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Psicosis y El bebé de Rosemary: el terror y la representación de la mujer como

madre en el Estados Unidos de la década del sesenta


Estudiante: Camilo Vallejo Muñoz
Curso: Optativo del Miedo
Profesor: César Albornoz

Las décadas posteriores al término de la II Guerra Mundial en los Estados


Unidos estuvieron marcadas por una serie de fenómenos que vinieron a
transformar radicalmente la estructura social del país, procesos que implicaron
tanto una transformación del espacio de las ciudades –y las dinámicas
demográficas asociado a ello-, como también el desarrollo de profundos quiebres
culturales y políticos, en el seno de la tierra de la libertad, en medio de la opacidad
de la Guerra Fría.

Durante la década de 1950, con la llegada de los veteranos desde Europa,


en Norteamérica se experimentó un período de prosperidad sin precedentes,
marcada por la ampliación de los beneficios sociales y la mejora en la calidad de
vida de gran parte de la población. En este contexto, Los procesos económicos y
tecnológicos se combinaron con diversos fenómenos sociales, entre los que
destacan los siguientes: el crecimiento de la población estadounidense que resultó
del fenómeno demográfico, conocido como baby boom. El acceso de miles de
soldados desmovilizados a la educación superior y a la propiedad privada, como
resultado de la Ley de Reajuste de Soldados (Servicemen's Readjustment Act),
también conocida como G.I. Bill, que tuvo un efecto de igualación social y
democratizó muchas de las instituciones más elitistas de Estados Unidos, como
las universidades privadas.1 Este aumento explosivo de la población, y la
consiguiente expansión de la necesidad habitacional de la sociedad
estadounidense, motivó una masiva migración hacia los grandes centros urbanos,
desde el sur del país hacia las grandes ciudades del este y el norte,
principalmente.
1
Patricia de los Ríos, Los movimientos sociales de los años sesentas en Estados Unidos: un legado
contradictorio. Sociológica, año 1, Numero 38. 1968. Significados y efectos sociales Septiembre –
diciembre de 1998, p2.
Conforme los soldados que habían combatido en la Segunda Guerra
Mundial res, la carencia de viviendas era una realidad. Muchos, tuvieron que
regresar a la casa de sus padres. Las distintas administraciones federales, en
colaboración estrecha con empresas constructoras privadas, hicieron un gran
esfuerzo y en la década de los cincuenta se construyó una media de un millón de
viviendas al año. También la administración federal impulsó la construcción de
carreteras que comunicasen los nuevos barrios con los centros urbanos y
comerciales. Esta expansión trajo un verdadero cambio en el paisaje
norteamericano. Los suburbios alejaron a las clases medias de las ciudades e
introdujeron una nueva forma de vida menos diversificada y mucho más
homogénea.2 Esta nueva forma de vida americana, conformada por una familia
nuclear de un matrimonio heterosexual con un par de hijos, propició el
establecimiento de una suerte de status quo en lo que a las relaciones sociales se
refiere: el hombre, por antonomasia, se configuró como el protector y el proveedor
del hogar, mientras que la mujer asumió el rol de educadora y de crianza de los
hijos en el hogar.

Rodeando todo este proceso de transformaciones sociales, durante la


década del cincuenta en Estados Unidos se aprecia un aumento considerable del
número de adherentes a las diferentes iglesias institucionalizadas en el país. Si en
1940 menos de la mitad de los norteamericanos pertenecían a iglesias
institucionalizadas, a mediados de los cincuenta tres cuartas partes se
identificaban a sí mismos como miembros de diferentes credos. 3 Por tanto, es
posible esbozar hasta acá que la sociedad estadounidense, durante la década
posterior a la II Guerra Mundial, experimentó un proceso de anclaje y
profundización de valores morales conservadores profundamente arraigados, que
ahora se presentaban adheridos de lleno en la cultura nacional, cuestión que se
desarrolla a la par de un crecimiento económico y demográfico fuertemente
acelerado.

2
Carmen de la Guardia, Historia de Estados Unidos. Punto de Vista Editores, 2013, p244.
3
Carmen de la Guardia, Historia de Estados Unidos. Punto de Vista Editores, 2013, p245.
Sin embargo, este impulso conservador que se aprecia durante el período,
vendría, en la década posterior, a hacer eclosión como manifestaciones de
descontento social y reivindicaciones políticas, que se posicionarían como una
antítesis al modo de vida americano del momento. La siguiente cita refleja muy
bien el espíritu de época en el amanecer de los años sesenta: ““Nos hemos vuelto
inconcebiblemente prósperos y merodeamos bajo el estupor de la grasa. Nos
atemorizan los comunistas, tenemos miedo de cualquiera que cuestione nuestras
ideas, nuestras costumbres, nuestros líderes. Vivimos en una atmósfera pesada,
sin humor, santurrona, llena de estulticia, singularmente falta de ironía y
autocrítica. Probablemente el clima de los cincuentas tardíos sea él más aburrido y
4
deprimente de nuestra historia.”

Esta ruptura con las formas tradicionales que imperaban en la cultura


estadounidense se manifestó como una crítica al establishment en múltiples
dimensiones. Las contraculturas en los sesenta afirmaron el derecho a ser
diferente de la normalidad y replicaron o resistieron a las acciones que
consideraban erróneas, como por ejemplo la guerra de Vietnam, el racismo o la
explotación económica.5 Surgió el movimiento Black Panther por los derechos
civiles de la población negra, emanan manifestaciones estudiantiles por reformas
en la educación, se cuestiona el giro de la política estadounidense de Guerra Fría
con la llegada de Nixon y la presencia subterránea del Macarthismo, los hippies
comienzan a impulsar su forma de vida marcada por la libertad sexual y el
contacto con la naturaleza, y se deslegitima profundamente los roles sociales
establecidos para la mujer, lo que impulsa la presencia femenina en esferas
públicas diferentes a la iglesia y el hogar.

La distribución de los roles de género en las sociedades occidentales ha


sido un tema abarcado desde diversas áreas y perspectivas, proceso del que el
cine no ha estado exento. Desde este punto de vista, la industria cinematográfica
4
Patricia de los Ríos, Los movimientos sociales de los años sesentas en Estados Unidos: un legado
contradictorio. Sociológica, año 1, Numero 38. 1968. Significados y efectos sociales Septiembre –
diciembre de 1998, P3.
5
Erika Triburcio Moreno, Estados Unidos a través de la cámara: el cine de terror como discurso histórico en
La Última Casa a la Izquierda. Cuadernos de Historia Contemporánea 38, 2016: 353-37 Universidad
Complutense de Madrid, pp357
estadounidense, en tanto aparato de la cultura de masas, ha tendido al
establecimiento de un puente entre la producción simbólica –orientada como se
dijo, a las masas- y la producción de bienes materiales susceptibles de ser
comercializados, de lo que se desprende una doble dimensión en el tratamiento de
los sujetos femeninos en la producción audiovisual: por una parte, se generan
estereotipos mediante la circulación de representaciones del ideal femenino, a la
vez que dichas representaciones son llenadas con contenidos materiales que dan
forma a la cotidianeidad y al estilo de vida de la mujer en Estados Unidos. En
palabras de una autora: ““El carácter invisible del trabajo de las mujeres y la
ocultación del valor productivo de las tareas que cumplen en el hogar tiene una
importancia decisiva para la imagen que los medios de comunicación darán de las
mismas, así como de la relación que establecerán entre ellas. Los medios de
comunicación social se esfuerzan por adaptarse a la división del tiempo cotidiano
convencional de la mujer.”6 Por lo tanto, la imagen de la mujer dedicada al cuidado
del hogar y a la crianza de los hijos del Estados Unidos de los cincuenta,
encontrará en la producción audiovisual –en nuestro caso el cine-, un imaginario al
que amoldarse.

Pese a lo anterior, el cine puede configurarse como una herramienta de


crítica o de ruptura con los paradigmas y estructuras de su tiempo, sirviendo como
crítica o denuncia a la realidad contemporánea en la que se inserta. En el caso
particular de este trabajo de investigación consideraremos, en primera instancia, a
dos películas en particular, Psicosis (1960) y El Bebé de Rosemary (1969) como
dos producciones cinematográficas que reflejan el estado de ruptura con los
moldes tradicionales que imperaban en la sociedad estadounidense de 1950,
sobre la base de una mirada distorsionada o pervertida de uno de los elementos
más fundamentales de la familia nuclear americana, el rol de la mujer como
madre. Empero, antes de adentrarnos en el análisis es preciso mencionar algunas
cosas respecto al género dentro del que se circunscriben ambas películas, el
terror.

6
Michelle Mattelart, La mujer y las industrias culturales. UNESCO, año desconocido, p17.
El cine de terror, como objeto de análisis social y/o histórico, es susceptible
de ser abarcado desde el punto de vista de los discursos. En este sentido, si
visualizamos una película de terror como una distorsión o una distopía del
contexto que presenta, es posible encontrar algunos elementos interesantes y
dignos de ser revisados. Un trabajo historiográfico muy interesante que postula
una forma de entender históricamente el cine de terror como un espejo de su
tiempo es el de Erika Tiburcio, quien plantea una hipótesis de trabajo bastante
práctica, y que tomaremos humildemente prestada en este ensayo. En lo
fundamental, la autora señala que:

“un discurso dominante [que] está sujeto a un proceso de naturalización, en


el que parece perder su conexión con ideologías e intereses particulares y se
convierte en la práctica de sentido común de la institución. Así cuando la ideología
se convierte en sentido común, aparentemente deja de ser ideología (…) Para
lograr la afirmación de la normalidad, es imprescindible el segundo elemento,
conocido con el nombre de monstruosidad u otredad. Esta figura, que puede ser
encarnada tanto a través de un personaje corpóreo como incorpóreo, representa
en primer lugar lo opuesto a la normalidad. Atendiendo al análisis psicoanalítico,
según afirma Robin Wood, la dominante designación del monstruo debe ser
necesariamente malvada: lo que es reprimido (en el individuo, en la cultura) debe
siempre regresar como una amenaza, percibido por la consciencia como feo,
terrible, obsceno.”7
En el caso particular de las películas analizadas aquí, entenderemos esta
monstruosidad u otredad –opuesta al sentido común del discurso dominante-,
como lo normal (o normalizado) en el Estados Unidos de los cincuenta, ante lo
cual la perversión o desviación del rol materno en ambos films, vendría a
representar una crítica al estilo de vida americano del período, en un contexto,
como se mencionó anteriormente, marcado por el surgimiento de contraculturas y
reivindicaciones sociales, que vendrían a poner en entredicho, entre muchas otras
cosas, el rol de la mujer en la sociedad.

La primera de las películas que serán analizadas es Piscosis, estrenada,


como ya se dijo, en 1960. El director Sir Alfred Hitchcock narra en este film la
7
Erika Triburcio Moreno, Estados Unidos a través de la cámara: el cine de terror como discurso histórico en
La Última Casa a la Izquierda. Cuadernos de Historia Contemporánea 38, 2016: 353-37 Universidad
Complutense de Madrid, p358-359.
historia de Marion Crane, una joven secretaria, quien tras cometer el robo de un
dinero en su empresa, huye de la ciudad y, después de conducir durante horas,
decide descansar en un pequeño y apartado motel de carretera regentado por un
tímido joven llamado Norman Bates, que vive en la casa de al lado con su madre.
La protagonista es asesinada supuestamente por la madre de Norman, quien
además comete un segundo homicidio contra el investigador a cargo del caso de
la desaparición de la joven. La hermana de Marion, junto con su prometido, llegan
al motel en busca de respuesta, y se encuentran con la sorpresa de que la
supuesta asesina es en realidad Norman, quien vestido con las ropas de su madre
realizaba los crímenes en el apartado hospedaje, a la vez que ocultaba el cadáver
descompuesto de su progenitora en el lugar.

Por su parte, en El Bebé de Rosemary, del año 1969, Roman Polanski


narra las andanzas de los Woodhouse, un matrimonio neoyorquino, quienes se
mudan a un edificio situado frente a Central Park, sobre el cual, según un amigo,
pesa una maldición. Una vez instalados, se hacen amigos de Minnie y Roman
Castevet, unos vecinos que los colman de atenciones. Ante la perspectiva de un
buen futuro, los Woodhouse deciden tener un hijo; pero, cuando Rosemary se
queda embarazada, lo único que recuerda es haber hecho el amor con una
extraña criatura que le ha dejado el cuerpo lleno de marcas. Con el paso del
tiempo, Rosemary empieza a sospechar que su embarazo no es normal.
Finalmente, la protagonista descubre un maquiavélico plan orquestado por una
secta satánica en pleno New York, quienes logran el objetivo de que la mujer
pariera un hijo del mismísimo diablo.

Como mencionamos anteriormente, en la década previa al estreno de estas


películas, se produce un regreso de la mujer a la confinación del hogar, a la luz de
un resurgimiento de los valores conservadores en la sociedad estadounidense. En
este sentido, se aprecia en ambas películas una representación del terror en base
a la desviación o perversión de la figura materna como eje de la familia americana,
lo que se manifiesta en sintonía con los debates de la época en torno al lugar de la
mujer en la sociedad.8
8
Susan-Mary Grant, Historia de los Estados Unidos de América. Cambridge University Press, 2012, p464
En esta línea de análisis, encontramos por ejemplo, en El Bebé de
Rosemary la representación de una pareja de recién casados –y recién llegados a
la gran ciudad-, en una dinámica de construir una vida próspera en base a la
creación del “hogar”. Estados Unidos en este período, según indican los autores 9,
experimentó una enorme prosperidad, a una escala inimaginable en cualquier
época anterior, contexto que claramente se expresa en el film, en tanto el
personaje de Rosemary se presenta como una mujer absolutamente sumisa,
dependiente económica y emocionalmente de su marido, y dedicada únicamente a
la planificación de la decoración de su nuevo departamento cerca de Central Park,
y a los sueños recurrentes que experimenta respecto a la futura maternidad. Por
tanto, la imagen de dicha mujer, cercada por los estereotipos femeninos de la
mujer reclusa del hogar, aceptando jugar el rol de madre del hijo del diablo, se
presenta como una desviación/perversión de toda la cotidianeidad de las mujeres
estadounidenses en las grandes ciudades.

Por su parte, en Psicosis la monstruosidad u otredad se presenta en la


forma de un asesino en serie, quien luego de confesar lo feliz que era viviendo
solo con su madre en aquella apartada carretera, se da a conocer con un cuchillo

9
Phillip Jenkins, Breve historia de Estados Unidos. Alianza Editorial, 2009, p358.
y vestido con ropas femeninas, dispuesto a asesinar a la hermana de Marion
Crane.

En este caso, la forma es algo diferente, ya que se aleja del estereotipo de la


familia nuclear de la que hablamos anteriormente, al adoptar esta vez la forma de
una madre y su querido hijo en un contexto más alejado de la gran ciudad. Sin
embargo, la crítica al rol establecido de la mujer como madre devota se expresa
en la negación del hijo a aceptar la muerte de su único ser querido, y el trastorno
generado producto de la disfuncional situación familiar. La conservación del
cadáver de la madre como un objeto más dentro de la casa, nos proporciona el
simbolismo del referente y sesgo normativo que la función materna representa
para el protagonista, otorgándosele, en la película, un sesgo profundamente
enfermizo.

La apertura de las mujeres hacia el espacio público se manifestó también


en una liberación sexual que impactó en la vida estadounidense más allá de la
esfera privada, proceso en el que las principales premisas del feminismo fueron
ampliamente difundidas. El feminismo logra contrarrestar la idea de que las
mujeres corren menor riesgo de ser víctimas de la violencia que los hombres; y
desmitifica los estereotipos de seres pasivos, inferiores, condicionados por su
biología, mitos que no hacían otra cosa que legitimar su supuesta inferioridad
femenina y su determinación biológica. 10 El desarrollo del hedonismo propuesto
por las nuevas generaciones de jóvenes, vino a propiciar un cambio en las
relaciones entre los sexos, y en las formas en que las mujeres hacían visible su
sexualidad. La contracultura critica el materialismo y la hipocresía sexual de la
sociedad estadounidense y postula nuevas formas de organización basadas en la
solidaridad, la libertad sexual y el amor, así como una importante revalorización de
la naturaleza.11

Paralelamente a la irrupción de nuevas sexualidades, durante la década de


1960 el Estado se hace cargo de algunas de las demandas feministas, impulsando
la creación, en 1963, de la Ley de Equidad Salarial (Equal Pay Act), y la Comisión
por la Igualdad de Oportunidades en el Empleo. 12 Además, en 1966, inicia sus
funciones la Organización Nacional de la Mujer (National Organization for Women,
NOW), que exigió igualdad total para las mujeres en todos los ámbitos de la vida
estadounidense.13

En Psicosis, esta nueva forma de entender la sexualidad y la libertad


femenina se aprecia desde las primeras escenas, en las que la protagonista,
Marion Crane, dialoga con su pareja en cuarto de hotel sobre lo que les deparará
el destino; en dichos diálogos, Marion se expresa segura de conseguir sus metas,
y dispuesta incluso a caer en la ilegalidad con tal de lograr sus objetivos, frente a
lo cual encuentra sólo evasivas y respuestas inseguras de su amado.

Durante su huida, y una vez que hubo realizado el robo a la empresa


prestamista en la que trabajada, el personaje da muestras de una convicción plena
respecto a cada una de las acciones que llevó a cabo, presentándose en el film un

10
Mariana Noemí Sánchez, La mujer en la teoría criminológica. La ventana, Núm.20. 2004. p243
11
Patricia de los Ríos, Los movimientos sociales de los años sesentas en Estados Unidos: un legado
contradictorio. Sociológica, año 1, Numero 38. 1968. Significados y efectos sociales Septiembre –
diciembre de 1998, p4.
12
Susan-Mary Grant, Historia de los Estados Unidos de América. Cambridge University Press, 2012, p466
13
Ibíd.
viaje hacia un futuro mejor, construido por su propias decisiones y su propio
esfuerzo, lo que, como ya sabemos, se verá truncado por el impulso homicida de
Norman Bates.

Una vez que llega al motel, la protagonista de inmediato choca contra el


estilo de vida que lleva el muchacho y su madre, consultándole a éste si realmente
era feliz en un estado de tanta dependencia respecto a la figura de su progenitora,
ante lo cual el dueño del hospedaje contesta afirmativamente, a la vez que se
aprecia la atracción instantánea que surge hacia dicha mujer, tan independiente y
atractiva.

En El Bebé de Rosemary la liberación sexual se expresa de forma mucho


más macabra, dando lugar a una disputa entre la madre hogareña y religiosa, y la
posesión demoníaca ejercida mediante la violación. El hecho de que la
protagonista, sumisa y dependiente –como se mencionó anteriormente-, haya
logrado su anhelo de embarazarse producto de un fenómeno infernal, refleja, a mi
entender, una manifestación clara de la noción de monstruosidad que se planteó
en el problema de investigación. La dicotomía entre la madre devota y la
seducción del diablo, refleja claramente el sentir de la época respecto a los valores
retrógrados respecto a la figura femenina, valores que en el período de estreno de
la película, ya iban en pleno retroceso.
Rosemary, después de intentar copular con su marido –de manera muy
ceremoniosa, por lo demás-, se emborracha y no logra concretar el tan ansiado
acto de procreación, sin embargo, en sus sueños de borrachera, experimenta
perturbadoras imágenes de una serie de extrañas personas reunidas en lugares
oscuros y practicando extraños rituales, para finalmente concluir la pesadilla
experimentando una violación por parte de un horrible ser, que araña su cuerpo
desnudo y la penetra en una especie de altar. Hacia el final de la película, la
protagonista comprenderá que fue preñada por el mismísimo diablo, lo que genera
una sensación de espanto y estupor en primera instancia, terminando, como se
mencionó anteriormente, aceptando a la criatura diabólica nacida de su vientre.

Varios son los simbolismos presentes aquí, partiendo por el hecho de que el
marido de Rosemary haya formado parte de la conspiración de la secta que llevo a
cabo tan atroz acto, con el solo objetivo de lograr beneficio personal –lograr el
papel principal en una importante obra de teatro-, nos da muestras de una
profunda crítica al sentido individualista y sumamente represivo con las mujeres
que la sociedad americana de la época hacia parte del sentido común, lo que se
suma a lo esbozado en párrafos precedentes, respecto a la contradicción entre el
anhelo maternal de una madre devota, y el acto sexual con el diablo en persona.
Las demandas por mayor participación en todos los planos por la sociedad,
significaron una transformación del lugar que las mujeres ocuparon en la vida
estadounidense de la década de 1960. La suma de reivindicaciones sociales y
políticas, y la abstracción del americano promedio de los paradigmas que regían la
vida tanto privada como pública, vinieron a significar una profunda revolución
cultural, que se acentuaría con la crisis institucional provocada por el desastre de
la Guerra de Vietnam.

Este clima de época, según esta propuesta, es posible de visualizar a partir


del análisis de dos películas, que dentro del género del terror y el suspense, se
presentan como buenas fuentes no tradicionales útiles para adentrarse en lo más
profundo de la cosmovisión de Estados Unidos, considerada siempre como una
cultura de profundos matices y de amplios espacios de debate, pero con
condiciones y factores estructurales que subyacen a las determinantes de cada
período.

En ambos films encontramos fundamentalmente una representación del


terror en base a una desviación o perversión de la figura materna como eje de la
familia americana, que llena de significados culturales a la disputa entre los viejos
cánones culturales y el nuevo estilo de vida americano, en un contexto de
liberación sexual y crítica a los esquemas patriarcales. La familia nuclear con roles
predeterminados, pasa a convertirse así en una amenaza a esta nueva forma de
entender la sociedad. En definitiva, el cruce histórico que se aprecia en ambas
obras se circunscribe al Conflicto de la mujer devota (religiosa) y hogareña
(dedicada al cuidado de sus hijos) en un contexto de profundas transformaciones
en el espacio doméstico y el espacio público de la mujer en la sociedad
estadounidense de la época.
Bibliografía:

 Carmen de la Guardia, Historia de Estados Unidos. Punto de Vista Editores,


2013.

 Coro Rubio Pores (Editora), La historia a través del cine. Estados Unidos:
una mirada a su imaginario colectivo. Servicio Editorial de la Universidad
del País Vasco, año desconocido.

 Erika Triburcio Moreno, Estados Unidos a través de la cámara: el cine de


terror como discurso histórico en La Última Casa a la Izquierda. Cuadernos
de Historia Contemporánea 38, 2016: 353-37 Universidad Complutense de
Madrid.

 Georges Duby y Michelle Perrot (Eds.), Historia de las mujeres en


Occidente. Editorial Taurus, 1993.

 Mariana Noemí Sánchez, La mujer en la teoría criminológica. La ventana,


Núm.20. 2004.

 Michelle Mattelart, La mujer y las industrias culturales. UNESCO, año


desconocido.

 Patricia de los Ríos, Los movimientos sociales de los años sesentas en


Estados Unidos: un legado contradictorio. Sociológica, año 1, Numero 38.
1968. Significados y efectos sociales Septiembre – diciembre de 1998.

 Phillip Jenkins, Breve historia de Estados Unidos. Alianza Editorial, 2009.

 Susan-Mary Grant, Historia de los Estados Unidos de América. Cambridge


University Press, 2012.

 Thomas Bender, Historia de los Estados Unidos: una nación entre


naciones. Siglo veintiuno ediciones, 2015.

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