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Esta observación fue el resultado del trabajo realizado por los integrantes del Grupo de

Instrumentación Científica y Didáctica de la Universidad Distrital. Y si bien las plantas no llegaron hasta
el cielo, como en el relato, si fueron notables las diferencias que se presentaron en términos de
envergadura del tallo, tamaño de las hojas y peso a favor de los “fríjoles magnetizados”.

Los imanes utilizados en el experimento presentaron las mismas propiedades magnéticas de los imanes
corrientes, y al acomodarlos en la base de las macetas de cultivo experimental ofrecieron resultados
promisorios para esta leguminosa. Más adelante se esperan confirmar los resultados en un cultivo en
terreno abierto, teniendo en cuenta los aspectos ambientales.

Para el biólogo Oscar Mahecha, integrante del grupo, las diferencias en crecimiento que, pasados 30
días, mostraron como la planta que no había sido “magnetizada” tenía alrededor de 13 cms, mientras
la otra tenía 18 cms, se debieron ‘’a la influencia del campo magnético producido por los imanes, que
facilitó la absorción de los nutrientes. La polaridad del campo acelera el ingreso de calcio y hierro,
principales alimentos para la planta de fríjol”.

También se verificó el crecimiento mayor de las raíces en la planta estimulada magnéticamente, lo que
se explica, según Mahecha, por la acción que ejercieron los imanes en el sistema radicular (raíces) y
que a su vez facilitaron la absorción de calcio, clave para el crecimiento del tejido de la planta y de
hierro que contribuyó a la fotosíntesis de la leguminosa.

“Todas las condiciones de los tres montajes de cultivo que se realizaron mantuvieron las mismas
condiciones ambientales en términos de calidad del agua, temperatura y calidad de suelo, lo único que
varió fue la disposición de los imanes”, explicó a NOTICyT la física Adriana Blandón de la Universidad
Distrital.

Este aspecto fue de gran importancia para la metodología y los resultados de la investigación, ya que
como señaló Blandón, la disposición de los imanes en la base del montaje, generando un campo
magnético longitudinal, produjo los mejores resultados, mientras que cuando éstos fueron colocados a
los lados del segundo montaje, lo que produjo un campo transversal, el crecimiento de la planta y el
tamaño de sus hojas fue muy similar al del fríjol que no había recibido ningún estímulo magnético.

De esta forma se constató que la dirección del campo magnético sí influye en el crecimiento de las
plantas, en su área foliar (tamaño de las hojas) en su biomasa o peso y en su sistema de raíces. “Incluso
fue más difícil arrancar la planta estimulada con el campo magnético longitudinal por la densidad de su
raíz”, comentó Mahecha.

Estos resultados corroboraron la información registrada en la literatura especializada que muestra


como en Europa, fundamentalmente en España y Polonia, el biomagnetismo aplicado a la agricultura
se constituye gradualmente en una alternativa ecológica dadas sus ventajas, no sólo en términos de
rendimiento del cultivo sino en ahorro de agua.

Biomagnetismo amable con el ambiente

Otro de los beneficios atribuidos al biomagnetismo es el ahorro de agua, producto de la disminución


del consumo de las plantas estimuladas.

La razón, según Mahecha, es el comportamiento de las proteínas de la membrana celular de la planta.


“Al ser estimuladas magnéticamente, éstas se organizan en paralelo, compactándose, y endureciendo
la membrana celular, de esta forma se evita el proceso de evapotranspiración, (pérdida de agua por el
“sudor” de la planta) y por lo tanto deben regarse menos”.

De hecho, de acuerdo con los investigadores, se ha probado que las semillas tratadas magnéticamente
consumen hasta un 75% menos de agua. “Así mismo, la planta produce mayor energía para sí, porque
no la pierde en su proceso de transpiración, por lo cual aprovecha esta energía para estimular su
metabolismo y crecer más”, subrayó Adriana Blandón.

De igual forma, otros trabajos adelantados en el país han permitido demostrar los beneficios del
biomagnetismo en materia de la conservación de la fertilidad del suelo, y el uso de compostajes para
agricultura orgánica. Así lo concluyeron investigadores de la Universidad Nacional y de la Universidad
del Valle en el estudio “Influencia de imanes permanentes en la variación de la materia orgánica y la
actividad microbiana de tres enmiendas orgánicas”.

Según los autores: “El incremento de actividad microbiana (para compostajes orgánicos) depende de
los niveles de intensidad magnética, el tiempo de exposición y la composición de la enmienda”. De esta
manera se proponen alternativas novedosas para favorecer cultivos de leguminosas como el fríjol y la
arveja, sin alterar genéticamente las plantas, sólo acentuando una condición natural como la del
magnetismo”, indicó Mahecha.

Aún así, es necesario avanzar en nuevos frentes de investigación que indiquen si al exponer los cultivos
a intensidades magnéticas muy altas (en el trabajo se expusieron a 5 militestas, una intensidad muy
baja), la planta sufre algún daño.

Sin embargo esta prevención parece inocua, pues en cultivos europeos se han provocado campos
magnéticos con intensidades de hasta 200 militestas, aunque en dimensiones distintas, y se han regado
plantaciones experimentales con agua magnetizada. En el país, se esperan confirmar los resultados en
un cultivo en terreno abierto, y teniendo en cuenta los aspectos ambientales.

Por estas razones el biomagnetismo se plantea como una nueva metodología de siembra para dar
respuesta a algunos de los problemas más complejos de la agricultura contemporánea: la escasez de
agua, calidad y eficiencia de los cultivos, sin necesidad de más químicos fertilizantes, concluyó el
biólogo Oscar Mahecha.

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