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Colección: "PROPUESTAS"

Directores de la colección:
Eduardo Pavlovsky (Coordinación General)
Hernán Kesselman, Gregorio Baremblitt
y Juan Carlos De Brasi

Primera edición: octubre de 1987

© AYLLU S. R. L.

Sede: Defensa 786


1095 Buenos Aires
Postal: Casilla 227, Suc. 1
1401 Buenos Aires - Argentina

Todos los derechos reservados


impreso en la Argentina
Hecho el depósito que marca la ley 11.723

i.S.B.N. 950-560-049-6
H. Kesselman - E. Pavlovsky - G. Baremblitt
J. C. De Brasi - A. Bauleo - M. De Brasi

LO GRUPAL 5

EDICIONES BUSQUEDA

BUENOS AIRES _ ARGENTINA


INDICE

Prólogo, Luis Herrera y Marcelo Percia 9


La obra abierta de Umberto Eco y la multiplica-
ción dramática, H. Kesselman, E. Pavlovsky y
L. Frydlewsky 17
Las identidades fragmentadas. La mayoría silen-
ciosa es sensible al discurso del poder, Eduar-
do Pavlovsky 29
Desarrollos sobre el Grupo-Formación, Juan Carlos
De Brasi 33
Revisión sintética y comentarios acerca de los mo-
delos grupales, Gregorio Baremblitt 67
Interrogantes surgidos cuando se realiza una orga-
nización de servicios, Armando Bauleo 91
La institucionalización del análisis, Marta De Brasi 101
PROLOGO
(Logos en pro de lo grupal)

" E l prólogo, cuando son propicios los astros,


no es una forma subalterna del brindis, es una
especie lateral de la crítica."

J . L . BORGES

LUIS HERRERA
MARCELO PERCIA

I. Inmersos en la problemática grupal, no tragados


por los grupos, nuestro interés por estas prácticas no de-
be entenderse al pie de la letra como provecho o ganan-
cia. Valoramos lo grwpal y conocemos que en ciertas con-
diciones los grupos se muestran como un espacio posibi-
litador de la producción colectiva. Pero, ¿cómo dar cuen-
ta de estas condiciones que designamos como "ciertas"?
Lo grupal necesita fundar su propia crítica', de lo
contrario, las experiencias grupales corren un riesgo: no
pasar de las gesticulaciones artesanales a un trabajo de
producción reflexionada.
La escritura sobre lo grupal no interesa si reincide
en un mito cierto e idéntico a sí mismo, pero importa si
rescata las prácticas grupales a partir de la interroga-
ción de sus actos. Al fin de cuentas nada está más lejos
de lo grupal que los dogmas de grupos y nada más cerca
de nuestro proyecto que las rupturas de dogmas que las
acciones colectivas pueden provocar.
II. Concomitante con el dogma vamos a hablar de
la manipulación, porque junto a las idealizaciones obran
los liderazgos.
Si buscamos un modo de lo grupal en la literatura
argentina, en la escritura de Arlt se sanciona uno que
guarda relación con lo que queremos plantear: el de la
sociedad secreta. En un pasaje de Los siete locos, el As-
trólogo presenta esta imagen:
—"¿Manager de locos . . . ? Esa es la frase, quie-
ro ser manager de locos, de los innumerables genios
apócrifos, de los desequilibrados que no tienen en-
trada en los centros espiritistas y bolcheviques...
Estos imbéciles... y yo se lo digo porque tengo ex-
periencia... bien engañados..., lo suficientemente
recalentados, son capaces de ejecutar actos que le
pondrían a usted la piel de gallina. Literatos de
mostrador. Inventores de barrio, profetas de parro-
quia, políticos de café y filósofos de centros recrea-
tivos serán la carne de cañón de nuestra sociedad."

¿Por qué esta cita de Arlt para retomar el problema


del liderazgo en los grupos? Porque no hay en sus enun-
ciados ni un afán moralizante ni una propuesta de co-
rrección. Hay sí una creencia en el poder colectivo, pero
ese poder es para el Astrólogo "una montaña de carne
inerte" que espera una religión y su santo.
En esta visión de Arlt se dice sin eufemismos una
de las series fundantes de la tensión que se trabaja en
el pensamiento grupal argentino: manager de locos / im-
béciles. .. bien engañados. La otra es la que se trata de
elucidar ahora: coordinación de grwpos / producción co-
lectiva.
¿Se pueden trascender las márgenes de las idealiza-
ciones que, al cabo, siempre encuentran sus multitudes?
¿Es posible la producción colectiva de un saber? ¿Puede
pensarse en la indagación grupal el sentido que se per-
sigue en cada sujeto?
Particularicemos; estas preguntas apuntan a la cues-
tión del trabajo clínico en situación de grupo, porque si
lo grupal es problemático no es excusa para cultivar su
ignorancia.
Exaltemos aún más nuestro problema. Advertimos
algunos de estos efectos grupales: las adherencias, las
ilusiones unificantes, las homogeneizaciones según un
ideal, las masificaciones violatorias de la singularidad,
los miniteatros para los espectáculos del narcisismo, los
liderazgos que encuentran a sus seguidores, las ortodo-
xias, la intolerancia de las diferencias, las manipulacio-
nes. ¿Son las cargas, "defectos", estigmas que ponen en
inferioridad de condiciones a los grupos? Para esos ca-
sos hay en nuestro lunfardo un significado que la pala-
bra grupo connota: mentira, engaño.
Cierto; si se piensa en el "lado flaco" de lo grupal,
los grupos pueden situarse en el lugar del ideal y SUJ
efectos ser indeseables. Pero este pensamiento pronto en-
cuentra su callejón sin salida, si los grupos son nocivos,
la atomización (en su figura extrema, hacer un grupo
para cada cual) torna imposible cualquier idea de pro-
ducción colectiva.
Acortemos las distancias para marcar nuestra direc-
ción: la interrogación sobre la posibilidad de una pro-
ducción colectiva tiene su nacimiento en la decadencia de
las prácticas manipuladoras y masificantes.
Primera paradoja de lo grupal. Los grupos se pro-
ducen en dos sentidos a la vez: falsificaciones, mutacio-
nes de las singularidades en una pluralidad de rebaño;
o creaciones, espacios de una producción del colectivo.
En el centro de esta paradoja se ubica la figura del
coordinador de grupos. Nunca se habrá dicho lo sufi-
ciente sobre su lugar. Es que con las paradojas sucede
lo mismo que con los laberintos: se sabe cómo se entra
pero casi nunca cómo se sale. La institucionalización del
lugar de la coordinación en un grupo está dentro de nues-
tro cuestionamiento. Hace poco alguien recordaba una
interrogación de Pichón que si se piensa bien no tiene
límites: "¿Qué coordina el coordinador?"
Existe una coincidencia que es general: si decimos
que la función del coordinador en un grupo es posibili-
tar las condiciones de producción grupal, es porque sabe-
mos que la coordinación puede interferir este mismo pro-
pósito.
Pero la diferencia entre posibilitar e interferir, aun
cuando parezca abismal en la escritura, en el trabajo co-
tidiano se expresa como un borde, una orilla a la que
rara vez se llega.
III. La crítica del lugar de la coordinación en los
grupos afecta todos los actos en que se pone en juego su
función.
La lectura es el acto del que nos ocuparemos ahora.
Visto más de cerca, uno de los componentes de la inter-
ferencia del coordinador en la producción grupal se en-
cuentra en su preocupación por descubrir significados en
el decir en grupo. Pareciera que en nosotros subsistiese
una obsesión, común entre los psicoanalistas de la déca-
da del setenta: la deducción de significaciones por analo-
gías-, procedimiento por medio del cual el recorrido igno-
rado que se abre a lo múltiple es acotado por la ilusión
de certeza que brindan las semejanzas. Un ordenamien-
to conforme a..., que tranquiliza y deslumhra tanto a
integrantes como a coordinadores. De esta práctica de
lectura deviene una modalidad de relación con el coordi-
nador que prefigura dependencia y sometimiento.
Así, por tomar un ejemplo, en un grupo de padres
que concurren con sus hijos a un tratamiento impuesto
por la escuela, uno de los integrantes registra y hace co-
mentarios sobre el ruido que hace un camión de Manliba
que pasa por la calle. El coordinador encuentra la opor-
tunidad para trazar una relación ya en él constituida: a
través de este "emergente" se expresa un sentimiento co-
mún de culpa, estos padres se sienten como "basura" fren-
te al fracaso escolar de sus hijos.
Pero como se advierte, el universo de estos pareci-
dos, de estas figuras comunes, presentan coincidencias
que, como gustaría decir a Filiberto Hernández, son tan
pobres "como la de haber acertado sólo una cifra de las
que tuviera un billete premiado".
Segunda paradoja de lo grupal: crear condiciones
para una producción grupal conlleva siempre un efecto
perturbador, lo que acontece nunca está prefigurado de
antemano. No hay lectura anticipada de ese producto.
Sí puede haber, es lo deseable, un proceso de deslectura
creativa, de interrogación productiva de sentidos.
No abundan en la escritura sobre lo grupal experien-
cias que profundicen esta dirección de pensamiento. -Es
en las prácticas de 'multiplicación dramática' donde se
esboza mejor nuestro interrogante: ¿Es posible una pro-
ducción colectiva sin conducción? ¿A través de la asocia-
ción de escenas se crean condiciones para un trabajo en
el que la singularidad tiene oportunidad para manifes-
tarse como desvío o inflexión del sujeto y lo plural como
la construcción de un saber sin centros?
Por ahora es momento de reiterar: no hay una sig-
nificación que el coordinador deba encontrar. No hay
mapas ni guías que garanticen su saber; la brújula está
rota, la orfandad es cierta. Participamos de la produc-
ción de sentido en el trabajo grupal. Pero si una produc-
ción grupal es primero eso, una producción y no solamen-
te repetición, réplica, reproducción, fatalidad de signifi-
cación, entonces, la lectura de esta producción debe en-
frentarnos a la inauguración de un texto. Lectura como
producción de un saber en grupo y no como recorrido
visual de lo ya escrito.
IV. La respuesta del Astrólogo:
" — ¿ y usted no admite que pueda equivocarse?
" — S í . . . ya lo he pensado, pero procedo como si
estuviera en lo cierto. Además una sociedad secre-
ta es como una enorme caldera. El vapor que pro-
duce puede mover una grúa como un ventilador..."

Contra lo previsible el astrólogo de la novela cultiva


la mentira. Finge la certeza y sabe que los grupos ha-
cen el resto: instituyen y diseminan la apariencia de
una verdad.
Uno de los equívocos que en nuestro país flanqueó
lo grupal fue su relación con el psicoanálisis. Hasta el
momento siempre se intentó legitimar las prácticas gru-
pales localizándolas en lo cierto: el psicoanálisis.
En un trabajo reciente registramos esta anécdota.
Un equipo que pertenece al servicio de psicopatología de
un hospital general es presionado por la dirección a plan-
tearse la cuestión grupal. Los criterios del jefe están
fundados en la eficacia y el rendimiento del servicio. El
problema de los jóvenes profesionales: ¿Cómo realizar
una práctica en la que no creen y que "sienten" inferior
al psicoanálisis?
Hay numerosas pruebas de este conflicto. Se ha na-
turalizado, en un sector importante del campo "psi" un
"sentido común" que dice de los grupos: "Eso no es psico-
análisis. . . entonces no nos interesa." Por su lado algu-
nos directivos de las instituciones asistenciales se expre-
san con un criterio "práctico": "Hay que hacer grupos
y satisfacer la creciente demanda de atención con meno-
res recursos humanos."
La anécdota ilustra cómo se realiza en ambos casos
una equívoca relación con lo grupal. Para los primeros
los grupos son desechados en nombre del psicoanálisis
pero lo grupal ni siquiera es interrogado. Para los se-
gundos los grupos son vistos como una técnica de masas,
la conducción de grupos para el rendimiento institucio-
nal. Pero esta idea, más cercana a la regimentación de
las consultas individuales, desconoce —y llegado el mo-
mento intenta conjurar o coagular— lo grupal como es-
pacio inquietante de producción colectiva.
... Corresponde agregar que este clima general se diver-
sifica y admite muchas formas e implicancias relaciona-
das, entre otras cosas, con la coyuntura político-social
que se inaugura en 1983. En salud mental ésta implicó
practicas inéditas, procedimientos anómalos y recupera-
ción de experiencias de la década anterior. En este mar-
co, la necesidad de pensar la cuestión grupal se dibuia
con mayor nitidez. Ya no se trata de la anécdota de tal
o cual servicio, sino de la presencia concreta de múltiples
practicas en reemplazo de rituales tradicionales muchas
veces inapropiados. Que se entienda bien: en las expe-
riencias institucionales suelen ser tan inaplicables el psi-
coanálisis como la clínica grupal ideada en los consulto-
rios privados.
Hay un componente propio de esta reflexión. Ya no
se trata de justificar o legitimar la función de los psico-
analistas en los grupos, tampoco de discursear sobre sus
beneficios terapéuticos, sino de algo mucho más tangible
que se insinúa en las prácticas actuales: la disolución de
las certezas.
Para retomar los términos de la polémica: ¿La vali-
dez o invalidez de lo grupal depende de la relación entre
el psicoanálisis y los grupos o de las necesidades institu-
cionales que quieren utilizar grupos como un recurso eco-
nómico?
Vamos por partes. Si bien decimos que el psicoaná-
lisis no necesita de lo grupal y señalamos la inutilidad
de los esfuerzos y malabarismos por certificar lo grupal
por medio del psicoanálisis, también sostenemos que nues-
tra formación analítica impregna positivamente nuestros
actos clínicos. Del mismo modo, lo grupal tiene sentido
en las instituciones si logra sortear las trampas de la ma-
nipulación y normativización colectiva.
Desde nuestra perspectiva lo grupal es la oportuni-
dad de pensar una producción intersubjetiva no única-
mente centrada en lo imaginario sino también como for-
ma de creación imaginante que los acontecimientos co-
lectivos, no conducidos, pueden provocar.
El esfuerzo por reconocer la particularidad de lo
grupal no tiene que ser confundido con el desconocimien-
to del psicoanálisis, ni con la oposición o con el mero
desplazamiento de sus ideas. Estas aproximaciones no
cumplirán su meta si imitan los gestos de la descalifi-
cación, la pelea o las mudanzas. La crítica se antepone
a la construcción de otra mitología. Se propone la eluci-
dación de las prácticas grupales médiante la puesta en
cuestión y no en la inhibición de sus acciones.
V. Ya es tiempo de decir que la preocupación por
la existencia de los grupos es vana. Se trata de dar
cuenta de la insistencia de lo grupal. De ocuparnos del
cómo, estilos, maneras de ser y condiciones de produc-
ción de esa insistencia.
Para terminar. Lejos del cielo, palpando el contorno
de los grupos, este prólogo alcanza su justificación al ubi-
car a la crítica como su interés central.
Si todo texto tiene su prólogo —escrito o ima-
ginado— que lo enuncia, todo prólogo conlleva, entonces,
la peculiaridad de un trastocamiento: un "después" si-
tuado antes que un "antes", la "voz" que nombra antes

í
que el cuerpo" que la emite. Abolición de categorías
temporales que da cuenta de un continuum que nm im-
porta: La recuperación de un horizonte político y la per-
severancia en una práctica de la escritura: Lo Grupal 5

Buenos Aires, julio dé 1987.


LA OBRA ABIERTA DE UMBERTO ECO
Y LA MULTIPLICACION DRAMATICA

H. KESSELMANN
E. PAVLOVSKY
L . FRYDLEWSKY *

Luis Frydlewsky nos comentaba en 1980 que existía


una relación entre la manera de concebir una sesión de
psicoterapia dramática grupal y ciertas formulaciones es-
téticas que yo había sugerido en Reflexiones sobre el pro-
ceso creador1.
Se refería a ciertas concepciones sobre la dinámica
del grupo de los ensayos y sobre la dialéctica autor-
director-actor-público en el teatro.
En una de sus formas de trabajo Frydlewsky comen-
taba que, cuando un paciente traía un conflicto a sesión,
él llevaba al paciente a una dramatización descriptiva2
recurriendo a todos los recursos dramáticos. Una vez fi-
nalizada la dramatización cada integrante pasaba enton-
ces a multiplicar dramáticamente la escena original3

* Hemos decidido incluir a Luis Frydlewsky en este artículo,


porque las ideas de Luis (fallecido en 1984) son recreadas perma-
nentemente por nosotros dos en todas nuestras ideas sobre Clínica
Grupal.
1 E. Pavlovsky, Proceso Creador. Terapia y Existencia, Edi-
ciones Búsqueda, 1981, Buenos Aires.
2 Moccio-Martínez-Pavlovsky, Psicodrama, cuándo y por qué
dramatizar, Ediciones Búsqueda, 1986, Buenos Aires.
3 Kesselman-Pavlovsky-Frydlewsky, Escenas temidas del coor-
dinador de grupo, Ediciones Búsqueda, 1984. Multiplicación dramá-
tica: técnica grupal donde cada integrante. improvisa una escena
como efecto de la resonancia que le produjo la escena original.
transformándola en una producción dramática realizada
por varios "autores".
El llamaba producción dramática a todo el proceso
dramático (escena original descriptiva más multiplicación
dramática grupal). Los comentarios giraban en torno
a la producción dramática como un todo.
Lo individwal del paciente se fundía en la producción
dramática. Lo analizado era la producción del grupo y
no sólo el conflicto individual de la dramatización "des-
criptiva".
Según Luis, esa forma de trabajo le permitía al pa-
ciente —despojado literalmente de una escena original4—
una visión más amplificadora de su conflicto y una aso-
ciación más enriquecedora en el grupo.
La dramatización inicial del paciente (dramatización
descriptiva) era denominada texto escrito* y la produc-
ción dramática texto dramático.
Texto escrito por el paciente, en su dramatización
descriptiva; de su autoría, relato dramático de su con-
flicto.
Texto dramático sería la suma global de lo drama-
tizado. El texto dramático era el atravesamiento de la
escena original por las múltiples subjetividades de los
integrantes a través de la multiplicación dramática.
El conflicto inicial era despojado-recreado-transfor-
mado... por las multiplicaciones..
La estética atravesando la psicología.
El conflicto inicial se dispersa en las subjetividades
del grupo.
Sosteníamos con Luis, que en la escena original del
protagonista están inscriptas las posibilidades de las mul-
tiplicaciones grupales y decíamos que la escena original
era una escena "abierta".
Intentemos ahora encontrar algunas semejanzas con
las apreciaciones de Umberto Eco, en su libro Obra abier-

4 Escenas temidas del coordinador de grupos. Misterio de los


grupos.
5 Apuntes para una obra de teatro: Prólogo de Pablo y El Sr.
Galíndez, Ediciones Búsqueda, 1986, Buenos Aires.
ta6: "En tal sentido el autor produce una forma con-
clusa en sí misma con el deseo de que tal forma sea
comprendida y disfrutada como él la ha producido, no
obstante en el acto de reacción a la trama de los estí-
mulos y de comprensión de su relación, cada usuario
tiene una concreta situación existencial, una sensibilidad
particularmente condicionada, determinada cultura, ges-
tos, prejuicios personales, de modo que la comprensión
de la forma originaría se lleva a cabo por cada reacción
individual.
En el fondo la forma es estéticamente válida en la
medida que puede ser vista y comprendida según múlti-
ples perspectivas y manifestando una riqueza de aspec-
tos y resonancias sin dejar nunca de ser ella misma.
En tal sentido, pues, una obra de arte, forma com-
pleta y cerrada, en su perfección de organismo perfecta-
mente calibrado, es asimismo abierta, posibilidad de ser
interpretada de mil modos diversos sin que su irrepro-
ducible singularidad resulte alterada. Todo goce es una
interpretación y una ejecución puesto que en todo goce
la obra revive en una perspectiva original" (U. Eco).
La multiplicación dramática no podrá realizarse sino
a través de la forma de la escena original descriptiva
(sobre el texto escrito).
No hay multiplicación en el vacío. Hay multiplica-
ción sobre forma.
La estructura de la forma es la malla del lenguaje.
Según Luis, el paciente se modifica sólo si es multi-
plicado o atravesado literalmente por las subjetividades
de los integrantes del grupo.
El estado creativo del grupo en el proceso de la
multiplicación dramática es en sí un proceso terapéutico.
"La curación es el estado creativo que se instala en el
grupo y que produce las multiplicaciones como flujo de
escenas." 7
"No hay cura, sino en el grupo, lo demás es soporte

6 Umberto Eco, Obra abierta, Editorial Ariel, 1985, Barcelona.


7 L. Frydlewsky y E. Pavlovsky, "Sobre dos formas de com-
prender del coordinador grupal", Lo Grupal 1, Ediciones Búsqueda,
1983, Buenos Aires.
transferencial ilusorio. No hay objetividad de a dos, no
hay acceso al orden simbólico, los dos están apresados.
La ilusión es creer que uno de los dos puede estar fuera
de la malla fantasmagórica que los envuelve" (Luis Fryd-
lewsky, 1980).
Es interesante la observación: El grupo como ilu-
sión, ¿o la relación bipersonal como recreación perma-
nente de una gran ilusión?
En el grupo hay siempre versiones subjetivadas.
Versiones de versiones. Lo que puede modificar o trans-
formar, son diferentes versiones subjetivadas de una es-
cena, nunca una sola versión objetiva. Nadie objetiva
a nadie.
La escena original es una vacilación, un desconcierto
en un universo becketiano.
Ño hay sentido único en esa vacilación. La escena
original es una escritura vacilante, a tientas, en la os-
curidad.
"Escribir quiere decir hacer vacilar el sentido del
mundo, plantearle una interrogación indirecta a la cual
el escritor, por una indeterminación última se abstiene
de responder. La respuesta la da cada uno de nosotros al
aportar su historia, su lenguaje, su libertad; sin embargo,
ya que historia, lenguaje, libertad cambian hasta el infi-
nito, la respuesta del mundo al escritor es infinita, nunca
se deja de responder a lo que se ha escrito más allá de toda
respuesta. Primero se afirma, después se entra en con-
tradicción, se sustituyen los sentidos, pasan, subsiste la
pregunta... para que se cumpla el juego es necesario
que la obra sea verdaderamente una forma y designe un
sentido incierto y no cerrado." 8
Cuando hablamos de grupo, hablamos de personas o
de lugares psicosociales atravesados por parámetros múl-
tiples (económicos, políticos, ideológicos, etc.).
Yo en teatro no escribo desde personajes con silue-
ta propia, sino que los personajes circulan por lugares
diferentes temporo-espaciales donde hablan, o son habla-

8 Roland Barthes, Avant propos, Sur Racine, Seuil, 1)963,


París.
das por conglomerados de voces. La identidad es múlti-
ple fragmentada. No hay discurso que no sea literal-
mente atravesado por varios otros discursos.
Me interesa la vacilación del lenguaje, la poca fir-
meza de su estabilidad, donde el personaje pueda caer
S vacío en cualquier instante, como los personajes de
Becket (sólo que en el genio de Becket siempre están
en el vacío). ¿La psicoterapia no es vacilación per-
nisncntG ^
Veamos lo que dice Strindberg en el prólogo de la
Señorita Julia: " Y a mis almas (ser e ñ e r e a sus pjsona
íes de teatro) son conglomerados de grados de civiliza-
ción Asados y actuales, de retazos de libros y penodicos
de trozos de seres humanos, pedazos arrancados a ropas
de fiesta que se han convertido en a n d r a j o s exactemente
como se van juntando las piezas del alma (¿Deleuze,
Guattari?). . ,
"Entre las recientes producciones de música instru-
mental podemos notar algunas composiciones marcadas
por una característica común: la particular autonomía
ejecutiva concedida al intérprete, e1 cual no solo es Ubre
de entender según su propia sensibilidad las indicac o-
nes del compositor (como ocurre en la
nal) sino que debe intervenir francamente en la forma
de la composición determinando a menudo la duración de
las notas o la sucesión de los sonidos en un acto de im-
provisación creadora" (Stockhausen; Obra abierta, U.
Eco).
El autor ofrece al usuario, en suma, una obra por
acabar: no sabe exactamente de qué modo la obra podra
ser llevada a su término, pero sabe que la obra llevada
a término será, no obstante, siempre su obra, no otra y
al finalizar el diálogo interpretativo se habra concretado
una forma que es su forma, aunque esté organizada por
otro de un modo que él no podía p r e v e r completamente
puesto que él había propuesto las posibilidades de trans-
formación en el original. .
Es interesante lo de la forma donde están inscriptas
las posibilidades donde el improvisador actúa.
Tiene que haber forma, que es la escena original en
psicodrama, en esa escena están inscriptas las posibili-
dades de encontrar otras escenas. La escena original con-
tiene en su misma estructura las futuras escenas impro-
visadas y las escenas de la multiplicación dramática tam-
bién contienen la singularidad de la original, pero orga-
nizada de otro modo, vista desde otros ángulos, mirada
desde otro punto de vista 9 .
Es interesante la similitud de la concepción de Eco
en Obra abierta y la nuestra de multiplicación dramática
(Kesselman, Pavlovsky y Fridlewsky).
Eco dice en Obra abierta: "En el fondo la forma es
estéticamente válida en la medida en que puede ser vista
y comprendida según múltiples perspectivas manifestan-
do una riqueza de aspectos y de resonancias sin dejar
nunca de ser ella misma (la obra original)... el texto
pretende estimular de una manera específica precisa-
mente el mundo personal del intérprete para que él sa-
que de su interioridad una respuesta profunda elaborada
por consonancias..."
Nosotros en escenas temidas hablamos de escena te-
mida original consonante y escena resonante que origina
la multiplicación dramática.
Es interesante la similitud de los términos: conso-
nancia-resonancia-multiplicación que provienen en un ca-
so de una teoría de la estética y en nuestro caso de la
experiencia clínica.
Veamos otra similitud entre la concepción estética
de la Obra abierta y nosotros: Apuntes para una obra de
teatro (Prólogo de Pablo, Ed. Búsqueda) :
"Cuando digo apuntes no quiero decir que en Pablo
no exista una obra de teatro. Estoy convencido de que
hay varias posibles lecturas que no dependen de la ma-
yor o menor agudeza del lector o del crítico, sino del
'desentrañamiento' que director y actores deseosos de tra-
bajar el material redescubran. No será entonces la mi-
9 Carlos Martínez Bouquet, Fundamentos para una teoría del
psicodrama, Editorial Siglo X X I , 1982, BuenosAires.
rada del lector lo que dará vida a la versión de Pablo,
sino la del grupo de director-actores que 'atraviesan' la
letra. La multiplicidad de sentidos de Pablo encontrará
tal vez un grupo, el eje mayor o super-objetivo por donde
transitará la línea dramática fundamental."
Pero esta línea dramática fundamental no surgirá
de la lectura de la obra, sino a través de la acción.
Mediatizaciones subjetivadas de director-actores que
penetren la malla de la letra.
La letra final no está escrita. Si letra final es "letra
de puesta". Cada puesta tiene su lenguaje específico.
Aunque letra no sea discurso sino imagen, que recrea
otro discurso al ser mirada.
La acción dramática sobre lo escrito dará lugar a
otras escenas inscriptas sólo como posibilidad en el texto.
La escritura da lugar a la búsqueda de otras escenas
a re-descubrir. Están debajo de lo escrito. Lo bordean.
Digo: En el texto están las posibilidades de encon-
trar otras escenas. Se dirá que hay demasiada anarquía
o que se pierde la estructura.
Digo que hay estructura, que es la malla del len-
guaje del texto escrito.
Lo que deseo es que esa malla sea saltada acrobáti-
camente por actores con ganas de saltar al vacio para
encontrar la melodía singular donde cada uno debe es-
cucharse".
Hay texto pero texto con vacíos.
Listo para ser transgredido.
Auguro el placer erótico de esa transgresión.
La malla intersticial es la palabra escrita.
Pero hay que saltar al vacío,
por sobre la malla o entre la malla.

¿Quién escribió lo que estoy viendo?


La obra la escribe el autor, la re-descubre el actor,
la totaliza el director...
Busquemos la palabra dramática obstruida por la
palabra escrita. Pero el texto no se re-escribe, se reins-
cribe de múltiples sentidos, aprisionados en el texto orí-
gmal... 1 0
"Es preciso evitar que un sentido único se imponga
de golpe" (Mallarmé).
Volvamos a Eco: "La poética del asombro, del ingenio
de la metafora, tiende en el fondo, más allá de su expe-
riencia bizantina, a establecer esta tarea inventora del
hombre nuevo que ve en la obra de arte no un objeto
lundado en relaciones evidentes para gozarlo como her-
mosa, sino un misterio a investigar, una tarea a perse-
abferta) e s t i m u l ° a la v i v a c i d a d de la imaginación" (Obra
Lo que no se soporta en el proceso de creatividad
es el enfrentamiento con la ambigüedad, el caos, o la fal-
ta, o la castración.
Toda obra abierta es ambigua, lleva inscripta esa
necesaria ambigüedad para ser invadida por los multi-
sentidos que la deben atravesar (económicos, deseantes,
políticos, ideológicos).
¿La multiplicidad dramática es el recurso dramático
de la transversalidad?
Pero la obra permanece en su esencia a pesar de ser
completada por los intérpretes libremente del mismo mo-
do que la escena original en psicodrama permanece en su
esencia despues de la producción dramática del grupo
Sólo que atravesada...11
"Estas obras musicales (abiertas) consisten no en
un mensaje concluso y definido, no en una forma orga-
nizada unívocamente, sino con la suficiente ambigüedad
para que exista la posibilidad de que el intérprete que la
goce esteticamente pueda variarla de varias organizacio-
nes con caminos diferentes" (Obra abierta, U. Eco)
«hn J S w í f 5 r e s t a s u e . s c e n a p a r a <lue 1(>s mediadores
inventen desde su propia óptica subjetiva otras "esce-

Kesselman-Pavlovsky-Frydlewsky, La multiplicación drama-


grSat i m Maíricl" psicoteraPia Profunda, Clínica y análisis

formación V l ° V S k y " K e S S e I m a n ' Multiplicación dramática. Talleres de


ñas", otras "intenciones", hasta otras particularidades,
y "sentidos" a los personajes.
Se podría decir que la subjetivación parcial de tan-
tos mediadores despoja el sentido de "objetividad" de la
intencionalidad primera del autor.
Una idea, una intención, que parte de la objetivación
de una persona es literalmente apoderada por múltiples
subjetividades interrelacionadas entre sí.
El autor se siente robado. Ha sido presa de una vio-
lación múltiple que lo aleja de un sentido inicial.
La obra no lo representa. El producto final no le
pertenece.
Su propiedad privada ha sido desquiciada. Plurali-
zada en varias singularidades.
Pero con todo una mirada final, desprovista de algún
resto de su herida narcisística podría encontrar en la obra
un efecto tan maravilloso como insólito, siempre y cuan-
do, lo adelantamos, acepte la pérdida de su omnipotencia
literaria, de su pequeña ilusión de creador individual.
Si así fuera, aceptaría saber que no está solo. Podría
descubrir que eso que está enfrente de él no es un des-
pojo, no es un robo, sino simplemente su propia obra
llevada a la exaltación (no es otra obra, es la misma obra
de-formada, atravesada, pero conservando su singularidad
creativa).
El espejo cóncavo de las mediatizaciones subjetiva-
das, redescubre en su obra una pluridimensionalidad de
la que carecía el boceto original... 12
Nuestro trabajo clínico en los grupos nos ha llevado
a pensar permanentemente el espacio grupal como un
campo apto para la re-creación de conflictos, pero ocurre
que la re-creación de conflictos es también para nosotros
producción estética. Placer estético. De lo siniestro a lo
maravilloso (Pichón-Ri viere).
Relacionábamos ya en 1966 el espacio de los grupos
terapéuticos infantiles con una doble funcionalidad, lu-
gar para analizar las repeticiones regresivas de la trans-
12 Kesselman-Pavlovsky, " E l análisis didáctico grupal", Clínica
Grupal 2, Ediciones Búsqueda, 1980, Buenos Aires.
ferencia y un lugar superador que lo relacionábamos con
el proceso creador, lugar de creación permanente en la
recreación de conflictos infantiles.
Una dramatización podía también ser bella.
Un conflicto podía ser re-creado por él grupo en una
versión de una historia de ficción o en una historia fan-
tástica.
Recuerdo siempre cómo del relato de un niño enuré-
tico, el grupo dramatizó una escena de "inundación de
un barco", donde el niño "enurético" se hacía cargo de la
tripulación (a la pareja coterapéutica) para "salvarlos"
del naufragio.
Independientemente del contenido inconciente repa-
frente a la pareja parental, la escena tenía por sus carac-
terísticas, en cuanto a la forma y desempeño de roles por
los integrantes del grupo, el haberse convertido en un
fenómeno estético. La escena dramatizada era bella en
su forma y emocionalmente vivida (Del conflicto a la
superación estética).
De lo siniestro a lo patético a lo lúdico.
Siniestro es aquello que me posee sin saberlo.
Patético es el reconocimiento de esa posesión.

Pero el reconocimiento se transforma en un gesto


liberador.
Dramatizar, en un grupo, es también patetizar los
fantasmas. Jugar con "ellos" y "entre ellos". Exorci-
zarlos. Como los niños elaboran sus ansiedades más te-
rroríficas "jugando" con sus propios fantasmas13.
El conflicto del niño enurético fue "robado" por el
grupo para su "transformación estética".
La enuresis se convirtió en "obra de arte".
La "forma" en que se plasma la transformación es lo
estético.
La transformación del conflicto es un acto estético.

13 D. W . Winnicott, Realidad y juego, Gedisa, 1968.


La naturaleza se düuye en "la forma" de la produc-
ción estética. Lo que nos interesa en la terapia es el "robo"
del conflicto individual a expensas de la producción esté-
tica del grupo.
Ya Winnicott lo sugería en Realidad y juego, pero no
llevado al fenómeno grupal sino en cuanto al proceso del
juego del niño, como un fenómeno más amplio y abar-
cativo que el instrumento que el psicoanálisis hizo del
mismo.
Lo importante para la creación estética del grupo es
la proyección subjetivada de cada integrante.
Necesitamos proyecciones para la creación estética
de los grupos.
El que no proyecta no juega. No inventa. No crea.
No exorciza.
La verdadera creación estética del grupo puede te-
ner autor, pero la creación del grupo es la superación de
su autoría. El robo de su autoría privada en creación
colectiva.
El autor presta su texto escrito (o su neurosis en
psicodrama!).
Para convertirla en texto dramático (producción dra-
mática grupal, según Luis Frydlewsky).
La neurosis privada deja de existir. Es robada por
la estética del grupo.
Nuevas formas para nuevos momentos.
Así lo ve Eco, en cuanto al fenómeno estético:
"La poética de la obra en movimiento establece un
nuevo tipo de relaciones entre artista y público, una nue-
va mecánica de la percepción estética, una diferente posi-
ción del producto artístico en la sociedad, se abre enton-
ces una página de sociología y de pedagogía, además de
una página abierta de historia del arte." ¿Habrá que
escribir entonces también una nueva historia de la psico-
logía y del psicoanálisis de aquí en adelante?
Para terminar, un concepto de Tadeusz Kantor sobre
el texto dramático: "Considero el texto (hablo del texto
'elegido', 'encontrado') como el objetivo final. Es como
una 'casa perdida' a la que se vuelve, como la ruta que
se recorre. Esa es la creación —el espacio libre del com-
portamiento teatral." 14
Nosotros no interpretamos a Witkiewicz, interpreta-
mos con Witkiewicz.
'Witkiewicz y Kantor subrayan la diferencia funda-
mental entre la obra escrita y la obra escénica. La prime-
ra es solo un libreto. 'La obra solamente se crea cuando
llega a la escena. Esta concepción deja un gran margen
de libertad al «intérprete»'."15
Es interesante observar la similitud de cierto desa-
rrollo de ideas entre Umberto Eco desde la teoría de la
estética, nosotros desde la clínica y Kantor desde el teatro.

14 Koulou Chanska, Stanislaw Ignacy Witkievicz, Dossier Tea-


tro Cricot 2.
15 S. I. Witkiewicz, El arte teatral en el sistema estético de
Stanislaw Witkiewicz.
LAS IDENTIDADES FRAGMENTADAS

La mayoría silenciosa es sensible


al discurso del poder

EDUARDO PAVLOVSKY

Hace tres años un prestigioso periodista de TV me


comentó que él pensaba que los argentinosestabamos en-
fermos psicológicamente de una fijación libidinosa al pa-
sado que no nos permitía vivir el presente y mucho
menos proyectarnos hacia el futuro. Lo sintetizaba en
estas palabras: "Los argentinos padecemos de una espe-
cie de enfermedad psicosocial, de adicción al pasado que
nos impide evolucionar y prosperar, atraídos por una
especie de regocijo inconciente de atadura a nuestra his-
toria pasada."
En esos momentos ese tipo de discurso emitido frente
a una cámara de TV era un buen vaticinio de lo que lúe
el discurso que llegaría desde el poder en los anos siguien-
tes. Este contaminó a gran parte de esa mayoría ambi-
gua y silenciosa tan sensible a los discursos del poder,
y cuya síntesis se podría expresar, afirmando, que mirar
hacia atrás, denunciando al terrorismo de Estado militar,
y los crímenes aberrantes que esa misma guardia preto-
riana cometió en nombre de la Doctrina de Segundad
Nacional, era una tendencia patológica de adición al pa-
sado que tenemos que superar perdonando y olviMruio a
los criminales y a los secuestradores.
Recuerdo que le contesté al periodista, que me pre-
ocupaba más otro tipo de conducta entre los ar^ntinos
y que definía como una especie de adherencia permanente
al poder presente. Me refería a ciertos personajes cono-
cidos por su adicción al poder de turno y a sus enunciados
afirmando además, que para ellos mirar hacia su propio
pasado, era verse reflejados en un espejo de identidades
fragmentadas y fracturadas, donde no podían re-conocerse
coherentemente a través del tiempo. Una visión terrorí-
fica de identidades fragmentarias, un gran caleidoscopio
como fábrica de identidades parciales, coyunturales y es-
quizofrénicas.
Uno de los personajes de mi obra de teatro Pablo,
lo expresa de la siguiente manera, frente a otro personaje
que quiere recordar el pasado compartido de ambos: "Mi
pasado no existe, mi pasado es de los otros, mi pasado no
me pertenece, sin pasado no se traiciona a nadie; ningún
amigo mío puede sentirse traicionado por mí hoy porque
yo no me reconozco cuando hablan de mi pasado; ayer no
existí."

Los dos discursos

La sociedad civil de hoy está atravesada por dos tipos


de discursos: uno de ellos coyuntural, cuya clave es el des-
centramiento de sí mismo, porque el eje es el pacto con
el poder de turno. Lleva el discurso del Otro, es contradic-
torio y fragmentario porque el eje es la alianza permanen-
te. No puede mirar hacia el pasado porque en el pasado
los pactos eran otros, y por consiguiente los discursos eran
otros. Todo se hace irreconocible. Discurso que no puede
re-conocerse en su coherencia histórica porque es un "como
sí" permanente en su ambigüedad. Los mismos emisores
del discurso ya ni creen lo que dicen porque saben que lo
que dicen es siempre producto de un pacto marcado desde
el poder. Discurso fragmentario, de coyunturas, que solo
aplaca, sin decir qué está aplacando. Este discurso, que
tiene el poder de la información masiva, al ser ambiguo
por su descentramiento, sus alianzas y sus pactos perma-
nentes, se presenta como un magnífico modelo de identifi-
cación ambigua para la "mayoría silenciosa".
Yo creo que la tapa de la revista "Gente", agotada
con la foto de Astiz sonriente, es un indicador de que hay
un inconciente social donde se pueden estar gestando este
tipo de identificaciones. Hay siempre una "mayoría silen-
ciosa" propicia a este tipo de identificaciones.
Un discurso sugerido desde el poder, permanentemen-
te coyuntural y sin historia coherente, produce este tipo
de hombres coyunturales y sin historia coherente. Esa ma-
sa gris Astiforme siempre ausente que no se ve, que no se
expresa, esta influida por este tipo de discurso. Un dis-
curso descentrado de sí mismo y hablando por el Otro, tiene
influencia directa en las personas descentradas de sí mis-
mas y sin fuerza de destino y de proyecto futuro.
Fueron los mismos que construyeron con su conducta
de ausencia la obviedad del terror cotidiano como normal
inscripción del inconciente social durante la dictadura.
Esa mayoría silenciosa que fue tan cómplice del terror
cotidiano, porque existe, mal que nos pese, una mayoría
silenciosa influida por este tipo de discurso ambiguo, de
pacto, de coyunturas y de alianzas.
Decía hace poco que cuando sesenta mil personas se
reúnen para expresar su rabia y su impotencia y su sen-
timiento de traición, por el "punto final" y "la obediencia
debida", una mayoría silenciosa de cuatrocientos mil au-
sentes "marcha también", puntuando con su ausencia, una
presencia no solidaria. Y la ausencia de solidaridad es el
germen del colaboracionismo y del terrorismo de Estado.
Esa masa gris cadavérica tiene una inscripción en el in-
conciente social de la población, y son los más influidos
por el discurso claudicante que nace del pacto y de la
alianza.
A discurso claudicante, hombres claudicantes.
Pero hay otro tipo de discurso, que modela otro tipo
de inscripción en el inconciente social. Es el discurso de
los oprimidos, cuya singularidad se expresa entre nosotros
en los últimos años, a través del discurso de las madres;
que es saber marginal, discurso de oprimido, que debe
su fuerza a la dureza con que enfrenta la ignominia del
discurso claudicante, que fabrica la máquina del olvido.
Discurso que desconoce el pacto y la alianza.
Habla desde su propia voz, no pide prestado, porque
allí donde se está gestando el gran pacto del olvido, allí
donde la mayoría silenciosa se dispone a perdonar a la
guardia pretoriana, allí, precisamente, el saber de las ma-
dres gesta la denuncia como recuerdo constante, del Gran
crimen.
a • J Es1 :®J Ípo . d e d i s c u r s o marginal predispone otro tipo
de identificaciones. Aquellos que se identifican con este
discurso entran definitivamente en la lucha de los oprimi-
dos, de los marginales, del continente, de los excluidos de
los desaparecidos, de los que nacen muertos, de los millo-
nes de niños hambrientos, de nuestra Latinoamérica. Para
ellos no hay más descanso. La coherencia del discurso los
convoca a una lucha irrevocable, definitiva. Seamos fran-
cos: sin ese discurso permanente, hostigante, y repetido
hasta el cansancio, hoy los tres comandantes en jefe pro-
bablemente estarían libres.
Hoy los dos discursos están en pugna. Se trata, nada
mas ni nada menos, que del Saber Histórico de la Lucha
y es en esa pugna de ese saber histórico, donde se juega
el destino, la identidad y el proyecto de nuestra sociedad
DESARROLLOS
SOBRE EL GRUPO-FORMACION 1
"Como ese sutil pellejo del que las cigarras se
despojan en verano".
LUCRECIO

JUAN CARLOS D E BRASI

La denominación empleada aquí es aparentemente ho-


mónima —sólo eso— a la del "grupo de formación", tal
como ha sido fijada por las distintas variantes del "gru-
pismo". Sin embargo las nociones de grupo y formación
se encuentran absolutamente desligadas de las que guían
la "Dinámica grupal" desde sus comienzos (Bethel, 1947)
y sus versiones nacionales, sea la función-grupo de la
corriente americana (T-Group), la francoamericana de
"Grupo de diagnóstico", o la adaptación francesa de "Gru-
po de base".
Las consideraciones de este texto proceden de fuentes
y universos diferentes. Su dimensión apenas indicativa
responde al sostenido y eficaz desencuentro del M.H. y el
psicoanálisis, el surgimiento novedoso de un pensamiento
transdisciplinar y las fisuras, cada vez más acentuadas,
de las concepciones unificadoras 2.

1 En estas reflexiones dispares convergen más de veinte años


de labor institucional y privada con la práctica del grupo-formación,
la que todavía en 1983 llamaba, por seguir el uso conocido "de for-
mación". A través del mundo (el cual atrae toda mi atención des-
de un artículo escrito en 1972), que despliega el término formación,
podría repensarse una tradición de lo grupal por-venir.
2 Asimismo, no cabe contemplar las elaboraciones actuales en
algunos de los caminos —sin duda útiles y enriquecedores— de la
didáctica grupal. Ellos están impregnados históricamente por las
nociones de "metodología", "motivación", etc., e invadidos por los
manejos técnicos, la "transparencia" de los procedimientos y una
didascalia fácilmente comunicable.
El sentido de estos trazos es el de esbozar un con-
junto de problemas acerca de los grupos-formación.
Uno y otro concepto han sido, en su momento, ocul-
tados o puestos de relieve con idéntico afán o exagerado
énfasis. La historia del maridaje de ambos términos no
deja de ser atrayente. Se unen con extremo cuidado, dis-
putan sus procedimientos (la formación "en espejo"), pe-
lean sus modalidades ("directiva" o "no directiva"), dis-
cuten sus valores finalistas ("mejorar al ser humano" o
"adaptarlo a lo existente"), ponen en cuestión sus prácti-
cas (en favor de la "libertad", sujeto de la acción o de la
"sujeción", objeto de la misma).
De pronto se anudan de manera impensada, con pla-
cer confusional. Grupo es todo y "totalidad", sea grande
o pequeño, sólidamente construido o lábilmente agrupado.
Se lo puede apresar por la regresión libidinal y la ideali-
zación de un sujeto, idea o resto mítico. Sé lo puede ver
marchar con uniforme o caminar sigilosamente con sotana.
La vestimenta simbólica poco importa, pues las invarian-
tes que lo conforman han sido apresadas en su esencia.
Pero también formación es todo. Puede ser econó-
mica, activa o reactiva, definida o inespecífica. Como tal
atraviesa los comportamientos y actitudes, la adquisi-
ción de habilidades, destrezas o la producción de conoci-
mientos.
Claro que varios aspectos han sido elididos y eludi-
dos por el matrimonio. Así el "grupo de formación" se-
meja una totalidad vacía, a la que se accede inmediata-
mente y que, por esa misma razón, no necesita justificar
ni articular sus determinaciones internas. Surge como
una "intuición plena", y de ese modo pretende desarro-
llarse todo el campo en el cual transcurren las experien-
cias ya clásicas de estas formas "grupalistas", es decir
de los grupos volcados sobre sí mismos, admirados de su
propio ombligo, y de serlos del resto del mundo. Así, por
ejemplo, mediante el "staff abierto" los participantes po-
dían —y pueden— realizar su propio diagnóstico del fun-
cionamiento que los envuelve. Un paso histórico más e
importante y estaremos ante la ilusión autogestiva.
No es el propósito del escrito bucear en tales ligazo-
nes. Este trabajo pretende, (sonrientemente,. ser una si-
nopsis incompleta e insuficiente, donde algunos aspectos
han sido pensados y otros dejados de lado (por ejemplo
el análisis acabado de la formación, su sobredetermina-
ción institucional, el juego grupo-institución, las ideolo-
gías inscriptas en lo grupal etc.) 3. Ellos han sido y serán
objeto de otros escritos4.
La idea de una panorámica, a la manera de un efecto
cinematográfico, apunta a mostrar los innumerables sen-
deros que "culebrean" hacia un cambio buscado y unifi-
cado desde las diferencias, es decir, desde múltiples via-
1 jes de descubrimiento e invención. La noción de invención
no es algo casual o relacionado externamente con la for-
mación, si no está unida intrínsecamente a ella. En esta
orientación resulta imposible mencionar siquiera uno de
los vocablos sin especificar el otro. La idea de formación,
por ejemplo, tanto conceptual como históricamente queda
indefinida, usada como un simple adjetivo, si no se la co-
necta con la productividad de formas, la generación de
[. multiplicidades imaginadas e imaginarias, invenciones
simbólicas y fantásticas, y niveles de materialidad no
previstos ni estipulados en ninguno de los registros exis-
tentes 5.

Hacia una idea de grupo


Cuando hablamos de grupo, y específicamente del
que demanda formación, parecería que todos sabemos de

3 Es preciso tener en cuenta durante la lectura del escrito que


las nociones de "aprendizaje" o "aprendizaje-formación", son par-
cialmente homologas. Se habla y demarca el aprendizaje en esta
forma grupal, y no el establecido por ciertos mecanismos, sean por
"imitación", "reforzamiento", "identificación", "elaboración de con-
flictos" o mediante una "concientización" genérica.
4 Por ejemplo, "Formación de ideologías en el aprendizaje gru-
pal", Lo Grupal, Ediciones Búsqueda, "Grupo e Institución" (inédi-
to) , etc.
5 La complejidad que reviste dicho croquis va siendo desplega-
da en diversos textos. Es de una esterilidad proverbial congelarlo
en definiciones o clasificaciones exhaustivas. El movimiento de su
fundamentación, lo que inaugura, sus condiciones prácticas, etc.,
son los únicos modos de existencia que reconoce.
qué se trata. Pero esto, tan sencillo, a medida que va-
mos delimitando eh qué consiste un grupo de personas,
sus reglas de juego, comunicaciones, engarces informati-
vos, tramas identificatorias, soldamientos transferencia-
Ies, etc., adquiere una complejidad inusitada. Es más:
el término grupo abarca conjuntos tan diferentes que de-
nominamos tal a otros fenómenos. Esto obviamente, ocu-
rre por una razón. Como todos hemos nacido dentro de
un grupo familiar, hemos tenido un grupo de amigos,
hemos pertenecido a un grupo de trabajo, etc.; en una
palabra, como desde pequeños nos movemos en y entre
distintos colectivos, creemos saber todo lo relativo a sus
pivotes. Con ello enfatizo algo no tan superficial como
podría parecer (aunque es en lo resbaladizo de las super-
ficies donde se pierde pie), el supuesto mismo de tal
creencia, o sea que desde el siglo xv cualquier sujeto po-
see una representación y evocación de grupos de remi-
sión, sean cuales fueren éstas. Hasta la época indicada
(en el capitalismo planetario actual el funcionamiento
grupal interiorizado es automático), eso era imposible,
y no precisamente a falta de "realidades grupales", sino
de las mutaciones histórico-productivas, artísticas, insti-
tucionales y conceptuales que pudieran convertirlas en
campo de investigación.
Todavía una acotación. Si no queremos naturalizar
el concepto de grupo, es decir, proyectarlo hacia atrás y
dotarlo así de una hueca validez universal, debemos mar-
car sus condiciones de surgimiento (sin contrabandear lo
histórico en las escolares rescensiones etimológicas) y las
constelaciones asociadas, opositivas o complementarias a
su utilización.

Pliegues

^Haciendo una sucinta indagación, veremos que las


opiniones sobre lo que es un grupo son tan distintas co-
mo amplias y confusas.
Para unos un grupo será la fila de gente que espera
el autobús. Para otros, los obreros que construyen los
vehículos que circulan diariamente por el campo y la
C Í U d i talmente alguien dirá que un "gran grupo» dio
el grito patriótico en la plaza tal en un día memorable.
Y así constataremos que el mismo termino se aplica a
diversos "repertorios empíricos",
Las fusiones e indistinciones que señalo aquí pueden
sonar demasiado conocidas para un l e c t o r desavisado. Pe-
ro no se trata de algo familiar, sino de la nocion de
ejemplo, a menudo confundida con la mención anecdótica
("éramos 6 personas, de pronto Luis dijo , lo cual
muestra...". La mención anecdótica, abundante en los
escritos sobre grupos, lo único que muestra es ^ l i g e r a
forma de traducción). Por el contrario un ejemplo se
constituye a través de complejos quehaceres y formas de
transmisión (pensemos en la energía o el dinero cuando
juegan como ejemplos), y atraviesan reiteradamente tex-
tos de distintas épocas, que acuden a ellos para recons-
truirlos de acuerdo a lo que intentan evidenciar.
Observemos el asunto más de cerca.
La gente que espera el autobús no conforma un gru-
po, sino un agregado, sus elementos comunican poco y
nada entre sí, están ansiosos por la llegada del trans-
porte para tomar cada cual su rumbo. Carecen de un lin
común, por eso son un agrupamiento serial, no un grupo.
La conjunción de agrupamiento serial proviene de
concepciones tradicionales, progrésivas (el sujeto como
número de una serie), sobre las masas. Ha s i d o reela-
borada en una perspectiva dialéctica por la teoría sar-
treana de los "colectivos". ... M
Sin embargo la serialidad introduce algunos dilemas
cuando se la usa rápidamente. A veces surge unida a la
regresión serial, otras al grupo en sus comienzos (hay
que recordar que en el pensador francés comienzo se
opone a origen, de igual manera que lo perdido al encuen-
tro) Pero ella queda indeterminada si no se la concibe
dentro de la "génesis ideal» que plantea Sartre D e m o d o
que la serialidad no entraña el primer momento cronoló-
gico, intermedio o final, de un grupo, sino la noción que
posibilita captar ciertos devenires grupales, asi como el
espectro de sus regresiones a lo "práctico inerte" (estra-
tos cristalizados, burocracia), que pertenecen general-
mente a una serie temporal "avanzada".
En el segundo ejemplo, el de los obreros que arman
vehículos, tampoco se trata de un grupo. Ellos trabajan
dentro de una fábrica, con máquinas de alta complejidad
tecnológica, deben producir en tanto tiempo tal o cual
pieza, responder ante férreas exigencias administrativas,
etcétera. Aquí estamos ante una institución (fábrica)
que contiene en su interior "racimos" grupales y no pue-
de confundirse con un grupo, sea éste grande o pequeño.
Tampoco con un microsistema o intergrupos relacionados
de diversos modos. Las normas, reglamentos, objetivos de
producción u otros son fundamentales, y las distintas tra-
mas personales y sectoriales, siempre serán subordinadas
—salvo casos límites— así tengan un carácter institu-
yente.
El encadenamiento heterogéneo que mencionamos, no
permite que una institución se confunda con su "armado
visual", con aquello que se ofrece a nuestra percepción
y apreciación como un establecimiento determinado. Tam-
poco se diluye en los dispositivos (por ejemplo grupo de
encuentro, grupo-análisis, socioanálisis, etc.) que alimen-
tan ciertas intervenciones definidas. Ni en aparatos es-
pecializados que responderían al esquema reproductor de
un estado cuyo fin es la dominación mediante la repre-
sión directa y mediata. Ni se las puede captar bajo el
repertorio de funciones al que respondería su creación.
Ni comprenderlas como meras redes simbólicas o artifi-
cios candorosamente idealizados.
Las instituciones serían más bien las resultantes y
generadoras simultáneas, de las múltiples relaciones di-
deTfuga 6 1 l t r e IaS d i m e n s i o n e s señaladas y sus puntos
En el tercer caso la gente que se da cita en la plaza
e fP. r e s a r , s u f e r v ° r nacional, su consenso frente a
una política, o lo contrario, tampoco forma un grupo. La
congregación de individuos, los vínculos que se estable-
cen entre ellos, el sentimiento personal hacia su líder (el
presidente), los convierte en una masa restringida, es
decir, una multitud que concurre a un lugar para ex-
presar una adhesión o rechazo patriótico. Pero los gru-
pos no pueden localizarse por los rasgos de una masa
social-histórica definida, por la "masificación" que los
atravesaría, etc. Tanto el número de sujetos que la com-
ponen como los móviles que los reúnen son distintos a
los de un grupo; además los lazos y relaciones con su
líder son cualitativa y cuantitativamente diferentes.
Esta aclaración sería ociosa si el asunto de la masa
no se hubiera pegado "indiscerniblemente" al de los
grupos.
Antes de Freud, trazando una línea de demarcación
arbitraria, se la percibía bajo una serie de procesos (re-
gresión, mínimo nivel intelectual, violencia indiscrimina-
da, etc.) que caracterizarían a un conglomerado en el
acto de invadir el espacio público para imponer sus exi-
gencias reivindicativas o revolucionarias. Así la masa
surge amalgamando los distintos grupos que la compo-
nen, y "uniformando" al individuo, el que según sus "pe-
culiares" conformaciones psíquicas, estaría en franca opo-
sición (mayor raciocinio, menor idealización, etc.) con
los fenómenos "indeseables" que impulsan a la muche-
dumbre.
Con Freud se generan avances insospechados en la
problemática de las masas y los grupos "artificiales" o
"naturales". Pero muchos equívocos permanecen sin re-
visión ni modificación alguna. Mecanismos de unas se
endosan a otros y semejan tener el mismo poder consti-
tutivo y explicativo. Lecturas y traducciones sesgadas
excluyen todo aquello de los autores tratados que no ar-
monice con lo que se busca probar (por ejemplo, en su
interpretación de G. Tarde, desaparecen los aportes con-
temporáneos de este autor).
Ciertas nociones obsoletas en su tiempo (por ejem-
plo "alma colectiva de las masas"), siguen formando par-
te de su vocabulario.
Y así podríamos seguir puntualizando verdaderos
"lapsus" de Fréud que mostrarían la verdad de sus pa-
siones, pero también el lapsus de la verdad que mani-
fiesta sostener una masa de seguidores.
Re-pliegues

Después de Freud, amputado y descontextualizado,


se habla trivialmente de los "efectos de grupo", cuyo nú-
cleo "consiste en agregar obscenidad imaginaria al efecto
de discurso". Todo aparece en el registro de una efec-
tuación siniestra en cuanto favorece la idealización de un
supuesto centro, líder o conductor, quienes detentarían
un poder omnímodo y obturador de las producciones in-
dividuales 6. Eso se generará por el mero hecho de estar
en grupo. Además de los problemas que trae aparejado
el en... —indica el nivel de creencia imperante en los
grupos— nótese el raso empirismo que alimenta la im-
putación. Así, se ha "nombrado al grupo como el lugar
de despliegue de la obscenidad que el imaginario pre-
senta . . . " .
Pero seamos un poco estrictos. No dejemos que cual-
quier vocablo se ponga a danzar locamente por un soplido.
Condenar al grupo como "el lugar de despliegue de la
obscenidad", significa anular sus diferencias en una sus-
tancia universal llamada grupo. Mediante ella se realiza
un doble pasaje ilegítimo. El primero responde a la ur-
gencia de una formación psicoanalítica determinada y,
a la vez, movida por una intensa participación. Y ello
debe ocurrir sin caer en las manipulaciones, excesos e
idealizaciones que son la "esencia" misma de los "agru-
pamientos de personas". Así se pasa de los fantasmas,
tejidos durante los procesos grupales, a una fantasma-
goría opinática y prejuiciosa sobre los mismos.
El segundo, alborotado por la obscenidad, adjetiva el
asunto de la ética psicoanalítica (no taponamiento del
deseo), reduciéndola a la moral del psicoanalista (regla-

6 Aunque como dice Lacan respondiendo una conclusión apre-

surada de Colette Soler relativa al "más uno" y el líder: " N o hay


mucha certeza de que (la cosa) sea tan simple." Si a ésta agrega-
mos la puntualización del mesurado M. Safoan, veremos que la
simpleza es la de los apenas iniciados en tales lides: " E n este as-
pecto —aclara Safoan— creo que no existe ninguna organización
que pueda eliminar la jefatura de una comunidad." Y sabía muy
bien lo que estaba enfatizando.
mentación de sus aspiraciones según la corporación a que
pertenezca).
En ambos casos se ejercita una errática lectura de
"Psicología de las m a s a s . . e x t r a p o l a n d o conceptos de
un ámbito experiencial —todavía regido por aproxima-
ciones balbuceantes— y de análisis a otro donde todo se
valida mediante una ignorantia non docta, que recusa lo
estipulado con afán sacral.
Lo anterior, como es obvio, hace referencia a la "es-
pinosa invitación al duelo" del Cartel lacaniano, dispa-
rado con un espíritu fundamentalista ajeno a la iniciativa
del mismo Lacan, quien señala: "Yo estoy en esto para
una función muy precisa, que sería esta cosa que escribí
y de la cual seguramente nadie se ha dado cuenta porque
no es más que un mauvais dessin (mamarracho)". O
sea: algo bocetado de cierta forma para que los miem-
bros de la Escuela freudiana pudieran "representar" su
papel en la plaza pública.
El Cartel permitiría explorar una manera de tra-
bajo y realizaciones específicas no teñidas por los tan
comunes —y ello es cierto— empastamientos grupales.
Aunque su elaboración —la "esperanza" de Lacan,
como diría G. Pommier— estaría alejada del sesgo erró-
neo, desde cualquier punto de vista, que le han dado
ciertos acólitos ignorantes de las resonancias que portan
sus oraciones cuando afirman: "Se trata de encontrar
las vías que permitan rescatar la marca única (¿Stirner
redivivo?) que caracteriza a cada sujeto para que sea
posible la creación." (¿Hablar con tanta frescura en psi-
coanálisis?)
Crece la glosa y con ella la incomprensión del pensa-
miento inaugural. Para Lacan la marca única sería lo
inefable. En cambio lo "relativamente cognoscible" es el
Uno que marca a cada uno según su diferencia (singula-
ridad irrecusable del "rasgo unario"). Distinción, a su
vez, entre teología e intento de formalización, aceptable
o no, lógico-matemática.
Por otro lado ninguno de los resultados obtenidos
hasta ahora sobre el funcionamiento de los "carteles" ga-
rantiza con cierta fiabilidad la desidealización que pos-
tulaban sus formulaciones básicas. Y esto porque ella
no se instaura por mandato.
Las enredadas historias de las prácticas grupales e
institucionales, narradas unas, aplastadas por las "coar-
tadas transferenciales" otras, sin testimonio escritural la
gran mayoría, muestran como, en el transcurso de un
funcionamiento específico, un líder eventual asumirá su
rol absorbiendo, de modo fugaz o con cierta permanen-
cia, la función "más una" 7 monitor-forma significante,
"siempre desconocida", distribuida mediante un esquema
de rotación8 a la que irá escalando, desde el "uno en
más". O sea: el sujeto, hablando con los términos de la
doctrina analítica.
El cartel es un "modo de producción" —hay quien
lo nombra así— que omite determinar cuáles serían las
fases concretas de su propio trabajo de constitución-di-
solución.
De ahí que se autoproponga como superación nor-
mativa —según consta en su "acta" fundante—, de lo
que en otras instancias ha sido vivido, sabido, conocido,
ignorado, denunciado como "manipulación sicalíptica", es-
tudiado en sus formaciones imaginarias peculiares, e
imaginado de múltiples maneras.
Y todo ello ocurre porque el Cartel es realmente una
consecuencia elaboradísima, una "producción autogestiva"
(Lacan la esboza en el auge de los métodos autogestio-
narios) de equipo que funciona sólo dentro de un régi-
men de prescripciones estatuidas, que abarcan una "po-
sición acerca de la transferencia", sobre la "transmisión",

7 Así se la conciba como un "conector" del Cartel con el resto


de los espacios que componen la escuela freudiana. O como un sos-
tén de la relación que cada uno pueda tener en su trabajo, con lo
.que tiene que decir. O bajo la paradoja matemática de la "infini-
tud latente", la función "más-una" no ha podido siquiera atenuar
el jaque-mate de los procesos transferenciales en grupo, o en los
•"agregados" por afinidad y selección que definen a los carteles.
8 L a póliza que representaría el mecanismo de rotación preasig-
nado tampoco asegura demasiado, porque como asevera un partici-
pante de las Jornadas, "las 'rotaciones', jamás impidieron nada.
Los comisarios se convirtieron en el 'pueblo' y los secretarios en
'generales'".
en relación a la "obediencia de los principios rectores"
y la estructura "escuela".
Sin esa "red" sería un mero agregado improductivo
(aunque ella tampoco afianza lo contrario), fundado so-
bre una trivial y narcisista pasión disgregadora.
A la voluntad funcional del Cartel, tal como la ex-
presan ciertos fieles, le correspondería el grito y la rú-
brica : "¡ Basta de jefes! El Jefe."

Trazados
Valgan los señalamientos globales realizados hasta
aquí para que el lector ocasional de estas notas perciba
que subyace, histórica y nocionalmente, en los mismos.
Considerando el asunto desde otro ángulo, vemos que
los grupos han sido mixturados y confundidos, no sólo
con las formas mencionadas, sino también con fenóme-
nos organizacionales o con estructuraciones (por ejemplo,
la del trabajo) que responden a distintas leyes, genealo-
gías, determinaciones conceptuales, puntos de abordaje y
modos de intervención específicos.
Hasta ahora hemos marcado lo que un grupo no es.
El camino negativo nos enseña a diferenciar y reflexio-
nar sobre lo que nos interesa, aunque resulta insuficiente.
También debemos decir lo que va siendo un grupo refe-
rido al aprendizaje-formación, que poco tiene en común
con la pedagogía o la terapia como se las concibe habi-
tualmente.
Un breve excursus.
Los llamados grupos terapéuticos no comportan un
universo autónomo, sino un dispositivo particular des-
cribible. Una vieja tradición oponía esos "desprendimien-
tos" de las prácticas médicas, a las "acciones" pedagó-
gicas que estaban ligadas a determinados niveles educa-
tivos (formales y, más tarde, informales cuando fue ne-
cesario contemporizarlos con la rotación laboral).
Generalmente las experiencias terapéuticas en o de
grupo requieren formas asistenciales ante pedidos de con-
tinencia o apoyo durante un tiempo limitado. La rela-
ción contractual, los métodos y técnicas empleados son
parte de repertorios normalizados según sea la orienta-
ción o elección del terapeuta. Sin embargo, más allá de
los beneficios o daños ocasionados, la noción de grupo
terapéutico es una descripción de los modelos de salud
("resolución de conflictos", "adaptación global o parcial",
"bienestar", etc.) y enfermedad ("anomalía", disfunción",
"descontrol", "imposibilidad de manejo del entorno", etc.)
que guían sus respectivas acciones curativas. Asimismo,
permiten medirlas en sus aspectos efectivos, es decir, en
términos de efectos.
"Descripción de modelos" de salud y enfermedad e
intento de "medición en términos de efectos" curativos
son los rasgos básicos de los grupos terapéuticos9; fuera
de los procedimientos o modalidades instrumentales adop-
tados.
Sólo desde instancias que contemplen el mayor nú-
mero de variables intervinientes y de explicaciones posi-
bles, "montajes" terapéuticos, pedagógicos, operativos,
etcétera, podrán superar el recorte empírico sobre el que
modelan sus diversos quehaceres y trascender hacia lo
grupal como dimensiones constituyentes de lo social-histó-
rico, condición inmanente de existencia y razonabilidad
de los grupos mismos.

Grupo-aprendizaje

Tenemos a la vista dos- términos: grupo y apren-


dizaje.
Por razones expositivas daremos cuenta de ambos
por separado. Después los ligaremos para hablar, enton-
ces, de proceso de aprendizaje grupal.

9 Todavía falta realizar un trabajo que ponga de relieve las


similitudes y diferencias de los distintos "conjuntos". Por ejemplo,
el acceso a un grupo terapéutico supone un padecimiento más o me-
nos determinado, un cúmulo de información que porta cada inte-
grante y que será la única manejada en las sesiones, etc. Esto no
ocurre ni transcurre de modo idéntico en otras formaciones gru-
íales.
En primer lugar, tratemos de saber qué es un grupo.
Este puede referirse como un proceso desencadenado por
los cruces y anudamientos deseantes entre miembros sin-
gulares 10.
Dejamos de lado el cotejo con otras definiciones. Pri-
mero, porque no se trata de definiciones (referirse no
está usado al azar). Finalmente, porque los manuales
están atiborrados de estipulaciones sobre lo que es un
grupo, y todas ellas compiten por lograr la "felicidad".
La indicación que ofrezco es decididamente "infeliz" (pro-
ductivo-deseante), como lo que pone en marcha algo des-
compuesto, donde al movimiento precede un interrogante
y éste genera, por él movimiento mismo, un resultado
más valioso —impulso de otros aconteceres—, que el de
una simple respuesta. Pues lo "infeliz" es enemigo de la
quietud.
Por otro lado una conditio sine qua non de esta pro-
blemática es la puntuación estricta del nivel de análisis
y lo que incide en él, así como las claves (encuadre, inter-
pretación), instrumentos (elementos gráficos, variacio-
nes temporales, recursos materiales) que se usarán en
cada intervención.
Más aún, es necesario hacer un recorrido por esos
múltiples senderos teóricos y periciales, que se manejan
en las actividades grupales, para deconstruirlos desde
su interior11. Prescindir de esa labor sirve de excusa
para adoptar posiciones "superadoras". Pero una vez

10 Singulares, no individuales. Mientras el individuo marca el


acabamiento del self como noción doctrinaria y, por lo tanto, "irrea-
lidad concreta", una singularidad existe sólo a partir de sus cone-
xiones, vecindades y relaciones. No es significable ni pasible de ser
absorbida en el plano categorial. Una singularidad es real cuando
se practica y realiza como tal. Esto no entraña que "individuo"
sea inoperante, sino que posee la eficacia, en sentido estricto, de una
"idea fuerza".
11 Para una fundamentación de esta aserción pueden consul-
tarse los escritos Crítica y transformación de los fetiches, Edic. Fo-
lios, y Elucidaciones sobre el ECRO. Un análisis desde la clínica
ampliada, Lo Grupal 4, Ediciones Búsqueda, 1986, Buenos Aires.
A nivel teórico y casuístico, subrayo lo que debería comprender el
acto de análisis, indagación y supervisión de un material concreto.
fesional*1' ° m i t i r l a es una grave Responsabilidad pro-
Aquí sólo se afirma que los métodos, técnicas, pro-
cedimientos, herramientas, etc., están ligados a las situa-
ciones en que se aplican, ya que sus marcas iniciales son
p a c i o n e s de aplicación", y no algo que ocurre a pos-

Asimismo ciertas "esencias" grupales (afinidades,


supuestos básteos, fases pautas cronológicamente etc)
existen sin duda alguna, pero de la misma forma en que
existe la televisión como "esencia" del hombre moderno.
De esta manera hemos delineado un grupo en gene-
ral sea grande o pequeño el número de sus miembros,
se trate de un grupo bioenergético o de diagnóstico. Pero
686 68 d e
dTaS^mtió" * * * * ^ ^ ^ ^
Pasemos al segundo término.
¿Qué es aprendizaje para nosotros? Lo que se nos
S t a m m e d i a t a m e n t e e s l i g a r l ° a o t r o v£ablo, en-

Qf s í Pernos: enseñanza-aprendizaje. Como un coor-


dinador anuda combina, ayuda a transformar la serie
de mensajes discursivos, metalingüísticos, conceptuales,
« í t r a n s c o r P ° r a l e s <P» el grupo va gestando, en-
tonces cabe preguntarse: ¿Qué es enseñar? * ¿Será dar
información abundante sobre tal o cual tema? ¿Aportar
nuestras ideas y opiniones sobre el asunto tratado? ; Mos-
trar, enseñar, sabiduría, erudición, un aparato de inter-
pre ación emblemático, etc, sobre lo que deseamos trans-
mitir, o alguna cosa parecida?
Antes de contestar las cuestiones previas debemos
~ d o s cosa.s; La primera es que la enseñanza
arcaizante se manejo con muchos de los criterios que se-
ñalamos. Y todavía los sigue utilizando. Inclusive sus

" Enseñar antes de tener cualquier connotación educativa, im-


f ,nnatnS,t r a U n f J ° r m f n d o e n l a dirección de su pedido, poñerTo
en contacto con su ad-petitio, con su propio deseo. Este es el sen-
tido de ensenar que nos importa.
pervivencias golpean en el centro de experiencias forma-
tivas que se pretenden absolutamente innovadoras.
Lo segundo es nuestra posición al respecto. Es sen-
cilla y responde de manera amplia a todos los interro-
gantes: enseñar es, fundamentalmente, dejar aprender.
El epigrama significa en términos genéricos, "de-
jar ser" lo que se pueda, más allá de cualquier ilusión
de "querer ser".
(< E n este aspecto dejar aprender entraña que cada uno
aprehenda" como es en el horizonte de sus posibilida-
des. Como se habrá notado en ambos casos dejo paso al
libre juego del infinitivo (enseñar, dejar aprender) y a
una posición del inconciente, como infinitas producciones
deseantes, sólo capturadas en las representaciones que
nos hacemos de las mismas.
Tal afirmación liga la enseñanza al aprendizaje y
nos pone en la situación de contestar ahora la pregunta-
¿qué es aprendizaje?
La respuesta será de tenor tan simple como la ante-
rior: aprender es poder recibir, elaborar y experienciar
conocimientos, afecciones, formas de pensamiento, prác-
ticas diferenciales, etc., de acuerdo con nuestros mecanis-
mos personales de captarlas, movüizarlas y potenciarlas
transformativamente.
Tanto los modos de conocimiento como de pensa-
miento son concebidos y ejercidos a la manera de com-
plejos movimientos simbólicos dotados de una eficacia
particular. Y ésta depende de la "economía libidinal"
que ^se pone sobre el tapete en cada ocasión. Reducir ta-
les "movimientos" al espacio gnoseológico, las formula-
ciones categoriales, nocionales, de ámbitos teóricos o dis-
ciplinarios, indetermina y deja incomprendida la produc-
ción inconciente que los alimenta. Aunque ella precisa
ligarse con dichos ámbitos, dejarse atravesar por las "es-
pecificidades" que los caracteriza, para mantener su vi-
gencia explicativa y no caer en la enunciación de gene-
ralidades mudas, en cuanto más parecen decir.
Obviamente surge un asunto insoslayable, y es el de
la gran cantidad de mecanismos que se ponen en funcio-
namiento y actualizan, cuando los abordamos desde el
ángulo señalado.
Así tendríamos para pensar la movilización de an-
siedades (depresiva, paranoide, confusional), resistencias
(positiva, negativa), modalidades transferenciales (recí-
proca, múltiple, lateral), estudiadas y tipificadas en ex-
tensos tratados provistos de ocurrentes, a veces origina-
les, sistemas de clasificación (véase Rapaport). Todos
ellos poseen opiniones más o menos implícitas sobre las
emociones. Pero, salvo contadas excepciones (por ejem-
plo el objeto a de Lacan, cuestión a ser elaborada y que
no puede esquivarse adjetivamente), carecen siquiera de
una tímida aproximación a una concepción del afecto.
Esto merece una rápida explicación. Cualquier for-
ma de ansiedad puede ser comprendida bajo aquello que
desde Aristóteles hasta Sartre sin Spinoza13, abarcaron
las teorías clásicas sobre las emociones. O sea: una es-
tructura intencional (en función persuasiva, significati-
va, según se tome Aristóteles o Sartre), un objeto o me-
dio concreto que las provoca, y algún tipo de evidencia
fisioUgico-conductml que siempre las acompaña (rubor,
palidez, calma, irritación, etc.).
Y bien, esas notas se tejen con los afectos, pero no
dan cuenta de lo que son. Quien trabaja con grupos tera-
péuticos, de encuentro o psicodramáticos se topa frecuen-
temente con estados de angustia, donde uno o varios de
sus miembros están impedidos de alcanzar cualquier re-
presentación. Sufren una dilución de pensamiento (y no
dispersión o confusión que comportan asociaciones de
elementos lejanos o muy próximos); un fraseo negativo
indeterminado a nivel personal o impersonal ("no s é . . . " ,
"no se entiende...", ante enunciados sencillos); un pro-
ceso animaginario e ideativo (al sujeto le resulta impo-
sible formar alguna imagen o idea sobre una situación
particular), etcétera.

13 (Cuya teoría de los afectos (modos, pasiones y acciones) era


«1 núcleo de la función orientadora de la ética y la antropología
política.
Es notorio, entonces, que en un estado de angustia
quedan aniquiladas las posibilidades de representación
(sea del mundo o del self) e inscripción, lo cual produce
una abertura por la que entrarán, sin mediación, reali-
dades heterogéneas, espesas, contundentes. Las emocio-
nes desconocen esta "indefensión" básica que atraviesa
y hace estremecer los cuerpos, por eso constituyen, regu-
larmente, "sistemas defensivos", "representativos" que
pueden ser previstos, controlados. De ahí que existan
métodos más sofisticados para ayudar al "control emo-
cional" y, por qué no, a la domesticación social.

La vecindad necesaria
Resumamos los aspectos que hemos considerado hasta
el momento. Son básicamente cuatro: lo que un grupo
no es; lo que un grupo es de manera extensa; nuestra
idea de enseñanza y de aprendizaje-formación.
Todos ellos son centrales para referirnos a un pro-
ceso grupal como el que deseamos apuntar en este trabajo.
Ahora intentaremos ligar lo que veníamos tratando
de forma separada. Por eso ya no hablaremos de con-
juntos indistintos, aprendizaje o enseñanza, sino de grupo-
formación.
Es necesario hacer, a esta altura, una rápida aclara-
ción y diferenciación. Al hablar de grupo-formación lo
hacemos con toda la intención de distinguirlo de even-
tuales recepciones en grupo.
Cuando un núcleo de personas escucha relatar "pun-
tos de vista sobre acontecimientos de la víspera", expo-
ner "actualizaciones sobre la cuestión ideológica" o "el
problema de la subjetividad moderna", asisten a la dra-
matización eventual de un "conflicto" o "escena signifi-
cante", por ejemplo, están haciendo un aprendizaje en
grupo, puesto que se "encuentran (y desencuentran) to-
dos juntos". Algunos intervienen preguntando, actuando,
observando, respondiendo, cotejando en silencio, etcétera.
Pero todavía se sabe poco y nada de las relaciones
de los concurrentes entre sí, cómo se perciben, qué se
adjudican y asumen, cómo elaboran las complejas infor-
mariones alternativas y simultáneas, coherentes y dise-
minadas, qué funciones tiene o tendría cada miembro de
ese supuesto grupo, cuáles serían las redes que se tejen,
los nudos afectivos y los aconteceres que los deshacen
constantemente. También se ignora si cada sujeto desea
cooperar de modo efímero o en continuidad, etc. Y lo que
falta en este chisporroteo no es precisamente una "repre-
sentación de grupo" —me atrevería a decir que sobra
(ver página 36)— o que hay una "pluralidad de indivi-
duos", momentos míticos e ideológicos, que no puede sal-
tear ni ontologizar el coordinador o terapeuta, sino que
las ausencias determinantes son las producciones desean-
tes del grupo como tal.
Cuando lo que esbozamos acontece, podemos augurar
que la "grupalidad" comienza a "edificarse" y que un pro-
ceso formativo es posible.
Previamente habíamos caracterizado al grupo en ge-
neral. Retomemos la signatura, añadamos algunos rasgos
y situemos el problema de esta forma: un grupo-forma-
ción es un proceso desencadenado por los cruces y anuda-
mientos deseantes entre miembros singulares reunidos
témporo-espacialmente para impulsar ciertas finalidades
comunes.
Sin embargo, esta semblanza es parca. Se requiere
un espectro más afinado, puesto que los integrantes per-
manecen, además, conectados por esquemas y estilos ra-
mificados.
Tienden a cerrar el grupo sobre sí mismo, mediante
ilusiones y mitos configurativos. Así intentan volcarlo en
sus repeticiones de origen, edipizarlo de manera conse-
cuente. Pero esa reiteración lo es también de un fracaso.
Los caminos deseantes producen brechas que revelan a
los temas tabúes, ilusiones, mitos, identificaciones quebra-
das por dentro, sin posibilidad de unificarse (grados de
transversalización) si un funcionamiento —coordinador,
terapeuta— no colabora activa, interpretativa e idealizan-
temente para que eso suceda.
Por otro lado, comparten determinadas reglas (con-
tractuales, "decirlo todo", "autonomía de pensamiento")
y pautas (asistencia, participación) esbozadas de mane-
ra consensual. Y en relación con una tarea que todos los
componentes están de acuerdo en generar, recreándola en
constantes invenciones.
Aquí cabe hacer una dilucidación lateral imprescin-
dible.
El concepto de finalidad aplicado a la generación de
una tarea se opone, desde el pensamiento más temprano,
a los de fin u objetivo. De ahí mi extrañeza cuando los
observo tomados como equivalentes, "la tarea, finalidad
u objetivo", "la tarea, el objetivo", "el fin o la tarea", etc.
La tarea en un grupo-formación posee una finalidad
(formas peculiares de su ejecución), y ella contempla
objetivos o fines (circunscriptos en cada etapa grupal),
que siempre deben ser puestos concientemente. Mientras
la finalidad está dada por el movimiento productivo in-
conciente.
Una puntuación diferente de lo mismo.
La noción de tarea está estrechamente ligada, en mi
opinión, a las infinitas maquinaciones deseantes. Sería
indeseable asociarla a las ideas de la tecnología educati-
va, productivista, de la "ingeniería social" terapéutica, o
de otro cuño, como son las de objetivos (generales, espe-
cíficos, de áreas, por sesiones) metas o logros M.

14 En la teoría de los grupos operativos la noción de tarea po-

see un lugar privilegiado y una función constitutiva. Sus etapas,


pre-tarea y tarea, sus planos, manifiesto-latente, su ligazón con un
proyecto y los conceptos asociados a cada instancia (ansiedades bá-
sicas, pertenencia, afiliación, cooperación, saboteo, comunicación,
tele, reproyección del conjunto, etc.) son capitales para entender
ciertos niveles vinculares de la estructuración grupal, los cuales
senalan a su vez los límites actuales de dicha teoría. En ella no se
ha despejado todavía el "fantasma cronológico". Falta esclarecerlo
adecuadamente para alejar equívocos. Sus fases parecen deslizarse
sobre un eje sucesivo del tiempo. Tampoco se ha impulsado, con
investigación alguna, la propuesta fundante de Pichón Riviére so-
bre el particular; o sea, la articulación entre el concepto de trabajo
en Marx y el de elaboración psíquica en Freud, de cuya intersec-
ción surge la noción de tarea, cifra de todo su esbozo de psicología
social. Esperemos que en el futuro estos problemas despierten el
ínteres de los continuadores de esa teoría.
Es preciso entender que las fusiones y confusiones
apuntadas producen estragos durante el trabajo grupal;
en la codificación de la demanda, en el ejercicio de las
funciones de la asunción-adjudicación de roles, liderazgos,
derivaciones, en la modalidad de la información, coordi-
nación y en un retorno pavoroso a las consignas de "or-
ganicidad", "sistematicidad" y bloqueos similares.
Ahora es conveniente destacar algunos rudimentos
del montaje que venimos con-formando.
1. Si antes dijimos "conectados por esquemas y es-
tilos ramificados" es porque resulta capital, en un grupo-
formación, la pertenencia15 de cada uno de sus miembros
a la red de acontecimientos que propicia. De ello depen-
de la calidad "estimativa" de lo generado. Pero esto no
se da "por pases mágicos", continuas verónicas que hacen
los grupos para autoidealizar y clausurar sus espacios.
El coordinador debe actuar intensamente —lo cual no sig-
nifica de "modo activo"— para orientar sus realizaciones
particulares.
2. Acotábamos que los integrantes "comparten de-
terminadas reglas... y pautas16 esbozadas de manera
consensuar'. Esto significa que, sin poner ciertas formas
de trabajo conjunto, discutidas con los propios hacedores
la formación se ve disminuida, habitada por dificultades
que, con el tiempo, se tornan insalvables. Del mismo mo-
do que la pertenencia es el resultado del intercambio en
el grupo, la solidaridad es su autoproducción real. Invo-
carla como un valor a priori, desconociendo la agresión,
es una ortopedia cargada de mesianismo. Por aquella, las
reglas y pautas no sólo se vuelven implícitas y cohesivas
para el grupo, sino regulan su funcionamiento. Mientras
la tarea, por su vera, constituye el motor de las finalida-

15 La noción de pertinencia, ligada a ésta ¡por contigüidad y


sonoridad, toca a otro nivel de fenómenos. Por lo tanto no puede
ser apareada integrando el mismo "registro".
16 Son básicamente reglas y pautas de juego que posibilitan
un "pensamiento en curso" y un "curarse d e . . . " , el ejercicio de
una "pasión absorbente" o una "afección descontrolada". Como re-
guladoras y continentes se oponen a los rituales burocráticos y a la
destrucción por la destrucción, es decir, a todo formalismo.
des grupales, dejando de ser paulatinamente un "punto o
meta a alcanzar", para convertirse en mecanismos que
impulsan diferentes "aprendiendo a pensar".
3. Concluíamos, "en relación con una tarea que to-
dos los componentes están de acuerdo en generar, recreán-
dola en constantes invenciones".
Ya ofrecimos una idea precisa de la noción de tarea
sus estipulaciones pragmáticas, el desgaste y el olvido que
la invadió. Si no se la libera de la respuesta cosificadora
a una pregunta mal formulada (¿cuál es la tarea?), su
creciente deterioro será inevitable.
Que la tarea se recree en continuas invenciones quie-
re decir llanamente que se produce. Y dar cuenta de su
análisis es hacerlo de los meandros que intervienen para
darle nombre. Tarea abochornada cuando se la manipula
tratada como un dato, inscripta en circuitos, instancias o
cristalizaciones semejantes, donde la tarea es un "lugar"
entre otros, al que después se le encabalgarán "registros"
productivos y deseantes.
Así demarcada y molarmente superpuesta debería te-
ner un apelativo más cercano a su ser: pizza estructural-
funcionalista.
La tarea, como es dibujada en este horizonte concep-
tual, se va tramando con el consentimiento de todos los
miembros, puesto que "no es impuesta" ni finalística y
menos cuando la concurrencia a las sesiones es de carác-
ter voluntario. De ahí que posea un rasgo consemvxü 17
desde el que se van ordenando series de acontecimientos
sobre los que incidirá el coordinador o terapeuta.

Secuencia ilustrativa
Ofreceré algunas ilustraciones imperienciales18 que

17 El mismo ya requiere el fortalecimiento constante de la ta-


rea en el ámbito que, natural e históricamente, le es más propicio:
el polemos. La alusión polémica, el contrapunto, los debates múlti-
ples, afirmativos de la multiplicidad, garantizan la diferencia in-
terna que la constituye.
18 No se trata de ningún jueguito de palabras. Corresponden
a mi experiencia de coordinador, supervisor y analista institucional.
permitirán captar mejor las consideraciones efectuadas
hasta el momento y el diseño de ciertas "vías" estratégi-
cas posteriores. En esta ocasión deseo apoyar los relatos
sobre dos ejes 19. Los titularé: Inconciente, seriamente in-
conciente y el parapeto terapéutico.
1. Inconciente, seriamente inconciente
(producción de sentido).
En 1980 me solicitaron un curso para un grupo uni-
versitario, con la orientación en que venía trabajando, so-
bre: "El inconciente. Su importancia para la relación
entre los fenómenos institucionales, grupales e individua-
les." El rótulo abarcaba un seminario que se dictaba pa-
ra varias áreas, invitando en cada ocasión a un coordina-
dor diferente, el cual cumplía varias funciones durante
los seis meses de duración del curso.
La Universidad 20 requirió un curriculum apropiado,
es decir, con antecedentes en este tipo de labor y un esbo-
zo del programa a desarrollar. Hasta ahí el encargo. Có-
mo fuera viabilizado dependía del acuerdo que yo pudie-
ra establecer con los asistentes al curso, quienes fijarían
las demandas a medida que fuesen apareciendo (clivaje
grupo-institución previsto en las estipulaciones contrac-
tuales de esta última).
Mi primera acción fue hacer una rápida encuesta,
consistente en una sola pregunta escrita, distribuida en-
tre los participantes. La misma era: ¿Cuál es su noción
de inconciente? La extensión de la respuesta dependía de
la voluntad del consultado, puesto que toda contestación
abierta puede cerrarse en función de un contenido disci-
plinario. El resto estructuraría los temas y las series te-

En estos raccontos debe caer el prefijo ex y su lugar ser ocupado


por el posesivo invertido. Cuando esa ¿mperiencia sea generaliza-
ble y compartida en una comunidad determinada, entonces, se po-
drá hablar de experiencia. Mientras tanto pondremos entre parén-
tesis su uso común.
19 Podría considerar un número mayor, pero juzgo que como

muestras son suficientes.


20 Universidad Nacional Autónoma de México. Su tradición li-
beral a nivel académico es reconocida internacionalmente.
máticas concretas, surgidas del grupo mismo, general-
mente contrarias a los objetivos institucionales, y el perfil
de los futuros integrantes.
Unas semanas después volví a repetir la encuesta, en
los términos siguientes: "Con las palabras que usted de-
see especifique una noción de inconciente. Trate de ser
lo más preciso posible." Al redundar la indagación cam-
biando su forma (pasaje del "enfoque personal" a uno
ampliado, exigencia de la oración final), contrastaba las
devoluciones precedentes, hacía un seguimiento y armaba
tos líneas de tarea conducentes.
El análisis conjunto del material evidenció que un
alto número de réplicas —63 %— deslizaba bajo la idea
de inconciente categorías ético-morales "perimidas". He
aquí algunas de ellas: "esfera donde no cuenta la respon-
sabilidad del sujeto", "flujo cósmico trascendente a cual-
quier moral", "aquello que no reconoce ningún fin ético",
etc. En una palabra, lo que la ética imperativo-formalis-
ta llamaba "inclinaciones" (por ejemplo: Kant, "Crítica
de la razón práctica", "Fundamentación de la metafísica
de las costumbres", etc.). Por mi parte, al leer esos ver-
daderos "documentos" meditaba sobre la época que recu-
pera y habita imaginadamente cada uno cuando escribe,
sueña o actúa.
Pero, además, ¿qué posibilitó la información emer-
gente del grupo mismo? Propició considerar aspectos la-
teralizados en el programa inicial, modos de transmisión
restringidos y una redefinición global de las hipótesis bá-
sicas. Para ese grupo la corrección y explicación adecua-
da del concepto de inconciente, según Freud, no era per-
tinente, pues ya había señalado el camino desde el cual
deseaba entenderlo. El mismo se bifurcaba en tres hue-
llas inconcientemente trazadas. La primera retomaba el
arcaísmo del siglo XVIII, para actualizar a su manera la
problemática del inconciente. Otra captaba el error como
necesidad de su historización, errar por las distintas e
inéditas formas de ser significado. La última arrastraba
un verosímil cultural (valor-poder de una ética represi-
va), depositado en la creencia individual.
Finalmente, estos fueron los componentes claves del
curso, de los temas a exponer, de las investigaciones pro-
puestas y de la movilización que caracterizó al grupo has-
ta el término del semestre.
¿Cuál fue mi función y funcionamiento en todo ese
proceso? Sólo una: escuchar con la oreja del cuerpo y el
cuerpo como oreja. Y uno, además: leer desde el corpus
escrito al cuerpo que es atravesado por esa lectura21.
En esta breve narración no puedo indicar todos los
pormenores que surgieron, para ser estimados, durante
la imperienda. Sin embargo, llegué a una conclusión pro-
visoria: cualquier tipo de grupo, dadas sus condiciones
institucionales y socio-históricas mínimas, ofrece una in-
formación tan compleja como pertinente para su desen-
volvimiento. Perderla es simultáneamente olvidar su co-
ordinación-fundación (terapéutica o no) para adoctrinarlo
en alguna dirección. Y que el adoctrinamiento sea bueno
o malo es una cuestión derivada. Habla del ingrediente
teológico que adereza al olvido.

2. El parapeto terapéutico
(antiproducción significante) *
Se trata de un grupo constituido desde hace tres
años. Es conducido por dos terapeutas,. La sesión que uti-
lizo como ilustración comienza sin uno de los integran-
tes, que llega treinta minutos después. El padre del mis-
mo padecía una esclerosis en placa y estaba en el tramo
final de su enfermedad.
Al principio todos los presentes preguntan por el fal-

21 A esta forma de lectura la denomino "parásita". En sus ve-


ricuetos criculan los afectos más potentes y todos sus recursos es-
tán dotados de gran analiticidad, paciencia '("dejar venir") y pa-
sión. Tienen una marca similar a los fenómenos transferenciales,
que molestaban a Freud por su "fuerte contenido afectivo" ("Re-
cuerdo, repetición y elaboración", "Observaciones sobre el amor de
transferencia"). En ese tiempo solía designarlos como "modalida-
des parasitarias de la cura".
* El uso del material de esta sesión cuenta con la autoriza-
ción irrestricta de los terapeutas que la condujeron. Además el
texto fue conocido íntegramente por los mismos, antes de su pu-
blicación.
tante. Se interesan —y lamentan— por el estado de su
progenitor. Cuando aquel arriba nadie lo saluda. Cae li-
teralmente en un rincón, allí permanece con la mirada
perdida y el cuerpo ausente. Los terapeutas observan al-
gunos movimientos de lugar, realizan un señalamiento
sobre el "interés desmesurado del grupo por las piruetas
sexuales de Gabriela con su marido", un miembro agrega
sus propias "cabriolas sexuales" a las de Gabriela, otro
recuerda las que su padre le prohibía, alguien dice "si no
se asocia cierto asunto con esto", etc. Así va transcu-
rriendo la sesión, mientras los conductores se han suma-
do al hablado desvío del grupo. Cercano al final un tera-
peuta demanda: "Si nadie quiere preguntarle algo a Fer-
nanda." La mayoría comienza a interrogar atropellada-
mente al sujeto de referencia ("¿Cómo está tu viejo?",
"¿Cuál es el último diagnóstico?", "¿Vos estás bien o
hecha polvo?", etc.), que mantiene un obstinado silencio,
el cuerpo recogido casi en posición fetal, la mirada en un
punto del horizonte y una ligera mueca sustituye a la
sonrisa forzada.
Un miembro manifiesta en ese instante: "Bueno, en
este podrís ya hubo mucha muerte, podemos hablar de
la vida sin culpa, ¿no? Otro empieza a balbucear: "El
p e z . . . " Uno de los terapeutas lo interrumpe bruscamen-
te y dice: "Este grupo siempre está hablando de la muer-
te. Muerte cuando no puede, muerte cuando puede menos
o en la impotencia que los ataca frente a ciertas situa-
ciones o al buscar trabajo como Martín. ¿Qué es la vida
sin estar relacionada a la muerte: un significante vacío,
una ilusión con autonomía propia, un vitalismo estúpido.
La muerte es finitud, lo que da significado y consisten-
cia a todo lo que hacemos cotidianamente. Gabriela anda
por todos los restaurantes con su pareja porque le falta
lo que encuentra en esos lugares y, desde esa falta, Agus-
tín puede invocar la vida, caminar todos los días hacia su
oficina, ir a la facultad, relacionarse con la gente que le
gusta, escaparle a los que no 'traga', todo eso que uno
hace constantemente... ¡Uh!, ya es la hora. Bueno, has-
ta la próxima."
El grupo se queda un rato más, intercambiando nue-
vos teléfonos con Fernanda —su padre está a punto de
morir—, quien durante la larga intervención del terapeu-
ta continuó en su posición inicial, indiferente a cuanto
había escuchado.
Después se despiden amablemente, mediante prome-
sas de "encontrarse para tomar café", "comer", "hablar
a fondo", etc.
¿Qué hizo el terapeuta durante su extensa alocu-
ción? Según pienso, realizó cuatro deslizamientos "sinto-
máticos".
Primero. Esquivó poner su cuerpo como "interpre-
tante" de la carencia de padre real que sufriría Fernanda
•en un tiempo brevísimo. Así repudió el acto de conten-
ción que requería la paciente, para poder simbolizar, a
través de la cercanía física, una situación desestructu-
rante.
Segundo. Ocluyó la elaboración del grupo respecto
del "terrorismo de Estado, estado de ánimo" (así conden-
sado, por quien dice "bueno, en este podrís ya hubo mu-
cha muerte...") inmanente, desestimado como explica-
ción estricta de las fantasías que cargaba ese colectivo.
Tercero. Convalidó su función a nivel de refrán y
metáfora para los fantasmas que alimentaban los parti-
cipantes. "El pez... por la boca muerte", lo transforman
en "pescado" por el grupo, que jamás recupera el más
mínimo elemento de su alocución. Simultáneamente im-
pone a su cuerpo como una inmensa boca que devora al
grupo, o sea, lo obliga a callar de manera "impertinen-
te" sobre sus deseos.
Cuarto. Evadió una interpretación situacional, fra-
guando una sofisticada construcción resistencial hacia
una densa afectividad grupal que lastimó su capacidad
de devolución.
Las gruesas pinceladas de las ilustraciones anterio-
res colorearán la mayor parte de las notaciones que ha-
remos más adelante.
Bosquejo de una figura-función múltiple

Espero haber llamado la atención sobre algunos de


los puntos anclados bajo la "sencillez" de ciertos aconte-
ceres grupales. La extrema complejidad que los penetra
desde infinitos ángulos institucionales e históricos es, en
cada instante y en sí misma, un proceso real indisoluble.
El arte de desmenuzarlo exige desarrollos particulares
—que trascienden los límites de esta propuesta introduc-
toria—, esquemas inacabados en perpetuo devenir.
Hasta culminar el texto sólo podré contornear un le-
ve dibujo de los problemas que todavía faltaban plantear,
junto a otros que apenas quedarán enunciados.

Planos

Teniendo en cuenta los cruces transitados, surge una


pregunta: ¿Cuáles serían los planos sobre los que debe-
ría intervenir el coordinador de un grupo-formación? Se-
rían prioritariamente dos. Uno, trazado por la finalidad
del grupo, sea por ejemplo: "Conocer las propiedades, ar-
gumentaciones y cientificidad de un discurso" o los "de-
terminantes del sufrimiento de un paciente".
Otro, estaría diseñado por el tratamiento del tema
que circula en direcciones imprevistas. Así actúa sobre
los fot-mandos, a nivel de contenidos (significado del te-
ma como elemento componente) y de potencialidades te-
máticas generativas (el tema como figurador de sentido),
donde los registros gnoseológicos y vivenciales tienen una
eficacia preconciente inapreciable.
Los enlaces de ambos planos y los miles de anillos
que giran a su alrededor eslabonan los interminables
puntos de fuga del "aprender a pensar".

Líneas acéntricas

Recorren el grupo, forcejean en sus distintos "luga-


res" volviéndolos atópicos, excluyen los centramientos
imaginarios, conjugan tensiones, traicionan intenciones,
deforman fines cuidadosamente programados, muerden
justamente en la mitad de un objetivo fijado con exacti-
tud, haciendo de él un subjetivo deseado con anteriori-
dad. También se esfuman prendidas de una mirada, im-
pulsan una palabra certera, un gesto cortante, retornan
en una atmósfera tenue o alimentando climas agobiado-
res. En esa urdimbre se trata de aprender a escuchar y
mirar (la pulsión escópica es una clave de la coordina-
ción) , lo que hacen, dicen, anudan, separan, fabricán, des-
conectan, ilusionan, alucinan, etcétera, los miembros del
grupo.
Esto es capital para dosificar las reacciones contra-
transferenciales que envuelven al coordinador cuando en-
frenta a sujetos y sucesos tan intrincados. Si a ello le
agregamos los "cuadros" afectivos que desencadena toda
la intervención en los diversos integrantes, comprehen-
deremos 22 que saber escuchar (con la oreja del cuerpo y
el cuerpo como oreja) y mirar (distribuciones espaciales,
como alguien "no puede ver" a un distante, mientras "le
echa el ojo" a un próximo) son las llaves para que un
grupo siga desarrollando su tarea.
Aprender a escuchar y mirar, son acontecimientos
sin ningún parentesco con la organología conductal del
oír y el ver. Las técnicas que prescribe esta última, mis-
tifica la cantidad, unidireccionalidad, cronología, etc., de
las comunicaciones y resultados. Las constelaciones de
los primeros tiende a la calidad, polivalencia, multiformi-
dad temporal, etc., de las informaciones en términos de
transmisión conceptual, interpretaciones o señalamientos
terapéuticos.

Pointes

Ligeros, estáticos, pesados, fuera de foco, dinámicos,

22 La comprehensión actúa sobre lo que ha sido abierto desde


la producción deseante grupal. Su significado difiere absolutamen-
te de la comprensión (modo de explicación propio de las "ciencias
humanas"), como la estipuló la Lebenphilosophie.
desordenados, así van seriándose los pointes de la infor-
mación que proviene del grupo y circula hacia él. ¿Pero
qué mantenemos con la noción de información'! Recu-
peramos en ella el ciclo multifacético de lo emitido, sus
angularidades y direcciones enunciativas, las condiciones
"intrínsecas" de recepción, así como todo lo que se ela-
bora y ocurre durante dicha codificación. Abarca, por lo
tanto, mecanismos inéditos de transmisión, comunicacio-
nes no equilibradas e "impertinentes" para los modelos
normalizados de intercambio lingüístico (importancia re-
velada por la crítica al esquema comunicacional de Jacob-
son), las formas de las acciones que juegan en cualquier
información, sea cual fuere su fuente y los actos forman-
tes que ella implica.
Ahora señalemos los rasgos salientes que debería te-
ner para resultar apropiada e incidente en un grupo-for-
mación.
Será necesario organizaría en una cadena relativa
con dos pendulaciones básicas: montaje parcial y deco-
dificación lenta.
Entonces se requerirá:
- Que sea reductiva por parte de quien informa y
captada en su exacta dispersión cuando viene del grupo.
- Que pueda ser asimilada en su modalidad relacio-
nal, no puntual ni positiva, por todos los formantes (in-
cluido como una formación grupal más, el descentramien-
to del coordinador).
- Que sea precisa y escueta; es decir, que sirva sólo
como un disparador de la "verdadera" información que
producirán los distintos miembros.
- Que tenga un cierto aspecto de incompletud, pues-
to que el abrochamiento circunstancial de la misma se
i dará siempre fuera de su lugar originario.
( - Que esté ligada y contrapunteada con las diversas
series de sentido que inaugura cada nuevo curso de la
tarea.
! - Que se oriente por una problemática en la cual ad-
quiera capacidad de existencia e insistencia.

i 61
i
i
Según entiendo, el tránsito incansable por todos esos
senderos posibilitará que el coordinador sea un observa-
dor audible y un atento escucha. De tal manera, se trans-
formará en recurrente y "pertinente" la información que
brinda y la que va gestando el propio colectivo.
Al equivocarse el momento de las devoluciones, su
monto informativo, la función del "copensor", de impo-
nerse un estilo de aprendizaje o terapéutico, etcétera, es
casi inevitable que los grupos se alienen en el "pegoteo
de la transferencia" o queden peligrosamente sujetados
al ejercicio gimnástico de las interpretaciones.
El abanico de sus consecuencias23 no puede desple-
garse como una totalidad a priori. Pero algunas mere-
cen destacarse con nitidez.

Empastes

Palabras espesas, miradas grumosas, gestos taponan-


tes y otros gradientes son los riesgos del coordinador.
Como captura tejidos de signos, tramado de fuerzas y de-
más fabricaciones inconcientes mediante sus "expresiones
manifiestas", puede caer en un abuso, ausencias y con-
fusiones mantenidas como sacramentos.
El abuso consiste en invadir al grupo con una se-
guidilla interpretativa que obstaculiza sus ramificaciones
y alcances. Esta es la amenaza constante de la plusin-
terpretación, subordinada a la creencia resistencia! del
"monitor" de que su misión unilateral es la de inter-
pretar.
Las ausencias vuelan como esquirlas de la plusinter-
pretación mencionada. Así los señalamientos y correccio-
nes de los impedimentos, carencias o situaciones progre-
sivo-regresivas de lo que opera el grupo se eluden com-

23 Contra muchas de las cuales alerté en el texto Apreciacio-


nes sobre la violencia simbólica, la identidad y el poder, Lo Gru-
pal 3, Ediciones Búsqueda, 1986, Buenos Aires.
pletamente. Por eso, a menudo lo que aparece como de-
fensa del mismo a entrar en tarea, o a caminar sobre un
"hilo conductor", no pertenece tanto al conjunto como a
su guía. En esas circunstancias es frecuente observar lo
contrario, o sea: las resistencias epistémicas y emotivas
del "copensor" desplazadas al grupo.
Las confusiones las delimito fundamentalmente en
dos aspectos. El primero se refiere a las extensas inter-
venciones de ciertos "analistas" con escasa o ninguna
práctica grupal, que son, en realidad, construcciones pro-
pias de comunicaciones entre colegas y que los integran-
tes no alcanzan a entender ni a elaborar.
El segundo apunta a un campo de indiscriminación
y se une de manera circular con la "actuación" plusinter-
pretativa. Su fin es poner en escena una obra cuyo pro-
tagonista sea la "inteligencia", un modo privilegiado de
la fascinación significante. En tal escenario las inter-
pretaciones no se manejan en los territorios que el grupo
borronea (elaboración de un concepto, modificación de
un punto de vista, troca de un afecto, etc.), sino que se
dirigen al universo de lo interpretable, aquello a tener en
perspectiva, pero que no autoriza a lanzar una piastra
interpretativa sobre el grupo.

Broches

Después del breve recorrido crítico, nuestra sem-


blanza de lo que sería el acto interpretativo. Podría-
mos considerarlo como: el momento particular de las
devoluciones significativas que reorientan el sentido del
proceso grupal y también lo cualifican. Tal restitu-
ción puede darse en varias dimensiones (contenidos,
unidades temáticas, alivio de montos ansiógenos, etcé-
tera) y asimismo en las superficies del grupo mismo,
en un vínculo interpersonal o en una circunstancia su-
jetal.
Además, el acto interpretativo transcurre en condi-
ciones de implicación 24, complejas e irradiadas que guar-
dan profundas diferencias con las que se importan de
otros dominios.
Las indicaciones sugeridas a lo largo de estas pági-
nas no son operables con la inmediatez de un recurso téc-
nico o prescriptas como recetas pa:ra "dirigir óptimamen-
te sesiones grupales". Estas panaceas tienen la existen-
cia y obsolescencia que rigen al mercado.
Mientras escribía se colaron una serie de interrogan-
tes que angulan el trabajo. Aprovecho para volcar algu-
nos de ellos: ¿Mistificar los grupos? ¿Ilusionar que sus
canales son más propicios para las creaciones duraderas?
¿Que la salvación está asegurada sólo si se pertenece a
un colectivo?
Mi respuesta a las que históricamente surgieron co-
mo preguntas incondicionadas y retóricas, no puede de-
jar de estar teñida de un cauto escepticismo. En ellas
hay demasiados sobreentendidos que el tiempo ha con-
vertido en francos malentendidos.
Pero qué "agregar" de los groseros, cuanto más re-
finados apologetas del "individuo", de los inquisidores de
la "obscenidad grupal", de la "reificación institucional"
y del "aquelarre de masas".
Devaneo de las imputaciones y esclarecimientos sub-
yacentes en las primeras cuestiones.
Clima de persecución en las ordalías de las segundas
y el mismo "efecto de fascinación" que ejercía aquel per-
sonaje en cuyos brazos todos deseaban arrojarse, aunque
en sus manos nadie quería caer.

24 Las condiciones aludidas no excluyen las tensiones transfe-


renciales y contratransferenciales, sino las co-implican como un
"conjunto de reacciones que generan, actualizado e historizando, un
clima afectivo y la forma de simbolizar una situación vivida". Res-
pecto de la relación de "implicación" véase el capítulo II del libro
de G. ÍDevereux, De la ansiedad al método en las ciencias del com-
portamiento. Aquí se da un enfoque inédito sobre el tratamiento del
asunto que hacían los trabajos conocidos hasta la fecha. Las di-
Ni. Ni. Quizás el laberinto de la multiplicidad,
guiándose por un delgado filamento que ilumine los re-
codos donde la verdad desespera.

Marzo de 1987.

menciones subjetivas ya no se ligan al azar con el objeto de estudio


o los espacios a explorar, sino que son centrales en la constitución
del objeto y de las "prácticas de campo" correspondientes.
REVISION SINTETICA Y COMENTARIOS
ACERCA DE LOS MODELOS GRUPALES.
INTRODUCCION

GREGORIO BAREMBLIT

En esta intervención me propongo hacer una breve


revisión del problema de la naturaleza y empleo de los
modelos que son usados para el abordaje teórico y técni-
co de los pequeños grupos "humanos". A continuación
intentaré efectuar un repaso de los principales modelos
que han sido construidos y empleados por los movimien-
tos grupalistas.
Finalmente, procuraré esbozar algunas consideracio-
nes con respecto a una posible evaluación de la modelís-
tica expuesta. En lo que hace a la cuestión de la natura-
leza de los modelos, recordemos que son recursos teóricos
y/o tecnológicos profusamente empleados en todos los
quehaceres y saberes contemporáneos.
Entre las numerosas formas de definirlos optaremos
por la que dice que consisten en nexos establecidos entre
modos y atributos de ser y existir que intentan represen-
tar (por los medios discursivos, textuales u otros), có-
mo un objeto es, cómo vendrá a ser (una vez producido),
cómo debería ser (aun cuando no exista con todas las
características modalizadas), o cómo fue (dado que no
existe ya).
El modelo puede aspirar a la universalidad (o sea
a dar cuenta de los rasgos esenciales de todas las formas
en las que el objeto real existe), a la generalidad (o sea
a plantear todas las formas posibles en las que un objeto,
real o no, podría existir), a la particularidad (uno o va-
ríos casos de la generalidad) o a la singularidad (uno o
varios casos de la universalidad).
Otra calidad de modelos es la que trata de reprodu-
cir por medios extensos y/o cronológicos, estáticos o di-
námicos, la forma sensible de los objetos reales. Estos
pueden ser símiles totales o parciales o bien de dimen-
siones mayores o menores. En ese sentido también los
modelos pueden representar formas sucesivas en una se-
cuencia de transformaciones, conjuntos articulados inter-
pretados de objetos y de relaciones entre ellos (indeter-
minadas, determinadas, causales, probabilísticas, aleato-
rias, etc.).
Las relaciones que se establecen entre el modelo y
lo modelizado pueden ser del orden de: la igualdad, iden-
tidad, identificación, equivalencia, homología, analogía,
isomorfismo, isometría, isotopía, equiparación, homoni-
mia, sinonimia, metonimia, metáfora, similitud, copia,
simulacro, correspondencia, isofonía, isodinamia, corres-
pondencia, concordancia, mimetismo, parodismo, imita-
ción, parangón, parentesco, reversibilidad, permutabili-
dad y muchos otros.
No es nada fácil precisar a qué saber o quehacer
específicos pertenecen cada uno de esos términos, así co-
mo la naturaleza de los polos y del vínculo de modeliza-
ción que se plantea.
Algunos pertenecen a la filosofía, otros a las diver-
sas ciencias (formales, naturales y "humanas"), algunos
a la literatura o al arte en un sentido amplio, a las reli-
giones, las prácticas políticas, jurídicas, marciales o lú-
dicas y hasta a actividades y jergas cotidianas.
Dentro de la gran complejidad de este tema, apenas
puntualizaré un dato obvio: para tratar y sistematizar
este campo, no se puede si no apelar a sus propios recur-
sos. Se tratará pues, de una clasificación, cuyo listado
no puede si no incluirse en el universo de lo que clasifica.
Puesta esta salvedad, es interesante hacer notar que
los modelos pueden ser, "ontológicamente" hablando, "ho-
mo" o "hetero", ya sea que la relación se establezca entre
entidades de la misma o de diferente esencia, sustancia,
materialidad, idealidad, etcétera.
En lo que atañe a las diversas maneras de modeli-
zar, y aún en lo que se refiere a la validez, justificación,
veracidad o conveniencia de la noción de modelo, las
tendencias luchan, se alian y se contraponen entre sí.
Desde luego eso acontece porque no se trata de saberes
y quehaceres neutros e indiferentes. Sino que, como to-
dos, son prácticas "humanas", es decir "comprometidas",
que involucran siempre poderes, intereses, deseos y valo-
res en pugna.
Una célebre polémica de las que agitan este espacio,
es la que se plantea entre corrientes que (apenas con
fines ilustrativos) agruparemos como empiristas, y otras
(que con igual intención) reuniremos denominándolas no-
empiristas. A los fines de esta exposición, y dentro de
sus alcances, comprenderemos entre las empiristas al po-
sitivismo, neo-positivismo, empirismo lógico, empirio-cri-
ticismo, fisicalismo, funcionalismo y pragmatismo. Entre
las no-empiristas contaremos a la fenomenología, el ma-
terialismo dialéctico, el materialismo racionalista discon-
tinuista, los estructuralismos y algunas variedades de los
idealismos subjetivos y objetivos.
Siempre a vuelo de pájaro, y en referencia a la cues-
tión que nos ocupa, digamos que las corrientes empiristas
sostienen que los modelos son organizaciones de datos
que reproducen un campo objetivo de hechos. Sea cual
fuere el material semiótico con que estos datos se hallen
representados y dispuestos en el modelo y ya se espere
de ellos que describan, anticipen o reconstruyan los he-
chos, se supone que hay entre datos y hechos, el modelo
y lo modelizado, una relación directa, confiable, justifi-
cable, verificable y constatable. Los criterios con los que
se juzga intrínsecamente al modelo son los de: economía
de expresión, exhaustividad del tratamiento, exclusión
por preferencialidad de otros aspectos, determinaciones
y opciones; no-contradicción y no-redundancia. En cuan-
to al nexo con lo modelizado, se privilegian los rendi-
mientos pragmáticos, operacionales o utilitarios (la capa-
cidad de realizar lo implícita o explícitamente propuesto
por el modelo). Cobra así importancia central el mon-
taje y administración de una situación experimental de
la que se supone que verifica, prueba, corrobora, cons-
tata, demuestre o convalide consensualmente el modelo,
pero que, básicamente, lo realice. Algunos conspicuos
exponentes de esta tendencia atribuyen un método único
a los procedimientos científicos y aún a los filosóficos.
Se trata del método hipotético-deductivo. El mismo par-
tiría de la observación de los hechos, la recolección de
datos, la articulación de estos en hipótesis compatibles
con las teorías aceptadas de ese campo, la elaboración
de un dispositivo experimental para someterlas a prueba.
Una vez testadas (verificadas, falseadas, demostradas o
realizadas, según las escuelas) las hipótesis se elevarían
a la categoría de leyes que formalizarían regularidades
empíricas. Todos estos pasos serían registrables y enun-
ciables en un lenguaje preciso y según una lógica gene-
ral con fuerte influencia físico-matemática. Las hipóte-
sis, cuyos conjuntos parciales a menudo constituyen mo-
delos, pueden ser de nivel alto, intermedio o bajo, según
su mayor o menor distancia de los datos. Los modelos
o hipótesis de bajo nivel serían los predominantemente
operacionalizables, o sea experimentalmente corrobora-
bles y/o aplicables tecnológica y casuísticamente. Los
hechos se intelegibilizan (describen, comprenden o expli-
can) en los modelos y estos, a su vez, se demuestran en los
hechos. Es frecuente que estas orientaciones califiquen
de "metafísicas" a todas las otras que no comparten sus
supuestos y procedimientos.
Por el contrario, las corrientes que denominamos no-
empiristas sustentan, de variadas maneras, que las cien-
cias tienen entre sí y con otras disciplinas más trazos
diferenciales que comunes. Sin embargo, afirman que
pueden distinguirse en todas ellas la práctica de la teori-
zación (objeto de conocimiento) de la del método (cono-
cimiento de objetos) y la de la técnica (transformación
regulada de los mismos). Cada una de ellas tiene su ma-
teria prima, instrumentos, fuerzas, agentes, procedimien-
tos, requisitos y efectos-resultados específicos. Todas es-
tarían articuladas conservando su tiempo y espesor pro-
pios. Afirman que no existen "hechos en sí" y que los
datos son tales sólo para el abordaje teórico que así
los define. No hay, pues, coincidencia de las causas
con los efectos, de las esencias con las apariencias, de
los noúmenos con los fenómenos, del saber, error, ilu-
sión, falsedad con la verdad, de lo estructurante con lo
estructurado. En consecuencia, para estas corrientes, las
empiristas son apenas ideologías que sistematizan lo ob-
vio y manipulan acríticamente lo real. Esa clasificación
resulta clara si se recuerda la convicción de que lo evi-
dente y sensible es siempre engañoso, debido a que el
orden de lo determinante nunca sería directamente acce-
sible a la observación. Los mecanismos causales inclu-
yen la operación misma por la que la determinación se
aparece y a la vez se oculta en los efectos. Lo determi-
nante debe ser descifrado, desentrañado o, en otras pa-
labras, su conocimiento producido, aplicando la teoría es-
pecífica, según las prescripciones de cada método sobre
los campos de efectos pertinentes. Sólo así las transfor-
maciones operadas, según las reglas de la técnica, con-
sistirán en resultados cuya eficiencia sólo sería evaluable
desde la teoría misma. Esta línea, en general, impugna la
noción de modelo a la que considera patrimonio del empi-
rismo cuyas falencias epistemológicas le atribuye. Con
todo puede llegar a aceptar su uso si se explícita que
designa una constelación de causas, por ejemplo, que al-
gunos no-empiristas designan como estructura.
Otras tendencias efectúan actualmente una revisión
crítica del empirismo y del no-empirismo analizando sus
valores, aciertos y complicidades por relación a fuerzas
histórico sociales que, como poderes implícitos a esos sa-
beres, modularían sus rendimientos. No es mi propósito
aquí pronunciarme acerca de las relevantes polémicas de
este territorio. En las consideraciones finales procuraré
acotar algo al respecto. Pasaré a ensayar un breve re-
paso de los principales modelos que han sido construidos
y usados por los movimientos grupalistas. Téngase en
cuenta que, según lo que acabamos de plantear, estamos
englobando en conjuntos demasiado inclusivos a tenden-
cias que tal vez exigirían una situación más matizada.
La asignación pormenorizada de los modelos que enume-
raremos a las doctrinas que arriba comentamos, será
hecha muy superficialmente. Espero que las consideracio-
nes finales justifiquen que no he optado por proceder
así solamente en razón de lo difícil de esa tarea o por
una vocación meramente taxonómica.
La lista de modelos que a continuación expondré, no
pretende ser exhaustiva, excluyente, ni mucho menos de-
tallada y fundamentaría. Procederé a agrupar los mode-
los en cinco grandes ítems según el sector de saberes y
quehaceres del cual provienen.

MODELOS GRUPALES

Pictórico
Item 1 Literario Físico
Item 2
Mítico Químico
Artístico Teatral Biológico
Natural
Cinematográfico Etológico
Psicodramático

Item 3
De instituciones Lingüístico
De organizaciones , Item U Semiótico
Socio-
antropo- De masas Comunicacional
Familiar - Comunitario Psico- Cibernético
lógico-
Histórico sémico Intra e
histórico
intersubjetivo

Matemáticos
Item 5 Geométricos
Estructurales
Formal Sistémicos
Lógicos

Item 1 - Artístico

Modelo Pictórico:
Se ha señalado la vinculación entre la palabra gru-
po y la denominación "gruppo'', dada en italiano para re.
ferirse a conjuntos humanos tal como aparecen represen-
tados en los famosos cuadros renacentistas, en especial
los de temas religiosos (Miguel Angel, Boticelli, Andrea
del Sarto, etc.). Igualmente en post-renacentistas (re-
cuérdese "La reunión de comerciantes" o "La lección de
anatomía"). Algo se ha dicho también acerca de la im-
portancia en la ideación de los modelos sobre el estudio
de los contrastes formales entre las pinturas rupestres
primitiva, las imperiales china, japonesa y siamesa, los
relieves coloreados egipcios y el arte religioso medioeval
y renacentista. Hasta la aparición de la regla áurea y de
la perspectiva, en el Renacimiento, se observa una su-
puesta dificultad técnica por la cual no se conseguiría
representar la simultaneidad sino como sucesión lineal
o dispersión en un plano relativamente abierto. La in-
versión de la convergencia sobre la línea de fuga y su
relación múltiple en los elementos participantes de los
grupos pictóricos y, por consiguiente, se hace posible su-
gerir la interlocución. Se torna localizable un centro que
se desplaza asintomáticamente hacia el fondo dando la
dimensión de profundidad y distribuyendo en su entor-
no las posibles concordancias-discordancias. La dinámica
grupal está planteada en las actitudes corporales, las ex-
presiones faciales, la simetría y la complementariedad del
equilibrio y la composición.
Importancia aún no explotada tiene la posición del
espectador, tal como está esbozada en el análisis que
Foucault hace del cuadro "Las meninas" de Velázquez, o
el de Lacan acerca de la "tela en blanco" de los pintores
abstractos. Cabe, tal vez, atribuir esas diferencias ex-
presivas, no sólo a la creciente disponibilidad de medios
técnicos, sino a diferentes nociones de la grupalidad. En
la pintura primitiva rupestre el plano de sustentación es
la tierra, el tema, la caza y las series de elementos no-
unificados dispuestos en una intemporalidad poli-lineal
y cíclica parecen incluir al grupo espectador doméstico
I como integrante vivo en cuya piel, a menudo, se prolon-
| ga como tatuaje. Algo parecido sucede en el arte impe-
rial pero los elementos, minuciosos y abigarrados, bus-
can un centro inicial, final, nuclear, o dado por el plano
de sustentación mismo que consiste en el monumento o
el palacio despótico. El espectador se supone como ma-
sa, fortuita y pasante, el tema es siempre histórico pero
ordenado en el tiempo ficticio de las dinastías. En esa
línea sería interesante trabajar la grupalidad en el arte
de las grandes civilizaciones. Múltiples conexiones exis-
ten entre esta veta plástica y la del siguiente ítem.

Modelos literario, mítico, teatral, cinematográfico:


Los trataremos conjuntamente a pesar de su inmen-
sa y distinta riqueza. Utilizan versiones de mitos, espe-
cialmente los de la Grecia antigua y clásica (Labdacidas,
Atridas, Olimpo), o literarios {La Iliada, La Odisea, La
Teogonia, de Homero y Hesiodo) o trágicas (Edipo, An-
tígona, Euménides, de Esquilo, Sófocles y Eurípides) o
filosóficas (El banquete, de Platón). También se ha tra-
bajado sobre las mitologías primitivas e imperiales y la
judeo-cristiana (Antiguo y Nuevo Testamento). Desor-
denadamente mencionaremos tentativas que se han hecho
sobre novelas, obras de teatro o films cinematográficos.
Se ha trabajado sobre los grupos mundanos en la obra
de Proust, A puertas cerradas y Las manos sucias de
Sartre, Más que humano de Bradbury, así como acerca
de los films Grupo de familia, Teorema, El jardín de los
FinzUContini, Rocco y sus hermanos, La clase obrera va
al paraíso, Los inútiles, Delirio de locura, El león de in-
vierno, Doce hombres en pugna, El reencuentro, El fran-
cotirador, El ángel exterminador, El discreto encanto de
la burguesía, etc. Cabe rozar apenas los modelos musica-
les: orquestales, polifónicos, armónicos, etc.

Modelo psicodramático:
A partir de los recursos teóricos de J. Moreno y
otros psicodramatistas se entiende al grupo como al elen-
co-protagonista de una representación teatral. Se habla
de personajes, papeles (roles), acción, representación,
empatia (tele), director de escena, argumento, drama in-
terno, drama externo, sociodrama, monólogo, inversión
de roles, rol-playing, egos auxiliares, etc. La proximidad
y combinaciones entre este modelo el mítico-trágico es
evidente. De todas formas, el modelo psicodramático pa-
rece usar predominantemente instrumentos provenientes
de una concepción aún demasiado antigua, clásica y/o
isabelina del teatro. Sería importante explorar las posi-
bilidades del teatro moderno, el "living theatre", etc.,
como lo hacen Pavlovsky y sus colaboradores.

Item 2 - Natural

Modelo físico:

Si bien los hay de varias modalidades (hidrodinámi-


cos, termodinámicos, macro o microfísicos, etc.) me re-
feriré aquí especialmente a los originarios de la teoría
de los campos electromagnéticos. Como es sabido, esta
teoría, formulada por Faraday, modeliza la circulación e
ínterjuego de fuerzas que tiene lugar en un espacio car-
gado de energía eléctrica vectorizada como fuerzas mag-
néticas. Estas se evidencian en la imantación de los
cuerpos incluidos en el área así configurada, en los que
inducen traslaciones. A partir de las mismas se puede
reconstruir una dinámica compuesta de conflictos, opo-
siciones y sinergias que son generadoras de los despla-
zamientos resultantes. El grupalismo habla también de
"reacción en cadena", "implosión", "explosión", "órbi-
tas", "agujeros negros", etc. Este modelo, a menudo ha
admitido combinaciones con el formal-estructural, el de
las organizaciones y el intra e inter-subjetivo. Ejemplos
de estos ensayos son la célebre Teoría del campo, de K.
Lewin, así como las concepciones de los grupalistas ar-
gentinos: Pichón Riviére, Grimberg, Langer, Rodrigué
y otros. Combinaciones con el psicodramático encontra-
mos, por ejemplo, en la Teoría de la acción social, de
Parsons.
Modelos químicos, biológicos y etológicos:
Los modelos químicos no llegan a ser, que sepamos,
de empleo sistemático; metáforas químicas forman parte
de modelos heterogéneos en los que se incluyen. Cabe
recordar las reminiscencias químicas de la clasificación
de afinidades grupales de Fouíier o el de las atracciones,
repulsiones del citado Lewin, a las que él denomina "va-
lencias". Los modelos biológicos han sido profusamente
empleados. El grupo se nocionaliza como una célula, un
tejido, un órgano, un sistema orgánico o un organismo
completo (vegetal o animal). Este modelo puede adoptar
características morfológicas (anatómicas o histológicas)
o funcionales (fisiológicas o dinámicas). Es frecuente
que tenga tonalidad normal o patológica. En lo cronoló-
gico puede adoptar una modalidad genético-evolutiva y
aún teleológica, finalista. La terminología usada com-
prende términos como "estroma", "parénquima, "creci-
miento", "quiste", etc. Es típico de los sociólogos biolo-
gistas como Le Bon, Mac Dougall y Tarde pero subsiste
ampliamente en la actualidad.

Modelo etológico:

Emparentado con el anterior piensa el grupo en ana.


logia con las comunidades y poblaciones vegetales o ani-
males (colonias, cardúmenes, manadas, rebaños, familias,
colmena, hormiguero, bandadas, etc.). También emplea
fórmulas de convivencia natural (simbiosis, comensalis-
mo, saprofitismo, afidismo, mimetismo, etc.). Los mo-
dernos sistémicos, debido a la influencia de Von Vexkul
y Von Berthalanfy, han adoptado sugestiones como "te-
rritorio", "nicho", "environement", "cielos biéticos", "In-
nenwelt", "Midwelt", etcétera.

Item 3 - Histórico. Social. Antropológico

Como es obvio,. resulta difícil tratar los sub-ítems


por separado.
Modelo histórico:

La modelística grupal ha apelado frecuentemente a


símiles entre la estructura y funcionamiento grupal y
las de civilizaciones, modos de producción y formaciones
económico-sociales, o bien a organizaciones propias de ca-
da una de esas grandes configuraciones. El tema se tor-
na complicado porque "el grupo" es, a su vez, una orga-
nización que justamente adquiere rasgos peculiares en
esos vastos conjuntos. De cualquier forma es habitual
encontrar enfoques grupalistas que ven a su objeto como
una "tribu", "horda", "imperio", "corte", "estado", "repú-
blica", "colonia", "democracia", "socialismo", "fascismo",
"totalitarismo", etcétera, o bien como acontecimientos:
"La caída del Imperio Romano", "La Revolución France-
sa", "La Revolución rusa", etc. (Ej.: Las categorías gru-
pales, de J. P. Sartre).

Modelo social de masas:


Se origina en las ideas expuestas en la llamada Obra
social de Freud, particularmente en Psicología de las ma.
sos y análisis del yo. Los aparatos psíquicos o sujetos,
o personas "individuales", se articulan en torno a un li-
derazgo personal o abstracto. Los participantes proyec-
tan su ideal del yo sobre el líder identificándose con un
trazo de él y, a través de él mismo, con todos los otros
integrantes. Se forma, de esa manera, un conglomerado
coherente que funciona según cualidades extraordinarias
atribuidas a la mencionada entidad psíquica (ideal del
ego) que, como se sabe, resulta de la transformación sim-
bólica del primario desiderátum narcisista (Ego ideal).
Reservamos para este modelo grupal lo que Freud hace
corresponder a las "masas o grupos efímeros", muche-
dumbres, etc.

Modelo social de instituciones y organizaciones:


Toda y cualquier organización o establecimiento han
sido arbitrados para conformar este modelo. Un ejército
(compañía, batallón, comando). Una iglesia (convento,
congregación, secta, monasterio), una fábrica, escuela,
equipo deportivo, conjunto artístico (musical, circense),
un tribunal, jurado, cámara, congreso, etc. Sirven de
"toiaquete" para la comprensión del grupo. En sus for-
mas más sofisticadas este tipo de modelo consigue hacer
alguna diferencia entre institución y organización (por
ejemplo: estado y gobierno, ley y tribunales, producción
y fábrica, etc.). Por otra parte, son complejas las extra-
polaciones al seno de la fenoménica- grupal de explicacio.
nes tipo "explotador-explotado", "dominador-dominado",
"ta.rea", etc.

Modelo social familiar:


Espontánea y difundidamente manejado este modelo
debe su prestigio al de la familia misma como "célula so-
cial". Distribuye en el grupo todas las notas típicas de la
estructura y funcionamiento familiar y/o de las relacio-
nes de pajgfcntesco. Se habla de "funciones", "papeles",
"vínculos", "normas", "jerarquías". Padre, madre, hijos,
hermanos, primos, nueras, yernos, suegros, suegras, etc.,
son las denominaciones empleadas. Cuando este enfoque
es elemental y empírico no pasa de una descripcióa de
la familia nuclear típica de Occidente. Cuando apela a
una versión antropológica de las relaciones de paren-
tesco la terminología puede aproximarse al modelo for-
mal estructural o al intra-psíquico. Se habla, entonces,
de "cultura", "consanguineidad", "filiación", "alianza",
"gen", "clan", "rito", etcétera.

Item 4 - Psico-Sémico
Para tratar este ítem en el contexto deliberadamen-
te superficial de este trabajo, sentimos la dificultad que
implica tener que exponer el sinnúmero de complejas co-
rrientes de la semiología y la lingüística que han sido
parcialmente importadas a la problemática grupal. Ante
la imposibilidad de hacerlo he optado por tocar exclusi-
vamente la influencia del enfoque comunicacional y el
intra e intersubjetivo, no sólo por ser los más conspi-
cuos sino porque, en general, la incorporación y reformu-
lación de los primeros se ha hecho a través de estos úl-
timos.

Modelo comwticacwnal:

Entiende al grupo en términos de un conjunto entre


los que circula información, siendo que lo mismo puede
acontecer entre el grupo y el exo-grupo. Se piensa en
"actantes", "hablantes-.oyentes", "emisores-receptores".
Estos intercambian "emisiones", "mensajes", "señales",
"signos", ordenados en "códigos" a través de determina-
dos "canales". Se operan entonces procesos de "encodifi-
cación", "decodificación", "emisión", "recepción", "trans-
misión" que pueden ser perturbados por "ruidos", "inter-
ferencias", "redundancias", etc., etc. Puede haber "sime-
tría" o "complementariedad" entre los polos, "concordan-
cia", "simultaneidad", "contradicción" entre canales, etc.
Se puede clasificar los mensajes en perfiles o categorías,
tales como, por ejemplo, "estilos" (épico, lírico, etc.).
Situaciones patogénicas típicas (por ejemplo: el "doble
vínculo") o transacciones descalificadoras (por ejemplo:
"apelación a la autoridad").

Modelo intra e intersubjetivo:


Optamos por denominar de esta manera a un enfo-
que muy difundido que, según sus proveniencias, adquie-
re formas muy diversas. Si bien es cierto, puede origi-
narse en la psicología de la conciencia, de la conducta,
gestaltistas, transaccionalistas, personológicas, fenome.
nológicas y otras (punto de partida de su respectivo mo-
delo de la personalidad), su fuente predominante es el
psicoanálisis.
En el caso de las psicologías, el grupo es modelizado
como un conjunto de sujetos o como un meta-sujeto dota-
do de los caracteres propios de una "mente" grupal (con-
ciencia, voluntad, memoria, afectos).
En el caso del psicoanálisis, la cuestión es similar
aunque mucho más compleja.
La modalidad, por así decirlo, clásica de tratar psi-
coanalíticamente la cuestión grupal, es la que sigue al cé-
lebre escrito freudiano Psicología de las masas y análisis
del ego. Ya lo tocamos en el ítem modelo social de las
masas, de las organizaciones y familiar. Es posible com-
pletarla con un abordaje que define al grupo desde los
cuatro puntos de vista con los que la metapsicología freu-
diana propone conceptualizar al aparato psíquico.
Desde el punto de vista económico, el grupo es leído
como una entidad cuyo acontecer puede adquirir predo-
minante, alternativa, sucesiva o simultáneamente las pro-
piedades del proceso primario o del secundario, estar re-
gido por los principios de realidad, placer (constancia)
o inercia (nirvana), distribuir hipercatexias de atención,
contracatexias de interés, catexias libidinales inconcien-
tes, energías libres o ligadas, etc. Esta lectura es tan
poco frecuente en psicoanálisis grupal como en indivi-
dual (una tentativa en ese sentido ha sido hecha por R.
Kaes).
Desde el punto de vista dinámico, el devenir grupal
transcurrirá animado por la conflictiva entre pulsión de
vida y de muerte, pulsiones parciales diversas, deseos
múltiples y las defensas correspondientes, repeticiones
transferenciales resistenciales y "sublimaciones" promo-
vedoras. Es obvio que la "sexualidad", psicoanalíticamen-
te entendida, juega un papel motor fundamental en este
enfoque. El tema fundamental en que este procesamien-
to se resuelve es aquel de la oposición unión-desunión,
concentración-dispersión, etc.
Desde el punto de vista tópico, el grupo es entendido
como un espacio representacional dividido, dotado de las
peculiaridades del sistema conciente, del preconciente o
del inconciente. Adquiere así vigencia la intelección de lo
grupal según el texto del sueño, del chiste y, en suma,
del fantasma. Se habla de la función de las represiones
primarias y secundarias, de la condensación, el desplaza-
miento, la elaboración primaria y secundaria, el cuidado
de la representabilidad, la racionalización, etcétera, en
términos del Aparato Psíquico del capítulo VII o del "In-
conciente". No resulta extraño así que se aplique en toda
su polisemia el recurso a la "otra escena" freudiana co-
mo un montaje (de sentido o de dramática), pero siem-
pre de conjuntos expresivos y/o significativos.
Desde el Punto de Vista Estructural, en la grupalidad
se supone extendido y distribuido el sistema de instan-
cias que componen la personalidad de acuerdo a la lla-
mada "segunda tópica". Están representados cada una
de aquellas, sus funciones y su interjuego. Así, el grupo
será un Ego, un Ello o un Superyó, o bien una de esas en-
tidades sera el asiento de la aglutinación que coherentiza
y comanda a las otras (como el ideal del Ego en la men-
cionada forma clásica). Las líneas de organización que
el centralizador establece se tendrán "en serie" o "en pa-
ralelo" tomándolo como eje.
Por otra parte, un elemento o facción grupal puede
ser el asiento del Ello, sea que se enfatice en sus impul-
sos disruptivos o productivos. Las relaciones de substitu-
ción o disociación, invasión o englobamiento de entidades
psico-grupales se multiplica, los antagonismos y siner-
gias económico - dinámico - topográfico - representacionales
se complejizan y se metaforizan psicopatológicamente
( sado-masoquismo" entre las instancias, etc.).
Pero es en la más proverbial acepción del término
estructural", la del complejo de Edipo, en que la mode-
lista psicoanalítica alcanza su máxima sofisticación. Sea
como repartición de "roles", "personajes", "funciones",
lugares", "operadores", "sub-complejos", "objetos", "de-
seos'\ "leyes"... estos elementos (su dinámica de "amor-
odio ', "deseo-castración") son adjudicados a los integran-
tes, a los sub-grupos o a la "interacción" del grupo con
otros o con el exo-grupo social en sentido amplio.
Los desarrollos post-freudianos me son imposibles de
resumir aquí y sus combinaciones con otras modelísticas
tales como las enumeradas en los ítems 1, 2, 3, 4, 5, no lo
son menos.
Resultaría arbitrario escoger algunas de ellas para
sintetizarla. Me permitiré tocar apenas las dos granáes
líneas que parecen haber tenido más influencia en el pa-
norama psicoanalítico en general y el grupalista en par-
ticular.
Me refiero a la orientación kleiniana, la cual, por
medio de su más fértil representante, Bion. ha iniciado
mucho en las producciones anglo-sajoñas, francesas y la-
tinoamericanas. El destaque dado por M. Klein al "Edipo
temprano" y las etapas precoces "psicóticas" del psiquis-
mo, a las posiciones esquizo-paranoide y depresiva (con
sus prototípicas estructuraciones del self, las ansiedades
y las correspondientes defensas y vínculos con los obje-
tos parciales y totales)... han sido de gran peso en to-
das las formulaciones posteriores. Los planteos kleinia-
nos proceden básicamente de re-tomas sui generis de la
segunda tópica y de la teoría pulsional freudiana. Es en
base a ellos, así como al énfasis en la acción de la pul-
sión de muerte y del copioso archivo de "phantasy" klei-
nianas que Bion elabora sus "supuestos básicos", como se
sabe éstos son "expectativas" inconcientes y arcaicas del
grupo. De alguna forma puede decirse que son "modelos
inconcientes" con que la mente grupal define de manera
arcaica y regresiva la situación desconocida y la relación
ambigua que la actitud omisa, prescripta por el líder
operador, le plantea. La influencia de Bion sobre todos
los continuadores de Melanie Klein, v.gr.: Elliot, Jacques,
Ezriel, Pichón Riviére, Bleger y aún escuelas francesas
actuales (Anzieu, Kaes, Pontalis) me parece considerable.
Por su parte, los desarrollos estructuralistas del psicoaná-
lisis (notoriamente los lacanianos más o menos conspi-
cuos, ya que Lacan mismo no se ha ocupado directamente
de la grupalidad) comparten de modo desigual los gran-
des principios que esa importante corriente del psicoaná.
lisis moderno ha rescatado y promovido de la obra de
Freud.
Los recursos a la lingüística estructural y a la topo-
logía han llevado a privilegiar como materia prima el
famoso macizo de la Traumdeutugn, El chiste y la psico-
patología de la, vida cotidiana. La teoría de la subjetivi-
dad como estructura reconstruíble a partir del juego del
significante enfatiza en la condición narcisista del suje-
to y en la falta de objeto del deseo como constitutiva. La
estructuración del psiquismo en la relación articulada en-
tre los tres órdenes (lo real, lo imaginario y lo simbóli-
co) ha inclinado a los lacanianos a modelizar el funcio-
namiento espontáneo de los grupos como un sueño u otras
formaciones del inconciente, en suma, como un efecto pre-
dominantemente resultante de la dominancia de lo ima-
ginario. Esa evaluación los conduce a ver al grupo como
un espacio poblado por'las viscisitudes de la especulari-
dad de los integrantes, entre los que se desarrolla la dia-
léctica amo-esclavo, fragmentación-unificación. Las ex-
pectativas de los lacanianos con respecto a la posibilidad
de simbolización-elaboración de esa conflictiva son disí-
miles pero, en general, escépticas.
Algunos relacionan esa pregnancia de lo imaginario
con las ideologías, aproximándose así a los modelos so-
ciales histórico-políticos e institucionales.

Item 5 - Modelos formales


Los trataremos muy someramente por cuanto son de
difícil exposición y comprensión, lo cual, posiblemente,
sea el principal motivo por el que hayan sido poco difun-
didos y raramente aplicados.
Según me parece, algunos de estos modelos actual-
mente vigentes en el grupalismo son derivados de dos
grandes conceptos que marcan la influencia de las cien-
cias formales en todos los discursos de la modernidad.
Me refiero a los de Estructura y Sistema. Como es sabido,
el concepto de estructura designa a una entidad formal
compuesta de lugares, dotados de funciones, entre los que
se establecen relaciones. La alteración de cualquiera de
los elementos mencionados genera una mudanza en la en-
tidad en su conjunto. Algunos de estos lugares, cuando
accionados convenientemente, son capaces de inducir una
transformación estructural típica.
Las configuraciones estructurales están estrictamen-
te determinadas por la composición de los lugares, regis-
trabas en leyes y enunciables como fórmulas lógicas o
algebraicas. Según dijimos en la introducción, estos mo.
délos pueden ser usados para ordenar un campo de ele-
mentos empíricamente considerados o para dar cuenta de
un espacio de efectos a partir de los cuales las causas es-
tructurales (no-empíricas) son reconstruíbles. En ambos
casos se supone que las diferentes configuraciones de la
estructura determinan exhaustivamente la totalidad de
los fenómenos. Estos modelos han sido matemáticamente
formalizados y aplicados a los grupos por Lewin, Josefi-
ne Klein, Bales, Taylor, Bion y otros (dentro de una lí-
nea positivista y funcionalista). La orientación estructu-
ralista no-empirista utiliza el recurso estructural sin
formalizarlo (por ejemplo: escuelas psicoanalíticas fran-
cesas y argentinas). No he sabido de una utilización
conspicua de los maternas lacanianos y de la topología en
la formalización de las estructuras grupales.
Por su parte, el concepto de sistema, usado en el
sentido empirista o no, implica un conjunto de factores
determinantes también interligados, pero debido a que
puede comprender varias estructuras internas, áreas o
vectores aleatorios y conexiones intersistémicas, se pres-
ta para un tratamiento probabilístico o contingente de los
datos.

Algunas conclusiones provisorias

Como anticipé en la introducción, he intentado hacer


en este trabajo una breve consideración acerca del con-
cepto de Modelo; una clasificación panorámica de los mo-
delos grupales más conocidos agregando comentarios so-
meros acerca de cada uno de ellos.
Este relato no dirá nada de nuevo al teórico grupa-
lista ni aún al práctico familiarizado con la bibliografía
sobre el tema. Incluso es posible que lo expuesto deje en
el principiante o en el simple interesado en el asunto, la
impresión de un paisaje tan vasto que, al no mostrar lí-
mites precisos, lleve a creer que cualquier idea ha sido
apta para pensar la forma y funcionamiento de los gru-
pos humanos. Por otra parte, la falta de profundización
en cada modelo dejará de proveer al lector la informa-
ción suficiente para aprehenderlos y mucho menos para
operar con ellos. .
Se había constatado también que, a pesar de incluir
algunas observaciones críticas y sugestiones a desarrollar,
no me he pronunciado por ninguno de los modelos ex-
puestos. Tampoco he pretendido proponer uno propio ni
fundamentarlo.
Algunas corrientes epistemológicas modernas sostie.
nen que la multiplicación de teorías que saturan un cam-
po de saber y quehacer, es un indicador de que la cien-
cia del objeto formal abstracto correspondiente aún no
ha sido producida, o que ya lo fue y aún no ha consegui-
do implantarse. Espero lograr explicar por qué discrepo
de esa aseveración, por lo menos en lo que al ámbito de
la grupalidad atañe.
Habida cuenta de que la citada proliferación de los
modelos grupales oscila entre una abierta lucha concep-
tual y técnica, un combinacionismo fundado o caprichoso
y un sincretismo irreflexivo... se torna importante al-
guna toma de posición al respecto.
Antes de exponer la mía (y en la medida en que se
apoya manifiestamente en cierto pensamiento de actuali-
dad) me parece apropiado hacer una disgresión sobre el
aporte de las llamadas "corrientes institucionalistas".
Las mismas ofrecen contribuciones aprovechables, tanto
para las discusiones más amplias acerca del conocimien-
to y la praxis (especialmente en ciencias humanas) como
para la problemática grupal en particular.
Sin entrar en minucias recordaré que el "Movimien-
to Institucionalista", señaladamente el europeo, no es una
disciplina ni, obviamente, una inter-disciplina; menos aun
intenta ser una ciencia. Se trata de un conjunto disper-
so de saberes de los más diversos estatutos, orientadores
de un sinnúmero de los más heterogéneos recursos para
la intervención. Pese a esa característica proteiforme,
creo que pueden postularse algunos caracteres reiterados
y conspicuos que interesen a los propósitos de esta expo-
sición. Ha sido notoria la influencia ejercida sobre el dis-
curso institucionalista por dos grandes líneas de refle-
xión del pensamiento occidental. Me refiero a las ideas
de Spinoza y Nietszche en torno del poder, así como a
una serie de investigaciones teóricas cuestionadoras de la
estructura y dinámica de las sociedades modernas tanto
cuanto de su pilar fundamental, la cientificidad. Entre és-
tas cabe destacar los análisis de corte marxista, estructu-
ralista o existencialista oportunamente elaborados por re-
presentantes marcadamente disímiles como Adorno o Mar.
cuse, Sartre, Foucault, Deleuze y otros.
La impugnación al despotismo de la "Razón instru-
mental y pragmática", al "principio de la eficiencia" y a
las consecuencias económico, político, culturales y éticas de
ambos, hace coincidir a las diferentes tendencias del aná-
lisis institucional, a pesar de la señalada diversidad. El
institucionalismo, como decíamos, se ha nutrido de esas
críticas y lo ha hecho, fundamentalmente, para emprender
un implacable desmenuzamiento de todos los instituidos
vigentes y sus respectivos logos, textos y relatados legiti-
mantes. Como es sabido, entre éstos el discurso científico
o cientificoide ocupa un inexcusable lugar. Por ese camino
el institucionalismo ha mostrado que las fuerzas y los me-
canismos de explotación, dominación y mistificación repro-
ducen (no sin contradicciones) los sistemas que los alber-
gan en el seno de cada organización, establecimiento, agen-
te y actividad.
La interpenetración existente entre los montajes teó-
ricos, los institucionales, los tecnológicos y aún los subje.
tivos, en esos equipamientos de poder... es sumamente
compleja y heterogénea. Es claro que no me será posible
ni siquiera esbozarla aquí. De todas formas y a los fines
que este texto se plantea, he recordado el aporte institu.
cionalista para fundamentar la actitud que propongo adop-
tar con respecto al polimorfismo de los modelos grupales
y las perspectivas de su empleo.
Se trata de que propugnar la adopción de alguno de
ellos, en mi opinión, conducirá inexorablemente a una
comprensión e intervención sobre la grupalidad sometida
a las contricciones que impone la partición del mundo im-
puesta por el modelo. Si éste, además, forma parte de un
sistema teórico-técnico dotado conspicuamente de los ras-
gos de la cientificidad y de la profesionalidad, e incluye al
obieto-grupo como un área circunscripta de un territorio
más aiMlio pero limitado (a su vez excluyente y exhausti-
T ) el efecto limitante se exacerba. Me parece que por
este lectura las operaciones de reificacion, aislamiento,
n e u t r S d ó n y "¿revisibilidad" del grupo, quedan defi-
n i t i — t T c o n s o U d a d a s . El sistema-modelo f ^ j »
inevitablemente como una grilla que corta el fluido con-
torno del grupo según sus parámetros y a la vez que, apa-
S m e n t o T l o desconecta de otras determinaciones para
supuestamente dar cuenta de las específicas, no hace smo
articularlo a aquellas de una manera sui generis, negada
o postergada. El problema consiste en que ese acoplamien-
to se practica por la vía, deliberada o no del encaje de una
erupalidad logo y tecnocráticamente entendida, en la ma-
S a de un mundo parcelado y engranado de acuerdo
a la lógica reproductiva del modo dominante En otras pa-
l a b r a s ; quizás un tanto poéticas, se "fabrica" grupos en lu-
gar de catalizar su "auto-invención" y gestión.
Este aserto no debe ser interpretado como un convite
a la renuncia a teorizar la grupalidad, ni corno una exal-
tación de los abordajes espontaneístas, intuitivos o volun-
taristas. Continúo creyendo que conceptualizaciones sobre
la grupalidad son posibles y necesarias.
Tal vez ha llegado el momento de substituir el concep-
to de modelo, con todas sus connotaciones normativas, por
la noción, po'r ejemplo, de cartografía. Esta c o m o s e sa-
be, es un semantema propuesto por F. Guattan que pro
cura adecuar un recurso teórico perecedero, simultaneo y
no universaíizable, construido ad hoc y constantemente
con la singularidad irrepetible de cada grupo. Entiendo
ese pensamiento como una original alternativa a.Ja. dasica
dialéctica que se establece entre lo formal-abstracto y lo
formal-concreto o viceversa, así como de entre esos dos
X y la intervención técnica. Dicho en la terminología
guattariana, se trata de no sobre-codificar ni axioi^tizar
Z semióticas grupales ni los flujos f o d u c U v o ^ r i t e s
singulares de cada grupo subordinándolos a supuestas es-
S u r a s universales y específicas. Cuando se procede de
esta última manera, es sabido que la pregnancia de la íor-
ma encontrada" hace relativamente estéril la apelación a
un "estilo" con el que presuntamente el interventor y el
grupo "interpretarían" la cohesión de la "partitura" for-
mal que los determina.
La propuesta es pensarlos y operar con un instrumen-
tal que los considere agenciamientos, o sea disposiciones
de componentes heterogéneos que, produciendo un modo
peculiar de subjetivación grupal, "único" cada vez en su
genero", torne al conjunto un efector-substrato-enuncia-
do de sujetos colectivos de enunciación. De esta forma la
teoría se torna una pieza abstracta más del agenciamiento
y este procesa, en un plano común de consistencia y atra-
vesado por la transversalidad de múltiples flujos, efectos
historíeos revolucionario-productivos.
Si así fuese, tal vez podría postularse la caducidad
completa de toda la modelística grupal expuesta en esta
síntesis.
Mi impresión es que tal "epojé", además de imposi
ble, es innecesaria.
Justamente por interesarme en la tesis de Guattari es
que he supuesto que una revisión de los modelos grupales
corrientes puede aportar al enriquecimiento de esa línea
Dejo para otra oportunidad el estudio de la forma revolu-
cionaria en que Guattari y su coautor G. Deleuze han em-
pleado los testimonios de la filosofía antigua y de las cien-
cias formales, naturales y sociales modernas para inventar
«litografías, en particular las grupales. Nociones como
las de grupo sujeto-grupo sujetado, rizoma, diagrama, ca-
denas de Markoff, proteínas alostéricas, etcétera, configu-
rarían 'pseudo-modelos" inapreciables para nuestra "co-
lección . El problema es que es difícil exponerlas sin una
explicación mas amplia de la sorprendente "concepción del
mundo" que integran.
Volviendo a nuestro objetivo diré apenas que me pa-
rece que estos "utensilios" teóricos (los modelos grupales)
asi taxonomizados pueden propiciar en el "inventor" gru
palista la inclinación a manejarlos como elementos de una
caja de herramientas", expresión que Deleuze y Guattari
toman de Hume. Es decir, ofrecerse para que el "incon-
ciente epistémico" de los operadores pueda eventualmente
"echar mano" de alguno de ellos de acuerdo a líneas de
fuerza selectivas dictadas por su propia inserción en el
agenciamiento grupal.
Algo parecido podría suponerse previendo la inclusión
de este inventario en procedimientos más clásicos del ins-
titucionalismo como, por ejemplo, la intervención institu-
t cional, según Lapassade o Lourau.
Quisiera concluir sugiriendo que la estrategia aquí
preconizada, guardando las diferencias, puede quizás tener
cierto parentesco con una idea de Bion, que él denominó
"modelos intermediarios". Dicho simplemente, serían una
especie de "ocurrencias contratransferenciales" (o "impli-
cacionales", como dirían los institucionalistas). Es de su-
poner que las mismas, apreciablemente "simbolizadas" o
"sublimatorias", serían producto estrictamente coyuntural
o situacional del "aparato de "pensar los pensamientos"
del interventor, ensamblado como está en el campo de
fuerzas grupales *.
vV

* Conferencia pronunciada, en octubre de 1986, en el Primer


> Congreso Paulista de Trabajadores de la Salud Mental.
INTERROGANTES SURGIDOS
CUANDO SE REALIZA
UNA ORGANIZACION DE SERVICIOS *

ARMANDO BAULEO

Ubico este trabajo en una línea que sostiene la inte,


rrogación como método, ya que ella me posibilita repensar
y reflexionar sobre ciertas problemáticas surgidas en la
labor cotidiana.
La interrogación atraviesa el campo de trabajo y apa-
rece "movilizando" el quehacer de los otros y el mío mismo.
Por lo tanto, no deseo enunciar aquí el "cómo" orga-
nizar los servicios, sino el ir estipulando una serie de cues-
tiones, con su halo de preguntas, que correspondería a las
diversas problemáticas que emergen en el proceso de reali-
zar ciertas planificaciones en torno a la atención pública.
Los materiales a partir de los cuales surgen estas re-
flexiones, los puedo resumir de la siguiente manera:
a) La organización de un Centro de Salud Mental (en
la periferia de Madrid), en el cual llegó a traba-
jar todo el equipo en grupo; es decir, se pudo dis-
minuir al mínimo la asistencia individual;
b) Los materiales surgidos en la discusión, replan-
teo y supervisiones de un Hospital de Agudos Psi-
quiátricos, en Brasil. Ahí se pudieron elaborar y

* Relato para el Encuentro sobre Cuestiones Teóricas, Meto-


dológicas e Ideológicas de la Psicología en América Latina, La
Habana, 30 de junio al 4 de julio de 1986.
observar el establecimiento de instancias grupales
e institucionales de asistencia;
c) Un análisis institucional efectuado a una Unitá
Sanitaria Lócale (USL) en Italia. ULS signifi-
ca una organización regional para tutelar la salud
(física y psíquica) de una zona que comprende
servicios sanitarios y sociales. El trabajo de este
análisis, realizado por un equipo con nuestra coor-
dinación y asesoramiento, duró dos años;
d) Elementos que emergen de una labor de supervi.
sión y formación a equipos de servicios ambulato-
riales y de comunidad de tóxicodependientes, en
una región de Italia (Emilia Romagna);
e) Diversos trabajos de asesoramiento y formación
de equipos del área socio-sanitaria del Veneto,
Italia;
f) Supervisión y asesoramiento de una clínica de
Incapacitados en Zurich;
g) Asesoramiento y coordinación psicológica de un
Centro de Medicina Comunitaria en España.
Estas actividades las he realizado, y en algunos casos
continúan actualmente, en estos últimos siete años. De-
jo de lado experiencias de atención, supervisión y aseso-
ramiento realizadas en tiempos breves (en Italia y en
España).
Es de todas estas prácticas que surgieron las cues-
tiones que pasaré a relatar que no siempre se soluciona-
ron o aclararon, sino que a veces restaron como elemento
para señalar y seguir reflexionando.
Comienzo ahora a señalar los planos que se entre-
cruzan cuando pensamos, planificamos y trabajamos so-
bre los Servicios, y los interrogantes que se acumulan
en cada uno de ellos.

Primer plano
Ultimamente se piensa que la Organización de Ser-
vicios se entrelaza y, en parte, debiera ser una forma de
realización de la prevención. Es decir, en el cómo se
piensa la Organización de Servicios debiera estar inclui-
da una propuesta de prevención y una especie de puesta
en marcha de esa propuesta.
Si pensamos la prevención en tres posibles dimen-
siones :
a) Como posibilidad de concientización de las con-
diciones de existencia y de aclaración sobre las
necesidades de la población;
b) Una dimensión de proyecto, es decir de modelos
alternativos de atención, de educación, de bien-
estar social.
Estas dos dimensiones son las que están en
los contenidos de los programas de Educación Sa-
nitaria, o en propuestas educativas, o en ciertas
líneas programáticas políticas o en ciertas prác-
ticas psicoprofilácticas;
c) Esta tercera dimensión es de realización, en la
cual no se enuncia la propuesta sino que la orga-
nización de la institución habla de por sí de las
intenciones previstas o de la concretización de
estas intenciones.
En el cómo se organiza o se institucionaliza una pro-
puesta se encuentra el tipo de respuesta racionalizada
sobre la visión que se tiene de ciertos problemas y el
modo de encararlo.
Sólo señalo que, en Buenos Aires, en 1965, fue Ble-
ger quien creó la Psicohigiene como una nueva reflexión
sobre la prevención y la higiene mental. Se estructuró
una cátedra en Psicología en la cual él fue el Profesor
Titular y yo tuve el honor de ser su Jefe de Trabajos
Prácticos.

Segundo plano

Si hablamos de propuesta estamos, a su vez, enun-


ciando que los Servicios efectúan una oferta.
Basaglia acentúa que la necesidad de romper con la
lógica manicomial se inscribe, justamente, en el meca-
nismo de la oferta y la demanda. Esa ruptura produ-
cirá otra oferta. Además, señala cómo la oferta está
siempre incluida en la constitución de la demanda.
Es decir, la gente, la comunidad, la población de-
manda una atención en la cual está interiorizada aquella
oferta que la institución suministró a esa misma po-
blación.
|Iemos señalado en diversos artículos y discusiones
científicas la necesidad de continuar y profundizar la
ruptura del manicomio efectuada por Basaglia, en el
sentido de continuar elaborando esa ruptura, ya que no
se trata sólo del establecimiento manicomio sino, tam-
bién, ¡de los "manicomios mentales" que la gente y, sobre
todo el personal sanitario, psiquiatra, psicólogo, enfer-
mero, siguen manteniendo, ya que constituye parte de
sus propias identidades. Sigue siendo una cuestión a re-
solver: ¿Qué será de un psiquiatra sin manicomio?
Los psicoanalistas tampoco han contribuido en de-
masía a la elaboración de ciertos elementos del imagi-
nario social. Algunas configuraciones surgidas de prác-
ticas sociales históricas, como lo puede demostrar una
historia de la asistencia psíquica o psicológica, se han
enclavado en el imaginario social y de ahí siguen ejer-
ciendo un efecto (o "fuerza") ideológico determinando
comportamientos, relaciones, códigos, etcétera.

Tercer plano

Hemos nombrado la demanda y esto significa sumer-


girse en la relación equipo/usuario (o paciente).
¿Cómo son sus vínculos y/o posibles interacciones?
¿El equipo tiene clara la diferenciación entre pedido (ele-
mento manifiesto) y demanda (elemento latente o im-
plícito) y las posibles concordancias o divergencias?
¿Quién se ocupa de dicho análisis, si es una persona
del equipo, quien y, si son todos, cómo?
Es decir, el análisis de una demanda (de terapia,
de atención, de intervención, de consulta, etc.), tiene una
serie de pasos en los cuales es necesario esclarecer quién
y cómo se realizan.
A su vez nos hemos encontrado con el problema de
la distancia óptima para analizar esa demanda. Debe-
ríamos decir banalmente, ni demasiado alejados (así po-
demos escuchar) ni demasiado próximos (no siempre lo
familiar es saludable).
Hemos observado que los operadores que vivían en
la misma zona en la cual trabajaban, tenían demasia-
dos problemas para escuchar e instrumentalizar los co-
nocimientos que poseían, se encontraban involucrados
de diferente manera en las circunstancias que se rela-
taban (o en los discursos de los usuarios).
La posición del observador participante requiere ma-
yor formación y experiencia de lo que comúnmente se
cree.
A partir de ese análisis de la demanda (que en
ciertas ocasiones consume todo el tiempo y es ese aná-
lisis el motivo del requerimiento) surge el problema de
la distribución de la información al interior del equipo.
¿De qué manera surge la información? ¿Están li-
bres o obstruidos los canales de la comunicación? En
este último caso, ¿cuál será el motivo de la obstrucción?
Se abren aquí problemáticas que apuntan al poder, a las
funciones, al movimiento lento (e informal) de las rela-
ciones afectivas (o de los deslizamientos de las inten-
ciones deseantes).
Es decir: ¿Cómo se estructuraron las jerarquías?
¿De dónde provino la designación? ¿Quién se ocupa de
lo formal o de lo informal? (No olvidarse el viejo expe-
rimento de Elton Mayo, cuando se descubrió que la orga-
nización de los grupos informales iba más alia de las
formalidades y de las variantes racionales del experi-
mento.)
Además, a esto se suman las dificultades del pasaje
de la multidisciplinaridad a una interdisciplinaridad.
Enunciamos en otra ocasión (artículo en "Medicina Co-
munitaria", en Madrid, en publicación) las dificultades
de los pasajes: de conjunto de profesiones a grupo, para
llegar a ser equipo.
Aquí subyace todo el ínterjuego necesario práctico
y formativo para organizar un esquema de referencia
en común que posibilite al equipo una transmisión de los
mensajes a pesar de las distintas formaciones y proce-
dencia.
Siempre acechando y tiñendo la situación está la se-
xualidad. Sabemos que la sexualidad se consume en par-
te como material sublimado en la realización de la tarea
del equipo. Pero, ¿no quedan remanentes...? ¿No se
filtró ningún residuo, durante las actividades cotidia-
nas ....?

Cuarto plano

De reflexiones e interrogantes.

En este plano deberíamos intentar profundizar al-


gunas problemáticas del equipo y de la inserción institu-
cional de diversas teorías (por ejemplo: el modelo dé
una terapéutica) y surgen así dos subplanos de pre-
guntas :
a) Cuestiones de práctica y estrategia: ¿Cómo se
trabajan en la institución esas teorías? ¿Hay
formas específicas de sus aplicaciones?
Lo que tantas veces discutimos: Frente a
una intervención en crisis es posible que ciertas
técnicas sean más eficaces u operativas que otras,
¿cómo realiza el equipo la coordinación de ellas?
Se mantiene una ilusión de eclecticismo y,
si no es así, ¿cómo elabora el equipo un meca-
nismo de disposición, de aprovechamiento y de
decisión sobre esas técnicas?
Estas preguntas sobre la relación teoría-
prácticas van también como crítica del transfor-
mar los lugares de asistencia en universidades
accesorias;
b) Lo anteriormente dicho va a su vez forjando una
imagen de la institución en la comunidad.
La mayor o menor conformación profesio-
nal (y de "continente" o de "hacerse cargo") da
una cierta idea a la comunidad, ya que muestra
una instrumentalización de la institución frente
a sus demandas.
No olvidar la relación oferta-demanda expresada al
inicio de este artículo.
El problema central en este punto se da entre un
extremo eficientismo narcisístico mecanicista y una es-
pecie de organismo familiar laisez-faire (como ciertos
hospitales) en los cuales "todos han logrado colocarse" en
donde justamente no deberían estar.
Por momentos pensamos que la estimulación a la
participación popular pasa también por la imagen del
Servicio y, de ahí, la necesidad de evaluar y confrontarse
con la población. Nosotros utilizamos no solamente la
auto-observación y reflexión de los equipos sobre las ta-
reas, sino también la intervención, cada tanto, de alguien
de fuera de la institución para que ayude a pensar sobre
lo que ahí sucede.

Quinto plano

Aquí nos permitimos


un lugar de lo imaginario institucional

Cada institución organiza o estructura una instan-


cia que se encuentra más allá de los personajes reales
y de los elementos objetivos de esa institución.
Podemos decir que no sólo ha contribuido a la estruc-
turación de ese imaginario las proyecciones de sus miem-
bros sino también las representaciones sociales de lo que
esa institución debiera ser. Otros elementos de aquella
estructuración provendrían de niveles socio-económicos,
de la historia de ciertas prácticas, etcétera.
En ese plano esfumado y nebuloso se ubican las fan-
tasías del enfermarse, del tratamiento y de la curación.
Estas fantasías no sólo las aportan los pacientes
(cada paciente tiene una idea de esos procesos), sino
también se hallan en el personal socio-sanitario que ahí
trabaja.
Ellos también aportan y soportan esas fantasías.
El trabajo produce cierto cuántum de ansiedad.
¿Existen en la organización espacios para su elabora-
ción? Y si no existen, ¿dónde se creen que se elaboran
o descargan esas ansiedades?
Ultimamente estudiamos el Burnaut, el corto-circui-
tado, el quemado, que son trabajadores administrativos
y ciertos operadores que sufren un síndrome de agota-
miento, de surmenage, de neurosis mixta o de depresión.
Todo aparece como si la vida no tuviese ya sentido para
ellos, algunos expresaii que si así continuara o siguiera
su existencia, es mejor suicidarse.
Es decir, el fantasma del estereotipo, nuestro mayor
enemigo en cualquier terapéutica, aquí reina en su es-
plendor.
De ahí la necesidad de interrogarse sobre cómo tra-
bajar o elaborar con el personal ciertos residuos ansió-
genos de sus labores cotidianas.

Sexto plano

Surgen al final, las cuestiones y los interrogantes


en torno a la higiene mental y a la formación de los tra-
bajadores de la salud.
Estos dos elementos van unidos porque cada uno de
ellos depende del otro. Sabemos que la información y el
esclarecimiento son materiales esenciales para una higie-
ne mental. El mayor conocimiento, alrededor de una
tarea disminuye los conflictos.
Hay una dialéctica en funcionamiento entre la me-
jor información y la mayor seguridad del trabajador,
entre elaboración de ciertos temas y elaboración de la
ansiedad.
No olvidar que en todo grupo en operatividad, y el
equipo debiera ser un grupo en estas condiciones, exis-
ten bloqueos afectivos y obstáculos epistémicos. Mien-
tras los primeros son efectos de diversas circunstancias
transferenciales y de identificaciones diversas (con el
usuario, con la tarea, etc.), los obstáculos epistémicos
son debidos a cuestiones de información (Goldman decía
que si a un grupo se le habla de matemáticas y no en-
tiende sería necesario, también, saber cuánto conoce del
lenguaje matemático en el cual se está expresando).
Estos serían los seis planos que hemos delimitado
sobre las problemáticas que se estructuran y aparecen
como situaciones conflictivas y/o dilemáticas y que se
hacen imprescindibles tener en cuenta cuando trabaja-
mos con los servicios asistenciales.
LA INSTITUCIONALIZACION DEL ANALISIS

MARTA D E BRASI

Es mi intención en esta comunicación plantear al-


gunos de los efectos del proceso de institucionalización
del pensamiento psicoanalítico, tanto en su Asociación
como en el momento de la situación clínica. Dicho de
otro modo, se intenta recortar dos temas que, aunque se
cruzan y tienen puntos de convergencia, pueden ser se-
ñalados con una cierta autonomía:
a) Proceso de institucionalización y asociación psi-
coanalítica;
b) Proceso de institucionalización y situación clí-
nica.
Freud en Historia del Movimiento Psicoanalítico
nos da a conocer las razones que le impulsaron a fundar
una organización oficial, nos dice: "Creía, asimismo, dar
al núcleo analítico la forma de una asociación oficial
para evitar los abusos que sabía habían de cometerse a
la sombra del psicoanálisis en cuanto éste adquiriese po-
pularidad. Debía existir, para entonces, una organiza-
ción revestida de autoridad suficiente para delimitar el
campo de nuestra disciplina y declarar ajenos a ella tales
abusos."
Y continuaba más adelante:
"También me parecía conveniente que los partida-
rios del psicoanálisis pudieran tratarse y apoyarse mu-
tuamente en el seno de una asociación, toda vez que la
ciencia oficial había opuesto su veto a nuestra disciplina,
declarando el boicot a los médicos y a los establecimien-
tos que la practicasen." 1
Hay un juego fantasmal que tiene los orígenes de
la Asociación y que, a su vez, dará las bases de políticas
y estrategias posteriores.
Estas políticas y estrategias, al inicio, se centraron
en el control de la difusión y la defensa frente a la cien-
cia oficial del desarrollo de la disciplina y su ejercicio
en la figura de sus partidarios.
Es así que, los objetivos que sostienen la institucio-
nalización, apuntarían a dos cuestiones:
1) La primera, en la cual se funda una línea de fi-
liación en el sentido de establecer los legítimos herede-
ros de la ciencia psicoanalítica fundada por Freud.
2) La segunda, donde se instituye un saber —grados
de formalización y diferenciación— y se elabora una
transmisión del mismo.
En este sentido, el proceso de institucionalización
reordena un campo sociocultural y científico, inauguran-
do un doble registro de la diferencia.
Tomando la primera cuestión, la diferencia pasa por
los que no pertenecen y los que pertenecen, estando suje-
tos estos últimos a las normas, reglas y jerarquías; y lo
que se puede o no hacer dentro de dicha organización.
Se ha demarcado un dentro y un fuera.
Con respecto a la segunda cuestión (que es parte
del segundo tema enunciado al inicio), es decir, el otro
registro de la diferencia, podemos observar que ella se
establece entre la organización que "da forma" a la trans-
misión de un saber y el momento clínico, o de la teoría
en acto.
Este último pone en jaque la transmisión de ese sa-
ber, ya que es a partir de un desconocimiento que se
puede llegar a articular la experiencia de la verdad.

l S. Freud, Autobiografía, Alianza Editorial, Madrid.


Este juego tensional entre las dos cuestiones plan-
teadas, así como al interno de cada una de ellas y las
polarizaciones que provoca, son las que llevan a Roustang
a afirmar que el psicoanálisis es por naturaleza "aso-
cial" y que se desvanece lo esencial del mismo si se insti-
tucionaliza.
En Un funesto destino Roustang nos dice: "El he-
cho de que esta Asociación —Viena, 1910— lejos de refe-
rirse a las intenciones piadosas 'se alce contra las men-
tiras convencionales', la salva de identificarse con una
institución religiosa, aunque por lo mismo la hace caduca
como Asociación." Continúa Roustang: "En el fondo, es
cuando ésta se reconoce como banda de malhechores, co-
mo conjunto de locos o, según Freud como horda salvaje,
que una sociedad psicoanalítica toma la única forma que
le conviene, la única imagen2 que puede sostener sin in-
validar el psicoanálisis."3
Si seguimos unos pasos a Roustang, detectamos un
deslizamiento operado de la organización primigenia
"Horda" a la estructura institucional, entonces tendría-
mos que preguntarnos qué sucede entre "la única ima-
gen", la única forma" y su metamorfosis en asociación
psicoanalítica.
Este proceso de institucionalización nos conduce al
rastreo de los residuos, ya en toda metamorfosis queda
un resto de lo primigenio, que persiste mostrando sus
efectos en un juego de desplazamientos y condensacio-
nes, al interno de la estructura institucional.
A su vez, esta organización estará surcada por iden-
tificaciones, enamoramientos y procesos del ideal, que
congregan a sus miembros y, recorrida por las dificul-
tades en la transmisión de un saber que se enuncia por
mitades.
Nos encontramos en el centro del malentendido de
Pichón Riviére.

2 El subrayado es mío.
3 P. Roustang, Un funesto destino, Colección La Red de Jones,
Ed. Poemia Editora, México, 1980.
Es así que enunciar una institucionalización, a par-
tir de Freud, involucra "una psicología que se colecti-
viza" cuya lengua habla a través de lapsus o síntomas,
formaciones que también emergen con insistencia permi-
tiendo una lectura sintomal del proceso de instituciona-
lización.
Más de una vez se ha pensado a las disidencias, en '
sentido negativo, como momento disgregante solamente,
por sus efectos de resquebrajamiento en el aparato insti-
tucional, tratando de negar que algo de lo reprimido se
manifiesta a través de ellas.
Por otra parte quisiera subrayar que las disidencias
tienen sentidos contradictorios, ya que si claramente son
oposiciones al proceso de institucionalización no siempre
tienen postulaciones teóricas contrarias al pensamiento
freudiano.
Sin intentar presentarlas como cuadros puros, pode-
mos señalar que se relacionaban con el movimiento in-
trínseco de la institución (circunstancias internas a la
estructura organizacional), otras con el cuerpo teórico o
con las prácticas (situación de inserción de las mismas
o de técnicas), otras veces tratan de las relaciones de la
Asociación con otras estructuras institucionales (disiden- i
cias ideológicas).
Si continuamos reflexionando sobre los sentidos con-
tradictorios (y/o contrastantes) podemos ubicarlas, co-
mo portadoras de ese efecto Horda, siempre trasgresivo,
que a su vez nos trae algo de lo original o, también, como
fuerza instituyente que impacta en lo instituido; o de
revigorización de temáticas en sus instancias teórico-
prácticas.
Podríamos preguntarnos, en este momento, por el
sentido que adquiere la disidencia, cuando comienzan a
resquebrajarse las nociones de ortodoxia y heterodoxia;
tanto fuera como dentro de la institución. Cada núcleo •
>
alberga ambas nociones. Algunos de esos núcleos esti-
pulan caminos de investigación abiertos, proporcionados
por la inserción de ellos en diversos contextos institu-
cionales. <
Tendría que desarrollar ahora el segundo tema; el
que se refiere a la relación entre el proceso de institu-
cionalización y situación clínica.
Partiré de algunos temas que a repetición (o a re-
producción) se manifiestan cada tanto en las institucio-
nes analíticas. Uno de ellos es el setting. El encuadre
es una de las cuestiones candentes cuando se trata de
observar la relación entre institucionalización y situa-
ción psicoanalítica.
Después de una cierta sistematización que ordenaba
el discurso psicoanalítico, una serie de autores trataron
de señalar los alcances del funcionamiento del encuadre.
En esta última época fueron Winnicott y Bleger
quienes, de nuevo, se hacen cargo de un cierto enunciado
alrededor del mismo.
Con Winnicott, encontramos que el marco analítico
es como una simbolización.
Es necesario ubicar un holding, especie de conti-
nente o mejor un sostenedor como situación recreativa
simbólica del holding primitivo entre madre-hijo.
Se establece la dialéctica del "dentro fuera" de se-
sión; es decir, de la sesión con respecto al externo y de
la sesión con respecto al paciente.
Bleger nos invita a un psicoanálisis del encuadre
analítico. Es ahí donde se depositará la parte psicótica
de la personalidad. Pero, de esta forma, Bleger se hace
cargo de una convergencia en él de Winnicott, Bion y
E. Jaques.
Será justamente, este último, quien plantea la fun-
ción de las instituciones como defensas frente a las an-
siedades psicóticas.
Bleger también señalará la convergencia en el setting
de los procesos de institucionalización (el mismo "será
una institución") y de su función defensiva (y de sos-
tén) de la parte desorganizada de la personalidad.
¿Doble o triple proceso de institucionalización?
Otra cuestión, en la situación clínica, aparece alre-
dedor de lo que denominaremos "plus" de idealización
dado por las estructuras institucionales de parte de quie-
nes participan en ellas. El "plus" se debe a la relación
o a las múltiples relaciones cruzadas de analista-anali-
zado pertenecientes, ambos, a la misma sociedad.
"Plus" dado desde lo institucional y que, en ambos,
provocan distintos efectos, en el analista sus "puntos
ciegos" (Stekel, citado por Freud) para interpretar ese
encandilamiento.
Se abren aquí una serie de otros problemas como la
transferencia (dentro y fuera de las instituciones).
Para finalizar, puede parecer casi una ironía la que
unió en distintos momentos el puntó a con b, de la si-
guiente manera:
Se presenta la disidencia como una horda y no como,
a mi manera de ver, es "efecto horda" (mala interpre-
tación antropológica), o se presentaba a la disidencia
como actings, reacción psicopática o intelectuación (ma-
la interpretación psicopatológica).
Ambas interpretaciones como es de suponer se efec-
tuaban desde la oficialidad institucional.

Milano, enero de 1983 *.

* Trabajo leído en el Congreso Franco-Italiano de Psicoanáli-


sis, sobre el tema "Psicoanálisis y Estado", realizado en Milán del
3 al 6 de febrero de 1983.
TITULOS DE NUESTRO CATALOGO

COLECCION "PROPUESTAS"

ESPACIOS Y CREATIVIDAD, E. Pavlovsky y Hernán Kessel-


man.
LA EXPRESION POR EL CUERPO, André Bara.
TERAPIA DE CRISIS: Teoría temporal del psiquismo, Alfre-
do Moffat.
MISA MITIN: Religiosidad popular en América latina, José
Roberto Cea.
LO GRUPAL 1, E. Pavlovsky y otros.
LO GRUPAL 2, E. Pavlovsky y otros.
LO GRUPAL 3, E. Pavlovsky, J. C. De Brassi y otros.
LO GRUPAL 4, H. Kesselman, J. C. De Brassi y otros.
LO GRUPAL 5, G. Baremblitt, E. Pavlovsky y otros.
CUESTIONAMOS, Marie Langer, Armando Bauleo y otros.
PSICOTERAPIA GRUPAL: Dramatizaciones y juegos, Fidel
Moccio y Hersilia Martínez.

COLECCION "RESPUESTA"

PROCESO CREADOR: TERAPIA Y EXISTENCIA, Eduardo


Pavlovsky.
CLINICA GRUPAL I, Eduardo Pavlovsky.
CLINICA GRUPAL II, Hernán Kesselman, E. Pavlovsky y
Luis Frydlewsky.
LO VOCACIONAL: TEORIA, TECNICA E IDEOLOGIA, Rodol-
fo Bohoslavsky y otros.
CUERPO, MUSICA Y TERAPIA, Carlos Fregtman.
ADOLESCENCIA Y MITO, Eduardo Pavlovsky.
PSICOLOGIA ARGENTINA HOY, R. Chevalier, S. Dubcovs-
ky, Pacho O'Donnell y otros.
LA CURA Y LA LOCURA, Ricardo Grimson.
LAS ESCENAS TEMIDAS DEL COORDINADOR DE GRUPO,
E. Pavlovsky,
PSICODRAMA: CUANDO Y POR QUE DRAMATIZAR, Eduar-
do Pavlovsky y otros.
PSICOTERAPIA EN GRUPOS DE NIÑOS Y ADOLESCENTES,
E. Pavlovsky.
NIÑOS PSICOTICOS Y SUS FAMILIAS, Horacio Marín.
ENSAYOS PSICOCULTURALES, Horacio Riquelme.

COLECCION "DESDE SUDAMERICA"

CULTURA Y CIVILIZACION DESDE SUDAMERICA, G. E.


Magrassi, A. Frigerio y M. B. Maya.
SEMBLANZA DE NUESTRO PAIS y otros escritos (Antolo-
gía), Ricardo Güiraldes.
LOS INDIOS Y LA ANTROPOLOGIA EN AMERICA LATINA,
Isabel Hernández-Guillermo Bonfil y otros.
REBELIONES INDIGENAS EN LA PUNA, Irma Bernal.
DERECHOS HUMANOS Y ABORIGENES: EL PUEBLO MA-
PUCHE, Isabel Hernández.
LOS TEHUELCHES, Mario Sánchez Proaño-lrma Bernal.
LOS TOBA, Orlando Sánchez.
LOS ABORIGENES DE LA ARGENTINA, G. Magrassi.

COLECCION "PERSPECTIVAS"

HACIA EL JARDIN MATERNAL, Hebe Duprat y otros.


EL NIÑO: Enfoque de psicología evolutiva; desde su ges-
tación hasta la adolescencia, Lic. Nelly C. de Padován.
TEATRO DE VANGUARDIA: POLEMICA Y VIDA, Isabel Cár-
denas de Becú.
EN AMERICA LATINA, ¿PARA QUE SIRVE LA ESCUELA?,
Iván lllich.
APRENDIZAJE, JUEGO Y PLACER (vol. I), Rosa J. de Lan-
ger.
APRENDIZAJE, JUEGO Y PLACER (vol. II), Rosa J. de Lan-
ger.
COMUNICACION Y SOCIEDAD, Juan E. Díaz Bordenave.
PARTICIPACION Y SOCIEDAD, Juan E. Díaz Bordenave.

COLECCION "ESTUDIOS ANTROPOLOGICOS"

TEORIA, HISTORIA Y CRITICA DE LA ANTROPOLOGIA


COGNITIVA: una propuesta sistemática, Carlos Rey-
noso.
PARADIGMAS Y ESTRATEGIAS EN ANTROPOLOGIA SIM-
BOLICA, Carlos Reynoso.
ARTE INDIGENA ACTUAL, Leticia Muñoz.
PROCESO DE RELACION INTERETNICA, R. Ringuelet.

COLECCION "ARTE Y COMUNICACION"

EL CINE DOCUMENTAL ETNOBIOGRAFICO DE JORGE PRE-


LORAN, Juan José Rossi.

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