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De la luz que enceguece a la dulce sombra

El zaguán: vestíbulo de la modernidad


Jorge Szepesi
Revista bigott n° 30, abril-mayo-junio-1994

El zaguán constituye un elemento de transito: se encuentra dentro del orden limítrofe o


perímetro de la construcción, es el espacio que permite el cambio gradual entre el área pública y
la privada. En Venezuela, el zaguán vino a formar parte de la vida diaria, fue recurso necesario
dentro del esquema funcional de la vivienda como espacio de llegada, circulación y distribución.
Zaguán: antiguamente: azaguán. Su uso en español comienza en el siglo XIII del árabe ostowan,
pórtico. Pieza (espacio) cubierta que sirve de atrio o portal a la entrada (vestíbulo) en una casa.
También se le conoce con otros nombres como: anteiglesia, pérgola, pórtico, porche, portal,
cobertizo, recibo, entrada, puerta, etc.
Si entendemos y aceptamos escuetamente la definición que nos ofrece el diccionario, este
vestíbulo lo encontramos en casi todas las culturas y pueblos. En ingles es el entonces hall o
vestíbulo. Alemania, así como Francia o China, tienen sus respectivas versiones.
El zaguán, en Venezuela, estuvo presente en todas las construcciones: viviendas, casas de pensión,
iglesias, mercados, edificios públicos, por lo que llego a convertirse en sello de la construcción
urbana. Integran el zaguán:
1. La portada.
2. El portón o puerta de la calle.
3. El entre portón o puerta de adentro.
4. Las paredes.
5. El piso.
6. El techo, con cielorraso o sin él.
Los materiales que se empleaban eran: el bahareque, la caña amarga, bloques de arcilla, cemento
y cal.
Las razones que motivaron la creación del zaguán se desconocen a ciencia cierta, pero la
protección o defensa es el objetivo más comúnmente aceptado. El zaguán. En el frente de la
vivienda, era el punto de entrada y salida, resultando estratégico para resguardo del interior.
Sería posible invocar también el propósito de crear un microclima: el zaguán resultaba un espacio
sombrío, fresco, acogedor e invitador, ofreciendo así una «bienvenida» en oposición al sol directo
de la calle.
El verde follaje del fondo, o sea, la vegetación que crecía en el patio de la casa, actuaba aún más el
frescor que la vivienda ofrecía.
En los extremos de este espacio, la luz es fuerte y proviene del sol que ilumina la calle y el patio
interior. La luz, el calor y los reflejos del sol entran por la mañana desde el amanecer o por la tarde
hasta el crepúsculo, dependiendo d la orientación de la casa. Es durante el mediodía, cuando el sol
es más caliente, que el zaguán se oscurece al máximo, generando así in agradable y placido clima.
El medio ambiente juega así un papel predominante: obliga a la disposición espacial vernácula,
convirtiéndose el zaguán en una especie de manga de aire circulante. La solución ventajosa que
ofreció al factor climático condujo seguramente a su rápida aceptación. Los principales móviles
para la invención del zaguán fueron los psicólogos y sociales, reflejando, quizá hasta de manera
casi inconsciente, la necesidad humana de espacios de transición. De hecho, se han localizado lo
que llamaríamos zaguanes posteriores o bizaguanes: un espacio d transición en la parte trasera
de la vivienda que comunica el solar con la cocina y el patio interior. Fue la solución para romper
el brusco cambio entre el espacio público y los espacios privados, y ofrecer así un elemento
heterogéneo donde ambos entornos se mezclaban y daban oportunidad al transeúnte de
prepararse al nuevo ambiente. Este espacio es imperativo dentro del medio urbanos,
cumpliendo su función de túnel en la preparación o paso entre los dos polos de actividades
cotidianas: sociales y las familiares.

Herencia andaluza
Sus orígenes se encuentran en las edificaciones de la España musulmana. Sevilla, Málaga, Ronda,
Córdova, Granada fueron pobladas y construidas en gran parte bajo influencia musulmana. Mas
tarde, estas mismas tendencias encontrarían nuevos horizontes de implantación en América.
Tanto en Venezuela como en el resto de América hispana, el zaguán vino a formar parte del diario
acontecer social. Era allí donde se recibían y despedían acaloradamente los novios aprovechando
la ausencia de vigilancia.
El zaguán, profundamente afincado en las costumbres criollas, puede entenderse como un túnel
de medidas variables. No hay patrones conocidos que obligaran a unas particulares dimensiones.
Las medidas estaban dadas por factores económicos: las familias pudientes legraban espacios
generosos, mientras que las más humildes se conformaban solamente con un pasillo. El ancho
mínimo era para el paso de una sola persona, 85 cm, y el máximo a veces alcanzaba hasta tres
metros; el largo tenía la misma dimensión que el cuarto o los cuatros a sus lados y variaba entre
tres metros hasta los más prolongados, de más de siete metros.
La altura del cielorraso seria entre los tres y siete metros, aproximadamente, lo que permitía
entrar a la casa a caballo. Por lo general aparece como un espacio desproporcionado; su altura caí
nunca corresponde con su anchura o largura. Se percibe visualmente como alto, profundo y
angosto.
Todas las viviendas tenían una entrada por la calle y zaguán resultaba sinónimo de esta entrada,
aunque en algunos casos se entraba directamente al recibo u otra habitación. Algunas viviendas,
por estar construidas sobre terrenos más amplios, contaban con accesos laterales o con puertas
hacia atrás, estas últimas daban paso a caballos y coches.
El zaguán esta siempre en la parte delantera del edificio, en la fachada que da a la calle, y fue,
dentro del conjunto total de espacios n la vivienda, el decorado con mayor atención y esmero; el
contacto directo con el exterior hizo que cada elemento fuera ricamente detallado. Esta noción se
corrobora con el instinto básico del ser humano de hacer resaltar lo más visible e importante,
como el rostro. Su ubicación dentro del esquema orgánico de la vivienda está muy bien definida:
es extensión del frente o fachada.
El zaguán suele ser de dos tipos: lateral y central. Definimos como zaguán lateral al que colinda
por un lado con una habitación o salón y, por el otro, con la casa vecina, caso este en el cual suelen
verse los zaguanes de ambas casas compartir una pared común.
El zaguán central se encuentra ubicado entre dos habitaciones de la propia casa. Según el número
de ventanas que tenga a uno y otro lado, dividirá la fachada de manera simétrica o asimétrica. El
zaguán estrictamente central, con igual número de ventanas a ambos lados, ennoblece
notablemente la fachada.

Con el alba, se abre el portón


La portada, o marco de la entrada, es la que sirve de delimitación a la puerta. La portada definía
un extremo del zaguán, el que daba a la calle y contenía el portón. Durante los siglos XVII, XVIII,
XIX, y comienzos de XX, todas las construcciones tenían muy bien señalado en fachada lo que era
el acceso interior.
La decoración de las portadas podía ser simple o muy elaborada, con relieves y ornamentos que
consistían en molduras, medias columnas, soportes y, intrincados detalles repetitivos, formando
un conjunto que enriquecía la fachada. Los más sencillos, o cuando había menos recursos para el
pago de mano de obra, se adornaban con dibujos y gráficos pintados.
El zaguán tiene el ancho de la portada. Primordialmente fue, y lo es hoy todavía, el paso peatonal
al interior del edificio, aunque es también la entrada y salida de muebles y, en otros tiempos, de
bestias.
El portón o puerta de la calle es donde comienza exactamente el zaguán; era generalmente de dos
hojas de madera muy fuerte y de grueso espesor. Su peso llegaba a ser considerable, sobre todo
en los adornados con grandes clavos y aldabones, algunos muy elaborados y hermosos. En
Venezuela fue raro el uso de otros herrajes en los portones.
El portón se fijaba al marco con grandes y solidas bisagras, apropiadas al peso de las hojas. Existen
portones cuyas hojas se mueven mediante pivotes en vez de bisagras. Las hojas del portón se
abren hacia adentro, nunca hacia la calle. Algunos portones tuvieron un postigo o puerta falsa: era
una puerta de una hoja, más chica, abierta en otra mayor. Por el postigo se entraba al zaguán
cuando se deseaba mantener cerrado el portón, que casi siempre se abría con la aurora para el
recibo de la leche y otros servicios. Se mantenía abierto durante todo el día hasta la noche, cuando
el señor de la casa la clausuraba antes de retirarse a dormir. Además del cerrojo, el portón solía
asegurarse por la parte de adentro mediante una tranca, de madera o metal, según dos sistemas:
o se encajaba horizontalmente cuatro soportes en forma de L, dispuestos dos a dos en cada hoja,
o se cruzaba de arriba abajo a todo lo ancho del portón. En este caso, la tranca era una lámina de
hierro fijada en su extremo más alto, mediante una argolla, a la madera del portón o al muro; el
extremo inferior, libre, se aseguraba mediante un gancho y un sistema de machimbrado.
Existía también una barra cilíndrica de hierro fijada en un extremo a la pared mientras el otro
extremo se colocaba diagonalmente enganchándola al portón, tipo de tranca frecuente en
almacenes y edificios públicos.

Tum, tum, ¿quién es?


Las paredes del zaguán eran de estructura semejante al resto de la vivienda: bahareque, ladrillos
o piedras con frisado para el acabado. El zaguán es de planta rectangular y compuesto por cuatro
paredes, dos son paralelas y de igual tamaño, aunque en algunas ocasiones, debido a la
configuración de la parcela del vecino, podía mostrar un entre portón de ancho menor que el
portón.
Las paredes laterales podían tener puerta. Este era el acceso a una habitación o salón que se
arrendaba, a personas ajenas a la casa, para uso comercial, como, por ejemplo: sombrerería,
costurera, escritorio de abogado u otra oficina.
En zonas calurosas (Paraguaná) se ven algunos casos zaguanes laterales cuya pared, llamémosla
libre, hace esquina o limita con un área no construida; en ambos casos al zaguán dispone de una
ventana que facilita la ventilación. También n zonas calientes del país se puede observar muy a
menudo que las paredes no alcanzan al techo, dejando así un espacio abierto para permitir
igualmente una mejor ventilación. Las hojas del portón y del entre portón, cuando estaban
abiertas, quedan en algunos casos dentro de nichos con el fin de proporcionar una visión continua
y uniforme de las paredes. Las paredes eran lisas y el zócalo, por lo general, pintado. Antes de la
era del petróleo algunos zaguanes fueron decorados con pintura y dibujos, a veces patrones
geométricos o follajes. En pocas ocasiones el propietario hacia engalanar el zaguán con paisajes
idealizados o fantasiosos, de escaso valor artístico. Fue solo después, cuando el país empezó a
percibir renta petrolera, que se comenzaron a adornar las paredes con baldosas nacionales o
importadas, de varios motivos y diversas calidades del Art Nouveau.
Sobre el entre portón observamos frecuentemente alguna imagen religiosa, según la devoción de
la familia. O, simplemente, una tabilla con textos, como, por ejemplo: «Dios bendiga este hogar» o
«Atrás enemigo, que el Corazón de Jesús está conmigo».
El entre portón o puerta de adentro es el límite del zaguán dentro de la vivienda y da al corredor.
El entre portón, contrariamente al portón, se mantenía cerrado a toda hora del día y la noche.
Tenía frecuentemente un postigo que solamente se abría para reconocer al visitante. Había varios
diseños de postigos, los más usados eran: el que corría a los lados horizontalmente sobre una
ranura, el que se abría hacia dentro como una ventanita, o el circular, con aspas, antecesor del «ojo
mágico». Panaderos, fruteros, amoladores, vendedores de huevos y gallinas, pregonaban dese la
vía pública. El visitante, por el contrario, llamaba a la puerta con los nudillos, y al preguntar desde
dentro: ¿Quién es?, respondía: ¡Gente de paz!, especie de santo y seña (pues no solía darse el
nombre) que bastaba para indicar que la persona no era vendedor o mendigo. Posteriormente se
utilizó el bimbre accionado por pilas eléctricas.
Se sabe de zaguanes que no llevan entre portón, quedando el corredor como prolongación
espacial y natural. Visiblemente se aprecia como una continuidad homogénea.
El entre portón, por lo general, es del mismo ancho del portón, pero casi siempre su altura es
menor, dejando un vacío para la ventilación e iluminación natural. Algunos tenían, unas celosías
bellamente recortadas, una por cada hoja de la puerta en su parte superior, que llegaba hasta el
techo.
Las celosías alcanzan un esteticismo minucioso y su ejecución se convirtió en la especialidad de
algunos maestros carpinteros; en algunos casos se colocan vidrios de colores, convirtiéndolas en
pseudovitrales. En algunas regiones de Venezuela, en vez de ente portón se colocaba una cancela
que tenía idéntica función.
El piso del zaguán tenía muchos recursos en cuanto acabados. Los más simpes eran de tierra
apisonada; otros usaban cemento que se patinaba con el tiempo, los había también de baldosas.
Los zaguanes más viejos tenían empedrados con piedritas redondas u si colocación, de acuerdo
con el lujo, llevaba diagramas a veces muy decorativos. Hubo zaguanes cuyo piso era de huesos:
cabezas de ganado, rodillas de cerdo.

Réquiem a un espacio
Hay zaguanes con escalones, por desniveles del terreno. En algunos se sube hasta dos metros
antes de llegar al corredor o patio.
El techo era el mismo que en el resto de la casa. Algunos por su gran altura, quedaban en la
oscuridad, sobre todo por el contraste con la fuerte luminosidad de la calle, de noche se iluminaba
el zaguán usando una fuente de luz, colgada de una cadena desde el techo, que bien podía ser una
vela de cera o de un bombillo. Otra forma de iluminación se lograba con la luz que alumbraba la
imagen religiosa sobre entre portón.
Los materiales empleados fueron la caña amarga, el cordón o diferentes tipos de madera, tanto
nacionales como importadas. A veces aparecían almizantes en los entablados de madera; hay
zaguanes donde el techo lucio tirantes de pares labrados decorativamente.
En caso de haber cielorraso, este se armaba con láminas de madera lisa o chapas de metal
moldeadas e importas, armadas con diferentes motivos decorativos. Las maderas se dejaban casi
siempre al natural, mientras que al metal lo pintaban de color blanco; el cielorraso más humilde
era de coleta y papel pintado.
El zaguán nunca tuvo mobiliario y siempre fue solo un pasillo de circulación. La ausencia de
mobiliario se debió básicamente a que, como espacio semipúblico o extensión de la calle, era
visitado numerosas veces y carecía de un control racional. En algunas casas situadas dentro de
grandes jardines y extensas propiedades se colocaba en el zaguán sillones o una mesa larga con
candelabros, pero nunca tuvo muebles diseñados especialmente para este espacio.
La zagua, como espacio único y definido dentro del planteamiento arquitectónico venezolano,
desaparece total, arbitraria e instantáneamente con la introducción de modernas ideas,
tendencias y nuevas formas del extranjero.
Desde el punto de vista del historiador que sigue el curso de las transformaciones, y si ánimo de
aferrarnos a conclusiones tajantes, podríamos plantear y tal vez admitir que el zaguán, en su
concepto y funciones de atrio, como lo hemos expuesto, no ha desaparecido, sino que ha perdido
su antigua denominación a medida que alteraba su forma.
En las primeras construcciones de edificios altos y torres de apartamentos, sobre todo en el casco
central de las ciudades, se puede notar claramente una primera variante i transformación del
zaguán clásico, si se nos permite esta denominación. Durante los años cuarenta y cincuenta, en los
edificios construidos en terrenos donde existieron casas viejas, las plantas casi fueron copiadas
de las viviendas anteriores. Como zaguán pudiera ser entendido o interpretado el «hall» o salón
de entrada en los edificios d viviendas, también el saloncito de llegada en los apartamentos de
habitación, y hasta quizá aquel espacio novedoso, inventado para protección, con fuertes rejas de
hierro entre la salida del ascensor (portón), y la puerta del apartamento (entre portón).
¿Sera el «lobby» de hoteles una versión actualizada? Personalmente me inclino a aceptarlo; nivel
piso o planta baja en las torres de oficinas, corredores ventilados natural o artificialmente entre
las avenidas y los ascensores, el mismo elevador de pasajeros podría imaginarse como un
descendiente directo del zaguán.
Sería justo entonces aceptar que el zaguán, como concepto espacial, vive y vivirá entre nosotros,
aunque su tipología se haya modificado completamente a la transformación que sufrió durante la
segunda mitad del siglo XX. Pero aquel zaguán lleno de historia, romances y chistes en el que se
inspiraron hasta compositores de tango, ya no existe.
Dentro del vocabulario común arquitectónico ya no se emplea la casi olvidada palabra zaguán, y
es lastima.
Coro, estado Falcón.
Coro, estado Falcón.
Coro, estado Falcón.
Coro, estado Falcón.
Ruinas del Templo de
Santo Domingo, El Tocuyo,
estado Lara.
Resto de la
Iglesia de Aricagua,
Estado Sucre.
Detalle de la iglesia de
San Fernando, estado Sucre.
Iglesia de San Fernando,
estado Sucre.
Casa - presión Piar.
Plaza Bolívar, Ciudad Bolívar.

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