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Mortímer J.

Adler

DIEZ ERRORES FILOSÓFICOS


Errores básicos del pensamiento moderno. Sus consecuencias y cómo
evitarlos
Valores morales Primera parte Capítulo V

• El reto del presente capítulo escrito por J. Adler consiste en averiguar


si la filosofía moral es un conocimiento, que no pretende ser un
conocimiento de la realidad, sino que se refiere a los valores morales:
el bien y el mal, lo correcto e incorrecto, lo que hemos de hacer en
la vida y lo que no hemos de hacer.
A los juicios sobre la realidad los llama descriptivos; y, da el
nombre de prescriptivo o normativo a los juicios que se
refieren a las obligaciones o prohibiciones.

Si a la gente se le preguntara su opinión sobre si la filosofía moral es un


conocimiento auténtico que contiene la verdad en lo tocante a los valores
morales, Adler opina que se dividiría en dos grupos:
Un grupo cree que, cuando nos enfrentamos con la realidad poseemos cierto
grado de verdad. Pero, los juicios sobre el bien y el mal, lo que debe o no
hacerse, no son ni verdaderos ni falsos; solo expresan preferencias
personales gustos o aversiones.
Para el otro grupo hay normas absolutas y universales del bien y el mal,
de obligaciones y prohibiciones. Entonces el autor concluye, el primer grupo
no podría defender su actitud subjetivista y relativista ante los valores
morales, si alguien le pusiera en tela de juicio con argumentos críticos. El
segundo grupo denominados objetivos y absolutistas sería incapaz de
sostener la opinión contraria aduciendo argumentos racionales.
Antes de proseguir es necesario clarificar el
significado de los términos que vamos a utilizar.

• Lo subjetivo es aquello que difiere para dos personas y también


para todos los demás. En cambio, lo objetivo es aquello que es lo
mismo para todos.
• Lo relativo es lo que varía con el tiempo y que cambia según se
modifiquen las circunstancias. Por el contrario, lo absoluto es lo que
no cambia con el tiempo ni cuando se modifican las circunstancias.
Los errores filosóficos de que trata este capítulo sostienen, que los
valores morales y los juicios prescriptivos son subjetivos y relativos.

Versión popular y general del hedonismo
subjetivista y relativista ante los valores
morales
Lo que una persona considera bueno porque le procura placer
quizá no sea considerado de la misma manera por otra. La
afirmación del vulgo de que lo único bueno es el placer
equivale a decir que la riqueza, la salud, los amigos, y el
conocimiento no son buenos.
En el mundo moderno el principal hedonista auto-declarado es
John Stuart Mill quien escribe: “No hay una teoría epicúrea de
la vida que no atribuya a los placeres del intelecto, de los
sentimientos, de la imaginación y de los sentimientos morales
un valor mucho más elevado que a los que proceden de la mera
Según Adler, la distinción entre los dos sentidos de la palabra
“placer” (que denota placeres sensuales, por una parte, y la
satisfacción de cualquier deseo por otra) hace insostenible el
hedonismo simplista. Pero no resuelve el problema de los
valores morales: determinar si son objetivos y universales o
bien subjetivos y relativos.
Pero hay otro ataque más serio contra la validez de la filosofía
moral en la obra de David Hume Tratado de la naturaleza
humana, siglo XVIII. De qué manera la relación entre
obligatoriedad y prohibición puede ser una deducción de otra
que es por completo diferente de ella.
Afirma Adler, Hume tiene razón al asegurar que una
conclusión prescriptiva no puede sacarse en forma
válida de premisas que son enteramente descriptivas.

¿Es posible encontrar razones para afirmar la verdad de las conclusiones


normativas? La respuesta es afirmativa si logramos encontrar una manera de
combinar una premisa prescriptiva y una descriptiva como fundamento del
razonamiento que nos lleve a la conclusión. Hume no encontró la forma de resolver
el problema y, a causa de ello, es el responsable del escepticismo ante la verdad
objetiva de la filosofía moral que predomina en el siglo XX.
El escepticismo a que se refiere Adler se conoce con el nombre de “ética no
cognoscitiva” Un argumento en favor de ésta ética proviene de la afirmación radical
de Hume en el sentido de que el conocimiento humano de la realidad no puede
establecer por sí mismo la verdad de un solo juicio prescriptivo.
Existe otro punto crítico que tiende a eliminar los
juicios prescriptivos de la esfera de la verdad.

Y ese punto, continúa Adler, se funda en la teoría de la verdad


basada en la correspondencia, de A, J, Ayer filósofo inglés del
siglo XX. La concordancia entre la mente y la realidad se
aplica tan sólo a las proposiciones descriptivas, o sea las que
contienen afirmaciones sobre lo que existe o no existe. Cuando
decimos que algo debe hacerse o no hacerse, ¿a qué puede
corresponder con la realidad? Claro está que a nada; por tanto,
si la única clase de verdad es la que define la teoría de la
correspondencia, las proposiciones prescriptivas no pueden ser
ni verdaderas ni falsas.
Para resolver el problema retomemos las
siguientes premisas:
Primera premisa, existen dos tipos de deseo, el de los placeres
sensoriales y los placeres de la voluntad, el espíritu y el
intelecto, y el deseo como satisfacción de un logro realizado en
feliz término. Segunda premisa, es posible combinar una
premisa descriptiva con una prescriptiva a fin de defender de
modo convincente la verdad de una conclusión normativa. Por
supuesto, la premisa prescriptiva ha de ser una verdad evidente
por sí misma, pues de lo contrario tendríamos que demostrarla
y eso no sería posible. La tercera premisa, hay una clase de
verdad que no requiere la concordancia de la mente con la
realidad, es decir, una verdad prescriptiva.
• Es cierto que un error respecto a la relación entre el bien y lo
deseable es, en parte, la causa del subjetivismo y del
relativismo. Admitimos que un error referente a la relación
entre los juicios de valor y los concernientes a los hechos son
asimismo causantes, en parte, de esto. Y otra cosa que
comparte esta responsabilidad es el no haber logrado
contestar la pregunta concerniente a por qué los juicios
normativos pueden ser verdaderos.
• La respuesta de Kant a este problema: “no debemos hacer a
los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros” no
contesta en absoluto la pregunta central: ¿Qué es lo que
queremos que nos hagan a nosotros? Tal pregunta no puede
contestarse sin hacer referencia a nuestros deseos y a los
Adler aborda los tres puntos críticos que
plantean problemas en el siguiente orden:

Primero aborda el tipo especial de verdad que es propio de los


juicios prescriptivos. Después introduce una distinción entre
las dos clases de deseos que se relacionan entre el bien real y el
aparente (deseo como obstáculo para la satisfacción de una
necesidad). Con ello sienta las bases para formular el único
juicio prescriptivo que posee una verdad evidente por sí
misma. Cumple la función del primer principio que requiere la
filosofía moral y nos permite extraer conclusiones prescriptivas
de las premisas que combinan verdades prescriptivas y
verdades descriptivas.
J Adler, retoma el libro VI de la Ética a Nicómaco, Aristóteles, quien
declaró que, en el caso de los juicios prescriptivos, la conformidad
requerida que los hace verdaderos es su conformidad con el deseo
correcto, no con la realidad de las cosas, como sucede con la verdad
descriptiva. ¿Pero qué es el deseo correcto? ¿Qué es lo que debemos
desear? Esto nos lleva a la distinción entre dos clases de deseo: el
natural y el adquirido. Los primeros, las necesidades, son iguales para
todos los miembros de la especie humana. En cambio, los segundos, los
deseos, difieren de un individuo a otro según sus diferencias
individuales.
Nunca necesitamos una cosa en tal grado que sea perjudicial. Por
tanto, podemos afirmar que un juicio prescriptivo tiene una verdad
práctica si expresa el deseo de un bien que necesitamos.
Como es bien sabido, podemos querer algo que obstaculiza la obtención
de lo que necesitamos.
La necesidad existe, estemos o no conscientes de
ella y prescindiendo de que queramos o no lo que
necesitamos
El autor propone, deberíamos desear algunas cosas porque
las necesitamos, querámoslas o no; y porque las necesitamos,
son realmente buenas para nosotros.
Luego afirma, las distinciones entre deseos naturales y
adquiridos, o necesidades y exigencias, y las que hay entre
bienes reales y meramente aparentes permiten enunciar una
verdad evidente por sí misma constituyente del principio de
la filosofía moral: Hemos de desear lo que realmente es
bueno para nosotros y nada más.
El criterio de auto-evidencia, es la
imposibilidad de concebir lo contrario
J. Adler concluye, es imposible pensar que debemos
desear lo que es realmente malo para nosotros. La
noción misma de “realmente bueno” comporta el juicio
prescriptivo de que “debemos desearlo”.
Es posible resolver el problema planteado por David
Hume al aplicar esa verdad evidente por sí misma como
una premisa mayor, y al agregarle una o más verdades
descriptivas sobre la naturaleza humana, podemos extraer
en forma valida una conclusión que es otra verdad
descriptiva.
Ejemplo
Partiendo de la verdad evidente por sí misma de
que hemos de desear lo que es realmente bueno y
añadiendo la verdad descriptiva de que todos los
seres humanos desean o necesitan por su misma
naturaleza el conocimiento (lo cual equivale a
afirmar que el conocimiento es realmente bueno
para ellos), llegamos a la conclusión de que
debemos buscar o desear el conocimiento.
SER-SABER-HACER-QUERER-PODER
Tomando conciencia de las necesidades podemos redactar los razonamientos
planteados por Adler para buscar coherencia entre lo que hacemos, lo que
decimos, y lo que pensamos.
Con base en la forma de razonamiento planteada por J Adler, y en
la pirámide de Maslow, resulta sencillo practicar la redacción de
este nuevo tipo de párrafos que podríamos denominar “párrafos de
relación prescriptivo descriptiva”
Partiendo de la verdad evidente por sí misma de no debemos desear lo que
impida la satisfacción de nuestras necesidades y añadiendo la verdad descriptiva
de que todos los seres humanos desean o necesitan por su misma naturaleza
hacer lo máximo que pueden dar de sí sus habilidades únicas, llegamos a la
conclusión de que debemos buscar o desear el desarrollo máximo de nuestro
potencial individual.

A través de este juego lógico de relacionar una premisa evidente por sí misma
con una premisa descriptiva o verificable, podemos llegar a una conclusión de
tipo normativo cuyo valor libre de auto-contradicciones o paradojas nos permite
ser coherentes no solo con el uso de las palabras, sino más importante, en la
relación entre nuestros deseos y nuestras necesidades tanto en el campo del
pensamiento como el de la acción. De esta forma nos alejamos un poco de ser
los personajes de las caricaturas de humor crítico.

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