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OSCAR SNEYDER HERRERA MAHECHA

LEBECS

SEMESTRE VIII

PROYECTO 1
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GEOGRAFIA EN LA LITERATURA

Un acercamiento a los componentes geográficos dentro de la literatura

MARCO TEORICO

1. Espacio geográfico en el individuo y la literatura.

El interés por las literaturas geográficas, de por si poco explorado en la actualidad, me


ha llevado a buscar una relación de correspondencia entre estas dos ramas tan apartadas
aparentemente de los círculos académicos. Es así que en el abordaje disciplinar que he
pretendido, fue necesario ampliar la comprensión de conceptos como el espacio, paisaje,
y en sí, aquellos elementos relacionados con la comprensión de los imaginarios
geográficos dentro de perspectivas literarias. Para esto, recurriré al concepto de espacio
por medio de autores como Yi-Fu Tuan y Eric Dardel, quienes nos ponen frente a
dinámicas que abarcan la espacialidad y al individuo desde modelos académicos más
cercanos a lo estético, mejorando la calidad de la percepción primera que del mundo
recibimos. A sí mismo, recurriré a los demás autores estudiados durante el proceso de
acercamiento a esta particular forma de concebir las relaciones geográficas con el
entorno desde modelos más humanistas.

El espacio dentro de la creación de cualquier obra literaria exige elementos geográficos


que caractericen o delimiten un área o región específica, dichos elementos cobran un
carácter según sea el objeto de su estudio, (individua o colectivo) es por esto que la
interpretación literaria se vuelve entonces un análisis espacial en el que se involucran la
suma de sus actores y escenarios; este enfoque ha sido realizado por algunos geógrafos
postmodernos (como es el caso de Yi-Fu Tuan) que supieron ver en la literatura un
medio más por el cual conseguir, no solo información descriptiva o embellecida de
eventos o personas determinadas, sino a la vez, nuevas formas de acercarse a una
comprensión espacial del espacio que habitamos.

De igual forma la concepción que de la geografía tenemos en general resulta


insuficiente a la hora de entablar un dialogo entre esta y la literatura. Por esto me basare
también en la concepción que de la geografía se desprende a partir de Eric Dardel, quien
sabe darle un valor mucho más amplio y humanista a las relaciones que establecemos a
partir del significado obtenido del medio físico que nos rodea “El conocimiento
geográfico tiene por objeto dilucidar esos signos, lo que la Tierra revela al hombre sobre
su condición humana y su destino. No se trata de un atlas abierto ante sus ojos. Es una
llamada que se alza desde el suelo, la ola o el bosque, una oportunidad o un rechazo,
una potencia, una presencia”. (Dardel, 2013, p.38) es por esto que la significación del
espacio desde el lente de la literatura se hace necesariamente desde una invocación que
pone de manifiesto nuestra subjetividad, ella es la que le da la carga necesaria para
completar el empoderamiento de la visión particular que el literato pretende mostrar.
“La literatura, más que las investigaciones procedentes de las ciencias sociales, nos
proporciona una información a la vez detallada y matizada sobre cómo los individuos
perciben sus mundos. La novela realista no sólo retrata fielmente una cultura (algo que
las ciencias sociales también procuran hacer), sino que destaca la individualidad de las
personas dentro de ella” (Tuan, 2007, p.69).

Esta labor del escritor llega a complejizarse de maneras insospechadas; recrea los
espacios sociales, los dramas personales de sus personajes, todo su actuar o donde se
desarrollan sus acciones y los hechos que quien escribe quiera resaltar. En el fondo lo
que la geografía puede esperar de la literatura es la forma de llegar a estos lugares y
actores por medio de las subjetividades que se retratan como símbolos en el espacio.
Sus representaciones serán esos significados impresos en el espacio.

Dichas representaciones hacen entrar en escena elementos que incluyen un componente


cultural en la definición de las relaciones que alcanzamos con el entorno. Este
componente nacería como una preocupación por las percepciones del espacio para pasar
a una posición más comprometida con lo que nuestra visión nos pudiera enseñar en la
contemplación de lo real. La sensibilidad que se genera desde aquí resulta jugando un
papel fundamental en la construcción de un espacio, cualquiera que este sea. Es por esto
que la importancia de la emotividad va mucho más allá de lo que se piensa, incluso de la
cultura misma “el individuo sobrepasa la profunda influencia que tiene la cultura. Todos
los humanos comparten perspectivas y actitudes comunes y, sin embargo, la
cosmovisión de cada persona es única, y no en un sentido trivial” (Tuan, 2007, 324).

Resulta innegable que cualquier cultura, cualquier comunidad, necesita un espacio


geográfico para poder desarrollarse y generar sus propios conceptos tanto subjetivos
como colectivos acerca del cómo se van desarrollando en un determinado espacio, ya
sea que lo hagan en base a conceptos míticos, regionales, o cualquier tipo de
organización que dictamine una pauta social, siempre han de necesitar un lugar
definido. Es este sentido, sería la ubicación espacial la que requiere principalmente una
comunidad en un ambiente físico estratégico, (esto hablando de asociaciones culturales
con el lugar que habitan) naturalmente influenciada por el entorno, el cual le permite
adquirir una personalidad que la diferencia de otras comunidades.

De lo anterior podemos comprender que partirá el hecho de que una comunidad o un


individuo pueda darle o no un significado especial a ciertos lugares, dependiendo de la
influencia que ejerzan sobre su medio, solo entonces se da un sentido al lugar que se
ocupa, situación que solo es posible cuando el hombre lo dota de connotaciones morales
o estéticas a través de los sentidos, y así llega a identificarlos nuevamente generando un
apego emocional con el lugar. “Es de suma importancia no dar crédito al error de
considerar que la especialización geográfica se produce únicamente debido a un
comportamiento activo. En algunos casos, el hombre es manipulado por el entorno
geográfico” (Dardel, 2013, p.43) de esta manera la influencia del espacio sobre el
hombre rebasa el entendimiento que en muchas ocasiones se le escapa, de no ser por la
interpretación simbólica de la que sea capaz. “La naturaleza geográfica lo propulsa
sobre sí mismo, lo modela según sus costumbres, sus ideas, a veces, incluso, en sus
aspectos somáticos. La montaña llega a «aplastarlo», la selva le «ahoga», la landa le
sume en la melancolía” (Dardel, 2013, p.43).

Aun así, la perspectiva humana torna cada experiencia potencialmente de maneras


diferentes. Hay una interpretación del espacio independiente, a través de las
experiencias, que es el conjunto de medios por los cuales se conoce el mundo, por lo
tanto, son abstractas e independientes variando estos espacios desde el punto de vista
del espectador. El espacio en el que nos desarrollamos es construido culturalmente a
medida que lo percibimos, a través de los sentidos y el lugar en que se hallan los
objetos.

Es así que, por medio de una concepción más personal del mundo, el lenguaje simbólico
de la literatura parece llevar al hombre a estar directamente relacionado con lo que
significa ese acercarse al paisaje, a la geografía del paisaje a través de las partes que
dominan el medio que lo rodea.

Este dialogo parece ser muy amplio dentro de los límites del género literario de la
novela, y presta al geógrafo elementos a la hora de hacer oír su propia voz, su propia
visión del paisaje. Cabría resaltar así también el papel del escritor, como un observador
atento de las transformaciones del paisaje, de los modos de vida, y por esto mismo, de
sus grandes aportes a las labores sociales del geógrafo moderno. A sí mismo, ese
sentido contemplativo de la realidad física en la que tienen cabida las experiencias
humanas es un punto en común entre los literatos y geógrafos, ambos inmersos en el
entendimiento de los lugares que han producido los seres humanos hasta ahora y que al
ser expresados literariamente pueden complementar el sentido de la vida.

Literatura, imaginación y sensibilidad geográfica irán tejiendo el entramado de una


visión estética que anudarán el paisaje natural al mundo latente del quehacer literario.

2. Paisaje y geografía en el individuo.

Ahora bien, para poder comprender ese puente que se tiende entre la literatura y la
geografía es necesario ahondar mas en el concepto de paisaje, este nos dará un rumbo, y
si se quiere una ubicación, respecto de qué forma podríamos materializar un significado
verdaderamente vital del entorno que nos rodea, mucho más allá de una simple
observación o descripción con fines académicos o disciplinares. Dardel (2013) afirma:

El paisaje se unifica alrededor de una tonalidad afectiva dominante, perfectamente


válida, aunque refractaria a cualquier reducción puramente científica. El paisaje
enjuicia la totalidad del ser humano, sus vínculos existenciales con la Tierra o, si se
prefiere, su geograficidad original: la Tierra como lugar, base y medio de su
realización. Presencia apasionante o extraña y, sin embargo, lúcida. Nitidez de una
relación que afecta a la carne y a la sangre. (p.63)
Este lazo entrañable, esta implicación casi visceral que el autor nos da, habla por sí sola
de esa conjugación de elementos humanos dentro del paisaje, pues será este quien
terminará de darle el sentido a su experiencia terrenal. Los aportes geográficos en este
orden de ideas resultan siendo definitivos, aportando no solo un acercamiento más
significativo sobre la geografía de un paisaje sino también dotando a los habitantes de
cualquier lugar de un sentido mucho más amplio de identidad y de comprensión del
espacio que habitan.

Por su lado, el lenguaje simbólico de la literatura parece estar directamente relacionado


con lo que significa ese acercarse al paisaje, a la geografía del paisaje a través de las
partes; ese dialogo parece ser muy amplio dentro de los límites de la novela y presta al
geógrafo elementos a la hora de hacer oír su propia voz, su propia visión del paisaje.
Cabría resaltar así también el papel del escritor, como un observador atento de las
transformaciones del paisaje, de los modos de vida, y por esto mismo, de sus grandes
aportes a las labores sociales del geógrafo moderno.

En este sentido, serian también muy determinantes los elementos que el geógrafo puede
ofrecer por medio de la imaginación y la sensibilidad, (estas unidas a sus evocaciones
terrestres) concediéndole a la experiencia humana cierta espontaneidad geográfica,
simple pero profunda, en la que invitaría al hombre a sí mismo a prestar también a sus
realidades geográficas la animación que reviva su experiencia más humana. Besse,
(2010) afirma:

“Pero entonces, si el paisaje corresponde a nuestra implicación en el mundo, eso


quiere decir que no está lejos de nosotros, en el horizonte, sino que, por el contrario,
nos resulta cercano, estamos en contacto con él, digamos que nos envuelve. Podría
decirse, inclusive, que ese contacto, ese conjunto de contactos con el mundo
circundante, o sea esa experiencia física, son los que hacen paisaje, los que hacen el
paisaje.” (p.6)

Un contacto más cercano, inmediato si se quiere, en el que el hombre se encuentra


inmerso en los elementos del mundo terrestre, esto como resultado natural de la
comunicación que le proporcionan sus cinco sentidos, enlazados de manera más
próxima a una relación que antecede a los propósitos de la ciencia y que estaría más
ligada a una geografía afectiva que termina repercutiendo sobre el impacto que tienen
los lugares en la imaginación.
De esta forma el paisaje pertenecería en primera medida a lo vivido, a la experiencia y,
por ende, concebido a través de dinámicas que se ordenan desde la sensibilidad. “el
paisaje es un conjunto: una convergencia, un momento vivido. Un vínculo interno, «una
impresión» une todos sus elementos.” (Dardel, 2013, p.63) y también un impulso, un
movimiento que sobrepasa cualquier limitación, un horizonte sensible en el que se nos
permite ese vínculo con todos los elementos de la tierra.
Ahora, volviendo al concepto de geografía, el cual es también vital para nuestro
enfoque, Eric Dardel nos dira “La geografía no es, en principio, un conocimiento; la
realidad geográfica no es, ante todo, un «objeto»; el espacio geográfico no es un espacio
en blanco que se rellene coloreándolo. La ciencia geográfica presupone que el mundo
sea comprendido geográficamente, que el hombre se sienta y se sepa ligado a la Tierra
como ser llamado a realizarse en su condición terrestre” (Dardel, 2013, p.66)
implicación que nos introducirá más aun en el desenvolvimiento del espacio habitado a
partir de nuestros propios intereses, los cuales son inseparables de la realidad
geográfica; el dónde está el ser humano, el suelo que pisa, el campo, la ciudad, una calle
todo lo que tiene que ver con el entorno y los lugares que le atraen, la cotidianidad los
grandes desplazamientos que le ponen frente una realidad geográfica que le exige un
esfuerzo definido y concertado de su parte.

Lo anterior nos habla más aun de esa vida afectiva que abarca cualquier pliegue interno
del individuo. Sin importar que tan dormida o escondida pueda estar, situaciones y
sentimientos extremos o profundos pueden tráela a la luz, evidenciando ese conflicto
surgido desde lo geográfico como interioridad.

Resulta entonces innegable ver como todos nos compenetramos profunda y


personalmente con el espacio que habitamos, y este espacio, por naturaleza trae ya
consigo una enorme carga de significaciones espaciales en las que el ser humano ha ido
construyendo su caracterización del paisaje. (Entendido como espacio transformado por
la mano humana) Esto en definitiva resulta siendo aquello con lo que él se identifica, ya
que es en el espacio construido donde se dan todas nuestras relaciones como seres
sociales que somos. Una mayor acentuación en el tema de la geografía y la literatura
hará ver esta relación en el anclaje formativo que como especie siempre hemos
mantenido con las artes y el entendimiento del lugar que habitamos, sea este complejo o
no. Por ello es concluyente la necesidad de un lenguaje y una visión más literaria que
dinamice y libere las duras concreciones estipuladas desde hace tanto tiempo por las
autoridades a nivel geográfico.

3. Geografía y literatura.

Seria por lo expuesto anteriormente que la disciplina de la geografía no es


necesariamente potestad exclusiva de los geógrafos, y que todas las personas tienen
concepciones espaciales, pensamientos y acciones de sentido geográfico. Ha de
buscarse, pues, el objetivo de profundizar en las geografías personales como fuente de
conocimiento, así como las relaciones que se dan en el espacio, entre por ejemplo, los
personajes de una novela y su relevancia geográfica, en un quehacer que se va
construyendo desde la naturalidad narrada que conlleva la misma vida. Tuan, (2007)
afirma:

Para interpretarla, el novelista insinúa factores que en sí mismos son poco conocidos:
atributos congénitos (temperamento) o imprevistos de la vida (azar). Los escritores
crean personalidades ficticias; voces que se elevan por encima del discurso estándar de
su grupo social. La gente tiene actitudes características frente a la vida: el discurso es
prosaico y lo aceptamos sin problemas. Pero los escritores consiguen expresar opiniones
del mundo que son sutilmente diferentes. (p.69)

La geografía podría resultar así, dentro del texto, muy reveladora; esta denota el
enfoque y la tendencia particular que mueve los intereses del autor en un plan
prefigurado, estos pueden convertirse en los móviles de un momento especifico del
lugar narrado, cierta recurrencia a los lugares comunes o privados ayudara a la
comprensión por ejemplo de un espacio urbano, de igual manera que el desarrollo de
elementos de la geografía física, pueden servir a la hora de expresar los rasgos
específicos que nos acercan a un relieve en particular dentro de las necesidades propias
que puede tener la configuración de una novela en la trama regional de una invención
literaria.

Este tipo de rumbos marcan las posibilidades de analizar una geografía que no solo
surge desde las condiciones de un espacio fijo sino también desde las condiciones que
por naturaleza constructiva se han ido configurando desde la simple movilidad dentro de
un espacio definido, de allí también resulta que aspectos tan básicos como las acciones
de los personajes y el efecto que estas producen, generando ambientes, despertando
sensaciones, comprendiendo el significado que su vivencia les transmite, sean
determinantes en la función geográfica que se les ha pretendido atribuir en el presente
enfoque académico.

De lo anterior resulta que aspectos como la historia o emotividad que despiertan, por
ejemplo, algunos ríos cielos o montañas, sea bellamente presentada a través de
metáforas emocionales o espirituales cuya impresión puede llegar a ser recibida de
manera personal o incluso colectiva, siendo la voz del literato claro está, la que se
encarga de expresarla en la geografía de una novela. De esta forma un espacio se
configura en la mente de un pueblo, de una región, y a veces hasta de un país, logrando
conectar la vastedad e imponencia de sus grandes parajes con la contemplación
admirada (y precisa) que cobra vida en la voz del autor.

Por medio de una voluntad de reinvención que necesariamente debe hacerse al


emprender de manera real el compromiso con una lectura, “La literatura, en la
experiencia de la lectura, es una invitación para rehacer el conocimiento. Establece la
relación entre un presente, el lector, y un ausente, el autor, por medio de un mundo:
aquél que está en los libros.” (De Almeida, 2015, p.109) el lector se embarca en una
mirada descubridora que le exigirá el saber proveerse de sus propias significaciones.
Lectura del fenómeno, del lugar, amplían la lectura de la realidad que, en la novela,
puede contar con materiales sociales, geográficos, políticos y demás, dependiendo de las
intenciones que tarde o temprano terminan revelándose dentro de un texto lo
suficientemente sólido.

Es por esto que sería en este campo, en este ejercicio de la lectura y de la escritura como
algo indisoluble (refiriéndome a la labor del escritor) que se confirmara esa visión
geográfica que se va armando allí donde el paisaje es expresado literariamente. Pero esa
mirada geográfica de lo literario ha de hacerse de manera subyacente o de subfondo,
aunque buena parte de lo que se registre ha de hacerse necesariamente de primera mano
y frente al objeto mismo de la contemplación. “Los adeptos de la geopoética y de la
literatura parten del mundo como origen y como discurso. Ellos hablan de un mundo
fragmentado. Entonces, la identificación de las partes permite al geógrafo dialogar
mejor con la literatura para entender en el poema lo que el lenguaje construye como
figura pertinente. Y, también, para reconocer lo que la novela propone como geografías
simbólicas” (De Almeida, 2015, p.108) Podría decirse que la novela como creación
literaria abre todo un mundo de asociaciones dentro de las cuales cabe todo encuentro,
significa esto que es válido emparentar tanto personajes como ambientes diversos y no
necesariamente conectados dentro de espacios fijos. Habría que hablar de
transformación más que de información en la presentación de cualquier pasaje.
Percepción y lenguaje sientan las bases de una jerarquía duradera que sin embargo
deben estar por necesidad, receptadas desde lo fugaz e indistinto.

Bibliografía

Tuan, Y. (2007) Topofilia Un estudio de las percepciones actitudes y valores sobre el


entorno. E.U New Jersey, Melusina.

Bassols, M. (2017) Geografía de una novela, Sociedad y Ambiente, núm. 12, noviembre
de 2016-febrero de 2017, (p.31-59)

De Almeida M. (2015) América lírica y poética de Jack Kérouac. On the road. (En el
camino) Cultura y representaciones sociales. 10 (19), 102-127.

Yi-Fu Tuan (2018) El arte de la geografía. Barcelona España. Icaria.

Zusman, P. (2013). La geografía histórica, la imaginación y los imaginarios


geográficos. Revista de geografía Norte Grande, 54, 51-66.

Bassols, M. (2017) Geografía de una novela, Sociedad y Ambiente, núm. 12, noviembre
de 2016-febrero de 2017, (p.31-59)

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