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La terapia consiste básicamente en experimentar la inadecuación de viejas maneras de percibir de manera más exacta y adecuada, y en reconocer las

relaciones significativas existentes entre las percepciones. En un sentido preciso y significativo, la terapia es el diagnóstico, y éste es un proceso que se
desarrolla en la experiencia del cliente, más que en el intelecto del clínico. (Rogers, 1997, p. 197)

, ya que para Rogers el hombre busca en todo momento su autorrealización. Este enfermar, del que nos habla Rogers, contiene empero, varios elementos
que se entrelazan unos con otros. La estimación positiva incondicional es un elemento crucial, pero también lo es, la empatía. Rogers apunta con este
concepto a la necesidad de ponerse en el lugar del paciente para poder entenderle. Aunque la experiencia del paciente es en esencia subjetiva, el clínico
debe intentar en todo momento abrirse al paciente para guiarle en el proceso de autoexploración terapéutica.

Ha sido evidente, tanto por nuestra experiencia clínica como por nuestra investigación, que cuando el consejero percibe y acepta al cliente tal cual es,
cuando deja de lado toda evaluación y entra en el marco de referencia perceptual del mismo, lo libera para que explore nuevamente su vida y su
experiencia, lo libera para percibir en esa experiencia nuevos significados y nuevas metas. (Rogers, 1997, p. 55)

La angustia es la compañera inseparable de nuestra existencia. Mediante ciertas modificaciones, siempre renovadas, nos persigue, desde el
nacimiento hasta la muerte. La historia de la humanidad nos revela el constante afán del hombre por aminorar, superar o fijar la angustia.
Aunque la angustia siga, ineludiblemente, un curso paralelo al de nuestra vida, ello no significa que seamos en todo instante conscientes del
fenómeno, que está siempre presente y puede irrumpir en cualquier momento. 
La obra da a conocer cuatro formas fundamentales de angustia que afectan a otros tantos tipos estructurales de la personalidad, tipos normales,
que, sujetos a deformaciones o desviaciones, dan lugar a cuatro especies de neurosis: la esquizoidia, la depresión, la obsesión y la histeria. 
El autor estudia las manifestaciones de la angustia en cada uno de estos cuatro tipos dentro de la esfera de los impulsos, principalmente del
amor y del odio (agresividad). Su interés se centra en las motivaciones que esmaltan la vida de cada individuo (análisis de ejemplos), puesto que
los rasgos característicos de la personalidad, no sólo se deben a determinada constitución, sino también a nuestra actitud y comportamiento
ante el mundo y la vida. Cuanto de negativo nos ha suministrado la disposición innata y el medio ambiente admite modificaciones a tenor de la
receptividad de cada uno. 
La obra se ha escrito para ayudar al individuo a vivir, para brindarle una mayor comprensión de sí mismo y de los demás, y para despertar y
reavivar la conciencia respecto a importantes correlaciones que nos afectan: detrás de las cuatro formas básicas de la angustia se esconden
problemas de orden humano que todos hemos de afrontar.

cuando la forma de relacionarse con la experiencia de ansiedad está caracterizada por un marcado intento por hacer caso omiso de ella, o cuando tratan de
evitarla o “aliviarla” mediante alguna distracción de la vida cotidiana, simultáneamente pierden conciencia de sí mismos y del significado que pretenden
preservar o afirmar en sus vidas cotidianas (p.49)

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