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Colección Immanuel Kant

Clásicos del Pe nsamic nlo


fundada por Antonio Truyol y Serra
Teoría y Práctica
El fallecimiento de don Antonio Truyol pone término de manera inevi-
table a una colección que en gran medida era obra personal suya, al Estudio preliminar de
tiempo q ue abre un camino de continuidad en un mundo que des pués ROBERTO RODRIGUEZ ARAMAYO
de 1989 es ya muy diferente al de la guerra fría. En esle nuevo contex-
to el espíritu del proyecto de don Antonio aspira a perdurar incorpo-
ramlo nuevos principios. Primero, ampliando temporal y espacialmen- EN TORNO AL TOPICO:
te el c riterio de selección de textos para public¡u·, junto a viejos dási-
cos. otros c lásicos contemporáneos. en los que se incluyen, adcm<ÍS de
«TAL VEZ ESO SEA CORRECTO
autores españoles, pensador(oS que escribieron en español fu era de EN TEORIA, PERO NO SIRVE
Espaiia. Segundo, prestando e special atención al autor de la intrud tn.:-
eión y de la selección del texto a fin de reforLar la ..:omprensión del dis- PARA LA PRACTICA»
c urso y del paradigma en que se in~e rta. Tercero. abriendo camino a
campos del saber distintos de la tilosofía o de la historia de las ideas
tradicionales, que están presentes en el debate de nuestros días. En Traduccíón de
cualquier c~so un principio permanece. inalterable del esfuerw que M. FRANCISCO PEREZ LOPEZ
animó e l trabajo del profesor Truyol: la creencia que traducir lihros Y ROBERTO RODRIGUEZ ARAMAYO
equivale a i mportar, a transferi r cultura, desde una sociedad naci onal a
ot ra, y e n 4ue esa transferencia debe hacerse entendiendo el momento
<:11 que nació cada libro.
SOBRE UN PRESUNTO DERECHO
DE MENTIR POR FILANTROPIA
Directores:
Luis Ciarcía San Miguel y Eloy García Traducción de
JUAN MIGUEL PALACIOS

CUARTA EDICION

tetizos
~
I

ACERCA DE LA RELACION ENTRE TEORIA


Y PRACTICA EN LA MORAL

(En respuesta a unas cuantas objeciones


del profesor Garve )*

Antes de abordar el punto que realmente están en


litigio - acerca de aquello que en el uso de uno y el
mismo concepto pueda ser válido sólo para la teoría o
también para la práctica- rengo que confrontar mi teo-
ría, tal y como la he presentado en otros lugares , con
la versión que da de ella el señor Garve , para ver de
antemano si nos encendemos mutuamente .

* Emayos sobre distintas matena.r de moral y literatura •, por Ch. Gar-


vc. Primera parte, pp. 11 1- 116. Denomino objeciones a la impugnación
d e m is tesis que hace este hombre benemérito , a propósn o de aquello so-
bre lo cual desea (así Jo espero) ponerse de acuerdo conmigo, y no la llamo
«ataques•. pues éstos, en tanto q ue afirmaciones condenatorias, habrían de
incitar a una defensa, cosa para la q ue no es éste d lugar apropiado, ni
va tampoco con mi talanrc.
" El título exacto de la obra en cuestión es ·Emayos sobre dutintas ma·
tenas de moral, literatura y vtlia social, Breslau, 1792 . El pasaj<' q ue com -
prende las pp. l ll- l.l 6 es una observación a la p . 8 1 del primer tratado
(sobre la tokranda). (N. de/1'.)
-
j
1O IMMANUFJ. KANT TEORIA Y PRACTICA 11

A. De modo propedéutico, y a título d e introduc-


1 sin consideración alguna a la felicidad, es el único fin
ción, yo había d efinido la Moral como una ciencia que fi·n al para el hombre, y tal observancia habría de ser
enseña, no cómo hemos de ser felices, sino cómo he- considerada como el único fin del Creador». (Según mi
mos de llegar a ser dignos de la felicidad* . Junto con teoría, el único fin del Creador n o es ni la moralidad
esro,. tampoco he descuidado advertir que no por ello del hombre por sí misma, ni la felicidad por sí sola,
se exrge al hombr~, cuando se trata del cumplimiento sino el supremo bien posible en el mundo, que consis-
del deber , renunczar a su fin n atural , la felicidad , pues te en la reunión y concordancia d e ambos términos.)
no puede hacerlo - como tampoco lo puede hacer en B. Además, yo había hecho notar que esta concep-
gener~l r:ingún ser racional finito- , pero sí tiene que ción del deber no necesita aducir como fundamento nin-
presczndzr p or completo de esa consideración cuando gún fin concreto, sino que invoca, más b ien, otro fin
ente~ en juego el precepto del deber. De ningún mo- para la voluntad del hombre : el de contribuir con to-
do tteoe el hombre que convertirla en condición del das sus fu erzas a l bien supremo posible en el mundo
cumplimiento de la ley (278/279) que la razón le pres- (la felicidad universal del mundo entero , unida a la más
cribe; es más: en la medida en que le sea posible , pro- pura moralidad y conforme con ésta). Lo cual, puesto
curará ser consciente de que en la determinación del que se halla sin duda a nuestro alcance en lo que atañe
de~er no se mezcla inadvertidamente ningún móvzf a uno de sus aspectos, mas no en lo que atañe a ambos
denvado de aquella consideración , cosa que se logrará conjuntamente, obliga a la razón, desde un punto de
presentando al deber conectado más bien con los sacri- vista práctico, a creer en un Señor moral del mundo
ficios _que cuesta su observancia (la virtud) que con las y en una vida futura ..Desde lu ego , no como si sólo ba-
ventaJaS que nos comporta, para así representarse el pre- jo la presuposición de ambas creencias cobrase el con-
cepto. del ?e~er en ~o?a su dignidad, dignidad que exige cepto universal del deber «apoyo y firmeza>>, esto es,
ob:dten cta _mcondiCton_al , se basta a sí misma y no ne- un fundamento seguro y la fuerza requerida a un mó-
cestta de mngún otro mflujo. . vzl, sino que sólo presuponiéndolas obtiene ese concepto
a)~ Mas el_señor G arve expresa esta tesis mía así: yo universal del d eber un objeto en aquel ideal d e la
habrta sostentdo que «la observancia de la ley moral, razón pura* . Pues el deber no es d e suyo sino una

* La dignidad de ser feliz es a quella cualidad de una persona - cualidad * La exigencia de admitir un bien supremo en el m undo -- posible ade ·
q ue depende de la propia voluntad del sujeto- con a rreglo a la cual una más gracias a nuestro concurso- com o fin fi nal de rodas las cosas no es
razón legisladora universal (tanto d e la naturaleza como de la voluntad li- exigencia que nazca de una falta de móviles morales, sino de u na falta de
bre) estaría de acuerdo con todos Jos fines de esa persona . Por tamo , es com- circunstan<:ias externas en las cuales, y sólo en las cuales, pued e ser realiza-
p letamente distinta de la habilidad para procurarse dicha. Pues un hom bre do, de acuerdo con dichos móviles, un objeto q ue es fin en sí mismo !fin
no es digno de csra habilidad, ni dd talcnro que la naturaleza le ha otorga- final moral) . Pues no puede habe r una volun tad completamente despro-
do para e llo, si tie ne una volu nrad disconforme con la única voluntad ade - vista de fines , si bien es cterro que, cuando se rrara simplemente d e la coac-
cuada a una legislación universal de la razón y si esa voluntad suya no pue - ción legal de las acciones, hay que prescindir de los fines y la ley wnsrituye
de estar concemda dcnrro de esta úlrima (es decir, si se opone a la morali- el ú nico fundame nto determinante de la voluntad . Pero no tod o fin es mo-
dad). ral (no lo es, por ejemplo . (279 / 280) el de nuestra prop ia felicidad ), sino
12 IMMANUEL KANT TE ORlA Y PR,1 CTJC!l 13

{279 / 280) limitación de la voluntad a la condición de ción que , al tratar el auténtico punto en litigio, no se
una legislación universal, posible mediante una máxi- tomará en cuenta para nada esa doctrina , sino sólo la
ma aceptada , cualquiera que sea el o bjeto o el fin de m oral en general.
dichil voluntad (incluyendo también , por tanto, a la b) El señor Garve presenta estas tesis en los sigui~n­
felicidad); pero aquí se prescinde enteramente de éste tes términos: «El virtuoso nunca puede perder de vlsta
y de cualquier otro fin que se tenga. Por consiguiente, ese aspecto (el de la propia felicidad), ni tam poco le
en la cuestión del principio de la moral se puede omi- es lícita hacerlo, porque de lo contrario perdería por
tir totalmente y dejar a un lado (por anecdótica) la doc- completo el tránsito al mund o invisible, el tránsito ha-
trina del bien supremo como fin último de una volun- cia la convicción de que Dios y la inmortalidad existen ,
tad determinada por t al doctrina y conforme con las y esta convicción es absolutamente (280/281) necesa-
leyes de ella; en este sentido, se muestra a continua- ria , según esta teoría, para proporcwnar apoyo y firmeza
al sistema moral»; y concluye con un buen resumen
de las afirmaciones que me adjudica: «A consecuen-
que un fin de esa índole ha de ser desinteresado; y la exigencia de un fin
fina l propuesto por la razón pura, fin que comprende el conjunto de todos
cia de aquellos principios, el virtuoso se esfuerza in-
los fi nes bajo un p rincipio (esto es, un m undo como bien supremo , posible cesantemente por ser digno de la felicidad, pero en
ademá.~ gracias a nuestra cooperación), es una exigencia de la volunrad des- la medida en que es verdaderamente virtuoso jamás se
interesada, que va más allá de la observancia de las leyes formales y alcanza esfuerza por ser feliz». (La expresión en la medida en
a la realización d e un o bjeto (el bie n supremo).
Esta determinación de la ''oluntad es de carácter muy pecul iar, a saber,
que produce aquí una ambigüedad que debe ser sub-
es una determinaóón por la idea dd conjunto de todos los fine s, idea en sanada de inmediato . Puede significar en el acto de,
la cual radica el fundamento de q ue , si nos hallamos en ciertas relaciones puestO que el virtuoso, al serlo , se somete a su de ber,
morales con las cosas dentro del m undo , tengamos que obedecer siem pre y entonces este enunciad o concuerda plenam ente con
a la ley moral. y a esto se añade todavía el deber de procurar con tod as nuestras mi teoría. O bien que, si es en general virtuoso, sin más,
fuerzas que exista semejante relación (un mundo aj ustado a los fines ¿ricos
supremos). En este orden de cosas, d hombre se piensa análogamente a
no debe tomar en cuenta para nada a la felicidad,
la d ivinidad , la cual, aun cuando subjetivamente no tenga necesidad de incluso en aquellos casos en que el deber no esté en
ninguna cosa externa, sin embargo no ca be pensar que se recluya denrro juego ni se atente contra él, y en eso contradice por com-
de sí misma . sino que está de terminada a produc:ir fuera de sí d bien su- pleto mis afirmaciones).
premo . incluso por ser consClcnre de su total suficiencia; esta necesidad (que
en el hombre es deber) no puede ser representada por noJotros en el Ser
Estas objeciones no son, por tamo, sino malenten-
supremo sino como una exigencia moral. De ahí que, entre los hombres , d idos (pues no me gusta considerarlas como tergiversa-
e l móvil q ue estriba en la idea del supremo bien posible en el mundo ciones) cuya posibilidad tendría que causar extrañeza,
-gracias a nuestra .cooperalión- no sea tampoco el de buscar en ello la si tal fenómeno no quedara suficientemente explicado
propia felicidad , sino que es tan sólo esa idea como fin en sí misma; por por la humana propensión a juzgar el pensamiento aje-
tanto , su persecución como deber. Pues esa idea no contiene una perspecti-
va de fel icidad sin más, sino sólo la perspectiva de una proporción entre
no con arreglo a las ideas propias, ya arraigadas por el
ésta y la d ignidad del sujeto , sea el q ue sea. Pero una determinación de hábito , involucrándolas en el juicio.
la voluntad q ue se aurolimite a tal condición y que a ella ciña su propósito Mas a este polémico tratamiento del m encionado
de perte necer a un todo semejante no es una dete rminación interesada. p rincipio moral sigue una afirmación dogmática de lo
14 l.MMANUEL KAN T
TEORIA Y PRACTICA 1S
contrario. Pues el señor Garve concluye analíticamen- bigüedad de la expresión el bien. Porque , o se consi-
te: «En el orden de los conceptos, la percepción y la dera al bien en oposición al mal en si, y entonces es
distinción de los estados ~merced a las cuales se otor- bueno en sí, incondicionalmente bueno, o se lo comp~a
ga preferencia a un estado frente a otro- tiene que pre- con el bien peor o mejor, y entonces sólo es condJclO-
ceder a la elección de uno entre ellos y, por tanto, a nalmeme bueno, por cuanto que el estado resultante
la previa determinación de un cierto fin. Pero un esta- de elegir este último es un estado sólo comparativamente
do que, al tenerlo presente y percibirlo , es prefendo mejor, pero en sí mismo puede ser malo.
frente a otros modos de existencia por un ser dotado La máxima de la observancia incondicionada de una
de conciencia de sí mismo y de su propio estado, es un ley que se impone al libre albedrío categóricamente,
estado bueno; y una serie de tales estados buenos es ,, sin tomar en consideración ningún fin como fundamen-
el concepto universalísimo que se expresa con la pala- :¡
to (esto es , la máxima del deber), se h~ de disti~guir
brafelictdad)). Prosigue: «Una ley presupone mo tivos, esencialmente, por su índole, de la máx1ma consisten-
pero a su vez los motivos presuponen la distinción te en perseguir el fin que nos ha sido puesto por la n a·
-percibida de antemano- entre un estado peor y un es- curaleza misma como motivo para cierto modo de obrar
tado mejor. Esta distinción percibida es el ingrediente (fin que , en general, se d~nomin~ <<felicidad»). Pues la
elemental del concepto de felicidad ... ». Continúa: «De primera es buena en sí mrsma, mientras que la segun-
la felicidad -en el sentido universalísimo d e la pa- da en modo alguno lo es, sino que puede se~ muy ma-
labra- brotan los motivos de todo afán; también, la en caso de colisión con el d eber. En cambiO , cuando
por tamo , los del cumplimiento de la ley moral. En de- cierto fin es puesto como fundamento , y cuando , p or
finitiva, primero he de saber que algo es bueno, ames tanto, ninguna ley manda incondicion~lmente (sino sólo
de que pueda preguntar si el cumplimiento de los de- bajo la condición de ese fin), dos acctones contrapues-
beres morales se inscribe dentro de la rúbrica del bien; tas pueden ser ambas condicionalmente buen~s: sólo
el hombre ha de (281 /282) tener un móvtf que le pon- que una será mejor que la otra (y por eso se dua que
ga en movimiento, antes de que se le pueda indica~ ~fl:a esta última es comparativamente mala), ya que no se
m eta* hacia la cual este movimiento deba ser dlflgi- distinguen entre si por la índole sino únicament~ por
do». el grado. Y esto es lo qu~ ocurr~ ~on todas las acc;ones
Este argumento no es más que un juego con la am- cuyo motivo no es la ley mcondicionada d e la razon (el
deber) , sino un fin puesto arbitrariamente por noso-
tros como fundamento , dado que este fin pertenece a
* Esto es precisamente aquello en lo que hago más hincapié. El móvil la suma de ·todos los fines cuya consecución se ilama
que el hombre p uede tener de antemano , antes de que le sea indicada una
meta (fin ), obviamente no puede ser sino la propia ley, en virtud del respe-
«felicidad », y como una acción puede contribuir ~ás
to que ésta infunde (sin determ inar todavía qué fines quepa tener y alcan- o menos que otra a mi felicidad , será por ello meJ~r
zar por su cumplimiemo). Pues la !ey, la consideración formal del a rbitrio, o peor que la otra. Pero prefenr un est~do d e determi-
es lo único que resta cuando he dejado fuera de juego la materia del arhi- nación de la voluntad frente a otro es srmplemente un
rrio (la mera, como la llama el sei\or Garvc). acto d e libertad (res merae focultatis, como dicen los
16 IMMANUEL KANT TEORIA Y PRACTICA 17

juristas), en el que no se toma en cuenta para nada si Sin duda la voluntad ha de tener motivos, pero és-
esa determinación de la voluntad es buena o m ala en t?s no son ci~rt?s o bje}~s pr~puestos como fines y rela-
sí, y, por tanto, resulta indiferente a este último res- ttvo.s al sen:t:mtento fmco, smo que son sólo la propia
pecto (282 1283 ). ley mcondlClonada; a tal efecto, la disposición de lavo-
Un estado en conexión con cierto fin dado, fin que lunta.d .a encontrarse bajo dicha ley como obligación in-
prefiero a cualquier otro de la misma clase, es un esta- condicwnada se !lama sentimiento moral; éste no es,
do comparativamente m ejor , a saber, mejor dentro del pues, la causa, stno el efecto de la determinación de
ámbito de la felicidad (a la cual la razón nunca recono- la voluntad, y no tendríamos en nosotros la más míni-
cerá como buena más que de modo simplemente con- n:a percepción de él si aquella obligación no le prece-
dicionado, en la medida en que uno sea digno de ella). drera en (283/28~) n?sotros. ~e ahí que pertenezca a
Pero aquel estado en el que, en caso de colisión entre la esfera de las fovolzdades su tries aquella vieja canti-
ciertos fines míos y la ley moral del deber, soy cons- nela seg~n 1~ c':lal este sentimiento - por tanto, un pla-
ciente de preferir éste último , no es simplemente un cer q~e mstrturmos en fin nuestro- constituye la cau-
estado mejor, sino el único bueno en sí: se trata de un sa pnm~ra de determinación de la voluntad , haciendo
bien perteneciente a otro ámbito completamente dis- de la felrCJdad (que contiene ese placer como ingrediente
tinto , donde los fines que puedan ofrecérseme (y, por elemental) el fundan:en~o de toda necesidad objetiva
ende, su conjunto, la felicidad) no son tomados en cuen- en el obrar; por consrglilente, de todo deber. Pues si
ta para nada, y donde no es la materia del arbitrio (un ~l asignar ~na causa a un cierto efecto no se puede de-
objeto que se le ponga como fundamento), sino la mera Jar d~ s.e guu preguntando por las causas, se terminará
forma de la legitimidad universal de su máxima , lo que convrruendo al efecto en causa de sí mismo.
constituye el fundamento de determinación de dicho Y ahora llego al p~nto que realmente nos ocupa aquí ,
arbitrio. Por tanto, no se puede decir en modo alguno a saber .. el d~ exammar y comprobar m ediante ejem-
que todo estado que yo prefiera frente a otros modos plos el mteres, presuntamente contradictorio en filo-
de existencia sea preferido por mí merced a un cálculo sofía, de la teoría y la práctica. La mejor prueba de es-
en aras de la felicidad , pues primero tengo que estar t? .1:- da el señor.G~rve en su tratado . Primero dice (re-
seguro de que no act úo contra mi deber; sólo después fr~rendose a la dtsttncrón que encuentro entre una doc-
me está permitido atender a mi felicidad y ver en qué tnna que nos enseña cómo debemos hacernos felices
medida puedo conciliarla con mi estado moralmente
(que no físicamente) bueno*.
dose con ello infeliz , eso , m todo caso, tal vez quepa concederlo. Pero de
esre dcscomenro moral puro (que no resulta de las consecuencias desfavo·
* La felicidad abarca todo (y también sólo) lo que la naturaleza puede rabies de su acción, sino d e la propia ilegalidad de ésta) sólo es capaz el
proporcionarnos; en cambio. la virtud contiene aque llo que sólo el hombre vtrtuoso o el q u~ está en camino de serlo . Por constguiente, ral descontento
mismo puede darse o qu itarse . Si se a rgumentara en contra diciendo que no es la causa, sino sólo el efecro de que aquél sea virtuoso, y la razón que
el hom bre , al desviarse de la virtud , p uede siquiera atraerse reproches y dar mueve a s_er VHtuoso no pudo habe rse sacado de esa infelicidad (si se quiere
lugar a una aurorreprobación mora l pura , por tanto aJ descontento, hacién- llamar as1 al malestar q ue resulta de una mala acción).
18 IMltlANUEL KANT TEORIA Y PRACTiCA 19

y aquella otra q.u~ nos.indica c?mo debem~s hacernos esfuerzo . Pero, en la medida en que p ued e percib ir su
dignos de la fehndad ): «Por m~ parte , co~1~:o que en interior mediante el más esmerado autoexamen, es ca-
mi cabeza comprendo muy ?ten e~ta dtv~s~o.~ de las p az d e cobrar conciencia , no sólo de que no concurren
ideas, pero no encuentro en mt c?razon tal divtston entre tales motivos, sino m ás bien de su abnegación con res-
deseos y aspiraciones; confieso mcluso que me r~sul~a pecto a muchos motivos contrapuestos a la idea del
inconcebible que un h ombre pued.a tener conc1en.C1.a deber; por tanto, cobrará conciencia d e la máxima que
de h a ber soslayado sin más su prop1o anhelo de fehn- prescribe esforzarse en pro de aquella pureza. De eso
dad y, por tanto, de haber cump lido con el deber d e sí es capaz , y eso es tam bién suficiente para su o bser-
forma completam~nte desinteresad~» .. vancia del deber. Por el contrario , favorecer el influjo
Respondo, en pnmer lugar, a esto ulnmo. Desde lue- que tienen tales motivos , si se convierte en m áxima bajo
go, acepto de buen grado que ningún h om ~re pueda el pretexto de que la naturaleza humana no perm ite
ser consciente, con certeza, de habercumplzdo su de- lograr sem ejante pureza (cosa que, por otra parte, tam-
ber de un modo absolutamente desinteresado, ~me~ esto poco se p uede asegurar), constituye la muerte de toda
pertenece a la experiencia interna, y tal conc1ene1a. ~ e moralidad.
su estado anímico supondría tener una reJ::resentact?n Mas por lo que se refiere a la confesión inmediata-
clara y exhaustiva de todas las repr~sentacwnes aneJaS m ente anterior del señor Garve, la de que su corazón
y todas las consideraciones que asooan. al ~onc~pto d el no encuemra la división aqu ella (que propiamente es
deber la imaginación, la costumb~e y la mclma~10n , cosa una separación) , no tengo ningún escrúpulo en con-
que en ningún caso puede ser ex1g1da; ademas, e.~ d e- tradecir sin rodeos su autoinculpación y en asumir la
fi nitiva , la inexistencia de algo (por tanto, tambten la defensa de su corazón frente a su cabeza. El , que es
de u na ventaja pensada ocultamente) no puede ser ob- un hombre recto, siempre encontró realmente en suco-
jeto de experien cia. Sin embargo, que el hombre debe razón (en sus determinaciones d e la voluntad) u n a di-
cumplir con su deber de un m odo absolutamente des- visión tal, sólo que ésta , en su cabeza, quería simple-
interesado y tiene que separar completamente su ~an­ mente amoldarse a los principios habituales de las ex-
helo de felicidad del concepto de deber, para que este plicaciones psicológicas (qu e se fundan todas ellas en
se posea en toda su p ureza, es algo d~ lo que .el hom- el mecanismo de la necesidad natural), y no con fines
bre tiene conciencia con máxima clandad; y s1 c:eyera especulativos n i para comprender lo que es incompren-
no tenerla, cabe exigirle que la tenga en la medtda de sible (inexplicable), a saber, la posibilidad de im pera -
sus fuerzas , porque justo en esa pureza se h a ?e .h a- :. tivos categóricos (tales como los del deber)*.
llar el verdadero valor de la moralidad y, por consigUien-
te , tiene que ser también capaz d e ello. Quizá nunca
un hombre haya cumplido con su deber - que reco- * El p rof. Garve (en sus observaciones al libro de Cicerón, Sobre los
noce e incluso venera- de un modo absolutamente des- deberes, p . 69 de la ed . de 1783) hace esta curiosa confesión digna de su
.! agudeza : «La libertad , según su más íntim a convicción , permanecerá por
interesado [sin m ezcla (284 1285) de otros m óviles]; ~ca­ siempre insoluble y jamás será explicada• . Una prueba de su rc~tlidad no
so jamás llegará nadie tan lejos ni aun con el m áxtmo se puede enmcontrar de manera absoluta, nt e n una experiencia inmediata
TEORJA Y PRACTICA 21
20 IMMANUEL KANT
Sea, por ejemplo , el caso siguiente: alguien tiene en
Pero cua~do dice finalmente el señor Garve: «Tales su poder un bien ajeno que le ha sido confiado (depo-
sutiles distinciones de ideas se oscurecen ya al reflexio- sztum) por su dueño, quien ha fallecido sin que sus he-
nar sobre objetos particulares; pero se pierden por com- r~deros sepan ni puedan llegar a saber nada de aquel
pleto a la hora de act11:ar, (2~5 1286) cuando ?e~en ser bten. Preséntese este caso inclusive a un niño de unos
aplicadas a apetitos e mtencwnes. C~anto m as s1mple , ocho o r:_u~ve añ?s, añadien?o además que el poseedor
rápido y desprovisto de representaczon_es cta:~s sea el del deposito ha 1do a parar JUSto en ese momento (sin
paso con que transitamos desde la constderao?n de l~s culpa suya) a la ruina total , viendo a su alrededor una
motivos hasta la acción real , tanto menor sera la posi- fa~ilia - r_nujer e hijos- afligida , agobiada por pri-
bilidad de conocer , de modo preciso y seguro , el peso vacwnes, ~1endo así que podría sacarla de tal penuria
determinado con el que cada motivo ha contribuido a en un a~m y cerrar de ojos si se apropiara del depósi-
guiar ese paso en tal ?-irecció~ y no en tal otra», me veo to; es mas: supongamos que nuestro hombre es huma-
obligado a contradeorle mamfiesta y vehementemente . nitario y caritativo, mientras que aquellos h erederos son
El concepto del deber, en toda su pureza, no sólo ricos, egoístas y hasta tal extremo petulantes y mani-
es incomparablemente más simple, claro , aprehenstble rr.otos qu e añadir eso a su fortuna sería como arrojarlo
y natural para todo el mundo, en orden al uso pr~cti­ duectamente al mar. Pregúntese ahora si en tales cir-
co que cualquier otro motivo tomado de la fehodad cunstancias p odría considerarse permitido el uso de ese
o ~ezclado con ella y a ella refe~i.do (esta clas.e; de ~o­ depósito en provecho propio . Sin duda alguna, el in-
tivos exigen siempre mucha h abdtdad y reflexwn) , smo terrogado responderá: «¡No! ». Y en vez de invocar
que resulta también sobradamente más fuert~, ~e­ toda clase de razones, se limitará a decir: <<es injusto>>,
netrante y prometedor de éxito que todas las mot_t~aClo­ esto es .. se opone al deber. Nada más claro que esto;
nes procedentes del principio interesado de la fehctdad , pero , clertamente , no porque con la restitución favo-
y esto es así incluso a juicio de la razón humana más rezca su propia felicidad. Pues si nuestro hombre espe-
común, simplemente con que el concepto del deber sea rara que el propósito de ser feliz determinase su deci-
traído ante ella y se presente además a la voluntad hu- sión, podr~a pensar más o m enos así: «Si espontánea-
mana distinguido, y aun opuesto , frente a esas otras n:ente restituyes a sus verdaderos propietarios·ese bien
motivaciones. aJeno q~e se encuentra en tu poder (286 / 287) , es de
presumu que te recompensen por tu honradez o, si es-
ni en u na experiencia mediara; pero sin prueba alguna tampoco cabe ad- to n~ sucede, adquirirás una buena fama que, al di-
m itirla. Ahora bien: como no se puede llevar a cabo una prueba de ella fundme, te puede ser muy provechosa. Pero todo esto
p anicndo de fundamentos meramente teóricos (pu~s habría que buscarlos e~ harto incierto . En el caso contrario , también surgen
en la experiencia), y se habrá de hacer entonces pamcndo de meras propo-
s1~ ?uda muchos ~eparos: si quisieras apropiarte del ck-
siciones prácticas de la ra1.ón , pero tampoco de las práctico- técnicas. (que
de nuevo exigirían fundamen tos empíricos). sino sólo, por constgutentc, postto que. te ha s1do confiado, utilizándolo rápidamen-
de las práctico-morales, síguesc de ahí que u no por fuerza se h a de sorpren- te para salude una vez de tus apuros, suscitarías la sos-
der ante el hecho d e que el señor Garve no recurra al concepto de hbcrtad pecha de cómo y por qué medios has llegado a mejorar
para salvar, cuando menos, la posibilidad de semejantes imperativos.
22 IAfMANUHL KANT TEORIA Y PRACTICA 23

tan pronto tu situación; mas si te sirvieras lentamente supone, con razón , que el hombre es capaz de hacer-
de ese depósito, la necesidad se incrementaría entre- lo). El hombre es consciente de que puede hacerlo por-
tanto hasta el extremo de que ya no se podría remediar q~~ debe: esto revela en él un fondo de disposiciones
de ningún modo». Por consiguiente, la voluntad que d1vmas que le hace experimentar, por decirlo así , un
sigue la máxima de la felicidad titubea, entre sus mó- sawado estremecimiento ame la grandeza y la subli-
viles, sobre lo que debe decidir, pues pone las miras mldad de su (287 1288) verdadero destino. Y si el hom-
en el éxito y éste es muy incierto; hace falta una buena bre tuviera más a menudo el cuidado y la costumbre
cabeza para desenredarse de la maraña de razones en de descargar completamente a la virtud de toda la ri-
pro y en contra sin engañarse en el cálculo final. En queza constituida por ese botín de ventajas en que quie-
cambio, cuando se pregunta cuál es el deber en ese ca- ren convertir al cumplimiento del deber -represen-
so concreto, no titubea en absoluto sobre la respuesta tándose con ello a la virtud en toda su pureza-, si ade-
que ha de darse a sí misma, sino que sabe de inmedia- más la puesta en práctica de todo ello se instituyera en
to y con toda certeza lo que ha de hacer. Incluso expe- principio de la enseñanza privada y pública (método
rimenta, si el concepto del deber tiene algún valor éste, el de inculcar deberes, que casi siempre ha sido
para ella, cierta repugnancia a entregarse al mero cál- ~escuidado ), pronto irían mejor las cosas para la mora-
culo de las ventajas que puedan resultarle de su infrac- hdad de los hombres. La culpa de que la experiencia
ción, como si en esto le cupiera elección alguna. histórica no haya q uerido , hasta el momento, demos-
Así pues, que tales distinciones (distinciones, según trar el buen éxito de la doctrina de la virtud ha de acha-
acabamos de mostrar, no tan sutiles como pretende el carse precisamente a la falsa suposición de que el mó-
señor Garve, sino que están escritas en el alma del hom- vil derivado de la idea del deber en sí mismo es dema-
bre con los más gruesos y legibles caracteres) se pier- siado sutil para el común entendimiento, mientras q ue
dan por completo a la hora de actuar -como él lo ese ot ro móvil, más tangible, tomado de ciertas venta-
expresa- contradice incluso a la experiencia propia. jas que cabe esperar -tanto en este mundo como in-
Cierto que no contradice a la experiencia suministrada cluso en un mundo futuro- del cumplimiento de la
por la Historia de las máximas que resultan de uno u ley (sin tomar en cuenta a ésta como móvil), actuaría
otro principio, pues en este punto la Historia demues- con más fuerza sobre el ánimo. Aquella falta de éxito
tra, desgraciadamente, que la mayor parte de esas má- por parte de la doctrina de la virtud es achacable asi-
ximas proceden del último principio (el del egoísmo); 1 mism o, al hecho de que hasta el momento se ha; a te-
pero sí contradice a la experiencia -que sólo puede ser 1 nido como principio de la educación y de los sermones
interna- en virtud de la cual ninguna idea ensalza más · eclesiales el de otorgar preferencia a esa .pretensión de
al espíritu humano, ni incita más al entusiasmo, que felici?~d, por encima de lo que la razón instituye t;:n
la de un talante moral puro, talante que venera ante cond1e1ón suprema, a saber , la dignidad de ser feliz.
todo al deber, que lucha contra las innumerables cala- Siend~ así que las prescnpciones sobre cómo llegar a
midades de la vida e incluso contra sus más seductoras ser fehces, o al menos sobre cómo podemos precaver-
tentaciones, y que, no obstante, triunfa sobre ellas (se nos de los reveses, no son preceptos. Estas prescripcio-
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24 IMMANUEL KANT
!
nes no vinculan a nadie de manera absoluta, de suerte
que, tras haber sido advertidos por ellas, podemos ele-
gir lo que nos parezca bien, pechando con lo que so-
brevenga. En cuanto a los males que nos pudieran sur-
gir entonces por haber descuidado ese consejo, no hay
razón para considerarlos como castigos, pues éstos ata-
ñen sólo a la voluntad libre pero contraria a la ley; mas
la naturaleza y la inclinación no pueden dar leyes a la
libertad. Todo cobra un cariz muy distinto tratándose
de la idea del deber, cuya transgresión, aun sin tomar
en cuenta las desventajas que se siguen de ella, actúa
II
inmediatamente sobre el ánimo tornando al hombre DE LA RELACION ENTRE TEORIA Y PRACTICA
en reprobable y punible ame sus propios oj os. EN EL DERECHO POLITICO
He ahí una prueba clara de que todo cuanto en la
Moral es correcto para la teoría también tiene que ser (Contra Hobbes)
válido para la práctica. Por consiguiente , en su cuali-
dad de hombre, como ser sometido a ciertos deberes
por su propia razón, cada uno es una persona con ocu- Entre todos Jos contratos por los que un conjunto de
paciones y responsabiltdades (Geschaftsmann) . Y puesto personas se unen para formar una sociedad (pactum so-
que, como hombre que es, nunca estará suficientemente cia/e), el contrato que establece entre ellos una consti-
tuc~'ón civzi (pactum umonis civtfis) es de índolé tan pe-
crecido para abandonar la escuela de la sabiduría, aca-
so tampoco pueda decir con orgulloso desdén al adep- cuitar que , aunque desde el punto de vista de la ej ecu-
to de la teoría que retorne a la escuela , presumiendo ción tenga mucho en común con todos los demás (que
estar mejor instruido, gracias a la experiencia, sobre lo también están orientados a promover colectivamente
que es un hombre y sobre lo que se le puede exigir. un fin cualquiera), se diferencia esencialmente de to-
Porque roda esta (288/289) experiencia de nada le sir- dos ellos en el principio de su institución (constitutio-
ve para sustraerse a la prescripción de la teoría , sino a nis civilis) . La unión de muchas personas en orden a
lo sumo únicamente para aprender cómo ésta puede cualquier fin (fin común , que todos tienen) se halla en
ser llevada a la práctica de un modo m ejor y más uni- todo contrato social; pero la unión de estas personas
versal, cosa que sucede cuando uno ya la ha incorpora- que es fin en sí misma (fin que cada uno debe tener),
do a su s principios. Pero no nos ocupamos aquí de esa por tamo la unión en todas las relaciones externas, en
habilidad pragmática, sino de estos principios teóricos. general , de los hombres -que no pueden evitar verse
abocados a un influjo recíproco- , es un deber p rimor-
dial e incondicionado; tal unión sólo puede encontrar-
se en una sociedad en la m edida en que ésta se halle

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