El género está ampliamente representado en la Biblia, especialmente en el N. T.,
dentro del cual, de los 27 libros que lo integran nada menos que 21 están redactados en este género (v. BIBLIA I). Como fenómeno literario, el género epistolar es uno de los más universales: puede decirse que se encuentra en todas las literaturas de todos los tiempos. Puede dividirse en dos especies: el familiar y corriente (cartas) y el didáctico, sapiencíal o culturalista (epístolas). La segunda especie también ha sido empleada muy ampliamente para desarrollar enseñanzas filosóficas, religiosas, científicas, etc. (p. ej., entre los griegos las cartas de Aristóteles, entre los latinos las de Séneca, entre los árabes las de Averroes). Ambas especies de género epistolar las encontramos en la Biblia. Trataremos primeramente del género didáctico.
Epistolario didáctico. 1) Epístolas del N. T. Es característico, sobre todo, como
hemos dicho, del N. T. Algunas e. se acercan mucho a las cartas familiares, como la breve e. de S. Pablo a Filemón (hacia el 62 d. C.; v.), o las I y II a Timoteo (hacia el 64 y 66 d. C.; v.) y la dirigida a Tito (hacia el 65 d. C.; v.). Estas tres últimas suelen llamarse epístolas pastorales por estar dirigidas a pastores de iglesias recientes y contener diversos avisos en orden a la recta dirección de esas iglesias y a la atención de los fieles encomendados a los discípulos de S. Pablo, Timoteo y Tito.
Dentro del mismo epistolario de S. Pablo pueden clasificarse también como e.
tendentes a cartas, por su modo de estar redactadas, las dos e. a los tesalonicenses (hacia el 51 y 52 respectivamente; v.), así como la dirigida a los gálatas (hacia el 55 d. C.; v.) y las dos a los corintios (hacia el 56 y 57; v.). En cambio, la e. a los romanos (hacia el 58; v.) tiene una temática doctrinal muy amplia y desarrollada, por lo que ya habría que clasificarla claramente entre las e. didácticas: Gal, I y II Cor y Rom forman el grupo que suele llamarse de las grandes epístolas paulinas.
Al género didáctico corresponde también, dentro del corpus epistolar paulino,
la e. a los colosenses (hacia el 61 d. C.) y la de los efesios (hacia el 62). Lo mismo se diga de la dirigida a los filipenses, cuya fecha es incierta (alrededor del año 60). Estas tres e., junto con la de Filemón forman el grupo llamado epístolas de la cautividad, por haber sido escritas durante la primera cautividad romana del Apóstol (años 61-63). Filipenses no se sabe de cierto si fue escrita entonces o un poco antes en algún otro periodo de prisión. Además de las 14 e. paulinas, hay también en el N. T. otros siete libros breves, que pertenecen plenamente al género epistolar: son las llamadas epístolas católicas, por ir dirigidas a todos los fieles, sin especificación de personas o comunidades concretas. Estas siete e. son: una de Santiago (tal vez poco después del año 57 d. C.), I y II de S. Pedro (hacia el 63 la primera, siendo todavía imprecisa la fecha de la segunda); una de S. Judas, datada generalmente entre el 63-70 d. C., y, al parecer, en todo caso, anterior a la II de S. Pedro. Finalmente, las tres e. de S. Juan (entre el 95-100 d. C.).
De este elenco epistolar del N. T. puede obviamente concluirse:a) Un buen
número de epístolas de S. Pablo precedió cronológicamente (entre el 50-60) a la aparición de los Evangelios Sinópticos (60-70). Las epístolas católicas son más tardías que el conjunto fundamental de las de S. Pablo. Las de S. Juan son las últimas cronológicamente.
b) Las e. paulinas (junto con el libro de los Hechos de los Apóstoles de S.
Lucas) centran su temática en las cuestiones doctrinales, disciplinares y ascéticas que van surgiendo concretamente a lo largo del crecimiento y expansión del cristianismo en las dos primeras décadas de la segunda mitad del s. I (años 50- 70). Se puede seguir a través de ellas la actividad y frutos misioneros de los Apóstoles y la vitalidad religiosa de los primeros cristianos y sus actitudes ante el mundo pagano, greco-romano, en que viven.
c) Las e. católicas (junto con algunos de S. Pablo, especialmente Rom, Eph, II
Cor, Col y Hebr) subrayan, de una parte, el mensaje y doctrina universales cristianos. Constituyen algo así como un cuerpo de escritos doctrinales, que de alguna manera pueden llamarse sapienciales, con cierto paralelismo con la literatura sapiencia) (v.) canónica del A. T. Muestran tal desarrollo y madurez de la doctrina cristiana que, con la salvedad que implica su carácter de fuentes inspiradas de revelación cristiana, puede decirse también que ofrecen notas de profunda teología, que explicitan y aplican a la vida los núcleos doctrinales de la vida y la predicación del mismo Jesucristo, contenidos principalmente en los Evangelios canónicos, a los cuales rodean cronológicamente.
d) Surgidas, históricamente hablando, con ocasiones concretas de la
expansión de la primitiva Iglesia, todas las e. del N. T. tienen un alcance universal, en el tiempo y en el espacio, habiendo sido reconocidas por la Iglesia desde el principio, como fuente canónica fundamental (después de los cuatro Evangelios) de la Revelación cristiana escrita y, como tales, recibidas y confesadas por la Iglesia siempre. Su carácter doctrinal y normativo ha sido también siempre recibido en la Iglesia. 2) Epístolas del A. T. Al contrario de lo que ocurre en el N. T., en el A. T. no se da ni un solo caso de que un libro entero esté constituido por una sola epístola. En cambio existen algunas e. didácticas -pocas- insertas en libros mucho más amplios y de diverso género literario. El caso más relevante quizá es la Epístola de jeremías a los judíos deportados a Babilonia, que constituye el largo y último cap. 6 del libro del profeta Baruc: dicha e. es un breve tratado entre dramático y satírico -pero lleno de profundo sentido de oración y adoración a Yahwéh- contra la idolatría. Semejante a ésta es también la carta de jeremías a los deportados, en al cap. 29 del libro del propio profeta Jeremías.