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LA NOVELA Y LA VIDA: EL AMAUTA MARIÁTEGUI ENTRE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN

Debo confesar que me aproximé a este texto narrativo en 1978 con el temor del principiante para
quien el ídolo de juventud amenazaba derrumbarse. No aceptaba que el autor de los Siete Ensayos
podía ser un buen novelista y tal vez no descubrí a tiempo cuál era el juego entre realidad y ficción
que se proponía. Lo leí en el tomo 4° de Obras Completas publicadas por la empresa familiar
Minerva1. Hoy nos complace asistir a su reaparición en esta fina entrega de la editorial INKARI, la
misma que me encomienda su prólogo.

La nota preliminar que escribe, en la edición de Minerva, Alberto Tauro2 y que luego la completan
magistralmente los artículos de Sebastián Salazar Bondy, Enrique Labrador Ruiz y Dardo Cúneo3, no
precisan la fecha de su hechura, pero sí confirman que es obra creada en plena madurez del Amauta,
antes de su temprana muerte. Tauro ubica su comentario fundamentando las cualidades de la obra
en el vitalismo irreductible del autor, en el contexto histórico y en sus referencias bibliográficas y
periodísticas. Dardo Cúneo no se atreve a llamarla novela, sino “ensayo de novela”. Al titularla La
novela y la vida, Mariátegui parece advertir al lector de la peligrosa vecindad del argumento con
hechos conocidos en la prensa europea y también con la obra de Giraudoux: Siegfried et le limousin
(1922). El escritor galo Jacques Forestier es confundido con el germano Siegfried Von Kleist, en esta
obra. Y Mariátegui lamenta su falta de verosimilitud por la incongruencia entre nacionalidades y
rasgos culturales. Por esos mortales desencuentros es que quizá se atreve a enmendar los renglones
de una historia que debió escribirse mejor. Para quien sostenga que todo es posible en la literatura,
no se trataría de un ensayo de novela, sino de una novela con licencias que el propio narrador
reconoce.

“Había dicho Mariátegui a Enrique Espinoza, en carta de febrero de 1930, que Siegfried y el profesor
Canella era un relato mezcla de cuento y crónica, de ficción y realidad”, dice Enrique Labrador Ruiz4,
acotando que de esta mixtura es que se desprende el otro título que denomina a la misma fábula: La
novela y la vida. Porque ya dijimos que parte de una obra previa (Siegfried et le limousin, de Jean
Giraudoux) que le señala la ruta a través de la cual ha de descubrir a sus propios personajes, con
idéntico argumento, con similar diégesis, pero distinta trama, y diferente resultado afectivo.

La confusión de roles e identidades ha sido frecuente en la comedia. Por ese rasgo en común,
deberíamos establecer alguna relación entre la novela de José Carlos Mariátegui y la comedia de
Plauto, recordando las humorísticas situaciones paradojales del gran clásico latino. Nos conduce del
absurdo ficcional organizado por el novelista, al disparate real que se ha dado en constantes
oportunidades de contextos bélicos. Y todo esto fue real en diversas ocasiones: la supuesta
desaparición en combate de un esposo y su sorpresiva reaparición posterior, matrimonios de viudas
que no habían realmente enviudado, cadáveres que nunca recuperaron, etc. La guerra en cualquier
periodo de la historia universal ha destruido vidas y familias, amores y matrimonios, carreras y
emprendimientos, proyectos personales y programas nacionales. Es justamente en situaciones

1
Mariátegui, J.C. La novela y la vida. Siegfried y el profesor Canella. Obras Completas, tomo 4°. Lima, Empresa
Editora Amauta.
2
Ob. Cit., pp. 7-16
3
Ob. Cit., pp. 167-180
extremas que lo racional cede el paso a lo increíble y por último se impone la lógica de lo
descabellado.

Partimos del inmenso parecido físico que había entre los dos personajes iniciales de esta historia: el
tipógrafo Mario Bruneri y el profesor Giulio Canella. Esta condición hace que sean fácilmente
confundibles cuando uno de ellos muere y otro queda herido, siendo del mismo batallón. “Bruneri y
Canella eran aproximadamente de la misma edad y exactamente del mismo estado civil. Se habían
casado en la misma primavera”. Las diferencias son realmente importantes si valoramos el universo
de creencias, filiación ideológica e identidad nacional respectivas. La residencia de José Carlos
Mariátegui en Europa, especialmente en Italia, lo ha nutrido de un mapa etnográfico apenas
perceptible para el lector nacional. Los caracteres psicológicos definidos por su lugar de origen y
crianza, dentro del mismo país producto de una unificación memorable. El acento turinés del herido,
identificado auditivamente por el médico, además del reconocimiento de un compañero también
herido y hospitalizado, lo declararon sobreviviente al tipógrafo Mario Bruneri. Y automáticamente se
proclamaba la desaparición física o pulverización del profesor Canella.

La siguiente condición que determinará la naturaleza del conflicto, es la amnesia del herido: “Por la
ancha herida de la espalda parecía haber fugado el noventa por ciento de su memoria profesoral y
conyugal; y, asustados por la explosión de la última granada, se habían dispersado sus recuerdos
menores”. Canella, sin saber quién era, se fue familiarizando con el nombre y apellido de Mario
Bruneri, gracias al afecto con que lo trataban en la convalecencia.

La novela, a su vez, es una buena fuente de información sobre las oposiciones y antagonismos
ideológicos que hicieron época entre dos conflictos mundiales. Los elementos que caracterizan ese
abismo crucial de veinte años son: la derrota de la triple alianza por la triple entente, el surgimiento
del fascismo, el fortalecimiento del socialismo en la URSS, la guerra civil española y la vigorosa
expansión de las corrientes de vanguardia. Dice el autor que la Italia fascista no podía aceptar
interpretaciones o explicaciones procedentes del suprarrealismo. Y entendemos que el futurismo de
Marinetti estaba en mejores condiciones de relacionarse con la política cultural del Duce. Hubo un
optimismo desembozado de José Carlos Mariátegui por las vanguardias que, en años posteriores, se
definirá mejor por el realismo socialista, negándole la índole revolucionaria que antes reconocía al
vanguardismo. Pero justamente de esa redefinición parte una de nuestras principales interrogantes
sobre su única novela : ¿qué relación hay entre el admirador de El cemento (Gladkov) y el argumento
de Siegfried y el profesor Canella?

Obviamente no es una narrativa vanguardista y tampoco de realismo socialista. Es, sí, una novela. Si
hay algo que reprocharle, es su exceso de erudición en algunos párrafos, sumándole aquella
etnología intuitiva que señalamos, como también de sus referencias a fuentes bibliográficas que
ralentizan la tensión e intensidad narrativas. Pero el lenguaje literario se luce tan lozano en
diferentes párrafos y capítulos, que no podemos dudar de su talento en el manejo de figuras
retóricas. Nótese el espontáneo uso de técnicas narrativas que solo un buen lector puede aprender y
aprehender de grandes maestros sin proponérselo. Mariátegui no ambiciona hacer la “novela total”
sino una suerte de parodia de la vida real. Y es esa una de sus principales virtudes: narrar sin otra
preocupación que la construcción de una trama simple, que no naufraga en lo elemental.

Son doce años en que el profesor Canella ha sido Mario Bruneri, con esposa ajena y luego reclamado
por su legítima esposa. Este inmenso bache de la vida le sirve de pretexto y contexto al Amauta para
deslizar juicios acerca del amor, el adulterio y otros incidentes afectivos y valorativos, de los cuales
no teníamos noticia en sus ensayos. Gracias a la lectura de esta novela podemos darnos una imagen
más completa de la personalidad del autor de obras polémicas que conmocionaron Nuestra
América. Es por ello una obra digna de convocatoria a un amplio público de lectores y de un análisis
más justo que la historia literaria le debe.

Dante Castro Arrasco

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