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El “marxismo crítico”, representado en los años 60 sobre todo por Alfred Schmidt, acentúa en este
sentido el carácter negativo e históricamente limitado, así como la pretensión de validez de un
“materialismo de la segunda naturaleza”, pero tiende a considerar el individualismo metodológico como
una descripción adecuada de las futuras condiciones comunistas. El marxismo “científico” de la Escuela
de Althusser subraya, frente a las teorías individualistas de un “sujeto constituyente”, que los agentes sólo
son portadores de relaciones de producción, pero eleva la autonomización de las relaciones de producción
a norma científica a causa del carácter tendencialmente histórico-universal de sus categorías (la
combinatoria de niveles de Balibar, el concepto de ideología y de praxis de Althusser).
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Cfr. H. G. Backhaus, Dialektik der Wertform. Untersuchungen zur Marxschen Ökonomiekritik, op. cit.,
p. 11.
Frente al mito clásico de la plena identidad de los paradigmas de
Marx y Engels, se critican como esencialmente inadecuados los
comentarios de Engels a la obra de Marx, tanto respecto al materialismo
histórico como a la crítica de la economía política, considerando que
permanecen en un nivel puramente “exotérico”, que perpetúa los
paradigmas tradicionales. Así, Hans Georg Backhaus observa en 1974 en
relación a la teoría del valor que la crítica se dirige a una “premisas
interpretativas que hasta hace poco formaban parte de los pocos elementos
indiscutidos de la literatura marxista, y estructuraban de manera
incontestada el modo de recepción de la teoría marxiana del valor: la
interpretación errónea promovida por Engels de los tres primeros capítulos
de El Capital como teoría del valor y del dinero de la así bautizada por él
«producción mercantil simple»”10. Backhaus sostiene que “a partir de este
error fundamental la teoría marxista del valor bloqueó necesariamente la
comprensión de la teoría marxiana del valor”11.
Si en un primer momento se diferenció a este nivel la teoría marxiana
de la teoría marxista, pronto se problematizó la autocomprensión
metateórica de Marx. Ya Louis Althusser constató, con la ayuda de una
lectura “sintomática” – dirigida contra una hermenéutica intencional
centrada en el sujeto –, que en la obra de Marx nos encontramos con una
revolución científica realizada en la praxis teórica del análisis del
capitalismo, a la que superpone a nivel metateórico un discurso inadecuado
a esta problemática12. Althusser define con ello la tarea de una
reconstrucción como la eliminación del metadiscurso inadecuado y la
transformación en conceptos de las metáforas que prevalecen en él, las
cuales son leídas como síntomas de la ausencia de una autorreflexión
adecuada al proceder real del análisis del capital. A diferencia de Althusser
10
Ibid., p. 69.
11
Ibid.
12
Althusser, Louis/ Balibar, Etienne, Das Kapital lesen, Hamburg, 1972, p. 38-51 y 65-67.
y de su concepción dualista de la relación entre el objeto real y el objeto de
conocimiento13, este estado de cosas se formula en el debate de la
reconstrucción generalmente en el marco teórico del análisis marxiano de
la ideología: Marx distingue un nivel “esotérico” de un nivel “exotérico” en
las obras de los economistas políticos clásicos. Mientras que en el primero
se encuentra una concepción del contexto de mediación social del modo de
producción burgués, el segundo se conforma con una descripción y
sistematización inmediata de las formas objetivas de pensamiento de la
conciencia cotidiana de los agentes, permaneciendo atrapada en la
apariencia cosificada de la inmediatez de fenómenos que están de hecho
mediados socialmente. Por lo tanto, la argumentación “exotérica” no se
puede atribuir de manera psicologista a insuficiencias subjetivas o a
intenciones de falseamiento conscientes por parte de los teóricos. Es
resultado de una determinada forma de pensamiento, que es un producto
sistemático y ante todo involuntario de las formas de intercambio del modo
de producción capitalista. El debate de la reconstrucción aplica la
diferenciación esotérico/exotérico a la misma obra de Marx.
Finalmente, se muestran también en la crítica de la economía política
y en el materialismo histórico – por tanto, en la praxis teórica considerada
en el nivel precedente de la reconstrucción como estrato “esotérico” intacto
–, contenidos “exotéricos”, ambivalencias conceptuales “entre la
revolución científica y la tradición clásica”14. El dogma de la inviolabilidad
de la exposición de la crítica de la economía política en El Capital queda
definitivamente desechado. En lugar de la leyenda de un progreso lineal de
13
Ibid., p. 52-55. La diferencia entre el modo de lectura estructuralista y el crítico-reconstructivo no
limita únicamente a este punto. Mientras que aquél quiere desenmascarar el hegelianismo como
metadiscurso inadecuado, para éste la referencia metodológica a Hegel es con frecuencia la vía de acceso
privilegiada a la comprensión de la obra de Marx.
14
Así dice el subtítulo de la obra de M. Heinrich, Die Wissenschaft vom Wert. Die Marxsche Kritik der
politischen Ökonomie zwischen wissenschaftlicher Revolution und klassischer Tradition, op. cit. Véase
también la crítica H. G. Backhaus a sus propias premisas teóricas en las dos primeras partes de sus
„Materialen“ (Dialektik der Wertform. Untersuchungen zur Marxschen Ökonomiekritik, op. cit., p. 132 y
ss.).
conocimiento en Marx, se presenta la constatación de una compleja
yuxtaposición de progresos y retrocesos en el modo de exposición y en el
nivel de investigación de la crítica de la economía. Y finalmente se señala a
la creciente popularización de la exposición del análisis de la forma de
valor desde los Grundrisse hasta la segunda edición de El Capital, la cual,
al ocultar cada vez más el método genético-formal, suministra puntos de
apoyo a los modos de lectura historicistas y sustancialistas15.
15
Cfr. para la crítica de algunos aspectos de estas tesis Dieter Wolf, „Kritische Theorie und Kritik der
politischen Ökonomie“, en: Berliner Verein zur Förderung der MEGA-Edition (ed.), Wissenschaftliche
Mitteilungen, Heft 3: Zur Konfusion des Wertbegriffs, Berlin, 2004, p. 9-190.