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EL CARÁCTER JUDÍO DEL NUEVO TESTAMENTO

Por Al Brickner
Traducido por: Rhode Flores

EL Rabino Isaac Lichtenstein sintió curiosidad al observar a uno de los


maestros de su escuela leyendo un libro que estaba impreso en alemán.
Le preguntó al maestro lo que estaba leyendo y éste le pasó el libro. El
Rabino le echo un vistazo por encima, pasando las páginas, hasta que vio
escrito en él el nombre "Jesucristo." Dándose cuenta de que el librito era
un Nuevo Testamento, reprendió con dureza al maestro por tenerlo en su
posesión y tiró el libro enfurecido al otro lado de la habitación. Este cayó
detrás de otros libros, sobre una estantería y permaneció olvidado sobre
ella durante casi 30 años.

Pocos años después se produjo una ola de intensa persecución antijudía


en la Hungría natal del Rabino Lichtenstein y no le sorprendió que los
ataques se llevasen a cabo en nombre del Cristianismo. En medio de los
pogromos, se quedó sorprendido leyendo los escritos de hombres que, en
el nombre de Cristo, denunciaban duramente a los antisemitas y
defendían a los judíos. Entre esas figuras tan destacadas estaba la del
erudito bíblico, de gran renombre, Franz Delitzsch, catedrático de la
Universidad de Leipzig. El Rabino se sintió intrigado por algunas
afirmaciones que hablaban acerca del mensaje de Cristo como de un
mensaje de amor y de una vida entregada por su pueblo.

En ese momento fue encontrado aquel Nuevo Testamento, que treinta


años antes tirase con ira a un rincón. Para el anciano rabino había sido un
libro cerrado y odiado, que había considerado la fuente de un veneno que
iba dirigido a su pueblo. Pero ¿era realmente lo que él se había imaginado
que era? Abrió sus páginas y comenzó a leerlo.

Algún tiempo después el Rabino Lichtenstein escribió en Dos Cartas: Es lo


que realmente deseo, describiendo la experiencia que vivió después de
haber leido el Nuevo Testamento.

"Estaba convencido de que el Nuevo Testamento era impuro, lleno de


orgullo, de egoísmo presuntuoso, de odio, de la peor clase de violencia,
pero al abrirlo, sentí que se apoderaba de mi de una manera muy especial
y maravillosa. Sentí como si una luz y una gloria repentina pasase a
través de mi alma. Había estado buscando espinos, pero había recogido
rosas, descubrí perlas en lugar de piedrecitas; en lugar de odio me
encontré con amor, en lugar de venganza perdón, en lugar de esclavitud
libertad, en lugar de orgullo humildad, en lugar de enemistad conciliación,
en lugar de muerte me encontré con la vida, con la salvación, con la
resurrección y con los tesoros celestiales."

Un Libro cerrado

La historia del Rabino Lichtenstein se basa en la realidad y resume los dos


polos de la experiencia vivida por los judíos en lo que se refiere al Nuevo
Testamento. Para la mayoría, el Nuevo Testamento es un libro cerrado y
desconocido debido a que se le identifica con la eterna persecución del
pueblo judío en nombre del Cristianismo. Debido a que la mayoría de los
judíos creen que el Nuevo Testamento promueve el antisemitismo, están
convencidos de que no podrían encontrar en él nada que corroborase la
vida y los valores judíos.

Por lo tanto, la evaluación que hacen los judíos del Nuevo Testamento se
basa en impresiones condicionadas de antemano. En muchos sentidos, la
experiencia judía parece apoyar esta evaluación, a pesar de lo cual la
mayoría de los judíos no sienten el deseo de verificar dicha evaluación
estudiando ellos mismos lo que dice, de hecho, el Nuevo Testamento.

El Mensaje es Judío

Sin embargo, cada vez es mayor el número de los judíos, que al igual que
le sucedió al Rabino Lichtenstein, se han sentido impulsados, por un
motivo u otro, a investigar muy en serio lo que realmente contiene el
Nuevo Testamento, entre ellos el que escribe. Después de haber realizado
una investigación minuciosa nos hemos dado cuenta de que el Nuevo
Testamento es algo completamente diferente de lo que nos habíamos
imaginado en principio.

Para empezar, hemos descubierto que los autores y el transfondo cultural


son judíos. Las primeras escenas con que nos encontramos en el Nuevo
Testamento giran en torno a la tierra de Israel, entonces llamada
Palestina, durante la época del Segundo Templo. Incluso al ampliarse el
enfoque a partir del entorno original, la acción se desarrolla
principalmente entre las comunidades judías en la Diáspora. Los
escritores del Nuevo Testamento, posiblemente a excepción de Lucas,
eran todos judíos, además de que los apóstoles y los seguidores de Jesús
también eran judíos.

La Esperanza Judía hecha realidad


El tema básico del Nuevo Testamento es singularmente judío: es la
esperanza judía hecha realidad. Esta expectativa era una posesión
especial de Israel. Uno de los primeros pasajes del Evangelio de Mateo
presenta a los sabios gentiles reconociendo que el libertador prometido
habría de ser "el Rey de los Judíos." Durante las primeras etapas de la
proclamación de las buenas nuevas acerca del Mesías, solo fueron los
judíos y aquellos gentiles, que se encontraban bajo la influencia del
judaísmo, los que estaban preparados para recibir y comprender el
mensaje sobre el advenimiento, tan esperado, del Redentor. Los centros
primordiales en los que se predicó al principio el mensaje fueron las
sinagogas de las comunidades de la Diáspora.

En una página tras otra del Nuevo Testamento, ya sea citando


directamente, mediante una paráfrasis libre y por alusión, encontramos
un importante tesoro de enorme valor, que posee la autoridad suprema:
las Escrituras hebreas.

Cuando Jesús o los predicadores del Nuevo Testamento hacen uso de las
palabras "escrito está" o "así dice el Señor" se basan en los escritos
sagrados judíos como el tribunal de apelación final. Jesús desafía a los
dirigentes religiosos con estas palabras: "Escudriñad las Escrituras...ellas
son las que dan testimonio de mi." (Juan 5:39). Pedro proclama ante las
multitudes judías: "Y todos los profetas de Samuel en adelante, todos los
que hablaron, también anunciaron estos días." (Hechos 3:24). Las
proclamaciones iniciales del Nuevo Testamento están repletas de pasajes
de Moisés y de los profetas, indicando que lo que está sucediendo es la
esperanza judía que se está convirtiendo en realidad.

Cuando se investiga el contenido general del Nuevo Testamento, si se


está ligeramente familiarizado con las escrituras hebreas, la persona se
encontrará en territorio conocido. Las comunicaciones de parte de los
ángeles nos recuerdan las experiencias vividas por Abraham, Isaac, Jacob,
Moisés, Josué y otros muchos de los antiguos hebreos. Los nacimientos
sobrenaturales recuerdan la natividad del patriarca, Isaac. Los milagros
representan la actividad de Dios que sirve como confirmación, al
revelarse a sí mismo, tal y como sucedió en los tiempos de los patriarcas,
de Moisés, de los profetas y de los reyes de Israel. No se trata de hechos
caprichosos en los que se hacía uso del poder de manera arbitraria, como
sucede con la mitología pagana, sino que tienen profundas implicaciones
morales, de las que se vale Dios para enseñar a su pueblo acerca de los
caminos de la fe. Además, al igual que sucede en el caso de las Escrituras
hebreas, hay una actividad profética y una predicación inspirada cuando
el Espíritu de Dios capacita a los hombres para proclamar su mensaje y
ninguno de estos sucesos son ajenos a la vida espiritual ni a la herencia
de Israel.

Los grandes temas del Nuevo Testamento son los mismos que los de las
escrituras hebreas: la santidad, la justicia y la misericordia de Dios; el
hecho de que el hombre se ha alejado y vive apartado de Dios por causa
de su desobediencia; el amor de Dios que busca al hombre, el perdón y la
reconciliación. Tenemos también los grandes temas de la fe, el sacrificio,
la redención, la esperanza, el amor, la paz, el gozo, el triunfo final del
Reino de Dios, su juicio y su recompensa. Es algo que podemos leer y
comparar. En el primero no se presenta nada que no se revele claramente
en el segundo, lo único que varía es la perspectiva. En el Antiguo Pacto,
se enfatiza la promesa y en el Nuevo Pacto se enfatiza el cumplimiento. El
uno enfatiza la preparación y el otro la consumación.

Un Mesías que sufre

Al llegar a este punto, es posible que algunos pongan la objeción de que


algunos de los principales temas del Nuevo Testamento no son judíos.
Muchos mantienen que la idea de un Mesías que sufre, que muere,
resucita y que es al mismo tiempo divino es ajena a la religión judía. Al
parecer tiene sus orígenes en las fuentes paganas egipcias y griegas.
Además, se afirma que la manera en que el Nuevo Testamento sigue los
pasos a la aparición y la difusión de la comunidad mesiánica le da una
nueva forma para convertirlo en un fenómeno gentil, arrancándolo del
contexto judío.

En el culto Musaf del Día de Expiación se hace una antigua oración, que
se refiere a Moshia Tzidkenu (el Mesías, que es nuestra Justicia) como el
que "ha sido herido por causa de nuestras transgresiones", por lo que el
concepto de un Mesías que sufre y muere no es ajeno al saber popular
judío.

Si bien la resurrección del Mesías, tal y como la relata el Nuevo


Testamento, pareció pillar a todos por sorpresa, existen pasajes en los
Escritos Sagrados que parecen prometer la resurrección del Mesías. El
Salmo 16:10 declara que Dios no abandonará a su Santo en el sepulcro.
Isaías 53:10, 12 nos presenta al Señor prolongando los días del Siervo que
Sufre y con el que se complace Dios, prosperando cuanto está en Sus
manos por haber estado dispuesto a derramar voluntariamente su alma
hasta la muerte.

En los escritos proféticos hay pasajes que muestran evidencia acerca de


que el Mesías había de ser divino. En Isaías 9:6 se le llama al Rey
Mesiánico por nombres tan impresionantes como Admirable Consejero,
Padre Eterno, Príncipe de Paz. En Jeremías a la Rama de Justicia que ha de
salir de David se le da el nombre de "Jehová, justicia nuestra". En Miqueas
5:2 tenemos el anuncio del lugar en el cual habría de nacer el Mesías y se
dice de El que procede de la eternidad. En Daniel 7:13, 14, se ve al Mesías
que viene en las nubes de los cielos y recibe el dominio eterno sobre
todos los pueblos. Los rabinos que crearon los conceptos de la sabiduría
popular, como los que contiene el Zohar, observando éste y otros pasajes,
llegaron a la conclusión de que el Mesías habría de ser divino.

Aunque Jesús mismo dijo que la salvación procedía de los judíos (Juan
4:22), también dijo que había además otras ovejas que no pertenecían al
redil judío que habían de ser añadidas al rebaño del Pastor Mesiánico
(Juan 10:16), una visión que no resulta ajena a las expectativas judías.
Dios declaró por medio de Isaías (Isaías 49:6) que el Mesías habría de ser
luz para los gentiles y su salvación llegaría hasta los confines de la tierra.
Isaías 60:1-3 afirma que los gentiles vendrán a la luz que se difunde a
través de Israel por medio del Mesías.

De modo que la visión del Nuevo Testamento no es una aberración gentil,


sino que es más bien una visión de los antiguos profetas hebreos, que
proclamaron que Dios traería a los gentiles para que disfrutasen de las
bendiciones gracias al Mesías.

De todas estas maneras, nosotros los judíos, que nos hemos sentido
instigado a investigar detenidamente el Nuevo Testamento, hemos
acabado por reconocer su carácter básicamente judío, pero hemos
descubierto además otra cosa. AL INVESTIGAR MAS A FONDO AQUELLOS
PASAJES QUE PROMUEVEN UN SENTIMIENTO ANTIJUDIO, DESCUBRIMOS
QUE NO SON NI MUCHO MENOS ANTIJUDIOS.

Una disputa familiar

En el Nuevo Testamento nos encontramos con un conflicto respecto a las


afirmaciones mesiánicas hechas por Jesús, pero el conflicto tiene lugar
principalmente entre los judíos que aceptan dichas afirmaciones y los que
no las aceptan. Es decir, se trata de una disputa familiar. Cuando
examinamos detenidamente la manera en que se utiliza el término "los
judíos", especialmente en el Evangelio de Juan, así como en otros escritos
del Nuevo Testamento, vemos que con frecuencia se usa para representar
a una coalición entre el liderazgo judío que se ha propuesto oponerse a
Jesús. En esos pasajes en los que dicho conflicto queda de manifiesto, el
término se refiere a estos dirigentes que se oponían.
El Nuevo testamento deja ver claramente que Jesús gozaba de tal
popularidad entre el pueblo que los que se oponían a El tenían que actuar
en secreto. Esto indica evidentemente que el término "los judíos" no se
refería al pueblo en general.

Algunas declaraciones duras pronunciadas por Jesús y por los


predicadores del Nuevo Testamento no son de carácter vengativo, sino
reprensiones proféticas, siguiendo la misma tónica que la de las palabras
pronunciadas por Isaías cuando llama a Israel "descendencia de
malhechores, hijos depravados" (Isaías 1:4). A pesar de que los
antisemitas que afirmaban ser cristianos han utilizado estas declaraciones
aparentemente duras como pretexto para perseguir a los judíos, lo
hicieron en contradicción a las enseñanzas expresas de Jesús y los
apóstoles.

Jesús lloró por Jerusalén y lamentó la destrucción que no tardaría en tener


lugar a manos de los romanos, anunciándola de modo profético (Mateo
23:37-39). Enseñó a sus seguidores a amar a los que se oponían a ellos y
a orar por aquellos que les trataban de manera vergonzosa (Mateo 5:43-
46). Los escritos de Pablo se citan con frecuencia para mostrar la
naturaleza antisemita del Nuevo Testamento. Pero ¿cómo puede ser eso,
a la luz de que Pablo enseñó a los creyentes gentiles en Roma que, a
pesar de que había muchos judíos que se oponían al Evangelio, Dios los
amaba por causa de sus padres (Romanos 11:28)? Los creyentes no
deben mostrarse arrogantes ni presuntuosos ante las ramas naturales (el
pueblo judío), sino que deben de hacer que sientan envidia de las
bendiciones mesiánicas que reciben mostrando compasión y amabilidad
(Romanos 11:11, 12, 17, 30-31). Jesús enseñó que solo los
misericordiosos recibirían misericordia, solo los que perdonasen serían
perdonados y que el amor sería el auténtico distintivo de sus verdaderos
discípulos.

En el Nuevo Testamento no encontramos nada que no sea judío o que sea


antijudío, sino todo lo contrario. Su fundamento es la esperanza judía y la
promesa profética. Si hemos de tomar totalmente en serio la revelación
de Moisés y de los profetas, no hemos de considerar que nada del Nuevo
Testamento es realmente extraño. El verdadero desafío del Nuevo
Testamento, tal y como lo entendemos, no tiene que ver con su carácter
judío, sino con la fe. No se trata de si es o no es de carácter
auténticamente judío. Estamos convencidos de que una investigación
minuciosa pondrá de manifiesto su carácter judío. La verdadera cuestión
es "¿es verdad o no?" Y eso, como ya hemos dicho, es realmente una
cuestión de fe y representa un desafío para las gentes, ya sean judías o
gentiles.

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