras
los dos machos pelean, ella abandona el campo con un tercero.
«Ares, estrago de los mortales, al ver al divino Diomedes, dejó a monstruoso Perifante yaciendo
allí mismo donde lo había matado y arrancado el aliento vitral y marchó derecho contra Diomedes,
domador de caballos. Cuando ya estaban cerca, avanzando el uno contra el otro, Ares se aupó primero
sobre el yugo y las riendas de los caballos con la broncínea pica, ávido de quitarle el aliento vital. Atenea,
la ojizarca diosa, la agarró con la mano y la empujó bajo la caja del carro, haciendo su impulso baldío. El
segundo se lanzó Diomedes, valeroso en el grito de guerra, con la broncínea pica. Imprimióle ahínco
Palas Atenea hacia el extremo más bajo del íjar, donde se ceñía la ventrera, y allí lo alcanzó e hirió.
Desgarró su bella piel y luego arrancó la lanza.» (Homero, 2001, 108).
Ithiel de Sola Pool e Irwin Shulman fueron los investigadores que querían
demostrar cómo la audiencia o lo que el emisor piensa que son las audiencias
desempeñan un papel activo, pues afectan al emisor.
Tanto unos como otros alimentaban sus fantasías respectivas con la creencia en
el poder de la palabra impresa, capaz de mover a los lectores.
Una figura mítica que interpretó repetidamente este juego es Posidón. Quería
llevar siempre la razón en las disputas con Atenea y, cuando no la obtenía, producía
incidentes que llamaban la atención de los dioses: inundaba o secaba los ríos. (Graves,
1987: 79-81; Valbuena, 1997: 114).
Ejemplo:
Plano general de la sala. Kane, en primer término, escribiendo a máquina. Está en mangas de
camisa. Leland entra y se acerca a él. Bernstein queda en la puerta, en último término. Leland se detiene
junto a la barandilla, a la derecha. Kane alza la cabeza.
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THOMPSON (en off): Todo el mundo conoce esa historia, señor Leland. Pero ¿por qué lo hizo?
La escena de Kane, escribiendo en el despacho, desaparece.
THOMPSON ( en off ): ¿Cómo pudo escribir un artículo semejante cuando...?
Leland sonríe.
LELAND: Usted no conocía a Charlie. Se figuraba que terminando esa crítica me probaba su
honradez. Siempre intentó demostrar algo. Todo ese «timo» de convertir a Susie en cantante de
ópera, era también para probar algo...
LELAND: ¿Sabe cuál era el titular del periódico la víspera de las elecciones?... Kane
sorprendido en una aventura con una ..., abra comillas, cantante, cierre las comillas... (Quiso
hacer saltar esas comillas!... (Vuelve la cabeza y llama.) ¡Enfermera!... (Dirigiéndose a
Thompson.) Hace cinco años me escribió desde esa propiedad que tiene en el Sur, ya sabe...
¿Shangri-la?... ¿Eldorado?... ¿Mi Casbah?... ¿Cómo se llama ese lugar? ¡Ah, sí! Xanadú... En
fin, nunca contesté esa carta. Tal vez hice mal. Ha debido sentirse muy solo allí, en ese
monumento, durante tantos años. Ni siquiera estaba terminado cuando ella le dejó. Nunca lo ter-
minó... Bueno, nunca terminó nada, excepto mi crítica. Desde luego, esa barraca la construyó
para ella.
LELAND: No lo Sé muy bien. El mundo le decepcionó y entonces se fabricó uno para él, una
especie de monarquía absoluta. En todo caso, era para él más importante que una ópera...
(Vuelve la cabeza y llama. Otra enfermera viene a primer término. El plano está tomado sobre
Leland y Thompson sentados, y no se ve la cabeza de las enfermeras. ) ¡Enfermera!».
10.4 «PSEUDOVIOLACIÓN»
Ejemplos:
Casa de muñecas
Nora Helmer está sufriendo el chantaje del procurador Krogstad, que le ha hecho
un préstamo para sus gastos privados y que ella no puede reintegrar. El matrimonio
Helmer tienen como amigo al Doctor Rank, que les visita frecuentemente y que, según
revela a Nora, su enfermedad sólo le permitirá vivir un mes más. Él se siente muy
atraído hacia ella; la ama platónicamente. Cuando parece que ella va a pedirle el favor
de que le preste dinero para pagar su deuda, cambia y desconcierta al Doctor. A pesar de
que Berne no declara de dónde sacó una modalidad de Pseudoviolación, que él
denominó «Juego de la media», debió de inspirarse en la escena que presento.
«DOCTOR RANK.- . (Sentándose.) ¿Qué es ?
NORA.- Mire.
DOCTOR RANK.- Medias de seda.
NORA.- Color carne. ¿No son bonitas? Ahora está demasiado oscuro; Pero mañana... No, no; no le
dejaré ver más que el pie. Aunque, al fin y al cabo... vea toda la media.
DOCTOR RANK.- ¡Hum!
NORA.- ¿Por qué pone usted esa cara de incertidumbre? ¿Acaso cree que no me van a sentar bien?
DOCTOR RANK.- No tengo ninguna razón fundada para opinar sobre ese particular...
NORA. (Mirándole un momento.) ¿No le da vergüenza?... (Le golpea ligeramente en una oreja con una
de las medias.) ¡Tome, por malo! (Envuelve las medias de nuevo.)
DOCTOR RANK.- ¿Y qué más maravillas iba usted a enseñarme?
NORA.- Ya no le enseño nada más, por atrevido. (Revuelve en la caja canturreando.)
DOCTOR RANK.- (Luego de un breve silencio). Cuando estoy aquí sentado con usted, no puedo
comprender... no, no me cabe en la cabeza... lo que habría sido de mí si no hubiera venido a esta casa.
NORA.-(Sonríe) Por lo visto, lo pasa usted agradablemente entre nosotros.
DOCTOR RANK. (Bajando la voz, con la mirada fija en el vacío.) ¡Y tener que abandonarlo todo!...
NORA.- ¡Tonterías! ¡Qué ha de abandonar usted!
DOCTOR RANK.- ¡Y no dejar siquiera la más leve señal de gratitud! ... A lo sumo, un vacío pasajero...
un sitio vacante que podrá ocupar el primero que llegue.
NORA.- ¿Y si ahora le pidiera yo algo?...
DOCTOR RANK.- ¿Qué?
NORA.- Una gran prueba de amistad...
DOCTOR RANK.- ¿Nada menos?
NORA.- Quiero decir que si yo le pidiera un favor inmenso...
DOCTOR RANK.- ¿Me proporcionará usted por una vez esa gran alegría?
NORA.- Pero si no se imagina lo que es.
DOCTOR RANK.- Pues bien: dígamelo.
NORA.- No puedo, doctor; es demasiado ¿comprende?. Un consejo, una ayuda y un servicio...
DOCTOR RANK.- Mejor que mejor. No acierto a comprender en qué consiste. Pero, por Dios, ¡hable! ...
¿No merezco su confianza?
NORA.- Usted, más que nadie. Sé de sobra que es mi mejor y más fiel amigo. Por eso voy a decírselo.
Verá usted, doctor; tiene que ayudarme a evitar una cosa. Le consta lo mucho que me quiere Torvald,
quien no dudaría un momento en dar su vida por mí...
DOCTOR RANK.- (Inclinándose hacia ella.) Nora, ¿cree usted tal vez que él, es el único ... ?
NORA.- (Ligeramente agitada.) ¡Cómo!
DOCTOR RANK.- ¿ ... el único que con gusto daría por usted la vida?
NORA. (Tristemente.) Pero ¿usted ... ?
DOCTOR RANK.- Me he jurado a mí mismo que lo sabría usted antes de desaparecer yo Y nunca
hubiera hallado mejor ocasión que ésta... Sí, Nora, ya lo, sabe. Y también sabe que puede confiar en mí
como en nadie.
49
NORA.- (Levantándose, con toda tranquilidad.) Déjeme pasar.
DOCTOR RANK. (Dejándole paso, pero sin levantarse.) Nora...
DOCTOR RANK. (Se levanta.) ¿Está mal haberla querido más que nadie?
NORA.- No, sino habérmelo dicho. No había ninguna necesidad...
DOCTOR RANK.- ¿Qué insinúa usted?... ¿Lo sabía? (Entra la doncella can la lámpara, la deja encima
de la mesa y se va.) Nora, ¡señora, permítame preguntarle si lo sabía!.
NORA.- Ignoro si lo sabía o no. .. No puedo decírselo... ¿Cómo, ha sido usted tan torpe, doctor? ¡Con lo
bien que iba todo!
DOCTOR RANK.- En fin, por lo menos, al presente tiene usted la seguridad de que estoy a su
disposición en cuerpo y alma. ¿Quiere hablar sin ambages?
NORA.- (Mirándole.) ¿Después de lo que ha pasado?
DOCTOR RANK.- Se lo ruego, dígame qué hay.
NORA.- Ya no puedo decirle nada.
DOCTOR RANK.- Sí, sí; no me castigue de ese modo. Déjeme hacer por usted cuanto sea humanamente
posible.
NORA.- Ya no puedo decirle nada.
DOCTOR RANK.- No; sinceramente, no. Pero ¿será cuestión de que me marche... para siempre?
NORA.- Ni por asomo. Tiene que seguir viniendo como antes. Sabe muy bien que Torvald no puede
pasarse sin usted
DOCTOR RANK.- Bueno; pero... ¿y usted?
NORA.- ¿Yo?... Se me antoja todo tan agradable cuando usted viene...
DOCTOR RANK.- Eso mismo me ha inducido a caer en el error. Es usted un enigma para mí. Muchas
veces he tenido la impresión de que estaba usted tan a gusto en mi compañía como en la de Helmer.
NORA.- Sí, porque verá, a ciertas personas se les tiene más cariño, y no obstante, se prefiere la compañía
de otras» (Ibsen, 1979: 1271-1273).
Ejemplos
Cuando parece que Hedda está dando esperanzas a Lovborg de que pueden
renovar su antigua relación, mientras le enseña un álbum de fotografías. Cuando él va
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animándose, aparece Thea Elvsted y Hedda aprovecha la situación para, valiéndose de
unas confidencias que le ha hecho Thea sobre Lovborg, enfrentar a los dos.
«LOVBORG.- Camaradería en un anhelo de vivir. ¡Y que no haya podido continuar eso, a pesar de todo!
HEDDA.- Usted mismo tiene la culpa.
LOVBORG.- Fue usted quien rompió.
HEDDA.- Sí, cuando hubo Peligro inminente de que interviniera la realidad en nuestras relaciones.
Debiera avergonzarse, Eljert Lovborg, de cómo ha podido querer atentar contra... contra su audaz
camarada.
LOVBORG.- (Retorciéndose las manos.) ¡Oh! ¿Por qué no llevaría usted a cabo su amenaza? ¿Por qué
no me disparó un tiro?
HEDDA.- Porque tengo mucho miedo al escándalo.
LOVBORG.- Sí, Hedda. Bien mirado, es usted cobarde.
HEDDA.- Terriblemente cobarde. (Cambiando de tono.) Pero fue una suerte para usted. Y ya se ha
consolado de un modo delicioso en casa de los Elvsted.
LOVBORG.- Sé lo que le ha confiado Thea.
HEDDA.- Y acaso a su vez le haya confiado usted a ella algo de nosotros dos.
LOVBORG.- Ni una palabra. Es demasiado tonta para comprender.
HEDDA.- ¿Tonta?
LOVBORG.- Para esas cosas, tonta de remate.
HEDDA.- Y yo, cobarde. (Se inclina hacia él, sin mirarle, y dice en voz baja:) Pero ahora quiero
confiarle algo a usted.
LOVBORG.- (Emocionado.) ¿Qué?
HEDDA.- Eso de no atreverme a disparar sobre usted...
LOVBORG.- ¿ Sí?
HEDDA.- ... no fue mi mayor cobardía... aquella noche.
LOVBORG.- . (Se queda mirándola un momento y dice en voz baja, con pasión:) ¡Oh, Hedda, Hedda
Gabler! ¡Por último, vislumbro algo escondido bajo la camaradería! ¡Tú y yo! ... A despecho de lo que
fuese, te llamaba la vida...
HEDDA.- . (Con una ojeada aguda.) ¡Tenga usted cuidado! ¡No crea semejante cosa ! (Ha empezado a
oscurecer. HEDDA cierra el álbum al punto, y exclama, sonriendo:) ¡Por fin! Pasa, pasa, querida Thea
(Entra la SEÑORA ELVTED, Mejor vestida que la primera vez, y se cierra la puerta tras ella. HEDDA,
sin levantarse, le tiende los brazos.) ¡Querida Thea! No puedes imaginarte cómo te esperaba. (La
SEÑORA ELVSTED, al pasar, cambia un ligero saludo con los señores del salón posterior. Se dirige a
la mesa y tiende la mano a HEDDA. LOVBORG se ha levantado. Él y la SEÑORA ELVSTED se
saludan, sin palabras, con una inclinación de cabeza.)
SEÑORA ELVSTED.- ¿Debería acaso ir a hablar un poco con tu marido?
HEDDA.- Nada de eso. Déjalos; se irán pronto.
SFÑORA ELVSTED.- ¿Se van?
HEDDA.- Si; van de jarana.
SEÑORA ELVSTED.- (Rápidamente, a LOVBORG.) Usted no, supongo.
LOVBORG..- No.
HEDDA.- El señor Lovborg se queda con nosotras,
SEÑORA ELVSTED. (Toma una silla y quiere sentarse al lado de LOVBORG.) ¡ Ay, qué bien se está
aquí!
HEDDA.- ¡No, mi pequeña Thea! ¡En ese sitio, no! Ven a sentarte conmigo. Quiero estar en medio.
SEÑORA ELVSTED.- Como gustes. (Da la vuelta a la mesa 3, se sienta en el sofá, al lado de HEDDA.)
(LOVBORG vuelve a sentarse en la silla.)
..............................
HEDDA. (Sonríe y hace un gesto de aprobación con la cabeza.) Por lo visto, es usted inquebrantable.
Hombre de principios para siempre. ¡Vaya! así es como debe ser un hombre. (Volviéndose a la SEÑORA
ELVSTED y acariciándola.) ¿Ves: no te lo decía cuando has venido a verme esta mañana tan trastornada?
LOVBORG. (Asombrado.)¿Trastornada?
SEÑORA ELVSTED. (Temerosa) ¡Hedda... ! Pero..., ¡Hedda! ...
HEDDA.- Ya lo ves tú misma. No tiene razón de ser en modo alguno esa angustia mortal...
(Interrumpiéndose.) Por tanto, podremos estar los tres juntos y alegres.
LOVBORG. (Se ha estremecido. ¡Ah! ¿Qué quiere usted decir, señora Tesman?
SEÑORA ELVSTED.- ¡Por Dios, Hedda! ¿Qué estás diciendo? ¿Y qué haces?
HEDDA..- ¡Cálmate! Ese condenado asesor no te quita ojo.
LOVBORG.- ¿Y a qué viene tal angustia mortal por mí?
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SEÑORA ELVSTED.- (En voz baja y lastimera) ¡Ay, Hedda, qué desgraciada acabas de hacerme!
LOVBORG. (Se queda mirándola fijamente un rato. Su rostro está contraído.) ¿De suerte que ésta es la
fe ciega que mi camarada tiene en mí?...
SEÑORA ELVSTED. (Suplicante.) ¡Oh, querido amigo..., antes debes saber... !
LOVBORG,- (Toma uno de los vasos llenos de ponche, lo levanta y dice en voz alta y ronca:) ¡A tu
salud, Thea! (Vacía el vaso, lo deja sobre la mesa y toma el otro.)
SEÑORA ELVSTED.- (Por lo bajo.) ¡Oh, Hedda, Hedda!, ¿cómo has podido buscar esto? ...
HEDDA. (Poniendo la mano, sobre el brazo de LOVBORG)¡Basta, basta por el momento! Recuerde que
va usted de fiesta.
SEÑORA ELVSTED.- ¡ No, no, no...!
HEDDA.- ¡Chis! Te están mirando.
LOVBORG. (Deja el vaso.) Escucha, Thea: sé franca.
SEÑORA ELVSTED.- ¡Sí!
LOVBORG.- ¿Se enteró el juez de que ibas a venir detrás de mí?
SEÑORA ELVSTED.- (Retorciéndose las manos.) ¡Oh, Hedda, Hedda! ¿Oyes lo que me pregunta?
LOVBORG.- ¿Fue un convenio entre tú y él venir a la ciudad para vigilarme? ¿Fue quizá el mismo juez
quien sugirió que lo hicieras? Sí, por de contado..., me necesitaba todavía en el despacho. ¿O me echaba
de menos para jugar a las cartas?
SEÑORA ELVSTED. (Gimiendo Por lo bajo). ¡Oh!. Lovborg...» (Ibsen, 1979: 1717-1720).
La pareja Leningen se han casado por poderes. Joana acaba de llegar de Nueva
Orleáns a la mansión que, en la selva, ha construido Christopher. Se acaban de conocer,
como hemos visto ya en otra escena y ahora están tomando café al final de la cena y
advertimos que él participa en más de un juego. Joana sigue sin querer jugar y sabe
darle la Antítesis.
JOANA.- Por el olor este café parece más fuerte que el de Nueva Orleáns.
CHRISTOPHER.- Lo es.
JOANA.- Su pollo estaba delicioso.
CHRISTOPHER.- Era lagarto.
JOANA.- El clima es ideal, no hace tanto calor como yo pensé.
CHRISTOPHER.- Ahora es invierno.
JOANA.- Claro, estamos bastante al sur. ¿A qué latitud?
CHRISTOPHER.- ¿Le importa?
JOANA.- Pues no, sólo trato de entablar conversación.
CHRISTOPHER.- ¿Para qué?
JOANA.- No tengo ningún interés especial.
CHRISTOPHER.- Mi hermano me dice en sus cartas que sabe tocar el piano. Soy aficionado a la música;
tomaremos el café en el salón. Quisiera oír mi piano antes de que se lo coman las termitas. Lo remolcaron
cuatrocientos kilómetros río arriba.
JOANA.- ¿Para mí?
CHRISTOPHER.- No, para quién supiera tocarlo, era una de mis condiciones. Empiece.
JOANA.- ¿Qué le gustaría oír?
CHRISTOPHER.- Yo no entiendo nada de música.
CHRISTOPHER.- ¿Por qué ha dejado de tocar?
JOANA.- Es muy triste prefiero tocar otra pieza.
CHRISTOPHER.- Tomaremos un poco de café, ¿le parece?
JOANA.- ¿Uno o dos terrones?
CHRISTOPHER.- Dos. Sólo. ¿Habla usted idiomas?
JOANA.- Voulez vous que nous parlions en français? ¿Quiere usted que hablemos en francés?
CHRISTOPHER.- Yo no hablo francés, simplemente quise adivinar si es la eminencia que mi hermano
describía.
JOANA.- ¡Sí! Una mujer hecha a su medida. Domino varios idiomas, toco el piano, mis conversación es
inteligente y mis dientes perfectos.¿Quiere usted contármelos también? ¿No es eso lo que se hace con los
52
caballos? Se les miran los dientes. Por fortuna no me falta ninguno.
CHRISTOPHER.- Ni mal genio tampoco.
JOANA.- Si, ya lo se a usted no le gustan las mujeres con mal genio.
CHRISTOPHER.- No me asustan, yo lo tengo mucho peor.
JOANA.- ¡Quién lo iba a imaginar!
CHRISTOPHER.- Es usted una mujer excepcional, inteligente, bonita... Sin embargo, debe de tener algún
defecto. No voy a tener la suerte de encontrar una mujer perfecta, sin salir de la selva. Todo el mundo
tiene defectos.
JOANA.- Ah, creí que no le gustaba, que le había decepcionado; lo que tiene es miedo de mí.
CHRISTOPHER.- ¿Usted cree?
JOANA.- Ansía descubrir en mí un defecto, algo que desmerezca en su opinión.
CHRISTOPHER.- Conoce bien a los hombres.
JOANA.- Quiere completar su obra, con una mujer a tono con el resto de su mobiliario, traído por el río
con enormes dificultades para alimentar su vanidad y que las termitas no se lo arrebaten. Era ésa la clase
de esposa que exigía; ahora me encuentra a mí y le inspiro miedo.
CHRISTOPHER.- Insisto que conoce bien a los hombres.
JOANA.- Mejor que usted a las mujeres.
CHRISTOPHER.- ¿Dónde lo aprendió? ¿De qué hombre?. He puesto el dedo en la llaga, ¿verdad? ¿Ha
pertenecido a otro?
JOANA.- Estuve casada. ¿No se lo dijo su hermano?
CHRISTOPHER.- No. Eso me lo ocultó; me refirió todos los pormenores, su vida entera, todo menos eso.
JOANA.- No es mía la culpa, fue un olvido involuntario, le advertí que se lo dijera.
CHRISTOPHER.- Quizá mi hermano me conoce mejor de lo que yo creía. ¿Cuanto tiempo estuvo
casada?
JOANA.- Casi un año; se mató.
CHRISTOPHER.- ¿Cómo?
JOANA.- Bebía, era muy alegre, muy simpático y muy borracho. Una noche salió a caballo, más alegre y
también más borracho que nunca; su hermano me dio dinero para pagar sus deudas.
CHRISTOPHER.- Sería un pobre inútil.
JOANA.- Era el hombre más bueno que he conocido.
CHRISTOPHER.- Un hombre débil al que no quería.
JOANA.- Sí le quería.
CHRISTOPHER.- ¿Cuántos más se han cruzado en su vida? Señora, ha visto usted mi casa, tardé siete
años en construirla, una auténtico milagro en el corazón de la selva; la gente se reía de mí, de mi afán por
conseguirla, pero yo no hice caso; quería rodearme de las cosas hermosas de la vida, crear una familia y
poder ofrecerle una casa de la que me sentí siempre orgulloso en unas tierras que arrebaté a la selva y al
río, sólo con mi voluntad. La única exigencia que yo imponía era que todo cuanto subiese por el río fuese
nuevo, que valiera la pena, por ejemplo: el piano ante el cual se sienta jamás fue abierto por nadie antes
de su maldita llegada.
JOANA.- Si usted supiera más de música, se daría cuenta de que un piano suena mejor cuando se ha
tocado. Este no es un buen piano.
CHRISTOPHER.- Todavía no he terminado con usted.
JOANA.- Yo creo que sí. Buenas noches, señor Leiningen.
Una variante de este juego ha originada dos casos públicos que han pasado a la
historia. El periodista y/o escritor es admitido en un círculo de selectos y, por alguna
razón, decide romper esa confianza. A partir de ese momento, colecciona en silencio
hechos, evidencias, pruebas y, en un momento concreto, publica lo que ha observado en
ese círculo. Herman Manckiewicz escribió *Ciudadano Kane+ para retratar la vida de
William Randolph Hearst. Había frecuentado San Simeón, la residencia del magnate del
periodismo. Cuarenta años después, Truman Capote publicó Plegarias atendidas,
retratando muy desfavorablemente a la alta sociedad. Destaca su visión de William
Paley, el Presidente de la CBS, de cuya familia había sido Capote muy amigo. La alta
sociedad rechazó de tal modo a Capote que le convirtió en un apestado social. (Kael,
1971; Capote, 1987; Clarke, 1989).
Estos casos me han hecho recordar lo que ocurrió con Antonio Pérez y Felipe II.
Las Relaciones, publicadas en español en Londres en 1594, y que el ex-Secretario del
Monarca aparecía bajo el seudónimo Rafael Peregrino, fueron aprovechadas para fundar
la Leyenda Negra. ( Marañón, 1998; Molina Martínez, 1991; García Cárcel, 1992).
Hay periodistas que han adquirido un gran poder porque estaban en el lugar y
momento oportunos cuando vieron un hecho que podía causar el desprestigio total de un
poderoso. Sin intercambiar palabras, sin negociar, el poderoso facilitó decisivamente la
carrera de ese periodista. Fue el precio que pagó para que el periodista no difundiese un
gran escándalo.
Desde Aristófanes, los humoristas han tenido en el pedante a uno de sus blancos
favoritos. Por eso, algunos «expertos» encuentran la Antítesis de este juego en las
imitaciones y chistes de los humoristas. Los golpes de la experiencia les obligan a
cambiar. La audiencia puede también ofrecer su antítesis abandonando al «experto» y
éste pierde una batalla en la guerra de la audiencia.
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Theodor W. Adorno y Max Horkheimer estaban intrigados por lo que ahora
llamaríamos Juego de *Jerga Técnica+. Debieron de asistir a varias *liturgias+ de
*expertos+ en los juicios o en los espacios de los medios y concluyeron que no les
convencían. Ofrecieron, antes de Berne, la Antítesis de este Juego:
a) *El juicio de los expertos no pasa de ser un juicio para expertos que olvida a la comunidad, de
la cual --según la frase corriente-- han recibido su misión las instituciones públicas.+
b) *El experto, que necesariamente es también un miembro de la administración, decide desde
arriba y degüella la espontaneidad.+
c) *Su competencia no está completamente asegurada y, de cuando en cuando, es difícil distin-
guirla del chic de los aparatos.+
A pesar de recoger estas objeciones, estos dos autores piensan que el experto está al servicio del
público, recibe la legitimación de él en una democracia y debe impedir las manifestaciones que sirven a la
barbarie. De la misma manera debe proteger las cosas culturales de la esfera del dominio del mercado o
del pseudomercado, aunque reconocen que esta última empresa está hoy casi truncada.
*Desde luego, habría que encontrar expertos cuya autoridad fuese realmente la de la cuestión, y
no la fuerza meramente personal del prestigio o de la sugestión. Debería, incluso, ser un experto quien
decidiese quienes son expertos (círculo fatal). (Adorno y Horkheimer, 1966: 88-90).
Gustavo Bueno ha escrito sobre los «delirios gremiales», es decir, sobre el Juego
«Jerga Técnica».
«Acaso sea el gremio de los médicos (seguido de cerca por el gremio de los legistas y por el de los
químicos) el lugar en el que con más frecuencia encontramos síntomas de estos «delirios reduccionistas» de la
omnitudo rerum a las categorías del propio gremio. El delirio gremial médico fue descrito por Jules Romain
en su Knock o el triunfo de la medicina (1923). El doctor Knock, en efecto, pretendió «elevar a la existencia
médica» a todo el mundo, comenzando por el mundo constituido por los vecinos de su villa. Síntomas
alarmantes de «delirio gremial» por parte de los legistas (sobre todo cuando adquieren la condición de jueces)
los encontramos en algunos teóricos o prácticos del «Estado de derecho»; porque ahora los legistas parecen
proponerse como objetivo supremo la transformación de toda la vida social y humana en «vida jurídica», la
judicialización de la totalidad de las relaciones humanas, tanto las relaciones ad intra (familiares,
empresariales, políticas) como las relaciones ad extra («derechos de los animales», «derechos del medio
ambiente»). Son notorios también algunos síntomas de este delirio reduccionista los emanados del gremio de
los químicos; un delirio que pudiera simbolizarse en el célebre lema «todo es química», que se escucha de vez
en cuando, a título de «profunda reflexión filosófica», en boca de algún premio Nobel del ramo (en ese todo
no solamente se incluyen las rocas y los astros, sino también las plantas, los animales y los hombres, su
naturaleza y su cultura; también los propios tratados de Química deberían considerarse incluidos en ese todo,
como si la composición tipográfica de sus letras tuviese algo que ver con los enlaces covalentes) (Bueno,
2000:138-139).
Lo peor que puede ocurrir es que el periodista participe también en este juego.
Indica, ante todo, que no sabe moderar y que no sabe representar a la audiencia para
pedir explicaciones sobre términos oscuros. Además, habla y escribe para iniciados.
Quienes no lo son, pueden interpretar la entrevista o el escrito como si fuera un cuadro
abstracto. El periodista juega con ventaja, porque puede decir que ninguna de las
interpretaciones que se le ofrecen es la que él pretendía. Se dedica a cambiar de asunto y
de nivel, cuando le piden que precise qué quiere decir.
11.- CONCLUSIÓN
Finalmente, pienso que queda mucho por trabajar en las Antítesis para los
diferentes juegos. Sobre todo, las que estén basadas en el humor.
*****
BIBLIOGRAFÍA
---- «Looking for trouble». Journal of Communication, 1978, 28 (Primavera), 90: 95. Comentarios, 96-
132. Respuestas, 133-141.
--- (1974): BEUMLER, Jay G., Y GUREVITCH, Michael: «Uses of Mass Communication by the
individual», en DAVIDSON, W. Ph. y Yu, FREDERICK, T. C (Eds.).: Mass Communication Research:
Major Issues and Future Directions. Nueva York, Praeger.
LARRA, Mariano José (1989): Artículos. Selección, introducción y notas de Alejandro Pérez Vidal.
Barcelona, Ediciones B.
C ¡Qué bello es vivir!. (1946) Relato original de Philip Van Doren Stern. Guionistas: Frances
Goodrich y Albert Hackett. Director: Frank Capra.
C Castillo de Naipes (1990). Novela de Michael Dobbs. Guión de Andrew Davies. Director: Paul
Seed.
C Niñera Moderna (1947). Basada en Belvedere, de Gwen Davenport. Guión de F. Hugh Herbert.
Director: Walter Lang.
C Río Bravo (1958). Relato original de B. H. Campbell. Guionistas: Jules Furthman y Leigh
Brackett. Director: Howard Hawks.
C Sólo ante el peligro (1952). Relato de John M. Cunningham. Guionista: Carl Foreman. Director:
Fred Zinneman.
C Casa de muñecas (1973). 1ª versión: Basa en la obra de Henrik Ibsen del mismo título.
Guionista: David Mercer. Director: Joseph Losey. 2ª versión: Basada en la obra de Ibsen.
Guionista: Christopher Hampton. Director: Patrick Garland.
C Cuando ruge la marabunta (1953). Relato original: Carl Stephenson. Guionistas: Philip Yordan
y Ranald MacDougall.
58
Este Capítulo es una versión actualizada del artículo publicado en la Revista Digital El
Catoblepas: 2004, 35: 16-95).