Está en la página 1de 58

LA AUTOESTIMA:

RELACIÓN CON EL BIENESTAR

SU TRATAMIENTO

Nombre: Joel David


Apellidos: Tiscar Cabezas
DNI: 43455748-P
Tutor: Oscar Asorey

Máster en Psicología Clínica


y de la Salud.
ÍNDICE

Páginas

Introducción 1

Objetivos 2

Capítulo I: Concepto de autoestima


1. Breve desarrollo histórico del concepto. 3

2. Errores en la conceptualización de la autoestima 6

3. Definición de autoestima 8

4. Relación entre autoestima y autoconcepto 14

Capítulo II: Áreas de influencia de la autoestima

1. Autoestima y bienestar intrapersonal 17

2. Autoestima y bienestar interpersonal 23

3. Relación entre autoestima y psicopatología 26

Capítulo III: Autoestima y cognición

1. Relación entre pensamientos y autoestima 30

2. Creencias centrales y esquemas 35

3. Modelo cognitivo de la autoestima baja 39

Capítulo IV: tratamiento de la autoestima


1. La importancia de su tratamiento 42

2. Características del tratamiento de la autoestima 43

3. Componentes esenciales del tratamiento 44

4. Fases del tratamiento de la autoestima 49

Conclusiones: 52

Bibliografía: 54
INTRODUCCIÓN:

Es un hecho fácilmente constatable que muchos términos y conceptos estrictamente


psicológicos, sobrepasan el ámbito de la psicología científica y se incluyen como
elemento de referencia habitual en el lenguaje del hombre de la calle para valorar,
interpretar o justificar su comportamiento y/o el de sus semejantes. Estos términos
que pasan a «estar de moda» frecuentemente se utilizan sin el rigor y la precisión que
su significación exige. Uno de los conceptos a los que podemos atribuir estas
connotaciones es el de autoestima.

Desde los años 80 y especialmente en la última década, la autoestima ha pasado a ser


uno de los términos más utilizados en ámbitos no estrictamente psicológicos
(publicidad, educación, economía, política, etc.), refiriéndose a ella como algo cuya
posesión o carencia determina todas las posibilidades de equilibrio psicológico y éxito
personal de un sujeto. Parece ser que el tratamiento de la autoestima se ha convertido
en algo sencillo, al alcance de todo el mundo y prácticamente una necesidad en
nuestra sociedad, lo cual se refleja en la gran cantidad de materiales de autoayuda, los
programas de desarrollo de autoestima y las filosofías positivistas fuera del rigor
científico que se encuentran hoy en día.

Ocurre además, que la autoestima es uno de los conceptos más complejos y difíciles
de precisar dentro de la Psicología, por lo que durante décadas la autoestima ha sido
conceptualizada de forma vaga e imprecisa. A pesar de ello, hay que decir que desde
los años 80, los diferentes enfoques explicativos e investigaciones psicológicas
comienzan a tener presente la autoestima en cualquier intento de explicación del
comportamiento humano y a atribuirle un papel relevante en el desarrollo y
mantenimiento de muchas patologías. En el DSM-IV,(1995) la autoestima aparece en
numerosísimos trastornos como factor predisponerte o mantenedor de los mismos. Así
mismo alteraciones en la autoestima es considerado como síntoma importante de
numerosos trastornos tanto en la infancia y adolescencia como en la edad adulta
(hiperactividad, conductas antisociales, problemas alimentarios, depresión, ansiedad,
etc.)

Este conjunto de factores concernientes a la autoestima, es decir, su imprecisión


conceptual, su popularidad en la sociedad y su importancia para el bienestar del
individuo, convierten la autoestima, desde mi punto de vista, en una temática de
estudio necesario e interesante para todos aquellos profesionales que se quieran
dedicar al ámbito de la psicología clínica y la psicología de la salud. Una comprensión
adecuada de este concepto psicológico es fundamental para el tratamiento adecuado
de todas aquellas personas cuya autoestima esté afectada y busquen ayuda
profesional.

Por estos motivos, el presente trabajo consiste en una revisión bibliográfica del
constructo teórico autoestima, siendo su tratamiento en el ámbito clínico el principal
tema de investigación.

1
 Objetivo general:

Profundizar en el estudio de los elementos necesarios para el tratamiento cognitivo


conductual de la autoestima así como su importancia para el bienestar psicológico de
la persona desde el modelo cognitivo conductual.

 Objetivos específicos:

1. Revisar el significado del concepto de autoestima y su principal uso en el


ámbito clínico.

2. Describir la relación existente entre autoestima y bienestar personal,


interpersonal y psicopatología.

3. Analizar la relación entre autoestima y cognición.

4. Describir aquellos aspectos necesarios para el tratamiento de la autoestima


basados en la confirmación clínica o empírica.

R esum en de los contenidos:

El tema central de este estudio es el tratamiento de la autoestima en el ámbito clínico.


La investigación está enmarcada desde un modelo de terapia cognitivo-conductual, por
lo que sus contenidos se refieren a los hallazgos empíricos y a la literatura que se
encuentra bajo este modelo.

La selección del material que se incorpora en este trabajo se basa en el cumplimiento


de los objetivos propuestos, los cuales sirven para delimitar una temática de carácter
amplio y reducirla a aspectos concretos. El trabajo consta de cuatro capítulos y un
apartado final de conclusiones. La distribución de los capítulos está en función de la
generalidad y la especificidad con la que es abordado el tema, siendo los dos primeros
capítulos de contenido más general sobre la autoestima y los dos segundos más
específicos. Aunque, se ha intentado que cada capítulo contenga algún aspecto
significativo sobre el tratamiento de la autoestima a nivel clínico, de manera que los
contenidos de los capítulos son de carácter sumatorio.

Los capítulos se han organizado según los objetivos, siendo el primer capítulo un
revisión conceptual, el segundo capítulo contiene una descripción sobre el papel de la
autoestima en el bienestar de la persona, el tercer capítulo es un explicación del
modelo cognitivo de la baja autoestima y el cuarto capítulo contiene aspectos directos
sobre el tratamiento de la autoestima.

Finalmente se incluye un apartado de conclusiones generales sobre el material


recogido y la descripción de una autoestima saludable.

2
CAPÍTULO I: CONCEPTO DE AUTOESTIMA

1. BREVE DESARROLLO HISTÓRICO DEL CONCEPTO.

Un aspecto importante que no se puede dejar de señalar en la tarea de precisar el


concepto de autoestima, se deriva del análisis sobre la evolución del concepto a lo
largo de su historia, ya que conocer el origen y desarrollo de cualquier concepto
ayuda, sin duda, a su mejor comprensión. En este sentido, hay que decir que desde el
primer intento de definición de la autoestima realizado por William James en 1890 en
su obra Principles of Psychology, en el que describe la autoestima como el resultado de
la proporción entre éxito alcanzado y las pretensiones (Autoestima=
Éxito/Pretensiones), hasta el momento actual, se han producido importantes cambios
en este concepto.

La mayoría de estos cambios se han orientado en el sentido de que las diversas


definiciones sobre autoestima han ido incluyendo alguno o algunos de los elementos a
los que se hace referencia al definir la autoestima, tales como evaluación de sí mismo,
valoración y juicio personal que implica una aprobación o desaprobación,
responsabilidad de uno mismo y frente a los demás, sentimiento de la propia valía y
sentimientos asociados a esa valoración, etc. (Roosenberg, 1979; Brisset, 1972;
Coopersmith, 1981; Bednar, Wells y Peterson, 1989; Burns, 1990; Gorrell, 1990;
Branden, 1997; Cross y Madson, 1997; Berk, 1998; Arroyo, 1999; Clark, Clemens y
Bean, 2000; Clemens y Bean, 2001).

El concepto de autoestima ha sido definido y utilizado por numerosos psicólogos desde


prácticamente todas las corrientes de psicología, por lo que son incontables la cantidad
de definiciones o concepciones que se pueden recoger en la bibliografía. A pesar de
ello, son seis los autores que parecen haber influenciado más en el desarrollo de este
concepto.

En primer lugar, cabe destacar a William James, el cual es creador de este concepto, y
cuyo enfoque inicial considera la autoestima como un fenómeno afectivo que se
experimenta como una sensación o emoción. Este proceso se ve afectado por el éxito y
el fracaso del individuo y sirve para su mejora. James elaboró el concepto de
autoestima basando en la interacción de valor, éxito y competencia.

En segundo lugar, cabe destacar las aportaciones de Rober White, 1963, desde un
enfoque psicodinámico, el cual ve a la autoestima como un fenómeno que se ve
afectado por la experiencia y a su vez efectúa y genera el comportamiento. Consideró
que la autoestima teníados fuentes: una interna (logros propios) y una externa (las
afirmaciones de los demás. El concepto de competencia es fundamental en este
enfoque.

En tercer lugar, se pueden destacar las aportaciones de Morris Rosenberg, 1965, desde
una aproximación sociocultural. Aquí la autoestima es definida como una actitud, tanto
positiva como negativa, que la gente tiene sobre sí misma. Se concibe la autoestima
como producto de las influencias de la cultura, sociedad, familia y las relaciones
interpersonales. Es decir, que la cantidad de autoestima que un individuo tiene es
proporcional al grado en que es capaz de medirse de forma positiva respecto a una
serie de valores. Ronsenberg relacionó autoestima con ansiedad y depresión. Su teoría
se basa en los resultados del análisis de un gran número de sujetos (5000). Los

3
sentimientos y las creencias respecto a al valor propio o dignidad son centrales en este
acercamiento.

En cuarto lugar, desde la perspectiva conductual, Stanley Coopersmith, 1967, adoptó


una comprensión de la autoestima semejante a la de Rosenberg, ya que consideraba la
autoestima como una actitud y una expresión de la dignidad. También la relacionó con
ansiedad y depresión. Coopermish incluyó el éxito y la autovalía como indicadores de
autoestima. Desde este enfoque se concibe la autoestima como un constructor o rasgo
adquirido. Un individuo aprende cuan valioso es inicialmente de sus padres. Esto se
refuerza por otros. Los niños adquieren y copian el modelo de respecto y autoestima
que ven en sus padres. Sus hallazgos provinieron de técnicas observacionales en
situaciones control así como de casos de estudio y entrevistas. El mayor inconveniente
de esta teoría fue que sus fuentes de información se basaron solamente en mujeres de
mediana clase que estaban en la infancia y la adolescencia.

En quinto lugar, la perspectiva humanista de Nathaniel Branden, 1969, también es de


gran relevancia para el desarrollo de este concepto. Se define la autoestima como una
necesidad huma básica y se hace especial énfasis en los sentimientos de autovalía y
competencia. Además, se introduce que la falta de esta tiene graves consecuencias
para el desarrollo del individuo, como abuso, suicidio, ansiedad y depresión. Se
considera la autoestima como una estructura de naturaleza dinámica estrechamente
relacionada con la habilidad de vivir de tal forma que honremos la forma en que nos
vemos a nosotros mismos. El sentido de competencia, valor propio, autoconfianza y
respeto propio son fundamentales en esta teoría. La gran limitación de esta teoría es
que no se basa en hallazgos científicos sino en un pensamiento filosófico.

En sexto lugar, desde el enfoque cognitivo-conductual, Seymor Epsein, 1985, considera


la autoestima como una necesidad humana basada en la dignidad y que esta
constituye una fuente de motivación para el individuo. La autoestima es vista como
consecuencia de un comprensión individual del mundo, de los otros y quien somos
nosotros en relación a ellos. Se considera que existen distintos niveles de autoestima:
autoestima global la cual afecta a todo el individuo en conjunto; intermedia la cual es
específica de ciertas áreas, es un ejemplo de competencia, simpatía o poder personal;
situacional, la cual es un expresión de la autoestima en el día a día. La autoestima
global y la intermedia afectan a la situacional. Los límites de esta teoría es que Epsein
se preocupó más del estudio del desarrollo de la personalidad que no de la autoestima.

El interés científico por la estimación del yo (identidad, self, autoimagen, etc.) aparece
pronto en la investigación del comportamiento (James, 1890/1990). Las revisiones
sistemáticas de Wells y Marwell (1976) y de Wylie (1974) señalan un notable
crecimiento de investigaciones sobre la autoestima desde los años cincuenta hasta
mediados de los setenta. Después de un pequeño descenso en esa época, la
producción científica no ha cesado, con más de siete mil artículos y seiscientos libros
publicados sobre uno de los aspectos más atractivos y a la vez complicados. De este
modo, la autoestima se ha operativizado como una variable mediadora de múltiples
situaciones psicológicas, educativas y sociales. También se ha tomado como una
variable independiente, en el sentido de que la autoestima influye sobre la conducta
orientándola hacia una dirección o, por el contrario, como variable dependiente porque
responde a la influencia de factores externos.

4
En la actualidad, el estudio de la autoestima ha alcanzado una importancia social más
amplia de la que se ha concedido en el ámbito de la investigación psicológica. Por ello,
podemos decir, de acuerdo con las afirmaciones de algunos autores interesados en
este tema tales como Burns, (1990); Branden, (1997); Clark, Clemens y Bean, (2000);
Clemens y Bean, (2001) que aún en estos momentos, sobre el concepto de autoestima
pesan algunas imprecisiones terminológicas y conceptuales que es necesario abordar,
imprecisiones que parece que no sólo se manifiestan a este nivel, sino también
respecto al papel que la autoestima tiene en la dinámica del comportamiento humano.

Por ello, en el presente trabajo, se abordan cuestiones referidas a la definición y


conceptualización de la autoestima y a la manifestación e importancia de la autoestima
en la dinámica del comportamiento humano.

5
2. ERRORES EN LA CONCEPTUALIZACIÓN DE LA AUTOESTIMA

Como señala Branden, (1997), es de gran importancia dejar claro que la autoestima
tiene un significado preciso y específico y que no obstante, uno de los problemas más
importantes que plantea la investigación sobre la autoestima es la falta de rigor
conceptual, lo que conlleva que atributos y características diferentes sean
denominados genéricamente con el mismo término de «autoestima».

Una de las primeras dificultades para lograr esta precisión, surge de la utilización de
términos como «autoconcepto», «autoimagen», «autoconfiguración», «concepto de sí
mismo», entre otros, como sinónimos de autoestima. Estos términos, que mantienen
una estrecha relación entre sí y con el de autoestima, son, sin embargo, diferentes en
su significación y en su dinámica (Burns, 1990; Branden 1997; Berk, 1998; Clemens y
Bean, 2001).

Otro aspecto que también está contribuyendo a dificultar un acercamiento adecuado y


con rigor al concepto de autoestima, es la frecuencia con que se hace referencia a la
autoestima como un concepto que incluye única y exclusivamente «cualidades
positivas», excluyendo cualquier aspecto negativo o limitación. No cabe duda, que la
dimensión valorativa intrínseca en la autoestima, nos puede inducir a considerar que
únicamente han de tenerse en cuenta las habilidades, cualidades y competencias de un
sujeto, o lo que es lo mismo los aspectos positivos o valorables individual o
socialmente. Sin embargo, hay que indicar que, desde el punto de vista de la
psicología científica, esta valoración del concepto de sí mismo, que es lo que identifica
a la autoestima, debe emanar no sólo de los aspectos y cualidades positivas del sujeto,
sino también de aquellos aspectos negativos y limitaciones que se incluyen como parte
esencial de él mismo. Es decir, la persona con una «alta autoestima» no es aquella que
siempre es competente y muestra conductas y habilidades positivas y adecuadas en
todo momento y en todas las situaciones, sino que la persona con una «adecuada
autoestima» es aquella que, por supuesto, va a valorarse de forma positiva pero
además se acepta y se siente bien con el tipo de persona que es. Esto implica que será
capaz de identificarse y aceptarse como es, con sus habilidades y capacidades y con
las limitaciones y defectos que tiene, diferenciando cuando ha de aceptarlos o si debe
intentar su modificación o superación. En esta misma idea, Branden, (1997), señala
que la autoaceptación está implícita en la autoestima, puntualizando que
autoaceptación no es aprobación incondicional y sin más de todas las facetas de
nuestra personalidad, como algo que no es necesario cambiar. Al contrario,
autoaceptación es asumir nuestros pensamientos, sentimientos, conductas como
manifestaciones de nosotros mismos, sin que ello suponga su aprobación incondicional,
o lo que es lo mismo, aceptando que algunos de esos aspectos no los aprobamos y
deseamos cambiarlos y mejóralos.

Es también frecuente la consideración errónea de la autoestima como sinónimo de una


«alta competencia social», entendiendo por competencia social la popularidad, el
prestigio social, las posesiones materiales, el triunfo, el conocimiento, la aclamación
por los demás e incluso la adulación y la alabanza. Nada más lejos de la realidad, ya
que la autoestima no se construye a partir de esos elementos externos a uno mismo,
sino que es una experiencia interna que se construye, como ya se ha indicado, a partir
de lo que yo pienso y siento respecto de mí mismo, lo que no supone ignorar o
despreciar las opiniones y valoraciones de los demás respecto de mí.

6
En efecto, lo que los demás piensan de mí, sus valoraciones y aclamaciones, son un
elemento de retroalimentación, importante, esta función de feedback que sobre un
sujeto ejercen las opiniones de los demás respecto a él, nunca debe convertirse en un
factor determinante del que dependa la percepción y valoración que tenemos de
nosotros mismos. Cuando las opiniones, las alabanzas y las valoraciones de los demás
se convierten en el único referente para la autoestima, el sujeto debe satisfacer
constantemente las expectativas de los demás, renunciando a las propias, se sentirá
atrapado en la adulación y aprobación de los demás, todo lo cual acabará generando
insatisfacción, inseguridad y ansiedad.

Otra de las cuestiones que interviene en las dificultades para conceptualizar la


autoestima es la frecuencia con que la autoestima se conceptualiza como un factor
unitario y «unidimensional», capaz por sí mismo de explicar y justificar todas las
conductas, actitudes, fracasos o éxitos de las personas. Frente a esta concepción
unidimensional, está el concepto adecuado de autoestima en el que se entiende ésta
como una realidad «multidimensional», tanto desde el punto de vista estructural, en
cuanto que entendemos que la valoración que el sujeto hace de su autoconcepto
(capacidades, actitudes, valores, habilidades) puede ser diferente en los distintos
ámbitos y dimensiones de su vida (familiar, escolar, físico, social), como desde el punto
de vista dinámico, ya que hace referencia a una forma de vida, a un estilo de vida del
sujeto en el que la autoestima se incluye como elemento esencial de la dinámica del
comportamiento tanto en el normal como en el patológico. Es decir, la autoestima
posee una naturaleza «multifacética» o lo que es igual, existen variaciones en la
autoestima de acuerdo con los diferentes escenarios en los que la persona interactúa,
se relaciona y lleva a cabo su conducta.

Por último, la autoestima también ha sido entendida en algunos casos como una
capacidad de autoafirmación frente a los demás en la que no caben limitaciones ni
restricciones. Se enfatiza, en este caso, una forma de comportamiento en el que la
defensa de nuestras opiniones, intereses y derechos personales requiere
enfrentamiento e imposición a los intereses y opiniones de los demás. En este caso, la
crítica y el cuestionamiento de los otros por las propias opiniones se vivencia como un
ataque, del que lógicamente me debo defenderme imponiendo mi criterio ante los
demás. Lo más problemático en esta forma de entender y expresar la autoestima, es
que se la identifica con un patrón de comportamiento que erróneamente se denomina
«comportamiento asertivo», cuando en realidad, estamos ante un modo de interacción
con los demás, que responde a un patrón de comportamiento denominado «agresivo».

7
3. DEFINICIÓN DE AUTOESTIMA

En el intento por definir de forma precisa y exacta el concepto de autoestima, existen


tres tendencias principales entre las que se encuentran todas las posibles definiciones
válidas o que cuentan con aceptación entre la comunidad científica.

La primera forma de describir autoestima es en términos de dignidad, o como


Rosenberg (1965 p.60) dice, “Autoestima, es una actitud positiva o negativa hacia un
objeto en particular, el yo.” La alta autoestima expresa el sentimiento que uno es lo
suficientemente bueno". La comprensión de la autoestima en términos de mérito o
dignidad tiene ciertas ventajas, especialmente en términos de diseño de la
investigación. Un enfoque unidimensional como este, hace relativamente fácil llevar a
cabo investigación sobre autoestima. Por ejemplo, definir la autoestima como un tipo
particular de creencia, actitud, o efecto hace posible diseñar una encuesta o escala que
evalúa las indicaciones de mérito (así como la falta de ella); administrar el instrumento
a cualquier número de personas; y correlacionar las respuestas con la edad, género,
raza y así sucesivamente. De hecho, esta manera de entender la autoestima, es decir,
en términos de mérito parece ser la definición más comúnmente utilizada por muchos
investigadores. (Baumeister, Smart,& Boden, 1996). La autoestima seria entendida
como una "evaluación global y favorable de uno mismo".

Desafortunadamente, la comprensión de la autoestima en solamente términos de


dignidad también conduce a problemas serios. Uno de los más importantes es que si
definimos la autoestima, como un fenómeno interno, como una actitud, creencia o
sentimiento, ocurre una simplificación de su concepto y dimensión. Este problema a
menudo se traslada a ámbitos como el diseño de programas de mejora de la auto-
estima que sólo se centran en hacer que las personas se sienten bien consigo mismas.
Aunque no hay nada inherentemente malo en ayudar a las personas a que se sientan
bien consigo mismas, la definición de autoestima debe estar conectada con la realidad
a través de formas correspondientes de conducta. Este tipo de perspectiva promueve
la total aceptación del individuo sin valorar si sus conductas son positivas o negativas,
y esto no es terapéutico siempre.(Baumeister et al.1996; Damon, 1995).

Afortunadamente, hay dos otras formas de definir la autoestima que han alcanzado
relevancia en el campo de la investigación. La segunda tendencia existente es la de
conceptualizar la autoestima en términos de eficacia. Por ejemplo, es bien sabido que
cuando William James habló primero de la autoestima en 1890, la describió como una
fracción o la relación entre nuestros logros y nuestras aspiraciones.

Según este enfoque, nuestra autoestima depende totalmente de lo que nosotros


mismos hagamos y en lo que nos apoyamos. Se determina por la relación de nuestros
éxitos en relación a las metas que tengamos; una fracción en la cual nuestras
pretensiones son el denominador y el numerador nuestro éxito. Esta fracción puede
incrementarse, tanto, al disminuir el denominador como incrementando el numerador.
(James, 1890 de 1983, p.296).

Este enfoque de autoestima destaca un cierto tipo de comportamiento en lugar del


afecto, la actitud o las creencias. Debido a que respalda la eficacia de uno mismo,
requiere una acción, especialmente de una acción eficaz, o la competencia. Aunque
mucho es menos común en lestos días, este punto de vista tiene un apoyo
considerable, especialmente entre aquellos que se acercan a la autoestima en el
ámbito de la psicología del desarrollo. (Harter, 1993; Papa, McHale & Craighead, 1988,

8
blanco, 1963). Comprender la autoestima en términos de competencia implica tener
objetivos, desarrollar habilidades para adecuarlos a la realidad.

Este enfoque tiene sus propias ventajas. Una de ellas es que la competencia está
ligada al comportamiento, que es más fácilmente observable que los sentimientos,
actitudes o creencias. Las habilidades para resolver el problema (o la falta de ellas) y
logros (o errores) pueden ser vistos e incluso medidos. Además, la competencia es
parte de muchos procesos importantes del desarrollo que ya conocemos, tales como
dominar las habilidades cognitivas, académicas, sociales y ocupacionales. Este es un
enfoque más conductual. Esta orientación sobre la definición de autoestima hace más
fácil centrarse en pensar o investigar las conexiones entre la autoestima y acciones
individuales. Por lo menos, esta forma de comprensión de autoestima reduce el
número de críticas en relación al trabajo psicológico que se centra en simplemente
hacer a la gente sentirse bien.

Debe decirse que este enfoque también presenta algunos inconvenientes.. Quizás el
más importante entre ellos es que hay muchos tipos de comportamiento en el que uno
puede llegar a ser muy bueno, pero que también son negativos, y por tanto
contradicen la noción de autoestima como un fenómeno psicológico positivo. Por
ejemplo, un individuo podría ser altamente cualificado en mentir, engañar, intimidar,
violar los derechos de los demás y etc. Sin embargo, este tipo de comportamiento es
antiético, y contrario a los tipos de competencias asociadas con la autoestima alta,
verdadera o sano. Además, hay muchas personas que sufren de baja autoestima, pero
que también resultan ser muy competentes en diversas áreas, tales como negocios,
instituciones académicas, atletismo etc., y que no se sienten dignos de disfrutar de su
éxito. Del mismo modo, la mayoría de terapeutas han conocido a personas que
parecen tenerlo todo, y que la vida les va bien en términos de carrera o matrimonio,
pero que luego se suicidan; sin duda no reflejan la autoestima alta, positiva o
saludable.

El tercer y último enfoque principal sobre la definición de autoestima parece evitar


estas dificultades porque se basa en una relación entre la competencia y mérito. Visto
de esta manera, la autoestima tiene dos aspectos interrelacionados: implica un sentido
de eficacia personal y un sentimiento de valía personal. Es la suma integrada de
confianza en sí mismo y dignidad. Es la convicción de que uno es competente para
vivir y digno de la vida. (Branden, 1969, p.110)

La principal diferencia entre esta definición y los otros es que se entiende la


autoestima como un fenómeno más complejo que consta de tres componentes en
lugar de sólo uno. La competencia es uno de ellos, lo que significa que la autoestima
se refleja en una clase determinada de comportamiento, a saber, comportamiento que
es eficaz o exitoso. Otro componente es el mérito, lo que implica la sensación de que
se es en cierto sentido bueno y que se merece respeto. El tercer componente, está
expresado por la palabra “y”, puede ser el más importante, ya que especifica que
existe una relación entre lo que se hace en el mundo y cómo se siente un individuo
acerca de sí mismo. Dado que cada componente es tan importante como cualquier
otro, su relación se basa en el equilibrio. Por un lado, autoestima implica mérito, pero
debe ganarse ese mérito, lo que significa que dependerá de si el sujeto se comporta
de forma competente. Por otra parte, existe relación entre la dignidad, las actitudes o
creencias de mérito, en relación a su competencia. El tipo de acciones en las que el
sujeto se puede sentir competente deben consistir en acciones que son dignas, no
sentimientos de éxito o actividad negativas. Como veremos, cualquier desequilibrio

9
significativo entre estos componentes cruciales es importante porque crea problemas
relacionados con la autoestima

Hay varias ventajas en la conceptualización de la autoestima como una relación


dinámica entre la competencia y el mérito que le otorga valor a esta definición. Por un
lado, este enfoque no cae en los peligros de los enfoques unidimensionales. En su
lugar, vemos que la autoestima es ni principalmente un componente interno (cognitivo,
actitudes o afectivo) ni meramente externa (comportamiento que es simplemente
eficaz pero no necesariamente sano o meritorios). En otras palabras, la autoestima es
vista como un fenómeno vivido, es decir que implica pensamientos, sentimientos y el
comportamiento que se conectan entre sí como una forma unificada de la experiencia
y la percepción. Esas experiencias son significativas porque están conectados a la
propia identidad como persona.

La investigación basada en esta definición tiende a concentrarse en examinar las


experiencias de la vida real que aumentan o disminuyen la autoestima. Este tipo de
trabajo es generalmente más cualitativo que encuestas o experimentos, pero se
consiste en una fuente de datos, que es extremadamente rica y sustancial. Por
ejemplo, dicha investigación indica muy claramente que cuando las personas describen
lo que ocurre para ellos en términos de su propia autoestima, hablan sobre
competencia y mérito juntos en lugar de cada uno por separado (Epstein, 1979;
Jackson de 1984; Mruk, 1983). Además, los trabajos con una orientación más empírica
también apoyan esta posición. O ' (Bartoletti & Brien, 2003; Hakim-Larson & Mruk,
1997; Tafadori & Swann, 2001).

En segundo lugar, la comprensión de la autoestima en términos de competencia y


mérito también presenta una tipología natural de autoestima y problemas de
autoestima. Por ejemplo, es posible describir el mérito como un eje vertical que varía
de forma muy baja (sintiendo muy indigna) a muy alta (sintiendo muy digna) y la
competencia como un eje horizontal, que van desde muy baja (extremadamente
ineficaz) a muy alto (muy efectivo). Este modelo permite hablar sobre niveles de
autoestima.

A pesar de que no es posible entrar en detalles, es importante tener en cuenta que


este enfoque de autoestima muestra lo que la literatura dice que debemos ver: que
hay ciertos niveles y tipos de autoestima. Por ejemplo, el cuadrante superior de la
matriz es perfectamente compatible con la posición que describe una autoestima
positiva, sano o alta en competencia y mérito. La baja autoestima, por el contrario,
implica dificultades con los sentimientos de dignidad y con ser competente, por lo que
se encuentra en el área opuesta. La literartuara muestra cómo trabajar con
competencia y mérito acomoda la investigación a las conductas reales sobre la
autoestima, tales como la relación entre la autoestima y diversas formas de depresión
(baja autoestima), narcisismo o agresión (autoestima defensiva) y capacidad de hacer
frente a las dificultades. (alta autoestima). (Mruk, 1999,2006).

Estas tres perspectivas sobre la definición de autoestima son las más populares entre
la literatura y el campo de la investigación. No obstante parece que parte de la
confusión existente, nace de la falta de acuerdo respecto del constructo en sí mismo. A
continuación se explican también las tres formas más corrientes de trabajar sobre este
constructo:

10
Autoestima global: Autoestima Rasgo

Algunas veces la autoestima se utiliza para hacer referencia a una variable de


personalidad que representa la forma en que la gente acostumbra a sentir o pensar
sobre ellos mismos. Los investigadores llaman a esta forma de autoestima, autoestima
global o autoestima rasgo, ya que permanece relativamente estable a través del
tiempo y las situaciones. Existe un gran número de definiciones de autoestima global.
Algunos investigadores tienen un enfoque puramente cognitivo y asumen que la
autoestima global es la decisión que la gente toma respecto a su valor como persona.
(Coopersmish, 1967; Crocker & Park 2004; Crocker & Wolfe, 2001), otros enfatizan los
procesos emocionales y definen la autoestima global como un sentimiento de afecto
por uno mismo que no se deriva de procesos racionales ni evaluativos (Brown,1993,
1998; Brown & Marshall, 2001, 2002). Acorde a este tipo de conceptualización, la
autoestima global se ha comprobado que es estable a través de la edad adulta y que
contiene un cierto componente genético relacionado con el temperamento. Neiss,
Sedikides, & Stevenson, 2002).

Sentimientos de valor propio: Autoestima Estado

El concepto de autoestima también se utiliza para referirse a las reacciones de


autoevaluación que tenemos frente a situaciones de la vida. De este modo se utiliza el
concepto de autoestima cuando se habla de situaciones que pueden amenazar la
autoestima o por el contrario pueden estimularla o desarrollarla.

En muchas investigaciones se utiliza el término autoestima estado para hacer


referencia al tipo de emociones que llamamos de autovalía, o valor propio, y también
expresa la forma en las personas piensan y sienten respecto a ellos mismos
(Heatherton & Polivy, 1991; Leary, Tambor, Tedal, & Donws, 1995; McFarland & Ross,
1982; Pyszcynski & Cox, 2004). Este tipo de conceptualización demuestra cierta
equivalencia entre los dos conceptos (autoestima global y autoestima estado), aunque
la diferencia fundamental es que la autoestima global persiste mientras que los
sentimientos de autovalía son temporales. Otros autores que defienden la autoestima
rasgo están en desacuerdo con esto último, ya que argumentan que las reacciones
emocionales momentáneas ante eventos positivos o negativos no son una analogía
adecuada para explicar como la gente se siente en general respecto a ellos mismos.
(Brown,1993, 1998; Brown & Dutton, 1995; Brown & Marshall, 2001, 2002).

Autoevalucaciones: Autoestima como competencia específica

Finalmente, la autoestima se utiliza para hacer referencia a la forma que las personas
evalúan diversas habilidades o atributos propios. Por ejemplo, una persona que duda
sobre su habilidad en la escuela puede decir que tiene una autoestima académica baja
y una persona que piensa que se le dan bien los deportes puede decir que tiene una
alta autoestima “atlética”. Los conceptos de autoconfianza y autoeficacia también se
utilizan para referirse a este tipo de creencias. Aunque muchos autores prefieren
llamar a estos conceptos auto-evaluaciones o auto-examinaciones, para referirse a la
manera en que las personas evalúan su atributos físicos, habilidades y características
de personalidad. Aunque no todo el mundo hace estas distinciones. De hecho,
numerosas escalas de que evalúan autoestima incluyen subescalas que miden las
autoevaluaciones en múltiples competencias (Harter, 1986; Marsh, 1993; Shavelson,
Hubner, & Stanton, 1976). Desde esta perspectiva, la gente tiene diversos niveles de

11
autoestima de diversas áreas. Una persona puede tener una autoestima deportiva muy
alta pero baja autoestima artística, mientras que otra puede tener baja autoestima
matemática pero alta autoestima social.

Aunque conceptualmente son distintos, los tres constructos se encuentran


estrechamente relacionados. Las personas con una autoestima alta se evalúan de
forma más positiva y experimentan niveles más altos de autovalía que la gente con
baja autoestima. (Brown, 1998).

Esta asociación lleva a los investigadores a considerar de que forma estos constructos
están relacionados. Existen dos modelos explicativos que establecen la relación entre
ambos:

Modelo Cognitivo de Autoestima: Bottom-up

La mayoría de investigadores en psicología de la personalidad asumen que estos


constructos se relacionan mediante este modelo. El modelo Bottom-up sostiene que el
la retroalimentación evaluativa,( por ejemplo: éxito o fracaso, aceptación interpersonal
o rechazo), influencia las autoevaluaciones, y que las autoevaluaciones determinan los
sentimientos de autovalía y autoestima global. Este modelo considera que la
autoestima se basa en las creencias fundamentales sobre las cualidades particulares. Si
piensas que eres atractivo, y si piensas que eres inteligente, y si piensas que eres
popular, entonces tendrás una autoestima alta.

Una variante de esta aproximación asume que no todas las autoevaluaciones influyen
en la autoestima. Las autoevaluaciones en competencias de mucha importancia
personal ejercen una fuerte influencia sobre la autoestima, pero las autoevaluaciones
sobre áreas de poca importancia personal ejercen muy poca influencia. Por ejemplo, se
ha comprobado que algunas personas basan su autoestima en su nivel de competencia
o habilidad, mientras que otras lo basan en su sus habilidades sociales ( Josephs,
Markus, & Tafarodi, 1992). Para predecir autoestima, primero ponderamos cada una
de las autoevaluaciones según su importancia y después sumamos esos valores.

El modelo Bottom-up añade otro precepto. Debido a que se supone que las
autoevaluaciones subyacen a la autoestima global, el modelo asume que los efectos de
la autoestima global son debidos a las autoevaluaciones subyacentes. Por ejemplo, si
encontramos que gente con alta autoestima persisten por más tiempo después del
fracaso que la gente con baja auto-estima, debe ser porque la gente de alta
autoestima tiene más confianza en su habilidad para tener éxito (Blaine & Crocker,
1993). Diversas teoría psicológicas mantienen este modelo ( Tesser, 1998 & Steele,
1998). Otros incluso, sugieren que la autoestima global tiene poco valor en sí y que las
investigaciones deben basarse en las autoevalucaciones. (Crocker& Wolfe, 2001;
Marsh, 1990).

Modelo Afectivo de Autoestima: Top-Down

Los modelos afectivos ofrecen un forma alternativa en la explicación sobre como


funciona la autoestima. En relación a esta aproximación top-down, la autoestima se
desarrolla temprano en la vida como respuesta a factores temperamentales y
relaciones, y una vez formada, influencia las autoevaluaciones y sentimientos de

12
autovalía. (Brown, 1993, 1998; Brown, Dutton & Cook, 2001; Brown & Marshall, 2001,
2002; Deci & Ryan, 1995).

En este modelo se considera que las evaluaciones, en términos de retroalimentación,


no afectan la autoestima global. En vez de eso, la autoestima global y las evaluaciones
recibidas se combinan para influir en las autoevaluaciones y los sentimientos de propia
valía. El efecto interactivo se acentúa fuertemente cuando las personas confrontan
retroalimentaciones negativas como fracaso en competencias de éxito o rechazo
interpersonal. Cuando la gente con autoestima baja se encuentra con feedback
negativo, sus autoevaluaciones se convierten en más negativas y sus sentimientos de
autovalía fallan. Cuando personas con alta autoestima se encuentran con
retroalimentación negativa, ellos mantienen sus evaluaciones altas y se protegen o
restauran rápidamente sus sentimientos de autovalía. Desde esta perspectiva, ésta
sería la principal ventaja de una autoestima alta: permitir a los sujetes equivocarse sin
tener sentimientos negativos o desagradables sobre sí mismos.

13
4. RELACIÓN ENTRE AUTOESTIMA Y AUTOCONCEPTO

A lo largo de la historia de la literatura científica al término autoconcepto, en general,


se le han dado y aún se le dan diferentes interpretaciones, sin que, a veces, se puedan
delimitar con precisión y claridad los términos y ámbitos que se manejan (Burns,
1990). Los conceptos de autoestima y autoconcepto han sido utilizados muchísimas
veces de forma intercambiable a lo largo de la literatura y de la investigación.

A pesar de que son muchos los trabajos de investigación realizados, se observa cierta
confusión conceptual. La evidencia empírica señala efectivamente la diversidad de
factores subyacentes a la medición del autoconcepto y de la autoestima, pero también
señalan la relación existente entre ellos, (Bagozzi & Heatherton, 1994; Heatherton &
Polivy, 1991; Marsh, 1989; Marsh & Byrne, 1993; Marsh, Byrne, & Shavelson, 1988.

La autoestima se encuentra íntimamente relacionada con el autoconcepto, y puede


definirse como la actitud positiva o negativa hacia un objeto particular, el sí mismo
(Rosenberg, 1965), lo que supone un componente valorativo del autoconcepto. La
diferenciación entre ambos conceptos no es nítida, habiendo autores a favor de una
diferenciación (Watkins & Dhawan, 1989), y autores partidarios de su estrecha relación
teórica y empírica (Shavelson et al., 1976). La diferenciación entre ambos conceptos
es, si cabe, aún más difícil en la operacionalización de ambos conceptos en
instrumentos de medida concretos (Romero, Luengo, & Otero-López, 1994).

El modelo de Shavelson y col. (1976) ofrece una salida constructiva a las dificultades
de la investigación en autoconcepto mediante la formulación de una definición de
constructo que describe el autoconcepto en términos generales como la percepción
que un individuo tiene de sí mismo, compuesta además por siete aspectos específicos:
multidimensional, jerárquico, estable, evolutivo, descriptivo y evaluativo y diferenciable
de otros constructos. A mi juicio es el modelo con más influencia en estos momentos y
que sintetiza las características y aspectos del autoconcepto es el modelo
multidimensional y jerárquico de Marsh y Shavelson (1985), validado por Byrne y
Shavelson (1986) y revisado en su estructura académica por Marsh (1990).

En un intento por distinguir estos conceptos, algunos autores asocian el autoconcepto


a los aspectos cognitivos del conocimiento de uno mismo, y utilizan la denominación
de autoestima para los aspectos evaluativo y afectivos. En esta dirección Fierro (1990)
considera que el “concepto de sí mismo” equivale al autoconocimiento, entrando en
éste toda clase de actividades y de contenidos cognitivos; no sólo conceptos, sino
también preceptos, imágenes, juicios, razonamientos, esquemas mnésicos. Los juicios
acerca de uno mismo constituyen probablemente la organización cardinal de todo ese
sistema de autoconocimiento. En ellos cabe diferenciar cuanto menos, dos clases de
juicios: descriptivos y evaluativos. Los descriptivos se refieren a cómo somos de hecho,
tomando en consideración nuestra edad, sexo, profesión, características físicas, modo
de comportamiento, etc. Los juicios evaluativos conciernen al aprecio o valoración que
nos merece cada una de nuestras características. La autoestima constituye la porción
valorativa del autoconcepto, del autoconocimiento.

La relación entre autoconcepto (descriptivo) y autoestima (valorativa) es de naturaleza


jerárquica, la autodescripción sirve a la autoevaluación positiva y ésta, a su vez,
cumple funciones de protección del sistema de la persona. No obstante, todos los
juicios autodescriptivos van siempre acompañados de juicios evaluativos, puesto que
todos los enunciados relativos a nosotros mismos implican en mayor o menor medida

14
connotaciones de valor. En este sentido, ya que las dimensiones cognitiva y afectiva no
son fácilmente separables, por regla general se acepta el término autoconcepto en un
sentido amplio que abarca ambas dimensiones. Por ello, Cardenal y Fierro (2003)
definen el autoconcepto como un conjunto de juicios tanto descriptivos como
evaluativos acerca de uno mismo, consideran que el autoconcepto expresa el modo en
que la persona se representa, conoce y valora a ella misma, matizando que aunque a
menudo se usan de manera equivalente autoconcepto y autoestima, ésta última, en
rigor constituye el elemento valorativo dentro del autoconcepto y el autoconocimiento.

El componente de agente evaluativo que caracteriza la autoestima es el más destacado


y de mayor cuerdo, incluso entre aquellos autores que consideran la autoestima como
un aspecto del autoconcepto (Berk, 1998) o cómo un componente del autoconcepto
(Burns, 1990), en cualquier caso, incluye juicios de valor sobre la competencia de uno
mismo y los sentimientos asociados a esos juicios. Como señala Coopersmith, (1967),
la autoestima es la dimensión evaluativa dentro del autoconcepto que se identifica
como una actitud positiva o negativa de aprobación o desaprobación personal,
respecto a sí mismo y por lo que es. La autoestima es, por tanto, la valoración que el
sujeto hace de su autoconcepto, de aquello que conoce de sí mismo.

Por otro lado, es también aceptada la idea de que el autoconcepto o concepto de sí


mismo, hace referencia a aspectos cognitivos o de conocimiento, se define como el
conocimiento y las creencias que el sujeto tiene de él mismo en todas las dimensiones
y aspectos que lo configuran como persona (corporal, psicológico, emocional, social,
etc.). Implica una descripción objetiva y/o subjetiva de uno mismo, descripción que
lógicamente contiene multitud de elementos o atributos (mujer, casada, baja,
ambiciosa, amante de la música, etc.) que sirven para distinguir a una persona como
única y diferente de todas las demás. El listado de atributos puede ser ilimitado, sin
embargo no estarán todos en el mismo nivel, sino que la persona los jerarquiza según
un orden de importancia personal, pudiendo cambiar de rango en función del contexto,
de la experiencia o de los sentimientos del momento. En este sentido, una persona
puede incluir en su autoconcepto como elementos centrales atributos referidos a su
profesión (médico, político,) o a su estado civil (soltero, divorciado,) o a elementos
raciales (árabe, blanco, negro) en función de la importancia que tienen para él esos
atributos o de criterios más externos como puede ser la valoración social. En cualquier
caso, lo que ocurre es que en esa autodescripción y en la selección de los atributos
están influyendo aspectos emocionales y de evaluación. Es precisamente este aspecto
evaluativo del autoconcepto, lo que la mayoría de los autores denomina «autoestima».

15
CAPÍTULO II: ÁREAS DE INFLUENCIA DE LA AUTOESTIMA

La autoestima juega un papel fundamental en el comportamiento humano, en el


sentido de que una autoestima sana y adecuada se expresa y genera en el sujeto
conductas sanas, productivas y equilibradas y que alteraciones en la autoestima se
relacionan con trastornos y problemas en la conducta.

Quiere esto decir, la autoestima es un elemento esencial en la adaptación del sujeto


tanto a sus propias necesidades y demandas como a las que provienen del entorno
social con el que interactúa. En definitiva, la autoestima se puede considerar como uno
de los recursos psicológicos más importantes de que disponemos para lograr el mejor
equilibrio en nuestro comportamiento a nivel personal, social y profesional.

La investigación ha vinculado la baja autoestima con una gran cantidad de emociones


negativas y comportamientos, incluyendo ansiedad, soledad, celos, relaciones sexuales
sin protección, embarazos en la adolescencia, comportamiento criminal, trastornos de
la alimentación, abuso de substancias, miembros de grupos sociales desviados,
depresión, etc. ( Leary, Schereindorfer & Haupt, 1995). Las personas con baja
autoestima parecen ser menos resistentes que las personas con alta autoestima, ya
que tienen menor número de competencias en las que autoafirmarse cuando se ven
amenazados. (Spencer, Josephs & Steele, 1993). La baja autoestima trae
consecuencias negativas a las relaciones interpersonales ya que lleva a una sobre
escrutinio de los problemas. (Murray, Rose, Bellavia, Holmes & Kusche,2002.) Del
mismo modo, parece que el mismo tipo de rechazo afecta mucho más a las personas
con baja autoestima que a las personas con una autoestima alta (Sommer &
Baumeister, 2002). Incluso señales ambiguas en situaciones sociales pueden causar
rechazo a las personas con baja autoestima y a las de alta autoestima no (Koch,2002).

Numerosos hallazgos relacionan altos niveles de autoestima con resultados positivos,


incluyendo iniciativa, felicidad, estatus socioeconómico, y satisfacción general con la
vida. ( Baumeister, Campbell, Kreuger, & Vohs, 2003; Kwan, Bond & Singelis, 2997;
Twenge & Campbell, 2002). Es evidente, por tanto, que existe una relación entre
autoestima y comportamiento.

A través de los apartados que se incluyen a continuación, podemos ver algunos


aspectos destacados de nuestro comportamiento en los cuales se pone de manifiesto
su vinculación con la autoestima.

16
1. AUTOESTIMA Y BIENESTAR INTRAPERSONAL

Autoestim a y autoaceptación

La autoaceptación está implícita en la autoestima, en el sentido de que si un individuo


se autoestima positivamente es muy difícil que mantenga una relación de enemistad
con él mismo. La autoaceptación, no es un concepto fácil de precisar, especialmente
porque en muchas ocasiones suele considerarse la autoaceptación como equivalente a
la aprobación de todas las facetas de nosotros mismos ya sean físicas o psicológicas,
sin considerar, por tanto, que sea necesario algún cambio o perfeccionamiento.

En efecto, la autoaceptación no significa aceptación incondicional, sino que aceptarnos


a nosotros mismos supone asumir nuestros pensamientos, sentimientos y conductas de
forma realista, veraz y tolerante, lo cual a su vez implica integrar en el concepto de sí
mismo los aspectos positivos y más valorables junto con las limitaciones o con otros
menos valorables.

Esta forma de autoaceptación, es, sin lugar a dudas, una de las condiciones necesarias
para el funcionamiento normal del ser humano y es además, como señalan distintos
terapeutas (Rogers, 1981; Branden, 1997, Burns, 2000), un elemento indispensable
para que se produzca el cambio terapéutico. En este sentido, Rogers en su Terapia
Centrada en el Cliente, señala que el proceso mismo de la terapia se relaciona con la
autoaceptación » por parte del sujeto y que en la medida en que el sujeto va
desarrollando una visión del yo más positiva y aceptable, va avanzando
progresivamente hacia el logro del comportamiento normal.

Autoestim a y sentim iento de culpa

Existen dos fenómenos afectivos habituales en la vida del hombre, el sentimiento de


valoración positiva respecto de una buena acción y el sentimiento de culpa
consecuente o concominante con una acción negativa. Es importante profundizar en la
comprensión de ambos debido a la relación que tienen con el desarrollo de la
autoestima.

Según el modelo de Seligman (1999), la forma en que las personas se perciben a sí


mismas se halla inserta en el modo en que perciben y entienden la toda la realidad. Es
decir, toda persona posee un estilo desde el cual explica y comprende la realidad en su
totalidad y, particularmente, su propia personalidad. Este estilo, según este autor,
puede ser optimista o pesimista y consiste en un hábito relativo al reflexionar sobre las
causas y las consecuencias de la dimensión dinámica de la personalidad; es decir, se
trata de un rasgo personal, de carácter cognitivo llamado estilo explicativo. Según
Seligman, tres serían las cualidades de los hábitos de pensamiento que intervienen
para explicar la etiología , para atribuir el por qué ocurren determinados
acontecimientos, buenos o malo, a saber: a) el grado de estabilidad relativa a la
tendencia a considerar los acontecimientos buenos o malos como permanentes en el
tiempo, o fortuitos y cambiantes; b) la globlalidad o tendencia a generalizara a partir
de un solo acontecimiento, bueno o malo; y finalmente, c) la internalidad-externalidad,
o mejor, atribución de responsabilidad al propio sujeto (locus de control interno) o al
entorno u otros sujetos (locus de control externo). El estudio del estilo de atribución de
una persona es importante debido a la estrecha relación con el sentimiento de culpa.

17
Seligman postula que una persona con una sana autoestima tiende a atribuirse la
causalidad de los buenos acontecimientos que le suceden, pero no se culpabiliza
respecto de los malos acontecimientos. Es decir, cuando fracasa o se encuentra en
situaciones de frustración y desazón, tiende a considerar como culpable al entorno,
según Seligman, por la necesidad del sujeto de sostener una sana autoestima.

Ahora bien, desde una psicología personalista, en contraposición al postulado de


Seligman, se sostiene que una saludable autoestima se apoya en un concepto realista
de sí mismo acorde a las reales acciones generadas por la persona, sean éstas
positivas o negativas. En efecto, no parece saludable que el sujeto que realiza acciones
negativas, no se haga cargo de ello. Al contrario, no sólo resulta saludable, sino que
revela un uso de mecanismos de defensa por encima de lo normal, una evasión y/o
negación de la mala acción, precisamente por falta de fortaleza y capacidad del yo
para asumir los propios actos; para responder por sus propias acciones. Por tanto,
desde esta perspectiva se postula que la persona con una autoestima sana es capaz de
atribuirse la causalidad tanto de las buenas acciones; así como también pude atribuir la
causalidad al entorno o a otros sujetos en la ocasiones que en las que su
responsabilidad no está implicada. (Kermis, 2008).

La culpa es un estado afectivo que surge por haber transgredido una norma moral
aceptada como parte de la escala personal de valores o haber abandonado o fracasado
en la consecución de un bien esperado.

El sentimiento de culpa presenta dos momento: uno alude al estado anímico, corto y
momentáneo, en el que se padece (passio) un malestar, un descontento al ser
consciente de la falta cometida; el otro, es el movimiento de rechazo al mal cometido
que conduce a querer restituir o reparar el mal ocasionado. Así la persona que ha
obrado mal siente el reclamo de su conciencia y se moviliza para solucionar esta
tensión restituyendo la falta, Luego, un sano sentimiento de culpa entraña la
potencialidad de mejorar, de optimizar la acción personal.

Sin embargo, cuando la culpa deviene en remordimiento, que perdura en el tiempo, o


aparece con excesiva frecuencia, frente acciones que objetivamente no son
deshonestas y en las que el sujeto no sólo advierte que actuó mal, sino que no acepta
que él, siendo la persona que es, pueda haber cometido esa falta, entonces se
convierte en un problema ya que es fruto del orgullo y no del sano arrepentimiento u
aceptación.

Cuando se experimenta culpa, es porque el sujeto ha asumido unos valores y quiere


guardar coherencia con ellos en la acción. Cuando se quiebra esa sintonía personal con
los valores asumidos, por ejemplo, por no haber calibrado adecuadamente el alcance
de una determinada conducta o decisión, la culpa motiva a poner medios para
subsanarla y la persona encuentra paz y serenidad al reparar.

Por tanto, la función de los sentimientos es movilizar rápidamente las sujeto para
satisfacer necesidades de deseo o de huida. Cuando éstos se prolongan en el tiempo y
paralizan al sujeto es cuando puede caerse en alguna patología afectiva. Así, la culpa
persiste y es resentida, sentida una y otra vez sin cumplir la función de movilizar al
sujeto a cambiar su conducta en orden a la acción valiosa o a restituir la falta, puede
convertirse en una “culpa neurótica”. Entonces, se produce la sensación constante de
estar haciendo mal las cosas, de que siempre faltan muchas cosas por mejorar, lo cual
lleva al sujeto a utilizar mecanismos defensivos para minimizar la presión presión o el

18
malestar y, en lugar de asumir el error para mejorarlo, termina culpando al entrono o a
otras personas, haciéndose incapaz de responsabilizarse por sus acciones.

Autoestim a y m otivación y logro

La motivación es un constructo hipotético, inaccesible a la observación directa,


introducido por Tolman (1925), cuya importancia reside en su potencia explicativa y
predictiva de las conductas humanas en diversos contextos.

Existen dos tipos de cogniciones que cobran una importancia creciente en el estudio de
la motivación de logro: 1) las adscripciones causales, bien como antecedentes de la
conducta de logro (teorías de la atribución), bien como consecuencias posteriores a la
conducta (teorías atribucionales), según la categorización de Kelley & Michella (1980);
2) el yo, como sede de creencias y actitudes, es el soporte de las adscripciones
causales, las expectativas y los valores, promocionando constructos como
autoconcepto, autoestima, autoeficacia, autocontrol.

Desde la perspectiva atribucional, el modelo motivacional cognición-afecto-acción de


Weiner (Weiner, 1986a, 1986b) pretende incluir el rango completo de conductas
humanas, y especialmente las estructuras y procesos cognitivos que influyen sobre la
conducta a través de la experiencia fenomenológica (consciente). Dentro de esta
experiencia se subraya la importancia del yo (autopercepción, autoestima,
autoconcepto, autoconsistencia, autoexpectativas), y las emociones, cuyo papel se
deriva de su extraordinaria riqueza y variedad.

Las estrategias motivacionales se han definido genéricamente como mecanismos y


procedimientos empleados para promover estados emocionalmente adaptativos y/o
para gestionar aquellas situaciones de riesgo que afectan al bienestar personal (García,
1995).

Norem y Cantor (1986a) describieron el pesimismo defensivo como una estrategia con
la que el sujeto sostiene bajas expectativas de éxito ante las tareas, a pesar de tener
una experiencia pasada de éxitos. Esta focalización negativa permitiría a los pesimistas
defensivos encauzar su ansiedad promoviendo la dedicación de un mayor esfuerzo
cuyos dividendos se traducen generalmente en un alto rendimiento (Norem y Cantor,
1986b; Martin, Marsh, Williamson y Debus, 2003). Por otra parte, la autodescalifación
se caracteriza por la retirada o la reducción deliberada del esfuerzo en situaciones de
fracaso potencial y tendría como objetivo la creación de una cierta ambigüedad
atribucional dirigida a la protección de la valía personal en el supuesto de ese fracaso .

La relación entre la autoestima y las estrategias motivacionales de autoprotección


sigue siendo difícil de dilucidar. Es posible que las personas con alta autoestima tengan
más que perder en contextos de logro y, por consiguiente, más que proteger; sin
embargo, también es probable que las personas con una baja autoestima tengan una
fuerte necesidad de protegerse. De hecho, existen evidencias de que la autoestima
está relacionada con el uso de estrategias de autodescalificaión.(véase, p.e., Berglas,
1985; Eronen, Nurmi y Salmela-Aro, 1998; García y Pintrich, 1993; Tice, 1991), que las
personas que optan por estrategias de autodescalificación evidencian una baja
autoestima (p.e., García y Pintrich, 1993; Eronen, Nurmi y Salmela-Aro, 1998), y que
los individuos con una baja autoestima son más proclives a implicarse en estrategias
de protección de la valía (Baumeister, Tice y Hutton, 1989). Otros autores han
encontrado una correlación negativa entre la autoestima positiva y la

19
autoedescalificación (Midgley y Urdan, 1995) o una relación positiva entre esta
estrategia y la autoestima negativa. (Midgley, Arunkumar y Urdan, 1996), si bien esta
variable no es un predictor significativo de la autodescalificación en los modelos de
regresión. También existen trabajos que indican que los individuos con una alta
autoestima usan estrategias de autodescalificación para mejorar su imagen, al tiempo
que los individuos con baja autoestima las utilizarían para protegerla (p.e., Baumeister,
Tice y Hutton, 1989; Tice, 1991), e incluso otros consideran la autoestima como una
variable relativamente independiente de la autoedescalificación (Rhodewalt y Hill,
1995).

Por otra parte, la relación entre el pesimismo defensivo y la autoestima parece estar
más clara, ya que la investigación ha mostrado que los pesimistas defensivos tienen
una autoestima más baja que los optimistas (véase, Norem y Cantor, 1986a), si bien
cabe señalar que, al menos en los últimos tiempos, los investigadores no parecen
haberse dedicado tanto al estudio del pesimismo defensivo como a los mecanismos de
autodescalificación.

Autoestim a, afrontam iento y locus de control

Existe así mismo una importante relación entre la capacidad de afrontamiento de un


sujeto, su autoestima y el locus de control, en el sentido de que los sujetos con
autoestima alta o con un locus de control interno parecen tener mejores recursos de
afrontamiento (Anderson, 1977; Pearlin y Schooler, 1978; Lázarus y Folkman, 1986).

Podemos entender el afrontamiento como el proceso mediante el cual un sujeto, pone


en funcionamiento diferentes estrategias conductuales y cognitivas, para hacer frente a
las diversas situaciones y sucesos de la vida, tanto cotidianos y ordinarios como
extraordinarios. Lázarus y Folkman, (1986), lo definen como «aquellos esfuerzos
cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar
las demandas internas y/o externas...». Consideran que hablamos de afrontamiento
siempre que un individuo haga o piense algo para manejar una situación,
independientemente de los resultados obtenidos. Quiere esto decir que manejar la
situación no implica necesariamente dominarla, ya que a veces puede significar
minimizarla, tolerarla o evitarla. En cualquier caso, esas estrategias deben orientarse
en la línea de lograr la adaptación en el sujeto.

El valorarse a uno mismo positivamente, la creencia en las propias posibilidades, es un


importante recurso psicológico de afrontamiento (Lázarus y Folkman, 1986), por lo
tanto, la alta autoestima favorece el afrontamiento del sujeto, en su vida personal y
profesional. Esto supone que en situaciones de amenaza o experiencias de fracaso, el
sujeto con alta autoestima tiende a utilizar estrategias para manejar esas situaciones,
estrategias que se pueden orientar tanto al dominio de la situación como a la
aceptación, evitación o minimización de la misma.

Un factor que influye en los esfuerzos de afrontamiento y su persistencia, es la


«experiencia respecto a los resultados obtenidos en otras situaciones» y la presencia
de «expectativas de éxito» respecto a su conducta. Bandura, (1982) señala al respecto
que las expectativas de éxito, determinan la efectividad y persistencia en el
afrontamiento.

20
Pues bien, los sujetos con alta autoestima, tienden a recordar más las experiencias de
éxito que las de fracaso. Así mismo, en situaciones nuevas, sus expectativas son más
de éxito que de fracaso y en situaciones de aprendizaje, estos sujetos atribuyen el
éxito a las propias habilidades y el fracaso a un insuficiente esfuerzo. (Heyman, Dweck
y Cain, 1992; Berk, 1998).

El locus de control o lugar de control es también un recurso importante en el


afrontamiento, en el sentido de que la creencia del sujeto sobre un lugar de control
«interno» produce mayor actividad y persistencia en el afrontamiento que la creencia
en un locus de control externo (Lefcourt, Miller, Ware y Schenk, 1981).

Esta relación, entre, locus de control y autoestima, se ha puesto de manifiesto por


diferentes autores (Burns, 1970; Bellak, 1975; Chandler, 1976; Berk, 1998) quienes la
establecen en el sentido de que en los sujetos con alta autoestima se da la creencia en
un centro de control interno.

Estrechamente vinculado al centro de control y a su vez con la autoestima, está el


modo en que el sujeto percibe un objeto o un hecho dentro de la situación estimular
en el que éste se inserta, es decir lo que Witkin denomina dependencia/independencia
decampo. La dependencia/independencia de campo, la definió Witkin, (1965), como el
modo de percibir en el que un sujeto se centra en el objeto e ignora o no se deja
influir en esa percepción por el resto de estímulos del entorno (campo) en el que está
situado el objeto, o bien se deja influir en esa percepción por las variaciones que se
producen en el campo que rodea al objeto. El primer supuesto se identifica con la
forma de actuar de un sujeto independiente de campo, en el segundo caso nos
referimos a la persona dependiente de campo.

Las personas con alta autoestima tienden a ser independientes de campo, sienten que
no están bajo el control de los hechos, se muestran competentes y relativamente
influenciadas en su comportamiento por lo que ocurre a su alrededor.

La respuesta de estrés

Desde el principio de la investigación moderna sobre autoestima, se ha subrayado la


existencia de un estrecho vínculo entre autoestima y estrés, particularmente la
capacidad de mejorar el estrés con efectividad. (Wells & Marvell, 1976). Se sabe que
existe relación entre competencia y autoestima (Bednar et al. 1989; Heatherton &
Ambaday, 1993). Los factores asociados con la autoestima y el incremento de
autonomía, una mayor apertura a las alternativas y una mayor seguridad en las
propias percepciones habilidades, nos predisponen hacia resultados favorables en el
manejo de problemas, retos y oportunidades, afectando de este modo al estrés que se
produce en dichas situaciones. Por el contrario, la autoestima baja influye sobre estas
dimensiones de la respuesta de la persona al estrés en direcciones negativas.

El concepto de autoestima incluye el merecimiento o dignidad personal y el estrés,


desafía este tipo de sensación, especialmente cuando el estrés es intenso y
prolongado. Aquí nos encontramos con una función de la autoestima, la de protección.
Ante situaciones en las que estamos bajo estrés, la autoestima aísla la estimación de
nosotros mismos. Los posibles efectos negativos del estrés (o amenaza) sobre nuestra
percepción del yo y del mundo, sobre los significados que otorgamos a lo que nos
sucede y sobre las acciones que seleccionamos en respuesta a la situación estresante
están delimitadas por la calidad de esta protección o aislamiento. Las personas con

21
autoestima alta tienen ventajas no solamente porque disponen de mayor estimación
hacia ellos mismos sino también porque están mejor protegidas ante las fluctuaciones
del merecimiento o dignidad personal.

Los individuos con autoestima alta están protegidos de las fluctuaciones extremas del
autoconcepto. Los efectos de los pequeños estresares se absorben fácilmente, pero las
personas con una elevada autoestima se hallan protegidas por una red de recursos
internos e interpersonales que protegen el yo de la mayoría de situaciones estresantes
y traumas. Sólo en el caso de agresiones múltiples a la autoestima (como pueden ser
un divorcio inesperado y repentino, la pérdida de trabajo, etc.). aquellos con
autoestima alta se verán visiblemente afectados. Las personas con una autoestima
más baja, como es más susceptible de quebrarse ante retos más suaves, es la más
resistente al cambio y la respuestas de estrés negativo. (Frey & Carlock, 1989, p. 107).

Además del modo en que la competencia y la dignidad asociados a la autoestima


afectan a las respuestas ante el estrés, existen datos que demuestran que el modo en
que un individuo responde característicamente al estrés y al manejo de los retos está
vinculado con la autoestima (Bednar, 1998), porque la disponibilidad de una
autoestima elevada primero reduce la ansiedad y la respuesta de arousal frente a
estímulos amenazantes (Greenberg et al. 1992): y segundo, reduce la vulnerabilidad a
las distorsiones de rechazo o amenaza percibida (Greenberg, Psyzcynski, Solomon,
Pinel, Simon & Jordan, 1993)

22
2. AUTOESTIMA Y BIENESTAR INTERPERSONAL

Autoestim a y aceptación de los dem ás

La idea de que amamos y aceptamos a los demás en la medida en que nos queremos
y nos aceptamos a nosotros mismos, es una idea que está presente en cualquier
explicación sobre la aceptación desde la psicología. En la psicología, desde sus inicios
como disciplina científica, diferentes terapeutas de han defendido, basándose en sus
observaciones clínicas, este principio y han entendido que la persona que se
autoestima, valora positivamente también a los demás y a la inversa, la persona con
baja autoestima tenderá a valorar negativamente a las demás personas.

Ya en la década de los 70, autores como Burns, (1975,1990); Tolor, Kelly y Stebbins,
(1976), en estudios experimentales no clínicos, han demostrado que la relación entre
autoestima y las actitudes hacia los demás es muy consistente y defienden que la
persona segura y con confianza en sí misma, que actúa sin barreras ni defensas frente
a los demás, debido a su alta autoestima, es más capaz de aceptar a los demás y de
tener una actitud más positiva hacia ellos.

Por el contrario, la persona con baja autoestima tenderá a marcar distancias entre su
yo y los demás como un medio para proteger un yo débil. Tenderá a ser rígida e
hipercrítica con los otros como un mecanismo para defenderse de su propia
vulnerabilidad. Al mismo tiempo, vivenciará las críticas como un ataque personal.

Autoestim a, habilidades sociales y asertividad

Esta misma idea de que la aceptación y tolerancia respecto a nosotros mismos se


refleja en la aceptación y valoración que hacemos de los demás, está presente en
estos en autores como Branden, 1997; Berk, 1998; Arroyo, 1999; Clemens y Bean,
2000; Clark, Clemens y Bean, 2001, cuando establecen una estrecha relación entre
autoestima y «relaciones interpersonales» y lo hacen en el sentido de que la
autoestima de un sujeto se refleja en su comportamiento de interacción con los
demás, en sus «habilidades sociales», al mismo tiempo que de forma recíproca, esas
relaciones interpersonales y esas habilidades también influyen en la autoestima,
especialmente en la infancia en que la autoestima va a depender del tipo de
interacciones que el sujeto mantiene con las otras personas.

En este sentido, se puede decir que la persona con baja autoestima carece de las
habilidades sociales necesarias que le faciliten una relación eficaz y satisfactoria con los
demás y en las diversas situaciones sociales. El bajo concepto que la persona tiene de
sí misma, repercute no sólo en una infravaloración de las propias posibilidades y en
una rigidez e intolerancia para aceptar los propios fracasos o deficiencias, sino que esa
misma intolerancia y rigidez funciona respecto a cómo enjuicia el comportamiento de
los demás y cómo los valora.

Así mismo, sus relaciones interpersonales aparecen torpes, inseguras e inestables


(Arroyo, 1999), utilizando muchas respuestas defensivas (de ansiedad, de agresión)
que surgen de su insatisfacción en las relaciones sociales que mantiene con los otros y
que actúan como medio para defender su autoestima. Tenderá a utilizar patrones de
interacción en los que predomine o bien la dependencia y sumisión como medio para
ser querido y apreciado por los demás o bien la imposición y el ataque como única
defensa para soportar la ansiedad y la vulnerabilidad que siente ante los demás,

23
necesitando ser «el que más» aun a costa de no respetar ni valorar a los otros. En
ambos patrones de comportamiento, el sujeto está construyendo su autoestima en
función de lo que opinan los demás, opinión que funciona no como un feedback, sino
como un elemento determinante de la autoestima.

Estas dos formas de actuar, que en el ámbito de las habilidades sociales se


corresponden con estilos de comportamiento denominados pasivo o no asertivo y
agresivo, expresan la existencia de una autoestima baja e inadecuada, resultado de
formas de pensamiento de desvalorización y de pautas de comportamiento,
sentimientos y emociones, inadaptados e incapaces de lograr que el sujeto afronte
adecuadamente las situaciones que diariamente le plantea la interacción con los
demás.

Por el contrario, el sujeto con una autoestima alta, se relaciona con los otros de
manera adecuada, sana y equilibrada, hace compatible la expresión de su propio yo,
sus propios deseos, opiniones y sentimientos ante los demás con el respeto y
valoración de los deseos, creencias y sentimientos de los otros. Esta persona, mantiene
un estilo o patrón de conducta interpersonal denominado «asertivo».

La asertividad, como señala Castanyer, (2001) refleja y expresa la existencia de una


sana autoestima, implica un comportamiento externo regido por la tolerancia y la
flexibilidad con uno mismo y con los demás, tolerancia, que supone aceptar cualidades
positivas y limitaciones en nuestra conducta y en los otros y por lo mismo en las
interacciones que mantenemos.

La persona con alta autoestima es asertiva y muestra un patrón de comportamiento


interpersonal en el que predominan las siguientes características: se muestra segura y
estable en sus interacciones personales y sociales, tiene en cuenta la valoración de los
demás (es decir la imagen social que cree tener), pero sólo como elemento referencial
que ejerce un feedback sobre su conducta, nunca como un determinante de su manera
de actuar, se siente independiente en sus criterios y considera que la defensa de los
mismos no es incompatible con el respeto y valoración de los criterios de los demás, se
enfrenta adecuadamente a la vida, teniendo presente que en muchas ocasiones sólo es
posible con el apoyo y la ayuda de los demás y a nivel emocional, tiene la sensación de
autocontrol emocional, lo que no es incompatible con la expresión de sentimientos y
emociones de gratitud, afecto, insatisfacción, admiración, hacia los demás o hacia uno
mismo.

Autoestim a y respuesta a las dem andas sociales

La autoestima es un importante recurso psicológico para hacer frente a las demandas


de una sociedad como la nuestra, caracterizada por cambios científicos y tecnológicos
rápidos y muy significativos y por un alto nivel de competitividad.

Estas características de la sociedad actual requieren que los sujetos posean unos
niveles de formación y competencia cada vez más elevados, niveles que exigen
lógicamente la posesión de conocimientos y preparación técnica, pero muy
especialmente exigen la adquisición y desarrollo de recursos psicológicos que les
ayuden a hacer frente a este tipo de demandas sociales. En este sentido,
características psicológicas presentes en una autoestima alta, tales como capacidad de
autonomía personal, de independencia, de innovación, de responsabilidad personal,

24
confianza en sí mismo, capacidad de iniciativa, son un recurso muy valioso para
sobrevivir en la sociedad actual de forma saludable. (Brown, 2006).

Autoestima y relaciones interpersonales cercanas

Las personas con baja autoestima tienen menos probabilidades de encontrar la


felicidad tanto en relaciones de pareja como de amistad que las personas con alta
autoestima. (Fincham y Bradbury, 1993; Hendrick, Hendrick, y Adler, 1988; Karney y
Bradbury, 1997; Kelly y Conley, 1987: Murray, Holmes, y Griffin, 1996). Estos autores
sostienen que las personas con baja autoestima están menos satisfechas en gran parte
porque son demasiado vacilantes para llegar a conclusiones optimistas sobre ellas
mismas, sobre el cuidado de su pareja y el apego de ésta. En consecuencia, suelen
reaccionar rápidamente ante los riesgos de la interdependencia, poniendo
pensamientos de reticencia, de auto-protección y comportamientos de protección más
que pensamientos positivos y de mejora hacia sus relaciones.

Las personas encuentran más valor en su pareja cuanto más queridos se sienten.
(Murray, Holmes & Griffin, 2000b; Murray, Holmes, Griffin y Bellavia & Rose, 2001).
(Murray et al., 2001) y también saben expresar mayor afecto hacia sus ellas. Además,
la sensación de ser digno ante la otra persona hace que el sujeto valore mejor a sus
parejas. (Murray Rose, Holmes, Derrick, Podchaski, Bellavia y Griffin, 2005). Por lo
tanto, las personas con una baja autoestima suelen valorar menos a su amistades o
pareja.

Lamentablemente, las personas con baja autoestima tienen dificultades para encontrar
una razón suficiente para confiar en el propio merecimiento de amor, aceptación por
parte de su pareja. (Murray et al 2001). En términos de los propios recursos
relacionales, las personas de baja autoestima se describen a si mismos como
poseedoras de menos características interpersonales deseables que su pareja. (Murray
et al. 2003) Por lo tanto, las personas con baja autoestima carecen por lo general del
nivel de confianza de su pareja, la aceptación y la atención que necesitan para
satisfacer sus objetivos. De hecho, incluso los pacientes con baja autoestima cuyos
matrimonios ya han durado tanto tiempo como 10 años, subestiman el amor de su
pareja (Murray et al., 2001).

Este tipo de sentimientos y expectativas negativa provocan la vivencia de las relaciones


con mayor ansiedad de la necesaria, lo cual condiciona la capacidad del sujeto de
disfrutar de ellas, y por tanto de mantenerla. (Murray et al., 2002). Además, existen
vínculos entre el miedo al rechazo y una autoestima baja. Se han comprobado que los
sujetos con niveles inadecuados de autoestima temen ser abandonados por sus
parejas. (Voss, Markiwicz & Doyle, 1999), (Harter, 1999) (Hendrick, Hendrick & Adler,
1988). Este tipo de pensamientos dificulta la creación de vinculos sociales así como la
capacidad para actuar con confianza delante de ellos. Por tanto, la baja autoestima
condicina de forma clara las relaciones sociales del sujeto.

25
3. RELACIÓN ENTRE AUTOESTIMA Y PSICOPATOLOGÍA

La autoestima es un constructo de gran interés clínico por su relevancia en los diversos


cuadros psicopatológicos (Skager y Kerst, 1989; Silverstone y Salsali, 2003), así como
por su asociación con la conducta de búsqueda de ayuda psicológica (Kaplan y
Pokorny, 1969; Coopersmith, 1967), con el estrés (Wells y Marwell, 1976) y con el
bienestar general (DeNeve y Cooper, 1998; Robins, Hendin, Trzesniewski, 2001).

Muy particularmente se ha asociado con cuadros como la depresión (Rosenberg, 1965,


Kaplan y Pokorny, 1969, Battle, 1978, Ryan, Puig-Antich, Ambrosini, 1987; Brown,
Bifulco, Andrews, 1990; Harter, 1993), los trastornos alimentarios (Baird, Sights, 1986,
Walters, Kendler, 1995; Ghaderi, y Scott, 2001), los trastornos de personalidad, la
ansiedad (Rosenberg, 1965; Kaplan y Pokorny, 1969), y la fobia social (Baños y
Guillén, 2000). Asimismo se ha señalado que el nivel de autoestima es un excelente
predictor de la depresión (Kernis, Granneman, Mathis, 1991).

Los estudios que han analizado las conexiones del autoconcepto-autoestima con
síntomas psicológicos y con problemas de conducta muestran relaciones inversas entre
ambas variables. El estudio de Watson (1998) pone de relieve que la baja autoestima
se muestra como un fuerte predictor de trastornos de personalidad y de síntomas
psicopatológicos. (Erol, Toprak y Yazici, 2002). Además otros estudios evidencian una
relación positiva entre autoestima personal, social y salud mental. (Montt y Chavez,
1996). Complementariamente, Fan y Fu (2001) han encontrado correlaciones positivas
entre autoconcepto y salud mental. Tomando como referencia las escalas
psicopatológicas del SCL-90-R, así como los problemas de conducta de la EPC, se han
analizado los estudios que han experimentado las variables con el autoconcepto y la
autoestima, cuyos resultados se exponen a continuación:

Problemas psicosomáticos: El estudio de Varni, Rapoff, Waldron y Gragg (1996) mostró


que los sujetos con más elevada percepción de la intensidad del dolor, presentaban
más síntomas ansioso-depresivos, baja autoestima y mayor cantidad de problemas de
conducta. También el trabajo de Garrick, Ostrov y Offer (1998) sugiere que los sujetos
con un autoconcepto normal estaban significativamente libres de síntomas físicos, y
Dowd (2002), encuentra en los adolescentes una relación inversa entre autoconcepto y
síntomas somáticos.

Obsesió-Compulsión: Biby (1998) relaciona la baja autoestima con altas tendencias


obsesivas compulsivas. La imagen corporal o estima del cuerpo, correlacionó
negativamente con síntomas obsesivo-compulsivos en el estudio realizado por Bohme,
Keuthen, Wilhelm, Deckersback y Jenike (2002). En la misma dirección Watson (1998)
encontró que la baja autoestima era un fuerte predictor de trastornos obsesivo-
compulsivos.

Sensibilidad interpersonal: Kim (2002) o Fan Fu (2001) ha hallado una relación


negativa entre autoestima y sensibilidad interpersonal, igual que Jackson y Cochram
(1991) para los que sensibilidad interpersonal equivale a baja autoestima.

Depresión: Diferentes estudios encuentran correlaciones negativas entre autoconcepto-


autoestima y depresión (Alfeld y Seligman, 1998; Fan y Fu, 2001; Hoffmann, Baldwin y
Cerbone, 2003; Kim 2003; Valentine, 2001). Otros estudios demuestran que la alta
autoestima es un factor protector de síntomas depresivos. (Takakura y Sakihara,
2001), y un factor predictivo de depresión (Dowd, 2002) y de ideación del suicido (Jin

26
y Zhang, 1998). El autoconcepto físico también ha correlacionado negativamente con
depresión en algunos estudios (Bohne et al, 2002; Erkolathi, Ilonen, Saarijiarvi y
Terbo, 2003).

Ansiedad: Algunos estudios confirman relaciones inversas entre autoestima y ansiedad,


sugiriendo que los adultos con alta autoestima muestran bajos niveles de ansiedad
estado-rasgo. (Fickova,1999; Garaigordobil et al 2003; Newbegin y Owens, 1996;
Yang, 2002). La ansiedad ha sido considerada como un factor predictor de bajo
autoconcepto. (Dowd, 2002) y Bohne et al (2002) encontraron una correlación inversa
entre autoestima del cuerpo y ansiedad.

Ideación paranoide: Ellet, Lopes y Chadwick (2003) hallaron una relación entre
ideación paranoide y baja autoestima, al igual que se observa en el estudio de Martin y
Penn. (2001).

Neuroticismo-Psicoticismo: Se han encontrado correlaciones negativas del


autoconcepto con neuroticismo (García Torres, 1983) y con psicoticismo (Fan y
Fu,2001; Fierro y Cardenal, 1996; Heaven, 1991).

Conducta antisocial: Los resultados de los estudios evidencian correlaciones inversas


de la conducta antisocial con autoconcepto positivo y autoconcepto-autoestima. Los
datos sugieren que los sujetos con autoconcepto positivo y alta autoestima manifiestan
pocas conductas antisociales. (Calvo, González y Martorell, 2001). Así mismo, se ha
puesto de manifiesto que los sujetos con baja autoestima tienen más conductas
amenazantes e intimidadoras hacia otror. (O’Moore y Kirkham, 2001; Rigby y Slee
1993) y presentan más niveles de conducta delictiva. (Weist, Pakeswitz, Jakson y
Jones, 1998).

Conductas de retraimiento social: Con relación a este tipo de conductas, se puede


constatar que las personas con alto nivel de autoestima muestran pocas conductas de
retraimiento social, de aislamiento y timidez en las relaciones sociales.. ( Lawrence y
Bennett, 1992: Neto 1992).

Adaptación social: en líneas generales, los resultados de los estudios sugieren que los
sujetos con alto autoconcepto tienen buena adaptación social, y realizan más
conductas prosociales, de ayuda y de respeto social.

La autoestima se ha relacionado con una amplia variedad de psicopatologías


(Silverstone, 1991). Una búsqueda en el DSM-IV-TR muestra que el concepto de
autoestima aparece en 24 contextos diferentes diagnósticos, como criterio para el
trastorno, por ejemplo, la distimia, como criterio para los trastornos considerados para
su inclusión en futuras ediciones del DSM (por ejemplo, la fobia social) .

Trastornos del estado de ánimo: La mayor parte del gran número de asociaciones
entre autoestima y psicopatología incluyen los trastornos del estado de ánimo donde la
autoestima constituye un criterio diagnóstico en cada un de ellos. Una autoestima baja
de forma crónica o permanente es criterio diagnóstico para la distimia. La autoestima
baja, descrita como sentimientos de indignidad o excesiva e inapropiada culpabilidad,
se define como un criterio de depresión necesario para el diagnóstico de la depresión
mayor. Sentimientos de grandiosidad o una autoestima alta so criterios utilizados para
definir un episodio maniaco o hipomaniaco. Ambos son criterio diagnósticos cuando se
explora la inestabilidad del estado de ánimo en la ciclotimia y los trastornos bipolares.

27
La ciclotimia implica inestabilidad crónica del estado de ánimo y la autoestima mientras
que en el trastorno bipolar la autoestima se expresa mediante la variación entre la
completa falta de dignidad o valor propio a sentimientos de grandiosidad.

Existen varios diagnósticos nuevos que se quieren incluir en el DSM ( Apéndice B,


DSM-IV-TR) en los cuales existe una disfunción en la autoestima. Todos estos
diagnósticos están relacionados con síntomas depresivos e incluyen una baja
autoestima como criterio diagnóstico: síndrome depresivo postpsicótico de la
esquizofrenia, síndrome de depresión menor, breve trastorno recurrente de depresión,
trastorno de ansiedad y depresión combinada y trastorno de personalidad depresivo.

A pesar de todos estos hallazgos, realmente no se sabe con certeza si una afectación
de la autoestima es un factor de riesgo de los trastornos de ánimo, un indicador
empírico de estos o una consecuencia de este tipo de transtorno. ( Abela, 2002; Butler,
Hokanson & Flynn, 1994; Roberts & Monroe, 1999); Shahar & Davidson, 2003). Harter
(1999) dice que la autoestima puede ser ambas cosas: un factor de riesgo para los
estados de ánimo o una consecuencia de ellos, todo depende del tipo de individuo o de
las circunstancias de este.

Trastornos de personalidad: una disfunción en la autoestima es un criterio diagnóstico


y/o un elemento asociado al trastorno dependiente, evitativo, narcisista, antisocial, y el
trastorno histriónico. La baja autoestima es un criterio diagnóstico en el trastono de
personalidad dependiente y evitativa mientras que la grandiosidad o sentimientos de
alta autoestima es un criterio para el trastorno de personalidad narcisista y un
elemento asociado al trastorno de personalidad antisocial. La inestabilidad de la
autoestima es un elemento descriptivo y característico del trastorno de personalidad
histriónico. (Kuyken, Kurzer, DeRubies, Beck & Brown, 2001; Morris, Bradley, &
Western, 2003).

Trastornos de ansiedad: tener un cierto nivel de ansiedad no constituye un criterio


diagnóstico para ningún trastorno de ansiedad. Sin embargo, se considera la
autoestima como un factor relacionado y de gran relevancia para muchos trastornos
de ansiedad. Por ejemplo, se considera que los individuos que sufren de fobia social se
sienten hipersensibles a la crítica, a la evaluación negativa y tienen bajos niveles de
autoestima. Algunos trastornos de estrés postraumático también causan alteraciones
en la autoestima de los sujetos debido al efecto de la autoculpabilidad que amenudo se
genera en estos trastornos. La mayoría de los trastornos de ansiedad, includidos el
trastorno de ansiedad generalizada o el trastorno obsesivo-compulsivo, muestran una
alta comorbilidad con los trastornos del estado de ánimo y síntomas de baja
autoestima (Brown & Barlow, 2002; Morrison et al. 2003; Rasmussin & Eisen,1988).

Trastornos del espectro de la Esquizofrenia: La baja autoestima es un criterio


diagnóstico para el trastorno esquizoafectivo. Aunque la autoestima no es un criterio
para el diagnóstico de la esquizofrenia, la investigación con pacientes esquizofrénicos
muestra que estos sufren baja autoestima. Barrowclough, Tarrier, Humphreys, Ward,
Gregg, & Andrews (2003) la experiencia de recibir críticas sobre sus síntomas, provoca
en este tipo de pacientes el sufrimiento de una baja autoestima que su vez afecta en la
exacerbación de los síntomas.

Trastornos de la alimentación: problemas de autoestima son funciones asociadas en


los trastornos de la anorexia y la bulimia nerviosa. En este tipo de trastornos se
considera que la imagen corporal juega un rol central en la autoestima y los pacientes

28
muestran una imagen distorsionada relacionada con su autoestima. Es interesante
destacar que la evaluación de la apariencia física está altamente correlacionada con la
autoestima global en la población normal así como en este tipo de pacientes. (Harter,
1999 and O’Brien & Epstein 1988).

Otros trastornos: la autoestima es un problema asociado a un gran número de otros


trastornos incluyendo problemas de aprendizaje, trastorno desafiante, trastornos de
abusos de sustancias, trastornos de identidad de género, etc. La relación con este tipo
de diagnósticos con la autoestima es que a menudo se producen efectos
estigmatizadores sobre estos pacientes o cualquiera diagnosticado de un trastorno
psicológico. Estos efectos estigmatizadores sobre la autoestima son lo que la
correlación generalmente con tantos diagnósticos del DSM.

29
CAPÍTULO III: AUTOESTIMA Y COGNICIÓN

1. RELACIÓN ENTRE PENSAMIENTOS Y AUTOESTIMA

La conceptualización clínica cognitiva se centra en tres niveles de estructuración


psicológica que se entremezclan de un modo complejo: a) Nivel I: sintomático/
descriptivo, b) Nivel II: explicativo/preventivo; y c) nivel III: explicativo/promocional.
Lo que el sujeto piensa y las distorsiones cognitivas asociadas (Nivel I), el esquema
nuclear que ha desarrollado durante su vida (Nivel II) y los esquemas de segundo
orden (Nivel III), configuran la manera particular en que el sujeto se relaciona consigo
mismo, el mundo, las demás personas y el futuro.

Nivel I: el primer nivel trata de establecer las relaciones interactivo/funcionales que los
tres tipos de respuestas (cognitiva, emocional, y motora) tienen con el ambiente, y la
interacción entre ellas, haciendo especial énfasis en los pensamientos automáticos y
las distorsiones cognitivas.

El modelo de psicopatología en el cual se fundamenta la terapia cognitiva otorga a los


pensamientos automáticos (PA) y las distorsiones cognitivas (DC) un rol central en el
desencadenamiento y mantenimiento de emociones negativas como ansiedad,
depresión e ira (Beck, Emery y Greenberg, 1985; Bruch, 1997; Leahy y Holland, 2000;
Abramowith, Tolin y Street, 2001; Lundh y Wnagby, 2002). El efecto negativo de los
pensamientos automáticos y las distorsiones cognitivas se ha reconocido prácticamente
en todos los desórdenes mentales; por ejemplo: fobia social, ansiedad generalizada,
hipocondría, desórdenes de alimentación, abuso de sustancias, depresión, estrés
postraumático, trastornos bipolares, y trastornos de personalidad, entre otros (Calvete,
y Connor-Smith, 2005); Fehm y Hoyer 2004; Najavits, y col, 2004; Coles y
Heimberg,2005).

Es interesante destacar, tal y como afirma Beck (2000), que los pensamientos
automáticos disfuncionales y las distorsiones cognitivas casi siempre están asociados a
un contenido negativo y tienen una relación estrecha con el desarrollo de una
autoestima baja en los sujetos.

Los pensam ientos autom áticos:

Tal como sostiene Clark y Beck (1989), existen dos tipos de productos cognitivos que
son especialmente relevantes para los estados psicopatológicos: los pensamientos
voluntarios y los pensamientos automáticos. Los pensamientos atuomáticos son
involuntarios y repetitivos por naturaleza, y difieren de los pensamientos voluntarios en
el grado de control asociado con su ocurrencia. Los pensamientos automáticos son
intrusiones reflejas de la cuales el paciente no es consciente.

Clark, Beck y Alford (1999) señalan que los pensamientos automáticos son: (a)
pasajeros, (b) altamente específicos y discretos, (c) espontáneos, inmediatos e
involuntarios, (d) plausibles, (e) consistentes con el estado afectivo de ese momento o
con su personalidad, y (f) un representación sesgada de la realidad, incluyendo el sí
mismo.

J. Beck (2000) sostiene que los pensamientos automáticos constituyen un flujo de


pensamientos que coexisten con otros más conscientes. Los pensamientos automáticos
son comunes a todos, ya que la mayoría de nuestras acciones ocurren bajo un

30
procesamiento de tipo no controlado. La autora señala las siguientes características:
suelen ser breves e inmediatos, a menudo el paciente está más consciente de la
emoción que experimenta como consecuencia de sus pensamientos automáticos,
habitualmente estos pensamientos se aceptan sin reflexionar sobre ellos ni evaluarlos,
la emoción está desconectada de manera lógica con el contenido del pensamiento
automático. Debido a estas características, cualquier contenido que se encuentre en
este tipo de pensamientos referente al concepto de un mismo y la propia valía,
generan en el individuo que éste haga una estimación personal poco congruente con la
realidad, dando lugar, por lo general, a un bajo nivel de apreciación personal o
autoestima.

Alloy y Abramson (1998) hacen una diferencia entre “error cognitivo” y “sesgo
cognitivo”. Las distorsiones cognitivas ocurren cuando un juicio o un conclusión difiere
o es inconsistente con alguna medida comúnmente aceptada de realidad objetiva.
Mientras que los sesgos inferenciales son definidos como una tendencia a hacer juicios
de una manera sistemática y consistente, en determinado tiempo y situación, como por
ejemplo, desconocer constantemente los logros obtenidos porque pienso que soy un
fracasado. De manera similar, Harvey, Town y Yarkin, (1981) y Coyne y Gotlib (1983)
establecen diferencias entre sesgos y distorsiones cognitivas. Los sesgos son definidos
como una tendencia subjetiva a preferir una cognición dada sobre otras alternativas,
mientras que la distorsión es vista como una inconsistencia entre una hipótesis y los
hechos.

Aunque a veces ambos conceptos se superponen, en la teoría cognitiva moderna las


distorsiones cognitivas se vinculan con errores de pensamiento respecto a una realidad
objetiva consensuada (J.Beck, 2000; McMullin, 2000), mientras que los sesgos
cognitivos/ informacionales están más asociados al aspecto confirmatorio esquemático
(sesgo confirmatorio) del sistema de procesamiento de la información (Leahy, 2001), o
lo que es lo mismo: al proceso de economía cognitiva por el cual se ignora aquella
información que es inconsistente con los esquemas y resalta aquella que sí es
congruente con ellos.

Distorsiones cognitivas:

Las distorsiones cognitivas (DC) se refieren a la validez de los pensamientos


automáticos. Hasta qué punto están bien fundamentados (evidencia empírica o
teórica), son verdaderos o falsos y se desprenden de razonamientos erróneos. ( Beck,
1985; Taylor y Brown, 1994; Beck, 2001, Henriques y Leitenberg, 2002; Leahy, 2003).
Las distorsiones cognitivas serían entonces conclusiones o productos cognitivos ilógicos
o equivocados.

Las distorsiones cognitivas son frecuentes en la mayoría de trastornos psicológicos ya


que afectan a la forma que el sujeto tiene de percibir la realidad, generando en la
mayoría de casos emociones negativas y malestar intrapsíquico. En el caso de su
relación con la autoestima es esencial, ya que dichas distorsiones afectan a la forma en
que el sujeto piensa sobre si mismo, y en consecuencia la valoración que hace de él
mismo.

Las distorsiones cognitivas más frecuentes son:

31
1.Lectura de la mente: El paciente asume que conoce lo que los demás están
pensando y que tiene suficiente evidencia de ello (Por ejemplo: ella piensa que soy
poco atractivo, el piensa que soy un perdedor). Dejarse llevar por un tipo de
pensamiento erróneo acerca de una situación o la relación con otras personas, suele
ocasionar consecuencias negativas o desajustadas con la realidad, lo cual provoca en
la persona la necesidad de valorar su actuación como negativa y por tanto la
posibilidad de evaluarse negativamente.

2. Adivinar el futuro: El paciente predice el futuro en un sentido negativo, involucrando


fallas o peligro: (Por ejemplo: fallaré en la entrevista, nunca podré entrar en la
universidad). Esta dimensión esta referida a eventos o comportamientos donde el
afecto no está explícitamente involucrado. La predicción de un fracaso hace que el
sujeto se prepare para la realización de este, lo cual aumenta la posibilidad de que
este suceda en realidad y por tanto, se pueda confirmar la creencia personal de no ser
capaz de afrontar la situación. Este tipo de distorsión actúa como reforzante de
creencias negativas o de desvalorización personal.

3.Catastrofización: El paciente piensa que lo que sucederá será terrible e insoportable


que no será capaza de enfrentarlo. (Por ejemplo: seria terrible e insoportable que ella
me dejara). Como puede verse la catastrofización involucra el aspecto afectivo, lo mal
que se sentirá el paciente si el evento tiene lugar. Este tipo de pensamientos actúan
como generadores de ansiedad y desánimo en los individuos, elementos que les llevan
a la realización de evaluaciones erróneas sobre si mismos.

4.Maximizar/minimizar: El paciente se evalúa a sí mismo y a otros o a una situación y


se exagera lo negativo y minimiza lo positivo. (Por ejemplo: lo que logré no tiene
mérito, cualquiera lo hubiera hecho). Ante este tipo de pensamientos, es evidente que
un sujeto desarrolle baja autoestima, ya descarta los elementos reales que le producen
una estimación positiva de sí mismo, ya sea a nivel global o específico, y por el
contrario destaca aquellos aspectos de su persona que son desagradables.

5.Catalogar o etiquetar: El paciente asigna rasgos globales negativos a sí mismo y a


otro. (Por ejemplo: soy indeseable, él es una persona en la que no se puede confiar).
No se señala un comportamiento o pensamiento en particular, sino que se ataca a la
persona como un todo. Como decía, Lazarus (1980): No es lo mismo decir: “Robó una
vez”, a decir, “es un ladrón”. La etiquetación constituye uno de los pensamientos más
nocivos para el desarrollo de una autoestima saludable, ya que: a) el sujeto se evalúa
a partir de un único componente restandose características b) promueve la
inmutabilidad de ese atributo denotando cierta imposibilidad de cambio, c) influencia
las actuaciones de la persona, promoviendo el mantenimiento de la etiqueta y por
tanto, la imposibilidad de contrastar su realidad. Por lo general, las etiquetas que los
individuos se atribuyen son de carácter peyorativo y por tanto promueven una baja
autoestima.

6.Descalificar o dejar de lado lo positivo: El paciente considera lo positivo, de una


manera poco razonable, que las experiencias, logros o cualidades propias o ajenas no
valen nada. (Por ejemplo: “el éxito que tuve fue muy fácil, fue casualidad”, “ella me
dijo que le gusto porque teme herir mis sentimientos”.) Ante este tipo de pensamiento,
la persona desarrolla un autoconcepto forzadamente negativo de si mismo. La
consecuencia lógica de mantener este tipo de pensamientos es el desarrollo de una
baja autoestima, destacando el propio rechazo y sentimientos de poca valía o
capacidad.

32
7.Filtro mental negativo: El paciente se focaliza exclusivamente en los detalles
negativos y raramente descubre los positivos (Por ejemplo, “Cuando hablé en público
hubo un momento que me turbé, sigo con mi fobia social), y desconoce el hecho que
durante una hora la conferencia fue magistral. Esta distorsión fue llamada por Beck
(1983) abstracción selectiva. En términos informacionales, también se podrían analizar
el filtro mental negativo como un proceso más cercano al concepto de sesgo, tal como
es la atención focalizada, atención autofocalizada o hipervigilancia. Esta distorsión
dificulta el cambio de actitud respecto a uno mismo, potenciado el desprecio y la
crítica, ya que su valoración personal es independiente de las propias virtudes.

8.Sobregeneralización negativa: El paciente percibe un patrón global de negatividad a


partir de un simple y único incidente. O dicho de otra forma: el paciente llega a una
conclusión negativa que va mucho más allá de lo que sugiere la situación. (Por
ejemplo: “como no pasé la entrevista de trabajo, significa que nunca podré trabajar en
ninguna parte”). El efecto de este tipo de pensamientos sobre la autoestima semejante
al de la distorsión anterior. La persona se autolimita y castiga por sus errores,
permitiendo que estos le impidan ver el resto de atributos o conductas positivas que
realiza, generando de este modo desprecio hacia si misma. También le impide disfrutar
de las situaciones de la vida ya que sus recuerdos o percepciones se ven sesgados por
lo negativo convirtiendo sus experiencias en desagradables. Esto provoco en sujeto un
sensación de tristeza e insatisfacción personal.

9.Pensamiento dicotómico o del tipo “todo o nada”: El paciente ve la situación en dos


categorías en lugar de toda una gama de posibilidades intermedias o matices. (Por
ejemplo: “Si no soy el mejor de mi clase, soy mediocre” los buenos nunca se
equivocan”. Este tipo de pensamiento limita en exceso las posibilidades que el
individuo tiene para apreciar cualquier experiencia vital y también el modo que tiene
de valorarse. Este tipo de pensamiento promueve bajos niveles de autoestima ya que
reduce las posibilidades estimación personal al tener que forzar al sujeto a definirse a
partir de dos categorías opuestas. No conseguir el atributo adecuado lleva al sujeto a
tener que atribuirse forzosamente el opuesto negativo, lo cual constituye un
autoconcepto basado en la perfección o por lo contrario el fracaso.

10.Debo o tengo que: El paciente interpreta los eventos en términos de cómo piensa
que “deberían se las cosas” no teniendo en cuenta lo que es. (Por ejemplo: “debería
ser más disciplinado”, si no lo consigo voy a ser un fracaso”. El pensamiento
dicotómico está referido a evaluaciones extremas sobre determinados eventos,
mientras los “deberías” son exigencias para actuar, imposiciones absolutistas que
llevan directamente al comportamiento. El no cumplimiento de estos preceptos
convierten a la persona en algo que no desea ser, y por tanto, se forma un concepto
negativo de si mismo.

11.Personalización: Existe dos versiones: a) el paciente se culpabiliza por determinados


eventos negativos y falla al analizar que otras personas o variables ajenas a él también
pueden haber influido sobre dichos eventos. (Por ejemplo, “mi marido me dejó porque
yo era una pésima esposa, siendo el marido extremadamente infiel) y b) el paciente
cree que las demás personas tienen una actitud negativa hacia él o ella, sin tener en
cuanta otras posibles explicaciones de los comportamientos. (Por ejemplo, “mi jefe
está indiferente y antipático conmigo porque debo haber hecho algo que no le gustó”
cuando podría haber pensado simplemente que ese día el jefe se levantó de mal
humor). Ser el responsable de cualquier evento negativo conlleva un exceso de

33
culpabilidad innecesario en el sujeto, creando en él un sentimiento de vergüenza
respecto a su propia forma de ser. También genera actitudes de desconfianza personal
y desvaloración.

12. Echar la culpa: El paciente considera que otras personas son el origen o la causa
de sus sentimientos negativos y se niega a tomar la responsabilidad de su propio
cambio. (Por ejemplo, mi esposo es el culpable de que no haya podido estudiar,
cuando en realidad el hombre nunca se opuso.). Las persona que se dejan llevar por
este tipo de pensamiento se ven envueltos en conflictos continuos en sus relaciones
interpersonales y almacenan sentimientos de fracaso personal, dañando de este modo
su autoestima.

13. Comparación falsa: El paciente interpreta los eventos con estándares poco
realistas. Se focaliza primeramente en aquellos sujetos que son “mejores que él” en
algún aspecto y, obviamente, se siente inferior en la comparación. (Por ejemplo, yo
soy un fracaso porque mis amigos tienen mejores empleos”). Inevitablemente este tipo
de pensamientos conducen a una estimación personal totalmente sesgada y
peyorativa, promoviendo sentimientos de fracaso, inadecuación y frustración.

14. Orientación hacia el remordimiento o lo que podría haber sido y no fue: El


paciente se focaliza en la idea de que él podría haber tenido mejores resultados en el
pasado, más que prestar atención a su buen rendimiento en el aquí y en el ahora. (Por
ejemplo, podría haber tenido un trabajo mejor del que tuve). El paciente piensa que de
haber tenido la información oportuna que hoy posee, podría haber evitado
determinados resultados negativos. Esta distorsión impide al sujeto ajustar su valor a
las condiciones reales y actuales, otorgándose siempre una estimación inferior a la que
merece en realidad.

16. Razonamiento emocional: El paciente piensa que algo tiene que ser real porque él
así lo siente. En consecuencia, lo que guía su interpretación de la realidad son los
sentimientos más que la razón. Por ejemplo, si me siento un fracaso, lo soy. Este tipo
de pensamiento actúa tanto en un patrón de autoestima alta como baja, ya que
depende de las emociones del sujeto. No obstante, su efecto es negativo ya que lleva
al sujeto a una valoración personal que no está basada en la realidad.

17. Inhabilidad para desconformar: el paciente rechaza aquella evidencia o argumento


que puede contradecir sus pensamientos negativos. Por ejemplo, si el paciente siente
que es una persona rechazada y alguien le confiesa su amor, podría pensar que esa
persona debe tener algún problema para fijarse para fijarse en él. En realidad esta
distorsión funciona más como un sesgo o una inatención selectiva. Debido a que este
tipo de pensamiento rechaza los elementos que pueden provocar mejoras en el
concepto de un sujeto, su implicación en el mantenimiento de una baja autoestima es
evidente.

La teoría cognitiva afirma que el sistema mental humano está constantemente


evaluando, interpretando y analizando información interna y externa, y que por lo
tanto, es susceptible de cometer distorsiones, pero que dichas distorsiones son más
pronunciadas y sistemáticas debido a la activación de esquemas disfuncionales
específicos. (Burns, 1996, 1999; Riso, 2004).

34
2. CREENCIAS CENTRALES Y ESQUEMAS

Nivel II: en el segundo nivel se encuentran las creencias centrales o esquemas


nucleares del individuo, como el autoconcepto y esquemas sociales e interpersonales:
cómo me veo a mi mismo, como veo a los demás, las creencias trágicas que se
desprenden de dicha creencia central, las creencias compensatorias y las estrategias
de evitación y compensación aseguradoras. También se encuentran los principios de
economía cognitiva.

El significado del pensamiento automático se relaciona semánticamente y lógicamente


con el contenido del esquema nuclear, por la importancia que tiene para el sujeto. El
contenido informacional y/o afectivo se manifiesta en el pensamiento o y la
congruencia informacional entre esquema y producto. El significado personal es el
producto de una valoración sobre lo que el sujeto quiere y cree, es el concepto de sí
mimo, su representación. O dicho de otra manera, el contenido del pensamiento refleja
el valor esencial del esquema nuclear, lo hace asequible y lo traduce. Por ejemplo, si el
sujeto posee una baja autoeficacia, “No soy capaz”, su pensamiento tendrá elementos
conceptuales y valorativos relacionados con el sentimiento de incapacidad como: “soy
un desastre, seguro que fracasaré, no quiero fracasar de nuevo”). En otro caso, si el
sistema nuclear del paciente es: Soy débil, y “los demás son mis protectores”, el
significado de los pensamientos estará relacionado directamente con la temática del
abandono, la soledad y la protección. Por ejemplo, no soporto el abandono, necesito a
alguien más fuerte, me siento sólo, etc)

El esquema puede ser visto como una entidad organizacional cognitiva y estable, que
contiene todo el conocimiento acerca de uno mismo y el mundo (Hollon y Kriss, 1984).
En términos, más específicos, un esquema se refiere a una estructura cognitiva en la
que se representa la información referente a una particular categoría de personas,
objeto u eventos. (Taylor y Crocker,1981). El contenido de los esquemas no
necesariamente deber ser racional o correcto. Si los conceptos son erróneos, si las
experiencias personales se organizan más alrededor de vivencias negativas que
positivas, y las teorías o creencias se estructuran sobre la base de hechos falsos, el
esquema será disfuncional, y en consecuencia, los pensamientos y comportamientos
resultantes tendrán un carácter maladaptativo en la media en que no estarán
adecuados a la realidad.

Entre los esquemas de segundo nivel se incluyen los autoesquemas, es decir, los
esquemas acerca de nosotros mismo. Markus (1977) lo define como: generalizaciones
cognitvas acerca de uno mismo, derivadas de experiencias pasadas, que organizan y
guían el proceso de la información relacionada con uno mismo contenida en la
experiencia social del individuo. (pág. 64). Este autoesquema o esquemas de uno
mismo (Markus y Wurf, 1987), organizan la autopercepción y definen el autoconcepto.

El concepto de esquema nuclear, guarda similitud con el concepto de esquema


maladaptativo temprano. Young (1994) propone una terapia centrada en esquemas
cuyo núcleo principal son los esquemas maladaptativos termpranos., que define como:
“un patrón compuesto de memorias, emociones, cogniciones y sensaciones corporales
en relación con uno mismo, y las relaciones de uno con otras personas, que se
desarrollan durante la infancia o la adolescencia, elaboradas durante la vida del
individuo y disfuncionales en grado significativo”.

35
Estos esquemas tendrían su origen en la interacción entre unas necesidades
emocionales centrales no satisfechas en la infancia y las características
temperamentales, es decir biológicas e innatas, del niño, siendo cinco las necesidades
emocionales que se plantean como centrales: los afectos seguros con otras personas;
la autonomía, competencia y sentido de identidad; la libertad para expresar
necesidades y emociones válidas; la espontaneidad y el juego; y, los límites realistas y
el autocontrol.

Las dimensiones y principales esquemas desadaptativos tempranos también se


relacionan de forma directa con la formación del autoconcepto y la autoestima del
individuo. Si un sujeto forma su identidad a través de autoesquemas desapatativos,
tendrá un autoconcepto desfavorable y en consecuencia sus esquemas valorativos
también serán negativos. Las dimensiones y esquemas principales propuestos por este
autor son los siguientes:

Dimensión: desconexión y rechazo

Abandono/inestabilidad: se refiere a la creencia de que los demás no pueden darnos


un apoyo fiable y estable.

Desconfianza/abuso: El individuo espera que los demás lo hieran o se aprovechen de


él.

Privación emocional:refleja la creencia en que no lograremos nuestras necesidades de


apoyo emocional, sobre todo, en relación a la alimentación, la empatía y la protección.

Imperfección/ vergüenza: recoge la visión de sí mismo como antipático e indeseable


socialmente.

Aislamiento social: describe la creencia en que uno no es parte del grupo o la


comunidad, que uno está solo y que es diferente de los demás.

Dimensión: perjuicio en autonomía y desempeño

Dependencia/incompetencia: supone la creencia en que el individuo es incompetente y


está desamparado y por tanto, necesita la asistencia de los demás para funcionar.

Vulnerabilidad al daño o la enfermedad: hace que los pacientes esperen tener


experiencias negativas que no controlan, tales como crisis médicas, emocionales o
naturales.

Enmarañamiento: se encuentra en individuos que se relacionan demasiado con


personas significativas, a costa de su propio desarrollo, es decir, en aquellas personas
que no consiguen desarrollar una identidad individual segura, al margen de los demás.

Fracaso: refleja la visión de que el individuo ha fracasado en el pasado y continuará


haciéndolo, debido a una ausencia inherente de inteligencia, talento u otras
habilidades.

36
Dimensión: Límites inadecuados

Grandiosidad:a la creencia de que el individuo es superior a los demás, pudiendo llegar


a ser extremadamente competitivo o dominante.

Autocontrol insuficiente/autodisciplina: se encuentra en individuos que no demuestran


un autocontrol adecuado. Pueden ser impulsivos, tener dificultad con la autodisciplina
y tener problemas para controlar sus emociones.

Dimensión: tendencia hacia el otro

Subyugación: supone abandonar el control a causa de sentimientos externos de


coerción. Estos individuos esperan que los demás sean agresivos, revanchistas, o los
abandonen si expresan sus necesidades o sentimientos, por lo que las suprimen.

Autosacrificio: aparece en individuos que descuidan sus propias necesidades de


manera que pueden ahorrar el dolor a los demás.

Búsqueda de aprobación/búsqueda de reconocimiento: aparece en individuos que


quieren ganar la aceptación de los demás, a costa del desarrollo de su propia
identidad.

Dimensión: sobrevigilancia e inhibición

Negatividad/pesimismo:refleja la atención sobre los aspectos negativos de la vida, así


como la expectativa de que nada irá bien. Estos individuos se caracterizan por un
pesimismo omnipresente, tristeza y preocupación.

Control excesivo/inhibición emocional:se encuentra en individuos que evitan la


espontaneidad para mantener la sensación de que preveen y controlan sus vidas o
para evitar la vergüenza.

Normas Inalcanzables: recoge la creencia en que uno debería cumplir con reglas
rigurosas de actuación, autoimpuestas, normalmente para evitar la crítica.

Condena: recoge la visión de que los individuos deberían ser fuertemente castigados

La presencia de este tipo de esquemas en la vida de una persona son determinantes


para el desarrollo de una baja autoestima. Si el autoconcepto de un individuo se forma
a partir de tales esquemas negativos, sus pensamientos, sus conductas y emociones se
verán afectadas por un concepto negativo de si mismo, tal y como sucede, por
ejemplo, en los trastornos de personalidad. Aunque sin la necesidad de desarrollar este
tipo de patología, cierto es que la presencia de alguno de estos esquemas afectaran de
manera nociva y directa a la autoestima de la persona.

Nivel III: integra esquemas de segundo orden que, al interactuar entre sí, conforman
un sistema complejo y abstracto de significados o un modo integrado e idiosincrático
de procesamiento de la información. El tercer nivel consta de cuatro esquemas de
segundo orden: esquemas ideológicos/conceptuales. (Norman 1989; Lega Caballo y
Ellis; Durán, 2001), esquemas valorativos (Koening, 1998); Lazarus, 2000, Ros y
Gauvela, 2001; Camps, 2003, Cortina, 2003; Leahy, 2003), esquema motivacionales
superiores ( Beck 1996: Greenberg, Rice y Elliot, 1996; Clark , Beck y Alford, 1999),

37
Reeve, 2003) y esquemas constructivos (Clark, Beck y Alford, 1999); Ellis 1999);
Fernández-Ríos y García-Fernandez, 1999); Ellis y Abahms, 2000; Becoña y Oblitas,
2004). El tercer nivel tiene implicaciones directas sobre el esquema nuclear (Nivel II).

La relación del pensamiento con los esquemas de segundo orden es similar a la que se
establece con el esquema nuclear, pero la articulación con ellos no sólo es de
significado, sino también de lógica deductiva. Por ejemplo, ser racista, (un estereotipo
o prejuicio, es decir, una generalización sin fundamento) podría llevar la sujeto de lo
general a lo particular a través de un simple silogismo. Por otro lado, los esquemas
motivacionales superiores establecen relaciones combinadas y complejas o con el
pensamiento: de significado, de lógica, pero también afectivas o de gusto.

Finalmente, hay que tener en cuenta que un mismo evento puede adquirir
connotaciones distintas según sea el nivel en que se analice e intervenga. Por ejemplo,
una distorsión cognitiva puede actuar como un factor precipitante en el Nivel I o puede
tomar la forma de sesgo cognitivo o relacionarse con la autopercepción que surge del
principio de economía cognitiva en el nivel II. Todos los niveles cognitivos se
relacionan entre sí y condicionan la forma en que el sujeto se percibe, describe,
entiende y valora; y por tanto el grado de estima personal que tiene hacia si mismo.

38
3. MODELO COGNITIVO DE LA AUTOESTIMA BAJA

Se considera que el modelo cognitivo para el tratamiento de problemas de estado de


ánimo es de relevante importancia para la comprensión de la baja autoestima. Desde
el modelo cognitivo se cree que la esencia de la afectación de la autoestima o baja
autoestima reside en las creencias centrales negativas y globales sobre el yo, las
cuales se derivan de una interacción entre los factores temperamentales innatos de la
persona y las experiencias vitales, por ejemplo, rechazo, abuso, duelo o ausencia de
suficiente afecto, cariño o alabanzas.

El modelo cognitivo de los problemas emocionales de Beck, ( Beck 1976) propone que
mediante las experiencias de la vida, las personas se forman conclusiones (creencias y
presupuestos) sobre ellos mismos, las otras personas y el mundo (factores de
predisposición). Cuando las experiencias son negativas, las creencias que nos
formamos de ellas también son negativas. Algunas de las creencias centrales son
descripciones sobre como nos parecen que son las cosas: por ejemplo, “no soy
bueno”, “no se puede confiar en la gente”, “ la vida es un problema”. Estas creencias
son experimentadas como normas sobre hechos, en vez de opiniones formadas a
través de la experiencia. Otras creencias o presupuestos disfuncionales se parecen más
a normas de vida, patrones de conducta o normas y regulaciones que permiten a la
persona funcionar en el mundo, en función de la veracidad percibida de las creencias
centrales. Por ejemplo, “debo hacer todo lo mejor posible, no importa cuanto cueste”.

Mientras tuvieron lugar en el pasado, o tienen en el presente, la experiencia de


situaciones negativas que nos llevan a conclusiones negativas acerca de nosotros
mismos, el instinto de protección actúa generando esquemas cognitivos. Para
garantizar nuestra bienestar y para mantenernos en funcionamiento, empezamos a
desarrollar hipótesis, reglas y directrices sobre como vivir nuestras vidas que ayudan a
proteger nuestra autoestima.

Cuando se está convencido de declaraciones negativas acerca de nosotros mismos, no


es de extrañar que nos sintamos muy mal con nosotros mismos y tenga lugar la
experiencia de emociones negativas fuertes. La creación de normas de conducta y
actitudes que la persona se forma tiene el objetivo de protegerla ante las creencias
negativas que previamente se ha formado de si misma. Por este motivo, cada persona
crea su sistema de creencias que le protege de experimentar dichas sensaciones de
malestar, pero que a su vez guiarán su forma de comportarse e interpretar cualquier
situación. (Estas normas son las creencias centrales o esquemas que se han explicado
en el apartado anterior.)

Los supuestos disfuncionales funcionan como vías de escape que permiten a la


persona sentirse más o menos feliz consigo misma, mientras que ésta es capaz de
cumplir aquello que indican (ser perfecto, sentirse amado, tener el control, etc.) Sin
embargo, la sensación de bienestar y confianza personal del individuo son débiles ya
que los presupuestos disfuncionales generan un tipo de conducta acorde a ellos y no
permiten que sean modificados. En realidad, si aparentemente las cosas pueden
parecer ir bien en la superficie, las creencias centrales negativas siguen influenciado al
individuo y condicionando tanto su comportamiento como su forma de valorarse.

A pesar de que estas normas de vida o actitudes pretenden preservar la autoestima,


no es cierto, ya que contribuyen al mantenimiento de las creencias o esquemas
disfuncionales a cerca del sujeto. Es por ello que estas reglas, supuestos y el

39
comportamiento que se deriva se consideran disfuncinales, porque sirven para
mantener las creencias centrales negativas. La trampa, o engaño de estas normas
reside en que una persona puede sentirse bien por haber cumplido con las reglas, pero
se mantiene una baja autoestima de forma latente.

La literatura también propone que los pensamientos negativos centrales también se


mantienen a través de dos procesos complementarios: las percepciones sesgadas y las
interpretaciones sesgadas (Padesky, 2004). Tener percepciones sesgadas significa que
la información que no es consistente con las creencias preexistentes tienden a ser
ignoradas, no tenidas en cuenta o olvidadas fácilmente. Por lo contrario, la información
que es coherente con las creencias preexistentes son rápidamente percibidas,
procesadas y almacenadas. La interpretación sesgada implica que la información que
recibimos es distorsionada para que encaje en le marco de nuestras creencias o
pensamientos previos. Por lo tanto, si un sujeto se siente indigno, toma los elogios
como insinceros y cualquier problema que tenga lo atribuye su incompetencia.

Todo funciona bien hasta que el sujeto se encuentra con un suceso o una serie de
circunstancias (factores precipitantes) en los que la persona no es capaz de llevar a
cabo el cumplimiento del la norma o el presupuesto disfuncional. Por ejemplo, alguien
perfeccionista fracasa en una tarea importante. Esto lleva a la activación del sistema
de creencias, activando pensamientos automáticos, distorsionados y negativos. Estos
pensamientos se activan en la mente sin responder a un proceso de reflexión o
razonamiento. Son negativos a nivel emocional y contienen exageraciones y sesgos
cognitivos. Por ejemplo, sobregeneralizar a partir de incidentes específicos o llegar a
conclusiones generales a partir de situaciones concretas.) Los pensamientos
automáticos afectan directamente al estado de ánimo, al estado físico y al
comportamiento. Alguien perfeccionista que ha fallado se puede sentir ansioso y
deprimido, experimentar sentimientos de estrés y empezar a trabajar o hacer las cosas
mal después de un fracaso. Este tipo de experiencias emocionales también constituyen
al mantenimiento de las falsas creencias junto con los comportamientos disfuncionales.

Cunado esto sucede, llamamos a esas situaciones "situaciones de riesgo" para la


autoestima. Éstas son situaciones donde las reglas y los supuestos corren el riesgo de
ser rotos, es decir, la persona no puede o tendrá grandes dificultades para cumplir las
reglas o evitar sus suposiciones. Hay que tener en cuenta, que las situaciones de
riesgo siempre van ha surgir debido al carácter de las normas y supuestos, ya que son
poco realistas, extremas, e inflexibles. Por lo tanto, debido a la rigidez y la exigencia de
esas normas o presupuestos internos, su cumplimiento es bastante difícil, siendo muy
vulnerables a su quebrantamiento. (Fenell,J. 1998).

Lo que sucede cuando nos enfrentamos a una situación de riesgo es que la


autoestima baja que permanecía en estado latente, se convierte en activa. Cuando la
persona se encuentra con una situación de riesgo, sus creencias centrales negativas
sobre si misma se activan e influyen en la forma que piensa, se comporta, y la
sensación de la situación. Además, cuando una creencia central negativa se activa en
una situación de riesgo, es probable pensar que las cosas salen mal y la persona se
convierte en extremadamente crítica de sí misma. Tienen lugar dos tipos de
pensamientos: autoevaluaciones negativas y las expectativas sesgadas.

Los incidentes críticos que llevan a la persona a creer que puede y debe cumplir con
los requisitos de los presupuestos, producen la aparición de estas expectativas o

40
predicciones negativas, que a su vez generan síntomas de ansiedad. Estas sensaciones
de ansiedad a su vez producen nuevas predicciones negativas, por ejemplo, voy a
perder el control, que generan una actuación o comportamiento totalmente disruptivo.
Además, la persona se inicia en una cadena de conductas desadaptativas como puede
ser la evitación o conductas de autoprotección para evitar dichas predicciones
(Salkovskis, 1991). Estas conductas están diseñadas para evitar que las predicciones se
hagan realidad, pero de hecho, contribuyen a la persistencia del problema. Incluso si
la persona observa que todo ha salido bien, las creencias negativas llevan al sujeto a
atribuir que el éxito es resultado de la casualidad o que el fracaso se ha conseguido
evitar por muy poco.

Desafortunadamente, los cambios en el estado de ánimo y en las sensaciones


corporales y los intentos por cambiar la situación se convierten en una
retroalimentación para el mantenimiento de los pensamientos negativos (factores de
mantenimiento). A modo de ejemplo, el bajo estado de ánimo de una persona
perfeccionista hace que ésta piense de forma más negativa, y si sus intentos por
esforzarse a trabajar más duro se convierten en un incremento de la fatiga y la presión
hace que se confirme su sensación de fracaso. Esto constituye un círculo vicioso que se
va aumentando y poco a poco y resulta difícil de romper sin ayuda de un profesional.

41
CAPÍTULO IV: TRATAMIENTO DE LA ATUOESTIMA

1. LA IMPORTANCIA DE SU TRATAMIENTO

La autoestima está presente en la forma en que la persona actúa, piensa y siente y su


relación con el bienestar del individuo es evidente. No obstante, se podría cuestionar si
son estos factores suficientes para la necesidad de un abordaje terapéutico dirigido
exclusivamente a la autoestima, o ésta debe ser tratada como un elemento incluido en
el tratamiento de un trastorno psicológico que afecta al paciente.

En relación a esta idea, existen varios motivos que impulsan a considerar que se puede
realizar un abordaje específico sobre la autoestima y que sus consecuencias son
favorables en el contexto clínico.

En primer lugar, la evidencia de que muchos clínicos han desarrollado programas que
son específicos para el desarrollo de la autoestima (McKay & Fanning, 1992); Mruk,
1995; Newns, Bell, & Thomas, 2003). Así mismo, los terapeutas cognitivos enfatizan el
trabajo de la modificación de las creencias sobre el yo (Beck, 1995), incluyendo el
trabajo con los esquemas o creencias centrales tales como “No soy apreciado”, no
puedo trabajar solo” “Soy malo” (Young, 1994). Por lo que en la restauración de las
creencia negativas de los pacientes sobre sí mismos, inciden directamente en el trabajo
sobre el autoconcepto y la autoestima.

En segundo lugar, algunos autores (Geller, Vohs 2001, Bardone, Zaitsoff, &
Srikameswaran,2002), sugieren que la mejora de la autoestima es un objetivo
prioritario para la consecución de otros fines terapéuticos. Por ejemplo, ayudar al
cliente a sentirse suficientemente valioso y competente como para intentar un cambio
conductual. En muchos casos, uno de los retos que tiene el terapeuta para poder llevar
a cabo intervenciones con cierto tipo de pacientes o patologías es adherirlo al
tratamiento, debido a que el paciente no se siente capaz de superar el problema, o de
hacer aquello que requieren las pautas terapéuticas. La autoestima es en estos casos,
un elemento necesario para el cambio y la mejora del paciente.

En tercer lugar, se puede tratar a paciente cuya demanda o problema es una baja
autoestima como medida de prevención de otra problemáticas más graves. Como ya
vimos en el segundo capítulo, el déficit de autoestima está relacionado con muchos
trastornos psicológicos, siendo en algunos de ellos incluso un factor diagnóstico, por lo
que un trabajo específico sobre la baja autoestima puede beneficiar a muchos
pacientes y evitar que desarrollen trastornos del estado de ánimo (Schmitz, Kugler, &
Rollnik, 2003).

42
2. CARACTERÍSTICAS DEL TRATAMIENTO DE LA AUTOESTIMA

El tratamiento está diseñado para abordar los elementos fundamentales del modelo
cognitivo de la baja autoestima de forma sistemática. Como con en la ansiedad y la
depresión, la terapia se inicia normalmente con un enfoque sobre los factores de
mantenimiento, la identificación, la interrogación o cuestionamiento de las creencias/
pensamientos disfuncionales, la comprobación de las cogniciones que impulsan el
círculo vicioso (es decir, las predicciones negativas y pensamientos de autocrítica) a
través de una combinación de métodos cognitivos y conductuales.

La terapia cognitiva para la baja autoestima integra conceptos y métodos de corto


plazo validados que funcionan con la ansiedad aguda (Beck et al, 1985) y depresión
(Beck et al., 1979) y los hallazgos recientes contrastados mediante experimentación e
intervención en el tratamiento de los trastornos de la personalidad (Beck et al, 1990).
El enfoque central del trabajo cognitivo conductual se fundamenta en examinar de que
manera los presupuestos disfuncionales son irracionales y desfavorables. Para ello se
intentan formular opciones más realísticas y funcionales, e intentar ponerlas en
práctica en las situaciones cotidianas del día a día. Finalmente, el objetivo es modificar
las creencias centrales negativas sobre el yo que según el modelo influencian la baja
autoestima con tal de potenciar en el paciente la creación de autoaceptación.

El tratamiento debe trabajar hacia la reducción del enfoque del paciente hacia si
mismo y su preocupación sobre su valía, es decir, que el terapeuta debe ayudar al
cliente a reducir la influencia que tienen las evaluaciones negativas que hace de si
mismo. (Crocker & Park, 2004). Este aspecto es fundamental, cuando se trabaja el
fortalecimiento de la autoestima en pacientes que cursan otros trastornos como la
depresión, ya que suelen ser muy rumiativos y se centran en si mismos.

Otro aspecto que señala la investigación característico del trabajo en autoesmia es el


énfasis de la aceptación. El paciente debe aprende a aceptar y a tolerar aspectos de sí
mismo que rechaza más que trabajar para cambiarlos. (Hayes, Strosahl, & Wilson,
1999); Linehan, 1993); Segal, William & Teasdale, 2002). Este proceso debe incluir la
habituación a sensaciones personales internas como sentimientos de culpabilidad,
incompetencia. Además, se debe trabajar hacia la dirección de la creación de un
autovalía positiva, algo que a muchos pacientes tienen problemas para alcanzar.

Cuando la autoestima se convierte en el centro del tratamiento, es importante que el


terapeuta explore la naturaleza de la baja autoestima en el paciente y el impacto a
nivel funcional que está tiene sobre su vida. Un aspecto fundamental para el
tratamiento será un análisis funcional sobre como los problemas de autoestima y sus
conductas relacionadas afectan la vida del cliente. Por ejemplo: saber si el paciente
verbaliza sus creencias negativas, en que situaciones los comportamientos de baja
autoestima suelen ocurrir.

Como se sabe, la autoestima no es un concepto unitario, sino que tiene una naturaleza
multidimensional, y por tanto esta perspectiva es fundamental en el ámbito clínico. Por
ejemplo, Greenberg, Kernis y Washcull (1995) consideran que la autoestima de un
paciente se puede mejorar actuando sobre distintas causas. El tipo de abordaje
terapéutico para la afectación de la autoestima causada por un ambiente altivo y hostil
donde el paciente se encuentra normalmente sometido a evaluaciones será distintito al
tratamiento de una baja autoestima causada por un autoconcepto empobrecido. Esta
característica es la que hace que el tratamiento de la autoestima no sea estandarizado.

43
3. COMPONENTES ESENCIALES DEL TRATAMIENTO

A pesar de no poder establecer un tratamiento estandarizado sobre la autoestima por


su naturaleza multidimensional, sí que se pueden destacar elementos esenciales que
deben incluirse en dicho tratamiento, ya que su incidencia sobre la mejora de la
autoestima cuenta con evidencia empírica.

A continuación, se recogen aquellos elementos que han sido verificadas empíricamente


como efectivos y esenciales en el tratamiento cognitivo conductual de la autoestima.

Psicoeducación:

Los hallazgos muestran que tanto a nivel de tratamiento individual como programas
grupales de fortalecimiento de la autoestima, uno de los aspectos que más inciden en
el paciente es la educación sobre ésta. Este objetivo siempre se trabaja en dos fases:
la fase de conocimiento y la fase de focalización.

En la fase de conocimiento se explora el idea que el paciente tiene sobre autoestima


como concepto y las creencias asociadas. De este modo se pude detectar y corregir la
falacia de la autoestima, es decir, la espera cambios repentinos en la conducta y en las
actitudes tales como el abandono de adicciones o la cura de enfermedades tan solo
por aumentar la autoestima. Por este motivo, la presentación de una definición
adecuada sobre la autoestima y algunos de sus efectos reales sobre el bienestar del
individuo suelen ser factores necesarios para el tratamiento.

En segundo lugar, la fase de focalización consiste en hacer ver al paciente la relación


existente entre su autoestima, normalmente deficitaria, y ciertas conductas
disfuncionales, pensamientos negativos, actitudes desfavorables y sensaciones de
malestar. Establecer esta relación ayudará tanto al paciente como al terapeuta, en el
abordaje de todos los factores que se tengan que tratar durante la terapia.

Aceptación y atención:

A partir de los hallazgos sobre los factores familiares y sociales que influyen sobre la
autoestima, vemos que el modo en que somos tratados por los otros puede afectar el
desarrollo de nuestra autoestima. Ser aceptado y atendido (o no serlo) debería
constituir una parte importante en cualquier programa de fortalecimiento de la
autoestima. Los terapeutas cognitivos y conductuales tienden a entender la aceptación,
la atención y confianza como la elaboración del rapport. ( Sappington 1989).

Las actitudes fundamentales de crianza y bienestar potencian el tipo de entorno e


interacción que favorece el crecimiento humano y el desarrollo en general, incluido el
de la autoestima. Evidentemente, la aceptación y la atención terapéutica son
probablemente necesarias pero no suficientes, porque cualquier terapeuta o programa
que no haga uso de ellas fracasará. Además, el sólo hecho de tratar a una persona que
padece autoestima baja con el debido respeto y compasión puede constituir una
experiencia terapéutica poderosa, porque el individuo está más familiarizado con el
rechazo que con la aceptación y con el desinterés que con la atención. Por este
motivo, en la relación terapéutica, el profesional debe ser un ejemplo o modelo de
aceptación y atención que el paciente debe desarrollar consigo mismo. Sentirse
aceptado y atendido por parte del psicólogo es un elemento relevante en el

44
tratamiento de pacientes con baja autoestima ya que se les muestra un tipo de
interacción y actitud positiva hacia ellos.

Sin embargo, es erróneo pensar que la atención, aceptación, y confianza


indisciplinadas es todo lo que se requiere para fortalecer la autoestima o para
desarrollar un programa satisfactorio. La aceptación, por ejemplo, significa aprobar al
individuo pero no toda su conducta, particularmente la asociada con la baja
autoestima. La atención por el bienestar del paciente no implica asumir la
responsabilidad de la su conducta sino demostrarle que tiene recursos para poder
mejorar.

Feedback:

Dos tipos de feedback parecen ser los más importantes en relación al desarrollo de la
autoestima. La información sobre nuestra conducta y sobre nosotros mismos que
proviene de los otros (o del entorno social general) se denomina feedback externo o
interpersonal. El feeback interno es el que proviene de nuestra propia experiencia,
especialmente de las evaluaciones que hacemos de nuestra propia conducta y de
nosotros mismos. Ambos tipos de información desempeñan un importante rol en la
regulación de nuestras acciones, pero el último es más importante su fuerza afectiva
es mayor y más difícil de evitar.

Hay buenas razones, y algunas pruebas las confirman, para creer que proporcionar
sistemáticamente feedback positivo (afirmativo) a las personas sobre sí mismas o sus
conductas es otra forma de potenciar la autoestima (Bednar, 1989; Bhatti, Derezotes,
Kim & Sprecht, 1989, Frey & Carlock, 1989). El feedback positivo debe estar basado en
una percepción positiva genuina o debe estar vinculado a la realidad de la conducta del
cliente de algún modo identificable para que sea útil. La idea de usar feedback para
modificar la autoestima es parte de la teoría y de la práctica del enfoque cognitivo del
cambio. El feedback positivo no es sólo parte del origen de la autoestima, sino que
impulsa también la profecia de autocumplimiento que la mantiene.

R eestructuración cognitiva :

Además del feedback ajeno que afecta a la identidad y estima, las personas también se
autoadministran con feedback. Desde el enfoque cognitivo conductual, cada uno de los
pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos genera un feeback que, como ya
hemos visto, influencia en el desarrollo de nuestra autoestima.

Utilizar técnicas de reestructuración cognitiva puede aumentar la autoestima de dos


maneras. En primer lugar interrumpe los vínculos establecidos entre pensamiento,
sentimientos y actuación negativa que crean y mantienen la autoestima baja. Esto
significa que puede producirse un aumento del merecimiento porque la persona se
libera en cierto grado de un pasado negativo. En este sentido, la persona se libera de
las profecías de autocumplimiento del pasado. En segundo lugar, el emparejamiento
de tal disrupción con percepciones más realistas y exactas ofrece al individuo una
oportunidad para responder de modo más apropiado y fortalecer la autoestima. De
esta forma se pueden adquirir hábitos de percepción, pensamiento, experimentación y
actuación, cuyo efecto se incrementa con la práctica. Con el tiempo, el trabajo conduce
a la formación de circuitos positivos de autoestima y gratificantes que sustituyen a los
negativos.

45
La reestructuración cognitiva es uno de los aspectos más importantes del tratamiento
ya que los pensamientos que tiene un individuo sobre si mismo condicionan todas sus
actuaciones y sentimientos hacia él. Además, tal y como muestra el modelo cognitivo
sobre la autoestima, es necesario cambiar las creencias centrales, o esquemas que el
sujeto tiene, ya que sin este proceso, las reglas y presupuestos que tenga influenciarán
tanto en el mantenimiento de una autoestima baja latente o una autoestima baja
activándola ante cualquier situación de riesgo. Por otro, lado, la reestructuración
cognitiva es esencial para la formación de un autoconcepto adecuado.

M om entos naturales de autoestim a:

Las investigaciones que estudian el modo en que las personas viven la autoestima en
la vida real, indican que la autoestima puede modificarse significativamente sobre todo
en periodos de transición natural (Epstein,1979; Harper, 1993) o en ciertos momentos
cruciales (Jackson, 1984; Mruk, 1983).

La mayoría de autores son partidarios de ayudar a las personas, directamente o


indirectamente, a aumentar su conciencia sobre el rol que desempeña la autoestima en
sus vidas (Branden, 1979; Frey &Carlock, 1989). La idea básica tras este esfuerzo de
despertar la conciencia (un elemento terapéutico o psicoeducativo en sí mismo) es que
una vez las personas vean cuán válido es el recurso de auto-estima, apreciarán más la
necesidad de manejarla con efectividad. Llevar un diario de la propia auto-estima y ver
cómo influye ésta sobre la propia vida es una técnica que puede ser usada para
aumentar tal conciencia (Epstein, 1979, Frey &Carlock, 1989).

Es necesario entender que sólo la conciencia no es suficiente porque la autoestima


también requiere competencia. Es deseable emparejar una mayor conciencia sobre la
importancia de la autoestima con retos vitales reales para que se produzca un
incremento de la competencia y por lo tanto, el cambio. Tales intervenciones han sido
documentadas mediante el empleo de métodos conductuales de resolución de
problemas(Pope, 1989).

Entrenam iento asertivo:

El entrenamiento asertivo, basado en el conocimiento de los propios derechos y el


modo de ejercitarlos apropiadamente, puede ser usado para fortalecer la autoestima.
(Bhatti, 1989, Frey & Carlock, 1989). Dotar al paciente de recursos para interactuar de
forma adecuada ante las situaciones sociales, le proporcionará una gran fuente de
refuerzo que le obligará a modificar los esquemas o creencias negativas que tenga
respecto a esta área.

Por otra parte, sabemos que disponer de la capacidad par defender los propios
derechos o valores se relaciona como un fuente básica de autoestima en para el
individuo. Además, defender los derechos puede también limitar el impacto de factores
que reducen la autoestima. La asertividad ayuda a evitar situaciones que dañan la
autoestima, a decir “no” al tratamiento de las otras personas o a abandonar relaciones
pobres con más facilidad. Por estos motivos, incorporar el entrenamiento en
habilidades sociales o asertividad a un tratamiento de autoestima es necesario,
siempre que el paciente presente déficits o problemas respecto a alguna dimensión de
la autoestima o el autoconcepto social.

46
R esolución de problem as:

La mayoría de programas de fortalecimiento de autoestima se basan en la idea de que


la autoestima nos ayuda a enfrontar con mayor efectividad los retos de la vida.
(Sappigon 1989) Igualmente muchos programas incluyen actividades destinadas a
ayudar a las personas a alcanzar metas personales como forma de aumentar la
autoestima porque tales éxitos producen ese efecto. Estos éxitos se vinculan a las dos
fuentes de autoestima más estrechamente vinculadas con la competencia: la
percepción de autoeficacia y la autoconfianza. Superar situaciones con éxito significa
tener cierta influencia sobre éstas y alcanzar metas significativas es fruto del esfuerzo,
por lo que provoca satisfacción y a su vez, esto aumenta la autoestima.

Una forma de aumentar las habilidades de manejo y de facilitar el desarrollo de


conductas que favorecen la posibilidad de éxito, consiste en ayudar a las personas a
resolver mejor sus problemas. ( Bednar, et al, 1989, Pope, et al 1988). La autoestima
puede mejorase notablemente una vez que esta capacidad ha sido adquirida.

En primer lugar, saber resolver mejor los problemas aumenta la probabilidad de tener
éxito en cualquier comprensión dada, y un mayor éxito potencia la autoestima porque
la autoestima es el reflejo de la competencia. En segundo lugar, aunque una mejor
planificación no sea garantía de éxito, reduce ciertamente la probabilidad del fracaso.
Reducir los fracasos también es positivo para la autoestima, particularmente en
relación a proyectos o actividades significativas. En tercer lugar, la técnica es flexible.
Podemos seleccionar un área determinada que sea especialmente problemática para el
cliente y ayudarle a desarrollar una estrategia realista de resolución de problemas
teniendo en cuenta sus puntos fuertes y débiles.

La autodescripción

La relación entre el concepto que un paciente tiene de sí mismo y la valoración que


hace de sí mismo es directa, ya que si su concepto es negativo se valorará peor que si
tiene un concepto positivo. Las personas con baja autoestima se no se perciben con
claridad a sí mismas, es decir, no se suelen describir con exactitud.

Una autoevaluación precisa supone dos cosas: 1) reconocer y recordar las virtudes y 2)
describir con precisión las debilidades, de forma específica y no peyorativa. Este
segundo aspecto exige un compromiso fundamental por parte del cliente, ya que debe
evitar sus autocríticas. Está comprobado que las descripciones que hacen los
pacientes de si mismos cuando tienen una autoestima baja están sesgadas. Tienden a
detectar más defectos que virtudes, minimizar los aspectos positivos o descalificarlos
con razonamientos erróneos (McKay & Fanning, 1991). A veces incluso, niegan la
existencia de características positivas que tienen en realidad, lo cual hace que se tenga
que incidir en el trabajo del autoconcepto. El resultado habitual de este tipo de reflejo
distorsionado es una fuerte sensación de insuficiencia, a raíz de una desfavorable
comparación con las personas que le rodean.

La creación de un concepto real y adecuado implica varias fases y se trabaja


juntamente con la reestructuración cognitiva ya que las distorsiones de pensamiento y
las creencias disfuncionales son el fundamento de la auotesdescripción sesgada. Para
elevar la autoestima, es necesario que el paciente se perciba con un equilibrio entre las
cualidades y debilidades, por este motivo se trabajan sobre ambas.

47
Existen muchas técnicas que el terapeuta puede utilizar para llevar a cabo este tipo de
descripción, pero los objetivos y aspectos a trabajar siempre son los mismos: conseguir
que la descripción del paciente contenga aspectos positivos y que cree en ellos; que el
paciente otorgue el valor adecuado a sus debilidades y sepa asimilarlas de forma
constructiva; rechazar autoevaluaciones negativas irracionales y añadir positivas o
reales; que las diferentes áreas donde el paciente presenta dificultades se vean
afectadas por la nueva descripción.

Éstos son los elementos necesarios para un abordaje terapéutico adecuado sobre la
autoestima, a continuación mostraremos las fases en que éstos elementos se
combinan para su mayor eficacia.

48
4. FASES DEL TRATAMIENTO DE LA AUTOESTIMA

Del mismo modo que existen muchas definiciones sobre autoestima, también existen
numerosos programas que trabajan sobre el desarrollo la autoestima, cuyo contenido y
secuencia varía el uno del otro. La decisión final de cómo debe ser dicho tratamiento
depende del terapeuta y de los objetivos específicos que quiera alcanzar. No obstante,
tanto el diseño de un programa de fortalecimiento de la autoestima como un
tratamiento clínico de ésta, pueden resultar de mayor eficacia si se distribuyen las
técnicas en un orden determinado.

A continuación se describen las fases esenciales que debe seguir un tratamiento sobre
la autoestima para que se puede generar el cambio terapéutico adecuado en el sujeto
y que además éste sea capaz de hacer frente a las fluctuaciones de autoestima una
vez el tratamiento se haya acabado.

Fase de psicoeducación:

En primer lugar, un tratamiento sobre autoestima que pretenda ayudar al paciente a


valorarse de forma adecuada, debe contener un espacio donde el terapeuta enseñe al
cliente o los clientes los principios básicos sobre la autoestima y la forma de utilización
de las técnicas.

En relación a esto, es necesario que el terapeuta transmita un conocimiento científico


sobre el concepto de autoestima y que se destapen todas las falsas creencias sobre la
autoestima que el paciente pueda tener. Normalmente se trabaja sobre los conceptos
relacionados con autoestima como autoconcepto, autoeficacia, éxito personal,
felicidad, etc. La diferenciación entre éstos y la eliminación de presupuestos erróneos
ayudan al paciente a crear expectativas correctas sobre el tratamiento, lo cual siempre
es beneficioso.

Otro de los aspectos por los que la psicoeducación es fundamental en el tratamiento es


la enseñanza de las técnicas al paciente. El tratamiento estará muy centrado en la
identificación de creencias centrales, pensamientos automáticos y su influencia,
además de la capacidad para superarlos. Por este motivo, el trabajo del terapeuta en
la capacitación del paciente para llevar a cabo esta labor es esencial. Pero no
solamente en la reestructuración cognitiva será necesaria, sino la enseñanza del resto
de técnicas tales como la autodescripción balanceada o la resolución de problemas.

Un factor también importante de la esta fase inicial es que el terapeuta puede explicar
al paciente de forma entendible el modelo cognitivo de la baja autoestima al paciente o
la relación que existe entre su pensamientos sobre si mismo y su valoración personal.

Todos estos factores hacen que la psicoeducación no solamente deba ser la fase inicial
del tratamiento, sino que su uso y presencia se encuentra en cualquier punto del
tratamiento.

Fase de ex ploración y autoconocim iento

Una vez el paciente ha recibido la información que le permite entender mejor la


relación entre autoestima y su bienestar personal, es conveniente explorar junto con el
paciente las creencias que tiene sobre si mismo, es decir, su autoconcepto.

49
Para ello se utiliza cualquier técnica que ayude al paciente a dar una descripción de si
mismo en relación a diferentes áreas de su vida. En esta fase, el terapeuta puede
detectar el tipo de creencias que el paciente tiene sobre si mismo, el nivel de
afectación que le provocan y las conductas que se derivan de ellas.

También se puede hacer un lista de las distorsiones de pensamiento que el sujeto


aplica, el tipo de sesgos sobre su imagen y los motivos que tiene para pensar de ese
modo. Aunque parece una fase sencilla, es una fase relevante para la mejora del
paciente ya se le fuerza a tomar conciencia sobre aspectos profundos de su forma de
ser y pensar que muchas veces desconoce.

A los pacientes con baja autoestima les es difícil pensar sobre si mismos de forma
adecuada y por tanto el terapeuta debe trabajar para sacar a la superficie todos
aquellos aspectos que estén dañando la imagen que el paciente tiene de si mismo.
Esto implica confrontar al paciente con sentimientos negativos, pensamientos,
actitudes o situaciones que prefiere olvidar o negar. Por eso es fundamental el rol del
terapeuta en esta fase en cuanto a la muestra de aceptación y confianza.

Fase de reestructuración:

Este trabajo implica enseñar a los pacientes a tratar sus pensamientos (incluyendo las
creencias sobre su propio valor) como hipótesis más que como hechos o verdades. Los
clientes aprenden a examinar la evidencia a favor y en contra de sus creencias
negativas, desarrollar métodos de comprobación de las creencias, y la consideración de
creencias alternativas que sean más consistentes con los hechos. Los clientes también
aprenden a detectar automáticamente y luchar contra las distorsiones cognitivas.

Ésta es una de las fases más importantes y a la vez extensas del tratamiento. Detectar
los pensamientos automáticos del paciente, sus creencias, sus posibles esquemas y
cambiarlos es una de las tareas más complejas de la terapia cognitiva. Por ello, en el
trabajo solamente con autoestima, la reestructuración se suele producir en el nivel más
básico de pensamiento, es decir, los pensamientos automáticos y siempre en relación a
la percepción de uno mismo. También se trabajan las creencias centrales que forman
el autoconcepto, aunque su trabajo dependerá siempre de las características de la
intervención. En un tratamiento individual en el que terapeuta y cliente dediquen un
gran número de sesiones a ello, se alcanzará un nivel de restructuración más profundo
que en un programa grupal con sesiones limitadas.

Uno de los objetivos de esta fase es dotar al paciente de las habilidades para
identificar por él mismo sus pensamientos, sus errores cognitivos y cambiarlos, es
decir, ser capaz de aplicar la técnica fuera del ámbito terapéutico. Por esta razón, es
una de las fases esenciales del tratamiento, porque consiste en la capacitación del
paciente de estrategias para modificar sus pensamientos respecto de si mismo.

Fase de incorporar características positivas:

Tras un proceso de análisis de los propios pensamientos y el autoconcepto del cliente,


es muy probable que se hayan eliminado creencias negativas, así como normas o
presunciones disfuncionales. Pero la transformación del pensamiento del paciente no
está completa con ello sino que necesita incorporar nuevas.

50
La presencia de distorsiones cognitivas y creencias disfuncionales pueden haber
desactivado creencias positivas acerca del sujeto y éste no las valora. Haber pensado
de forma negativa sobre sí mismo durante un tiempo es un hábito que se ha tenido
que romper mediante las técnicas de reestructuración; del mismo modo, necesario
hacer un aprendizaje sobre las virtudes que se tienen, y desarrollar el hábito de pensar
de forma realista para que dichas creencias afecten tanto las emociones como al
conducta del paciente.

El proceso que se lleva a cabo es semejante las técnicas de reestructuración pero con
el objetivo de adquirir hábitos de pensamiento favorable y también la adquisición de
nuevas normas adecuadas que preserven la autoestima y guíen el comportamiento del
sujeto basadas en la racionalidad.

En esta fase de adquisición de nuevas creencias y formas de comportamiento, pueden


tener lugar, si el paciente lo necesita y el terapeuta lo considera apropiado, la
enseñanza de habilidades sociales concretas. También es un buen momento para la
implementación de técnicas de resolución de conflictos que ayuden al paciente a
comprobar las nuevas normas aprendidas y ha desarrollar comportamientos más
adapatativos.

Fase de m antenim iento:

Aunque la influencia de los propios pensamientos y el trabajo sobre ellos es


fundamental para el tratamiento de la autoestima, el abordaje no es solamente
cognitivo. Como ya se ha comentado previamente, es importante conectar los cambios
en la percepción que el sujeto hace de sí mismo con la actuación que tiene en
situaciones reales de su vida. Por este motivo, en el tratamiento se suele trabajar con
las fuentes de refuerzo natural de autoestima del paciente. Éstas son todas aquellas
situaciones o actividades que le proporcionan elementos positivos para el desarrollo de
una sana autoestima y que se basan en la satisfacción personal, la sensación de
autoeficacia, confianza y que son agradables para el sujeto.

En esta fase, se trabaja para que el sujeto detecte todas aquellas fuentes de
autoestima que existen en su vida y procure dedicarles la atención y dedicación
necesaria. El objetivo de esta fase es que el paciente pueda proveerse de elementos
que le mantendrán activadas las creencias positivas sobre si mismo y por tanto el
aumento de autoestima alcanzado a lo largo del resto de fases, una vez termine el
tratamiento.

Aunque este tipo de estrategia se plantea como útil para el final del tratamiento y con
una función mantenedora, no significa que el uso de situaciones en la vida del sujeto
se utilice solamente para terminar el tratamiento. La propuesta de actividades para
aumentar la autoestima es uno de los recursos más importantes de la terapia y por
tanto se utiliza en combinación con el resto de fases. Las técnicas para alcanzar
objetivos o la planificación de actividades agradables se utilizan en el tratamiento de la
autoestima en combinación con el resto de técnicas más cognitivas y son muy eficaces
en el proceso de cambio actitudinal del paciente.

La aplicación de un tratamiento que siga estas fases terapéuticas, provocará notables


cambios en la actitud del paciente sobre si mismo y el desarrollo de una autoestima
saludable.

51
CONCLUSIONES

En relación a los objetivos planteados en la introducción, esta revisión bibliográfica


proporciona información útil y precisa para una mayor comprensión del constructo de
la autoestima, así como la forma en que debe ser tratada en el ámbito clínico.

Respecto a los aspectos más generales de la investigación, el primer capítulo nos ha


presentado la naturaleza del concepto, aportando una visión amplia de éste, tanto a
nivel de definición como de uso, pero a la vez ha concretado suficientemente su
auténtico significado, es decir: la estimación personal que el sujeto hace de si mismo.
Otra conclusión que podemos extraer es que las conceptualizaciones sobre autoestima
que incluyen los interacción entre competencia y dignidad son los que obtienen más
validez en sus estudios, y por tanto pueden ser la más adecuadas. La conclusión más
evidente que nos deja ese capítulo es la preferencia de una conceptualización
multidimensional de la autoestima en relación a una conceptualización unidimensional.

La relación entre bienestar y autoestima, ha quedado claramente descrita en el


capítulo segundo mediante la presentación de material teórico sobre distintas áreas
generales que afectan al individuo , así como también la presentación de evidencias de
la relación entre una afectación de la autoestima y los trastornos psicológicos. Por
tanto, podemos decir que: una persona con una autoestima sana acepta a los demás y
a si mismo más que un persona con una autoestima baja; también es capaz de
atribuirse la culpa y los éxitos de forma adecuada. Tiene un mayor número de recursos
sociales y presenta estrategias de motivación enfocadas al logro. En cuanto a la
relación entre una baja autoestima y la psicopatología, parece que está presente en la
mayoría de trastornos, siendo en los problemas de estado de ánimos donde tiene una
mayor presencia y efecto.

Por otro lado, en cuanto al área específica de investigación, el tercer y cuarto capítulo
muestran un análisis del trabajo terapéutico que se debe realizar para el
fortalecimiento de la autoestima, así como la relación existente entre las cogniciones y
la autoestima. En estos capítulos queda reflejada la importancia de los esquemas
tempranos, los pensamientos irracionales y las creencias centrales, en el desarrollo de
la autoestima baja. La comprensión de la relación de éstos con el mantenimiento de la
baja autoestima es un elemento clave para el diseño posterior de un tratamiento
eficaz. Se puede afirmar por tanto que, los elementos descritos en el capítulo cuarto,
deben tomarse en cuenta para la elaboración de cualquier tratamiento de la
autoestima. Un correcta psicoeducación, la capacidad de identificar creencias errónas o
esquemas y la capacidad para modificarlos; potenciar las fuentes de autoestima
naturales; promover la aceptación; y la creación de un nuevo autoconcepto apropiado,
serán elementos que ayuden a los pacientes con una baja autoestima a desarrollar
niveles altos de esta.

También, a modo de conclusión, considero adecuado que a partir de lo que se ha


expuesto en los apartados anteriores, resumir algunos puntos sobre cómo son las
características de una autoestima sana así como las manifestaciones de la misma a
nivel de pensamiento, comportamiento y emociones.

El sujeto con autoestima positiva, se acepta como es, sin necesidad de sentirse
superior a los demás o probar su valía por comparación con un criterio establecido.
Manifiesta una «voluntad de ser eficaz», lo que implica la negativa a aceptar la
impotencia y la derrota como una condición permanente e inalterable en su vida. Esto

52
no supone no aceptar que existen momentos de ineficacia y derrota en su vida, lo que
ocurre es que los acepta como algo temporal. Supone también valorar el cambio como
medio para superar las dificultades y las derrotas.

Este sujeto, reconoce y cree en unos derechos para sí y para los demás, creencia que
se expresa en un comportamiento de respeto a sí mismo y a los otros. Utiliza el
razonamiento como medio para justificar su postura hacia algo. Sabe decir que no a
una petición justificando de forma racional su postura y sus sentimientos.

Expresa comprensión hacia las posturas de los demás. No siente como un ataque a su
autoestima las opiniones u opciones de los demás que son contrarias a las suyas. Está
abierto a las críticas y al reconocimiento de sus errores, ya que su autoestima no está
ligada a una imagen de «ser perfecto». Muestra una actitud creativa y abierta a
nuevas ideas y nuevas experiencias, así como flexibilidad para responder a nuevos
desafíos de manera lúdica y creativa. Su comportamiento y manera de hablar reflejan
seguridad, auto afirmación, serenidad y respeto. Esto se pone de manifiesto en su
conducta de interacción personal, en la cual, tanto en los componentes no verbales de
la comunicación, señalan la presencia de una conducta «asertiva» con adecuadas
habilidades sociales.

Muestra una capacidad para hablar de forma serena y directamente sobre los fracasos
y logros. Posee un sentimiento de autocontrol emocional, junto con una capacidad
adecuada para expresar sentimientos y emociones. Utiliza estrategias para afrontar las
situaciones de estrés, de inseguridad o de ansiedad de forma adecuada y como un
importante recurso psicológico que favorece la adaptación.

Finalmente, se puede concluir que la inversión de trabajo terapéutico sobre la


autoestima es totalmente necesaria y beneficiosa para la mejora de la vida de los
pacientes que vengan a nuestras consultas. Un buen fortalecimiento de ésta, marcará
una diferencia en la experiencia que éstos tengan sobre la vida.

53
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (1995): Manual diagnóstico y estadístico de


los trastornos mentales -D.S.M.IV-. Barcelona: Masson.

ANDERSON, C. R. (1997): «Locus of control, coping behaviors, and performance in a


stress setting: A longitudinal study», Journal of Applied Psychology. 62, (1977): 446-
451

ARROYO, S. M. (1999): «Intervención en autoestima en psicología». En J. LOZANO


OYÓLA y M. GÓMEZ TERREROS. (Eds). Avances en salud mental Infanto-juvenil,
Sevilla: Universidad de Sevilla, 211-232.

BANDURA, A. (1982): «Self-efficacy mechanism in human agency», American


Psychologist, 37, 122-147

BEDNAR, R.; WELLS, M. G. y PETERSON, S. R. (1989): Self-Esteem: Paradoxes and


innovations in clinical theory and practice. Washington: American Psychological
Association.

BELLAK, A. S. (1975): «Self evaluation, self reinforcement and locus of control»,


Journal Research Personality, 9, 158-167.

BERK, L. E. (1998): «El yo y la comprensión social». En L. A. BERK. Desarrollo del niño


y del adolescente. Cap. 11. Madrid: Prentice Hall, 571-623.

BRANDEN, N. (1997): El poder de la autoestima. Cómo potenciar este importante


recurso psicológico.Barcelona: Paidós.

BRISSET, D. (1972): «Towarda clarification of self-esteem», Psychiatry. 35, 255-263.

BURNS, R. B. (1975): «Attitudes to self and to three caegoriesof others ina student
group», Education Stud. 1,181-189. — (1990): El autoconcepto. Teoría, Medición,
Desarrollo y Comportamiento. Bilbao: Ega.

BURNS, D. D. (2000): Autoestima en 10 días. Diez pasos para vencer la depresión,


desarrollar la autoestima y descubrir el secreto de la alegría. Barcelona: Paidós.

CASTANYER, O. (2001): La asertividad: Expresión de una sana autoestima. Bilbao:


Desclée De Brouwer.

CHANDLER, T. A. (1976): «A note on relationship of internality, self acceptance and


self ideal
discrepancies», Journal Psychology, 94, 145-146.

CLARK, A., CLEMES, H. y BEAN, R. (2000): Cómo desarrollar la autoestima en los


adolescentes.
Madrid: Debate.

CLEMES, H. y BEAN, R. (2001): Cómo desarrollar la autoestima en los niños. Madrid:


Debate.

54
COLE, M. (1991): «Change in self-perceived competence as a function of peer and
teacher evaluation », Developmental Psychology, 27, 682-688.

COOPERSMITH, S. (1981): The antecedents of Sel- Esteem. Palo Alto: Consulting


Psychologists.

CROSS, S. y MADSON, L. (1997): «Models of the self: self-construals and gender»,


Psychological
Bulle tin, 122, 5-37.

GORRELL, J. (1990): «Some contributionsof self-efficacy resear ch to self-concept


theory», Journal of Research and Development in Education, 23, 73-80.

HEYMAN, G. D.; DWECK, C. S. y CAIN, K. M. (1992): «Young children's vulnerability to


self-blame and helplessness: Relationship to beliefs about goodness», Child
Development, 63,401-415.

JAMES, W. (1983): Principles of Psychology, (2 vols.) Cambrigge: Harvard University


Press.

LAZARUS, R. S. y FOLKMAN, S. (1986): Estrés y procesos cognitivos. Barcelona:


Martínez Roca.

LEFCOURT, H. M.; MILLER, R. S.; WARE, E. E. y SCHENK, D. (1981): «Locus of control


as a modifier of the relationship between stressors and moods», Journal of Personality
and Social Psychology, 41, 357-369.

LORD, S., ECCLES, J. y MCCARTHY, K. (1994): «Surviving the junior high transition:
Family processes and sel-perceptions as protective and risk factors», Journal of Early
Adolescence, 14, 162-199.

MARSH, H., BARNES, J., CAIRNS, L. y TIDMAN, M. (1984): «Self-description


questionaire: Age and sex effects in the structure and level of self-concept for
préadolescent children», Journal of Educational psychology, 83, 940-956.

PEARLIN, L. I. y SCHOOLER, C. (1978): «The structure coping», Journal of Health an


Social Behavior, 19, 2-21

ROGERS, C. (1981): Psicoterapia centrada en el cliente. Barcelona: Paidós.

McKay, M. y Fanning ,P. (1998). Autoestima, evaluación y mejora.

ToLOR, A., KELLY, B. y STEBBINS, C. (1976): «Assertiveness, sex role stereotyping and
selfconcept», Journal Psychology, 93, 157-168.

TOMÁS, J., OLIVER, A. y PASTOR, A. (1996): «Modelos confirmatorios y efectos de


método en la
medida de la autoestima», Boletín de Psicología, 51, 33-44.

WlTKlN, H. A. (1965): «Psichological differentiation», Journal Abnormal Social


Psychology,
70,317-336.

55
ALPORT, G. W. (1986). Psicología de la personalidad. Buenos Aires. Editorial Paidós.

ANDER, C. Y LELORD, F. (2001). La autoestima. Gustarse a sí mismo para mejor vivir


con los demás. Buenos Aires, Argentina. Editorial Kairos.

MRUK, C (1998). Autoestima. Investigación, teoría y práctica.

Kernis, M. (2006) Self-esteem. Issues and Answers.

BECK, A; RUSH, J.; SHAW, B., Y EMERY, G. Terapia cognitiva de la depresión. Editorial
Desclée de Brouwer. 1983.

PARROTT, R. AND HEWITT, J. (1978), Increasing self-esteem through participation in


a goal-attainment program. Journal of Clinical Psychology, 34: 955–957.

FENNELL, M. (1998). Low Self-Esteem. In N. Tarrier, A. Wells and G. Haddock (Eds),


Treating Complex Cases:

The Cognitive Behavioural Therapy Approach. London: John Wiley & Sons.

FENNELL, M. (2001). Overcoming Low Self-Esteem. New York: New York University
Press.

DRYDEN, W. (2003). Managing Low Self-Esteem. London: Whurr Publishers.

GARAIGORDOBIL,M., PÉREZ, I., MORAZ,M. (2008). Selfconcept, self-esteem and


psychopatological symptoms. Psichotema, 2008, vol. 20, nº1, pp.114-123

56

También podría gustarte