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La Autoestima Relacion Con El Bienestar Y Su Tratamiento PDF
La Autoestima Relacion Con El Bienestar Y Su Tratamiento PDF
SU TRATAMIENTO
Páginas
Introducción 1
Objetivos 2
3. Definición de autoestima 8
Conclusiones: 52
Bibliografía: 54
INTRODUCCIÓN:
Ocurre además, que la autoestima es uno de los conceptos más complejos y difíciles
de precisar dentro de la Psicología, por lo que durante décadas la autoestima ha sido
conceptualizada de forma vaga e imprecisa. A pesar de ello, hay que decir que desde
los años 80, los diferentes enfoques explicativos e investigaciones psicológicas
comienzan a tener presente la autoestima en cualquier intento de explicación del
comportamiento humano y a atribuirle un papel relevante en el desarrollo y
mantenimiento de muchas patologías. En el DSM-IV,(1995) la autoestima aparece en
numerosísimos trastornos como factor predisponerte o mantenedor de los mismos. Así
mismo alteraciones en la autoestima es considerado como síntoma importante de
numerosos trastornos tanto en la infancia y adolescencia como en la edad adulta
(hiperactividad, conductas antisociales, problemas alimentarios, depresión, ansiedad,
etc.)
Por estos motivos, el presente trabajo consiste en una revisión bibliográfica del
constructo teórico autoestima, siendo su tratamiento en el ámbito clínico el principal
tema de investigación.
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Objetivo general:
Objetivos específicos:
Los capítulos se han organizado según los objetivos, siendo el primer capítulo un
revisión conceptual, el segundo capítulo contiene una descripción sobre el papel de la
autoestima en el bienestar de la persona, el tercer capítulo es un explicación del
modelo cognitivo de la baja autoestima y el cuarto capítulo contiene aspectos directos
sobre el tratamiento de la autoestima.
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CAPÍTULO I: CONCEPTO DE AUTOESTIMA
En primer lugar, cabe destacar a William James, el cual es creador de este concepto, y
cuyo enfoque inicial considera la autoestima como un fenómeno afectivo que se
experimenta como una sensación o emoción. Este proceso se ve afectado por el éxito y
el fracaso del individuo y sirve para su mejora. James elaboró el concepto de
autoestima basando en la interacción de valor, éxito y competencia.
En segundo lugar, cabe destacar las aportaciones de Rober White, 1963, desde un
enfoque psicodinámico, el cual ve a la autoestima como un fenómeno que se ve
afectado por la experiencia y a su vez efectúa y genera el comportamiento. Consideró
que la autoestima teníados fuentes: una interna (logros propios) y una externa (las
afirmaciones de los demás. El concepto de competencia es fundamental en este
enfoque.
En tercer lugar, se pueden destacar las aportaciones de Morris Rosenberg, 1965, desde
una aproximación sociocultural. Aquí la autoestima es definida como una actitud, tanto
positiva como negativa, que la gente tiene sobre sí misma. Se concibe la autoestima
como producto de las influencias de la cultura, sociedad, familia y las relaciones
interpersonales. Es decir, que la cantidad de autoestima que un individuo tiene es
proporcional al grado en que es capaz de medirse de forma positiva respecto a una
serie de valores. Ronsenberg relacionó autoestima con ansiedad y depresión. Su teoría
se basa en los resultados del análisis de un gran número de sujetos (5000). Los
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sentimientos y las creencias respecto a al valor propio o dignidad son centrales en este
acercamiento.
El interés científico por la estimación del yo (identidad, self, autoimagen, etc.) aparece
pronto en la investigación del comportamiento (James, 1890/1990). Las revisiones
sistemáticas de Wells y Marwell (1976) y de Wylie (1974) señalan un notable
crecimiento de investigaciones sobre la autoestima desde los años cincuenta hasta
mediados de los setenta. Después de un pequeño descenso en esa época, la
producción científica no ha cesado, con más de siete mil artículos y seiscientos libros
publicados sobre uno de los aspectos más atractivos y a la vez complicados. De este
modo, la autoestima se ha operativizado como una variable mediadora de múltiples
situaciones psicológicas, educativas y sociales. También se ha tomado como una
variable independiente, en el sentido de que la autoestima influye sobre la conducta
orientándola hacia una dirección o, por el contrario, como variable dependiente porque
responde a la influencia de factores externos.
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En la actualidad, el estudio de la autoestima ha alcanzado una importancia social más
amplia de la que se ha concedido en el ámbito de la investigación psicológica. Por ello,
podemos decir, de acuerdo con las afirmaciones de algunos autores interesados en
este tema tales como Burns, (1990); Branden, (1997); Clark, Clemens y Bean, (2000);
Clemens y Bean, (2001) que aún en estos momentos, sobre el concepto de autoestima
pesan algunas imprecisiones terminológicas y conceptuales que es necesario abordar,
imprecisiones que parece que no sólo se manifiestan a este nivel, sino también
respecto al papel que la autoestima tiene en la dinámica del comportamiento humano.
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2. ERRORES EN LA CONCEPTUALIZACIÓN DE LA AUTOESTIMA
Como señala Branden, (1997), es de gran importancia dejar claro que la autoestima
tiene un significado preciso y específico y que no obstante, uno de los problemas más
importantes que plantea la investigación sobre la autoestima es la falta de rigor
conceptual, lo que conlleva que atributos y características diferentes sean
denominados genéricamente con el mismo término de «autoestima».
Una de las primeras dificultades para lograr esta precisión, surge de la utilización de
términos como «autoconcepto», «autoimagen», «autoconfiguración», «concepto de sí
mismo», entre otros, como sinónimos de autoestima. Estos términos, que mantienen
una estrecha relación entre sí y con el de autoestima, son, sin embargo, diferentes en
su significación y en su dinámica (Burns, 1990; Branden 1997; Berk, 1998; Clemens y
Bean, 2001).
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En efecto, lo que los demás piensan de mí, sus valoraciones y aclamaciones, son un
elemento de retroalimentación, importante, esta función de feedback que sobre un
sujeto ejercen las opiniones de los demás respecto a él, nunca debe convertirse en un
factor determinante del que dependa la percepción y valoración que tenemos de
nosotros mismos. Cuando las opiniones, las alabanzas y las valoraciones de los demás
se convierten en el único referente para la autoestima, el sujeto debe satisfacer
constantemente las expectativas de los demás, renunciando a las propias, se sentirá
atrapado en la adulación y aprobación de los demás, todo lo cual acabará generando
insatisfacción, inseguridad y ansiedad.
Por último, la autoestima también ha sido entendida en algunos casos como una
capacidad de autoafirmación frente a los demás en la que no caben limitaciones ni
restricciones. Se enfatiza, en este caso, una forma de comportamiento en el que la
defensa de nuestras opiniones, intereses y derechos personales requiere
enfrentamiento e imposición a los intereses y opiniones de los demás. En este caso, la
crítica y el cuestionamiento de los otros por las propias opiniones se vivencia como un
ataque, del que lógicamente me debo defenderme imponiendo mi criterio ante los
demás. Lo más problemático en esta forma de entender y expresar la autoestima, es
que se la identifica con un patrón de comportamiento que erróneamente se denomina
«comportamiento asertivo», cuando en realidad, estamos ante un modo de interacción
con los demás, que responde a un patrón de comportamiento denominado «agresivo».
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3. DEFINICIÓN DE AUTOESTIMA
Afortunadamente, hay dos otras formas de definir la autoestima que han alcanzado
relevancia en el campo de la investigación. La segunda tendencia existente es la de
conceptualizar la autoestima en términos de eficacia. Por ejemplo, es bien sabido que
cuando William James habló primero de la autoestima en 1890, la describió como una
fracción o la relación entre nuestros logros y nuestras aspiraciones.
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blanco, 1963). Comprender la autoestima en términos de competencia implica tener
objetivos, desarrollar habilidades para adecuarlos a la realidad.
Este enfoque tiene sus propias ventajas. Una de ellas es que la competencia está
ligada al comportamiento, que es más fácilmente observable que los sentimientos,
actitudes o creencias. Las habilidades para resolver el problema (o la falta de ellas) y
logros (o errores) pueden ser vistos e incluso medidos. Además, la competencia es
parte de muchos procesos importantes del desarrollo que ya conocemos, tales como
dominar las habilidades cognitivas, académicas, sociales y ocupacionales. Este es un
enfoque más conductual. Esta orientación sobre la definición de autoestima hace más
fácil centrarse en pensar o investigar las conexiones entre la autoestima y acciones
individuales. Por lo menos, esta forma de comprensión de autoestima reduce el
número de críticas en relación al trabajo psicológico que se centra en simplemente
hacer a la gente sentirse bien.
Debe decirse que este enfoque también presenta algunos inconvenientes.. Quizás el
más importante entre ellos es que hay muchos tipos de comportamiento en el que uno
puede llegar a ser muy bueno, pero que también son negativos, y por tanto
contradicen la noción de autoestima como un fenómeno psicológico positivo. Por
ejemplo, un individuo podría ser altamente cualificado en mentir, engañar, intimidar,
violar los derechos de los demás y etc. Sin embargo, este tipo de comportamiento es
antiético, y contrario a los tipos de competencias asociadas con la autoestima alta,
verdadera o sano. Además, hay muchas personas que sufren de baja autoestima, pero
que también resultan ser muy competentes en diversas áreas, tales como negocios,
instituciones académicas, atletismo etc., y que no se sienten dignos de disfrutar de su
éxito. Del mismo modo, la mayoría de terapeutas han conocido a personas que
parecen tenerlo todo, y que la vida les va bien en términos de carrera o matrimonio,
pero que luego se suicidan; sin duda no reflejan la autoestima alta, positiva o
saludable.
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significativo entre estos componentes cruciales es importante porque crea problemas
relacionados con la autoestima
Estas tres perspectivas sobre la definición de autoestima son las más populares entre
la literatura y el campo de la investigación. No obstante parece que parte de la
confusión existente, nace de la falta de acuerdo respecto del constructo en sí mismo. A
continuación se explican también las tres formas más corrientes de trabajar sobre este
constructo:
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Autoestima global: Autoestima Rasgo
Finalmente, la autoestima se utiliza para hacer referencia a la forma que las personas
evalúan diversas habilidades o atributos propios. Por ejemplo, una persona que duda
sobre su habilidad en la escuela puede decir que tiene una autoestima académica baja
y una persona que piensa que se le dan bien los deportes puede decir que tiene una
alta autoestima “atlética”. Los conceptos de autoconfianza y autoeficacia también se
utilizan para referirse a este tipo de creencias. Aunque muchos autores prefieren
llamar a estos conceptos auto-evaluaciones o auto-examinaciones, para referirse a la
manera en que las personas evalúan su atributos físicos, habilidades y características
de personalidad. Aunque no todo el mundo hace estas distinciones. De hecho,
numerosas escalas de que evalúan autoestima incluyen subescalas que miden las
autoevaluaciones en múltiples competencias (Harter, 1986; Marsh, 1993; Shavelson,
Hubner, & Stanton, 1976). Desde esta perspectiva, la gente tiene diversos niveles de
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autoestima de diversas áreas. Una persona puede tener una autoestima deportiva muy
alta pero baja autoestima artística, mientras que otra puede tener baja autoestima
matemática pero alta autoestima social.
Esta asociación lleva a los investigadores a considerar de que forma estos constructos
están relacionados. Existen dos modelos explicativos que establecen la relación entre
ambos:
Una variante de esta aproximación asume que no todas las autoevaluaciones influyen
en la autoestima. Las autoevaluaciones en competencias de mucha importancia
personal ejercen una fuerte influencia sobre la autoestima, pero las autoevaluaciones
sobre áreas de poca importancia personal ejercen muy poca influencia. Por ejemplo, se
ha comprobado que algunas personas basan su autoestima en su nivel de competencia
o habilidad, mientras que otras lo basan en su sus habilidades sociales ( Josephs,
Markus, & Tafarodi, 1992). Para predecir autoestima, primero ponderamos cada una
de las autoevaluaciones según su importancia y después sumamos esos valores.
El modelo Bottom-up añade otro precepto. Debido a que se supone que las
autoevaluaciones subyacen a la autoestima global, el modelo asume que los efectos de
la autoestima global son debidos a las autoevaluaciones subyacentes. Por ejemplo, si
encontramos que gente con alta autoestima persisten por más tiempo después del
fracaso que la gente con baja auto-estima, debe ser porque la gente de alta
autoestima tiene más confianza en su habilidad para tener éxito (Blaine & Crocker,
1993). Diversas teoría psicológicas mantienen este modelo ( Tesser, 1998 & Steele,
1998). Otros incluso, sugieren que la autoestima global tiene poco valor en sí y que las
investigaciones deben basarse en las autoevalucaciones. (Crocker& Wolfe, 2001;
Marsh, 1990).
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autovalía. (Brown, 1993, 1998; Brown, Dutton & Cook, 2001; Brown & Marshall, 2001,
2002; Deci & Ryan, 1995).
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4. RELACIÓN ENTRE AUTOESTIMA Y AUTOCONCEPTO
A pesar de que son muchos los trabajos de investigación realizados, se observa cierta
confusión conceptual. La evidencia empírica señala efectivamente la diversidad de
factores subyacentes a la medición del autoconcepto y de la autoestima, pero también
señalan la relación existente entre ellos, (Bagozzi & Heatherton, 1994; Heatherton &
Polivy, 1991; Marsh, 1989; Marsh & Byrne, 1993; Marsh, Byrne, & Shavelson, 1988.
El modelo de Shavelson y col. (1976) ofrece una salida constructiva a las dificultades
de la investigación en autoconcepto mediante la formulación de una definición de
constructo que describe el autoconcepto en términos generales como la percepción
que un individuo tiene de sí mismo, compuesta además por siete aspectos específicos:
multidimensional, jerárquico, estable, evolutivo, descriptivo y evaluativo y diferenciable
de otros constructos. A mi juicio es el modelo con más influencia en estos momentos y
que sintetiza las características y aspectos del autoconcepto es el modelo
multidimensional y jerárquico de Marsh y Shavelson (1985), validado por Byrne y
Shavelson (1986) y revisado en su estructura académica por Marsh (1990).
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connotaciones de valor. En este sentido, ya que las dimensiones cognitiva y afectiva no
son fácilmente separables, por regla general se acepta el término autoconcepto en un
sentido amplio que abarca ambas dimensiones. Por ello, Cardenal y Fierro (2003)
definen el autoconcepto como un conjunto de juicios tanto descriptivos como
evaluativos acerca de uno mismo, consideran que el autoconcepto expresa el modo en
que la persona se representa, conoce y valora a ella misma, matizando que aunque a
menudo se usan de manera equivalente autoconcepto y autoestima, ésta última, en
rigor constituye el elemento valorativo dentro del autoconcepto y el autoconocimiento.
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CAPÍTULO II: ÁREAS DE INFLUENCIA DE LA AUTOESTIMA
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1. AUTOESTIMA Y BIENESTAR INTRAPERSONAL
Autoestim a y autoaceptación
Esta forma de autoaceptación, es, sin lugar a dudas, una de las condiciones necesarias
para el funcionamiento normal del ser humano y es además, como señalan distintos
terapeutas (Rogers, 1981; Branden, 1997, Burns, 2000), un elemento indispensable
para que se produzca el cambio terapéutico. En este sentido, Rogers en su Terapia
Centrada en el Cliente, señala que el proceso mismo de la terapia se relaciona con la
autoaceptación » por parte del sujeto y que en la medida en que el sujeto va
desarrollando una visión del yo más positiva y aceptable, va avanzando
progresivamente hacia el logro del comportamiento normal.
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Seligman postula que una persona con una sana autoestima tiende a atribuirse la
causalidad de los buenos acontecimientos que le suceden, pero no se culpabiliza
respecto de los malos acontecimientos. Es decir, cuando fracasa o se encuentra en
situaciones de frustración y desazón, tiende a considerar como culpable al entorno,
según Seligman, por la necesidad del sujeto de sostener una sana autoestima.
La culpa es un estado afectivo que surge por haber transgredido una norma moral
aceptada como parte de la escala personal de valores o haber abandonado o fracasado
en la consecución de un bien esperado.
El sentimiento de culpa presenta dos momento: uno alude al estado anímico, corto y
momentáneo, en el que se padece (passio) un malestar, un descontento al ser
consciente de la falta cometida; el otro, es el movimiento de rechazo al mal cometido
que conduce a querer restituir o reparar el mal ocasionado. Así la persona que ha
obrado mal siente el reclamo de su conciencia y se moviliza para solucionar esta
tensión restituyendo la falta, Luego, un sano sentimiento de culpa entraña la
potencialidad de mejorar, de optimizar la acción personal.
Por tanto, la función de los sentimientos es movilizar rápidamente las sujeto para
satisfacer necesidades de deseo o de huida. Cuando éstos se prolongan en el tiempo y
paralizan al sujeto es cuando puede caerse en alguna patología afectiva. Así, la culpa
persiste y es resentida, sentida una y otra vez sin cumplir la función de movilizar al
sujeto a cambiar su conducta en orden a la acción valiosa o a restituir la falta, puede
convertirse en una “culpa neurótica”. Entonces, se produce la sensación constante de
estar haciendo mal las cosas, de que siempre faltan muchas cosas por mejorar, lo cual
lleva al sujeto a utilizar mecanismos defensivos para minimizar la presión presión o el
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malestar y, en lugar de asumir el error para mejorarlo, termina culpando al entrono o a
otras personas, haciéndose incapaz de responsabilizarse por sus acciones.
Existen dos tipos de cogniciones que cobran una importancia creciente en el estudio de
la motivación de logro: 1) las adscripciones causales, bien como antecedentes de la
conducta de logro (teorías de la atribución), bien como consecuencias posteriores a la
conducta (teorías atribucionales), según la categorización de Kelley & Michella (1980);
2) el yo, como sede de creencias y actitudes, es el soporte de las adscripciones
causales, las expectativas y los valores, promocionando constructos como
autoconcepto, autoestima, autoeficacia, autocontrol.
Norem y Cantor (1986a) describieron el pesimismo defensivo como una estrategia con
la que el sujeto sostiene bajas expectativas de éxito ante las tareas, a pesar de tener
una experiencia pasada de éxitos. Esta focalización negativa permitiría a los pesimistas
defensivos encauzar su ansiedad promoviendo la dedicación de un mayor esfuerzo
cuyos dividendos se traducen generalmente en un alto rendimiento (Norem y Cantor,
1986b; Martin, Marsh, Williamson y Debus, 2003). Por otra parte, la autodescalifación
se caracteriza por la retirada o la reducción deliberada del esfuerzo en situaciones de
fracaso potencial y tendría como objetivo la creación de una cierta ambigüedad
atribucional dirigida a la protección de la valía personal en el supuesto de ese fracaso .
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autoedescalificación (Midgley y Urdan, 1995) o una relación positiva entre esta
estrategia y la autoestima negativa. (Midgley, Arunkumar y Urdan, 1996), si bien esta
variable no es un predictor significativo de la autodescalificación en los modelos de
regresión. También existen trabajos que indican que los individuos con una alta
autoestima usan estrategias de autodescalificación para mejorar su imagen, al tiempo
que los individuos con baja autoestima las utilizarían para protegerla (p.e., Baumeister,
Tice y Hutton, 1989; Tice, 1991), e incluso otros consideran la autoestima como una
variable relativamente independiente de la autoedescalificación (Rhodewalt y Hill,
1995).
Por otra parte, la relación entre el pesimismo defensivo y la autoestima parece estar
más clara, ya que la investigación ha mostrado que los pesimistas defensivos tienen
una autoestima más baja que los optimistas (véase, Norem y Cantor, 1986a), si bien
cabe señalar que, al menos en los últimos tiempos, los investigadores no parecen
haberse dedicado tanto al estudio del pesimismo defensivo como a los mecanismos de
autodescalificación.
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Pues bien, los sujetos con alta autoestima, tienden a recordar más las experiencias de
éxito que las de fracaso. Así mismo, en situaciones nuevas, sus expectativas son más
de éxito que de fracaso y en situaciones de aprendizaje, estos sujetos atribuyen el
éxito a las propias habilidades y el fracaso a un insuficiente esfuerzo. (Heyman, Dweck
y Cain, 1992; Berk, 1998).
Las personas con alta autoestima tienden a ser independientes de campo, sienten que
no están bajo el control de los hechos, se muestran competentes y relativamente
influenciadas en su comportamiento por lo que ocurre a su alrededor.
La respuesta de estrés
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autoestima alta tienen ventajas no solamente porque disponen de mayor estimación
hacia ellos mismos sino también porque están mejor protegidas ante las fluctuaciones
del merecimiento o dignidad personal.
Los individuos con autoestima alta están protegidos de las fluctuaciones extremas del
autoconcepto. Los efectos de los pequeños estresares se absorben fácilmente, pero las
personas con una elevada autoestima se hallan protegidas por una red de recursos
internos e interpersonales que protegen el yo de la mayoría de situaciones estresantes
y traumas. Sólo en el caso de agresiones múltiples a la autoestima (como pueden ser
un divorcio inesperado y repentino, la pérdida de trabajo, etc.). aquellos con
autoestima alta se verán visiblemente afectados. Las personas con una autoestima
más baja, como es más susceptible de quebrarse ante retos más suaves, es la más
resistente al cambio y la respuestas de estrés negativo. (Frey & Carlock, 1989, p. 107).
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2. AUTOESTIMA Y BIENESTAR INTERPERSONAL
La idea de que amamos y aceptamos a los demás en la medida en que nos queremos
y nos aceptamos a nosotros mismos, es una idea que está presente en cualquier
explicación sobre la aceptación desde la psicología. En la psicología, desde sus inicios
como disciplina científica, diferentes terapeutas de han defendido, basándose en sus
observaciones clínicas, este principio y han entendido que la persona que se
autoestima, valora positivamente también a los demás y a la inversa, la persona con
baja autoestima tenderá a valorar negativamente a las demás personas.
Ya en la década de los 70, autores como Burns, (1975,1990); Tolor, Kelly y Stebbins,
(1976), en estudios experimentales no clínicos, han demostrado que la relación entre
autoestima y las actitudes hacia los demás es muy consistente y defienden que la
persona segura y con confianza en sí misma, que actúa sin barreras ni defensas frente
a los demás, debido a su alta autoestima, es más capaz de aceptar a los demás y de
tener una actitud más positiva hacia ellos.
Por el contrario, la persona con baja autoestima tenderá a marcar distancias entre su
yo y los demás como un medio para proteger un yo débil. Tenderá a ser rígida e
hipercrítica con los otros como un mecanismo para defenderse de su propia
vulnerabilidad. Al mismo tiempo, vivenciará las críticas como un ataque personal.
En este sentido, se puede decir que la persona con baja autoestima carece de las
habilidades sociales necesarias que le faciliten una relación eficaz y satisfactoria con los
demás y en las diversas situaciones sociales. El bajo concepto que la persona tiene de
sí misma, repercute no sólo en una infravaloración de las propias posibilidades y en
una rigidez e intolerancia para aceptar los propios fracasos o deficiencias, sino que esa
misma intolerancia y rigidez funciona respecto a cómo enjuicia el comportamiento de
los demás y cómo los valora.
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necesitando ser «el que más» aun a costa de no respetar ni valorar a los otros. En
ambos patrones de comportamiento, el sujeto está construyendo su autoestima en
función de lo que opinan los demás, opinión que funciona no como un feedback, sino
como un elemento determinante de la autoestima.
Por el contrario, el sujeto con una autoestima alta, se relaciona con los otros de
manera adecuada, sana y equilibrada, hace compatible la expresión de su propio yo,
sus propios deseos, opiniones y sentimientos ante los demás con el respeto y
valoración de los deseos, creencias y sentimientos de los otros. Esta persona, mantiene
un estilo o patrón de conducta interpersonal denominado «asertivo».
Estas características de la sociedad actual requieren que los sujetos posean unos
niveles de formación y competencia cada vez más elevados, niveles que exigen
lógicamente la posesión de conocimientos y preparación técnica, pero muy
especialmente exigen la adquisición y desarrollo de recursos psicológicos que les
ayuden a hacer frente a este tipo de demandas sociales. En este sentido,
características psicológicas presentes en una autoestima alta, tales como capacidad de
autonomía personal, de independencia, de innovación, de responsabilidad personal,
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confianza en sí mismo, capacidad de iniciativa, son un recurso muy valioso para
sobrevivir en la sociedad actual de forma saludable. (Brown, 2006).
Las personas encuentran más valor en su pareja cuanto más queridos se sienten.
(Murray, Holmes & Griffin, 2000b; Murray, Holmes, Griffin y Bellavia & Rose, 2001).
(Murray et al., 2001) y también saben expresar mayor afecto hacia sus ellas. Además,
la sensación de ser digno ante la otra persona hace que el sujeto valore mejor a sus
parejas. (Murray Rose, Holmes, Derrick, Podchaski, Bellavia y Griffin, 2005). Por lo
tanto, las personas con una baja autoestima suelen valorar menos a su amistades o
pareja.
Lamentablemente, las personas con baja autoestima tienen dificultades para encontrar
una razón suficiente para confiar en el propio merecimiento de amor, aceptación por
parte de su pareja. (Murray et al 2001). En términos de los propios recursos
relacionales, las personas de baja autoestima se describen a si mismos como
poseedoras de menos características interpersonales deseables que su pareja. (Murray
et al. 2003) Por lo tanto, las personas con baja autoestima carecen por lo general del
nivel de confianza de su pareja, la aceptación y la atención que necesitan para
satisfacer sus objetivos. De hecho, incluso los pacientes con baja autoestima cuyos
matrimonios ya han durado tanto tiempo como 10 años, subestiman el amor de su
pareja (Murray et al., 2001).
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3. RELACIÓN ENTRE AUTOESTIMA Y PSICOPATOLOGÍA
Los estudios que han analizado las conexiones del autoconcepto-autoestima con
síntomas psicológicos y con problemas de conducta muestran relaciones inversas entre
ambas variables. El estudio de Watson (1998) pone de relieve que la baja autoestima
se muestra como un fuerte predictor de trastornos de personalidad y de síntomas
psicopatológicos. (Erol, Toprak y Yazici, 2002). Además otros estudios evidencian una
relación positiva entre autoestima personal, social y salud mental. (Montt y Chavez,
1996). Complementariamente, Fan y Fu (2001) han encontrado correlaciones positivas
entre autoconcepto y salud mental. Tomando como referencia las escalas
psicopatológicas del SCL-90-R, así como los problemas de conducta de la EPC, se han
analizado los estudios que han experimentado las variables con el autoconcepto y la
autoestima, cuyos resultados se exponen a continuación:
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y Zhang, 1998). El autoconcepto físico también ha correlacionado negativamente con
depresión en algunos estudios (Bohne et al, 2002; Erkolathi, Ilonen, Saarijiarvi y
Terbo, 2003).
Ideación paranoide: Ellet, Lopes y Chadwick (2003) hallaron una relación entre
ideación paranoide y baja autoestima, al igual que se observa en el estudio de Martin y
Penn. (2001).
Adaptación social: en líneas generales, los resultados de los estudios sugieren que los
sujetos con alto autoconcepto tienen buena adaptación social, y realizan más
conductas prosociales, de ayuda y de respeto social.
Trastornos del estado de ánimo: La mayor parte del gran número de asociaciones
entre autoestima y psicopatología incluyen los trastornos del estado de ánimo donde la
autoestima constituye un criterio diagnóstico en cada un de ellos. Una autoestima baja
de forma crónica o permanente es criterio diagnóstico para la distimia. La autoestima
baja, descrita como sentimientos de indignidad o excesiva e inapropiada culpabilidad,
se define como un criterio de depresión necesario para el diagnóstico de la depresión
mayor. Sentimientos de grandiosidad o una autoestima alta so criterios utilizados para
definir un episodio maniaco o hipomaniaco. Ambos son criterio diagnósticos cuando se
explora la inestabilidad del estado de ánimo en la ciclotimia y los trastornos bipolares.
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La ciclotimia implica inestabilidad crónica del estado de ánimo y la autoestima mientras
que en el trastorno bipolar la autoestima se expresa mediante la variación entre la
completa falta de dignidad o valor propio a sentimientos de grandiosidad.
A pesar de todos estos hallazgos, realmente no se sabe con certeza si una afectación
de la autoestima es un factor de riesgo de los trastornos de ánimo, un indicador
empírico de estos o una consecuencia de este tipo de transtorno. ( Abela, 2002; Butler,
Hokanson & Flynn, 1994; Roberts & Monroe, 1999); Shahar & Davidson, 2003). Harter
(1999) dice que la autoestima puede ser ambas cosas: un factor de riesgo para los
estados de ánimo o una consecuencia de ellos, todo depende del tipo de individuo o de
las circunstancias de este.
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muestran una imagen distorsionada relacionada con su autoestima. Es interesante
destacar que la evaluación de la apariencia física está altamente correlacionada con la
autoestima global en la población normal así como en este tipo de pacientes. (Harter,
1999 and O’Brien & Epstein 1988).
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CAPÍTULO III: AUTOESTIMA Y COGNICIÓN
Nivel I: el primer nivel trata de establecer las relaciones interactivo/funcionales que los
tres tipos de respuestas (cognitiva, emocional, y motora) tienen con el ambiente, y la
interacción entre ellas, haciendo especial énfasis en los pensamientos automáticos y
las distorsiones cognitivas.
Es interesante destacar, tal y como afirma Beck (2000), que los pensamientos
automáticos disfuncionales y las distorsiones cognitivas casi siempre están asociados a
un contenido negativo y tienen una relación estrecha con el desarrollo de una
autoestima baja en los sujetos.
Tal como sostiene Clark y Beck (1989), existen dos tipos de productos cognitivos que
son especialmente relevantes para los estados psicopatológicos: los pensamientos
voluntarios y los pensamientos automáticos. Los pensamientos atuomáticos son
involuntarios y repetitivos por naturaleza, y difieren de los pensamientos voluntarios en
el grado de control asociado con su ocurrencia. Los pensamientos automáticos son
intrusiones reflejas de la cuales el paciente no es consciente.
Clark, Beck y Alford (1999) señalan que los pensamientos automáticos son: (a)
pasajeros, (b) altamente específicos y discretos, (c) espontáneos, inmediatos e
involuntarios, (d) plausibles, (e) consistentes con el estado afectivo de ese momento o
con su personalidad, y (f) un representación sesgada de la realidad, incluyendo el sí
mismo.
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procesamiento de tipo no controlado. La autora señala las siguientes características:
suelen ser breves e inmediatos, a menudo el paciente está más consciente de la
emoción que experimenta como consecuencia de sus pensamientos automáticos,
habitualmente estos pensamientos se aceptan sin reflexionar sobre ellos ni evaluarlos,
la emoción está desconectada de manera lógica con el contenido del pensamiento
automático. Debido a estas características, cualquier contenido que se encuentre en
este tipo de pensamientos referente al concepto de un mismo y la propia valía,
generan en el individuo que éste haga una estimación personal poco congruente con la
realidad, dando lugar, por lo general, a un bajo nivel de apreciación personal o
autoestima.
Alloy y Abramson (1998) hacen una diferencia entre “error cognitivo” y “sesgo
cognitivo”. Las distorsiones cognitivas ocurren cuando un juicio o un conclusión difiere
o es inconsistente con alguna medida comúnmente aceptada de realidad objetiva.
Mientras que los sesgos inferenciales son definidos como una tendencia a hacer juicios
de una manera sistemática y consistente, en determinado tiempo y situación, como por
ejemplo, desconocer constantemente los logros obtenidos porque pienso que soy un
fracasado. De manera similar, Harvey, Town y Yarkin, (1981) y Coyne y Gotlib (1983)
establecen diferencias entre sesgos y distorsiones cognitivas. Los sesgos son definidos
como una tendencia subjetiva a preferir una cognición dada sobre otras alternativas,
mientras que la distorsión es vista como una inconsistencia entre una hipótesis y los
hechos.
Distorsiones cognitivas:
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1.Lectura de la mente: El paciente asume que conoce lo que los demás están
pensando y que tiene suficiente evidencia de ello (Por ejemplo: ella piensa que soy
poco atractivo, el piensa que soy un perdedor). Dejarse llevar por un tipo de
pensamiento erróneo acerca de una situación o la relación con otras personas, suele
ocasionar consecuencias negativas o desajustadas con la realidad, lo cual provoca en
la persona la necesidad de valorar su actuación como negativa y por tanto la
posibilidad de evaluarse negativamente.
32
7.Filtro mental negativo: El paciente se focaliza exclusivamente en los detalles
negativos y raramente descubre los positivos (Por ejemplo, “Cuando hablé en público
hubo un momento que me turbé, sigo con mi fobia social), y desconoce el hecho que
durante una hora la conferencia fue magistral. Esta distorsión fue llamada por Beck
(1983) abstracción selectiva. En términos informacionales, también se podrían analizar
el filtro mental negativo como un proceso más cercano al concepto de sesgo, tal como
es la atención focalizada, atención autofocalizada o hipervigilancia. Esta distorsión
dificulta el cambio de actitud respecto a uno mismo, potenciado el desprecio y la
crítica, ya que su valoración personal es independiente de las propias virtudes.
10.Debo o tengo que: El paciente interpreta los eventos en términos de cómo piensa
que “deberían se las cosas” no teniendo en cuenta lo que es. (Por ejemplo: “debería
ser más disciplinado”, si no lo consigo voy a ser un fracaso”. El pensamiento
dicotómico está referido a evaluaciones extremas sobre determinados eventos,
mientras los “deberías” son exigencias para actuar, imposiciones absolutistas que
llevan directamente al comportamiento. El no cumplimiento de estos preceptos
convierten a la persona en algo que no desea ser, y por tanto, se forma un concepto
negativo de si mismo.
33
culpabilidad innecesario en el sujeto, creando en él un sentimiento de vergüenza
respecto a su propia forma de ser. También genera actitudes de desconfianza personal
y desvaloración.
12. Echar la culpa: El paciente considera que otras personas son el origen o la causa
de sus sentimientos negativos y se niega a tomar la responsabilidad de su propio
cambio. (Por ejemplo, mi esposo es el culpable de que no haya podido estudiar,
cuando en realidad el hombre nunca se opuso.). Las persona que se dejan llevar por
este tipo de pensamiento se ven envueltos en conflictos continuos en sus relaciones
interpersonales y almacenan sentimientos de fracaso personal, dañando de este modo
su autoestima.
13. Comparación falsa: El paciente interpreta los eventos con estándares poco
realistas. Se focaliza primeramente en aquellos sujetos que son “mejores que él” en
algún aspecto y, obviamente, se siente inferior en la comparación. (Por ejemplo, yo
soy un fracaso porque mis amigos tienen mejores empleos”). Inevitablemente este tipo
de pensamientos conducen a una estimación personal totalmente sesgada y
peyorativa, promoviendo sentimientos de fracaso, inadecuación y frustración.
16. Razonamiento emocional: El paciente piensa que algo tiene que ser real porque él
así lo siente. En consecuencia, lo que guía su interpretación de la realidad son los
sentimientos más que la razón. Por ejemplo, si me siento un fracaso, lo soy. Este tipo
de pensamiento actúa tanto en un patrón de autoestima alta como baja, ya que
depende de las emociones del sujeto. No obstante, su efecto es negativo ya que lleva
al sujeto a una valoración personal que no está basada en la realidad.
34
2. CREENCIAS CENTRALES Y ESQUEMAS
El esquema puede ser visto como una entidad organizacional cognitiva y estable, que
contiene todo el conocimiento acerca de uno mismo y el mundo (Hollon y Kriss, 1984).
En términos, más específicos, un esquema se refiere a una estructura cognitiva en la
que se representa la información referente a una particular categoría de personas,
objeto u eventos. (Taylor y Crocker,1981). El contenido de los esquemas no
necesariamente deber ser racional o correcto. Si los conceptos son erróneos, si las
experiencias personales se organizan más alrededor de vivencias negativas que
positivas, y las teorías o creencias se estructuran sobre la base de hechos falsos, el
esquema será disfuncional, y en consecuencia, los pensamientos y comportamientos
resultantes tendrán un carácter maladaptativo en la media en que no estarán
adecuados a la realidad.
Entre los esquemas de segundo nivel se incluyen los autoesquemas, es decir, los
esquemas acerca de nosotros mismo. Markus (1977) lo define como: generalizaciones
cognitvas acerca de uno mismo, derivadas de experiencias pasadas, que organizan y
guían el proceso de la información relacionada con uno mismo contenida en la
experiencia social del individuo. (pág. 64). Este autoesquema o esquemas de uno
mismo (Markus y Wurf, 1987), organizan la autopercepción y definen el autoconcepto.
35
Estos esquemas tendrían su origen en la interacción entre unas necesidades
emocionales centrales no satisfechas en la infancia y las características
temperamentales, es decir biológicas e innatas, del niño, siendo cinco las necesidades
emocionales que se plantean como centrales: los afectos seguros con otras personas;
la autonomía, competencia y sentido de identidad; la libertad para expresar
necesidades y emociones válidas; la espontaneidad y el juego; y, los límites realistas y
el autocontrol.
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Dimensión: Límites inadecuados
Normas Inalcanzables: recoge la creencia en que uno debería cumplir con reglas
rigurosas de actuación, autoimpuestas, normalmente para evitar la crítica.
Condena: recoge la visión de que los individuos deberían ser fuertemente castigados
Nivel III: integra esquemas de segundo orden que, al interactuar entre sí, conforman
un sistema complejo y abstracto de significados o un modo integrado e idiosincrático
de procesamiento de la información. El tercer nivel consta de cuatro esquemas de
segundo orden: esquemas ideológicos/conceptuales. (Norman 1989; Lega Caballo y
Ellis; Durán, 2001), esquemas valorativos (Koening, 1998); Lazarus, 2000, Ros y
Gauvela, 2001; Camps, 2003, Cortina, 2003; Leahy, 2003), esquema motivacionales
superiores ( Beck 1996: Greenberg, Rice y Elliot, 1996; Clark , Beck y Alford, 1999),
37
Reeve, 2003) y esquemas constructivos (Clark, Beck y Alford, 1999); Ellis 1999);
Fernández-Ríos y García-Fernandez, 1999); Ellis y Abahms, 2000; Becoña y Oblitas,
2004). El tercer nivel tiene implicaciones directas sobre el esquema nuclear (Nivel II).
La relación del pensamiento con los esquemas de segundo orden es similar a la que se
establece con el esquema nuclear, pero la articulación con ellos no sólo es de
significado, sino también de lógica deductiva. Por ejemplo, ser racista, (un estereotipo
o prejuicio, es decir, una generalización sin fundamento) podría llevar la sujeto de lo
general a lo particular a través de un simple silogismo. Por otro lado, los esquemas
motivacionales superiores establecen relaciones combinadas y complejas o con el
pensamiento: de significado, de lógica, pero también afectivas o de gusto.
Finalmente, hay que tener en cuenta que un mismo evento puede adquirir
connotaciones distintas según sea el nivel en que se analice e intervenga. Por ejemplo,
una distorsión cognitiva puede actuar como un factor precipitante en el Nivel I o puede
tomar la forma de sesgo cognitivo o relacionarse con la autopercepción que surge del
principio de economía cognitiva en el nivel II. Todos los niveles cognitivos se
relacionan entre sí y condicionan la forma en que el sujeto se percibe, describe,
entiende y valora; y por tanto el grado de estima personal que tiene hacia si mismo.
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3. MODELO COGNITIVO DE LA AUTOESTIMA BAJA
El modelo cognitivo de los problemas emocionales de Beck, ( Beck 1976) propone que
mediante las experiencias de la vida, las personas se forman conclusiones (creencias y
presupuestos) sobre ellos mismos, las otras personas y el mundo (factores de
predisposición). Cuando las experiencias son negativas, las creencias que nos
formamos de ellas también son negativas. Algunas de las creencias centrales son
descripciones sobre como nos parecen que son las cosas: por ejemplo, “no soy
bueno”, “no se puede confiar en la gente”, “ la vida es un problema”. Estas creencias
son experimentadas como normas sobre hechos, en vez de opiniones formadas a
través de la experiencia. Otras creencias o presupuestos disfuncionales se parecen más
a normas de vida, patrones de conducta o normas y regulaciones que permiten a la
persona funcionar en el mundo, en función de la veracidad percibida de las creencias
centrales. Por ejemplo, “debo hacer todo lo mejor posible, no importa cuanto cueste”.
39
comportamiento que se deriva se consideran disfuncinales, porque sirven para
mantener las creencias centrales negativas. La trampa, o engaño de estas normas
reside en que una persona puede sentirse bien por haber cumplido con las reglas, pero
se mantiene una baja autoestima de forma latente.
Todo funciona bien hasta que el sujeto se encuentra con un suceso o una serie de
circunstancias (factores precipitantes) en los que la persona no es capaz de llevar a
cabo el cumplimiento del la norma o el presupuesto disfuncional. Por ejemplo, alguien
perfeccionista fracasa en una tarea importante. Esto lleva a la activación del sistema
de creencias, activando pensamientos automáticos, distorsionados y negativos. Estos
pensamientos se activan en la mente sin responder a un proceso de reflexión o
razonamiento. Son negativos a nivel emocional y contienen exageraciones y sesgos
cognitivos. Por ejemplo, sobregeneralizar a partir de incidentes específicos o llegar a
conclusiones generales a partir de situaciones concretas.) Los pensamientos
automáticos afectan directamente al estado de ánimo, al estado físico y al
comportamiento. Alguien perfeccionista que ha fallado se puede sentir ansioso y
deprimido, experimentar sentimientos de estrés y empezar a trabajar o hacer las cosas
mal después de un fracaso. Este tipo de experiencias emocionales también constituyen
al mantenimiento de las falsas creencias junto con los comportamientos disfuncionales.
Los incidentes críticos que llevan a la persona a creer que puede y debe cumplir con
los requisitos de los presupuestos, producen la aparición de estas expectativas o
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predicciones negativas, que a su vez generan síntomas de ansiedad. Estas sensaciones
de ansiedad a su vez producen nuevas predicciones negativas, por ejemplo, voy a
perder el control, que generan una actuación o comportamiento totalmente disruptivo.
Además, la persona se inicia en una cadena de conductas desadaptativas como puede
ser la evitación o conductas de autoprotección para evitar dichas predicciones
(Salkovskis, 1991). Estas conductas están diseñadas para evitar que las predicciones se
hagan realidad, pero de hecho, contribuyen a la persistencia del problema. Incluso si
la persona observa que todo ha salido bien, las creencias negativas llevan al sujeto a
atribuir que el éxito es resultado de la casualidad o que el fracaso se ha conseguido
evitar por muy poco.
41
CAPÍTULO IV: TRATAMIENTO DE LA ATUOESTIMA
1. LA IMPORTANCIA DE SU TRATAMIENTO
En relación a esta idea, existen varios motivos que impulsan a considerar que se puede
realizar un abordaje específico sobre la autoestima y que sus consecuencias son
favorables en el contexto clínico.
En primer lugar, la evidencia de que muchos clínicos han desarrollado programas que
son específicos para el desarrollo de la autoestima (McKay & Fanning, 1992); Mruk,
1995; Newns, Bell, & Thomas, 2003). Así mismo, los terapeutas cognitivos enfatizan el
trabajo de la modificación de las creencias sobre el yo (Beck, 1995), incluyendo el
trabajo con los esquemas o creencias centrales tales como “No soy apreciado”, no
puedo trabajar solo” “Soy malo” (Young, 1994). Por lo que en la restauración de las
creencia negativas de los pacientes sobre sí mismos, inciden directamente en el trabajo
sobre el autoconcepto y la autoestima.
En segundo lugar, algunos autores (Geller, Vohs 2001, Bardone, Zaitsoff, &
Srikameswaran,2002), sugieren que la mejora de la autoestima es un objetivo
prioritario para la consecución de otros fines terapéuticos. Por ejemplo, ayudar al
cliente a sentirse suficientemente valioso y competente como para intentar un cambio
conductual. En muchos casos, uno de los retos que tiene el terapeuta para poder llevar
a cabo intervenciones con cierto tipo de pacientes o patologías es adherirlo al
tratamiento, debido a que el paciente no se siente capaz de superar el problema, o de
hacer aquello que requieren las pautas terapéuticas. La autoestima es en estos casos,
un elemento necesario para el cambio y la mejora del paciente.
En tercer lugar, se puede tratar a paciente cuya demanda o problema es una baja
autoestima como medida de prevención de otra problemáticas más graves. Como ya
vimos en el segundo capítulo, el déficit de autoestima está relacionado con muchos
trastornos psicológicos, siendo en algunos de ellos incluso un factor diagnóstico, por lo
que un trabajo específico sobre la baja autoestima puede beneficiar a muchos
pacientes y evitar que desarrollen trastornos del estado de ánimo (Schmitz, Kugler, &
Rollnik, 2003).
42
2. CARACTERÍSTICAS DEL TRATAMIENTO DE LA AUTOESTIMA
El tratamiento está diseñado para abordar los elementos fundamentales del modelo
cognitivo de la baja autoestima de forma sistemática. Como con en la ansiedad y la
depresión, la terapia se inicia normalmente con un enfoque sobre los factores de
mantenimiento, la identificación, la interrogación o cuestionamiento de las creencias/
pensamientos disfuncionales, la comprobación de las cogniciones que impulsan el
círculo vicioso (es decir, las predicciones negativas y pensamientos de autocrítica) a
través de una combinación de métodos cognitivos y conductuales.
El tratamiento debe trabajar hacia la reducción del enfoque del paciente hacia si
mismo y su preocupación sobre su valía, es decir, que el terapeuta debe ayudar al
cliente a reducir la influencia que tienen las evaluaciones negativas que hace de si
mismo. (Crocker & Park, 2004). Este aspecto es fundamental, cuando se trabaja el
fortalecimiento de la autoestima en pacientes que cursan otros trastornos como la
depresión, ya que suelen ser muy rumiativos y se centran en si mismos.
Como se sabe, la autoestima no es un concepto unitario, sino que tiene una naturaleza
multidimensional, y por tanto esta perspectiva es fundamental en el ámbito clínico. Por
ejemplo, Greenberg, Kernis y Washcull (1995) consideran que la autoestima de un
paciente se puede mejorar actuando sobre distintas causas. El tipo de abordaje
terapéutico para la afectación de la autoestima causada por un ambiente altivo y hostil
donde el paciente se encuentra normalmente sometido a evaluaciones será distintito al
tratamiento de una baja autoestima causada por un autoconcepto empobrecido. Esta
característica es la que hace que el tratamiento de la autoestima no sea estandarizado.
43
3. COMPONENTES ESENCIALES DEL TRATAMIENTO
Psicoeducación:
Los hallazgos muestran que tanto a nivel de tratamiento individual como programas
grupales de fortalecimiento de la autoestima, uno de los aspectos que más inciden en
el paciente es la educación sobre ésta. Este objetivo siempre se trabaja en dos fases:
la fase de conocimiento y la fase de focalización.
Aceptación y atención:
A partir de los hallazgos sobre los factores familiares y sociales que influyen sobre la
autoestima, vemos que el modo en que somos tratados por los otros puede afectar el
desarrollo de nuestra autoestima. Ser aceptado y atendido (o no serlo) debería
constituir una parte importante en cualquier programa de fortalecimiento de la
autoestima. Los terapeutas cognitivos y conductuales tienden a entender la aceptación,
la atención y confianza como la elaboración del rapport. ( Sappington 1989).
44
tratamiento de pacientes con baja autoestima ya que se les muestra un tipo de
interacción y actitud positiva hacia ellos.
Feedback:
Dos tipos de feedback parecen ser los más importantes en relación al desarrollo de la
autoestima. La información sobre nuestra conducta y sobre nosotros mismos que
proviene de los otros (o del entorno social general) se denomina feedback externo o
interpersonal. El feeback interno es el que proviene de nuestra propia experiencia,
especialmente de las evaluaciones que hacemos de nuestra propia conducta y de
nosotros mismos. Ambos tipos de información desempeñan un importante rol en la
regulación de nuestras acciones, pero el último es más importante su fuerza afectiva
es mayor y más difícil de evitar.
Hay buenas razones, y algunas pruebas las confirman, para creer que proporcionar
sistemáticamente feedback positivo (afirmativo) a las personas sobre sí mismas o sus
conductas es otra forma de potenciar la autoestima (Bednar, 1989; Bhatti, Derezotes,
Kim & Sprecht, 1989, Frey & Carlock, 1989). El feedback positivo debe estar basado en
una percepción positiva genuina o debe estar vinculado a la realidad de la conducta del
cliente de algún modo identificable para que sea útil. La idea de usar feedback para
modificar la autoestima es parte de la teoría y de la práctica del enfoque cognitivo del
cambio. El feedback positivo no es sólo parte del origen de la autoestima, sino que
impulsa también la profecia de autocumplimiento que la mantiene.
R eestructuración cognitiva :
Además del feedback ajeno que afecta a la identidad y estima, las personas también se
autoadministran con feedback. Desde el enfoque cognitivo conductual, cada uno de los
pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos genera un feeback que, como ya
hemos visto, influencia en el desarrollo de nuestra autoestima.
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La reestructuración cognitiva es uno de los aspectos más importantes del tratamiento
ya que los pensamientos que tiene un individuo sobre si mismo condicionan todas sus
actuaciones y sentimientos hacia él. Además, tal y como muestra el modelo cognitivo
sobre la autoestima, es necesario cambiar las creencias centrales, o esquemas que el
sujeto tiene, ya que sin este proceso, las reglas y presupuestos que tenga influenciarán
tanto en el mantenimiento de una autoestima baja latente o una autoestima baja
activándola ante cualquier situación de riesgo. Por otro, lado, la reestructuración
cognitiva es esencial para la formación de un autoconcepto adecuado.
Las investigaciones que estudian el modo en que las personas viven la autoestima en
la vida real, indican que la autoestima puede modificarse significativamente sobre todo
en periodos de transición natural (Epstein,1979; Harper, 1993) o en ciertos momentos
cruciales (Jackson, 1984; Mruk, 1983).
Por otra parte, sabemos que disponer de la capacidad par defender los propios
derechos o valores se relaciona como un fuente básica de autoestima en para el
individuo. Además, defender los derechos puede también limitar el impacto de factores
que reducen la autoestima. La asertividad ayuda a evitar situaciones que dañan la
autoestima, a decir “no” al tratamiento de las otras personas o a abandonar relaciones
pobres con más facilidad. Por estos motivos, incorporar el entrenamiento en
habilidades sociales o asertividad a un tratamiento de autoestima es necesario,
siempre que el paciente presente déficits o problemas respecto a alguna dimensión de
la autoestima o el autoconcepto social.
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R esolución de problem as:
En primer lugar, saber resolver mejor los problemas aumenta la probabilidad de tener
éxito en cualquier comprensión dada, y un mayor éxito potencia la autoestima porque
la autoestima es el reflejo de la competencia. En segundo lugar, aunque una mejor
planificación no sea garantía de éxito, reduce ciertamente la probabilidad del fracaso.
Reducir los fracasos también es positivo para la autoestima, particularmente en
relación a proyectos o actividades significativas. En tercer lugar, la técnica es flexible.
Podemos seleccionar un área determinada que sea especialmente problemática para el
cliente y ayudarle a desarrollar una estrategia realista de resolución de problemas
teniendo en cuenta sus puntos fuertes y débiles.
La autodescripción
Una autoevaluación precisa supone dos cosas: 1) reconocer y recordar las virtudes y 2)
describir con precisión las debilidades, de forma específica y no peyorativa. Este
segundo aspecto exige un compromiso fundamental por parte del cliente, ya que debe
evitar sus autocríticas. Está comprobado que las descripciones que hacen los
pacientes de si mismos cuando tienen una autoestima baja están sesgadas. Tienden a
detectar más defectos que virtudes, minimizar los aspectos positivos o descalificarlos
con razonamientos erróneos (McKay & Fanning, 1991). A veces incluso, niegan la
existencia de características positivas que tienen en realidad, lo cual hace que se tenga
que incidir en el trabajo del autoconcepto. El resultado habitual de este tipo de reflejo
distorsionado es una fuerte sensación de insuficiencia, a raíz de una desfavorable
comparación con las personas que le rodean.
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Existen muchas técnicas que el terapeuta puede utilizar para llevar a cabo este tipo de
descripción, pero los objetivos y aspectos a trabajar siempre son los mismos: conseguir
que la descripción del paciente contenga aspectos positivos y que cree en ellos; que el
paciente otorgue el valor adecuado a sus debilidades y sepa asimilarlas de forma
constructiva; rechazar autoevaluaciones negativas irracionales y añadir positivas o
reales; que las diferentes áreas donde el paciente presenta dificultades se vean
afectadas por la nueva descripción.
Éstos son los elementos necesarios para un abordaje terapéutico adecuado sobre la
autoestima, a continuación mostraremos las fases en que éstos elementos se
combinan para su mayor eficacia.
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4. FASES DEL TRATAMIENTO DE LA AUTOESTIMA
Del mismo modo que existen muchas definiciones sobre autoestima, también existen
numerosos programas que trabajan sobre el desarrollo la autoestima, cuyo contenido y
secuencia varía el uno del otro. La decisión final de cómo debe ser dicho tratamiento
depende del terapeuta y de los objetivos específicos que quiera alcanzar. No obstante,
tanto el diseño de un programa de fortalecimiento de la autoestima como un
tratamiento clínico de ésta, pueden resultar de mayor eficacia si se distribuyen las
técnicas en un orden determinado.
A continuación se describen las fases esenciales que debe seguir un tratamiento sobre
la autoestima para que se puede generar el cambio terapéutico adecuado en el sujeto
y que además éste sea capaz de hacer frente a las fluctuaciones de autoestima una
vez el tratamiento se haya acabado.
Fase de psicoeducación:
Un factor también importante de la esta fase inicial es que el terapeuta puede explicar
al paciente de forma entendible el modelo cognitivo de la baja autoestima al paciente o
la relación que existe entre su pensamientos sobre si mismo y su valoración personal.
Todos estos factores hacen que la psicoeducación no solamente deba ser la fase inicial
del tratamiento, sino que su uso y presencia se encuentra en cualquier punto del
tratamiento.
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Para ello se utiliza cualquier técnica que ayude al paciente a dar una descripción de si
mismo en relación a diferentes áreas de su vida. En esta fase, el terapeuta puede
detectar el tipo de creencias que el paciente tiene sobre si mismo, el nivel de
afectación que le provocan y las conductas que se derivan de ellas.
A los pacientes con baja autoestima les es difícil pensar sobre si mismos de forma
adecuada y por tanto el terapeuta debe trabajar para sacar a la superficie todos
aquellos aspectos que estén dañando la imagen que el paciente tiene de si mismo.
Esto implica confrontar al paciente con sentimientos negativos, pensamientos,
actitudes o situaciones que prefiere olvidar o negar. Por eso es fundamental el rol del
terapeuta en esta fase en cuanto a la muestra de aceptación y confianza.
Fase de reestructuración:
Este trabajo implica enseñar a los pacientes a tratar sus pensamientos (incluyendo las
creencias sobre su propio valor) como hipótesis más que como hechos o verdades. Los
clientes aprenden a examinar la evidencia a favor y en contra de sus creencias
negativas, desarrollar métodos de comprobación de las creencias, y la consideración de
creencias alternativas que sean más consistentes con los hechos. Los clientes también
aprenden a detectar automáticamente y luchar contra las distorsiones cognitivas.
Ésta es una de las fases más importantes y a la vez extensas del tratamiento. Detectar
los pensamientos automáticos del paciente, sus creencias, sus posibles esquemas y
cambiarlos es una de las tareas más complejas de la terapia cognitiva. Por ello, en el
trabajo solamente con autoestima, la reestructuración se suele producir en el nivel más
básico de pensamiento, es decir, los pensamientos automáticos y siempre en relación a
la percepción de uno mismo. También se trabajan las creencias centrales que forman
el autoconcepto, aunque su trabajo dependerá siempre de las características de la
intervención. En un tratamiento individual en el que terapeuta y cliente dediquen un
gran número de sesiones a ello, se alcanzará un nivel de restructuración más profundo
que en un programa grupal con sesiones limitadas.
Uno de los objetivos de esta fase es dotar al paciente de las habilidades para
identificar por él mismo sus pensamientos, sus errores cognitivos y cambiarlos, es
decir, ser capaz de aplicar la técnica fuera del ámbito terapéutico. Por esta razón, es
una de las fases esenciales del tratamiento, porque consiste en la capacitación del
paciente de estrategias para modificar sus pensamientos respecto de si mismo.
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La presencia de distorsiones cognitivas y creencias disfuncionales pueden haber
desactivado creencias positivas acerca del sujeto y éste no las valora. Haber pensado
de forma negativa sobre sí mismo durante un tiempo es un hábito que se ha tenido
que romper mediante las técnicas de reestructuración; del mismo modo, necesario
hacer un aprendizaje sobre las virtudes que se tienen, y desarrollar el hábito de pensar
de forma realista para que dichas creencias afecten tanto las emociones como al
conducta del paciente.
El proceso que se lleva a cabo es semejante las técnicas de reestructuración pero con
el objetivo de adquirir hábitos de pensamiento favorable y también la adquisición de
nuevas normas adecuadas que preserven la autoestima y guíen el comportamiento del
sujeto basadas en la racionalidad.
En esta fase, se trabaja para que el sujeto detecte todas aquellas fuentes de
autoestima que existen en su vida y procure dedicarles la atención y dedicación
necesaria. El objetivo de esta fase es que el paciente pueda proveerse de elementos
que le mantendrán activadas las creencias positivas sobre si mismo y por tanto el
aumento de autoestima alcanzado a lo largo del resto de fases, una vez termine el
tratamiento.
Aunque este tipo de estrategia se plantea como útil para el final del tratamiento y con
una función mantenedora, no significa que el uso de situaciones en la vida del sujeto
se utilice solamente para terminar el tratamiento. La propuesta de actividades para
aumentar la autoestima es uno de los recursos más importantes de la terapia y por
tanto se utiliza en combinación con el resto de fases. Las técnicas para alcanzar
objetivos o la planificación de actividades agradables se utilizan en el tratamiento de la
autoestima en combinación con el resto de técnicas más cognitivas y son muy eficaces
en el proceso de cambio actitudinal del paciente.
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CONCLUSIONES
Por otro lado, en cuanto al área específica de investigación, el tercer y cuarto capítulo
muestran un análisis del trabajo terapéutico que se debe realizar para el
fortalecimiento de la autoestima, así como la relación existente entre las cogniciones y
la autoestima. En estos capítulos queda reflejada la importancia de los esquemas
tempranos, los pensamientos irracionales y las creencias centrales, en el desarrollo de
la autoestima baja. La comprensión de la relación de éstos con el mantenimiento de la
baja autoestima es un elemento clave para el diseño posterior de un tratamiento
eficaz. Se puede afirmar por tanto que, los elementos descritos en el capítulo cuarto,
deben tomarse en cuenta para la elaboración de cualquier tratamiento de la
autoestima. Un correcta psicoeducación, la capacidad de identificar creencias errónas o
esquemas y la capacidad para modificarlos; potenciar las fuentes de autoestima
naturales; promover la aceptación; y la creación de un nuevo autoconcepto apropiado,
serán elementos que ayuden a los pacientes con una baja autoestima a desarrollar
niveles altos de esta.
El sujeto con autoestima positiva, se acepta como es, sin necesidad de sentirse
superior a los demás o probar su valía por comparación con un criterio establecido.
Manifiesta una «voluntad de ser eficaz», lo que implica la negativa a aceptar la
impotencia y la derrota como una condición permanente e inalterable en su vida. Esto
52
no supone no aceptar que existen momentos de ineficacia y derrota en su vida, lo que
ocurre es que los acepta como algo temporal. Supone también valorar el cambio como
medio para superar las dificultades y las derrotas.
Este sujeto, reconoce y cree en unos derechos para sí y para los demás, creencia que
se expresa en un comportamiento de respeto a sí mismo y a los otros. Utiliza el
razonamiento como medio para justificar su postura hacia algo. Sabe decir que no a
una petición justificando de forma racional su postura y sus sentimientos.
Expresa comprensión hacia las posturas de los demás. No siente como un ataque a su
autoestima las opiniones u opciones de los demás que son contrarias a las suyas. Está
abierto a las críticas y al reconocimiento de sus errores, ya que su autoestima no está
ligada a una imagen de «ser perfecto». Muestra una actitud creativa y abierta a
nuevas ideas y nuevas experiencias, así como flexibilidad para responder a nuevos
desafíos de manera lúdica y creativa. Su comportamiento y manera de hablar reflejan
seguridad, auto afirmación, serenidad y respeto. Esto se pone de manifiesto en su
conducta de interacción personal, en la cual, tanto en los componentes no verbales de
la comunicación, señalan la presencia de una conducta «asertiva» con adecuadas
habilidades sociales.
Muestra una capacidad para hablar de forma serena y directamente sobre los fracasos
y logros. Posee un sentimiento de autocontrol emocional, junto con una capacidad
adecuada para expresar sentimientos y emociones. Utiliza estrategias para afrontar las
situaciones de estrés, de inseguridad o de ansiedad de forma adecuada y como un
importante recurso psicológico que favorece la adaptación.
53
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Desclée de Brouwer. 1983.
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56