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Guayaquil nostálgico 2

Diseño Editorial: Arq. Pedro Gambarrotti Gámez


Diseño de Portada: Jorge Tite

Impresión:
Primera Edición
Abril 2019

Este libro es propiedad del autor


Derechos Reservados
Registro Derechos de Autor No.
ISBN No.

Guayaquil - Ecuador

*Agradecemos las colaboraciones fotográficas de los ingenieros


Rubén Guerrero Zambrano, Sergio Cedeño Amador y Guillermo Hasing.
Germán Arteta Vargas

2019
A nuestra amada ciudad que
inspiró la devoción de nuestros
abuelos y padres, y también lo
hace con nosotros.
A Guayaquil, cuyos lugares
y personajes los revivimos
y disfrutamos cada vez que
recorremos sus calles.
Para ella, fecunda, acogedora y
rebelde, estas evocaciones que
en verdad nos llenan el alma de
alegría.
El autor
A manera de presentación
(Un resumido del primer tomo de Guayaquil Nostálgico)

H
ay una forma muy singular de penetrar en el espíritu de Guayaquil, esa manera es
evocando su historia cargada de tradiciones, costumbres, de noches de hondo dolor,
de amaneceres gloriosos, de personajes ilustres que fueron la simiente de un pueblo
que nació para la grandeza.

Esa grandeza del Guayaquil de ayer ya no existe, bajo el signo de la palabra progreso todo
ha cambiado... Mas lo único que no ha cambiado ni cambiará jamás es el espíritu del gua-
yaquileño: tenaz, emprendedor, decidido, activo, hospitalario, pero sobre todo amante del
arte y la cultura.

Por eso la intención de este libro es mantener vivo ese espíritu, mantener viva nuestra
identidad y evitar que el amor a Guayaquil se pierda conforme nos invaden las costum-
bres extranjeras.

Ha sido tarea de Germán Arteta Vargas recopilar todos los artículos de su autoría, alusivos
especialmente a las costumbres y tradiciones del Guayaquil del siglo XX publicados a través
de los años por diario El Universo, respondiendo así a las iniciativas y recomendaciones de
lectores y amigos, y como un tributo a los exdirectivos de dicho matutino guayaquileño,
Carlos Pérez Perasso y Ricardo Pólit Carrillo, que impulsaron siempre este tipo de temas.

Cabe conocer que Germán Arteta Vargas colabora con diario El Universo desde la época
de estudiante secundario, porque siempre se distinguió como un joven interesado en los
libros. Nunca ha dejado de leer, jamás ha dejado de estudiar e investigar.

Entre 1972 y 1990 mantuvo la columna educativa ‘Pizarra’. Cuando en 1990 lo invitaron
a ser parte formal de la Redacción de El Mayor Diario Nacional, Pizarra se convirtió en un
suplemento y él se dedicó también a enfocar temas históricos, cívicos, costumbristas, et-
cétera, pero sobre todo educativos, como aún lo hace. También fue redactor de la sección
Meridiano de la Cultura y desde 1993 hace las cartillas y suplementos históricos que, tienen
la acogida de profesores y alumnos.

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Esta fue otra oportunidad que tuvo para mantener contactos con estudiantes, maestros,
padres de familia y comunidad lectora en general. De allí que Germán Arteta Vargas jamás
pasa inadvertido en el lugar donde se encuentra, su personalidad y sus escritos son amplia-
mente conocidos en el Ecuador.

Quienes hemos releído los artículos de Germán podemos apreciar que efectivamente hay
cierto grado de nostalgia, melancolía, tristeza al recordar las costumbres, tradiciones y va-
lores del Guayaquil de ayer. Una nostalgia que nos contagia a sus lectores porque, en verdad,
hoy en día el tiempo se deshace en nuestras manos y ya no hay oportunidad para mirar los
crepúsculos, ya no sabemos si todavía viajan las estrellas por el cielo. Hace ya muchos años
que matamos a la luna y dejamos que los poetas se fueran suicidando en la metáfora oscura,
abstracta, rara, extraña que ubica a los lectores en medio de la poesía, buscándose los unos
a los otros.

Por eso Germán Arteta salta al mundo contemporáneo y vuelve hacia atrás, porque es pro-
pio de los seres humanos ir en búsqueda de su amado ayer, en rescate del tiempo ido y
porque la vida no solo es el presente, es también el amor y es el recuerdo.

Sante decía que es triste recordar la pasada felicidad, pero más triste es no tener recuer-
dos. Por eso Germán Arteta Vargas ha querido proporcionarnos una agradable y nostálgica
sorpresa para que volvamos a recordar el Guayaquil de antaño donde muchos fuimos su
actores y, a la vez, retomemos impulso y renovemos esfuerzos para rescatar y difundir los
valores populares que constituyen nuestras raíces y nuestra identidad, que nos permiten
edificar una política de paz y amor que garantice un Guayaquil mejor para todos los que
somos sus artífices.

Admiramos el empeñoso batallar del autor al reimprimir los pasajes sencillos, alegres y
sinceros del Guayaquil de ayer y hacemos votos porque el libro tenga la aceptación de maes-
tros, alumnos y comunidad lectora que, en lo que se refiere al autor, existe el compromiso de
seguir produciendo en beneficio de todos los ecuatorianos.

Dra. Aracely Consuegra de Ortiz


Guayaquil, septiembre de 2009

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Algunas frases estimuladoras sobre Guayaquil
Nostálgico (primer tomo):
“Felicitaciones por el contenido del “No se imagina lo agradecida que estoy, y lo feliz
valioso libro que acaba de publicar de comprobar que gracias a Ud. no se perderán
sobre nuestra querida ciudad, cuyo las vivencias y tradiciones nuestras. Por eso y por
ejemplar agradezco de veras, así lo que hace por nuestra ciudad, le expreso mi más
como la bella dedicatoria”. profundo y sincero agradecimiento, y además en
Abrazos. este caso de manera muy especial por haberme
Katia (Dra. Katia Murrieta Wong) escogido entre las beneficiadas con un ejemplar
Guayaquil, diciembre/2009 de la obra de su autoría ‘Guayaquil Nostálgico’,
publicado por el Centro Municipal de Cultura, que
es un puntal de rescate de todo lo que es guaya-
quileño”.
Con respeto y afecto,
Dra. Norma Plaza de García
Guayaquil, 26 de julio de 2010

“Luego de haberme recreado en su ‘Guayaquil “Lo felicito por la publicación de su


Nostálgico’, vayan para Germán Arteta Vargas, libro ‘Guayaquil Nostálgico’ que cons-
apreciado amigo y respetado intelectual, las tituye un nuevo y valioso aporte a la
muestras de mi sentido agradecimiento por su memoria de nuestra querida ciudad”.
valioso obsequio y generosa dedicatoria”. Atentamente,
Dr. Galo García Feraud Ab. Guillermo Villacrés Smith
Guayaquil, octubre 28 de 2010 Secretario General de la Universidad
Católica de Santiago de Guayaquil
Guayaquil, 7 de diciembre de 2009

“He leído con ameno placer los capítulos de la obra ‘Gua-


yaquil Nostálgico’ y puedo testificar que ella es sede
de la verdad histórica de lo que fue mi ciudad natal a
la cual la contemplé y admiré desde el añorado barrio
Las Peñas, por haber yo nacido y vivido mi infancia en la
llamada ‘Villa Rosa’, ubicada al inicio de la calle Numa
Pompilio Llona de dicho barrio, al comienzo de la segunda
década del siglo pasado”.
Lo felicito tanto por la claridad de su literatura como por
su valor histórico y por la fidelidad de su texto de cuya ve-
racidad soy testigo.
Reciba usted las muestras de mi distinguida consideración
y aprecio”.
Dr. Jorge E. Zavala Baquerizo
Guayaquil, 20 de octubre de 2010

7
Una muy evocadora
estampa de la Plaza
de San Francisco.

8
Unas palabras que no han variado y siguen igual de
optimistas

L
a amable y permanente sugerencia de amigos y lectores de diario El Universo en el
sentido de que reúna y edite en un solo volumen las crónicas y remembranzas de mi
autoría sobre el Guayaquil del siglo XX, aparecidas desde el año 2002 hasta el 2015
en las páginas del periódico donde laboré furante 25 años y con el cual todavía colaboro,
me motivó a cristalizar tal pedido y hoy estoy gustoso de poner en manos de guayaquileños
y ecuatorianos ese material en un segundo tomo que tiene como consigna evocar los per-
sonajes y tradiciones que forjaron y fortalecieron la identidad y memoria de la acogedora
metrópoli nacida junto al río Guayas.

Como lo he dicho en más de una ocasión, las crónicas volanderas publicadas en El Mayor
Diario Nacional -inicialmente sin una denominación definida, pero después bajo el epígrafe
de Guayaquil Nostálgico o Imágenes de Guayaquil- solo tienen el próposito de evocar sabro-
sas estampas en las cuales por diferentes razones fuimos actores o espectadores, volver a
vivir con tantos pasajes llenos de diversión y hasta de enseñanzas, y por sobre todo compar-
tir y mantener latente aquel inextinguible amor que debemos profesar a la ciudad-madre,
a la ciudad-cuna.

Hago hincapié en lo que casi siempre anoto al final de cada crónica que ensayo: los invito
a embarcarse en el carro del recuerdo y junto con sus familiares y amigos desarrollar ma-
yores añoranzas e incorporar sin tardanza aquellos nombres o situaciones que por falta
de espacio o el olvido involuntario del autor se quedaron sin haber sido mencionados. Lo
importante es promover esas bellas evocaciones que exaltan y afianzan la historia de Gua-
yaquil, urbe cosmopolita en vertiginoso desarrollo, pero segura y legítima heredera de sus
ancestros.

Esta vez , sin alterar la esencia de los artículos originales se han hecho algunas actualizacio-
nesque ayudarán muchísimo al propósito del texto.

Gracias a todos los que inspiraron los temas reunidos en este libro; gracias a quienes ayu-
daron a editarlo y a los que lo leerán con mucha nostalgia, pero igualmente con bastante
alegría.

Germán Arteta Vargas


Octubre, 2009
Abril, 2019

9
Las semanas culturales y las ferias de ciencias
desplazaron a las sabatinas
Con recursos didácticos sugeridos por nuevas corrientes
pedagógicas, los centros de enseñanza adoptaron otras
formas de mostrar a la comunidad el cumplimiento de su
misión y el aprovechamiento de sus alumnos.

Aviso publicado en Diario El Universo


invitando a una sabatina en el colegio
Vicente Rocafuerte.

Aunque el término sabatina les suene a mu-


chos como arcaico y ‘folclórico’ en el queha-
cer educativo contemporáneo, aquel fue muy
usual en nuestro medio desde lejanas épocas
del siglo diecinueve hasta algo más allá de la
década del setenta de la centuria pasada.

Se lo empleaba para referirse, por lo general,


a las pruebas de conocimiento sobre una o
varias materias, entre grupos estudiantiles de
un mismo plantel o de otros similares.

Quienes estudiaron primaria o secundaria hasta los años de referencia, seguramente parti-
ciparon en las últimas sabatinas que algún romántico supervisor, director o profesor orga-
nizaron con el protagonismo de sus pupilos. Estos certámenes que servían para conocer el
avance intelectual de los educandos siempre concitaron el interés de los padres y la comu-
nidad, que en medio de sus ocupaciones se daban modos para llegar a tiempo y emocionar-
se con la participación de algún miembro de la familia o conocido.

En las sabatinas, que no eran únicamente los sábados de cada semana o mensuales, sino
cualquier otro día, se expresaba la preocupación de los profesores y discípulos por ser me-
jores y quedar bien ante todos; en cambio, los planteles patrocinadores acrecentaban pres-
tigio y hasta los curiosos asistentes a las pruebas tenían la oportunidad de examinar sus
recursos intelectuales y sacar conclusiones.

Las sabatinas eran internas o abiertas al público, autoridades y docentes de reconocida sol-
vencia formaban el jurado calificador y nadie ponía en tela de duda su dictamen. Con sen-
cillos, pero estimulantes premios para los contendores, la satisfacción era mayor cuando se
derrotaba al curso o paralelo que tenía la primacía en el plantel y, asimismo, sobre el colegio
que se ufanaba de ser de los mejores de la ciudad.

10
Las ferias de
ciencias, semanas
culturales, expoferias,
casas abiertas,
etcétera, sirven
muchísimo para
que planteles y
alumnos den un buen
testimonio de su
aporte al desarrollo
del proceso
educativo y del país
en general.

Entre nosotros las sabatinas fueron frecuentes y los colegios que las ofrecieron solían publi-
car invitaciones para asegurar el público. Ajeno a la novelería y más bien por convicción, los
asistentes valoraban el esfuerzo de los catedráticos y sus pupilos; se aplaudía cuando era
necesario y el silencio reinaba para escuchar a los participantes.

Las sabatinas del Vicente Rocafuerte, Rita Lecumberri, Filantrópica, Guayaquil, Escuela Mo-
delo y otros centros educacionales tenían su ‘clientela’ asegurada que iba a sus esperados
certámenes.

Al paso de los años se introdujeron importantes cambios en los programas de enseñanza


y las sabatinas oficiales dieron su adiós, aunque todavía se organizan actividades bastante
parecidas.

Así llegaron las ferias de ciencias, semanas culturales, expoferias, casas abiertas, expoclases,
muestras, exposiciones, etcétera, que también sirven muchísimo para que planteles y alum-
nos den un buen testimonio de su aporte al desarrollo del proceso educativo y del país en
general. En los últimos años los eventos del Cristóbal Colón, San José La Salle, Manuel Elicio
Flor y Domingo Comín revelan esa loable labor.

Los concursos Genios y Minigenios de El Universo, intercolegial e interescolar, hace pocos


días
pusieron en la memoria ciudadana gran parte de aquel contenido de preparación, perseve-
rancia, momentos de aflicción por el punto no logrado y el sano orgullo y regocijo cuando
aparece el triunfo.

Eso fueron las sabatinas escolares, colegiales e incluso universitarias que tanta acogida tu-
vieron en el Guayaquil de antaño, tal como lo confirma la nota de este matutino del 26 de
julio de 1938: “Ayer, a las 20:00, en el salón de actos del colegio Rocafuerte, tuvo lugar el
debate que sobre Matemáticas sostuvieron dos grupos de alumnos de los cursos inferiores.
El numeroso público que acudió al acto prodigó calurosos aplausos a los estudiantes que
demostraron conocer ampliamente los temas tratados”.

11
El cine de la Casa de la Cultura
Desde su comienzo, el 5 de febrero de 1955, tuvo la acogida de las
familias guayaquileña que en grupos de grandes y chicos asistieron
a sus funciones. La actividad cultural también lo popularizó y lo hizo
referente.

Aunque con esta sala ocurrió casi lo mismo que hizo desa-
parecer a muchos otros locales y empresas dedicados a la
exhibición de producciones cinematográficas, como la masi-
ficación del DVD, los equipos de ‘cine en casa’ y la piratería
que reproduce a bajo costo las películas de toda temática,
etcétera, de ella quedan especialmente su querido local y los
programas de cine foro que todavía congregan un numeroso
público cada vez que se ofrecen.

En efecto, el cine de la Casa de la Cultura desde sus inicios


gozó de la aceptación de una asidua concurrencia formada
por niños y adultos, intelectuales y los infaltables enamora-
dos que lo hizo competir sanamente con otros cinemas de
sabroso recuerdo como el Encanto, Presidente, 9 de Octubre,
etcétera.

Por eso entonces el cuidado que pusieron los administrado-


res de las empresas que alquilaron el cine, en especial Gus-
tavo Matheus y Colón Quevedo, para seleccionar los filmes
puestos en cartelera, que generalmente de acuerdo con la
censura municipal tenían la calificación de muy buena o ex-
celente y aptas para todo público.

De ahí que a lo largo de su más de medio siglo de funciona-


miento, el cine de la Casa de la Cultura del Guayas atrajo Aviso de una función de vermú
la concurrencia de incontables guayaquileños por la di- en el Cine de la Casa de la
versidad de obras que programó en funciones de vermú, Cultura.
matiné, especial y noche.

Cuántos no recordarán haber disfrutado de ‘ver’ nuevamente, con más tranquilidad y bajo
precio, tesoros del séptimo arte como Ben Hur (Charlton Heston, Jack Hawkins), Cleopatra
(Elizabeth Taylor, Richard Burton, Rex Harrison; Los hermanos Karamazov (Yul Brynne, Ma-
ría Schell, Claire Bloom) y Taras Bulba (Tony Curtis, Yul Brynner).

La administración de la sala de entretenimiento buscó atender por igual las preferencias


de niños y adultos. Entonces no faltó para la ‘gallada menuda’ el esperado programa triple

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Los guayaquileños pudieron
disfrutar de las grandes
producciones del cine a un
precio económico en el cine
de la Casa de la Cultura.

infantil que en una vez entregó El Llanero Solitario y la ciudad perdida, El hombre del oeste,
con Gary Cooper, y Los enredos de Chaplin. Tampoco se olvidaron de los adolescentes con
su ‘doble de la juventud’, cuando programaron La dama dijo que no (Clark Gable y Loretta
Young) y El sueño que yo viví (Pat Boone y Terry Moore).

El ‘doble femenino’ también se ofreció de manera asidua y cierta ocasión reunió Problemas
de alcoba (Rock Hudson y Doris Day) y La rosa de Tokio (Audie Murphy y George Nader).
La luneta a 5,80 y la popular a 4,80 sucres a veces cambiaban a entrada general 2,60 sucres,
resultaron comunes en esa añorada época que gran parte de los vecinos de la metrópoli
buscaban distracción en los populares, de barrio y ‘aristocráticos’ cuando fue la época de
oro del cine mexicano y el de Hollywood seguía en ascenso.

Actualmente el cine luce con importantes mejoras físicas y quienes asisten a los eventos
culturales, inmediatamente recuerdan la época de los conciertos, recitales, obras de teatro
y ballet que se presentaban con frecuencia, sin olvidar por supuesto las sesiones de cine
foro con Gerard Raad y Jorge Suárez, quien las ha retomado con feliz respaldo a través de la
cinemateca del núcleo.

Aprovechemos este refresca memoria para embarcarnos en el carro de la añoranza a traer


a la mente todo aquello de bueno que para la alegría del corazón y el alimento espiritual nos
entregó el cine de la Casa de la Cultura del Guayas, en 9 de Octubre y Pedro Moncayo. Así lo
hacemos al observar el aviso que por las páginas de Diario El Universo invita a la exhibición
de la emblemática película Lo que el viento se llevó.

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Las fiestas julianas de la ciudad siempre tuvieron
muchos y valiosos programas
La Semana del Estudiante con sus reinas, murgas y
bailes de gala, inauguración de obras, retretas, verbenas,
circos, actuaciones de artistas extranjeros en teatros y
ferias atrajeron a los hijos y vecinos de la metrópoli.

Herencia colonial de España fueron las corridas


de toros. Boletos para varias corrridas de toros
en plazas guayaquileñas, con motivo de la fiestas
julianas.

Sin desestimar aquellas excitativas porque los guayaquileños muestren mayor fervor para
recordar la gesta octubrina de 1820 que las fiestas patronales de la ciudad, esta vez se resal-
ta el hecho de que las conmemoraciones julianas por el patrono Santiago Mayor sirvieron
y aún sirven para manifestar el espíritu cívico y la característica alegría porteña que tras-
ciende en fechas de significación histórica. Ahora es mucho más si el Archivo Histórico del
Guayas sostiene que el 25 de julio de 1547 Francisco de Olmos asentó definitivamente la
ciudad en el cerro Santa Ana.

Pues bien, en el siglo pasado, al igual que en etapas más remotas, las instituciones cultura-
les, educativas, obreras, barriales, sociales, entre otras, sumaron sus actos a los de la Muni-
cipalidad y de la función Ejecutiva para resaltar la fecha del patrono y la de la fundación de
la ciudad, porque este último tema no tenía la claridad histórica de ahora.

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La maternidad Enrique C.
Sotomayor, hoy hospital
gineco-obstétrico, de igual
nombre, se inauguró el 20
de julio de 1948.

Entre las actividades de aquella época se puede evocar


la Semana del estudiante, que coincidía con el mes de
julio en que terminaba el primer trimestre de clases. Los
establecimientos secundarios e incluso la Universidad
elegían a sus reinas, organizaban bailes y murgas que
la comunidad seguía con atención. Una de esas reinas,
Los establecimientos secundarios la señorita estudiante Clementina Triviño Moreira, des-
e incluso la Universidad elegían pués señora de Unda, del normal Rita Lecumberri, fue
a sus reinas. Una de ellas, la proclamada en julio de1957 por Alejandro Román Ar-
señorita estudiante Clementina mendáriz.
Triviño Moreira, del normal Rita
Lecumberri, fue proclamada en El edificio de cemento armado de la maternidad Enrique C.
julio de1957 por Alejandro Román Sotomayor, hoy hospital gineco-obstétrico, de igual nom-
Armendáriz. bre, se inauguró el 20 de julio de 1948. De igual manera, en
este mes de 1955 comienza a prestar servicios la ciudade-
la Tambaco, a continuación del Barrio del Centenario, en
las calles Dolores Sucre y Sedalana.

En cuanto a cultura, deportes y distracciones populares, se realizaron las pruebas de na-


tación Guayaquil-Durán y los campeonatos interescolares de ciclismo, que auspició Diario
El Universo. En 1955 Lucho Gatica actuó por primera vez en Guayaquil, la bailarina Naja
Karamaru presentó su espectáculo en el cine Presidente, y Miguelito Valdez (míster Babalú)
cantó en la Terraza Inca.

En 1957 Nelson Pinedo interpretó Momposina, El muñeco de la ciudad, etcétera, en el teatro


Apolo y otros locales; las bailarinas Dolly Sisters repitieron sus triunfos y hubo en el Ame-
rican Park la Feria Nacional de Muestras. En julio de 1959 se convocó al primer salón de
pintura Fundación de Guayaquil, también se suscribió el contrato para la construcción de
Puerto Nuevo y se inauguró el estadio modelo Guayaquil, ahora Alberto Spencer.

Breves, pero buenos testimonios de una metrópoli que trabaja, crea, avanza y guarda celosa
su memoria.

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Tortillas y chiricanos, preparaciones gastronómicas
populares que no envejecen
Junto a otras comidas tradicionales
de la cocina guayaquileña, estos
preparados aún deleitan a quienes
buscan su sabor.

Contrario a lo que muchos suponen como una pre-


paración culinaria que pasó a la historia y solo es
parte de la memoria de nuestros mayores, las tor-
tillas de maíz y los chiricanos todavía pueden de-
gustarse –aunque sin la proliferación de años ante-
riores– en una que otra esquina de nuestra ciudad.

En su época de esplendor, cuando las familias


porteñas preferían una tortilla de maíz crocante
y caliente acompañada de una taza de café, en lu-
gar de las pizzas combinadas con gaseosas que se
acostumbra ahora, fueron muchos los locales de
expendio, como los que estaban ubicados en Diez
de Agosto y Quito, Tulcán y Diez de Agosto ahora
en Pedro Pablo Gómez y la Decimoquinta, Quito y
Las tortillas y los chiricanos integran la Francisco Segura, etcétera.
lista de tradicionales comidas porteñas
de Guayaquil. Estas ricuras gastronómicas siempre se vendieron
en la noche y los pocos puestos que hay mantienen
Miembros de la la costumbre, pues inician su expendio durante las
familia Salazar últimas horas de la tarde.
llegan diariamente
desde el suburbio Las tortillas (de sal, con chicharrón o queso) y los
oeste para instalar chiricanos (de dulce) se elaboraron hasta hace
su puesto de poco tiempo con el grano de maíz remojado y mo-
tortillas. lido a mano.

Últimamente, para abreviar su preparación, al-


Para mantenerlas gunos cocinan el grano, usan molinos eléctricos
calientes las tortillas y, en lugar del popular fogón con candela en el
son metidas en fondo y la tapa, prefieren los hornos a gas o eléc-
hornos artesanales. trico. Sin embargo, los expendedores afirman
que el sabor se mantiene. Los precios actuales de
las tortillas de chicharrón o queso y los chirica-
nos son de $ 0,25 y $ 0,35, respectivamente.

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Mantienen la tradición

A partir de las 16h00, Mónica Salazar y su hermano Fernando instalan su puesto en Chim-
borazo y General Gómez, en el Barrio del Astillero, cerca de la Iglesia del Corazón de Jesús.
Su madre, Paola de Salazar, prepara las tortillas que ellos traen desde la 40 y Portete.

Tienen cuatro años en esa esquina y cuentan que los días ordinarios venden hasta 50 uni-
dades y los sábados y domingos alrededor de 100. Algunos clientes llevan paquetes de 10
y 15 tortillas.

Otro conocido lugar de expendio es


el de Rosa Salazar, quien desde hace
siete años llega puntualmente todos
los días del Guasmo Central a Huan-
cavilca y Chimborazo; usa horno a
gas para preparar sus tortillas y las
ofrece de 16h00 a 20h30, menos los
domingos que no trabaja. Asegura
que sus mejores días de venta son
lunes y sábado.

Bolívar Muñoz atiende el puesto


ubicado en Tulcán entre Portete y
General Gómez, que tiene en ese lu-
gar 43 años, pues lo inició Victoria
Iglesias, abuela del actual propietario, En Huancavilca y Chimborazo atiende Rosa
y continuó Dolores Guadalupe Muñoz. Salazar, quien desde hace siete años ofrece las
Es uno de los más concurridos y vende populares preparaciones. Carlos Peralta compró
unas 300 tortillas de lunes a viernes y una tortilla.
400 los sábados y domingos.

Seguramente hay otros lugares de


venta de tortillas que escapan a este
brevísimo inventario, pero si alguien
los conoce no dude en recomendar-
los, porque así ayuda a que las her-
mosas tradiciones de nuestro Guaya-
quil no pierdan vigencia.

Mónica Salazar cuida las tortillas y


chiricanos que vende en su puesto de
Chimborazo y General Gómez.

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El vuelo de cometas y el confite Límber despiertan
incontables remembranzas
Mayo, junio y julio eran los meses del calendario de la
chiquillada de antaño, para sus juegos con el popular
juguete y los cromos del coleccionable.

Construir y elevar cometas siempre fue un entretenimiento para adultos y niños,


que lsiempre es grato rememorar.

Sin los peligros de la gripe porcina y ajenos a la esclavitud de los aparatos electrónicos, la
niñez y juventud guayaquileña de antes y después de la década del 50 del siglo anterior se
acogían al calendario de juegos populares que algunos anónimos amantes de la diversión
inventaron para que nadie se quedara sin entretenimiento durante todo el año.

Recordemos que de enero a diciembre los chiquillos y adolescentes tenían un mes o un


tiempo para cada juego: así la temporada de billusos, bolillas, películas y tapillas de colas, y
por supuesto, de cometas y de los cromos del tradicional confite Límber.

Esos juegos que se ajustaban al ‘almanaque imaginario’ competían en preferencia con los
cotidianos como el pepo y trulo, la rayuela, el salto de soga y el pan caliente, las rondas y
escondidas, etcétera, que se improvisaban en portales y aceras en cualquier día y hora del
verano o invierno.

Entonces, cómo no evocar que casi empezadas las clases en nues-


tra ciudad, por las emisoras y diarios se anunciaba la venta del
popularísimo y barato Límber, que en 50 cromos relataba algún
Jugar con los trompos episodio de la historia ecuatoriana, la vida de un personaje u otro
disminuía en época de acontecimiento universal.
cometas.
Envueltas en papel periódico junto con un delicioso caramelo con

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sabor a coco, las figuras se coleccionaban para participar
en el sorteo de premios, pero sobre todo se usaban para
intercambiarlas con otros coleccionistas y para usarlas
como ‘billetes’ en los juegos del pepo y otras competen-
cias con apuestas.

Como siempre ocurre, no faltaban los muchachos co-


merciantes que vendían a precio alto el cromo ‘difícil’. El confite Límber tuvo gran
Un anuncio publicado en Diario El Universo de junio de acogida de la sociedad
1950 testimonia aquellos tiempos del confite Límber, guayaquileña en los años
que sigue en la memoria de incontables guayaquileños. cincuenta.

La temporada de cometas igualmente se iniciaba en mayo y continuaba hasta agosto y sep-


tiembre, cuando los vientos declinaban y hacían imposible el vuelo del juguete. Grupos es-
colares, colegiales y barriales se reunían para confeccionarlas, hacerlas volar y establecer
reñidos combates que los curiosos seguían de cerca.

Tal era la popularidad de las cometas, que los bazares, papelerías y tiendas barriales ven-
dían el conocido papel ‘cometa’, la goma y la piola, mientras padres y mayores ayudaban
a buscar y cortar los trozos de caña guadúa para el armazón de las pavas, faroles, viejos y
otros diseños de las cometas que surcaban el cielo guayaquileño y llenaban de colorido.

Cuando se incrementó la construcción de edificios altos y el tendido de cables de fuerza


eléctrica, comenzó a declinar la popularidad del juego de cometas, que también vio desa-
parecer los espacios despoblados y verdes para la ejecución de las evoluciones. A esto se
sumó la despreocupación de padres de familia que no transmitieron a sus vástagos sobre
cómo construirlas y volarlas.

Solo unos cuantos jefes de hogar e instituciones suelen


en la actualidad retomar la costumbre; asimismo, son
poquísimos los artesanos que confeccionan cometas
para venderlas en temporada, pues en la actualidad pre-
dominan las de tipo industrial.

Un aviso con recomendaciones para evitar accidentes


publicado en mayo de 1956 por la Empresa Eléctrica
del Ecuador, en este matutino, testimonia la populari-
dad y la tradición del juego de cometas en Guayaquil,
donde tuvo acogida entre grandes y chiquillos.

Aprovechemos entonces para rememorar la felici-


dad vivida con el agradable y positivo contenido del
confite Límber, que compartía preferencias con el juego
Un aviso de la Empresa Eléctrica de cometas. Aquello confirmará que todo estuvo hermo-
de Guayaquil pidiendo cuidado a samente arraigado al romántico paisaje urbano del siglo
los jugadores con cometas. XX, cuyos testimonios se esfuman poco a poco.

19
El parque Chile es otra estampa porteña que atesora
muchas leyendas e historias
Aunque ya no conserva el rostro que lo caracterizó en la segunda
mitad del siglo pasado, con el bullicio y trajín de vehículos y pasajeros,
todavía le queda algo del movimiento comercial que reinó en toda su
barriada.

El parque Chile es otra estampa porteña, dueña de muchas historias y anécdotas.

Una vieja y alta palmera, de las cuatro que otrora destacaban en las esquinas de la manzana
que ocupa el parque Chile, se alza por entre la vegetación circundante para saludarse con el
sol y quizás comentarle sobre los cambios de los últimos tiempos en ese lugar y resto del
vecindario.

Junto con el astro rey comentará sobre la desaparición de rostros conocidos, de antiguas pero
amplias casas de madera y de aquel agitado ambiente que tornó popular a la plaza, especial-
mente cuando ahí se estacionaron las cooperativas de transporte interprovincial a Los Ríos y
Manabí.

Pero el parque Chile, que limitan las calles Capitán Nájera, Febres Cordero, Cacique Álvarez
y Noguchi, no solo fue el sitio donde convergieron compatriotas que iban o venían en viajes
de placer o negocios, sino el espacio que desde mucho antes alimentó historias y anécdotas.

Conocido en sus albores como la plaza Chile, fue un área sin pavimentar, preferida en especial
los sábados y domingos por quienes practicaban el tradicional juego ecuatoriano de la chaza,
mientras que el resto de la semana era casi exclusivo de los niños y jóvenes de la barriada.

20
Allí la muchachada gozaba con los juegos de pelota, pepo y trulo, la avanzada y, por supues-
to, el de cometas, que según algunos antiguos vecinos resultaban muy emocionantes por la
manera de cómo los chicos construían y presentaban esos juguetes para realizar verdaderos
combates aéreos.

La plaza logró fama como escenario cada 18 de septiembre de los festejos por el aniversario
de la independencia de la hermana República de Chile, que incluían diversiones populares
como los concursos de ensacados, palo ensebado, retreta con la banda de los Carabineros;
castillos y vaca loca, baile de gala, etcétera.

Las fiestas de la barriada del parque Chile eran esperadas y siempre tuvieron el apoyo de los
priostes Víctor Elías Jácome y Gilberto Paredes, entre otros comerciantes colaboradores del
sector, que por igual celebraban la fecha septembrina y el resto de acontecimientos patrios y
religiosos.

Tras varias décadas de compartir su ambiente festivo sin restricciones de espacio, pues los
circos, ruedas moscovitas y más negocios portadores de diversión familiar se acomodaban sin
mayores problemas, llegaron los cambios para el sector, y la plaza fue delimitada y arborizada.

El domingo 24 de mayo de 1931 se cumplió la inauguración oficial del parque, con la asisten-
cia del prefecto municipal Alberto Guerrero Martínez, autoridades, delegados diplomáticos,
Aurelio Gómez, presidente del comité Provecinos del Barrio, y los invitados especiales.

Cuando las lanchas le cedieron el paso a los camiones, chivas y carros pullman de transpor-
tación intercantonal e interprovincial, el parque Chile se convirtió en la estación o base de
aquellos que viajaban a Daule, Santa Lucía, Palestina, Vinces, Puebloviejo, Catarama, Ventanas,
El Empalme, Quevedo, etcétera.

Viajeros y comerciantes aún recuerdan las cooperativas de transporte FIFA, T.I.A. y Manabí,
que en los avisos por periódicos y radioemisoras indicaban como su estación el parque Chile,
lleno la mayor parte del día de vendedores y gente que cruzaba aprisa con maletas y cartones.

Estampas conocidas de esa época fueron, entre otras, los comerciantes de aves de corral, que
negociaban directamente con los portadores de la mercancía, es decir, los campesinos llega-
dos en los vehículos de transporte, y las numerosas ‘agencias de empleos’ que se instalaron en
las cercanías para atender a quienes pedían ‘domésticas’ venidas del agro.

Cuando se construyó la terminal terrestre Jaime Roldós Aguilera las cooperativas dejaron el
parque Chile y sus alrededores, por lo que estos perdieron visitantes. Los negocios igualmente
mermaron su clientela y se cambiaron. Siguen allí como testimonio de románticos años algu-
nos establecimientos que venden insumos agrícolas y productos veterinarios. Existe, además,
una estación de buses de la línea 71.

Gratos, pues, los recuerdos vigentes sobre el parque Chile, en cuyos predios más de una oca-
sión estuvieron los populares personajes Firpo, Pancha Loca y otros que ayudaron a conver-
tirlo en una estampa inconfundible de la metrópoli.

21
La Plaza de la Concordia también se inscribió en la
memoria de la ciudad
Fue el lugar de concentración de las familias guayaquileñas que al
paso de los años soportó cambios por el desarrollo de la ciudad.
Estuvo emplazada en un barrio de tradición y de sus antiguos vecinos
quedan pocos.

La Plaza de la Concordia también se inscribió en la memoria de la ciudad.

Aunque su nombre perdió vigencia en las últimas décadas del siglo pasado, la añeja Plaza de
la Concordia siempre es motivo de recuerdo entre los guayaquileños que la conocieron y los
que por referencia de sus abuelos y mayores la mantienen en su memoria.

Estuvo situada en las cuatro manzanas que rodean las calles Hurtado (norte), Luque (sur),
García Moreno (este) y José Mascote (oeste), donde ahora se levanta el complejo de pisci-
nas Asisclo G. Garay y Alberto Vallarino, la pista atlética Emilio Estrada y otros edificios de
instituciones deportivas locales.

En sus primeros años –como lo testimonian los planos de la ciudad de Francisco Landín,
Froilán Holguín y la Compañía White– se la denominó plaza Diez de Agosto y, casi por
la misma época, fue conocida como Plaza del Ejército. Incluso las calles cercanas a ella
ostentaban otros nombres: José de Antepara era Santa Rosa y la avenida del Ejército se
llamaba Pedro Moncayo.

La Plaza de la Concordia fue una pampa abierta semejante a un potrero, rellenada des-
pués con cascajo y que servía como escenario de juegos populares en los que predo-
minaron el fútbol, la pelota nacional o chaza para los jóvenes y adultos, y el pepo, las

22
La Piscina Olímpica fue escenario
no solo de competencias sino de
diversos festivales artísticos. Junto a
sus instalaciones pudimos disfrutar
de los más famosos circos de la
época.

cometas, las rondas y carreras para


los más pequeños.

En días de fiestas cívicas o celebracio-


nes religiosas especiales se colocaban
algunos puestos de comida, se emban-
deraban ciertos tramos y se organiza-
ban lidias de gallos. Más de una ocasión hubo corridas de toros y fue una costumbre de
varias décadas que los grandes y pequeños circos que visitaban Guayaquil, el Royal Dumbar
y Ataide, por ejemplo, armaran sus carpas en esos predios incluso hasta cuando ya la llama-
ban Piscina Olímpica.

Un antiguo vecino de la Concordia que vio sus comienzos y cambios es el edificio del normal
Rita Lecumberri, cuya construcción se remonta a principios de siglo pasado por el lado de
García Moreno. Frente a esta plaza por la calle Luque funcionó primero el antiguo Teatro
de la Concordia, que dejó de operar y se convirtió en el concurrido dancing (sala de baile)
o cabaré Ideal.

Al desaparecer este último lugar de diversión allí funcionó el teatro Olimpia, de grata evoca-
ción para el vecindario y los moradores de los barrios Orellana y del Salado, en la época de
oro del cine mexicano. En cambio, el 31 de julio de 1922 por la calle Hurtado se inauguró un
salón de conciertos, cenas y bailes, según el aviso de Diario El Universo de esa fecha.

Las tradicionales retretas tampoco faltaron en los predios de la plaza, pues los destacamen-
tos acantonados en esta ciudad las ofrecían los jueves, domingos y fechas conmemorativas,
tal como ocurrió el 28 de febrero de 1926 en que actuó en un programa especial
el regimiento Imbabura.

Las tiendas de abarrotes (pulpe-


rías), boticas, panaderías y más
establecimientos asentados en los
alrededores ayudaron al movi-
miento y alegría de este sector tan
guayaco que esta vez evocamos.

Aviso de un centro
de diversiones
en la Plaza de la
Concordia.

23
La Plaza de la Victoria, un rincón de la ciudad
cargado de historias y personajes
Escenario de episodios políticos y concentraciones populares
de diversa índole, aún es termómetro del movimiento social y
comercial de los guayaquileños. Está entre los parques y paseos
que duerme pocas horas.
Como ocurre con los seres humanos que por el apresurado y malintencionado juicio de sus
semejantes son víctimas de estigmas y marginaciones, la antigua plaza también llamada
Parque de la Victoria y en décadas atrás parque Abdón Calderón aún soporta una ‘mala
fama’ impuesta por el común de las gentes o quizás porque tiempo atrás algunas personas
lo convirtieron en centro de sus actividades non sanctas.

Pero lo cierto es que, contrario a esos epítetos, la plaza de la Victoria cada día sumerge en
una febril actividad al transeúnte residente y afuereño. Ese ritmo solo decae al promediar
la medianoche y se reanuda con igual ímpetu la nueva mañana. Dueños y empleados de
almacenes, obreros, comerciantes, estudiantes, etcétera, tienen paso obligado por el parque
y sus aceras.

La historia de la plaza data con mayor claridad desde el siglo XIX en que consta en planos
de la ciudad como el de Teodoro Wolf (1887); su descripción aparece junto con la capilla
y después iglesia del Purísimo Corazón de María (Nuestra Señora del Carmen o La Victo-
ria), construida de madera en sus albores por el canónigo Nicanor Corral y posteriormente
por los padres Carmelitas Descalzos, quienes culminaron el templo de cemento armado en
1945, con diseño de Pablo Russo y decoraciones de Emilio Soro.

Un episodio que otorga relevancia histórica al lugar es el decisivo combate librado en el


sitio e
inmediaciones el 24 de septiembre de 1860 entre las tropas lideradas por Gabriel García
Moreno y Juan José Flores y las del general Guillermo Franco, confabulado con las fuerzas
peruanas que amenazaban Guayaquil. Por eso se estima acertada la erección del monumen-
to al expresidente guayaquileño García Moreno en dicho lugar.

La denominación de Abdón Calderón a esta emblemática plaza duró algunos años, como
lo testimonian los planos de Francisco Landín (1909), Froilán Holguín (1919), Compañía
White (1920) y V. M. Granado Guarnizo (1936), y también algunos textos de enseñanza y
lo que dijeron jefes de familia y educadores. En 1920 se habla del ‘Barrio de la Victoria, y
en 1945 se le dan como límites de Vélez a Pedro Pablo Gómez y de Antepara (Santa Rosa) a
Pedro Moncayo (Daule)’.

Además de formar la memoria de una populosa barriada que incluye la iglesia donde se
rinde culto a la patrona Virgen del Carmen y se ofrecían animadas fiestas a san Vicente de
Ferrer por el prioste Elías Álvarez, la plaza de la Victoria fue central y balcón para escuchar
las arengas políticas del eterno candidato presidencial Eusebio Macías Suárez, escenario

24
para las actuaciones de la cantante Clarita; pizarra para las ecuaciones del recordado perso-
naje popular ‘Matemático’ y observatorio para nuestro respetado astrónomo Eloy A. Ortega.

Antes de llegar el desarrollo urbano y ser un parque –primero abierto y más tarde cerrado–,
la Victoria sirvió como plaza de toros y hasta más o menos los años cincuenta de la centuria
pasada para armar las carpas de circos Dumbar- Schewyer, Nelson, Riquelme, Cairoli, In-
dian y otros que solían visitarnos.

En su espacio tampoco faltaron las retretas de bandas apostadas en la glorieta estilo mu-
déjar, los juegos pirotécnicos, carruseles de caballitos, vendedores de baratijas, ‘hierberos’,
pastores evangélicos llamando al arrepentimiento, puestos de juguetes navideños y mu-
chas otras curiosidades que la hicieron muy especial entre sus similares. En Quito y Ballén
se apostaban los músicos y cantantes que los vecinos comenzaron a apodar ‘lagarteros’,
apelativo que se generalizó para nombrar al grupo mayor de artistas populares que se ubi-
caron por otras céntricas esquinas de la ciudad.

Una hermosa postal de


la Plaza de la Victoria.

Enfrente del parque, por Pedro Moncayo, funcionó por décadas el teatro Victoria y a una
cuadra el cine Quito, con toda esa carga de diversiones para grandes y chicos. Igualmente
en sus contornos hicieron estación los carros que iban a Salinas, Playas, El Morro, Data, En-
gabao y más puntos aledaños; asimismo, los negocios que por su fama atendían a decenas
de clientes toda la semana, casos de la perfumería Victoria, peluquería Baltimore, salón El
Trébol y El Palacio de las Peinetas.

Junto a la iglesia de la Victoria funcionó la escuela Belén y luego la García Moreno, que to-
davía acoge a niños del populoso sector. Pocas cuadras más allá, al suroeste del parque,
durante larga época del siglo XX estuvieron los locales de la calle Machala con las damas de
las hamacas y en los alrededores los dancing o salones de bailes American Dancing, Flor de
Levante, Crosley, Darlin, Bogotá, Ideal ... y a corta distancia, por el norte, el Juventud Alegre,
Pierrot, Estrasburgo que evocan no pocos vecinos.

Esto, pues, un breve repaso de la plaza de la Victoria, sitio de cálida añoranza en la memoria
guayaquileña.

25
Locales y productos cincuentones que permanecen
en el recuerdo ciudadano
Fábricas, elaborados y establecimientos de variada índole forman
el inventario que evocan los guayaquileños. Aunque algunos
desaparecieron y otros cambiaron mucho, se los menciona por su
carga de añoranzas e identidad.

Marcas que viven en la


memoria colectiva.

Un viaje por los caminos de la añoranza y el acercamien-


to nostálgico a antiguas colecciones de periódicos y re-
vistas, nos ayuda a compartir el recuerdo de una gran
variedad de establecimientos comerciales que fueron
representativos de nuestra ciudad antes y después de la
segunda mitad del siglo XX.

Asimismo, permite repasar la inagotable cantidad de aquellos productos nacionales y ex-


tranjeros necesarios para la alimentación, la salud y el hogar, que se quedaron con nosotros
no solo por su utilidad sino porque nos seguían día y noche en propagandas de radio y
televisión, al punto que formaron parte del vocabulario citadino.

Acaso ya olvidamos que cuando algún familiar o amigo preguntaba por la aceptación de
cierta propuesta, respondíamos sin demora: “¡OK Gómez Plata!”, en alusión al famoso anal-
gésico de esos años. O cuando al interlocutor olvidadizo de los encargos o peticiones lo
mandábamos a tomar Fosforol o Fitina.

Pero no solo los nombres de las medicinas estuvieron en el argot de cada día, sino los de
muchos almacenes como el de música de J.D. Feraud Guzmán, que hizo famoso Armando
Romero Rodas y su radio Cristal, con la exclamación “¡Allá donde usted sabe!”.

Qué esperar entonces para emprender un recuento de los negocios, empresas y productos
que vencieron las décadas y son más que cincuentones, tales las pastillas Benzoparegóri-
cas, el almanaque Bristol, la colonia Jockey Club, el jarabe Gaduol Compuesto, el agua mine-
ral Güitig, la cerveza Pilsener y la leche Klim.

26
En cuanto a las fábricas y los locales comerciales, aunque ya no contamos con algunos como
la Botica del Comercio, la cola Fox, los almacenes de telas Briz Sánchez y Casa Briz, el Bazar
Santiago, el Bongo Soda, etcétera, todavía nos quedan la dulcería La Palma, la florería La
Orquídea, la perfumería Victoria, los depósitos Náder y el almacén A. Samán, que forman
parte de la historia de la metrópoli.

Propongámonos hurgar los recuerdos y seguro que enseguida llegarán a la mente los nom-
bres de las leches Ilesa y Pluca, el mentol Chino, el desodorante Nodor, el detergente ACE,
las pastillas de Eucalipto y Brea, la sal de fruta ENO, los fósforos El Gallo, las leches en polvo
Nido, Klim, los aceites comestibles Única, La Iberia, La Favorita y Arbolito, los jabones de
lavar Águila de Oro, Álex y Mambo, el café Zaruma y el aceite 3 en 1.

Seguro que ningún inventario se quedaría sin men-


cionar los calzados Calero, Nacional, Venus, Bata, 7
Vidas; los jabones de tocador Paramí, Perla, Camay
y de Rosas; el lápiz Mongol, las camas Simonds, el
colchón Primor, los cuadernos de apuntes Superior,
y los de verbos y de las ‘tablas’ de las cuatro opera-
ciones fundamentales de La Reforma.

Tampoco estarían a un lado los almacenes El Globo


y La Bamba, las panaderías Primero de Mayo, Pan
Sol y Rey Pan, las hojas de afeitar Aztra y Gillete, los
hilos de coser Cadena y Ancla, los betunes de calza-
do White Shoes, Griffin y Cherry, las pinturas para
casas Valdura y Glidden, las máquinas de escribir
portátiles Antares Parva, Royal, Smith Corona, Oli-
vetti y Remington.

Otros comercios y productos que se quedaron firmemente arraigados


Otros almacenes en la memoria del vecindario guayaquileño son los almacenes El Cisne,
y productos Ortega, Lilita, Carlín, Casa Cóndor, Tosi, Eiser, Andretta, los restauran-
de grata tes y fuentes de soda Fortich, Café Suizo, Americano, Rey Sar, Victoria
recordación. —de Andrés—, El Hueco, Piave, Boga Boga, Melba, etcétera.

En igual forma, Delfín Noroña, Sucesores de F. Bravo, pastelería Dina, su-


permercados La Favorita, El Rosado, ABC, Supermarket Nader, Chimborazo, entre otros. Se
agregan las lavanderías Tobalina, Secomático, La Única y La Química; los estudios fotográfi-
cos Ibáñez, Rafael, Fernandel, tan populares como los viejos almacenes de ropa deportiva El
Prado y las boticas Imperial, La Salud y H. Barcia.

No descuidemos, pues, el incorporar más nombres que en la tertulia familiar y de amigos


‘salgan a flote’ para completar un tema de sabrosa evocación. Hasta tanto, solo basta re-
memorar unos pocos de los incontables mensajes comerciales que aprendimos como otro
testimonio de aquellas épocas, tales “Mentol Chino, frotando alivia” y “ACE lavando, yo des-
cansando”.

27
Aquellos antiguos centros particulares de
enseñanza que motivan evocaciones
Tras cumplir una excelente labor, algunos de estos
planteles desaparecieron; otros todavía entregan su
aporte al desarrollo de la sociedad guayaquileña
y ecuatoriana en general, pues el ejemplo de sus
fundadores los llama al servicio permanente.

Avisos de dos prestigiosos planteles guayaquileños.

En medio de los insalvables ‘correteos’ tan propios de la época de matriculación para cada
periodo lectivo en escuelas y colegios, resulta imposible negar que no pocos sino muchos
ciudadanos recuerdan su etapa estudiantil y las vicisitudes de sus mayores por el ansiado
cupo y la compra de los uniformes y útiles escolares.

Este año tampoco fue la excepción y quizás dejó algo de espacio para que incontables jefes
de hogar evocaran su matriculación directa en planteles particulares –cuando los recursos
económicos familiares lo permitían– o porque al negársele el ingreso al colegio fiscal de su
ilusión, los padres optaron por uno pagado.

Incluso esta oportunidad pudo ocurrir cuando ya adultos y deseosos de terminar sus es-
tudios apreciaron las propuestas de los planteles privados, que en varias décadas del siglo
pasado fueron muy populares y a través de periódicos y radioemisoras ofrecieron cabida
en sus aulas.

Ajenos al ánimo de establecer diferencias o críticas buenas o/y malas para un determinado
plantel, esta vez emprendemos un inventario de aquellos centros de enseñanza que copa-
ron una importante época e impulsaron el avance cultural de los guayaquileños.

Sin olvidar los ‘tradicionales’ planteles creados en el siglo XIX, resulta grato recordar los que
nacieron en las primeras décadas de la centuria pasada, los cuales se afianzaron y completa-
ron muchos años de servicio. Incluso varios de ellos llegaron a este milenio con más espacio
físico y cambios pedagógicos.

28
Recordemos entonces el colegio Mercantil, fundado en 1898 y que todavía funciona; a los
desaparecidos pero prestigiosos liceos América, Juan Montalvo y Ecuador, dirigidos por los
maestros Carlos Estarellas Avilés, Pedro Martínez Guerrero y Luis M. Guevara-Lucila Gue-
vara Moreno, en su orden. De igual manera, el ciclo educativo Tarqui, de Eloy Velázquez
Cevallos, y el Letras y Vida, de Amanda de Larrea.

Tuvieron masiva aceptación los colegios Dolores Baquerizo, Marco A. Reinoso, Seis de Mar-
zo, Atahualpa y Eloy Alfaro (después Cinco de Junio y finalmente 15 de Noviembre). No
resultaban desconocidos el Instituto Coello, que fundó la maestra Jacinta Coello, posterior-
mente de Pinto, y el Instituto Nacional, que lo creó el educador José Mendoza Cucalón en
1932. Ambas instituciones siguen la-
borando.

Igualmente recibieron numerosos


estudiantes el liceo Velasco Ibarra y
los colegios Germania, Gloria Gorelik,
República del Ecuador, Trece de Abril,
Santa Fe, Reino de Quito, José Enrique
Rodó, Lopezdomínguez, Reinaldo Vi-
cuña Pérez y el instituto Víctor Emilio
Estrada (más tarde colegio Estrada),
bajo el liderazgo de Haydée Veláz-
quez de Vélez y Alejandro Vélez.

Otros centros privados de enseñanza


primaria y secundaria que algunos
vecinos todavía recuerdan fueron
Infancia Guayaquileña, de José Eche-
verría López, en Quito y Luque; el ins-
tituto Diez de Agosto, que fundó en
1940 el profesor Elías Emén Safadi; el
Antiguos
colegio Semillero, el instituto Selecto,
colegios porteños que anunciaron
la escuela moderna ABC y la Acade-
sus servicios en Diario El Universo.
mia Técnica de Secretariado (ATS).

La Escuela Activa, que fundó la acreditada preceptora Hipatia Paladines de Chavarría, en


Lizardo García y Hurtado, constituyó la fase pionera del Urdesa School. Y si a buen crédito
nos atenemos allí deben estar los planteles de la Sociedad Hijos del Trabajo, Club de Tra-
bajadores Guayas, Sociedad Filantrópica del Guayas y Sociedad de Artesanos Amantes del
Progreso, por su tradicional preferencia en la comunidad porteña.

El espacio falta para incluir más nombres, pero los citados servirán para que el lector se em-
barque en el carro del recuerdo y aumente la lista. Al cumplir la tarea seguro que evocarán
los eslóganes “El colegio de los campeones” y “Por una juventud responsable y una patria
mejor”, que leyeron o escucharon en la segunda mitad del siglo pasado.

29
Los laboratorios farmacéuticos tienen su espacio en
la memoria de Guayaquil
Algunas de estas empresas crecieron con la metrópoli y
sus nombres se convirtieron en emblemáticos. Además
continúan en la producción de medicinas que consumen
las familias por tradición y resultados.

Edificios y laboratorios de la Botica del Comercio en la calle


Luque y de Boticas Unidas del Ecuador C. A., que atendía en
9 de Octubre y Chimborazo.

El inventario de hace pocas semanas sobre los productos llamados ‘cincuentones’, a pesar
de que muchos de ellos superan los 60 y 70 años, nos motivó a recordar una parte de las
empresas que los mantienen en el mercado.

En el caso de las medicinas y preparaciones afines para dolencias, prevención de malesta-


res,
limpieza corporal, etcétera, tienen mención los laboratorios farmacéuticos. Algunas de estas
industrias se arraigaron en el medio y ganaron la confianza de los médicos que recetaron
sus preparaciones (ampollas, obleas, papelitos, jarabes, pomadas, pastillas y más).

No faltaron las que tuvieron sus propias líneas y marcas, o distribuyeron y/o comerciali-
zaron lo que llegó del exterior. Diferentes laboratorios mejoraron sus fórmulas, vendieron
sus marcas o renovaron sus presentaciones con logos y colores modernos. Incluso reactiva-
ron la publicidad, especialmente por periódicos y emisoras, con pegajosos estribillos que la
gente incorporó a su diálogo cotidiano.

Así, pues, son nombres de cita obligada los centenarios Laboratorios H.G. (Holger Glaesel),
del doctor Pedro Holst, en la avenida Cuba (hoy Domingo Comín), con su tan popular jarabe
Gaduol Compuesto. Además del H.G. y sus ‘viejos’ pero efectivos Fosforol, Becoplex, Polvo
del Dr. Anderson y otros, aparece J.M. Alemán, establecido en 1907 en la avenida Rocafuerte

30
Los
acreditados
laboratorios H.
G. al sur de la
ciudad.

y que popularizó entre niños y adultos el jarabe y las pastillas de Eucalipto y Brea, Mentola-
to y el Vermífugo de Paico.

También acrecentaron prestigio desde antes de la primera mitad del siglo pasado los la-
boratorios Dr. A. Bjarner y sus productos ECU, que en las calles Calicuchima y Francisco de
Marcos todavía producen Passiflorax, Pulmosán, Oralset, Linimento Olímpico, Detán, entre
otros. Asimismo, los tradicionales laboratorios de la Botica del Comercio, que en la calle
Luque 130-134 formó parte del Sindicato de Farmacias del Ecuador, bajo el liderazgo del
doctor Roberto Leví.

Otros laboratorios de obligada cita son Dor, del doctor Julio Albán; Pasteur, de Alberto Célle-
ri; Fico, Luque Silva & Cía; Maulme, Droguería Dunn S.A., y su aceite de ricino Laxol; Villacís
& Cía., e Infabi, cuyo gerente era el doctor Jorge Higgins.

Se suman a este breve recuento ‘refresca memoria’ los laboratorios Pavil, Acromax, Che-
far, Delta, Drocaras, Médica-Lab, Tofis, Yittan, Diba S.A., G.M., Genfar, G.F., Guerrero, Gilob,
Kronos, Bagó, Grove, Lifarlit, Baselpharma, GEAN, Bi-farma, Farmayala, Indunidas, entre
muchos recientes que elaboran productos farmacéuticos para uso humano y veterinario,
cosméticos, insecticidas, etcétera.

Pronto rememoraremos los laboratorios extranjeros, porque con sus elaborados de


diverso tipo ayudaron a la salud de los guayaquileños y aseguraron un espacio en la
memoria citadina.

Aviso de los laboratorios del afamado Dr. J. M. Alemán en la avenida Rocafuerte.

31
El cine Victoria y el teatro Apolo dieron alegría al
vecindario guayaquileño con películas y espectáculos
musicales
Hasta su desaparición en las postrimerías del siglo XX, ambas salas
pusieron en carteleras escogidos filmes y sus propietarios organizaron
funciones con las actuaciones de artistas nacionales e internacionales.

Aviso del teatro Apolo y un boleto de


ingreso a galería para una función a
beneficio del primer monumento a la
madre que se levantó en Guayaquil.

El empresario de origen alemán Julio Vickenhauser


que puso en funcionamiento los tradicionales cines
guayaquileños Edén e Ideal, también inauguró a prin-
cipios de la segunda década del siglo pasado el cine
Victoria, ubicado en Daule (actual Pedro Moncayo)
entre Clemente Ballén y Diez de Agosto.

En cambio, por el espíritu visionario de la empresa


de los hermanos Romero Vélez, el miércoles 25 de di-
ciembre de 1935 abrió sus puertas a la comunidad guayaquileña el teatro Apolo, cuya pro-
paganda lo presentaba como ‘el más amplio, seguro y ventilado de la República’.

Así entonces, estos establecimientos se sumaron al buen número de negocios similares


existentes en la ciudad y echaron mano a una serie de recursos para ganar clientes gracias
a la originalidad de sus programaciones. Es por eso que no se limitaron a ofrecer la pro-
yección de películas, sino que ofrecieron programas de diferentes expresiones artísticas y
hasta de curiosa connotación deportiva y popular.

El Victoria, por ejemplo, mantenía un ring para encuentros de boxeo, era espacio para fes-
tivales bailables de carnaval y por su escenario desfilaron continuamente compañías de

32
variedades, grupos de teatro, magos, prestidigitadores, ventrílocuos, ilusionistas, etcétera.
Solo cuando comienzan a escasear los espectadores a las salas de cine, el Victoria, en manos
de otra administración, dejó a un lado las clásicas películas americanas y mexicanas para
incluir las ‘porno’ en el afán de atraer clientes.

Sin embargo, son muchos los guayaquileños que añoran su época de niñez y juventud cuan-
do presurosos concurrían a disfrutar de las carteleras de vermú y matiné a bajo costo, que
lo convirtieron en querido cine de barrio.

El teatro Apolo mantuvo su hegemonía y era muy usual ver su luneta y galería atestadas
de público, especialmente en los fines de semana y fiestas cívicas, además de los días de
los esperados estrenos. Sus propietarios le dieron gran impulso por el cuidado que tenían
al escoger las películas de cada función y por los artistas ecuatorianos y extranjeros que
presentaron en su prestigioso escenario.

Desde su inauguración en 1935 cuando presentó en noche


de gala las compañías William Head-Carretero para la doble
temporada teatral en la que participaron doce profesores de
orquesta, el Apolo ofreció continuamente y a lo largo de varios
años la participación de estrellas de la música, ballet, comedia,
etcétera.

Allí estuvieron recibiendo el aplauso del público Lucho Ga-


tica, Ana Bertha Lepe, María Luisa Landín, los Embajadores
Criollos, el ilusionista Kosman, la orquesta Capricho Español y
la compañía de magia e ilusionismo Richardine. De la misma
manera, Javier Solís, Felipe Pirela, los tríos Caribe y Martino,
Los Amaya, la compañía de variedades de Ernesto Albán, la
bailarina Blanca Amaro, Raúl Videla, las orquestas Costa Rica
Swing Boys, Capricho Español, Alfredo Rodríguez y otras es-
trellas que repitieron sus presentaciones en esta ciudad por
la acogida recibida.

Episodio ’histórico’ fue el que protagonizó el cantante boricua


Daniel Santos en 1956, cuando no pudo seguir actuando y el
público como represalia destrozó gran parte del local. El artis-
ta fue detenido y llevado al Cuartel Modelo, donde entre rejas
compuso la famosa guaracha Cataplum pa’ dentro anacobero
y el bolero Cautiverio.

Al igual que el Victoria y otros similares, el Apolo también en-


frentó al DVD, el cine en casa, la piratería de películas y des-
El cine Victoria también ofreció apareció. Pero dejó una estela de sabrosos recuerdos en sus
funciones y espectáculos asiduos clientes que aún lo añoran.
artísticos de calidad en su
época de oro.

33
La identidad urbana se enriquece con incontables
personajes populares
En décadas de los siglos XX y XXI fueron figuras del paisaje citadino.
De los más conocidos en la centuria pasada quedan pocos, entre ellos
el predicador Kalimán* y el cantante no vidente Héctor.

Algunos de los personajes populares de Guayaquil: 1.- El matemático, 2.- Cascarita, 3.- El rey de la
galleta, 4.- El capitán Pedro Espinoza, 5.- Eusebio Macías, 6.- Héctor, el cieguito cantor, 7.- Clarita,
8.- De aquí te veo, 9.- El vigilante, 10.- Kalimán, 11.-. Firpo, 12.- María sin tripas.

La mayoría de los barrios y ciudades del mundo tuvieron uno o varios personajes que por su vestir
excéntrico, curiosa actuación y otras características físicas lograron un espacio de popularidad en-
tre sus vecinos, conciudadanos y compatriotas, quienes sin regateos egoístas ni exigentes trámites
los inscribieron en el gran libro de la memoria local o regional.

A excepción de unos pocos, la mayoría de estos personajes se convirtieron en el blanco de una


muchachada bulliciosa que por observar sus reacciones acompañadas de insultos, imprecaciones
y lanzamiento de piedras y palos, no tardaba en seguirlos para gritarles a todo pulmón el clásico
apodo o sobrenombre provocador de la ira del individuo.

Durante esos correcorre de los numerosos chiquillos y hasta de los jovenzuelos que se
sumaban al molestoso coro que lanzaba a los cuatro vientos el mote que tanto disgustaba a su
dueño, nunca faltaron las roturas de cabeza y los llenos de raspones y magulladuras en general,
porque cayeron durante el tropel en busca de un poste o un zaguán para ponerse a buen recaudo.

34
En el registro del patrimonio guayaquileño en cuanto a personajes populares que además alimen-
tan la historia oral, hay que precisar que los hubo de temperamento inofensivo y belicoso, unos que
con su comportamiento no le hacían daño a nadie y otros, en cambio, a los que había que huirle por
sus reacciones impredecibles y acarreadoras de problemas.

Igualmente hubo personajes conocidos que más bien invitaron al saludo respetuoso y el comen-
tario enaltecedor, apenas aparecían en cualquier calle que acostumbraban transitar. Testimonios
indiscutibles de aquello fueron el doctor Juan Modesto Carbo Noboa a bordo de su antiguo carro
Ford, y el astrónomo Eloy A. Ortega Soto, de terno y con su clásico sombrero.

De la misma manera, marcaron una época en el diario vivir del vecindario guayaco el doctor José
María Ala-Vedra y Tama, quien hizo construir el llamado castillo de la avenida Olmedo y Francisco
García Avilés; el profesor Eusebio Macías Suárez, eterno candidato a la presidencia de la república
que se movilizaba en bicicleta; el capitán Pedro Espinoza, anfitrión en El rincón de los artistas (Es-
meraldas y Gómez Rendón); y el amable Manquito vendedor de números de lotería.

Pero ya en el plano de lo netamente popular hay que dejar constancia de que si Cuenca tuvo al
famoso Atacocos; Loja a Shananga y Macario; y Quito a la Torera, el Taita Pendejadas, la Cien Soles,
etcétera, nuestra ciudad desde las primeras décadas del siglo XX vio en sus calles y plazas a nume-
rosas figuras de mujeres y hombres plenamente identificados con su folclore social.

Recordemos entonces a Monta la burra, De aquí te veo, María sin tripa, Cacheteado por el diablo,
Campanilla, Jamón planchado, Churrasco, Come pelo, Ollita cagada, Firpo, Pancha Loca, etcétera,
que fueron muy comentados por nuestros abuelos, padres y amigos del Guayaquil antañón en los
tiempos del tranvía, American Park y de los primeros buses urbanos.

Después estuvieron el negrito vendedor y promotor Pirulí junto con el maestro del boxeo Manolo
Vizcaíno, hasta llegar a décadas más contemporáneas con la presencia de radio El Mundo, Cascari-
ta, El vigilante, la Mamita, la cantante Clarita, el Rey de la galleta y El matemático, que se dedicaban
a lo suyo sin hacer daño a nadie. Por último están El cieguito trovador Héctor, que aún canta en los
buses porteños. El predicador Kalimán murió en el año 2016.

Sirva, pues, esta remembranza acompañada de un breve inventario para que el amigo lector en
unión de parientes y amigos se una al recuerdo y amplíen la lista propuesta. Aquello valdrá para
evocar los pegajosos estribillos del Rey de la galleta, y la amable figura del
Vigilante ‘honorario’ que dirigía el tránsito en Nueve de Octubre y Lizardo
García.

E imaginar si el Matemático, en cualquier sitio donde esté del más allá, ya


tiene las respuestas de las interminables ecuaciones que ensayaba en el
centro de la ciudad, convirtiendo las aceras en pizarra y las hojas de los
arbustos y árboles en palillos de tiza.

Miguel Pérez, alias Kalimán, uno de los


últimos personajes populares porteños.
Falleció en el 2016.

35
Programas culturales que marcaron la audiencia en
la ciudad del siglo XX
Además de la emblemática revista radial “Vida Porteña”
hubo otros espacios que son referentes de una época
en el quehacer cultural guayaquileño. Algunos se
mantuvieron por varias décadas y lograron merecida
sintonía.
Como un incuestionable testimonio que destierra el
apresurado criterio emitido por algún compatriota
o extranjero de que Guayaquil es más propicio para
el comercio que para la cultura, en distintas épocas
del siglo XX hubo instituciones y personajes que di-
fundieron elevadas expresiones del pensamiento,
fomentaron el adelanto intelectual de la comuni-
dad y asumieron una actividad pionera que fortale-
cieron y proyectaron de manera constante.

En ese grupo de entidades y personajes dados a la


recomendable tarea de hacer cultura y difundirla
por radio y posteriormente por televisión, hay que
resaltar los programas que surgieron antes de la se-
gunda mitad del centenio pasado y se mantuvieron
por décadas hasta llegar al presente siglo sin per-
der acogida y el aplauso de intelectuales, estudian-
tes, hogares y comunidad en general.

Tales espacios se convirtieron en referentes de


otros con similar o casi igual orientación. Entre
ellos se encuentra la revista radial Vida Porteña
cuyo capaz y entusiasta promotor fue Sixto Vélez y
Vélez, secundado por un grupo de amigos de la cul-
tura que llevaron adelante el proyecto. Él congregó
a importantes intelectuales y figuras del arte en dis-
tintas manifestaciones durante las varias décadas
que se emitió por diferentes emisoras como La Voz
del Alma, Ondas del Pacífico, CRE, Atalaya, Cenit y La
Voz Liberal.

El programa Vida Porteña emprendió en la orga-


nización de los Juegos Florales que alcanzaron
renombre internacional por su jurado y los gana-
Avisos de espacios culturales que se dores. El apoteósico acto de clausura del certamen
radiodifundían en nuestra ciudad. literario solía realizarse en el teatro Nueve de Octu-

36
bre, con una asistencia masiva de vecinos Vida Porteña y
de la ciudad y otros que llegaban especial- otros programas
mente para participar en la ceremonia. que se ofrecían
por las emisoras
Otros programas que permanecieron du- locales.
rante varias décadas a través de
emisiones dominicales vesper-
tinas con la participación de ar-
tistas y escritores fueron Música
y Poesía, liderado por María Leo-
nor Madinyá Andrade, especial-
mente en radiodifusora Cenit, y la
revista cultural Renacimiento, diri-
gida por Judith Suárez de Tompkins,
en las emisoras Cenit y San Francisco.

Una cotizada programación fue la re-


vista cultural Cenit, que los domingos
desde la mañana se ofrecía en la emisora
del mismo nombre. Igualmente se cono-
cieron las programaciones de los grupos
culturales Oasis, por radio Guayaquil-Casa
de la Cultura, con la conducción de Zoila
Luisa de Caputi; y Cima y Acción, que tuvie-
ron muchos oyentes.

De igual manera, Visita Musical, que creó la


pianista Mercedes Arzube de Roca para la
radio de la Casa de la Cultura del Guayas,
institución dueña de un programa cultural
en el Canal 4 de TV, y los dos espacios que
ofreció Canal 2 TV – uno, a cargo de Rosa
Amelia Alvarado Roca y otro, con el maes-
tro y filósofo Manuel de J. Real Murillo-.
Por radio Atalaya Universitario se escuchó
Hora Cultural Universitaria, y por radio
Progreso La Hora del Ecuador, de carácter
histórico, literario y artístico.

En suma, existieron y aún se emiten pro-


gramas radiales y televisivos que fomentan
la difusión cultural y ayudan a mantener el
prestigio de esta metrópoli, que nunca ha
estado ajena a las manifestaciones intelec-
tuales.

37
Nombres de papelerías y librerías están vigentes en
la memoria de esta metrópoli
En el siglo XX hubo tradicionales establecimientos cuya
atención sirvió de modelo a sus similares que se fundaron
para trabajar en la misma línea. Ahora esos servicios
se han modernizado y poseen un recomendable e
importante incremento.
Aviso de la popular
librería de Luis A.
Castagneto.

Ensayar un inventario lo más completo posible


de las antiguas librerías, papelerías y negocios
afines que se establecieron en Guayaquil, al pun-
to de formar parte de su historia, es una tarea
difícil porque muchos nombres se pierden en el
tiempo, especialmente de aquellos que surgie-
ron a finales del siglo XIX y a entradas del XX ,
pero desaparecieron muy pronto.

Sin embargo, hay momentos gratos y evocadores al hurgar recuerdos y encontrar todavía
que muchas personas mantienen vivo el recuerdo de emblemáticos nombres, pues de una
u otra manera por la naturaleza de su servicio fueron continuamente mencionados y se
quedaron en la mente de los guayaquileños.

Ahí entonces los casos de los establecimientos formales y de los quioscos, puestos y lo-
cales informales que funcionaron y todavía permanecen por los alrededores del mercado
Central y otros conocidos sitios de nuestra ciudad. En esa remembranza surgen nombres
de aquellos negocios que constatamos nosotros y otros de los que dan testimonio algunos
mayorcitos y los avisos y propagandas de periódicos, revistas, calendarios y más publica-
ciones especiales.

Así, las tradicionales librerías Española, de Víctor M. Janer; La Reforma, de Jacinto Jouvín;
Bola de Oro, de Luis A. Castagneto; Guayaquil, de José L. Acevedo; Progreso, de Martínez &
Castagneto; Sucre, de Bonifacio Muñoz Hnos. y Gutenberg, de Elico Uzcátegui, mencionados
abuelos y padres en la tertulia diaria.

Tales librerías, antes y después de la segunda mitad del siglo pasado, mantuvieron su popu-
laridad y la compartieron con otras que se abrían paso en el comercio porteño, casos Edi-
torial Colón, en Pichincha entre Luque y Aguirre; El Mundo C.A., de Büchner Pérez Castro,
en Pedro Carbo 529 frente a la plaza de San Francisco; Rodríguez, de Teodoro Rodríguez,
primero en Diez de Agosto y Chimborazo, y después en Clemente Ballén y García Avilés; y
Científica, de Bruno Moritz, en su local de Luque 227.

38
Establecimientos conocidos por jefes de familia y estudiantes para adquirir textos y útiles
escolares fueron y algunos aún lo son: Luz del Barrio, Nacional, Cosmopolita, Zig Zag, Atlán-
tida, Selecciones, Oviedo Hnos., LNS, Claridad, Ariel, El Libro Internacional, El Faro, Busta-
mante e Infantil, Su Librería, Toda Luz, Universal, Cervantes, Compte, Central, La Sociedad,
Ambato, Cristo Rey, y otras editoriales de textos y cuadernos que vendieron materiales de
oficina y papelería en general: Zea Hnos., Zea Aranda, Senefelder, Royal Print, Reed y Reed,
Industrial Papelera, y por supuesto, el Bazar Santiago, en Lorenzo de Garaycoa y Gómez
Rendón.

Hacia esas queridas librerías y papelerías que crecieron, cambiaron de domicilio, tu-
vieron sucursales o desaparecieron al morir sus dueños o propulsores, iban los padres
–solos o acompañados de sus hijos– para comprar el Libro del Escolar Ecuatoriano, Se-
millitas, Aula, Pepín, Compañerito, el álgebra de Baldor, la tabla de logaritmos, y las Cien-
cias Naturales y Anatomía de Francisco Rovira Suárez. De igual manera, las Lecciones de
Literatura Ecuatoriana, de Raquel Verdesoto de Romo Dávila; la caligrafía Palmer, y los
cuadernos de escritura inglesa, de conjugación
de verbos y los de una línea y cuadriculados
marca Superior de La Reforma, etcétera.

Igualmente van ahora a los establecimientos


que aún quedan y los que se inauguraron en las
últimas décadas de la centuria pasada, como
El Librero, Vida Nueva, San Pablo, La Ilíada, Mr.
Books, Studium, La Librería y otros que mantie-
nen contactos con casas editoriales ecuatoria-
nas y extranjeras para ofrecer lo más actualizado del mundo de las La librería
letras en todos los géneros y en locales amplios y acogedores, que Española tuvo
han incorporado la computación y otros recursos para una inme- mucha clientela en
diata atención al cliente que busca novedades. Guayaquil.

En cuanto a los ‘libreros’ populares que hicieron de su actividad una


manera de servir a la comunidad a través de la compra y venta de li-
bros usados, hay que citar a Lucho Fabara Sánchez, Juan Francisco Filián Flores, Néstor Cali
y otros respetables personajes. Asimismo, resulta imposible olvidar los popularísimos loca-
les Nuevos Horizontes, Pepe y los que mantienen casi ‘al aire libre’ Adán Inca, Galo Ochoa,
Francisco Cabrera, Ferny Páez y más libreros que sacan de apuro a cualquier interesado por
un texto u obra literaria.
La antigua
librería
Guayaquil
y otras de
atención más
reciente están
en la mente
de muchos
guayaquileños.

39
Las casas de empeño tienen su espacio en la
memoria de los guayaquileños
Entre elogios y críticas han cumplido su labor para sacar
de apuros económicos a gran parte de la población. El
Sol fue una de las más nombradas; el Monte de Piedad
del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS)
cumple similar actividad.
Aviso de dos casas de
empeño que funcionaron
en la primeras décadas
del siglo pasado.

En incontables ciudades del mundo no


es desconocida la labor de las casas de
empeño, que con mezcla de ‘odio’ y ‘ca-
riño’ el pueblo las condena porque im-
ponen altos intereses a quienes acuden
por dinero en efectivo para resolver un
urgente problema individual o familiar.

Sin desmerecer las excepciones, ahora


recordamos varios nombres de las que
funcionaron en esta metrópoli y son
parte de las tradiciones y los recuerdos
de los vecinos, que forzosamente ‘ate-
rrizaron’ en sus mostradores.

Las páginas de las publicaciones El


Ecuador: guía comercial, agrícola e in-
dustrial (1909) y Directorio comercial
del Ecuador, de Alipandri & Martini
(1936), registran las casas de préstamos existentes, aunque es sabido que más de una ma-
nejaba el negocio con las reservas del caso, como sucede en la actualidad. Así pues, en 1928
existió La Propicia, de Manuel A. Guevara, en Pedro Carbo y Roca, que después cambió a
Diez de Agosto y Pío Montúfar, y su similar El Vencedor, de Virgilio Piedra, en 1931.

Por algunos años la famosa casa El Sol, del peruano José Castro Díaz, atendió en Morro
(Rumichaca) 1401 y Diez de Agosto. La saquearon durante los trágicos sucesos del 2 y 3 de
junio de 1959, en el gobierno de Camilo Ponce. Otros establecimientos fueron La Luna, en
Lorenzo de Garaycoa y Ballén, y los de Manuel Correa (Villamil 142) y Herederos de Zerega
(Eloy Alfaro y avenida Olmedo). Asimismo, El Armisticio, de Alejandro Moreno G., y La Au-
rora, en Huancavilca entre Chile y Chimborazo.

40
Más casas con clientela asegurada fueron La
Buena Fe, en Sucre 1224 y Quito, y El Porvenir,
de María Esther de Andrade. La mayoría de los
establecimientos en sus anuncios por periódi-
cos, revistas y almanaques ofrecían sus présta-
mos de dinero con intereses módicos sobre toda
clase de alhajas, electrodomésticos, pero hubo
los que recibían prendas de vestir (ternos, ves-
tidos, pantalones), armas, etcétera.

Esto último lo corroboran curiosos avisos clasifi-


cados leídos en las ediciones de Diario El Univer-
so, como la de marzo de 1949: “Doy dinero por
alhajas, máquinas, radios, refrigeradoras. Bolívar
512”. En 1931 la casa El Vencedor, de Virgilio Piedra, pedía a sus clientes
que se acercaran a retirar sus prendas por cuanto el negocio entraba en El Monte de
liquidación. Piedad también
prestó sus
En medio de estas remembranzas no pocos negocios de préstamos han servicios a la
sido satanizados y comparados con chulqueros, endilgándoles el apodo de comunidad.
‘culebras’ apenas aparecen a la vista de sus deudores. Los negocios de este
tipo continúan en la ciudad, pero ofrecen sus préstamos por una gama más
amplia de prendas que incluye vehículos, joyas y equipos de sonido y televisores, entre otros
artefactos de la vida moderna.

Los servicios del Monte de Piedad del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, algo
cuestionados en los últimos tiempos por la falta de seguridad que sufrieron los bienes de
sus usuarios, mantienen el principio con que la institución los implementó. La publica-
ción de noviembre de 1953 testimonia aquello: “Monte de Piedad de la Caja de Pensiones,
en Vélez 811, frente al Centenario. Se hacen préstamos solo con
prendas y a seis meses plazo, descontando interés moderado”.

Valgan estos apuntes para evocar el quehacer cotidiano de las


casas de empeños que tuvo y que existen en la urbe, pero con al-
gunos cambios en su modalidad de atención a los parroquianos.
Vienen a la mente múltiples anécdotas de los apuros que surgían
en los hogares por falta de efectivo para atender una enfermedad
o un parto, la graduación de un miembro de la prole y hasta para
‘parar’ la olla por unos días mientras el jefe de familia consiguie-
ra empleo o le resultara un ‘cachuelo’ si era jornalero o artesano.

Irremediablemente hacia las casas de empeño iban a parar la


plancha eléctrica, el anillo de matrimonio o las cucharas de
plata, recuerdo de los abuelos. Algunas prendas iban y venían
del mismo lugar, y otras dormían el eterno sueño porque la
familia no tuvo cómo recuperarlas.

41
Ángela Játiva y Anita Huancayo dejaron recuerdos
en la televisión y radio locales
La primera fue pionera de los programas infantiles de
la televisión ecuatoriana con ‘El club de los niños’ y la
segunda logró popularidad con los mensajes de su
espacio ‘Guayaquil Radiado’, por sintonizadas emisoras
como la Cóndor.

Una foto de Ángela Játiva (c) mientras actuaba en una telenovela de producción
peruana. Ella mantuvo el añorado programa El club de los niños en el canal 4 de
televisión guayaquileña.

Al evocar nombres de personajes y programas identificados a plenitud con la evolución


de la radio y televisión en nuestro medio, en aquella extensa lista tienen capítulos espe-
ciales la actriz guayaquileña Ángela Játiva de Constante y la productora de origen peruano
Ana Huancayo Atocha. Ellas por su profesionalismo y carisma ayudaron a masificar tales
campos del periodismo y pusieron una alta cuota de entretenimiento para la comunidad
seguidora de sus actuaciones.

Ángela Játiva desde su época de colegiala en el Guayaquil cultivó el teatro y más tarde en el
conservatorio Antonio Neumane se preparó en recitación, arte dramático y piano. E ingresó
al mundo del radioteatro, pues participó con reconocidas figuras en las audiciones de varias
emisoras locales, además colaboró en los actos de la revista radial Vida Porteña, de Sixto
Vélez y Vélez.

42
Pero uno de los programas por los que más se recuerda a Ángela Játiva es ‘El club de los
niños’, que por cerca de catorce años mantuvo en el Canal 4 de televisión, que salió al aire
en 1960. Cuántos compatriotas todavía recuerdan la figura de la actriz y conductora de 29
años haciendo el papel de una dulce abuelita, que daba consejos diversos mientras los niños
cantaban, recitaban, contaban cuentos, hacían dramas, etcétera.

El programa ‘El club de los niños’, por ser el primero de su género en la televisión ecua-
toriana, tuvo una enorme acogida y convirtió a su principal animadora en un verdadero
referente, al que se unieron precoces figuras como Italia Valverde, María Eugenia Marriot y
otros niños que incluso realizaban un noticiario. Ella se ganó del público y la comunidad que
conoció su recomendable labor el
calificativo cariñoso de ‘la abuelita
Ángela’.

Ana Huancayo Atocha unió a sus


dotes de excelente locutora de
agradable y refinada dicción, un
indesmayable apego al trabajo
como productora radial. Por más
de 40 años laboró como produc-
tora de programas en algunas
emisoras porteñas, que le cedie-
ron sus espacios para acrecentar
sintonía. Uno de los programas
que dio celebridad a la emprende-
dora fue ‘Guayaquil radiado’, que
se escuchó después del mediodía
por radios como Cóndor. Ahí, con
Ana Huancayo fue popular por su su original estilo de locutar novedades, promocionar
espacio ‘Guayaquil radiado’. productos de consumo masivo y de enviar los famosos
mensajes musicales contratados por hijos, esposos, no-
vios, amigos, etcétera.

Ana Huancayo ofrecía momentos entretenidos y por eso las familias no perdían la oportu-
nidad de sintonizarla en los radios Philco, RCAVíctor, Telefunken y de otras marcas que aún
no le habían otorgado el pase completo al televisor; tampoco faltó el humor de algún vecino
guayaco que se inventó y masificó la idea de que en sus dedicatorias Anita ponía las can-
ciones no tan acordes con las circunstancias, como al improvisar el mensaje con voz clara
y calificativo meloso el ‘saludo de la amiga de las iniciales R. M. T. a su querido amigo de las
iniciales C. O. A., a quien recuerda permanentemente, le dedica la guaracha La pacharaca’.
O cuando expresaba que ‘el novio de las iniciales M.R.P. saluda al amor de sus amores la
señorita A.C.G. y le dedica para su deleite el valse Tu culpa (‘Tronco seco’).

Esto, pues, a breves rasgos, la labor de dos figuras que a través de su gestión artística y em-
presarial inscribieron sus nombres en la memoria de los guayaquileños que las evocan con
emoción.

43
Adornar los balcones con la imagen de Cristo Rey,
una hermosa costumbre en esta ciudad
Desde 1926 los católicos guayaquileños ofrecen
este multitudinario homenaje, con devoción y algo de
religiosidad popular. Familias de todos los estratos
sociales entronizan la imagen que preside misas y
novenas.

Adornar los balcones con la imagen de Cristo Rey, costumbre de hace décadas.

“¿Es usted buen católico? Entronice en su casa el Corazón de Jesús. Hermosos y artísticos
cuadros en alto relieve ofrece a su distinguida clientela. Almacén Santa Julia de Julio Frugo-
ne (Pedro Carbo 102-104)”, consignaba uno de los tantos avisos que se publicaron en Diario
El Universo más allá de la segunda mitad del siglo pasado, cuando esta solemnidad de la
Iglesia católica estaba muy prendida de los habitantes de la metrópoli.

Tampoco faltó la publicidad del almacén Lilita de Arístides Antepara (Pedro Carbo 400 y P.
Ycaza) y la de la librería e imprenta Bola de Oro S. A., de L. A. Castagneto (Luque 302- 306
y Chile), que ofrecían adornos nuevos, banderas, flores artificiales, guirnaldas multicolores,
focos, festones, brillos y más decoraciones para el arreglo de imágenes.

En efecto, con días de anticipación al último domingo de octubre –que era el día original y
después cambió al último domingo del tiempo Ordinario que precede al primer domingo de
Adviento–, los vecinos de la ciudad conseguían el material para poner a punto sus balcones
en los que destacaba la imagen de Cristo Rey.

44
Los almacenes y bazares promocionaban lo necesario para la decoración de balcones y ven-
tanas de casas de cemento, mixtas o de caña, sin olvidar la tela espejo de colores y banderas
del Ecuador y Guayaquil; los puestos de flores naturales en los alrededores del Mercado
Central y el cementerio también tenían una asegurada clientela.

En cada hogar siempre eran las abuelas o madres las que dirigían los arreglos. Terminada la
faena de decoración y orgullosos de lo conseguido, los miembros de la familia esperaban la
noche para encender las luces de su Cristo Rey entronizado.

Entonces no faltaban las novenas, misas y recorridos por el vecindario u otros barrios para
admirar los arreglos uno mejor que otro. Entre comentarios y felicitaciones frente a la ven-
tana, era imposible que faltara una taza de chocolate con pan o una copita de rompope para
animar a las visitas.

La fiesta de Cristo Rey muestra la fe del


animoso pueblo guayaquileño desde
que la estableció el 11 de diciembre de
1925 el papa Pío XI en el Jubileo del Año
Santo. Hubo sí problemas en los prime-
ros años, pues las autoridades negaban
el permiso para expresiones públicas.
El obispo de Riobamba y administrador
apostólico de Guayaquil, Carlos María
de la Torre, presidió la primera solem-
nidad de Cristo Rey, en el American Park, el domingo 31 de octubre
de 1926, con eucaristía en la mañana, y una procesión del Sacra-
mento en la custodia, en la tarde. Imagen del Sagrado
Corazón de Jesús
Sobre la actitud de las autoridades que cambió al observar el ma- entronizada en
sivo respaldo que se dio a la concentración del año anterior en el balcones de nuestra
American Park, Diario El Universo en octubre de 1927 consignó: ciudad, con motivo de
“La Gobernación e Intendencia autorizaron la celebración de Cristo la celebración católica.
Rey; en días pasados se conoció que las autoridades tenían prohibi-
da esta manifestación religiosa”.

El lunes 31 de octubre, otra información destacó que “muchísimas casas guayaquileñas lu-
cieron ayer vistosos e iluminados arreglos con la imagen de Cristo Rey, por la tradicional ce-
lebración de la fiesta; en la Catedral hubo misa solemne y participaron cientos de feligreses”.
Los pueblos aledaños al Puerto Principal se sumaron a los festejos y al paso del tiempo les
dieron una fuerte carga de religiosidad popular combinada con el folclore social y ergológi-
co (comida), etcétera.

Confirma aquello este anuncio de promoción: “Cristo Rey en Los Lojas, jurisdicción de Dau-
le, con cucañas (palos ensebados), castillos y vacas locas, bandas de músicos y una lancha
para asegurar la movilización de los turistas”. Testimonio de la alegría de las comunidades
para quien Cristo es rey único y universal.

45
Los talleres de cromado, niquelado y pavonado aún
brindan atención a los habitantes de esta ciudad
Estos locales tuvieron una asidua clientela que formaron
las comunidades religiosas dueñas de iglesias y de
hogares porteños en los que eran comunes los utensilios
y adornos de metal como el oro, la plata y el bronce.

Avisos de los servicios que ofrecen los talleres de


cromado, niquelado, etcétera, y los de platería.

A lo largo de la avenida Luis Plaza Dañín (al norte) y en otros sitios como el barrio de
las Cinco Esquinas y cerca del parque Chile todavía funcionan algunos establecimien-
tos para fabricar, pavonar, niquelar y cromar utensilios y adornos de metal como los
cálices, cruces, patenas, charolas, juegos de té, esculturas, etcétera, que forman parte
de templos, hogares y oficinas.

Para un buen porcentaje de la población, esos locales pasan inadvertidos, mas para
ciertas comunidades religiosas y familias deseosas de conservar su patrimonio y el le-
gado de sus mayores resultan muy necesarios y a ellos acuden en pos de una adecuada
restauración y limpieza que permita la preservación de sus objetos.

Años atrás fue común leer en los periódicos u observar en los portales de ciertas ca-
sas de nuestra ciudad aquellos carteles muy específicos: “Se dora y se platea”, “Taller
de dorado y pavonado”, “Niquelado y pavonado”, “Baños de plata”, “Trabajamos plata,
bronce y cobre” y “N.N. pavonador y niquelador”.

Tales anuncios eran la referencia a la profesión o arte de pavonar, es decir, darle pavón
o una capa superficial de óxido abrillantado a un objeto de hierro o acero para mejorar
su aspecto y evitar su corrosión. O a la de platear o dorar, que es cubrir con un baño de
plata u oro para darles la apariencia de esos metales a la superficie de algo.

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En cuanto a los profesionales, obreros y talleres que se dedicaron a esta actividad hay
que relatar que su existencia se remonta muchísimas décadas atrás, porque con la
profusión de objetos sacros en las iglesias que solían deteriorarse por el uso y el clima
surgió la necesidad de darles mantenimiento para que estén en buen estado y con el
brillo original.

Fueron acreditados desde antes y en las primeras décadas del siglo pasado los talleres
de Agustín Calero B. y Antonio Calero P., Rosalino Espín, Raimundo Gaybor, Gabriel
Haz, Antonio Jaramillo, Bernardino Muñoz, José Samaniego, Prieto y Magallanes, Ma-
cario Vásquez, Santiago Valle y Manuel Vinueza, que atendieron todo lo concerniente
al trabajo de las platerías y el cromado, pavonado y niquelado.

Por ello, similar a lo que hacían las comunidades religiosas cuando ordenaban la fabri-
cación de cálices, patenas, custodias, sagrarios e imágenes con su respectivo manteni-
miento o la reparación si la situación lo ameritara, las familias y profesionales encarga-
ban sus joyas, vajillas, relojes, lámparas eléctricas, adornos y más artefactos para sus
casas y oficinas de profesionales.

Términos comunes que se refieren a las máquinas y materiales que los pavonadores,
plateros y doradores usan en su oficio son los baños electrolíticos y baños de cobre
y níquel, el nitrato de plata, la plata pura de mil, el pulimento, abrillantamiento y re-
cubrimiento en oro, y otros nombres que pueden resultar raros o desconocidos para
muchos.

Antiguos talleres ubicados en Noguchi 503 y Manabí, Calixto Romero y P. Lavayen, Pío
Montúfar 125, Ayacucho y Rumichaca, Francisco de Paula Ycaza y Boyacá hasta llegar a
los más contemporáneos que localizamos al norte de la ciudad y en las inmediaciones
de Machala y Azuay, Colón y la Séptima, etcétera, ayudan a poner en la memoria popu-
lar este emblemático oficio.

En octubre de 1932, Diario El Universo publicó el siguiente aviso: “Doramos, platea-


mos, pintamos y esmaltamos cujas, lámparas eléctricas, marcos y objetos de arte. Boule-
vard 808”. En la actualidad no es común leer tales publicaciones, pero jefes de hogar y
amas de casa tienen presente nombres como los de Jorge Espinosa y Orlando Cordero,
dedicados al oficio desde hace algunos años.

Sin mayor profusión que antes, pero utilísimos en esta época en que numerosas fami-
lias compran y conservan adornos de metal en sus hogares, los talleres de pavonado,
cromado y niquelado reciben la asidua visita de quienes requieren sus servicios.

Los baños y recubrimientos de oro y plata, el pulido y brillado de objetos de bronce,


cobre, etcétera, la fabricación y reparación de platería (tazas, jarrones, cucharas), la
restauración de los cálices, cupones y custodias no pierden vigencia en la metrópoli
guayaquileña, donde los talleres y artesanos dedicados a esa rama son parte de la tra-
dición de esta ciudad caracterizada por el amor al trabajo y a las artes.

47
Las películas cómicas mexicanas fueron la diversión
de muchos adultos y niños
Cantinflas, Resortes, Tin Tan, Viruta y Capulina, Clavillazo,
Borolas, la flaca Vitola, el enano Tun Tun, entre otros,
divirtieron a los chiquillos y mayores que asistieron a las
funciones de los desaparecidos cines de barrio.

El mismo despertar de
remembranzas que ori-
ginó entre incontables
miembros de la comuni-
dad guayaquileña la apa-
rición de los canales de
televisión Retro y Nick-at-
Nite, ha provocado tam-
bién el canal De película.

La programación de los
dos primeros lleva a ‘re-
vivir’ antiguas pero en-
tretenidas y sabrosas se-
ries como El superagente
86, La familia Ingalls, La
familia Monster, Los locos
Adams, La Hechicera, Mi Los filmes de Cantinflas gozaron de inmensa acogida en nuestro
bella genio, El Santo, y Ko- medio.
jak. El tercero en cambio
ofrece filmes dramáticos, cómicos y de acción de la cinematografía mexicana que reinó en
nuestro medio por varias décadas antes y después de la segunda mitad del siglo XX.

Qué vecino de la ciudad nacido en las décadas de los cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta
no recuerda haber asistido a las desaparecidas salas populares Central, Fénix, Juan Pueblo,
México, Porteño, Ecuador, Azteca, Victoria, Olimpia, Calero, Cuba, Guayas, Gloria, Latino, Pa-
raíso, Encanto, etcétera.

Allí se reunían para gozar y reír con las ocurrencias y pasajes disparatados que protago-
nizaron personajes como Cantinflas (Mario Moreno), Tin Tan (Germán Valdez), Resortes
(Adalberto Ortiz), Clavillazo (Antonio Espino) y Piporro (Lalo González) en sus decenas de
películas.

Asimismo, quién podría olvidar los entretenidos largometrajes de Viruta y Capulina (Marco
Antonio Campos Contreras y Gaspar Henaine), Mantequilla (Fernando Soto), la flaca Vitola
(Famie Kaufman), Borolas (Joaquín García Vargas), bigotón Castro (Arturo Castro), gordo

48
Marcelo (Marcelo Chávez), enano Tun Tun (José René Ruiz Martínez), Chelelo (Eleazar Gar-
cía), que compartieron roles con El Chicote, Harapos, Pompín Iglesias y Ferrusquilla.

Los actores y cómicos citados –casi en su mayoría mexicanos– estelarizaron películas que
en distintas épocas compartieron la preferencia que tuvieron las cintas de los famosos Char-
les Chaplin, Laurel y Hardy (Arthur Stanley Jefferson y Oliver Hardy o El Gordo y El Flaco).

Cómo olvidar a Abbot y Costello (William Abbot y Lou Costello), Los Tres Chiflados, Mc.
Hale, Bob Hope, Harold Lloyd, Jerry Lewis, David Niven, Peter Sellers con su humor negro
en La fiesta inolvidable, etcétera.

Aunque la lista de producciones y artistas fue extensa, el


ocaso para algunos de ellos llegó inevitablemente. Aún
más con la aparición de otras figuras y recursos, que
hacen aplaudir los temas contemporáneos de Mr. Bean,
o los animados de Madagascar, La era del hielo, Vecinos
invasores.

Sin olvidar los años cuando el Canal 4 (Telecuador) ofre-


cía a la audiencia su programa Clásicos del Cine Mexica-
no, resulta grato para el recuerdo ver actualmente en la
pantalla de los televisores aquellos rostros y esas come-
dias que tantos momentos de esparcimiento nos dieron
por unos pocos centavos en las funciones de vermut y
matiné a quienes llenábamos las lunetas y galerías de
nuestros queridos y viejos cines de barriada.

Viruta y Capulina, personajes que Disfrutemos de la evocación al poner en nuestra men-


tuvieron sus fanáticos entre niños te las escenas de Abajo el telón, El bolero de Raquel, El
y adultos. bombero atómico, El portero, El barrendero, Su exce-
lencia, El señor doctor, Ahí está el detalle, etcétera, con
Cantinflas, o Policías y ladrones, El aviador fenómeno, Muertos de risa, El rey de México,
Pilotos de la muerte, con Resortes.

De igual manera, Piernas de oro, Aladino y la lámpara maravillosa y Pobres millonarios, de


Clavillazo, y Locos peligrosos, El hombre mono, El duende y yo, La casa del terror, Simbad el
mareado y El violetero, de las muchas de Tin Tan.

Y qué decir de Viruta y Capulina en las comiquísimas cintas Dos tontos y un loco, Barridos y
renegados, Pegando con tubo, Se los chupó la bruja, Dos locos en escena,¡Qué perra vida!, Los
astronautas, que se sumaron a los filmes de Mantequilla, Vitola, Borolas, Piporro, Tun Tun...
llenos de una sana comicidad que contagiaba a cualquiera.

Válido entonces embarcarse en la nave del recuerdo y revisar pasajes que de algún modo
se vinculan con el Guayaquil de antaño, protagonista y receptor de cultura y tradiciones de
quienes en ese entonces se divertían con el cine.

49
La declamación, un arte lamentablemente olvidado

Por un penoso descuido y el poco interés de algunas


autoridades del quehacer educativo, este género artístico
permanece relegado de los programas de estudio y
echa a perder a precoces valores que ayudarían a
difundir mensajes poéticos de alta calidad en bien de la
ciudadanía.

Annunziata Caputi y
Beto Méndez

Una creciente despreocupación de muchos centros educativos y los ‘revolucionarios’ pro-


gramas de estudios oficiales, alejaron a niños y jóvenes del cultivo de la declamación. Antes,
en el aula escolar, colegial y universitaria se la enseñaba u orientaba cuando se descubrían
innatas aptitudes. Al paso del tiempo las corrientes modernas de la pedagogía la ignoraron
y la manifestación cayó en letargo.

Sin embargo, quedó para el recuerdo una época de oro en la que surgieron ecuatorianos con
admirables condiciones para el arte, quienes lograron notoriedad internacional como Da-
lia Íñiguez, Bertha Singerman y María Maluenda. En nuestro medio es imposible olvidar el
nombre de Annunziata Caputi, quien desde su niñez brilló en este campo. Emma Esperanza
Ortiz, normalista, con una licenciatura en declamación en Chile, constituyó otra magnífica
figura.

En la segunda mitad del siglo XX surgió un importante grupo de declamadoras que lo cons-
tituyeron Blanca Arce de Salcedo, Sara Wagner, Ángela Játiva, Teresa Marcet, Francisca
Calderón, Lola Franco, Jenny Chiriboga, Carmen Calero Martínez, Olga Liona, Lily Pilataxi
García y Alicia Riofrío Quiroz, entre otras. Ellas surgieron gracias al apoyo de diversas insti-
tuciones culturales y programas radiales como Vida Porteña, etcétera.

Alcanzaron sonados triunfos en presentaciones de carácter masivo en teatros, ferias, actos


académicos e incluso grabaciones de discos de larga duración y casetes, Beto Méndez, co-
nocido con el apelativo de El declamador protesta, y Luis Lupino Oviedo (+), guayaquileño,

50
Antonio Hanna grabó el
disco de larga duración
“Mañana serás hombre”.

a quien se lo llamó El bohemio solitario. Lo mismo po-


demos decir de Julio Andrade Rodríguez ‘Pepe Luis’,
bautizado como El declamador de América, quien ha
grabado varios discos de larga duración.

El guayaquileño Antonio Hanna Musse, periodista,


actor de teatro y radionovelas, fue otro grande de
este género artístico, que igualmente vio triunfar al
español Antonio Santos, quien vivió en Guayaquil. Asimismo incursio-
naron con méritos en la declamación Luz Amanda Ramírez Klínger (+), Ana Julia Rugel,
Margarita Roca, Henry (+) y Armando Kronfle, José Guerra Castillo, Alisva Rodríguez, Tito
Cerda Llona y Rebeca Rodríguez Carbo (+).

Otros excelentes declamadores contemporáneos son Arturo Santos Ditto, Antonio Preciado
Bedoya, Washington Caicedo Quiñóñez, Julio Micolta Cuero, Dumar Iglesias Mata, Vicente
Espinales Tejena, Voltaire y César Maquilón Vera, Othón Muñoz Alvear (+), Roberto Passai-
laigue Baquerizo, Flavio Zúñiga Alarcón, entre quienes hay poetas y profesionales de dis-
tintas ramas.

Estrella Muñoz Mejía es un joven valor que actúa con frecuencia en actos culturales. Aun
así la lista resulta pequeña pues, aunque hay niños y jóvenes con aptitudes, son escasos los
educadores e instituciones (caso de la Casa de la Cultura de Manabí y su concurso El poeta
y su voz) que impulsan el desarrollo de tan expresiva facultad artística.

Margarita
Roca, Alisva
Rodríguez, Luis
Lupino Oviedo
(+), José
Guerra Castillo
(+) y Antonio
Santos (+),
reconocidos
declamadores.

51
Los dúos en pos de la difusión de nuestra música y
de otros géneros de presencia universal
Antes y después del histórico 4 de junio de
1930, fecha en que Enrique Ibáñez Mora y
Nicasio Safadi Reves emprendieron el viaje
para ser los primeros artistas ecuatorianos
en grabar discos con nuestra música en
los estudios Columbia de Estados Unidos,
hubo similares conjuntos que difundieron
especialmente las obras de nuestros
compositores.
Dúo Ecuador

Con el referente que protagonizó el dúo Ecuador (Ibáñez-


Safadi) ensayamos un inventario lo más completo posible
de los duetos masculinos, femeninos y mixtos, que en pre-
sentaciones de radio y televisión, en teatros, coliseos y otros
centros de actuación local y extranjeros, se consagraron en
la interpretación y grabación de temas de varios géneros y
de autores de distintas nacionalidades.

En la síntesis de ahora es imposible olvidar a los dúos Safa-


Dúo Benítez Valencia di-Valdivieso (Nicasio Safadi Reves y José Alberto Valdivieso
Alvarado), Maridueña-Rubira (Fernando Maridueña y Car-
los Aurelio Rubira Infante), Los Porteños (Olimpo Cárdenas
y Carlos Aurelio Rubira Infante) y Saavedra-Rubira (Fresia
Saavedra y Carlos Aurelio Rubira Infante).

Muchos recuerdan también los triunfos de los dúos Vera


Santos-Rubira (Gonzalo Vera Santos y Carlos Aurelio Ru-
bira Infante), Cárdenas-Jaramillo (Olimpo Cárdenas y Julio
Jaramillo), Los Riobambeños (Plutarco y Rubén Uquillas) y
Jaramillo-Bowen (Julio Jaramillo y Lucho Bowen).

Hermanas Mendoza Sangurima Entre los duetos femeninos constan Macías-Rivera (María
Eudocia Rivera y Anita Macías), Las Porteñitas (Fresia Saa-
vedra y Blanca Palomeque), Las Campesinitas (inicialmente
con Fresia Saavedra y Lucha Rojas, luego con Zeneida Avi-
lés y Nancy Murillo) y las renombradas Hermanas Mendo-
za Sangurima o Las Alondras del Guayas (Maruja y Amelia
Mendoza Sangurima), Hnas. Mendoza Suasti (Laura Eulalia
y Mercedes Olimpia Mendoza Suasti).

Dúos femeninos conocidos formaron también las Hnas. Ri-


Hermanas Mendoza Suasti
52
Dúos ecuatorianos (varones, mujeres y Dúo Rojas-Dávila (Lucha Rojas y Fanny Dávila) /
mixtos) de música popular: Dúo Dorado-Cazares
Dúo Mendoza-Ramos / Dúo Jaramillo-Díaz / Dúo
Dúo Bowen-Villafuerte / Dúo Villena-Sánchez / Miño-Ortega
Dúo Saavedra-Moncayo Dúo Rubira-Solís / Dúo Páez-Villavicencio / Dúo
Dúo Murillo-Uquillas / Dúo Bohórquez-Saavedra / Chinga-Bermúdez
Dúo Salinas-Ramos Dúo Los Jorge / Dúo Dinastía / Las Alondras de
Dúo Jaramillo-Valencia / Dúo Ayala-Coronado / Guayaquil. etcétera.
Dúo Maya-Rosero / Dúo Strobel-Maldonado / Dúo
Los Mantas / Dúo Chong-Delgado
Dúo Equinoccial / Dúo Villacrés-Romero / Dúo Hermanos
Tobar-Ayala
Dúo Moreira-Duarte / Dúo Neira-Fajardo / Dúo Hnas. López Ron / Hnos. Sierra Alarcón / Hnos.
Romero-Hurtado Valencia / Hnos. Yacelga
Dúo Salinas-Realpe / Dúo Sánchez-Robayo / Dúo Hnas. Suárez Villamar / Hnas. Cortez / Hnos.
Fuentes-Puga Carrión / Hnas. Salinas
Dúo Serenata / Dúo Pimpinela Criollo / Dúo Hnas. Toral / Hnas. Reyes Rodríguez / Hnas.
Inspiración Badillo Baldeón / Hnas. Peña Inga
Dúo López-Lima / Dúo Los Capitalinos / Dúo Los Hnas. Álava Navarro / Hnos. Valencia / Hnas.
Colorados Naranjo Moncayo / Hnos. Tovar
Los Galanes de Daule / Los Dos del Ecuador / Hnas. Ruilova / Hnas. Pita Suárez / Hnas. Reyes
Dúo Niama-Bedoya Amores / Hnas. López Ron
Dúo Los Jilgueros / Las Campesinitas (Fresia Hnos. Toazo / Hnos. Lima / Hnas. Moscoso /
Saavedra y Lucha Rojas Mendoza) Hnos. Borbor Vera
Dúo Medrano-Delgado / Dúo Bowen-Villafuerte / Hnos. Coloma Cabrera / Hnas. Araujo (Blanca y
Dúo Marjorie y Ginger Bélgica)
Dúo Flores (Toni y Danilo Flores) / Los Hnos. Rodríguez (Marina y Óscar) / Hnas. Naranjo
Fluminenses / Dúo Confidencias Vargas, entre otros valores de la música nacional.

badeneira (Esperanza y Georgina Ribadeneira), Hnas. Quinde


Salvadores (Aracely y Victoria Quinde Salvadores), y el de Fresia
Saavedra y su hija Hilda Murillo. Dúo mixto muy conocido fue Él
y Ella, que integraron Filemón Macías y Lesvia María Cevallos.

En cuanto a los dúos masculinos de justísimo renombre con-


signamos los de los Hnos. Montecel (Mario y Lucas Montecel),
Aguayo-Huayamabe (Néstor Aguayo y Fausto Huayamabe), Va-
lencia- Aguayo (Luis Enrique Valencia y Néstor Aguayo), Beni-
tes-Valencia (Luis Alberto Valencia y Gonzalo Benites Gómez),
Hnos. Miño Naranjo (Danilo y Eduardo Miño Naranjo) y Hnos.
Villamar (Víctor y Alfredo Villamar). Hermanos Miño Naranjo

Un caso especial fue la unión de las sopranos Olga Ruiz de Es-


trada y Beatriz Parra, quienes grabaron el disco El verso impo-
sible. Actualmente existen numerosos dúos que dan a conocer
nuestra música en la perfecta compenetración de dos voces.

53
Los tríos ecuatorianos también difunden la música
popular ecuatoriana y de países hermanos
A la breve relación que publicamos sobre el aporte de los dúos
ecuatorianos para difundir especialmente las composiciones
musicales de nuestros autores, resaltamos ahora el importante
trabajo de los tríos que cumplen igual y loable labor artística.

Los Brillantes en la época que lo formaron Héctor Jaramillo, Olga Gutiérrez y Rosalino Quinteros.

Con el referente histórico del 4 de junio de 1930 cuando el


dúo Ecuador (Enrique Ibáñez Mora- Nicasio Safadi Reves)
viajó a los Estados Unidos para grabar en la casa disquera
Columbia, hay que destacar asimismo la existencia de terce-
tos antes y después de ese episodio.

Fueron conocidos y aplaudidos los tríos Valdivieso-Silva-


Ibáñez, integrado por José Valdivieso Alvarado, Carlos Silva
Pareja y Enrique Ibáñez Mora; de igual manera, Los Cam-
piranos, que formaron Enrique Luna Fernández, Armando
Pibe Aráuz y Alberto Guillén Navarro.

Durante los años 50

Después de la década del 50 surgieron similares agrupacio-


El trío Los Duques con Bolívar nes que alcanzaron triunfos en escenarios de teatro, radio y
Galindo, Mary Fuentes y Carlos televisión ecuatorianos y extranjeros, grabaron discos sen-
Montalvo. cillos y de larga duración, etcétera.

54
Allí el caso del trío Los Brillantes, que cambió de
integrantes masculinos en varias épocas, pero
mantuvo a su cantante Olga Gutiérrez. Esta agru-
pación recorrió varios países de Latinoamérica y
grabó decenas de discos.

Igualmente obtuvieron renombre los tríos Los Du-


ques (Bolívar Galindo, Mary Fuentes y Carlos
El trío Huancavilca, que integran Eugenio Montalvo) y Huancavilca (Eugenio Palacios y Atilio
Palacios, Atilio y Pancho Espinar. y Pancho Espinar).

Otros grupos

Otros grupos exitosos fueron Los Mensajeros An-


dinos (Néstor Sellán Tomalá, Arnulfo Flores y Klé-
ber Toledo), Los Soberanos (Pedro Chinga, Abilio
Bermúdez (+) y Germán Urgilés), Los Imbayas
(Alfonso, Antonio y Enrique Chiza Maldonado) y
El trío Los Soberanos estuvo integrado Los Liribambas (Julio Niama, Jorge Hidalgo y Pepe
por Pedro Chinga, Abilio Bermúdez (+) y Costales).
Germán Urgilés.
En los últimos años aparecieron los tríos Con-
fidencias, con Próspero Herrera, Blanca Elena
Acordes: Brown y Luis Falcones; Fronteras, que formaron
En la extensa lista nómina de los tríos Luis Felipe Castillo, Ítalo Paucar y Abilio Bermú-
ecuatorianos constan: dez (+). Una joven agrupación que triunfa en sus
ABC / Andino / Atahualpa / América / presentaciones en nuestra ciudad es el trío Ful-
Babahoyo / Constelación / Colmenar / minante, integrado por Israel Maldonado Balda,
Equinoccial / Ecuatorial / Ecuador / Stanley Parker Graf y Lucas Napolitano.
Fronteras / Guayaquil / Guayas/ Hnos.
Chong / No dudemos en agregar otros nombres para
Hnos. Castro / Inspiración / Imperio / Los enriquecer esta breve relación, que intenta man-
Solistas / Los Reales / Los Vizcondes / tener vigente parte de la memoria musical del
Los Monarcas / Los Tres Románticos / Ecuador.
Los Tres del Ecuador / Los Caballeros
de Banife
Los de Oro / Los Tres de Oro / Los
Criollos / Los Indianos / Los Tres
Bohemios /
Los Tres Auténticos / Los Amigos /
Los Dominantes/ Los Soberanos / Los
Huancavilcas /
Manantial / Madrigal (de Babahoyo) /
Nacional / Selecto / Sensación / Zafiro, El trío Fronteras, que originalmente formaron Luis
entre otros cotizados intérpretes. Felipe Castillo, Ítalo Paucar y Abilio Bermúdez (+).

55
Cuando el afán de servicio es una noble y ejemplar
tradición familiar
Muchos personajes dieron relevante servicio al país,
como herederos de la vocación de sus mayores.
Páginas y tinta faltarían para un inventario de personajes guayaquileños, especialmente
hermanos, que dieron su aporte al desarrollo y de la urbe natal y la patria. Incluso podría-
mos caer en odiosas comparaciones o en penosos olvidos.

Pero como la intención es recordar algunas figuras pioneras para exaltar en ellas el carac-
terístico espíritu emprendedor natural de Guayaquil, realizamos la tarea y citamos unos
pocos pero valiosos ejemplos de esa acción fecunda en distintos campos.

Forjadores de libertad

Recordemos a Vicente Ramón, Francisco Claudio y Pedro José Roca Rodríguez, próceres de
la independencia de 1820. El primero fue presidente de la República, el segundo impulsó la
aparición de El Patriota de Guayaquil, periódico símbolo de la región, y el tercero aportó al
proceso emancipador.

Periodistas y escritores

En épocas posteriores estuvieron Carlos y Miseno Saona Acebo, que descollaron como fi-
lántropo-escritor y médico, respectivamente. Carlos y Juan Gómez Rendón en igual forma
aportaron beneficios para la urbe.

Los Castillo Castillo: María Piedad, Zaida Letty, Abel Romeo, Manuel Eduardo y José Santiago
cultivaron las letras y el periodismo; y los Leví Castillo: Piedad (líder feminista), Roberto
(médico), Graciela (periodista y diplomática) y Vicente (político y escritor) testimonian una
encomiable acción en sus respectivas ramas.

Empresarios y educadores

Los hermanos Luis Darío, Alfonso Armando y Jorge Villacrés Moscoso destacaron porque
impulsaron el transporte marítimo nacional. De otro modo brillaron, asimismo, Rigoberto
y Enma Esperanza Ortiz Bermeo, educadores. Y con el periodismo y la dirigencia institucio-
nal se identificaron Luis Fernando, Jorge, Julio, Washington y Hugo Delgado Cepeda. Asimis-
mo, Alfredo (sociólogo) y Luis (químico) Espinosa Tamayo; los abogados Héctor y Xavier
Romero Parducci.

Emilio y Julio Estrada Ycaza, arqueólogo e historiador, en su orden, entregaron brillantes


páginas de servicio, similar a lo que hicieron los Huerta Rendón: Francisco (historiador),
Luis Felipe (radiodifusor) y Raúl Clemente (jurista y político). No olvidemos a Aurelio y

56
Leopoldo Carrera Calvo, valiosos como bombero
y jurisconsulto, respectivamente.

Otros contemporáneos

Agustín, Rosa, Amado y Aurora Freire Potes bri-


llaron en la educación; y Adolfo Jurado González
que fue jurista y su hermano Alberto, deportista.
Norma Plaza Aray de García, abogada, y Carlos
Luis Plaza Aray, político, se suman a este breve
recuento en el que debemos incluir a los Ledes-
ma Vázquez: Gustavo (héroe nacional) y David
(poeta).

En el campo musical la lista es igualmente exten-


sa con Mario y Lucas Montecel; Amelia y Maruja
Mendoza Montiel; Julio y Pepe Jaramillo Lauri-
do; y, como caso especial Elina (+), Norka, Sonia Los hermanos Manzano Vela,
e Ibsen Manzano Vela, reconocidos maestros de reconocidos maestros de
piano y concertistas. De reconocida trayectoria piano y concertistas.
son Olga, Yolanda y Margoth Espinosa Santiste-
van, maestras. Pedro Jorge y Alfredo Vera Vera
también se incluyen en la lista.

Los hermanos Baquerizo Moreno trabajaron mucho en favor del desarrollo de su


urbe natal Guayaquil.

Alfredo, Enrique y Rodolfo Baquerizo Moreno permanecen en la memoria de sus conciuda-


danos por la fecunda labor que emprendieron. Alfredo (1859-1951) destacó en la literatura
y la jurisprudencia. Enrique (1868-1964) desarrolló intensa actividad política y desempe-
ñó funciones públicas. Rodolfo (1862-1945) sobresalió por su visión empresarial. Fundó el
transporte urbano de Guayaquil y estableció el American Park, sitio de distracción de grato
recuerdo.

57
Los sorteos populares tuvieron su época de oro
en la ciudad
Esta modalidad de trabajo entretuvo y regocijó
a muchos seguidores de los favores de la
‘diosa fortuna’. Un sorteo de gran popularidad
fue el de Pedro Ezequiel Camposano Ramos,
‘el promotor que cumple’.

Avisos de sorteos populares de entre los que sobresalieron el de


Pedro E. Camposano y por supuesto el antiguo y ameritado de la
Lotería de Guayaquil.

Otro testimonio citadino que lleva por los caminos de la añoranza a incontables guayaquile-
ños, compatriotas, extranjeros que se radicaron aquí o que en tránsito gozaron de las bon-
dades de la ciudad es el de los populares ‘sorteos’, que la comunidad buscó asiduamente en
la segunda mitad del siglo XX para ‘probar suerte’, conseguir un buen premio (casa, carro,
artefacto hogareño, viaje) y entretenerse con los shows artísticos complementarios que
ofrecían en espacios de radio y televisión el día fijado para declarar y conocer ganadores
de sus promociones.

Aunque antes ya los hubo sin mayor profusión, fue en las décadas del 50, 60 y 70 de la
centuria pasada cuando se conoció la inusitada actividad de los ‘sorteos’, cuyos anuncios
copaban especialmente las páginas de los diarios y emisoras en pos de clientes y compra-
dores para sus acciones, boletos y planes que se ofrecían unos más interesantes que otros.

Quién no recuerda a Pedro Ezequiel Camposano Ramos, ‘el promotor que cumple’, convertido
en idóneo referente de esta actividad comercial en Guayaquil, la provincia y el resto del país.

Otros ejemplos

Además de Camposano Ramos, que mantuvo su acreditado plan durante varias décadas y
que por su muerte lo asumió por algún tiempo su familia, hubo muchos otros que lograron

58
popularidad y confianza por la transparencia y cumplimiento de lo prometido. Allí Sorteos
Luque, Sorteos Plaza, Pólit, Guevara, Aragón, Francomercial, Financiero Mercantil, Propiedad
Horizontal, Guayaquil, Modelo, Abad, Tola, Amazonas, Centenario, Granja y Universitario.

También se recuerdan Sorteos C.A., Mundo, Internacional, Nacionales, San Judas, Convenio
Popular, Leonel Moncayo, Ecuatorianos, Club Único, Villa Emilia, México, Galecio, Plaza Lu-
que, Compre y Gane, Utyl, Sucre Hogar, de la Sociedad Hispano Ecuatoriano, Cristóbal Colón,
La Fortuna, La Alcancía Popular, Financiera del Ecuador, Playas, Impostergables, Importa-
dores Asociados, Victoria, Buena Suerte, etcétera.

Con el incremento de los canales de televisión se hicieron progra-


mas como Telebingo y Los Cien Amigos, que popularizó el caris-
mático Jorge Azín. No faltaron promociones de pronósticos en el
campo deportivo como Totogol; 5, 6 y 7, Compre y Gane, La Galli-
na Ciega, entre otros.

Empresarios locales establecieron numerosos sorteos semanales a


los que bautizaron con llamativos nombres o sus propios apellidos.
Seriedad y cumplimiento

La mayoría de los empresarios tuvo sus oficinas en el centro de la ciudad para atender a la
clientela; casi todas las rifas eran semanales (los miércoles) y el jueves publicaban en los
diarios los nombres de los favorecidos. Pedro E. Camposano incluía la foto del agraciado con
el vehículo que solía sortear y él aparecía también junto con su pequeña hija. En los progra-
mas radiales o de televisión actuaban artistas nacionales y extranjeros que hacían amenos
esos momentos de tensión de los compradores de los boletos o acciones.

Se conocieron pocos casos de reclamos por incumplimiento en la entrega de los premios,


pues los ejecutivos cuidaban el buen nombre de sus respectivos establecimientos.
La metrópoli no tenía el crecimiento actual y si algún empresario levantaba el vuelo con ‘el
santo y la limosna’ estaba condenado al señalamiento público. El control de la Intendencia
de Policía a estos negocios igualmente daba seguridad a sus compradores.

Actualmente son pocas personas y empresas dedicadas a esta labor comercial y el público
ve con recelo cuando aparece alguna nueva promoción ofreciendo ‘el oro y el moro’. Sigue
sí por su tradición y confianza bien ganadas la Lotería de la Junta de Beneficencia de Guaya-
quil y las promociones que auspicia, con cuya venta se sostienen las diversas casas asisten-
ciales que pertenecen a la noble institución.

59
Las agencias de empleos aún permanecen en el
trajín diario de la metrópoli
Referencias de estos negocios se
conocen del siglo XX y continúan
hasta nuestra época, pero con
algunos cambios muy significativos.
Aunque en esta época predomina en los clasifi-
cados de los diarios, de los anuncios radiales y de
las propias agencias de empleos, el requerimien-
to de personas desocupadas para el desempeño
de profesiones u oficios con denominaciones di-
ferentes a las que eran comunes en las primeras
décadas del siglo pasado, el servicio que ofrecen
las también llamadas agencias de colocaciones o
de domésticos continúa vigente y es parte de la historia gua-
yaquileña.

Antes de la primera mitad de la centuria pasada, los avi-


sos de periódicos o los ofrecimientos de los trabajos en
los que actuaban como intermediarios estos antiguos
establecimientos solicitaban nodrizas robustas de leche
completa y media leche, bedeles, celadores, cuadrilleros,
breteros, peones a destajo, etcétera. En cambio, ahora,
piden asistentes domésticos (por muchachas, sirvientes,
cocineras...), custodios (por guardaespaldas), impulsa-
doras (por vendedoras) y más.

Algunos pioneros

En una revista comercial de Guayaquil publicada en 1906 se mencio-


nan como agencias de domésticos las de Pedro B. Chiriboga (avenida
Quinta No. 804), Fidel P. Mosquera (calle 13 No. 308), Alcides Rubio
Báscones (avenida Cuarta No. 403) y Gabriel C. Terán (avenida Cuar- Aviso de una
ta 317). Pero es la agencia de empleos La Fundadora la que señala en agencia de
varias propagandas de diarios, anuarios y revistas locales el año de empleos en un
su nacimiento, que es 1885, gracias a Alcides Rubio. almanaque de
1936 y recortes de
Con el desarrollo urbano guayaquileño se incrementó la población los ‘clasificados’
formada por sus propios hijos, vecinos de todo el país y extranjeros; de Diario El
así la demanda de empleo colocación –‘pega’ como le decían antaño– Universo.
se multiplicó al igual que las agencias destinadas a llenar aquellas va-
cantes. Hubo estos locales en el casco comercial y después cerca del

60
parque Chile (décadas del cincuenta al ochenta), para aprovechar el flujo de compatriotas
campesinos a la metrópoli.

Más establecimientos

“La Rápida, nueva agencia de colocaciones cobra la módica comisión de 2,50 sucres por
colocación. -Chanduy 1140 y Benalcázar”, dice un añejo aviso de 1931; y como esta fue la
agencia de domésticos Ecuador, de J. A. Sánchez, en 1936. Al transcurrir las décadas sur-
gieron La Pureza, Roma, Universal, San Vicente, Cristal, La Paz, Carmita, Gabrielita, Aba-
díes, Amarilis, Americana, Briggit, Mayra, Patricia, Pontón, El Sargento, Anita, Varas Servis y
Agencia General de Empleos, Tramitaciones CYM, entre muchísimas otras que recogen las
páginas de Diario El Universo.

En enero del 2006 encontramos algunas de las anteriores y las de nombres Teresita, María
Auxiliadora, La Esperanza, Patricia, que se ubican en Urdesa, el centro y suburbio oeste,
para ofrecer las tan buscadas niñeras, cocineras, muchachas, amas de llaves, y más oficios
domésticos que comparten demanda con importantes profesiones actuales como las de
diseñadores gráficos, digitadoras, analistas de sistemas, modelos, atachés, detectives, cos-
metólogas.

Hubo la Agencia Cristiana, que resaltaba que sus recomendados eran personas honestas en
el cumplimento de sus contratos y labores encomendadas, por formar parte de iglesias evan-
gélicas.

Una agencia especial

El desaparecido radiodifusor guayaquileño Carlos Ar-


mando Romero Rodas solía resaltar que hace varios
años en las aceras adyacentes a su popular radio Cristal,
en Luque y José de Antepara, la gente pobre y desocupa-
da fundó la ‘mayor agencia de empleos del país, pues de
lunes a sábado e incluso domingos, al pie de esa emisora
se concentran cientos de personas que sin ningún inter-
mediario ofrecen sus servicios para cualquier actividad
En las aceras aledañas doméstica.
a Radio Cristal funciona
una agencia de Lo propio hacen los albañiles, gasfiteros, carpinteros, electricistas,
empleos sin propietario saloneros, choferes, etcétera, que están atentos a la llegada de je-
alguno, pues son los fes de casa, contratistas y otros profesionales que acuden al sector
propios trabajadores para contratarlos.
los que ofrecen
sus servicios a los Este es otro de los capítulos de nuestra hermosa historia citadina,
interesados. que el lector puede incrementar al recordar más nombres y situa-
ciones. Las agencias de colocaciones que existieron y los antiguos
oficios y empleos que cayeron en desuso o cambiaron de nombre nos acercan al Guayaquil de
antaño, cuya evocación ayuda a reafirmar una identidad que no debemos perder.

61
Las agencias de bicicletas igualmente repletan de
recuerdos al vecindario porteño
Estos establecimientos que
atendieron en diversos barrios del
Puerto Principal ayudaron en el
trabajo, deporte y sana diversión
de los vecinos de la ciudad de
antaño.

Segundo Silva en su taller de Huancavilca y


la Decimotercera, con atención similar a la
del siglo pasado. Allí tenía 30 años.

Todavía existen en Guayaquil algunos talleres


de armada y arreglo de bicicletas, que fueron
numerosos y populares hasta más allá de las
décadas del sesenta y setenta del siglo XX. A
estos establecimientos acudieron niños, jó-
venes y adultos para parchar los tubos de las
llantas de los livianos vehículos, ordenar cual-
quier otra reparación y, en el caso de los chi-
quillos y adolescentes, alquilar por un cuarto, media y una hora las bicicletas para aprender
a manejarlas o disfrutar de un paseo junto con sus familiares, amigos o vecinos.

Las ‘agencias de bicicletas’ –nombre dado a estos locales– recibieron muchos clientes de
lunes a viernes: entre esos estuvieron los empleados y obreros que querían su vehículo en
buenas condiciones para trasladarse a sus fábricas y lugares de trabajo, y los estudiantes
que solían faltar o escaparse de clases para ‘rentar’ el vehículo y así emprender paseos y
campeonatos relámpagos de velocidad y pedaleo. Los muchachos, como no tenían otra can-
tidad de dinero a su disposición, dejaban sus libros como prendas’.

Felizmente los jovencitos eran serios cumplidores de los reglamentos del taller donde al-
quilaron las bicicletas y retornaban cumplidamente a devolverlas, acción que abonaba en
su favor cuando, por algún otro motivo, no llegaron a cumplir con lo pactado y el propietario
al regresarles sus libros les decía: “¡Vayan nomás!”. Algo igual sucedió con la gente adulta
que volvía a tiempo, sin conocer la fea costumbre instaurada después, es decir, tomar el
vehículo y no aparecen jamás.

Los sábados y domingos la clientela de las agencias aumentaba, pues a los habituales usua-
rios se sumaban otras personas deseosas de pasear o hacer deporte. En años del predomi-
nio de la bicicleta en nuestra urbe, las instituciones oficiales y particulares, incluso órganos
de información como Diario El Universo, auspiciaron semanalmente paseos y campeonatos
para corredores profesionales y novatos en bicicletas de paseo. Estos certámenes los hicie-
ron alrededor de parque del Centenario y de la avenida de las Américas.

62
Numerosos locales

En tiempos en que los costos de los automóviles impidieron generalizar


su uso en la metrópoli y también porque las calles no daban garantías
para un tránsito motorizado permanente, las bicicletas resultaron artícu-
los de uso común entre la comunidad y por eso también surgieron nue-
vos talleres para arreglar las abolladuras, timones, llantas ponchadas, et-
cétera. Trabajadores y estudiantes se movilizaron en ellas, y la Comisión
de Tránsito extendió placas para tales vehículos, porque sus propietarios
estaban obligados a respetar las leyes de tránsito y no como ahora que no
respetan semáforos y circulan en contravía.

Los avisos publicados en Diario El Universo por las casas importadoras


en el lapso de 1930 a 1960, dieron a conocer las marcas de bicicletas que
fueron populares entre los usuarios de aquellos años; así, Hércules, BSA,
Bianchi, Peugeot, Atu, Norman, Pyramid, Rambler, Hermes, Jaguar, Si-
gurd, Beacon, Sport, Comrade, Rambler, Hermes Bartali, Mercury, Golden
Arrow, Raleigh, Armstrong y otras más.

Por supuesto, los talleres se multiplicaron en barrios céntricos y apar-


tados. En 1936 un anuncio en Diario El Universo consignó: “Agencia de
bicicletas de Marcos P. Castro. Las mejores y más nuevas bicicletas para el
servicio del público. Colón 312 entre Pedro Carbo y Chile. Ocupe nuestras
bicicletas”. Otro señaló: “Agencia de bicicletas nuevas de Manuel Asencio
(Chanduy –actual Francisco García Avilés– 628), alquiler de las mejores
bicicletas, se componen y se pintan toda clase de bicicletas”.

Hubo locales en Víctor Manuel Rendón y Rumichaca, la C y Nicolás Sego-


via, Camilo Destruge y Lizardo García, Cuenca y Leonidas Plaza, Alcedo y
Rumichaca, Esmeraldas y Aguirre, García Moreno y Aguirre, Manuel Gale-
cio y Ximena. También en Rumichaca entre Colón y Sucre, Sucre y Chim-
borazo, Colón y García Avilés, Chimborazo y av. Olmedo, Cuenca y Coronel,
Los Ríos y Portete, Ayacucho y la Octava, Luque y Escobedo, Seis de Marzo
y Luis Urdaneta, Pedro Pablo Gómez y Leonidas Plaza, Vigésimo Tercera y
Gómez Rendón, Ximena y Piedrahíta, etcétera.

Nombres y apellidos como Garay, Cortez, Gato Olmedo, Silva, Seixas, Conde, Minga, Macías
Suárez, Don Boli testimonian aquella época romántica de las agencias de bicicletas en Gua-
yaquil, que no ha desaparecido por completo porque en algunas barriadas aún prestan sus
servicios basados en los antecedentes de sus pioneros, quienes incluso extendían la aten-
ción a los más pequeñines de la familia con el alquiler de triciclos y velocípedos en las ma-
ñanas y tardes dominicales en los parques del Centenario, American Park, Victoria, España
y otros.

Esto es un breve capítulo del hermoso y gran libro del Guayaquil antañón que siempre debe-
mos saborear adultos, jóvenes y niños para mantener latente la memoria que nos identifica.

63
Las peñas que funcionaron en la ciudad unieron arte
y folclore
Estos locales que ganaron preferencia en distintos puntos
de la urbe huancavilca impulsaron la sana diversión de
los vecinos y fomentaron el arte musical.

Un aviso que
publicó La Peña
Rincón Folclórico
en Diario El
Universo.

Un establecimiento pionero de este tipo de negocios, donde amigos, figuras del quehacer
cultural, amantes del arte musical y hasta familias enteras solían acudir para conversar, can-
tar y divertirse -especialmente los fines de semanas o por cumpleaños u onomásticos– fue
la Peña Rincón Folclórico, que abrió sus puertas el 19 de noviembre de 1976 en Malecón
208 y Juan Montalvo, en el norte de la ciudad y cerca del barrio Las Peñas.

Allí, los asiduos concurrentes, entre los que también constaron estudiantes universitarios,
oficinistas, profesores, entre otros, disfrutaron de shows con artistas ecuatorianos y ex-
tranjeros. Tal fue la acogida del público a las novedades de este local que su propietario
y administrador establecieron con buen acierto los llamados Miércoles Culturales, Jueves
de Regalos y Viernes y Sábados Latinoamericanos, que transcurrieron de 22:00 a 04:00.
Incluso en más de una ocasión los niños gozaron del espacio Peña Infantil, programado los
sábados de 15:00 a 18:00.

En este lapso los pequeños escucharon música adecuada para su edad y siguieron las actua-
ciones de cantantes y grupos folclóricos; aún más, ellos mismos participaron con números
de bailes y cantos en un medio sano y cordial al que se sumaron sus padres y mayores acom-
pañantes.

Otros concurridos lugares

Gracias al éxito que alcanzó la Peña Rincón Folclórico surgieron otros de similar servicio
en distintos sectores de la ciudad. Así, Martín Fierro (cdla. Bolivariana), La Casa del Cantor
(Juan Montalvo y Escobedo), Hanga Roa (Tulcán y Primero de Mayo), Peña del Deseo (Eloy
Alfaro y Portete), El Balcón (Policentro), Albohemio (cdla. Alborada), Trovador (Malecón y
Colón) y El Zorzal (Pedro Pablo Gómez y Seis de Marzo).

64
También fueron parte del auge de las peñas en las décadas de los ochenta y noventa del
siglo pasado La Vasija de Barro (av. de las Américas), Che Carioca (Urdesa), El Corsario (Los
Ríos y Piedrahíta), A mis amigos (centro comercial Olímpico), Solar de Sancho Panza (Urde-
sa), Scape (cdla. La Garzota) y Amparo Guillén Club (av. de las Américas), entre otras como
Carlín, Bali-Hai y La Ratonera. Hubo peñas que atendieron por varios años, pero desapare-
cieron definitivamente por la novedad de las discotecas.

Para no quedarse sin clientes algunas cambiaron y se anunciaron como salsa-discoteca, dis-
co-peña, boite-peña y peña-piano-barra. Las pocas que todavía existen no olvidan los shows
de medianoche y las promociones por el Día del Amor, de la Madre y más fechas especiales.
No puede hacerse un recuento justiciero de las peñas si no se menciona a los artistas que
actuaron en ellas. Por lo tanto, bien vale poner en la memoria las decenas de solistas, dúos,
grupos de música popular y folclórica, cómicos y showman que regocijaron a los concurren-
tes de aquellos centros, que en la actualidad son pocos.

Recordemos a los cantantes Otto


Ferrer, Tito del Salto, Mariel Cór-
doba, Johnny Vargas, Fernando
Gómez, Enrique Vargas, Teresa
Franco, Germaín Chiriboga, Luis
del Mar, Ketty Pazmiño, Marcia
Casanova, Hugo Henríquez, Ro-
nes, Rosalinda Cisneros, Edhison,
Michael, Héctor Jaramillo, Marco
Vinicio, Gino Danilo, Amado Terán,
Hugo Bury, Wilson Omar, Kenny
Joel, Ronnes, Milciades, Francisco
El local del Pedro Espinoza, en Esmeraldas y Gómez Cantilo, Peggy, Maribel Ríos y Mai-
Rendón, también tuvo mucho de peña, pues cantaron té, a quienes la audiencia aplaudió e
incontables artistas y con el entusiasmo desbordado hizo coro cuando interpretaron pa-
muchos de sus asiduos igualmente lo hicieron, sin reparar sillos, baladas, boleros y más temas.
en aptitudes. Mural de Luis Peñaherrera, donado por la
familia de don Armando Romero Rodas al Museo Julio Artistas de especiales actuaciones
Jaramillo. en las peñas porteñas fueron, igual-
mente, Gonzalo Castro, Terry Álva-
rez, William Sánchez, Héctor Jaramillo, Irma Aráuz, César Augusto, Jorge Haramuniz, Ho-
norio Santistevan, Marielisa, dúo Dinastía y por supuesto Otto Ferrer, que popularizó el vals
Mercedita. Qué decir de los conjuntos Wankara, Los Cuatro del Altiplano, Tancahuán, Chu-
michasqui, Los Caminantes Latinos, junto con los cómicos y showman Poncho Soto, Fernan-
do Magoo, Los Morisquetos, Mimo Cava, Julio Beymer, entre otros que escapan de la lista.

Esto es un breve recuento de esa romántica etapa en que los guayaquileños acudieron en
pos de arte y esparcimiento a las populares peñas, que hoy avivan la añoranza cuando en
reuniones familiares e institucionales aparece alguien que deseoso de atenuar la fatiga del
baile o la conversación aburrida atina a decir: ¡Hagamos peña!, en franca alusión al rato de
diversión que caracterizó a los establecimientos que rememoramos en esta ocasión.

65
Las populares quermeses dominicales que dieron
diversión a los habitantes de esta urbe
Muchísimos moradores de la ciudad recuerdan
emocionados la época en que acudían a divertirse a
los numerosos locales institucionales que ofrecían cada
domingo estos eventos artísticos y musicales.

Aunque desde las primeras décadas del


siglo pasado ya hubo establecimientos
particulares e instituciones y gremios de
diversa índole que organizaron verbenas
y quermeses para el entretenimiento de
familias y vecinos de nuestra ciudad, fue
en las décadas del sesenta y setenta cuan-
do esos eventos se retomaron para que un
mayor número de personas, especialmente
jóvenes, tengan la oportunidad de danzar y
distraerse con los conjuntos musicales y
temas que para entonces estaban de moda.

Guayaquil todavía no alcanzaba el signifi-


cativo desarrollo urbanístico de los últimos
años y los centros de diversión de fin de
semana se limitaban a las salas de cines, Avisos de los programas bailables de fin de
algunos salones de baile, heladerías, boi- semana en Guayaquil.
tes, etcétera, que disputaban la acogida de
una población que prefería por razones
económicas los tradicionales paseos por la avenida Nueve de Octubre y los malecones del
río Guayas y el estero Salado.

Entonces, la reaparición de las ‘quermeses bailables domingueras’ tuvo la entusiasta bien-


venida de incontables guayaquileños y de quienes llegaron y se avecindaron en el Puerto
Principal. Al evocar tales reuniones con nombres íconos como los del Fortich (Nueve de Oc-
tubre y Chimborazo), American Park (a orillas del Salado), Pauli (Panamá y Roca), El Barco
(margen del mismo Salado, después del puente 5 de Junio) y otros acogedores estableci-
mientos, aparecen sabrosas remembranzas.

Esto lo testimonia un aviso en Diario El Universo del 23de julio de 1937: “Tardes Dominica-
les. Baile Social. La Sociedad Hijos del Trabajo iniciará desde el domingo 25 del presente mes
de 2 a 6 de la tarde, con el fin de que el pueblo de Guayaquil tenga un salón en qué divertirse
honestamente. Sin alcohol y con música. Helados, pastas y refrescos. Entrada: varones, 0,60;
señoritas, libre. El presidente Gilberto Pazmiño González”.

66
Lugares y orquestas

Entre los diferentes locales que semanalmente aco-


gieron a decenas y decenas de jóvenes y adultos
de estratos populares que buscaban ratos de es-
parcimiento, estuvieron los siguientes: Asociación
de Empleados de Guayaquil (Chiriboga 308 entre
Chimborazo y Boyacá), Sociedad de Carpinteros
(Seis de Marzo y Primero de Mayo), Asociación Ge-
neral de Empleados (Francisco García Avilés y Diez
de Agosto), Club de Trabajadores Guayas (Víctor
Manuel Rendón y Pedro Moncayo) y Centro Social Los locales del Club Guayas y de
River Oeste (Undécima y Huancavilca). la Sociedad de Carpinteros fueron
muy concurridos por los bailarines
Igualmente constaron la Sociedad de Vivanderos dominicales, especialmente.
(Víctor Manuel Rendón 922 y Santa Elena –Loren-
zo de Garaycoa–), Club Go Go (Panamá y Roca), Club Rocsa (avenida Olmedo y Boyacá), entre
otros. La Colonia Zarumeña en su local de Boyacá y Juan Montalvo ofreció sus Atardeceres
bailables y algo similar hicieron la Sociedad Tungurahuense y el Comité de Otavaleños, los
restaurantes Astoria (a orillas del Salado), con su esperada Tarde típica bailable y La Cumbre
y El Criollo de Andrés, en la vía a Daule, etcétera.

El horario de los programas se extendía regularmente de 4 de la tarde a 9 de la noche; el costo


de entrada usualmente era de 5 sucres la general y en otras ocasiones 7 para varones y 5 para
damas. En la lista de las agrupaciones musicales que solían animar estos festivales constaron
Blacio Jr. con Walter Cavero, Falconí Jr., Charles y sus Estrellas, Los 5 Ases y Lucho Nelson, Los
Azules, Los Alegres Vallenatos, Los Estudiantes, Lucho Nelson y su quinteto, Armando Pibe
Aráuz y Pepe Salcedo, Lucho Madero y el cantante Raúl Rodríguez, entre otros.

Los pegajosos temas El zapato, El taconazo, La burrita disputaban la preferencia de los baila-
rines, quienes a pesar del calor no dejaban pasar ni una pieza y gozaron por igual de cumbias,
pasodobles, mambos, merengues, twists, yenkas y cualquier otro ritmo. Hubo, asimismo, los
animadores que motivaron a los parroquianos a bailar, hacer el gasto en el bar y participar en
los concursos de peinados, pasos de bailes y cualquier entretenimiento programado.

Hasta los curiosos que miraban desde afuera de los lo-


cales gozaban con la música que escuchaban. Lamen-
tablemente los festivales se suspendieron por varios
motivos, especialmente porque aparecieron personas
de malas costumbres que dañaron la tranquilidad que
caracterizó a los programas bailables. Aún más, sur- El tradicional Pauli
gieron otros tipos de entretenimientos como las discotecas y los bailes anunció más de
con disc jockey, que restaron público a los conjuntos y orquestas que una ocasión a la
ofrecieron su música en ‘vivo’. Ahora las quermeses bailables domini- afamada orquesta
cales de aquel Guayaquil que se encaminaba al siglo XXI representan Blacio Jr.
un grato recuerdo.

67
Jardines, otra de las hermosas tradiciones que
evocan los habitantes de la metrópoli
En estos locales se confeccionaron los arreglos
florales para fiestas cívicas y sociales y también para
homenajes póstumos hasta más allá de la primera mitad
del siglo XX.

Varios avisos de promoción de los tradicionales


jardines que hubo en Guayaquil.

Ahora que es común hablar de florerías para la compra directa u ordenar la confección de
ramos, coronas y arreglos florales y así cumplir con los compromisos sociales, aquello se
encargó un poco antes de la segunda mitad del siglo XX a los ‘jardines’, que existían en la
ciudad y que estaban situados en las cercanías del cementerio general y los barrios del As-
tillero, Cuba y otros sectores.

Los ‘jardines’ ocupaban extensos solares de las manzanas y quintas. Allí, entre árboles fru-
tales, florecían rosas, lirios, geranios, chabelas, jazmines del cabo, laureles, orquídeas, pere-
grinas y tulipanes. Asimismo, la cananga, vara de la justicia, campana, el Corazón de Jesús
y palmas de varias clases que se utilizaban para confeccionar los encargos de clientes e
interesados.

Tampoco faltaban plantas medicinales como la sábila, rosa de muerto, hoja del aire, verdo-
laga, hierbaluisa, el toronjil, ruda de gallinazo, escancel, menta, hierba buena, paico, llantén
y otras tantas que cuando escaseaban en los maceteros, tarros y bacinillas viejas que pro-
veían a los hogares de estratos altos y populares, los vecinos las compraban allí para sus
‘gloriados’,
‘agüitas’ y la limpieza del niño ‘ojeado’ de la familia.

Incluso los llamados ‘jardines’ realizaban una actividad similar a los actuales viveros,
pues ofrecían semillas, tierra de sembrado, pequeñas plantas, aunque sin los adelantos
actuales con injertos, variedades de flores y técnicas para ejecutar arreglos que, como lo
hacen las florerías, asombran a los asistentes a matrimonios, bailes, ceremonias religio-
sas, sesiones y funerales.

68
Los actuales viveros tienen mucho
parecido con los antiguos ‘jardines’
de la ciudad.

Descartando pequeñas limitaciones, los dueños y trabajadores de los ‘jardines’ aprovecha-


ban la variada flora vernácula o propia de la ciudad y región para cumplir a cabalidad con
las expectativas de sus asiduos o esporádicos favorecedores. Todos ponían esmero para lu-
cirse ante sus competidores.

En 1925, Diario El Universo publicó este anuncio: “Jardín Celeste, de Sixto Ampuero, en Ma-
nuel Matheu 237: se confeccionan los mejores trabajos florales: coronas, cruces, bouquetes,
canastas, liras, arreglos para matrimonios y banquetes”. Lo mismo hizo en octubre de 1932:
“Jardín Flor de Lis (Chimborazo 4303, teléfono sur N° 231. Se confeccionan toda clase de arre-
glos florales a precios económicos”.

Pero los mencionados locales no fueron los únicos en la ciudad, pues en distintos años de
la primera mitad de la centuria pasada aparecen anunciando por medio de clasificados los
‘jardines’ Corazón de Jesús; Zaragoza, de María A. de Carrera; Abdón Calderón y América,
de Eduardo y Ernesto Molina Vélez, en Julián Coronel y Santa Elena (Lorenzo de Garaycoa).

Otros concurridos negocios fueron los ‘jardines’ Francés, en San Martín 814; Ecuador, con
teléfono Sur 4; Jesús del Gran Poder, en av. del Ejército 1803; Victoria, en Chile 3304; San
Juan, en Ecuador (Camilo Destruge) y Ambato; Genoveva, teléfono C-1465, Corazón de Ma-
ría, entre otros que siguen en la memoria de muchos guayaquileños que evocan esos ro-
mánticos lugares que daban hermosura y placidez a las barriadas porteñas.

Con el transcurso de los años los ‘jardines’ desaparecieron para darle paso a las florerías que
se abrieron en distintos sectores de la urbe. También lo hicieron los viveros y los puestos de
venta de flores en los alrededores de los mercados Central, Sur y los de frente al cementerio
general, que posteriormente formaron el mercado de flores que inauguró la Municipalidad.
Así quedaron para la sabrosa evocación de propios y afuereños los ‘jardines’ de Guayaquil.

69
El cine Cuba dio diversión a los habitantes de
populares barriadas porteñas
Esta sala, aunque modesta en su estructura y
capacidad, también está inscrita en la memoria de
numerosos guayaquileños, especialmente de los que
habitaron el sureste de la ciudad.
En el aviso que publicó Diario
El Universo el 2 de julio de 1955
con motivo de la inauguración
del cine popular Cuba, en el sur
de la ciudad, en las calles ave-
nida Cuba (actual avenida Do-
mingo Comín) y Sedalana, los
empresarios lo encabezaron de
la siguiente manera: “Dedicado
a toda la barriada de la avenida
Cuba, del Camal y del Barrio del
Seguro”.

Razón tuvieron con la dedicatoria los dueños de la modesta empresa, El cine Cuba solía
pues el numeroso vecindario e incluso de otros distantes acudió a la hacer ‘circuito’
función de apertura y se hizo cliente del local, que exhibía películas con el Calero, otro
mexicanas y norteamericanas a colores. popular ‘cine de
barrio’.
El cine popular Cuba exhibió ese día dos filmes ta-
quilleros a la fecha que ofreció su primera atención:
Toque de tambor, estelarizada por Alan Ladd, y Fieras Humanas, con
Randolph Scott. Fueron funciones de especial (18:45) y noche (21:30).
La entrada costó 3,40 sucres, que después bajó a 2,60. Asimismo, las
funciones de matiné y especial se programaron regularmente para las
18:40 y 21:30.

Los filmes contratados eran muy interesantes, porque llegaban de los


cines ‘mayores’ del centro de la urbe, adonde no podían avanzar los
padres y jefes de familia con sus respectivas proles en busca de la
vermú o matiné, e incluso los escurridizos novios o los colegiales que
solían faltar a clases (la ‘pava’) para ir a ver las películas de charros y
vaqueros que les gustaban.

Aviso del cine Cuba, Fue, pues, el cine popular Cuba otro sitio de entretenimiento al igual
en la avenida Cuba que sus similares como el Eloy Alfaro, Calero, Juan Pueblo, Guayas,
(hoy Domingo Comín) Latino, Gloria, Azteca, Ecuador, Dorado, América, Paraíso y otros que
y Sedalana. ya desaparecieron.

70
Diciembre es el mes de tarjetas, agendas y almanaques
que involucró a la gentileza de los guayaquileños
La costumbre de obsequiar calendarios y tarjetas ha
decaído y ya no es la misma de pasados años. Pocos
negocios y personas ofrecen ahora este testimonio de
cordialidad.

El envío de tarjetas a familiares y amigos con la


popular frase Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo
que en décadas pasadas era común en nuestro me-
dio, ahora es una práctica que para muchos cayó
en desuso y marcha a la extinción.

En esta época, por cuestiones de tiempo y tecno-


logía, más práctico resulta enviar un correo elec-
trónico con literatura e ilustraciones incorporadas,
que remitir por el correo convencional o dejar en
casa del allegado el sobre con la tarjeta que consig-
na aquel tradicional deseo decembrino.

Antes de que esto último se generalizara, desde


octubre hasta mediados de diciembre de la se-
gunda mitad del siglo pasado, las numerosas im-
prentas y librerías de la ciudad –entre ellas Bola
de Oro, Zea, El Mundo, Colón, etcétera–, promo-
cionaban la venta e impresión de las tarjetas na-
videñas, que el público buscaba con avidez.

El negocio de las tarjetas tenía gran movimiento y


algunas personas se ganaban muchos sucres extra
como vendedores o comisionistas de empresas y
editoriales. Hoy hay instituciones que hacen exce-
lente labor con la edición de tarjetas, pero igual-
mente son numerosas las imprentas que descar-
taron esa línea porque ya no les representa mayor
utilidad.

Sin embargo, entre nuestros conciudadanos toda-


vía hay algunos románticos que atesoran la cos-
tumbre y hacen llegar cumplidamente la simpática
Hermosas portadas de misiva que alegra a quienes la reciben como testi-
tarjetas navideñas de monio de amistad y aprecio.
diversas épocas.

71
Los concursos de cantantes aficionados impulsaron
la consagración de nuevas voces
Emisoras y canales de televisión mantuvieron estos
espacios que gozaron de una masiva acogida popular
y aumentaron su sintonía. Ahora son contadas las
estaciones que promueven estos eventos artísticos.

Beatriz Parra Durango, Ángel Oyola, Olimpo Cárdenas, Carmen Rivas, Fresia Saavedra, Blan-
ca Ron, Blanca Palomeque, Pedro Vallejo, Liliam Suárez, Ana Lucía Proaño Merino, para ci-
tar unos pocos pero buenos ejemplos, forman la extensa lista de intérpretes de la música
clásica y popular que incursionaron en el mundo artístico tras su exitosa participación en
concursos auspiciados por productores, empresas y
emisoras de nuestra ciudad para el descubrimiento
de nuevas voces difusoras del pentagrama nacional
e internacional.

Aquellos espacios que aún se recuerdan no solo lo-


graron el surgimiento de nuevos cantantes de los
más variados ritmos, sino que ofrecieron momentos
de regocijo a familias, amigos y barriadas que se-
guían la actuación de algún participante, que en oca-
siones resultaba ser pariente, conocido o miembro
del vecindario.

Como la televisión recién apareció en 1960, los gru-


pos se situaban alrededor de las radios Telefunken,
Phillips, Zenith, Philco, Admiral, RCA Víctor, etcétera,
para sintonizar las estaciones organizadoras de los
certámenes, que dicho sea de paso ofrecían atracti-
vos premios. Otros preferían acudir hasta los propios
locales de las emisoras para disfrutar y aplaudir di-
rectamente las actuaciones.

Cuando se generalizó el uso del televisor los progra-


Aviso por Diario mas-concursos motivaron iguales inquietudes en la comunidad deseo-
El Universo del sa de sano esparcimiento. Por eso, no podemos olvidar el emblemático
programa La espacio ‘La Corte Suprema del Arte’, que fue muy popular desde antes
Corte Suprema de la segunda mitad del siglo pasado y permaneció en el aire mucho
del Arte, uno tiempo en CRE, Sistema de Emisoras Atalaya, Continental, Cóndor y otras
de los más que respaldaron el entusiasmo y carisma de locutores y animadores
acreditados de su como Pablo Vela Rendón y productores artísticos del medio; este con-
género. curso tuvo una versión dedicada exclusivamente a los niños.

72
También hay que recordar a radio Cenit con las audi-
ciones ‘La compañera Nelly’, para artistas infantiles,
y ‘Camino a la fama’, para intérpretes adultos (1946).
Radio Atalaya convocó al concurso ‘Futuras estrellas’
(1952), la estación Guayaquil organizó ‘Canta si pue-
des’ (1955) y CRE ‘Escuela de estrellas’ (1956); esta
misma radio en 1957 en unión de la Casa de la Cultu-
ra Ecuatoriana, núcleo del Guayas, llamó al certamen
‘Buscando una voz en el Ecuador’, en el que concursa-
ron muchas voces líricas y ganó Beatriz Parra Durango,
hoy soprano laureada.

La emisora América patrocinó ‘Voces nuevas’ (1959) y


Noticia hizo uno parecido en 1961. Sucre llamó al cer-
tamen ‘Buscando la estrella 1968’, Noticia auspició el
concurso ‘Voces nuevas y peldaños a la fama’ y Univer-
‘Canta si puedes’ fue un espacio que sal a ‘El cantor de los barrios’. La emisora Cristal lideró
ayudó a descubrir nuevos valores de concursos de masiva participación: ‘La Estrella Cris-
la música en esta ciudad. tal’, ‘Festival del Ama de Casa Cristalina’, ‘Festival de la
Canción del Guasmo’, ‘Primer Festival
de la Canción Moderna’, entre otros.

El canal de televisión 4 mantuvo es-


pacios de promoción de cantantes
aficionados y en desarrollo: ‘Yo quie-
ro ser artista’, ‘Sus primeros aplausos’
y ‘El clan del 4’, de los que surgieron
y/o superaron artistas que todavía
triunfan en escenarios locales y del
extranjero. Canal 10 (Telecentro) lo
hizo con Puerta a la fama, y el pro-
grama ‘Chispazos’ es un permanente
promotor de estos festivales.

Washington Murillo, Armando Pibe Aráuz,


Pepe Dresner, guitarristas, Óscar Luis Cas-
tro Intriago y Sócrates Rojas, pianistas, Fer-
mín Silva de la Torre, violinista, constaron
en el grupo de maestros que aconsejaron
y dieron conocimientos musicales a los afi-
La Discoteca de Pepe Parra fue el semillero cionados en su carrera a la consagración.
de numerosos artistas nacionales. Aunque sin la misma intensidad de años
atrás, hoy se promueven concursos pareci-
El programa Chispazos tuvo concursos dos que despiertan añoranzas, nombres y
para aficionados como “Canta Papá anécdotas que el lector completará con sus
Canta”. propias experiencias.

73
Invierno, época del año en la que se pide auxilio del
palo santo para ahuyentar los mosquitos
Pese a la existencia de insecticidas que ofrecen la
inmediata desaparición de tal molestosa plaga, la
tradición que viene desde tiempos inmemoriales da paso
al uso del preciado vegetal.

La temporada lluviosa
llegó a nuestra región
y con ella vinieron las
molestias por la hume-
dad, los grillos y otros
insectos entre los que
resultan fastidiosos los
mosquitos, que converti-
dos en peligrosas plagas
hacen de las suyas en las
zonas urbanas y rurales.

Sin embargo, para ate-


nuar los estragos de es-
tos últimos se echa mano
de distintas marcas de
insecticidas nacionales y
extranjeros que en enva-
ses en aerosol o bomba se anuncian profusamente –unos más efica- La venta del
ces que otros– en periódicos, radioemisoras y canales de televisión. popular palo
santo no pierde
En cambio, para despecho de los consumidores y defensores de vigencia, pues
productos modernos que además incorporan repelentes y trampas hay muchos
eléctricas contra los bichos, la costumbre popular no olvida el uso compradores.
del tradicional palo santo, que también es útil para combatir los em-
bates de plagas tan molestosas.

Utilidad ancestral

Muchísimos años atrás, en las moradas de ciudades, poblaciones y casas de hacienda del
agro del Litoral, cuando aún era desconocido el uso de los insecticidas y repelentes, los
abuelos, jefes de familia y mayordomos buscaban el vegetal para quemarlo en trozos y asti-
llas, especialmente en las noches, y así conseguir que se vayan los zancudos.

Esta costumbre no desaparece totalmente, pues en algunos hogares urbanos y rurales que
no tienen para comprar los insecticidas modernos o prefieren opciones más naturales,

74
resulta común observar cómo atizan sus pequeños
braseros donde queman palo santo para disfrutar de
tertulias nocturnas y tranquilos sueños.

Aún más, para ayudar a mantener viva la tradición,


en todos los mercados de Guayaquil algunas barracas
venden paquetes de palo santo que llevan quienes no
le pierden la confianza de buen insecticida y al mismo
tiempo evocan pasajes familiares. El palo santo se
vende por trozos sin
De la misma manera, a lo largo de la calle Noguchi, desde Capitán empacar o en fundas.
Nájera a Cuenca, en lo que bien podríamos denominar ‘la ruta del
palo santo’, hay diversos puestos que lo ofrecen a los transeúntes y curiosos en paquetes de
50 centavos y 1 dólar el respectivo brasero, mientras de diminutos fogones sale un fragante
humo que inunda la calle como viva muestra de la bondad del producto que llevan los even-
tuales compradores.

El libro El uso vernáculo de los árboles y plantas en la península de Santa Elena, de Roberto
Lindao Quimí y Karen E. Stothert, dice que el palo santo (Bursera graveolens) “es un árbol
pequeño, las ramas son muy delgadas y las hojas son muy chiquitas. Las flores se secan y se
caen, sin que se coseche nada”.

Agrega: “La parte del tronco es muy delgada, pero tiene un pequeño corazón. Ese corazón,
cuando está seco, se utiliza para hacer humo para ahuyentar a los mosquitos en las casas en
la temporada de invierno”. “A veces las puntas de las ramas se acostumbraban cortar. Se lleva-
ban a la casa donde las señoras las utilizaban para ponerlas a hervir en un poquito de agua.
Ponían pedazos bien chicos, unos 5 o 6 pedacitos, los hervían bien hasta que el agua salía roja”.

También refiere: “Luego se secaba en una taza y se añadía un poquito de azúcar. Se les da a
los niños o a los adultos cuando tienen tos, por eso se dice que es medicinal”. Hay que añadir
que este madero viene mayormente de sectores de la península de Santa Elena y de las islas
Galápagos, porque se produce en menor escala en otros lugares del país.

Desde hace muchos años los abuelos y


jefes de familia buscaban este vegetal para
quemarlo en trozos y astillas, especialmente
en las noches, y así conseguir que se vayan
los zancudos.

75
Los hoteles y posadas también tienen un lugar
especial en la memoria urbana
Varios de estos locales fueron pioneros en la buena
atención a los turistas ecuatorianos y extranjeros, por
lo que se convirtieron en verdaderos referentes de la
actividad.

Evocadoras estampas de Guayaquil con dos emblemáticos hoteles que


atendieron en el Malecón de la ciudad.

La demolición del antiguo inmueble donde funcionó por muchos años el Gran Hotel París, en
la tradicional esquina del malecón Simón Bolívar y Elizalde, da paso –como en otros casos– a
la añoranza y permite, asimismo, ensayar un breve inventario de los establecimientos de
igual actividad que a lo largo del siglo XX ayudaron al desarrollo comercial-turístico de la
metrópoli guayaquileña y ratificaron su prestigio de tierra hermosa y hospitalaria.

Fueron, pues, numerosos los hoteles de primera y segunda clase,


casas de pensión, posadas, etcétera, que desde los comienzos de la
centuria pasada recibieron en sus instalaciones a visitantes y pasa-
jeros que llegaron a la urbe para realizar distintas actividades, in-
cluyendo las de orden diplomático, científico y artístico. O los que
arribaron como turistas para confirmar las indiscutibles bellezas
de ella, de nuestra región y de otros sectores del país.

Algunos nombres

En la nómina que proponemos y que aumentará con el aporte de


Avisos de hoteles y tanto recuerdo, no pueden faltar el Gran Hotel París, Gran Hotel
posadas en el centro de Victoria (Malecón y Nueve de Octubre), Hotel Tívoli (Pichincha y
la metrópoli. Nueve de Octubre), Gran Hotel (Pichincha y Clemente Ballén) y

76
El Gran Hotel Ritz, que también
fue emblemático de Guayaquil.

Gran Hotel Ritz (Nueve de Octubre y Chan-


duy –actual García Avilés–). También el Me-
tropolitano (Pichincha y Bolívar), Astoria
(Nueve de Octubre y Boyacá), Guayaquil
(Víctor Manuel Rendón y Malecón), Central
(Luque y Escobedo), Bristol (Francisco de
P. Icaza y Pichincha) y Bolívar (Víctor Ma-
nuel Rendón y Pichincha).

Más tarde se establecieron los hoteles Excelsior, Crespo, Astoria,


Lacassagne, Del Pacífico, América, Flor (antes pensión Ecuador),
Cecil, Central, California, España y Bristol. La mayoría de ellos des-
apareció.

Otros establecimientos

Igualmente surgieron los hoteles Crillón, Majestic, Palace, Tourist,


Metropolitano, Humboldt, Atahualpa, La Moneda, Unipark, Cima’s,
Continental, Rizzo, etcétera, hasta llegar a los más contemporá-
neos como Ramada, Sheraton, Grand Hotel Guayaquil, Best Wes-
tern Hotel Doral, Oro Verde, Hampton Inn Boulevard, Hilton Colón,
La Torre, Del Rey, Castell, Los Andes, Alexander, Sol de Oriente,
Marcelius, Howard Johnson, Sanders, Apart Hotel Kennedy, Gold
Center Hotel, Las Peñas, Sheraton Four Points, Plaza, etcétera.

La hotelería porteña recuerda, asimismo, el aporte visionario de


los empresarios L. Mestichelli, A. Gentile, L. Pippa, R. Ramírez, G.
Avisos de otros Miraglia, F. Bruzonne, J. Monclus, J. L. Baquero, A. Lama de Asla, F.
hoteles porteños Playá, I. Aboad, y más que impulsaron aquí la actividad. De la mis-
que aún se ma forma, las modestas casas de pensión y posadas acogieron a
recuerdan. cientos de clientes: tales como la Bolívar, del Boulevard, Europa,
Italia, Manabita, ubicadas preferentemente en el casco comercial,
cerca de los muelles y de la terminal ferroviaria para facili-
dad de los pasajeros, familias y agentes viajeros.

Esto lo testimonian los anuncios de julio de 1931 publica-


dos en Diario El Universo: “Pensión Bolívar: camas desde
un sucre, almuerzo un sucre, comida un sucre, alojamiento
confortable, alimentación insuperable.– Bolívar 117 entre
Malecón y Pichincha”. También el siguiente: “Hotel Italia, en
Villamil 124, cuartos amoblados, higiénicos, instalación de
Hotel Humboldt en el Malecón luz eléctrica, servicios de baños y W.C. Precio de habitación
Simón Bolívar. 2 sucres por cada cama, y con almuerzo y comida, 4 sucres”.

77
Calendarios y almanaques
Los tiempos modernos y el ahorro empresarial
han determinado, asimismo, que estos utilísimos
textos de uso diario no circulen con la profusión
de antaño, cuando eran obsequiados a sus
compradores, proveedores y amigos por los
establecimientos comerciales.
Fábricas, tiendas, almacenes, peluquerías, boticas y más loca-
les ya no obsequian sus calendarios y almanaques, como antes
lo hacían. Pocos siguen esa práctica.

Pero como una respuesta a la búsqueda infructuosa de los ca-


lendarios que ofrecían las empresas y los locales comerciales a
Portada del popular sus favorecedores, ahora se ha incrementado la venta de anua-
almanaque Bristol y rios, agendas, ‘organizadores’ y similares que los hay de varios
aviso de la imprenta diseños, tamaños, colores y precios, incluida la necesaria infor-
Zevallos Jijón mación geográfica, turística y de servicios generales en favor
promocionando sus del ciudadano común.
calendarios.
Igual al caso de las tarjetas navideñas, existen editores de al-
manaques, agendas y calendarios que no desmayan en su labor
como otrora lo hacía el astrónomo guayaquileño Eloy A. Ortega
con su Almanaque Ortega, o internacionalmente el Almanaque
Bristol, que en su edición del 2007, que está en circula-
ción, indica que tiene 175 años de continua publicación.

Esto constituye, pues, un testimonio de lo que ensaya-


mos rememorar a propósito de este tiempo de tarjetas,
calendarios y almanaques.

El astrónomo guayaquileño Eloy A. Ortega


editó por muchos años su propio almanaque
‘Ortega’, con excelente acogida.

78
Las gallaretas son parte del paisaje costeño y de la
comida montuvia que llegó a la ciudad
Estas aves se identifican con el agro costeño y la culinaria
montuvia que se trasladó a la metrópoli. Lamentablemente
una caza exagerada la lleva a la desaparición.

Al mediodía del penúltimo viernes de febrero de 2008,


en Aguirre y Francisco García Avilés, centro de Guaya-
quil, mientras un grupo de personas esperábamos que
cambie la luz del semáforo, cruzó un señor de aspecto
campesino que en una caña corta y de poco grosor que
descansaba sobre sus hombros, exhibía los cuerpos
desnudos de varias aves amarradas de sus largas patas
y con la cabeza en el aire.

“¡Gallaretas, gallaretas!”, gritó con voz ronca y acom-


pasada. Sin duda eran las populares aves que
ayudan a enriquecer el folclore ergológico
(comidas y bebidas) de la región litoralense,
pues con su carne se preparan platos tan deli-
ciosos como el arroz con gallareta y el aguado
o el meloso de gallareta.

La gallinácea, aparece especialmente en los


meses de la época de lluvias o en verano,
cuando los desmontes de arroz están listos
para la cosecha y ella se alimenta de los gra-
nos que lucen las espigas.

Como las aves aparecen en buen número


y hacen peligrar la producción, los campe- La gallareta es una simpática ave cuya carne
sinos las cazan. Antes usaban una especie se usa en la gastronomía popular.
de hondas que lanzaban bolas de lodo que
golpeaban y mataban al avechucho; ahora, más modernizados, lo hacen con escopetas de
perdigones. La gallareta tiene poca carne, pero de un sabor exquisito que da fama a la cocina
criolla costeña.

También está vinculada con el folclore social (apodos, dichos), pues allí el mote o sobrenom-
bre de gallareta para identificar a algún amigo o familiar de contextura delgada, y el refrán
que habla del resultado ‘pato o gallareta’, para incitar a que alguien realice cierta actividad
así el desenlace no sea el esperado. El uso de pesticidas acelera su extinción. En estos días
por los estragos del invierno desaparecen desmontes y plantíos preferidos por el ave.

79
Recuerdos y vigencia de las academias de música
que promocionaron el arte en la ciudad
Igual a la labor que realizan los actuales centros, aquellas
entidades de otrora fomentaron el cultivo de expresiones
musicales y ayudaron a forjar valores de distintas épocas.

En la memoria de muchos morado-


res de esta metrópoli están vigentes
los nombres, asimismo incontables
de maestros y establecimientos que
se dedicaron durante décadas de la
centuria pasada a impartir conoci-
mientos sobre música en general y
enseñar la ejecución del piano, vio-
lín, saxo, órgano, la guitarra, otros instru- Aviso de la academia de la notable maestra
mentos y la enseñanza de canto. Zulemma Blacio.

El caracterizado apego de nuestros vecinos al arte musical se manifestó desde mucho antes, caso
de la acogida a los espectáculos de igual índole que en los siglos XVIII y XIX fueron numerosos
y llegaron de distintos países de América y Europa. Inmersos en esa vocación cultural, tampoco
perdieron la oportunidad de tener en sus hogares algún instrumento y aprender a ejecutarlo. O
interpretar canciones.

Frente a tan halagador panorama no faltaron los compatriotas y extranjeros radicados aquí que
abrieron centros de enseñanza musical o iban a los domicilios de los interesados a dar sus clases.

Breve inventario

Para corroborar lo anterior, ensayamos una síntesis de los conservatorios, academias y centros
que fundaron prestigiosos maestros cuyas enseñanzas obtuvieron excelentes resultados, pues sus
alumnos se convirtieron en aplaudidos ejecutantes y triunfaron durante sus presentaciones en el
medio familiar, entre amigos o en actos de proyección nacional e internacional.

En 1904, un aviso consignó: “J. Casimiro Orellana: profesor de música y de toda clase de instru-
mentos, en especial piano, violín, teoría, solfeo. Doy clases a domicilio, precios equitativos. Recibo
órdenes en el Club Nacional, de 12:00 a 13:00. Aguirre No 109”. También lo hicieron Claudino G.
Roza y Fernando H. Levoyer con la Academia de Música, en Francisco de P. Icaza 607, cobraba 2
sucres al mes.

Una de las más renombradas, la academia Santa Cecilia, fundada en 1945 por el maestro italiano
Ángelo Negri, marcó una brillante etapa. Después la dirigieron el español José Barniol y la quiteña
Lila Álvarez García. Estos planteles y los profesores se incrementaron, tales como Carlos Alberto
González, profesor de canto, en Escobedo y Urdaneta, que iba a domicilio, y Rosa Elena de Busta-

80
Luis Silva y sus alumnos de
la academia Preludio.

mante y su academia de acordeón Rosalinda, en


Calicuchima y Chile.

Más nombres

Después de la primera mitad del siglo XX ofrecie-


ron clases el Centro de Cultura Musical
(CCM), la academia de canto del profesor alemán
Carlos Jensen en Diez de Agosto 731; las academias Bemol, de Baruch Castro Pita, y Andrés Sego-
via, de Carlos Vicente Romero.

En forma similar, dieron lecciones de piano los profesores húngaros Jorge Semere y Blanca Raoz
de Semere. Igualmente recibieron muchos alumnos Divina Icaza Coral, Jorge Madinyá B., Clodoveo
González, Jenny Armendáriz, Darío Chica, Hilda Paredes Echeverría. En forma similar la academia
Beethoven, de Eduardo Alvarado, fundada en 1960, que formó excelentes instrumentistas; y J.C.
Espinoza, profesor del conservatorio Neumane, que enseñó en Lorenzo de Garaicoa 1716.

El maestro japonés Ryhuei Kobayashi, radicado en Guayaquil, ofreció cursos de guitarra y enseñó
en planteles. Hubo las academias Lopezdomínguez, Blacio, Pepper’ Show, Porta, Tchaikovski, diri-
gida por Gastón Gagliardo; Mozart, de Flavio Illescas, y el Centro de Cultura Musical. En Diario El
Universo se publicaba hasta hace pocos años avisos de establecimientos y profesionales como los
rememorados en esta nota.

Los conservatorios y academias de música y artes que funcionan actualmente, son entre otros:
Federico Chopin, Jorge Manzano Escalante, Sergei Rachmaninov, Danzas Jazz, Medina, de la Uni-
versidad Católica (Facultad de Artes y Humanidades), Fundación Sociedad Femenina de Cultura y
Teatro Centro de Arte, Preludio, Michael, Cedemusic, etcétera. El prestigioso conservatorio Rimsky
Korsakov, semillero de notables maestros ejecutantes, lamentablemente dejó de funcionar.

En la actualidad

Hay instituciones y gremios que ofrecen clases de música para consocios y amigos, como la Fun-
dación Huancavilca y la Unión de Periodistas del Guayas; los cursos actuales que se ofrecen en
numerosos planteles contemplan instrumentos tradicionales y modernos.

Conforme creció la ciudad surgieron nuevos métodos de enseñanza y también establecimientos


y profesores, pero quedó el recuerdo de quienes con desinterés y profesionalismo marcaron una
época de oro en el ambiente musical guayaquileño y ayudó a consolidar la prestancia de la que sí
se puede ufanar la ciudad.

Así pues, recordemos más nombres y ampliemos el inventario propuesto, sin olvidar que mientras
compilamos este material, algún centro de enseñanza puede haber desaparecido.

81
Rememorando esos añejos tiempos de
medicamentos y boticas que entraron a las páginas
de nuestra memoria
Gran parte del siglo XX hubo en nuestra metrópoli
prestigiosas y antiguas boticas que se arraigaron
en la memoria popular y ayudaron al consumo de
medicamentos confiables.

En la mente de incontables guayaquileños nacidos durante


las primeras décadas y hasta casi la mitad de la centuria an-
terior, continúan imborrables los nombres de muchísimos
galenos que ejercieron su profesión con mística y como
apostolado.

Asimismo, siguen inolvidables las denominaciones de los clá-


sicos remedios o medicinas que los abuelos, padres e incluso
los más jóvenes del hogar iban presurosos a comprar en la botica del barrio o en la de mayor popula-
ridad de la ciudad, para ayudar a la pronta recuperación de un miembro de Aviso de la Botica
la familia aquejado por algún malestar pasajero o cierta enfermedad crónica. del Pacífico en
el centro de la
Los tradicionales purgantes, jarabes, gárgaras, gotas, pastillas, píldoras, ciudad.
obleas, parches, ungüentos, jabones, linimentos y demás preparaciones rea-
lizadas por los boticarios y químicos que atendían sus propios establecimientos o que los recibían de
laboratorios nacionales y extranjeros, mantuvieron su hegemonía por décadas y varios cruzaron las
barreras del nuevo siglo porque la comunidad siempre los buscó y aprendió a utilizarlos.

Algunos nombres

De la extensa lista de productos resulta imposible olvidar entonces la de-


manda que tuvieron en las décadas del 20 y 30 el elixir Quinoide, para
fiebres palúdicas, malaria, terciaria y perniciosa; el jarabe de eucalipto
y mentol compuesto T. F., para la tisis, tos ferina y bronconeumonía; las
pastillas del Dr. Becker para afecciones de riñones y vejiga; las píldoras
indianas vegetales del Dr. Wright, para el estómago; y el Mitigal, para la
sarna de la piel.

Igualmente se recuerdan las píldoras de vida del Dr. Ross, para estóma-
go, hígado e intestinos; las de Foster, para los riñones, y el vermífugo del Dr.
Uno de los Peery, para las lombrices. De manera similar, tuvieron popularidad las pasti-
medicamente muy llas de eucalipto y brea y de Cafiaspirina, los tónicos Vigoroso y Muscular, el
requeridos en el jarabe de rábano yodado, la emulsión de Scott, las obleas OK Gómez Plata,
Guayaquil antañón. el jarabe Gaduol Compuesto para la tos, el Linimento Eléctrico, las pastillas

82
Benzoparegóricas, la sal de fruta Eno, el talco Catumbí, el mentol
Chino, etcétera.

Incontables locales

Ensayar un inventario de los productos farmacéuticos, fórmulas


y medicamentos en general resulta imposible. Lo mismo ocurre con los El nombre de este
laboratorios, boticas y farmacias que solo permiten citar unos pocos para medicamento se
avivar recuerdos sobre el tema. A los locales que fueron familiares por repitió mucho entre
estar en la barriada, hay que incorporar otros que gracias a sus servicios los guayaquileños
alcanzaron prestigio y confianza hasta ser parte de la tradición de la urbe.

Allí entonces, según avisos en Diario El Universo de 1928 constan la Internacional (Dr. A. Bjarner & Cía.)
vecina al Teatro Edén, en Nueve de Octubre y Chimborazo; Austral, en Brasil y Chile, con su dueño Dr.
Rómulo Crespo y farmacéutico Dr. Emiliano Crespo; Flores Ontaneda, localizada en Aguirre y Chile, y
Berthelot, en Nueve de Octubre y Chanduy (Fco. García Avilés).

En 1936, la Botica del Comercio, una de las más antiguas y acreditadas que estaba ubicada en Luque
entre Pedro Carbo y Pichincha; Del Pueblo, en Diez de Agosto y Chanduy (Francisco García Avilés);
Maulme, en Vélez y Pedro Carbo; Del Pacífico, en Francisco de Paula Ycaza y Pedro Carbo; y La Merced,
en Pedro Carbo y Junín.

En cambio, en 1947 la Botica Municipal, en Pichincha y Diez de Agosto, y la Modelo, en Antepara y Vé-
lez; en 1950 están El Droguista, en Eloy Alfaro frente a San Alejo; e Inglesa, en Aguirre entre Escobedo
y Boyacá. En 1954 anunciaban en este matutino la Imperial, en Chimborazo y Huancavilca; La Salud,
en Pedro Carbo y Colón; Española, en Nueve de Octubre entre Rumichaca y García Avilés; H G (Holger
Glaesel), en Pedro Carbo y Aguirre.

Durante 1954 anunciaron sus productos y sus turnos de la semana las boticas: Hermógenes Barcia,
en Alcedo y Lorenzo de Garaycoa; Barcelona, en Chile y Portete; La Salud, en Colón y Pedro Carbo; y
Del Universo, en Aguirre y García Avilés. En 1979, la Banting, en Lorenzo de Garaycoa y Febres Corde-
ro; Lux, en Hurtado y Machala; Rex, de Nueve de Octubre y Machala; Virginia, que atendía en Chile y
Venezuela; y Malta, con numerosa clientela en Rocafuerte y
Tomás Martínez, entre otras.

Sirvan estas líneas para ponernos en alas del recuerdo


y acercarnos a otros de los rangos identificados con las
tradiciones, el folclore y la identidad guayaquileña, mien-
tras añadimos a la lista de medicinas y remedios caseros
la pomada guayacolada, el jarabe de rábano yodado, el
ungüento del soldado, la manteca de cacao, los jarabes y
purgantes que se preparaban ajustados a las fórmulas que
Abuelos y padres mencionaron mandaban los propios médicos, y por supuesto las boticas
siempre este producto; asimismo, del que las vendieron como La Fe, en la Plaza de San Francis-
local de la botica H. G., que fue parte co, hasta llegar a las que se mencionan con frecuencia en
del paisaje urbano porteño. la actualidad.

83
En cuanto a las panaderías, las de esta ciudad
aún atesoran sabores y recuerdos en medio de los
necesarios cambios que les impone la época
Aunque modernizadas en un importante número, todavía
nos quedan las tradicionales que recurren al horno de
leña y preparan junto con las similares de la actualidad
las más llamativas y apetecidas variedades de pan.

Desde antes de los molletes, trompadas y el


pan de regalo, hasta el predominio de las ro-
sas, carapachos, palanquetas, rosquitas, brio-
llos, enrollados y cachos que acompañan a las
actuales variedades baguette, flauta, mestizo,
trenza, lojano, campesino, gusanito, integra-
les, etcétera, los panes que se saborean en la
metrópoli también guardan historia.

En esa memoria están por derecho propio los


panaderos que los elaboraron en las antaño-
nas panaderías de hornos de leña (rajas de
mangle, por ejemplo) y que en 1898 funda-
ron la Sociedad Unión de Panaderos, protago-
nista de jornadas de lucha como la del 15 de
noviembre de 1922. En algunas panaderías porteñas todavía se
usa el tradicional horno a leña.
Igualmente la forman quienes ahora con el
nombre moderno de panificadores no
olvidan las enseñanzas y recetas proporcio-
nadas a tiempo y sin egoísmos por antiguos
maestros de la panificación. Entre añoranzas
y vivencias contemporáneas ensayemos un
recorrido por las pocas viejas panaderías que
usan hornos de leña y que se resisten a desa-
parecer por el avance de los hornos eléctricos
o a gas.

Para el recuerdo van quedando las largas


palancas para extraer del horno las latas de
pan caliente y oloroso, pero sigue vigente la
tarea de amasar la harina mientras quien la
convierte en masa para que se haga pan cuida
que los ingredientes estén a punto.

84
Recordemos que en las décadas del treinta y cuarenta del siglo XX fueron conocidos los
maestros panificadores de apellido Salazar, Ortega, Orbea, Ramos, Lascano, Ordóñez, Arce,
Soto, Rodríguez, Benítez, Vargas, García, Vicenzini, Rivera, Lam, Encalada, Morales, Cornejo,
Lalama, Torres, Castelo, Santacruz, Vanegas, Andrade, Izurieta, Orellana, Tamayo, Robles,
Castels y Lozada, entre otros que junto con su familia y colaboradores ofrecían a diario el
producto.

Panaderías como la Rocafuerte, Central, Costeñita, Delicias, Ecuador, Equidad, Flor del
Azuay, Florencia, Francesa, Guayaquil, La Marina, Legua, Moderna, Progreso, Tres Herma-
nas, Vienesa, Royal, Nueva Francesa, La Austral, La Flor de Ayacucho, Vienesa, Roma y La
Unión son parte de una extensa lista que muchos guayaquileños aún evocan, porque for-
maron su barriada o atendieron
Un cerca de ella.
panadero
en plena Posteriormente, con otros recur-
labor con sos para la elaboración y la ayu-
su horno a da de periódicos, radioemisoras
leña. y estaciones de televisión para
difundir pegajosas y ‘provoca-
tivas’ propagandas, las panade-
rías y empresas afines captaron
mayor clientela. Entonces se
sumaron Birmania, Buen Pan,
California, La Nacional, La Ex-
quisita, La Especial, La Reina, 9 de
Octubre, La Española, Panificado-
ra Nacional, Panificadora Superior,
San Gabriel, Joselito, Pan Sol, Rey
Pan, Moderna Supán, Primero de
Mayo, etcétera.

Vayamos, al encuentro de las año-


radas panaderías de barrio, que
de tarde en tarde o en la madru-
gada inundaban el aire guayaco
Propagandas de Rey Pan y Supán, dos con el olor de leña y el grato aroma de pan. No
populares marcas de pan en esta ciudad. olvidemos las mañanas y noches que avanzá-
bamos en pos del pan para la casa y de regre-
so disfrutábamos del ‘vendaje’ o ‘yapa’ (consistente en otra unidad o el apetecido palillo o
bastón), obsequiado por el propietario del local.

Aquello, sin duda alguna, traerá también a la memoria la voz de Olmedo Arroba que por su
radioemisora Universal, a las 04:00, simulaba tocar la puerta de sus compadres para ofre-
cerles el pan calientito, pan San Gabriel. O el eslogan que repetía la muchachada del barrio
Orellana y del barrio del Salado acerca de la antigua panadería de Carchi y Primero de Mayo,
que decía: “Pan Primero de Mayo, si no lo como, me desmayo”.

85
Las sastrerías constan en la memoria porteña y
conservan sus tradiciones
Incontables artesanos y establecimientos alcanzaron
renombre en la centuria pasada. Ellos asumieron
fielmente la honradez y el cumplimiento que fueron tan
característicos de sus inmediatos antecesores.

Los establecimientos
y personajes identifi-
cados con el ejercicio
de la sastrería en Gua-
yaquil, cuyos nombres
recogen periódicos,
revistas y anuarios
de distintas épocas
de los siglos XIX y XX,
representan un con-
tundente testimonio
del aporte realizado
por esa valiosa activi-
dad en favor del desa-
rrollo comercial de la
metrópoli y de la vida Aníbal Salguero Navas,“sastre a la medida”, según el eslogan de su
e identidad misma de acreditado establecimiento.
sus vecinos. Y como
es un oficio que no ha
desaparecido a pesar de tantos factores adversos de la modernidad, esa acción importante
felizmente continúa vigente.

Curiosos avisos que se publicaban por diarios o que se anunciaban por radioemisoras y los
nombres que aprendimos a atesorar por escucharlos en voces de los mayores de la casa sue-
len avivar la diaria remembranza. Asimismo, el recuerdo del acogedor taller de barrio adon-
de acudíamos de muchachos y jóvenes por el remiendo o la confección de un pantalón, forma
parte de la memoria urbana en la que tienen protagonismo las sastrerías. La fundación de la
Sociedad de Sastres Luz y Progreso, en 1905, robustece igualmente la tradición del gremio.

Cuántos de nuestros lectores habrán leído o escuchado en alguna ocasión sobre la popula-
ridad de los antiguos establecimientos de Juan Lombeida y Juan Ortega R., de fines del siglo
XIX y comienzos del XX; igualmente acerca de La Juventud Elegante, de Carlos Aráuz; Le
Gran Chic, de Toribio Cabezas; y La Moda de París, de N. Garzón Henríquez, con sus acredi-
tados ternos de casimir, palma-beach y alpaca; La Moda Inglesa, de J. Ricardo Gabela; y El
Modelo de París, de Julio Villagrán.

86
Otros nombres afianzados en el recuerdo
colectivo son, sin lugar a dudas, las sastre-
rías y/o confecciones Salguero Navas, Juan
Sánchez R., Taylors Chic, Capito Hnos., Azuay,
Azuaya, Buenos Aires, Idrovo, La Nueva Ame-
ricana, La Nueva Moda, Modern Taylor, Sego-
via, Mayorga, Villagrán, Zurita, La Juventud
Elegante, Montero, Rubio, El Globo, Vanegas
Solís, Puerto Nuevo, Lanafit, Bassil, Dansaab,
Gallardo, Continental, San José, Grancolom-
bia, Lema, Barragán, La Francesa, Kentown,
Vasco, Vélez, Tapia, Silva, Rivera, entre muchí-
simas otras que hacen interminable la lista.

La mayoría ofrecía la confección ‘sobre medida’


de ternos, sacos deportivos, fracs, pantalones,
abrigos y camisas. Ahora hay los que entregan
sus obras ‘sin prueba’ y otros que solo piden 24
horas para trabajar la prenda. En antiguas má-
quinas –como la Singer– y las modernas que po-
seen emprenden su tarea y cortan y cosen telas
de lino, tropical, casimir y cuanta variedad de
géneros existe. Aunque muchos sastres olvida-
ron el dedal y la plancha de carbón, siguen con
la regla, la tiza y las tijeras, que son esenciales en
su labor.

Tampoco la ropa confeccionada –casi industria-


lizada– los ha hecho perder el entusiasmo en su
diaria ocupación. Seguirán entonces los maes-
tros sastres, los obreros de manga, los pantalo-
neros, etcétera, trabajando porque las sastrerías
no pierdan su protagonismo en el diario queha-
cer de la metrópoli guayaquileña, que atesora to-
das las tradiciones que acrecientan su memoria
e identidad.

Sirva esta nota para que el lector incorpore otros


nombres que la falta de espacio nos impide ci-
tar y también ponga en su mente los simpáticos
eslóganes que fueron tan comunes en épocas
pasadas, tales los casos de “La sastrería del caba-
llero elegante”, “El sastre moderno”, “Lo mejor en
confecciones”, y el que patentó la vieja sastrería
Avisos de conocidas sastrerías Orellana, de esta forma: “Se trabaja bien y bara-
guayaquileñas. to. Prueba hace fe”.

87
Numerosos salones y restaurantes forman parte de
la historia citadina guayaquileña
Algunos sitios desaparecieron; otros continúan como
testimonio de las tradiciones que añoran los vecinos de la
metrópoli.

La noticia de Diario El Univer-


so sobre el cierre definitivo del
restaurante Bongo Soda, en 9 de
Octubre y Chimborazo, local que
destacó entre los numerosos de
su género en esta ciudad durante
la segunda mitad de la centuria
pasada, ha puesto en la memoria
de incontables guayaquileños,
compatriotas y extranjeros que
aquí se radicaron, otros nombres
de negocios que igualmente nos
recuerdan las románticas épocas
de sana diversión.

Entre esos sitios que citamos en este breve recuen-


to no podemos olvidar a los que se convirtieron
en referentes por su atención desde los primeros
años del siglo XX, tales los casos de las dulcerías La
Palma, La Colmena, Los Japoneses, salón Maulme,
refresquería La Resbaladera, etcétera. En las si-
guientes décadas aparecieron otros negocios tipo
salones, restaurantes, fuentes de soda, heladerías.
Así: Gutiérrez, Fon Chon, Petit Niza, Fortich, Milko
Bar, Melba, Costa, Roxy, El Rosado, Flamingo, El Tres acreditados
Hueco, El Búho, El Grillo, San Jacinto, etcétera. establecimientos
guayaquileños:
Al llegar otras épocas varios de los tradicionales lugares desaparecie- Fortich, El Piave y
ron, cambiaron de dueños, ubicaciones y algunos como el mismo Bon- La Colmena.
go Soda reanudaron su atención. Tengamos presente los locales de El
Piave, en Chimborazo y Sucre; El Patio Español, en Lorenzo de Garaycoa
y Cuenca; Victoria, en Quito y Aguirre; El Criollo de Andrés, en la vía a Daule; Asia, en Sucre
y Pedro Carbo; Chan Chan, en el mismo barrio, y El Dragón Dorado, cuando estuvo en la av.
Carlos Julio Arosemena Tola.

De igual modo, El Chamizal, de Víctor Manuel Rendón 422; Café Suizo, en Luque y Garaycoa;
Mesón Español, de Víctor Manuel Rendón; Boga Boga, en Vélez y Rumichaca; El Cafetal, de

88
Vélez y Chile; La Palma, otro verda-
dero referente de este tipo, que aún
atiende en Escobedo entre Luque y
Vélez, con una sucursal en la ciuda-
dela Urdesa.

A este inventario incorporamos La


Tonga (Chimborazo y Colón), El Sa-
loncito (Boyacá 1218), París (Pedro
Carbo y Francisco de Paula Ycaza),
Trocadero (Francisco de P. Ycaza 216
y Pichincha), Madisson (Luque 619),
Mariachi (Cap. Nájera y Cacique Álvarez) y Savoy (Escobedo y 9 de Octubre). Asimismo,
Asthur (Vélez y Boyacá), Niza (V. M. Rendón y Baquerizo Moreno), Alí Babá (Diez de Agosto y
Rumichaca), Montreal (Pedro Moncayo y Primero de Mayo), Derby (9 de Octubre y Lorenzo
de Garaycoa) y El Cielo, frente a Diario El Universo, en Escobedo y 9 de Octubre.

También, nombres populares como los de los restaurantes Mieles, el del Colorado, La Hora
Sabrosa, Aquí me quedo, Facundo, Americano, Bolivesco, el del Bigotón Palacios, La Flor
del Camino con su yaguarlocro, y las parrilladas De Olmos y Los Checitos, esta última en
Rumichaca y 9 de Octubre y posteriormente en Pedro Pablo Gómez y Lorenzo de Garaycoa.

El Bongo Soda, un referente

Entre añoranzas, Armando Kronfle señala que su hermano Edmundo, en 1949, abrió el
Bongo Soda en una casa de madera de la avenida 9 de Octubre al salir a Córdova (acera
norte). Luego hubo un cierre temporal hasta 1952 en que se reanudó la atención en la acera
sur de su antigua ubicación, abajo de la clínica Parker, hasta 1959.

Armando Kronfle reinauguró el Bongo Soda en abril de


1998 al lado de su penúltima ubicación, con almuerzos,
platos típicos y los tradicionales helados y cebiches que
lo hicieron famoso. Entre los clientes en el Bongo Soda
constan José Vicente Trujillo, Abdón Calderón Muñoz,
Rodrigo Borja –cuando visitaba la metrópoli–, y otros.
Cantinflas, Angélica María, Sara Montiel, Rita Macedo,
Ernesto Albán visitaron el Bongo Soda al llegar a nues-
tra ciudad.
El Bongo Soda, de
Armando Kronfle, En el Bongo Soda se hicieron tomas de una de las coproducciones fíl-
tuvo la preferencia micas ecuatoriano-mexicanas. La difícil situación por la que atraviesan
de guayaquileños negocios de este tipo obligó a que el 25 de febrero pasado Armando
y extranjeros que Kronfle cerrara el Bongo Soda, un lugar donde intelectuales, artistas,
visitaron la ciudad dirigentes políticos y otros profesionales iban en busca de tranquilidad
con la tertulia matinal o vespertina que avivaba los recuerdos de una
ciudad en progreso, pero con vida tranquila y sin asfixiante prisa.

89
Los carnavales sesentones que tuvieron como
escenario nuestra ciudad y que apuntaron a la
conservación de la cultura y buenas costumbres
Números como los bailes de disfraces, la elección de la
reina del carnaval y del dios Momo ya no existen ahora y
son parte del pasado.
En los días de los
carnavales sesentones
hubo desfiles y
comparsas.

Cuando las vías terrestres


y otros factores cotidianos
aún no permitían el éxodo
masivo de los habitantes de
Guayaquil hacia los balnea-
rios y otros sectores del país
con motivo del carnaval,
muchos vecinos y numero-
sas instituciones se preparaban con tiempo para tales festejos.

Organizaciones barriales, sociales, culturales y deportivas preparaban torneos galantes


para elegir reinas de carnaval y otras dignidades simbólicas. Así lo hacían en la década del
treinta, del siglo pasado, la Asociación General de Empleados que nombraba Señorita Car-
naval y el Club de Trabajadores Guayas que designaba reina, dios Momo y en su baile de
disfraces solo permitía jugar a los invitados con flores, confites, olores (perfumes) y ser-
pentinas.

Algo semejante realizaba el Centro Social Comercio que elegía la Princesa de la Alegría; la So-
ciedad de Carpinteros que exaltaba la ‘directora’ de la fiesta, y el Comité de Peluqueros que
proclamaba su soberana de carnestolendas, como también le llamaban al carnaval. En suma,
no había entidad que se quedara sin organizar y ofrecer su fiesta de disfraces o de la piñata
al compás de las orquestas de la época: Mestanza, Blacio-Morel, Silva, Rolando, entre otras.

Artículos para carnavaleros

Aunque tenían la precaución de aconsejar a sus clientes que colaboren con la culturización
del carnaval por medio de un juego ‘decente’ y ‘tranquilo’, los comercios ofrecían una varie-
dad de artículos para que los jugadores la pasen de lo mejor en los tres días de fiestas: mix-
tura, gorros, antifaces, perfumes, lanza serpentinas, globitos, chisguetes, aguas de colonia,
talcos perfumados, lociones, etcétera.

90
Los infaltables globitos Zaruma y Payaso eran los más utilizados a la hora de
jugar carnaval con agua entre familiares y vecinos.

Las boticas y perfumerías igualmente ofrecían productos afines a su actividad. Los alma-
cenes Lilita, de Arístides Antepara; Durango Hnos., Luis Palomeque, Enrique Alemán, An-
tepara & Palomeque, Chiriboga & Valdivieso, Joaquín Arias y otros, hasta cuando cerraron
sus puertas, mantuvieron la costumbre de comercializar aquellos productos. En la línea de
globitos, varios nombres nos ofrecen añoranzas: Zaruma, Fénix, Diana, Águila, Venecia, H.B.,
María Eugenia, entre otras marcas.

Curiosos casos

A lo largo de los años fueron muy esperados los bailes de car-


naval del American Park, Barrio del Astillero y de institucio-
nes guayaquileñas y colonias extranjeras. Hubo la ocasión en
que el Teatro Victoria ofreció un baile de ingreso gratis para
señoritas, un sucre para caballeros y 0,30 para los especta-
dores de galería. No faltaron las autoridades que prohibieron
el juego brusco de carnaval y buscaron que quienes desea-
ban hacerlo con agua y anilina lo realicen ‘casa adentro’.

Hubo, asimismo, exasperados jugadores que si la víctima


no pagaba la ‘multa’ o ‘cupo’ de un sucre, cumplían la ame-
naza del baño con el balde de agua o iba a la poza. Incluso
dueños de vehículos (camionetas, camiones) los alquila-
ban para que los carnavaleros recorran las calles lanzan-
Disfrazado carnavalero. do globos o arrojando agua a los distraídos transeúntes.

91
Los tradicionistas de la ciudad y su importante labor
por mantener vivas la memoria y las tradiciones que la
identifican ante sus hermanas del Ecuador y del extranjero
Para satisfacción y orgullo de la ciudad decidida a mantener
latente el conocimiento de sus costumbres y tradiciones, hay
numerosos compatriotas dedicados a tan encomiable labor.
Guayaquil, una ciudad rica en historia, costumbres y tradiciones, se esfuerza porque aquellas
no caigan en el olvido, pese a la arremetida de un mal entendido modernismo que intenta
desaparecer aquellos testimonios de identidad, folclore y memoria colectiva.

En esa labor de rescate y difusión que lleva al conocimiento de los personajes y hechos del
Guayaquil de antaño, los llamados tradicionistas tienen un importante protagonismo que es
justo destacar en todo momento.

Nombres como los de Modesto Chávez Franco, José Gabriel Pino Roca, José Antonio Campos
Maingón, Carlos Saona Acebo, Carlos A. Rolando Lobatón son parte de una extensa lista de
los tradicionistas de Guayaquil. También constan Rodrigo Chávez González, Rodolfo Pérez Pi-
mentel, Guido Garay Vargas-Machuca, Jenny Estrada Ruiz, Hugo Delgado Cepeda, Hugo Váz-
quez y Almazán, Alberto Guzmán Rodríguez, y los también historiadores Julio Estrada Ycaza,
José Antonio Gómez Iturralde, Melvin Hoyos Galarza y Elías Muñoz Vicuña.

Además, Ángel Véliz Mendoza, Jorge Pérez Concha, Katia Murrieta Wong, Alberto Sánchez Va-
ras, Germán Arteta Vargas, Jorge Martillo Monserrate, Wilman Ordóñez Iturralde, Alejandro
Guerra Cáceres, Jaime Díaz Marmolejo, Francisco Santana Segura, Ángel Emilio Hidalgo y mu-
chos otros que con múltiples publicaciones han fortalecido el rescate y difusión de la memoria
porteña sin poseer el reconocimiento oficial como tradicionistas de nuestra querida ciudad.

Otros autores de distintas épocas que no hay que olvidar por su aporte son Manuel Gallegos
Naranjo, Víctor Manuel Rendón, Camilo Destruge, Emilio Gallegos Ortiz y María Angélica Cas-
tro de von Buchwald. Además, Carlos Matamoros Jara, Jorge Sánchez, Agustín A. Freire, Sonia
Navarro y Olga Valverde de Caputi, Gonzalo Sotomayor Navas y Justino Cornejo Vizcaíno, pues
con abundante o escasa obra pero seria y dispensadora de conocimientos también nos acer-
caron a la rememoración de las tradiciones de la urbe guayaquileña.

Como testimonio de lo apuntado, aquí ofrecemos un breve recuento de autores y obras:

Modesto Chávez Franco José Antonio Campos Recogiendo mis pasos


Crónicas de Guayaquil Cosas de mi tierra Rodolfo Pérez Pimentel
antiguo Cintas alegres, etcétera El Ecuador profundo: mitos,
José Gabriel Pino Roca Carlos Saona Acebo, historias, leyendas, recuerdos,
Leyendas y tradiciones de Rielando en un mar de anécdotas y tradiciones del
Guayaquil recuerdos país

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Gómez

Murrieta

Arteta

Ordóñez Santana Martillo Hoyos

Jenny Estrada Ruiz Guayaquil Historias, costumbres y


Del tiempo de la yapa Rodrigo Chávez González recuerdos de una generación
Guido Garay Columna ‘A través de mi lupa’ inolvidable
Estampas de Guayaquil en Diario El Universo Jorge Martillo Monserrate
Recuerdos de un viejo Hugo Delgado Cepeda La bohemia en Guayas y otras
guayaquileño Crónicas Vicentinas historias crónicas
La música en el Guayaquil Incontables artículos en diarios Guayaquil de mis desvaríos
antiguo y revistas de Guayaquil Francisco Santana Segura
Alberto Guzmán Rodríguez Germán Arteta Vargas Ecuador escondido
Al compás de los recuerdos: Guayaquil Nostálgico Wilman Ordóñez Iturralde
sencillamente Guayaquil Personajes populares de Del litoral al puerto
Hugo Vázquez y Almazán Guayaquil Katia Murrieta Wong
Crónicas y canciones del ¡Qué chévere! (Juegos Estampas de Guayaquil
Guayaquil que se fue populares infantiles) Expresiones del Folklore
José Antonio Gómez Iturralde ¡Qué oficios aquellos! Costeño
Diario de Guayaquil Melvin Hoyos Galarza
Crónicas, relatos y estampas de Los recuerdos de la iguana

93
Todavía nos quedan algunos de los oficios y
profesiones que proliferaron y fueron vitales para el
desarrollo de la ciudad antañona

Aferrados a su noble accionar, aún se agrupan en buen


número aquellos compatriotas que ejecutan oficios
que para más de un vecino ya formaban la lista de las
ocupaciones extintas.
En nuestro medio laboral
actual despierta curiosidad
el uso de vocablos otrora
comunes como “pega”, en
referencia a la ocupación de
alguna persona o el “corteo
y tanteo”, especie de balance
e inventario de último mo-
mento para conocer cómo
iba la economía de la empre-
sa o negocio.

También el clásico “suplido”


o “miércoles de suplido”, que
era el adelanto de una parte
del sueldo, solicitado por el
empleado u obrero para al-
gún imprevisto. Sucede algo
parecido cuando con oficios
y profesiones que caye- Un carretonero en uno de los pasos elevados del Guayaquil
ron en el olvido. actual pone en el recuerdo a sus colegas de antaño, aunque
su vehículo ya cuenta con modernas llantas para más rápida
Es, pues, extensa la lista movilización.
de aquellas ocupaciones
y actividades desempeñadas por obreros y profesionales que ayudaron a consolidar la
prestancia comercial del Guayaquil de los dos últimos siglos.

Sugieren sabrosas añoranzas los sombrereros, breteros, escribanos, jiferos, taquígrafos, te-
legrafistas, aurigas, barreneros, destajeros, vagoneros, afiladores de cuchillos, soldadores de
utensilios domésticos, basteadores de colchones, cacahueros, escogedoras de café, charolado-
res, cuadrilleros, rozadores, fogoneros, carpinteros de banco y de ribera, alfareros y afinado-
res de piano.

También el abromiquero, que se dedicaba a recoger los desechos humanos de las casas

94
porteñas en tiempos en que se carecía del al-
cantarillado; los aguadores, quienes proveían
el agua para consumo de las familias desde el
río o las fuentes y pozos existentes, en años
en que había ausencia del líquido potable con
cañerías. Además, los carretoneros, es decir,
los conductores de carretas en las décadas
que la carga y descarga de productos deman-
daban su aporte, porque la transportación
vehicular era incipiente.
Telefonista en plena actividad.
Otros oficios, aparentemente en extinción,
subsisten, pero sin la demanda de antaño:
ahí los plateros, doradores, charoladores,
talabarteros y marroquineros, etcétera, que
enfrentan el desarrollo de la industria y el
uso de novedosos materiales, determinando
que la gente cambie sus costumbres y, por
rapidez y economía, prefiera -caso de ciertos
muebles- comprarlos de plástico antes que
encargar su confección a un ebanista.

Sin embargo, desafiando los tiempos conti-


Cacahueros durante su labor. núan los sastres, pantaloneros y obreros de
manga, junto con las bordadoras y camise-
ras. Para ir de la mano con el dinamismo del
lenguaje, ciertos oficios u ocupaciones cam-
biaron de nombre. Son ejemplo la niñera de
estos días, que equivale a la nodriza o crian-
dera, que era común hasta la mitad del siglo
pasado. La denominación de pulpero quedó
atrás y surgió la de tendero, para referirse
a quien es dueño o despacha en una tienda,
llamada pulpería por el vecindario de hace
décadas.
Tienda comercial.
Como en ciertos hogares aún se usan colcho-
nes de lana, que no nos extrañe que el jefe
de familia busque al basteador –de los pocos
que quedan– para que con piola y agujeta en
mano le dé un ajuste al indicado utensilio. Ni
tampoco, si ante el apuro de una parturien-
Estampa del ta, se reciba en casa a una comadrona para
aguador. ayudar a nacer al nuevo miembro de la prole.
Tantas situaciones que se inscriben en el libro
de las remembranzas de la ciudad.

95
El río Guayas es otro hermoso ícono-emblema del
paisaje guayaquileño
Esta fuente milenaria que da prestancia a la ciudad,
siempre ha sido motivo de inspiraciones para los poetas
y compositores musicales que contemplaron sus aguas.

El río Guayas junto a la ciudad de Guayaquil, es una permanente inspiración


para los poetas.

Desde tiempos primigenios el caudaloso río Guayas, que se identifica con Guayaquil, segu-
ramente atrajo la atención de quienes vivieron en sus feraces riberas o se deslizaron felices
sobre el lomo de sus aguas a lo largo de su curso rumbo al mar para admirar la hermosura
de los contornos.

Siempre fue así hasta que en la colonia y etapas siguientes nuestros compatriotas y los ex-
tranjeros visitantes de esta ciudad, perpetuaron aquella admiración en las descripciones de
viaje que redactaron y en las obras literarias (prosa y verso) inspiradas por la contempla-
ción del paisaje que enmarca el río.

Lo consigna Abel Victorino Brandin en 1826: “La situación de Guayaquil es demasiado agra-
dable y dichosa, y tal que algún día será una nueva Tiro o Albión, por la extensión y la riqueza
de su comercio. La naturaleza ha hecho todo por su feliz posición, el río de Guayaquil,... etcéte-
ra.” (Publicación de Eliecer Enríquez, 1946).

También el hermoso poema del escritor Kléber del Pozo, uno de cuyos versos dice: “¡Río
Guayas!,suave... manso,/ te deslizas lentamente/ por la plácida corriente/ entre flores y palme-
ras... / Y tus aguas bienhechoras/ son gentiles portadoras/ de un himno nuevo y sonoro,/ que
hace magnífico coro/ con las olas estruendosas de los mares./”.

96
Igualmente la creación de la maestra y escritora guayaquileña Inés Asinc de Ching: “Los
siglos han pasado/ y te han herido. /Estás más viejo y sabio, / más solitario, / pero sigues
diciéndole/ tu arrullo a la comarca/ dulce que un día desposaste”.

En general, suman muchísimos los textos literarios e históricos que resaltan a plenitud las
bondades del milenario río Guayas, símbolo de la identidad guayaquileña. Tomamos algunos
de ellos para recordar ese homenaje perenne a la fecundidad y belleza tan particulares que él
encierra.

CANTOS AL RÍO GUAYAS Interminable, estás al mar saliendo


Río Guayas, cargado de horizontes
Salve opulento y majestuoso río: y de naves sin prisa descendiendo
a tu vista imponente tus gibas de cristal, líquidos, montes.
arrebatada mi ardorosa mente Jorge Carrera Andrade
y de entusiasmo hirviendo el pecho mío, (quiteño, 1903-1978)
el estro exhala un canto sonoroso
y te saludo ¡oh Guayas caudaloso! A cantarte Gran Padre hemos venido.
Vicente de Piedrahíta Maleable metal, rebelde plata:
(dauleño, 1834-1878) Son los hijos del mangle solitario
los que a tus aguas y a tu frente cantan.
Fuente inmensa de vida cuyo beso ¡Salve Guayas por siempre legendario!
fecunda dilatadas regiones: Río yunque con selvas de balandras,
símbolo eres, augusto, de poder y bondad, Donde siembra el playero un canalete:
¡pues favores derramas sin buscar recompensas, Su semilla de paz y de esperanza.
con un noble sentido de paternidad! Alejandro Velasco Mejía
Efraín Pérez Castro (guayaquileño, 1915-2008)
(guayaquileño, 1912-2001)
¡Río Guayas caudaloso!...
Orquesta sinfónica a lo largo Tu murmullo bullicioso
de todo el Malecón guayaquileño: Forma un concierto lejano
va cantando al comercio y a la urbe Con la vida exuberante
y sus ondas son cantos que engrandecen De una ciudad palpitante
a la ciudad que en su ribera crece. Que levanta en alto
Margoth Reyna de Cartwright El pendón ecuatoriano.
(guayaquileña, 1913-2010) Kléber del Pozo
(guayaquileño)
La voz del río es lenta, la voz del río es grave,
el patriarca barbudo viejas historias sabe. Los siglos han pasado
Hay en las vibraciones de sus rudos acentos y te han herido.
ecos de tempestades y rugidos de vientos Estás más viejo y sabio,
y voces de las nieves de los montes lejanos: más solitario,
en las límpidas fuentes y en los negros pantanos, pero sigues diciéndole
el agua que fue nube y el agua que fue hielo tu arrullo a la comarca
se dicen en secreto la nostalgia del cielo. dulce que un día desposaste.
Wenceslao Pareja Inés Asinc Ramos
(guayaquileño, 1880-1940) (guayaquileña, 1940)

97
Términos antañones del habla popular que hacen su
aparición en el hablar común del vecindario porteño
A pesar del constante cambio de nuestro lenguaje
cotidiano, que incluso recoge términos del argot
moderno y extranjero, siempre hay alguna ocasión para
escuchar aquellos que fueron comunes en el diálogo de
los mayores de nuestra familia y población.
Esta nota ‘refresca memoria’ es apenas
un ligero encuentro con algo del folclore
moribundo de tipo lingüístico. No se trata,
pues, de un estudio del idioma ni tampoco
el inventario completo de esas palabras
que se quedaron entre nosotros o desapa-
recieron de un momento a otro, dejando
el sabor de su recuerdo.

Representa una remembranza volande-


ra que justifica de cierta manera aquello
del dinamismo del lenguaje, que si bien
adopta términos que se arraigaron en el
decir popular también descarta otros por
considerarlos arcaicos.

Con estos antecedentes y a propósi-


to también de las nuevas palabras que
acaba de incorporar la Academia de
la Lengua Española a su monumental
Diccionario, rememoramos un grupo de Muchas palabras que fueron usadas en el
términos muy usados en las décadas de Guayaquil de los siglos diecinueve y veinte,
la segunda mitad del siglo XX, que fueron todavía hacen aparición en las conversaciones
tan comunes para el pueblo sencillo e in- citadinas.
cluso entre quienes, como ahora, cuida-
ron su manera de hablar y escribir.

Extensa lista

Sin desestimar un buen número de ecuatorianismos como chacota (desorden, bulla, riso-
tada), acholar (avergonzar, amilanar), encamotado (enamorado), etcétera, pongamos en la
memoria que cuando llegaba el invitado al festejo del ‘santo’ de cualquier miembro de la
familia, aquel exclamaba entre sonrisas frente al agasajado: ¡Te traje la cuelga (regalo) aun-
que estoy sin pega (trabajo)!

Así como cuelga y pega fueron muy usuales en nuestro medio, otros modismos y expresio-

98
nes tuvieron vigencia por largo tiempo en el siglo pasado y algunos de ellos llegaron hasta
nosotros y siguen en uso, aunque sin la intensidad de antes.

Para ejemplo entonces los términos trastos (muebles y enseres de casa), fámula (sir-
vienta), agraciado (favorecido en algún sorteo), alhajas (joyas), munícipes (concejales),
diarismo (periodismo), caramitad (esposa-mujer), chamba (trabajo), chirona (cárcel) e
institutor (profesor).

En la conversación citadina y en las noticias y avisos de los periódicos de distintos años del
siglo XX, se manejaron voces que en la actualidad suenan ridículos, raros u obsoletos para
muchos jóvenes que defienden su predominante argot.

Decir chauchera en vez de portamonedas resultó tan común como decir cháchara, por
burla; zampar, en lugar de castigar o propinar golpes; bataclanera, para referirse a una
bailarina de salón o vedette; perniciosa, refiriéndose a la tifoidea; y cleresía, en torno al
sacerdocio en general.

Lo mismo ocurría cuando se tomaba el término futre para señalar que alguna persona es-
taba muy elegante; jachudo, al calificar a alguien como terco, necio o desobediente; culingo,
sobre una prenda cuyas medidas de largo y ancho no encajaban con las de su propietario; y
facha, en referencia al aspecto de una persona.

Y qué decir de camastrón, que calificaba a un individuo de lento y perezoso para acometer
una tarea; lambón, a aquel personaje servil y adulón; cufiar, es decir el acto de espiar, mirar
u observar; y orondo, por presuntuoso y tranquilo de sí mismo.

Esto apenas, una pequeña muestra de la inagotable cantera de palabras que identificaron
a varios momentos de épocas añoradas por nuestros mayores y que hoy representan las
tradiciones que nos identifican. No dude el amigo lector en agregar las palabras que recordó
al revisar estos breves apuntes.

PALABRITAS Jumo: borracho, ebrio. Paletó: gabán de paño grueso


Postemilla: acceso en las y largo.
Apañar: recoger. encías. Empavesado: adornado.
Arrumar: amontonar cosas. Retrete: excusado, servicio Comentos: comentarios.
Culillo: miedo por algo. higiénico. Puñadas: trompadas, golpes,
Yapa: obsequio o agregado Remesa: envío de una cosa. manotazos.
que daban los comerciantes Porrazo: golpe. Ocurra: asista, vaya.
y tenderos de barrio a sus Tahúr: aficionado al juego. Desposarse: casarse.
asiduos clientes. Sedería: género o prenda de Incoar: comenzar alguna cosa.
Suplido: anticipo, seda. Vindicar: vengar, defender.
especialmente de carácter Magulladura: contusión, golpe. Fifiriche: flaco, insignificante.
monetario que se hace por Desollar: quitar la piel del Sobretodo o encauchado:
algún trabajo. Es un adelanto cuerpo. abrigo impermeable para
del total a pagarse. Calafate: carpintero de ribera. defenderse de la lluvia.

99
Nombres y apellidos que se emplean en el
argot popular para indicar el estado de ánimo de
familiares, amigos e interlocutores

Con picardía y gracejo hay quienes prefieren


usar apelativos de identidad para indicar
el comportamiento, las vicisitudes y otras
características de las personas que los rodean.

Algunos guayaquileños
echan mano a conocidos
nombres y apellidos para
expresar situaciones
habituales de sus
congéneres.

El vocablo ¡mandarina!, cuyo uso en


nuestro medio se generalizó en los
últimos tiempos, pues lo utilizan pa-
rientes y amigos para molestar a sus
similares que según ellos están su-
jetos a las órdenes de esposa o ‘jefa’
de la casa, nos recuerda a otro grupo
de sustantivos y adjetivos, pero espe-
cialmente nombres y apellidos que
jóvenes y mayorcitos de ambos sexos
emplean en la conversación diaria
para señalar defectos y virtudes de
personas, estados de ánimos, fenómenos naturales, etcétera.

Dichas locuciones las escuchamos incluso en quienes presumen de ‘leídos y escribidos’, por-
que no pueden mantenerse al margen del dinámico y pegajoso argot popular que sepulta,
renueva, rescata y revive tantas expresiones vinculadas con el folclore, que en su amplísima
gama incluye al que es motivo de esta nota volandera, el lingüístico, que abarca cuentos, di-
chos, trabalenguas, refranes, sentencias y otras novedades propias del lenguaje, revelando
además algunos ecuatorianismos y testimonios de nuestra cultura popular.

Tan repetido como es ahora ¡mandarina!, siempre lo ha sido ¡Juan Piguave!, que sirve para
reclamar por aquellas odiosas discriminaciones económicas y sociales que aún se ven: ¡A
Juan Piguave sí le cobran la entrada, pero a ese ricachón le dieron pase libre! Y conste que sí
existen compatriotas con tal nombre y apellido, que tuvieron y tienen que acostumbrarse a
escuchar las expresiones admonitorias en las que se los alude frecuentemente.

100
Otros apellidos

Anchundia (que tiene barriga y cuerpo voluminosos: ¡Se lo ve Otras de las populares expre-
bastante Anchundia!). siones que se refuerzan em-
pleando conocidos apellidos
Bajaña (pequeños de estatura: ¡Sí, el amigo pertenece a la son, por ejemplo: ¡Está fuerte
familia Bajaña!). Solano! (para indicar que el sol
hace estragos con sus rayos) y
Bejarano (una persona anciana: ¡Uff, creo que ya es Bejarano!). ¡Abrígate que Pacheco no per-
dona! (en alusión al frío que
Chávez (que indica si se conoce algo: ¿Chávez o no Chávez?). sentimos en las mañanas y no-
ches de verano).
Chiriboga (sin dinero, chiro: ¡Nada de sueltos, hermano, ando
Chiriboga!). Y qué decir de la ¡familia Mi-
randa! (refiriéndose a esas
Clavijo (de cabellos lacios y parados: ¡Habla, Clavijo!). personas que salen a recorrer
puestos, almacenes y los malls
Contreras (persona que siempre lleva la contraria, se opone a del centro, ‘bahía’ y otros sitios
todo: ¡Llévalo a la reunión, pero recuerda que pertenece a los de la ciudad, entran, observan
Contreras!). las vitrinas, preguntan, pero ja-
más compran). Quizás, en res-
Delgadillo (flaco, falto de peso: ¡Pasa, tú sí cabes, eres puesta a esta última situación
Delgadillo!). un vendedor callejero respon-
dió a su colega que le preguntó
Gilberto (alguien que es algo tonto, distraído: ¡Ese pana es cómo le iba con la venta: ¡Estoy
bastante Gilberto!). Barahona, compadre, todos
son familia Miranda!
Gordillo (gordo, pasado de libras: ¡Tu primo luce Gordillo!).
Recordemos que Barahona se
Lorenzo (en alusión al hospital psiquiátrico Lorenzo Ponce: lo sugiere como varado, sin sa-
¡Pareces Lorenzo, hablando solo!). lida de mercadería. El primero
replicó: ¡No se ponga Cabrera,
Molestina (alguien que es molestoso y ‘cargoso’: ¡No lo traigas, que ya mismo cae algo! Este
es demasiado Molestina). último apellido lo mencionan
para indicar contrariedad, dis-
Montúfar (de origen campesino costeño: ¡Su papá también es gusto, como décadas atrás lo
Montúfar!). hacíamos con el término Pica-
dilli, para sentenciar a los ‘pi-
Noriega (negación de una cosa: ¡Noriega ñaño, primero muerto!). cados’ o ‘protestones’ que no
aguantaban las bromas.
Peláez y/o Calvache (alguien de escaso cabello o calvo: ¡Se lo
ve bastante Calvache!). Invitamos, pues, al amigo lec-
tor a incrementar esta lista que
Rocafuerte o Rocapeña (tacaño, poco desprendido: ¡Uf, aquel nos lleva por el camino del re-
vecino es Rocafuerte, pues jamás colabora!). cuerdo.

101
Las fiestas octubrinas de nuestra metrópoli siempre
han sido un esperado espacio para las demostraciones
de verdadero civismo, la entrega de nuevas obras y los
espectáculos artísticos de raigambre popular
La ciudad compartía su alborozo con los visitantes, que se
sumaban a los programas que organizaban toda clase de
instituciones. El embanderamiento era ineludible y los barrios
ofrecían distracciones populares.
Tal como ocurrió y todavía
sucede con las festejos ju-
lianos de la metrópoli en
conmemoración de su fies-
ta patronal y de su asiento
definitivo en las faldas del
Santa Ana, los que evocan la
jornada octubrina de 1820
también ofrecen programa-
ciones de exaltación que se
complementan con actos de
esparcimiento popular.

Desde muchas décadas atrás


las instituciones del Estado
y la Municipalidad porteña, Las fiestas octubrinas, espacio para el civismo, la diversión
Fuerzas Armadas, Cuerpo de y entrega de obras El Paseo de las Colonias se inauguró con
Bomberos y demás entida- motivo de las fiestas octubrinas de 1931.
des públicas y privadas, edu-
cativas, culturales, artísticas, deportivas, barriales, etcétera, han trabajado afanosamente para
que los festejos de su gesta libertadora tengan el éxito acostumbrado y que el homenaje a sus
próceres sea la verdadera demostración de civismo.

Gratos recuerdos guardan los vecinos de la ciudad de los desfiles escolares y colegiales y la
parada militar en la avenida Nueve de Octubre; asimismo, de los corsos de flores, el desfile
de antorchas y los ejercicios de agua de los bomberos, las regatas en el Guayas, las ferias
agropecuarias y ganaderas con presentaciones de artistas, los circos y otros espectáculos
que reunían a la población deseosa de esparcimiento.

Incluso los almacenes de telas y ropa confeccionada, artículos de belleza y más accesorios
personales tenían en octubre otro motivo para mejorar sus ingresos con las ventas y ofertas
para damas y caballeros. Pocos eran los hogares donde sus integrantes se privaban de estre-

102
nar vestidos, camisas, ternos y zapatos para lucir elegantes durante las fiestas de octubre.
Nadie escatimaba la compra de una bandera para lucirla con orgullo en el balcón de su casa.

Una muestra de que este mes era propicio para la entrega de obras de utilidad para la pobla-
ción fueron una vez más la inauguración del Conservatorio de Música en la planta superior
del Palacio Municipal (1928), bajo la dirección de Pedro Pablo Traversari; Paseo de las Colo-
nias (1931), y la de la central telefónica y automática del Benemérito Cuerpo de Bomberos
(1939) durante la jefatura del coronel Aurelio Carrera Calvo.

Como acontecimientos culturales se recuerdan la proclama-


ción de las reinas de la Prosa y del Verso a Bertha Cedeño de
Espinel y Aurora Estrada de Ramírez (1928), la visita que hizo
la poeta mexicana Rosario Sansores (1967), apertura oficial
del nuevo edificio del Museo Municipal de Guayaquil (1971),
con la asistencia del presidente José María Velasco Ibarra. En
cambio, en 1930 se conoció el texto de la declaratoria a Guaya-
quil, como Puerto Limpio Clase A.

En cuanto al arte y entretenimiento popular están el debut de la


cantante Libertad Lamarque (1956) y las actuaciones de Luis
Aguilar, Antonio Prieto, Celia Cruz, los luchadores mexicanos
El Santo y Huracán Ramírez (1966). En las programaciones oc- Libertad Lamarque
tubrinas de 1974 hubo la reapertura de los ya desaparecidos
cines Ponce con el nuevo nombre de Metro, y del Royal, que se llamó Colón.

El deporte también presentó novedades, pues en octubre de 1928 la estrella Electra Ballén
cruzó el estero Salado, y en 1930 la niña Hilda Nila Pinto, de 10 años, cubrió el cruce Gua-
yaquil-Durán, mientras que en 1952 hubo una exitosa maratón de mambo en las pistas del
American Park.

Eventos inusuales originados por la alegría octubrina fueron el viaje en 1930 de un


joven asno ecuatoriano de 60 libras que lo llevó desde Santa Elena a Cristóbal, Pana-
má, el piloto Laurens Claude, de la compañía Panagra, marcando un hito en la aviación
continental; y la carrera de
burros en el hipódromo
Santa Cecilia (1947), con
numerosos participantes y
un público que gozó a ple-
nitud del espectáculo.

Las reuniones hípicas


también se programaron
para homenajear a la
ciudad por sus fiestas de
independencia.

103
Los árboles, flores y frutas inspiran hermosos
y variados temas musicales que se escuchan
profusamente
Compositores ecuatorianos y extranjeros dejaron para la
posteridad bellas canciones; sus colegas de la actualidad
hacen lo mismo para solazar el espíritu de la comunidad.

El pasillo El aguacate, un clásico de la música


ecuatoriana, perpetuó el nombre del fruto aunque su
letra solo lo menciona en el título de la composición

Popularísimos temas como el tango El choclo, la


ranchera Copitas de mezcal, el bolero Perfume de
gardenias y la balada Te llegará una rosa ayudan
a confirmar que el campo musical es muy vasto
cuando se trata de ensayar un inventario de can-
ciones con nombres de árboles, flores y frutas.

Aunque hay casos en que la variedad del reino vegetal se queda únicamente con su nombre
en el título de la obra, caso de nuestro hermoso pasillo El aguacate, en otras, por no decir la
mayoría, se detallan a lo largo del texto las cualidades y bondades de la especie que inspiró
al poeta, músico o compositor. Incontables, pues, las melodías en honor de los árboles, flo-
res y frutos que sirven para expresar gratitud, amor, odio, desdén y muchos otros estados
de ánimos, que se vierten a papel escrito y a través de la voz humana y los instrumentos
presentan escuchar su mensaje.

104
Los hermanos
Montecel, cantantes
criollos, grabaron el
valse Bouquet en el
que exaltan la belleza
de las flores.

Para ejemplo contundente allí también el bolero Flores negras, que canta nuestro crédito
Julio Jaramillo, el valse Bouquet, interpretado por los hermanos Montecel y el éxito Flor de
azalea, interpretación de Jorge Negrete y de Javier Solís. Asimismo, Flor sin retoño, inolvida-
ble con la interpretación de Pedro Infante, y el pasillo Claveles blancos, grabado por Olimpo
Cárdenas.

Los ritmos alegres y pegajosos para la diversión siempre estarán en buena cantidad en todo
inventario que se haga: Con un clavelito, La piña madura, Agüita de coco, Besitos de coco,
Tabacomascao, El arbolito, Capullito de rosa, Plátano maduro y Rosa blanca, que en ritmo de
cumbias, guarachas, porros y merengues solemos escuchar a diario en las voces de cotiza-
das orquestas del país y exterior.
Otros temas
Los temas ecuatorianos tienen presencia con otros hermosos
Perfume de gardenias, pasillos y divertidos pasacalles, albazos y sanjuanitos: Palme-
bolero, de Rafael ras, Lirios marchitos, El rosal, Bajo los almendros, Las flores, El
Hernández. baile de arroz quebrado, El canelazo, Leña verde y La flor de gra-
nadilla, que tornan completamente festivo cualquier ambiente
Endechas, pasillo, de familiar. Como algo curioso hay que consignar que la rosa en
Enrique Ibáñez Mora. sus numerosas variedades es una de las especies vegetales que
ha inspirado gran cantidad de temas en épocas antiguas y en
Los laureles, ranchera, tiempos contemporáneos.
canta Lola Beltrán.
El lector puede embarcarse en la remembranza y proponer
Lirios marchitos, otros títulos de canciones dedicadas al mundo vegetal, sin olvi-
pasillo, cantan los dar eso sí las baladas Como violetas, con Nicola Di Bari, Un beso
hermanos Montecel. y una flor, con Nino Bravo; Murió la flor, con los Ángeles Negros;
y, por supuesto, nuestra divertida tonada La naranja.

105
El pincel del artista José Peñaherrera Bermeo sigue
pintando el rostro del inolvidable cantante Julio
Jaramillo
Sin hacer ostentación de haber
estado muy cerca del inolvida-
ble cantante Julio Jaramillo y de
compartir con él más de una no-
che de bohemia en el recordado
Rincón de los Artistas, bajo la pa-
triarcal figura del ‘capitán’ Pedro
Espinoza en su local de Esmeral-
das y Gómez Rendón, José Peña-
herrera Bermeo prefiere hablar
de las veces que como pintor y
retratista le tocó plasmar la figu-
ra del afamado intérprete guaya-
quileño, tarea que aún le resulta
gratificante hacerla.

Peñaherrera cuenta que son


numerosos los retratos al óleo,
acuarelas, pasteles y caricaturas
que ha pintado del ‘Ruiseñor de
América’. Los hizo cuando traba-
jó en Ifesa y era el encargado de
realizar las portadas de los dis-
cos de larga duración que ponía
a circular esa empresa; asimis-
mo, durante su permanencia en
Diario El Universo, que editó un
especial sobre la vida y obra del
personaje. Otros fueron por en-
cargo de amigos y admiradores
de JJ, entre los cuales sobresalía
Armando Romero Rodas. José Peñaherrera muestra los diferentes
retratos que ha pintado del cantante Julio
Los retratos que no se entregaron Jaramillo.
En torno a la historia de la confección de
un retrato que directamente se lo solicitó Julio Jaramillo pocos meses antes de su muerte,
recuerda que con especial entusiasmo puso manos a la obra, pero que lamentablemente por
el inesperado fallecimiento del cantor se quedó con la pintura. Después Pepe Jaramillo tuvo
por breve lapso el cuadro y lo devolvió para que le hiciera una copia, que gustoso comenzó
a prepararla. Penosamente, el hermano de Julio también murió sin recibir el encargo.

106
Carátulas de los discos
de Julio Jaramillo
ilustradas por pintor y
caricaturista Andrés
(José Peñaherrera
Bermeo).

La elaboración de las portadas en Ifesa para los discos de JJ y la simpatía por sus inter-
pretaciones hicieron que ilustrador emprendiera en una colección que sobrepasó los 200
volúmenes, pero que lamentablemente fue disminuyendo porque al prestarlos a amigos,
coleccionistas, etcétera, quedaron olvidados y jamás regresaron donde su dueño. Aunque
añora esa parte de su patrimonio espiritual, nunca deja de compartir novedades musicales
y sus dibujos cuando algún interesado lo busca para tratar acerca del artista.

La guitarra ‘bohemia’
Otro gran legado que el caricaturista Andrés (seudónimo de José Peñaherrera) se apresura
a compartir es la vieja guitarra que fue compañera de los intelectuales, cantantes y artistas
en general que frecuentaban el estudio de arte y publicidad Idea de su hermano mayor Luis
Peñaherrera Bermeo, Robin, en García Avilés
y Luque, durante las noches de bohemia que
sin medir distancia ni integrantes continuaba
hasta muy tarde en el establecimiento de Pe-
dro Espinoza, en medio de música desborda-
da por todos los rincones.

Explica Peñaherrera que el dueño original de


la guitarra fue el compositor manabita Ho-
mero Martínez y la compartía con el ´Negro´
Alfredo Castillo.

Relata el caricaturista que la guitarra quedó


definitivamente con él a partir de algunas
clases que le dio el maestro Homero Martí-
nez, quien resolvió obsequiársela. Asimis-
mo, que fue tal su admiración por JJ -como
hasta ahora- que se apresuró a tomar lec-
ciones para ejecutar el instrumento y cantar
Aficionado a la música, Peñaherrera sostiene los éxitos de su ídolo, al que tuvo cerca, trató
la guitarra que varias ocasiones acompañó y aprendió a reconocer su talento musical y
las noches de bohemia del grupo de artistas e calidad humana.
intelectuales que incluyó a Julio Jaramillo.

107
Las instituciones que integran migrantes radicados
en nuestra ciudad desarrollan una brillante labor
social y cultural
Algunas de estas entidades suman muchos años de
fundación, pero no descuidan el continuo aporte que
aplaude la colectividad.

Promoción del tradicional


tamal lojano, auspiciado
por el Comité de Damas del
“Centro Social Loja”. Era
una costumbre en tiempos
de antaño.
Edificio de la Sociedad de Beneficencia Manabita
en García Avilés y Aguirre.

Para testimoniar que Guayaquil es una metrópoli donde viven personas de otras naciones
del mundo y todo el país, resaltamos la fundación de sociedades de compatriotas ecuatoria-
nos que aglutinan desde tiempo atrás a sus coterráneos y aportan al desarrollo de la urbe.

Manabitas, azuayos, bolivarenses, chimboracenses, riosenses, tungurahuenses, lojanos, es-


meraldeños, etcétera, constan entre los miles de afuereños que llegaron en pos de un futuro
mejor, se quedaron para siempre y procrearon numerosas familias.

Asimismo, gracias al espíritu visionario hubo quienes agruparon a sus comprovincianos en


instituciones destinadas a estimular la fraternidad regional y nacional, difundir los valores
históricos, intelectuales y turísticos de sus respectivas circunscripciones, sin olvidar el tra-
bajo fecundo en favor del terruño que adoptaron como propio.

108
Antiguas instituciones como
la Sociedad de Beneficencia
Manabita, fundada el 10 de
mayo de 1888, y la Sociedad
Hijos del Tungurahua de
Instrucción, Recreo y Bene-
ficencia, que nació en abril
de 1923, constan entre las
numerosas agrupaciones de
la ciudad.

Algunas con décadas de


existencia organizan pro-
gramas sociales y cultura-
les, además levantaron sus
propias sedes y mantienen
programas radiales, revistas
y centros de recreación.

Recordemos algunas de es-


tas organizaciones que son
parte de la historia de Gua-
yaquil, ciudad que como lo
dijo el poeta Pablo Hanníbal
Vela es una “ciudad cosmo-
polita, hogar fecundo”.
Sede de la Sociedad Tungurahuense en Clemente Ballén y
Av. del Ejército.

OTRAS ENTIDADES residentes en Guayaquil Asociación Orense


Centro Social Loja
Asociación Hijos de Los Ríos Centro Social Santiago de
Sociedad de Beneficencia e Quimiag
Asociación de Esmeraldeños Integración Hijos del Cantón
residentes en Guayaquil Salcedo Sociedad Liga Obrera Luz y
Progreso, Parroquia de San
Sociedad Azuaya Tres de Sociedad de Beneficencia Hijos Juan (Azuay) residentes en
Noviembre de Guano Guayaquil

Asociación del Chimborazo Centro Social Bolivarense Asociación de Huigrenses


residentes en Guayaquil
Centro Social Chimborazo Centro Unión Cañari
Asociación de Manabitas en
Asociación de Bilovaneños Centro Social Alausí Guayaquil, etcétera.

109
Aquellos tiempos de matriculación que están
cargados de incontables evocaciones
Para los padres y jefes de familia de una u otra manera representaba
algún dolor de cabeza, mas para los niños y jóvenes era el preámbulo
de su futuro aprendizaje y la oportunidad de estar junto a sus maestros
y compañeros.

Un aviso de la imprenta y librería La Reforma


y portada de conocidos textos que usaron los
escolares guayaquileños.

Sin la carga de peripecias que desde hace algún tiempo y por di-
versos motivos afecta a los muchos padres y jefes de familia que
cada año buscan cupos para sus hijos o representados de edad
escolar y colegial, la situación de antaño era algo similar pero sin
el impacto que abona la desesperación en época contemporánea.

Esto último ocurre, entre otros factores, por la falta de cupos de-
bido a la creciente población estudiantil, los altos precios de uni-
formes y útiles escolares e incluso la desconsiderada actitud de
algunos directivos de planteles que exageran sus pedidos de con-
tribución económica y de otra índole a lo largo del ciclo escolar.

En décadas anteriores y posteriores a la mitad del siglo pasado,


si bien los preparativos para el regreso a clases no estuvieron
exentos de problemas, la actitud de dirigentes de planteles, pa-
dres, profesores y hasta alumnos fue bastante distinta. Ejemplo
de aquello fueron las pensiones que los centros educativos man-
tenían en valores normales y nunca exagerados.

Del mismo modo, la lista de libros y útiles escolares guardaba re-


lación con los recursos del hogar del alumno. Se pedía lo que se
iba a utilizar en el periodo de clases, contrario a lo de esta época
en que muchos libros y cuadernos ni se abren o se quedan sin uso
tras emplear un par de hojas.

En cuanto a uniformes, la mayoría de los planteles mantenía los


colores de la tela por apreciable lapso, sin caer en la tentación de

110
cambiarlo con la frecuencia en la que algunos incurren actualmente y que exigen a los re-
presentantes comprarlos ahí mismo so pena de retirarles las matrículas.

En verdad son numerosos los cambios observados dentro del proceso educativo, pero
aquello no altera la esencia de sus principios ni disminuye el alegre panorama de observar
a los chiquillos que con la alegría propia de su edad se alistan cada año para asistir a sus
colegios, aunque sus padres pasen por contratiempos para asegurarles matrícula, pensión,
libros, etcétera.

Mientras aquello sucede entre nosotros para el ciclo 2011-2012, cuántos recordarán el si-
milar ajetreo vivido por ellos y sus padres en marzo y abril de hace varias décadas cuando,
finalizados aquellos ‘cursos de suspensos y aplazados’ se aprovechaban los pocos días que
quedaban para rendir el examen respectivo y buscar matrícula en su mismo plantel y/o en
otros que promocionaban sus bondades por periódicos y radioemisoras locales.

Respecto de los uniformes (camisas y pantalones), estos los con-


feccionaba la modista y el sastre del barrio o la propia madre de
familia, quien acostumbraba tener en casa una máquina de pie
o mano para coser la ropa de su prole. Por último, si el tiempo
apremiaba padres y muchachos se dirigían a Camisería Fierro,
Casa Briz y otros populares almacenes para comprar las ‘para-
das’ necesarias.

Para calzar a los muchachos tampoco había que buscar mucho,


pues allí estaban los zapatos de Evangelista Calero y la Fábrica
Nacional de Calzado, trabajados con cuero y suela que aguan-
taban veranos e inviernos. Los puestos de los alrededores del
Los zapatos de la Casa Mercado Central y los de Diez de Agosto y Rumichaca también
Evangelista Calero tuvieron tenían los clientes asegurados.
preferencia entre sus
similares que se fabricaban Los libros del Escolar Ecuatoriano, Compañerito, Pepín, Ál-
en Guayaquil. gebra Baldor, los cuadernos Ecuador, Conquistador, etcétera,
junto con la Escritura Inglesa y Palmer, el lápiz Mongol y otros
tantos útiles se los encontraba a buen precio en las librerías de La Reforma, Büchner Pérez
Castro, Rodríguez, Editorial Colón, Bazar Santiago, Pepe y demás puestos de libros usados,
que incontable gente todavía evoca con gratitud y cariño.

Las clases diarias en dos jornadas (matutina y vespertina), ofrecían la oportunidad para
que los chicos almuercen con sus padres y comenten las novedades de su trabajo. Eran
tiempos de exámenes orales, sabatinas, coros, revistas de gimnasia, recreos con música in-
fantil y aquellas dulces campanillas de bronce que las cambiaron por ruidosos e intensos
timbres eléctricos.

Para los padres y jefes de familia de una u otra manera representaba algún dolor de cabeza,
mas para los niños y jóvenes era el preámbulo de su futuro aprendizaje y la oportunidad de
ver a maestros y compañeros.

111
El coliseo cubierto Voltaire Paladines Polo es otro
de los edificios emblemáticos de nuestra ciudad
Inaugurado el 30 de mayo de 1963, fue y es el escenario
de masivos actos culturales y religiosos, estivales
deportivos de diferentes disciplinas y de las exitosas
presentaciones de artistas ecuatorianos y extranjeros.

El coliseo cubierto Voltaire Paladines Polo es otra imagen inconfundible de


Guayaquil; recibió el nombre en recuerdo de su impulsor.

Aunque no consta en el inventario de los edificios ‘modelos’ de la ciudad, entre los que es-
tán el estadio Guayaquil, ahora Alberto Spencer, las escuelas 9 de Octubre y Manuel María
Valverde, la piladora que funcionó en los predios de La Atarazana y el cuartel policial de la
avenida de las Américas, el coliseo cubierto de Guayaquil, bautizado después Voltaire Pala-
dines Polo, es una estampa inconfundible de la urbe. El vecindario popularizó el término
“Coliseo Cerrado”.

Se debió al patrocinio de la Federación Deportiva del Guayas y el impulso de Voltaire Paladi-


nes Polo, Gustavo Mateus Ayluardo y otros dirigentes. Su construcción comenzó en 1961 y
concluyó dos años después; el proyecto fue del arquitecto guayaquileño Simón Bolívar Jalón
Feraud y la edificación por la compañía de construcciones Guayaquil.

Datos de la obra resaltan lo siguiente: estructura de hormigón armado (3.600 m3), de 6.000
m2 de paredes de ladrillo, de un diámetro de 75 metros y una altura, desde la pista hasta el
centro de la cúpula de 24 m. Cancha de madera de guachapelí sobre una superficie de 650
m2 y asientos para 10.681 espectadores.

Durante la inauguración, el 30 de mayo de 1963, participaron el presidente de la Repú-


blica, Carlos Julio Arosemena Monroy; el ministro de Educación, Gonzalo Abad Grijalva;
y el ministro de Obras Públicas, Miguel Salem Dibo. El vicario Rogerio Beauger bendijo

112
las instalaciones y al basquetbolista Pablo Sandi-
ford Amador le correspondió lanzar la primera
canasta para estrenar los modernos tableros de
vidrio con armazones de hierro.

Como se ha dicho, desde su apertura el coliseo cu-


bierto se convirtió en el escenario de incontables
1978. Velorio de Julio Jaramillo. jornadas deportivas, culturales, educativas, artísti-
cas, religiosas, políticas y otras tantas manifestacio-
nes del quehacer ciudadano porteño. Numerosas
ocasiones ha servido para que las compañías cir-
censes ofrezcan sus espectáculos e igualmente ha
sido coso para programas taurinos y rodeos mon-
tuvios.

Allí se han visto vibrantes eliminatorias tenísticas


de la Copa Davis, partidos de baloncesto y comba-
tes de boxeo, lucha libre, judo, etcétera, con depor-
El Chavo del 8 y su elenco se tistas ecuatorianos y extranjeros. Igualmente las
presentaron en el Coliseo Cubierto. presentaciones de grupos teatrales, danzas folcló-
ricas, patinaje sobre el hielo y ferias turísticas, arte-
sanales y ecológicas.

En esos predios tampoco han faltado jornadas cívi-


cas estudiantiles, elecciones de reinas, campañas de
salud, convenciones religiosas y otras actividades
que el espacio es corto para detallar. Y qué decir de
nuestros cantantes y los llegados de otras latitudes
para ofrecer conciertos en sus repletos graderíos.
Testimonian esto último los casos de Nelson Ned,
Franco de Vita, Héctor Lavoe, Daniel Santos, Ricky
Martín, Pedrito Fernández, Miriam Hernández, Wi-
La lucha libre femenina concentró lly Colón, Tormenta, Enrique Guzmán, Leo Dan, Leo
público. Marini, Sandro, José Luis Rodríguez el Puma, Los
Chamos, Linda Leyda, Los Parchís y muchas otras
decenas de cotizados intérpretes.

En el coliseo Voltaire Paladines Polo se veló a Julio


Jaramillo en febrero de 1978; en cambio, Raúl Ve-
lasco grabó en 1982 y 1986 su popularísimo pro-
grama internacional ‘Siempre en Domingo’. Estas
y las evocaciones del lector, ayudarán a ratificar la
popularidad de nuestra obra que al cumplir los 48
años de inauguración se arraiga mayormente en la
Primer Campeonato Mundial de Lucha memoria de los guayaquileños, que lo atesoran al
Libre en el centro deportivo. igual que a otros tradicionales edificios.

113
Las estatuas que peregrinaron dentro del paisaje
urbano de la metrópoli guayaquileña
Como consecuencia del creciente desarrollo de la
ciudad, algunos monumentos y bustos fueron cambiados
de domicilio en varias ocasiones.

Las estatuas y/o monumentos a José Joaquín de Olmedo, Vicente Rocafuerte,


en su mismo parque, y Eloy Alfaro cambiaron de lugar en distintas épocas.

Cuando el periodista José Antonio Campos -Jack the Ripper- publicó el artículo ‘Las estatuas
con ruedas’, sobre los cambios de lugar que habían sufrido los pocos monumentos, estatuas
y bustos erigidos en la década del treinta en los parques y paseos públicos guayaquileños,
quizás pensó que tal novedad terminaría para bien de las obras que tanto esfuerzo costaron.

Pero aquello no ocurrió y los casos aumentaron al paso de los años, pues las autoridades
municipales buscaron lugares a tono con las dimensiones, el significado y la facilidad para
apreciarlas totalmente. Si bien algunos de los cambios dispuestos lograron su cometido, no
faltaron casos en los que hubo prisa, capricho y hasta novelería que echaron a perder la majes-
tuosidad de ciertas obras e impiden a los interesados reparar en detalles elementales.

En materia de recuerdos, el monumento a Vicente Rocafuerte, inaugurado en 1880 y que de-


safió al Incendio Grande de 1896, permanece allí, pero se lo cambió de lugar y altura varias
veces dentro de la misma plaza de 9 de Octubre y Pedro Carbo.

El dedicado a José Joaquín de Olmedo tuvo como sitio original en 1892 las calles Industrias
(Eloy Alfaro) y Saraguro (avenida Olmedo); después ocupó la plazoleta de la avenida Olmedo
y Malecón. Más tarde, el parterre de la avenida de igual nombre y ahora está emplazado en el
Malecón, mirando al río Guayas.

En 1911, al develizarse, el monumento al Mariscal Sucre ocupó el pequeño parque entre los
futuros palacios Municipal y de la Gobernación del Guayas. En la actualidad resalta en la Plaza
de la Administración (Pichincha y Clemente Ballén).

El busto a Sebastián de Benalcázar se inauguró en 1922 en la alameda de la avenida Roca-

114
fuerte entre Tomás Martínez y Loja; desde 1935 está en el parque España, en Chile y Portete.

En 1927, la obra bautizada como Los aborígenes del Guayas –Guayas y Kil– estuvo en Roca-
fuerte a la altura de Tomás Martínez; después fue al Paseo de las Colonias (1930), frente al
Palacio Municipal, y de allí a la intersección de las avenidas de las Américas y Luis Plaza Dañín.
Su última ubicación es el distribuidor de tránsito al final de la avenida Pedro Menéndez y el
inicio del puente de la Unidad Nacional.

El busto a Francisco de Orellana, que se inauguró en 1929 en la alameda de la calle Rocafuerte,


intersección Orellana, lo trasladaron en 1930 a la antigua plaza Colón y en estos días ocupa
el emplazamiento de la nueva plaza Colón, en la parte superior del túnel del cerro Santa Ana.

El monumento a Eloy Alfaro, inaugurado en 1961 en la avenida de las Américas, desde el 2006
se encuentra en el complejo de la Unidad Nacional, al comienzo de los puentes que unen a
Guayaquil con La Puntilla y Durán.

El que exalta a Bolívar y San Martín, sin entrega oficial, tuvo pequeños cambios de ubicación
dentro de su mismo radio; la estatua del Fauno y la Bacante permaneció desde 1919 en el
parque Montalvo junto a la iglesia de San Alejo; en el 2004 fue llevada al Malecón a la altura
de la calle Roca.

Desde su ubicación en El Oro y Quito, el monumento a Víctor E. Estrada pasó al parque de Ur-
desa. Pero los dedicados al Libertador Simón Bolívar (1889) y al tribuno Pedro Carbo (1909)
conservan su emplazamiento primigenio; igualmente la Columna de los Próceres Octubrinos
(1918) en el parque Centenario, que alguien insinuó ‘cortar’ alguna vez.

El monumento al prócer y poeta José Joaquín de Olmedo se inauguró en 1880 en las calles
Industrias (actual Eloy Alfaro) y Saraguro (hoy avenida Olmedo), pero sufrió reubicaciones.
La actual ubicación del monumento Olmedo parece ser la definitiva. El poeta mira al río desde
el remodelado Malecón, antes Calle de la Orilla.

No se construían los palacios de la Municipalidad de Guayaquil y Gober-


nación del Guayas cuando el monumento a Sucre se ubicó entre las futu-
ras edificaciones. Actualmente, el monumento a Sucre destaca en la Plaza
de la Administración, esquina de Pichincha y Clemente Ballén.

El monumento a los aborígenes del Guayas –o a Guayas y Kil– también tuvo


otros emplazamientos como el original de la avenida Rocafuerte. Por algún
tiempo la estatua a Guayas y Kil se ubicó frente al Palacio Municipal. El norte
de la ciudad, en la avenida Pedro Menéndez Gilbert, fue el penúltimo sitio del
monumento a Guayas y Kil. Ahora está colocado en el Pasaje Arosemena
del Palacio Minicipal. La estatua a
Guayas y Kil ha
La colosal estatua erigida en memoria de Eloy Alfaro se ubicó en la ave- tomado diferentes
nida de las Américas y hoy se encuentra al comienzo del puente de la ubicaciones hasta
Unidad Nacional. hace poco tiempo.

115
Los programas El sillón del peluquero y Guayaquil
Radiado fueron sumamente populares entre los
habitantes de nuestra ciudad, quienes no dejaron de
escucharlos
Sus productores, Pablo Vela Rendón, del primero, y Ana
Huancayo Atocha, del segundo, los ofrecieron a través
de diversas radioemisoras, pero siempre gozaron de la
aceptación y la sintonía masiva del público porteño.

Tatito (Francisco Gallieni Vela) y Pablo Ney Vela Rendón animaron El sillón del
peluquero y El último minuto.

Desde antes de la segunda mitad hasta más allá de la década de los sesenta del siglo pasado,
guayaquileños y compatriotas avecindados en nuestra ciudad desarrollaron su vida escu-
chando la radio y, de entre los programas de ese medio de información que se mantenía
airoso frente a la naciente televisión, pocos prescindieron de la sintonía de estos programas
llenos de distracción y que aún son tema de evocación en la tertulia familiar o de amigos.

Entre aquellos espacios de sintonía popular que despiertan recuerdos estuvieron ‘Guaya-
quil radiado’, producido por Ana Victoria Huancayo Atocha, y ‘El sillón del peluquero’ y ‘El
último minuto’, creados y animados por Pablo Ney Vela Rendón, junto con Francisco Gallieni
Vela, conocido en el ambiente farandulero como ‘Tatito’.

Ana Huancayo completó 40 años como productora y animadora de su propio programa que

116
recorrió las emisoras Ortiz, Progreso, Continental hasta cuan-
do en 1950 llegó a Cóndor. La particularidad de ‘Guayaquil ra-
diado’ eran los mensajes musicales sencillos y originales que
enviaba en nombre de los interesados a las madres, novias,
amigas, compadres, ahijados, jóvenes que partían al servicio
militar obligatorio o que regresaban de él, etcétera.

Este espacio fue dominical y después tuvo dos emisiones dia-


rias; los locutores y la directora se esmeraban que el lema El
programa de la alegría y sintonía, se cumpla. En cuanto a ‘El
sillón del peluquero’, otro de los muchos sintonizados progra-
mas que creó y mantuvo Pablo Ney Vela Rendón durante sus
décadas de labor radial y artística, gozó de enorme audiencia
por el toque original que le impuso su mentor y su elenco.

Simulando el ambiente de una tradicional peluquería, en la


que el dueño del establecimiento, operarios y clientes hablan
todo, priorizando la política, los deportes y más temas cotidia-
nos, el programa sutilmente los enfocaba con la crítica mordaz
o el consejo oportuno para orientar a autoridades y pueblo en
general.

Las radios Oriente y Cóndor estuvieron entre las que sirvieron


de tribuna al añorado progra-
ma, que tuvo gran impacto
como El último minuto, La
corte suprema del arte y otros
nacidos del talento del locutor,
libretista y actor Pablo Vela
Rendón, personaje con lugar
Avisos de los sintonizados indiscutido en la memoria de la
programas El sillón del metrópoli guayaquileña.
peluquero y Guayaquil
Radiado. Ana Huancayo.

117
Las galerías de arte que funcionan en nuestra ciudad
reflejan su notable movimiento cultural y ayudan a la
promoción y difusión de las artes plásticas
Las que cerraron tras años de patrocinar a artistas e
intelectuales, dejaron un legado a las actuales que
continúan inmersas en un intenso trabajo merecedor
de apoyo.

Invitación a una exposición


del escultor Manuel
Velasteguí, organizada por
la galería Todo Arte en la
ciudadela Urdesa.

En las casas del barrio Las Peñas


encontramos algunas galerías
pertenecientes a reconocidos pintores de
Guayaquil y del país.

Otro testimonio de que Guayaquil no ha sido ni es únicamente la ciudad comercial con que
se pretendió identificarla, lo constituye su movimiento artístico de hace centurias. Así, para
impulsar el cultivo y la apreciación de la pintura, escultura y expresiones afines, las galerías
de arte tienen mención especial por patrocinar exposiciones individuales y colectivas de
artistas de renombre y noveles precoces.

Además, porque auspician actos que enriquecen el ambiente cultural. Las entidades del Go-
bierno y la Municipalidad hacen algo igual y suman aportes al esfuerzo de personas parti-
culares e instituciones de diversa índole.

118
Vista interior del Hotel
Galería Man Ging en
la av. 9 de Octubre y
Antepara.

Por ello, este brevísimo inventario


que invita a recordar e incrementar
el quehacer de las galerías de arte y
de las instituciones que ceden sus
espacios para muestras de arte. Allí
pues, Café-Galería 78 y Guayaquil 70,
las galerías Pachacámac, de Jaime Villa; Del Puerto, de Juan Hadatty; La Manzana Verde;
Todo Arte, de Mirko Rodic; Madelaine Hollaender, con el nombre de su dueña; Tambo, de
Pepe Luque; Guayas-Quil, de Piedad Morgner, Gala, Perspectivas y Barricaña.

También destacan Arte Actual, Arte Contemporáneo, D’Cadas, Millenium, Expresiones,


Centenario, Contémpora, Bolivariana, Da Vinci, La Mancha, Dalí, Galarte; la Casona, de la
Universidad de Guayaquil; El Redondel, del Guayaquil Tenis Club; Salón del Casino Oro Ver-
de; El Mirador, de la Universidad Católica; Arte Colón, del Hotel Colón; Man Ging, Strecker,
Fragonard, Nuestra Tierra y la activa y acreditada sala ‘dpm’, en Urdesa.

Recomendable labor cumplieron y cumplen con salas apropiadas y/o habilitadas como ga-
lerías: la CCE-Guayas, Alianza Francesa, Centro Ecuatoriano Norteamericano, Centro Albert
Camus, Centro Cultural Ecuatoriano Alemán, Museo Municipal, Centro Cívico Eloy Alfaro,
Centro de Cultura Simón Bolívar, Sociedad Fe-
menina de Cultura.

Asimismo, la Escuela Superior Politécnica del


Litoral (Espol), Filanbanco, Colegio de Arqui-
tectos, Centro de Ejecutivos, Club de Leones,
Yacht Club, Sociedad Garibaldi, Sociedad Tun-
gurahuense, Fundación Luis Noboa Naranjo,
Banco Central del Ecuador, Museo del Banco
del Pacífico, Fundación Leonidas Ortega Mo-
reira, incluida la de al ‘aire libre’ de Publivía.

Artistas con galerías para exponer sus obras y


las de colegas son Sonia de Marques, Olmedo
Quimbita, Hugo Lara, Manuel Velasteguí, Eve-
lio Tandazo, Federico Gonzenbach, Patricia
Meir de Ferretti, César Gaviria, Roberto Núñez,
Francisco Arteta, los de la Asociación Las Pe-
ñas en la Casa del Artista, entre otros amantes
El artista Alfonso Uzhca durante una del arte que hacen exhibiciones permanentes
exposición a lo largo de la calle Panamá. y al aire libre.

119
Curiosos episodios del siglo veinte que recogen las
páginas de la memoria guayaquileña
Pasajes que llaman a la sonrisa y hasta el asombro
tuvieron como escenario nuestra querida ciudad en la
centuria pasada y ahora son motivo de evocación por
muchos vecinos.

En tiempos cuando no existía aún el nuevo Malecón 2000, nuestra Torre del Reloj
fue vendida por dos ocasiones.

En la memoria de la metrópoli porteña, que está llena de jornadas cívicas relevantes en


favor de la patria y de actos ejemplares que dan testimonio de su fe y pujanza armonizada
con la riqueza espiritual de sus habitantes, resulta imposible que no estén aquellas acciones
fuera de lo común nacidas de su condición de puerto activo, trabajador y alegre.

Sobre esto último se acumulan en el recuerdo varios casos que ocurrieron en distintas épo-
cas del siglo XX. Estos sucesos llamaron la atención del vecindario que se encargó del elogio,
la crítica o la condena para algunos, sin descuidar el agregado de sal y picante contra los
protagonistas y el desenlace de cada acontecimiento en momentos del diálogo que ocupaba
largo rato llenos de gracejo y ocurrencia.

120
Manos a la obra

1.- Cierto domingo de julio de 1926, la prensa gua-


yaquileña anunciaba sobre la lucha de un campe-
sino de Salitre contra un enorme lagarto, que fi-
nalmente fue vencido esa tarde en los terrenos del
concurrido American Park, pues el valiente montu-
vio le amarró las fauces al saurio y se llevó el aplau-
so de los curiosos que seguían la inusual pelea en
esta ciudad.

2.- El 17 de mayo de 1930, en el American Park se


desarrolló otra pelea: esta vez entre dos tigres afri-
canos, hembra y macho, de mucha corpulencia, fe-
rocidad y fuerza, que eran propiedad de Ezequiel Rodríguez, En mayo de 1930 hubo
contra un toro bravío de las ganaderías del Pedregal. La com- un espectáculo inusual
petencia fue anunciada profusamente y concitó el interés del en Guayaquil: en el
público que asistió en buen número al sector de la plaza de to- American Park, junto al
ros del parque porteño. Parece que hubo un empate y se dijo estero Salado, pelearon
que el toro salió ileso. dos tigres contra un toro.

3.- La torre morisca del Reloj Público de


Guayaquil, edificio emblemático de la
ciudad, constantemente fue puesto en
venta y “vendido” a gringos, montuvios y
otros incautos caminantes por parte de
aquellos cuenteros y pillos que antaño
pululaban el sector del malecón, cuando
el ajetreo de los muelles era incesante
en el día y buena parte de la noche. En
1940, un conocido ratero y cuentero de
apodo Pata’esoña vendió el Reloj Público
a un campesino que desembarcaba de
una de las lanchas que solían acoderar
en los muelles a la altura de las calles 10
de Agosto y Malecón.
El antiguo American Park
En noviembre de 1978, la policía detuvo a los delincuentes fue el escenario de la pelea
Jalisco y el Paisito cuando trataban de vender la torre mo- entre un valiente habitante
risca del Reloj Público al campesino Fernando Barzola. El de la campiña costeña y un
negocio lo pactaban en 45 mil sucres, cuando para suerte fuerte y temido lagarto.
del embaucado aparecieron los agentes del orden y les da-
ñaron el “negocio” a los falsos propietarios de la edificación.
El famoso y audaz Sigifredo Dante Reyes, alias el Cuentero
de Muisne, igualmente vendió el Reloj Público a incautos que
cayeron en la trampa de su persuasiva lengua.

121
Nuestra ciudad siempre ha sido el escenario de
repetidos triunfos de sus precoces niños que
cultivan múltiples disciplinas artísticas y deportivas
Los pasados triunfos de audaces pequeños dan prestigio
a la urbe huancavilca e inspiran a los niños de las nuevas
generaciones al saber de esas conquistas.

La declamadora
Annunziata Caputi.

La inminente inauguración de ‘Pequeños Gigantes Ecuador’, programa organizado por un


canal de televisión del país que tiene como propósito poner al descubierto nuevos valores
del canto, baile y otras expresiones artísticas, algo similar al espacio que patrocinó en los
dos últimos años una estación televisora mexicana, motiva a compatriotas y guayaquileños
en particular a evocar triunfos infantiles ocurridos en distintas épocas del siglo pasado y en
diversas disciplinas, como las de los géneros musical y deportivo.

Sobre esto último y ahora que el niño guayaquileño Sergio Rodríguez López, de 2 años y
7 meses, representa al Ecuador e intenta clasificar al Mundial Strider de bicicrós con sede
en los Estados Unidos, resulta válido poner en la memoria admirables logros de precoces
deportistas porteños como fueron los casos de la pequeña Electra Araujo Urrea, de 4 años y
meses, quien en octubre de 1928 atravesó una y otra vez el estero Salado ante la admiración
del vecindario que valoró el esfuerzo que representaba ir de una a otra orilla, en considera-
ción de la anchura del brazo de mar por aquella década.

Otro episodio que también tuvo el reconocimiento de la comunidad porteña y quedó graba-
do en su historia fue el que protagonizó la niña Hilda Nila Pinto, de 10 años, quien el viernes
10 de octubre de 1930 cruzó el río Guayas, desde Durán a Guayaquil, y empleó 1 hora 15
minutos, como lo testimonia la información que en ambos casos resaltó oportunamente en
sus páginas Diario El Universo.

122
Eran los años en los que también triunfaba la
joven Electra Ballén Ayala, valiente nadadora
que asombró con sus hazañas en el Salado,
el Guayas y también su ría, pues llegó hasta
el fortín Punta de Piedra, completando una
difícil y exigente travesía de 15 millas junto
con Elí Barreiro, Rafael Mármol, Oswaldo
Reinoso y otros que se afianzarían como pro-
minentes y emblemáticas figuras de la nata-
ción nacional.

Aún más, para ratificar que siempre hubo y


habrá talentos precoces en cualquier expre-
sión del saber humano, en la primera mitad
del siglo XX surgió la figura de la niña An-
nunziata Caputi Campodónico, declamadora
guayaquileña que
deslumbró al pú-
blico en escenarios
ecuatorianos y ex-
tranjeros, ávido
por escuchar su
particular manera
de declamar poe-
mas de autores
compatriotas y
de hermanas na-
ciones.

Ella comenzó a declamar desde los La nadadora infantil


4 años. La talentosa pequeña reci- Electra Araujo Urrea.
bió felicitaciones personales de la
poeta chilena Gabriela Mistral y de
la declamadora argentina Berta Singerman, cuando aque-
llas estuvieron de visita en el Puerto Principal y ofrecieron
actuaciones en teatros y entidades culturales. Valga, pues, el
breve recuerdo de estos episodios para evocar otros aunque
de distinta naturaleza, pero con el distintivo del talento in-
fantil triunfador que emociona, deleita y ayuda a fortalecer
la identidad.

La precoz deportista Hilda Nila Pinto,


cuyos triunfos resaltó siempre Diario
El Universo.

123
Los chapuletes se han identificado con las creencias
populares y el folclor social en el medio guayaquileño;
asimismo, los ‘veranillos’ y los ‘aguaceros’ que caen en
el mes de abril
Gran parte de los habitantes porteños nacidos entre los
siglos diecinueve y veinte más de una vez han formado
parte de la conversación o de los juegos que incluyen
estos temas.

Los chapuletes,
nombre común
en nuestro medio
para las libélulas,
también son
parte de cuentos
y leyendas
ecuatorianos.

Como para que no se cumpla al pie de la letra la sentencia popular “abril, aguas mil y mayo
hasta que se rompa el sayo”, los chapuletes y la propia naturaleza han puesto mucho de su
parte en los últimos días para que conservemos la calma y notemos que están cayendo los
últimos aguaceros de esta temporada de lluvias que se presentó bastante intensa.

Aunque mucha gente dice que los conocidos insectos del grupo de los adonatos andan bas-
tante perdidos de reloj, porque semanas atrás revoloteaban en jardines y otros espacios
verdes en contundente ‘presagio’ de que la época lluviosa tocaba a su fin y, sin embargo,
aquello no sucedió, en estos últimos días parece ser que resultará acertada la antigua creen-
cia que protagonizan.

En efecto, mientras los chapuletes aumentan de población y su figura es bienvenida por los
transeúntes que los ven como señal tranquilizadora, los cortos, pero esperados veranillos

124
(breves lapsos sin precipitaciones que ocurren en plena ‘estación’ lluviosa) cada vez se re-
piten y el denominado verano o estación seca da muestras de que se generaliza en nuestra
región litoralense.

Tradicionalmente el chapulete, libélula, cortapelo, secapoza, etcétera, ha inspirado a litera-


tos y artistas de diversas disciplinas e incluso en el argot citadino identificado con el folclore
lingüístico se suele apodar ‘chapulete’ a aquellos amigos y parientes dueños de una apa-
riencia delgadísima y de caminar rápido e inquieto.

La conocida figura del insecto libelúlido que prefiere vivir en las inmediaciones del
agua (ríos, lagunas y zonas pantanosas) destaca por sus cuatro alas membranosas y
también está presente en creaciones pictóricas como las del guayaquileño Enrique Tá-
bara. Igualmente forma parte de canciones, fábulas, poemas y cintas cinematográficas
dedicados a la población infantil.

Al chapulete también lo llaman “seca poza” y a


muchos individuos se les pone como apodo el
nombre del insecto, por su figura delgada.

Junto con las arañas y avispas actúan como insecticidas naturales porque se comen ani-
malitos perjudiciales de campos y jardines; es considerado un insecto meteorólogo, al igual
que las gallinas y palomas lo son en el grupo de las aves, en tanto el burro, el cerdo y el gato
es el trío más conocido de animales astrónomos.

Una de las divertidas coplas que se escuchan en fiestas campesinas hace referencia al insec-
to de finísimas alas y vuelo rasante, que atraía a los niños de antaño y los tentaba a cazarlos
y convertirlos en planeadores sostenidos por un hilo: La mariposa volando le pregunta al
chapulete: “¿Qué bonita puede ser la casa sin caballete?”.

125
Las páginas de los diarios locales dieron cabida a
numerosas noticias llenas de curiosidad a lo largo
del siglo veinte
Emprender una revisión volandera o minuciosa, siempre
será una puerta abierta para conocer novedades y el
comportamiento del vecino guayaquileño en su ámbito
de vida diaria.

El sostenimiento de que los periódicos son inagotables canteras de información y cultura,


que en gran parte de sus noticias incluyen expresiones del folclor lingüístico y narrativo
moribundo o renaciente, etcétera, y que aquellas dan cuenta de las situaciones propias de
la sociedad que las genera, se ratifica en esta nota volandera que recoge algunas noveda-
des reveladoras de cómo se manejaba el quehacer citadino del país, pero especialmente de
nuestra ciudad, en distintas décadas del siglo veinte, según lo que publicó Diario El Universo.

Aunque esto lo comprobamos en una crónica del recuerdo sobre las columnas de eroga-
ciones, cambios de domicilio, cartas rezagadas, nacimientos y defunciones, arribo y salida
de pasajeros del puerto por lancha y ferrocarril, citaciones deportivas, columnas de temas
policiales y, por supuesto, los infaltables avisos clasificados sobre pérdidas y gratificaciones,
agradecimientos religiosos y otros temas no muy comunes que al lector actual llamaría a
risa o asombro, esta vez incorporamos algunos hechos para corroborar lo expuesto.

Ya en materia, ahí está la noticia del jueves 7 de abril de 1932, que originó el prior de la igle-
sia de Santo Domingo de Guayaquil, padre Antonio Alarcón, de la orden de los dominicos,
quien visitó al ministro de Obras Públicas y al gobernador del Guayas para indicarle que no
era verdad que hubiese sacado el miércoles 5 de abril a procesión pública la imagen de san
Vicente de Ferrer, pues ella se efectuó en los corredores del templo, como se hace siempre.
El religioso les dijo que el intendente de Policía le hizo imponer del comisario IV Nacional
una multa de 30 sucres.

También consta la información policial sobre el ciudadano Manuel Vaca, quien durante un
fenomenal escándalo en el cabaret de María Morán, situado en Juan Montalvo y Escobedo,
quedó malherido de una oreja por el mordisco que recibió de un contrincante. Resalta la no-
ticia que Vaca quedó con su órgano en suelo y que lloroso lo recogió para salir de inmediato
en un automóvil rumbo al hospital Luis Vernaza, donde lo operaron, pero la oreja quedó
fuera del sitio. La noticia es del miércoles 19 de mayo de 1954.

De igual manera, tenemos la nota que publicó este matutino el lunes 14 de septiembre de
1925: “Desde ayer esta ciudad estuvo en una continua agitación de parte de los moradores
pertenecientes a la clase pobre. Esta agitación la provocó el decreto dictado por el intendente
del Guayas, S.V. Guerrero, para que nadie anduviera descalzo por las calles”. En otro párrafo,
dijo: “Los principales almacenes eran visitados por los compradores de zapatos, y las principa-

126
EL UNIVERSO, al igual que
otros diarios locales, publicó
notas curiosas y aparentemente
raras, que se expresaron
por las costumbres que
prevalecieron en el siglo XX.

Las informaciones que contenían los


medios de comunicación en el siglo
pasado, no dejaron de sorprender a
más de un vecino.

les calles, donde el comercio es mayor, se veían atestadas de carboneros, cargadores, etcétera,
que presurosos trataban de acatar las disposiciones de la autoridad”.

La noticia finalmente consignó: “En varios lugares se habían establecido pequeños almace-
nes donde se vendía diferentes clases de zapatos a bajo precio. La mayor parte de los pares
de zapatos que se vendieron eran del número 40 hasta 44. Algunos individuos que salían de
los establecimientos se dieron más de una caída por la poca costumbre de llevarlos puestos”.
Cosas y curiosidades de la vida del Guayaquil que se fue.

127
Los cines Encanto y Ecuador formaron parte de
aquellas salas de cine de raigambre popular que
brindaron diversión a familias enteras
Situados en populosas barriadas tuvieron la visita
asegurada de niños y adultos que acudían a sus
funciones para entretenerse con atractivas películas, aun
cuando la ciudad contaba con numerosas y modernas
salas.

El cine Encanto
proyectó filme de
muy buena acogida
para su asidua
concurrencia.

Incontables guayaquileños evo-


can los programas de vermú,
matiné, especial y noche de es-
tos locales, que compartieron
la preferencia del público con
otros similares cuyos propie-
tarios y administradores for-
maron ‘circuitos’ y ponían en
cartelera las mejores obras e
incluían la actuación ‘en vivo’ de
compañías musicales y de teatro, cantantes, etcétera, para atraer a sus asiduos visitantes.

El cinema Encanto se inauguró oficialmente el jueves 9 de agosto de 1945 en la acera sur de


Nueve de Octubre 1907 entre Los Ríos y Esmeraldas, en función de las 21:20 con la cinta El
beso traidor (John Garfield y Maureen O’Hara). Antes de la proyección hubo un té bailable
y al culminar aquella vino la cena también bailable, amenizada por la Blacio Jr. La entrada
costó 8 sucres.

En distintos periodos desde 1945 hasta 1987 en que ocurre su cierre definitivo, el Encan-
to proyectó laureados filmes y además presentó shows de cotizados artistas en su amplio
escenario. Tenía luneta baja, piso alto (palco) y la galería; familias enteras, estudiantes, ena-
morados, niños y jóvenes de los barrios Orellana, del Salado, Garay y otros sectores acudían
a las funciones.

Por la celebración del Día de la Madre, del Padre, Semana Santa y otras fiestas sociales y

128
cívicas el Encanto acostumbraba a
exhibir obras de contenido alusivo
al festejo. Así se disfrutó de Madre
India, Mendigar o Morir, entre otras,
pero jamás faltaron las películas de
Cantinflas, Jerry Lewis, Elvis Pres-
ley, Frank Sinatra, Glenn Ford y, por
supuesto, las de temas juveniles, de
romance y drama, las de vaqueros y
las de guerra. Actualmente en el sitio
donde estuvo emplazado el cinema
Encanto, fundado y administrado
por Jorge Vásconez Maldonado, se
levanta el edificio de Finansur.

Por coincidencia el cine Ecuador


abrió por primera vez sus puertas
el viernes 10 de agosto de 1956 en
Portete (acera sur) y Los Ríos, y se-
gún el anuncio publicado en esa fe-
Los cines Encanto cha en las páginas de Diario El Universo estaba “destinado a dar sana
y Ecuador recreación a los moradores del barrio Ecuador”. El día de su apertura
compartían con ofreció funciones a las 18:30 (especial) y 21:30 (noche) y proyectó la
otros cines locales laureada cinta Helena de Troya; la entrada general para esa fecha fue
las mejores de 3,60 sucres, que después bajó a 2,60.
películas para
toda la familia. La edificación del cine era de un solo ambiente parecido a las de los
popularísimos Juan Pueblo, Fénix, Azteca y Paraíso. Durante
el tiempo que funcionó como un verdadero cine de barrio, el
Ecuador programó para sus clientes chicos y grandes las pro-
ducciones de cine mexicano y norteamericano, en cuya lista
no faltaron las de los cómicos Resortes, Clavillazo, Viruta y
Capulina, Los Tres Chiflados y las ‘clásicas’ de Tarzán (Johnny
Weismuller), Durango Kidd, Audie Murphy, Pedro Infante, en-
tre otros.

Tras el cierre de las funciones del cine Ecuador, la sala fue usa-
da para la proyección de otro tipo de películas que alejaron
definitivamente al público que le daba gran movimiento a la
esquina en la que había puestos de venta de comida prepara-
da y otros platillos similares.

Justo, pues, evocar a estas añoradas salas de cine que vienen


desde la segunda mitad del siglo pasado, porque se identifi-
can con un importante lapso que cubre la memoria guayaqui-
leña llena de oportunos y sabrosos recuerdos.

129
Un teatro al aire libre cargado de historia que
fue emplazado en un barrio tradicional de la urbe
huancavilca
Esta edificación sobrepasa las seis décadas de actividad
en favor de sana distracción de los guayaquileños y se
le ha dado varios nombres queriendo encontrar el más
acertado.
Alci Acosta,
Leo Dan, Raúl
Illescas y Olimpo
Cárdenas
actuaron en el
teatro al aire libre
Bogotá

Localizado en la plaza Colón del barrio Las Peñas, al pie del cerro Santa Ana y vecino de
emblemáticos edificios porteños como la iglesia de Santo Domingo, la Planta Proveedora
de Agua del Benemérito Cuerpo de Bomberos, convertida hoy en un valioso museo, entre
otros, el teatro al aire libre José de la Cuadra es un sitio cargado de recuerdos y también otra
de las inconfundibles estampas de la metrópoli guayaquileña.

Su inauguración oficial ocurrió el miércoles 8 de octubre de 1952. La obra la realizó el


Consejo Provincial del Guayas y el autor del proyecto fue el consejero Alfonso Quija-
no Cobos; el proyecto arquitectónico estuvo a cargo del ingeniero Arnoldo Alencastro
Struve.

Desde su apertura hace un poco más de 58 años el escenario de este teatro, primero en su
género en el país, vio desfilar a figuras del arte musical ecuatoriano, extranjero y, asimismo,
ha servido para las presentaciones de jornadas culturales organizadas por instituciones de
nuestro medio.

Debido a que numerosos personajes y entidades porteños se mostraban contrarios al nom-


bre original con que nació la obra, pues no se identificaba en nada con la urbe, se comenzó

130
a llamarlo Juan Pueblo hasta que una resolución municipal
del 2003 le dio el de José de la Cuadra, en recuerdo del nove-
lista y relatista oriundo de Guayaquil.

Antes se había propuesto el del folclorista y tradicionista


Guido Garay. En el teatro al aire libre, ahora llamado José de
la Cuadra, funcionó la radioemisora Rocafuerte que ofrecía
programas artísticos con público proveniente del vecinda-
Carmen Rivas rio y otros sectores del puerto.

Allí vimos triunfales presentaciones de las hermanas Men-


doza Sangurima, hermanos Montecel, Carmen Rivas, Olim-
po Cárdenas, Raúl Illescas, Elías Vera, Pepe Jaramillo, Teresa
Cardoso, Laurita Macías, cantantes; y Los Huasos Chilenos,
Toño Cajamarca y Cartuchito, cómicos.

Asimismo, Roberto Gallardo y Julio Beymer, fonomímicos;


Olmedini, mago; Paco Miller, ventrílocuo, y su muñeco Don
Roque; Luis Lupino Oviedo, declamador; Eduardo Zurita,
organista, Filemón Macías, compositor y guitarrista, entre
Pepe Jaramillo otros.

Durante años hubo las presentaciones gratuitas de los ar-


tistas extranjeros que por actuar aquí bajo contratos con
empresarios y organizaciones cumplieron con la ordenanza
de la corporación provincial de ofrecer un show gratuito a la
gente de recursos económicos que no podía asistir a teatros,
boites y demás espectáculos pagados.

Así lo hicieron Virginia López, Mona Bell, Los Wawancó,


Lucho Navarro, Fernando de Madariaga, Alci Acosta, Daniel
Santos, Leonardo Flavio, César Costa, Leo Dan, Los Embaja-
dores Criollos, Lucho Barrios, Jesús Vásquez y decenas de
Teresa Cardoso estrellas del ambiente artístico internacional, sin olvidar las
orquestas sinfónicas, de cámara y música popular, grupos
de teatro, danza y bailes típicos, tríos, dúos y más géneros
artísticos que dieron diversión a multitudes ávidas de es-
parcimiento y mensaje cultural.

El teatro, huérfano ahora de su inconfundible concha acústi-


ca y con otros cambios, mantiene sus graderíos de cemento
para unas 700 personas y acoge a la comunidad en diferen-
tes épocas del año, pero especialmente durante julio y octu-
bre, cuando la Municipalidad porteña patrocina ceremonias
cívicas y culturales que enriquecen el espíritu y lo llenan de
Julio Beymer patriotismo, música y arte en general.

131
La empresa Reed y Reed ganó un lugar en la memoria
porteña por su gran labor comercial, cultural y
deportiva que favoreció el adelanto de la ciudad
Se estableció en 1927 y aunque abarcó otros campos
de la actividad comercial, su departamento de Imprenta
apoyó la edición de libros de reconocidos docentes y
autores de textos de la ciudad y nuestro país.

Robert Alan Reed (foto) y su


hermano John Mark realizaron
una aplaudida labor en Guayaquil,
pues apoyaron la edición de
numerosos y valiosos textos Avisos de la empresa Reed & Reed en 1948.
educativos de autores nacionales.

Un modesto capital y el empuje de John Mark Reed y su hermano Robert Alan Reed mar-
caron los albores de la empresa Reed & Reed, que durante décadas fue parte de la coti-
dianidad comercial de Guayaquil, al punto de integrar la larga lista de los establecimientos
emblemáticos que siguen en la memoria de muchos vecinos que evocan las gratas estampas
de la ciudad antañona.

El local de Reed & Reed de 1927 pronto fue el amplio establecimiento ubicado en 9 de Octu-
bre 816-822 entre Chanduy (García Avilés) y Morro (Rumichaca). Desde su apertura ganó
prestigio y clientela, los socios y el capital aumentaron, por lo que el negocio de venta de
útiles de oficina inauguró cerca de su tienda principal la sección Imprenta en 1933.

El departamento de Radio desde 1935 distribuyó los discos Víctor y mantuvo el estudio de
grabación para prensar los de marca Ecuador. La firma atendió en 1961 en Chimborazo y 9
de Octubre; al crecer el patrimonio económico y los accionistas, se abrieron sucursales en
Quito y Ambato.

132
Los almacenes vendían cocinas, congeladores, refrigera- Portadas de algunos textos
doras, máquinas de coser, planchas eléctricas y radios; editados por la sección
asimismo, gramófonos (tocadiscos), mimeógrafos, plan- imprenta de la empresa Reed
tas eléctricas, escritorios, papel carbón, plumas de escri- & Reed.
bir, ollas de presión, lámparas y otros artefactos eléctricos.

En medio del aporte que entregó la empresa Reed & Reed, hay que destacar su labor en la
educación y la cultura por el respaldo editorial a maestros y escritores que emprendieron
en la publicación de textos que se convirtieron en referentes del proceso enseñanza-apren-
dizaje durante varios lustros del siglo XX.

Cómo olvidar títulos de libros que estuvieron en las manos de incontables estudiantes
primarios y secundarios del país: Patria, Tierra nativa, América, Aritmética activa, Cantos
escolares, Cuadernos de escrituras normal para los seis grados, Lecciones de Aritmética y
Geometría, Travesuras, Ronda, Gramática española, Matemáticas elementales, etcétera.

Igualmente, cómo no recordar a los respetables autores de esos hermosos libros, entre los
que constan Luis Castillo Bonilla, Ricardo Chávez Coca, Luis Augusto Mendoza Moreira,
Báez y Cevallos, Gustavo Lemus, José Mendoza Cucalón y otros notables pedagogos.

Esto, a breves rasgos, sobre la valiosa gestión emprendida en


nuestro medio por dos visionarios estadounidenses: los herma-
nos John Mark y Robert Alan Reed, quienes incursionaron en la
actividad de apoyo comunitario y gestión deportiva para dar su
contingente y hacer que esos campos mejoren en todo sentido.

Así lo testimonió el trabajo entusiasta al promover y cultivar el


béisbol en Guayaquil y por ello la denominación del añorado
complejo deportivo Reed Park en el norte de la metrópoli porte-
ña, un motivo más para una merecida rememoración.

133
Las pitadas de los barcos y el repicar de campanas
fue una verdadera tradición escucharlos diariamente
en la ciudad, pero en la actualidad ya son casi un
sabroso recuerdo
Pocos templos católicos porteños hacen escuchar sus
campanas por algún motivo, algunas iglesias ni siquiera
las tienen. La romántica pitada de los barcos, lanzada
como un saludo al entrar en la rada de Guayaquil, ya casi
ha desaparecido, producto del sedimento acumulado en
el río Guayas.

El romántico
malecón de la
ciudad y paisaje El crecimiento de la metrópoli guayaquileña y otros factores que influ-
con varios barcos yeron en su quehacer cotidiano desde antes de la segunda mitad del
surtos que solían siglo pasado, hicieron que muchas costumbres tenidas casi como una
lanzar sus pitadas identidad del Puerto Principal cambiaran drásticamente para descon-
como señal de suelo de un buen porcentaje del vecindario que mantenía su predilec-
saludo al entrar en ción por el ambiente de aquella época.
el puerto.
Este recuerdo toma vigencia a propósito de los trabajos por atenuar los
problemas del crecimiento del islote El Palmar, producto del sedimen-
to acumulado durante lustros que restó la navegabilidad y belleza del

134
Son pocas las
iglesias que en la
actualidad repican
sus campanas
para llamar a
misa, anunciar
festejos religiosos
o cívicos,
novedades,
etcétera.

río Guayas, al punto que desapareció el paisaje frente al malecón de la ciudad con muchos
barcos ecuatorianos y extranjeros de respetable calado, que con su ir y venir avivaron el pu-
jante desarrollo comercial de la urbe, sin dejar de emitir la clásica pitada de saludo mientras
anclaban incluso hasta la altura de la avenida 9 de Octubre.

En la actualidad son escasos los barcos que avanzan un gran trecho del Guayas, pues llegan
hasta el Puerto Marítimo y desde allí, esporádicamente, dan sus pitadas de arribo y/o des-
pedida que suelen pasar inadvertidas para los moradores por el bullicio de una ciudad en
incansable trabajo de todo tipo. Una novedad similar ocurre con las campanas de las igle-
sias católicas, pues en escaso número y ocasionalmente se dejan escuchar. Pocas convocan
a los fieles a misa o doblan por los muertos del barrio.

Felizmente, las de la Catedral, San Francisco y otras que no son muchas en el centro y en
sectores apartados mantienen la costumbre que, como la de las pitadas de los barcos, inspi-
raron a poetas compatriotas como el guayaquileño Abel Romeo Castillo, autor de romances
que exaltan la tradición. A propósito de estos particulares casos, una curiosa nota de Diario
El Universo del viernes 13 de febrero de 1931 consignó: “Ordenanza del Silencio regulará
el repique de campanas en los templos y la pitada de los vapores fluviales”. La Ordenanza del
Silencio fue aprobada en primera y pasó a segunda.

Con esta ordenanza “se prohíbe terminantemente que las iglesias de la ciudad repiquen sus
campanas antes de las seis de la mañana, hora en que todavía duerme la mayor parte de las
familias; y las incesantes pitadas de los vapores a la entrada o salida del puerto, y las serenatas,
solo se permiten hasta las once de la noche”. En tiempo que se dictó esta ordenanza el Conce-
jo de Guayaquil lo presidía el prefecto Alberto Guerrero Martínez y los ediles eran José Ma-
ría Chávez Mata, Eduardo C. Guerrero, Agustín Rendón, Elías Andrade y Jorge Illingworth. El
síndico, Víctor S. Palacios O., y el secretario municipal, Arnaldo F. Gálvez.

135
El hemiciclo de la Rotonda es otro de los sitios
íconos que le da prestancia y belleza al malecón de
nuestra ciudad
Dueño de una historia muy singular, reúne un mensaje
histórico y artístico que llama a la contemplación de
ecuatorianos y extranjeros que siempre nos visitan
El conjunto escultórico que
perpetúa el histórico episodio
que protagonizaron en nuestra
ciudad los libertadores Simón
Bolívar y José de San Martín el
26 de julio de 1822 se convirtió
en otra de las representativas
estampas del paisaje urbano,
como lo son la Columna a los
Próceres Octubrinos del par-
que del Centenario, la Torre
Morisca (reloj público), el mo-
numento ecuestre de Simón
Bolívar, el monumento a José
Joaquín de Olmedo, entre La entrevista de Bolívar y San Martín se perpetúa en el
otros que se ubican en dis- hemiciclo de la Rotonda
tintos sectores porteños.

Sobre los orígenes de la estatuaria que evoca el encuentro de los genios militares (el 26 de ju-
lio de 1822) de la emancipación americana, el Congreso Nacional resolvió en agosto de 1913
erigirla en esta ciudad y que el decreto quede archivado en la Cámara de Diputados. Frente
a las circunstancias, el Cabildo guayaquileño resolvió un monumento y delegó a la Sociedad
Bolivariana que coordine los trabajos, para cuya realización entregó un primer aporte de diez
mil sucres.

En 1927 se conoce el presupuesto para concluir la obra de la Rotonda, constituida por un


semicírculo de mármol como marco del monumento. Esa labor la dirigió la Sociedad Cons-
tructora Nacional Fénix y se terminó en 1929. Posteriormente se colocó la primera piedra
del basamento que serviría para sustentar el conjunto escultórico; el Concejo en 1935 adju-
dicó la obra al escultor español José Antonio Homs, a quien también se le pidió realizar los
conjuntos escultóricos del pórtico norte de la Plaza del Centenario.

Además, se conoció que la concepción general del proyecto arquitectónico se dio al escultor
Juan Rovira. Mas ocurrió que en la sesión de noviembre de 1936, el Cabildo, que presidía
entonces el recordado patricio Luis Vernaza, junto a la corporación municipal en su acta, dejó
constancia que si bien los bocetos para el monumento era de mérito, pero muy inferiores al

136
proyecto, se recomendó remitir al
escultor Homs las fotografías del
proyecto para que, debidamente
estudiado, envíe otro boceto del
monumento que satisfaga de me-
jor manera.

Homs acogió la sugerencia y des-


de Barcelona, España, remitió el
material solicitado. En febrero
de 1937 la Comisión de Obras
Públicas del Cabildo presentó un
informe al pleno y opinaba que la
corporación podía aceptar uno de
los bocetos del artista. Con todos
estos detalles en orden se comen-
zó el trabajo de las estatuas que fueron modeladas y vaciadas en Barcelo- El proyecto del
na, en tanto, los altorrelieves de las placas fueron fundidos en Florencia año 1920 para
(taller Beneducce y Marinelli). El 25 de julio de 1937 arribó Homs y el 28 la construcción
llegaron las estatuas en el vapor holandés Bos Koop. Inmediatamente co- del hemiciclo.
menzaron los trabajos de colocación en mayo de 1938, con la novedad de
que un grupo de bajorrelieves sobre las más célebres batallas de Bolívar y
San Martín se guardaron.

En cambio, el hemiciclo de columnas de mármol y el entorno de los escudos de los países


liberados por los generales pertenecen al escultor Juan Rovira, también de origen español.
Hay que resaltar que los jarrones del entorno de la Rotonda son de la autoría del escultor
italiano Emilio Soro, de larga y fecunda actividad artística en tierra guayaquileña.

El historiador José Antonio Gómez Iturralde, director del Archivo Histórico del Guayas, en
su libro Diario de Guayaquil señala que inicialmente la Rotonda fue redonda y allí se pen-
só colocar la estatua del mariscal Antonio José de Sucre, pero debido a los automóviles la
frágil estructura se deterioró y dio paso al hemiciclo y se eliminó definitivamente la vía de
circunvalación.

Si el mismo sitio donde se levanta el Hemiciclo de la Rotonda fue el histórico escenario para
el abrazo fraternal de los colosos que liberaron del colonialismo hispano a los pueblos de
esta parte del continente americano, igualmente lo ha sido al paso de los años para obser-
var allí en meditada contemplación y alegría cívica al ciudadano común, a familias enteras,
mandatarios, diplomáticos, turistas nacionales y extranjeros, reinas de belleza.

Además, ese monumento sigue acogiendo momentos trascendentales de la historia,


pues sirve, asimismo, para representaciones artísticas y culturales, concentraciones pa-
trióticas y políticas, entre otros certámenes de distinta índole. Esto, pues, un brevísimo
recuento de los inicios y la proyección de este monumento emblemático de la fortaleza
cívica de los guayaquileños.

137
Las instituciones de los ecuatorianos y extranjeros
que residen en esta ciudad están llenas de mucha
historia y de un trabajo ejemplar
Algunas de ellas con muchas décadas de vida fomentan
la hermandad, dan oportuna ayuda social y entregan
un vital aporte para el desarrollo material y cultural de la
metrópoli que las considera como sus propias hijas.
Los calificativos de metrópoli hospitalaria y
promisoria dados a la tierra guayaquileña por
los compatriotas y extranjeros que arribaron
a ella en pos de nuevos horizontes y termina-
ron formando una familia y amasando fortu-
na producto de su tesón y trabajo, resultan
contundentes y la identifican a plenitud entre
sus hermanas de la patria.

En testimonio de gratitud por la acogida reci-


bida, el gusto de sentirse parte de ella y para
mantener el recuerdo del terruño natal, esos
núcleos se organizaron durante los siglos XIX
y XX como asociaciones o entidades afines
destinadas a fomentar la hermandad y apor-
tar al desarrollo de la patria adoptiva.

Así pues, en la memoria de Guayaquil existe


un valioso grupo de prestigiosas institucio-
nes con servicio a la comunidad a través de
programas sociales y culturales. Las hay con
sus propios complejos recreativos y sedes
sociales que ayudan al ornato porteño. Otras
poseen programas y espacios radiales sema-
nales para difundir sus actividades y hacer
Sede de la Sociedad Española de conocer las bondades turísticas e históricas
Beneficencia. del lugar de su procedencia.

Entre las de ecuatorianos residentes en nuestra urbe constan Asociación Azuaya Tres de
Noviembre, Sociedad Hijos del Cantón Guano, Círculo Social Ambato, Sociedad Hijos del
Tungurahua, Asociación Hijos de Los Ríos, Centro Social Chimborazo, Sociedad Hijos del
Cantón Salcedo, Círculo Social Ambato y Sociedad de Quiteños y Amigos de Pichincha.

Igualmente, Centro Social Loja y Sociedad de Beneficencia Manabita, Centro Social Unión
Cañari, Centro Social Bolivarense, Sociedad Tungurahuense, Centro Social Paute, Asocia-

138
Edificio de la Sociedad Unión Libanesa en Boyacá
y 10 de Agosto.

ción de Panenses y Amigos del Azuay, Centro Social


Guamote, Asociación de Bilovaneños residentes en
Guayaquil, Sociedad Hijos del Pichincha, Asociación
Chimborazo, etcétera.

Respecto de las que forman los extranjeros constan


Sociedad Italiana Garibaldi, Sociedad Española de
Beneficencia, Sociedad Unión Libanesa, Sociedad de
Beneficencia de la Colonia China, Sociedad Unión Pe-
ruana, Centro Israelita, entre otras. Tampoco faltan
las de carácter educativo y deportivo como el Centro
Cultural Ecuatoriano Alemán, Centro Ecuatoriano
Norteamericano, Centro Cultural Chino Ecuatoriano,
Centro Chileno Ecuatoriano de Guayaquil, Alianza
Francesa y muchas otras de parecida labor.

En este breve inventario que se ampliará con lo que


conozca el amigo lector, aparecen instituciones que cam- Afiche del
biaron sus nombres y las que lamentablemente desapa- II Festival
recieron. Lo importante es que la historia de la ciudad se Internacional
nutre constantemente de tan emblemáticas entidades, de Canto Lírico,
cuya antigüedad y su beneficiosa labor de varias mane- organizado por la
ras acrecentó su prestigio y el respeto agradecido de la Sociedad Italiana
comunidad. Garibaldi.

139
Las fábricas y marcas de calzado que se quedaron
en la memoria de esta ciudad y que ahora traen un
sinnúmero de evocaciones
Muchos artesanos y establecimientos gozaron de la
confianza de los guayaquileños, pero hubo aquellos
que se afianzaron en el recuerdo por diversos motivos,
especialmente por el diseño y la calidad de sus trabajos.

Aunque la historia de los zapateros y de los modestos


talleres que confeccionaban calzado y prendas simila-
res en la ciudad se remonta mucho antes de la prime-
ra mitad del siglo XX, lapso que tomamos para nuestra
evocación en esta crónica volandera, fueron precisa-
mente las primeras cinco décadas de la centuria pasada
cuando tomaron vigencia los productos de afamados
establecimientos que todavía los evocan vecinos de la
metrópoli que bordean los 60 y 70 años de edad.

De esa clase fueron los zapatos de la fábrica de calzado


Nacional y de don Evangelista Calero, que los padres y
jefes de familia los preferían por su durabilidad cuando
se trató de calzar a su numerosa prole. Es que en ver-
dad fueron pocas las marcas de zapatos que le hicieron
competencia a los de esos establecimientos, porque
servían para el año de estudios, jugar pelota, pasear los
Aviso de la Fábrica Nacional domingos e incluso, betunados, desfilar en las fiestas
de Calzado, que funcionó en octubrinas.
Guayaquil.
Como lo afirman muchos, eran unos verdaderos tan-
ques de guerra imposibles de desarmar como tantos de ahora, que son ‘mírame y no me to-
ques’. En esa misma lista de prestigiosos talleres y de responsables artesanos del calzado se
apuntan Rodríguez Macías, Estrada, Jara, Pacífico, Salinas, La Mota, Tapia, Mera, Rapidol, Ta-
mayo, González, Aragón y más nombres que impiden un inventario completo.

La Sociedad Unión de Zapateros, fundada en abril de 1906, de seguro habrá insistido a sus
miembros en la necesidad de cumplir a tiempo con sus clientes, confeccionar un buen produc-
to para que dure lo necesario sin dañar la economía popular. Y para cumplir esto los maestros
y oficiales (cortadores, aparadores, etcétera) debieron haber buscado excelente cuero, buena
suela y el resto de materiales que ofrecían las famosas tenerías La Iberia, Ecuador, La Palma,
Vilaseca, Guayas, Durán, La Uruguaya y almacenes vinculados con la rama de la zapatería.

Incluso viene a la memoria que para ayudar a cumplir con la Campaña del Descalzo que el

140
intendente del Guayas, S. V. Guerrero, puso en vigencia en
el año 1925 para que la comunidad se acostumbre al uso
del calzado so pena de ir a la cárcel si no cubría sus pies,
todos los almacenes ofrecieron a bajo costo sus trabajos
y desde entonces bajó el índice de personas que andaban
sin zapato por cualquier calle de la metrópoli.

Fue tal la repercusión de la campaña, pues se multiplica-


ron establecimientos que dieron ocupación a trabajadores
unos más hábiles que otros, sin descuidar la calidad de las
confecciones y estar al día con la moda en novedades y di-
seños para damas y caballeros.

En la época en que prevaleció la sandalia hubo una fábri-


ca de nombre San Rod, que ganó muchísima preferencia
de las damas guayaquileñas. Pero las fábricas y artesanos
del calzado también tuvieron que enfrentar los cambios y
preferencias del público por las innovaciones del material
del calzado.

Allí el caso del popularísimo calzado hecho de lona y cau-


cho para jugar pelota, hacer gimnasia y uso diario que dio
fama a la marca Venus, que la gente prefiere hasta ahora.
Además estuvo el calzado Servi e incluso por 1960 hubo
zapatos de paja de mocora para mujer.

Y qué decir de los años cuando tomó vigencia el calzado


plástico, representado por las marcas 7 Vidas y Bata; aho-
ra existe la marca Kit, igualmente de lona y caucho. Asimis-
Marcas y almacenes de calzado mo se conoce una muy promocionada como lo es la Bunki.
en distintas épocas del siglo XX.
Bien vale embarcarse en el camión del recuerdo y poner
en la mente a nuestras fábricas de calzado, accionistas,
propietarios y obreros que aportaron para el desarrollo
del puerto principal. Así, al evocarlos, aparecerán las imá-
genes de la fábrica de calzado Nacional en su local de Eloy
Alfaro y Argentina, y uno de sus últimos almacenes que vi-
mos en la esquina de Pedro Carbo y Clemente Ballén.

Cosa similar será con la reminiscencia de los zapatos del


visionario Evangelista Calero, que marcó una verdadera
etapa en la industria y artesanía de la comunidad porteña,
sin dejar de mencionar uno de sus locales de mayor popu-
laridad en la calle Aguirre 322.

141
Las golondrinas y las palomas domésticas son parte
de nuestro variado paisaje urbano y lo adornan y
alegran cotidianamente
Las primeras suman cientos y se agolpan a dormir,
principalmente, en los cables del tendido eléctrico de la
38 y Portete; las segundas se reparten en considerable
cantidad en parques y barriadas de distintos sectores de
la urbe.
Al leer en Diario El Universo la entretenida nota ‘Los
pájaros de Guayaquil’, que ofreciera el ingeniero
agrónomo Sergio Cedeño en el segmento de temas
costumbristas Estampas Porteñas (10-XI-2011),
nos propusimos abonar en favor de ese testimonio
y traer a la memoria lo relacionado con las golon-
drinas y las palomas de castilla o domésticas, que
están en el paisaje urbano hace mucho tiempo.

Las golondrinas, cuyo plumaje, cola ahorquillada y


alegre revolotear ha inspirado a poetas y músicos
ecuatorianos y extranjeros, permanecen como in-
quilinas actuales de los hilos eléctricos del barrio
suburbano de la 38 y Portete. Allí llegan puntual-
mente al atardecer, para comentar de su trabajo
cotidiano y de las novedades encontradas durante
su incesante ir y venir. La mayoría de los vecinos se
alegran al verlas retornar, aunque no faltan los gru-
ñones que critican la bulla que meten al regresar y
la suciedad que dejan, porque también se adueñan
de aleros y ventanas.

Las palomas Esto mismo ocurrió cuando por años convirtieron en condominio al
de la plaza de aire libre el tendido eléctrico de Guaranda y Portete, ajenas a las inten-
San Francisco o sas luces de los postes y a los fortísimos aguaceros que caían. Las go-
Rocafuerte llaman londrinas de Guaranda y Portete, que quizás se mudaron en bandadas
la atención de completas a Portete y la 38, siempre despertaron la curiosidad de quie-
quienes viven nes pasaron por aquella alegre barriada.
en Guayaquil
o la visitan en Ahora, en el sector donde habitan quién sabe hasta cuándo, captan el
cualquier fecha interés de los transeúntes, viajeros y hasta de los huraños que quieren
del año. ignorarlas por completo. Las golondrinas habitúes de Guayaquil, a pe-
sar de que antes sí lo hacían, ya no copan alegres los campanarios de las
iglesias, pues algunas de estas no los tienen. Otras, formando pequeños

142
El espectáculo
que ofrecen al
anochecer las
golondrinas en la
grupos, se observan revolotear en la entrada principal del Policentro 38 y Portete
y de Mi Comisariato, del Albán Borja.

A pesar de todo, las golondrinas animan diversos barrios del Puerto, conservando su her-
mosa forma que a lo largo de la historia sirvió de inspiración para las rimas del español Gus-
tavo Adolfo Bécquer, para el tango que canta Carlos Gardel y, por supuesto, para el popular
valse que interpreta nuestro crédito Julio Jaramillo Laurido.

En cuanto a las palomas de castilla o domésticas, de las que se dice son descendientes de
las primeras que trajeron los curas españoles a la ciudad, en especial las de la iglesia de
San Francisco, proliferan por múltiples lugares. Están en las plazas del Centenario y San
Francisco, parque Seminario (Bolívar o de las Iguanas), mercados Norte, Este y Oeste; o en
cualquier esquina o casa del barrio del Astillero, del centro o suburbio de la metrópoli.

Los visitantes de los parques se dan tiempo para darles de comer; asimismo, lo hace algún
buen samaritano o la piadosa ama de casa del modesto vecindario que siente pena verlas en
un ir y venir sin conseguir alimento. Claro está que las avecillas también tienen sus detracto-
res, que hablan del peligro que representa su población para la salud ambiental.

Sin embargo de esto último, parecido de lo que ha ocurrido con las golondrinas, las palomas
por su candor y belleza sirven de inspiración para pintores, poetas, compositores musica-
les, etcétera. En cuanto a lo que representan para la ciudad, ellas son parte de su atractivo
paisaje que alegran la mirada de los vecinos y los permanentes visitantes.

143
El Grillo y El Dragón Dorado fueron establecimientos
de atención al público que el vecindario porteño
evoca con frecuencia
Inaugurados en diferentes años y con distintos menús
para sus clientes, estos locales tuvieron en común la
acogida de la comunidad que todavía los recuerda. El
Grillo aún atiende en su barrio de hace siete décadas.
En medio del intenso trajín peatonal y
vehicular que es distinto al que presen-
taban las calles del barrio donde atiende
hace siete décadas, el restaurante El Gri-
llo, en Luque y Carchi, todavía recibe nu-
merosos clientes y amigos que llegan allí
para saborear sus tradicionales cebiches
o para evocar anécdotas de cuando fue
punto de concentración de sus años juve-
niles, estudiantiles y de ineludible motivo
de paseo familiar en grupo.

El Grillo lo fundó Luis Rosendo Padilla


Becerra en 1938, en Tungurahua y Vélez, donde aho- El Grillo ubicado en Luque y
ra está el Consulado de España. Fue bautizado así en Carchi. Dibujo del año 1986
homenaje al famoso Grillo Gilbert de los Cuatro Mos- aproximadamente.
queteros del Guayas, triunfadores en el Campeonato
Sudamericano de Natación en Lima durante aquel
memorable año.

Posteriormente, en 1950, el propietario y


la familia cambiaron el restaurante a Lu-
que y Carchi, donde siguió atendiendo con
los mismos platos que le dieron populari-
dad, incluida la guatita, fritada y los chifles
que durante la semana de trabajo y los días
de asueto buscaban saborear incontables
personajes políticos, artistas, deportistas,
estudiantes y familias de muchos miem-
bros.

Miguel Padilla, hijo del fallecido fun- El Grillo y El Dragón Dorado también se inscribieron
dador y que secundó a su hermano en la memoria de la ciudad. Local que ocupó El Grillo
Ángel (+) en la atención, expresa que desde 1950 en Luque y Carchi (Barrio del Salado).
estuvo obligado a dejar la ubicación Ahora está en Luque y Tungurahua.

144
Edificio de El Dragón
Dorado en la av. Carlos
Julio Arosemena Tola (1971)

conocida pero sigue a poca distancia, sin que el local pierda el ambiente de añoranza que le
dan algunos muebles y detalles de sus primeras épocas.

Caracterizado por no haber tenido nunca una rockola, El Grillo en su prolongada vida ha
recibido la visita de personajes como Jaime Roldós Aguilera y varios colaboradores de su
gobierno; Abdalá Bucaram, que llevaba la guatita –otra preparación del negocio–, Arman-
do Romero Rodas y Julio Jaramillo. También el Pibe Bolaños, Jorge Delgado (padre e hijo),
Olimpo Cárdenas, Lizandro Meza, Boby y Vicente Bermúdez, Ernesto Albán, Enrique Guz-
mán, entre otros. Asimismo, nunca faltaron estudiantes universitarios de arquitectura y ju-
risprudencia que ‘caían’ allí a conversar sobre diversos temas. El Grillo atiende actualmente
en Tungurahua y Luque.

En cuanto a El Dragón Dorado, con servicios de res-


taurante, boite y casino que se estableció en el km 1
de la avenida Carlos Julio Arosemena Tola, igualmen-
te tuvo años de enorme acogida por los vecinos de la
ciudad y de quienes lo visitaron desde otros países y
provincias hermanas. Establecido gracias a la visión
del empresario Félix Changkuón, el edificio de origi-
nal y llamativa fachada, amplia y cómoda estructura,
tenía vista al estero Salado.

Allí concurrían grupos de familias e instituciones,


etcétera, que patrocinaban reuniones sociales por di-
versos motivos. Especialmente los viernes, sábados y
fechas patrias se ofrecían shows internacionales con
cotizados artistas ecuatorianos y extranjeros de la
época, como los casos de El Greco, Violeta Rivas, Nés-
tor Fabián, Jenny Cabrera, Ana María Molina, Paúl Ge-
rard, acompañados por la orquesta de Reinaldo Far-
fán y la animación de Francisco Paco Fuentes Monroy.

Diversas atracciones reunió El Esto, a breves rasgos, la trayectoria de dos emblemáti-


Dragón Dorado para su numerosa cos locales porteños que nos darán más emociones al
clientela. evocarlos con mayores detalles.

145
La celebración a las madres se renueva y hace
añorar esos detalles que la hicieron una festividad
muy arraigada entre los guayaquileños
Tradiciones como los mensajes radiales y la exhibición
de películas con temas sobre el papel de la madre han
desaparecido. Sin embargo, quedan otras acciones que
exaltan y perpetúan ese rol determinante en la familia.

El monumento y el parque a la Madre,


están en Lorenzo de Garaycoa y Padre
Solano, en nuestra ciudad.

Antes de que la estadounidense Anna M.


Jarvis (1864-1948) consiguiera en su país
la primera celebración dedicada a las ma-
dres en 1908, hace exactamente un siglo, y
la oficialización en 1914 de la fiesta anual
para el segundo domingo de mayo, pue-
blos de la Grecia antigua y de la Inglaterra
del siglo XVII ya realizaban jornadas con-
memorativas inspiradas en el sagrado ser.

Qué decir de los cultores de las bellas artes


(pintura, escultura, música, etcétera) que a
lo largo de la historia hasta la época con-
temporánea no cesan de entregar hermo-
sísimos temas que resaltan aquel emble-
mático rol de la mujer.

Al generalizarse el festejo especial por la


madre, en naciones y ciudades se organi-
zaron programas para que aquel no pase
inadvertido. En Ecuador, en mayo de 1930,
en Quito, hubo pioneros festejos públicos por ese motivo, y Guayaquil inauguró el primer
monumento a la madre (1948), seguido de la designación de la madre símbolo.

Por el ejemplo guayaquileño de hace 60 años, hoy se observa que en incontables pobla-
ciones ecuatorianas hay una obra escultórica similar en plazas y parques, al tiempo que
diversas instituciones eligen una madre que representa las virtudes de las que forman la
comunidad.

Sin olvidar las sabias sentencias populares “el día de la madre es todos los días” y “madre

146
hay una sola”, desde la segunda década del siglo pasado
el festejo anual adquirió matices de verdadera espiritua-
lidad, aunque con el correr de los años lo absorbió un
exagerado mercantilismo que desplazó el obsequio de
una flor o una sencilla tarjeta por los electrodomésticos,
automóviles, viajes intercontinentales y otros que se pro-
mocionan por radio, televisión y prensa.

Ahora están casi desaparecidos los saludos musicales


que se escucharon por las emisoras América, Cristal,
Cóndor, Universal, Ondas del Pacífico, etcétera, con los
temas Madre cariñito santo, Mi madre es mi novia y ¡Oh
pintor!, de Julio Jaramillo; Quiero verte, madre, de Los
Montalvinos; A la sombra de mi madre, por Leo Dan;
Mama vieja, por Los Visconti; Encargo que no se cum-
ple, por Tito del Salto y más temas en ritmo de tango,
bolero y vals que un día antes inundaban el vecindario.
Las serenatas –o ‘serenos’– nunca faltaban.

Al pie de balcones de elegantes casas y de ventanas de


modestas viviendas se escuchaban solistas, dúos y tríos;
ahora las canciones grabadas sustituyen a los músicos
que en ‘vivo y directo’ emocionaban a la barriada cuando cumplían el con- Acto público
trato. Los cines programaban funciones con bellas películas y jamás falta- dedicado a
ron Madre India, con la actriz Nargis; Cuando los hijos se van, El hijo pródi- las madres en
go, Madre querida, Los hijos que yo soñé, protagonizados por Sara García, el parque de
Libertad Lamarque, Carlos López Moctezuma y Fernando Soler. su nombre en
Guayaquil.
En cuanto a los regalos, la gente tomaba las cosas con calma. Colonias, pa-
ñuelos, jabones, abanicos y otros sencillos presentes ayudaban a salir del
apuro a los de escasos presupuestos. Una gran cantidad de comerciantes
ofrecían obsequios para las madres en vistosas envolturas de papel celofán rojo o verde en
los alrededores del Mercado Central y otros sitios de masiva concurrencia.

El Cementerio General recibía la presencia de familias enteras, cuyos miembros portaban


ramos de flores naturales y artificiales luciendo la tarjeta de saludo a las madres que allí
duermen el sueño eterno.

En verdad, algunas costumbres del Día de la Madre solo son añoranzas: desapareció la de-
signación de la madre que con mayor número de hijos era premiada por la Municipalidad
de Guayaquil, y en el parque dedicado a la madre en Lorenzo de Garaycoa y Padre Solano ya
no se proclama al aire libre a la Madre Ejemplar y Símbolo del Ecuador.

Incluso son escasas las escuelas donde los maestros ayudan a sus pupilos a confeccionar
una tarjetita dedicada a su progenitora. Sin embargo, con innovaciones y nuevas costum-
bres, siempre será el centro de la familia y para ella el homenaje perpetuo.

147
Máxima Mejía y Julio Jaramillo fueron voces
privilegiadas que enaltecieron el arte musical
ecuatoriano
La vida del Ruiseñor de América ha inspirado series de
televisión y obras literarias y teatrales; y la voz de su colega
es incomparable para muchos conocedores de la música.

Julio Jaramillo y
Máxima Mejía, por
el lápiz de Luis
Peñaherrera.

La memoria popular pone énfasis en


el recuerdo de Máxima Obdulia Me-
jía Arroyo y Julio Alfredo Jaramillo
Laurido, que constan entre las más
cotizadas voces de la interpretación
musical en el Ecuador. Ellos fallecie-
ron a finales de la década del 70 en el
mismo mes y con apenas un año de
diferencia.

Cuando Máxima Mejía murió el 8 de


febrero de 1977 desapareció del fir-
mamento artístico la intérprete due-
ña de una melodiosa voz, difícil de
imitar. En el instante que expiró Julio
Jaramillo el 9 de febrero de 1978, ca-
lló la voz del ídolo y del hombre, pero
nació el mito y la leyenda que se agi-
gantan de manera permanente.

Míster Juramento está arraigado en


el sentimiento de millares de sus
compatriotas y de quienes lo convir-
tieron en su ídolo al aplaudirlo per- Julio Jaramillo, el exitoso cantante ecuatoriano.
sonalmente en los países que visitó o
a través de sus múltiples grabaciones
que perduran.

148
Máxima Mejía, a quien se la conoció con el califica-
tivo de La voz de la ternura, fue parte del grupo de
las mejores intérpretes del pentagrama nacional y
de otras composiciones extranjeras. Entre sus can-
ciones de valor antológico se encuentran los valses
Ventanita y Desdén, y los pasillos En el campanario,
Para entonces e Imploración de amor.

Los boleros Lamento Caribe y Creí, que grabó en


su época de oro, dan fe de la versatilidad de su voz.
Lo mismo ocurrió con la pegajosa guaracha El pa-
characo, que se escuchó por muchos años en las
emisoras del país. Antes de convertirse en solista,
Máxima Mejía cantó junto a figuras como Blanca
Palomeque, Fresia Saavedra y Maruja Mendoza. Su
desaparición representó un vacío para la música
ecuatoriana.

Julio Jaramillo, el Ruiseñor de América es figura so-


bresaliente de la historia musical del Ecuador. Ganó
los calificativos de El Ruiseñor de América, Míster
Juramento o sencillamente aquel emblemático J. J.
(o Jota Jota).

Triunfó en el exterior y aquí también. Su voz excep-


La intérprete Máxima cional le permitió grabar pasillos, valses, boleros,
Mejía, dueña de una voz tangos, rancheras, baladas, porros, entre otros rit-
inconfundible. mos, que se calculan en cientos de temas. Su prodi-
giosa memoria también ayudó a que asimilara las
letras de tantas composiciones.

Grabó a dúo con Fresia Saavedra, Carlos


Aurelio Rubira Infante, uno de sus mento-
res; Olimpo Cárdenas, Alci Acosta, Daniel
Santos y Pepe Jaramillo, su hermano. Al-
canzó arrolladores éxitos en escenarios de
México, Venezuela, Colombia, Nicaragua,
Perú, Estados Unidos y otros países ame-
ricanos.

De la inagotable lista de éxitos que el pue-


blo escucha y canta a diario en su casa,
trabajo y los lugares escogidos para el mo-
Julio Jaramillo y Máxima Mejía, añorados mento romántico o la buscada bohemia,
cantantes por sus voces privilegiadas. están Nuestro juramento (bolero), Fatali-
dad (valse) y Sombras (pasillo).

149
Hay expresiones populares arraigadas y de uso
diario que son fáciles de encontrar en el diálogo
porteño
El vecindario encuentra curiosidad y hasta un poco de
diversión cuando escucha de sus interlocutores algunos
términos que le eran totalmente desconocidos.

Cualquier ocasión es propicia para escuchar palabras y


frases coloquiales brotadas de estratos populares.

Dentro de la riquísima cantera que nos ofrece a cada momento la conversación diaria entre
‘leídos’ y ‘escribidos’ y de la gente de instrucción modesta y elemental, casi ninguno de sus
participantes puede prescindir de aquellos modismos y locuciones que siguen vigentes en
el medio urbano y rural, pues se los usa en todo momento para mencionar cualidades o
defectos humanos y cualquier otra situación o atributo de quien se hace referencia en el
diálogo.

Todo lo mencionado es un testimonio más de que el folclore de tipo lingüístico conserva su


característica, es cambiante según las épocas, pero se mantiene vivo. Por esto último, no nos
extrañe escuchar frases y adjetivos como ‘pájaro de alto vuelo’, para indicar que un individuo
tiene por afición engañar o timar a sus semejantes, o el tan mentado ‘caído de la hamaca’,
para decir que alguien es tonto, confiado y presa fácil de los embustes.

Igualmente está ‘lágrimas de cocodrilo’, conminatoria frase para quien pone cara de yo no fui
y llora, patalea y finge arrepentimiento por algún error o fechoría cometidos. Dato curioso

150
Muchas expresiones nacen en los barrios populares, con la
simple observación de lo que sucede a diario.

mantiene entre nosotros la micción o acto de orinar, pues muchos la presentan de diferen-
tes maneras y en medio de la conversación solicitan el permiso correspondiente para ir a
‘hacer aguas’ o ir a ‘cambiar agua a las aceitunas’.

Llegar a una reunión prevista con la ‘lengua afuera’ resulta la indicación más clara de estar
presente, a pesar del esfuerzo que se ha realizado por concurrir a tiempo. Si vamos con las
buenas o malas comparaciones, hay que hacer referencia a ciertos animalitos y allí están los
muy populares ‘se hace el cangrejo’, para decir que alguien se muestra desentendido, elude
responsabilidades y simula no ser parte de equivocaciones y travesuras.

De igual manera, ‘parecer perro’, por mostrar exagerado afán de atención para algún supe-
rior del trabajo o amigo, que pocos lo entenderían como una cualidad de ser servicial.

Así pues, con la ayuda de esta nota volandera que el lector ayudará a enriquecer, tengamos
presentes calificativos y simpáticas locuciones tipo agrio, equivalente a ‘de mal carácter’;
‘empinar el codo’, que significa beber.

Asimismo, ‘estar quemado’, por tener cansancio; ‘ser de buen barro’, referente a la persona
de bastante edad y aceptable salud; ‘tener buena garganta’, algo como ser dueño de buena
voz, saber cantar; y el infaltable ‘dar en el clavo’, para resaltar que alguno acertó en algo
desconocido y que ayudó a resolver el problema.

151
Casi todas las provincias y ciudades ecuatorianas
tienen sus propios temas musicales que resaltan
su patrimonio geográfico-histórico y los valores
espirituales de sus habitantes
Poetas y músicos de su propia tierra o de otros lugares
del país e incluso del exterior les han dedicado hermosas
canciones en varios ritmos.

Carlos Aurelio Rubira Infante (+),


guayaquileño que ha dedicado
sus canciones al mayor número de
provincias y ciudades del país. A Ambato, capital de la provincia de Tungurahua, le fue
dedicado una hermosa canción con letra de Gustavo
Egüez Villacrés y música de Carlos Aurelio Rubira Infante.

Además de los himnos oficiales provinciales y cantonales que en nuestro país sirven para
distinguir a una circunscripción geográfica de otra y robustecer el amor por ella, valorar sus
ancestros y otros aspectos de su ubicación, las composiciones musicales también cumplen
casi un similar propósito y no faltan ocasiones en las que resultan de más fácil identificación
y aprendizaje que los versos del propio símbolo local, provincial o regional.

De acuerdo con esto último, desde hace mucho tiempo en el país se compusieron cancio-
nes que prontamente se convirtieron no solo en verdaderos himnos populares –A mi lindo
Ecuador, de Rubén Barba y el grupo Pueblo Nuevo, por ejemplo–, sino que también repre-
sentaron a una ciudad o provincia.

En ocasiones el autor o los autores del tema son oriundos del mismo lugar, y otras veces
quisieron rendir homenaje de gratitud con un tema de su inspiración (letra y música) a la
tierra que los adoptó.

152
En cuanto a los compositores hay que destacar el aporte del guayaquileño Carlos Aurelio
Rubira Infante, quien ha sido uno de los más prolíficos en ofrecer temas con letra y música
de inspiración al mayor número de provincias y ciudades ecuatorianas; en esa misma línea
están Washington Medina Vecilla, llamado el Pintor Musical de Los Ríos, Otto Ferrer Triviño,
Wilson Naranjo Sánchez, entre otros.

Algunos de esos ‘himnos’ populares fueron compuestos


APUNTES como pasillos, casos de Guayaquil de mis amores, Ma-
nabí, Alma Lojana, etcétera, pero la mayoría de ellos son
Guayaquil de mis amores, pasacalles: Chola cuencana, Ambato tierra de flores, Soy
pasillo del Carchi, Venga conozca El Oro, Romántico Quito mío, Pe-
Lauro Dávila Echeverría y dro Carbo, entre otros títulos que pertenecen al grupo de
Nicasio Safadi Reves. tonadas, albazos, capishcas, boleros, valses, pasodobles,
cumbiones, guajiras e incluso ritmos modernos.
Alma lojana, pasillo
Emiliano Ortega Espinosa y Actualmente, pocas son las provincias y ciudades de la
Cristóbal Ojeda Dávila. patria que están huérfanas de una canción que las exal-
te, pues tal homenaje ha sido oportuno por parte de sus
Manabí, pasillo bardos y músicos o de quienes sienten admiración y/o
Elías Cedeño Jerves y gratitud para la tierra adoptiva. Ahí pues, Samborondón,
Francisco Paredes Herrera. Naranjal, Píllaro, Macará, Archidona, Manta, Posorja,
Riobamba, El Triunfo, Quevedo, Cañar, Galápagos, Baba,
Ambato tierra de flores, Daule, Huaquillas, San Fernando, Jipijapa, Pallatanga,
pasacalle Súa, Atacames y Palenque.
Gustavo Egüez V. y Carlos
Aurelio Rubira Infante. También Quinindé, Carchi, Vinces, Durán, Babahoyo, Pau-
te, Salcedo, Yaguachi, Puebloviejo, Santa Lucía, Milagro,
Romántico Quito mío, Balzar, Chimbo, Pascuales, Las Naves, Pasaje, La Troncal y
pasacalle otras decenas de pueblos hermanos de todas las regiones
César Humberto Baquero de la singular geografía patria.
Moncayo (letra y música).
No hay que olvidar que Guayaquil, Quito, Cuenca y Am-
Por eso te quiero Cuenca, bato aparecen en la lista de las ciudades con el mayor
capishca número de composiciones musicales dedicadas; de igual
Carlos Ortiz Cobos (letra y manera, que mujeres y hombres oriundos de provincias
música). y ciudades están perennizados en la identidad nacional
con bellas canciones: Riobambeñita, Guarandeña, Linda
Manta, pasillo ibarreña, Azogueñita, Yo soy vinceño, El chulla quiteño, El
Luis Espinoza Martínez y pallatanqueño, Guayaquileño, El salasaca, Mujer sigseña,
Constantino Mendoza. Cañarejita, Muchachita pasajeña, Linda baneña, etcétera.

¡A Guaranda!, pasacalle Buena oportunidad, entonces, para recordar nombres y


Alfonso Saltos Espinoza (letra y autores en pos de ayudar a completar este breve inventa-
música), etcétera. rio que evoca aquellas canciones que exaltan lo nuestro.

153
En el ‘invierno’ el montuvio invoca a sus santos
patronos y pide de ellos toda su protección para
solucionar problemas
San Jacinto, san José, san Judas, san Roque y tantos
otros tienen una invocación constante de quienes
conforman la población de la campiña litoralense.

San Jacinto, patrono de Yaguachi, Guayas, es invocado allí y


en otros sectores del agro para conseguir buenas cosechas.

Versión confirmada que la corrobora el sacerdote y escritor


monseñor Roberto Pazmiño Guzmán en su libro Religiosi-
dad montuvia: reflexiones y experiencias pastorales, es que
en la época de lluvias de la campiña costeña, generalmen-
te de enero a abril, sus habitantes casi nunca organizan las
animadas fiestas que en verano abundan para homenajear a
los santos patronos de sus respectivos pueblos y comarcas,
salvo las celebraciones de la Virgen de la Candelaria de cada
2 de febrero, con notable expresión de religiosidad popular.

Lo de la ausencia de fiestas tiene varios justificativos: recién


se trabaja en la siembra y se carece de dinero para diver-
siones, los sitios de concentración no ofrecen el albergue
adecuado y sobre todo, los aguaceros, tormentas y otras San José.

154
causas que tienen que ver con embates de la naturaleza en
tal época, originan esa mezcla de temor y respeto que lla-
ma a establecer una comunicación de mayor arraigo entre
el habitante del agro costeño y Dios, y también con quienes
él identifica como sus oportunos intercesores ante el Omni-
potente.

Por todo esto, el calendario de fiestas patronales del mon-


tuvio presenta el mayor número de festejos a la ‘salida de
aguas’ (cuando el ‘invierno’ ha pasado) –desde mayo– has-
ta la ‘entrada de aguas’ (cuando retornan las precipitacio-
nes), por lo general, desde la primera semana de enero, si
no es irregular. En cambio, resulta notorio escuchar que se
San Judas recuerdan oraciones y rogativas porque cesen las lluvias
que rebasan los cálculos y aparezca de inmediato el ansiado
‘veranillo’ o se marchen los animales dañinos propios del
periodo.

Sobre esto último, cuando los prolongados aguaceros y las


tormentas eléctricas se tornan peligrosos, familias enteras
del agro repiten con fe la antigua plegaria: “Santa Bárbara
bendita,/ que en el cielo vistes de estrellas,/ líbrame de esta
centella/ y de un rayo mal logrado” // “En casa que fue bau-
tizada/ no caerá piedra ni rayo/ ni morirá mujer de parto,/
ni criatura de espanto. // San Jerónimo bendito,/ llévate estos
truenos/ a las montañas sólidas”.

Para casos similares tampoco falta el estribillo “San Isidro


San Roque Labrador/ quita el agua/ y pon el sol”. Asimismo, frente a la
amenaza de ofidios y alacranes que escapan de sus inunda-
dos escondrijos rumbo a casas, bodegas, gallineros y árbo-
les cercanos, el montuvio además de las normales precau-
ciones invoca la ayuda divina, diciendo: “San Pablo fue tan
querido/ y un señor tan poderoso/ líbrame de culebra/ y de
animal ponzoñoso/ que fue virtud que botó/ el mismo Señor
con sus manos”.

En días de sequía, a pesar de ser meses de lluvias, surgen


oficios religiosos como el que consignó Diario El Universo
el sábado 14 de abril de 1964: “Misa de rogativas al To-
dopoderoso para alcanzar la bonanza del tiempo lluvioso
que amenaza con la pérdida de las cosechas. Iglesia de San-
ta Ana de Samborondón”, e igualmente las procesiones al
Señor de las Aguas, patrono de Colonche, pero amigo de
otros pueblos, se le piden bendiciones para alcanzar la fe-
El Señor de las Aguas racidad de la tierra.

155
Antonio ‘Toñito’ Cajamarca, un cómico nuestro que
entregó sana diversión a niños y adultos de nuestra
ciudad y del país durante muchos años
También forma parte de la lista de los personajes
populares de la urbe huancavilca que guarda en sitio de
preferencia la labor artística que él desplegó.

Toño Cajamarca De no haber fallecido el 23 de diciembre de 1995 el cómico guayaqui-


(d) con su leño José Antonio Cajamarca Yánez, quien popularizó el sobrenombre
atuendo de artístico de ‘Toñito Pajarito’, hoy hubiera celebrado un siglo de vida.
marinero, con
parte del elenco Estaría rodeado no solo del profesor Lechuga y los alumnos de La Es-
de La Escuelita cuelita Cómica, sino de la gente de la farándula que tanto lo admiró y del
Cómica del público de esta ciudad y del país que por décadas siguió sus actuaciones
maestro Lechuga. y lo aplaudió sin reservas.

Toño Cajamarca, el inolvidable actor y cómico que llegó al corazón del


pueblo con su arte y legó esa vocación a hijos y familiares para que con-
tinúen alegrando y orientando a sus conciudadanos, nació el 29 de no-
viembre de 1912.

156
Él se inició en la vida artística cuando tenía 12 años y a poco de participar en una selección
de la compañía de teatro infantil, dirigida por Eduardo Beltrán, español, y Clara Ocarrenza
de Beltrán, chilena. Desde entonces fue parte de representaciones teatrales, audiciones con
números cómicos, actos circenses, etcétera.

Los viajes y triunfos en escenarios ecuatorianos y extranjeros se repitieron; alternar con


colegas de brillante trayectoria le valió para acumular experiencias y también para empren-
der como empresario en su patria.

En la metrópoli porteña, donde había actuado en obras serias como La Pasión de Jesucris-
to, Cajamarca resolvió establecer en 1962, con el aval de un similar programa colombiano,
La Escuelita Cómica, que
captó enorme sintonía y se
vio por los canales 2 (Ecua-
visa), 4 (Telecuador) y 10
(Telecentro), y, asimismo,
se escuchó por CRE, Mam-
bo, Atalaya, Cóndor, Améri-
ca, Cristal y Tarqui y Gran
Colombia, de Quito.

Si bien Toño Cajamarca


se hizo conocido antes y
después de la mitad del
siglo XX por sus papeles
teatrales en prestigiosas
compañías, su fama cre-
ció con la interpretación
del inquieto niño vestido
siempre de marinerito,
que formaba parte de La
Escuelita Cómica y cuya
imagen aún permanece
fresca en incontables ve-
cinos del Puerto Principal,
pues hasta sus últimos
años de quehacer artístico
siguió representándolo.

El querido artista de radio, teatro, televisión y cine, triunfador en el José Antonio


dibujo y la ventriloquia, dejó este mundo hace 17 años, pero su evo- Cajamarca
cación pone sonrisas en quienes gozaron de su arte, que siempre fue Yánez era ‘Toñito
espontáneo, sano y divertido. Pajarito’. Vestía de
marinero.

157
Los músicos ecuatorianos y del mundo le rinden
homenaje a su patrona santa Cecilia; a ella se
suelen encomendar para asegurar el éxito de cada
presentación
La santa protectora tiene muchos seguidores que
mantienen cofradías y gremios en cuyas salas resalta su
imagen.

Santa Cecilia, Instrumentistas entre los que se cuentan trompetistas, acordeonistas,


virgen y mártir. pianistas, bateristas, saxofonistas, violinistas, etcétera, y los intérpretes
Obra de Jacques o cantantes de los más variados géneros conocidos de la música clásica
Blanchard, siglo y la contemporánea recuerdan hoy a su protectora o patrona de pro-
XVII. fesión, santa Cecilia, quien ha sido la encargada de darles apoyo y ha-
cerlos triunfar en compromisos adquiridos, como recitales, conciertos,
animación de espectáculos e incluso la popular serenata.

Aunque la tradición parece declinar actualmente, muchos de nuestros


músicos invocan a su animadora espiritual no solo para tener repeti-
das contrataciones, sino para lograr el éxito completo al actuar frente a

158
Grupo Manrique Ensamble,
dirigido por el maestro
Rubén Manrique del Pozo,
con el aporte vocal de su
esposa Carlota Suárez, sus
hijos Carla, Paola y Rubén
Manrique Suárez, sus nietos
Alba Manrique Pincay y Karla
Rodríguez Manrique y su yerno
Reese Land, han exaltado a su
patrona de profesión.

una abigarrada multitud o en la


solitaria acera cuando a la me-
dianoche algún romántico de
los que aún quedan en barrios
y ciudades los llevan a cantar al pie de un balcón de una ami-
ga, esposa o madre.

Según el libro Vida de los santos, de Butler, volumen IV, santa


Cecilia, virgen y mártir romana, fue y es muy conocida en el
mundo entero por ser la patrona de los músicos. Sus ‘actas’
cuentan que, el día de su matrimonio, en tanto que los mú-
sicos tocaban, Cecilia cantaba a Dios en su corazón. Al fin de
la Edad Media empezó a representársela tocando el órgano
y cantando. Murió hacia el año 232.

Ella siempre ha gozado de popularidad entre los músicos y


La soprano Maritza Ortega, pocos son los que se muestran reacios a recabar sus favores,
simpatiza con Santa Cecilia. aunque por allí se filtran san Pascual Bailón, san Agapito y
otros miembros de la corte celestial, también vinculados
con la música y el baile.

En honor de su patrona, la gente dedicada a la música ha


creado planteles, orquestas y festivales con su nombre; asi-
mismo, cada año organiza misas, procesiones y diversiones
populares. Por ello, en esta fecha se esperan festejos en mu-
chos países del mundo dedicados a la protectora de los eje-
cutantes e intérpretes.

En nuestro medio, es casi seguro que seguirá recibiendo las


El tenor Ángel Oyola, además de oraciones de sus fieles en pos de ayuda para ‘amarrar el ‘chi-
confiar sus actuaciones a Dios, vito’ (contrato) y así asegurar unos dólares en sus bolsillos
también lo hace con la santa al término de amenizar cualquier compromiso social de ins-
patrona. tituciones y familias.

159
Hay diversas costumbres de la Semana Santa que
ahora solo quedan para la evocación, pues debido
a la creciente expresión de ‘modernidad’ algunas
personas las dejan a un lado
Las expresiones religiosas que otrora se identificaban
con la rememoración piadosa de la Semana Mayor tienen
algunos cambios en los últimos años.
La procesión
del Cristo del
Consuelo en
Guayaquil es
multitudinaria
y testimonia
un arraigado
catolicismo.

Mientras unos creyentes católicos expresan que los actos piadosos de la Semana Mayor ya
no tienen la solemnidad y el recogimiento de hace un par de décadas, otros dicen que aque-
llo se debe a los cambios de costumbres de estas épocas, pero que la fe se mantiene igual a
la de tales años y que solo basta alentarla para que se manifieste como antes.

Insisten los pesimistas en que se ha perdido la práctica multitudinaria y característica de la


bendición de ramos, las novenas, el lavatorio de los pies, los vía crucis, la rememoración de
la vigilia del Señor, el Sermón de las Siete Palabras (o de las tres horas), el descendimiento
o adoración de la cruz, la visita a las siete iglesias, el recorrido de los monumentos de cada
templo, etcétera.

También añoran la fanesca, las humitas, el pan de Pascua o de regalo y más platos clásicos
del folclore ergológico, que en la mayoría de los hogares se preparaban para la familia y el
obsequio e intercambio con vecinos y parientes, lo que ahora es difícil hacerlo por el alto
costo de los productos o porque las amas de casa no siguen la tradición.

Ya no hay los programas de radioteatro que tenían su público, pues la televisión aún no
estaba en su apogeo. Las emisoras Ortiz, Atalaya, CRE, El Mundo y América ofrecían dramas

160
El Sermón de las Siete Palabras
también ha desaparecido en
muchas iglesias, como parte de
las rememoraciones de la Pasión
de Cristo.

de la Vida y Pasión de Jesús, cu-


yos autores e intérpretes: Hugo
Vernel, Jorge Velasco, Rosario
Ochoa, Concha Pascual, Toño
Cajamarca, Antonio Santos y
otros le daban crédito especial
por su trayectoria artística re-
conocida.

Con la llegada del cine mudo y del parlante se generalizó la asistencia para ver películas
sobre la Vida y Pasión de Jesucristo. Filmes en blanco y negro y en color admiró la comu-
nidad en Semana Santa en los cines Quito, Apolo, Central, Encanto, Presidente, Victoria,
Calero y otros que hubo antes de que la piratería y el DVD los extinguiera.

Grato resulta recordar las películas Ben-Hur, con Charlton


Heston; Moisés, con Burt Lancaster; Rey de Reyes, con H.B.
Warner como Jesús; Espartaco, con Kirk Douglas, Laurence
Olivier y Jean Simmons. Asimismo, Los Diez Mandamientos,
del productor De Mille; Quo Vadis, con Robert Taylor y Debo-
rah Kerr; Barrabás, con Anthony Quinn, entre muchas más.

Periódicos tenían anuncios asegurados para la Semana


Santa, pues apenas finalizaban las fiestas de carnaval y
comenzaba la Cuaresma, almacenes de ropa promociona-
ban la tela negra para quienes asistían a actos religiosos
vistiendo luto completo y la de otros colores para el Do-
mingo de Pascua de Resurrección.

Locales presentaban los granos e ingredientes para lograr


una fanesca a punto, sin que falte el bacalao venido de Ga-
lápagos y el de Noruega. Restaurantes y fondas ofrecían el
plato a bajo precio. Costumbres y otros apuntes que escapan de esta crónica se mantuvie-
ron por la fe popular y el folclore social.

Lamentablemente sí hay los que ya van en camino a la extinción por el modernismo y, de


igual forma, por el afán de lucro que corta expresiones a las familias de pocos ingresos. Vale
insistir en la evocación del esplendor y la aleccionadora profusión con que se manifestaron
antaño los oficios de la Semana Mayor, propios de un pueblo de arraigada fe como el nues-
tro, cuidadoso de inscribir sanas expresiones en su memoria e identidad.

161
Títulos y contenidos de canciones van de la mano
con las matemáticas; compositores ecuatorianos y
extranjeros así lo consignan en sus creaciones
Composiciones plasmadas en boleros, valses, cumbias y
otros ritmos dan una idea de cantidad desde su nombre
o en algunos los versos que son inspiración de sus
autores.
Así como hay temas que en dife-
rentes ritmos están dedicados a
Dios, los santos, la madre, el pa-
dre, los oficios y las profesiones,
los árboles, las flores y las frutas,
etcétera, existe una buena parte
de ellos que fue creada echando
mano a las matemáticas para de-
jar bien clara la idea de número,
peso, distancia, tiempo y cual-
quier otra novedad propuesta en
los textos creados por poetas, es-
critores y músicos.

Ejemplo de esta afirmación son


las rancheras El preso número 9,
que canta Nelson Ned, y A los 15
o 20 tragos, de José Alfredo Jimé-
nez; los boleros Cinco centavitos,
muy popular en las voces de Julio
Jaramillo y Olimpo Cárdenas, y Ya
son las doce, con Tito Rodríguez.

De igual manera, la pegajosa


guaracha Con medio peso, inter-
pretada por el conjunto Los Ca-
sanovas, y la balada Y nos dieron
la 10, que hizo muy conocida Joa-
quín Sabina.

Pero esta novedad que se pres- Durante las serenatas se escuchan temas como
ta para ensayar un curioso pero los boleros Cinco centavitos, Dos medallitas y
abultado inventario tan difícil de Un siglo de ausencia, en cuyos títulos aparecen
concluir, no debe olvidar otras simbólicamente las matemáticas.

162
La popular Sonora Matancera mantuvo en
su repertorio numerosos temas con títulos
de números y cantidades.

difundidas composiciones ecuatorianas y extranjeras,


como son los boleros Mil años, Dos almas, Un minuto de
tu amor, Dos lágrimas, Solamente una vez y Cuatro cirios;
igualmente el tango Uno, el sanjuanito Pase 30 de chicha, y
la popularísima balada Un millón de amigos, del admirado
Roberto Carlos.

Si se desea salir airoso con más de un título evocado, allí encontraremos la cumbia Mil horas,
de la Sonora Dinamita; el Mambo No 5, de Pérez Prado; el bolero Siete notas de amor, en la
dulce voz de Virginia López; La número 100, bolero inmortalizado por Alberto Beltrán y la
inolvidable balada Cien kilos de barro, éxito del mexicano Enrique Guzmán y del ecuatoria-
no Pepe Parra.

Existen cientos de canciones, unas más sim- El cantante


Roberto
páticas que otras, armonizando en su texto el Carlos
amor y otras circunstancias anímicas de los popularizó
seres humanos con las matemáticas, expre- el tema Un
sadas en sucesión numérica, tiempo, peso, millón de
amigos, que
etcétera. Ponga manos a la obra e incorpore se escucha
más nombres a la lista propuesta, sin olvidar por
el bolero 40 y 20, de José José, y el bolero de cualquier
Alfredo Gil que tiene por título Un siglo de au- ocasión.
sencia...

Tenga presente de poner en su lista los clásicos tangos Fue-


Otros temas ron tres años y Las cuarenta; los boleros La media vuelta, de
José Alfredo Jiménez, y Virgen de medianoche, en el recono-
Diez años, bolero, Leo Marini cido estilo de Daniel Santos.

Pa’ todo el año, ranchera, Igualmente, Una muchacha y una guitarra, por Sandro, y el
José Alfredo Jiménez. albazo Apostemos que me caso, en el que el intérprete dice:
“Ay, a la una y a las dos de la mañana dame caldo de gallina
Dos palabras, valse, Alberto que se me ha abierto la gana...”.
Guillén Navarro.

Cada domingo a las doce,


después de la misa, valse, El grupo
Augusto Polo Campos. guayaquileño
Boddega obtuvo
Cien mil cosas, bolero, Celio mucho éxito al
González. grabar la balada
100 kilos de barro.

163
Desde mucho tiempo atrás los animales abundan
en los avisos clasificados y aquella situación origina
la curiosidad y hasta la ocurrencia y diversión de los
lectores
En las páginas de periódicos guayaquileños, caso de
Diario El Universo, por ejemplo, siempre se ha leído este
tipo de datos que incluso abordan las expresiones del
folclore social.
Perros, gatos y
loros siempre
aparecen en los
avisos clasificados
de los diarios
locales.

Similar a lo que ocurre con


los avisos clasificados de los
periódicos del mundo sobre
el alquiler, la compra y venta
de casas, departamentos y
vehículos, los ofrecimientos
y solicitudes de servicios
domésticos, las gratifica-
ciones por objetos perdidos, los agradecimientos por milagros concedidos, entre otros de
curioso contenido, aquellos dedicados a los animales constan en buen número en esas pá-
ginas y hasta resultan curiosos y jocosos.

No faltan los que consignan pérdidas de perros, gatos, loros, etcétera, y la consiguiente gra-
tificación a quienes los devuelvan o indiquen sus paraderos; tampoco dejan de publicarse
los que ofrecen a sus mascotas para lograr los ‘cruces’ de razas y la venta de cachorros, que
en estos tiempos resulta un negocio lucrativo.

Ahora es frecuente leer sobre las ganancias económicas que representa la crianza y venta
de lombrices (lombricultura), caracoles, patos, perdices, ranas y muchas especies más para
la alimentación humana. Y constan –como antes– esos avisos desalentadores que promue-

164
ven la irracional depredación de algunas especies en peligro de extinción o que marchan
camino a esa realidad.

Hace algunos años una conocida


tenería de esta urbe consignaba:
“Hacendados: recomendamos como
un buen negocio la cacería de lagar-
tos. Pagamos buenos precios por las
pieles”, y ahora hay establecimien-
tos de comida exótica que piden
ser provistos de aletas de tiburón,
sin saber que los codiciosos matan
a los escualos únicamente por ob-
tener la parte que se les pide.

Y lo mismo ocurrió en pasados


años cuando los circos que visita-
ban Guayaquil anunciaban la com-
pra de asnos, chanchos y hasta pe-
Los lagartos rros para alimentar de manera barata a las fieras, que eran parte de
fueron cazados sus atracciones. E incluso el Instituto Nacional de Higiene con sede
por su piel, en nuestra ciudad publicaba con frecuencia: “Se compran monos. Ins-
cuya compra se tituto Nacional de Higiene. Julián Coronel No 103 frente al Hospicio”.
anunciaba por los
periódicos. En el cuadro adjunto se revisará algo de ese material que en este Dia-
rio se publicó desde su fundación en el año 1921.

Zoología popular:
• En la hacienda Jericó se • Regalo por no cuidar en • Vendo gansos guardianes
compra burro jecho, grande y 30 sucres un cacique, una legítimos. Francisco Segura
mozo. Las Peñas 115. chocota, un carpintero y una 1611 y José Mascote, teléfono
colemba, con sus respectivas 313810.
• Pichones gordos para jaulas. Colón 712.
enfermos vendemos. Av. del • Guacamayos se desea
Ejército 413 y Padre Solano. • Se necesita leche de perra comprar dos parejas de
negra, se paga buen precio por guacamayos de distintos
• Gratificación a quien entregue un dedal diario. Informes Carchi colores. Ofrecerlos en Malecón
en Miraflores (Av. Central y la 1503 y Diez de Agosto. 702.
Séptima) una monita negra.
• Mula perdida. Buena
• Gratificación: 30 sucres al • Galápagos grandes se gratificación ofrezco a quien
que me entregue un perico que venden cinco. Informes: dé razón o haya encontrado
se extravió el domingo 28 del Urdaneta 617 de 12 a 2 p.m. una mula negra en Venezuela y
presente, en Colón 616. También dos pavos reales. Lorenzo de Garaycoa, esquina.

165
En nuestra ciudad y otras localidades de la provincia y
del país continúan vigentes los festejos dedicados a
la Virgen de la Merced, patrona de la región litoral
ecuatoriana
La religiosidad popular aflora en septiembre para
sumarse al homenaje que poblaciones de varias regiones
presentan a esta advocación de la Virgen María, También
patrona del Ejército.

Alfredo Guanotoa,
conductor,
expresa su fe
ante la imagen
de la Virgen de
la Merced en
San Ignacio, en
Pichincha.

Debido a que muchos padres en las grandes urbes hicieron a un lado la costumbre de bau-
tizar a sus hijos con los nombres del santo que trae el calendario y prefirieron ponerles
otros de ascendencia extranjera ya no se participa, como antaño, en las amenas reuniones
de familiares, vecinos y amigos en las que se festejaba a los pepes, juanes, pedros, rosas,
josefinas, marías, meches y otros comunes apelativos que cualquier hogar ostentaba muy
orgulloso.

Sin embargo, para tranquilidad de quienes siguen fieles a las tradiciones lugareñas y al resto
de manifestaciones vernáculas, en este mes de septiembre, en numerosos pueblos y recin-
tos del país toma vigencia la celebración en honor de la Virgen de la Merced.

La Virgen es patrona en el Litoral de ciudades como Babahoyo (Los Ríos), Machala (El Oro),
Portoviejo (Manabí), Playas (Guayas), Los Lojas (Daule, Guayas).

Lo mismo representa en Latacunga, provincia de Cotopaxi, y además en los repartos de las


Fuerzas Armadas porque esta advocación de la Virgen también ostenta para ellas el rango
de Generalísima y patrona.

166
Los festejos hacia la Virgen se celebran desde APUNTES
hace una semana en los pueblos. Desde ayer y En su libro ‘Guayaquil Mariano’, monseñor
hasta hoy – que es el día clásico de la celebra- Roberto Pazmiño señala que en los inicios
ción religiosa– habrá festejos en las familias de la ciudad llegaron con Francisco de
que entre sus miembros tienen alguna Mer- Orellana los mercedarios fray Juan de Ulloa
cedes. y fray Hernando de Granada, “quienes
plantaron el amor a Nuestra Señora de las
Como antaño se lo hacía, no faltarán los brin- Mercedes”. Los frailes se encargaron de la
dis con la chicha de arroz o de jora, los talla- evangelización de la población en el Litoral
rines y el aguado de gallina o de pato y, por ecuatoriano y partieron desde su cuartel
supuesto, el pegajoso estribillo de conocidas que lo habían establecido en la isla Puná.
canciones para animar el ambiente.

Muchas
localidades
ecuatorianas
tienen como
patrona a la
Virgen de la
Merced, que
también lo es
del Ejército de
nuestro país
y de la región
Litoral.

En las poblaciones rurales que tienen a la Virgen de la Merced como su patrona se han pre-
parado misas, bautizos, procesiones, comparsas, ferias populares, rodeos, peleas de gallos,
juegos pirotécnicos (cohetes, castillos, vaca loca) y un sinnúmero de distracciones arraiga-
das a los motivos folclóricos. Las serenatas
y los mensajes musicales con temas alusi-
PUBLICIDAD vos a ella también estarán presentes.
Un aviso de septiembre de 1924 en Diario El
Universo, dice: “Fiesta de las Mercedes en Guayaquil no se queda en estos festejos
Machala. Esta fiesta promete mucho en este religiosos y populares, pues la Comunidad
año para religiosos, comerciantes y turistas Mercedaria, que regenta la Basílica de la
en virtud de los altos precios del cacao y Merced, ubicada en Víctor Manuel Rendón
café, que han dejado buenos medios a los y Pedro Carbo, ha dispuesto, como en años
agricultores...”. pasados, novena, misas solemnes y proce-
siones por las calles de la parroquia.

167
San Agustín, santa Rosa y san Ramón son fiestas
con tradición que se expresan en ciudades y pueblos
de nuestro país. Sus rememoraciones aún son
esperadas con avidez
Nuestras familias todavía mantienen la costumbre de
bautizar con los nombres de estos populares santos a
sus descendientes y ello permite que sus festejos no
decaigan todavía.

Si junio es uno de los meses con la mayor carga de expresiones identificadas con el folclore
social por sus fiestas de Corpus Christi, Inti Raymi, San Juan, San Pedro y San Pablo, etcétera,
agosto no se queda atrás con las de la Virgen de las Nieves, la Purísima, san Lorenzo, san
Roque y San Jacinto; la Virgen del Tránsito, san Luis y en estos días san Agustín (28), santa
Rosa de Lima (30) y san Ramón (31).

Y fueron precisamente los tres últimos miembros de la corte celestial que citamos los que
durante las décadas pasadas en Guayaquil y sectores de la campiña litoralense originaron
anticipados ajetreos y prolongados festejos en muchas familias, cuyos miembros fueron
bautizados con sus nombres y casi nunca perdieron la costumbre de festejar sus santos u
onomásticos.

San Agustín es patrono del cantón guayasense Jujan y santa Rosa de Lima del cantón oren-
se Santa Rosa, que todavía realizan programas religiosos y populares en los que no faltan
novenas, misas, procesión y distracciones populares (lidias de gallos, bandas de música,
juegos pirotécnicos, comidas típicas, etcétera).

168
Santa Rosa de Lima. San Agustín, patrono del cantón San Ramón, patrono de las
Jujan. embarazadas.

En Jujan desfilan los mojigos, comparsa de disfrazados que remonta su origen en la época
colonial. Asimismo, los Ramones tienen su espacio en los grupos familiares. Por todo esto,
durante la última semana de agosto, las páginas de los periódicos de años atrás anunciaban
las promociones de regalos (telas, discos, perfumes y más curiosidades) para su Rosita y
para su tío Ramón.

Los dueños de lanchas, mixtos, chivas y camiones recomendaban sus unidades para diri-
girse a las poblaciones que festejaban a sus patronos, tales como La Victoria, parroquia de
Salitre, Guayas; Juan Bautista Aguirre (Los Tintos), de Daule por santa Rosa, y en Nobol,
donde el 31 de agosto lo dedicaban a la Santísima Trinidad.

En esta ciudad las radios emitían saludos musicales por las Rosas, que años atrás las había
en cantidad y no como ahora que ese nombre se suplantó por otros más modernos y de
ascendencia extranjera. Cristal, Ondas el Pacífico, Universal, Cóndor, etcétera, transmitían
pasillos y alegres sanjuanitos y pasacalles.

Un aviso de Diario El Universo testimonia lo de san Agustín en agosto de 1930: “Gran fiesta
en Jujan.- El 28 de este mes se celebrará la fiesta conmemorativa del patrono san Agustín,
habiéndose dado comienzo a la novena respectiva. Habrá toda clase de diversiones, carrou-
seles, circo, cinematógrafo, lidias de gallos, toros y toda clase de juegos permitidos por la ley.
La ceremonia religiosa estará a cargo del cura párroco. Una buena banda de músicos hará la
delicia de los concurrentes. ¡A gozar turistas!.- El Comité”.

169
La rememoración de Todos los Santos posee una
gran connotación en el folclore de muchos países; el
Ecuador todavía mantiene esa antigua carga festiva y
de respeto por la fecha
El 1 de noviembre, día de la celebración,
todos quienes ostentan nombres de santos
mantienen la costumbre de congratularse
mutuamente y hasta de festejarse en conjunto.

Aunque bastante gente ya perdió la costumbre de bautizar a


sus hijos con los nombres que trae el calendario o santoral,
especialmente si se trata de aquellos apelativos como Tor-
cuato, Pancracio, Sinforoso, Diositeo, etcétera, que causan
asombro y hasta sonrisas en algunas personas, todavía hay
motivos suficientes para rememorar el Día de Todos los San-
tos, que en nuestro medio mantiene vínculos con el hecho
folclórico.

Si bien la fiesta popular del 1 de noviembre pasa algo inad-


vertida porque ahora proliferan los nombres raros y de pro- imágenes de la
cedencia extranjera como Shakira, Ricky y tantos otros, que Virgen del Carmen
se los prefiere por estar más ‘a la moda’, todavía se recuerdan y de San Andrés.
en las zonas urbanas y rurales del país a los populares Teo-
doro, Filomena, Eudocia, Casimiro, Toribio, Eduviges, Cán-
dido, Cornelio, entre otros de una inmensa lista que se los
celebra con misas, distracciones populares y platos típicos.

Origen de la celebración

La fiesta de Todos los Santos nació en el siglo IV, cuando en


Antioquía se la celebraba para todos los mártires, después
de Pentecostés. En el siglo VI la introdujeron en Roma y, cien
años después, el papa Bonifacio IV la fijó para el 13 de mayo,
en coincidencia con la dedicación del Pantheón a la Virgen y
a todos los mártires.

En el año 835, la festividad fue transferida por el papa Gre-


gorio IV al 1 de noviembre. Sobre todo, el Día de Todos los
Santos recuerda el pasaje bíblico de san Juan en su Apocalip-
sis, donde resalta la salvación de las almas, donde están los

170
Representación
artística de Todos
los Santos.

pobres, los sufridos, los ultrajados, los menospreciados y los que padecen otras penalidades
e incontables apuros.

Santos y protectores

Valga la oportunidad de hoy para recordar a los santos patronos de ciudades e instituciones,
junto con los llamados protectores de profesiones y oficios, pues en caso de invocarlos por
cualquier necesidad estemos seguros de que alcanzaremos por su intervención ante el To-
dopoderoso salir de algún problema.

Hay que destacar que muchos santos han perdido vigencia y que cedieron el lugar a otros
en aquellas faenas de auxilio a los mortales. Allí los casos de san Agrícola, quien años atrás
fue el invocado por los agricultores, que actualmente lo hacen a san Isidro Labrador; asimis-
mo, san Amado, protector de los enamorados, que dio el turno a san Valentín.

Por último, no olvidemos que hay santos para los oradores, gordos, llorones, mezquinos,
cándidos y dichosos, críticos, mudos y locos. En el año 2000 el papa Juan Pablo II proclamó
a Tomás Moro como santo patrón de los políticos, pese a que estos ya tenían como protector
a san Patricio.

171
El pacharaco es una de las aves que están muy
ligadas a la historia montuvia y forma parte de la lista
de las de mayor identidad de la fauna ecuatoriana
Esta especie, que otrora pobló en una buena cantidad
el agro costeño, aún subsiste en menor cantidad pero
no deja de ser tema para la conversación diaria y para el
folclore y la música.
El breve inventario que ensayamos el sá-
bado anterior en torno al protagonismo
de las aves en las creencias populares, el
folclore y el mundo mágico-mítico que
identifica al país, dejó abierta la posibili-
dad de desarrollar más temas que también
testimonian la presencia de las numerosas
especies aladas que forman el patrimonio
de la geografía ecuatoriana en la literatura
y la expresión musical.

Para ejemplo de esto último basta recordar


las obras de los escritores Joaquín Gallegos
Lara, César Dávila Andrade, Alejandro Ve-
lasco Mejía, Gonzalo Sotomayor Navas y
Honorato Vásquez, quienes similar a lo
que hicieron otros reconocidos literatos
las perpetuaron en El guaraguao, Esquela
al gorrión doméstico, Ñucanchi Kúntur, Che
Che el pájaro vigía y Las golondrinas, en su
orden.

Eso ocurrió igualmente con Nicasio Safadi,


quien hizo los arreglos de las hermosas
y tradicionales canciones Los jilgueros y
Avecilla; Carlos A. Rubira Infante, autor del
pasillo Alondra fugitiva, basado en los ver-
sos de Rosario Sansores; Rubén Uquillas y
su alegre albazo Pajarillo; Jilguerito tráeme
besos, pasillo (letra de Lauro Dávila y músi-
ca de Nicasio Safadi), que es una emblemá-
tica interpretación de Julio Jaramillo.

Como ya habrá tiempo para hablar de

172
aquellas joyas testimoniales que nacieron porque la belleza del plumaje o compor-
tamiento de las aves lo inspiraron, ahora destacamos la presencia especialmente en
la vida cotidiana del campesino litoralense del ave llamada pacharaco, que motivó al
compositor Ruperto Romero Carrión al legarnos la pegajosa melodía de igual nom-
bre, pero en versión estelarizada por la hembra de la especie, grabada por Máxima
Mejía en ritmo de porro-guaracha. Y que además la adoptó el pueblo para, de manera
sentenciosa, darle este apelativo a los holgazanes y enemigos del trabajo.

Escasa población

A punto de extinguirse por el atentado contra su hábitat y la persecución irracio-


nal de que fue objeto por muchos años, el pacharaco felizmente subsiste aunque
sea en escaso número en algunas propiedades agrícolas, donde el campesino goza
al escuchar el canto del ave que simula aquel estribillo que dice: ¡A trabajar, a
trabajar, a trabajar!, por parte de la hembra, mientras el macho parece contestar
¡para qué, para qué, para qué!

De nombre científico Ortalis garrula, el pacharaco es de la orden de las gallináceas y la fami-


lia de los faisánidos. Tiene parecido a los gallos de pelea, pero sin el espolón característico
de aquellos. El color de su plumaje semeja una hojarasca seca: marrón. Las mejillas son de
tono rojizo y no tiene plumas. Se caracteriza además porque su carne de muy poca grasa es
similar a la del faisán, tanto en color como en sabor.

Por lo general el macho posee un harén de siete hembras, que ponen de 4 a 6 huevos
de igual tamaño al de las gallinas y que eclosionan a los 21 días. Prefiere los bosques
de clima tropical y otras lugares cercanos a las tierras de cultivo. Se alimentan de hojas
de guarumo y de otras plantas de hojas tiernas, arbustos de pepinillos, uvas silvestres;
no desestiman las lombrices y ciertos insectos para completar la dieta.

Guardianes naturales
Una popular canción
Los pacharacos (machos y hembras) son bulliciosos y
La pacharaca agresivos. Sin embargo, suelen vivir con el hombre y
La pacharaca tiene voz de mando actúan como buenos guardianes de la casa; es común
tiene voz de mando para el maridito que den la voz de alarma ante la presencia de algún
en la madrugada, en la madrugada desconocido, e incluso que ataquen sin mayor motivo
subida en el palo le dice cantando: al intruso o visitante.
¡A trabajar! ¡A trabajar! ¡A trabajar!
No sigas durmiendo anda a trabajar. Conocidos con otras denominaciones populares como
chachalacos, guachanacas y huachingas, acordes con sus
El pacharaco al oír contesta características, cantan en grupo varias veces durante el
al oír contesta muy enfurecido: día y la noche. Prefieren las ramas altas de los árboles y
¡Para qué! ¡Para qué! ¡Para qué! ocasionalmente llegan al suelo a darse un baño de tierra,
Qué se habrá creído, qué se habrá como lo hacen las gallinas. El hombre los ha perseguido
creído para cazarlos y prepararlos como alimento y con sus plu-
Estoy cansado, no sé trabajar. mas elaborar abanicos.

173
Diversas especies de nuestra avifauna regional
y nacional son parte de la literatura patria, de
curiosas e incontables leyendas y por supuesto de las
creencias populares
Igual que las plantas y otros seres, las aves están en el
mundo mágico y mítico de muchos pueblos ecuatorianos,
que atesoran todo lo relacionado con aquellas.
Actuar con temor o confianza ante la presencia o cercanía de un individuo representante de
las numerosas especies de aves que pueblan nuestro territorio suele ser la normal actitud de
creyentes y supersticiosos apegados a las creencias populares que forman el folclore mágico
junto con la religión, lo medicinal y no medicinal, el animismo, fetichismo, totemismo, tabuismo
y más expresiones afines.

En el Ecuador y otras naciones del mundo dueñas de gran desarrollo tecnológico, continúan
arraigadas en el sentimiento popular las llamadas creencias y supersticiones que son el testi-
monio de su riqueza cultural y otras manifestaciones fundamentales de la memoria colectiva. Y
si de la presencia de las aves en el mundo mágico y mítico se trata, hay material para rato que no
solo asombra sino que tiene una carga de enseñanzas y situaciones harto curiosas.

Numerosos ejemplos

Por considerarla fatídica y de “mal agüero” en la ciudad y el campo mucha gente se atemoriza
ante el paso de la lechuza (chúshig), cuyo graznido –dicen– anuncia la muerte de un enfermo.
Lo mismo al cantar la valdivia, que en su sonido gutural parece expresar “¡hueco va, hueco va!”.

Es mala suerte (desgracias y enfermedades próximas) si


canta una gallina o llora la tórtola; y habrá hambre y mise-
ria si se sueña con cuervos. En cambio, si alguien toma agua
en el recipiente donde igualmente lo hizo el tucán o diostedé
gozará de excelente salud.

También es buen augurio si observamos al quinde, colibrí o


picaflor en pleno vuelo e, igualmente, si este se posa frente
a un cazador, le asegura una satisfactoria cacería.

Otras creencias comunes

Si en casa hay un niño recién nacido y pasa graz-


nando una lechuza, los de mayor edad de la fa-
milia aconsejan que hay que poner las tijeras
en cruz, quemar sal o sahumerio para ale-

174
jarla, pues se trata de una bruja que desea causar daño al niño.

Cuando el curiquingue (curiquinga) vuela sobre alguna casa, presagia el fa-


llecimiento de una persona que la habita. En cambio, si se las observa volar
en pareja eso augura un matrimonio feliz. Si la maría copetona o maría mo-
ñuda ríe es señal de mala suerte y, escuchar su silbido, algo bueno ocurrirá.

Si el gavilán vuela en dirección de una persona, le predice que va a ser-


virse sabrosos bocadillos, y si alguien lo sueña, es signo de buen augurio.
Las palomas denominadas de Castilla son tenidas como ingratas, aún más
cuando se marchan de una casa a la que aseguran llegará la mala fortuna.
Cuando por un pueblo o una comarca pasa volando una pareja de quilili-
cos, allí es inminente un matrimonio.

Curiosidades

En esta breve síntesis que recuerda el protagonismo de las especies ala-


das que se identifican a plenitud con nuestro folclore, no hay que olvidar
aquellas que abordan el campo de las leyendas como la hermosa de las
guacamayas y los orígenes de los cañaris.

O del tayo, ave gemidora que habita especialmente en las cuevas de nues-
tra selva amazónica, que según los nativos de la región es la transforma-
ción de una joven que perdió a su novio a quien se lo robó la Luna.

La perdiz nunca puede dormir en un árbol y siempre anda por el suelo,


como castigo de Jesús que la sentenció porque lo “denunció” con su albo-
rotado vuelo cuando en el Monte de los Olivos Él se “escondía” de los sol-
dados que lo fueron a aprehender.

Igualmente existen otros fantásticos y fantasmagóricos episodios de mu-


cho interés: tal el de la gualgura, una especie de gallina que junto con sus
Los búhos y pollos se presenta durante las noches a quienes por su comportamiento
lechuzas (1), el son perseguidos por los espíritus y malas visiones. El animalejo los atrae a
ollero u hornero lugares sombríos, donde mora el diablo.
(2), los gallinazos
(3) y los colibríes En otra línea, vale recordar la creencia de muchos campesinos litoralenses
o quindes (4) son en el sentido de que si unta manteca de gavilán debajo de las alas de un
parte de leyendas gallo de pelea, este vencerá a su contendiente por muy fino y bravo que sea.
y creencias
ecuatorianas. Asimismo, del gallinazo, al que si alguien que padece del molestoso orzuelo
lo mira y guiña el ojo repetidamente, pronto estará curado. Y del popularí-
simo pájaro ollero u hornero, cuyo canto anuncia el cambio de hora del día.

Hagamos, pues, una revisión de las leyendas y supersticiones con el prota-


gonismo de las aves, y tendremos un material entretenido y extenso.

175
Los villancicos y chigualos son parte de las
tradiciones musicales de diciembre. Aunque ahora
se los escucha muy poco, de todas maneras matizan
el ambiente del periodo navideño
Dulce Jesús mío, Ya viene el Niñito, Claveles y rosas, No
sé Niño hermoso, Bienvenido seas, Entre pajas y heno, A
Belén va una burra, Ay, de Chirriquitín, etcétera, constan
entre las más populares composiciones.
La vigencia de los villancicos
continúa con la ayuda de
los festivales escolares y
colegiales.

Según muchos estudiosos de la


música en Ecuador, el villancico
tuvo su origen en la Edad Media,
cuando san Francisco de Asís ini-
ció la celebración de la Navidad
con el arreglo de los belenes, na-
cimientos o pesebres. Sostienen, asimismo, que este llegó al Ecuador, inicialmente a Quito,
en la época colonial, y que se afianzó por la difusión que le dieron los primeros religiosos
franciscanos.

Otros musicólogos explican y coinciden que el villancico ecuatoriano está basado musical-
mente en el sanjuanito indígena, porque numerosas composiciones poseen esa característi-
ca. Sin embargo, cuando la melodía se compone e interpreta en otros sectores ecuatorianos,
como los del Litoral, la composición adquiere diferentes características o estilos.

En general, la difusión del villancico aumentó por la labor didáctica de músicos y sacerdotes,
y como consecuencia que los mestizos, indios y negros los incluyeron en su repertorio con
propias adaptaciones.

Todo facilita que la melodía siga vigente, aunque sin la profusión de antaño debido a la pre-
sencia de nuevos ritmos y porque su mensaje toma plena vigencia para las fiestas de Navidad
y de Reyes.

Algunos nombres

En cualquier lugar del país donde se interpreta, nuestro villancico conserva su rica poesía y
contagiosa música, pero sí cambia su denominación. En Manabí lo llaman chigualo; la pobla-
ción negra de Esmeraldas e Imbabura, además de chigualo le dice tono de Navidad, aguinal-

176
do e incluso arrullo, y en numerosas poblaciones andinas le dan el apelativo de tono del Niño.

No olvidemos que por su alta dosis de poesía y canto, el villancico permite mezclar la dan-
za y dramatización. Los festejos populares identificados con el folclore social de diciembre,
las reuniones familiares, barriales e institucionales que incorporan la interpretación de esos
hermosos temas, logran una especial algarabía que contagia a protagonistas y asistentes.
Esto, mientras disfrutan de los potajes típicos de la temporada (chocolate, dulces, panes, biz-
cochos, rompope, buñuelos, etcétera) y, por supuesto, de los juegos pirotécnicos.

Entre los escritores y músicos ecuatorianos que han aportado al enriquecimiento de esta
composición consta el lojano Salvador Bustamante Celi (1876-1935), quien legó temas de
popularidad que aún escuchamos y entonamos como Dulce Jesús mío, No sé Niño hermoso, Ya
viene el Niñito, Venid pastores, Lindo Niño, En los brazos de una doncella, entre otros conocidos.

Autores e intérpretes

Igualmente forman la nómina Hermenegildo Rodríguez Parra,


José Nicolás Rodríguez, José Vanegas, Segundo Cueva Celi y Se-
gundo Luis Moreno, de aporte significativo. En las últimas décadas
resalta el trabajo de los sacerdotes Hernán Pinzón, John Macías,
Medardo Ángel Mora y Hugo Vázquez Almazán, con villancicos
que armonizan lo bíblico con tradiciones y estampas urbanas. Las
cantantes Astrid Achi, Hilda Murillo y Margarita Laso tienen gra-
bados discos compactos con villancicos navideños.
El sacerdote
Esos trabajos comparten popularidad con las tradicionales realizaciones guayaquileño
de los Pibes Trujillo, Luisín, Los Niños Cantores de Navidad, Los Zaga- Hugo Vásquez
litos, Paulinos, Los Niños Cantores de Hijaraz y demás artistas ecuato- compuso
rianos y extranjeros, reproducidos últimamente en tecnología moderna. hermosos
El conjunto musical del maestro Luis Antonio Medina Manrique puso villancicos que
en circulación Aires navideños, con las voces del niño Segundo Andrade difundió por medio
Moscoso y Gonzalo Vaca. de grabaciones
de discos.
Se conocen, igualmente, el trabajo disco-
gráfico Al Niño Nazareno (villancicos an-
dinos) del grupo Génesis, y otro de Claudio Jácome Harb. Lle-
gó diciembre y con él su carga de alegría. Los villancicos han
retornado y se los escucha en numerosos hogares que los
conservan en discos de vinilo o compactos, en los almacenes
y puestos callejeros que también ofrecen juegos de luces y
adornos navideños, en los festivales de coros que organizan
escuelas, colegios y otras entidades.

En fin, todo es oportuno para las remembranzas a las que


nos llevan los bellos acordes de los alegres y expresivos villanci-
cos, rasgo de nuestra identidad.

177
Irremediablemente una gran cantidad de utensilios
que se emplearon en las cocinas de antaño
para preparar alimentos, hoy están en camino a
la ‘jubilación’ pese a que en algunos hogares y
restaurantes se trata de mantenerlos
Aunque la tradición sostenga que una menestra con
arroz y su respectivo cocolón tienen excelente sabor, las
amas de casa de estos tiempos cambiaron el barro y la
madera por los aparatos eléctricos.

Por más que la tradición popular se


afane en sostener que si algunos ali-
mentos –casos del arroz y la menes-
tra- son preparados en olla de barro,
mucho más si el recipiente fue ela-
borado en alguna alfarería de Sam-
borondón, la sabrosura de ellos está
asegurada, la modernidad ha despla-
zado esta costumbre y la ha converti-
do en un recuerdo.

En casi todos los hogares de la región


aquel utensilio le dio paso a las ollas
de hierro y aluminio, y en los últimos
años a la bautizada olla arrocera (eléc-
trica), que ayuda a ganar tiempo en la preparación. Vasijas y cacerolas de Samborondón.

Pero no solo las ollas de barro están ausentes de las cocinas y su utilidad es una añoran-
za, sino otros artefactos que abuelas, madres, amas de llave y cocineras especializadas los
tenían como imprescindibles para preparar un sango de verde, un pastel de choclo o una
deliciosa chucula de maduro.

Similar al guardafrío que sucumbe poco a poco frente a modernas refrigeradoras y anaque-
les para conservar toda clase de alimentos, tenemos más utensilios y aparatos que, elabora-
dos para reinar por mucho tiempo en la cocina, perdieron terreno ante sus similares hechos
con técnicas modernas.

Allí los clásicos molinillos usados para batir los fréjoles y dejar al punto la menestra y la chu-
cula de maduro; el rallo para que el verde tenga la textura adecuada y se obtenga un buen
sango. Se suma la piedra de moler que también dejaba listo el aliño (combinación de ajos

178
y especias) para caldos, carnes asadas, etcétera; y, por supuesto, la
tabla de picar hecha de madera resistente y durable.

Ahora la tabla es de plástico, y el molinillo y la piedra de moler


fueron ‘jubilados’ obligatoriamente por los picatodo, licuadoras y
batidoras. El achiotero de aluminio para colocar el achiote y aceite
y obtener ese aderezo natural muy pocos lo conocen y preparan
en casa, pues lo venden en frascos que resultan similares a los del
aliño.

El cedazo o colador, necesario para cernir la avena cocinada y simi-


lares preparaciones de máchica y harinas, ya no es de latón, aluminio o cerdas de caballo
sino de plástico. La sartén en diversos tipos y materiales en el que el popular ‘calentado’ no
pierde sabor está con vida, pese a que el horno eléctrico y el microondas lo quieren deste-
rrar totalmente.

Sin la profusión de antes, hay familias de la ciudad y el campo que usan el molino de mano
para moler el choclo de las humitas y para el café tostado. Igualmente aún utilizan las cucha-
ras, cucharones y tenedores de palo para mover los arroces y platillos especiales. Incluso
sus escobas para limpiar el área de trabajo ya no son de paja sino de fibra y plástico.

Por último, con la llegada de las cocinas de gas y eléctricas los fogones desaparecieron y con
ellos también el abanico o aventador de paja o totora. Los utensilios de cocina que están
vigentes y los que se quedaron en las regiones del recuerdo los podemos encontrar en los
mercados y almacenes de artesanías y los pocos talleres de latonería que quedan en nuestra
ciudad.

En esos lugares el ojo avizor del transeúnte podrá observar


rarezas y novedades hechas de nobles materiales. Y evocará
al paso platillos como la miga de zapallo, los fréjoles enzapa-
tados, los niños envueltos y más ricuras gastronómicas que se
prepararon con el auxilio de aquellos.

Textual

Fiel a la tradición
María Mendoza, propietaria del
restaurante ‘La Quinta de Kalito’, dice:
“Los viejos utensilios de cocina aún me
son muy útiles, a pesar de los artefactos
modernos”.

179
El artista mexicano Pedro Infante cantó en nuestra
ciudad hace más de medio siglo y sus presentaciones
recibieron un masivo respaldo de sus simpatizantes
El popular cantante y actor mexicano vino a esta
ciudad el 29 de diciembre de 1956 y se quedó por
algunos días. Él murió el 15 de abril de 1957.

Hace medio siglo, en pleno ambiente


decembrino, el vecindario de Guayaquil
aumentó su algarabía por el arribo del
cantante mexicano Pedro Infante Cruz
(1917-1957), convertido en ídolo de
países americanos por su estilo al in-
terpretar rancheras, corridos, boleros y
otros ritmos, y también por su versatili-
dad como actor de numerosas películas
que protagonizó con otras reconocidas
figuras de la época de oro del cine de su
país.

Los guayaquileños esperaron el arribo


del personaje y diarios como el nues-
tro informaron ampliamente sobre la
trayectoria del intérprete, quien llegó
el sábado 29 de diciembre de 1956. Fue
recibido por empresarios, directivos de
instituciones y admiradores, entre ellos
Sucre Pérez Castro, director de Diario El
Universo; Luis Martínez Moreno, Anto-

Los discos y películas de Pedro Infante


acumulaban gran popularidad entre los
guayaquileños.

180
El cantante y actor
mexicano Pedro Infante
tuvo muchos fanáticos
en nuestra ciudad. Sus
canciones y películas
aún se recuerdan.

nio Iglesias Caamaño, Ralph del Campo y Reynaldo Zeli Santos. Infante se hospedó en el
hotel Humboldt, ubicado en el malecón Simón Bolívar y la avenida Olmedo.

Las presentaciones

Acompañado del mariachi Perla de Occidente, el cantante actuó en funciones de especial y


noche el mismo día de su arribo, el domingo 30 y el lunes 31 en el teatro Nueve de Octubre
(Nueve de Octubre entre Rumichaca y García Avilés).

Hizo de animador Paco Villar. Las localidades costaron: luneta 40 sucres, anfiteatro 30 y
galería dividida para hombres y mujeres: 10 sucres. En gesto que le dio mayor popularidad,
Pedro Infante cantó gratis el martes 2 de enero de 1947 para los enfermos del hospital de la
Liga Ecuatoriana Antituberculosa (LEA).

Tras sus exitosas presentaciones en el Nueve de Octubre pasó al Teatro Central, en 10 de


Agosto y 6 de Marzo, del 1 al 6 de enero. Otro testimonio de la simpatía al actor y cantante
fue la edición que lanzó El cancionero del trópico con sus temas de mayor acogida; asimis-
mo, las funciones de salas como el Apolo, México, Gloria y Porteño que pusieron en cartelera
Escuela de Música, de Infante con Libertad Lamarque, y La razón de la culpa, con María E.
Marques y Andrés Soler. El artista murió en un accidente de aviación el 15 abril de 1957.

181
El 7 de septiembre de 1956 Daniel Santos ‘conoció’
el Cuartel Modelo por un incidente en el teatro
Apolo; el artista fue recluido en ese lugar donde
compuso dos populares canciones
El Jefe estuvo preso por no cantar como le
correspondía hacerlo y eso originó la reacción de
un enfurecido público que dañó las instalaciones
del cine y obligó la intervención policial.
“Cataplum pa’ dentro anacobe-
ro, a mi comisario no le gusta el
bolero”, es el pegajoso estribillo
de la guaracha de igual nombre
que grabó el cantante puerto-
rriqueño Daniel Santos (1916-
1992), quien la compuso du-
rante su obligada permanencia
de varios días en el Cuartel Mo-
delo a partir del viernes 7 de
septiembre de 1956, cuando la
Policía lo detuvo por no conti-
nuar su presentación en el des- Daniel Santos gozó de mucha simpatía en nuestro país,
aparecido teatro Apolo, en Seis especialmente en esta ciudad.
de Marzo y Aguirre, de esta ciu-
dad, y eso originó que el público enfurecido causara serios destrozos en las instalaciones de
la sala. Otra producción que inspiró este hecho fue Aguaita guayaquileña.

El bolero Cautiverio, que en uno de sus versos dice: Qué triste pasan las horas/ en esta cau-
tividad,/ aquí se sufre y se llora,/ qué triste es la soledad/... fue otro tema que el querido
intérprete boricua tan pronto salió en libertad grabó en los estudios de Ifesa, con el acom-
pañamiento de la orquesta Costa Rica Swing Boys. El disco de 45 RPM fue puesto a la venta
como una primicia el lunes 24 de septiembre del mismo año en el almacén Emporio Musi-
cal, como lo testimonia el aviso publicado en Diario El Universo en fecha similar.

Su esperada presentación

Más de una semana Francisco Romero, propietario del teatro Apolo, promocionó la actua-
ción del artista que, al igual que ahora, tenía numerosos fanáticos que fueron a escuchar sus
conocidos temas Virgen de media noche, Perdón, Patricia, Lamento borincano, Despedida,
Amnistía, Romance del campesino, Esperanza inútil, El corneta, Desgracia, entre otros.

Lamentablemente, por una situación de salud, que se aclaró después, Santos cantó la gua-

182
racha El corneta y se retiró del escenario rumbo al camerino. La orquesta Costa Rica Swing
Boys que lo acompañaba trató de suavizar la tensión y ofreció otras melodías, mas pasaron
los minutos, el cantante no apareció y la impaciencia del público, especialmente de la gale-
ría, se agudizó con gritos y rechiflas hasta llegar a las actitudes vandálicas, pues destrozaron
parlantes, pantalla, graderías, butacas, etcétera.

La Policía actuó con firmeza para desalojar a los exaltados; el Cuerpo de Bomberos resguar-
dó las instalaciones para evitar un incendio y el propietario del cine devolvió el valor de las
entradas en ese momento y al siguiente día.

Rumbo al Modelo

A las 23:50, después del retiro del público, tres oficiales de Policía sacaron del teatro a Da-
niel Santos y lo llevaron detenido al Cuartel Modelo a órdenes del comisario de Espectá-
culos, Kléber Suárez Maldonado. Debido a los daños que le reportaron alrededor de 100
mil sucres la empresa del Apolo suspendió las
Cataplum pa’ dentro anacobero! funciones y publicó una nota para ofrecer dis-
culpas a sus asiduos concurrentes.
Cataplum, llegué yo al Ecuador.
Cataplum, arriba va el telón Otros establecimientos que programaron la
Cataplum, empieza la función actuación de El Jefe o El Inquieto Anacobero,
Cataplum, termina la canción. suspendieron sus actos, entre ellos el grill Cri-
llón, del hotel del mismo nombre. Después de
Cataplum, cataplum, cataplum! los arreglos pertinentes el cantante recobró su
Cataplum, cataplum, cataplum! libertad y puso empeño en la grabación de los
temas mencionados. Actuó además en Queve-
Volaron ladrillos, volaron botellas, do y otras localidades ecuatorianas.
volaron maderos, sonaron centellas...
Y yo sin probarla, comerla o beberla Lo que sucedió hace 50 años está en la memo-
Al Cuartel Modelo la patrulla me llevó! ria de muchos guayaquileños, que siguen como
incondicionales admiradores del estilo de Da-
Cataplum pa’ dentro anacobero! niel Santos, que repitió sus visitas a esta metró-
A mi comisario no le gusta el bolero poli. Se supo que Daniel Santos en la mañana
Cataplum pa’ dentro anacobero! del viernes 7 de septiembre junto con el em-
Pégale candela con ramita de romero. presario Romero ingirió cebiches con mucho
ají y cervezas heladas, lo que le provocó proble-
( Culto público del teatro El Rolo mas en sus cuerdas vocales y le restó momen-
Como lo prometimos y sin escatimar esfuerzos, táneamente la capacidad interpretativa.
Aquí les presentamos al inquieto anacobero
Daniel Santos! ). Colegas del arte en nuestro medio aprovecha-
ron igualmente la situación para dar rienda
Cataplum pa’ dentro anacobero! suelta a su inspiración. Así, la guarachera ecua-
A mi comisario no le gusta el bolero toriana Elvira Velasco y el trío Tropical estre-
Cataplum pa’ dentro anacobero! naron la guaracha de Ruperto Romero Carrión
Pégale candela con ramita de romero. ¡Qué te pasó anacobero!, grabada posterior-
mente por otros artistas compatriotas.

183
Las columnas de servicios son una tradición en Diario
El Universo. Algunas desaparecieron al paso de los años,
pero los vecinos las evocan por su oportuna ayuda
Desde 1921 estos espacios se incrementaron en las
páginas del matutino guayaquileño y eran pocos los
vecinos que podían afirmar no haberlas leído en cualquier
ocasión.

1921. Portada de la
primera edición de Diario
El Universo, que en sus
páginas dedicó columnas
de servicio leídas con
avidez por el público.

La celebración de los 91 años de labo-


res de Diario El Universo permite po-
ner en la memoria aquellas columnas
que especializaron su contenido para
ayudar a sus lectores, cuyo número
creció a pocas semanas del 16 de sep-
tiembre de 1921, fecha de entrar en
circulación.

Según lo sugiere esta crónica volan-


dera, hubo columnas propias y otras
semejantes a las de periódicos de la
patria y el mundo, como las infaltables
Información Portuaria y Viajeros. Asi-
mismo, existieron las que la dirección
y los editores bautizaron con simpáti-
cos y originales nombres, sin quedar
excluidas aquellas que sus redactores
prepararon llenas de gracejo y lengua-
je popular.

Seguidores de este rotativo rememoran las columnas ‘Tránsito ferroviario’, durante el apo-
geo del servicio de trenes a la Sierra y Costa; ‘Tránsito fluvial’, que informaba de la salida
desde Guayaquil y el arribo al Puerto Principal de los vapores, balandras, pailebotes, lan-
chas, etcétera, en comercio y turismo con el resto de la provincia del Guayas y su perfil cos-
tanero; Manabí, Los Ríos, El Oro y Galápagos.

184
Asimismo, ‘Tránsito terrestre’, cuando no había la gran terminal del
norte y las flotas de transporte intercantonal e interprovincial tenían
sus paraderos en los alrededores de los parques Chile, Victoria y
cualquier lugar céntrico.

Gozaron de lectoría permanente ‘Culto


católico’, ‘Culto evangélico’, ‘Despachos
de Aduana’, ‘Precios de productos’, ‘Ofici-
na de Inmigración’, ‘Viajeros en hoteles’,
‘Crónica de Policía’, ‘Telegramas reza-
gados’, ‘Oficina de Inmigración’, ‘Vida
obrera’, ‘Institucionales’, ‘Culturales’,
‘Erogaciones o Donaciones’, ‘Paquetes
postales’, ‘Boticas de turno’, ‘Pasapor-
tes concedidos’, ‘Menores extravia-
dos’ y ‘Registro Civil: Nacimientos,
Defunciones, Matrimonios’.

Columna algo curiosa fue ‘Cambios


de domicilio’, para consignar que
una persona o familia dejaba el de-
partamento o casa anterior para diri-
girse al recién alquilado. Más curiosa Columna que
la encontraríamos en esta época al publicó Diario
leerla como vecina de ‘Columna Po- El Universo
licial’, donde en repetidas ocasiones para servir a la
constaba que algún grupo familiar comunidad.
falló en su cambio por no tener a la
mano el pase (autorización de la In-
tendencia para salir con sus trastos de un lugar a otro).

‘Vida Obrera’ e ‘Institucionales’ dieron cabida a inconta-


bles gremios para convocar a sus sesiones de directorio,
asambleas, etcétera. En ella anunciaron la Sociedad de Al-
bañiles, Sociedad de Abastecedores de Mercado, Sociedad
de Cacahueros, Sociedad Unión de Panaderos, Sociedad de
Carpinteros, Sociedad de Sastres y el Sindicato de Quema-
dores de Carbón. En cambio, ‘Citaciones Deportivas’ recibía
la lectura de los integrantes de equipos de fútbol y cultores
de otros deportes que eran convocados a entrenar o soste-
ner partidos.

Aunque las épocas cambiaron, Diario El Universo mantiene el compromiso de informar,


brindar cultura y entretener. Aún se conservan las columnas ‘Línea de reclamos’, ‘La agenda
de Guayaquil’, ‘Tu parroquia’, ‘Trámites’, ‘Servicios’, etcétera, con datos útiles para sus lec-
tores del país y exterior, que abonan a la mayoritaria preferencia de la que goza el Diario.

185
Películas, poemas y canciones exaltan la labor del
maestro. En nuestra ciudad y la nación se han creado
temas para presentar igual homenaje al educador
ecuatoriano.
La lista de temas que en los campos de la
cinematografía, literatura y música expresa gratitud a
los preceptores de todas las latitudes es inmensa; de
ese gran todo este breve inventario ofrece un pequeño
testimonio.

Una escena de “Al


maestro con cariño”,
con Sidney Poitier.

Similar a lo que ocurre con el


rol de la madre y del padre, el
de los educadores de aquí y
del resto del mundo motiva,
en la mayoría de los casos, el
reconocimiento de la sociedad,
aunque también hay críticas y
condenas para quienes olvidan
la mística con que deben ejer-
cer tan seria y noble labor.

En la historia de la humanidad tenemos incontables testimonios de gratitud al maestro y


varios resultan emblemáticos, pues traducen el sentir propio y colectivo de los autores que
lo plasmaron en hermosas obras de artes plásticas, cinematografía, literatura y música.

La celebración del Día del Maestro Ecuatoriano sirve para repasar ejemplos de ese legado
que sobre todo aplauden la compleja tarea educativa y convoca a sus protagonistas a mejo-
rar su labor. Si bien se desconoce de algún monumento al maestro como lo tienen la madre,
el bombero, el soldado, etcétera, en pinturas y esculturas del arte universal él está presente
o por lo menos se lo insinúa; lo mismo sucede con los temas musicales serios y populares.

En el cine

En cambio, la cinematografía siempre es campo fecundo para las producciones sobre los
educadores y los entendidos identifican más de 120 filmes. En esa lista no puede faltar, por
ejemplo, la película Al maestro con cariño, con Sidney Poitier, en la que la escocesa Lulú can-
ta la balada del nombre de la cinta.

186
Cantinflas estelarizó la película
El Profe, con buena dosis de
comicidad, pero de hondo mensaje.

Otras películas en torno al apasionante mundo de la


enseñanza son: Profesor Holland, Cadena de favores,
El club de los emperadores, Los chicos del coro, El rey y
yo, Educando a Rita, Matilda, Adiós muchachos, El es-
tudiante novato, Código de ética, etcétera, hasta llegar
a las comiquísimas El Profe, con Cantinflas, El Pro-
fesor Chiflado, con Jerry Lewis, y las cuestionadoras
cintas La mala educación, de Pedro Almodóvar, y La
duda, que estelarizan Maryl Streep y Philip Seymour
Hoffman.

Incluso en radio y televisión tenemos La escuelita cómica del maestro Lechuga, del ‘clan’ Ca-
jamarca, de actores ecuatorianos, y vemos al Profesor Jirafales en el Chavo del Ocho. La li-
teratura en prosa y verso igualmente mantiene un rico legado filial mensaje. Lo confirman
capítulos de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, los versos de Gabriela Mistral y el poema
de Héctor Gagliardi.

Nuestra literatura recoge poemas al maestro por


los escritores Pedro Enrique Ribadeneira, Jorge
Mora Ortega, Guillermo Valarezo, Cristóbal Ceva-
llos, Héctor A. Toro, José Félix Toscano, Honorio E.
Hinojosa, Carlos Ordóñez, Antonio Moya, Horacio
Hidrovo Velázquez, Pablo Hanníbal Vela y Buena-
ventura Navas.

Asimismo, por Othón Muñoz, Josefina Egas, Inés


Asinc, Guillermo Rodríguez, Sara Flor, Martín To-
rres, Rafael Valdez, Rafaela Vallejo, Miguel Ángel Platero y yo, la sabrosa historia de un
Gomezjurado, Gonzalo Espinel, Luis Espinoza, Ro- niño y un borrico, en la que no podía
meo Cedeño, Manuel María Sánchez, entre otros. faltar la presencia de un preceptor.

Justo, pues, tributar evocaciones a quienes nos prepara-


ron para la vida con alta dosis de paciencia y cariño. Por
eso, Héctor Gagliardi dijo en su poema Maestra: Pobre
maestra mía, cómo estarás de vieja/ revísame las orejas,
soy un chico todavía,/ no sabes con qué alegría quisiera
volverte a ver,/ no me vas a conocer, pero entonces te di-
ría: Yo ocupaba el tercer banco al lado de la ventana,/ el
que abría las persianas cuando el sol nos daba tanto,/ el
que se ahogaba de llanto el día que te dejó,/ y que nunca El profesor Jirafales y sus inquietos
te olvidó, y es por eso que te canto. alumnos Chilindrina, Chavo y Ñoño.

187
Los juguetes artesanales aún alegran los momentos
de diversión de los niños guayaquileños y
ecuatorianos en general, sin dejarse arrinconar por la
industrialización actual.
Muñecas de trapo, camiones, volquetes y buses de madera,
caballitos de palo, cocinas, ollitas y tazas de barro y hojalata,
etcétera, salen de los talleres de jugueteros populares para
satisfacer el interés de muchos hogares.

La enorme cantidad de
juguetes modernos y elec-
trónicos como Spider Man,
Max Steel, Beats, Transfor-
mers, etcétera, que abarro-
tan las vitrinas de los gran-
des y modestos almacenes
de nuestra ciudad, junto
con las diversas marcas
de muñecas que hablan,
lloran, ríen, caminan cam-
bian de color y hasta hacen
popó, todavía no logran
destronar completamente
al llamado juguete popu-
lar o artesanal ecuatoriano
que sigue airoso y acepta el
desafío de quienes tratan de que caiga en el olvido.
Hábiles artesanos
Por el juguete popular o artesanal que testimonia tradiciones e iden- confeccionan
tidades de pueblos y familias enteras, nadie puede negar la felicidad llamativos
que aparece en los rostros de los niños cuando estos hacen bailar los juguetes que
trompos elaborados por nuestros artesanos, ni tampoco la alegría que divierten a los
muestran al salir de paseo y halar con una piola los tradicionales carros chiquillos.
de madera de pino o guayacán que el hábil ebanista juguetero le dio
forma de volquete, buses o ‘chivas’.

Sin lugar a dudas, el juguete artesanal está ligado a la historia de la metrópoli guayaquileña
desde muchas décadas atrás, gracias al trabajo de compatriotas de hermanas provincias y
de talleres locales que emplean materiales sencillos (palo de balsa, madera, tela, hojalata)
para obsequiar diversión a bajo costo y con diversidad de creaciones a quienes tampoco
tienen acceso al juguete moderno que escapa del presupuesto familiar.

188
Recordemos que en distintas décadas del siglo pasado, los incontables almacenes im-
portadores de juguetes ponían junto a los importados los confeccionados por el arte-
sano nacional. Incluso en los populares sectores de Boyacá y Vélez, parque La Victoria,
los alrededores de los mercados Central y Sur en época navideña lucían por igual en
los puestos levantados allí.

Con el incremento comercial, la Bahía, la explanada del estadio Modelo (actual Alberto
Spencer) y el Mercado Artesanal aparecieron verdaderas vitrinas al aire libre donde acude
más de un jefe de familia interesado en llevar algo para los pequeños de la casa.

Si desde el tiempo de los abuelos y aún más atrás los juguetes de madera, latón, tela y barro
han puesto el entretenimiento en Navidad y en el transcurso del año, la ventaja de antes
continúa en la actualidad porque son baratos y tienen durabilidad por el material con que
se construyen. Los jefes de familia aprovechan la lista de juguetes populares o artesanales
que no necesitan de ener-
gía eléctrica ni de pilas
para funcionar.

La cercanía del 24 y 25 de
diciembre dará la oportu-
nidad para evocar pasa-
jes de la niñez y es posi-
ble observar con facilidad
a los mismos jugueteros
ofrecer a los transeúntes
los carros de madera,
patos de lata, caballitos
de madera y otras tantas
fantasías que alegrarán
por mucho tiempo el
alma infantil, mientras
los mayores añorarán aquella época que los divirtió muchísimo. La jugue-
La madera tería popular, sin lugar a dudas, sigue arraigada al folclor y a las costumbres
se convierte ecuatorianas con su cuota de inagotable diversión.
en hermosos
juguetes en Tal la belleza y utilidad de nuestros juguetes populares artesanales, que
manos de no solo en diciembre, sino a lo largo del año regalan entretenimiento a
artesanos raudales a grupos de chiquillos que aprovechan sus días de vacaciones
ecuatorianos. y los tiempos libres de la escuela. Allí, pues, los trompos, las perinolas
y los dados hechos de madera o tagua, los aviones y los barcos de palos
de balsa.

También los trenes, camiones y volquetes, asimismo de madera, que aguantan el ir y


venir por sitios de tierra y cemento; las guitarras y flautas y, por supuesto, las clásicas
muñecas de trapo que acompañan a las niñas en sus paseos y mientras conversan con
sus pequeñas amistades.

189
Los tranvías eléctricos y el cambio del paisaje urbano
guayaquileño de hace un siglo. Su presencia y servicio
dejaron incontables recuerdos en los vecinos de la
ciudad
Entraron en servicio en la época de una creciente
demanda de transportación masiva y aunque
desaparecieron totalmente alrededor de 1935, cambiaron
el paisaje urbano y dejaron hermosos recuerdos en la
comunidad.

El 15 de enero de 1910, en las calles


céntricas de nuestra ciudad comen-
zaron a correr los primeros tranvías
eléctricos, que modernizaron el sis-
tema de transporte urbano porteño
cuyo predominio lo tenían sus simi-
lares de tracción animal, es decir los
halados por mulas, con sus conduc-
tores llamados aurigas, breteros.

Al terminar la primera década del


siglo XX se comprobó que el Puerto
expandía sus límites urbanos y que su población también aumentaba. Conocida
Por eso la necesidad de incrementar y buscar alternativas para el me- estampa del
joramiento de ese servicio a cargo de la Empresa de Carros Urbanos de Guayaquil
Guayaquil, que desde años lo mantenía. antañón, con
el servicio de
Con el advenimiento de los carros eléctricos perdieron su hegemonía tranvías.
los tranvías tirados por mulares, en especial los llamados imperiales, un
vehículo de dos pisos, y las góndolas, una plataforma descubierta con
ocho asientos transversales, que corrían por un tendido de rieles algo
planificado para beneficiar al mayor número de usuarios.

En cuanto al horario de servicio y/o atención de los imperiales y góndolas, aquel no se ex-
tendía hasta la noche y correspondía a los cocheros atender la demanda de transportación.
Estos se apostaban en sitios conocidos -la plaza de San Francisco, por ejemplo-, para llevar
y traer familias, parejas, etcétera, que cumplían compromisos sociales o cualquier otra ac-
tividad.

Se generalizó la presencia de los carros eléctricos o tranvías a partir de aquel enero de hace
una centuria, por el aporte de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica, fue notoria la acogida

190
del público. Uno de los primeros recorridos que aún
está en la memoria de algunos vecinos es el que se
hacía a lo largo de la calle de la Industria (actual Eloy
Alfaro) y Pedro Carbo. Otros fueron los del Malecón y
en la calle Chile.

En 1928 correspondió al visionario Rodolfo Baque-


rizo Moreno, quien fundó la Empresa de Tranvías
Eléctricos al comprar los activos de la Empresa Eléc-
trica del Ecuador Inc., que a su vez los había adqui-
rido a la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica, estar
al frente del tiempo en el que el servicio del tranvía
eléctrico mejoró y amplió su atención al público,
Románticas pues se viajaba en todas las direcciones por calles
gráficas de principales y secundarias. El pasaje, que después
la época aumentó, costaba cinco centavos (medio real) y los
cuando pasajeros cumplían el pago en total orden. Los con-
nuestra ductores o motoristas se esmeraban con las normas
ciudad usó de educación y pulcritud.
el tranvía.
Cuando arribaron los primeros automóviles y auto-
buses el tranvía desapareció, pero dejó recuerdos en
nuestros abuelos, padres y guayaquileños que nacie-
ron en los albores y en décadas antes de la primera
mitad del siglo pasado. Así lo corroboran al hacer me-
moria los chiquillos de antes, cuando ejercitaban ‘dia-
bluras’ con los carros, como desconectarles el ‘trole’ y
dejarlos inmovilizados en plena vía, subirse de ‘pavos’
e incluso colocar tapillas de colas para que queden
aplastadas y así convertirlas en los tradicionales zum-
badores.

Un aviso publicado por Diario El Universo en 1930


detalla el recorrido de una nueva línea de tranvía
eléctrico, con la novedad de observar edificios y par-
ques característicos de la metrópoli. El pasaje desde
la estación en Quito y Julián Coronel hasta la esta-
ción del Barrio del Centenario, costaba 10 centavos
de sucre. Los carros prestaban su servicio hasta las
24:00.

Sirvan estas breves líneas para evocar a la urbe anta-


ñona y dejar la vía libre para que muchos mayorcitos
rememoren con sus familiares o amigos los románti-
cos momentos del tranvía. Eso fortalecerá el amor por
el terruño natal y el acercamiento a su memoria.

191
El parque España también forma parte de los
recuerdos del barrio del Astillero y en su paisaje aún
se advierte la prestancia que le valió apuntarse en la
memoria de la ciudad
De entre los testimonios que felizmente nos quedan del
guayaquileñísimo barrio del Astillero, el parque España
es uno de ellos y continúa como el espacio preferido
para la diversión de niños y adultos.

Rodeado por las calles General Gómez (norte), Portete (sur), Chile (este) y Chimborazo
(oeste), el parque presenta el busto del conquistador español Sebastián de Benalcázar, que
según la historia trasladó a Guayaquil (fundada en 1534 en las planicies de Riobamba) has-
ta la Costa en un lugar del río Babahoyo.

Gracias a la preocupación de autoridades y vecinos, el parque cambió su aspecto. Una nota


de Diario El Universo da cuenta de la ‘inauguración del parque Infantil en la plaza España’ el
8 de octubre de 1929.

El parque España es uno de los sitios referenciales del barrio del Astillero.

192
Esa información destacó la labor del concejal Aurelio Falconí y las comodidades de los jue-
gos infantiles, artísticas bancas, pila central y la provisión de luz, donde de tarde en tarde se
da cita una bulliciosa chiquillería para gozar de las atracciones.

Espacio inconfundible del sur de la ciudad, por la regeneración urbana presenta una ima-
gen fresca y acogedora. Además, sigue como escenario de espectáculos culturales, artísticos
y estudiantiles como lo fue antaño, cuando en funciones gratuitas actuaron grupos de tea-
tro, música y otras disciplinas.

El templo del Corazón de Jesús, que también es dueño de una historia interesante y se de-
sarrolló la par con el parque España, ayuda a incrementar las visitas a su vecino después de
las misas los fines de semana, los matrimonios, bautizos y otras celebraciones.

Es común observar a los moradores y visitantes de la barriada emprender caminatas a su


alrededor y disfrutar de la brisa vespertina, mientras los niños disfrutan de los juegos. No
faltan los gusanitos mecánicos y trencitos, mientras los heladeros pregonan su producto
y un poco más allá, en la esquina de General Gómez y Chimborazo los propietarios de un
puesto ponen a punto las tradicionales tortillas de maíz.

Así lució el parque


España en sus
primeros años
de inauguración
(1936).

Otros establecimientos y lugares como el asilo Calderón Ayluardo, la vieja planta de la Em-
presa Eléctrica, la peluquería Barcelona, el castillo Espronceda, el colegio La Inmaculada y
algunas casas llenas de recuerdos, traen permanentemente a la evocación la época agitadí-
sima del barrio del Astillero, una verdadera colmena de trabajo y deporte en el que funcio-
naron centros educativos, fábricas, curtiembres, piladoras, aserríos y algunas instituciones
que aunque pocas se mantienen, para dar fe de esas épocas felices que siguen imborrables
en la memoria de muchos guayaquileños.

Así lo expresó un usuario de la Metrovía, al evocar con nostalgia el paso del antiguo tranvía
frente al parque España antes de la primera mitad del siglo pasado, tal como ahora lo hace
ese vehículo de transportación masiva.

193
Valiosas y brillantes guayaquileñas y ecuatorianas
que aportaron y siguen haciéndolo para la acción
adecuada de la municipalidad de nuestra ciudad
La presencia de la mujer en el Cabildo porteño es de
un especial significado, porque ha liderado obras de
beneficio ciudadano.
La mujer guayaquileña a lo largo de la his-
toria de su urbe natal ha tenido relevante
participación en el quehacer político, cívico,
patriótico, científico, deportivo, humanitario,
etcétera. Memorables ejemplos de ello fue-
ron su firme presencia en los preparativos y
momentos cumbres de la revolución del 9 de
Octubre de 1820.

De igual manera, la lucha y cuota de sangre


que pagó en las calles junto con sus compa-
ñeros trabajadores, incluidos esposo e hijos,
durante el aciago 15 de noviembre de 1922,
y el arrojo que manifestó frente a la fuerza
pública que defendía las órdenes de la Junta
Militar de Gobierno (1963-1966), empeñada
en acallar los reclamos de las instituciones locales.

En cuanto a su incorporación al Concejo Cantonal para hacer escucharLas mujeres que


sus demandas y emprender en obras prioritarias, la lucha no resultó tan
formaron del Concejo
fácil porque durante muchísimos años las funciones de edil o concejal,
de Guayaquil hicieron
presidente del concejo o alcalde, solo se habían destinado a los varones.
valiosa labor y la misma
acción desarrollan las
Es en 1925, año en que la educadora Amarilis Fuentes Alcívar (1894- actuales integrantes.
1955) fue elegida concejala del cantón por la Junta Provisional de Go-
bierno, cuando se abre la oportunidad más directa para que las mujeres
integren al Ayuntamiento y con igual trato en la corporación municipal pueden servir con sus
ideas al bienestar de sus vecinos.

Desde entonces, de época en época, y con mayor intensidad en las elecciones seccionales de fi-
nales del siglo XX y de comienzos del XXI en que la mujer adquiere mayor protagonismo político,
somos testigos de cómo su papel es respetado y valorado gracias al concepto visionario y serio
de sus propuestas renovadoras ajenas en su mayor parte a la demagogia.

Así, pues, con merecimientos reconocidos por los moradores del cantón mediante su voto en

194
elecciones democráticas e incluso de los gobiernos de turno que por circunstancias políticas
integraron el Cabildo guayaquileño a su criterio, pero demandaron la colaboración de probos
ciudadanos, a la mujer se le dio prioridad en atención a su talento y honradez.

Por la Municipalidad de Guayaquil pasaron en calidad de concejalas, figuras extraordinarias


como Berta Valverde Álvarez de Duarte (1905-1988), obstetriz y política, quien en 1930 fue la
primera mujer que terció en elecciones democráticas, ganó una concejalía principal y en ese mis-
mo año asumió la Jefatura Política de nuestro cantón.

Otra dama de reconocida labor como concejala fue la educadora e intelectual María Teresa Solá
Franco de Estrada (1918-2005), nombrada para esas funciones en 1964 y 1969. En ambos pe-
riodos tuvo a cargo las comisiones de Parques, Biblioteca, Museos y Educación Municipal, y los
cumplió con el aplauso de sus colegas y la ciudadanía.

La poeta, escritora y periodista Ileana Espinel Cedeño (1933-2001), igualmente llegó a ocupar
un sillón del cuerpo edilicio, pues la eligieron concejala principal mediante votación popular en
1967. Estuvo en el cargo hasta 1970, cuando el doctor José María Velasco Ibarra disolvió el con-
cejo de entonces.

Damas que integraron el ayuntamiento porteño y otras que actualmente lo forman como ediles
principales, suplentes y/o alternas: María Luisa Muller, María Piedad Castillo, Rocío Palacios de
Segarra, Gioconda Lípari de Ycaza, Rossana Vinueza de Tama (+), Pilar Quintero de Vélez, Lily P.
de Arenas, Grecia Cando, Guadalupe Salazar, Andrea Jácome, Gloria Gallardo, Gina Galeano, Ana
Banchón, Natalie Viteri, Cristina Reyes Hidalgo, Fanny Flores
Algunos referentes Arce, Hortensia León, Divina Medranda, entre otras guaya-
quileñas, en su mayoría.
1. Amarilis Fuentes Alcívar,
educadora. Elsa Bucaram Ortiz, candidata del PRE, triunfó en eleccio-
nes populares y ocupó la Alcaldía de Guayaquil. Gran parte
2. Berta Valverde de Duarte, de las concejalas fueron maestras e intelectuales; Vinueza
obstetriz y política. también fue ambientalista; en tanto que otras estuvieron y
están vinculadas con la política, el arte y la dirigencia barrial
3. María Teresa Solá de Estrada, y comunitaria.
educadora e intelectual.
Queda, pues, para el recuerdo de la comunidad un testimo-
4. Ileana Espinel Cedeño, poeta nio más de la presencia de la mujer como parte de las insti-
y periodista. tuciones que afianzan la identidad de la ciudad y ayudan a la
superación integral de la sociedad guayaquileña, regional y
5. Rossana Vinueza de Tama, nacional.
ambientalista y reina de belleza.
Últimamente destacan por sus iniciativas e incansable que-
6. Marcia Gilbert de Babra, hacer dentro del Cabildo porteño la vicealcaldesa Doménica
educadora y dirigente. Tabacchi y las concejalas Grecia Cando Gosdenovich, Luz-
mila Nicolalde Cordero, entre otras reconocidas damas que
7.- Ester Avilés Nugué, periodista aportan ideas renovadas para las obras que emprende el
y química profesional alcalde Jaime Nebot Saadi.

195
Las placas que recuerdan personajes y
acontecimientos de la historia porteña; algunas
lamentablemente pasan inadvertidas para la
ciudadanía que camina por nuestras calles
Numerosos edificios de nuestra
metrópoli lucen en sus fachadas
y estantes tales testimonios del
tributo ciudadano a los servidores y
gestores de su desarrollo integral.

Aunque la inclemencia del tiempo, el descui-


do de entidades que deben velar por su man-
tenimiento o la acción vandálica de algunos
malos vecinos de la ciudad han dañado su Personajes y acontecimientos históricos están
estructura o las hicieron desaparecer definiti- perpetuados en las placas que el habitante o
vamente, las pocas placas que perpetúan he- visitante de la ciudad encuentran al recorrer
chos significativos de la historia guayaquileña las calles de distintos sectores de la urbe.
y permanecen empotradas en casas y edifi-
cios todavía ofrecen momentos de medita-
ción y curiosidad cuando el fugaz transeúnte
hace un breve alto para conocer su contenido.

Tales estructuras, que generalmente fueron


de bronce y mármol pero después se las cam-
bió por baldosas pintadas o vidrio líquido,
dan cuenta de que en el lugar donde se en-
cuentran colocadas anteriormente estuvo el
hogar de un importante personaje o fue el es-
cenario de un trascendental episodio ligado
a nuestra memoria urbana. En algunos edi- Dedicada a Ana Villamil Icaza.
ficios de reciente construcción y casas remo-
deladas, especialmente del casco comercial,
se ha cuidado de conservarlas, pero resultan
escasas al emprender un recorrido lleno de
añoranza y civismo.

Esto permite recordar que en una publicación


de Diario El Universo el sábado 10 de octubre
de 1970 el periodista Juan Antonio Alminate
desarrolló un extenso artículo sobre los mo-
numentos, estatuas y placas de Guayaquil al Al músico Antonio Neumane.

196
año 1941, mas, aquella lista quedó incompleta y
desde entonces no hubo preocupación por incre-
mentarla y actualizarla. Incluso con los cambios
urbanísticos muchas de esas placas, medallones,
etcétera, fueron sacados de su lugar de origen y
marcharon a paraderos desconocidos.

Sin embargo, aún nos queda la placa que indica


que en la hermosa casa remodelada de Chimbo-
razo y 10 de Agosto murió la compositora Ana
Villamil Ycaza, autora de la música del himno al 9 Hermoso arte en el lugar donde estuvo
de Octubre con letra del poeta y prócer José Joa- la casa en la que nació Gabriel García
quín de Olmedo. Asimismo, la que en el pasaje Moreno.
Rosendo Avilés del recuperado edificio del anti-
guo hotel Crillón, en Ballén y Pichincha, evoca que allí estuvo la casa donde nació el ilustre
guayaquileño doctor Alfredo Baquerizo Moreno, expresidente de la República.

También están las que recuerdan el sitio de la entrevista que sostuvieron Simón Bolívar y
San Martín, en 9 de Octubre y Pichincha, lugar donde construyeron el ya añejo edificio del
Banco La Previsora; y la del solar en que estuvo la casa del filántropo y exalcalde de Guaya-
quil, Luis Vernaza, en 9 de Octubre y Chile.

Otras son las del Palacio Municipal, en el sitio primigenio que llamó Casa Consistorial; y la
que en el barrio Las Peñas (calle Numa Pompilio Llona) indica que allí vivió Antonio Neu-
mane, autor de la música del Himno Nacional del Ecuador.

En la calle Francisco de Paula Ycaza N° 205 era fácil leer el contenido de una hermosa placa
de bronce con esta inscripción: ‘Aquí estuvo la casa donde nació el 19 de marzo de 1780 el
gran ciudadano José Joaquín de Olmedo, príncipe de los poetas americanos, por su patriotismo
e ingenio honra del Ecuador y de América’.

Una parecida es común observar en malecón Simón Bolívar 920, entre Víctor Manuel Ren-
dón y Junín, sitio en que estuvo enclavada la casa donde nació el doctor Gabriel García Mo-
reno, quien fuera presidente de la República y discutido político.

Vale, pues, recuperar de forma urgente las placas, meda-


llones, etcétera, incluidas las que colocó la Junta Cívica de
Guayaquil en 1973 para que se conozca el porqué de la
denominación de las calles porteñas. Se necesita un com-
pleto inventario y, de igual manera, la limpieza adecuada
para ofrecerlos a la vista de los vecinos y visitantes, pues
aquello representa otra manera de robustecer la identi-
dad de la metrópoli que debe ser guardada por quienes
la habitamos y para un mejor conocimiento del curioso
visitante que llega ávido por encontrar esos tesoros cul-
Al general Pedro J. Montero. turales que le dan prestancia incuestionable.

197
Los feligreses católicos de nuestra ciudad, del país y
del mundo tienen santos intercesores para cualquier
labor, dolencia y problema

Tales santos patronos de pueblos, profesiones y


enfermedades siguen vigentes, pues sus devotos los
invocan por un favor o milagro solicitado.

Naciones del mundo celebrarán maña-


na la fiesta de Todos los Santos, inscrita
en la liturgia católica. La rememoración
se remonta al siglo IV, cuando en Antio-
quía se la tributaba a todos los mártires,
después de Pentecostés.

En el siglo VI llegó a Roma y, cien años


después, el papa Bonifacio IV la fijó el
13 de mayo, en coincidencia con la de-
dicación del Pantheón a la Virgen y a
todos los mártires.

Pero fue en el año 835 cuando el papa


Gregorio IV transfirió la festividad al 1
de noviembre. El Día de Todos los San-
tos recuerda el pasaje bíblico de San
Juan en su Apocalipsis, en que resalta
la salvación de las almas y donde constan los pobres, los Como gratitud a los favores
sufridos, los ultrajados, los menospreciados y los que pa- de sus santos intercesores,
decen otras penalidades e incontables apuros. poblaciones e individuos realizan
novenas, misas, fiestas, etcétera.
La celebración anual de Todos los Santos que incluye a Lo prueban las fiestas en honor
los justos y otros servidores de la Iglesia origina curiosos de san Jacinto y los rezos por san
festejos y pasajes, pues todavía quedan quienes la apro- Antonio de Padua.
vechan para saludar a su santo patrono por el nombre
que ostentan, por la actividad profesional o artística que desarrollan y por el trabajo de
intercesor que logra el alivio de la dolencia crónica o pasajera que padece su devoto.

En cuanto a nuestro país, no olvidemos que hay santos patronos de pueblos como Santiago
el Mayor, de Guayaquil; san Jacinto, de Yaguachi; san Pedro, de Riobamba; san Isidro La-
brador, de Montañita; san Pablo, de Manta; santa Ana, de Samborondón; y, san Camilo, de
Quevedo. Algunos patronos son de tres y más localidades como san Francisco de Asís, de
Puebloviejo, Quito, Milagro y Azogues.

198
Quienes ejercen las más diversas profesiones y ocupaciones tienen sus patronos y protecto-
res. Así los periodistas invocan a san Francisco de Sales; los fotógrafos a santa Verónica; los
cineastas a san Juan Bosco; los humoristas a san Felipe Neri; los ecologistas a san Francisco
de Asís; y los músicos a santa Cecilia y san Agapito.

Santos para mitigar las dolencias físicas y para contrarrestar los dañinos fenómenos de la
naturaleza y para cualquier otro estado de ánimo los hay en buena cantidad: así, quienes
sufren de úlcera estomacal y quieren mitigar sus molestias basta con invocar a Cosme y
Damián, y para quienes están depresivos allí la ayuda de santa Elena.

Los que se afanan en encontrar algo perdido deben llamar y encomendarse a san Donato.
Los solteros que quieren encontrar novio (a) tienen que acudir a los favores de santa Inés,
san Valentín y san Antonio de Padua.

Aquellos que sufren de tristeza permanente deben acudir a san Pascual Bailón, que tam-
bién es el protector de los bailadores. Y si se trata de alejar ratones de la casa, está el
infalible san Magno.

Santos patronos y protectores : profesiones, ocupaciones, enfermedades, estados de ánimo y


otros problemas:
Cosme y Damián… Para la Donato… Para encontrar Catalina, Cecilia, San
úlcera / Liborio y Benito… algo perdido/ San Antonio de Agapito… Músicos / Santa
Para los cálculos Padua… Solteras y viudas Verónica… Fotógrafos
Arcángel San Rafael… Para San Rafael Arcángel…
Bartolomé… Para el tener un feliz viaje / Sebaldo… Médicos / San Mauricio…
nerviosismo / Elena… Para la Contra el frío Militares / San Camilo…
depresión / Andrés… Locos / Enfermeros
Pascual Bailón… Para la Virgen de la Merced… Contra San Juan Bautista de la
tristeza / Lorenzo y Tomás... los volcanes Salle… Educadores / San
Para el dolor de espalda Virgen de Loreto… Aviadores / Cosme y Damián… Boticarios
San Mateo… Banqueros / San
Kilián, Jaime y Mauro... Para la Pedro... Pescadores / Andrés y Lucas… Solterones
reuma / Blas… Para la afonía Sebastián… Arqueros / / Francisco de Sales...
Lucía… Ciegos / San Félix... Arcángel San Gabriel… Periodistas / Ambrosio…
Dichosos / Peregrino… Para el Diplomáticos / Juan de Dios… Oradores / Narciso…
dolor de los pies Pobres Presumidos / Silvano…Sastres
/ Rita de Casia… Abogados
San León… Bravos / Santo San Francisco de Asís…
Tomás… Incrédulos/ Ecologistas / Juan Evangelista Florencio… Jardineros /
San Ramón... Mudos / y San Juan Bosco… Editores José… Carpinteros / Antonio
Robustiano… Gordos Dimas… Ladrones arrepentidos Abad… Carniceros
/ Arcángel San Gabriel… San Martín de Porres…
Pancracio… Para la estabilidad Locutores de radio Barberos / San isidro
económica / Labrador… Agricultores

199
El colegio salesiano Cristóbal Colón es emblemático
entre los numerosos planteles que brindan
enseñanza en la metrópoli guayaquileña
Los cien años de este colegio marcaron otro hito dentro
de la fecunda obra realizada por los hijos de Don Bosco
en nuestro país, al que llegaron en 1887.

Monseñor Domingo Comín. Padre Cayetano Tarruell.

Estadistas, sacerdotes, médicos, abogados, profesionales de múltiples ramas científicas y


ante todo ecuatorianos comprometidos con el servicio a la sociedad por su clara visión cí-
vica y solidaria, son parte de la inmensa legión de exalumnos cristobalinos que se forjó al
amparo del principio de educar evangelizando y evangelizar educando para hacer buenos
cristianos y honrados ciudadanos.

Leales a esas premisas, este 2011 que es el año jubilar del primer centenario de fundación
del centro educativo guayaquileño con sitio relevante en la memoria de la ciudad, sus actua-
les directivos, maestros y alumnos manifiestan un especial regocijo por el acontecimiento
y ratifican el compromiso de continuar leales al mensaje del santo italiano fundador de la
comunidad salesiana.

Una apreciable cantidad de niños y jóvenes que en la actualidad integran el alumnado del
Cristóbal, son hijos, nietos o descendientes directos de familias enteras cuyos mayores pa-
saron por aquellas aulas y por eso conocen más de un detalle de la historia de su colegio,
que la traen a la conversación y dan nombres, épocas y años con bastante exactitud.

Los albores del Cristóbal Colón se ubican en 1908, cuando la colonia italiana del Puerto
Principal propuso al padre Domingo Comín (1874-1963), su compatriota, la fundación de

200
un colegio para sus vástagos y otros niños de la ciudad. Era la época del Guayaquil con es-
tampas que aún se añoran y una población que superaba los 65 mil individuos calculados
al arrancar el siglo XX en 1900.

El sacerdote Domingo Comín, que había llegado a tierra guayaquileña en 1902 para atender
el internado y los talleres de la Benemérita Sociedad Filantrópica del Guayas y posterior-
mente fundó el instituto Domingo Santistevan, con el aval de la Junta de Beneficencia Muni-
cipal, no demoró en atender la petición de sus paisanos y puso manos a la obra. En agosto
de 1908 comenzó la construcción del edificio de madera del Cristóbal, al extremo sur del
barrio del Astillero.

Entre los vecinos de valioso aporte para la fundación del establecimiento salesiano estuvie-
ron la familia Robles Chambers, José Abel Castillo y la colonia italiana. Tras solucionar una
serie de requisitos el Cristóbal Colón abrió sus puertas oficialmente el 28 de mayo de 1911,
con la bendición de monseñor Juan María Riera. La edificación de madera, de tres pisos,
estaba frente a la calle Cuba (actual Domingo Comín).

Como obra complementaria, el templo de María Auxiliadora se construyó, también de ma-


dera, junto al plantel en la esquina sureste. Sin ser olvidado en ningún momento, en 1928 se
levantó una nueva iglesia que conserva sus primeros rasgos arquitectónicos y actualmente
ostenta la categoría de santuario, que complementa la labor evangelizadora salesiana.

No exento de un cierre temporal como consecuencia de un incendio (1912) y un brote de


fiebre amarilla, el plantel superó la difícil etapa y se reabrió con numeroso alumnado que
hizo presagiar halagadores cambios y alcances. Efectivamente, dueño ya de merecido pres-
tigio se gestionó la creación oficial de la secundaria que tuvo un permiso para funcionar en
1912, comenzó formalmente en 1936 y regularmente en 1944.

Cambios

El gran salto a la modernidad física ocurrió durante el rectorado del padre Cayetano Tarruel
(1912-1979), quien con ejemplar y visionario dinamismo inauguró oficialmente casi la to-
talidad del nuevo local de cemento armado el 11 de noviembre de 1951. Fue el fundador,
monseñor Domingo Comín, el encargado de la inauguración de la obra, y monseñor Efrén
Forni, nuncio apostólico del Ecuador, de bendecirla.

Entre los recuerdos que marcan la trayectoria del Cristóbal Colón, los que ofrece del padre
Jorge Almeida emocionan a quienes lo escuchan. Él, profesor por cerca de dos y media déca-
das y que alcanzó el edificio de madera, recuerda que en los días que derrumbaban la anti-
gua sede los alumnos llevaban trozos de palos para conservarlos como reliquia en sus casas.

Así, dice, “quedaba ratificado el apego espiritual de los padres y alumnos a la pedagogía de
Don Bosco y notábamos la aceptación entre docentes y estudiantes. Eso felizmente nunca
ha decaído, porque los salesianos para educar no hacemos diferencia social y nos entrega-
mos por igual a pobres y ricos; además nuestro patrono decía: ¡Solo basta que sean jóvenes
para quererlos!”, resalta.

201
El colegio Cristóbal Colón en una hermosa postal de los años 60.

Pero la historia del colegio Cristóbal Colón no la constituyen únicamente esas fechas que ayu-
dan a tomar referencias de los cambios y logros alcanzados, sino principalmente el aporte
otorgado a la educación nacional y al crecimiento y desarrollo de personas útiles a la patria y
sus conciudadanos, además de las permanentes jornadas científicas y deportivas en las que
han brillado sus alumnos.

Brillantes exalumnos

Por ello el plantel también se ufana de haber tenido en sus aulas a personajes como León
Febres-Cordero Ribadeneyra, Gustavo Noboa Bejarano, Alberto Dahik Garzozi, Abdalá Buca-
ram Ortiz, entre otros que han actuado y laboran como funcionarios públicos, educadores,
etcétera, que siempre evocan a su plantel, sus profesores, y mantienen latente el legado de
Don Bosco.

El Cristóbal, que abrió sus puertas en 1911 con 12 alumnos llegados del asilo Santistevan, di-
rigidos por los salesianos en La Atarazana; que reabrió sus puertas con 100 alumnos después
del incendio de 1912, que destruyó parcialmente el edificio, y tras el brote de fiebre amarilla
que obligó a una rápida evacuación, actualmente acoge a 1.500 alumnos (primaria y secun-
daria) y suma 67 promociones de bachilleres. A partir de este año el primero de básica será
mixto.

Muestras de su constante superación y del liderazgo motivador que caracteriza a los sale-
sianos en el quehacer educativo local y nacional, son las ferias de ciencias que presenta a la
comunidad, la tradicional quermés cristobalina, punto de encuentro de alumnos, exalumnos
y estudiantes de otros planteles y familias porteñas en general, y la participación brillante en
certámenes pedagógicos y deportivos, convocados en Guayaquil y otros sectores del país.

La labor comunitaria de estudiantes y profesores cristobalinos es relevante, pues son prota-


gonistas permanentes de actividades de servicio comunitario, cívico y cultural, sin dejar a un
lado el mensaje de comprensión y amistad legado por san Juan Bosco y la protección de María
Auxiliadora. En el primer siglo de labores del colegio Cristóbal Colón, la comunidad y toda la
familia salesiana tienen un motivo de legítimo regocijo para celebrarlo.

202
La fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria fue de
mucha tradición en los dos últimos siglos de la vida
religiosa de nuestra ciudad
El vecindario creyente se unía sin reservas a las
conmemoraciones patrocinadas por las diversas congregaciones
que hacen su labor apostólica en tierra guayaquileña.
De acuerdo con el santoral católico que registran algunos de los
almanaques o calendarios que circulan en el medio, como el an-
tiguo Almanaque Bristol 2006 y el Calendario Católico 2006, la
conmemoración de hoy está dedicada a la Purificación de Nuestra
Señora de la Candelaria y también a la Presentación del Señor.

Particularmente esta festividad aún conserva matices de la reli-


giosidad popular con alta dosis de folclore, que sin embargo no
disminuye la autenticidad de la práctica católica. En las últimas
décadas del siglo XIX y las primeras del XX, los actos por la Candelaria tu- Virgen de La
vieron pomposidad en esta ciudad y otros sectores ecuatorianos, similar Candelaria.
a lo que acontecía especialmente en Cuba, Colombia y Venezuela.

La celebración ha decaído en Guayaquil y más poblaciones litoralenses, pero tiene vigencia en


el cantón Chordeleg, de la provincia del Azuay, porque la Virgen de la Purificación es patrona
de aquella ciudad y tiene sus festejos mayores cada 2 de febrero. Lo mismo ocurre en los can-
tones Mira y Huaca, en Carchi, con la denominación de la Virgen de la Purificación o La Purita.

Tradiciones y añoranzas

Según varios historiadores y tradicionistas, los padres agustinos fueron quienes desde la épo-
ca colonial mantuvieron el culto a la Virgen de la Candelaria, pues la costumbre llegó del con-
tinente europeo con los conquistadores.

En las iglesias San Agustín y Matriz (Catedral) hubo altares dedicados a la Virgen, cuya ima-
gen lucía engalanada permanentemente; documentos destacan aquellas ceremonias de gran
pompa en el templo de San Agustín, cuando estaba donde ahora se levanta la Biblioteca Mu-
nicipal de Guayaquil, en el centro.

Las velas

El reparto de velas entre los miembros del Ayuntamiento guayaquile-


ño y sus cónyuges, personajes de la ciudad, comerciantes y represen-
tantes de gremios, fue una costumbre arraigada: los indicados objetos
para el intercambio se ordenaba confeccionarlos en el taller de cerería
de Ramona Gordillo, que tenía fama en el vecindario por ejercer aque-
lla actividad artesanal. Velas de La Candelaria

203
Nuestra ciudad puso el ejemplo en el país para
la erección de los monumentos que exaltan el
significativo rol de la mujer que se desempeña
como madre
El que se inauguró en Guayaquil en 1948 fue el
pionero y en la actualidad casi todos los pueblos y
ciudades del Ecuador poseen este testimonio de
respeto al sagrado ser.

Desde antes de la segunda mitad del siglo pasado, tras generalizarse el festejo inspirado por
la norteamericana Anna M. Jervis con su acto pionero en 1908 y la oficialización del festejo
desde 1914 para el segundo domingo de mayo, en varias naciones americanas y europeas
se puso mayor énfasis en las celebraciones anuales que exaltan el significado de la madre
y la importancia de su rol para la supervivencia de la familia y la especie humana. Una de
esas manifestaciones fue la de perpetuar en conjuntos escultóricos el permanente homena-
je que debe profesarse a ella.

Monumento a la Madre en Calceta.

El primer monumento
a la madre se erigió en
1948 en Guayaquil, en
Lorenzo de Garaycoa y
Padre Solano. Monumento a la Madre en Ambato.

204
Nuestro país no fue la excepción y pronto se incorporó
a ese tipo de solemnes y muy gratas rememoraciones.
Así, en mayo de 1930, en Quito, se desarrollaron los
primeros actos públicos para homenajear a las madres.
En esta urbe, un comité de entusiastas ciudadanos que
inicialmente se denominó Pro Monumento a la Madre
y posteriormente Guayaquil, bajo el liderazgo de Ru-
perto Arteta Montes, inauguró oficialmente en mayo
de 1948 un bello monumento –el primero del país– en
Lorenzo de Garaycoa y Padre Solano. La obra fue ejecu-
tada por el artista azuayo Francisco Salvador Jiménez
Guillén, autor de otras hermosas esculturas y pinturas
en iglesias y casas particulares de varias provincias.

El ejemplo del grupo guayaquileño, que no solo quedó


en la erección del monumento en un parque público,
sino que estableció la designación de una madre sím-
Parque a la Madre en Ibarra. bolo y ejemplar, proclamada en ceremonia abierta
llena de solemnidad, fue secundado muy pronto por
municipios e instituciones de servicio social, obreras, culturales, sociales, barriales, etcéte-
ra, que también erigieron estatuas, unas más bellas que otras, en sus respectivas circuns-
cripciones territoriales, como una permanente y sincera lección del amor ciudadano a la
autora de sus días.

Actualmente resulta grato observar los monumentos que los pueblos ecuatorianos han le-
vantado en honor de la madre. En parroquias, cabeceras cantonales y ciudades capitales
de provincias existen expresivos trabajos que los dirigentes encargaron confeccionar a ta-
lentosos artistas –hombres y mujeres–, quienes con originales formas de estilo clásico y
moderno dan rotundidad al rol de la madre. Hay casos de ciudades como Guayaquil, donde
además de su tradicional monumento de Garaycoa y Padre Solano, tiene otros que se yer-
guen en las ciudadelas Alborada, en el norte, y Nueve de Octubre, en el sur.

Sirvan estas líneas para tener la precaución de reparar en nuestros próximos viajes los mo-
numentos dedicados a la madre por los pue-
blos hermanos de las distintas regiones de la
patria. Aquello nos ayudará a confirmar que el
pueblo ecuatoriano valora en sumo grado a la
mujer que lo acunó en su seno y le brinda su
transparente amor en todo instante de su vida.
Asimismo, podremos constatar que el Ecuador
es uno de los países con el mayor número de
esculturas destinadas a homenajear de mane-
ra pública al ser merecedor de todos nuestros
afectos y pleitesías: la madre.
Monumento a la Madre en Santa Elena.

205
EI concurso literario Ismael Pérez Pazmiño que
instauró Diario El Universo en 1959 fue un verdadero
semillero de la creación poética entre los bardos
ecuatorianos
Destacados y noveles creadores esperaban la
convocatoria del certamen para enviar sus trabajos
que, de resultar ganadores, indiscutiblemente eran
consagratorios.
El 9 de agosto de 1959 Diario
El Universo publicó las bases
de su primer concurso na-
cional de poesía que recibió
el nombre de su fundador y
primer director, Ismael Pérez
Pazmiño, visionario empresa-
rio y periodista que en medio
de su incansable acción por el
bienestar de la patria incur-
sionó y logró una reconocida
trayectoria como literato, en
especial en los campos de la
prosa y el verso, además de
ser un suscitador y patrocina-
dor de cuanta actividad cultu- El poeta guayaquileño Othón Muñoz Alvear ganó el primer
ral se organizara en el país. premio del concurso Ismael Pérez Pazmiño de 1986.
Entrega el galardón el director de entonces Francisco
Desde su convocatoria hace Pérez Castro.
medio siglo hasta su desapa-
rición a comienzos de la presente centuria, el
certamen poético recibió el respaldo de los
escritores ecuatorianos y de los extranjeros
residentes en nuestra patria. Acreditadas fi-
guras y noveles creadores esperaban las bases
de cada año para enviar sus trabajos, acogidos
por igual y entregados a un idóneo jurado que
era designado tras una revisión exhaustiva de
sus méritos.

Así, pues, la calificación prolija de las creaciones resul- Marcelo Báez fue otro de los
tó siempre incuestionable y tuvo el aplauso de los críti- ganadores de este importante
cos y el público en general. concurso poético.

206
Prestigiosas figuras

En el concurso de septiembre de 1959 resultaron ganadores de los tres primeros lugares el


poeta cuencano Hugo Salazar Tamariz, con Sinfonía de los antepasados; su comprovinciano
César Dávila Andrade, con Boletín y elegía de las mitas, y el manabita residente en Guayaquil
Hugo Mayo (Miguel Augusto Egas), con Caballo en desnudo. En los años siguientes triunfaron
Antonio Lloret Bastidas, José Alfredo Llerena y Remigio Romero y Cordero; también se hicie-
ron merecedores de los primeros premios Éuler Granda, Manuel Zabala Ruiz y José Martínez
Queirolo.

Ganadores del primer lugar también fueron Rodrigo Pesántez Rodas, Enrique Noboa Aríza-
ga, María Antonieta Humeres, Antonio Preciado Bedoya, Ignacio Carvallo Castillo, Nicanor
de J. Alejandro R., Gonzalo Espinel Cedeño, Efraín Jara Idrovo,
Carlos Eduardo Jaramillo, Ignacio Rueda, Horacio Hidrovo
Peñaherrera, Rafael Díaz Ycaza, Manuel Mejía, Claudio Mena
Villamar, Waldo Calle, Othón Muñoz Alvear, Teodoro Vanegas
Andrade, Carlos Villasís Endara y Francisca Ortega Salazar.

Valiosos literatos lograron los demás premios, menciones y el


derecho a publicación que contemplaban los reglamentos del
certamen, cuyo entusiasta mentalizador y mantenedor fue
el periodista y poeta Francisco Pérez Febres-Cordero, nieto
del fundador de este matutino. El Concurso de Poesía Ismael
Pérez Pazmiño se realizó anualmente de 1959 a 1975, y des-
pués se convirtió en bienal hasta 1996.

En 1996, con ocasión de las bodas de diamante de Diario


Francisco Pérez Febres- El Universo, se convocó a una edición especial conmemorati-
Cordero, mantenedor del va en la que triunfaron Ángel Emilio Hidalgo y Éuler Granda
certamen. (primer premio, compartido), Carlos Béjar Portilla (segundo
lugar) y Jorge Martillo (tercer lugar). La Casa de la Cultura
Ecuatoriana, núcleo del Guayas, durante la presidencia del poeta Rafael Díaz Ycaza pu-
blicó varios tomos con los poemas ganadores de los concursos convocados desde 1959.

Los directivos actuales del matutino retomaron el concurso nacional y en la edición de 2016
resultaron ganadores de los primeros lugares: María Paulina Briones (primer premio); Ga-
briela Ruiz (segundo premio) y Patricio Carpio Mendieta (tercer premio). La primera gua-
yaquileña y los dos restantes, quiteños.

Los jurados

En la extensa y valiosa lista de quienes en distintos años han colaborado como miembros
del jurado del Concurso Ismael Pérez Pazmiño constan Rosa Borja de Icaza, Alejandro Ca-
rrión Aguirre, Horacio Hidrovo Velázquez, Ezequiel González Mas, César Andrade y Corde-
ro, José Antonio Falconí Villagómez, Carlos Alberto Arroyo del Río, Cecilia Ansaldo y Maritza
Cino, entre muchos otros reconocidos exponentes de la literatura y el magisterio nacional.

207
La exquisitez y el colorido de las frutas plasmadas
en singulares nombres sirven para bautizar a
numerosas ciudades y comarcas de las diferentes
regiones ecuatorianas
A lo largo y ancho del país encontramos apelativos
de centros urbanos y rurales que nos recuerdan la
generosidad de los frutos con que se los ha denominado.

Naranjal, cantón guayasense, recuerda a las sabrosas naranjas.

Una simpática y alegre propaganda que se observó hace pocos días en la televisión y que
resalta la costumbre ecuatoriana de bautizar con el nombre de una fruta a determinada cir-
cunscripción territorial (cantón, parroquia, etcétera) motivó el trabajo de hurgar la geogra-
fía nacional en busca de casos similares. Hecho aquello, la respuesta fue inmediata y aquí,
otra carga de esos curiosos apelativos que tornan más interesante el ancestro de ciudades y
pueblos del país, ricos también por su admirable toponimia.

Aunque la propaganda de referencia finaliza con una frase que al decir de algunos críticos
tiene doble sentido, no hay duda de que su mensaje anima la tarea de revisar conocimientos
y encontrar novedades.

Asimismo, comprobar el hecho de que es la región Litoral la que tiene el mayor número de
poblaciones con el nombre de frutas, como es el caso del cantón guayasense Pedro Carbo,
donde encontramos los recintos bautizados como Guanábano, Las Anonas, La Naranja, Las

208
Cerecita, en la
provincia del Guayas,
debe su nombre a las
populares cerezas
criollas.

Piñas, El Mamey, Cere-


zal y Pechichal. Los dos
primeros se repiten en
tierra manabita, donde,
asimismo, se asienta el
recinto Membrillal.

Otra novedad es que la naranja, la papaya, el limón, el pechiche y el caimito son las frutas
que han servido para bautizar a varias comarcas de diferentes regiones. Dan fe de esto el
cantón Naranjal (Guayas) y los recintos El Naranjo (Loja y Esmeraldas) y Los Naranjos (Ma-
nabí); hay Puerto Limón en Puná (Guayas) y en Santo Domingo de los Tsáchilas; Limón y
Limones (Esmeraldas), Limones (Loja), Limonal (Daule, Guayas) y Limoncito (Santa Elena).
También los recintos Caimito en Esmeraldas y en Yaguachi (Guayas).

Además de los cantones Piñas y El Guabo en El Oro y el recinto La Sandía de El Carmen, Ma-
nabí, están las conocidísimas poblaciones de Cerecita y El Mamey en Guayas, sin que falten
Pechiche en Los Ríos, El Guayabo en El Oro, El Guineo en Loja y El Oro, El Zapote en Guayas
y Capulí en Esmeraldas. El Mango sirvió para bautizar a recintos de Esmeraldas y Guayas, en
tanto que el denominativo Papaya y Papayo, con sus derivados Papayal y Papayales están en
los cantones guayasenses Naranjito y Santa Lucía.

Comprobada la riqueza fru-


tícola ecuatoriana, cuyos
nombres se perennizan en
su propia geografía, hay que
destacar igualmente que
todo aquello abona para
una identidad que incluye
alta dosis de folclore. En esa
línea de recuento recorde-
mos que en el cantón oren-
se Arenillas encontramos el
recinto Puerto Pitahaya y en
el cantón guayasense El Em-
palme el recinto Marañón,
que evoca a una ancestral
fruta montuvia que se niega
Las nutritivas papayas y los deliciosos mangos dan nombres a a extinguir.
muchas poblaciones del país.

209
Aunque muchas calles porteñas han visto
desaparecer sus nombres por incorporarse a los
cambios urbanos, otras mantienen sus antiguas
denominaciones desafiando los tiempos
Unas son cortas y otras muy extensas, pero cada una de
ellas conservan historias y tradiciones, que la colectividad
atesora tanto como sus antiguos apelativos.
Indiscutiblemente nuestras calles están afin-
cadas en la memoria citadina. Las hay de una
cuadra y también de muchas; algunas suelen
interrumpir su trayecto para reaparecer más
adelante y, por supuesto, están las que cambia-
ron de nombre por el correcto o equivocado
criterio de los gobiernos cantonales de distin-
tas épocas.

Allí el caso de la 4 de Noviembre, reacia a per-


der su denominación antigua por la actual Vista de la calle Francisco García Avilés, que
Carlos Guevara Moreno, que pocos vecinos antes era parte de la extensa Chanduy.
mencionan al dar su dirección a quien le pre-
gunta dónde viven; cosa igual ocurre con la Santa Elena, que los guayaquileños de la ‘vieja
guardia’ y varios contemporáneos la llaman así en lugar de Lorenzo de Garaycoa.

El mismo caso presenta la Francisco García Avilés, que muchos porteños y visitantes aún
identifican como Chanduy. Parecida novedad existe con la Rumichaca, arraigada como Mo-
rro en numerosos habitantes de la Perla del Pacífico nacidos antes de la segunda mitad del
siglo XX. Historia semejante presenta la Federico Goding, que la gente prefiere nombrar
como “la 11”, o Santa Rosa a José de Antepara.

En cambio, hay novedades con algunas calles que ‘desaparecieron’ y no constan en los pla-
nos de la metrópoli, tal la Sargento Pavón, en la parroquia urbana Roca, de Pedro Moncayo
a Quito, cerca al Cementerio General, y que honraba la memoria del brillante soldado sam-
borondeño de la gesta del 9 de Octubre de 1820.

En las últimas semanas se observan los letreros de la calle Club Sport Emelec, con que se
bautizó al tramo de la calle San Martín, desde Quito a la orilla del río Guayas. Es prioritario
revisar estas novedades, pues con el paso vertiginoso de los días estamos en peligro de olvi-
darlas y pasar el mal rato de no poder orientarnos ni en nuestra ciudad.

Cuánta falta hacen los viejos textos de Lugar natal, que los maestros nos hacían aprender de
‘cabo a rabo’ para evitarnos contratiempos en lo que a saber historia local y regional se refiere.

210
Cadáver de la sierva noboleña Narcisa de Jesús
Martillo Morán llegó a tierra guayaquileña en 1955.
Ella murió en olor de santidad el 8 de diciembre de
1869, en el convento de Nuestra Señora del Patrocinio
de Lima, Perú
En nuestra ciudad permaneció en un cofre en la iglesia ubicada
en Manabí entre Pío Montúfar y Guaranda, hasta el 9 de mayo
del mismo año, en que fue trasladado hasta el templo de San
José de los padres jesuitas, en Eloy Alfaro y Manabí.
Los restos de santa Narcisa de Jesús
reciben el homenaje de sus fieles.

En torno al rito exequial, Diario El


Universo consignó el 10 de mayo:
“El traslado se efectuó desde la
Capilla del Carmen, con acompa-
ñamiento de familiares y fieles
que lo hicieron como si se tratase
del cadáver de cualquier persona, debiendo abstenerse o exteriorizar actos señalados para
el culto correspondiente a los santos”.

Se conoce además que antes de ser depositado el cadáver de Narcisa de Jesús en la cripta
del altar mayor de la iglesia de San José, hubo una misa solemne oficiada por los padres
Carlos Ribadeneira, César Núñez y Luis Castro.

Debido a la multitud de feligreses y curiosos que llegaron a San José para ver a Narcisa, el
superior de los jesuitas, Luis Mancero Villagómez, tuvo que pedir orden a la concurrencia.

Para ese año se dijo además que “el acto careció de pompa, ya que
no obstante creerse se trata de una santa, según el consenso públi-
co, la Iglesia católica no conoce aún del proceso que pudiera instau-
rarse hacia su beatificación y canonización”.

El cadáver de Narcisa de Jesús Martillo Morán permaneció algunos


años en la iglesia de San José de esta ciudad y recibió la visita de
miles de creyentes de distintos lugares del país e incluso del extran-
jero, hasta que fue trasladado a su tierra natal Nobol. El papa Juan
Pablo II la beatificó en la plaza de San Pedro, el domingo 25 de oc-
tubre de 1992.

211
En nuestra ciudad todavía se observan algunos rezagos
de prácticas sociales y creencias vinculadas con los
temas de difuntos, sepelios, misas e indulgencias
Si bien algunas cambiaron, pasan
inadvertidas o desaparecieron con
el tiempo, las que todavía subsisten
no dejan de llamar la atención de
quienes jamás las aplicaron.
La declaratoria del cementerio general de nues-
tra ciudad como Patrimonio Cultural del Ecua-
dor invita a recordar algunos de los casos vin-
culados especialmente con la necrolatría, que
según el maestro y folclorólogo riosense Justino
Cornejo Vizcaíno constituye el “culto máximo de
los guayaquileños a los muertos”.
Los cortejos fúnebres ya no recorren las
De entre esas manifestaciones que responden a largas distancias de otrora, pues los deudos
la tradición de la ciudad, gran parte de ellas se sepultan a sus muertos en cementerios
mantienen vinculadas con la religión católica. E cercanos o los llevan en vehículos. Tampoco
igualmente permanecen en la memoria colectiva se colocan fajas sobre el féretro.
y son testimonios del folclore social de la urbe.

Aunque en esta época el sorprendente desarrollo tecnológico suele influir en los afectos
humanos y sus obligaciones espirituales, todavía hay quienes cumplen a cabalidad con los
preceptos sociales y se confunden, sin reparos, entre familiares y allegados de la persona
fallecida.

En cambio otros, en menor cantidad, se abstienen de participar en un velatorio, el rezo de


algún rosario, el acompañamiento al camposanto para la inhumación o exhumación del pa-
riente, amigo o conocido, la asistencia a una misa de réquiem, etcétera, argumentando que
nunca les inculcaron participar en tales actos.

Costumbres perdidas

Desde antes de la primera mitad del siglo anterior desapareció el llamado viático, acto por
el cual el sacerdote administraba la extrema unción al enfermo ya desahuciado por la cien-
cia y para quien sus familiares solo esperaban un milagro.

Los parientes y amigos del enfermo acudían a la iglesia para acompañar al sacerdote que
salía de ella portando el cáliz, en tanto un monaguillo o asistente sostenía el palio que lo
cubría.

212
Atrás del presbítero marchaban grandes y pequeños portando velas encendidas, con un forro de
papel de despacho que hacía de pantalla; asimismo, iban rezando sentidas plegarias a Dios por la
persona que recibiría el sacramento.

Cuando llegaban a la casa del moribundo el sacerdote procedía a escuchar su confesión, darle la ab-
solución y ungirle los santos óleos. Cumplido el ritual el religioso retornaba al templo seguido del
mismo séquito.

Café con rosquita

En los velorios de ahora son contados los deudos que brindan a los acompañantes el popular café con
rosquitas, pues las colas suelen resultar más prácticas ante la falta de tiempo y porque en ocasiones
aquellos no se realizan en los propios domicilios, en los que incluso durante la madrugada se servían
el aguado o caldo de gallina para restituir las fuerzas de los que acompañaban a los deudos del difunto.

En los velatorios de los niños tampoco se juega al golfín, que no tenía ninguna malicia y era un entre-
tenimiento para demostrar ingenio y agilidad mental. Predominan actualmente los jugadores ‘profe-
sionales’ de cartas que buscan ganar dinero y llegan a estas reuniones sin conocer siquiera al difunto.

Cuando el uso de los aparatos de aire acondicionado era escaso en los hogares y en los locales donde
eventualmente se realizaban velatorios, había la costumbre de colocar debajo del ataúd una lavacara
con grandes trozos de hielo para atenuar los estragos del calor y conseguir que el cadáver se mantu-
viera fresco, sin corromperse.

Las carrozas motorizadas, que desplazaron a las tiradas por caballos o mulas, también tienen el uso
restringido, quizás por lo costoso que torna al servicio de funerales (antes de pompas fúnebres). Aún
hay cortejos que recorren grandes distancias desde distintos sectores de la metrópoli hasta el cemen-
terio general. Ahora se acostumbra incluir cantantes y guitarristas en los sepelios para que ofrezcan
las canciones que gustaron al difunto.

Misas e indulgencias

Las eucaristías por los difuntos (misas de réquiem) también han tenido algunas variantes. Se acos-
tumbraba a ofrecerlas de manera individual, pero con el tiempo se estableció darlas en forma colecti-
va, es decir, en sufragio de varios difuntos en la misma ceremonia.

Ciertas iglesias colocaban un ataúd completamente arreglado y frente a él se consignaba el responso


del sacerdote al concluir la celebración.

Hasta la década del 40 las invitaciones a las misas de réquiem solían incluir como novedad que la
primera autoridad de la diócesis había resuelto conceder un determinado número de indulgencias
–generalmente 50 y 100– a quienes concurrieran al oficio religioso.

Los anuncios mortuorios con invitación a sepelio, agradecimientos y misas no han variado mayor-
mente; algunos cuidan de señalar que su difunto falleció confortado con todos los auxilios de la
religión católica y le agregan que el pariente murió con la bendición papal.

213
El uso del velo, que era parte importante del atuendo
para participar antaño en ceremonias religiosas
católicas, ahora resulta casi desconocido; igual
novedad ocurre con otras costumbres relacionadas
con la señal de duelo
Lo que era una práctica común de jefas de familia y
miembros jóvenes de la prole, parece caminar a la
extinción. Lo mismo se puede decir de los botones o
fajas negras colocadas en la vestimenta como indicador
de que una persona había perdido un ser querido.
La imposición de la ceniza a los fieles católicos que se realizó el miércoles anterior con oca-
sión del inicio del tiempo de Cuaresma, hizo reparar en un detalle que ya resulta incuestio-
nable y solo es motivo de añoranza porque es práctica desaparecida: el uso del velo, que
antes fue parte obligatoria del vestuario de quienes iban a orar a los templos, asistían a
misas regulares, de réquiem, oficios de Semana Santa, etcétera.

El uso del velo


por parte de los
fieles católicos ha
disminuido en los
últimos años.

214
No se sabe si por moda, clima o alguna otra novedad las creyentes poco a poco descartaron
la costumbre de cubrir sus cabezas y parte del rostro con el velo, de tal manera que esos
artículos resultan escasos en el mercado, a diferencia de hace pocas décadas en que los pro-
mocionaban y vendían en los almacenes locales indicando la calidad de sus tejidos (gasa, tul
u otra tela), la manera de confeccionarlos e incluso su procedencia del exterior.

Un aviso del domingo 25 de marzo de 1956 de Diario El Universo publicó lo siguiente: “Velos
de misa se venden en Luque 322 a 160 sucres la docena”. Esto ayuda a reconocer la importancia
que tuvo tal prenda femenina que muy poco se ve en las ceremonias religiosas católicas y,
como lo ratificamos, es parte de la evocación para quienes aún se mantienen apegados a ellos.

En la actualidad son pocas las amas de casa, señoras y señoritas que cuando van a la iglesia
llevan el velo para cubrir sus cabezas.

Acompañantes
de un cortejo
fúnebres; los
parientes del
fallecido llevan
bandas de tela
negra en sus
brazos como
señal de duelo.
Esta costumbre ha
desaparecido.

La señal de ‘duelo’

Exteriorizar a través de la vestimenta de que se estaba de luto por el fallecimiento de un


familiar, también constituyó otra práctica de muchos años y que por aquello de que ‘el duelo
se lleva en el corazón’, cayó en desuso especialmente en la zona urbana. Antes de que eso
ocurriera, los deudos del difunto vestían ‘luto cerrado’ (negro completo) o ‘medio luto’ (ne-
gro y blanco).

Pero había otra manera de indicar que la persona había perdido a un pariente: se colocaba
en la camisa un botón forrado de tela negra o se colocaba en la manga de su camisa una ban-
da de igual material y color, con lo que era fácil distinguirlo para no involucrarlo en ciertas
exigencias sociales que su condición afectiva y espiritual lo impedía por las circunstancias.

Esto también es parte de una costumbre social que solo unos cuantos la ponen en práctica
en la ciudad, pues la mayoría de las personas renuncia a ella para no ser blanco de las mi-
radas curiosas, conminativas y las críticas que consideran aquello de colocarse botón y la
banda negra como algo pasado de moda.

215
La rememoración de la Semana Mayor o Semana
Santa en nuestra ciudad de antaño dio paso a
múltiples costumbres que dejaron marcados recuerdos
De aquellas costumbres todavía se ofrecen prácticas
de fe, preparación de comidas tradicionales y otras
manifestaciones de religiosidad.
Mensajes por la paz
en misa de Domingo
de Ramos.

La bendición de ramos, el
lavatorio de los pies, el vía
crucis, el sermón de las sie-
te palabras (o de las tres
horas), el descendimiento o
adoración de la cruz, la vi-
sita a las siete iglesias para
observar los monumentos,
etcétera, son actos caracte-
rísticos de la Semana Santa aún vigentes en nuestra ciudad, aunque algunos han visto redu-
cir la afluencia de sus seguidores por varios motivos.

Hasta finales del siglo XX las comunidades religiosas ofrecían el sermón de las siete pala-
bras, con la participación de sus sacerdotes, laicos y oradores invitados, que atraía a mucha
gente; ahora, son pocas las iglesias que lo organizan. Con la bendición de la palma de ramos,
igualmente hay novedades, por su escasez y la defensa para evitar su extinción. Ya no se ve
la profusión de arreglos, que más bien son pequeños y caros.

La culinaria tradicional de este periodo (fanesca, humitas, panes de pascua, higos, etcétera)
también camina a su desaparición. Por comodidad o falta de dinero para comprar los gra-
nos, numerosas familias prescinden de su preparación que, en tiempo de los abuelos, era
una obligación hacerla en casa para compartir con los parientes y vecinos.

Otra costumbre del Viernes Santo era asistir vestido de negro a los oficios religiosos, mien-
tras los mayores aconsejaban mantener una actitud de recogimiento durante todo ese día.
Para esto, incluso, las radios ayudaban a lograrla, pues solo transmitían música sacra e ins-
trumental. En cambio, el Domingo de Pascua de Resurrección se estrenaba una parada nue-
va de ropa.

Para resaltar la Semana Santa se programaban obras de teatro a cargo de compañías nacio-
nales y extranjeras, como las de Mariano Rueda y Carlos Landín. La Compañía Nacional de

216
Los ramos que se bendicen al inicio
de la Semana Santa ya no son de la
palma conocida, pues los ecologistas
y la propia Iglesia solicitan usar otros
vegetales y elementos para evitar la
extinción de la especie.

Teatro y su obra Mártir del Gólgo-


ta, se lucía con los emblemáticos
actores Antonio Cajamarca, Anto-
nio Santos, Antonio Hanna, Meche Mendoza, Enrique Garcés, figuras de una época dorada.

A estas funciones se sumaban los programas de radioteatro que tenían su público, porque la
televisión aún no estaba en su apogeo. Las emisoras Ortiz, Atalaya, CRE, El Mundo, América
ofrecían dramas de la vida y pasión de Jesús, cuyos autores Hugo Vernel, Jorge Velasco goza-
ban de preferencia. Las funciones con películas sobre la vida y pasión de Jesucristo sumaron
decenas en blanco y negro y en colores.

Antes de que la piratería y el DVD los extinguiera, familias enteras iban a los teatros y cines
Quito, Apolo, Central, 9 de Octubre, Presidente, Victoria y otras salas que ponían en car-
telera las películas Ben-Hur, con Charlton Heston; Moisés, con Burt
Lancaster; Rey de Reyes, con H.B. Warner como Jesús; Espartaco, con
Kirk Douglas, Laurence Olivier. Igualmente, Los Diez Mandamientos,
del productor De Mille; Quo Vadis, con Robert Taylor y Deborak Kerr;
Barrabás, con Anthony Quinn; y La Biblia, de Dino de Laurentis, et-
cétera.

Por lo general, cuando finalizaba el carnaval las páginas de los pe-


riódicos se llenaban de anuncios de almacenes y mercados que pro-
mocionaban el bacalao de las islas Galápagos y el importado de No-
ruega, para preparar la típica fanesca. Similar acometida hacían en
tiempo de Cuaresma los almacenes de importadores de telas para
los vestidos y ternos de Domingo de Pascua; los circuitos de cines
que anunciaban estrenos de nuevos filmes con el tema de la pasión
de Cristo. La Lotería de la Junta de Beneficencia sorteaba un premio
gordo que pronto agotaba sus billetes.

Estas son algunas costumbres que desaparecieron en el paso de las


décadas con el infaltable sincretismo y el predominio de la religiosi-
Aviso de una función dad popular, pero existen otras manifestaciones de la fe católica que
de cine con películas dan una particular identidad a la metrópoli, caso de la multitudinaria
de tema religioso por procesión del Cristo del Consuelo en Semana Santa, que abre camino
la Semana Santa. para sabrosas evocaciones.

217
La radiodifusora Cenit acumuló una emblemática
trayectoria en bien de la colectividad guayaquileña y
ecuatoriana; sus programaciones fueron originales e
inconfundibles
Washington Delgado Cepeda secundado por
sus hermanos posicionó con merecimientos a su
medio en la historia de la radiodifusión del país y
continental.
La voz de la simpatía nacional y Antena cultural
de Guayaquil fueron dos merecidos calificativos
que ostentó la radiodifusora Cenit de nuestra ciu-
dad, que bajo la dinámica dirección de Washington
Delgado Cepeda y la cooperación de sus hermanos
Jorge, Hugo y Luis Fernando hubiera cumplido este
jueves 1 de diciembre 70 años de fructífera labor en
el campo del periodismo hablado del país.

En la época en la que Cenit lanzó por primera vez


su señal, en Guayaquil existían solo siete radiodi-
fusoras: El Telégrafo, CRE, Ondas del Pacífico, Ortiz,
La Voz del Litoral, La Voz del Alma y Universitaria
Atalaya.

Si bien el nombre de la radio no ha desaparecido


totalmente, es justo resaltar que fue durante la
época de sus antiguos propietarios, los hermanos
Delgado Cepeda, cuando Cenit alcanzó su máxi-
mo esplendor gracias a las variadas y acertadas programaciones El radiodifusor
–gran parte de ellas en vivo– que se ofrecían en favor del entrete- Washington
nimiento y la superación cultural de sus incontables oyentes de Delgado Cepeda
las diferentes regiones de la patria. Igualmente dieron su aporte fundó la estación
al afianzamiento de la emisora Randolfo Sierra Delgado, Alejandro Cenit y la mantuvo
Paladines Herrería y Pedro Hidalgo González. exitosa a lo largo
de sus varias
Entre las audiciones de los primeros años que le dieron prestigio décadas de
y preferencia a la querida radio estuvieron ‘Lunes Selectos Cenit’, actividad.
‘Club del Aire Cenit’, ‘Música ecuatoriana, expresión de la patria’;
‘Dígalo por teléfono’, ‘El proceso imaginario’, ‘Parecen verdades
pero son mentiras ecuatorianas’, ‘Estrellitas infantiles’, ‘Camino a la fama’, ‘Los tres
sabios contestan’, ‘La serenata galante al pie de su balcón’, ‘El álbum de los recuerdos’;
‘Cadera de oro’, ‘Oro de ley de la radio’.

218
Posteriormente se crearon otros espacios en los que no faltaron las exitosas radio-
novelas, los esperados informativos o noticiarios y las cuotas de sano humor como
las que entregaba la famosa ‘Tremenda Corte’, de Leopoldo Fernández alias Tres Pati-
nes. El patrocinio a la cultura representó un distintivo de la emisora, pues por ella se
difundieron por prolongado tiempo los programas ‘Música y Poesía’, ‘Renacimiento’,
etcétera.

En el escenario de la emisora, que siempre se preocupó por ofrecer a sus oyentes lo más co-
tizado del ambiente artístico, desfilaron estrellas ecuatorianas y extranjeras de la categoría
de Eva Garza, Los Indios Tabajaras, trío Cuba, cuarteto Los Antillanos, las orquestas Rumba-
bana y la de Tita Duval, pianista Marilas Jonás, cantante Azucena Maizibi, tenor Lorenzo He-
rrera, dúo Llamas Barroso, Hugo Romani, Leo Marini, Álex Rojo y otros tantos intérpretes
internacionales.

Nunca faltaron los nuestros encabezados por


los hermanos Montecel, Mendoza Sanguri-
ma, Rosado Camacho, Atocha y otros dúos,
Olimpo Cárdenas, Bélgica Parra, Armando
Pibe Aráuz, Tito Herrera, Los Riobambeños,
Antonio Cajamarca y los pianistas Walter
Lara, Óscar Luis Castro Intriago y muchísi-
mos valores del arte musical ecuatoriano.

En el cuerpo de locutores brillaron por mu-


cho tiempo Francisco Darquea, Rafael Torres
Fajardo, Carlos Pareja, Emiliano Pólit Fabara,
Víctor Ramos Bravo, Carlos Torres Fajardo,
Teodoro Zuloaga, Armando Romero Rodas,
Delia Garcés, Blanca Salazar Bautista, Alber-
to Carbo, César Cepeda, Juan Dora y Ufredo
Molina Vargas.

El local donde nació Cenit estuvo en Luque y


Pedro Moncayo, altos de la fábrica La Liber-
tad, y cuando celebró su primer aniversario
ya ocupó otro más amplio y moderno en 9 de Octubre 608 y Escobedo. Luego llegó a Luis
Urdaneta 202 y General Córdova.

Los directivos dieron preferencia a los programas en vivo y las audiciones que se
transmitían en sus ondas corta y larga (HC2DC y HC2AN). Además, para ampliar su
labor de impulso al arte y cultura, la empresa radial Cenit estableció filiales en Manta,
Bahía de Caráquez y Portoviejo.

Así pues, la radio Cenit fundada y llevada adelante por los hermanos Delgado Cepeda y co-
laboradores, es parte de la historia guayaquileña.

219
La emisora Cóndor y el teatro Central ofrecieron
diversión sana y permanente a los habitantes de la
metrópoli guayaquileña
La primera con sus variados programas en vivo a los que
acudían niños y adultos y el segundo con la exhibición
de películas y presentación de artistas ecuatorianos y
extranjeros, dejaron muchos recuerdos en la comunidad.
La radiodifusora Cóndor también fue una emisora
de mucha sintonía, gracias a sus programaciones
dirigidas a los estratos populares de la ciudad y
por la simpatía que afianzaron personajes como los
hermanos Vela Rendón, protagonistas de los espa-
cios ‘El sillón del peluquero’, y Ana Huancayo Ato-
cha, de ‘Guayaquil Radiado’, aquel de los mensajes y
dedicatorias musicales tan esperados.

La radio se mantiene en el aire, pero sin la continui-


dad con que nació en diciembre de 1946 y mientras
competía en sintonía con sus colegas de similar éxi-
to El Telégrafo, La Voz del Río Guayas, Ecuador Ra-
dio, Ortiz, Alcázar, Continental, El Triunfo, Progreso, Cenit, Atalaya, Ondas Edificio del teatro
del Pacífico, América, Cristal, Universal y otras de merecida importancia. Central en 10 de
Agosto y 6 de
Inicialmente ocupó una casa ubicada en Boyacá entre 9 de Octubre y Marzo.
Vélez, con su gerente Carlos Arditto; después, una en la calle Chanduy
(actual Francisco García Avilés) entre Aguirre y Clemente Ballén, cuando la radio aún no
daba mucho paso a la televisión y en los hogares predominaban los receptores de tubo.
También se ubicó en Capitán Nájera y Chimborazo.

Entre sus programaciones de enorme sintonía estuvieron los concursos de cantantes aficio-
nados y los de dibujo, especialmente para niños y jóvenes, que se hacían los fines de sema-
nas. El cotizado artista plástico Luis Peñaherrera fue uno de los permanentes triunfadores
en esos certámenes.

Esta radioemisora se caracterizó por su res-


paldo a los artistas nacionales: Julio Jaramillo,
Fresia Saavedra, Hilda Murillo, Mary Aráuz,
quienes ya caminaban a la consagración; asi-
mismo, a los que llegaban de otros sectores de
la patria y del continente.
Aviso de promoción de Radio Nacional Cóndor

220
Poco a poco la añeja radio restringió sus emisio-
nes, pero la gente aún la evoca por los mensajes
radiales en los días de la Madre y del Padre, los
onomásticos de las Rosas, Mercedes y, por su-
puesto, las canciones de despedida a los jóvenes
que iban a cumplir el servicio militar (‘al cuartel’).

En cuanto al teatro Central, que ocupó un edifi-


cio de 10 de Agosto entre 6 de Marzo y Juan Pío
Aviso de la Montúfar, se caracterizó por ofrecer diversión a grandes y chicos con la
función inaugural proyección de filmes, especialmente mexicanos, en funciones de ver-
del teatro Central. mut, matiné, especial y noche.

La muchachada iba presurosa los domingos a las funciones con las pe-
lículas de Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, Viruta y Capulina, Pili y Mili, Joselito, Tin
Tan, Resortes, Lilia Prado, César Costa, Enrique Guzmán, Lucha Villa y por supuesto las de
‘pistoleros’ (Julio Aldama, Luis Aguilar...) y de ‘luchadores’ (El Santo, Blue Demon, etcétera).

Los adultos también gozaron con filmes similares y otros de producción norteamericana;
asimismo, con permanentes festivales artísticos que organizaban empresarios nacionales
y extranjeros. En amplio escenario del teatro Central actuaron el cantante y actor Pedro
Infante y el mariachi Perla de Occidente, la pianista y compositora Isolina Rodríguez, el in-
térprete de tangos Raúl Iriarte y muchísimas otras afamadas estrellas.

En enero de 1957 hubo un ‘mano a mano’ entre las estrellas Julio Jaramillo y Olimpo Cár-
denas; y en los años y meses posteriores nunca faltaron las exitosas presentaciones de Fre-
sia Saavedra, Máxima Mejía, Lucha Rojas, Vicenta Ramírez, los tríos Caribe y Victoria, las
orquestas Blacio Jr. y de Walter Cavero, entre otros que forman una extensa lista para la
sabrosa rememoración.

En los bajos del Central, al término de las funcio-


nes, estaban los vendedores de ‘huevos chilenos’,
bollos, chocolatines y otras curiosas sabrosuras.
Allí también acudían los muchachos a comprar
las tiras de películas en blanco y negro y colores,
que se cortaban de cinco cuadritos y la usaban
como dinero para jugar al pepo y la raya en sus
barrios.

Por su ubicación en el populoso sector del Mer-


Propaganda de un cado Central, las localidades del cine siempre estaban llenas y a su
programa ofrecido entrada se agolpaban los curiosos para mirar las fotos en vitrinas y
por Radio Cóndor, carteleras de los filmes en exhibición y que anunciaban como próxi-
con los Huasos mos estrenos. Este teatro ya desaparecido fue una obra que testi-
Chilenos. monió la visión empresarial de Eduardo Rivas Ors.

221
La ceremonia de entrega de la medalla escolar de
la Benemérita Sociedad Filantrópica del Guayas hace
aparecer muchos recuerdos entre los guayaquileños
y ecuatorianos
Es un galardón con mucha historia y notable prestigio
que resalta la dedicación del estudiante ecuatoriano;
quienes lo ostentan jamás pierden el sano orgullo de
haberlo recibido.

Mesa directiva de la Benemérita Sociedad Filantrópica del Guayas durante la


tradicional velada de aniversario y premiación en el antiguo Teatro 9 de Octubre.

Aunque los detalles de la entrega del galardón que realiza anualmente (21 de noviembre) la
Benemérita Sociedad Filantrópica del Guayas a los mejores alumnos de jardines de infantes,
escuelas, colegios y universidades de esta y otras ciudades del país han cambiado mucho,
aquello no disminuye la importancia del premio ni la satisfacción de quienes por su apego
al estudio lo alcanzaron.

Tampoco se puede negar la nostalgia que experimentan los ganadores del galardón en pa-
sadas décadas, especialmente de los que fueron a recibir el premio en el Teatro Nueve de
Octubre durante la presidencia de Carlos Saona, que incluía en el acto la actuación de la
orquesta del maestro español José Barniol.

La medalla de la Filantrópica se reparte desde 1875 y siempre es ‘peleada’ por los estudian-
tes ‘cerebros’ de cada centro educativo. En ocasiones, cuando hay varios candidatos se la
sortea, pero las autoridades resaltan este asunto como estímulo a los no favorecidos.

Una costumbre que se perdió fue la publicación de la nómina completa de los ganadores

222
en las páginas de Diario El Universo en noviembre Jaime Roldós
de cada año; la curiosidad de vecinos, familiares y Aguilera ganó
amigos los hacía madrugar para leer si en la lista el premio como
constaba algún conocido. alumno del
‘Vicente’.
Las reuniones para agasajar al galardonado nun-
ca faltaron; y para ‘presumir’ con sano orgullo se
encargaban, como hasta ahora, los mensajes ra-
diales y en los diarios con la fotografía del estu-
diante.

Como testimonio de los merecedores de la em- Sonia Manzano


blemática presea, destacamos que en 1955 lo re- Vela lo recibió en
cibieron Gonzalo Noboa Elizalde y Ramiro Larrea el Conservatorio
Santos, de la Facultad de Jurisprudencia de la Uni- A. Neumane.
versidad de Guayaquil, sorteados con Galo García
Feraud, Víctor H. Ron, Ángel Duarte Valverde y Aní-
bal González.

En 1961 Héctor Romero Parducci y Jacinto del Va-


lle, de esa misma facultad lo lograron pero en sor-
teo con Nicolás Parducci, Eduardo Peña, Francisco
Loza, Eduardo Castillo Barredo, Jacinto Velázquez,
Miguel Villacís Gómez, Emilio Romero, Luis Verna-
za, Francisco Correa, Jaime Roldós, Carlos Arose- Nila Velásquez
mena, Boanerges Villacís y Guillermo Chang. Coello recibió
el premio como
También en ese año Nila Velázquez Coello y Dora estudiante de
Pazmiño, de la Facultad de Filosofía y Letras del la Universidad
Alma Máter porteña, lo recibieron tras el sorteo de Guayaquil.
con Inés Asinc, Leticia Gosdenovich, José Hidro-
vo Peñaherrera, Ottowaldo Paredes, María Gra-
nizo y Carole Peña. En el ámbito colegial como
alumnas del normal Rita Lecumberri lo merecie-
ron Aracely Consuegra y Berta León Ruiz.

Otros colegiales y universitarios que en distintas Ramiro Larrea


épocas lograron el premio fueron Digna Ayón, Isa- Santos fue
bel Ramírez Estrada, Sonia Manzano, Moisés Tacle, galardonado
Luis Parodi, Amada Franco, Evelio Tandazo, Adela mientras
Molina (+), Estela Ampuero, Ruth Garaicoa, Jaime estudiaba en
(+) y León Roldós Aguilera, Norma Plaza Aray de nuestra Alma
García e Hipólita de Lucca, entre otros profesiona- Máter porteña.
les de diferentes actividades impulsores del desa-
rrollo patrio. Cuadros y cofres guardan esos gratos
recuerdos.

223
El hermoso y beneficioso fenómeno natural de la
lluvia también ha sido y es para el hombre universal
un motivo de constante inspiración; el arte musical, la
literatura y la cinematografía así lo demuestran

Una profusión de temas que se conocen hasta la


actualidad se debe a autores de todo el mundo, en cuya
lista también están incluidos los creadores ecuatorianos.

La benéfica e
inspiradora lluvia
alegra a niños y
adultos cuando cae
de manera moderada
sobre la faz del
planeta.

Aunque en nuestro medio hay poca precaución para establecer la diferencia entre la lluvia
misma, que es la acción de llover en forma esporádica, permanente, pertinaz o moderada,
y el aguacero, que es lluvia repentina, impetuosa y de poca duración, no hay duda que estas
han sido y son noticias de primera plana en los periódicos y en los informativos radiales y
de televisión.

Unas ocasiones causan regocijo por la benignidad providencial con que caen cuando más
se las espera; otras veces causan temor porque debido a su intensidad y volumen se tornan
destructivas. Pero lo importante que queremos resaltar es que las lluvias constituyen moti-
vo de inspiración para el hombre.

En la literatura ecuatoriana y universal encontramos libros y temas en prosa y verso que


exaltan las bondades de la lluvia. Allí, por ejemplo, entre nosotros, los poemas de Gonzalo
Espinel Cedeño, Ignacio Carvallo Castillo, Aurora Estrada de Ramírez Pérez y Luz Amanda
Ramírez Klínger, entre otros. Espinel dice: El viento pulsa sobre el agua breve/ que forma el
agua, su canción más pura/ y mientras todo ese concierto dura/ para el que no ama, solamen-
te llueve. El español Gregorio Martínez Sierra es autor de La canción de las gotas.

224
El grupo musical uruguayo Los
Iracundos grabó e hizo famosas las
baladas Es la lluvia que cae y La
lluvia terminó.

En la música

El campo musical es muy pródigo en te-


mas que resaltan las bondades de la lluvia.
Autores compatriotas y de otras naciones
han creado canciones en ritmos de balada,
bolero, tango, etcétera. Quién no recuerda haber cantado o escuchado las baladas La lluvia
terminó y Es la lluvia que cae, interpretada por Los Iracundos; Bajo la lluvia, por Miguel
Gallardo, y Gotas de lluvia, por Enrique Guzmán.

Asimismo, el tango En esta tarde gris, por Julio Sosa; la cumbia Parece que va a llover, por
Rulli Rendo; el bolero Esta tarde vi llover, por Roberto Ledesma; la Canción de invierno, por
Silvio Rodríguez; y los temas que popularizó Juan Torres y su órgano: Gotas de lluvia sobre
mi cabeza y El día que volvieron las lluvias.

Y qué decir de nuestro emblemático pasillo Invernal, éxito de tantos cantantes como Julio
Jaramillo, trío Los Brillantes; el valse Gotas de lluvia, por Marino Álvarez; la habanera Atar-
decer de invierno, por Cristóbal Ojeda Dávila, y el pegajoso sanjua-
nito El aguacerito, creación de Rubén Uquillas, que igualmente lo
cantan en versión de paseíto Medardo y sus Players.

Decenas de pintores y fotógrafos han plasmado sobre lienzos y


cartulinas el tema de la lluvia. De igual manera, en la cinema-
tografía hay varios filmes basados en ella,
con hemosas escenas que la aluden, casos
como ese verdadero clásico titulado Can-
tando bajo la lluvia, con Gene Kelly, Jean
Hagen, Debbie Reynolds, Donald O’Connor
y Rita Moreno. Lo mismo Vinieron las llu-
vias, con Tyrone Power.

En fin, la lluvia que siempre se menciona


por otros lugares y entre nosotros, espe-
cialmente en estos meses, sigue inspiran-
do al hombre sobre diversos temas artís-
ticos. Plenamente retratada o como ligera
insinuación en miles de obras, ella da testi-
monio que es parte de la vida de los se-
Avisos de cintas cinematográficas res humanos. Lo que hemos recordado,
inspiradas en la lluvia. lo confirma.

225
Las perfumerías que atendieron en la ciudad de
antaño impulsaron el comercio y ofrecieron esencias,
polvos y preparados que la población siempre buscó;
algunas siguen vigentes con esa añorada actividad
El objetivo no es solo brindar una fragancia agradable
sino ayudarse en la curación de enfermedades, alcanzar
el amor deseado, la fortuna soñada y cuanto favor, creen,
se hace realidad con el concurso de esencias y aromas
ligadas al mundo de lo esotérico.

La perfumería Las Delicias


tenía mucha clientela por su
diversidad de productos.

Desde los albores hasta la primera mitad del siglo


XX, hay testimonios de primera mano de los nume-
rosos establecimientos que en esta ciudad se dedi-
caron a la rama de la perfumería y fueron el lugar
obligado de visita de damas, caballeros y jóvenes.

Curiosos avisos en diarios y revistas, con nombres


de perfumes ‘finos’, colonias, lociones, etcétera, dan
cuenta del cuidado de los guayaquileños por su
apariencia, pulcritud y el deseo de estar a tono en
los actos a los que asistían.

Aquella saludable costumbre no ha cambiado, pero


sí la cantidad y calidad de productos ecuatorianos y
extranjeros que ahora se ofrecen en modestos y lu-
josos almacenes de los centros comerciales, bahías
y más sectores conocidos.

No pocos abuelos y padres de familia con más de media centuria de vida recuerdan todavía
los nombres de perfumes, lociones, esencias, polvos faciales, brillantinas y talcos de nom-
bres y marcas Tabú, Clavel, Aire embalsamado, Azahar, Narciso.

Igualmente los conocidos Jacinto, Mil flores, Maderas de Oriente, Gardenia, Origano, Fouge-
re, Ambrée Bertill, Dandy, Gal y Floralia, los clásicos jabones Reuter y, por supuesto, el agua
de Kananga del Japón y el agua de Florida de Murray & Lamman.

226
La perfumería Victoria
es almacén tradicional
de esta ciudad.

Entre esos almacenes, mejor dicho per-


fumerías, que alcanzaron merecida po-
pularidad, estuvieron La Violetera, ubi-
cada en el Palacio de la Municipalidad; lo
propio, la de nombre Delicias, en Pedro
Carbo y Colón, donde se vendía a un su-
cre el frasco de brillantina cristalizada.

En 1949 Alfonso Murillo García era dis-


tribuidor de esencias para perfumes y
brillantinas en Boyacá entre Vélez y Lu-
que; además, existió la perfumería de
Francisco Pesantes en Clemente Ballén
y Pedro Carbo. Igualmente La Española y
Fina, que ofrecían a su clientela y público
en general jabones de tomate, de hiel de
toro y leche de burra.

Existieron peluquerías y bazares con ser-


vicios de perfumería, entre estas se apuntan La Casa Palacios Torres en 9 de Octubre 601-
603, la Vencedor, en Chimborazo y Colón, y la fábrica de perfumes y de bay rum en Boyacá
y Luque. Otras perfumerías fueron la Capitol en Vélez y Boyacá y Goly en Pichincha 518.

La perfumería Victoria, que es una de las más emblemáticas por su arraigo popular, fue
establecida en 1946 por la familia Bueno; comenzó en los alrededores del parque de igual
nombre, pero sigue atendiendo en Ayacucho y Pío Montúfar. El mismo grupo familiar se
identifica con la actividad de la que se llamó perfumería Delicias.

Aunque ahora predominan en el mercado perfumes importados con nombres de estrellas


de cine, deportistas, cantantes y más
gente famosa, incontables personas
se acogen a las preparaciones de las
perfumerías populares como la Vic-
toria.

El objetivo no es solo brindar una


fragancia agradable sino ayudarse
en la curación de enfermedades,
alcanzar el amor deseado, la fortu-
na soñada y cuanto favor, creen, se
hace realidad con el concurso de
esencias y aromas ligadas al mundo
de lo esotérico.

227
Durante una hermosa época en nuestra ciudad
funcionó un cine exclusivo para niños. Los programas
que incluyeron películas y artistas en vivo siempre
buscaron que las obras estén acorde con la edad de los
pequeños
Esta iniciativa empresarial tuvo el respaldo de los jefes de
familia y educadores, quienes recomendaron y aplaudieron
los horarios y programas dedicados a la niñez.

El cine infantil Aladino atrajo la atención de familias enteras por los temas de la
películas que exhibía.

En una fecha igual a la de hoy nuestra ciudad recibió con alborozo la inauguración del cine
Aladino, cuyo lema era “El teatro para los niños”. Estuvo en Chimborazo entre 9 de Octubre
y Vélez; sus promotores aseguraban que era la “única sala en su género en Ecuador”.

El día de su apertura, exactamente el sábado 8 de junio de 1946, se exhibió la cinta exclusiva


Furia salvaje, protagonizada por el perro César que, según el argumento, realizaba proezas
en una emocionante aventura en la selva. También proyectó documentales científicos y ro-
llos cortos escogidos para la gente menuda.

Las funciones fueron a las 15:00 (matiné), 17:00 (especial) y 20:30 (noche); la entrada ge-
neral costó 2 sucres más los 20 centavos de impuesto. El domingo 9 de junio hubo cinco
funciones. Radio Cenit organizaba programas-concursos en ese auditorio.

228
En Diario El Universo se publicó el aviso de la primera función del cine
infantil Aladino (1946).

Diario El Universo anunció la función inaugural que contó con bastante público formado por
padres de familia y su prole, pese a que ese mismo día debutaron el Friend Circo y el Char
Circo en la pista de Boyacá y Mendiburo.

Asimismo, por no quedarse atrás los cines de la época: Colón, que presentaba a la compa-
ñía Gómez-Albán y las estampas quiteñas con Evaristo; Gloria, Olimpia, Encanto, Victoria,
Apolo, Bolívar, Odeón, Parisiana, 9 de Octubre y Edén pusieron lo mejor en sus carteleras.

El cine Aladino cuidó por largo lapso de cumplir con la chiquillada y sus mayores, que goza-
ban con las películas de vaqueros del astro Tex Ritter y su caballo Relámpago; de las aven-
turas de Tarzán con Gleen Morris y la mona Chita, al igual que con los filmes de la incompa-
rable Shirley Temple.

Lamentablemente, los tiempos cambiaron y hubo que renunciar al propósito de servir ex-
clusivamente a los niños con esos espectáculos hasta que ocurrió el cierre inevitable del
Aladino, donde los pequeños recibían como obsequio libros de cuentos y otras novedades.

Desapareció así otro valioso proyecto destinado a la formación de la niñez y juventud de la


ciudad, tal como lo buscó la disposición de agosto de 1925 con las retretas para los niños
por las bandas militares y las matinés infantiles que se implementaron en mayo de 1938.

229
El Señor de las Aguas, San Isidro Labrador y otros
representantes de la Corte Celestial forman parte
de la religiosidad popular en los tiempos de sequía; el
conocido monolito llamado San Biritute también se
incorpora a esta lista
La preocupante ausencia de lluvias que golpea en estos días
la campiña litoralense ha puesto en el recuerdo de muchos
viejos campesinos e incluso de vecinos de ciudades ecuato-
rianas los milagros del Señor de las Aguas, los “dones” de San
Biritute y los aciertos de los pronósticos de nuestro científico
Eloy Ortega Soto.

También les ha despertado evocaciones sobre los prodigios


celestiales de san Isidro Labrador, san Buenaventura, san
Francisco y de incontables creencias como la exactitud de
los animales ‘astrónomos’, la ceniza ‘mágica’ y otros hechos
atávicos y supersticiones relacionadas con las lluvias escasas
o abundantes.

Al rememorar estos pasajes de la religiosidad popular y


del mundo mágico-mítico que nos identifica ante otros
pueblos del planeta, quizás muchos de ellos desearían re-
vivir esos actos tradicionales, que además de pedirle a Dios
y a san Pedro la pronta llegada de las bienhechoras aguas
Señor de las Aguas, venerado para iniciar sembríos y salvar pastizales y animales, acu-
en Colonche, Santa Elena. dían igualmente a San Biritute, al Señor de las Aguas, a san
Bartolomé, etcétera.

Poderosos

San Biritute es un monolito de piedra de conglomerados marinos de 2,45 m de altura; re-


presenta la figura de un hombre con su brazo izquierdo en posición de ángulo obtuso que
señala su miembro viril. El monolito quizás representó a uno de los dioses que tuvo la cul-
tura manteño-huancavilca.

Desde el cerro Las Negras fue llevado a la comuna Sacachún, donde prácticamente lo bauti-
zaron con el característico nombre de San Biritute y se lo reconoció como dios de las lluvias
y la fertilidad, al que iban en pos de ayuda los moradores de la península de Santa Elena.

Considerado protector de la agricultura en el poblado de Sacachún, San Biritute formaba


parte de las festividades religiosas, pues no solo tenía el ‘don de hacer llover’, sino que cu-

230
raba a los enfermos y hacía regresar las menstruaciones suspendidas, se-
gún los testimonios de antiguos comuneros peninsulares. El monolito fue
traído hace años a Guayaquil.

Se cuenta de ocasiones en que el ‘santo cholo’ permanecía sordo a las sú-


plicas y sus devotos para que hiciera llover recurrían al azote de la figura
mediante un sacerdote-verdugo, que con el látigo de cuero le propinaba
la ‘cueriza’ respectiva. Una vez el verdugo se excedió con los latigazos, que
llovió torrencialmente y el ejecutor del castigo al monolito cayó enfermo
de muerte. Se dijo entonces que san Biritute estaba muy enojado.

El Señor de las Aguas es una imagen de Cristo que se venera en la antiquísi-


ma iglesia de santa Catalina de Colonche, parroquia del cantón Santa Elena.
Esta advocación de Jesucristo goza de la gratitud del habitante del mundo
cholo y de sectores montuvios de Manabí y Guayas, por ejemplo, adonde so-
lía viajar ‘prestado’ o ‘alquilado’ para que hiciera llover en épocas de sequía
como ahora.

Los pueblos y grandes haciendas que recibían la visita del Señor de las
San Bititute. Aguas organizaban ruidosos festejos con bandas de músicos, velatorios,
novenas y misas, muy seguros de que obtendrían de inmediato las tan
añoradas lluvias, que se convertían en verdaderos diluvios, según la me-
moria de los seguidores de tales prácticas.

Otras creencias

En pueblos serranos y costeños, quienes viven en el agro tienen la costumbre de aventar


ceniza para atraer la lluvia cuando esta demora demasiado en caer en sementeras y sem-
bríos. Otros hacen lo mismo, pero para lograr un efecto contrario: apaciguar lluvias y tem-
pestades.

En cuanto a los animales ‘astrónomos’, hay la creencia de que lloverá si el asno o el cerdo se
refriegan (rascan) en cualquier poste u objeto de resistencia. Lo mismo ocurre si el burro
busca esconderse bajo la casa campesina o algún otro lugar donde no le caiga el aguacero.

Meteorólogo popular

Eloy Ortega Soto fue un guayaquileño que destacó en los estudios de astronomía y meteoro-
logía. Sus explicaciones científicas en torno a sequías, exceso de lluvias, temblores, eclipses
y otros fenómenos celestes tenían aceptación y el pueblo las repetía. Alcanzó incontables
aciertos en sus predicciones y su Almanaque Ortega logró tanta fama como el Bristol.

De igual manera, algunos añoran cuando él aplicaba su fórmula para la siembra y bombar-
deo de nubes, que traían las ansiadas lluvias para la alegría de hacendados, agricultores y,
por supuesto, para la comunidad, porque así había buena producción de alimentos y sus
precios bajaban en los mercados.

231
Las firmas de los incontables personajes que se
perpetuaron en nuestra historia resultan curiosas
e interesantes en todo momento; por ello es tarea
interesante revisarlas
Rúbricas como las de Eloy Alfaro y García Moreno
despiertan marcada curiosidad por la valía de quienes
las estamparon en el papel; igual cosa ocurre, por
ejemplo, con las de José María Velasco Ibarra e Isidro
Ayora Cueva.

Eloy Alfaro Delgado. Gabriel García Moreno.

Antonio José de Sucre Juan de Velasco

Galo Plaza Lasso Manuel J. Calle

Decretos presidenciales, proclamas, arengas, discursos y piezas literarias, cartas, oraciones


fúnebres, dedicatorias de libros, originales de artículos para periódicos, etcétera, ofrecen la
oportunidad de observar las firmas y rúbricas que una y otra vez ejecutaron o plasmaron
aquellos conciudadanos que por su reconocida trayectoria en la vida nacional también lla-
man a conocer un poco más de su interesante personalidad.

Si bien estas líneas no corresponden a un tratado de grafología (arte y técnica de averiguar


el carácter de una persona por medio de su escritura) o alguna rama afín, traduce la motiva-
ción que genera la propia curiosidad del quehacer periodístico en el que nunca está demás
volver por caminos andados y recorrer y compartir con los lectores esos detalles que olvi-
damos por la premura de concluir cualquier otro encargo del trabajo diario.

Desde que se inventaron los documentos y con ellos la necesidad de autenticarlos y fir-
marlos, especialmente los que tienen carácter de compromisos, surgieron las firmas y las
rúbricas, que eso sí rivalizan en el medio popular y doméstico con la ‘palabra de gallero’ y el

232
trato o acuerdo de la gente de antaño, donde lo único que garantizaba el cumplimiento era
el buen nombre y el honor de quienes contraían la obligación.

En cuanto al tema, resulta satisfactorio traer a la vista y el recuerdo la firma y rúbrica del
poeta guayaquileño José Joaquín de Olmedo (1780-1847), que con inspirado patriotismo
las puso en el acta de la Independencia de Guayaquil y el Reglamento Provisorio –Consti-
tución– de 1820, o cuando en gesto de altísima amistad y sincera admiración le dedicara al
Libertador el extraordinario poema La Victoría de Junín (Canto a Bolívar).

Asimismo, reproducir las del escritor ambateño Juan Montalvo (1832-1889), que segura-
mente las usó al remitir sus polémicos escritos a diarios y revistas o enviar a los amigos sus
Catilinarias; y, en igual manera, las de monseñor Federico González Suárez (1844-1917),
quiteño, que ante el peligro nacional proclamó “¡Si ha llegado la hora de que el Ecuador des-
aparezca, que desaparezca; pero no enredado en los hilos diplomáticos sino en los campos del
honor, al aire libre y con el arma al brazo!”...

Las firmas y rúbricas que recogen las


páginas de la historia ecuatoriana en los
momentos cumbres de sus ejecutores re-
sultan incontables. Pero quedaron para la
posteridad y conocimiento las del lucha-
dor manabita y expresidente de la Repú-
blica, Eloy Alfaro Delgado (1842-1912),
cuando dirigió su proclama al triunfar la
revolución liberal en Guayaquil en 1895 y
al enviar sus amorosas cartas a doña Ana
Paredes Arosemena, su esposa, y a sus hi-
jos.

También esto debió ocurrir con las de


Firma de José María Velasco Ibarra. José María Velasco Ibarra (1893-1979),
cuando remitió una misiva a sus partidarios
y amigos que le pedían regresar al Ecuador y liderar una campaña política, diciéndoles que
no necesitaba dinero sino un balcón para llegar a la Presidencia de la República. Tampoco
hay que olvidar las de Vicente Rocafuerte, Luis Cordero Crespo, Alfredo Baquerizo Moreno,
Jaime Roldós Aguilera y otros magistrados.

Destacados personajes de las ciencias y artes –música y la pintura, por ejemplo– otorgaron
total validez a sus creaciones con sus firmas y rúbricas, aunque aquellas resultan de fácil
identificación por los ritmos, trazos y colores que son característicos para cada caso. Así lo
comprobamos con las partituras de Ana Villamil Ycaza, Zulemma Blacio, Carlos Silva Pare-
des, Francisco Paredes Herrera y Luis Humberto Salgado, y las pinturas de Rendón Semina-
rio, Aracely Gilbert, Oswaldo Guayasamín y otros exponentes de la cultura.

Personajes de diferentes épocas y actividades dejaron en la memoria patria los rasgos con
que identificaron sus nombres.

233
¡No todos han vuelto! es la frase común entre
guayaquileños y ecuatorianos, cuando recuerdan que
muchos de sus brillantes compatriotas fallecidos en el
exterior todavía permanecen fuera sin que hayan podido
retornar al país
Los restos de algunos ilustres compatriotas que
fallecieron en el extranjero aún siguen afuera y quizás
esperan que los regresen a su tierra natal.
La reciente entrega y llegada al país de los restos de quien fuera prócer de nuestra independencia y
presidente del Estado de Quito, obispo José Cuero y Caicedo (1735-1815), después de una prolonga-
da permanencia en el Perú, motiva la revisión de una extensa lista de célebres figuras compatriotas
de distintas épocas que por diferentes motivos murieron en naciones hermanas de este y otros con-
tinentes, sin que sus despojos hayan regresado al solar de origen para alcanzar eso que los humanos
suelen llamar el ‘reposo definitivo’.

Muchas situaciones, entre las que constan el olvido involuntario u ‘obligado’ de las entidades vincu-
ladas con las celebridades, la irresponsabilidad y desidia de funcionarios de los gobiernos nacionales
o seccionales de nuestra vida republicana, la decisión familiar o la voluntad del difunto, la falta de
recursos económicos, etcétera, fueron y son determinantes para que ocurran aquellos casos que im-
piden a los pueblos rendir homenaje a sus figuras tutelares al pie de sus huesos y en su propia tierra.

Aunque el caso del obispo Cuero y Caicedo, quien por ser de origen colombiano podría dar lugar a
erróneas interpretaciones, el aporte del religioso que se afincó desde muy joven en la Audiencia de
Quito (base del actual Ecuador) e hizo suyos los ideales de libertad que fermentaban en ella, resulta
indiscutible y acrecienta la merecida exaltación a su figura. Esto es similar con los casos de muchos
prohombres que llegaron de otros lares y prefirieron quedarse aquí para entregar sus mejores es-
fuerzos a la patria adoptiva.

Breve inventario

Entre las personalidades que nacieron en el territorio que nos identifica, pero que fallecieron lejos
del amado terruño, constan el sacerdote e intelectual Gaspar de Villarroel (1587-1665), en Charcas,
Bolivia; el científico riobambeño Pedro Vicente Maldonado (1704-1748) en Londres, Inglaterra; y el
naturalista y escritor guayaquileño Pedro Franco Dávila (1711-1786), en Madrid, España. Los huesos
de estos preclaros varones no retornaron a la patria y algunas tumbas entraron en el olvido.

Lo mismo ocurrió con el sacerdote y poeta dauleño Juan Bautista Aguirre (1725-1786), que expiró
en Tívoli, Italia; con el sacerdote e historiador riobambeño Juan de Velasco (1727-1792) en Faenza,
Italia, y con el pensador quiteño José Mejía Lequerica (1775-1813), en Cádiz, España, cuyos restos
inicialmente a buen recaudo desaparecieron después. Igual con el patriota guarandeño coronel Ma-
nuel de Echeandía Valencia (1783-1850), en Caracas, Venezuela.

234
Más figuras

A la nómina anterior debemos incorporar al geógrafo quiteño Antonio de Alcedo (1736-


1812), que dejó de existir en España; al filántropo latacungueño Vicente León (1773-
1839), en Cuzco, Perú, y al poeta y periodista guayaquileño Rafael García Goyena (1776-
1823), en Guatemala. Pedro Moncayo (1807-1888), periodista y escritor ibarreño
expiró en Valparaíso, Chile; Pedro J. Boloña (1850-1898), médico y político oriundo de
esta ciudad murió en Lima; Nicolás Augusto González (1859-1918), escritor y político Vicente
guayaquileño, en Buenos Aires, Argentina. Rocafuerte

Casos contemporáneos

En el siglo XX murieron lejos de su nación muchos valores nuestros; en lo que va del XXI
ha ocurrido situación similar. Se desconoce si sus restos regresaron o continúan junto
con su familia en la ciudad donde los sepultaron, o existe la idea de una repatriación. Ahí
el poeta cuencano César Dávila Andrade, que murió en Caracas, Venezuela, en 1967; el
pintor quiteño Camilo Egas, en Nueva York, en 1962; el violinista quiteño Enrique Espín
Yépez, en México, en 1997, y el caricaturista guayaquileño Miguel Ángel Gómez, en Cali-
fornia, EE.UU., en 1994.

Los que volvieron Juan Montalvo

En medio de inconvenientes, los restos de numerosos compatriotas fueron traídos al


solar nativo para descansar y recibir el homenaje directo de sus conciudadanos. El pa-
triota quiteño Carlos Montúfar Larrea, que se sumó a la causa de los líderes de 1809,
cayó fusilado en Buga en 1816, pero sus restos regresaron en 1924; los del expresidente
guayaquileño Vicente Rocafuerte, que murió en Lima en 1847, estuvieron aquí en 1884.
Los despojos mortales del escritor ambateño Juan Montalvo Fiallos, fallecido en 1889 en
París, Francia, llegaron a Guayaquil en igual año y pasaron a Ambato en 1932.

Los restos del santo cuencano Hermano Miguel, que murió en Premiá de Mar, España, en
1910, volvieron al país en 1937; los de santa Narcisa de Jesús Martillo Morán, que expiró
en Lima en 1869 regresaron a Guayaquil en 1955 y pasaron a Nobol, Guayas, en 1972.
Ismael Pérez Pazmiño, poeta y periodista orense, dejó de existir en Los Ángeles, Califor- Hermano
nia, en 1944, y sus despojos estuvieron en esta urbe en pocas semanas; el exmandatario Miguel
Alfredo Baquerizo Moreno, falleció en Nueva York en 1951, mas sus restos fueron traí-
dos a su natal Guayaquil.

¿Retornarán algún día?

Lejos de su país, en Los Ángeles, EE.UU., dejó de existir el lojano ex primer mandatario
Isidro Ayora Cueva, 1978; se desconoce si sus restos siguen donde los sepultaron, pues
sus familiares viven allá. Similar situación tuvo el cantante vinceño Olimpo Cárdenas,
que expiró en 1961 mientras actuaba en la ciudad colombiana de Tulúa y fue sepultado
en Bogotá, su lugar de residencia. La soprano Teresa García Franco y la líder feminista
Piedad Levi Castillo de Suro, guayaquileñas, también fallecieron en el exterior y sus res- José Mejía
tos se mantienen lejos de la patria. Lequerica.

235
Los textos y cuadernos de antaño que tuvieron en
sus manos varias generaciones de guayaquileños
y ecuatorianos siempre serán un motivo de grata
rememoración
En el siglo pasado hubo tradicionales establecimientos cuya
atención sirvió de modelo a sus similares que surgieron.
Actualmente los servicios se han modernizado y poseen un
recomendable e importante incremento.
Los textos Álgebra de
Baldor y El Libros del
Escolar Ecuatoriano fueron
sumamente conocidos por
los estudiantes.

Ensayar un inventario lo más completo posible


de las antiguas librerías, papelerías y negocios
afines que se establecieron en Guayaquil, al
punto de formar parte de su historia, es una ta-
rea difícil porque muchos nombres se pierden
en el tiempo, especialmente de aquellos que
surgieron a finales del siglo XIX y a entradas
del XX, pero desaparecieron muy pronto.

Sin embargo, hay momentos gratos y evocado-


res al hurgar recuerdos y encontrar todavía que muchas personas mantienen vivo el recuerdo
de emblemáticos nombres, pues de una u otra manera por la naturaleza de su servicio fueron
continuamente mencionados y se quedaron en la mente de los guayaquileños.

Ahí entonces los casos de los establecimientos formales y de los quioscos, puestos y locales
informales que funcionaron y todavía permanecen por los alrededores del mercado Central y
otros conocidos sitios de nuestra ciudad.

En esa remembranza surgen nombres de aquellos negocios que constatamos nosotros y otros
de los que dan testimonio algunos mayorcitos y los avisos y propagandas de periódicos, re-
vistas, calendarios y más publicaciones especiales. Así, las tradicionales librerías Española, de
Víctor M. Janer; La Reforma, de Jacinto Jouvín; Bola de Oro, de Luis A. Castagneto; Guayaquil,
de José L. Acevedo; Progreso, de Martínez & Castagneto; Sucre, de Bonifacio Muñoz Hnos. y
Gutenberg, de Elico Uzcátegui, mencionados abuelos y padres en la tertulia diaria.

Tales librerías, antes y después de la segunda mitad del siglo pasado, mantuvieron su popula-
ridad y la compartieron con otras que se abrían paso en el comercio porteño, casos Editorial

236
Colón, en Pichincha entre Luque y Aguirre; El Mundo C.A., de Bü-
chner Pérez , en Pedro Carbo 529 frente a la plaza de San Francis-
co; Rodríguez, de Teodoro Rodríguez, primero en Diez de Agosto y
Chimborazo, y después en Clemente Ballén y García Avilés; y Cien-
tífica, de Bruno Moritz, en su local de Luque 227.

Establecimientos conocidos por jefes de familia y estudiantes para


adquirir textos y útiles escolares fueron y algunos aún lo son: Luz
del Barrio, Nacional, Cosmopolita, Zig Zag, Atlántida, Selecciones,
Oviedo Hnos., LNS, Claridad, Ariel, El Libro Internacional, El Faro,
Bustamante e Infantil, Su Librería, Toda Luz, Universal, Cervantes,
Compte, Central, La Sociedad, Ambato, Cristo Rey, y otras editoria-
les de textos y cuadernos que vendieron materiales de oficina y
papelería en general: Zea Hnos., Zea Aranda, Senefelder, Royal Print, Reed y Reed, Industrial
Papelera, y por supuesto, el Bazar Santiago, en Lorenzo de Garaycoa y Gómez Rendón.

Hacia esas queridas librerías y papelerías que crecieron, cambiaron de domicilio, tuvieron su-
cursales o desaparecieron al morir sus dueños o propulsores, iban los padres –solos o acom-
pañados de sus hijos– para comprar el Libro del Escolar Ecuatoriano, Semillitas, Aula, Pepín,
Compañerito, el álgebra de Baldor, la tabla de logaritmos, y las Ciencias Naturales y Anatomía
de Francisco Rovira Suárez.

De igual manera, las Lecciones de Literatura Ecuatoriana, de Raquel Verdesoto de Romo Dávi-
la; la caligrafía Palmer, y los cuadernos de escritura inglesa, de conjugación de verbos y los de
una línea y cuadriculados marca Superior de La Reforma, etcétera.

De la misma forma van ahora a los establecimientos que aún quedan y los que se inaugura-
ron en las últimas décadas de la centuria pasada, como El Librero, Vida Nueva, San Pablo, La
Iliada, Mr. Books, Studium, La Librería y otros que mantienen contactos con casas editoriales
ecuatorianas y extranjeras para ofrecer lo más actualizado del mundo de las letras en todos
los géneros y en locales amplios y acogedores, que han incorporado la computación y otros
recursos para una inmediata atención al cliente que busca novedades.

En cuanto a los ‘libreros’ populares que hicieron de su actividad una manera de servir a la comu-
nidad a través de la compra y venta de libros usados, hay que citar a Lucho Fabara Sánchez, Juan
Francisco Filián Flores, Néstor Cali y otros respetables personajes.

Asimismo, resulta imposible olvidar los popularísimos locales Nue-


vos Horizontes, Pepe y los que mantienen casi ‘al aire libre’ Adán
Inca, Galo Ochoa, Francisco Cabrera, Ferny Páez y más libreros que
sacan de apuro a cualquier interesado por un texto u obra literaria.

En el siglo pasado hubo tradicionales establecimientos cuya aten-


ción sirvió de modelo a sus similares que surgieron. Actualmente los
servicios se han modernizado y poseen un recomendable e impor-
tante incremento.

237
Los santos cholos y montuvios que se identifican
con la comunidad católica de nuestra ciudad y la
región Costa guardan una larga historia que gusta a
sus devotos
Quienes emprendan aunque sea un breve inventario
sobre la vida y milagros de sus intercesores, encontrarán
novedades y algunas sabrosas curiosidades.

San Isidro Labrador, patrono de Narcisa de Jesús, santa de auténticas


Montañita en Santa Elena. raíces montuvias.

Ahora que noviembre nos trae la fiesta de Todos los Santos y que en muchos pueblos del
país aún quedan festividades largamente esperadas, aquello invita a ensayar un breve in-
ventario de aquellos santos patronos o amigos celestiales que se quedaron a formar par-
te de la historia religiosa y popular de incontables comarcas, ciudades y pueblos cholos y
montuvios de la región Litoral de nuestro país.

Como se destacó anteriormente, gran parte de estos intercesores de la grey humana ante
el Padre Eterno no son oriundos de la tierra chola ni la montuvia, pero tal es su arraigada
identidad con el pueblo católico y creyente que oportunamente les valió ser adoptados y
reconocidos en las familias y la historia misma de incontables poblaciones del territorio
ecuatoriano.

Vale recordar que la única santa montuvia es la noboleña Narcisa de Jesús, pues el proceso
para llevar a los altares a Mercedes de Jesús Molina, de Baba, avanza poco a poco. Además,

238
curiosamente, en la Costa hay protectores que comparten su corazón y los favores entre
los fieles de una misma etnia o nacionalidad, como el caso san Lorenzo, patrono de Jipijapa
(Manabí) y Vinces (Los Ríos), o de varias provincias que corresponden al sector cholo y el
montuvio.

Ejemplo más claro no puede haber con los casos del mismísimo san Jacinto, patrono de
Yaguachi, pero también de Balzar; o de san Agustín, patrono del cantón guayasense Jujan
e igualmente del legendario pueblo cholo de Chanduy, en la provincia de Santa Elena.
Similar caso se da con san Lorenzo, patrono de Vinces, Los Ríos; de Jipijapa, Manabí, y de
Simón Bolívar, Guayas.

Así entonces, junto con el Señor de las Aguas, el Señor de los Milagros (Cristo Negro),
la Virgen de la Merced, la Virgen de Monserratte, la
Virgen del Carmen, Virgen de Fátima, Nuestra Señora
de los Dolores, Nuestra Señora del Carmen y muchas
otras advocaciones, también tienen la fe y el respeto
de poblaciones enteras los milagrosos san Francisco
de Asís, san Roque, san Andrés y san Nicolás de To-
lentino. Del mismo modo, el tan ‘mentado’ san Jeróni-
mo de la parroquia Chongón de Guayaquil, Guayas, y
los siempre invocados Señor de las Aguas y san Isidro
Labrador, en Colonche y Montañita de la provincia
santaelenense, respectivamente.

Y por supuesto santa Rosa, san Juan Bautista, san Juan


Evangelista, san Pedro y san Pablo que están por largo
tiempo en las oraciones y agradecimientos de cientos
de fieles.

Santa Mariana de Jesús, quiteña, Santos cholos y montuvios los hay para inventariarlos
en larga lista; por ahora queda esta nota volandera
patrona del pueblo montuvio Salitre
en la provincia del Guayas. para dar testimonio de esa arraigada amistad con los
habitantes de la región quienes, en diferentes conme-
moraciones tradicionales y patronales y cívicas, lo pri-
mero que hacen es agradecer sus favores y mostrar su algarabía en expresiones como las
de la religiosidad popular.

Compruébelo en lo que resta del año, pues ya están listas las convocatorias a las vísperas y
fiestas. Y no nos llame la atención que la patrona del litoral ecuatoriano, la Virgen de la Mer-
ced, igualmente tenga muchos devotos en una ciudad serrana como Latacunga, o que santa
Mariana de Jesús -quiteña- sea patrona de un pueblo totalmente montuvio como Salitre, en
la provincia del Guayas.

Más aún que los santos ‘compadres’ san Lorenzo, de Vinces, y san Nicolás, de Palen-
que, hayan establecido la costumbre de visitarse anualmente con motivo de las fiestas
patronales del primero.

239
Convertida en un verdadero ícono de la atención
médica en esta ciudad, la clínica Guayaquil continúa
fiel a las normas de servicio con las que la fundó el
doctor Abel Gilbert en 1919
La confianza de la
colectividad local y
nacional se manifiesta en
la preferencia que dan a
lo largo de cada año al
prestigioso establecimiento.
En camino a la celebración del
primer siglo de labores, la clínica
Guayaquil acrecienta el prestigio
acumulado durante nueve y me-
dia décadas a partir de abril de
1919, cuando el doctor Abel A.
Gilbert Pontón en compañía de
sus colegas Edmundo Vera y Juan
Verdesoto la establecieran para
servir a la comunidad porteña en
la esquina de Pedro Carbo y Cle-
mente Ballén.

La casa, que era alquilada –y de


madera como la mayoría de las
edificaciones de la ciudad de los
comienzos del siglo XX–, muy
pronto fue el centro de atención
médica preferido por el vecin- Antiguo quirófano de la clínica Guayaquil en 1925.
dario. Allí, como hasta ahora, se
evitaron las barreras de diferen-
te índole y se atendió a quienes
llegaron en pos de recuperar su
salud o con casos urgentes por
accidentes de familiares y amigos.

Por la probidad científica y hu-


manística de Gilbert Pontón y
del grupo de colaboradores que
creció con valiosos profesionales Dr. Abel Gilbert Pontón Dr. Roberto Gilbert Elizalde

240
de la época, como Armando Pareja Coronel, Jorge
Wagner Gilbert, Antonio Parada, Jorge Illingworth
Ycaza, y estudiantes del talento de Camilo Nevárez
Vásquez, primer interno, los clientes de la institu-
ción aumentaron y hubo necesidad de buscar otra
sede.

Deseoso porque los servicios de la Guayaquil se


ampliaran, en 1941 Gilbert Pontón comenzó la
construcción de un moderno edificio en los terre-
nos de la antigua quinta Medina, en el norte de la
urbe. Entonces ya era inminente que Roberto Gil-
bert Elizalde, hijo del director, formara el staff de
médicos y cirujanos, y en el futuro asumiera la je-
fatura del centro ubicado en Padre Aguirre y Gral.
Córdova.

A Roberto Gilbert Elizalde, director de 1950 a 1999, lo sucedió Roberto Gilbert Febres-
Cordero, quien continúa en funciones. Al igual que el fundador, tanto el hijo como el nieto
acumularon reconocimientos por su preparación y el dominio de la cirugía. Hay otros des-
cendientes como Enrique Boloña Gilbert, médico intensivista, que forma parte del personal.

Otro destacado especialista que en 1946 se integró con su laboratorio clínico a la acción de
la entidad fue el doctor Pablo Plaza Aguirre, a quien sucedió su hijo el doctor Julio Plaza Vi-
llamar. Actualmente, en la clínica Guayaquil labora un respetable número de profesionales
que brinda atención a vecinos de la ciudad y a otros sectores de la región que llegan en pos
de curación para sus dolencias.

Aunque el doctor Abel Gilbert Pontón, pionero del centro, y su hijo Roberto siempre aten-
dieron por igual a pobres y ricos, y es norma que sigue Roberto Gilbert Febres-Cordero,
nieto e hijo de los anteriores, no está de más destacar que en la clínica Guayaquil se atendió
a personalidades vinculadas con distintas actividades, y que también ha sido escenario de
notables triunfos científicos que honran a la medi-
Los directores cina ecuatoriana.
“Mis manos no me pertenecen: son
del pobre cuando las necesita y del A la clínica Guayaquil
rico cuando las paga”.
Dr. Abel A. Gilbert Pontón (director Ante la urgencia de alguna atención médica para
1919-1949) accidentes en el hogar y del trabajo, a mucha gen-
“El paciente debe ser el centro de te siempre se la escuchó decir: ¡Llévenlo a la clínica
nuestro universo y todos nuestros Guayaquil! Informaciones de Diario EL UNIVERSO
esfuerzos deben volcarse hacia él”. en distintas épocas ayudan a corroborar aquella
Dr. Roberto Gilbert Elizalde (director antigua expresión: “Néstor Mata sufrió un accidente
1950-1999) ayer en el centro de la urbe, en momentos en que el
Dr. Roberto Gilbert Febres-Cordero caballo que montaba se encabritó y lo lanzó al suelo;
(director 1999 hasta el presente) varias personas lo ayudaron trasladándolo a la clíni-
ca Guayaquil”.

241
El salón Asia y la florería La Orquídea aún son
referentes para los similares negocios establecidos
en la urbe; estos locales están ligados a la historia
porteña
Con varias décadas de atención al vecindario
guayaquileños, estos locales todavía gozan de la
preferencia de numerosos habitantes de la ciudad, pese
a que funcionan muchos de su misma línea comercial.

El salón Asia sigue funcionando en Sucre y Pedro


Carbo, pero ahora tiene sucursales.

Aquella celebración despertó recuerdos para los guayaquileños convertidos en asiduos


o esporádicos clientes del establecimiento de comida china que, entre los porteños, tiene
bastante acogida. Con la denominación actual de chifa, el negocio está dirigido ahora por
Alejandro y Galo Wong, y sus descendientes.

Un aviso que publicó nuestro matutino el sábado 8 de diciembre de 1956 testimonia la


inauguración del local de comidas en Sucre 319 al 325, que muy pronto ganó clientela y la
mantiene a través de las décadas. Familias completas y amigos que se reúnen para celebrar
bautizos, cumpleaños, primeras comuniones y otros eventos sociales, oficinistas, periodis-
tas, profesores, turistas ecuatorianos y extranjeros, etcétera, acuden a degustar las prepara-
ciones del conocido centro gastronómico.

242
La florería La Orquídea

En esa misma línea nos topamos


con la florería La Orquídea, una de
las más antiguas de Guayaquil, con
sus primeros propietarios, Miguel
Wagner Velasco, Ana María Areco
de Wagner e Isabel Wagner, y el sitio
donde se abrió en Nueve de Octubre
708 y García Avilés. Este comercio
remonta sus comienzos al año 1950,
después se trasladó a Baquerizo Mo-
reno y Víctor Manuel Rendón, esqui-
na, y hasta ahora sigue en esta última
dirección pero unos metros más ha-
cia la primera calle.

Rosy Cox París Moreno de Mosquera,


antigua empleada, quedó al frente del negocio e intenta que su lema de servicio siga en vi-
gencia. Los arreglos con flores y artificiales son característicos de la empresa y la demanda
aumenta por los festejos de los días del amor y la amistad, de la madre y otros eventos. El 6
de diciembre de 1958, La Orquídea ganó en Quito el pri-
mer premio en la exposición de flores y plantas, sección
composiciones florales; el alcalde Carlos Andrade Marín
firmó el galardón que le otorgaron.

Similar a las sabrosas remembranzas que regalan los ne-


gocios mencionados, hay otros que despiertan evocacio-
nes en los vecinos que desde antes de la segunda mitad
del siglo pasado escucharon nombres o directamente
comprobaron su actividad específica, tales como el ba-
zar Santiago, almacenes Ortega, El Cisne y Carlín, restau-
rante El Piave,
panaderías Su-
pán, Primero de
Mayo y Rey Pan,
entre otros, que
desaparecie-
ron o subsisten
como parte de la
La florería La Orquídea mantiene memoria de esta
su atención a los guayaquileños; metrópoli.
actualmente atiende en la calle
Baquerizo Moreno y Víctor Manuel
Rendón.

243
El cine Juan Pueblo regaló diversión a niños, jóvenes
y adultos de numerosas barriadas porteñas; los fines
de semana y épocas de vacaciones escolares sus llenos
eran permanentes
Inaugurado en 1955 en un estratégico sector del
entonces llamado suburbio guayaquileño, marcó
una época con sus funciones cinematográficas que
convocaban a familias enteras que todavía lo añoran.

Fachada del cine Juan Pueblo que se inauguró en marzo de 1955 en Carlos
Gómez Rendón y José Abel Castillo, esquina.

En la misma temporada de la apertura del cine popular Juan Pueblo, cuyo emplazamiento
original estuvo en las calles Carlos Gómez Rendón y José Abel Castillo, esquina, por coin-
cidencia también iniciaron sus funciones los cines Lux (3 de marzo), Fénix (26 de marzo),
Porteño (7 de abril) y Presidente (24 de mayo). Todos, incluida la sala de nuestra evocación,
que abrió sus puertas al público el sábado 12 de marzo de 1955, formaron el circuito de la
empresa Cines del Ecuador S. A. (Cinesa).

Aunque eran esos tiempos en los que prevalecían las producciones cinematográficas mexi-
canas con largometrajes dedicados a dramas, comedias, etcétera, las cintas exportadas por
Hollywood establecieron una notoria competencia con las primeras y comenzaron a po-
sicionarse del mercado guayaquileño. Las casi 25 salas existentes realizaban inversiones
para exhibir las mejores obras del séptimo arte y de la misma manera trataban de mejorar
y modernizar sus instalaciones y los aparatos de proyección y sonido.

Así pues, el Juan Pueblo pasó a ser el ‘teatro’ o cine de barrio que recibía a los vecinos del

244
sector y a grupos que llega-
ban de otros barrios apar-
tados del centro. Durante
toda la semana, pero en es-
pecial los sábados y domin-
gos su ‘lunetario’, única lo-
calidad de que se disponía, Aviso de promoción de la apertura del cine Juan Pueblo.
se presentaba abarrotada
con chiquillos y jóvenes que mostraban preferencia por las películas de vaqueros nortea-
mericanos y las cintas esteralizadas por Pedro Infante, Jorge Negrete, Libertad Lamarque,
Manuel López Ochoa, Ignacio López Tarso, Lucha Villa, Cantinflas, Luis y Antonio Aguilar,
Sara García, Tin Tan, Viruta y Capulina, Tun Tun, entre otros artistas.

Las funciones de vermú y matiné dominicales ofrecían un espectáculo de fiesta mientras


padres de familia y los propios muchachos hacían cola para comprar sus boletos y pasar
a ocupar las largas bancas de madera, tan característi-
cas del Juan Pueblo, mientras los enormes ventiladores
mantenían su propio combate con el calor que sofocaba
a los asistentes, quienes por no perderse ninguna escena
solo atinaban a sacarse la camisa y disimular el copioso
sudor. El día de la inauguración del cine hubo dos funcio-
nes: 17:45 (vespertina) y 21:30 (nocturna); la entrada
costó 3,20 sucres y los tres filmes exhibidos fueron Proa
al infierno, Todos los hermanos eran valientes y La Caza
de la ballena.

En el transcurso de los años el Juan Pueblo dejó el cir-


cuito original y se unió a otros que principalmente inte-
graron –como en 1972- el Central, México y Fénix. Poco
después, en 1975, su nombre desapareció de ahí y apa-
reció el rótulo del cine Central, que estuvo antes en 10
de Agosto y 6 de Marzo. En el momento de redactar esta
breve crónica, el local donde funcionó el Juan Pueblo, lo
ocupa uno de los almacenes de la cadena Mi Comisariato.

Fue entonces, el Juan Pueblo, otro de los añorados tea-


tros o cines de barrio que al igual que el Apolo, Cen-
tral, Gloria, Latino, Paraíso, Guayas, Encanto, Olimpia,
Luque, Azteca, etcétera, ofreció horas de sano espar-
cimiento a las familias que, al terminar la función en
cualquier mes del año, con los centavos que le sobra-
ron nunca se privaron de saborear un vaso de resbala-
dera, un bollo, un ‘huevo chileno, el contenido de una
fundita de piticlanes con azúcar o cualquier otra pre-
paración típica de la cocina popular guayaquileña.
Aviso del cine Juan Pueblo.

245
Pirulí está en la lista de los personajes populares que
identificaron a la ciudad y como parte de su paisaje
urbano aseguraron permanencia en las páginas de su
memoria
Desde su natal Esmeraldas llegó a Guayaquil y se dedicó
al comercio informal y la publicidad. Muy pronto su figura
fue popular y se afianzó en el vecindario porteño, que lo
acogió sin reservas.

Pirulí forma parte


de la lista de los
personajes populares
que tuvo Guayaquil.

Efectivamente, en la lista de
los personajes que por sus
originales características se
arraigaron en la memoria de
sus vecinos y en la historia
misma de la ciudad, el nom-
bre de Pirulí tiene un espa-
cio ganado que lo comparte
con otros de similar impor-
tancia como María sin tripa,
Pancha loca, Firpo, Monta la
burra, De aquí te veo, Ollita
cagada, entre otros, hasta
llegar a los más contempo-
ráneos llámense El rey de
la galleta, Kalimán, Clarita,
Cascarita, El matemático, El
vigilante, etcétera.

Y lo evocamos con aire de


sabrosa nostalgia, porque
este año –en un mes que

246
se desconoce– él cumpliría un siglo de vida, de acuerdo con su declaración en una en-
trevista a Diario El Universo, donde afirmó haber nacido en 1910. Pirulí era el apodo
o mote de Juan Emilio Angulo Quiñónez, que vivió gran parte de su vida en Guayaquil,
adonde llegó de un año de edad, se dedicó a la actividad de vendedor y propagandista
de carácter entre 1938 y 1967.

Fue una figura popular de las calles y barrios, centros de diversión y locales deportivos gua-
yaquileños. Vendió papas fritas en los partidos en los estadios y resultó común verlo lanzar
el producto a considerable distancia para sus clientes, quienes por igual medio le hacían
llegar el valor de la compra. Nadie interfería en este intercambio, pues el negro Pirulí gozó
del aprecio y respeto de niños y adultos.

En portales, aceras y otros sitios de concentración familiar solía ofrecer los confites Pirulí o
maní tostado, mientras cantaba y bailaba guarachas, rumbas y congas, vestido con llamati-
vos y multicolores trajes al estilo de los guaracheros del Caribe.

Cuando hacía de propagandista de productos o locales comerciales usaba largos zancos,


que permitían exhibir y apreciar los respectivos carteles. Incluso viajaba de un pueblo a
otro para difundir las propagandas.

Cuando el compatriota esmeraldeño hacía de propagandista en zancos, solía usar el largo


pantalón de rayas y la elegante chaqueta que se complementaba con un sombrero de copa
y el necesario ‘megáfono’ artesanal de hojalata para que la mayor parte del público escuche
su pregón.

En alguna ocasión realizó un raid entre la población de Quevedo y Guayaquil, donde apenas
arribó colocó una ofrenda floral en la Columna de los Próceres en el parque del Centenario.

Juan Emilio Angulo Quiñónez vendió ‘perros calientes’ y se convirtió en profesional de la


cocina internacional. Trabajó en el barco bananero Río Amazonas y logró radicarse por al-
gún tiempo en Europa; laboró en restaurantes y hoteles de Nápoles, Italia, y de Málaga y
Barcelona, España. Durante sus viajes de visita a la patria reunía a familiares y amigos para
evocar sus comienzos y participarles de las novedades encontradas en el Viejo Continente.
Una hija suya es una profesional de la medicina en tierra española y lo cuidó hasta su muete
en el 2002.

Muchos de los guayaquileños que llegaron


al mundo antes de la primera mitad del si-
glo XX mantienen en su memoria la figura
de este simpático personaje, cuya sola pre-
sencia por su estatura llenaba de colorido
y hasta de diversión las barriadas y sitios
que visitaba para ofrecer sus sencillos pro-
ductos que, junto con su oferente, se inscri-
bieron en la memoria de nuestra ciudad.

247
En el teatro Fénix se exhibieron bellos filmes para toda
la familia y triunfaron numerosos artistas ecuatorianos
y extranjeros que participaron en incontables festivales
Durante la primera mitad del año 1955, debido a
la continua demanda de la creciente población
guayaquileña por más sitios de entretenimiento, la ciudad
fue testigo de la apertura de varias salas de cine que con
las existentes sumaron 21.
Una evocadora gráfica del
popular teatro Fénix en Gómez
Rendón y Quito, y también en
Calicuchima y Guaranda.

Efectivamente, en el lapso
indicado abrieron sus puer-
tas el Lux, Porteño, Juan
Pueblo y Presidente, que
junto con el Fénix inaugu-
rado el sábado 26 de marzo
de 1955 como teatro popu-
lar al aire libre, muy pronto
ganaron un público que fre-
cuentó sus funciones.

En el Fénix la preferencia se afianzó por su capacidad para 2.000 personas, al punto que
para aquella época fue bautizado como el teatro más grande del Ecuador y en su escenario
se multiplicaron las presentaciones artísticas.

En un publirreportaje del viernes 25 de marzo de 1955, la empresa Cines del Ecuador S.


A., anunció: “...el Fénix ocupa un área de 1.500 m², con una acústica estudiada para lograr
la mayor nitidez y los colores de su paredes (verde-mar y marfil) para adornar el ambiente
psicológico de tranquilidad y contribuir a mejorar la emoción del espectáculo”. Posterior-
mente se le agregó el techo que le faltaba.

Las películas con que el Fénix abrió fueron Me lo dijo Adela, musical en el que actuaban
María Antonieta Pons, Abel Salazar y Andrés Soler; y la comedia De ranchero a empresario,
estelarizada por Tito Guizar, Emilia Guiu, El Chitote, Vitola, Pedro Vargas, Pérez Prado, Juan
Legido y los Churumbeles de España.

Las funciones fueron así: matiné (14:30), especial (18:30) y noche (21:30); la entrada gene-

248
ral estuvo en 2,60 sucres. En ocasiones va-
riaron las horas de programación y el valor
de las localidades -después luneta y galería-,
y cuando las empresas realizaron espectá-
culos musicales con artistas ecuatorianos y
extranjeros.

La vermú dominical y de los días de fiestas


patrias acogieron a centenares de chiqui-
llos, quienes junto con sus padres o her-
manos mayores disfrutaron de los clásicos
largometrajes de Cantinflas, Luis y Antonio
Aguilar, Lola Beltrán, Andrés Soler, Libertad
Lamarque, Enrique Guzmán, César Costa,
Viruta y Capulina, Resortes, Tin Tan, Clavi-
llazo, y muchos otros.

La amplia sala del teatro también fue pre-


ferida por los empresarios artísticos para
ofrecer espectáculos, en los que actuaron
prestigiosos artistas nacionales e interna-
cionales. Allí también se presentaron pro-
gramas y actos organizados por institucio-
nes de diversa índole.

Por su ampitud el Fénix era la sala preferida En la pantalla del Fénix, que dicho sea de
para este tipo de eventos. paso se decía entonces ‘la mayor de Suda-
mérica por sus 18 m de largo y 8 m de an-
cho, sin costura’, muchos rieron y lloraron con aplaudidas obras de la época de oro del cine
mexicano y de otras tantas laureadas actuaciones logradas en El gallo de oro, por Ignacio
López Tarso, y en Padre Nuestro, por Ricardo López Moctezuma y Evita Muñoz (Chachita).

En cuanto a nuestros artistas que triunfaron en ese escenario


apuntamos a Julio y Pepe Jaramillo, Lucas y Mario Montecel,
Maruja y Amelia Mendoza Sangurima, Fresia Saavedra, Hilda
Murillo, Carmen Rivas, Holanda Campos, Elías Vera y Pepe Sal-
cedo.

Asimismo, Elba Cañola, Otto Ferrer, Ítalo Torres, Irma y Mary


Aráuz, Cartuchito, Pim Pom, Blacio Jr., Charles y sus estrellas, en-
tre otros intérpretes, bailarines, magos, payasos, fonomímicos,
etcétera.

Aviso del circuito de cines Después de largos años de brindar diversión a la comunidad el
que solían encabezar el Fénix cerró definitivamente sus puertas en 1983, aunque después
Central o el Fénix. su nombre fue dado a otra sala de Guaranda y Calicuchima.

249
La notable y aplaudida declamadora argentina Berta
Singerman visitó nuestra ciudad varias ocasiones y
brindó recitales que fueron sumamente aplaudidos en
toda la comunidad
Siempre manifestó sentirse a gusto en la metrópoli
guayaquileña donde tuvo e hizo nuevos amigos que la
recibieron con el característico aprecio de sus habitantes.

Berta Singerman fue entrevistada y recibió homenaje de grupos culturales de


Guayaquil y Quito durante su visita en 1937.

El viernes 15 de octubre de 1937 Diario El Universo anunció sobre la visita a Guayaquil de la


diva argentina Berta Singerman, quien llegó un día antes a bordo del vapor Santa María y se
alojó en el Gran Hotel para cumplir presentaciones en el Teatro Olmedo.

Bertha Singerman, una de las más cotizadas exponentes del arte de la declamación atrajo
la atención de los guayaquileños, pues la crítica especializada la llamaba la recitadora de la
voz prodigiosa.

250
La declamadora
argentina Bertha
Singerman, con su
pequeña colega
Annunziata Caputi,
cuando visitó Guayaquil
en 1937.

Los cuerpos colegiados, centros educativos y empresas periodísticas designaron repre-


sentantes para darle la bienvenida. Este matutino comisionó a sus redactores Carlos
Luna y Rodrigo Chávez.

Concurrieron, además, Emma Esperanza Ortiz, Rosa Borja de Ycaza, José Vicente Blacio;
Blanca Martínez Macías, Otto Quintero Rumbea, Raúl Clemente Huerta, Telmo N. Vaca, Mi-
guel Augusto Egas y otros intelectuales.

Sus actuaciones

Bertha Singerman brindó exitosos recitales el 19, 22, 25, 26 y 28 de octubre. Después viajó
a Quito para actuar y recibir homenajes del Grupo América y Círculo de Prensa. La noche
del sábado 16 conversó en la Redacción de El Universo con el doctor Sucre Pérez Castro,
subdirector, y Euvenia Pérez Castro, redactora social.

El Universo publicó poemas y artículos que le dedicaron Juan S. Mendoza, Telmo N. Vaca,
Rosa Borja de Ycaza y Rodrigo Chávez González. Además, la designaron Socia Honora-
ria de la Asociación Escuela de
Derecho de la Universidad de
Guayaquil.

Resaltó la amistad que la artista


entabló con la declamadora An-
nunziata Caputi, a quien felicitó
por su precocidad y dio conse-
jos para que siguiera triunfan-
do. Bertha Singerman realizó
otras visitas a la ciudad.

251
Inocentes e inocentadas surgen en nuestra ciudad
y resto del país con motivo de la conmemoración
religiosa; sin la profusión de antaño, de todos modos
se manifiestan
La fuerte carga de religiosidad popular, acompañada
de pasajes de costumbrismo y sana diversión suelen
contagiar hasta a los más escépticos.

La celebración de la que echan mano los miembros de muchas comunidades del Ecuador
para hacer hoy (28 de diciembre) blanco de sus juegos y ocurrencias, llamados inocentadas,
a sus parientes y amigos, es el episodio que relata el evangelio de Mateo cuando el rey He-
rodes temeroso de ser destronado por el Mesías (Jesús) envió a degollar a decenas de niños
menores de dos años nacidos en Belén.

Es común ver a la gente usando máscaras de monstruos el 28 de diciembre, especialmente en


ciudades de la Sierra. Además, hay que tener cuidado con los obsequios que se reciben durante
la celebración.

252
El origen de la fiesta constó en el Calendario de Cartago en el IV siglo y cien años después
en el sacramentario de Leoniano en Roma. La nueva liturgia quiso mantener la celebración
elevada al grado de fiesta por San Pío V y colocó a las víctimas inocentes como compañeros
del Niño Jesús. Según la tradición estos menores rodean la cuna del Salvador, revestidos de
la túnica blanca de la inocencia.

Es pues, esta festividad del 28 de diciembre un motivo más para que el sincretismo entre
lo que emana del santoral católico vigente con la religiosidad popular, muestre interesan-
tes pasajes costumbristas que involucran y divierten en mayor o menor grado, con gusto
u obligados, a los vecinos de localidades urbanas y rurales de algunas provincias nuestras.

Bromas al granel

Los Santos Inocentes de esta fecha se recuerdan con oficios religiosos, comparsas, disfra-
zados, música, bebidas, platos típicos, etcétera. Pero, otro ‘ingrediente’ para que los festejos
sean completos son las bromas y tomaduras de pelo que se rematan frente a quien fue vícti-
ma del transitorio engaño con las populares frases: ¡Pobre inocente! ¡Por inocente!

Pueblos del Cañar, Azuay, Pichincha tienen muy arraigada la celebración, porque en varios
de ellos comienza hoy y se prolonga hasta el 6 de enero, con la ‘bajada de Reyes’. En Quito
se realizan vistosas comparsas que protagonizan adultos, jóvenes y niños sin olvidar las
ocurrencias de las que hacen blanco a sus allegados. En la región Litoral la celebración es
menos intensa, sin embargo, nadie deja de mencionarla.

Preparados, entonces

Estemos listos ante cualquier even-


tualidad y mantengamos la calma
por el llamado de atención de cual-
quier amigo o pariente cercano,
quien por vía telefónica o correo
electrónico nos pide que vayamos a
retirar algún paquete enviado del ex-
terior; también, de alguien que nos
comunica haber sido favorecido con
entradas para el cine o algún electro-
doméstico, entre incontables nove-
La inocentadas dades que inventa la ‘chispa criolla’.
hacen asustar y
también reír a más Tampoco olvidemos los engaños más comunes: ¡Tienes el cierre abajo!,
de uno en el día ¡Tu calcetín está roto!, ¡Has pisado caca de perro!, ¡Tu ropa está man-
y temporada de chada!, y otras tantas expresiones que han hecho que el supuestamente
celebración. afectado se ponga pálido, se sonroje, comience a titubear, etcétera, pro-
ducto de la advertencia sin saber, claro está, que enseguida quien lo dijo
reirá mientras pronuncia el conocido ¡pobre inocente!

253
¡Llegaron las ciruelas! es la frase que se escucha con
frecuencia en los últimos meses de cada año, cuando la
cosecha de la fruta está en su apogeo e inunda la ciudad
Las apetecidas frutas llenan los mercados y vuelven a
deleitar el paladar de los guayaquileños.

Las ciruelas comienzan a llegar a los mercados y se ofrecen


en las calles; el público las disfruta con sal o en jugos.

¿Quién no recuerda que alguna vez al salir de clases de la escuela o colegio sucumbió a la
tentación de saborear más de una ciruela verde, pintona o madura que sazonó con toqueci-
tos de sal? ¿O que en los distraídos años de la niñez y juventud se hizo la ‘pava’ (faltó a clases
o se escapó de ella) para avanzar junto con sus condiscípulos hasta los cerros Santa Ana y
del Carmen para ir en pos de esos frutos cuyos árboles crecían espontáneamente allí y en
otros sectores aledaños a la ciudad?

Muchos evocarán esa época feliz. Y lo harán con mayor intensidad ahora que estamos en
plena temporada de la ciruela, fruta que no desaparece en forma total de nuestros campos
y de la memoria urbana, como ocurre con el caimito o cauje, marañón, la pomarrosa y otras

254
que, salvo algunos románticos agricultores que luchan por conservarlas, se extinguieron de
la campiña costeña por la negligencia o el afán de enriquecimiento de ciertos empresarios,
que prefirieron otras especies rentables y talaron los árboles frutales existentes.

Aunque a la entrada de los planteles y en la calle


algunos comerciantes impusieron la costumbre
de venderlas verdes (‘malhechas’) curtidas en
sal y ají, la abundante cosecha de ciruelas que
alcanza su plenitud en noviembre y decae en di-
ciembre hace a un lado aquello y permite disfru-
tarlas con todo su potencial alimenticio. Asimis-
mo, obliga a reconocer que es una de las frutas
mayormente identificadas con la región y a la
que se canta en amorfinos o citan los escritores
costumbristas en sus novelas y relatos.

Por esto último, es común observar


en estos días los camiones repletos
de cajas de ciruelas que llegan des-
de Petrillo, Juntas, Julio Moreno,
Cerecita y otros lugares de la pro-
vincia del Guayas, hasta la esquina
de Pío Montúfar y Colón, donde se
las comercializa y reparte para otros
sitios. Incluso las llevan las clásicas
carretillas, cuyos dueños pregonan
por calles céntricas y periféricas de
la urbe para ofrecer la ciruela.

Alimenticio y medicinal

El ciruelo (Spondias purpúrea L.) es


La cosecha de las deliciosas ciruelas convoca a familias árbol nativo de América Tropical y
enteras, que las envían a diferentes lugares. mide hasta 10 m de alto; sus hojas
son compuestas de 5-12 pares de
hojuelas, con panículas de flores rojas o purpúreas asentadas sobre ramas gruesas. Las dru-
pas son rojas acídulas. Por lo general la fructificación comienza en noviembre.

Los frutos del árbol (ciruelos o ciruelas) se comen crudos, en jaleas o mermeladas; con ellos
también se hacen refrescos y helados. El árbol es maderable y sirve para cercas vivientes; en
el campo medicinal, el fruto y las hojas son usados en infusión como astringente.

Pariente de esta fruta es el hobo, jobo o ciruela amarilla (Spondias mombin L.) que también
crece en zonas de Los Ríos, Guayas, Esmeraldas y, sobre todo, Manabí. El hobo es amarillo,
comestible al natural o en calidad de refresco y jalea; la madera sirve como leña o para hacer
cajones, cajas de fósforos, etcétera.

255
A propósito de los grillos que en cada época de lluvias
son los visitantes esperados en la metrópoli porteña

Los bulliciosos animalitos, odiados por unos y elogiados


por otros, inspiran las obras de pintores y escritores;
asimismo, son mascotas en varios países.

Cada año, cuando en nuestra región


caen los primeros aguaceros de la
llamada ‘estación’ lluviosa, ciudades
como Guayaquil reciben la ya tradi-
cional visita de los grillos que llegan
en grandes cantidades atraídos, entre
otras cosas, por las luces del alumbra-
do público que se reparte por los dis-
tintos sectores de la urbe.

Y son estos coleópteros los que se con-


vierten en noticia de primera mención
en las páginas de los diarios y los in-
formativos de televisión, pues no solo
son una señal del ‘invierno’ sino que
cuando aparecen en incontable núme-
ro en calles, monumentos, postes que
sostienen cables de energía eléctrica,
edificios de entidades gubernativas y
hasta casa particulares pueden causar
daños de considerable proporción.

Los grillos son omnívoros porque


comen todo lo que está a su alcance;
empero, jamás atacan a un ser vivo, a
Los grillos son menos que sean otros miembros de su misma familia que intentan
parte del paisaje quitarle a su ‘amada’ o su vivienda.
urbano de
Guayaquil durante Como consecuencia de que su vida transcurre la mayor parte del
los primeros días tiempo en la oscuridad la visión de los grillos es nula y sus grandes
de la época de ojos apenas le ayudan a diferenciar el día y la noche. Mas, para suplir
lluvias. tal deficiencia, sus largas antenas le sirven como ojos, porque dada
la gran sensibilidad que poseen pueden detectar todas las cosas que
los rodean.

256
Asimismo, se caracterizan por ser animalitos muy aseados que pasan la mayor parte del día
acicalándose y eliminando de su cuerpo cualquier partícula extraña. De igual forma, cuidan
sobremanera su morada y sacan de ella todo lo que altere el orden y pueda afectarle.

Durante su desarrollo, hasta cinco veces cambian de piel y esta sale íntegramente después
de varias horas para simular un grillo muerto. Las grillas ponen hasta 500 huevecillos en lu-
gares húmedos y sombríos, eclosionando a corto plazo sin que haya el calor directo del sol.

Para atraer a sus parejas, los grillos echan mano a una monótona y aguda música que se
prolonga horas y horas y hasta una noche entera, lo que causa perturbación entre quienes
deben escuchar ese ruido resultante del frotamiento de los élitros que posee el insecto.

Personajes famosos

Pero no todo es negativo de los grillos, porque a diferencia de otros insectos ellos encierran
un especial simbolismo en muchas sociedades del mundo, tanto así que además de conver-
tirse en mascotas de hogares completos y ser temas de leyendas, igualmente han inspirado
a numerosos poetas y músicos para la composición de popularísimas obras.

Un buen ejemplo es el libro para niños El grillito del trigal, del escritor ecuatoriano Hernán
Rodríguez Castelo, y la mención que hace de ellos el doctor Abel Romeo Castillo en el pasillo
Romance criollo de la niña guayaquileña cuando dice que los grillos quieren cantar a lo Ibá-
ñez Safadi mientras en la esquina los pacos flautean su piulí…

Igualmente hay poemas infantiles de va-


rios autores universales y hasta el famoso
Pepe Grillo de las tiras cómicas y las pelí-
culas de Walt Disney. En países europeos
como España, Portugal, Francia e Italia
hay personas que por mucho tiempo se
han dedicado a la venta de grillos y otras
familias acostumbran tenerlos en casa.

En cambio, en Japón, son ofrecidos a los


compradores en bonitas jaulitas hechas
de bambú. En Alemania, hace pocos años,
se puso a la venta una sabrosa paleta, que
como premio central tenía un apetitoso
grillo en lugar del consabido chicle.

Por esto y muchas cosas más hay que te-


ner mucha paciencia con los grillos, que
son parte del patrimonio faunístico de
varias regiones del planeta y están iden-
tificados, en gran parte, con el hombre
que lo habita.

257
Índice
A manera de presentación 5
Testimonios sore Guayaquil Nostálgico (primer tomo) 7
Unas palabras 9

Las semanas culturales y las ferias de ciencias desplazaron a las sabatinas 10


El cine de la Casa de la Cultura 12
Las fiestas julianas de la ciudad siempre tuvieron muchos y valiosos programas 14
Tortillas y chiricanos, preparaciones gastronómicas populares que no envejecen 16
El vuelo de cometas y el confite Límber despiertan incontables remembranzas 18
El parque Chile es otra estampa porteña que atesora muchas leyendas e historias 20
La Plaza de la Concordia también se inscribió en la memoria de la ciudad 22
La Plaza de la Victoria, un rincón de la ciudad cargado de historias y personajes 24
Locales y productos cincuentones que permanecen en el recuerdo ciudadano 26
Aquellos antiguos centros particulares de enseñanza que motivan evocaciones 28
Los laboratorios farmacéuticos tienen su espacio en la memoria de Guayaquil 30
El cine Victoria y el teatro Apolo dieron alegría al vecindario guayaquileño con películas y espectáculos musicales 32
La identidad urbana se enriquece con incontables personajes populares 34
Programas culturales que marcaron la audiencia en la ciudad del siglo veinte 36
Nombres de papelerías y librerías están vigentes en la memoria de esta metrópoli 38
Las casas de empeño tienen su espacio en la memoria de los guayaquileños 40
Ángela Játiva y Anita Huancayo dejaron recuerdos en la televisión y radio locales 42
Adornar los balcones con la imagen de Cristo Rey, una hermosa costumbre en esta ciudad 44
Los talleres de cromado, niquelado y pavonado aún brindan atención a los habitantes de esta ciudad 46
Las películas cómicas mexicanas fueron la diversión de muchos adultos y niños 48
La declamación, un arte lamentablemente olvidado 50
Los dúos en pos de la difusión de nuestra música y de otros géneros de presencia universal 52
Los tríos ecuatorianos también difunden la música popular ecuatoriana y de países hermanos 54
Cuando el afán de servicio es una noble y ejemplar tradición familiar 56
Los sorteos populares tuvieron su época de oro en la ciudad 58
Las agencias de empleos aún permanecen en el trajín diario de la metrópoli 60
Las agencias de bicicletas igualmente repletan de recuerdos al vecindario porteño 62
Las peñas que funcionaron en la ciudad unieron arte y folclore 64
Las populares quermeses dominicales que dieron diversión a los habitantes de esta urbe 66
Jardines, otra de las hermosas tradiciones que evocan los habitantes de la metrópoli 68
El cine Cuba dio diversión a los habitantes de populares barriadas porteñas 70
Diciembre es el mes de tarjetas, agendas y almanaques que involucró a la gentileza de los guayaquileños 71
Los concursos de cantantes aficionados impulsaron la consagración de nuevas voces 72
Invierno, época del año en la que se pide auxilio del palo santo para ahuyentar los mosquitos 74
Los hoteles y posadas también tienen un lugar especial en la memoria urbana 76
Calendarios y almanaques 78
Recuerdos y vigencia de las academias de música que promocionaron el arte en la ciudad 80
Rememorando esos añejos tiempos de medicamentos y boticas que entraron a las páginas de nuestra memoria 82
En cuanto a las panaderías, las de esta ciudad aún atesoran sabores y recuerdos en medio de los necesarios cambios que le impone la época 84
Las sastrerías constan en la memoria porteña y conservan sus tradiciones 86
Numerosos salones y restaurantes forman parte de la historia citadina guayaquileña 88
Los carnavales sesentones tuvieron como escenario nuestra ciudad y apuntaron a la conservación de la cultura y buenas costumbres 90
Los tradicionistas de la ciudad y su importante labor por mantener vivas la memoria y las tradiciones que la identifican ante sus hermanas del Ecuador y del
extranjero 92
Todavía nos quedan algunos de los oficios y profesiones que proliferaron y fueron vitales para el desarrollo de la ciudad antañona 94
El río Guayas, es otro hermoso ícono-emblema del paisaje guayaquileño 96
Términos antañones del habla popular que hacen su aparición en el hablar común del vecindario porteño 98
Nombres y apellidos que se emplean en el argot popular para indicar el estado de ánimo de familiares, amigos e interlocutores 100
Las fiestas octubrinas de nuestra metrópoli, siempre han sido un esperado espacio para las demostraciones de verdadero civismo, la entrega de nuevas

258
obras y los espectáculos artísticos de raigambre popular 102
Los árboles, flores y frutas inspiran hermosos y variados temas musicales que se escuchan profusamente 104
El pincel del artista JoséPeñaherra José Peñaherrera sigue pintando a Julio Jaramillo 106
Las instituciones que integran migrantes radicados en nuestra ciudad desarrollan una brillante labor social y cultural 108
Aquellos tiempos de matriculación que están cargados de incontables evocaciones 110
El coliseo cubierto Voltaire Paladines Polo es otro de los edificios emblemáticos de nuestra ciudad 112
Las estatuas que peregrinaron dentro del paisaje urbano de la metrópoli guayaquileña 114
Los programas El sillón del peluquero y Guayaquil Radiado fueron sumamente populares entre los habitantes de nuestra ciudad, quienes no dejaron de
escucharlos 116
Las galerías de arte que funcionan en nuestra ciudad reflejan su notable movimiento cultural y ayudan a la promoción y difusión de las artes plásticas 118
Curiosos episodios del siglo veinte que recogen las páginas de la memoria guayaquileña 120
Nuestra ciudad siempre ha sido el escenario de repetidos triunfos de sus precoces niños que cultivan múltiples disciplinas artísticas y deportivas 122
Los chapuletes se han identificado las creencias populares y el folclor social en el medio guayaquileño; asimismo, los ‘veranillos’ y los ‘aguaceros’ que caen
en el mes de abril ` 124
Las páginas de los diarios locales dieron cabida a numerosas noticias llenas de curiosidad a lo largo del siglo veinte 126
Los cines Encanto y Ecuador formaron parte de aquellas salas de cine de raigambre popular brindaron diversión a familias enteras 128
Un teatro al aire libre cargado de historia que fue emplazado en un barrio tradicional de la urbe huancavilca 130
La empresa Reed y Reed ganó un lugar en la memoria porteña por su gran labor comercial, cultural y deportiva que favoreció el adelanto de la ciudad 132
Las pitadas de los barcos y el repicar de campanas fue una verdadera tradición escucharlos diariamente en la ciudad, pero en la actualidad ya son casi un
sabroso recuerdo 134
El hemiciclo de la Rotonda es otro de los sitios íconos que le da prestancia y belleza al malecón de nuestra ciudad 136
Las instituciones de los ecuatorianos y extranjeros que residen en esta ciudad están llenas de mucha historia y de un trabajo ejemplar 138
Las fábricas y marcas de calzado que se quedaron en la memoria de esta ciudad y que ahora traen un sinnúmero de evocaciones 140
Las golondrinas y las palomas domésticas son parte de nuestro variado paisaje urbano y lo adornan y alegran cotidianamente 142
El Grillo y el Dragón Dorado fueron establecimientos de atención al público que el vecindario porteño evoca con frecuencia 144
La celebración a las madres se renueva y hace añorar esos detalles que la hicieron una festividad muy arraigada entre los guayaquileños 146
Máxima Mejía y Julio Jaramillo fueron voces privilegiadas que enaltecieron el arte musical ecuatoriano 148
Hay expresiones populares arraigadas y de uso diario que son fáciles de encontrar en el diálogo porteño 150
Casi todas las provincias y ciudades ecuatorianas tienen sus propios temas musicales que resaltan su patrimonio geográfico-histórico y los valores
espirituales de sus habitantes 152
En el ‘invierno’ el montuvio invoca a sus santos patronos y pide de ellos toda su protección para solucionar problemas 154
Antonio ‘Toñito’ Cajamarca, un cómico que entregó sana diversión a niños y adultos de nuestra ciudad y del país durante muchos años 156
Los músicos ecuatorianos y del mundo le rinden homenaje a su patrona santa Cecilia; a ella se encomiendan para asegurar contratos y asegurar el éxito de
cada presentación 158
Hay diversas costumbres de la Semana Santa que ahora solo quedan para la evocación, pues debido a la creciente expresión de ‘modernidad’ algunas
personas las dejan a un lado 160
Títulos y contenidos de canciones van de la mano con las matemáticas; compositores ecuatorianos y extranjeros así lo consignan en sus creaciones 162
Desde mucho tiempo atrás los animales abundan en los avisos clasificados y aquella situación origina la curiosidad y hasta la ocurrencia y diversión de los
lectores 164
En nuestra ciudad y otras localidades de la provincia y del país continúan vigentes los festejos dedicados a la Virgen de la Merced, patrona
de la región litoral ecuatoriana 166
San Agustín, Santa Rosa y San Ramón son fiestas con tradición que se expresan en ciudades y pueblos de nuestro país. Sus rememoraciones aún son
esperadas con avidez 168
La rememoración de Todos los Santos posee una gran connotación en el folclore de muchos países; el Ecuador todavía mantiene esa antigua carga festiva
y de respeto por la fecha 170
El pacharaco es una de las aves que están muy ligadas a la historia montuvia y forma parte de la lista de las de mayor identidad de la fauna ecuatoriana 172
Diversas especies de nuestra avifauna regional y nacional son parte de la literatura patria, de curiosas e incontables leyendas y por supuesto de las creencias
populares 174
Los villancicos y chigualos son parte de las tradiciones musicales de diciembre. Aunque ahora se los escucha muy poco de todas maneras matizan el
ambiente del periodo navideño 176
Irremediablemente una gran cantidad de utensilios que se emplearon en las cocinas de antaño para preparar alimentos, hoy están en camino a la ‘jubilación’
pese a que algunos hogares y restaurantes se trata de mantenerlos 178
El artista mexicano Pedro Infante cantó en nuestra ciudad hace más de medio siglo y sus presentaciones recibieron un masivo respaldo de sus simpatizantes 180
El 7 de septiembre de 1956 Daniel Santos ‘conoció’ el Cuartel Modelo por un incidente en el teatro Apolo; el artista fue recluido en ese lugar donde compuso
dos populares canciones 182
Las columnas de servicios son una tradición en Diario El Universo. Algunas desaparecieron al paso de los años, pero los vecinos las evocan por su oportuna
ayuda 184
Los tranvías eléctricos y el cambio del paisaje urbano guayaquileño de hace un siglo. Su presencia y servicio dejaron incontables recuerdos en los vecinos
de la ciudad 190

259
El parque España también forma parte de los recuerdos del barrio del Astillero y en su paisaje aún se advierte la prestancia que le valió apuntarse en la
memoria de la ciudad 192
Valiosas y brillantes guayaquileñas y ecuatorianas que han aportaron y siguen haciéndolo para la acción adecuada de la municipalidad de nuestra ciudad 194
Las placas que recuerdan personajes y acontecimientos de la historia porteña; algunas lamentablemente pasan inadvertidas para la ciudadanía que camina
por nuestras calles 196
Los feligreses católicos de nuestra ciudad, del país y del mundo tienen santos intercesores para cualquier labor, dolencia y problema 198
El colegio salesiano Cristóbal Colón es emblemático entre los numerosos planteles que brindan enseñanza en la metrópoli guayaquileña 200
La fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria fue de mucha tradición en los dos últimos siglos de la vida religiosa de nuestra ciudad 203
Nuestra ciudad puso el ejemplo en el país para la erección de los monumentos que exaltan el significativo rol de la mujer que se desempeña como madre 204
EI concurso literario Ismael Pérez Pazmiño que instauró Diario El Universo en 1959 fue un verdadero semillero de la creación poética entre los bardos
ecuatorianos 206
La exquisitez y el colorido de las frutas plasmadas en singulares nombres, sirven para bautizar a numerosas ciudades y comarcas de las diferentes regiones
ecuatorianas 208
Aunque muchas calles porteñas han visto desaparecer sus nombres por incorporarse a los cambios urbanos, otras mantienen sus antiguas denominaciones
desafiando los tiempos 210
Cadáver de la sierva noboleña Narcisa de Jesús Martillo Morán llegó a tierra guayaquileña en 1955. Ella murió en olor de santidad el 8 de diciembre de
1869, en el convento de Nuestra Señora del Patrocinio de Lima, Perú 211
En nuestra ciudad todavía de observan algunos rezagos de prácticas sociales y creencias vinculadas con los temas de difuntos, sepelios, misas e
indulgencias 212
El uso del velo, que era parte importante del atuendo para participar antaño en ceremonias religiosas católicas, ahora resulta casi desconocido; igual
novedad ocurre con otras costumbres relacionadas con la señal de duelo 214
La rememoración de la Semana Mayor o Semana Santa en nuestra ciudad de antaño dio paso a múltiples costumbres que dejaron marcados recuerdos 216
La radiodifusora Cenit acumuló una emblemática trayectoria en bien de la colectividad guayaquileña y ecuatoriana; sus programaciones fueron originales e
inconfundibles 218
La emisora Cóndor y el teatro Central ofrecieron diversión sana y permanente a los habitantes de la metrópoli guayaquileña 220
La ceremonia de entrega de la medalla escolar de la Benemérita Sociedad Filantrópica del Guayas hace aparecer muchos recuerdos entre los guayaquileños
y ecuatorianos 222
El hermoso y beneficioso fenómeno natural de la lluvia también ha sido y es para el hombre universal un motivo de constante inspiración; el arte musical, la
literatura y la cinematografía así lo demuestran 224
Las perfumerías que atendieron en la ciudad de antaño impulsaron el comercio y ofrecieron esencias, polvos y preparados que la población siempre buscó;
algunas siguen vigentes con esa añorada actividad 226
Durante una hermosa época en nuestra ciudad funcionó un cine exclusivo para niños. Los programas que incluyeron películas y artistas en vivo siempre
buscaron que las obras estén acorde con la edad de los pequeños 228
El Señor de las Aguas, San Isidro Labrador y otros representantes de la Corte Celestial forman parte de la religiosidad popular en los tiempos de sequía; el
conocido monolito llamado San Biritute también se incorpora a esta lista 230
Las firmas de los incontables personajes que se perpetuaron en nuestra historia resultan curiosas e interesantes en todo momento; por ello es tarea
interesante revisarlas 232
¡No todos han vuelto! es la frase común entre guayaquileños y ecuatorianos, cuando recuerdan que muchos de sus brillantes compatriotas fallecidos en el
exterior todavía permanecen fuera sin que hayan podido retornar al país 234
Los textos y cuadernos de antaño que tuvieron en sus manos varias generaciones de guayaquileños y ecuatorianos siempre serán un motivo de grata
rememoración 236
Los santos cholos y montuvios que se identifican con la comunidad católica de nuestra ciudad y la región costa guardan una larga historia que gusta a sus
devotos 238
Convertida en un verdadero ícono de la atención médica en esta ciudad, la clínica Guayaquil continúa fiel a las normas de servicio con las que la fundó el
doctor Abel Gilbert en 1919 240
El salón Asia y la florería La Orquídea aún son referentes para los similares negocios establecidos en la urbe; estos locales están ligados a la historia porteña 242
El cine Juan Pueblo regaló diversión a niños, jóvenes y adultos de numerosas barriadas porteñas; los fines de semana y épocas de vacaciones escolares sus
llenos eran permanentes 244
Pirulí está en la lista de los personajes populares que identificaron a la ciudad y como parte de su paisaje urbano aseguraron permanencia en las páginas de
su memoria 246
En el teatro Fénix se exhibieron bellos filmes para toda la familia y triunfaron numerosos artistas ecuatorianos y extranjeros que participaron en incontables
festivales 248
La notable y aplaudida declamadora argentina Berta Singerman visitó nuestra ciudad varias ocasiones y brindó recitales que fueron sumamente aplaudidos
en toda la comunidad 250
Inocentes e inocentadas surgen en nuestra ciudad y resto del país con motivo de la conmemoración religiosa; sin la profusión de antaño, de todos modos se
manifiestan 252
¡Llegaron las ciruelas! es la frase que se escucha con frecuencia en los últimos meses de cada año, cuando la cosecha de la fruta está en su apogeo e inunda
la ciudad 254
A propósito de los grillos que en cada época de lluvias son los visitantes esperados en la metrópoli porteña 256

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