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Intervenciones para Mejorar El Rendimiento en La Lectura
Intervenciones para Mejorar El Rendimiento en La Lectura
Uno de los logros de la política social desarrollada por Colombia en la última década del
siglo XX, fue el posicionamiento del tema referido a la infancia y la familia. Esto se vio
facilitado por la normatividad promulgada en este periodo, principalmente por la
Constitución Política de 1991, en la que quedaron consignados los derechos de los niños,
los cuales prevalecen sobre los de los demás, y por la ratificación de la Convención
Internacional sobre los Derechos de los Niños, a través de la Ley 12 de 1991.
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Psicólogo y Master en Psicología Comunitaria. Profesor de Psicología Social del Departamento
de Psicología - Universidad Nacional de Colombia.
del concepto de protección integral, gracias a que esta noción se la interpreta dentro del
marco de los derechos fundamentales de los niños.
Aunque son importantes estos logros, falta todavía mucho terreno por recorrer para
poder alcanzar los estándares de calidad de vida que dignifiquen la existencia de una
porción importante de la población colombiana, en especial de aquellos ciudadanos que se
encuentran en los estratos socioeconómicos menos favorecidos. Esta limitación en la
búsqueda de mejores condiciones de vida se ve acentuada por la crisis fiscal que enfrenta el
país, por las bajas tasas de crecimiento en el PIB, por el aumento en el desempleo y por la
agudización del conflicto, fenómenos que inciden grandemente sobre la cotidianidad de la
familia, transformando de manera importante las relaciones intrafamiliares.
No obstante estas circunstancias adversas por las que atraviesa el país, es necesario
continuar trabajando en pro del bienestar de la familia y la niñez; a todas luces es la mejor
inversión que una nación pueda realizar para garantizar tanto la viabilidad de su sociedad
como el desarrollo sostenible de su economía. Por ejemplo, la tasa de retorno de programas
que enfrentan el problema de la delincuencia menor, son más altas si se invierte en apoyar
la vida familiar que si solo se destinan recursos a la represión. En consecuencia, es
importante que se continué con los esfuerzo por comprender la manera como se crían a los
niños y las forma en la que se estructuran las relaciones intrafamiliares. Esta información
asegura que se pueda enfrentar las grandes tensiones a las que está sometida la sociedad, y
que generan profundas transformaciones en la cultura y en el psiquismo humano, de una
manera más orientada.
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Fenómenos como el desplazamiento forzado que afecta a las familias campesinas y de
los estratos 1 y 2, o el empobrecimiento de las capas medias de los estratos 3 y 4, son
circunstancias que están contribuyendo a configurar nuevas dinámicas y estructuras
familiares y a un mayor sincretismo en las costumbres y maneras de concebir el mundo
privado. Esto está conduciendo a las jóvenes generaciones hacia un futuro incierto y sobre
el cual el núcleo familiar ya no tiene demasiado control. Una consecuencia de este
fenómeno es la necesidad de brindar respuestas diferenciales a las distintas problemáticas
que vive la familia. Así por ejemplo, las particularidades con las que se configuran tanto la
familia perteneciente a los estratos más vulnerables como la familia de clase media,
ameritaría que se diseñaran estrategias de intervención específicas, y esto sólo se podrá
realizar si se cuenta con información actualizada y muy precisa, de lo contrario la sociedad
continuará enfrentada a la improvisación en la formulación de políticas para este sector.
Es, pues, de vital importancia para nuestra sociedad conocer las prácticas de crianza, si
se quiera influir positivamente en desarrollo de los niños, esto es, contar con más
información sobre comportamientos que los padres expresan con relación al bienestar físico
y psicosocial, y a las oportunidades de aprendizaje de sus hijos en el ámbito familiar.
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prácticas de crianza, especialmente en padres con bajo nivel educativo, no es
claras y en muchos casos se alejan de las reales circunstancias en las que se
generaron, y tienden a reducirse significativamente la complejidad del fenómeno.
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Continuando con este deslinde, en segundo lugar se debe caer en cuenta que las prácticas
de crianza, como se ha venido repitiendo, son un proceso, esto quiere decir que son un
conjunto de acciones concatenadas, que cuenta un inicio y que se va desenvolviendo
conforme pasa el tiempo. No se trata de acciones y reacciones estáticas de padres e hijos,
petrificadas en unas formas de comportamientos repetitivos, todo lo opuesto, las prácticas
de crianza se van transformando por efecto del desarrollo de los niños, así como por los
cambios suscitados en el medio social.
Las prácticas deben concebirse como acciones, esto es, como comportamientos
intencionados y regulados, “... es lo que efectivamente hacen los adultos encargados de ver
a los niños. Son acciones que se orientan a garantizar la supervivencia del infante, a
favorecer su crecimiento y desarrollo psicosocial, y a facilitar el aprendizaje de
conocimientos que permita al niño reconocer y interpretar el entorno que le rodea”
(Aguirre, 2000).
Por otro lado, las prácticas se manifiestan de una manera particular para atender
comportamientos específicos de los niños, por ejemplo frente a la alimentación, ante la
demanda de afecto o como respuesta a conductas disfuncionales, y pueden tomar la forma
de conductas motoras complejas, de expresiones verbales o de gesticulaciones voluntarias.
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Respecto a la pauta, ésta tiene que ver el canon que dirige las acciones de los
padres, esto es, con el orden normativo que le dice al adulto qué se debe hacer
frente al comportamiento de los niños. “Se refiere a lo esperado en la conducción
de las acciones de los niños. Es el vínculo directo con las determinaciones
culturales propias del grupo de referencia. En tanto que es un canon del actuar,
por lo general, la pauta se presenta como una circunstancia restrictiva y poco
flexible, lo cual no quiere decir, que no pueda modificarse en el transcurso del
tiempo” (Aguirre, 2000).
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En términos de los dichos populares, los padres pueden regirse por el adagio
“prescinde del palo y echa a perder al niño” y al mismo tiempo reconocer que el
castigo físico es muy nocivo para el desarrollo psíquico del niño (Aguirre, 2000;
Himelstein et al 1991). Esta coexistencia de normas que exigen al individuo un
acatamiento no reflexivo a la autoridad y una dependencia con respecto al adulto,
con aquellas otras que centran la atención en la autonomía de los niños, hace, en
la realidad cotidiana, que los padres de familia entren en serias contradicciones,
tanto internas como externas, cuando intentan controlar y orientar el
comportamiento de sus hijos.
Finalmente, las creencias se refieren a las explicaciones que dan los padres sobre la
manera como orientan las acciones de sus hijos. Se trata de un conocimiento básico del
modo en que se deben criar a los niños; son certezas compartidas por los miembros de un
grupo, que brindan fundamento y seguridad al proceso de crianza. Como lo afirma Myers
(1994) se trata de explicaciones “... de por qué las pautas y prácticas son como son o como
deberían ser”.
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Como se puede apreciar en este breve resumen, las prácticas de crianza, el
cuidado y la orientación de los niños, son un fenómeno muy complejo y muestran
una gran variabilidad. Además, son altamente sensibles a las determinaciones
socioculturales y al modo particular como los interpreta y usa un padre de familia
concreto. En este sentido, una circunstancia como la pobreza juega un papel
determinante sobre los distintos aspectos que componen las prácticas de crianza,
dado que su influencia puede ser muy negativa para el desarrollo de los niños, ya
sea por ignorancia de una adecuada forma de criar a los niños, o por cambios
repentinos en las condiciones normales de la vida familiar, como es el caso,
cuando se presenta la pérdida del empleo o la disminución en la calidad de vida.
Como se planteó antes, la situación de Colombia en los últimos años, por decir
lo menos, se ha tornado dramática, la crisis económica representada en una
abrupta caída en la tasa de crecimiento del PIB, sumado al aumento progresivo
del desempleo, el cual ya rebasó el 20% en el año 2001, y la agudización del
conflicto interno, hacen del entorno social en el que se desenvuelve la familia
colombiana un medio inseguro y de poco futuro. Esto, por supuesto, afecta
directamente las relaciones intrafamiliares, haciéndolas proclives a la violencia y al
abandono, con lo cual se ve incrementado el desinterés de los padres por la
orientación del comportamiento de sus hijos. Esto se torna aún más grave en las
capas marginadas y más vulnerables de la sociedad, como por ejemplo, en las
familias jóvenes con hijos menores de 12 años y con un nivel educativo muy
próximo al analfabetismo.
Sin lugar a dudas, lo anterior es un indicador alarmante del alto riesgo en el que
se encuentra la sociedad colombiana, pero esto se ve aún más agudizado por la
progresiva pérdida en calidad de vida de los estratos medios en los que recae, en
buena parte, el soporte de la estructura socioeconómica del país, en la medida en
que son una importante porción del futuro capital humano. En este sentido, el
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efecto va más allá de la coyuntura, dado que afecta la educación de los niños, la
salud de la familia y la economía de los padres, y de esta manera, también las
prácticas de socialización que favorecen la construcción de una sociedad más
tolerante y democrática.
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limitaciones en la confianza sobre los demás y dificultando la relación con las otras
personas.
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los niños, especialmente para la población más vulnerable comprendida entre los
0 y 7 años de edad, como para la sociedad en su conjunto. La pobreza es uno de
los factores que más perturba esta relación, dado que las familias que enfrentan
condiciones de extrema dificultad económica o que se ven avocados a una
repentina crisis en la economía familiar, ya sea por el desempleo o por el
desplazamiento forzado, genera en los adultos tensión e inestabilidad emocional,
lo que los conduce a reaccionar, frente al comportamiento de los niños,
manifestando conductas violentas y poco reflexionadas, o con desinterés y
distanciamiento de la realidad cotidiana de los niños.
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vivencias internas y a un estado de permanente intolerancia respecto a algunas
manifestaciones comportamentales de sus hijos.
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En contraposición, en la regulación negativa, el adulto emplea técnicas de
control intrusivas, encaminadas más a restringir las acciones de los niños que a
orientar su comportamiento, y adicionalmente sus exigencias se caracterizan por
ser altamente arbitrarias. Como bien lo resumen Vargas y Ramírez (1999), un
padre restrictivo “ ... corrige continuamente a sus hijos, y exige de ellos obediencia
inmediata e incondicional a sus órdenes”.
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Aunque esta forma de actuar no es necesariamente exclusiva de las personas
que enfrentan condiciones de pobreza, éstas son si se encuentran en mayor
riesgo de emplear un control negativo, tanto por la extrema tensión psicológica a la
que se encuentran sometidos, como por la reproducción de los patrones de
socialización bajo los cuales fueron criados y que se centraban más en el
autoritarismo que en el reconocimiento de los derechos de los niños. En otras
palabras, tal como lo referencian, entre otros, Myers, (1993), Vargas y Ramírez
(1999), Luna et al (1999), Puyana y Orduz (1998), Tabares (1998), o Aguirre y
Durán (2000), Ministerio de Educación Nacional (2000), los padres están
atrapados en la inmediatez y en el poco distanciamiento frente a la situación de
conflicto con sus hijos; para controlar el comportamiento de los niños se
inmiscuyen en la intimidad de ellos, son hostiles en el trato, responden con
agresión ante la rebeldía y utilizan el castigo físico.
Conclusiones
Ahora bien, no obstante el posicionamiento del tema de familia e infancia, los datos con
los que contamos sobre las prácticas de crianza, son todavía fragmentarios y en muchos
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casos incontrastables, debido a la gran varierdad metodológica, y en algunos casos, al poco
rigor en el proceso de investigación, lo cual dificulta, grandemente, poder estimar el valor
real de los resultados. Adicionalmente, son muy escasos los estudios que abordan la
relación entre prácticas de crianza y pobreza, lo cual no permite que se pueda estimar el
grado de impacto que tiene esta circunstancia sobre las relaciones intrafamiliares,
específicamente entre padres e hijos.
En este sentido, una de las tareas que se debe emprender con más urgencia, si se quiere
contar con indicadores confiables sobre las prácticas de socialización, es el desarrollo de
instrumentos más estandarizados que permitan hacer comparaciones entre poblaciones
distintas y realizar el seguimiento de los cambios en los patrones de crianza. También es
necesario definir algunos dominios claves, de carácter psicosocial, que permitan trazar una
“radiografía” de las relaciones entre padres e hijos y así poder trazar políticas que apoyen la
crianza de los niños, más cuando socialmente se considera que es fundamental invertir en
las nuevas generaciones, para hacer de la sociedad colombiana un proyecto viable, justo y
equitativo.
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Bibliografía
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theory. Journal of Marriage and the Family 57, August.
McIntyre, J. & Dusk, J. (1995). Perceived Parental Rearing Practices and Styles of Coping.
Journal of Youth and Adolescence. Vol. 24, N° 4
McNaly, S., Eisenberg, N. & Harris, J. (1991). Consistency and Change in Maternal Child-
Rearing Practices and Values: A Longitudinal Study. Child Development, N° 62.
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Myers, R. (1993). Los doce que sobreviven. Fortalecimiento de los programas de desarrollo
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Puyana, Y. y Orduz , C. (1998). “Que mis hijas no sufran lo que yo sufrí”. Dinámica de
socialización de un grupo de mujeres de sectores populares. Estudio de caso sobre la
región cundiboyacense. Santafé de Bogotá, CES- Universidad Nacional de Colombia.
Tangney, J. & Deitch, N. (1987). Some implications of maternal employment for the
mother and the family. Los Angeles, CA, Working Papers-Institute for Social Science
Research, UCLA.
Tabares, X. (1998). El castigo a través de los ojos de los niños. Bogotá: CES-Universidad
Nacional de Colombia.
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