Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Quizás resulte arriesgado apostar por una única definición del término «paisaje». Muchas son
relación que subyace entre el individuo y el medio en el que se halla inmerso. De este
planteamiento esencial parte el texto de Maderuelo, que se inicia con una interesante crítica
Como bien apunta el autor, el paisaje sólo puede existir cuando alguien lo contempla: al
de valor cultural y, por tanto, de significado. Por ello, mirar un paisaje es siempre un acto
Esta cuestión nos pone delante de un intenso debate sobre el significado de lo que el autor
llama «la cultura de paisaje». ¿Existe propiamente una cultura paisajística? ¿Hemos sido
educados históricamente para valorar y apreciar el paisaje? ¿Es la pintura de paisajes la pieza
clave en nuestra relación con el entorno en que vivimos? Tales cuestiones surgen a medida
que uno avanza en la lectura del texto, tratando de buscar posibles respuestas que nos ayuden
a entender realmente cuáles son nuestros modos de interacción con el medio que nos rodea.
única forma de establecer contacto con nuestro entorno. De ser así, estaríamos limitando una
vez más el paisaje a un mero objeto de contemplación. Lo cierto es que, a diferencia de lo que
ocurre en ciertas disciplinas artísticas, con el paisaje no sólo se produce una relación visual y
1
Gerard Jover Santos
todos los sentidos (vista, olfato, tacto…) y, por esto mismo, el paisaje no es sólo lo que
envuelve algo, sino también lo que es envuelto. Cuando un individuo contempla un valle, no
sólo aprecia su vegetación, sus formas, sus colores… sino que todos esos elementos, puestos
información que es procesada analítica y emocionalmente por un sujeto que no sólo observa,
arte interactivo que se redefine cada vez que es observado y apreciado. Es por ello que un
antropológicos, entre otros. Así queda constatado en el ilustrativo ejemplo que Maderuelo
Los griegos preclásicos veían en esta montaña la sepultura de los gigantes que
desafiaron a los dioses, el hombre actual ve diferentes cosas cuando mira hacia allí,
perspectivas ante el paisaje. Según estos razonamientos, una pregunta que se nos impone es:
¿Dónde queda, pues, el paisaje real o tangible? ¿Qué hay de objetivo en él? Al utilizar el
término «paisaje», toda superficie terrestre pasa a ser una representación mental de la misma:
el espacio deja de ser solamente aquello que se aborda desde lo cartográfico (con objetividad,
2
Gerard Jover Santos
desde el imaginario colectivo y personal de cada individuo. Tal y como expresa el propio
autor, el paisaje mismo es una forma de verlo y representarlo mental o artísticamente. Es así
como se convierte en un concepto abstracto, individual y subjetivo con cierta dificultad para
encontrar acuerdo con otros individuos. De entrada, resulta imposible lograr un consenso
derivados, precisamente, de la distancia que hay entre nuestra cultura (formación académica,
físico). Las definiciones enciclopédicas suelen obviar esta relación y por ello parece que la
única forma de interactuar con el paisaje y de referirnos a él sea el arte, una forma de
por paisaje desde la Antigüedad. Podemos ver cómo el Renacimiento trajo a Europa un
concepto que en China contaba ya con un sentido pleno desde el siglo V de nuestra era.
Desde entonces, la noción de paisaje fue integrada lentamente por los pueblos occidentales
gracias, en parte, al arte. Según se desprende del texto, la mirada del pintor fue, muy
probablemente, el impulso necesario para revalorizar todo lo que hoy asociamos al paisaje.
La contribución de artistas como Durero, Patinir o Brueghel a nuestra cultura va más allá de
lo estético y lo artístico; su obra es clave porque permite representar, visibilizar o incluso dar
cuerpo a un concepto que hasta entonces (finales del siglo XVI y principios del XVII) sólo
tenía su expresión en la tradición oriental. Para Maderuelo, este proceso fue trascendental,
porque contribuyó a dotar de significado la idea de paisaje desde una óptica que va más allá
fundamental aquí: la pintura ha permitido que el paisaje deje de ser un mero escenario para
3
Gerard Jover Santos
idealizarlo o mitificarlo. En general, todo ello nos enseña que cualquier cuadro de paisajes es
Pero además de la pintura, Maderuelo concede gran importancia a la labor que han
ejercido otro tipo de manifestaciones que nos ayudan igualmente a comprender la evolución
de nuestra percepción sobre el entorno natural. Ejemplo de ello son los propios patrones de
ocupación del territorio, la organización de las granjas, el trazado de los caminos o incluso las
con el medio. Quizás se echan en falta menciones a otras formas recientes de expresión como
el Land Art, el New Media Art o el Bioarte, que exploran los límites entre tecnología y
biología desde la urgencia ecológica. En este contexto es donde hay que ubicar la reflexión
sobre el papel que juegan estas nuevas metodologías sobre el diálogo entre arte y paisaje.
reinvención de la naturaleza… algo que dista mucho del sentido original de las primeras
pinturas de paisajes, que se forjaron bajo una función pedagógica ciertamente estática y
cualquier caso, esta pluralidad de formas demuestra que la naturaleza no es más que una idea
viva que evoluciona porque evoluciona nuestra manera de pensar y de referirnos a ella. En
efecto, como dice Maderuelo, nuestro interés por el entorno cambia, y con él, nuestra forma
arte —entendido en todas sus formas y expresiones posibles— sigue y seguirá siendo el
medio más efectivo y completo para aproximarse a la idea de paisaje. Podemos estar seguros
de que aún queda un largo camino de impresiones por recorrer en torno a este concepto.