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Datos de la institución
Nombre: Instituto del Sur
Dirección: Av. Salaverry 301, Vallecito, Arequipa
Historia y antecedentes
El instituto fue creado en 1988 por iniciativa de los propietarios de la empresa Cervesur, quienes
donaron el local donde funcionaba la antigua planta y oficinas de la cervecería.
La entidad promotora es el Centro de Investigación y Tecnología para el Desarrollo y las Ciencias
Sociales, asociación civil sin fines de lucro que también se desempeña como promotora de la
Universidad San Pablo de Arequipa, formada hace dos años. Asimismo, es propietaria de varios colegios
en Lima y otras ciudades, de imprentas, y desarrolla actividades conexas con la educación.
El instituto funciona con el régimen legal de los institutos superiores tecnológicos privados. La entidad
promotora es el organismo máximo; de él depende la dirección general como instancia ejecutiva
máxima. Luego vienen, a nivel operativo, las direcciones de administración, académica, de marketing
y de extensión profesional. Durante varios años funcionó un comité consultivo conformado por los
promotores iniciales y otros empresarios privados arequipeños.
Infraestructura
El local es un edificio antiguo de tres pisos, ubicado en el centro de Arequipa. Dispone de veinte aulas
y oficinas administrativas en dos pisos; el tercer piso está ocupado por la nueva Universidad San Pablo.
Cuenta con una biblioteca completa, tres laboratorios de cómputo, televisores, VHS y demás equipos
modernos en cantidades suficientes para desarrollar las labores educativas.
Personal docente
La planta docente consta de setenta profesores. Al inicio de cada semestre éstos realizan una
actividad de capacitación, denominada semana de actualización educativa.
La mitad de los profesores está compuesta por ejecutivos, profesionales y empresarios en ejercicio de
empresas privadas líderes en el mercado arequipeño. El otro 50% son profesores de carrera que
trabajan a tiempo completo en el instituto.
Los profesionales de la firma Cervesur tienen el compromiso de enseñar en el instituto como parte de
su trabajo. A la empresa le interesa este contacto con la educación pues los obliga a mantenerse al día
en sus conocimientos, además de entrenarlos en el trato con personas.
La carga por profesor es de 35 a 40 alumnos.
Los contratos de los docentes se renuevan cada seis meses. Hay tres categorías de profesores:
principal, asociado y auxiliar.
Los docentes son sometidos a una evaluación permanente por parte de los alumnos; si ésta es
reiteradamente negativa no se les renueva el contrato. Más del 50% de los profesores están desde la
fundación del instituto (diez años).
Servicios educativos
• La oferta principal del instituto son cuatro carreras técnicas de tres años (seis semestres):
administración bancaria y financiera, marketing empresarial, computación e informática,
administración y sistemas.
PAOLA UGAZ
A la víctima, como ha sido público y notorio, le llovió duro y parejo desde el Sodalitium y
su brazo digital ACI Prensa. Sin embargo, pasados los días, dicha comunidad reveló
que el sacerdote al que aludió Day sería Luis Ferroggiaro y que la Iglesia de la
Reconciliación en Camacho existía.
A raíz de esta publicación de Jason Day, un ex sodálite hizo llegar una denuncia sobre lo
que vivió hace cuarenta años, y se solidarizó con la andanada que sufrió Day.
Palabra de ex discípulo
A continuación, publicamos el testimonio de un ex discípulo del Sodalitium Christianae
Vitae (SCV) –cuyo nombre por ahora se mantendrá en reserva– que, animado por la
exhortación de Jason Day, ha esbozado unas líneas sobre su experiencia:
"¿Por qué no lo denunciaste entonces?". Éramos muy chicos para entender el daño...
Antes de asaltarte físicamente y hundirte el aguijón envenenado ya tu mente está
dominada por una telaraña tejida fina y perversamente por él. Me convertiste en una
marioneta.
"¿Por qué lo cuentas ahora? ¿Porque te conviene?". Porque solo ahora puedo. Si
leyeran estas líneas escritas con pluma, verían unas trémulas letras... Me has dejado
quebrado por el recuerdo.
Y miren, ya soy adulto. ¿40 años pasaron? Permítanme la duda. No lo tengo escrito en mi
diario, no lo tengo claro, no lo filmé ni grabé… es mi voz dañada la que pregunta. En lugar
de iluminarme, me atrofiaste.
"¿Alguien más lo sabe?". Pocos. Pensé que me curaría, que crecería, que lo
enfrentaría. Pero, afuera, él creció más que yo. Él tiene un ejército de fantoches, algunos
con buenas intenciones, que se abalanzan como hienas hambrientas sobre el corazón
abierto de quien consigue abrir su corazón.
"Jason Night". ¿Qué se puede esperar de una mujer que descalifica tan neciamente un
relato tan grave? Para romper el silencio, señora, es necesaria la valentía de un luchador:
más apropiado es Jason Knight. Me transformarías en un soldado de Cristo, para
comandarme a antojo. Y, por favor, no intente lanzarse sobre mí... Soy yo quien solicita
que me indiquen, claramente, a qué institución debo recurrir y contar mi historia, para que
sea oída, evaluada y, eventualmente, que él (que bien sabe quién es), sea llevado a la
justicia de este mundo.
Quizás así yo y tú (que bien podrías estar leyendo esto) podamos, al fin, escuchar algo
más justo que ruegos de silencio y olvido ("al fin y al cabo, él ha hecho tanto bien a la
Iglesia…", murmuran cómplices).
Aguardo, aún en silencio. Pero, escucha, no por mucho tiempo más. Y sus secuaces (que
bien saben quiénes son) podrían susurrarle estas líneas al oído.
¿QUÉ ES EL SODALICIO?
El actor Jason Day ha puesto al Sodalitium en boca de todos, pero ¿cuándo y cómo
surgió esta agrupación? A fines de 1971, un 8 de diciembre, fue fundada por Luis
Fernando Figari, Sergio Tapia y el sacerdote marianista Gerald Haby.
De acuerdo a Figari, el SCV surgió para pelear contra el materialismo marxista que
ingresó con el caballo de Troya de la "Teología de la Liberación" de Gustavo
Gutiérrez a la Iglesia Católica y, de esa manera, batallar por la verdad por más
"incómoda que esta sea".
"La fe está siendo atacada", era una de las arengas de Figari para motivar a la primera
generación de conversos sodálites, que se regían por el lema "mitad monje, mitad
soldado", y a la que se le exigía ser radicales y obviar la media voz a la hora de defender
a la Iglesia Católica ante los "infieles".
La primera clarinada
Luego, en el 2002, el periodista Pedro Salinas publicó el libro de ficción Mateo Diez,
donde se explaya sobre las prácticas terribles para reclutar sodálites entre familias
de padres separados y con problemas con sus padres (¿qué adolescente no los
tiene?), y castigos físicos que buscaban doblegar la voluntad y cercenar la autoestima y el
libre albedrío de los jóvenes.
En el 2010, una de las personas del movimiento descubrió la doble vida del sodálite
Germán Doig, quien falleció en el 2001 y era el número dos de dicha organización. Se
topó con que había abusado sexualmente de más de un joven sodálite.
Dicha revelación habría sido la razón por la que Figari renunció al Sodalitium como
superior general a fines del 2010.
UNA MÁS DE TANTAS O QUE MIS HIJOS O NIETOS ENTREN A ESTOS CENTROS.
01 Febrero 2013
En esta Lima en constante luto, ciudad de silencios y mentiras piadosas, el periodista y escritor
Pedro Salinas Chacaltana no está dispuesto, desde hace varios años, a seguir callando. Ya lo hizo
durante su adolescencia, cuando era miembro del Sodalicio (institución de la Iglesia Católica
conformada por laicos y sacerdotes), y no está dispuesto a hacerlo más. En la actualidad prepara
un libro acerca de esta institución católica que dará que hablar.
—Escribiste “Mateo Diez”, un libro respecto al Sodalicio, y dijiste que lo elaboraste a modo
de catarsis, ya que fuiste sodálite por más de dos años.
En el año 2000, escribí “Mateo Diez”, novela con la que llevé a la ficción mi tránsito por esa
agrupación religiosa llamada Sodalicio. Efectivamente, cuando la escribí fue una suerte de catarsis,
de exorcismo. Una vez que se publicó, yo di el capítulo por cerrado. Hasta que hace un par de
años me buscó una persona para decirme que había sido una víctima sexual de Germán Doig,
vicario del Sodalicio y segundo al mando, después de Luis Fernando Figari, que era en ese
momento fundador y superior. Curiosamente, Figari renunció muy poco antes de que se destapara
lo de Doig por diario16 y la revista Caretas. Entonces el tema llamó mi atención nuevamente, me
puse a investigar sobre el asunto.
—¿Cómo te conviertes en sodálite?
Cuando estudiaba en el colegio San Agustín y estaban a punto de botarme por problemas de
conducta, entró a mi colegio el Sodalicio a hacerse cargo de la oficina de Orientación del Bienestar
Estudiantil. Ingresaron dos personas jóvenes en aquel entonces, que eran el hoy sacerdote Jaime
Baertl y Luis Cappelletti, ambos a cargo de organizar retiros para los que recibirían el sacramento
de la confirmación. Ellos contactaron conmigo, me hicieron ir al retiro y establecimos un vínculo.
—¿Qué tipo de jóvenes capta el Sodalicio?
Por ejemplo, yo era inquieto. El Sodalicio, en esa época, se enfocaba en distintos tipos de
personas. Algunos eran chiquillos más o menos inteligentes, que andaban bien en notas, de buena
familia y con plata. Otros, como yo, no estábamos en ese grupo. Yo era líder, rebelde, de familia
disfuncional. Ellos se acercaron, me hablaron de mi potencial, me dijeron: “Vamos a cambiar el
mundo”. Sentí que podía tocar el cielo con la punta de un dedo.
—¿En qué momento te das cuenta de que el cielo estaba demasiado lejos en aquel lugar?
Cuando estoy viviendo en una comunidad y descubro que este sistema represivo, autoritario y
vertical hace que tu libertad se reprima y tu voluntad se anule. Todos tienen que pensar y vestirse
de la misma forma, hay un pensamiento único.
—¿Ese sistema represivo incluía maltrato físico?
Sí. En los años ochenta formé parte de las primeras comunidades de formación que se abrieron en
San Bartolo, creadas para formar futuras generaciones de sodálites. Estando yo en la primera
hornada, se experimentó bastante con nosotros a través de órdenes absurdas, es decir, te
mandaban a hacer cosas insólitas. Por ejemplo, una madrugada, el superior me levantó a las tres
de la mañana para que nade hasta los botes –que estaban a 50 metros– con un lapicero y un
papel que no se podían mojar. Debía subir al bote y escribir lo primero que se me ocurra, regresar
y dejar el papelito sobre el escritorio.
—¿Tenías opción?
No cabía la posibilidad de desobedecer. Además de la violencia física, había un maltrato
psicológico sistemático. Sufríamos humillaciones públicas, por ejemplo, si se te caía la sal o algún
insumo, te mandaban a comer debajo de la mesa. Eso era cosa de todos los días.
—¿Te comunicabas con tus padres?
Ellos estaban separados. Como yo era un chiquillo problemático que fumaba tronchos, se tiraba la
pera para no ir al colegio, sacaba malas notas en conducta, le había pegado a alguien y tenía
matrícula condicional, mi mamá estaba feliz porque veía un cambio en mi conducta. Durante mi
permanencia en el Sodalicio rompí el vínculo con mi padre, pues llegaron al punto de esconder las
cartas que él me mandaba desde Venezuela, país en el que residía, algo de lo que yo me enteré
después de mucho tiempo, cuando mi padre me preguntó: “¿Por qué nunca me respondiste las
cartas que te enviaba?”.
EN CAMBIO JULIACA…
—Aparte de ser persona no grata en Juliaca, eres persona no grata en Perú 21…
En Perú21, en El Comercio, en el Sodalicio, en varios sitios. Pero formalmente en Juliaca.
—¿Cómo fue?
Inició como una crónica de viaje sobre Lampa, que es un pueblo maravilloso de Puno, con historias
alucinantes, que linda con esta cosa mágica y surrealista latinoamericana. Esa crónica de viaje
termina con una línea en plan Andrés Calamaro: “En cambio Juliaca, una caca”. Se armó un
estallido social, no exagero, querían demandarme por 50 millones de dólares.
—Te inicias como periodista en El Comercio, ¿era la primera vez que estabas en un medio
de comunicación?
En Arequipa tuve un par de pasos fugaces por la prensa escrita y la radio. Tenía un programita de
radio y una columna en el diario El Pueblo. En ese entonces tenía poco más de 21 años. Fue el
monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio, todo un personaje en Arequipa, quien me
preguntó si me interesaba tener una columna, y yo acepté. Luego me metió a radio San Martín,
vinculada al arzobispado de la ciudad. Ahí comencé a hacer entrevistas, pero como un juego,
como parte de esta lógica proselitista que tiene el Sodalicio.
—Quién iba a decirlo, tu carrera periodística empezó gracias al Sodalicio.
Indirectamente. Nunca lo había visto de esa manera (risas).
Un nuevo testimonio recopilado en el libro 'Mitad monjes, mitad soldados' complica aún más la
situación del Sodalicio de Vida Cristiana (SVC), institución acusada de avalar e incluso esconder
decenas de casos de abusos sexuales, presuntamente cometidos por sus líderes y guías
espirituales.
Un exmiembro de dicha comunidad cristiana, que se identificó como ‘Tito’, narró cómo el otrora
sodálite Jeffrey Daniels, instructor de una agrupación mariana en los años noventa, aprovechó la
confianza que tenía con él para dar rienda suelta a sus más enfermizas pasiones.
Historia de abusos
‘Tito’ relata que a lo largo de los tres años que estuvo como integrante del grupo dirigido por
‘Jeffey', la relación con este último “se fue intensificando”, al punto que pasaron de abrazos
prolongados a constantes “besos en la boca”. Asimismo, el denunciante sostuvo que Daniels lo
manoseaba constantemente, frotándolo contra su cuerpo.
En otra parte del relato, la persona abusada cuenta que el mencionado sodálite también acosó
sexualmente a otros menores de edad que tenían contacto con la presunta oveja negra del SVC.
“En más de una oportunidad, con el otro agrupado cercano a Jeffrey, cuando estaban en una
reunión, de pronto se desaparecían ambos y al rato volvían despeinados, sudando, colorados.
Ahora bien, en esa agrupación para nadie era extraño el comportamiento de Jeffrey (…). Pero
asumíamos que así era él, porque ese comportamiento también lo tenía con nuestras mamás”,
rememoró crudamente ‘Tito’.
El relator también recuerda que otro sodálite denunció a Jeffrey Daniels por “tocamientos”, pero las
comunicaciones sobre este asunto no son claras en la interna del Sodalitium. Lo cierto, cuenta, es
que tuvo conocimiento de que Germán Doig Klinge, coordinador general de dicha comunidad
cristiana y también acusado por violación y pederastia, estaba investigando estos abusos.
‘Tito’ narra que Doig tuvo la osadía de ordenarle que se quite la ropa delante de él para revisar si
es que Daniels lo había violado contranatura. Incluso, le pidió que se ponga en posición de ángulo
recto para observarle el ano. “supongo que para ver que no me lo habían roto”, manifestó el
denunciante.
Pedro Salinas, autor de 'Mitad monjes, mitad soldados' remarcó que en el libro da cuenta de que
se han descubierto terribles casos que señalan a Luis Figari como un “depredador sexual”.
Si bien existen versiones de los abusados que señalan que nunca recibieron el apoyo necesario
por parte de la SVC para llevar sus casos ante la justicia, el Sodalicio señaló que cuando tuvieron
conocimiento de los testimonios, y confirmaron su veracidad, les ofrecieron ayuda a las personas
afectadas. Pero lejos de reconocer que sus malos pastores cometieron delitos contra menores de
edad, calificaron sus terribles actos solo como “inconductas cometidas”.
Del mismo modo, confirmaron que Luis Enrique Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, se
encuentra en Roma alejado de la vida pública desde el 2010.
Sin embargo, el reporte migratorio de Figari, obtenido por el portal Utero.pe desmiente esta
información.
Por ejemplo, el 19 de diciembre de 2009, Figari arribó a Perú proveniente de Ecuador, permaneció
en el país hasta julio del 2010. El 31 de ese mes se fue a España pero retornó el ocho de octubre
de ese mismo año.
Pero el siguiente dato desmiente la información difundida por el SVC: desde octubre de 2010 hasta
mayo de 2011, el protagonista de estos abusos sexuales decidió salir de su supuesto “retiro” y
pasó un periodo de siete meses en Perú. Además, viajó en mayo a España pero retornó en
diciembre de ese mismo año. Esta misma figura ocurrió en el 2012, cuando viajó el 23 de junio a
España pero retornó en noviembre.
GeFuente: Utero.pe
Los entretelones del caso de violaciones dentro de la Iglesia Católica más polémico de
los últimos tiempos.
Contar la historia del nacimiento del Sodalicio es casi como contar la historia de dos hombres. El
primero se llama Luis Fernando Figari, limeño, y fundador del Sodalicio de Vida Cristiana. El segundo
se llamaba Germán Doig Klinge, fallecido en el 2001. Ambos, fervientes católicos. Ambos, también,
tienen denuncias por diferentes tipos de abuso sexual.
Los inicios directos del Sodalicio se pueden rastrear hasta 1971, cuando el padre Haby, superior de la
comunidad marianista en el Perú, empieza a reunirse con un grupo de jóvenes, la mayoría egresados del
Colegio Santa María. Entre ellos estaba el aún estudiante de derecho Luis Fernando Figari. Pronto,
Figari abandona los estudios, se decide por la teología y junto a Haby y cinco amigos más, fundan el
Sodalicio el 8 de diciembre de 1971. Sodality, del latín sodalis, comunidad, es el nombre con el que se
conoce la perspectiva de concebir a la iglesia como una “familia espiritual”. Y la familia espiritual
empezó a crecer.
A través de diferentes relaciones y contactos, aquel pequeño grupo empieza a aumentar su influencia en
la educación marianista. Cuando Figari y un amigo cercano, Sergio Tapia, adquieren demasiado poder,
Julio Corazao, ex alumno marianista y director del colegio, decide despedirlos. ¿La razón? La “pugna”
por una promoción de quinto de secundaria peligrosamente cercana al Sodalicio. Entre esta primera
promoción, “la generación fundacional” para el Sodalicio, se encontraba Germán Doig. Se avanzó de 7
personas hasta ser uno de los grupos católicos más influyentes en el Perú.
Un testimonio de su época escolar recuerda a Luis Fernando Figari “cantando el himno 'Cara al sol”, de
Falange española. Y digamos que si Figari era Francisco Franco, el líder de la agrupación, Germán Doig
(muerto hacía años) pronto se convirtió en su Primo de Rivera: un fantasma de beato que permitió tener
un referente ideal de santidad para toda la comunidad sodálite.
Basta decir que, al momento de su muerte a causa de un infarto, Figari se refirió a él como “hijo
predilecto, hermano y amigo entrañable, sodálite, infatigable compañero de fe, de aspiraciones, de
apostolado, de amor a la Iglesia, de la convicción de que cada uno está llamado a la santidad, a ser
santo”. Pero Doig, según demuestran los testimonios, poco tenía de santo. Poquísimo.
“Cada vez que Germán tenía un arranque de ira, era de temer, pues la persona que era objeto de tales
arrebatos era agredida psíquicamente y muchas veces humillada en presencia de los demás”, señala un
testimonio. Y eso era lo de menos. Durante el proceso de beatificación, al menos tres testimonios graves
en su contra, en los que se denuncian abusos sexuales, salieron a la luz. Las denuncias no sólo
paralizaron el proceso, sino que obligaron a Luis Fernando Figari a renunciar irremediablemente, aunque
excusado en “problemas de salud”. Posteriormente, mientras las denuncias crecían, pidió su aislamiento.
Dato irónico: a Jeffrey Daniels, otro sodálite a quien se le descubrió casos de violaciones a menores de
14 años, también se le “aisló” para después expulsarlo.
El método Figari
Pedro Salinas, ex sodálite y periodista, no se equivoca al titular a su columna sobre Figari “Pederastia de
Manual”. El coautor de “Mitad monjes, mitad soldados” –tal vez el mejor trabajo de investigación
periodística sobre los casos de abuso del fundador del Sodalicio, describe a través de fuertes testimonios
los métodos que éste usaba para aprovecharse de los menores.
Figari desarrolló un complejo sistema de valores en el que la obediencia total era la premisa, y por ello,
la “militarización” del Sodalicio. El fundador había sido prácticamente elevado a la categoría de místico,
y supo jugar sus cartas para lograr sus oscuros objetivos. De esa obediencia mal llevada, hasta las
violaciones sexuales, el trecho no era largo de recorrer.
Pero un testimonio puede hablar mejor que una descripción de terceros: “Cuando Figari supuestamente
trató de sodomizar a Santiago por primera vez, tuvo dificultades en la penetración. En ese momento, con
la frialdad de un cirujano, se detuvo, se dirigió a su mesa de noche, abrió el cajón y sustrajo de ahí un
pomo de vaselina para continuar con su ritual envenenado. ‘Lo más extraño de todo es que mientras iba
penetrándome pedía que me masturbara. Y algo más extraño todavía: después de todo esto me pidió que
lo acompañara a misa’, señala uno de los fragmentos más escalofriantes del texto de Salinas. Como el de
“Santiago”, existen decenas de casos que todavía no son juzgados.
Si se revisa en internet el nombre de Daniel Murguía, lo más probable es que uno se choque con una
pequeña nota periodística de la web de Perú21. "Capturaron a pedófilo cuando fotografiaba a menor de
11 años", titulan el artículo.
Resaltado, la nota indica que Murguía Ward "perteneció al Sodalicio". "Como consecuencia de esta
situación, hasta ahora totalmente desconocida para nosotros, que consideramos completamente
inaceptable, y que ha sorprendido y golpeado dolorosamente a toda nuestra comunidad, habiendo
examinado la seriedad de la denuncia, queremos comunicar que el Sr. Murguía ha sido inmediatamente
expulsado de nuestra institución", publicó entonces el Sodalicio, en un fragmento que acompaña a la
nota.
Lo que se olvidan de decir, sin embargo, es que Murguía Ward recién fue expulsado dos días después (el
29 de octubre del 2007) de encontrársele con las pruebas de pedofilia y pederastia. Tampoco se daba
cuenta de que Murguía Ward no era cualquier persona, sino uno de los principales allegados a Doig y a
Figari. Al momento de su arresto, el Sodalicio le brinda ayuda legal.
En una nota de Lina Godoy para Diario16, tras el destape de los abusos de Doig en el 2011, se le
cuestiona al vocero del Sodalicio de Vida Cristina, el Padre Gonzalo Len, sobre las indemnizaciones de
aquellos abusados por Doig. La respuesta parece ser una constante en la mayoría de entrevistas a voceros
y representantes de sodálites: “toda persona que ha requerido nuestra ayuda se le ha ayudado
absolutamente”. La evidencia parecería demostrar, sin embargo, que esto no es cierto, o que en cualquier
caso, la caridad cristiana va hacia otro lado.
El problema del Sodalicio, sin embargo, no es para nada nuevo, aunque se haya mantenido por lo bajo
desde hace más de una década. Durante los años oscuros, dos fuentes resultaron fundamentales para
desenmarañar la compleja red que el Sodalicio había tejido. La primera es el ya mencionado Pedro
Salinas, quien a través de su novela “Mateo Diez” empezó a revelar, bajo las licencias que permitían la
escritura ficcional, algunos de los abusos cometidos por el Sodalicio. La segunda es el ex sodálite Martín
Scheuch, quien en su blog Las Líneas Torcidas, inició una serie de publicaciones en torno a los crímenes
sexuales de algunos altos jerarcas de la institución católica.
El tercer nombre clave, y uno de los más importantes, fue el de José Enrique Escardó. Escardó,
periodista y ex sodálite relató, a través de una columna en la revista Gente, algunos de los abusos más
escalofriantes del temible Figari en el año 2000. Años más tarde, en su blog personal -titulado "El quinto
pie del gato", igual que la columna que encendió la mecha, Escardó no duda más al escribir: "Tengo
quince años luchando porque se sepa la verdad y he sido víctima de toda clase de ataques y mentiras
para hacer creer a cada persona que pudiera acercarse al Sodalicio, a sus seguidores en los distintos
proyectos y misiones que ellos dirigen y a la opinión pública en general que soy un loco, un enfermo, un
resentido, un fumón, un predicador anticlerical y todo lo que puedan o no imaginarse".
"No fue fácil. Fueron seis columnas. Una por semana. La primera se tituló "Extirparé la raíz del miedo".
Ellas nacieron como gemelas de una pesadilla que me persigue hasta hoy. Mi intención era
desenmascarar al Sodalicio y a sus miembros que abusaban de cientos de personas y, por encima de
todo, advertir a la sociedad", agrega en su publicación. Allí cuenta los abusos físicos y psicológicos que
padeció. Uno de ellos, incluso, implicaba una cuchilla suiza en su cuello -todo, ordenado por uno de los
sodálites.
"Quería que los padres cuidaran a sus hijos. El impacto de mis columnas fue inesperado y arrollador.
Golpeó al Sodalicio de maneras que no creí que lo haría, pero también dio inicio a una persecución en
mi contra que destruyó mi vida en muchos niveles. Si hubiera callado, otra sería mi vida hoy. Pero no
me arrepiento", continúa. Y bien que no lo haya hecho. Fue su publicación -la serie de publicaciones - la
que convenció ya Salinas de Mateo Diez, y de allí, el barro del Sodalicio empezó a salir de a pocos.
Ya no solo se trataban de acusar de sectarismo y aislamiento al Sodalicio, como lo habían hecho los
esposos arequipeños Héctor y Martha Guillén en el año 2002 a través de una carta pública y una serie de
reportajes. En ellos, se detallaba cómo el hijo de la pareja, Franz Guillén Gross, tras entrar en la
comunidad en 1999, había sido impedido de viajar y además, abandonado a su familia y a sus estudios.
La militarización de los próximos sodálites consagrados, la misma que incluía nadar un kilómetro hasta
la isla de San Bartolo todos los días,
“Luego de que nuestro hijo inició su formación en San Bartolo, hace año y medio, ha sido drásticamente
limitado en su posibilidad de visitar a su familia en Arequipa, a pesar de habérsele enviado el dinero para
su pasaje y de nuestra angustiosa necesidad de tenerlo en casa para eventos familiares trascendentales”,
decía la carta reproducida en el diario La República.
“La madre, Martha Gross de Guillén, llora todos los días. Se arrepiente de haber firmado la carta con su
esposo, piensa que las represalias serán definitivas”, describía el periodista Miguel Ángel Cárdenas para
ese entonces. La única respuesta sodálite fue limitarse a señalar, mediante carta notarial, que como el
hermano Franz era mayor de edad, se tenía que respetar sus decisiones de entrar en la comunidad.
“Cualquier acusación de ustedes que ponga esto en duda equivale a una calumnia”, anunciaba Germán
Mackenzie, Superior General del Sodalicio. En un acto bastante lejano a la empatía cristiana, la carta
finalizaba de la siguiente manera: “Que Dios, Señor Nuestro, los bendiga y que este tiempo de Navidad
les ayude a profundizar en la fe”.
Paralelamente, Eduardo Alt, padre de otro de los chicos ingresantes en el Sodalicio anunciaba
violaciones graves. Esas violaciones, decía, “tarde o temprano van a salir a la luz”. Y no se equivocó.
Hoy Figari, recluido en Roma, enfrenta graves acusaciones por diversos casos de violación de menores.
Y por más “santo” que sea, lo que le corresponde no es la ley divina, sino la terrena. Al César lo que es
del César, y a Dios lo que es de Dios.
Ese mismo día, la edición impresa del diario La República dio cuenta de la noticia
mencionando que se trataba "del seminarista Joao Carlos Junior", el cual había asistido
a la playa con "quince jóvenes católicos". Sin embargo, el noticiero del 2 fue más
explícito al revelar que el parte policial mencionaba que el adolescente estaba
vinculado al Sodalicio de Vida Apostólica (seguramente un error del policía que hizo el
parte, ya que el nombre es Sodalicio de Vida Cristiana), organización religiosa de
raíces peruanas que cuenta con sedes en varios países del mundo y de cuyos
escándalos se ha hablado varias veces en este blog y en otros medios de
comunicación.
El reportero de 90 Segundos se acercó a una de las casas del Sodalicio en San Bartolo,
la playa vecina, para indagar sobre este caso. Un sodálite no identificado lo atendió
con la puerta entreabierta y solo le dijo "no conocía a Joao, llegó de visita y tuvo ese
accidente". Además, le dijeron que el joven se hospedaba en la casa de retiro del
colegio Santa María, en Surco, y no ahí. Hasta el momento, nadie ha salido a ratificar o
negar estas versiones.
La extraña manera en que trataron la noticia los poquísimos medios que lo hicieron
despertó mi curiosidad. Voy a explicar brevemente algunas de las dudas que tengo.
5. Hoy, otro medio del mismo grupo, Perú21, trata escuetamente la noticia y sí
menciona que el muchacho fallecido es "un seminarista de la orden del Sodalicio de
Vida Apostólica". Sin embargo, a pesar de haber pasado más de tres días, no hay
detalles adicionales sobre las circunstancias en que se dio el accidente, el paradero del
"tutor" y de los demás jóvenes que lo acompañaban, así como sus vínculos con el
grupo religioso.
Como recordarán los lectores de este blog, desde hace más de una década he venido
revelando la cara oculta del Sodalicio y, entre mis denuncias, he contado cómo a sus
miembros se les obliga a nadar en condiciones muy peligrosas en muchos casos.
Cuando yo era miembro del Sodalicio y vivía en San Bartolo, era práctica frecuente que
los fines de semana largos fuéramos corriendo a Santa María, a la misma playa donde
murió ahogado Joao. Jugábamos una "pichanguita" y luego nos metíamos al mar, no
por voluntad propia, sino por orden de nuestros superiores.
En mi página de Facebook, una lectora dejó el siguiente comentario que corrobora mis
sospechas de que algo se está ocultando: "Hace muchos años, en Semana Santa, un
grupo de estos locos entraron a la playa en bandera roja y yo fui a avisar a los
salvavidas porque el oleaje era fortísimo y a base de insultos hacían que los chicos
ingresaran mar adentro. Y uno de los salvavidas me dijo: ¿Pero para qué nos
arriesgamos si ellos siempre hacen eso? Es común en esa comunidad".
Según los medios que lo han mencionado, el parte policial habla de tres cosas que hay
que tomar en cuenta. Primero, que Joao no estaba solo, sino acompañado por al
menos ocho jóvenes de su misma comunidad (lo que podría corroborar mis testimonios
y el comentario de la lectora en Facebook). Segundo, que el grupo tenía un
"tutor", Andrés Quintana Luna, cuyo paradero se desconoce y no se sabe aún si es
peruano o brasileño y si vive en las comunidades del Sodalicio en San Bartolo.
Finalmente, que el joven estaba en la playa a la que, cuando yo era sodálite,
asistíamos en las mismas fechas y con las mismas características: en grupo y con un
"tutor" que se encargaba de decirnos lo que debíamos hacer, incluyendo entrar al mar
a pesar del peligro y de la ausencia de salvavidas.
Esperemos que, luego de esta absurda muerte, las autoridades y otros medios
investiguen con seriedad este caso y no se dejen manipular por el poder de este grupo
que cuenta con todo el respaldo del cardenal Juan Luis Cipriani.
Advertí más de una vez que esto pasaría en algún momento. ¿Qué esperan las
autoridades para actuar?
A continuación, los videos de 90 Segundos y Primera Edición para que vean la manera
tan distinta en que tratan la noticia.
Durante más de una década he tratado de dar a conocer a los medios de comunicación
y a la opinión pública que la organización que fundaste hace cuarenta años y a la cual
dediqué una importante parte de mi juventud no es lo que tú y tus seguidores
pretenden mostrar. He escrito una serie de artículos que solo tú sabes cuánto han
significado a lo largo del tiempo para cambiar el concepto que miles de personas
tenían del Sodalicio. Sé perfectamente que estos han tenido un efecto que tú no te
esperabas y que tu silencio en todos estos años solo ha sido una estrategia para “no
darme más importancia”.
Luchar solitariamente y por años contra un fantasma blindado por muros de impunidad
y mercenarios disfrazados de apóstoles tiene su costo y lo he asumido porque quería
que otros no sufran lo que yo y muchos más que nos dimos cuenta de tus engaños a
tiempo. Ambos sabemos lo que esta lucha ha significado y con eso me basta para
dejar con la frente en alto el campo de batalla. Las minas sembradas se harán cargo
de lo demás.
Ya dije todo lo que tenía que decir, luché todo lo que tenía que luchar y dejé el
mensaje que quería dejar. No puedo quedarme estancado el resto de mi vida peleando
contra una organización sin escrúpulos que ha demostrado estar por encima del bien y
del mal, amparada por el silencio de las autoridades, la cobardía de congresistas,
jueces, alcaldes e incluso presidentes de la República que le temen a la cada vez más
desprestigiada Iglesia Católica y a su ala más conservadora y dura, representada
principalmente por el Opus Dei y su remedo peruano, tu Sodalicio de Vida Cristiana.
Me llevo una conciencia tranquila porque nunca mentí y jamás tuve un interés que no
sea el de simplemente informar y advertir a la gente que no todo es como se lo
cuentan en el oscuro movimiento que fundaste. Nunca intenté ganar un centavo con
esta lucha ni aproveché para mi beneficio el sufrimiento de tantos que se me acercaron
a contarme sus odiseas personales dentro del SCV o el dolor y llanto de padres
devastados porque sus hijos les fueron arrebatados por los tentáculos de tus obras.
Por más que te creas el cuento (que tú mismo inventaste) de que eres un santo, sabes
perfectamente qué buscaste con todo esto y que, al final de tus días, si llegas a los
altares no será porque reuniste las virtudes necesarias, sino porque manipulaste y
utilizaste a miles, infundiste temor en los sectores más blandos de la Iglesia y te
aliaste estratégicamente con los más fuertes, quienes finalmente toman las decisiones.
Y solo por ello tu Iglesia te dará, cuando ya no estés, lo que nunca tuviste mientras
viviste.
Ahora te tocará librar la batalla final contra tu conciencia. Cuando llegue tu último
minuto, aunque estés rodeado de aduladores que te rocíen de agua bendita y te
canten letanías, sé que en tu fuero interno retumbará lo que realmente eres y
acecharán esos monstruos que creaste y esas pequeñas almas sinceras que empañaste
con tu ego institucionalizado. Has ayudado a mucha gente, no voy a ser mezquino,
pero lo has hecho usando como materia prima el engaño, la manipulación y el
endiosamiento propio. El daño que has hecho es de lejos mucho mayor que todo el
bien que usaste como excusa para hacerle creer a tus seguidores lo que creen que
eres.
Adiós Luis Fernando. Adiós Sodalicio. Quise ser fuerte cuando me uní a ustedes y
terminé descubriendo que mi verdadera fortaleza nació cuando me les enfrenté.
Me voy en paz de esta guerra porque sé que gané para otros más de lo que perdí de
mí mismo.