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La triste verdad es que una ojeada al proceso judicial nos muestra un caso endeble, y la
historia en su conjunto se convierte en una patética alerta contra la pena de muerte. No
existieron pruebas válidas, solo simples indicios y testimonios sin peso. Tanto es así, que la
autopsia del niño nunca mostró indicios de violencia sexual y una moderna teoría introduce
la posibilidad de un accidente automovilístico.
Transcurría el año 1954, en la ciudad capital de Perú, Lima; un turronero que trabajaba en
la calle Atahualpa, hoy Alberto Lafón, al cual le agradaban los pequeñuelos que jugaban
con él, un día le compró un dulce a un niño que siempre pasaba por la zona y cual le tenía
mucha confianza, a los siguientes dias el 09 de setiembre se anuncia en los medios de
comunicación de todo Lima la horrenda noticia:
- "El cadáver de Julio Hidalgo Zavala, un niño de tres años y medio, fue hallado en una
covacha en la Quebrada de Armendáriz, el cuerpo fue encontrado en posición decúbito
ventral, parece ser que un "anormal" haya violado al menor"
La gente que conocía la dudosa amabilidad del hombre turronero con aquellos niños de la
zona, les dieron muchas sospechas y junto con la prensa empezaron a declarar en contra
de aquel hombre y se inició su feroz cacería, es que aquel hombre coincidía con aquellas
descripciones de los policias:
- "Estatura baja, moreno, azambado y de ojos razgados".
Aquel hombre vivía con el miedo en la sangre por aquellas acusaciones de toda la gente,
se la pasaba errante ya que su persecución era diaria, hasta que fue hallado, una semana
después los medios de comunicación exponían como el asesino a Jorge Villanueva Torres;
después de una cruel tortura la prensa dio a conocer alegremente que aquel hombre lo
habían hecho confesar y que era dicho asesino.
Pasaron tres años de penurias para el dichoso "Monstruo de Armendáriz" así fue llamado
por la multitud limeña, su abogado tomó la defensa y logró que en un mes y medio se
retirara el cargo de violación, pero nadie le quitó a aquel hombre el sufrimiento que sentía
por las falsas acusaciones que se le tildaban, los magistrados lo condenaron a muerte por
homicidio, el miedo y el dolor inundaban mas su mente.
El 12 de diciembre de 1957 al promediar las 5:30 de una friolenta y nublada mañana, fue
llevado con mucha violencia a la Penitenciaría de Lima, situado en lo que hoy se conoce
como el Sheraton y el Centro Cívico, había sido insultado, golpeado, tratado como la peor
bestia del mundo, caminaba esposado, con un overol jean azul muy gastado y descalzo,
caminó hasta el patio donde sería ejecutado, Víctor Maurtua, quién era médico legista
presenció la ejecución colocándole un pedazo de cartón envuelto con un trapo negro en el
pecho para fijar la puntería, después de 10 minutos, dos balas impactaron el cuerpo de
aquel hombre dejándolo muerto en el pavimento con los ojos medio abiertos.
El protocolo de autopsia estableció que no había signos de violación; ahora solo queda
despejar la duda si es que se trató de un crimen.
b) Se abrió paso entre el tumulto. Ya cerca, solo su grito de dolor despertó la avidez de
los reporteros y de los detectives. Era su hijo.
c) Al día siguiente, los canillitas voceaban titulares de los diarios que divulgaban el crimen
de la quebrada. En las radios el crimen era motivo de comentarios que se repetían en
buses, esquinas y bodegas.
d) Todos exigían a la Policía la captura del homicida. Los padres de familia temían por la
suerte de sus hijos. Decenas de guardias civiles y republicanos se desplazaban por las
calles barranquinas indagando y buscando una pista para dar con el criminal. Hubo
redadas en bares, billares y en cantinas del hampa limeña. La población comenzó a
presionar: quería un culpable. "Era un sujeto negro y alto... me compró 20 centavos de
turrón para el niño. yo lo puedo reconocer". El turronero Ulderico Salazar.
h) Pero el testimonio del turronero fue demoledor. Juró que Villanueva era el hombre que
llevaba al niño a la quebrada. Villanueva se defendió como pudo. Afirmó que los policías lo
habían obligado a autoculparse. Nadie creyó en su palabra, pues durante la audiencia
mostró ser un tipo rebelde, díscolo, conflictivo y contestón.
i) El 7 de octubre de 1956 fue llevado por última vez al Palacio de Justicia. Después de
dos años de juicio en el Tercer Tribunal Correccional decidió emitir su fallo: la pena de
muerte.
El proceso se inició en el Tercer Tribunal Correccional de Lima, integrado por los doctores
Octavio Santa Gadea, presidente, Octavio Torres y José Merino Reina.
Pasaron tres años de su juicio, cuando a pedido de Jorge Villanueva, el abogado Carlos
Enrique Melgar tomó la defensa, este era un joven abogado samarquino, que trato de
demostrar que su cliente era inocente, habiendo logrado que, en solo un mes y medio, se
retire el cargo de violación. Los fundamentos de la defensa fueron que la confesión ante las
autoridades policiales se dio porque hubo presión de tipo moral, y que el hecho de hallar al
menor a medio vestir se ha aseverado el tipo de delito, pudiendo haber sido víctima de un
indolente chofer, quien luego de arrollarlo pudo haberlo llevado hasta el lugar donde lo
hallaron, produciéndose la asfixia por la acción inconsciente del propio menor.
El testimonio del turronero fue demoledor, este juro que Villanueva fue el hombre que
llevaba al niño a la quebrada, Villanueva se defendió como pudo, afirmo que los policías lo
habían obligado a auto culparse, nadie creyó en su palabra, pues durante la audiencia
demostró ser un tipo rebelde, díscolo, conflictivo y contestón
Fue bajo este régimen que se ejecutaron los tres únicos casos de fusilamiento de
individuos violadores de niños, y en aplicación del artículo 152º del Código Procedimientos
Penales, puesto que según el protocolo de autopsia de la víctima nunca hubo violación.
Al leerse la sentencia, Villanueva estallo en ira, trato de agredir a los magistrados, fue
maniatado, luego con voz quebrada, el sentenciado insistió en su inocencia, este
manifestó: “Yo he cometido muchos delitos…he sido un hombre malo…pero este crimen no
me pertenece”.
El abogado defensor, Dr. Carlos Enrique Melgar, pese a sus planteamientos doctrinarios y
legalistas perdió la causa. En vano recurrió al Congreso en la demanda
del derecho de gracia que contemplaba el artículo 123 de la Constitución del Estado.
CONCLUSIONES
Los medios que se habían encargado de estar al tanto de cualquier novedad en este caso
que había conmocionado a la opinión pública se interesaron por relatar los últimos
momentos de vida de Villanueva Torres.
Las últimas catorce horas de vida del “monstruo de Armendáriz” son una serie de protestas
de inocencia y de acusación a la justicia, el Juez Carlos Carranza Luna fue el encargado de
notificar a Jorge Villanueva Torres de que la Corte Suprema había dado el fallo definitivo,
confirmando la pena de muerte, señalando: “vengo a anunciarle que la condena de muerte
ha sido confirmada y que será fusilado”. El juez pronuncio esas frases que temblaban y su
rostro estaba pálido completamente. La actitud de Villanueva fue serena, había una
tranquilidad rara en él
Al promediar las 5:30 a.m. del 12 de diciembre de 1957, de una friolenta y nublada
mañana, fue llevado con mucha violencia a la Penitenciaría de Lima, situado en lo que hoy
se conoce como el Sheraton y el Centro Cívico, había sido insultado, golpeado, caminaba
esposado, con un overol jean azul muy gastado y descalzo, caminó hasta el patio donde
sería ejecutado, Víctor Maurtúa, quién era médico legista presenció la ejecución, fue
amarrado a un poste de madera con una soga.
A las 5.38 a.m. se hizo presente en el patio el pelotón de fusilamiento compuesto por ocho
soldados de regimiento de la guardia republicana, al mando del alférez Orlando Carrasco, y
cuando el pelotón de fusilamiento iba a hacer fuego, grito: “soy inocente, yo perdono a
Uds.… pero a el- dirigiéndose al Juez- asesa…. Y una descarga cerrada corto las frases,
68sonaron ocho disparos, impactaron tres disparos en su cuerpo, Carrasco se acercó y de
acuerdo a ley le proporciono el tiro de gracia, acabando todo a las 05.40 a.m., hora en que
los médicos constataron su muerte y el cadáver se bajó del poste, colocándolo en un ataúd
de madera negra, luego de lo cual levantaron el acta de fusilamiento de acuerdo al
procedimiento ordinario