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Partícula de Dios

La «partícula de Dios», un nombre poético y casi místico.

Podría llevarnos a pensar en un concepto teológico, en el nombre de una

canción o de una película de temas religiosos o en una noción discutida por

personajes de un libro de Dan Brown, pero lo cierto es que se trata de un

concepto vinculado a la compleja física de partículas.

La «partícula de Dios» es el nombre popular con el que se ha identificado

al llamado bosón de Higgs, una partícula elemental propuesta en el modelo

estándar de física de partículas.

El bosón de Higgs

Para explicar el bosón de Higgs hay que referirse al campo de Higgs,

un campo cuántico de crucial importancia en la física de partículas.

De acuerdo a la hipótesis propuesta por el físico Peter Higgs en los 60, este

campo permearía el universo entero y su efecto es que las partículas

adquieran masa.

A diferencia de otros campos conocidos, por ejemplo el campo

electromagnético, el campo de Higgs posee un valor constante diferente a

cero en estado de vacío cuántico.

Ernesto WILLIAM. La partícula de Dios (2018)


La existencia de este campo físico se convirtió en uno de los grandes

problemas sin resolver en el modelo estándar de la física de partículas

durante mucho tiempo, y la importancia de la hipótesis de Higgs fue lo que

hizo que esta partícula elemental sea considerada «la más importante de la

física de partículas».

Todo esto condujo a su popular apodo vinculado a la Providencia.

La presencia del campo de Higgs fue finalmente confirmada mediante una

investigación experimental que se desarrolló por más de 40 años y que

incluyó la construcción de una de las instalaciones más costosas y

complejas, el Colisionador de Hadrones en el CERN.

El campo de Higgs permite explicar por qué algunas partículas

fundamentales tienen masa, pese a que las simetrías que controlan sus

interacciones sugieren que no deberían tenerla.

¿Por qué partícula de Dios?

El nombre «partícula de Dios» ha sido principalmente utilizado por fuera

de la comunidad científica, por los medios y la cultura popular, pero

muchos científicos e investigadores especializados en el tema creen que es

inapropiado, sensacionalista y exagerado, o tal vez muchos simplemente

desconfían de la intromisión religiosa en la ciencia.

Ernesto WILLIAM. La partícula de Dios (2018)


El propio Higgs, que obtuvo el Premio Nobel de Física en 2013 por sus

descubrimientos, se manifestó en contra de llamarle así porque podía llevar

a la confusión y era «vergonzoso».

El origen del nombre «la partícula de Dios» es bastante divertido.

El apodo fue acuñado por el físico ganador del Premio Nobel Leon

Lederman, que en 1993 escribió un libro de divulgación científica

precisamente titulado: La partícula de Dios: si el universo es la respuesta,

¿cuál es la pregunta?

Lederman escribió este libro en parte como una respuesta al hecho de que

el gobierno estadounidense había decidido no apoyar un proyecto para

construir un acelerador de partículas precursor del Colisionador de

Hadrones. El proyecto fue cancelado por falta de presupuesto.

Con su libro, el físico quería concientizar al público sobre la importancia de

un proyecto de este tipo.

Su idea original, sin embargo, era que el libro llevara el título La

partícula maldita (The Goddamn Particle), pero su editor lo convenció de

cambiarlo por La partícula de Dios (The God Particle), que en inglés es

casi una abreviación del otro título. Así lo explicó:

Ernesto WILLIAM. La partícula de Dios (2018)


«Hoy tenemos el modelo estándar, que reduce toda nuestra realidad a cerca

de una docena de partículas y a cuatro fuerzas. Es una simplicidad que se

ha conseguido con esfuerzo y resulta notablemente precisa. Pero también es

incompleta y, de hecho, tiene inconsistencias internas.

Este bosón es tan central para la física de hoy, tan crucial para nuestro

entendimiento de la estructura de la materia, y al mismo tiempo tan elusivo

y escurridizo, que le he dado un apodo: la partícula de Dios.

¿Por qué la partícula de Dios? Por dos razones: la primera, mi editor no me

dejó llamarle La partícula maldita, a pesar de que sería un nombre mucho

más apropiado, dada su naturaleza maldita y todos los gastos que está

provocando; la segunda, porque establece una conexión, de cierto modo,

con otro famoso libro, mucho más viejo»

Lederman se refería al libro del Génesis, dado que después se ocupa de

trazar una analogía entre la historia bíblica de la Torre de Babel, en la que

un lenguaje primitivo común es fragmentado en diferentes lenguas y

culturas, con el impacto que tendría la presencia del bosón de Higgs, su

efecto en las simetrías del Big Bang, y el aparente caos de estructuras,

partículas, fuerzas e interacciones que resultaron de éste y que moldearon

nuestro universo.

Ernesto WILLIAM. La partícula de Dios (2018)

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