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Responsabilidad colectiva,

en Responsabilidad y juicio.
Barcelona, Paidós, 2007
Hannah Arendt

E xiste una responsabilidad por las co-


sas que uno no ha hecho; a uno le
pueden pedir cuentas por ello. Pero no
con respecto a la cuestión racial. Ignoro
cuántos precedentes hay en la historia
de este tipo de sentimientos fuera de
existe algo así como el sentirse culpable lugar, pero sé que en la Alemania de la
por cosas que han ocurrido sin que uno posguerra, donde surgieron problemas
participase activamente en ellas. Éste es similares con respecto a la ac­tuación del
un punto importante, que merece seña­ régimen de Hitler con los judíos, el grito
larse alto y claro en un momento en que «Todos somos culpables», que de entra-
tantos buenos liberales blan­cos confie- da sonaba muy noble y tentador, en rea-
san sus sentimientos de culpabilidad lidad sólo ha servido para exculpar en

Átopos XVII
gran medida a los que realmente eran complejas situaciones políticas, distintas
culpables. Donde todos son culpables de las legales o morales. Las normas le-
nadie lo es. La culpa, a di­ferencia de gales y las morales tienen en común un
la responsabilidad, siempre es estricta- rasgo muy importante: siempre hacen
mente personal. Se refiere a un acto, no referencia a la per­sona y a lo que la per-
a intenciones o potencialidades. Solo en sona ha hecho; si resulta que la persona
sentido metafórico podemos decir que partici­pa en una empresa común, en el
nos sentimos culpables por los pecados caso del delito organizado, a quien hay
de nuestros padres, de nuestro pueblo o que juzgar es de todos modos a esa
de la humanidad, en definitiva, por actos persona, su grado de partici­pación, su
que no hemos cometido, si bien el cur- papel concreto, etc., y no al grupo. El
so de los acontecimientos puede muy hecho de que sea miembro de dicho
bien hacernos pagar por ellos. y pues- grupo es pertinente sólo en la medida
to que los sentimientos de culpa, mens en que ello haga más probable el hecho
rea o mala con­ciencia, el conocimiento de que haya cometido un delito; y esto,
de obrar mal, desempeñan un papel tan en principio, no es diferente de la mala
im­portante en nuestros juicios legales y reputación o de tener antece­dentes de-
morales, puede que sea pruden­te abs- lictivos. Tanto si el acusado es un miem-
tenerse de semejantes afirmaciones me- bro de la mafia, de las SS o de cualquier
tafóricas que, si se toman literalmente, otra organización criminal o política que
sólo pueden llevar a un falso sentimen- nos asegura que él era una simple pie-
talismo en el que todas las cuestiones za del engranaje que sólo actuaba bajo
reales quedan difuminadas. órdenes superiores y que hizo lo que
cualquier otro habría he­cho en su lugar,
Llamamos compasión a lo que sentimos en el momento en que comparece ante
cuando otra persona sufre, y ese senti- un tribunal de justicia lo hace como una
miento es auténtico únicamente mien- persona y se le juzga con arreglo a lo
tras nos demos cuenta de que, a fin de que hizo. La grandeza del procedimien-
cuentas, es otro, no yo, quien sufre. Pero to judicial consiste precisa­mente en que
es verdad, pienso, que «la solidaridad incluso una pieza de un engranaje pue-
es una condición necesaria» de dichas de recuperar su condición de persona.
emociones; lo cual, en nuestro caso de Y lo mismo parece ser verdad en mayor
sentimientos de culpa colectiva, signifi- medi­da para el juicio moral, para el que
caría que el grito «Todos somos culpa- la excusa «Mi única alternativa habría
bles» es en rea­lidad una declaración de sido el suicidio» no tiene tanto peso
solidaridad con los malhechores. como en un proceso judi­cial. No es un
caso de responsabilidad, sino de culpa.
No sé cuándo apareció por primera vez
la expresión «responsabi­lidad colec- No hay responsabilidad colectiva alguna
tiva», pero estoy razonablemente se- en el caso de los mil na­dadores expertos
gura de que no sólo la expresion, sino indolentemente tumbados en una playa
también los problemas que encierra pública que dejan que un hombre se
deben su rele­vancia y general interés a ahogue en el mar sin acudir en su auxilio,

XVIII Átopos
ante todo porque no constituyen nin- predecesores, y toda nación lo hace
gún colectivo; ninguna responsa­bilidad también por las actuaciones buenas y
colectiva se da en el caso de la conspi- malas del pasado. Esto es verdad inclu-
ración para asaltar un banco, pues aquí so para los gobiernos revolucionarios
la falta no es vicaria; de lo que se trata que puedan negarse a responder de
en ambos ca­sos es de diversos grados los acuerdos firmados por sus prede­
de culpa. Y si resulta, como en el caso cesores. Cuando Napoleón Bonaparte
del sistema social sureño posterior a la se convirtió en gobernante de Francia,
guerra, que sólo los «residentes despla- dijo que asumía la responsabilidad por
zados» o los «marginados» son inocen- todo lo que Francia había hecho, desde
tes, tenemos de nuevo un caso claro de los tiempos de Carlomagno hasta el te-
culpa; pues todos los demás han hecho rror de Ro­bespierre. En otras palabras,
ciertamente algo que no es en absoluto dijo que todo eso se hizo en su nombre
«vicario». en tanto que miembro de aquella na-
ción y el representante de aquel órgano
Dos condiciones deben darse para político. En ese sentido, se nos conside-
que haya responsabilidad co­lectiva: yo ra siempre responsa­bles de los pecados
debo ser considerada responsable por de nuestros padres de la misma manera
algo que no he he­cho, y la razón de que reco­gemos la recompensa por sus
mi responsabilidad ha de ser mi per- méritos; pero, por supuesto, no somos
tenencia a un grupo (un colectivo) que culpables de sus malas acciones, ni mo-
ningún acto voluntario mío puede di- ral ni legalmente, ni podemos arrogar-
solver, es decir, un tipo de pertenencia nos como méritos propios sus logros.
totalmente distinta de una asociación
mercantil, que puedo disolver cuando Sólo podemos escapar de esta res-
quiera. La cuestión de la «falta cometi- ponsabilidad política y estricta­mente
da como contribución al grupo» debe colectiva abandonando la comunidad,
dejarse en suspenso, puesto que toda y como ningún hombre puede vivir sin
participación es ya no vicaria. Este tipo pertenecer a alguna comunidad, ello
de responsa­bilidad, en mi opinión, es equivaldría sim­plemente a cambiar una
siempre política, tanto si aparece en la comunidad por otra y, en consecuencia,
an­tigua forma, cuando una comunidad un tipo de responsabilidad por otro. Es
entera asume ser responsable de lo que verdad que el siglo xx ha dado lugar a
haya hecho uno de sus miembros, como una categoría de personas que son au-
si a una comuni­dad se la considera res- ténticos marginados, no pertenecien-
ponsable por lo que se ha hecho en su tes a ninguna comunidad internacio-
nombre. Este último caso tiene, desde nalmente reconocida, los refugiados y
luego, más interés para nosotros, pues apátridas, que ciertamente no pueden
se aplica, para bien y para mal, a todas considerarse políticamente responsa-
las comunidades políticas y no sólo a bles de nada. Políticamente hablando,
los gobiernos representativos. Todo inde­pendientemente de su carácter
gobierno asume la res­ponsabilidad por individual o de grupo, son los inocen­
las actuaciones buenas y malas de sus tes absolutos; y es precisamente esa

Átopos XIX
inocencia absoluta lo que los condena interés es el mundo y no el yo. Cuando
a permanecer, por así decir, fuera de la hablamos de cuestiones morales, inclui-
humanidad en su conjunto. Si existiera da la cuestión de la conciencia, nos refe-
una culpa colectiva, es decir, vicaria, tal rimos a algo completamente diferente,
sería el caso de la inocencia colectiva, algo, en efecto, para lo que no dispo-
es decir, vicaria. En realidad, son las nemos de una palabra específica. Por
únicas personas totalmente carentes otro lado, comoquiera que empleamos
de responsabilidad; y mientras solemos en nuestras reflexiones esas antiguas
pensar en la responsabilidad, especial- palabras, esa antiquísima y muy dife-
mente en la colectiva, como una carga rente connotación está siempre presen-
e incluso una especie de castigo, creo te. Hay una excepción en que pueden
que es posible demostrar que el precio detectarse con­sideraciones morales en
pagado por la ausencia de responsabi- nuestro sentido actual dentro de un tex-
lidad colectiva es considerablemente to clásico, y es la proposición socrática
más alto. «Es preferible padecer la injus­ticia que
cometerla», que voy a examinar den-
A donde trato de llegar es a trazar una tro de un momento. An­tes de hacerlo,
tajante línea divisoria entre la responsa- quisiera mencionar otra dificultad que
bilidad política (colectiva), por un lado, procede, como si dijéramos, del lado
y la culpa moral y/o legal (personal), por opuesto, a saber, de la religión. La idea
otro, y lo que tengo sobre todo en men- de que las cuestiones morales afectan
te son esos casos tan frecuentes en que al bienestar de un alma antes que al del
las consideraciones morales y políti­ mundo forma parte, desde luego, del
cas y las normas morales y políticas de bagaje cultural judeo-cristiano. Así -por
conducta entran en conflicto. La mayor poner el ejemplo más común tomado
dificultad al debatir estos temas parece de la Antigüedad grie­ga-, si Orestes,
radicar en la per­turbadora ambigüedad en la obra de Esquilo, mata a su madre
de las palabras que usamos acerca de siguiendo es­trictamente órdenes de
estas cuestiones, a saber, «moral» o «éti- Apolo y luego es, sin embargo, acosado
ca». Originalmente, ambas pala­bras no por las Erinias, es el orden del mundo
significan nada más que las costumbres el que ha sido perturbado por dos ve­
o maneras y luego, en un sentido más ces y debe ser restaurado. Orestes hizo
elevado, las costumbres y maneras más lo correcto cuando vengó la muerte de
adecuadas para el ciudadano. Desde la su padre y mató a su madre; y, sin em-
Ética nicomáquea hasta Cicerón, la ética bargo, era culpable, porque había roto
o moral formó parte de la política, aque- otro «tabú», como diríamos hoy. La tra-
lla parte que se ocupaba, no de las ins- gedia estri­ba en que sólo una mala ac-
tituciones, sino del ciudadano, y todas ción puede reparar el crimen original, y
las virtudes, en Gre­cia y Roma, son de- la solución, como todos sabemos, viene
cididamente virtudes políticas. La cues- de la mano de Atenea o, más bien, de
tión no es nunca si un individuo es bue- la fundación de un tribunal que a par-
no, sino si su conducta es buena para tir de ese momento se encargará de
el mundo en el que vive. El centro de mantener el orden correcto y romper

XX Átopos
la maldición de una cadena intermina- en las nociones del derecho natural, ca-
ble de malas acciones que era necesaria rece de importancia en este contexto.
para mantener el orden en el mundo. Es Las re­glas eran absolutas en virtud de su
ésta la versión griega de la idea cristiana origen divino, y sus sanciones consistían
de que todo acto de resistencia contra en «premios y castigos futuros». Es más
el mal hecho en el mundo implica nece- que dudoso que esas reglas de conduc-
sariamente algún tipo de participación ta de raíz originalmente religiosa pue-
en el mal, dilema cuya solución corres- dan sobre­vivir a la pérdida de la fe en
ponde al individuo. su origen y, especialmente, a la pérdida
de las sanciones trascendentes. (John
Con el ascenso del cristianismo, el Adams, de manera extrañamente profé-
acento se desplazó por comple­to del tica, predijo que esa pérdida llegaría a
cuidado del mundo y los deberes que «hacer el asesinato tan in­diferente como
de ello se derivan al cui­dado del alma la caza de chorlitos y el exterminio de la
y su salvación. En los primeros siglos, la nación Rohi­lla tan inocente como mor-
polarización entre ambos planteamien- disquear un trozo de queso). Hasta don-
tos fue absoluta; las epístolas del Nuevo de alcanzo, sólo hay dos mandamientos
Testamento están llenas de recomenda- entre los diez por los que todavía nos
ciones de renuncia a la parti­cipación en sentimos moralmente obligados, el «No
la esfera pública, política, y a ocuparse matarás» y el «No levan­tarás falsos tes-
de los propios asuntos, estrictamente timonios»; y ambos han sido desafiados
privados, a cuidarse de la propia alma, no hace mu­cho con bastante éxito por
hasta que Tertuliano resumió esa actitud Hitler y Stalin, respectivamente.
afirmando que nec ulla magis res aliena
quam publica («nada nos es más ajeno En el centro de las consideraciones. mo-
que la cosa pública»). Lo que aún hoy rales de la conducta humana se yergue
día entendemos por normas y prescrip- el yo; en el centro de las consideracio-
ciones morales tiene esos anteceden- nes políticas del comportamiento se
tes cristianos. En el pensamiento actual alza el mundo. Si despojamos los impe-
sobre estos temas, los criterios de rigor rativos morales de sus connotaciones y
más exigentes son obviamente los rela- orígenes religiosos, nos queda la pro-
tivos a cuestiones morales, y los menos posición socrática: «Es mejor padecer
exigentes, para asuntos de costumbres la injusticia que cometerla», y su extra-
y maneras, mientras que los criterios ña justificación: «Pues es mejor para mí
legales ocupan un lugar intermedio en estar enfrentado con el mundo entero
la escala. Lo que quiero señalar aquí que, siendo uno, estarlo conmigo mis-
es que la moral debe su elevada posi- mo». Comoquiera que in­terpretemos
ción en nuestra jerarquía de «valores» esta invocación del axioma de no con-
a su origen religioso; que la ley divina tradicción en asun­tos morales, como
que prescribía las reglas de la conduc- si el mismo imperativo «No entrarás
ta humana se entendiera como reve- en contradic­ción contigo mismo» fue-
lada directamente, como en los Diez ra axiomático tanto para la lógica como
Mandamientos, o indirectamente, como para la ética (lo que, dicho sea de paso,

Átopos XXI
es todavía el principal argumento de dadanos pueden no querer participar ni
Kant en favor del imperativo categórico), tener nada que ver con la política, pero no
una cosa parece clara: el pre­supuesto es por razones morales, sino simplemente
que yo vivo no sólo con otros, sino tam- porque han decidido aprovechar una de
bién conmigo mis­mo, y que esta última nuestras libertades, la única que no suele
convivencia, por así decir, tiene prioridad mencionarse cuando hacemos recuento
sobre todas las demás. La respuesta po- de nuestras libertades porque se da por
lítica a la proposición socrática sería: «Lo descontada, y que es la libertad frente a
que importa en el mundo es que no haya la política. Esta li­bertad era desconocida
injusticia; padecer la in­justicia y come- en la Antigüedad y ha sido eficazmente
terla son cosas igualmente malas». No aboli­da en unas cuantas dictaduras del
importa quién la padezca; nuestro deber siglo xx, especialmente, claro está, en la
es evitarla. 0, para invocar, en aras de variante totalitaria. A diferencia del ab-
la breve­dad, otra famosa frase, esta vez solutismo y de otras formas de tiranía,
de Maquiavelo, quien precisamente por donde la no participación era de oficio
esa razón quería enseñar a los príncipes y no de elec­ción, nos encontramos aquí
«cómo no ser buenos»: es­cribiendo acer- con una situación en que la participa­ción
ca de los patriotas florentinos que habían -que sabemos que puede significar la
osado desafiar al Papa, los elogió por ha- complicidad en activida­des criminales-
ber demostrado «en cuánto más aprecia- es lo corriente, y la no participación, re-
ban su ciudad que sus almas». Donde el sultado de una decisión. Y tenemos, por
lenguaje religioso habla del alma, el len- último, el caso de los países libres don­
guaje secular habla del yo. de la no participación es, de hecho, una
forma de resistencia, como en el caso de
Hay muchas maneras de que las nor- quienes se niegan a ser alistados para ir
mas políticas y las normas mo­rales de a la guerra de Vietnam. Esta resistencia
conducta entren en conflicto entre sí, y suele justificarse con argumentos mora-
en la teoría política se las suele tratar en les; pero en tanto que haya libertad de
conexión con la doctrina de la razón de asociación y, con ella, la esperan­za de
Estado y su llamado doble criterio moral. que la resistencia en forma de negativa
Tratamos aquí sólo un caso especial, el a participar pueda pro­piciar un cambio
de la responsabilidad colectiva y vicaria de política, es esencialmente una actitud
por la que el miembro de una comuni- política. El centro de consideración no es
dad es considerado responsable de co- el yo -por ejemplo: yo no vaya la guerra
sas en las que él no ha participado pero porque no quiero ensuciarme las manos,
que se hicieron en su nombre. Dicha no lo cual, por supues­to, puede ser también
participa­ción puede tener muchas cau- un argumento válido-, sino el destino de
sas: la forma de gobierno del país puede la nación y su conducta hacia otras nacio-
ser tal que a sus habitantes, o a amplias nes del mundo.
capas de ellos, no se los ad­mita en la vida
pública, de manera que no dependa de La no participación en los asuntos polí-
ellos el no par­ticipar. 0, por el contrario, ticos del mundo ha estado siempre ex-
en los países libres, ciertos grupos de ciu­ puesta al reproche de irresponsabilidad,

XXII Átopos
de eludir los de­beres que uno tiene ha- que los no par­ticipantes no fueron re-
cia el mundo que compartimos con otros sistentes y que no creían que su actitud
y ha­cia la comunidad a la que pertenece- tuvie­ra consecuencia política alguna.
mos. Y este reproche no puede en modo
alguno desmontarse si se argumenta a Lo que realmente dice el argumento mo-
favor de la no participa­ción con razones ral que he citado en la for­ma de proposi-
morales. Por experiencias recientes sa- ción socrática es lo siguiente: si yo hiciera
bemos que la resistencia activa y a veces lo que ahora se me pide como precio de
heroica frente a malos gobiernos proce- mi participación, por mero conformis-
de con mucha mayor frecuencia de hom- mo o incluso como la única posibilidad
bres y mujeres que han partici­pado en de ejercer una eventual resistencia con
ellos que de personas ajenas inocentes éxito, ya no podría seguir viviendo con-
de toda culpa. Esto es cierto, como una migo mismo; mi vida de­jaría de tener va-
regla con excepciones, para la resistencia lor para mí. Por tanto, es mucho mejor
alemana contra Hitler y es aún más cier- que padezca la injusticia ahora y pague
to para los pocos casos de rebelión con- incluso el precio de una pena de muerte
tra los regímenes comunistas. Hungría en el caso de que se me fuerce a parti-
y Checoslovaquia son los ejemplos per- cipar, antes que obrar mal y te­ner luego
tinentes. Otto Kirchheimer, estudiando que convivir con semejante malhechor.
estas cuestiones desde un punto de vis- Si se trata de matar, el argumento no
ta jurídico (en su obra Polítical Justice), sería que el mundo sería mejor si no se
subra­yaba con razón que para la cuestión cometiera el asesinato, sino la negativa
de la inocencia legal o moral, es decir, la a vivir con un asesino. El argumento, a
ausencia de cualquier complicidad en los mi modo de ver, es incontestable incluso
crímenes cometi­dos por un régimen, la desde el más estricto punto de vista po-
«resistencia activa» sería una «medida lítico, pero es claramente un argumento
iluso­ria, la retirada de toda participación que sólo puede ser válido en situaciones
significativa en la vida pública, [ ... ] la extremas, es decir, marginales. Son a
voluntad de esfumarse en el olvido» y menudo esas situaciones las que mejor
la oscuridad «es una norma que puede aportan claridad en asuntos que de otro
imponerse con toda justicia a quienes se modo resultarían oscuros y equívocos. La
arroguen el derecho de juzgar a otros» situación marginal en la que las proposi-
(págs. 331 y sigs.). Por la misma razón ciones morales se tornan absolutamente
justifica en cierto modo a aquellos acu- válidas en el ámbito de la política es la
sados que dijeran que su senti­do de la impotencia. La carencia de poder, que
responsabilidad no les permitió escoger siempre presupone aislamiento, es una
ese camino; que sir­vieron a fin de evitar excusa válida para no hacer nada. El pro-
lo peor, etc. (argumentos que en el caso blema con este argumento estriba, cla-
del ré­gimen de Hitler sonaban más bien ro está, en que es totalmente subjetivo;
absurdos y, por lo general, no eran mu- su autenticidad sólo puede demostrarse
cho más que hipócritas racionalizaciones me­diante la disposición voluntaria a su-
de un ardiente deseo de hacer carrera, frir. No hay reglas generales, como en los
pero ésa es otra cuestión). Lo cierto es procedimientos legales, que pudieran

Átopos XXIII
aplicarse y que fueran válidas para todo ausente: cualquier hecho contemplado.
el mundo. Pero éste, me temo, será el Saber hasta qué punto esa fa­cultad de
punto débil de todos los juicios mo- pensar, que se ejerce en solitud, se ex-
rales que no se apoyen ni se originen tiende a la esfera es­trictamente política,
en mandamientos religiosos. Sócrates, en la que uno está siempre en compa-
como sabemos, nunca logró pro­bar su ñía de otros, es ya otra cuestión. Pero
proposición; y el imperativo categóri- cualquiera que sea nuestra respuesta
co de Kant, su único com­petidor como a esta pregunta, que esperamos sea
prescripción moral estrictamente aje- respondida por la filosofía políti­ca, no
na a la religión y a la política, tampoco hay ninguna norma moral, individual y
puede probarse. Un problema aún más personal de conducta que pueda nun-
grave del argumento es que puede apli- ca excusarnos de la responsabilidad co-
carse únicamente a personas que están lectiva. Esta responsabilidad vicaria por
acostumbradas a vivir explícitamente cosas que no hemos hecho, esta asun-
consigo mismas, lo que es otra manera ción de las consecuencias de actos de
de decir que su validez sólo será plau- los que somos totalmente inocentes, es
sible para hombres con conciencia; y el precio que pagamos por el hecho de
pese a los prejuicios de la jurisprudencia que no vivimos nuestra vida encerrados
que de mane­ra tan a menudo sorpren- en nosotros mismos, sino entre nuestros
dente apela a la conciencia como algo semejantes, y que la facultad de actuar,
que todo hombre cuerdo ha de poseer, que es, al fin y al cabo, la facultad polí-
la evidencia muestra que hay bas­tantes tica por excelencia, sólo puede actuali-
hombres que la tienen, pero en absolu- zarse en una de las muchas y varia­das
to todos, y que a quienes la tienen po- formas de comunidad humana.
demos encontrados en todas las formas 1968
de vida y, más concretamente, en todos
los niveles de educación o de ausencia
de ella. No hay ningún signo objetivo de
situación social o educacional que pue-
da asegurar su presencia o su ausencia.

La única actividad que parece corres-


ponder a estas proposiciones morales
seculares y validarlas es la actividad del
pensamiento, que en su sentido más ge-
neral, en absoluto especializado, puede
definirse con Platón como el diálogo si-
lencioso entre yo y yo mismo. Si se apli­ca
a cuestiones de conducta, en dicha acti-
vidad pensante estaría im­plicada en alto
grado la facultad de la imaginación, esto
es, la capa­cidad de representar, de ha-
cerme presente a mí mismo lo que está

XXIV Átopos

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