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Ensayo sobre el

“Poema
Pedagógico” de A.
Makarenko

ALDO CASTELLANOS

UTECA, 16 de julio de
2016
ENSAYO SOBRE EL “POEMA PEDAGÓGICO” DE A. MAKARENKO
1

Resumen

El “poema pedagógico” de A. Makarenko se trata de una novela que no sólo relata


las experiencias del autor en la colonia Gorki, en la búsqueda de un modelo
pedagógico aplicable para la “educación del hombre nuevo”, sino que posee una
estructura interna que semeja a la del relato maravilloso, descrita por Propp en su
morfología del cuento, la cual, a su vez, remite a la del Mito y la epopeya. Y esta
tal vez sea la razón por la cual decide intitularla “poema”.

Palabras Clave:

Makarenko, distopía, utopía, pedagogía, morfología, epopeya.

El “poema pedagógico” de Makarenko es prácticamente una novela en la


que el autor expone con una cierta objetividad los hechos acaecidos durante el
“experimento” de lo que podríamos llamar un “centro de readaptación” en medio
de la devastación provocada por la revolución y la guerra. Es en este sentido que,
si hemos de considerarla como una novela, esta tendría que ser una distopía
(término comúnmente usado como antónimo de utopía, dada su connotación
negativa; Colado, 1999) pues su autor no sólo acepta un proyecto a ciegas, con tal
de evitarse una situación que ya le resulta insostenible –su escuela itinerante en el
Consejo Provincial de Economía-, sino que parece surgida al calor del momento,
en el que el delegado provincial de instrucción pública (al cual Makarenko parece
haber ido a visitar para pedirle un local) da la sospechosa impresión de más bien
estar haciendo una apuesta y estar dispuesto a arriesgar ciento cincuenta millones
–del erario público- con tal de paliar el grave problema de la delincuencia juvenil
en las calles, pues “ya se meten hasta en las casas” –el cual le dicen (sus jefes
burócratas) que es un “asunto de instrucción pública” (en vez de la policía); darle
“una lección” a esos “intelectuales asquerosos”; “infames”; “sinvergüenzas” (los
pedagogos) que no hacen más que “sabotearlo todo” sin “poner manos a la obra”
para la forja de “un hombre nuevo” que debe ser hecha de “un modo nuevo” (que
nadie sabe cómo, pero con la condición de que sea “no una colonia de menores,
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sino una escuela de educación social”) y tal vez (¿Por qué no?) la de deshacerse
del propio Makarenko.

La obra es distópica también no sólo porque todas las circunstancias le


sean adversas al proyecto: el lugar está en ruinas (saqueado por los vecinos); se
encuentra en medio de la nada (un bosque plagado de salteadores asesinos); los
“colonos” son delincuentes juveniles (“defectuosos morales”); se pasa hambre y
frío (no hay comida, ni cristales en las ventanas) y las condiciones de alimentación
e higiene son tan miserables como el clima (todos visten harapos, duermen en
camas plagadas de piojos y andan descalzos en temperaturas bajo cero) sino
además -y muy especialmente-, porque nadie quiere estar ahí.

Nadie, ni los voluntarios “pedagogos”, quienes “vivían horrorizados” (pág.


42) ni los educandos “colonos”, cuya naturaleza salvaje se resiste a todo esfuerzo
de civilización, ni mucho menos Makarenko, quien simplemente no tiene opción.

Y es este precisamente el nudo que amarra todos los hilos del antagonismo
y el conflicto como estructura dramática en el corazón de la distopía, que es su
propio corazón: no tiene opción porque ya está allí como resultado de su propia
decisión; tuvo la opción, pero ya no la tiene, él mismo aceptó; y darse por vencido
sería algo peor que la muerte: su total destrucción, la pérdida de su espíritu. Es
decir, admitir su error significaría que todo era un sueño, y su sueño, utopía.

Esta estructura es tan perfecta que se puede comparar con la del mito o la
del cuento fantástico (Propp, 1980) en la que la situación inicial corresponde
siempre a la catástrofe del mundo (distopía) debida a la pérdida de un objeto
maravilloso (la educación) de tal manera que el héroe (Makarenko) debe de salir,
fuera del mundo, a donde nadie quiere ir (a la colonia Gorki) a recuperarlo.

Makarenko emprende su odisea hacia lo desconocido como el héroe que


es: “¡Eres un valiente!” le dice el delegado provincial de la Instrucción Pública, y le
encomia: “¡Manos a la obra! ¡La causa es sagrada!” (pág. 9) como si hubiera sido
elegido por el destino para cumplir una profecía: parte, sin saber a dónde, a hacer
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quién sabe qué. Lo único que sabe es que ha aceptado una misión. Ni siquiera
sabe que al hacer esto ya ha pasado su primera prueba, y es este candor ante su
monumental empresa heroica (la cual describe como “un proceso tan
increíblemente difícil, tan infinitamente largo y penoso que, de haberlo sabido
antes, es seguro que me hubiera intimidado y habría renunciado a la lucha”; pág.
67) la que pronto le ofrece un primer fruto (el de la empatía), pues los “colonos”
(inadaptados sociales) habían desarrollado una especie de “heroísmo primitivo”
(pág. 66) al que él se refiere como los primeros “brotes de vida colectiva”; una
“postura heroica que no atenuaba ningún sentimiento político” (pág. 67).

El más allá en donde se ubican los relatos fantásticos y los mitos es


siempre un lugar desolado, un limbo, un no-mundo, en donde todos son
fantasmas, nada es lo que parece, todo es urgente y el más mínimo error acarrea
la muerte. Es esta extrema necesidad de cruzar el valle de las sombras, “de
olvidar el pasado y marchar adelante y adelante” (pág. 15) la que le obliga a
Makarenko a tener la “honda convicción de que no poseía ninguna ciencia ni
ninguna teoría, de que era preciso deducir la teoría de todo el conjunto de
fenómenos reales que transcurrían ante mis ojos.” Y a darse cuenta de que “no
necesitaba fórmulas librescas, que, de todas suertes, no podría aplicar a mi
trabajo, sino un análisis inmediato y una acción también inmediata” (pág. 18).

En el más allá no sirve de nada el conocimiento de la vida cotidiana. Todo


es oscuro, y es en medio de la más negra oscuridad donde Makarenko encuentra
el objeto maravilloso -la razón de su misión- cuando declara: “era preciso salvarlos
fuera como fuera” (pág. 67). Es decir, el objeto de su misión, el objeto perdido, era
su propio corazón.

Y es este elemento de trasfondo el que le otorga a la obra un carácter


pedagógico que cala en el humanismo tan profundamente como para intitularla
“poema” –por no decir “epopeya”- pues la escuela, como el mundo, es un lugar en
donde preferiríamos no estar.
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Bibliografía
Colado, et al: Glosario de Ciencia Ficción (retribuido el 15 de julio de 2016 de:

http://www.ciencia-ficcion.com/glosario/d/distopia.htm

Makarenko, A: Poema Pedagógico. Omegalfa (retribuido el 15 de julio de 2016 de:


www.omegalfa.es/downloadfile.php?file=libros/poema-pedagogico.pdf )

Propp, V: Morfología del cuento. Colofón, 1980.

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