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Lo Grupal 5
Lo Grupal 5
Directores de la colección:
Eduardo Pavlovsky (Coordinación General)
Hernán Kesselman, Gregorio Baremblitt
y Juan Carlos De Brasi
© AYLLU S. R. L.
i.S.B.N. 950-560-049-6
H. Kesselman - E. Pavlovsky - G. Baremblitt
J. C. De Brasi - A. Bauleo - M. De Brasi
LO GRUPAL 5
EDICIONES BUSQUEDA
J . L . BORGES
LUIS HERRERA
MARCELO PERCIA
í
que el cuerpo" que la emite. Abolición de categorías
temporales que da cuenta de un continuum que nm im-
porta: La recuperación de un horizonte político y la per-
severancia en una práctica de la escritura: Lo Grupal 5
H. KESSELMANN
E. PAVLOVSKY
L . FRYDLEWSKY *
EDUARDO PAVLOVSKY
Pliegues
Trazados
Valgan los señalamientos globales realizados hasta
aquí para que el lector ocasional de estas notas perciba
que subyace, histórica y nocionalmente, en los mismos.
Considerando el asunto desde otro ángulo, vemos que
los grupos han sido mixturados y confundidos, no sólo
con las formas mencionadas, sino también con fenóme-
nos organizacionales o con estructuraciones (por ejemplo,
la del trabajo) que responden a distintas leyes, genealo-
gías, determinaciones conceptuales, puntos de abordaje y
modos de intervención específicos.
Hasta ahora hemos marcado lo que un grupo no es.
El camino negativo nos enseña a diferenciar y reflexio-
nar sobre lo que nos interesa, aunque resulta insuficiente.
También debemos decir lo que va siendo un grupo refe-
rido al aprendizaje-formación, que poco tiene en común
con la pedagogía o la terapia como se las concibe habi-
tualmente.
Un breve excursus.
Los llamados grupos terapéuticos no comportan un
universo autónomo, sino un dispositivo particular des-
cribible. Una vieja tradición oponía esos "desprendimien-
tos" de las prácticas médicas, a las "acciones" pedagó-
gicas que estaban ligadas a determinados niveles educa-
tivos (formales y, más tarde, informales cuando fue ne-
cesario contemporizarlos con la rotación laboral).
Generalmente las experiencias terapéuticas en o de
grupo requieren formas asistenciales ante pedidos de con-
tinencia o apoyo durante un tiempo limitado. La rela-
ción contractual, los métodos y técnicas empleados son
parte de repertorios normalizados según sea la orienta-
ción o elección del terapeuta. Sin embargo, más allá de
los beneficios o daños ocasionados, la noción de grupo
terapéutico es una descripción de los modelos de salud
("resolución de conflictos", "adaptación global o parcial",
"bienestar", etc.) y enfermedad ("anomalía", disfunción",
"descontrol", "imposibilidad de manejo del entorno", etc.)
que guían sus respectivas acciones curativas. Asimismo,
permiten medirlas en sus aspectos efectivos, es decir, en
términos de efectos.
"Descripción de modelos" de salud y enfermedad e
intento de "medición en términos de efectos" curativos
son los rasgos básicos de los grupos terapéuticos9; fuera
de los procedimientos o modalidades instrumentales adop-
tados.
Sólo desde instancias que contemplen el mayor nú-
mero de variables intervinientes y de explicaciones posi-
bles, "montajes" terapéuticos, pedagógicos, operativos,
etcétera, podrán superar el recorte empírico sobre el que
modelan sus diversos quehaceres y trascender hacia lo
grupal como dimensiones constituyentes de lo social-histó-
rico, condición inmanente de existencia y razonabilidad
de los grupos mismos.
Grupo-aprendizaje
La vecindad necesaria
Resumamos los aspectos que hemos considerado hasta
el momento. Son básicamente cuatro: lo que un grupo
no es; lo que un grupo es de manera extensa; nuestra
idea de enseñanza y de aprendizaje-formación.
Todos ellos son centrales para referirnos a un pro-
ceso grupal como el que deseamos apuntar en este trabajo.
Ahora intentaremos ligar lo que veníamos tratando
de forma separada. Por eso ya no hablaremos de con-
juntos indistintos, aprendizaje o enseñanza, sino de grupo-
formación.
Es necesario hacer, a esta altura, una rápida aclara-
ción y diferenciación. Al hablar de grupo-formación lo
hacemos con toda la intención de distinguirlo de even-
tuales recepciones en grupo.
Cuando un núcleo de personas escucha relatar "pun-
tos de vista sobre acontecimientos de la víspera", expo-
ner "actualizaciones sobre la cuestión ideológica" o "el
problema de la subjetividad moderna", asisten a la dra-
matización eventual de un "conflicto" o "escena signifi-
cante", por ejemplo, están haciendo un aprendizaje en
grupo, puesto que se "encuentran (y desencuentran) to-
dos juntos". Algunos intervienen preguntando, actuando,
observando, respondiendo, cotejando en silencio, etcétera.
Pero todavía se sabe poco y nada de las relaciones
de los concurrentes entre sí, cómo se perciben, qué se
adjudican y asumen, cómo elaboran las complejas infor-
mariones alternativas y simultáneas, coherentes y dise-
minadas, qué funciones tiene o tendría cada miembro de
ese supuesto grupo, cuáles serían las redes que se tejen,
los nudos afectivos y los aconteceres que los deshacen
constantemente. También se ignora si cada sujeto desea
cooperar de modo efímero o en continuidad, etc. Y lo que
falta en este chisporroteo no es precisamente una "repre-
sentación de grupo" —me atrevería a decir que sobra
(ver página 36)— o que hay una "pluralidad de indivi-
duos", momentos míticos e ideológicos, que no puede sal-
tear ni ontologizar el coordinador o terapeuta, sino que
las ausencias determinantes son las producciones desean-
tes del grupo como tal.
Cuando lo que esbozamos acontece, podemos augurar
que la "grupalidad" comienza a "edificarse" y que un pro-
ceso formativo es posible.
Previamente habíamos caracterizado al grupo en ge-
neral. Retomemos la signatura, añadamos algunos rasgos
y situemos el problema de esta forma: un grupo-forma-
ción es un proceso desencadenado por los cruces y anuda-
mientos deseantes entre miembros singulares reunidos
témporo-espacialmente para impulsar ciertas finalidades
comunes.
Sin embargo, esta semblanza es parca. Se requiere
un espectro más afinado, puesto que los integrantes per-
manecen, además, conectados por esquemas y estilos ra-
mificados.
Tienden a cerrar el grupo sobre sí mismo, mediante
ilusiones y mitos configurativos. Así intentan volcarlo en
sus repeticiones de origen, edipizarlo de manera conse-
cuente. Pero esa reiteración lo es también de un fracaso.
Los caminos deseantes producen brechas que revelan a
los temas tabúes, ilusiones, mitos, identificaciones quebra-
das por dentro, sin posibilidad de unificarse (grados de
transversalización) si un funcionamiento —coordinador,
terapeuta— no colabora activa, interpretativa e idealizan-
temente para que eso suceda.
Por otro lado, comparten determinadas reglas (con-
tractuales, "decirlo todo", "autonomía de pensamiento")
y pautas (asistencia, participación) esbozadas de mane-
ra consensual. Y en relación con una tarea que todos los
componentes están de acuerdo en generar, recreándola en
constantes invenciones.
Aquí cabe hacer una dilucidación lateral imprescin-
dible.
El concepto de finalidad aplicado a la generación de
una tarea se opone, desde el pensamiento más temprano,
a los de fin u objetivo. De ahí mi extrañeza cuando los
observo tomados como equivalentes, "la tarea, finalidad
u objetivo", "la tarea, el objetivo", "el fin o la tarea", etc.
La tarea en un grupo-formación posee una finalidad
(formas peculiares de su ejecución), y ella contempla
objetivos o fines (circunscriptos en cada etapa grupal),
que siempre deben ser puestos concientemente. Mientras
la finalidad está dada por el movimiento productivo in-
conciente.
Una puntuación diferente de lo mismo.
La noción de tarea está estrechamente ligada, en mi
opinión, a las infinitas maquinaciones deseantes. Sería
indeseable asociarla a las ideas de la tecnología educati-
va, productivista, de la "ingeniería social" terapéutica, o
de otro cuño, como son las de objetivos (generales, espe-
cíficos, de áreas, por sesiones) metas o logros M.
Secuencia ilustrativa
Ofreceré algunas ilustraciones imperienciales18 que
2. El parapeto terapéutico
(antiproducción significante) *
Se trata de un grupo constituido desde hace tres
años. Es conducido por dos terapeutas,. La sesión que uti-
lizo como ilustración comienza sin uno de los integran-
tes, que llega treinta minutos después. El padre del mis-
mo padecía una esclerosis en placa y estaba en el tramo
final de su enfermedad.
Al principio todos los presentes preguntan por el fal-
Planos
Líneas acéntricas
Pointes
i 61
i
i
Según entiendo, el tránsito incansable por todos esos
senderos posibilitará que el coordinador sea un observa-
dor audible y un atento escucha. De tal manera, se trans-
formará en recurrente y "pertinente" la información que
brinda y la que va gestando el propio colectivo.
Al equivocarse el momento de las devoluciones, su
monto informativo, la función del "copensor", de impo-
nerse un estilo de aprendizaje o terapéutico, etcétera, es
casi inevitable que los grupos se alienen en el "pegoteo
de la transferencia" o queden peligrosamente sujetados
al ejercicio gimnástico de las interpretaciones.
El abanico de sus consecuencias23 no puede desple-
garse como una totalidad a priori. Pero algunas mere-
cen destacarse con nitidez.
Empastes
Broches
Marzo de 1987.
GREGORIO BAREMBLIT
MODELOS GRUPALES
Pictórico
Item 1 Literario Físico
Item 2
Mítico Químico
Artístico Teatral Biológico
Natural
Cinematográfico Etológico
Psicodramático
Item 3
De instituciones Lingüístico
De organizaciones , Item U Semiótico
Socio-
antropo- De masas Comunicacional
Familiar - Comunitario Psico- Cibernético
lógico-
Histórico sémico Intra e
histórico
intersubjetivo
Matemáticos
Item 5 Geométricos
Estructurales
Formal Sistémicos
Lógicos
Item 1 - Artístico
Modelo Pictórico:
Se ha señalado la vinculación entre la palabra gru-
po y la denominación "gruppo'', dada en italiano para re.
ferirse a conjuntos humanos tal como aparecen represen-
tados en los famosos cuadros renacentistas, en especial
los de temas religiosos (Miguel Angel, Boticelli, Andrea
del Sarto, etc.). Igualmente en post-renacentistas (re-
cuérdese "La reunión de comerciantes" o "La lección de
anatomía"). Algo se ha dicho también acerca de la im-
portancia en la ideación de los modelos sobre el estudio
de los contrastes formales entre las pinturas rupestres
primitiva, las imperiales china, japonesa y siamesa, los
relieves coloreados egipcios y el arte religioso medioeval
y renacentista. Hasta la aparición de la regla áurea y de
la perspectiva, en el Renacimiento, se observa una su-
puesta dificultad técnica por la cual no se conseguiría
representar la simultaneidad sino como sucesión lineal
o dispersión en un plano relativamente abierto. La in-
versión de la convergencia sobre la línea de fuga y su
relación múltiple en los elementos participantes de los
grupos pictóricos y, por consiguiente, se hace posible su-
gerir la interlocución. Se torna localizable un centro que
se desplaza asintomáticamente hacia el fondo dando la
dimensión de profundidad y distribuyendo en su entor-
no las posibles concordancias-discordancias. La dinámica
grupal está planteada en las actitudes corporales, las ex-
presiones faciales, la simetría y la complementariedad del
equilibrio y la composición.
Importancia aún no explotada tiene la posición del
espectador, tal como está esbozada en el análisis que
Foucault hace del cuadro "Las meninas" de Velázquez, o
el de Lacan acerca de la "tela en blanco" de los pintores
abstractos. Cabe, tal vez, atribuir esas diferencias ex-
presivas, no sólo a la creciente disponibilidad de medios
técnicos, sino a diferentes nociones de la grupalidad. En
la pintura primitiva rupestre el plano de sustentación es
la tierra, el tema, la caza y las series de elementos no-
unificados dispuestos en una intemporalidad poli-lineal
y cíclica parecen incluir al grupo espectador doméstico
I como integrante vivo en cuya piel, a menudo, se prolon-
| ga como tatuaje. Algo parecido sucede en el arte impe-
rial pero los elementos, minuciosos y abigarrados, bus-
can un centro inicial, final, nuclear, o dado por el plano
de sustentación mismo que consiste en el monumento o
el palacio despótico. El espectador se supone como ma-
sa, fortuita y pasante, el tema es siempre histórico pero
ordenado en el tiempo ficticio de las dinastías. En esa
línea sería interesante trabajar la grupalidad en el arte
de las grandes civilizaciones. Múltiples conexiones exis-
ten entre esta veta plástica y la del siguiente ítem.
Modelo psicodramático:
A partir de los recursos teóricos de J. Moreno y
otros psicodramatistas se entiende al grupo como al elen-
co-protagonista de una representación teatral. Se habla
de personajes, papeles (roles), acción, representación,
empatia (tele), director de escena, argumento, drama in-
terno, drama externo, sociodrama, monólogo, inversión
de roles, rol-playing, egos auxiliares, etc. La proximidad
y combinaciones entre este modelo el mítico-trágico es
evidente. De todas formas, el modelo psicodramático pa-
rece usar predominantemente instrumentos provenientes
de una concepción aún demasiado antigua, clásica y/o
isabelina del teatro. Sería importante explorar las posi-
bilidades del teatro moderno, el "living theatre", etc.,
como lo hacen Pavlovsky y sus colaboradores.
Item 2 - Natural
Modelo físico:
Modelo etológico:
Item 4 - Psico-Sémico
Para tratar este ítem en el contexto deliberadamen-
te superficial de este trabajo, sentimos la dificultad que
implica tener que exponer el sinnúmero de complejas co-
rrientes de la semiología y la lingüística que han sido
parcialmente importadas a la problemática grupal. Ante
la imposibilidad de hacerlo he optado por tocar exclusi-
vamente la influencia del enfoque comunicacional y el
intra e intersubjetivo, no sólo por ser los más conspi-
cuos sino porque, en general, la incorporación y reformu-
lación de los primeros se ha hecho a través de estos úl-
timos.
Modelo comwticacwnal:
ARMANDO BAULEO
Primer plano
Ultimamente se piensa que la Organización de Ser-
vicios se entrelaza y, en parte, debiera ser una forma de
realización de la prevención. Es decir, en el cómo se
piensa la Organización de Servicios debiera estar inclui-
da una propuesta de prevención y una especie de puesta
en marcha de esa propuesta.
Si pensamos la prevención en tres posibles dimen-
siones :
a) Como posibilidad de concientización de las con-
diciones de existencia y de aclaración sobre las
necesidades de la población;
b) Una dimensión de proyecto, es decir de modelos
alternativos de atención, de educación, de bien-
estar social.
Estas dos dimensiones son las que están en
los contenidos de los programas de Educación Sa-
nitaria, o en propuestas educativas, o en ciertas
líneas programáticas políticas o en ciertas prác-
ticas psicoprofilácticas;
c) Esta tercera dimensión es de realización, en la
cual no se enuncia la propuesta sino que la orga-
nización de la institución habla de por sí de las
intenciones previstas o de la concretización de
estas intenciones.
En el cómo se organiza o se institucionaliza una pro-
puesta se encuentra el tipo de respuesta racionalizada
sobre la visión que se tiene de ciertos problemas y el
modo de encararlo.
Sólo señalo que, en Buenos Aires, en 1965, fue Ble-
ger quien creó la Psicohigiene como una nueva reflexión
sobre la prevención y la higiene mental. Se estructuró
una cátedra en Psicología en la cual él fue el Profesor
Titular y yo tuve el honor de ser su Jefe de Trabajos
Prácticos.
Segundo plano
Tercer plano
Cuarto plano
De reflexiones e interrogantes.
Quinto plano
Sexto plano
MARTA D E BRASI
2 El subrayado es mío.
3 P. Roustang, Un funesto destino, Colección La Red de Jones,
Ed. Poemia Editora, México, 1980.
Es así que enunciar una institucionalización, a par-
tir de Freud, involucra "una psicología que se colecti-
viza" cuya lengua habla a través de lapsus o síntomas,
formaciones que también emergen con insistencia permi-
tiendo una lectura sintomal del proceso de instituciona-
lización.
Más de una vez se ha pensado a las disidencias, en '
sentido negativo, como momento disgregante solamente,
por sus efectos de resquebrajamiento en el aparato insti-
tucional, tratando de negar que algo de lo reprimido se
manifiesta a través de ellas.
Por otra parte quisiera subrayar que las disidencias
tienen sentidos contradictorios, ya que si claramente son
oposiciones al proceso de institucionalización no siempre
tienen postulaciones teóricas contrarias al pensamiento
freudiano.
Sin intentar presentarlas como cuadros puros, pode-
mos señalar que se relacionaban con el movimiento in-
trínseco de la institución (circunstancias internas a la
estructura organizacional), otras con el cuerpo teórico o
con las prácticas (situación de inserción de las mismas
o de técnicas), otras veces tratan de las relaciones de la
Asociación con otras estructuras institucionales (disiden- i
cias ideológicas).
Si continuamos reflexionando sobre los sentidos con-
tradictorios (y/o contrastantes) podemos ubicarlas, co-
mo portadoras de ese efecto Horda, siempre trasgresivo,
que a su vez nos trae algo de lo original o, también, como
fuerza instituyente que impacta en lo instituido; o de
revigorización de temáticas en sus instancias teórico-
prácticas.
Podríamos preguntarnos, en este momento, por el
sentido que adquiere la disidencia, cuando comienzan a
resquebrajarse las nociones de ortodoxia y heterodoxia;
tanto fuera como dentro de la institución. Cada núcleo •
>
alberga ambas nociones. Algunos de esos núcleos esti-
pulan caminos de investigación abiertos, proporcionados
por la inserción de ellos en diversos contextos institu-
cionales. <
Tendría que desarrollar ahora el segundo tema; el
que se refiere a la relación entre el proceso de institu-
cionalización y situación clínica.
Partiré de algunos temas que a repetición (o a re-
producción) se manifiestan cada tanto en las institucio-
nes analíticas. Uno de ellos es el setting. El encuadre
es una de las cuestiones candentes cuando se trata de
observar la relación entre institucionalización y situa-
ción psicoanalítica.
Después de una cierta sistematización que ordenaba
el discurso psicoanalítico, una serie de autores trataron
de señalar los alcances del funcionamiento del encuadre.
En esta última época fueron Winnicott y Bleger
quienes, de nuevo, se hacen cargo de un cierto enunciado
alrededor del mismo.
Con Winnicott, encontramos que el marco analítico
es como una simbolización.
Es necesario ubicar un holding, especie de conti-
nente o mejor un sostenedor como situación recreativa
simbólica del holding primitivo entre madre-hijo.
Se establece la dialéctica del "dentro fuera" de se-
sión; es decir, de la sesión con respecto al externo y de
la sesión con respecto al paciente.
Bleger nos invita a un psicoanálisis del encuadre
analítico. Es ahí donde se depositará la parte psicótica
de la personalidad. Pero, de esta forma, Bleger se hace
cargo de una convergencia en él de Winnicott, Bion y
E. Jaques.
Será justamente, este último, quien plantea la fun-
ción de las instituciones como defensas frente a las an-
siedades psicóticas.
Bleger también señalará la convergencia en el setting
de los procesos de institucionalización (el mismo "será
una institución") y de su función defensiva (y de sos-
tén) de la parte desorganizada de la personalidad.
¿Doble o triple proceso de institucionalización?
Otra cuestión, en la situación clínica, aparece alre-
dedor de lo que denominaremos "plus" de idealización
dado por las estructuras institucionales de parte de quie-
nes participan en ellas. El "plus" se debe a la relación
o a las múltiples relaciones cruzadas de analista-anali-
zado pertenecientes, ambos, a la misma sociedad.
"Plus" dado desde lo institucional y que, en ambos,
provocan distintos efectos, en el analista sus "puntos
ciegos" (Stekel, citado por Freud) para interpretar ese
encandilamiento.
Se abren aquí una serie de otros problemas como la
transferencia (dentro y fuera de las instituciones).
Para finalizar, puede parecer casi una ironía la que
unió en distintos momentos el puntó a con b, de la si-
guiente manera:
Se presenta la disidencia como una horda y no como,
a mi manera de ver, es "efecto horda" (mala interpre-
tación antropológica), o se presentaba a la disidencia
como actings, reacción psicopática o intelectuación (ma-
la interpretación psicopatológica).
Ambas interpretaciones como es de suponer se efec-
tuaban desde la oficialidad institucional.
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COLECCION "RESPUESTA"
COLECCION "PERSPECTIVAS"